Introducción
La violencia es el uso intencional de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones (1). Así mismo, es uno de los problemas más graves en la violación de derechos humanos (2). En el Perú, la violencia oscila entre el 15 % y el 71 % entre las parejas, mientras que en América Latina y el Caribe el 30 % de las mujeres ha experimentado violencia sexual o física a manos de sus parejas, y un 11 % ha sufrido violencia sexual cometida por terceros (3).
La falta de conocimiento y la realidad que se vive es un problema a nivel mundial. Esto hace que incremente los niveles de violencia, lo que genera un problema alarmante, con un porcentaje significativo de mujeres que han experimentado violencia física o sexual por parte de sus parejas en algún momento de sus vidas (4). No obstante, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la violencia contra las mujeres se está mejorando de manera considerable en 161 países (5).
Por otro lado, las carencias en las actitudes frente a la violencia familiar y sexual representan un problema arraigado en creencias influenciadas por factores sociodemográficos, familiares y educativos (6). Sin embargo, es importante destacar que incluso los profesionales de la salud, incluyendo a las obstetras, pueden ser responsables de actos violentos, y la falta de conocimiento acerca de la legislación que protege a las mujeres de la violencia obstétrica puede contribuir a la inadecuación de sus actitudes (7). Es evidente que, desde la perspectiva obstétrica, se hace necesario impulsar una mayor capacitación y formación de los profesionales de la salud, con el fin de prevenir y abordar de manera efectiva la problemática de la violencia (8,9).
Matassini et al. (10) refieren que en la pandemia de la COVID-19 fueron implementadas medidas de aislamiento y distanciamiento social para mitigar la propagación del virus, pero esto ha generado problemas como la violencia hacia mujeres y menores de edad, lo que generó un aumento de abusos físicos y psicológicos, reportándose 528 agresiones contra mujeres y 43 casos de violación sexual, de los cuales 27 fueron perpetrados a menores de edad.
El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables señala que en el año 2020 se registró un total de 235 791 llamadas atendidas relacionadas con incidentes de violencia contra mujeres, miembros del grupo familiar y violencia sexual. De estos registros se destaca que el 50 % de las llamadas fueron realizadas por las propias víctimas, un 16 % por familiares, un 13 % por llamadas anónimas, un 11 % por la madre, padre o apoderado de la persona agraviada, y otro 11 % por personas distintas (11,12).
Por otro lado, Herrera (13) mencionó que la COVID-19 es una epidemia letal que afecta a la sociedad en todas sus esferas, obligando a entrar en confinamiento como una de las medidas adoptadas por los gobiernos, lo que acarrea consigo diversas problemáticas como la violencia intrafamiliar, de tipo psicológico, físico o sexual, por parte de algún miembro de la familia.
Por lo tanto, resulta imperativo mantener la promoción del desarrollo de programas educativos orientados a la prevención de la violencia familiar y sexual. Esta iniciativa se ha vuelto de vital importancia para fortalecer las habilidades de las obstetras, capacitándolas en la identificación y el abordaje efectivo de las diversas manifestaciones de la violencia de género. Este enfoque, a su vez, ha redundado en una notable mejora de la calidad de la atención proporcionada y en el bienestar de las mujeres y los recién nacidos (14,15). Por lo dicho, el programa Marco conceptual para la prevención de la violencia de género contra las mujeres contribuyó activamente en la prevención de la violencia de género, lo cual ejerció un impacto positivo en la sociedad (16); al mismo tiempo que capacita a los profesionales para comprender y aplicar eficazmente la legislación diseñada para garantizar un entorno más seguro y respetuoso. Por consiguiente, en relación con la aproximación presentada, el objetivo de este estudio fue determinar la efectividad del programa “una vida sin violencia familiar y sexual” en tiempos de la COVID-19 para obstetras facilitadoras del distrito de Amarilis, en el Departamento de Huánuco (Perú), 2021.
Metodología
Se efectuó un estudio con enfoque cuantitativo, de tipo prospectivo, longitudinal, analítico, con diseño cuasiexperimental, la cual se llevó a cabo en el distrito de Amarilis, perteneciente a la provincia y Departamento de Huánuco (Perú), durante el año 2021.
La población censal estuvo conformada por 57 obstetras facilitadoras, de la cual solo 50 de ellas participaron de los diferentes establecimientos de salud de la provincia de Huánuco. Fueron incluidas las obstetras que atendían servicios de atención de primaria de la salud y a las que desearon participar voluntariamente del estudio.
Las variables fueron “los conocimientos” y “las actitudes”, para lo cual fue aplicado un cuestionario basado en Solano et al. (17), constituido por 11 ítems que evalúan el conocimiento por rangos en: alto (8-10 puntos), medio (4-7 puntos) y bajo (0-3 puntos). Del mismo modo, las actitudes se midieron mediante una escala cuyos valores fueron: de acuerdo, ni en de acuerdo ni en desacuerdo y en desacuerdo; conformando así un total de 20 ítems que, según Olarte (18), pueden clasificarse entre: actitudes adecuadas (41 a 60 puntos) y actitudes inadecuadas (20 a 40 puntos). Adicionalmente, también fueron recogidos los datos de caracterización de la muestra en edad y sexo.
Se analizaron las variables mostrando la efectividad del programa. Para la recolección de datos se empleó el instrumento de recolección mediante una evaluación (pretest - postest) dirigida a obtener una información necesaria para cumplir con el objetivo estipulado, el cual fue validado por un juicio de expertos, conformado por un comité de 3 miembros del grado académico magíster o doctor, expertos en metodología de la investigación.
Se llevó a cabo la obtención del consentimiento informado de los participantes del estudio como paso inicial. Posteriormente, se recopiló información antes de la intervención educativa mediante la aplicación de un pretest sobre temas relacionados con la violencia familiar y sexual. Luego, tras la ejecución del programa educativo, se procedió a realizar el postest.
La intervención en el Programa una vida sin violencia familiar y Sexual fue desarrollada bajo la guía de enseñanza sobre la violencia familiar y sexual, la cual contó con 2 sesiones educativas: la primera fue una sesión expositiva y la segunda fue una sesión demostrativa. Se utilizaron técnicas participativas e interactivas donde participó todo el personal obstétrico de acuerdo a la estructura del programa.
En primer lugar, se efectuó un análisis descriptivo de los resultados utilizando las frecuencias, los porcentajes y las medidas de tendencia central y de dispersión. Luego se llevó a cabo un análisis de los datos con la prueba no paramétrica McNemar y la prueba de Wilcoxon. Para ello se utilizó un nivel de confianza del 95 %. Además, para el procesamiento de los datos se utilizó el paquete estadístico STATA, versión 17.0.
Antes de su desarrollo, todos los participantes recibieron una explicación del propósito del estudio y otorgaron su consentimiento informado por escrito. Este estudio se adhirió a los principios de confidencialidad y anonimato, en conformidad con la Declaración de Helsinki y sus revisiones posteriores. Fue sometido a revisión y aprobación por el Comité de Ética en Investigación de la Universidad de Huánuco. Además, se tuvo en consideración los principios de beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia.
Resultados
Al valorar las características generales de la muestra se halló que en su mayoría los profesionales de obstetricia eran mujeres, equivalentes a un 86 % (43) y su contraparte eran varones, representados únicamente por un 14 % (7) (ver Tabla 1).
En la Tabla 2, acerca de la edad de los participantes, se observa que la edad mínima era de 1 años, la mínima de 25 y el promedio de 35,76 (-+ 7,647). n = muestra; Mín = dato mínimo; Máx = dato máximo; X̅ = promedio; s = desviación estándar.
Al analizar los conocimientos de violencia familiar y sexual, antes de la aplicación del programa Tabla 3, se apreció que en su mayoría 70 % (35), los participantes tenían conocimiento bajo, seguido de casi un tercio de profesionales con un conocimiento medio 28 % (14) y solo un 2 % (1) tuvo un conocimiento alto. Después de la aplicación del programa, los porcentajes cambiaron notoriamente, evidenciándose que casi todos los participantes, 96 % (48) tenían un conocimiento alto, un porcentaje ínfimo, 4 % (2) tenía un conocimiento medio y nadie tuvo conocimiento bajo.
Tabla 3 Frecuencias del conocimiento antes y después de la aplicación del programa

Fuente: Elaboración propia.
Al analizar las actitudes frente a la violencia familiar y sexual, antes de la aplicación del programa, se apreció que más de la mitad de los participantes, 62 % (31) tenían actitudes inadecuadas y poco más de un tercio de ellos, mostraban actitudes adecuadas, 38 % (19). Después de la aplicación del programa, los porcentajes cambiaron notoriamente, evidenciándose que casi todos los participantes, 92 % (46) tenían actitudes adecuadas y un mínimo porcentaje, 8 % (4) continuaban teniendo actitudes inadecuadas (ver Tabla 4).
Tabla 4 Frecuencias de las actitudes, antes y después de la aplicación del programa

Fuente: Elaboración propia.
En el análisis de la efectividad de la aplicación del programa Una vida sin violencia familiar y sexual sobre los conocimientos en la muestra de estudio se pudo comprobar que este fue efectivo, al incrementar los conocimientos, con una clara tendencia al aumento de los mismos, pasando de un 70 % (35) de conocimiento bajo a un 96 % (48) de conocimiento alto después de la aplicación del programa. Todo esto fue corroborado mediante un valor de X2 = 89,082 y un p-valor = 0,000 (ver Tabla 5 y figura 1).
Tabla 5 Efectividad de la aplicación del programa, antes y después, sobre el conocimiento de la muestra de estudio

Fuente: Elaboración propia.

Figura1 Representación gráfica de la aplicación del programa, antes y después, sobre el conocimiento de la muestra de estudio
En el análisis de la efectividad de la aplicación del programa Una vida sin violencia familiar y sexual sobre las actitudes de la muestra de estudio, se pudo corroborar que este fue efectivo, al incrementar las actitudes positivas, pasando de un 62 % (15) de actitudes inadecuadas a un 92 % (46) de actitudes adecuadas después de la aplicación del programa. Todo esto fue corroborado mediante un valor del X2=32,044 y un p-valor=0,000 (ver Tabla 6 y figura 2).
Tabla 6 Efectividad de la aplicación del programa, antes y después, sobre las actitudes de la muestra de estudio

Fuente: Elaboración propia.
Discusión
En el contexto actual, el conocimiento sobre la violencia familiar y sexual antes de la aplicación de un programa educativo es insuficiente en diferentes ámbitos, ya sea en las escuelas, la comunidad educativa o la población en general (19). Por otra parte, se ha identificado la necesidad de recibir capacitación y educación sobre la prevención y manejo de la violencia, así como de promover la educación sexual y la igualdad de género (7). Además, se ha encontrado que la violencia responde a problemas comunes y que su tratamiento requiere una mayor capacitación y educación de los profesionales de la salud con el objeto que estos puedan prevenir y abordar adecuadamente la violencia, ya que en muchas ocasiones se alimenta de normas sociales y de géneros negativos; en particular, el “machismo”, la historia de conflictos e inseguridad y las disparidades (20). En general, se destaca la importancia de implementar programas educativos para prevenir la violencia familiar y sexual, así como mejorar el conocimiento sobre estos temas en diferentes ámbitos (21).
De la misma forma, Espinoza (22) llevó cabo un estudio con el objetivo de evaluar el impacto del programa nacional contra la violencia familiar y sexual en la reducción de la violencia contra las mujeres en el distrito de Los Olivos, en 2019. Los resultados revelaron cifras alarmantes proporcionadas por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), que indican que aproximadamente 76 011 personas denunciaron casos de violencia física y psicológica, señalando un notorio incremento en la violencia contra las mujeres. Es por ello que se implementó el programa Nacional Contra la Violencia Familiar y Sexual, en respuesta a esta problemática, la cual tuvo un efecto positivo al proporcionar una respuesta rápida y oportuna a través de los Centros Emergencia Mujer (CEM).
Como señalan Chamané et al. (23), el 62 % de los encuestados demostró un bajo nivel de conocimiento en violencia física por negligencia, el 52 % en violencia sexual y el 34 % en violencia psicológica. Además, al considerar el puntaje global de conocimiento sobre violencia se encontró que el 45 % de los participantes tenía un nivel de conocimiento insuficiente, demostrando que los padres o cuidadores tienen un conocimiento deficiente en relación con los conceptos de violencia y sus diversas manifestaciones.
Según Brito et al. (24) existen múltiples factores de riesgo y vulnerabilidad que contribuyen a la violencia intrafamiliar y sexual; por lo tanto, es importante destacar que la violencia intrafamiliar y sexual tiene consecuencias negativas en la salud física, psicológica y social de las víctimas, y puede generar trastornos mentales, depresión, ansiedad e ideación suicida, entre otros.
A diferencia de Purizaga (25), que destaca un grupo experimental como uno de control administrando cuestionarios pretest y postest con el objetivo de evaluar el grado de comprensión de la violencia de género, sus diversas expresiones, los elementos subyacentes que la precipitan y la naturaleza cíclica que la define. Sin embargo, los resultados no demostraron mejoras estadísticamente significativas en la comprensión de la violencia de género entre las adolescentes matriculadas en la Institución Educativa "María Auxiliadora".
Las actitudes hacia la violencia familiar y sexual son importantes porque contribuyen a un clima de tolerancia que influye en las tasas de incidencia de la violencia, pues determinan las respuestas a esta violencia mostradas por otras personas, como familiares, amigos, profesionales o espectadores, donde por lo general las personas con actitudes más favorables a la violencia responden mostrando menos empatía y apoyo a las víctimas, culpándolas, evitando informar los incidentes y negando las sanciones para los agresores con antecedentes de violencia (26).
Tal es el caso de Rodríguez et al. (27), quienes observaron un aumento significativo en las denuncias de maltrato intrafamiliar, lo cual ha vulnerado los derechos y la falta de protección integral para las mujeres y sus familias en el contexto de la emergencia sanitaria. Esto sugiere que las actitudes hacia la violencia familiar y sexual pueden haber contribuido a este aumento de casos de maltrato en un contexto de estrés por confinamiento.
Por otro lado, los estudios abordados revelan que la pandemia de la COVID-19 ha tenido un impacto significativo en la violencia doméstica en diversos contextos y regiones, pues se ha observado aumentos en las violencias física, sexual y psicológica, así como en las actitudes sexistas, con diferencias según el género y factores socioeconómicos, entre otros determinantes, lo que parece apuntar hacia una preocupante regresión en las actitudes hacia la igualdad de género y la percepción de la violencia doméstica, particularmente entre los hombres jóvenes (28).
El estudio presentó como limitación que las actitudes y conocimientos de las obstetras podían cambiar con el tiempo debido a factores externos, lo que dificultaba la atribución de cambios específicos al programa en cuestión.
Se concluye indicando que el nivel de conocimiento de las obstetras facilitadoras del programa Una Vida Sin Violencia Familiar y Sexual en tiempos de la COVID-19 fue alta, y su actitud fue adecuada después de la aplicación del mismo.
Es recomendable continuar con estudios que permitan determinar y cuantificar la disminución de casos de violencia, con el fin de cruzar datos estadísticos en forma comparativa, ya que las profesionales obstetras que participaron en el proyecto están capacitadas para tomar las acciones necesarias en todos los casos de violencia. Además, se requeriría una investigación adicional y una consideración más detenida para evaluar la participación de otros profesionales de la salud, como los psicólogos, en la reducción de la violencia sexual y familiar. La implementación de políticas y programas debe llevarse a cabo como un proceso planificado y estructurado, teniendo en cuenta estas barreras y facilitadores, al tiempo que dando seguimiento sistemático y una evaluación rigurosa. Esto permitirá identificar y divulgar programas exitosos.