INTRODUCCIÓN
La personalidad de los estudiantes es un factor crucial en el ámbito educativo, ya que se define como una organización de características estructurales y funcionales relativamente estables, tanto innatas como adquiridas durante el desarrollo. Esta organización conductual única y definida varía entre individuos y se manifiesta en su comportamiento frente a distintas situaciones. La estructura de la personalidad no está intrínsecamente asociada con un valor específico; en cambio, incluye una combinación de características consistentes y duraderas a lo largo del tiempo, conocidas como "rasgos". Además, la personalidad involucra otros elementos como la percepción, la motivación y el estado emocional actual (Mitjana, 2019).
Los rasgos de personalidad son fundamentales para la investigación conductual debido a su naturaleza dinámica, consistente y persistente. En un entorno educativo, estos rasgos pueden proporcionar información sobre los sentimientos, pensamientos y hábitos de los estudiantes, los cuales son cruciales para su desarrollo y éxito profesional dentro de las instituciones educativas (Viteri, 2016). Desde la perspectiva psicológica, la personalidad representa la organización dinámica del sistema psicofísico de una persona, a través de la cual se adapta de manera única a su entorno. Esta organización es un proceso de desarrollo e integración; su ausencia puede llevar a la psicopatología (Torres et al., 2017).
De acuerdo con la American Psychological Association (APA, 2000), la personalidad se define como la estructura del comportamiento y las características de un individuo, permitiendo la adaptación a la vida mediante rasgos, impulsos, intereses, autoconceptos, valores, habilidades y patrones emocionales. La personalidad facilita la predicción del comportamiento, las actitudes, los valores y los roles de un individuo en función de las características situacionales. La capacidad de un estudiante para realizar tareas académicas puede estar influenciada por la expresión de sus rasgos y por los conocimientos y habilidades adquiridos a lo largo de su vida (Suárez et al., 2016; Santos et al., 2019).
Por otro lado, los estilos de aprendizaje se refieren a la manera en que cada estudiante aborda el proceso de aprendizaje de una materia, basándose en sus experiencias y conocimientos previos (Gómez y Gil, 2018; Molina y Villalva, 2019). Durante la enseñanza, es común observar que los estudiantes asimilan la información a ritmos diferentes; mientras algunos comprenden el material con facilidad, otros enfrentan dificultades que pueden llevar al fracaso en el curso, a un cambio de especialización o incluso al abandono escolar (Bermúdez et al., 2018). Los estilos de aprendizaje se han utilizado eficazmente para ayudar a los docentes a desarrollar métodos de enseñanza más efectivos y para realizar autoevaluaciones después de las clases (Beltrán et al., 2021).
Éste abarca una variedad de fenómenos y procesos, incluyendo habilidades, capacidades, autoevaluación, motivación para aprender, autorregulación y procesos mentales específicos como la memoria y el pensamiento. Estos procesos se reflejan en estrategias importantes como la toma de notas y la resolución de problemas, especialmente en la población estudiantil (Fajardo et al., 2020).
En cuanto al rendimiento académico, se refiere a los logros alcanzados por un estudiante a lo largo de su trayectoria educativa. Este concepto multifacético no solo explica la calidad y el prestigio de los resultados obtenidos, sino que también se considera una medida de la eficacia del sistema educativo en su conjunto, abarcando tanto a docentes como a estudiantes. En este sentido, varios estudios han demostrado que la implementación de métodos educativos innovadores, como el aula invertida, puede mejorar el rendimiento académico en comparación con los métodos tradicionales (Lucena et al., 2019).
El rendimiento académico, como constructo medible y cuantificable, puede categorizarse de diversas maneras. En un sentido estricto, se refiere a los parámetros legales y sociales que rodean las calificaciones de los estudiantes, mientras que, en un sentido más amplio, se relaciona con el éxito, retraso o terminación de la educación formal (Imig, 2020). Durante la pandemia de COVID-19, el cambio repentino al aprendizaje virtual presentó desafíos tanto para estudiantes como para docentes, pero también abrió nuevas oportunidades para adoptar enfoques de aprendizaje más abiertos, accesibles y personalizados (Murphy, 2021).
Estudios han explorado la relación entre los estilos de aprendizaje de los estudiantes y su rendimiento académico. Por ejemplo, Shirazi y Heidari (2019) en Irán destacan que los estilos de aprendizaje adaptativos o divergentes estaban significativamente correlacionados con el rendimiento académico. De manera similar, investigaciones en China y Argentina revelan que las metas de estatus social y las estrategias de aprendizaje autorregulado tienen un impacto indirecto en el rendimiento académico (Wang et al., 2019; Moreno et al., 2019).
En América Latina, la necesidad de fortalecer los procesos de aprendizaje es evidente, especialmente en la educación superior. A pesar de los avances, la región sigue rezagada en comparación con Norteamérica y Europa en la adopción de modelos educativos innovadores (Prensario, 2022). En Perú, el impacto de la pandemia en la educación superior ha sido significativo, afectando a cientos de miles de estudiantes cuyas trayectorias educativas se vieron interrumpidas (Monroy, 2022).
Estudios realizados en Perú han destacado la correlación significativa entre estilos de aprendizaje y rendimiento académico (Huamán et al., 2021; Fernández, 2019). En este contexto, es crucial comprender cómo la personalidad y los estilos de aprendizaje influyen en el rendimiento académico de los estudiantes, lo que puede contribuir al desarrollo de estrategias educativas más efectivas. Así, el objetivo de este estudio es determinar la incidencia de la personalidad y los estilos de aprendizaje en el rendimiento académico de los estudiantes.
Revisión literaria
Un estudio realizado por el INEI (2019) reveló que solo el 37.7% de los jóvenes entre 15 y 29 años ha accedido a algún tipo de educación superior en Perú. Además, según Penta Analytics, las principales razones detrás del bajo rendimiento académico incluyen preocupaciones profesionales y problemas emocionales (El Comercio, 2021). Estas dificultades resaltan la necesidad de intervenciones educativas que no solo aborden el contenido académico, sino también el bienestar emocional de los estudiantes.
Por otro lado, estudios recientes han mostrado enfoques prometedores para mejorar el rendimiento académico. Mamani et al., (2022) descubrieron que el uso de simulaciones virtuales realistas como recurso didáctico durante la pandemia de COVID-19 no solo ayudó a gestionar la crisis sanitaria, sino que también resultó en experiencias de aprendizaje positivas, sugiriendo que estas estrategias podrían fomentar mejoras en el rendimiento académico.
En cuanto a López y Artuch (2022) llevaron a cabo una investigación en España para explorar la relación entre características de personalidad, estilos de aprendizaje y desempeño escolar en una muestra de 47 alumnos. Los resultados mostraron que la extraversión, el estilo de aprendizaje pragmático y las estrategias de adquisición de conocimientos se correlacionaron positivamente con el rendimiento académico, destacando la importancia de la personalidad y los estilos de aprendizaje en el éxito escolar.
En México, Cervantes et al., (2020) encontraron que el 58.2% de los estudiantes prefería un estilo de aprendizaje kinestésico, y que este estilo estaba relacionado con su rendimiento académico, como se observó mediante un análisis de varianza. En Colombia, sin embargo, Vivas et al. no encontraron una relación significativa entre los estilos de aprendizaje y el rendimiento académico, lo que resalta la necesidad de adaptar las estrategias educativas a los contextos específicos de los estudiantes.
Huamán et al., (2021) destaca en un estudio con 100 estudiantes y encontraron que existía una correlación significativa entre los estilos de aprendizaje y el desempeño universitario, utilizando la prueba de chi-cuadrado y la estadística de correlación Tau-b de Kendall para medir la asociación entre las variables. Fernández (2019) llegó a conclusiones similares en su estudio sobre la relación entre estilos de aprendizaje y rendimiento académico, estableciendo que existe una correlación significativa entre ambos.
En línea con estos hallazgos, Bazalar (2019) establece que los estilos de aprendizaje también influyen en el rendimiento académico en matemáticas, sugiriendo que una buena adaptación de los métodos de enseñanza a los estilos de aprendizaje podría mejorar el rendimiento escolar en esta área.
MÉTODO
El estudio se realizó bajo un enfoque cuantitativo de análisis correlacional causal, empleando un diseño de campo. La población estuvo constituida por 350 estudiantes de la facultad de educación de una universidad estatal en Lima, y la muestra se estableció mediante un muestreo probabilístico aleatorio simple, quedando conformada por 238 estudiantes, con un rango de edad entre 18 y 25 años.
Para la recolección de datos, se utilizó la técnica de la encuesta y como instrumento el Cuestionario Breve de Personalidad (CBP) para medir los rasgos de personalidad de los estudiantes. Este cuestionario consta de veintiséis ítems distribuidos en cinco dimensiones: Apertura a la experiencia, Extroversión, Amabilidad, Responsabilidad e Inestabilidad emocional, validado previamente en el estudio de Nuñez (2021). Para medir los estilos de aprendizaje, se aplicó un cuestionario de 44 ítems agrupados en cuatro dimensiones: Estilo activo, Estilo reflexivo, Estilo teórico y Estilo pragmático, con ítems de tipo Likert, validado en el estudio de Huancapaza (2019). Finalmente, para evaluar el rendimiento académico se utilizaron las notas del último trimestre, clasificadas en tres categorías: óptimo, regular y deficiente.
La encuesta se llevó a cabo en la universidad, cumpliendo con las normativas correspondientes. Posteriormente, se aplicaron los cuestionarios, y con las respuestas obtenidas, junto con las notas del alumnado, se desarrolló una base de datos. El procesamiento de los datos se realizó utilizando los programas SPSS 25.0 y Microsoft Excel, determinando las correlaciones entre las variables mediante regresión logística ordinal.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Los resultados obtenidos en el análisis de la variable personalidad de los estudiantes reflejan una tendencia predominante hacia un nivel regular en la mayoría de las dimensiones evaluadas. En la Tabla 1, se observa que un 61.3% de los estudiantes se encuentran en un nivel regular en términos generales de personalidad. En cuanto a las dimensiones específicas, se encontró que la apertura a la experiencia presenta un nivel regular en el 56.3% de los estudiantes, mientras que la extroversión se mantuvo regular en un 60.9%. Asimismo, la amabilidad y la responsabilidad también mostraron niveles regulares con un 61.8% y 63.0% respectivamente. La inestabilidad emocional, por su parte, registró un nivel regular en el 64.7% de los estudiantes, lo que indica una mayor prevalencia de esta dimensión en comparación con las otras.
De este modo, se evidencia que, aunque la mayoría de las dimensiones de la personalidad se encuentran en un nivel regular, la apertura a la experiencia se destaca como la dimensión más elevada entre los estudiantes, mientras que la inestabilidad emocional es la dimensión que más baja puntuación obtuvo en comparación con las demás. Estos resultados sugieren que, si bien los estudiantes presentan una personalidad equilibrada en general, existen variaciones significativas en aspectos específicos como la apertura a nuevas experiencias y la estabilidad emocional.
Los resultados obtenidos en el análisis de la variable "estilos de aprendizaje" reflejan que la mayoría de los estudiantes presentan un nivel regular en la adopción de estos estilos. La Tabla 2 muestra que un 53.7% de los estudiantes se identificaron con un estilo de aprendizaje en un nivel regular. Al desglosar las diferentes dimensiones, se observó que el estilo activo se presentó con un 56.7% en un nivel regular, el estilo reflexivo con un 60.9%, el estilo teórico con un 62.6% y el estilo pragmático con un 62.2%. Esto indica que, aunque todos los estilos de aprendizaje se desarrollan predominantemente en un nivel regular, el estilo teórico es el más comúnmente utilizado entre los estudiantes. Por otro lado, el estilo activo destacó en términos de un mayor porcentaje de estudiantes que lo presentan en un nivel bajo, con un 19.5% en esta categoría, lo que sugiere que este estilo de aprendizaje es menos efectivo o menos adoptado en comparación con los demás.
Los resultados reflejados en la Tabla 2 resaltan la importancia de adaptar las estrategias de enseñanza para fomentar un aprendizaje más equilibrado y eficaz, considerando que el estilo teórico parece ser el más predominante y posiblemente más cómodo para los estudiantes, mientras que el estilo activo podría requerir más apoyo o un enfoque pedagógico diferente para mejorar su efectividad.
Seguidamente en la Tabla 3, de acuerdo con los datos obtenidos sobre el rendimiento académico de los estudiantes, se observa que el 58.8% presentó un rendimiento académico regular. Esto indica que la mayoría de los estudiantes se encuentra en un nivel que cumple con los requisitos básicos, pero no destaca en términos de excelencia. Este grupo representa el mayor porcentaje, sugiriendo una tendencia general hacia un desempeño académico promedio. En contraste, el 22.3% de los estudiantes mostró un rendimiento académico deficiente, lo cual sugiere que una parte significativa enfrenta serias dificultades en sus estudios. Este grupo podría estar experimentando problemas en la comprensión de los contenidos, falta de preparación adecuada, o desafíos en la adaptación a los métodos de enseñanza, requiriendo atención y apoyo adicional. Por otro lado, solo el 18.9% de los estudiantes logró un rendimiento académico óptimo. Este porcentaje es menor en comparación con los otros dos grupos, indicando que una proporción relativamente pequeña de estudiantes se destaca significativamente con calificaciones altas.
Los datos que fueron presentado en la Tabla 3 destacan una tendencia general hacia un rendimiento académico que se inclina más hacia lo regular y deficiente, en lugar de lo óptimo. Esto sugiere que puede ser necesario implementar estrategias adicionales de apoyo y desarrollo para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes, especialmente en las áreas que muestran un rendimiento deficiente.
Comprobación de hipótesis general
Resultados previos a la contrastación de hipótesis
En la Tabla 4, el modelo que agrupa a las variables personalidad y estilos de aprendizaje presenta un p-valor mayor a 0.05, por lo que el modelo es estadísticamente significativo (p > .05) en la predicción de la variable dependiente (rendimiento académico).
Prueba de bondad de ajuste del modelo
H0: No hay diferencias entre los datos observados y el modelo supuesto con ajuste supuesto (p > .05).
Hi: Hay diferencias entre los datos observados y el modelo supuesto con ajuste (p < .05).
La Tabla 5 proporciona una medida de qué tan bien el modelo coincide con los datos recopilados. Esto se conoce como la bondad de ajuste, que indica la similitud entre los datos esperados y los reales. Si las frecuencias reales y esperadas son similares, entonces el valor p debe exceder .05 como evidencia de un excelente ajuste del modelo. El modelo se divide en variables independientes y los resultados son mixtos, con solo un valor de p superior a .05 (p > .05).
Prueba de Hipótesis General
H0: No existe una influencia significativa de la personalidad, estilos de aprendizaje en el rendimiento académico de los estudiantes.
Ha: Existe una influencia significativa de la personalidad, estilos de aprendizaje en el rendimiento académico de los estudiantes.
Nivel de significancia: α = 0.05
Estadístico de prueba: Regresión logística ordinal
En la Tabla 6, se mostró la dependencia porcentual de en las variables personalidad y estilos de aprendizaje con el coeficiente de Nagelkerke. Este coeficiente señala que el 72.4% de la variabilidad del rendimiento académico es explicado por las variables independientes. El resto porcentual sería explicado por otras variables.
Por lo tanto, existe un marcado impacto combinado de la personalidad y los estilos de aprendizaje en el rendimiento académico de los estudiantes. Esto lleva al rechazo de la hipótesis nula y a la afirmación de la hipótesis alternativa, que postula que la personalidad y los estilos de aprendizaje tienen una influencia significativa en el rendimiento académico de los estudiantes.
Discusión
El estudio reveló que el desarrollo de la personalidad de los estudiantes se encuentra predominantemente en un nivel regular. Entre las dimensiones de la personalidad, la apertura a la experiencia fue la más alta, mientras que la estabilidad emocional resultó ser la más baja. En cuanto a los estilos de aprendizaje, se observó que la mayoría de los estudiantes se ubicaron en un nivel regular, destacando el estilo teórico como el más utilizado, mientras que el estilo activo presentó un valor más alto en su nivel bajo.
Estos hallazgos están en línea con los resultados del estudio realizado por López y Artuch (2022) en España, que encontró que la extraversión era el rasgo de personalidad predominante en su muestra. Además, señalaron que el estilo de aprendizaje pragmático y las estrategias de adquisición también eran comunes. Su investigación evidenció una correlación positiva y significativa entre la personalidad, los estilos de aprendizaje, las estrategias y el rendimiento académico, lo cual resuena con los resultados encontrados en el presente estudio.
En contraste, el estudio de Vivas et al., (2019) en Colombia no halló una relación significativa entre las variables de personalidad, estilos de aprendizaje y rendimiento académico, incluso en asignaturas de ciencias exactas, donde el valor de p fue superior a 0.05. De manera similar, Fernández (2019) concluyó que no existía una relación significativa entre los estilos de aprendizaje y el rendimiento académico en la asignatura de Histología Humana, lo que sugiere una discrepancia con los resultados del presente estudio.
Por otro lado, los hallazgos de Huamán et al., (2021) indican una correlación significativa entre los estilos de aprendizaje y el rendimiento académico en los participantes de una escuela de Sistemas, lo cual se alinea con los resultados del presente estudio. Este hallazgo también es respaldado por Bazalar (2019), quien identificó una relación positiva entre los estilos de aprendizaje y el rendimiento académico en matemáticas.
El rendimiento académico, que refleja el nivel de logro alcanzado por los estudiantes a lo largo de su trayectoria educativa, está influenciado tanto por la personalidad como por las estrategias de aprendizaje. Estos resultados sugieren que una personalidad más fuerte y el uso efectivo de estrategias de aprendizaje pueden contribuir a un mejor desempeño académico. Esto resalta la importancia de considerar estos factores al desarrollar e implementar intervenciones educativas orientadas a mejorar el rendimiento académico.
CONCLUSIONES
El análisis del estudio reveló que tanto la personalidad como los estilos de aprendizaje ejercen una influencia significativa en el rendimiento académico de los estudiantes, con una dependencia de Nagelkerke del 72.4%. Este hallazgo subraya la relevancia de estos factores en el desempeño académico y su impacto en los resultados educativos.
La investigación mostró que la mayoría de los estudiantes presentan una personalidad a nivel regular, destacando la apertura a la experiencia como el rasgo más alto y la estabilidad emocional como el más bajo. Esta distribución indica que, aunque algunos aspectos de la personalidad pueden favorecer el rendimiento académico, otros, como la estabilidad emocional, podrían representar áreas críticas que requieren atención para mejorar el desempeño.
En cuanto a los estilos de aprendizaje, se observó que se encuentran predominantemente en un nivel regular. El estilo teórico se destacó como el mejor utilizado por los estudiantes, mientras que el estilo activo mostró un valor más alto en el nivel bajo. Estos resultados sugieren que los estilos de aprendizaje pueden influir en la forma en que los estudiantes enfrentan sus estudios, afectando su rendimiento académico de manera significativa.
Finalmente, el rendimiento académico de la mayoría de los estudiantes se clasificó como nivel regular, lo que refleja una necesidad de intervenciones que potencien tanto las dimensiones de la personalidad como los estilos de aprendizaje para mejorar los resultados académicos. Estos hallazgos destacan la importancia de adaptar estrategias educativas que consideren tanto las características individuales de los estudiantes como sus métodos de aprendizaje para fomentar un desempeño académico óptimo.