Introducción
En las universidades bolivianas se invisibiliza la doble condición de ser padre o madre y universitario, al punto de que no existen registros de estadísticas oficiales que identifique a este grupo en particular. Tampoco existen políticas dirigidas a favorecer la permanencia o la reiniciación académica de estudiantes que son padres o madres, a pesar de cómo este doble rol repercute en sus calidades de vida, las de sus familias, y determina un riesgo importante para la continuidad de sus procesos formativos, e incluso, para la crianza de sus hijos. El ser padres o madres no debería ser una limitación que obligue a jóvenes universitarios a abandonar sus proyectos de vida profesional, no sólo porque es un derecho en sí mismo, sino porque la auto realización de estos padres y madres generarán mejores condiciones de vida a una nueva generación y, de esta manera, una mejor sociedad.
Para D´Avirro (2017), el desarrollo personal de las madres universitarias que toman la decisión de iniciar o reanudar sus estudios tiene una influencia positiva en su futuro profesional, dando muestras de la importancia de los estudios universitarios como proyecto personal, laboral y como un modelo referencial para sus hijos. Miller y Arvizu (2016) agregan que las madres que eligen continuar sus estudios universitarios, asumen la doble responsabilidad de criar a sus hijos con sus aspiraciones de ser profesionales, para luego desarrollar su carrera y ser independientes en temas sociales y económicos. Estas demandas por las que atraviesan cotidianamente estudiantes mujeres ocasionan que experimenten frecuentes obstáculos para culminar sus estudios, lo que se puede considerar como discriminación de género comparado con estudiantes varones que no atraviesan por esta doble demanda, al no garantizarse la conciliación estudiantil familiar (Lozano Cabezas et al., 2016).
Actualmente, en España, las conductas universitarias muestran un incremento en las edades de acceso a la formación superior con el reingreso en el sistema de mayores de 30 años (Lozano Cabezas et al., 2016). Una razón para la postergación de los estudios son los compromisos familiares (maternidad y paternidad), pese a que el estudio de Reina Barón et al. (2010) expone una situación distinta en Bogotá, ya que el 50% de su muestra son madres estudiantes que se encuentran en edades de 23 a 26 años y tan sólo un 10% de la muestra son madres que superan los 30 años. Miller y Arvizu (2016) realizaron su estudio en una universidad de México, donde categorizaron dos tipos de estudiantes, por un lado, las que fueron madres antes de ingresar a la universidad y dejaron pasar un año o un periodo más prolongado de tiempo para incorporarse a los estudios y, por otro lado, están las estudiantes que fueron madres durante su estancia en la universidad. Del primer tipo se evidenció, a través de sus relatos, que para decidir regresar a la universidad necesitaron de ciertas condiciones como: la disposición de tiempo para acomodar sus horarios en función del cuidado de los hijos y la solvencia económica para pagar sus gastos y adecuarse a los itinerarios escolares. En el caso de las estudiantes que dejaron pasar un tiempo prolongado para incorporarse nuevamente a la universidad, si bien son muchos los motivos que las llevaron de regreso a la universidad, el principal es haber concluido el periodo de crianza. Incluso algunas de ellas ingresaron a la universidad a la par de sus hijos.
El problema de la incompatibilidad entre los estudios universitarios y la familia puede afectar igualmente a hombres y mujeres. Desde el punto de vista de Maganto et al. (2010), la autolimitación a la maternidad implica que las mujeres renuncien a la gestación o al cuidado de sus hijos ante las dificultades que significa estudiar y ser madres. Sin duda, esta condición de ser madre y estudiante les afecta más a ellas, puesto que en ocasiones deben renunciar a la maternidad y seguir estudiando, o ser madres y abandonar los estudios. En cambio, los estudiantes que son padres no se ven ante la misma disyuntiva, porque la gestación es una cuestión de sexo, y al menos durante el periodo de embarazo, puerperio y lactancia natural, las mujeres estudiantes presentan algunas limitaciones que no encuentran los hombres. Para Soto Quiroz et al. (2020), no sólo se trata de la gestación, puerperio y lactancia, sino que las actividades que demanda la maternidad requieren de una adecuada planificación del tiempo. Deben organizarse para ayudar a los hijos con las tareas del colegio, preparar las loncheras, realizar las tareas universitarias, acudir al trabajo en el caso de las mujeres que también trabajan fuera del hogar, asistir a la universidad, gestionar el cuidado de los hijos por sus familiares o asistentes del hogar, entre otras.
Al respecto, Lozano Cabezas et al. (2016) observan que la incompatibilidad estudiantil-familiar en el contexto universitario tiene múltiples dificultades, como disminución del tiempo dedicado al cuidado y educación de los hijos, imposibilidad de respetar el periodo de baja maternal si se desea dar continuidad a los estudios, obstáculos para lactar al recién nacido, dificultades para afrontar económicamente los gastos derivados de la maternidad, así como la frustración e insatisfacción por la autolimitación de la maternidad. Esto genera una condición de desigualdad y discriminación hacia las mujeres que la institución universitaria no debería permitir.
En esta misma línea, Pérez-Padilla et al. (2021) señalan que mujeres con hijos muestran mayor número de indicadores de riesgo de deserción universitaria, tales como compaginar escuela y trabajo, cuidar de otros miembros de la familia, tener asignaturas pendientes, invertir más tiempo para llegar a la universidad, y además manifiestan tener mayores dificultades económicas, amorosas, de violencia y de salud. Esto indica que la organización de las actividades cotidianas está estructurada de acuerdo al cumplimiento de distintos roles que generalmente se superponen. Además, como Castañeda Letelier (2015) indica, es la madre quien está mayormente carga- da de labores de cuidado, que dificultan las posibilidades de progresar en sus estudios, a diferencia del padre, el cual logra maniobrar de mejor manera los tiempos y exigencias para cumplir las expectativas personales y externas.
Sin embargo, no todo es negativo. Diferentes estudios hacen referencia a que la motiva- ción de ser madre o padre es el motor que los anima y alienta a continuar con sus estudios, dado que estudiar una carrera profesional brinda muchas posibilidades en la mejora de la calidad de vida personal y familiar (Rodríguez Cattaneo, 2017). Por ello, lo que puede ser percibido por estudiantes sin hijos como “sacrificio”, es considerado por las mujeres y hombres como pasos necesarios para el logro de la profesionalización y el bienestar futuro de sus hijos (Soto Quiroz et al., 2020).
No obstante, enlazar el rol de estudiante con el de madre tiene un impacto en la formación académica no solamente en cuanto al rendimiento, sino también en los aspectos emocionales y sociales, lo que demanda más esfuerzo, mayor tensión emocional y en ocasiones un desequilibrio entre su salud mental y física, además del adecuado cuidado de sus hijos (Estupiñán Aponte y Vela Correa, 2012). Lo que pone en evidencia el detrimento que ocasionan las responsabilidades y actividades de las madres estudiantes (Reina Barón et al., 2010). Pérez Padilla et al. (2021), a través de su estudio comparativo entre estudiantes mujeres con hijos y sin hijos, demostraron resultados diferentes a los ya mencionados. Encontraron que las madres estudiantes alcanzan puntuaciones más altas estadísticamente significativas en recursos psicológicos personales afectivos, sociales y familiares. Es decir, mayor autocontrol, mayor manejo de la tristeza, facilidad para pedir ayuda y red de apoyo familiar. En cuanto a la sintomatología depresiva, las madres estudiantes reportan menor estado depresivo. Con lo que concluyeron que: “la maternidad podría ser un recurso protector o un motivador a continuar los estudios, al menos para aquellas mujeres que se mantienen estudiando” (p. 13).
Para que las madres y padres estudiantes puedan desarrollarse en las universidades en esta doble función, deben contar con dos recursos indispensables: soporte económico y redes de apoyo fortalecidas. Casi todos los estudios hacen referencia a estos aspectos y en la gran mayoría, la primera y principal red de apoyo para la mantención económica es la familia nuclear. Ahora bien, cada caso presenta un nivel diferenciado de apoyo económico por parte de la familia, diferencias que también se desarrollan en la medida que el niño o niña crece y la madre/padre adquiere mayor independencia. El gasto económico derivado de los estudios es uno de los obstáculos y afecta al desarrollo de la maternidad/paternidad en la universidad. Según Bermúdez et al. (2011), las doctorantes con beneficios y dedicación plena al estudio tienen los mismos niveles de graduación en la tasa de éxitos por sexo. Cuando no cuentan con este beneficio presentan gran- des dificultades para continuar sus estudios.
Los gastos que deben afrontar los estudiantes (hombres y mujeres) con hijos recién nacidos son muchos, sus limitados ingresos sólo les permiten cubrir lo indispensable, sobre todo cuando no cuentan con el apoyo de la familia más cercana. Tienen que implementar estrategias de tipo personal para mejorar su situación, como, por ejemplo, ahorrar, trabajar medio tiempo, vender productos desde la casa y limitarse a actividades sólo indispensables, disminuyendo la vida social y las actividades de recreación. Estupiñán Aponte y Vela Correa (2012) enfatizan el papel que juegan los padres en el soporte económico; generalmente, cubren los estudios, la manutención, costos de arriendo, ropa de la hija y esperan que el padre del niño cumpla con sus deberes tanto económicos como afectivos del recién nacido. Castañeda Letelier (2015) da cuenta de que cuando los padres estudiantes asumen los gastos, la prioridad son los asociados al hijo, como salud, alimentación, educación y vestuario. Por ende, los gastos asociados a ellos como padres pasan a segundo plano, excepto por los gastos en educación.
Para el hombre, el trabajo remunerado inicia al momento de recibir la noticia del embarazo, por la presión de los gastos en salud asociados a ello. Para la mujer, en cambio, el trabajo remunerado inicia rara vez tras la noticia, siendo común que inicie cuando el trabajo de cuidado ha disminuido, es decir, tras el embarazo, parto y los primeros meses de vida. Las realidades laborales de los estudiantes hombres varían de acuerdo al tipo de trabajo que realizan, entre formales e informales. Este último tipo de trabajo les permite tener más control sobre sus tiempos, pero a la vez genera problemas a la hora de justificarse en caso de acogerse a las flexibilidades académicas que ofrece la universidad (Álvarez Moral et al., 2020).
Un aspecto que según Gallardo et al. (2006) se debe considerar es que el rol proveedor tiene un mayor peso identitario en sectores populares. La paternidad en jóvenes tiende a verse influenciada por esta mayor demanda de involucramiento y responsabilidades, y por lo mismo, se construye de igual manera que en la mujer como un conflicto y una limitación al desarrollo del proyecto personal. Los jóvenes de sectores medio alto empiezan a plantearse nuevas formas de paternidad que apuntan a compartir la calidad de proveedores con sus parejas con una mayor intensidad afectiva y a participar más activamente en la crianza, formación y acompañamiento de los hijos.
El tema de la manutención económica es, sin duda, un punto conflictivo para las parejas. En aquellas que mantienen su relación, es un punto de tensión en la medida que desean una mayor independencia, siendo conscientes del peso que significa para sus familias. En el caso de las parejas que rompen su relación, es una de las principales razones de conflicto en la interacción posterior, en la medida que deben determinar los rangos de responsabilidad de cada uno, entre lo que se considera la pensión alimenticia. El conflicto se da sobre todo con aquellos hombres que se desentienden de su responsabilidad como padres (Castañeda Letelier, 2015).
La familia nuclear es la principal fuente de apoyo en la compatibilización de crianza y continuidad de estudios; se integra e influye en todas las decisiones y estrategias para facilitar el cuidado y la atención de los hijos, la red familiar se hace extensiva no sólo a los padres, también colaboran abuelos y hermanos, este apoyo se da mientras la hija o hijo asiste a la universidad y/o al trabajo. El apoyo familiar no sólo posibilita el pago de los estudios, sino que también la vivienda y la alimentación de los estudiantes que son padres y madres y de esta manera alientan a sus hijos estudiantes a culminar sus estudios. Diversos estudios concuerdan con la importancia de las redes familiares como soporte integral (Roldán Ramírez et al., 2016; Villafrade Monroy y Franco Ramírez, 2016; Soto Quiroz et al., 2020).
Sin la presencia de la red familiar sería muy difícil continuar los estudios, lo que significa que la madre o el padre tienen que renunciar a una de estas realidades. El gran soporte que da la familia al estudiante que es padre o madre, se sustenta en la esperanza que algún día surjan como profesionales. Un estudio realizado por Castañeda Letelier (2015), señala dos aspectos relevantes del porqué los padres de estudiantes realizan este esfuerzo. En primer lugar, para asegurar que los estudios se mantengan como prioridad para los jóvenes. En segundo lugar, toda intervención frente a la maternidad y paternidad se sostiene del modelo familiar hegemónico, y, por ende, re- fuerzan los roles de género tradicionales.
Otras redes de apoyo son las amigas, y aunque ellas y ellos se han distanciado de sus redes sociales de amigos por esta nueva condición de ser padres o madres jóvenes, surgen nuevas redes de apoyo como otras compañeras que son madres universitarias. El acompañamiento de otras madres estudiantes que ya han vivido situaciones similares genera entendimiento y comprensión, especialmente, en situaciones relacionadas con la crianza, que resultan ser relevantes para la superación de circunstancias difíciles (Estupiñán Aponte y Vela Correa, 2012).
Cuando la familia no está presente o el apoyo familiar no es suficiente, la red de apoyo más importante debería ser la institución educativa, tal como muestra la investigación de Reina Barón et al. (2010), quienes señalan entre sus recomendaciones la fomentación de comunicación entre las madres universitarias y la Vicerrectoría de Promoción y Desarrollo Humano para pro- poner diversos programas que faciliten el desempeño académico de las madres universitarias. En Bolivia, el ser padre o madre y estudiante está invisibilizado, por lo tanto, no hay políticas expresas enfocadas a este grupo vulnerable, salvo algunas excepciones que no necesariamente están dirigidas específicamente para ellos.
Diferentes estudios realizados por Bermúdez et al. (2011), y Estupiñán Aponte y Vela Correa (2012), evidenciaron vacíos entre las madres estudiantes y las políticas de la universidad respecto a la conciliación maternidad, paternidad y estudios. Sin embargo, en otros países latinoamericanos ya se han manifestado al respecto. Según Miller y Arvizu (2016), esta población ha empezado a ser reconocida por políticas institucionales como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a través del Apoyo a Madres Mexicanas Jefas de Familia, para fortalecer su desarrollo profesional. O bien la Secretaría de Educación Pública de México, que otorga becas de educación superior a madres solteras, y becas de apoyo para jóvenes embarazadas y madres jóvenes.
Otros estudios dan cuenta de la importancia del apoyo institucional en la permanencia y rendimiento académico de madres en esta doble condición. Osorno Foronda et al. (2021) concluyeron que el grupo que no tenía apoyo institucional presenta mayores niveles de estrés psicológico, que el grupo que sí recibe apoyo. Las redes de apoyo institucionales, respecto a la contención emocional, disminuyen la probabilidad de abandonar los estudios (Estupiñán Aponte y Vela Correa, 2012). Además, sólo es posible la conciliación estudiante y familia cuando las condiciones académicas, legislativas y relativas a recursos estén garantizadas (Lozano Cabezas et al., 2016).
Springer et al. (2009) aseveran que apoyar a los padres estudiantes requiere de medidas específicas como: subsidios para el cuidado de niños, recursos financieros para ayudar a contribuir a los honorarios de guardería del alumnado, licencia de paternidad remunerada (en un rango entre 2 y 12 semanas sin perder los privilegios de estar registrado como estudiante a tiempo completo), opciones de matrícula a tiempo parcial, cuidado infantil subsidiado y seguro médico/escolar.
El objetivo de esta investigación fue identificar y analizar las dificultades o limitaciones que la formación profesional develan en la maternidad y paternidad del colectivo estudiantil universitario, debido a la falta de conciliación estudiantil-familiar y poder identificar las estrategias que las universidades asumen para favorecer el derecho a la maternidad o paternidad del colectivo estudiantil. El estudio analiza diferentes factores que inciden en la vida de estudiantes y que permiten identificar las estrategias, decisiones y estados emocionales abordadas para la conciliación familiar, la autopercepción sobre sus estudios e identificar con qué redes de apoyo cuentan y cuál es la carga económica de esta doble condición de ser padre o madre estudiante.
Método
El enfoque de la investigación fue de tipo cuantitativo, puesto que se utilizó un cuestionario para la recopilación de los datos, en base a ello, se realizó el análisis estadístico para derivar conclusiones de la investigación. El diseño fue no experimental, puesto que las variables no fueron manipuladas, sino observadas, y el nivel fue correlacional, debido a que se buscaba identificar las relaciones existentes entre las variables (Bisquerra Alzina et al., 2009).
El instrumento utilizado para la presente investigación fue de elaboración propia y so- metido a validez de contenido mediante juicio de cuatro expertos en la rama de la investigación. Se utilizó el coeficiente de la V de Aiken de los ítems, cuyo resultado fue de 0.96, lo que permite inferir que el instrumento es válido. Para la fiabilidad se utilizó el coeficiente alpha de Cronbach por medio del cual se obtuvo un valor de α = 0.80. Por lo tanto, se considera que el cuestionario tiene un valor aceptable de consistencia interna.
La muestra se seleccionó mediante la técnica de muestreo no probabilístico y por conveniencia. Se contó con un total de 676 estudiantes con esta doble condición: ser padres/madres y estudiantes universitarios. De los cuales el 65,1% son mujeres (n = 440) y el 34,9% son varones (n = 236).
Los participantes son de las ciudades de Santa Cruz, Cochabamba, La Paz, Tarija y Sucre (Bolivia), de universidades privadas y públicas, que pertenecen a diferentes ciclos y facultades de las universidades. Entre las universidades estatales están: USFX, UAJMS, UAGRM, UMSS y las privadas, UPSA, UPDS, UNIFRANZ UNIVALLE, UTEPSA, UNO, UCB, UDABOL.
En cuanto al proceso de recopilación de datos, se realizó durante la pandemia COVID-19 y la recolección de datos se realizó en el periodo de agosto a septiembre de la gestión 2021. El procedimiento consistió en que una vez ya formulado el cuestionario, se compartió el enlace a través de personas claves en las universidades bolivianas, quienes lo difundieron a su vez entre sus estudiantes con un mensaje directo por las diferentes redes sociales como Facebook/Messenger, Instagram y WhatsApp.
Dicho cuestionario contaba con una introducción explicativa de la finalidad del cuestionario y los objetivos de la investigación, y se enfatizó el carácter confidencial y voluntario del mismo, ya que en el instrumento no se preguntaban datos de identificación de los participantes. Los datos fueron recolectados a través de la plataforma Google Forms, herramienta que dio una mayor facilidad para la obtención de información en un tiempo más corto. Una vez alcanzado el total de 676 cuestionarios respondidos, estos datos pasaron a ser analizados en el paquete esta- dístico SPSS (v20).
Resultados
Datos sociodemográficos
Uno de los datos que llamó la atención en este estudio es el de los diversos perfiles de estudiantes universitarios que son madres y padres de familia. Por un lado, se identificó un grupo de jóvenes universitarios menores de 26 años que son madres o padres y, por otro lado, un grupo muy marcado, que representa el 56% de la muestra, que decide iniciar sus estudios o continuar los mismos y cuya edad está por encima de los 25 años. Es así que se evidenció un colectivo estudiantil con una amplia dispersión de edad.
Por la particularidad de la muestra se dividió en dos grupos de análisis considerando que se encontraban en ciclos vitales distintos. La muestra de estudiantes entre 17 y 25 años (Grupo 1) estuvo compuesta por 222 mujeres (73,8%) y por 79 hombres (26,2%). La muestra de mayores de 25 años (Grupo 2) estuvo conformada por 218 mujeres (58,1%) y 157 hombres (41,9%). Este es un dato importante porque expone claramente una diferencia entre los dos grupos etarios, son más las mujeres que entran a la universidad siendo madres jóvenes, en comparación con los hombres. En el segundo grupo se puede ver una diferencia menor entre varones y mujeres.
Respecto al semestre en el que están inscritos los estudiantes, de las mujeres del grupo 1, el 30,3% está en primer semestre, mientras que el 24,1% de los hombres está inscrito en séptimo semestre. Las mujeres están iniciando una nueva etapa tanto en la vida universitaria como en la maternidad. En cambio, los padres jóvenes ya están terminando la carrera. El porcentaje restante está distribuido en los demás semestres. En las mujeres del grupo 2 se visualiza un porcentaje similar de 27,1% en primer semestre, es decir, que estas mujeres entran a la universidad cuando su hijo es más grande y el cuidado ya no es tan demandante. Lo mismo sucede con los varones del grupo 2, el 33,8% está en primer semestre, aparentemente ingresando por primera vez a la universidad.
Del grupo 1 se observa que el 48,3% de las mujeres tiene entre 20 y 22 años, en cuanto a los hombres, el 59,2% tiene entre 23 y 25 años. Las mujeres mayormente tienen hijos más jóvenes que los hombres. En lo que respecta al estado civil de las mujeres del grupo 1, el 58,6% son solteras y en el caso de los hombres se da algo muy parecido (58,2%). De las mujeres del grupo 2, el 44% son casadas y el 39,9% son solteras. En los hombres, el 54,8% son casados y el 25,5%, solteros.
Con referencia al número de hijos, el 88,4% de las mujeres del grupo 1 tiene un solo hijo. Un dato parecido se da en los hombres (81,6%). En el caso de las mujeres del grupo 2, el 46% tiene un hijo y el 28,8%, dos. En los hombres, el 42,9% tiene sólo un hijo y el 32,1% tiene dos. En lo que compete a la edad del primer hijo, el 68,6% de las mujeres del grupo 1 tiene un primer hijo entre recién nacido y 3 años. En los hombres, el 76% tiene un primer hijo del mismo rango de edad. De las mujeres del grupo 2, el 83,3% tienen un hijo mayor de 4 años y en el caso de los hombres, el 77,6% tiene un primer hijo mayor de 4 años.
Referente a con quién viven, en el caso de las mujeres del grupo 1, el 43% vive con sus padres y su hijo, y un 12,1% vive solamente con su hijo o hija. Con los hombres ocurre algo distinto, el 21,8% vive con su pareja y sus hijos, el 17,9% vive con sus padres y su hijo, el 17,9% vive con otros familiares y 17,9% vive con la madre y sus hijos. En el caso de las mujeres del grupo 2, el 26,7% vive con su hijo solamente, otro 26,7% con su pareja y sus hijos y el 23,5% con el papá y sus hijos. En los hombres se da algo diferente, el 43,2% vive con su pareja y sus hijos y el 22,6% con la mamá y sus hijos.
Luego del análisis de los datos sociodemográficos, se utilizó la t de Student para ver si existían diferencias entre padres y madres estudiantes. Así también, los resultados están divididos en cinco categorías de análisis: compatibilidad entre universidad y crianza, estados anímicos, economía familiar, apoyo y contención familiar y apoyo universitario.
Análisis de los resultados de los estudiantes entre 17 y 25 años
1. Compatibilidad entre universidad y crianza
En esta sección sólo se encontró una diferencia significativa entre padres y madres estudiantes y es la siguiente: las mujeres presentan con mayor frecuencia las tareas universitarias, en relación a los hombres.
Tabla 1 Diferencia entre mujeres y hombres respecto a la compatibilidad entre universidad y crianza
2. Estados anímicos
En este apartado se encontraron dos diferencias significativas entre padres y madres universitarios. A las mujeres, el ser madre les da más ánimos para seguir estudiando y además sienten que vale la pena esforzarse por dar una mejor vida a sus hijos, en comparación con los hombres.
Tabla 2 Diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a los estados anímicos
3. Economía familiar
En esta parte se encontraron cuatro diferencias significativas entre padres y madres estudiantes. Los hombres más frecuentemente cuentan con un trabajo, tienen más apoyo económico de los suegros para los gastos de su hijo y ellos están más de acuerdo con que ellos y sus parejas generen ingresos familiares, en comparación con las mujeres. Las mujeres tienen más apoyo eco- nómico de sus padres para pagar la universidad, en relación a los hombres.
Tabla 3 Diferencia entre mujeres y hombres respecto a la economía familiar
4. Apoyo y contención familiar
En esta sección se encontraron cinco diferencias significativas entre padres y madres estudiantes. Los varones reciben más apoyo por parte de la madre de su hijo, así también tienen más apoyo de la familia de la madre de su hijo, en comparación con las mujeres. Además, con mayor frecuencia los hijos de los varones asisten a una guardería. Las mujeres reciben más apoyo de su propia familia y es esta la que colabora con el cuidado del hijo para que asista a la universidad, en relación a los hombres.
Tabla 4 Diferencia entre mujeres y hombres en cuanto al apoyo y contención familiar
Análisis de los resultados de los estudiantes mayores a 25 años
1. Compatibilidad entre universidad y crianza
En esta sección se hallaron cinco diferencias significativas entre padres y madres estudiantes. Los hombres dejan menos sus estudios al saber que van a ser padres, tienen menos complicaciones para asistir a clases, abandonan menos frecuentemente materias por cuidar a su hijo, los horarios de la universidad les parece menos incompatibles y les cuesta menos organizarse entre la crianza de su hijo y sus estudios, todo esto en comparación con las mujeres. En términos generales, a las mujeres les cuesta más equilibrar entre la crianza de su hijo y sus estudios universitarios.
Tabla 5 Diferencia entre mujeres y hombres respecto a la compatibilidad entre universidad y crianza
2. Estados anímicos
En esta parte se encontraron tres diferencias significativas entre padres y madres universitarias. Las mujeres se sienten más agotadas, más rebasadas por tanta responsabilidad y más deprimidas por no poder alcanzar sus metas personales, en comparación con los hombres.
Tabla 6 Diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a los estados de ánimo
3. Economía familiar
En este apartado se encontraron cuatro diferencias significativas entre padres y madres estudiantes. Los hombres con mayor frecuencia cuentan con un trabajo y están más de acuerdo con que ellos y su pareja generen ingresos familiares, en comparación con las mujeres. Las mujeres tienen más apoyo económico de sus padres para pagar la universidad y afirman que el padre de sus hijos es el que asume los gastos de la familia.
Tabla 7 Diferencia entre mujeres y hombres respecto a la economía familiar
En esta parte se encontró solamente una diferencia significativa entre los padres y las madres estudiantes. Los hombres tienen más apoyo por parte de la familia de la madre de su hijo para que ellos puedan asistir a clases, en comparación con las mujeres.
Tabla 8 Diferencia entre hombres y mujeres acerca del apoyo y contención familiar
5. Apoyo universitario
En este apartado se encontraron dos diferencias significativas entre padres y madres estudiantes. Las mujeres perciben menos tolerancia y menos espacios de ayuda en la universidad, en comparación con los varones.
Tabla 9 Diferencia entre mujeres y hombres referente al apoyo universitario
Discusión
Uno de los datos que llamó la atención de este estudio es la dispersión del perfil estudian- te. Por una parte, están los estudiantes entre 17 y 25 años, y por la otra, estudiantes mayores a 25 años. Este hecho coincide con lo que señala Lozano Cabezas et al. (2016), pues actualmente, las conductas universitarias muestran un incremento en las edades de acceso a la formación superior con el reingreso en el sistema de mayores de 30 años. La postergación de los estudios puede deberse a que los estudiantes tienen compromisos familiares (maternidad y paternidad). Asimismo, Reina Barón et al. (2010) y Álvarez Moral et al. (2020) indican que el porcentaje más alto está en madres estudiantes que se encuentran en edades de 23 a 26 años.
Respecto al grupo de madres mayores de 25 años, se sabe que el 63% tiene su primer hijo de más de 7 años de edad, y el 27% de ellas está en primer semestre. Lo que significa que son madres que interrumpieron sus estudios en la etapa de crianza, y que esperaron a que sus hijos sean más grandes para volver a la universidad. Lo mencionado coincide con Miller y Arvizu (2016), quienes hacen referencia a estudiantes mujeres que fueron madres antes de ingresar a la universidad y dejaron pasar un año o más para incorporarse a los estudios. Ellas indican que su principal motivo para volver fue haber concluido el periodo de crianza. Incluso algunas de ellas, ingresaron a la universidad a la par de sus hijos.
En lo que se refiere a la conciliación familiar y estudios universitarios, en este estudio se encontró que las madres estudiantes entre los 17 y 25 años de edad, cuentan con mejores posibilidades de responder académicamente en la universidad, porque tienen mayor soporte familiar. Sin embargo, a las mujeres de más de 25 años, en general, les cuesta más equilibrar la universidad y la crianza. Lo indicado coincide con Lozano Cabezas et al. (2016), que ponen en conocimiento las diversas dificultades que tienen las estudiantes madres. Pérez-Padilla et al. (2021) señalan que en general, las mujeres con hijos muestran un mayor número de indicadores de riesgo de deserción universitaria, justamente por lo complicado que es compaginar la universidad con el trabajo y la crianza. Esta situación es inversa en los estudiantes hombres de los mismos rangos de edad. Respalda este resultado Castañeda Letelier (2015), quien sostiene que la vivencia de la maternidad no es equivalente a la vivencia de la paternidad, a raíz de las expectativas y roles que les son asignados a cada quién. Es la madre el sujeto que se ve mayormente cargado de labores de cuidado, que dificultan las posibilidades de progresar en sus estudios al mismo ritmo que sus pares.
En este estudio se evidencia que, para las madres más jóvenes, la motivación de ser madre es el motor que las anima y alienta a continuar con sus estudios, y que el esfuerzo vale la pena por dar una mejor calidad de vida a sus hijos. Este hecho concuerda con Soto Quiroz et al. (2020), al afirmar que el estudio para universitarios sin hijos puede ser percibido como un sacrificio, pero que para los padres y madres es considerado como los pasos necesarios para el logro de la profesionalización y el bienestar futuro de sus hijos.
Sin embargo, las madres estudiantes mayores de 25 años se sienten más agotadas, más rebasadas por tanta responsabilidad y más deprimidas por no poder alcanzar sus metas personales en comparación con los hombres. Este dato coincide con Estupiñán Aponte y Vela Correa (2012), quienes hacen referencia a los aspectos emocionales y sociales de las madres, pues les demanda más esfuerzo, mayor tensión emocional y en ocasiones un desequilibrio entre su salud mental y física. Al igual, Reina Barón et al. (2010) pone en evidencia el detrimento que ocasionan las responsabilidades y actividades de las madres estudiantes. Difiere del estudio de Pérez Padilla et al. (2021), que reporta menor estado depresivo entre las estudiantes que son madres.
En ambos grupos, se pudo visualizar que los hombres, con más frecuencia, cuentan con un trabajo, tienen más apoyo económico de los suegros para los gastos de sus hijos y están más de acuerdo con que ellos y sus parejas generen ingresos familiares, en comparación con las mujeres. Las mujeres tienen más apoyo económico de sus padres para pagar la universidad, en relación a los hombres. No obstante, en el grupo de mayores de 25 años, se observa que es el hombre, es decir, el padre de los hijos quien asume los gastos de la familia. Lo que concuerda con Estupiñán Aponte y Vela Correa (2012), quienes enfatizan el papel que juegan los padres de los estudiantes en el soporte económico.
En ambos grupos se encontró que los varones reciben más apoyo por parte de la familia de la madre de su hijo para que ellos puedan asistir a clases, en comparación con las mujeres. Los padres estudiantes más jóvenes tienen más apoyo de la madre de su hijo, además, con mayor frecuencia los hijos de los varones asisten a una guardería. Las mujeres reciben más apoyo de su propia familia y es esta la que colabora con el cuidado del hijo para que asista a la universidad. Es- tos resultados muestran la importancia de las redes familiares como soporte integral al igual que lo señalado por Roldán Ramírez et al. (2016); Villafrade Monroy y Franco Ramírez (2016) y Soto Quiroz et al. (2020).
Finalmente, la institución universitaria también debe ser una red de apoyo en distintos ni- veles, sin embargo, no parece ser así; en los resultados alcanzados en esta investigación se muestra que en el grupo 1 no hay diferencias entre ambos géneros en lo que respecta al apoyo universitario y las mujeres mayores de 25 años perciben menos tolerancia y menos espacios de ayuda en la universidad comparando con los varones. Este hallazgo concuerda con Osorno Foronda et al. (2021), quienes concluyeron que el grupo que no tenía apoyo institucional presenta mayores niveles de estrés psicológico que el grupo que sí recibe apoyo. Esto se evidenció en este estudio, pues como ya lo hemos mencionado, las madres mayores de 25 años se sienten más agotadas, rebasadas y deprimidas.
Conclusiones
Este estudio puso en evidencia que, aunque se habla de padres y madres en este doble rol, hay dificultades diferentes en afrontar esta doble condición dependiendo del género y lo generacional. En las madres más jóvenes se puede ver que cuentan con más apoyo de la familia en todo sentido, muchas de ellas viven con sus padres, lo que facilita el que puedan culminar sus estudios.
A su vez, se sienten más motivadas a seguir estudiando para dar una mejor calidad de vida a sus hijos. En cambio, es evidente que a las mujeres mayores de 25 años les cuesta más compatibilizar la crianza de los hijos y los estudios. En general, se sienten más rebasadas y agotadas por toda la responsabilidad que conlleva estudiar y criar a sus hijos. El apoyo que reciben de su familia nuclear es más económico y no cuentan con ellos para el cuidado de su hijo. Un dato que es importante mencionar es que el 27% de las mujeres mayores vive solamente con su hijo y en lo que se refiere a las mujeres más jóvenes, el 12% presenta esa misma situación.
En el caso de los varones, no hay mucha diferencia entre los más jóvenes y los mayores, usualmente cuentan con un trabajo y están de acuerdo en generar ingresos tanto ellos como sus parejas, tienen más apoyo de la madre de su hijo y de la familia de ella en la crianza. Los padres más jóvenes cuentan con apoyo económico de los suegros para los gastos de sus hijos. Los padres mayores asumen los gastos de la familia y perciben mayor apoyo universitario.
La inclusión educativa es el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todo estudiante, reduciendo la exclusión del sistema educativo. En este sentido, si las universidades bolivianas pretenden ser instituciones de educación superior inclusivas, es imperativo que desde el estado y las propias universidades regulen y promuevan normativas específicas que beneficien el ingreso y permanencia estudiantil en el doble rol de ser padres y madres. Es posible que sólo estemos viendo la punta del iceberg y con estas medidas, más madres y padres tengan la oportunidad de ingresar a la universidad.
Es importante que, dentro del reglamento de las universidades, tanto públicas como privadas, se visibilice a madres y padres universitarios, para brindarles mejores oportunidades de desarrollo, además de generar condiciones de bienestar y de calidad de vida durante su permanencia en la Universidad y anticiparse a los riesgos generados por las experiencias de maternidad y paternidad. La política universitaria tendría que proponer acciones que contribuyan a la permanencia hasta la finalización de los estudios universitarios y evitar la deserción, cualquiera sea la causa, ya sea por dificultades económicas, horarios rígidos, falta de espacio para el cuidado de hijos pequeños durante periodos de clases y falta de contención emocional.
Sin duda, los estudiantes que logran permanecer en la universidad cuentan con las redes de apoyo informales como ser familiares o amigos, pero qué pasa con todos aquellos estudiantes que abandonan o que nunca tuvieron la oportunidad de ingresar porque no contaban con esas redes de apoyo. Es aquí donde el Estado y las Instituciones de Educación Superior tienen un papel decisivo para poder generar condiciones tanto para promover el ingreso y permanecer en la universidad a estudiantes que son padres o madres. De esta manera no sólo hablamos de universidades más inclusivas, sino también de tomar en cuenta la calidad de vida de los hijos que llegan a este mundo y que serán el futuro de esta sociedad.






















