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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.53 La Paz nov. 2023  Epub 30-Nov-2023

https://doi.org/10.53287/gurv2688jm12y 

Aportes

“Después de Evo… ¿qué?”. Legitimación, práctica política y recomposición colonial en el liderazgo de Evo Morales*

“After Evo ... ¿what?”. Legitimation, political practice and colonial recomposition in the leadership of Evo Morales

Ramiro J. Choquehuanca Callisaya1 
http://orcid.org/0000-0003-0932-2914

1Postgrado en Ciencias del Desarrollo de la Universidad Mayor de San Andrés (CIDES-UMSA), La Paz, Bolivia E-mail: choquitotuntun@hotmail.com


Resumen

El denominado proceso de cambio boliviano -vigorosamente influenciado por la figura de Evo Morales Ayma, líder indígena que puso en práctica recursos sociales, políticos y simbólicos sucesivos para su legitimación- vislumbra hoy un panorama crítico, vacío de liderazgo e incertidumbre respecto del curso de la política boliviana. Para comprender esta realidad, en el presente artículo, se analiza el recorrido del proceso de legitimación del líder indígena, teniendo como elemento sustantivo su socialización ex-ante y ex-post de asumir como presidente de Bolivia y la práctica sociopolítica relacionada a su base (seguidores que lo apoyaron) principalmente indígena-campesina.

Palabras clave: Liderazgo político; movimiento indígena-campesino; recomposición colonial; poder político; movimientos sociales; legitimación política; Evo Morales; crisis social; crisis política; perfil político; habitus; identidad; Bolivia

Abstract

The so called “process of change” in Bolivia, vigorously influenced by the figure of Evo Morales Ayma, an indigenous leader who put into practice successive social, political and symbolic resources for its legitimation, today envisions a critical panorama, a vacuum of leadership and uncertainty with respect to the direction of Bolivian politics. In order to understand this reality, this article follows the indigenous leader’s legitimization process, taking as a substantive element his ex-ante and ex-post socialization as president of Bolivia and his socio-political practice with respect to his grass roots (followers who supported him), mainly indigenous-peasants.

Keywords: Political leadership; indigenous-peasant movement; colonial recomposition; political power; social movements; political legitimation; Evo Morales; social crisis; political crisis; political profile; habitus; identity; Bolivia

Dijimos, en el momento cuando empezamos a recuperar el poder político, no hemos llegado al palacio ni de pasajeros ni de inquilinos, sino que los movimientos sociales hemos recuperado el poder político para toda la vida (Evo Morales Ayma, octubre, 2015)1

INTRODUCCIÓN

“El Evo”, personaje político constituido al calor de la crisis del modelo neoliberal y del ciclo de levantamientos indígena-populares de 2000 y 2005, generó en la sociedad boliviana una suerte de esperanzas y a la vez de desesperanzas Choquehuanca, 2017. En medio de críticas y defensas, Evo Morales ha sido rotulado de forma diversa: para los indígena-campesinos afines, fue el “Apu Mallku” o Tupac Katari reencarnado; para sus críticos -también indígenas-, un “falso indígena”; para la cuadrilla de “izquierdistas”, un “genuino revolucionario”; para los militantes del Movimiento al Socialismo (MAS), el “Jefazo”; para sus adversarios, un autoritario y populista, entre otros denominativos. No obstante, más allá de los calificativos intencionados, su legitimación y posicionamiento como líder “único” es un acontecimiento social y político incuestionable.

Tras la crisis de octubre-noviembre de 2019, en Bolivia, se produjo un sismo y un “desplome” político de liderazgos. En adelante, a pesar de la aparición de “nuevos” personajes políticos (candidatos y cívicos regionales), el campo político boliviano vislumbra un “vacío” de liderazgo inédito. Ante esto, unos optan por “innovar” la política y otros por esgrimir la práctica desplegada por el caudillo indígena (discurso, clientelismo, manipulación política, etc.). Su meta, “convencer” a las fuerzas sociales y políticas “huérfanas”, que aparentan desmoronarse ante la ausencia de un líder capaz de articularlos. Ni las diversas fuerzas políticas ni el gobierno ilegítimo de Jeanine Añez tuvieron la capacidad de copar este vacío. Por su parte, el MAS designó candidatos y no líderes políticos, Luis Arce y David Choquehuanca (presidente y vicepresidente respectivamente), quienes no pueden todavía ser reconocidos como “verdaderos” líderes; por ahora, son solo un economista y un indígena en el poder.

Si rastreamos los factores que llevaron a la crisis de liderazgo -impidieron la emergencia de nuevos líderes indígena-populares- y posiblemente a un debilitamiento del movimiento indígena-campesino, tenemos que referirnos al proceso de legitimación y práctica política de Evo Morales Ayma, su relación con las fuerzas sociales que lo siguieron y sostuvieron. Por ello, el presente artículo tiene por objeto establecer el proceso de legitimación social y política de Evo Morales, su discurso y práctica, en tanto recomposición de los mecanismos coloniales relativos a su base social, el movimiento indígena-campesino que lo respaldó hasta su caída2. Son tres los objetivos orientadores de nuestro estudio: i) describir el perfil político de Evo Morales Ayma, antes y después de asumir la presidencia; ii) analizar el discurso y la práctica desplegados en relación a los movimientos indígena-campesinos; y iii) analizar el efecto y/o reacción de sus seguidores (indígena-campesinos) ante el líder indígena.

El tema aparece de relieve en medio de la crisis social y política que vive el país y de la necesidad de discutir teórica y empíricamente sobre los aspectos sociopolíticos ausentes en el reducido número de estudios sobre liderazgo político, desde la sociología. Del mismo modo, resulta relevante el estudio de la configuración de “nuevos” liderazgos postelectorales 20202021 y preelectorales 2025, además de la reflexión sobre el destino sociopolítico del movimiento indígena-campesino de nuestro país.

En los primeros apartados del artículo, presentamos precisiones teóricas y metodológicas. Un apartado de hallazgos describe inicialmente un breve balance sobre liderazgo político y el movimiento indígena-campesino. Más adelante analizamos la construcción social y política de “El Evo” (líder social y político “único”), desde lo que denominamos experiencias políticas fundantes y reacción de las cúpulas de dirigentes indígenas y criollo-mestizos y su repercusión en el movimiento indígena-campesino-populares. Cerramos con una breve discusión y algunas conclusiones.

APROXIMACIONES TEÓRICAS SOBRE LIDERAZGO POLÍTICO

El liderazgo político no es un fenómeno nuevo como no lo es tampoco su estudio. Es con la irrupción de la sociedad de masas, y la aparición de partidos políticos cuando se le presta mayor atención. Se suele alegar que lo más visible para los ciudadanos son los líderes, aquellos que quedan en la memoria colectiva cuando todo lo demás ha “desaparecido” (Blondel, citado en Delgado, 2004). De esta manera, se asienta la importancia del papel de los hombres y mujeres para el desarrollo político de las sociedades, más allá del papel que desempeñan las instituciones, los procedimientos y la acción colectiva insurreccional.

La ciencia política ha establecido una variedad de enfoques de estudio: el de los rasgos y características personales innatas de un individuo (carisma); el situacional o de la contingencia, centrado en la selección individuo-situación y capaz de establecer el estilo de liderazgo y la adaptación a circunstancias cambiantes (una persona sin saberlo y desearlo puede encontrarse en una situación favorable para ser líder); el conductual, preocupado por describir el comportamiento del líder (en tanto modelo de conducta que orienta a sus seguidores), y el “nuevo” liderazgo o modelo transaccional, que pone especial énfasis en el concepto de visión (discurso) y su impacto en la relación líder-seguidores (Molina y Delgado, 2001; Katz y Kahn, 1977). Estas aproximaciones permiten estudiar la democracia, el liderazgo, el papel que desempeña el poder y los procesos electorales y propagandísticos para alcanzarlo, todos éstos aspectos sustanciales para la ciencia política (Delgado, 2004).

Por su parte, la sociología también ha visto en el liderazgo político un objeto de estudio posible; precisamente (grupos, organizaciones, comunidades o naciones) permitió desarrollar un marco teórico sociológico substancial. Según Jiménez (2008), Stogdill estableció en 1974 una mirada sociológica del liderazgo político centrada en la interacción de las características personales (visión subjetiva) y las situaciones sociales (visión objetiva). En este mismo intento -insiste Jiménez-, Hollander, en 1978, desarrolló una “teoría transaccional” que combina la aproximación situacional con un componente de intercambio social centrado en las influencias recíprocas entre el líder y los seguidores Burns, 1978.

El estudio del liderazgo político puede ser susceptible a una doble construcción social. Por un lado, el líder político como “objeto social” construido por investigadores, mediante implicaciones y/o participación en diversas luchas sociales. Por otro lado, el liderazgo en tanto realidad sometida a un proceso de construcción social, caracterizado por ser relacional e interactivo antes que “personal”, es decir, la relación del líder con sus seguidores reales y también potenciales. En esta última perspectiva, son las características personales del líder y los escenarios sociales en que realiza sus prácticas los que constituyen el campo analítico privilegiado para la sociología política.

Desde la perspectiva del “constructivismo estructuralista”, Pierre Bourdieu (1988) propone un marco analítico para el estudio del liderazgo político, sugiere un estudio detallado de los líderes y su entorno social, consistente en la elaboración de relatos de vida del líder político como una técnica de investigación clave para indagar su habitus, además de las “estructuras sociales en las que se encuentra inmerso (configuración del campo político), que posibilita su acción como líder” (Jiménez, 2008: 193). De este modo, Bourdieu establece dos conceptos sociológicos claves para el estudio del liderazgo político: el habitus y el campo político.

El habitus está formado por las estructuras sociales de la subjetividad del líder, la interiorización de las estructuras sociales y de las instituciones. Según Bourdieu, el habitus se hace cuerpo en forma de esquemas de percepción, acción y valoración que son estructurados por lo social, dispuestos a funcionar como estructuras estructurantes de todas las prácticas. En ese sentido, el habitus lo llevamos en la piel y en la córnea. No lo vemos ni sentimos porque es mediante él que “vemos” y “sentimos” (Bourdieu, 1988). Mediante el habitus, el líder representa su propia vida, la historia de un grupo de personas o asociación, sea en sentido territorial (Estado, región o municipio) y funcional (partido, sindicato u organización política); el proceso de interiorización y exteriorización de gestos, movimientos corporales, discursos, prácticas políticas, formas de sentir, de percibir la realidad y modos de valorarla; las manifestaciones similares a la “socialización primaria” en la infancia y secundaria del líder en su vida adulta; el proceso constante e inacabado en la vida, que empieza cuando nace el líder y solo acaba al morir éste (Jiménez, 2008).

En cuanto al campo político, éste constituye la expresión de la exteriorización del líder ante sus seguidores, relaciones entre el cúmulo histórico del líder y sus seguidores convertidas en cosas (instituciones). Aquí, el líder político pone en juego el capital político, económico, cultural y simbólico dentro de las instituciones que dirige (asociaciones, partido, Estado). Según Bourdieu, el campo político es una esfera de la vida social que ha ido adquiriendo autonomía relativa a lo largo de la historia en torno a las relaciones sociales, intereses y recursos propios, diferentes de otros campos. Los campos son espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias (Bourdieu, citado en Jiménez, 2008). Las instituciones son concebidas no como sustancias estáticas, sino como configuraciones de relaciones entre agentes individuales y colectivos. En otras palabras, las personas (individualmente) no se moverían por las mismas razones en el campo político, económico, artístico, universitario, periodístico, etc. Cada campo es al mismo tiempo un “campo de fuerzas” que distribuye recursos de manera desigual, todo en función a una correlación de fuerzas entre dominantes y dominados. Un “campo de luchas”, donde los agentes sociales se enfrentan para conservar o para transformar esta correlación de fuerzas (Jiménez, 2008). De lo dicho, concluimos que la lucha constituye un aspecto central en la idea de campo, supone la transformación de éste en función de los capitales poseídos por los agentes sociales (líder, seguidores, partidos políticos, sindicatos, movimientos indígenas, proletarios, juveniles, de mujeres, etc.)3.

En esta perspectiva, Esteban Ticona (2000), refiriéndose a la “organización y liderazgo aymara”, destaca la experiencia como un elemento central en el análisis del liderazgo indígena en la política boliviana entre 1979 y 1996. Aunque no de manera explícita, el trabajo de Ticona evidencia la aplicación teórica y metodológica de la perspectiva del “constructivismo estructuralista”. Mediante un recuento de la experiencia organizativa y práctica política de algunos líderes más importantes, describe y analiza la profunda crisis organizativa e ideológica por la que atraviesa el movimiento indígena-campesino, pero a su vez el resurgimiento del movimiento de los ayllus. A partir de la descripción y caracterización de las condiciones socioeconómicas y políticas del país, establece el escenario o campo político en el que se produce la emergencia -y también decadencia- de notables líderes políticos como Genaro Flores Santos, Juan de la Cruz Villca Choque y Paulino Huarachi Huanca. Para ello, la historia de vida de estos líderes le permite establecer una identidad étnica en común, un recorrido político sindical diferenciado y evidenciar sus expresiones ideológicas, también diferenciadas (Ticona, 2000). Resumiendo lo planteado, la sociología política -o constructivismo estructuralista- integra las dimensiones subjetiva y objetiva del liderazgo y nos permite introducirnos a la problemática del liderazgo político boliviano contemporáneo, centrándonos en el fenómeno social y político a la vez.

En este marco, establecemos tres variables para el estudio del liderazgo político: por un lado, el proceso de socialización del líder, reconstruyendo su vida y comprendiendo el proceso de su incorporación a la estructura social, es decir, el habitus del líder. Por otro lado, la institucionalización o proceso por el que el líder expresa su interioridad en el campo político y que puede llevar a que la particular visión del líder sobre la realidad política influya en la estructuración del campo político. Finalmente, la legitimación, concerniente a las prácticas políticas del líder, que implica su relacionamiento con diversos agentes sociales como las organizaciones sociales, quienes fungen de seguidores, que reconocen y aprueban la trayectoria, capitales y acciones políticas del líder, bajo distintos medios y formas de la práctica política que justifican el ejercicio del poder (del líder-Estado), incluso en desmedro de la dignidad de sus subalternos.

METODOLOGÍA Y TÉCNICAS APLICADAS

El método aplicado en el presente estudio es el inductivo-deductivo y analítico. Se realizó la reconstrucción de la biografía social y política del personaje en cuestión. Para ello, se revisó de manera sucinta información secundaria existente hasta el momento, lo que permitió establecer aspectos de la configuración de un perfil social y político del líder. Asimismo, se observó y registró hechos y clasificó información referida a los discursos públicos de Evo Morales en su condición de líder cocalero, diputado y presidente.

Por otro lado, la literatura sociológica existente sobre liderazgo permitió la contrastación con los hechos empíricos, conjeturar y establecer conceptos sociopolíticos, susceptibles a ser validados o no en futuras investigaciones. Así, el análisis documental, histórico lógico, la entrevista y la observación permitieron construir y caracterizar el objeto de estudio4.

HALLAZGOS

Las siguientes líneas presentan algunos de los hallazgos de la investigación realizada. Describimos la experiencia de vida, sindical y política de Evo Morales Ayma, antes y después de asumir la presidencia, aspecto que configuró un perfil político de líder único. Analizamos también su discurso y práctica desplegado -mediante el uso de mecanismos de legitimación política altamente coloniales-, en relación a las cúpulas de dirigentes, considerando los efectos sociales y políticos en los movimientos indígenas y populares, cuyo efecto central es el no surgimiento de nuevos líderes. Para ello, previamente, realizamos una breve descripción del liderazgo político en el movimiento indígena-campesino.

1. Breve balance sobre liderazgo político y el movimiento indígena-campesino

Son dos los líderes que más han influido en la historia del movimiento indígena. Por un lado, Julián Apaza (Tupac Katari), quien organizó y desplegó estrategias de lucha anticolonial en 17815, un hito histórico al que se hace referencia hasta hoy, y catalogado como el acontecimiento militar más importante de las rebeliones indias. Por otra parte, el “mallku” aymara Pablo Zárate Willca (1899), que dirigió el levantamiento ante las huestes conservadoras (Condarco, 1983). Fue Willca y el ejército indio quienes posibilitaron el triunfo del ejército liberal dirigido por el general Pando. Ambos levantamientos sentaron las bases discursivas de una ideología propia que inspiró a futuros líderes indígenas de Bolivia; memorias e imágenes (Tupac Katari, Bartolina Sisa, etc.), “desenterrados” y levantados como fuerza moral para sus seguidores.

Derrotado Willka, el silenciamiento de la resistencia aymara parecía ser un hecho. Sin embargo, a partir de 1910, surgieron nuevas rebeliones de alcance regional, como la de Pacajes en 1914, Caquiaviri en 1918, Jesús de Machaca en 1921 y Achacachi entre 1920 y 1931. Estas “nuevas” rebeliones significaron el inicio de un “ciclo rebelde” de defensa de la propiedad colectiva de tierras comunitarias, de exigencia del derecho a la educación y para atenuar la arbitrariedad de las autoridades y vecinos de pueblos (Rivera, 1984). Estos nuevos levantamientos no fueron de gran magnitud, sino más bien regionales, “dirigido[s] a modificar todo o parte del sistema de relaciones sociales y económicas impuesto por las haciendas” (Flores, 1984, p. 331); tiempo en el que surgieron líderes locales y regionales notables6.

Con el discurso “campesinista” del 52, los indígenas hipotecaron su identidad y liderazgo. El cambio de la condición de indios a campesinos, ser conducidos por el líder criollo-mestizo Víctor Paz, provocó el “abandono” a sus liderazgos. La mutilación política al indio fue tal que la mayoría de las movilizaciones fueron dirigidas por líderes regionales vinculados a los partidos políticos, principalmente emenerristas y barrientistas (Albó, 1979). Tanto el Estado del 52 como el autoritarismo militar (1965-1977) produjeron en el movimiento indígena-campesino una etapa de docilidad y sumisión política hacia líderes criollo-mestizos “ajenos” (Rivera, 1984). No obstante, para noviembre de 1977, el campesinado no permitió la intromisión partidaria, ya que su principal instrumento de lucha era la Confederación Campesina Tupac Katari (CNTCB-TK) liderada por Genaro Flores, de la provincia Aroma (Albó, 1979). Ésta logró una capacidad de movilización y liderazgo propio para efectuar acciones políticas Healy, 1989, casi siempre apoyadas por sectores populares y sectoriales, es decir, por maestros, cocaleros, gremiales y transportistas Choque, 2003 7.

A partir de 1982, el movimiento y liderazgo indígena-campesino “cesa” en su querella política hacia el Estado, formando parte de ella mediante la presencia de un indígena katarista en el gobierno. Víctor Hugo Cárdenas, vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada “El Goni” (1993-1997), se impone como líder forzoso “expresado en el partido Movimiento Revolucionario Tupac Katari de Liberación (MRTKL)” (Ticona, 2000, p. 48). De estos últimos acontecimientos surge la figura de Evo Morales Ayma, personaje político contemporáneo constituido en medio de la crisis del modelo neoliberal y el ciclo de levantamientos indígena-populares de 2000 y 2005.

2. Construcción social y política de “El Evo”: aproximaciones a un perfil político

2.1. Su vida y personalidad

El aymara Juan Evo Morales Ayma (de aquí en adelante “El Evo”)8 nació el 26 de octubre de 1959. Fue hijo de Dionisio Morales Choque y María Ayma Mamani, oriundos de la comunidad de Isallavi, ayllu Sullka del cantón Orinoca (provincia Sud Carangas del departamento de Oruro). Dionisio y María (fallecidos) tuvieron siete hijos, aunque solo tres sobrevivieron: Esther, nacida el 13 de noviembre de 1949; Evo, en la fecha ya indicada; y Hugo, el 3 de noviembre de 1963.

Como hermana mayor, Esther (de oficio carnicera) fue proclamada primera dama de la Nación el 21 de enero de 2006; pero nunca llegó a ejercer el cargo. Hugo (también comerciante) formó parte del núcleo fundador del MAS, pero en 2005 tuvo un altercado con Evo que terminó apartándolo de la actividad política Archondo, 2009. En su infancia, adolescencia y juventud, “El Evo” tuvo muchos conflictos a nivel familiar y, más adelante, en su condición de presidente, aparecieron otras “fricciones” y actitudes respecto a sus parientes consanguíneos (hermanos, parejas e hijos) y étnicos que dieron lugar a un distanciamiento de éstos9.

“El Evo” fue un estudiante aplicado, pero su auténtica pasión residía en la cancha, donde jugó y organizó campeonatos de fútbol. A sus 13 años, manifestó los primeros síntomas de líder deportivo, organizando un equipo de fútbol llamado “Fraternidad” y un campeonato rural en el que él mismo destacó como centro delantero. Fue un liderazgo “inaugural”, pues para un “k’aj’ulla” (adolecente-jovenzuelo), la organización de un campeonato no es tarea fácil: éste requiere de ciertas habilidades y tiempo. La conformación de equipos se da a partir de criterios bien definidos, es decir, por vínculos de parentesco, de amistad y de liderazgo Choquehuanca, 2013.

Como k’aj’ullao futbolero, todo parece indicar que llegó a culminar el penúltimo año del colegio. Sus calificaciones muestran a un Evo Morales más inclinado por las ciencias humanas que por las exactas. No era bueno en física y química, pero bastante mejor en geografía, cívica, historia e inglés, lo cual le permitió alcanzar con relativa facilidad el rango de “casi-bachiller”.

2.2. Su experiencia sindical y la política local

A sus 18 años, “El Evo” cumplió el servicio militar en el regimiento Ingavi de Artillería10, como policía militar. Ahí le tocó reprimir a campesinos que se resistían a someterse al presidente de facto, Juan Pereda Asbún, en Coripata (Los Yungas de La Paz)11, de la que resultó una baja campesina producida por el oficial a cargo de la tropa, el teniente Maldonado (Archondo, 2009)12. Para 1980, los padres de “El Evo”, debido a los desastres naturales, se trasladaron a zonas más cálidas, primero a Los Yungas de La Paz y luego a Puerto San Francisco, localidad del Chapare cochabambino. Poseedores de 10 hectáreas de terreno, se dedicaron al cultivo de coca, naranja, plátano y arroz.

Ante la dictadura de 1981, “El Evo” despierta una conciencia social y política: defender a sus compañeros de trabajo frente a la represión estatal; fue testigo de arrestos y asesinatos de campesinos. En esa época, aparentemente aún no distinguía entre una democracia y una dictadura. Le parecía que todo gobierno, sea cual fuere, tenía que ser como un padre para sus ciudadanos, “jamás un padre podría llegar a quemar a su propio hijo” Archondo, 2009. Recién a sus 22 años, empezó a dudar del funcionamiento del Estado, por eso pensaba en una reforma de la misma.

Su experiencia adolescente como líder deportivo le permitió abrirse paso entre los demás jóvenes y adultos del Chapare. Allá fundó un equipo, “Nuevo Horizonte”, y acarició la copa del campeonato dentro del torneo de la Central “2 de Agosto”. Esto demuestra que “El Evo” tenía un liderazgo juvenil parecido a otras experiencias del altiplano, en la que la cancha deportiva se constituye en un “espacio de encuentro juvenil”, donde los jóvenes se sienten “libres” del control adulto. Se trataba de una apropiación territorial y simbólica por parte de jóvenes, quienes experimentaban rencillas deportivas, pero también políticas Choquehuanca, 2013.

A partir de 1982, experimenta su inserción a la “vida sindical”. Comenzó como secretario de deportes y de actas del sindicato “San Francisco”. No existe mayor detalle sobre su experiencia como secretario de deportes, pero está claro que desde ese entonces, su acenso o carrera sindical era un hecho inevitable. En julio de 1988 asumió la secretaría ejecutiva de la Federación del Trópico (cargo de mayor jerarquía), “desde donde se perfilaría como máxima figura cocalera del departamento de Cochabamba” (Archondo, 2009, p. 102). Destacó por ser crítico de la práctica sindical de sus compañeros adultos; por eso, acompañado de sus más cercanos colaboradores organizó un frente sindical: el Frente Amplio de Masas Antiimperialista (FAMA)13. Fue crítico de las prácticas prebendales, de la tutela y manipulación de los partidos políticos; mientras los demás líderes campesinos militaban en las distintas siglas políticas, “El Evo” se presentaba como “a-partidista”.

No venía de una militancia partidaria activa, sino de la cancha deportiva y de la “cancha” sindical, eso pesó mucho en el sector cocalero (algo inesperado, pero también oportuno)14. Como ejecutivo de los cocaleros, “El Evo” encabezó numerosas acciones de defensa de la hoja de coca y enfrentamientos contra la represión policial y militar (escenario de conflicto), que forjo en él una posición social y política mucho “más clara” y radical, la resistencia armada, idea que le permitió ubicarse como “fierrero” (término utilizado en la jerga izquierdista, para designar la lucha armada).

La llegada del exdirigente minero Filemón Escóbar al Chapare cochabambino (foco de rebelión cocalera), luego del fracaso de la minería estatal y su derrota en la denominada “Marcha por la Vida” (1986), fue fundamental para “El Evo”. Estos dos líderes sindicalistas (uno proletario y el otro campesino cocalero) se complementaron rápidamente (complementariedad intergeneracional), experiencia y algarada juvenil. Se dice que Escóbar convenció a “El Evo” de “que la vía para alcanzar logros políticos no pasaba por la lucha armada, sino por la paciente acumulación electoral” Archondo, 2009 15. Dicho de otro modo, Escóbar había convencido al joven líder de optar por el reformismo y dejar de ser “fierrero”; pero esta posición fue parcial, ya que la “resistencia” violenta y la confrontación, como recursos de resistencia y transformación, siempre estuvieron presentes en él, como dirigente y presidente, posición influida por sucesos revolucionarios externos.

Las acusaciones -por parte de dirigentes antiguos- de inexperto e improvisado no eran ciertas. “El Evo” poseía una lectura política concordante a su experiencia adolescente-juvenil en un campo político de rencillas, violencia sindical y estatal tenía una alta simpatía por la revolución “socialista cubana”, por lo menos eso se evidencia en su “intento” de conocer a Fidel Castro en La Habana en 1992, personaje a quien admiraba mucho. Once años más tarde “El Evo” conoció a Fidel Castro, quien le dio un consejo similar al de Escóbar: “No hagan lo que nosotros hemos hecho, hagan una revolución democrática. Estamos en otro tiempo, la gente quiere transformaciones profundas, no quiere guerras” (Archondo, 2009, p. 106).

2.3. Su experiencia electoral en la política nacional

A medida que iba creciendo su imagen en la política nacional, “El Evo” tropezaba con escenarios sindicales de distinta índole. En 1992, fortalecido por la lucha cocalera y el discurso étnico-político de la CSUTCB, se sumó a la “pelea” entre obreros y campesinos. El pedido era dejar atrás la llamada “centralidad proletaria” en el estatuto de la Central Obrera Boliviana (COB) y permitir a los indígenas-campesinos conducir dicha instancia de representación sindical16. A pesar de la legitimidad del pedido campesino, la plana mayor de la COB se rehusó sistemáticamente a admitir una reforma interna de sus estatutos, de ahí que “los campesinos eran y seguirían siendo meros aliados de la revolución venidera” (Archondo, 2009, p. 108). Esto no fue un problema para un líder “reformista” y pragmático; relegando la contradicción étnica vs. clase social, optó por la contradicción cocaleros vs. Estado-imperialismo, lugar desde donde ensayó el camino de la vía electoral, ya que, ante la ola represiva del Estado, la reacción cocalera casi siempre carecía de poder de fuego para emprender una defensa violenta del cultivo de coca, debiendo limitarse a hacer política bajo las reglas de la democracia liberal.

Fue la fuerza del movimiento indígena-campesino y la CSUTCB la que impulsó la idea de organizar un instrumento partidario para terciar en las elecciones de 1994. El 27 de marzo de 1995, en un coliseo de la ciudad de Santa Cruz, distintas organizaciones sindicales del campo decidieron conformar de manera solemne la ASP, el ansiado brazo político de los sindicatos campesinos que los llevaría al poder vía elecciones, aspiración saboteada por la Corte Electoral que aducía fallas de procedimiento. A raíz de esa negativa, el 3 de diciembre de 1995, la ASP acudió a las elecciones municipales con la sigla de Izquierda Unida (IU). En su primer contacto con las urnas, lograron ocupar 10 alcaldías y 49 concejalías, “con lo que comienzan a gobernar en una parcela del país, allí donde reinan sus sindicatos” (Archondo, 2009, p. 111).

Hasta antes de 1997, el liderazgo de “El Evo” no fue lo que él esperaba, seguía siendo un dirigente sumergido en una disputa de liderazgo regional con Alejo Veliz (líder campesino del valle alto cochabambino). No obstante, en las elecciones generales de junio del mismo año, la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP), usando nuevamente la sigla de IU, inscribió como candidato a la presidencia a Alejo Veliz, mientras que Morales optó por inscribirse como candidato a la cámara de diputados por la circunscripción 27. Fueron cuatro candidatos uninominales de la ASP que salieron vencedores por el departamento de Cochabamba: Evo Morales, Román Loayza, Néstor Guzmán y Félix Sánchez. Gracias a la inobjetable vía electoral, “El Evo” consiguió defenestrar a Véliz, su principal contendor en la lucha por la dirección del movimiento. La victoria electoral de ese año fue al mismo tiempo una especie de elección interna en Cochabamba que dejó a “El Evo” como el máximo líder (diputado más votado del país con 71% de los votos). Veliz no olvidaría nunca esta humillación y desde entonces buscó todos los medios posibles para contrarrestar las intenciones de “El Evo”. A partir de entonces, para “El Evo”, su trabajo en el Congreso fue de campaña electoral permanente, fortaleciendo la ASP, ya rebautizada como Movimiento Al Socialismo (MAS)17.

Para las elecciones generales de 2002, nutrido por la fuerza social y política producida entre 2000-2003, “El Evo” alcanzó un posicionamiento político más amplio: logró 581.884 votos y obtuvo 36 congresistas, colocándolo en un segundo lugar. En las elecciones municipales de 2004, el MAS se convirtió en la primera fuerza política del país. Más adelante, en diciembre de 2005, “El Evo” obtuvo 53,7% de los votos, llegando a ser el primer presidente indígena de Bolivia.

2.4. La “capuja” política: “El Evo” en las movilizaciones de 2000-2003

Tras la tensión social y política de 2000-2003, Bolivia experimentó su “indigenización” (o “indianización”). Fueron tres los frentes que hicieron florecer la fuerza social y política de cambio. Por un lado, la movilización indígena-campesina encabezada por Felipe Quispe, “El Mallku” (líder indianista y ejecutivo de la CSUTCB), quien ante el incumplimiento de compromisos gubernamentales18 y la defensa de los recursos naturales (agua y posteriormente el gas), encabezó bloqueos de caminos a nivel nacional19. Los indios movilizados revivieron un marco discursivo y simbólico capaz de articular la bronca y el cansancio popular20. En 2001, el movimiento optó por una estrategia más radical, desarchivaron el proyecto de reconstitución de la nación india y el discurso de la autodeterminación mediante una férrea resistencia de tipo “militar”, para cuyo efecto crearon el cuartel general aymara de “Q’ala Chaca” en Omasuyos Choquehuanca, 2013, territorio desde donde se comienza a “indianizar” el país21.

La defensa de la hoja de coca desde el trópico cochabambino, encabezada por “El Evo” (dirigente sindical y diputado nacional), se sumó a las sucesivas movilizaciones, encabezadas por “El Mallku”22. A diferencia de los indígenas de La Paz, el movimiento cocalero casi siempre antepuso su interés sectorial (cocalero) antes que su razón étnica. A momentos aceptaban la firma de acuerdos con el Gobierno, acuerdos de suspender la aplicación del D.S. 26415, indemnizaciones a los heridos y la liberación de los detenidos García Linera et al., 2004. Para 2003, la incorporación del sector cocalero fue tardía, recién el 1 de octubre se anunció su ingreso al bloqueo de caminos, medida iniciada con antelación en Omasuyos y la ciudad de El Alto Choquehuanca, 2013.

Por su parte, la Coordinadora del Agua y del Gas, organización popular instalada en la ciudad de Cochabamba, estructurada para la defensa de los recursos naturales, luego de numerosas asambleas de análisis de la Ley de Aguas 2029, decidió emprender una gran movilización23, bloqueo de caminos, basados en su experiencia propia y la del altiplano efectuada por el movimiento indígena campesino de los años 1979 García Linera et al., 2004.

La simultaneidad de los frentes de combate produjo un entronque de las fuerzas discursivas y políticas, caracterizada por la disputa ideológica: reconstitución de las naciones indígenas (vertiente indianista) bajo el liderazgo de “El Mallku”, la defensa de la hoja de coca (vertiente nacionalista-antiimperialista) bajo el liderazgo de “El Evo” y la defensa de los recursos naturales (vertiente antiestatal-neoliberal) bajo el liderazgo de Oscar Olivera, imponiéndose -por su carácter articulador-, el discurso emanado desde el altiplano y del indianismo, que favoreció a “El Mallku” y también a “El Evo”. No obstante, la divergencia de ambos líderes indígenas era inminente.

El radicalismo indianista, promovido por “El Mallku”, removió la conciencia de indígenas y “no indígenas” (urbano y rural) en gran parte del territorio nacional y el pragmatismo político de “El Evo” combinó muy bien el sindicalismo, el parlamentarismo, lo local (razón cocalera) y lo nacional (antiimperialismo). Ambas vertientes (indianismo y pragmatismo), coincidentes y divergentes, configuraron una disputa no solo ideológica sino también regional y generacional24.

De la disputa obtuvo mayor ventaja el pragmatismo político de “El Evo”, quien “consciente” de la fuerza moral y política de los múltiples movimientos en todo el país, hábilmente se apropió del discurso indianista. Para ello, previamente había realizado alianzas regionales y nacionales con otros movimientos y sectores sociales, consolidando un “instrumento político” electoral, el Movimiento Al Socialismo (MAS) (García Linera, s.f.). La cosa estaba clara, “El Evo”, interpelado él mismo por el discurso indianista de “El Mallku”, había de adecuarse al momento político, hurgó su llaga indígena y combinó el interés sectorial cocalero con la defensa de los recursos naturales, y, con ello, la consumación de la “capuja” político-discursiva y de liderazgo. En adelante (2003-2005), la denominada Agenda de Octubre proponía la reivindicación de las comunidades originarias, el antiimperialismo, la soberanía nacional, la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente (Zani, 2016), agenda en la que lo indio se convirtió en un componente central en la política boliviana.

Capujada también la agenda de la “refundación del país”, “El Evo” y su partido MAS lograron un protagonismo político mucho mayor: fue electo el 2005 y posesionado el 22 de enero de 2006 como primer presidente indio de Bolivia y, con ello, complejizó su liderazgo, manteniéndose como presidente de la federación cocalera, además de ungirse como presidente del partido político del MAS y presidente del Estado. En esa etapa se advierte en el líder el uso de un abanico variado de recursos discursivos, prácticas políticas altamente pragmáticas y neocoloniales, ejercicio del poder y su influencia en colectividades sociales diversas, principalmente indígeno-campesino.

3. Procesos de legitimación: “El Evo” y el movimiento indígena-campesino

Con la “indianizacion” del país llegó también el acenso de dirigentes sociales como representantes parlamentarios del MAS y del Movimiento Indígena Pachacuti (MIP) (2002). Y un poco más adelante, con la llegada de “El Evo” al poder, la incursión fue mucho más “potente” en las tareas gubernamentales, lo que estableció una imbricación sui-generis entre movimientos sociales, partido, líder político y Estado.

3.1. El movimiento indígena-campesino y el Estado aún neoliberal

Al convertirse en el primer presidente indígena del Estado -“aún neoliberal” (2006)-, “El Evo” empezó a hacer de su pragmatismo político un pragmatismo gubernamental-estatal y, con esto, una transfiguración en las relaciones entre movimientos indígena-campesinas y el Estado, antes teñidas de enemistad. El cambio no solo fue mediante la oficialización y el uso discursivo de lo “indio” o indígena por parte del Gobierno (presidente, ministros, funcionarios de alto y bajo rango), sino también por la presencia orgánica y fáctica de dirigentes de varias organizaciones sociales en el poder ejecutivo y legislativo.

A diferencia de antes, cuando su fuerza social y discursiva emanaba del trópico cochabambino (movimiento cocalero), ahora los movimientos indígena-campesinos (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, CSUTCB; Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia, CIDOB; Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu, CONAMAQ; Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia, CSCB; Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa”, FNMCB-BS, COCA TROPICO, etc.) tenían para “El Evo” una importancia práctica y simbólica substancial; estaba convencido de que éstos serían la vanguardia del “proceso de cambio”. Para ello, utilizó perfectamente la “capuja política”, es decir, el discurso radical indianista y logros políticos que otros líderes -también indígenas- habían alcanzado con tanto sacrificio entre 2000 y 2005.

Como presidente, “El Evo” tropezó mucho para lograr la articulación de un único discurso. En su primer mandato, asumió un discurso disperso, pero en cierto sentido complementario: recurría permanentemente a la autodeterminación de las naciones indígenas (vertiente indianista); la defensa de la hoja de coca (vertiente nacionalista-antiimperialista) y la defensa de los recursos naturales (vertiente antiestatal-neoliberal); no obstante, el eje articulador casi siempre fue lo “indio”, una suerte de populismo indigeneizado. La razón étnica fue el equivalente en los diferentes movimientos sociales, mecanismo con el que los movimientos sociales fueron interpelados como parte del gobierno (“gobierno de los movimientos sociales”) y como referentes de la gestión estatal. Una de las conjunciones que se logró fue con los símbolos del poder estatal: las Fuerzas Armadas, policía, Asamblea Constituyente, etc., tal como “El Evo” dijo en diversas ocasiones durante su primera gestión gubernamental:

Yo estoy convencido, si este nuevo parlamento que es el producto de las luchas sociales responde al pueblo boliviano, este parlamento será el ejército de la liberación nacional, este parlamento será el ejército de la lucha por la segunda independencia (…) y si no pueden acá, seguirán siendo los movimientos sociales -sobre todo- indígena, que sigan luchando por esa segunda independencia de nuestro país (discurso de la transmisión del mando presidencial: La Paz, 22 de enero de 2006, en Morales Ayma, 2006).

Qué bueno sería ver en las fiestas patrias, juntos: Fuerzas Armadas, los movimientos sociales participando, recordando los aniversarios de los departamentos como también de la nación… (posesión del alto mando militar y policial, La Paz, 24 de enero de 2006, en Mayorga, 2007, p. 8).

Estoy seguro de que ustedes como hermanos, como compañeros que vienen de los movimientos sociales de todos los sectores, pues apuesten por este cambio (…) todos debemos orientarnos, unirnos quienes venimos fundamentalmente de los movimientos sociales indígenas originarios campesinos, no estoy hablando del MAS, del partido… (instalación de la Asamblea Constituyente: Sucre, 6 de agosto de 2006, en, Mayorga, 2007, p. 8).

Otra práctica que matiza su legitimación política es la incorporación directa de dirigentes y personalidades indígenas-populares en el gabinete ministerial de su primera gestión (2006-2010); por ejemplo, el nombramiento como ministros a David Choquehuanca, Félix Patzi y Abel Mamani; otros de organizaciones sociales, tales como la dirigente de las trabajadoras del hogar, un representante de las cooperativas mineras y un representante del gremio del magisterio. Se añade a éstos la visible presencia de indígenas y dirigentes sociales en el parlamento y la Asamblea Constituyente.

También está su búsqueda de “transparentar” la gestión estatal. El 2007, el gobierno organizó un evento público para brindar un “informe paralelo” al que se presentó al Congreso Nacional, que fue dirigido a los movimientos sociales convocados a la Plaza de los Héroes en un escenario de fiesta. Ahí se planteó la idea de conformar una instancia de coordinación entre el Poder Ejecutivo, la bancada parlamentaria del MAS, dirigentes de los movimientos sociales afines al gobierno y representantes masistas en la Asamblea Constituyente. En palabras de “El Evo”, “sería como un Estado Mayor del Pueblo, donde se coordinarían todas las acciones y proyectos” (El Deber, 22-1-2007)25. Con esta práctica, “El Evo” consolidaba el “gobierno de los movimientos sociales” mediante la creación de la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM).

Estas prácticas no solo fortalecieron al gobierno, sino también al liderazgo de “El Evo”, que presidia también esta nueva “organización de organizaciones”. Una fórmula que le daría una legitimidad política casi total (“líder único”), razón por la que el MAS se concebía a sí mismo “como el gobierno de los movimientos sociales” (Fornillo, 2007, p. 132), siendo en los hechos tan solo una parte privilegiada de una “coalición inestable” que se articuló bajo el liderazgo de “El Evo”, convertido en el factor de unificación simbólica y de conducción práctica (Mayorga, 2007).

3.2. El movimiento indígena-campesino en el “Estado Plurinacional”

La promulgación la nueva Constitución Política del Estado (2009) y el “nacimiento” del “Estado Plurinacional” despertó en los indígenas-campesinos y gran parte de la sociedad boliviana un temblor esperanzador y a la vez desesperanzador. A decir, en ese nuevo periodo plurinacional, las formas de explotación, exclusión y dominación colonial del “pasado”, seguían siendo parte importante en el discurso de “El Evo”. No obstante, ahora se incorporaba y estrenaba una “nueva” batería de ideas o valores sociales y políticos: el “Estado plurinacional”, la autonomía, la descolonización, el vivir bien, etc.

De este modo, “El Evo” sofisticó su discurso y práctica política por ejemplo, le otorga la autoría del Estado Plurinacional al movimiento indígena-campesino (Pacto de Unidad) y también comienza a “abrir” el “proceso de cambio” a sectores criollo-mestizos de la clase media y sectores duros de la llamada “media luna” del oriente boliviano. En medio de la amalgama discursiva (indianismo, antiimperialismo y antineoliberalismo) y la rememoración de los símbolos de lucha anticolonial, “El Evo” destacaba como siempre “la conciencia del pueblo boliviano” y evocaba la importancia de los movimientos sociales, principalmente de la línea indígena campesina que inspiró la gesta. A la promulgación de la nueva Constitución Política y “nacimiento” del “Estado Plurinacional”, “El Evo” expresaba:

Después de 500 años de rebelión, invasión y saqueo permanente; después de 180 años de resistencia en contra de un estado colonial, después de 20 años de lucha contra un modelo neoliberal, hoy, 7 de febrero de 2009, es un acontecimiento histórico (…), promulgar la nueva Constitución del Estado. En la historia de Bolivia, es el movimiento indígena campesino, después de tantos años, hermanos y hermanas, que empieza primero en las elecciones de los constituyentes, para la Asamblea Constituyente en el año 2006, inspirado en la lucha de nuestros antepasados, es la lucha de nuestros hermanos que fundaron Bolivia, y no podemos olvidar la rebelión del movimiento indígena en Bolivia, a la cabeza de Túpac Katari, Julián Apaza…” (transcripción del discurso presidencial del 7 de febrero de 2009, en Comunica Bolivia (2009).

Fiel a su estilo y perfil político pragmático, “El Evo” conciliaba elementos discursivos contradictorios: daba nacimiento al “Estado Plurinacional”; al mismo tiempo rememoraba al “socialismo comunitario”; destacaba lo “originario milenario”, pero también de los “campesinos contemporáneos”; apelaba a los movimientos sociales como símbolo del poder; asimismo, interpelaba permanentemente a los militares; la “nacionalización” cobraba una importancia fundamental para su gobierno, pero también enfatizaba su respeto a la propiedad privada, etc. La contradicción y la metatextualidad discursiva se convirtió en un método colonial legitimador efectivo, rememoraba la lucha por la hoja de coca (“¡Kausachun coca!”), el grito de la revolución cubana (“¡Patria o muerte, venceremos!”), incorporaba como voz de arenga oficial de las Fuerzas Armadas la sentencia rebelde de los alteños (“¡El Alto de pie, nunca de rodillas!”), daba un “¡jallalla!”, típico de la espiritualidad del altiplano y “sumaba además un viva para la autonomía” (Schavelzon, 2012, p. 511).

Pese a los esfuerzos para mostrarse consensuador y abierto con los diferentes actores y dirigentes sociales (principalmente indígenas), “El Evo” siempre se ubicó por encima de ellos para viabilizar o bloquear peticiones sociales y potenciales liderazgos políticos, casi nunca conversaba de igual a igual. La relación “directa” líder-seguidores fue mediada por el Viceministerio de Coordinación con los movimientos sociales y la CONALCAM. Con esto se configuraba una “nueva” relación entre pares indígenas, es decir, “indios superiores-omnipotentes” (presidente, ministros, viceministros, parlamentarios indígenas) e “indios inferiores-subalternizados” (dirigentes y bases indígenas). El esquema jerárquico-degradante entre pares indígenas también se replicaba en niveles más pequeños como la comunidad, territorio comunitario igualmente dominado por la figura de “El Evo”.

De este modo, el “gobernar obedeciendo al pueblo” fue un recurso discursivo que solapó las jerarquías de clase y etnia, práctica que desencadenó distanciamientos entre líder, gobierno y base, esta última víctima de la represión violenta, y que experimentó gran frustración social y política. De este modo se estaba ante la transfiguración social y política cada vez más previsible, es decir, el tránsito de un “gobierno de los movimientos sociales” a un gobierno de los dirigentes sociales, expropiación de la práctica política.

4. Efecto social y político en el comportamiento del movimiento indígena-campesino

La relación entre “El Evo” y sus seguidores (principalmente de la cúpula de dirigentes) asumió el formato colonial servil (“llunk’u”) y clientelar. Esta relación sociopolítica constreñida y subordinada permitió, en reiteradas ocasiones, neutralizar demandas y desmovilizar a sectores que con razones bastante fundamentadas emprendían acciones de protesta por la inconsecuencia y desatención del gobierno (comités cívicos, discapacitados, mineros, sectores de Achacachi, cocaleros de Los Yungas, etc.). Para ello, “El Evo” y su gobierno no dudaron en aplicar recursos sociales y políticos coloniales, tales como el servilismo o “llunk’erío” y el clientelismo.

4.1. El “padrinazgo” dirigencial

El padrinazgo fue una práctica recurrente en las relaciones de las “élites” dirigenciales y sus bases, cuyos miembros usufructuaron su condición de dirigente sindical para viabilizar el ingreso de personas (profesionales y no profesionales) a espacios de la burocracia gubernamental. En el pasado, tendencialmente, los espacios laborales en la burocracia estatal estuvieron “reservados” para los militantes del partido político mediante “el aval político”; no obstante, ahora, con “El Evo” en el poder, se observaba a dirigentes sociales en el parlamento, indígenas y sectores populares en la función pública, lo mismo que la llegada “directa” de dirigentes a palacio. La llegada al poder no fue igual para todos, para los indígenas y sectores populares la cosa se complicó, ya que requerían del “padrinazgo” de una alta personalidad dirigencial.

El favor del “padrino” no era gratuito, al contrario, era condicionado. El o la “flamante” burócrata, en muchos casos también indígena, debía cancelar un porcentaje de su salario al “padrino”. “La dirigencia es de servicio, y es gasto nomás, nadie nos paga, de nuestros bolsillos tiene que salir para el trámite de proyectos, por eso necesitamos siempre alguito de dinero (…) para eso es”, suelen argumentar y justificar los “padrinos” (o dirigentes) para que no haya susceptibilidades en sus “ahijados”26. Ante esta práctica real, el Estado y también “El Evo” asumieron una actitud permisiva. Los “padrinos” actuaban del mismo modo con la mayoría de indígenas, no indígenas, profesionales y no profesionales; acomodaban en “pegas” (o plazas de trabajo) en el Estado, hecho que triplicó la burocracia estatal a cambio de lealtades políticas.

4.2. Acceso al Fondo Indígena

A nombre de proyectos de desarrollo para sus regiones, provincias y comunidades, los dirigentes indígenas “accedieron” a recursos económicos del Fondo para el Desarrollo Indígena Originario Campesino (FONDIOC)27. De éstos, muchos enfrentaron conflictos comunales por los cuestionamientos de sus bases, mientras que otros fueron acusados formalmente. Hasta 2015, el FONDIOC manejó al menos 1.100 proyectos aprobados en esta entidad y se estima un posible daño económico de casi 200 millones de bolivianos. En medio de escándalos de corrupción, acusados de “implementar” “proyectos fantasmas”, muchos dirigentes hombres y mujeres fueron procesados: Julia Ramos (exministra de Desarrollo Rural), Felipa Huanca (FNMCB-BS), Nelva Hurtado (CIDOB), Damián Condori (CSUTCB), etc.

Azorados por la conducta dirigencial, la falta de información y la ausencia de un pronunciamiento crítico de parte de “El Evo”, las bases indígenas-campesinas mantuvieron cierta cautela. Como respuesta a dicha cautela, los dirigentes subalternos dijeron a la prensa que en 2013 habían alertado al presidente de los hechos de corrupción en el Fondo Indígena; no obstante, el mandatario les pidió mantener la cautela e incluso silencio por la unidad de los movimientos sociales. Ante el encubrimiento, sectores dirigenciales subalternos anunciaron desacato a las determinaciones de la CONALCAM y de sus organizaciones matrices. Tal como lo expresa el ejecutivo de la Central Agraria Tupac Katari de Luribay:

Le hemos dicho personalmente al señor Evo Morales, acá en Palacio y en la casa presidencial (sobre la corrupción). ¿Pero qué nos dijo? hermanos no dividan La Paz. Pero, ¿qué está pasando? ya ha salido a la luz pública (…) le hemos dicho desde el 2012, que inicie proceso contra Felipa Huanca y Rodolfo Machaca, por hacer tráfico de influencias, pero la señora Nemesia Achacollo y su entorno nunca han creído, no han hecho nada (declaraciones públicas de Abraham Paco, diciembre de 2015, citado en Agencia de Noticias Fides, ANF, 9-12-2015).

4.3. La gestión dirigencial y el programa “Bolivia cambia, Evo cumple”

El programa “Bolivia cambia, Evo cumple” fue creado en 2006. Inicialmente funcionó con fondos donados por Venezuela y luego mediante el D.S. 29091 con fondos del Tesoro General de la Nación. Administrado por la Unidad de Proyectos Especiales (UPRE), dependiente del Ministerio de la Presidencia, entre 2007 y 2016, este programa gubernamental financió 7.240 proyectos con una inversión de 12.446 millones de bolivianos (Los Tiempos, 17-05-2018).

Esta instancia es también el medio por el cual se indujo la práctica clientelar y “llunk’u” de la cúpula dirigencial. Para acceder a este beneficio, el dirigente debe hacer “gestión” social y política. Para la recolección de las necesidades de su región y comunidad muchas veces la comunidad no es consultada. Es con la ayuda de los técnicos de las organizaciones (profesionales y egresados de la universidad) que se elaboran proyectos a diseño final para luego ser entregados a la Unidad de Proyectos Especiales (UPRE). Por lo general, las demandas están relacionadas con la construcción de infraestructura gruesa ya establecida desde arriba (la UPRE define sobre todo la construcción de canchas sintéticas, tinglados, unidades educativas, etc.). Por tanto, la gestión dirigencial puede ser una práctica sutil, formal y poco observada por instancias locales-comunales. No obstante, fue una práctica institucionalizada transferida en la sucesión de cargos, de viejos a nuevos dirigentes, práctica generadora de conflictos en las organizaciones intermedias, a las que muchas veces no les llega nada. A nivel comunal también existen disputas entre comunarios del lugar y residentes, los últimos volvieron a las comunidades a asumir cargos originarios y sindicales, principalmente de alto rango y así apuntar al ascenso a los niveles departamental y nacional.

No es fácil para los dirigentes admitir esta práctica contraproducente para su comunidad. No obstante, los relatos de dirigentes y exdirigentes provinciales constatan que no son ellos los que proyectan las obras, sino la UPRE que direcciona la elaboración de proyectos “borrador”; la gestión dirigencial es la encargada de hacer la “revisión” técnica y presupuestaria de los proyectos que luego deben ser evaluados y aprobados por la misma UPRE. Aprobado el proyecto pasa al proceso de licitación y en esto juega un papel decisivo el dirigente. Las empresas de construcción localizan rápidamente a los dirigentes, hacen un acercamiento cordial y generoso, los constructores suelen invitarles a almorzar y beber a lugares sugerentes y costosos. Derroche y algarabía suele caracterizar a este tipo de reuniones. Antes de la celebración, los constructores “ofrecen” sus servicios para adjudicarse la ejecución del proyecto aprobado. Así, entre acuerdos (amarres) y negociaciones “económicas”, los dirigentes son convencidos de tentadores ofrecimientos. Para muchos dirigentes, esta práctica es casi normal, mientras que para los novatos o recién llegados puede resultar sorprendente pero también nada desdeñable y beneficiosa, tal como se advierte en el siguiente testimonio:

…yo he asumido el cargo para trabajar por mi gente (…), hemos proyectado muchas actividades, las necesidades de nuestras comunidades. Cuando nos decidimos hacer un proyecto, para eso nos ayudan nuestros técnicos pues, ya tenemos gente profesional de las universidades. Cuando se aprueba nuestro proyecto es pues una alegría (…) como se enterarán, pero cuando se aprueba nuestro proyecto las empresas interesadas en la adjudicación nos buscan y hacemos el negocio, siempre es el diez por ciento para la organización, y luego ellos (la UPRE) se encargan de garantizar eso, yo no sabía porque yo era nuevo, pero así había funcionado eso…28.

DISCUSIÓN Y ANÁLISIS

Sobre el perfil político de “El Evo”

Al finalizar el siglo XX y a inicios del siglo XXI, la sociedad boliviana fue testigo de la construcción un líder indígena innato, surgido e imbuido por la configuración y reconfiguración del campo social y político. Logró adaptarse a circunstancias de permanente cambio en las que, sin saberlo y quizá desearlo, “El Evo” se encontró con situaciones favorables para convertirse en un líder de largo alcance y duración Katz y Kahn, 1977. Más que un perfil definitivo, los hechos insinúan una amalgama de perfiles sociopolíticos, diferenciados por su ubicación contextual ex ante y ex post de asumir la presidencia de Bolivia y una complejización permanente cada vez más imprevisible.

Su perfil político (ex ante) fue nutrido por escenarios y experiencias fundentes de su liderazgo: su experiencia deportiva (infancia-adolescencia), sindical (juventud) y electoral (adulta). El campo deportivo engendró habilidades para dirigir grupos y colectividades juveniles. Como sucede en otras comunidades campesinas del altiplano, en la cancha no solo se practica únicamente deporte sino también se discute problemas sociales y políticos Choquehuanca, 2013. En el campo sindical, su férrea defensa del sector cocalero proporcionó a “El Evo” un discurso antiestatal y antiimperialista, permitiéndole combinar muy bien el método y el discurso: ser “fierrero” para una resistencia violenta contra los intentos de erradicación de coca y “reformista” para aprovechar las oportunidades políticas-electorales a nivel local, regional y nacional. Finalmente, el campo político electoral muestra a un líder “maduro” multiforme y multidimensional, por su presentación como dirigente cocalero, parlamentario, jefe de partido y candidato a la presidencia simultáneamente.

La simultaneidad de los procesos de socialización e institucionalización configuró un perfil político al que podríamos denominar; “pragmático caminante29. Un personaje que camina, concibe y actúa en función a las oportunidades políticas producidas no por él mismo (como “ideólogo”) sino por la dinámica del campo político. Es el “oportunismo” el semblante que da “vigor” a su presentación como dirigente cocalero, diputado y candidato a la presidencia por el MAS. Personaje que sortea los escollos, disimula sus propias actitudes y ve qué ventaja puede sacar de cada situación para sus propios fines y para fines corporativos Ticona, 2000. El “verticalismo sindical” (principal razón y fuerza cocalera) constituye el rasgo distintivo en la personalidad de “El Evo”, extendida hasta después de ser presidente. Actitud expresada en la forma de tomar decisiones: por lo general taxativo, conciliador en algunos casos y expeditivo cuando se lo requiere en otros (Sivak, 2010).

“El Evo”, apelativo fabricado sociológicamente, es la expresión oral de legitimación política, usada para referirse al líder “único” y presidente. Etiqueta esgrimida por sus seguidores y no seguidores, sociológicamente equiparable a la categoría de “líder político”, interpelador de sectores populares, indígenas, políticos, académicos, mujeres, jóvenes, etc. Por lo mismo, referirse a Juan Evo Morales Ayma indica la identidad personal y ciudadanía del personaje estudiado, mientras que “El Evo” refiere al líder político en sentido estricto, una verdadera construcción social Baron y Byrne, 1998 30.

Su discurso bebió de las vertientes indianista (liderada por “El Mallku”), nacionalista-antiimperialista (liderada por él mismo) y antiestatal-neoliberal (liderada por Oscar Olivera). No obstante, en medio de disputas ideológicas, procesos de apropiación y expropiación simbólica (“capuja política”) se produjo la lógica equivalencial Laclau, 2005 31: predominio del indianismo en el campo político (promovido por Felipe Quispe “El Mallku”, desde La Paz); herramienta discursiva con la que “El Evo” aglutinó, articuló y subsumió los discursos, demandas sectoriales y regionales, las imágenes y símbolos indígenas, seguidores de partido políticos en decadencia (Conciencia de Patria, CONDEPA; Unión Cívica Solidaridad, UCS; Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR; Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, etc.), sindicato gremiales, académicos, entre otros.

La “capuja política” se dio en dos niveles, el personal y el colectivo. El personal, instante en que “El Evo” le arrebata a “El Mallku” los códigos, performance y discurso y los logros simbólicos de 2000-2003. El nivel colectivo, con la expropiación de la fuerza social y política que históricamente había acumulado el movimiento indígena-campesino, los ideales y conquistas de larga duración, por ejemplo: la plurinacionalidad, la descolonización, la autodeterminación, etc.

Llunk’erío” y “llunk’erío” mundano: recomposición de las prácticas políticas coloniales

En el aforismo aymara, la categoría “llunk´u” refiere a la conducta adulona y servil que las personas despliegan respecto a otras que ejercen cierto poder social, económico y político; es un cierto “agachar la cabeza” y pedir “un favor” en “beneficio” de uno y en desmedro de los demás. Afectación individual y colectiva de la dignidad étnica32. Históricamente, la conducta “llunk´u” está asociada a la práctica colonial promovida por los detentadores del poder y asimilado eficazmente por los subalternos, los indios. Es con la práctica del MNR respecto al campesinado que se hace visible, mediante el “pongueaje político” Ticona, 2000.

Esta forma de aproximación al poder se dio sobre todo en un contexto de instrumentalización del sujeto indio, en las relaciones entre los indios, campesinos y los criollo-mestizos, en las que unos son concebidos políticamente inferiores (indios) y otros superiores (no indios). El “pongueaje político” -resultado de la actitud “llunk´u”-, constituye una ideología patriarcal, tradicional y colonial, que da como resultado una forma de clientelismo, ya sea en el ámbito estatal e institucional de la sociedad civil, a través del padrinazgo, compadrazgo, etc. Ticona, 2000, práctica política colonial que fue replicada en regímenes dictatoriales, democráticos y neoliberales.

En el pasado, el “pongueaje político” y la actitud “llunk´u” que lo determina fueron duramente combatidos en las filas indígena-campesinas. Sobre todo en sus relaciones con otros niveles “superiores” a partir de la búsqueda de una relación de igual a igual y sin sumisión Ticona, 2000. A tal punto que la trilogía de principios éticos incaicos fue recreada: “ama sua”, “ama llulla”, “ama qhilla” (no ser ladrón, no ser mentiroso, no ser flojo), a la que los dirigentes kataristas e indianistas añadieron un cuarto principio: “ama llunk´u” (no ser adulón). En este contexto, el término “llunk’u” fue y es utilizado para lanzar duras críticas a indígenas (rurales y urbanos) que incurren en este tipo de conducta.

La lucha contra el “llunk’erío” y el “pongueaje político” no fue ni es fácil. Aparece como una práctica casi “natural”, considerada por algunos como una alternativa de lucha y oportunidad política para los indios ante el dominio “q’ara”; se justifica, en parte, por su efectividad para el logro de “rédito político” individual y grupal, pero siempre en desmedro de lo colectivo33. Así, el “llunk’erío” como práctica o “táctica” política mantiene viva la pretensión homogeneizante del Estado-nación neoliberal y colonial, provoca desaliento en las aspiraciones históricas del indio y posterga su añorada autodeterminación.

Con el ascenso de “El Evo”, la actitud “llunk’u” vuelve a cobrar cuerpo bajo el ropaje de “llunk’erío” mundano. En el nuevo periodo plurinacional, el “llunk’erío” mundano aparece en conductas orientadas a las cuestiones moralmente más bajas de la dignidad étnica individual y colectiva, dejando de lado los ideales, privilegiando el placer simbólico de la buena vida y el lujo socialmente elevado, bajo estándares occidentales. Un “nuevo” formato colonial que resurge a partir de la relación hegemonía-subalternidad social y política que degrada, aún más, las jerarquías y la desigualdad política: es un ubicarse por debajo de.

A diferencia del “llunk’erío” colonial tradicional en el que sobresalen las relaciones jerárquicas entre blancos y criollo-mestizos (“superiores”) e indios (“inferiores”), el “llunk’erío” mundano expresa las relaciones sociales y políticas jerárquicas entre similares indígenas. Diferenciación y degradación producida en torno al eje de poder simbólico, “El Evo”34. La relación líder (imagen “suprema”) y seguidores (imagen “auto” degradada) tiene como elemento central el juego del capital político, económico, cultural y simbólico dentro de las instituciones que dirige o en las que ejerce algún tipo de poder (asociaciones, partido, Estado), una modificación del comportamiento y un trastoque del habitus en sus seguidores Bourdieu, 1988. Comprende una imitación de modos, estilos de consumo aristócratas y prácticas políticas coloniales criollo-mestizas por las élites dirigenciales indígena-campesinas y la internalización, la creencia y el reconocimiento de este “nuevo” estado de cosas por los subalternos, también indígenas.

Este “nuevo” formato -de recomposición colonial- se funda en la legitimación de un imaginario construido social y políticamente bajo estándares occidentales (de líder único). Es la construcción social de una “esfera celestial de la política”, a la que acceden aquellas almas “bienaventuradas”, tutelada por un personaje político, “El Evo”. Una auténtica personalización de la política (Laguna, 2011) que re-funcionaliza el carácter colonial de la política y el Estado, monopoliza la vida política y liderazgo, anula y neutraliza la diversidad de la práctica política (comunal, del ayllu, capitanía, barrial, etc.), principalmente los liderazgos indígenas emergentes “desde la comunidad”, que paradójicamente es el nivel que lo sostuvo hasta el final.

CONCLUSIÓN

La biografía de Evo Morales Ayma es variada y diferenciada, pero no tanto así los aspectos políticos de su vida. El común denominador de las publicaciones sobre su vida parece haber construido una historia de vida casi forzada. Para unos, resultó objeto de sarcasmos y burlas, mientras que otros se esmeraron por colocarlo en un altar y sucumbieron en la adulación (“llunk’erío”). En todos los casos, sin embargo, la “construcción” y legitimación del líder político es un rasgo implícito, lo que dificulta la comprensión cabal del proceso de legitimación política de Evo Morales y de la crisis de su liderazgo actual.

De la exploración de las señales sociales y políticas ex ante y ex post de asumir la presidencia, resalta la constitución y consolidación del apelativo “El Evo”, expresión oral socialmente construida y legitimada por su uso cotidiano a lo largo de su trayectoria sindical-política, electoral y como primer presidente indígena de Bolivia. Es sociológicamente equiparable a la categoría de “líder político”, promovida desde la ciencia política. Asimismo, se evidencia que “El Evo” no tiene un único perfil político que lo identifique; al contrario, estamos ante un fenómeno cada vez más complejo, ya que presenta una variedad de perfiles o facetas sociopolíticas diferenciados por su ubicación contextual, susceptible de ser catalogado como “Apu Mallku” o “Tupac Katari reencarnado”, “falso indígena”, “genuino revolucionario”, “Jefazo”, “autoritario y populista” y “regalo de Dios”; en otras palabras, un “pragmático caminante”.

El efecto inmediato del proceso de institucionalización y legitimación política de “El Evo” fue la reactivación del pongueaje político bajo la forma de “llunk’erío” mundano, recomposición colonial en la relación líder-seguidores. La actitud “llunk’u” (o “llunk’erío”) es una práctica social subalterna a todo nivel, ya sea en el ámbito estatal e institucional o de la sociedad civil. En el campo político (y de liderazgo), el“llunk’erío” mundano aparece nítidamente en el proceso de legitimación política de “El Evo”, práctica política basada en la idea de superioridad ejercida por el líder y el círculo cercano que lo rodea (criollo-mestizos y dirigentes indígenas), sobre un mosaico de similares indígenas y populares de mandos intermedios, subalternos y su base. Legitimación política que hunde la base de las relaciones coloniales del pasado inmediato (periodo nacionalista y neoliberal), internalizado y reproducido por la cúpula de dirigencias indígenas que fungieron como “soldados del proceso de cambio”, avalando y sosteniendo durante mucho tiempo un régimen de “El Evo” (líder único) y, con ello, la anulación de liderazgos indígena-populares emergentes.

La recomposición colonial en la relación Estado, líder, partido y movimiento indígena-campesino reconfiguró la vida política de los movimientos sociales (o dirigentes sociales) gremiales, transportistas, cooperativistas mineros, etc., quienes, a su modo, también practican el “llunk’erío” en desmedro de su sector, que relegó y neutralizó el surgimiento de nuevos líderes en el sector popular. Todo esto supone el rebrote de los modelos hegemónicos del “pasado” neoliberal-colonial y un peligro para el ideario plurinacional, que es fruto de históricas sublevaciones y de una larga lucha anticolonial indígena.

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Notas

1 Fragmento del discurso efectuado en la celebración de los nueve años y ocho meses de gobierno, ante las bases de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, en el municipio de Shinahota, Cochabamba, octubre de 2015.

2 El presente trabajo es parte del proyecto de investigación de tesis para la Maestría en Desarrollo Social del CIDES-UMSA, titulado: Efectos de la plurinacionalidad y autonomía municipal en la práctica social y política indígena-campesina 2010 y 2022, que tuvo como objetivo analizar la influencia de la idea o imaginario sobre lo plurinacional y la autonomía municipal, como nuevos valores y estructuras ofertados y aplicados desde la llamada refundación estatal, que tiene como eje la imagen de Evo Morales.

3 De acuerdo con Bourdieu no hay una sola clase de capital tal como apreciara Marx (el capital económico), sino una multiplicidad de capitales (cultural, político, simbólico, etc.), por lo que no existe una representación unidimensional del espacio social sino una representación pluridimensional, estando compuesto el espacio social por diversos campos autónomos, cada uno de los cuales define modos de dominación específicos.

4 El trabajo consistió en la desmembración y/o descomposición discursiva para observar la naturaleza y los efectos en la práctica del líder estudiado. Observamos y examinamos la actitud y el comportamiento del líder y de dirigentes indígena-campesinos en escenarios públicos.

5 En 1781, la ciudad de La Paz fue dos veces asediada; la primera vez el cerco duró 109 días (desde el 13 de marzo al 30 de junio); la segunda, 75 días (desde el 4 de agosto al 17 de octubre).

6 Para mencionar algunos ejemplos de liderazgo regional, destacamos el hecho de que de la provincia Omasuyos surgieron importantes líderes locales y regionales como Fernando Wanacu, Luciano Quispe “el Kapiri” (entre 1952 y 1955), Toribio Salas (zapatero de Achacachi), Paulino Quispe “el Wila Saco” (de la comunidad de Belén), etc. Y de la provincia Ingavi, Eduardo Leandro Nina Quispe en el ámbito de la educación en la década de 1920.

7 En 1979, en el congreso de unidad convocado por la Central Obrera Boliviana (COB), se produjo la sepultura definitiva al pacto militar-campesino y que dio lugar al renacimiento de una organización verdaderamente autónoma, la Confederación Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), organización que aglutinará en los años siguientes una multitud de indígenas y campesinos.

8 El término de “El Evo”, en tanto construcción sociológica, refiere al líder político como tal y no como Jefazo, hermano presidente, “Apu Mallku” (líder máximo) u otros denominativos, también utilizados por otros sectores.

9 “El Evo” tiene dos hijos: Eva Liz Morales Alvarado, orureña, nacida el 24 de septiembre de 1994, y Álvaro Morales Paredes, cochabambino, nacido un año después. Ambos viven con sus madres.

10 En ese tiempo el Regimiento Ingavi de Artillería funcionaba en el Estado Mayor de Ejército, en la zona de Miraflores, sede de gobierno.

11 Según destaca Archondo, Evo recuerda que los conscriptos acordaron disparar al aire o al suelo cuando se les ordenara matar a sus hermanos de clase.

12 Para “El Evo”, como para muchos conscriptos, añade Archondo, aquella parece haber sido una etapa de dignificación y de solaz juvenil, en la que le tocó presenciar de cerca dos golpes de Estado, el de Pereda y el de Padilla Arancibia, a quien conoció fugazmente en sus horas de guardia, cuando éste fungía como Comandante del Colegio Militar.

13 El nombre de este frente también puede ser otra señal de su posición social y política. Al parecer su convicción antiimperialista lo acompaña desde joven, quizá influenciada por el discurso nacionalista de los años 50, de la izquierdista y también porque Estados Unidos (país imperialista) se convirtió en su principal enemigo por su discurso de “coca cero”.

14 Un año antes de su posesión como ejecutivo, el Congreso Nacional de Bolivia ponía en vigencia la Ley 1008, herramienta legal que proscribía el cultivo de coca en el Chapare; declaratoria formal de guerra contra la región, en la medida que los productores de la zona fueron clasificados como los cómplices más visibles del narcotráfico.

15 La década de los ochenta significó para la izquierda boliviana una profunda división. Tras la experiencia de la Unidad Democrática y Popular (UDP) (1982-1985), este espacio político se escindió en dos alas confrontadas: reformistas y revolucionarios. Los primeros eran condescendientes con la experiencia udepista y esperaban retornar al poder por la misma ruta pacífica, aunque con más pericia gubernamental acumulada, Movimiento Bolivia Libre (MBL) y el Partido Comunista de Bolivia (PCB). Los segundos terminaron por convencerse de que la democracia liberal era una trampa, que explicaba variadas traiciones, desviaciones y envilecimientos; por ello optaron de manera abierta por la organización de acciones insurreccionales que los llevarían “de la resistencia a la victoria”, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR Masas, Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK), entre otros.

16 Desde 1987, los campesinos plantearon en sucesivos congresos nacionales de la COB la caducidad de esta norma, en momentos en que el movimiento minero, fabril, petrolero y ferroviario había declinado visiblemente en su capacidad de presión sobre las autoridades y el Estado.

17 Esta intención fue ligeramente interrumpida, ya que debido a su vínculo sindical-cocalero, en enero del 2002, el parlamento decidió expulsarlo del Congreso Nacional.

18 Las demandas incumplidas más relevantes fueron la elaboración de un plan de soberanía conjunta, la participación de la CSUTCB en la fiscalización del Poder Ejecutivo, la carnetización gratuita de la población del área rural, la creación de un banco campesino, entre otras.

19 La práctica de los bloqueos de caminos como método de lucha indígena campesina consiste en la obstaculización del tránsito vehicular, efectivo en un país como Bolivia, ya que uno de sus mayores déficits es la precariedad de sus caminos y carreteras; por ello, los bloqueos representan no solo una práctica efectiva y localizada para los bloqueadores y sus demandas al gobierno, sino también una amenaza de desabastecimiento de las regiones afectadas.

20 Las primeras víctimas del altiplano, la muerte de un profesor rural de Lahuachaca, la muerte de dos jóvenes en Achacachi (Ramiro Quispe, de 27 años, y Hugo Aruquipa, de 15 años) y un capitán de Ejército que fue ajusticiado por los comunarios del lugar que pedían venganza por sus muertos Choquehuanca, 2013.

21 Según el INE, el Censo 2001 establece que el 62% de la población boliviana es indígena, lo que sugiere no solo una mayoría poblacional sino también hegemonía discursiva, rompiendo el mito de que la población indígena solo se concentra en el área rural.

22 Recuérdese que, bajo la presidencia de Tuto Quiroga, frente a la continuidad del programa de erradicación y el fracaso del desarrollo alternativo, los cocaleros se movilizaron nuevamente. Violencia y muerte es lo que caracterizó a esta nueva movilización; la demanda consistía en la anulación del Decreto Supremo 26415 que prohibía el secado, el transporte y la venta de la coca producida en el Chapare.

23 La reacción popular surgió a raíz del intento de privatización del agua por parte de una empresa transnacional (Bechtel, que controlaba la empresa administradora que llevaba el nombre de Consorcio Aguas del Tunari). La concesión del suministro de tan elemental recurso natural, fechada para el año 1996, acompañó a la implementación de una serie de medidas económicas neoliberales. La propuesta de Ley 2029 que desconocía la propiedad comunitaria de los recursos hídricos y la subida de tarifas encendieron la mecha del conflicto.

24 Los líderes combatientes decidieron participar en las elecciones de 2002. El faccionalismo indígena era evidente y celebrado por el gobierno de Sánchez de Lozada, quien parecía estar convencido de que el movimiento indígena-campesino se había disuelto y que el peligro había pasado.

25 Inicialmente, la CONALCAM estuvo compuesta por trece organizaciones sociales afines al MAS: CSUTCB, CSCB, CIDOB, CONAMAQ y el Movimiento Sin Tierra, la Federación de Trabajadoras del Hogar, la Confederación de Jubilados, desocupados, entre otros, y tuvo enorme importancia en las movilizaciones a favor de la aprobación de la propuesta oficialista de la nueva Constitución Política del Estado.

26 Testimonio de un profesional joven que trabaja en el Ministerio de Salud, agosto de 2013.

27 Es un organismo multilateral de cooperación internacional, especializado en la promoción del autodesarrollo y el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, creado en 1992 y que continuó operando durante el gobierno del MAS.

28 El fragmento le pertenece a un exdirigente de la provincia Aroma de alrededor de 50 años (Lahuachaca, enero de 2016). La conversación con él se efectuó en el velorio de un familiar mío; un poco “machadito” (ebrio), comentó que con ese dinero él le compró a sus hijos terrenos en la ciudad de El Alto: “si no, cómo puedo, pues”, dijo.

29 Son muchos los rasgos que pueden caracterizar a un Evo Morales caminante. Desde un punto de vista sociopolítico, aquí destacamos los siguientes aspectos: a) su permanente desplazamiento geográfico lo mismo que su experiencia en contextos sociales y políticos distintos: de Orinoca a Argentina para trabajar en la zafra; de Orinoca a La Paz para cumplir con el servicio militar obligatorio; de Orinoca al Chapare cochabambino, donde se establece como cocalero; del Chapare a La Paz, para cumplir sus funciones como parlamentario; de Bolivia a destinos internacionales, para el encuentro con líderes políticos e indígenas, etc. y por otro lado, b) su capacidad de ver a donde quería llegar (dirigente futbolero, sindicato, parlamentario y luego presidente), utilizando las circunstancias de cambio como oportunidades, aprovechando la buena oxigenación para continuar, escuchando la voz de su experiencia multiforme.

30 Comparativamente diríamos que el nombre de Gonzalo Sánchez de Lozada (personaje político y ex-presidente de Bolivia) no encierra en sí mismo a un líder político; al contrario, el nombre expresa únicamente la identidad de una persona o ciudadano, mientras que lo político está en una verdadera construcción social del personaje y líder político, es decir, “El Goni”, “Tata Barrientos”, “Dr. Siles” (los dos últimos expresidentes de Bolivia), “La Sole” (alcaldesa de la ciudad de El Alto), etc.

31 Para Ernesto Laclau, la lógica equivalencial se produce en base a la acumulación de demandas insatisfechas y la lógica articulatoria. Las demandas, en un principio disímiles entre sí, tienen la particularidad de que no pueden ser vehiculizadas vía los canales institucionales normales; la articulación se hace posible puesto que todas estas demandas resignan algo de sus características peculiares al momento de ser articuladas en pos de su oposición a un régimen que consideran excluyente (Laclau, 2005).

32 El “llunk’erío” no solo aplica en el ámbito político sino también en diferentes escenarios sociales, lo que supone la afectación no solo de la dignidad étnica, sino también la dignidad obrera, femenina, juvenil, etc.

33 Un caso que ilustra cabalmente lo señalado es la experiencia del katarista Víctor Hugo Cárdenas, que fue tildado de “llunk’u” por sus pares indígenas, debido a su alianza con el MNR, liderado por “El Goni” (Gonzalo Sánchez de Lozada), en 1993.

34 La relación jerárquica produce el imaginario social de “indios superiores” versus “indios inferiores”, “indios capaces” versus “indios incapaces”, “indios con oportunidad” versus “indios sin oportunidad política”, “indios que aprovechan” versus “indios que se relegan”, etc.

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Declaro no tener algún tipo de conflicto de intereses que haya influido en este artículo.

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