SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.13 número28Género y recursos naturales.: Visión de dos comunidades de Yanacachi. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.13 n.28 La Paz jun. 2010

 

Alfredo Tabo Amapo

2008

 

El eco de las voces olvidadas. Una autoetnografía y etnohistoria de los cavineños de la Amazonía boliviana.

Edición de Mickael Brohan y Enrique Herrera. Copenhague: IWGIA.

The echo of forgotten voices. An autoethnography and ethnohistory of the cavineños of the Bolivian Amazon.

Isabelle Combès1


Dividido en dos partes, este libro merecería en realidad dos reseñas diferentes: la primera sobre lo que los editores –pecando por exceso de modestia–llamaron simplemente un “prólogo” y que es mucho más que eso; la segunda sobre los escritos que corresponden al que figura como único autor del libro, el cavineño Alfredo Tabo.

Nacido en 1936 en Misión Cavinas, en la Amazonía boliviana, Alfredo Tabo es cavineño por parte de su padre y  tacana por el lado materno; se identifica, sin embargo, con el primero de estos grupos étnicos lingüísticamente emparentados, y emprendió, hace ya más de cuarto de siglo, la tarea de recopilar su historia, sus leyendas, su pasado, sus “voces olvidadas”, incluso despreciadas hoy por los mismos cavineños más jóvenes, pues “las cosas ya no son como eran antes”. El objetivo del autor fue, entonces, rescatar el pasado y las tradiciones caídas en el olvido. Y para que no crean algunos que eso nunca existió de verdad, quiso rescatar este pasado en un libro. Él mismo dice por qué: “Ahora, parece que se cree solamente lo que está escrito en un libro. Como la Biblia. Pura escritura no más se cree. Eso nomás. Por eso, yo quería contar un poco la historia de los cavineños en un libro” (p. 8). Es así que a lo largo de 150 páginas, Tabo nos lleva desde “los primeros tiempos” (con textos que incluyen mitos de origen, historias de los dueños de los animales, de la divinidades educhi, etcétera) hasta “los nuevos tiempos” (el tiempo actual de las organizaciones y reivindicaciones indígenas), pasando por una extensa segunda parte dedicada a “los tiempos de los misioneros, de la goma y de la esclavitud”.

Los textos recopilados ofrecen una increíble suma de datos sobre la historia, no sólo de los caviñenos sino de todos los pueblos que conforman el mosaico étnico de la Amazonía boliviana. Pero ofrecen también algo más. Más que una simple recopilación de las palabras de los antiguos, este libro es un “eco” de ellas, y en ese sentido nunca un título fue mejor elegido. El eco es lo que queda de una voz que ya calló, es el reflejo contemporáneo de algo que pasó. Veamos, por ejemplo, lo que Alfredo Tabo y los cavineños nos dicen hoy de su historia: por cierto que los diferentes relatos nos dan mucha información, muchos datos hasta hoy inéditos. Pero también nos afirman, en efecto, que los cavineños existieron “desde siempre”. Históricamente hablando, esta afirmación no tiene mucho sentido, y los mismos testimonios y recuerdos presentados por Tabo lo muestran: los cavineños de hoy son un producto de la historia colonial, descendientes de varios grupos indígenas reunidos en la segunda mitad del siglo 18 en la misión franciscana de Jesús de Cavinas. Ahí se mezclaron grupos tacanas, araonas (incluida una “parcialidad” de ellos, llamada “cavina”), pacaguaras y probablemente unos cuantos grupos más. De esta convivencia forzosa en las misiones nacieron los cavineños, y mediante esta convivencia también se (re)conformaron los demás grupos étnicos que hoy conocemos en la región. Por supuesto que no se trata aquí de decidir quién tiene la razón entre historiadores e indígenas, ni de calificar los discursos de los unos y los otros de “errores” o “mentiras”: no son los términos apropiados. Lo que nos presenta Alfredo Tabo aquí es, ante todo, la propia visión (reconstruida, como toda visión moderna sobre el pasado) de su historia por los cavineños. En este sentido, su obra sirve tanto (sino más) desde una perspectiva antropológica, para responder a la pregunta: “¿Cómo se piensan los cavineños de hoy?”, que desde una perspectiva histórica para intentar comprender “cómo eran los cavineños de ayer”.

Y eso lo entendieron mejor que nadie Mickael Brohan y Enrique Herrera, quienes editaron este libro y redactaron su prólogo. Respetando tanto al autor como a su texto, supieron ubicarlos en su contexto y ver en esta obra “tanto un testigo como un producto” de los movimientos indígenas de hoy y de la permanente (re)afirmación de sí mismos por los indígenas. Supieron, también, subrayar su aporte no sólo para los cavineños mismos o para unos cuantos investigadores, sino para todos aquellos interesados en el rompecabezas histórico y étnico de la Amazonía boliviana. Pues a pesar del subtítulo escogido para esta obra –tal vez un sacrificio a la moda indigenista imperante–, el aporte de Alfredo Tabo no constituye a mi juicio ni una “auto” etnografía ni una “auto” etnohistoria de los cavineños. Tabo aporta datos, conocimiento, sensibilidad y la paciente escucha de las “voces olvidadas” del pasado: la antropología y la etnohistoria –el análisis del “eco”– se deben en este libro a los dos jóvenes antropólogos que lo editaron, lo comentaron, lo enriquecieron con datos bibliográficos y archivísticos, y a quienes debemos más de 800 notas aclaratorias y cuadros explicativos.

En todo caso, una cosa queda clara: tanto la primera como la segunda parte de este libro han logrado llenar un vacío para el conocimiento de los cavineños. Los estudios sobre este grupo son, en efecto, mayormente lingüísticos, y existen muy pocas obras dedicadas a su historia o –menos– a su conocimiento antropológico. Los autores del prólogo apuntan muy bien el por qué de esta situación: no sólo los cavineños son un producto histórico de las misiones sino que encima son considerados en general como demasiado “aculturados”, demasiado parecidos a los criollos y mestizos: poco interesantes en suma para quienes –y son muchos todavía– buscan encontrar a una cultura indígena “intacta”, “pura” y “original”. Y difícilmente podría convencer a estos pesimistas la voz de un cavineño de madre tacana; de un cavineño miembro activo de una iglesia evangelista, quien además de sus actividades “tradicionales” de cacería y pesca también fue sucesivamente vaquero, chofer o recolector de goma; de un cavineño que milita en los movimientos y organizaciones indígenas de hoy, y es ahora autor de un libro impreso en La Paz pero editado por Dinamarca.

Esta idea de “indios que no lo son” no traduce más que una fuerte nostalgia del mito del “buen salvaje”, y una visión también bastante colonial de la historia indígena. En otras palabras, postula la existencia de una sociedad y de una cultura indígenas que sólo se mueven y cambian mediante sus contactos con la sociedad occidental (y no, por ejemplo, mediante contactos con otros indígenas); y estos cambios sólo pueden ser entendidos como una “aculturación” en sentido único, una “contaminación” de la cultura indígena por la occidental (y no al revés), llegando al empobrecimiento y luego a la desaparición de la primera. Pero pensemos un poco más: ¿acaso incluir a Cristo en un mito de origen no puede ser visto también como una apropiación por los indígenas de elementos nuevos, a su manera, a su estilo? Por otra parte: los cavineños son un producto de la historia colonial… pero ¿cuál es la sociedad que no lo es? Hasta los pueblos más recalcitrantemente “aislados” son productos de la historia y de una colonización más o menos fuerte o efectiva; su aislamiento no es otra cosa que una consecuencia y un cambio debido a esta misma colonización, que cada pueblo encaró a su manera. Estos diversos estilos y maneras son, precisamente, el objeto de la antropología. Toda sociedad cambia, simplemente porque vive. Una cultura “incontaminada” no existe, o sólo lo hace en vitrinas de museo, cuando está ya muerta. La antropología no sólo quiere buscar “supervivencias” del pasado sino estudiar las formas originales que toma cada cultura, moldeada por las vicisitudes históricas, los encuentros, las influencias, sean las de otros grupos indígenas o de la sociedad occidental. Y eso es un punto de vista válido en cualquier parte, pero mucho más en el mosaico étnico que presenta la Amazonía boliviana.

En otras palabras, haciéndose el “eco” de Alfredo Tabo, quien expresó la esperanza que su libro “sea un bien para el pueblo cavineño” (p. 9), lo que hicieron sus editores es demostrar a los pesimistas que estos cavineños simplemente existen, y que ya es hora de prestar el oído a sus voces pasadas y presentes, ojalá nunca más “olvidadas”.

Notas al pie

1   Patricia Brañez Cortez es socióloga. Actualmente se desempeña como Coordinadora de Proyectos del Centro de Información y Desarrollo de la Mujer – CIDEM. La Paz - Bolivia.

2   María Luisa Femeninas y Paula Soza Rossi (2009) “Poder y violencia sobre el cuerpo de las mujeres”. En: Sociologías. Porto Alegre, año 11, nº 21, jan./jun.  p. 42-65.

3   Denominación que dan los y la autora de la investigación; en realidad se debería denominar vulneración de derechos.

4   Actualmente, en la Asamblea Legislativa Plurinacional, en la Cámara de Diputados se encuentra en tratamiento el Proyecto de Ley N° 497/2010 de Protección Legal de Niñas, Niños y Adolescentes en la que se agravan las penas por inducción a la fuga, violación, violación en estado de inconsciencia, estupro, abuso deshonesto, rapto propio e impropio, y transmisión de ITS o VIH-SIDA.

5   Patricia Brañez C. (2009) Reporte Estadístico Violencia contra las Mujeres Gestión 2007 - Datos Parciales Gestión 2008. Sistema de Información para la Vigilancia Ciudadana desde una Perspectiva de Género. La Paz: CIDEM – LED.

  

obra20.jpg

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons