Sr. Editor.
Hasta finales del siglo XX la agricultura mundial experimentaba una transición hacia un nuevo paradigma tecnológico, muy distinto al de la revolución verde, sustentada en las actuales revoluciones “bio”, que el ser humano ha transformado la biodiversidad disponiéndola a su servicio1. En este contexto, la agricultura del siglo XXI empieza a vivir una nueva revolución, más amplia, profunda a las anteriores: una revolución organizacional, de la gestión del conocimiento y las convergencias entre las distintas tecnologías. Vivimos en un mundo con recursos cada vez más escasos, no sólo por la extracción, utilización, sino por la contaminación y destrucción de distintos ecosistemas del medio ambiente1. Así la industria alimentaria en general, busca adaptar su realidad, aspectos como la cadena de suministro, la cadena de valor y las preferencias de los consumidores, con posibles oportunidades de emprendimiento2.
A partir del 2020, la pandemia del COVID-19 definitivamente ha tomado al mundo por sorpresa, sea por la velocidad de expansión, por la alta tasa de morbilidad y mortalidad, o por otros factores de salud3. Determinándose que todos los países son vulnerables, principalmente a padecer inseguridad alimentaria4, particularmente aquellos en vías de desarrollo1. Por su parte, los proyectos productivos rurales tratan de mantenerse, pero sin desarrollo económico5. Este periodo complicado de salud trae consigo no sólo una crisis sanitaria, también una social, que exige un cambio de modelo económico1. Provocando disminución de la actividad económica, caída de precios en productos primarios, la interrupción de las cadenas globales de valor6, que representan impactos financieros, ecológicos y sociales potencialmente catastróficos7. Quedando algo claro, que todos los analistas coinciden “el mundo no será igual que antes de la pandemia”3, es decir, vivimos y viviremos en un mundo lleno de incertidumbres.
El sector agropecuario en Bolivia, como en muchos países, es un sector estratégico para su economía, proporciona productos básicos para la alimentación, materia prima e insumos para la transformación de productos alimenticios, asimismo, algunos productos a través de la exportación generan divisas8. Sin embargo, enfrenta diversas amenazas ambientales y en los últimos años, amenazas biológicas, que han causado daños económicos en la producción agropecuaria, específicamente durante el ciclo agrícola 2019-2020 los sistemas agro-productivos fueron afectados de manera indirecta, por los conflictos sociales post electorales (noviembre - diciembre 2019) y la crisis sanitaria del Covid-198, que incrementó la pobreza y agravó las desigualdades1, ya que afectó el aprovisionamiento de insumos agropecuarios, el acopio, comercialización, distribución y consumo, debido a que los principales cultivos como la papa, maíz, cebada, quinua, maíz entre otros estaban en pleno proceso de cosecha, la comercialización de frutas como la tuna, durazno, uva, palto entre otros estaban en plena comercialización8. Como resultado de la delicada situación la industria alimentaria tendrá que acomodarse a la nueva realidad2. Consiguientemente se manifiesta la necesidad urgente de orientar políticas, programas y proyectos para fortalecer los sistemas agro-productivos del país, mejorar el sistema del transporte de alimentos, apoyar en la asistencia técnica, incorporar alianzas con la cooperación internacional8, buscar estrategias de un modelo en línea para captar al consumidor9.
Finalmente, este nuevo paradigma se desarrolla, además, en momentos en que las ciencias y tecnologías comienzan a buscar nuevas convergencias con enfoques sistémicos. Es momento de reflexionar, cambiar de modelo y paradigma1, planteando políticas estructurales en la industria alimentaria que permitan la implementación de soluciones digitales, con el objetivo de promover el desarrollo productivo10. Por ello, en el marco de la pandemia conviene tomar como una oportunidad sin precedentes para repensar la manera en que funcionan nuestros sistemas alimentarios7. Entonces se deben generar sistemas más resilientes y mejorar la gestión de riesgos7,10, brindando apoyo a productores, para que continúen con el abastecimiento, tomando en consideración las medidas de bioseguridad en toda la cadena productiva4, desde la generación de materia prima hasta el consumidor en productos frescos o procesados, en suma, buscar la reactivación económica.