INTRODUCCIÓN

En el ámbito académico, la habilidad y el esfuerzo no son sinónimos. El esfuerzo no garantiza el éxito, y la habilidad comienza a cobrar mayor importancia a medida que el estudiante desarrolla su capacidad cognitiva. Esto le permite hacer una elaboración mental de las implicaciones causales que tiene el manejo de las autopercepciones de habilidad y esfuerzo. Si bien estas autopercepciones son complementarias, no presentan el mismo peso para el estudiante. En este mismo sentido, en el contexto escolar, los docentes suelen valorar más el esfuerzo que la habilidad. Esto significa que, mientras un estudiante espera ser reconocido por su capacidad, lo cual resulta importante para su estima, en el salón de clases se reconoce su esfuerzo (^{Núñez et al., 2018}).

De manera conceptual, las habilidades sociales son analizadas por la Psicología Positiva, que tiene como premisa que el ser humano tiene estados de trastornos psíquicos (^{Adserá, 2008}). Estos estados son las fortalezas humanas, que conducen a períodos emocionales, procesos cognitivos que facilitan la interacción social. Por esta razón, es necesario abordar el estudio no solo de las dificultades sino de las fortalezas y capacidades que poseen los niños y adolescentes, para un mayor bienestar psicológico (^{Castro, 2010}). En efecto, las habilidades sociales han provocado un gran interés durante las últimas décadas en el campo investigativo. La forma en que se cría y trata a los jóvenes en el núcleo familiar o en una comunidad tiene un impacto significativo en sus habilidades sociales desde muy temprana edad. La evidencia de interacción social primaria, se ha observado en los primeros meses de vida desde una perspectiva conductual, así los primeros años de la vida de un niño son esenciales para el aprendizaje, porque está más abierto a los modelos a seguir de los adultos. Esto se debe a que es durante este tiempo que se sientan las bases para apoyar el aprendizaje permanente que será necesario en el futuro, no solo en la niñez sino durante las siguientes etapas del ciclo vital (^{Greco et al., 2007}).

Durante los años de formación de una persona, está especialmente abierta a las influencias sociales y culturales que la rodean, estas influencias dan forma a sus patrones básicos de comportamiento (^{Mestre y Guil, 2012}). El control emocional débil de los niños deriva en muchas ocasiones en conductas negativas, lo que les impide ajustarse a las reglas establecidas, lo que puede causar problemas de comportamiento. Al mismo tiempo, al hablar de habilidades sociales es importante considerar la edad evolutiva del sujeto, dado que no tiene el mismo valor para un niño que para un adulto (^{Lacunza y Contini, 2009}). Para evitar comportarse de una manera socialmente inaceptable, se requieren aplicar acciones concretas según la situación bajo un determinado contexto y que tienen relación con los sentimientos, derechos, opiniones o actitudes del individuo. Tener en cuenta los sentimientos de los demás y trabajar para resolver los desacuerdos lo antes posible ayudará a disminuir la probabilidad de futuras confrontaciones (^{Maleki et al., 2019}).

Efectivamente, el entorno juega un papel importante en el desarrollo de un bebé, en este sentido, ^{Maleki et al., (2019}) estudiaron las habilidades sociales en estudiantes del nivel preescolar analizando la correlación entre la habilidad y el entorno del niño. Los resultados mostraron que los infantes con maestros experimentados y con ambos padres con empleo, formación universitaria y altos ingresos económicos tienden a obtener mejores resultados en habilidades sociales. Es decir, de la misma manera que los niños aprenden la asertividad de sus padres, pueden beneficiarse de tener maestros con experiencia que sirvan como modelos positivos en el salón de clases. Con referencia a lo anterior, en la medida en que los niños adquieran y desarrollen habilidades sociales y emocionales saludables, tendrán interacciones positivas en su entorno, lo que les ayudará a aprender sobre sí mismos y moldear sus identidades de manera positiva (^{Lacunza, 2010}).

Como ya se ha indicado las habilidades sociales son mejores cuando se aprenden, desarrollan e incorporan durante la niñez, modificando el individuo su conducta dependiendo de la fuerza del refuerzo que reciba por sus respuestas (^{Aubone et al., 2016}). Además, es importante indicar que hay diferentes formas de categorizar las habilidades sociales, ^{Goldstein (2021}) destaca un conjunto de seis habilidades sociales: básicas, avanzadas, relacionadas con los sentimientos, de planificación, de afrontamiento del estrés y como alternativas a la agresión. Aprender a interactuar positivamente con las personas y resolver conflictos en la propia vida y la comunidad es la suma total de lo que se conoce como habilidades sociales, que se enseñan en las escuelas y se fomentan en las familias. Desarrollar estas habilidades, tanto en niñas como en los niños les ayuda a mejorar los métodos y las habilidades que necesitarán para su desarrollo integral y sentirse cómodos en su hogar, con sus pares y sus comunidades educativas (^{González, 2017}; ^{Guzmán, 2018}).

Hechas las consideraciones anteriores, la presente investigación se trazó como objetivo analizar las habilidades sociales en estudiantes y la importancia del apoyo docente en su desarrollo, fundamentales para su éxito académico, social y personal. El objetivo analiza el grado de desarrollo de las habilidades sociales y como se asocian a la educación. Para responder el objetivo, se plantearon las interrogantes: ¿De qué forma intervienen las habilidades sociales en el aprendizaje y rendimiento académico? y ¿Cuál es el impacto del apoyo docente en el desarrollo de las habilidades sociales en la formación integral de los niños en edad escolar?

En tal sentido, los estudiantes con habilidades sociales bien definidas son más capaces de formar relaciones positivas con sus compañeros, profesores y familiares, y son más propensos a tener éxito en la escuela y en la vida. Una investigación sobre el impacto de las habilidades sociales en la formación integral de los niños en edad escolar ayuda a comprender mejor cómo estas habilidades influyen en el desarrollo y el bienestar de los niños. El conocimiento de los propios sentimientos y emociones, como la perspectiva emocional, se puede fomentar a través de una variedad de métodos, que incluyen el juego de roles, la expresión artística, el desarrollo de habilidades de comunicación, entre otros. Por lo anterior, fortalecer en los estudiantes las habilidades sociales consolida la autoprotección ante las situaciones de riesgo y mejora la capacidad para recuperarse de los momentos difíciles; efectivamente las personas resilientes luego de situaciones difíciles son más capaces de manejar con menos efectos su salud emocional y física (^{Pérez y Filella, 2019}).

METODOLOGÍA

La investigación tuvo un enfoque cualitativo donde se efectuó una revisión sistemática con la aplicación de la metodología PRISMA, para la selección de artículos pertinentes con el tema, nacionales e internacionales desde 2019 al 2023, en inglés, español y portugués, publicados en las bases de datos: Scielo, Scopus, Latindex y Reladyc. Para la búsqueda se utilizaron las variables: “Habilidades sociales”, “Apoyo docente”, “Desarrollo de las habilidades sociales”, “Formación integral de los estudiantes”, “Rendimiento Académico”, usando los operadores booleanos AND, OR y NOT para refinar los resultados y excluir los que no eran relevantes. Las ecuaciones de búsqueda utilizadas fueron: “habilidades sociales AND formación integral de los estudiantes NOT revisión sistemática”, “Desarrollo de habilidades sociales AND apoyo docente NOT revisión sistemática” “habilidades sociales AND formación integral de los estudiantes OR rendimiento académico”.

En cuanto a los criterios de inclusión, se consideró la información contenida en: a) estudios que midan las habilidades sociales de los estudiantes, b) estudios que midan el desarrollo integral de los estudiantes y c) estudios que utilizan métodos de investigación válidos y confiables. En relación con la exclusión, los criterios empleados para descartar las fuentes fueron el rango de fechas, documentos no pertenecientes a las bases de datos, temáticas diferentes y los que se presentan como duplicados.

Se identificaron un total de 80 investigaciones en las bases de datos consultadas que fueron analizadas con la aplicación del método PRISMA; 35 registros fueron descartados al verificar que estaban duplicados en varias bases de datos o con características indicadas en los criterios de exclusión, examinándose y eligiéndose posteriormente 45 estudios para su lectura completa. Se descartaron 30 de acuerdo con los criterios de inclusión, incluyéndose en la revisión 15 estudios (Figura 1).

Figura 1. Flujograma PRISMA 

DESARROLLO Y DISCUSIÓN

A partir de la información señalada en los trabajos identificados, seleccionados y analizados (Tabla 1), como parte de este estudio de revisión sistemática, se presentan las siguientes categorías y los aspectos que las describen.

Tabla 1. Investigaciones analizadas en la revisión. 

Habilidades sociales y el papel del docente en su desarrollo

Las habilidades sociales son las capacidades que permiten conectarnos con los demás de manera positiva y productiva. Esto incluye aspectos como la comunicación, la resolución de conflictos, la cooperación y la empatía. Las personas con buenas habilidades sociales son capaces de establecer relaciones sólidas y satisfactorias. Son capaces de comunicarse eficazmente, resolver los conflictos de manera constructiva y trabajar en equipo. También son capaces de comprender y responder a las necesidades de los demás (^{Combs y Slaby, 1977}; ^{Segura, 2002}; ^{Valiente y Hernández, 2020}; ^{Bravo-Cedeño et al., 2020}). Por otra parte, la Teoría Bioecológica sostiene que las habilidades sociales son las capacidades que permiten interactuar con los demás de manera efectiva y establecer relaciones positivas y mutuamente beneficiosas (^{Gonçalves et al., 2018}). Es decir, las habilidades sociales son el conjunto de comportamientos asertivos de una persona que son necesarios para la interacción social.

En la actualidad, las habilidades sociales son cada vez más importantes en la educación. Los docentes tienen la responsabilidad de ayudar a los estudiantes a desarrollar estas habilidades, que son esenciales para el éxito académico, las relaciones personales y el bienestar personal. La capacidad de funcionar con éxito en situaciones sociales es un componente clave de la autopercepción positiva. Estos comportamientos se desarrollan en respuesta a las necesidades específicas de cada situación y se ven afectados por factores internos y externos propios de la persona.

Por lo anterior, el aporte los agentes educativos que ayudan en la formación de niños y jóvenes es fundamental en el aprendizaje significativo. El sentido social de su trabajo depende de las diversas responsabilidades que tiene, y su aporte es fundamental para construir un servicio que tenga en cuenta las fragilidades y las necesidades de las personas, centrando su acción educativa en el crecimiento de las capacidades cognitivas, afectivas y somáticas de los estudiantes a través de un currículo cuidadosamente diseñado. En este sentido, desde los griegos, el maestro era responsable de la formación integral del alumno, tanto en lo académico como en lo moral, encargado de moldear su carácter, asegurándose de que desarrollara una integridad moral sólida, ayudándole a convertirse en un ciudadano responsable y moralmente correcto (^{Remolina et al., 2004}).

Habilidades sociales en la formación integral en los estudiantes

Los niños en sus primeros años de vida necesitan trabajar en sus habilidades sociales, que incluyen la conciencia de los propios sentimientos e impulsos, la capacidad de regular esos sentimientos, la empatía por las perspectivas de los demás y el impulso para resolver problemas, mantener la calma en una situación difícil, comprender cuando un amigo está pasando por un momento difícil y hacer las tareas diarias y ganas de aprender. Estrategias con fundamentos lúdicos para enseñar a los niños en edad preescolar les ayuda a hacer amigos y aprender a llevarse bien con los demás (^{Guzmán, 2018}).

Asimismo, las figuras de apego de un niño juegan un papel importante en la forma en que crece socialmente. Se enfatiza que aprender y practicar la forma correcta de actuar en situaciones sociales con adultos y otros niños, especialmente aquellos en la familia inmediata, es significativo para el desarrollo de habilidades sociales en el ámbito escolar. Durante este período, los niños aprenden y perfeccionan habilidades sociales positivas a través del juego (^{Lacunza y Contini, 2011}; ^{Gutiérrez et al., 2023}).

Experiencias en el campo de la educación especial como la de ^{Sandoval et al., (2020}) empleando como estrategia de mediación pedagógica el teatro, ha permitido motivar y generar el aprendizaje de habilidades sociales por medio de experiencias reales, placenteras y novedosas para los participantes, implementando la mediación pedagógica en función del individuo, el objeto de estudio y los medios, y es de esta interacción dinámica que se genera el tratamiento de los contenidos y la transformación nivel personal o colectivo (^{Perlamo et al., 2021}) . Los docentes que utilicen el aprendizaje cooperativo en sus aulas pueden contribuir al desarrollo de las habilidades sociales de todos sus alumnos, incluidos los que tienen necesidades educativas especiales. Establecer programas o modelos acordes a las diferentes condiciones de los estudiantes, que permitan la valoración de aspectos positivos, faciliten el entrenamiento en un pensamiento diverso, desarrollando y fortaleciendo de esta forma las habilidades sociales (^{Aucasi, 2022}; ^{Gutiérrez et al., 2023}).

Además, las habilidades sociales inciden directamente en el nivel de rendimiento académico de los estudiantes. Los adolescentes desde que nacen son seres sociables y depende de la formación que reciban desde la infancia para demostrarse íntegros frente a la sociedad, la interacción social permite al adolescente crear propuestas para solucionar sus problemas en el contexto en el cual se desarrolla con innovación, creatividad, autonomía y pro positividad (^{Núñez et al., 2018}). El estudio de ^{Rosales et al. (2020}) evaluó los efectos de un programa de intervención para mejorar las habilidades sociales en adolescentes, determinándose que el programa fue efectivo, ya que los adolescentes que lo completaron mostraron un aumento significativo en sus habilidades sociales. Los resultados del estudio sugieren que los programas de intervención para mejorar las habilidades sociales son efectivos en los adolescentes. Estos programas pueden ayudar a los adolescentes a desarrollar las habilidades que necesitan para interactuar de manera efectiva con los demás (^{Justo y Bobadilla, 2021}).

Asimismo, la orientación y el fortalecimiento de los pensamientos y comportamientos positivos de los adolescentes puede ayudar a reducir o prevenir las conductas de riesgo. Las conductas de riesgo son aquellas que pueden poner en peligro la salud, la seguridad o el bienestar de una persona. Cuando los adolescentes tienen una base sólida de pensamientos y comportamientos positivos, son menos propensos a participar en conductas de riesgo. También es importante que los adolescentes tengan acceso a recursos y oportunidades para desarrollar sus habilidades sociales. Esto puede incluir programas de intervención, grupos de apoyo y actividades extracurriculares (^{Cacho et al., 2019}).

Los padres, los maestros y otros adultos que trabajan con adolescentes también pueden desempeñar un papel importante en la promoción de pensamientos y comportamientos positivos. Esto puede hacerse a través de la comunicación positiva, el establecimiento de límites claros y el modelado de comportamientos saludables. Al proporcionar a los adolescentes las herramientas y el apoyo que necesitan para desarrollar una base sólida de salud mental, se crear un futuro más seguro y saludable para ellos, desarrollar una autoestima saludable, tomar decisiones acertadas y manejar las emociones de manera saludable (^{Sacaca y Pilco, 2022}).

A nivel universitario, en el estudio de ^{Cajas et al. (2020}) reportan que el engagement o compromiso, es una habilidad social que se caracteriza por la participación activa, el interés y el disfrute del aprendizaje. Los estudiantes que tienen un alto engagement académico son aquellos que se involucran en sus estudios, se sienten seguros de sus capacidades y disfrutan de aprender (^{Jaramillo et al., 2021}). Este compromiso académico tiene un impacto positivo en el rendimiento académico, ya que los estudiantes que están comprometidos tienen más probabilidades de obtener buenas calificaciones. Además, el compromiso académico también puede ayudar a los estudiantes a persistir en sus estudios y a completar su carrera.

Este estudio afirma que las habilidades sociales de engagement, como el vigor, la dedicación y la absorción, no están relacionadas con el rendimiento académico. Esto significa que los estudiantes que tienen estas habilidades no necesariamente obtienen mejores calificaciones. Los estudiantes pueden mostrar altos niveles de energía y resistencia mental, entusiasmo por los desafíos académicos y concentración y satisfacción por estas actividades, pero esto no garantiza que logren buenos resultados académicos. Es decir, el interés y el compromiso son fundamentales para el éxito académico, pero incluso los estudiantes más comprometidos pueden verse afectados por situaciones adversas. Sin embargo, la principal conclusión es que pese a las condiciones adversas y desmotivación mantienen un desempeño académico equilibrado, siendo positivo el desarrollo de las habilidades sociales.

Por otro lado, el trabajo colaborativo como estrategia didáctica también mejora el aprendizaje y desarrolla las habilidades sociales, entre dos o más personas para lograr un objetivo común. Esta estrategia requiere que los estudiantes desarrollen una serie de habilidades sociales como la comunicación, la colaboración, la resolución de conflictos y la empatía. El trabajo colaborativo proporciona a los estudiantes la oportunidad de practicar estas habilidades en un entorno seguro y controlado, estos deben ser capaces de comprender y apreciar los puntos de vista de los demás (^{García y Matta, 2020}; ^{Orbegoso y Oseda, 2021}).

Formación de docentes en habilidades sociales

Dado que el perfil del docente determina en gran medida la formación que se ofrece en las instituciones educativas y, en definitiva, el ser humano que se está formando, la capacitación docente en cuanto a la transmisión y educación de habilidades sociales es un tema controversial en la actualidad. Según ^{Escudero-Muñoz (2009}) la mayoría de los conflictos y malentendidos que surgen en las escuelas se pueden atribuir a una falta de formación en habilidades de comunicación interpersonal y una deficiencia general en esta área. Las interacciones ineficaces o improductivas entre profesores y estudiantes o entre ellos son comunes en el aula, lo que lleva a disputas que pueden evitarse con un mejor desarrollo de habilidades sociales e individuales.

El estudio de ^{Morales et al., (2016}) plantean que en la formación inicial de los docentes se evidencia incapacidad para liderar y motivar a otros de manera efectiva. Ha habido poco énfasis en la capacitación de dinámicas de grupo y los profesionales han tenido una experiencia limitada trabajando con niños en entornos reales. Los docentes con dificultades para relacionarse con los demás pueden sentirse abrumados y desmotivados cuando son criticados o atacados verbalmente. Para mejorar su capacidad de afrontar estas situaciones, es importante que reciban formación específica en habilidades sociales. Cuando los docentes tienen buenas habilidades sociales, son capaces de establecer relaciones de confianza con los estudiantes, comunicarse de manera efectiva con los estudiantes, motivar a los estudiantes a aprender y solucionar conflictos de manera constructiva. Además, las instituciones educativas deben crear un entorno de trabajo positivo y respetuoso, donde los docentes se sientan apoyados y valorados (^{Elizalde et al., 2021}).

En este sentido, la escuela es un espacio de socialización, aprendizaje y desarrollo del individuo, siendo importante que las aulas se consoliden como un espacio de apoyo, empatía, buen trato, cooperación y aprendizaje significativo, donde los docentes promuevan prácticas que permitan el desarrollo de las habilidades sociales. El perfeccionamiento de habilidades socioemocionales en los docentes es una estrategia óptima para cultivar la perspectiva intra- e interpersonal del maestro y repercutir directamente en las relaciones con estudiantes, sensación de motivación laboral, reducción del estrés y mejoramiento del clima de aula (^{Gutiérrez y Buitrago, 2019}).

Un docente con habilidades socioemocionales adecuadas tiene la suficiente capacidad para comunicarse con sus estudiantes de manera asertiva, mediar positivamente los conflictos dentro de su aula, gestiona ambientes de aula cálidos, implementa la empatía como una estrategia en la relación con sus alumnos, enseña a vivir y convivir en sociedad, es capaz de adaptarse a cambios sociales, implementa estrategias de innovación e investigación en su clase y propende por la gestión de climas de aula positivos. En esta dirección, es necesario que los docentes tengan la posibilidad de formarse social y emocionalmente con un conjunto de habilidades que les permitan favorecer su ejercicio profesional.

CONCLUSIÓN

El desarrollo de las habilidades sociales en el individuo tiene efecto directo en el aprendizaje intrínseco y sobre su entorno, ayudando en el establecimiento de su autoestima, independencia, empatía y a la resolución de conflictos de forma exitosa. A lo largo de la vida temprana, un niño experimenta y registra modelos que impactan en la creación de su personalidad; así, los padres juegan un papel fundamental en el desarrollo social desde su entorno familiar, fomentando los aprendizajes necesarios para el desarrollo de las habilidades sociales, al igual que los distintos agentes educativos.

Para evitar comportamientos potencialmente negativos, es fundamental acompañar el proceso de socialización. Es responsabilidad de la escuela y la familia, brindar al niño una educación integral, que incluye prepararlo para funcionar de manera efectiva dentro del contexto social del mundo moderno. La capacidad de interactuar con éxito con los compañeros y los demás es crucial para el crecimiento y desarrollo del individuo porque facilita la adquisición de refuerzos sociales cruciales del entorno inmediato que promueven la adaptación del sujeto a ese entorno.

Ser bueno en algo que disfruta, ya sea un deporte, un instrumento musical o trabajar con otros en un equipo, es un indicador de sus habilidades sociales, porque muestra que está creciendo como persona y adaptándose al mundo que lo rodea. Esto se debe a que los aspectos personales y sociales de la vida de una persona están en armonía. En este sentido, las habilidades sociales de un individuo comienzan a formarse, allanando el camino para la formación de estándares para el comportamiento social apropiado

En las investigaciones analizadas se converge en la idea que las competencias son la base de la educación, considerándose fundamental para los estudiantes en todos los niveles educativos desarrollar sus habilidades sociales, ya que estas les permiten interactuar, aumentar su confianza en sí mismos, aprender a relacionarse de manera adecuada, ser asertivos en sus relaciones interpersonales, aprender a prevenir y resolver conflictos, y construir vínculos sociales. Esto es de vital importancia para las familias, ya que estas habilidades promueven la formación de individuos más dispuestos a vivir en sociedad y con mayores oportunidades de relacionarse, fomentando una comunicación abierta y respetuosa en el hogar. Además, permite a los padres observar el progreso de sus hijos en el desarrollo de estas habilidades, motivándolos a continuar apoyándolos en este proceso en el ámbito familiar.