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Revista Ciencia y Cultura

Print version ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.26 no.49 La Paz Nov. 2022  Epub Nov 30, 2022

 

ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

De aduanas y contrabandos: “textos diseminados” en la contemporaneidad latinoamericana

Of customs and smuggling: “disseminated texts” in contemporary Latin America

Magdalena González Almada* 
http://orcid.org/0000-0001-9380-040X

* Doctora en Letras (UNC, Argentina), CIFFyH-CONICET, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Contacto: mgonzalezalmada@conicet.gov.ar ORCID: 0000-0001-9380-040X


Resumen

Este artículo propone analizar algunas escrituras que atraviesan las subjetividades contemporáneas en relación a problemáticas que se materializan en dos componentes indefectiblemente relacionados: la lengua y el territorio. Las producciones literarias de Emma Villazón (Bolivia, 1983-2015) y de Fabián Severo (Uruguay, 1981) exponen algunos límites del sistema de administración territorial de los Estados-nación siempre dispuestos a establecer bordes -territoriales, lingüísticos entre los que interesan a este trabajo- que resultan cuestionados por poéticas singulares. En ese sentido, nociones como las de frontera y migración serán convocadas en este trabajo a los fines de analizar las escrituras de Villazón y Severo.

Palabras claves: fronteras; Emma Villazón; Fabián Severo; migración; literaturas latinoamericanas contemporáneas

Abstract

This article proposes to analyze some writings that cross contemporary subjectivities in relation to problems that materialize in two unfailingly related components: language and territory. The literary productions of Emma Villazón (Bolivia, 1983-2015) and Fabián Severo (Uruguay, 1981) expose some limits of the territorial administration system of the Nation-States always ready to establish borders -territorial, linguistic among those that interest this work- that are questioned by singular poetics. In this sense, notions such as border and migration will be summoned in this work in order to analyze the writings of Villazón and Severo.

Keywords: borders; Emma Villazón; Fabián Severo; migration; contemporary Latin American literatures

"Esquizo-rizomas" Mateo Olivares Rivera Collage digital 

1. Introducción: palabras de apertura

Este trabajo presenta a dos autores cuyas escrituras plantean un desplazamiento en lo que respecta a la idea de las “naciones literarias” (Jurt, 2014). Emma Villazón (Santa Cruz de la Sierra, 1983 - El Alto, 2015) es una escritora que, pese a su corta existencia, produjo un material literario y crítico que representa un importante aporte para la literatura boliviana y los estudios críticos referidos a ella. Por el momento es posible organizar la obra literaria de Villazón en tres bloques: el primero compuesto por los poemarios Fábulas de una caída (2007) y Lumbre de ciervos (2013); el segundo, por los textos publicados póstumamente Temporarias (poemas, 2016), Desérticas (cuentos, 2016) y una selección de textos literarios en la revista Mar con Soroche (2017); finalmente, un tercer bloque compuesto por cuentos inéditos1. La escritora, además, realizó en Chile una maestría en Literatura Latinoamericana y Chilena bajo la dirección del profesor Nelson Osorio con una tesis titulada “La risa oculta y vital de Hilda Mundy. Una aproximación al estudio de las vanguardias en Bolivia” investigación que, si bien no ha sido demasiado difundida en los medios académicos, representa un trabajo sistematizado dedicado a la obra de la poeta Hilda Mundy2.

El trabajo editorial de la Perra Gráfica y de 3600, ambos sellos de la ciudad de La Paz, resultó relevante para poner al alcance de los lectores textos de Villazón que, según notas agregadas a ambas ediciones, se encontraban en condiciones de ser publicados, pero esto sólo fue posible póstumamente. En la “Nota editorial” a Desérticas se afirma que “está de sobra señalar que su muerte prematura dejó inconclusa una obra que había recibido la profecía crítica de convertirse en una de las principales de la literatura boliviana” (2016a, p.5).

Un aura singular rodea la figura de esta autora. La escritora Rosario Barahona, en un fragmento de la crónica “El Alto, infinito”, relata:

le expliqué entonces acerca de mis madrugadas pobladas de insomnios y fantasmas, pensando en Emma, a quien no conocía lo suficiente, pero estuve junto a ella, al inicio de su sueño eterno, casi inmediatamente después de que se desplomara en el aeropuerto para regresar a Chile y fuera llevada de emergencia al hospital, donde la visitamos los pocos amigos que quizás ella escogió. Mucho he pensado en eso (2018, p.215).

Las circunstancias que rodean la muerte de Villazón son inexplicables. La escritora se encontraba viviendo en Chile desde hacía unos años, estaba realizando su doctorado dedicado a la obra de Arturo Borda y había sido invitada a la FIL de 2015 en ocasión de celebrarse “Migrantes”, un ciclo de actividades con escritores bolivianos residentes en el exterior. En las II Jornadas de Literatura Boliviana formó parte del panel dedicado a la reflexión sobre la poesía con una ponencia titulada “La poesía de ayer y hoy en Bolivia”. El día 24 de agosto murió en El Alto como consecuencia de un accidente cerebro vascular. Tenía 32 años. Dejó tras de sí una producción literaria y crítica inconclusa y dispersa de una amplia proyección para el campo literario boliviano y latinoamericano.

Fabián Severo (1981), por su parte, es un escritor uruguayo nacido en Artigas, territorio de frontera con Brasil; es profesor de literatura y ganó el Premio Nacional de Literatura en 2017 con su novela Viralata (2015). Ha desarrollado una carrera literaria que incluye tanto textos poéticos como narrativos: Noite nu Norte (poemas, 2010), Viento de nadie (poemas, 2013), NósOtros (poemas, 2014) y Sepultura (novela, 2020). En numerosas entrevistas, Severo coloca un especial énfasis en la cuestión de la frontera tanto en términos materiales como simbólicos que habilitan una comprensión del particular lugar de enunciación del escritor: “los “frontera” no somos de acá y de allá. A veces, no sabemos de dónde somos” (Milreu, 2015, p.264). Frente a la insistente pregunta respecto del portuñol de sus textos, Severo afirma que “lo que ocurre es que no es una elección. Yo empiezo a escuchar la historia o los personajes, o fragmentos o imágenes ya en esa voz, en esa mezcla, en esa mistura” (Amarillas Amaya y Hernández Vallejo, 2022, p.218).

Uno de los temas privilegiados por Fabián Severo es el retorno hacia el lugar de la infancia, el territorio de frontera en el cual encuentra sentido su producción estética, el haber encontrado una lengua en la cual poder decirse dentro de una posibilidad enunciativa que se presenta como una potencia para poder recuperar un espacio y un tiempo. La producción de Severo -hasta el momento- está atravesada por una atmósfera de intimidad y de cotidianeidad vinculada a su tierra, de un cotidiano que adquiere su singularidad (y su musicalidad) a partir de un cruce lingüístico que erosiona las diferencias y las distancias lingüísticas para encontrarse con un tono. Es ese tono, precisamente, el que da cuenta de sus búsquedas: las existenciales y las estéticas porque “si iba a hablar de mi intimidad o de mi universo tenía que usar mi lengua materna (...) el portuñol es el lugar donde mejor me siento, esa combinación de sonidos es con la que mejor me explico y me expreso, es natural” (Cortés, 2021, p.137).

Este artículo, entonces, se propone leer las escrituras de Villazón y Severo en clave de “textos diseminados”, es decir, de textos que cuestionan su inscripción nacional en términos territoriales y en términos lingüísticos. Las metáforas de la aduana y del contrabando, como medio de control y de tránsito clandestino respectivamente, posibilitarán una lectura que pone en el centro de la discusión problemáticas contemporáneas como la lógica del Capitalismo Mundial Integrado (Guattari, Rolnik, 2013), la globalización y la migración como uno de sus efectos. Para ello, se analizarán los textos Temporarias y otros poemas (2016b) de Emma Villazón y Viento de nadie (2013) de Fabián Severo como posibilidades reflexivas que, desde las escrituras literarias, interpelan las inscripciones nacionales.

2. Las fronteras como espacios intersticiales

La noción de “frontera” ha sido ampliamente abordada desde perspectivas políticas, sociales y antropológicas y representa un complejo campo de reflexión en el marco del capitalismo y de los efectos de la globalización. Desde la perspectiva de Félix Guattari y Suely Rolnik en Micropolítica. Cartografías del deseo (2013) la lógica capitalística supone una apropiación de las subjetividades que impacta fundamentalmente en una interpretación de la realidad. Para Guattari, el Capitalismo Mundial Integrado (CMI) involucra una alternativa más amplia a la de “globalización” por atender a otros aspectos que exceden el económico ya que en el CMI se le atribuye una gran importancia “a la subjetividad, a la instrumentalización que (...) se operaba de las fuerzas de deseo, de creación y de acción como principal fuente de extracción de plusvalía, en lugar de la fuerza mecánica del trabajo manual” (p.11). El CMI construye formas de control de la subjetivización, en una “toma de poder sobre la subjetividad” (p.24) de modo tal que en el contexto del capitalismo se erosiona la posibilidad de desarrollar una percepción del mundo que escape a sus dispositivos de control (los medios de comunicación, la familia, entre otros). El tiempo del CMI es un tiempo en apariencia homogéneo que envuelve a las subjetividades en un ritmo de equivalencias. En definitiva, el CMI provoca que

hoy en día, todas las relaciones con el espacio, con el tiempo y con el cosmos tiend[a]n a ser completamente mediadas por los planos y los ritmos impuestos, por el sistema de encasillamiento de los medios de transporte, por la modeliza- ción del espacio urbano, del espacio doméstico, por la tríada coche-televisión- equipamiento colectivo, etc. (Guattari, Rolnik, 2013, p.63).

No obstante, y pese a los embates del CMI, es posible generar una resistencia que permita crear “lenguas menores a través de todas las lenguas dominantes” (p.107), posibilitando de este modo una singularización que rompe con las estratificaciones dominantes: se trata de procesos de subjetivización inversos u opuestos a la lógica capitalística tal como el que se advierte cuando Emma Villazón plantea que “es de interés responder desde la poesía a ese antiguo poder de la fábrica capitalista para manipular la estructura anhelante del ser humano” (2016b, p.60). Es en esa resistencia que plantea la poesía como lengua menor frente al poder, precisamente, en la que los textos literarios de Villazón y de Severo se inscriben, al cuestionar la lengua dominante del Estado-nación y su configuración territorial. De hecho, las expresiones poéticas de ambos autores dan cuenta de esta tensión en la elección temática de la migración configurada en los textos de Emma Villazón y en la decisión de escribir en portuñol para Fabián Severo. Y, en ambos casos, estas elecciones se vinculan con las experiencias de tránsito de los autores en el paso de una frontera nacional a otra, como se observará más adelante.

Arjun Appadurai publicó El rechazo de las minorías. Ensayo sobre la geografía de la furia en 2006 y la primera edición en español se publicó un año después. La urgencia en publicar el texto responde a una necesidad que el propio Appadurai reconoce como imperante: el estudio y análisis de la globalización en estrecho contacto con una indagación sobre las migraciones y el desarrollo de los medios de comunicación. Un libro antecede a El rechazo de las minorías: se trata de La modernidad desbordada: dimensiones culturales de la globalización publicado en 1996. En ese trabajo, el autor ya anticipaba algunos temas que abordaría con posterioridad, pero su óptica se modifica al advertir la necesidad de dedicarse al estudio de “la violencia a gran escala, culturalmente motivada, que se produce en nuestra época” (2007, p.13) para no soslayar los aspectos más problemáticos del proceso de la globalización. Appadurai sostiene que la globalización fue pensada como un

conjunto de posibilidades y proyectos utópicos que se extendieron como reguero de pólvora por numerosos pueblos, estados y esferas públicas tras el final de la guerra fría. Tales posibilidades se entretejieron en una suerte de tramado doctrinario acerca de los mercados abiertos y el libre comercio, de la expansión de las instituciones democráticas y las constituciones liberales y de la fuerza de las posibilidades de la Internet (y cibertecnologías relacionadas) para mitigar la desigualdad, tanto dentro como entre las sociedades, y para incrementar la libertad, la trasparencia y el buen gobierno incluso en los países más pobres y aislados (2007, p.15).

Lejos de aquel escenario promisorio, la globalización generó, por el contrario, una serie de desigualdades que expone -entre sus aspectos más visibles- la consecuente complejización del fenómeno de los movimientos humanos que buscan mejores posibilidades de vida. Asimismo, origina, como producto de ese tránsito, un abanico de minorías que gestionan sus condiciones de agenciamiento de manera desigual. El odio que esas minorías padecen o generan, dependiendo de la acumulación de poder que pudieran alcanzar, posibilita que esas desigualdades se profundicen de modo más evidente. Es, en este sentido, que la idea de un Estado-nación comienza a tambalearse frente a los insoslayables embates de la globalización y de sus paradojas consecuentes: en la medida en que se acentúa una mayor homogeneización social y cultural también adquiere mayor notoriedad la diferencia. Para Appadurai “la idea de un territorio soberano y estable, de una población controlable y cuantificable, de un censo digno de confianza y de categorías transparentes y estables se ha resquebrajado en la era de la globalización” (p.20). Resulta significativo reparar en la violencia que entraña este proceso. Villazón advertía que esas “violencias incitan la escritura” (2016b, p.60) aunque su proyecto “Temporeras”3 no pretendía “caer en el lugar común del discurso de la explotación laboral y los problemas migratorios” (p.60). Estas afirmaciones se encuentran registradas en los anexos que la Perra Gráfica incluye en la edición de Temporarias y otros poemas y resultan relevantes en la lectura del proyecto poético de la autora. Se trataba de un plan de escritura estrechamente vinculado con el proceso de explotación capitalista atravesado por la globalización y la migración. Severo tampoco se muestra indiferente a los efectos de la migración con fines laborales y recuerda que “en Artigas el hombre iba a trabajar en misiones al Congo, a Haití; trabajaba en la zafra de esquila y de arroz. (...) Otras veces, en distintas temporadas, los hombres cambiaban de barrio” (Cortés, 2021, p. 139).

Desde una perspectiva teórica, Guattari, Rolnik y Appadurai reconocen que estos procesos atravesados por la experiencia de vivir en el marco de una nueva versión del capitalismo responden a acontecimientos histórico-político-sociales que se proyectan desde el final del siglo XX hacia el inicio del siglo XXI. Sus reflexiones sostienen lo que hoy entendemos como “contemporaneidad”, una contemporaneidad que no puede ser pensada “por fuera” del capitalismo ni “por fuera” de la globalización. La literatura, desde este abordaje, forma parte de esas proyecciones puesto que algunas composiciones estéticas, que se enmarcan con mayor evidencia en estos procesos, dan cuenta de ello como se puede apreciar en la lectura de los textos de Emma Villazón y de Fabián Severo para quienes este contexto resulta el punto de partida de una reflexión que se inscribe en sus composiciones poéticas.

En este contexto capitalístico y global, entonces, las fronteras se representan como un espacio de disputa material y simbólico. Regida al mismo tiempo por normas legales, económicas y comerciales, la frontera lidia de manera constante con los espacios de la institucionalidad nacional al exponer la paradójica pertenencia a naciones diferentes; por ello es posible interpretarlas como espacios intersticiales, complejos y de tránsito. Más allá de un pasado histórico común que los territorios pudieran haber compartido, la institucionalización de las fronteras a partir de la fundación de los Estados-nación involucra una organización territorial y política que, de todos modos, no detiene el intenso movimiento migratorio que interpela el rasgo identitario en el que se inscribe un sujeto como de “acá” o de “otro lado”. El investigador uruguayo Abril Trigo afirma que:

etimológicamente, la frontera es no sólo el límite, mojón, sino también fachada, frente, es decir, lo que cierra y delimita, lo que obstruye y construye identidades, lo que define la civilización más acá de la barbarie; es también un abrirse hacia afuera, un sitio de transgresión, más espacio que línea, más territorio que mojón, más inscripción de senderos que registro de catastro, más ámbito de infracciones que marca de contención: frontería (1997, p.80).

Y completa la noción de frontera con la de frontería conceptualizada como un “permanente desplazamiento, la inscripción de senderos, múltiples y cambiantes, por sobre la prescripción del territorio nacional; una encrucijada marginal” (p.80).

Ahora bien, la frontera resulta de un proceso de discursivización complejo, un ejercicio de la imaginación4 en el que se diagrama y ordena un espacio, se diseña un territorio (Ighina, 2000), se crea un límite. Para Étienne Balibar la frontera es “un lugar de excepción (...) un lugar en donde las antinomias de lo político (...) se manifiestan y se convierten en un objeto de la política misma” (2008, p.94), y para Michel Agier “la frontera es un lugar, una situación o un momento que ritualiza la reacción con el otro” (2015, p.21). Dentro de ese plano discursivo, Appadurai observa que el Estado-nación se pone en crisis en el marco de la globalización, lo que revela nuevos conflictos porque

Cualesquiera que fuesen las ficciones y contradicciones iniciales del Estado-nación, éstas se han agudizado debido a la integración más profunda de los mercados mundiales y a la amplia propagación de ideologías de mercadotecnia a escala mundial, en especial después de 1989 (Appadurai, 2007, p.37).

Se trata, entonces, de un fenómeno que reúne dos procesos que pueden leerse como contradictorios, pero que, no obstante, conviven. Homi Bhabha (2013) admite, en acuerdo con el estudio de Appadurai, que la propia globalización genera, a la vez, nuevas minorías “insertadas” en marcos culturales “extranjeros” cuestión que, incluso, aparece mencionada por Emma Villazón cuando escribe en su proyecto “Temporeras” que le interesa “hacer hablar a la violencia que vive la extranjera al percibir trastocadas sus coordenadas culturales, sociales y familiares” (2016b, p.60) puesto que queda en evidencia que la inserción de lo extranjero por efecto de la migración entraña una tensión entre lo propio y lo ajeno que se traduce en relaciones de desigualdad y violencia. Al proble- matizar el concepto de nación mediante una reflexión que coloca en el centro de la discusión la escritura y la literatura, Homi Bhabha afirma que existen “estrategias complejas de identificación cultural e interpelación discursiva que funcionan en nombre “del pueblo” o “la nación” y [que] hace[n] de ellas los sujetos inmanentes de un espectro de relatos sociales y literarios” (2019, p.176) y, al mismo y tiempo, afirma que

la posición de control narrativo no es ni monocular ni monológica. El sujeto es captable sólo en el pasaje entre decir/dicho, entre un “aquí” y “en otro lado”, y en esta doble escena la condición misma del conocimiento cultural es la alienación del sujeto (p.186).

Es por este motivo que se advierte que la frontera se constituye como una materialidad siempre porosa con fuertes proyecciones semánticas y simbólicas que se configuran en diversos textos literarios a partir de experiencias complejas. De hecho, Fabián Severo admite que “el ser fronterizo, el haberme ido y el empezar a escribir me ha llevado a reflexionar un poco sobre el tema de las fronteras, el Estado-nación, la lengua oficial. He pensado mucho en eso y he intentado expresar mi postura, pero literariamente” (Amarillas Amaya y Hernández Vallejo, 2022, p.220). En este sentido, Andrea Bocco afirma que “escribir las fronteras (...) implica poner en tensión los opuestos, lo diverso, lo heterodoxo sin resolverlo” (2015, p.66) lo cual supone una arista potente para complejizar el análisis de algunos textos literarios contemporáneos de América Latina que presentan esta problemática. Bocco afirma que “la noción de frontera asume (...) la capacidad de fagocitar, de un lado y de otro, todo lo necesario para vivir, pero no sintetiza ni mestiza, sino que mancha, marca e incrusta lo uno en lo otro” (p. 66-67); por tanto, la frontera se vuelve un espacio liminal productivo que no anula las dualidades puestas en juego ya que “la dualidad sobrevive y sostiene (...) la multiculturalidad” (p.67) y reconoce que este marco político y cultural “exterioriza la colonialidad en tanto la fagocitación y las experiencias de frontera no pueden ser entendidas por fuera de la situación colonial” (p. 67), situación colonial que en América se anuda con la lógica del Capitalismo Mundial Integrado y con la globalización y sus efectos. En este marco, la producción literaria, entonces, “escribe las fronteras” ya que “la “literatura fronteriza” es un modo en que la heterodoxia asoma en lo literario (...) supone asumir el riesgo de correrse del canon cultural europeo/universal ortodoxo” (p. 70).

En un juego de imaginación, pero también de recuperación y de reinscripción de la memoria, tanto Villazón como Severo apelan a la idea de frontera para exponer en sus textos poéticos una forma de habitar un espacio liminal, un espacio fronterizo, un espacio migratorio. En un gesto que expone la situacio- nalidad en tránsito de los autores, la palabra poética se hace voz en el portuñol de Severo y en el castellano entre boliviano y chileno de Villazón. Ambos autores migran: de Artigas a Montevideo, Severo; de Santa Cruz de la Sierra a Santiago de Chile, Villazón. En los textos literarios de ambos autores, se juega una interpelación a las “naciones literarias” (Jurt, 2014), a las tradiciones literarias nacionales que se encuentran restringidas y sofocadas por los límites marcados por una sola lengua en un solo territorio, se trata de textos poéticos que dejan al descubierto una heterodoxia literaria potente en su propuesta es- critural como “textos diseminados”.

3. Contrabandos y aduanas: posibilidades estéticas

En un contexto de las características señaladas con anterioridad, el contrabando como figura legal, administrativa, política y también literaria evoca un particular componente que se vincula con el desplazamiento entre fronteras como estrategia para interpelar el tránsito transnacional en tanto desplazamiento significativo. Ahora bien, desde la materialidad concreta del territorio es posible proyectar la idea de la frontera y del contrabando hacia territorios estéticos. Pablo Gasparini afirma que la dimensión lingüística del contrabando se vincula con la intervención de otros sonidos que interfieren una lengua para “hacer subrepticiamente oír esos intolerables y babélicos sonidos en la límpida arena de lo simbólicamente legítimo” (2021, p. 62). La idea de que en estas interrupciones yace el acto del contrabando es tomada por Gasparini de Jacques Hassou (1993) quien plantea una relación de contrabandeo entre una lengua adquirida y una lengua materna. Hassou dirá que una lengua materna será una “langue contrabande” ya que se encuentra “enterrada en el fondo de nuestra memoria como un mendigo (...) pero este contrabandista rara vez se da cuenta de lo que lleva puesto” (1993, p. 65 en Gasparini, 2021, p. 62). Así, el contrabando involucra “llevar algo”, trasladarlo, en un acto de atenta lucidez en la que se juega una lengua, una idea, una escritura ante los riesgos que involucra la realización de una actividad clandestina. En esta misma línea de reflexión, Micaela van Muylem (2019) analiza la poesía del francoalemán Léonce Lupette. Para van Muylem, el contrabando efectuado por Lupette comporta ya la traición perpetrada frente a la lengua materna para intervenirla con elementos de otras lenguas lo cual evidencia que “en la obra del contrabandista Lupette la poesía se sale de los límites, recorre clandestinamente los márgenes (...) el contrabandista, nómade en su propia lengua, se define a sí mismo como eterno migrante” (p. 385). Por tanto, el contrabando es considerado un acto ilícito que atenta, en el marco de los trabajos de Hassou, de Gasparini, de van Muylem y de sus objetos de estudio, contra la herencia, contra la lengua heredada y, también en el caso del presente estudio, contra el territorio heredado, de allí el desplazamiento. La relación con el territorio y con la lengua son configurados en la creación literaria de Emma Villazón y de Fabián Severo, y revisten una importancia insoslayable en sus poéticas. Si la literatura es, al decir de Roland Barthes en su Lección Inaugural (2015), la posibilidad de “hacerle trampas a la lengua” (p.97) para Villazón y Severo representa una oportunidad para crear una escritura que rebasa los límites impuestos por una lengua que se presenta como única y total. Si la lengua nacional es la ley a cumplir, el contrabando como actividad estética se ubica en el margen de la ilegalidad que no se resiste a las mordazas de las “formas correctas” y que tampoco se subordina a los “aduaneros del lenguaje” (Cortés, 2022, p.141). Clandestino y en tránsito, el contrabando escritural se vuelve un tono y una posibilidad estética que, en principio, no separa, sino que reúne como, por ejemplo, la escritura en contrabando bolivianochileno (Ajens, Fielbaum, Zuchel, 2016, p.17) de Emma Villazón; su contrabando irrumpe en la escena literaria bolivianochilena marcando el acento en la creación de un yo poético en tránsito afectado por el proceso de migración. Tanto Villazón como Severo crean sus propios dispositivos estéticos que les permiten estar acá y allá, no acá o allá, y es en ese sentido que sus textos exponen la situacionalidad en tránsito que los caracteriza. Son escrituras “en movimiento” que transportan y cargan palabras, experiencias, una memoria, lenguas, acentos y tonos de un lado al otro de la frontera, creando con ese gesto territorios “en tránsito” que no se anclan en un espacio determinado, sino que traman desplazamientos en relación a los territorios y a las lenguas de referencia.

La lectura del poema de Emma Villazón “Sonatina del otro costado” pone palabras a la experiencia de la migración cuando el yo poético indica que “va analfabeta del nombre de las calles” (2016b, p.43) exponiendo un desconocimiento que se materializa en ignorancia, lo desconocido que no adquiere nombre todavía y por eso más desconocido, un yo poético que se subjetiviza como “una campesina maquillada/que se hizo astronauta al pasar la frontera” (p.43). En el poema, lo abismal se compone del paso de un lado al otro de la frontera, metaforizada como una costilla “de la mano del viento/ rodeada por luces y flores engreídas/ va con una sonatina boliviana/ en la mitad de la costilla y en la otra/ déjase nutrir por acribillados y aludes” (p.42). El tiempo se marca a partir de un pulso “érase un érase un érase un érase” (p.43) que se interrumpe por un silencio, una suspensión del espacio, del tiempo, de la palabra que tematiza la situacionalidad en tránsito de la poeta a partir de una sucesión de puntos.

Es posible interpretar tres proyecciones provocadas por el uso del vocablo “sonatina” en el título de la poesía de Villazón. En primer lugar, se puede inferir que se trata de una referencia al poeta modernista Rubén Darío en tanto forma poética. Villazón establece una relación intertextual con la “Sonatina” de Darío, aunque toma distancia de ese poema desde la configuración del yo poético. El poema del nicaragüense refiere a una princesa que desea mudar su realidad, que desea “pasar al otro lado”, que sueña con otros mundos, otras latitudes. En la sonatina de Villazón, sin embargo, la princesa es reemplazada por una “recién nacida” (p.42), “una campesina maquillada” (p.43), “una pastorcita de habla entreverada” (p.43), deseante, que arroja “unos sueños como trapos lanzados a un Mar”, mar imposible desde el costado boliviano, perdido como consecuencia del enfrentamiento entre Bolivia y Chile en ocasión de la Guerra del Pacífico (1879-1883)5.

En segundo lugar, es posible establecer una posibilidad de interpretación al tomar la sonatina como forma musical. En la tradición musical andina, encontramos la “Sonatina de piel morena” del famoso compositor, nacido en La Paz, Alberto Villalpando (1940) que habilita un medio para leer el poema de Villazón como una composición que se encabalga entre la forma poética y la forma musical. Emma V illazón crea un texto que acentúa la experiencia migrante y que metaforiza la frontera a partir de una ambigüedad genérica: su poema es poesía a la vez que es canción. Acaso la autora conjura la seriedad de Villalpando con el aire juvenil de la muchacha que, ingenua, “va con la boca de la recién nacida” (p.42). En lo que refiere a la “sonata” como forma musical propiamente dicha6, se trata de una composición que reúne dos temas contrastantes que, si bien no se advierten explícitamente en el poema, sí se imprimen en su ritmo acompasado: “va con una sonatina boliviana/ en la mitad de la costilla y en la otra/ déjase nutrir por acribillados y aludes” (p.42); el contraste es provocado por la migración que en el poema aparece tematizada con la mención a un costado y a otro; así, cobra relevancia sustancial el uso del adjetivo que acentúa lo diferente, lo distinto en relación a un punto de referencia en el título mismo: “Sonatina del otro costado”. Se trata de la experiencia de la migración que implica un conocimiento y un desconocimiento a la vez que, sin embargo, se presenta para el yo poético como un momento indefectible “No hay retorno, Dios, ni costilla mágica” (p.43). La sonatina de Villazón posiblemente se inspira en una forma musical clásica que, aunque no respeta su estructura de manera explícita y estricta, sí se beneficia de la coda “AHORA VOY ABIERTA Y FUGAZ” (p.43) como recurso para concluir el poema en un verso final que condensa la potencia en el cambio de la persona verbal: donde antes se leía la referencia a una tercera persona del singular se acentúa con mayúsculas sostenidas y en negritas la primera persona del singular como marca explícita del testimonio de la experiencia.

En tercer lugar, la sonatina admite una lectura en clave de metaforización de la frontera: vivaz y alegre en su forma poético-musical conjura un espacio en conflicto, un territorio atravesado por la memoria de la violencia que, hasta la actualidad, representa el paso fronterizo entre Bolivia y Chile. Por un lado, se trata de actualizar la memoria del conflicto bélico con Chile que tuvo consecuencias insoslayables en el diseño de las fronteras de todos los países implicados en la contienda: Perú, Bolivia y Chile. Por ello, la frontera es el espacio preciso del conflicto. Pero, por otro lado, remite a la violencia que se observa en los espacios fronterizos cuando se quiere impedir el paso de los ciudadanos. De hecho, la frontera entre Chile y Bolivia está atravesada por una zanja que pretende desalentar -aunque sin conseguirlo por completo- el tránsito migratorio entre ambos países. Esta herida histórica y política puede leerse en el poema “érase un érase un érase un érase/…………….y una infección de Rosas/siniestras y en Cobre7” (p.43).

Al considerar que el proyecto escritural de Temporeras, luego transformado en Temporarias, implica “una búsqueda poética que se confía al delirio como espacio donde la lengua se desajusta, donde el o los sentidos pueden alcanzar un grado indefinido, o un nivel intermedio entre lo legible y lo ilegible, siempre “por venir”” (p.61) es posible leer ya en el epígrafe del volumen una clave de lectura vinculada con los devenires entre un yo y un otro que complejiza las relaciones entre identidad y alteridad: “uno es la otra la otra es ella misma en mí y en el otro”. Este verso pertenece a Antonio Silva y forma parte del poema “Los maricas”. La ambigüedad que plantea el epígrafe resuena en los poemas de Villazón cada vez que se compone un desquicio, un salirse de sitio, como modo de cuestionar un estado de explotación y extranjería que no resultan indiferentes a la autora. En el poema “Retrato de una” se configura una distancia plasmada en el uso de la tercera persona que se aleja de una experiencia subjetiva, aunque, no obstante, le permite a esa testigo una apropiación. Es el retrato de una en el que se lee “ella creía haber enmudecido la contingencia/ pero nuestras espaldas (la de ella, la mía/y la de los otros) seguían trabajando/ el fuego de la memoria de cada día:/ racimos de debacles y elevaciones’ (p.13). Aquí la experiencia ajena se vuelve personal y viceversa para poder conjurar el tedio de la experiencia laboral cotidiana porque “ella creía haber enmudecido la contingencia, /que las piedras no abrasaban, /que el aire no invitaba al juego” (p.13).

El poemario Viento de Nadie de Fabián Severo se inicia con poemas de pocos versos, pero de marcada contundencia. El tema de la soledad se ampara en la lengua fronteriza que crea el poeta y que se caracteriza, según el prólogo escrito por Aldyr Garcia Schlee, por exponer “um sistema fônico correspondente estritamente ao seu portuñol artíguense (…). Além de estar atento à morfología do verbo e do artigo, própria da fronteira, e de adotar soluções consonantais e sintáticas características, recria e constrói as mais variadas combinações na construção de sua fala (,..)”8 (2013, p.11).

El primer poema del libro dice: “Queim noum cuñese a frontera/ no sabe lo ques la soledá.” (p.15), texto que se espeja con el siguiente “La soledá es cuando la noite impurra el día/ i los vesino ainda no prendieron las lus./ Intonse eu me sinto uma casa apagada/ con la oscuridá/ se deitando en mis rincón” (p.16). Estas citas recuperan algunos temas centrales de la poética de Fabián Severo: en primer lugar, se trata de la identificación que incluso aparece en las composiciones del primer poemario del autor, Noite nu Norte (2010) que refiere a cierta incomprensión suscitada por la distancia -afectiva, emocional e institucional- metaforizada en la figura de la madre y de la maestra, la lengua de una y la lengua de la otra, tensión que, en el poema “Trinticuatro”, se observa de manera explícita:

Mi madre falava mui bien, yo intendía.

Fabi andá faser los deber, yo fasía.

Fabi traseme meio litro de leite, yo trasía.

Desí pra doña Cora que amañá le pago, yo disia.

Deya iso gurí i yo deiyava.

Mas mi maestra no intendía.

Mandava cartas en mi caderno

todo con rojo (igualsito su cara) i asinava imbaiyo.

Mas mi madre no intendía.

Le isopra mim ijo i yo leía.

Mas mi madre no intendía.

Qué fiseste meu fío, te dise que te portaras bien

i yo me portava.

A historia se repitió por muintos mes.

Mi maestra iscrevía mas mi madre no intendía.

Mi maestra iscrevía mas mi madre no intendía.

Intonse serto día mi madre intendió i dise:

Meu fío, tu terás que deiyá la iscuela

i yo deiyé (pp. 40-41).

Esta distancia, en segundo lugar, se representa en la figura de la frontera, un espacio del abandono, aunque, de todos modos, “na frontera tambéim se sueña/aunque no aiga con que” (2013, p.31). Sin embargo, y, en tercer lugar, es el espacio de los afectos. La figura de los vecinos, en su polisémica acepción que implica cercanía, proximidad y confianza, representa el tejido social más próximo al yo lírico. Es un conjuro para la soledad y para la tristeza “Ditardisiña um sinte/ que toda a tristesa du mundo/ anda atrás de nos.” (p.18), dejo melancólico que se posa en un tono incrustado en la lengua fronteriza. En el marco de las composiciones poéticas de Severo, el espacio de la frontera está cruzado por un viento, el viento de nadie, una anónima forma de nombrar lo que está, pero velado, que no tiene entidad, es nadie, aunque a la vez sea un viento sin pertenencia y, por ello mismo, libre: “Na frontera/ a yente se vai con el remolino,/ corpo ventoso,/ panadero/ impurrado por u viento de nadies” (p.20).

Respecto del modo en el que Severo poetiza las diversas tensiones del territorio de frontera, las institucionales cobran relevancia en su escritura en tanto le habilitan una posibilidad política inscrita en la propia literatura. La escuela y la aduana representan en la poética de Fabián Severo sendas vías de impugnación al control del territorio de frontera uruguayobrasileño porque

la literatura es donde mejor podía desarrollar el portuñol, porque ahí me liberaba de los aduaneros del lenguaje, me liberaba de la policía del pensamiento y del lenguaje (...) dentro de mi libro hago lo que quiero (...) ahí podía ser yo (Cortés, 2021, p.141).

La investigadora Maya González Roux afirma que “la frontera en Severo determina menos un límite que, por el contrario, un constante paso, una errancia de un lado hacia el otro” (2020, p.189), errancia que conlleva la idea del contrabando que Severo realizaba en Artigas:

yo no era un fuera de la ley, no tenía esa concepción, tenía diecisiete años, y llevaba cosas de un lugar a otro tres veces al día, (...). Yo no sabía que era un contrabandista, que era un fuera de la ley, para mí no lo era” (Cortés, 2021, p.145).

La práctica y la experiencia del contrabando, nunca interpretado como un acto ilegal sino como una experiencia vital, se inscriben en la poética de Severo: “Yo junto palabras y coso todo lo que fui contrabandeando, yo no soy el autor. Si no encuentro palabras, mixturo y creo, tomo la palabra en español y uso el sonido en portugués y creo la palabra” (p.145).

Tanto en Villazón como en Severo predominan dos figuras, entonces, que posibilitan tematizar la migración y el tránsito entre fronteras: el contrabando y la aduana como figuraciones de lo clandestino y del control institucional respectivamente. Aunque en el caso de V illazón estas dos metáforas se encuentren de manera implícita en sus textos, el tránsito provocado por la migración se halla claramente evocado en sus poemas. En relación al contrabando bolivianochi- leno de la autora, se trata más de un modo en que su poesía ha sido leída en el marco de la publicación del encuentro Mar con Bolivia de 2014 que una marca explícita de sus textos. De hecho, en dicho evento

se montó un diálogo transfronterizo en el que poetas de ambos países leyeron y dialogaron en torno a las tensiones y contrabandos en las letras y ajiacos de uno y otro lado de la frontera. Entre estos, las lecturas de Emma Villazón, escritas en el contrabando bolivianochileno, que traducen su propia vida (y su muerte), y, con ella, lo que aquí tal vez vislumbramos (Ajens, Fielbaum, Zuchel, 2016, p. 16-17).

Del contrabando escritural, pero también del contrabando como estrategia poética, se desprende la posibilidad de crear un espacio intersticial en el que es posible expandir la experiencia subjetiva del viaje y del cuestionamiento de la lengua oficial. En ese sentido, la creación de un territorio textual (González Almada, 2022) independiente de cualquier espacio físico concreto supone “una potencia creativa que se ubica en el intersticio fecundo que habilita el fluir de esa facultad creadora, la direcciona y le permite asumirse y extralimitarse” (p.2). Son, precisamente este tipo de estrategias literarias -enmarcadas en una lógica capitalística y global- las que exceden los límites de una lengua nacional, de un territorio nacional y de todos sus agentes de control creando “textos diseminados” que “porta[n] la marca de una resistencia (...) a la homoglosia de la nación” (Bentouhami-Molino, 2016, p.70). Una resistencia que se enfrenta a las institucionalidades metaforizadas en la figura de la aduana.

4. Palabras de cierre

Este trabajo puso en el “mapa” a dos escritores latinoamericanos que, en la creación de sus territorios textuales, exponen una situacionalidad en tránsito marcada por la experiencia de la migración, de la vida en la frontera, de la recuperación de una memoria del terruño, de la creación de una lengua en la que sea posible hablar de ese espacio que no es Bolivia ni Chile ni Uruguay ni Brasil. Son los territorios que los autores crean para sí, para su subjetividad, para atravesar sus propias fronteras, para correr el límite y saltar hacia el abismo de una creación escritural que les permita hospedarse en un plano de la resistencia. Esa resistencia es la que se materializa en la creación de “textos diseminados” que escapan al encorsetamiento de las tradiciones literarias nacionales, superándolas o apartándose de ellas o cuestionándolas, debido a la imposibilidad de inscribirse en los marcos regulatorios de las literaturas nacionales. En el contexto del CMI y de la globalización y sus efectos, este texto quiso poner en relieve las posibilidades estéticas de dos autores contemporáneos que interpelan los límites: los territoriales y los nacionales encontrando en sus propias escrituras estrategias para decirse y agenciarse.

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Notas

1 Como resultado de la investigación realizada hasta el momento, enmarcada en el proyecto titulado Emma Villazón: contrabandos escriturales entre Bolivia y Chile. Territorios textuales en tránsitos cosmopolíticos (CIFFyH-CONICET, UNC), accedí a material bibliográfico inédito gracias a la generosidad del investigador y profesor Andrés Ajens.

2 Heterónimo de Laura Villanueva Rocabado, nacida en Oruro en 1912 y fallecida en La Paz en 1982.

3 como indica la “Nota a esta edición” incluida por los editores “a mediados de 2014, Emma V illazón avanzaba en un conjunto textual que por entonces llamara “Temporeras”, y decidió presentarlo a un concurso de apoyo a la creación literaria del Fondo del Libro y la Lectura, en Santiago de Chile, donde residía desde 2010. Compelida por las bases del concurso, llenó el formulario de postulación en que se le solicitaba antecedentes de la escritura en ciernes, aparte de incluir una muestra del poemario” (2016a, p.58).

4 Empleo este término asumiéndolo como una posibilidad de creación a partir de la esfera de lo imaginario, es decir, como la “facultad de representarse las cosas en el pensamiento y con independencia de la realidad” (Cabrera, 2008, p.17).

5 Un aspecto insoslayable en la producción de Emma Villazón tiene que ver con los vínculos entre Bolivia y Chile en relación a la memoria histórica de la contienda bélica entre ambos países. Se trata de un aspecto de la investigación que, por cuestiones de extensión, será desarrollada en una próxima oportunidad. No obstante, es preciso señalar que la preocupación de la autora se materializó en diversos textos y en la organización de eventos culturales que actualizaron la memoria de las relaciones entre Bolivia y Chile cuestionando las proyecciones de sentido que se desprenden de ese acontecimiento histórico que rediseñó las fronteras de los países implicados como, por ejemplo, el festival poético denominado “Mar con Bolivia” realizado en Santiago y Valparaíso en noviembre de 2014.

6 Agradezco la guía del clarinetista Eduardo Spinelli en su explicación referida a la sonata como composición musical. Algunas ideas expresadas en este pasaje del artículo se inspiraron a partir de ese intercambio.

7 El cobre es el mineral que se encuentra con mayor abundancia en Chile.

8 “Un sistema fónico que se corresponde estrictamente con su portuñol artíguense (...) además de atender a la morfología del verbo y del artículo, propio de la frontera, y de adoptar soluciones consonánticas y sintácticas características, recrea y construye las más variadas combinaciones en la construcción de su habla” (La traducción es mía).

Recibido: 01 de Septiembre de 2022; Aprobado: 01 de Octubre de 2022

** Este trabajo no entraña conflicto de interés con institución o persona alguna.

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