INTRODUCCIÓN
La educación en enfermería enfrenta el reto de integrar la teoría con la práctica, para formar profesionales competentes. La simulación clínica se ha consolidado como una herramienta educativa clave a nivel mundial, al ofrecer un entorno seguro donde los estudiantes pueden desarrollar habilidades sin riesgo para pacientes reales. Estudios internacionales indican que la simulación mejora significativamente la preparación clínica y la confianza de los estudiantes. En Ecuador un estudio realizado en la Universidad Nacional de Loja, reportó que el 98.1% de los estudiantes encuestados había participado en prácticas con simuladores, y el 86.5% reportó mejoras significativas en sus habilidades técnicas y comunicativas (1).
La simulación permite a los estudiantes aprender de sus errores en un ambiente controlado, fomentando un aprendizaje dinámico y reflexivo. Asimismo, la participación de los docentes en estas prácticas resulta esencial, ya que la retroalimentación inmediata y la orientación contribuyen a optimizar los resultados educativos (1). Además, la inclusión de simuladores en el currículo fortalece no solo las habilidades técnicas, sino también las competencias blandas como el trabajo en equipo y la toma de decisiones críticas. Estas prácticas están fundamentadas en la teoría constructivista, que enfatiza la importancia del aprendizaje experiencial y la construcción activa del conocimiento (2).
La implementación de simuladores en el currículo de enfermería no solo mejora las competencias técnicas, sino que también contribuye al desarrollo de habilidades blandas como el trabajo en equipo y la toma de decisiones críticas (1). Este enfoque encuentra respaldo en la teoría constructivista, que subraya la importancia del aprendizaje activo y la construcción del conocimiento a través de experiencias prácticas.
En este contexto, Christine Park, M.D. experta en simulación y expresidenta de la Society for Simulation in Healthcare, resalta que la simulación se ha aplicado ampliamente en procedimientos como la inserción de catéteres, logrando una reducción considerable en las tasas de infección (3).
Además, estudios recientes, han demostrado que los simuladores potencian no solo potencian las habilidades técnicas, sino que también favorecen la comunicación y el trabajo colaborativo entre los estudiantes. Por ejemplo, una investigación realizada en la Universidad Nacional de Loja indicó que el 98.1% de los estudiantes participaron en prácticas con simuladores, y el 86.5% reportó mejoras sustanciales en sus habilidades (4).
La creciente preocupación por la seguridad del paciente, junto con los avances tecnológicos, ha promovido la integración de la simulación médica en la formación de enfermeros. Se espera que en los próximos años esta metodología se consolide como un elemento esencial en la educación integral de las enfermeras, en respuesta a la creciente demanda pública de una formación en simulación de alta calidad (3).
Asimismo, la simulación clínica no solo se enfoca en el desarrollo técnico, sino que también promueve habilidades interpersonales, como la empatía y el juicio clínico, aspectos fundamentales para brindar un cuidado integral del paciente y para enfrentar situaciones complejas que pueden surgir en entornos hospitalarios. Por ello, la implementación de esta metodología representa una inversión valiosa para garantizar una formación de calidad en los profesionales de la salud (5, 6).
La simulación clínica vincula la teoría aprendida con la práctica, optimizando las habilidades técnicas de los estudiantes, reduciendo los errores y permitiéndoles aprender de ellos durante el proceso. Esta dinámica se refleja en un estudio descriptivo realizado con estudiantes de enfermería, donde se evidenció una mejora en competencias relacionadas con la toma de decisiones, la capacidad de priorizar y el aprendizaje de procedimientos (7).
El uso de simuladores en la práctica de enfermería genera un alto grado de satisfacción tanto a los estudiantes como a los docentes. Esta metodología se ha mostrado eficaz para que los participantes aprendan contenidos de una forma cercana a la realidad, lo que favorece la implementación de modelos educativos innovadores con un enfoque constructivista orientado al desarrollo de competencias generales y específicas de la profesión (6). La mayoría de los estudiantes reporta satisfacción con las experiencias de simulación, destacando su utilidad y relevancia en la formación. Asimismo, la presencia activa y el apoyo de los docentes durante las prácticas son considerados esenciales para una experiencia de aprendizaje positiva.
En cuanto a la enseñanza y capacitación de profesionales de la salud, la simulación es una herramienta fundamental, pues su propósito es facilitar la comprensión, perfeccionamiento y difusión de conocimientos, habilidades y actitudes en todos los niveles. A través de esta técnica, los estudiantes experimentan situaciones similares a las reales en un entorno hospitalario, lo que reduce considerablemente la posibilidad de errores en la práctica clínica (8). En este sentido, los estudiantes valoran especialmente la integración de la teoría con la práctica que ofrece la simulación, así como la preparación que les brinda enfrentar situaciones clínicas reales.
Además, aprovechar la perspectiva única y la capacidad de relación de los estudiantes como instructores, la simulación fomenta un ambiente colaborativo y cómodo, facilitando la adquisición de conocimientos, el desarrollo de habilidades, y competencias (9). Las actividades de simulación promueven el trabajo en equipo, una competencia esencial en el ámbito de la salud, y permite practicar la toma de decisiones en un entorno controlado.
Por último, la implementación de estrategias docentes como la escucha activa, la empatía y el manejo del lenguaje no verbal durante las prácticas contribuye a la adquisición de competencias y a una elevada satisfacción con la organización y desarrollo de las simulaciones (10). Los docentes son vistos como guías fundamentales que refuerzan los aprendizajes y corrigen errores, mientras que la retroalimentación continua se considera clave para el desarrollo integral del estudiante.
En este contexto, surge la pregunta de investigación: ¿Cuál es la percepción de los estudiantes de enfermería sobre el uso de simuladores clínicos en su formación académica? Para responder a esta interrogante, el presente estudio tuvo como objetivo analizar la percepción de los estudiantes de la carrera de Enfermería respecto a la influencia de los simuladores y las prácticas de simulación en su proceso de aprendizaje.
MATERIALES Y MÉTODOS
La presente investigación se enmarcó en un enfoque cualitativo, con diseño fenomenológico-hermenéutico, el cual permitió explorar las experiencias vividas por los estudiantes de primer ciclo de la carrera de Enfermería de la Universidad Católica de Cuenca, extensión Cañar, en relación con el uso de simuladores y prácticas de simulación durante el período académico septiembre 2024 - febrero 2025. Este enfoque posibilitó una comprensión profunda de las percepciones, emociones y reflexiones subjetivas de los participantes frente a un fenómeno educativo clave en su formación profesional.
La investigación se desarrolló en tres fases. En la fase descriptiva, se organizó el proceso metodológico y ético, contemplando la elaboración del proyecto y la planificación logística del trabajo de campo. En la fase estructural, se diseñaron las guías de entrevista semiestructurada basadas en dos categorías principales: experiencias con simuladores y emociones/percepciones generadas durante la simulación, las cuales fueron validadas por cinco expertos mediante el coeficiente de Aiken.
Además, se preparó una matriz para organizar la información, junto con la posterior transcripción, codificación abierta y análisis temático de los discursos. Finalmente, en la fase interpretativa, se realizó la discusión de los hallazgos con base en la literatura científica, y se concertó una retroalimentación con los participantes para validar la interpretación de sus relatos, asegurando la fidelidad con sus testimonios.
La muestra fue seleccionada mediante un muestreo no probabilístico por conveniencia, conformada por 5 estudiantes del primer ciclo que cumplían los criterios de inclusión: estar matriculados en el período correspondiente, haber participado en al menos dos sesiones de simulación clínica y otorgar su consentimiento informado. Se excluyeron aquellos estudiantes que no aceptaron participar o no cumplieron con los criterios establecidos.
El tamaño de la muestra se determinó siguiendo los principios de la investigación cualitativa, donde la representatividad no se basa en la cantidad, sino en la profundidad y riqueza de la información obtenida. La selección de cinco participantes permitió alcanzar la saturación teórica, es decir, el punto en el que no emergieron nuevas categorías relevantes durante el análisis de los datos, garantizando así la suficiencia y calidad de la información recolectada. Además, la selección de cinco participantes se realizó de manera estratégica para asegurar la diversidad en las experiencias y percepciones relacionadas con el uso de simuladores clínicos.
Para la recolección de información, se empleó la técnica de entrevista semiestructurada individual, desarrollada de manera presencial y grabada con autorización de los participantes. Las entrevistas se realizaron conforme a principios éticos de confidencialidad, anonimato y consentimiento informado. Los datos fueron analizados mediante codificación abierta, apoyándose en la teoría fundamentada, lo que permitió el surgimiento de categorías emergentes. Asimismo, se aplicaron los criterios de rigor cualitativo: credibilidad, transferibilidad, dependencia y confortabilidad.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En este apartado, se presentan los resultados obtenidos a partir del análisis cualitativo de las percepciones de los estudiantes de la carrera Enfermería sobre el uso de simuladores clínicos en su formación académica. Los resultados fueron organizados en categorías que reflejan las experiencias, emociones y aprendizajes derivados de esta metodología, proporcionando una visión integral de la influencia de los simuladores en el proceso educativo.
Del análisis cualitativo realizado con el software Atlas.ti, permitió identificar siete categorías principales que organizan las percepciones de los estudiantes de Enfermería sobre el uso de simuladores clínicos: aprendizaje en entorno seguro, integración teórico-práctica, evaluación continua, retroalimentación docente, toma de decisiones, confianza en habilidades clínicas, motivación del estudiante y trabajo en equipo (Figura 1). Estas categorías reflejan tanto el cognitivo como actitudinal de la simulación clínica en la formación profesional.
Entre ellas, el aprendizaje en entorno seguro se destacó como eje central de la experiencia formativa. Los estudiantes valoraron que, la simulación les ofrece un espacio libre de riesgos, lo cual facilita la repetición, la autoconfianza y la reducción del temor al error, aspectos fundamentales para el desarrollo de competencias clínicas.
La integración teórico-práctica fue otro hallazgo relevante, ya que los participantes reconocieron la oportunidad que ofrece la simulación para aplicar conocimientos teóricos en contextos simulados, consolidando así su aprendizaje. Este vínculo entre teoría y práctica es esencial para la formación en enfermería y está respaldado por la teoría constructivista que fundamenta el aprendizaje activo
Asimismo, la evaluación continua, así como la retroalimentación docente, fueron valoradas como recursos clave para el seguimiento y mejora del desempeño. La inmediatez y orientación formativa de la retroalimentación contribuyen a corregir errores y a fortalecer la confianza en habilidades clínicas, aspectos que los estudiantes consideran fundamentales para su aprendizaje y desarrollo profesional.
La toma de decisiones clínicas emergió como una competencia fortalecida a través de la simulación, especialmente en escenarios que requieren análisis crítico y respuestas rápidas. Los estudiantes manifestaron sentirse más preparados y seguros para enfrentar situaciones reales, lo que refleja el impacto positivo de esta metodología en su confianza y habilidades prácticas.
Además, la motivación y el trabajo en equipo fueron aspectos recurrentes en los testimonios, evidenciando que la simulación no solo desarrolla habilidades técnicas, sino que también fomenta actitudes y competencias sociales indispensables en el ámbito sanitario.
Complementariamente, se identificaron seis dimensiones que enriquecen la comprensión del fenómeno: el aprendizaje experiencial y seguro, desarrollo profesional, aprendizaje sin riesgo, acompañamiento docente, motivación del estudiante y componentes técnicos de la práctica simulada Figura 2. Estas dimensiones profundizan en aspectos específicos que influyen en la percepción estudiantil, como la importancia del realismo en los escenarios y el apoyo emocional docente.
Dentro de este contexto, el aprendizaje experiencial y seguro fue descrito como una vivencia que combina la práctica repetitiva con la reflexión crítica, mientras que el desarrollo profesional se asoció a la preparación para enfrentar contextos clínicos reales. La categoría de aprendizaje sin riesgo reafirma la importancia de un entorno libre de consecuencias reales, lo que permite al estudiante aprender del error de forma segura.
Así mismo, el acompañamiento docente fue otro componente relevante, donde se valoró la presencia activa y empática del instructor, fundamental para guiar el proceso. En cuanto a la motivación del estudiante, se reportó un mayor compromiso e interés durante las sesiones simuladas. Finalmente, los componentes técnicos de la práctica, como el realismo de los escenarios, el equipamiento y la ambientación, fueron reconocidos como elementos clave para una experiencia de aprendizaje significativa.
Por su parte, para respaldar los hallazgos obtenidos en el análisis, se incorporaron fragmentos literales de las entrevistas que permiten reflejar con mayor fidelidad las percepciones de los estudiantes. De hecho, estas voces aportan profundidad al estudio y ayudan a comprender cómo viven realmente las prácticas de simulación clínica.
Dentro de este contexto, uno de los temas que más resaltó fue la importancia de poder equivocarse sin temor a dañar a un paciente. E1 señaló que “aprendo de mis errores sin riesgo para los pacientes, lo que me permite corregir procedimientos y mejorar mi criterio clínico”. En esa misma línea, E2 expresó que “en la práctica, cometer errores es parte del aprendizaje, pero en situaciones reales no se deben cometer”, lo cual muestra cómo el entorno simulado es percibido como un espacio de aprendizaje seguro.
En cuanto al desarrollo de confianza y habilidades clínicas, varios estudiantes indicaron que la simulación les permitió sentirse más preparados. E3 mencionó que “mejora mucho porque puedo tomar decisiones con más seguridad y confiando en lo que voy a hacer”, mientras que E2 destacó que “ha aumentado nuestras habilidades y nuestra propia confianza para la toma de decisiones”.
Así mismo, el acompañamiento del docente también fue una de las categorías más valoradas, de esta manera, E1 afirmó que “el acompañamiento del tutor fue muy importante, porque nos iba guiando paso a paso y eso nos daba más seguridad”. Por su parte, E2 agregó que “el apoyo más valioso de mis docentes en las prácticas de enfermería es la retroalimentación constante, las correcciones en tiempo real y su orientación”. Estas respuestas dejan ver que la presencia activa del docente no solo facilita el aprendizaje técnico, sino que también aporta tranquilidad y orientación emocional.
Por otro lado, la evaluación continua fue percibida como un recurso útil para mejorar el rendimiento. Así mismo, E2 lo describió de la siguiente manera: “la evaluación continua en los laboratorios me ayuda a identificar mis fortalezas y áreas de mejora, corregir errores de inmediato, perfeccionar mis habilidades y ganar confianza”. Esta percepción se repitió también en los testimonios de E4 y E5, quienes consideraron que esta práctica les permitió hacer un seguimiento claro de sus avances.
Finalmente, la motivación fue un aspecto presente en todos los discursos. E1 comentó sentirse “muy motivada porque aprendo de manera práctica y segura”, mientras que E2 expresó estar “muy motivado y entusiasmado al tener que realizar mis prácticas”. Estas declaraciones reflejan el entusiasmo generado por una metodología que permite al estudiante ser protagonista de su proceso formativo.
En conjunto, estos resultados evidencian que la simulación clínica constituye una estrategia educativa integral que va más allá del entrenamiento técnico. Proporciona un espacio seguro para el aprendizaje experiencial, promueve la reflexión crítica y fortalece competencias cognitivas, emocionales y sociales esenciales para el ejercicio profesional de la enfermería. La combinación de un entorno seguro, la retroalimentación constante y la motivación generada, posicionan a la simulación como una metodología efectiva y adaptada a las necesidades formativas actuales.
Discusión
Los resultados obtenidos en este estudio cualitativo permiten comprender en profundidad la percepción que tienen los estudiantes de Enfermería respecto al uso de simuladores clínicos como recurso didáctico. En general, se identificó una valoración positiva hacia la simulación, considerada como una estrategia que potencia el aprendizaje práctico, reduce la ansiedad frente a situaciones clínicas reales y favorece el desarrollo de habilidades tanto técnicas como interpersonales.
Este hallazgo coincide con investigaciones internacionales, como la de Kim et al. (11) que evidencian mejoras significativas en la autoconfianza y competencia clínica de los estudiantes, especialmente en escenarios complejos donde el juicio crítico y la toma de decisiones rápida son fundamentales. De manera similar, Triviño y Mendoza (8), demostraron que la simulación clínica fortalece no solo el conocimiento práctico, sino también el trabajo colaborativo y la capacidad de reflexión post-simulación, aspectos que se reflejan en los testimonios recogidos, (12,13)
El rol del docente como facilitador fue reconocido como fundamental para el éxito de la simulación, lo que coincide con Puga y Roco (14). No obstante, es importante considerar que la calidad de la retroalimentación y la formación docente en simulación pueden variar, afectando potencialmente los resultados educativos. Esto abre la puerta a futuras investigaciones que evalúen la preparación y competencias del personal docente en simulación clínica.
Sin embargo, más allá de la confirmación de los beneficios percibidos, es necesario analizar críticamente las implicaciones de estos hallazgos. Por ejemplo, aunque la simulación ofrece un entorno seguro para cometer errores y aprender, esta misma seguridad puede limitar la exposición a la incertidumbre y presión emocional propias del entorno clínico real, lo que podría afectar la transferencia completa de habilidades a la práctica profesional. Esta limitación señalada también por Gaba (15), sugiere que la simulación debe complementarse con experiencias clínicas reales para un aprendizaje integral.
Otro aspecto relevante reflexión es la dependencia de los recursos tecnológicos y la infraestructura para la calidad de la simulación como indican Okadu et al. (16), las condiciones institucionales, como el mantenimiento y actualización de los simuladores, pueden afectar la experiencia educativa. En el presente estudio, aunque no se exploró en profundidad este factor, algunos participantes mencionaron limitaciones relacionadas con el realismo y disponibilidad de equipos, lo que sugiere áreas de mejora para futuras investigaciones y prácticas institucionales. Esta observación ha sido reportada también por Gaba (15), quien afirma que la simulación, aunque efectiva, debe complementarse con prácticas clínicas reales para lograr un aprendizaje integral.
En conclusión, este estudio, aporta información valiosa y contribuye a llenar un vacío en la literatura local, si bien la muestra es limitada a un contexto institucional específico, los resultados aportan información valiosa que puede orientar mejoras curriculares y fortalecer el diseño de estrategias pedagógicas en carreras de salud. En definitiva, la simulación clínica se confirma como una estrategia educativa prometedora, pero su implementación debe ser reflexiva, complementada y contextualizada para maximizar su impacto en la formación de profesionales de Enfermería.
CONCLUSIONES
Este estudio concluye que los estudiantes de la Licenciatura en Enfermería valoran positivamente el uso de simuladores clínicos como recurso didáctico, destacando su contribución al desarrollo de habilidades prácticas, la consolidación de la confianza y la promoción del aprendizaje activo en un entorno controlado y seguro. La simulación clínica se posiciona como una estrategia efectiva para integrar teoría y práctica, facilitando la preparación para el ejercicio profesional.
No obstante, los estudiantes también identifican limitaciones importantes que deben ser consideradas para optimizar su implementación. Entre ellas, la percepción de que el realismo de los simuladores no siempre refleja completamente la complejidad del entorno clínico real, y la necesidad de contar con recursos tecnológicos adecuados y docentes con formación específica en simulación para maximizar los beneficios educativos.
En términos prácticos, se concluye que la simulación clínica debe ser utilizada como complemento indispensable a las prácticas reales en entornos sanitarios, ya que, aunque permite un aprendizaje seguro y reflexivo, no sustituye la experiencia directa con pacientes. Sus aportes contribuyen significativamente al desarrollo de competencias esenciales para un desempeño profesional seguro, ético y competente.
Se recomienda que las actividades de simulación clínica se planifiquen de forma progresiva, comenzando con escenarios reales que refuercen habilidades técnicas, que permitan avanzar hacia situaciones más complejas que integren toma de decisiones y trabajo en equipo. Para ello, es fundamental capacitar a los docentes en metodologías de simulación, incluyendo el diseño de escenarios, manejo de tecnología y técnicas efectivas de retroalimentación formativa.
Finalmente, se sugiere integrar la simulación de manera sistemática en el currículo de Enfermería, asegurando a su vez, recursos de alta fidelidad y espacios adecuados, así como el establecimiento de protocolos claros para la evaluación continua y una retroalimentación formativa estructurada. Estas acciones contribuirán a potenciar un aprendizaje activo, reflexivo y ético, alineado con las demandas actuales de la formación en salud.
















