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Revista Aportes de la Comunicación y la Cultura

versión impresa ISSN 2306-8671

Rev. aportes de la comunicación  n.30 Santa Cruz de la Sierra jun. 2021

 

ARTÍCULO CIENTÍFICO

 

La construcción de identidades políticas en el discurso de Evo Morales (2006-2016)

 

The construction of political identities in the discourse of Evo Morales (2006-2016)

 

 

Erick R. Torrico Villanueva
Boliviano. Doctor en Comunicación. Director Académico del área de Comunicación en la Universidad Andina Simón Bolívar y docente-investigador del Instituto de Investigación, Posgrado e Interacción Social (IPICOM) de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, Bolivia. etorrico@uasb.edu.bo
Fecha de recepción: 23 de enero 2021 Fecha de aceptación: 17 de marzo 2021

 

 


Resumen

El artículo examina el proceso de construcción discursiva de las identidades políticas en un conjunto de alocuciones del ex Presidente Evo Morales entre los años 2006 y 2016. Tiene base metodológica en las concepciones del análisis crítico del discurso y la semiosis social. Da cuenta de la matriz organizadora y los componentes de ese proceso discursivo, así como de los efectos de sentido que implicó. Concluye con el señalamiento de algunas características, potencialidades y limitaciones de la discursividad desplegada por Morales, principal enunciador del Movimiento al Socialismo.

Palabras-Clave: Discurso, identidades políticas, poder.


Abstract

This article examines the process of discursive construction of political identities in a set of addresses by former President Evo Morales between 2006 and 2016. Their methodological basis rests on the conceptions of critical discourse analysis and social semiosis. It provides an account of the organizing matrix and the components of the discursive process, as well as the effects of implied meaning. It concludes by identifying some characteristics, potentialities and limits of the discursiveness displayed by Morales, the main enunciator of the Movimiento al Socialismo.

Keywords: Discourse, political identities, power.


 

 

Evo Morales fue uno de los gobernantes más comunicativos de la política boliviana contemporánea, pues casi no hubo día en que no pronunciara un discurso o no hiciera una declaración de prensa. Sus intervenciones fueron objeto de coberturas informativas completas a cargo de los medios oficiales [1] y el Ministerio de Comunicación, además de una campaña de propaganda constante, mantuvo la publicación de una separata periodística que compilaba el “Discurso Presidencial” que superó las 1.400 ediciones hasta diciembre de 2017.

Sus alocuciones fueron, por tanto, el recurso principal de la conexión gobierno-gobernados. De ahí la importancia de considerarlas objeto de observación, en este caso, para establecer la manera en que las identidades políticas eran construidas en ellas.

La política, en tanto ejercicio de poder, implica siempre una relación entre al menos dos actores: un protagonista y un antagonista, modos en que los actores de la misma se reconocen y se habilitan para participar en la pugna tanto práctica como discursiva por la cual se disputan el acceso a recursos, derechos, bienes, servicios o verdades y, en el nivel macro, la dirección general de la sociedad.

Como es lógico, un espacio privilegiado para la realización de esa contienda es el de los discursos, o sea el de los significados que unos y otros enunciadores políticos producen para legitimar y promover sus objetivos y desacreditar los de sus adversarios en busca de alcanzar la mayor afinidad posible entre sus diversos destinatarios reales y potenciales.

Esa lucha discursiva tiene en su base la constitución de colectivos de identificación, esto es, la delimitación de grupos que más o menos comparten percepciones, condiciones de existencia o aspiraciones y que toman conciencia de su mismidad y sus diferencias a partir de designaciones que por lo general les son asignadas, las cuales, cuando tienen eficacia interpeladora, terminan asumiendo como propias en prueba del correspondiente poder simbólico de las representaciones puestas en circulación.

Lo que esta investigación [2] se planteó, en este marco, fue conocer la matriz que estuvo en el fondo de la discursividad de Morales, así como los componentes del proceso que la realizaba y los efectos de sentido que, al parecer, contribuyó a generar en materia de conformación identitaria.

La investigación se efectuó bajo la guía de esta pregunta: ¿Qué matriz, componentes y efectos de sentido tuvo el proceso de construcción discursiva de identidades políticas en las alocuciones presidenciales sobre 33 momentos-hito de los tres gobiernos consecutivos de Evo Morales como eje de la estrategia comunicacional política del Movimiento al Socialismo (MAS) [3] entre 2006 y 2016?

El proceso discursivo implica básicamente –y estos son sus componentes– una matriz (organizadora del sentido), un enunciador (el que habla), un enunciado (lo que se dice), un destinatario (a quién se habla), unos recursos (forma y medio de la enunciación, otros elementos de apoyo), un contexto (otros discursos de referencia) y una situación (la circunstancia histórica en que tiene lugar la enunciación). Para los fines de este estudio, se sumó a este conjunto los efectos de sentido (unas consecuencias deducibles probables en la conformación del sentido común del destinatario).

A su vez, la matriz discursiva se entiende como el patrón ideológico y terminológico que organiza el sentido general de la enunciación que, en materia política, se estructura a partir de algún principio de articulación como la clase, la nación, la cultura, el género u otro en función del cual son definidos el núcleo problemático, los actores involucrados y las propuestas. Y la construcción discursiva es el proceso por el que un enunciador produce uno o más significados que comunica a uno o más destinatarios con el propósito de provocarle(s) algún efecto de sentido en el seno de un doble contexto: el de las circunstancias externas al discurso generado y el de la interdiscursividad, es decir, las relaciones existentes entre el discurso sometido a examen y otros discursos que le sean contemporáneos y afines o antagónicos.

Las identidades políticas, por su parte, son los criterios para el autorreconocimiento y la diferenciación que trabaja el discurso político a fin de aglutinar y clasificar a los actores involucrados en un determinado lapso de concreción de una correlación de fuerzas, tiempo en el que es dable identificar momentos-hito, que son ocasiones concretas que sintetizan en su acontecer la índole de una situación histórica dada, a la vez que la posición que tiene al respecto un determinado actor, en este caso el enunciador del discurso. En otras palabras, son espacios de tiempo relativamente cortos que condensan una circunstancia política y una interpretación también política de ésta.

Finalmente, la alocución se define como aquella exposición oral, preparada o no, que es efectuada por un orador ante un público presente y/o distante para referirse a un tema o grupo de temas con propósitos variados o combinados que pueden ir desde simplemente informar hasta inducir a la acción. Aquí se tomó como alocuciones las exposiciones del principal enunciador formal del gobierno del MAS: el expresidente Morales [4] .

 

Aspectos metodológicos

La investigación se basó en dos concepciones metodológicas complementarias: el análisis crítico del discurso (ACD) y la semiosis social. Aquél consiste en una estrategia de comprensión y examen de todo conjunto de significados (discurso) que está inserto en una trama de relaciones sociales y da cuenta de las mismas traduciendo la visión y posición del enunciador respecto a tal sistema de relaciones, lo que le empalma con la semiosis social, es decir, aquella concepción que estudia la realidad privilegiando la consideración de “la dimensión significante de los fenómenos sociales” (Verón, 1987, p.125), fenómenos dentro de los cuales se sitúa de forma destacada la política.

Para la aplicación del ACD se diseñó una ficha de registro y análisis que, aparte de los datos referenciales de cada alocución examinada, comprendió estos 4 grandes campos: (i) la autoimagen del enunciador, (ii) las imágenes que el enunciador construye de “los Otros”, (iii) los referentes históricos y personales que usa el enunciador para sustentar sus argumentos y (iv) los escenarios de presente y futuro que formula el enunciador. Adicionalmente, en el plano interpretativo, la ficha incluyó la mención deductiva de los efectos de sentido que, desde el punto de vista analítico, cada alocución buscaba generar conscientemente o no.

Discurso e identidad en política

La política, como sistema organizador de la vida colectiva, es incomprensible sin el poder y sin las relaciones sociales que hacen factible el establecimiento y ejercicio de éste.

El poder supone básicamente la capacidad y la posibilidad de un individuo o grupo humanos de direccionar o controlar más o menos las ideas y/o las conductas de otro individuo o grupo humanos en función de unos determinados objetivos que no siempre ni necesariamente van a ser compartidos por el conjunto de los sujetos involucrados en esa relación jerarquizada y desigual. Más bien lo normal es que el poder se “ejecute” desde una posición de autoridad y, en consecuencia, de forma vertical, de arriba hacia abajo; pero la obediencia que requiere de parte de quienes son sometidos a su mando, a pesar de esa unilateralidad, puede lograrse tanto por la vía coercitiva como por la de los consensos parciales o mayoritarios.

En el primer caso, la coerción, se tiene una relación de dominación en la que unos subordinan a los otros mediante mecanismos de fuerza (leyes, represión, violencia física) que, llevados a su extremo, pueden alentar en los dominadores la aspiración de la supremacía, es decir, de una presunta superioridad absoluta y definitiva. En el segundo caso –del consenso– se trata más bien de una relación de hegemonía, en el sentido planteado por Antonio Gramsci, esto es, la producción de una dirección intelectual bajo la cual los diversos intereses colectivos se sientan incluidos, representados y expresados ( Gruppi, 1991).

La política, empero, nunca llega a exteriorizarse en una forma pura, sea de sólo coacción o de sólo imposición aceptada. El balance entre ambos elementos o los énfasis que tienen lugar en su administración desde el poder varían en la vida real y dependen tanto de las particulares circunstancias históricas en que los actores de la relación política se desenvuelvan como del estado en que se encuentre la respectiva correlación de fuerzas.

De lo dicho se desprende que la política es siempre un campo de disputa y en ella la confrontación es tanto práctica, directa, como discursiva, o sea mediada por representaciones simbólicas.

En otras palabras, la política implica indefectiblemente movimiento, dinámica, inestabilidad, incertidumbre y polémica, lo cual supone la presencia y participación de intereses distintos y hasta radicalmente encontrados, actores diferenciados con potencial variado y variable, definiciones estratégicas o coyunturales, alianzas y rupturas, decisiones planificadas o aun intuitivas, espacios pluriformes de despliegue, discursos y contradiscursos, acciones múltiples con plazos diferentes y resultados calculables pero indeterminados.

Toda esa complejidad, que no puede orientarse sino a establecer, preservar, debilitar o transformar un orden social dado, es soportada por sujetos individuales y colectivos que se definen y reconocen a sí mismos y entre sí, los cuales desarrollan para el efecto modalidades de construcción de imágenes propias y recíprocas que tengan capacidad de incidir en la formación de visiones de grupo y en la consiguiente delimitación de sus campos de intervención. Ahí, entonces, es donde ocurren los procesos de identificación (identitarios), en que la producción discursiva es materia primordial.

La construcción relacional de las identidades

Identificarse consiste en decir quién, qué y cómo se es, lo que de manera insoslayable conlleva también decir –o al menos sugerir, sobre todo en política– qué se quiere o busca. Por ende, la identificación acota un “territorio” ligado a unos intereses y da fundamento a una toma de posición al respecto. En la política real, sin embargo, la conexión entre interés y posición no es inflexible, ya que, en muchas situaciones, como sucede en particular en las llamadas “democracias de mercado” [5] , el principismo tiende a ceder ante el pragmatismo.

La identificación, mecanismo de subjetivación de la ubicación que se considera que se tiene como individuo o como grupo en la sociedad y frente a las estructuras del poder, comprende la elección y reivindicación de ciertas características de diferenciación, mas esto sólo puede lograrse en comparación con un “otro” o unos “otros”. De este modo, la identidad deviene del contraste con la alteridad. Y esto en el caso de la política, que estructura colectivos de intereses y deslinda fronteras en el plano de las concepciones del mundo social y los consecuentes proyectos históricos (en la esfera de las ideologías), remite a unas relaciones de pertenencia –un “Yo/Nosotros”– y a otras de exclusión –un “los Otros”–.

No obstante, la identidad en política posee otros dos rasgos de la mayor relevancia para el entendimiento de su lugar en las luchas por el poder: es producto de las condiciones sociales de desigualdad y permite un mayor o menor grado de empoderamiento de quienes se reconocen en ella.

Aquí vale la pena remarcar que la identidad política es una construcción histórica y no un dato derivado de la ontología (del “ser”) de las personas o los colectivos. No corresponde, pues, a una esencia; no es un factor congénito, sino una elaboración social adaptativa que, por lo común, es asignada desde fuera y asumida con variada convicción por sus destinatarios, razón por la cual puede ser objeto de intervenciones que la modifiquen.

Se debe enfatizar, asimismo, el hecho de que ningún proceso de conformación identitaria puede darse al margen del discurso y la discursividad, pues imprescindiblemente las identidades tienen que ser representadas en conjuntos significantes comunicables (discursos), los cuales configuran un flujo constante de contenidos simbólicos (discursividad). Este fluir, además, incluye tanto discursos antecedentes, referenciales y contextuales, como otros de signo opuesto, lo que constituye la interdiscursividad, esto es, el universo en que al final cada discurso surge, se abre camino y cobra sentido.

Poder y pugna discursivos

En la construcción de identidades políticas, el discurso requiere desarrollar una capacidad de interpelación que logre constituir a los sujetos a que se dirige, esto es, una fuerza enunciativa que consiga convocar la atención de los individuos a quienes les habla haciendo que ellos se reconozcan en lo que les dice y, consiguientemente, identificándose [6] . De ese modo, el discurso produce la identificación y la identidad, pero ésta no es sólo discurso, sino que se materializa en formas de relación, prácticas y experiencias (Restrepo, 2007).

El potencial discursivo interpelador se realiza a plenitud cuando tanto los individuos que pertenecen al “Yo/Nosotros” como a “los Otros” se reconocen, así sea parcialmente, en las identidades que les son asignadas y las asumen, quedando constituidos en sujetos de las mismas. Al contrario, cuando el contenido identificador se reduce a un esfuerzo de “etiquetado” y no llega a construir la identificación deseada, la enunciación efectuada no pasa de ser una acción unilateral de estereotipación. [7]

La conformación identitaria resulta, pues, del efecto de sentido que pueda alcanzar la enunciación discursiva, es decir, de las consecuencias orientadoras que ella sea capaz de lograr en la visión de los sujetos que constituye o pretende constituir.

Las identidades así configuradas pueden, finalmente, aportar a la legitimación o a la deslegitimación de un orden o de una formación política y su visión, pueden abonar “lugares” y visiones de resistencia y pueden, igualmente, alentar la estructuración de proyectos transformadores.

En el caso de la construcción identitaria desde el discurso gubernamental, los propósitos perseguidos son evidentes y recurrentes: se busca la consolidación de una imagen positiva propia, la ampliación permanente de la base social de respaldo y la marginación, el debilitamiento o aun la extinción de las oposiciones y disidencias. La inscripción de la discursividad oficial en el marco de ese tipo de orientaciones, así sea de forma tácita, remite a la existencia de definiciones o trazos estratégicos.

La gestión estratégica de la identidad política

Aunque idealmente el discurso político y la construcción de identidades que puede posibilitar debieran responder a un diseño estratégico preciso [8] , en los hechos se dan también procesos discursivos que inclusive llegan a ser respuestas urgentes –y, por tanto, poco planificadas– a necesidades de coyuntura. Y tampoco se ha de descartar una tercera opción, que más bien suele ser la de mayor frecuencia en este terreno: la combinación de una discursividad planificada con otra que no lo es. Desde este punto de vista, el sentido de lo estratégico concierne a las opciones previstas y organizadas o no que utiliza el enunciador para elaborar y canalizar su discurso.

Así, las ocasiones elegidas (lugares y tiempos) para efectuar la enunciación, los temas, argumentos y destinatarios seleccionados o los recursos empleados hacen parte de esa toma de decisiones. Lo propio sucede con los propósitos del enunciador, la organización interna del enunciado (inicio, desarrollo, cierre), la terminología y las formas retóricas que son empleadas. E igualmente integran este conjunto, entre otros aspectos, el tipo de relación que establece el enunciador con su colectivo de identificación, las modalidades con que construye “amigos” y “adversarios”, las vinculaciones que establece con otros elementos de la interdiscursividad o el peso estructural que asigna en su enunciación a los distintos componentes del proceso discursivo (Verón y Otros (1987) y Prieto (1999)).

 

Análisis de resultados

Las alocuciones de Morales bajo análisis

Las alocuciones que fueron tomadas como materia de análisis corresponden a distintos momentos de la dinámica política boliviana registrada entre el 21 de enero de 2006 (fecha de la investidura no oficial de Morales en Tiwanaku como “primer Presidente indígena” de Bolivia, la cual precedió a la oficial que se efectuó al día siguiente en el Congreso Nacional) y el 25 de noviembre de 2016 (día del fallecimiento del ex Presidente cubano Fidel Castro Ruz, mentor y aliado de Morales).

Los temas de ese conjunto de alocuciones se distribuyeron del siguiente modo:

Tabla 1: Temas de las alocuciones

El cuadro a continuación resume aspectos genéricos de los componentes que fueron analizados en el proceso discursivo del entonces gobernante:

Tabla 2: Componentes del discurso en E. Morales

Los objetivos de los discursos

De modo global, los discursos de Morales estuvieron guiados por los siguientes objetivos implícitos:

-Anunciar compromisos personales.

-Posesionar autoridades civiles o militares.

-Denunciar o criticar las circunstancias de la política interna que condicionaban su accionar gubernamental.

-Presentar leyes aprobadas.

-Entregar o inaugurar obras.

-Informar sobre logros de su gestión gubernamental.

-Expresar preocupación, explicar razones de decisiones y/o pedir disculpas.

-Conmemorar aniversarios históricos.

-Orientar sobre el significado de medidas que fueron adoptadas.

-Rendir homenaje.

-Manifestar apoyo a sus aliados.

-Hacer propuestas de alcance internacional.

En consecuencia, cada alocución tuvo una motivación principal, pero corrientemente abordó diversos asuntos y casi siempre fue aprovechada para cuestionar o atacar a los adversarios del oficialismo.

Destinatarios reconocibles

Los discursos analizados estuvieron dirigidos sobre todo a los miembros del público presente en los acontecimientos en que fueron enunciados. Sólo de forma excepcional los destinatarios explícitos fueron quienes podían ser alcanzados por transmisiones de televisión o radio.

En ese sentido, son identificables los siguientes 9 tipos de destinatarios principales: autoridades, exautoridades y funcionarios de los órganos estatales; representantes de organizaciones sociales; gobernantes y diplomáticos extranjeros; representantes de organismos internacionales; sectores sociales; prensa; movimientos sociales [9] ; pueblos y colectivos abstractos.

Las denominaciones asignadas a los destinatarios corresponden sobre todo al ámbito de la designación formal y sólo presentan una cierta carga ideológico-política en el caso de los “movimientos” o “fuerzas” sociales.

Formas de autoidentificación del enunciador

Morales, en su condición de enunciador, aportó diversas definiciones identitarias de sí mismo; la mayoría de ellas marca la relación de pertenencia que buscó establecer con determinados colectivos, pero otras remiten a vínculos de un orden distinto. En ese entendido, se pudo hallar estas categorías que dan fundamento a esas autoidentificaciones incorporadas en los discursos observados:

Tabla 3: La auto-identificación en E. Morales

Esta construcción de la propia identidad se completa con las referencias de victimización o valoración que hace respecto de colectivos que el enunciador considera que representa y con aquellas otras relativas a actores individuales o colectivos que aprecia positivamente en sus alocuciones. Lo primero es puesto de manifiesto en expresiones o términos como los que siguen:

Tabla 4: Referencias a colectivos en el discurso de E. Morales

En cuanto a lo segundo, la lista de actores merecedores de la estima del enunciador puede ser organizada en estos 11 grupos: organizaciones (de campesinos, obreros, etc.), instituciones (Fuerzas Armadas, Asamblea Constituyente), personajes internacionales (presidentes, altos funcionarios), sectores sociales (mineros, cocaleros, etc.), órganos del Estado, pueblos (indígenas, alteño, etc.), movimientos sociales, partidos políticos (sólo de izquierda), funcionarios públicos (parlamentarios, ministros, etc.), otros gobiernos y colectivos indeterminados (“antiimperialistas”, p. ej.).

Morales, además, se refirió en términos de neutralidad a una variedad de actores individuales, institucionales e internacionales, pero esto aconteció por lo regular en las menciones de salutación que hizo en eventos gubernamentales. En esos casos, por tratarse más bien de una acción protocolar, los calificativos estuvieron ausentes y, por tanto, no hubo una toma de posición explícita del enunciador frente a esos actores.

La identidad de los antagonistas

En el contenido de la discursividad de Morales analizada, también fue posible reconocer la manera en que el enunciador construyó la identidad de sus oponentes. Éstos pueden ser agrupados en estas 7 categorías: partidos políticos, organismos internacionales, gobiernos y funcionarios extranjeros, políticos y dirigentes, periodistas y medios, colectivos indeterminados y entidades abstractas (“imperialismo”, “la derecha”, etc.).

La caracterización de estos antagonistas se complementa con la mención de los defectos o vicios que el discurso les atribuyó frecuentemente. Desde este punto de vista, quienes fueron presentados por Morales como sus contrincantes “no quieren a la patria”, “sólo buscan enriquecerse” y son “saqueadores”, “explotadores”, “marginadores”, “privatizadores”, “corruptos”, “entreguistas”, “vendepatria”, “chantajistas”, “usureros”, “pro-capitalistas”, “pro-imperialistas”, “neoliberales”, “opositores”, “imperialistas”, “de grupos oligárquicos”, “enemigos”, “prebendalistas”, “divisionistas”, “amenazadores” o “invasores”.

Estos elementos de descalificación fueron aplicados por el enunciador de manera indiferenciada, casi como sinónimos, sin asociar expresamente determinados términos a ciertos actores de su otredad, sino que más bien le sirvieron para describir de forma general e intercambiable a todos sus antagonistas.

Bajo esa misma línea de caracterización es que fue llevada a cabo la construcción discursiva de la identidad propia, mediante una operación de uso de contrarios lógicos. Así, si “los Otros” eran “vendepatrias” e “imperialistas”, el “Yo/Nosotros” era más bien “patriota” y “antiimperialista”.

Recursos discursivos utilizados

Aparte de la práctica ya deducible de estereotipar, es decir, de manejar un conjunto de ideas preconcebidas sobre el “Yo/Nosotros” y “los Otros”, en las alocuciones de Morales se encontró el empleo recurrente de cuatro recursos discursivos principales útiles para la fundamentación, ilustración o explicación de lo que en ellas se dice: la cita de hechos históricos, la mención de personajes de la historia pasada o reciente, la remembranza de experiencias compartidas con amigos o compañeros que le eran cercanos y la presentación de datos y cifras que aportaran una forma de evidencia en materia de gestión.

Dentro de ese espectro, resultó de particular interés para el propósito de esta investigación destacar la composición del segundo recurso señalado, pues constituyó un factor central para la construcción de la identidad propia del enunciador, ya que buscó incluirlo en una secuencia histórica y en una trama de referencias dirigidas a sustentar y validar la definición del perfil ideológico-político que deseaba dejar establecido frente a sus destinatarios. En consiguiente, a continuación, se clasifica a los personajes cuyas imágenes y ejemplo fueron convocados reiteradamente en los discursos de Morales:

Tabla 5: Personajes recurrentes en el discurso de E. Morales

Visiones del ayer y el hoy

Como sucede en gran parte de los discursos políticos, otro elemento que integra el proceso de construcción identitaria es el diagnóstico de la situación anterior que se cuestiona y se pretende superar, a la par que el correspondiente a la nueva realidad que se está trazando o se estaría viviendo. Esta contrastación, en las alocuciones de Morales, ofreció el siguiente panorama de la Bolivia de ayer y la considerada actual:

Tabla 6: Contrastación del pasado y la actualidad en el discurso de E. Morales

Tareas por acometer

Por último, y como consecuencia lógica del diagnóstico efectuado sobre la situación antecedente, los discursos de Morales ofrecieron variados lineamientos para responder a los problemas o necesidades comprendidos en esa descripción. El cuadro que sigue organiza algunos de esos planteamientos en función de cuatro ámbitos desde los que, según el enunciador, se debía emprender las acciones respectivas:

Tabla 7: Referencias a “qué hacer” en el discurso de Evo Morales

Tanto la contrastación de visiones sobre el pasado y el futuro como el delineamiento general prescriptivo de las tareas necesarias develan una convicción de tipo fundacional en el enunciador, que consideraba estar inaugurando un tiempo completamente nuevo, distinto de las etapas “colonial” y “neoliberal”.

Una discursividad polarizadora

El discurso de Morales se centró en hablar en positivo del propio enunciador y de su entorno de colaboradores y aliados o actores afines (“Yo/Nosotros”), a la vez que en descalificar y desacreditar a “los Otros”, silenciando deficiencias, errores y carencias en el primer caso, o amplificándolas en el segundo.

Se trató, entonces, de una producción discursiva asentada en una pauta polarizadora, que fabricó la diferencia y buscó conformar las identidades desde el etnocentrismo del enunciador. La ventaja para éste radicó en su posición privilegiada de poder (su sitial de Presidente), la cual le permitió desplegar una acción significante unilateral, así como establecer unas relaciones de inclusión-exclusión sin espacio efectivo para la contestación. Esto, igualmente, fue propicio para alentar una discursividad ante todo autorreferida.

Otro aspecto que se evidenció beneficioso para el enunciador, en el caso de las alocuciones analizadas, fue que contó siempre con una circunstancia organizada para la enunciación de su discurso y con unos destinatarios presentes, es decir, un auditorio en condición práctica de “público cautivo”.

A ello debe agregarse, así mismo, la mayor o menor amplificación y repercusión mediáticas que normalmente alcanzaron esos discursos en razón de haber sido proferidos por el Primer Mandatario del país.

La legitimación discursiva del enunciador

Un elemento central de los discursos examinados fue la legitimación abstracta del origen del enunciador, esto es, el señalamiento de las fuentes que alimentarían su condición autoatribuida –en sus mismas alocuciones– de representante de los “pueblos indígenas” y los “movimientos sociales”. Esta gráfica muestra las principales de esas fuentes, mismas que remiten a su condición “originaria” y “natural”, de vivencia del sometimiento y de militancia rebelde:

Figura 1: Las fuentes de legitimidad del enunciador E. Morales

Figura 2: El enunciador E. Morales inserto en la historia política

Esta acción de legitimación histórico-política del enunciador pretendió colocarlo en una posición de continuidad de los diversos proyectos o propósitos encarnados por cada uno de los personajes de referencia y operó fundada en una sobresimplificación homogenizadora de los mismos, pues la mención casi mecánica de este “panteón” de emancipadores o defensores de pueblos o ideas no consideró en absoluto todo aquello que en el fondo les distingue, las disímiles circunstancias particulares en que se desenvolvieron ni los eventuales acomodamientos que las ideologías y conductas de algunos de ellos –ante todo los contemporáneos de Morales– registraron como consecuencia de su pragmatismo en el ejercicio del liderazgo o del poder.

Matriz de la construcción identitaria

El proceso de construcción de identidades políticas implícito en la discursividad de Morales se estructuró en torno a tres pilares: la ideación de un “Yo/Nosotros”, la de “los Otros” y la de una ruta para redireccionar esa relación Ego-Alter en beneficio del primero al tiempo de anular a los segundos.

De ello se desprendió una configuración binaria, maniquea, de “buenos” y “malos”, que fungió como sustrato de las alocuciones analizadas.

El modelo que se presenta a continuación sintetiza esa matriz de organización identitaria aplicada insistentemente por el enunciador:

Figura 3: Matriz del discurso sobre las identidades en E. Morales

La matriz discursiva de Morales, entonces, confrontó centralmente pueblo (“indígena”, “campesino”, “originario”, “boliviano”, “antiimperialista”, “anticapitalista” y que a veces fue sustituido por “movimientos sociales”) con oligarquía (que en otros momentos fue reemplazada por “imperialismo”, “imperio” o “la derecha”).

La utilización indiscriminada e indiferenciada de estos variados términos da lugar a una confusión conceptual e ideológico-política semejante a la que provoca la también presente indistinción de los períodos históricos que en los discursos llega a calificar todo el tiempo anterior al gobierno del MAS como “colonial” y “neoliberal”.

Los probables sentidos producidos

Como sucede con toda enunciación discursiva, las alocuciones de Morales aportaron insumos (ideas, juicios, símbolos, datos, etc.) para generar algunos efectos de sentido en sus destinatarios, esto es, unas representaciones sociales [10] por las que pueden conformarse identidades políticas y que tienen posibilidad de condicionar las percepciones, las imágenes y la comprensión de los temas, hechos o personajes de que habla el discurso, con lo que también abrieron un margen para el condicionamiento de las opiniones y hasta de ciertas conductas de quienes recibieron lo enunciado.

Esto no significa que se esté planteando aquí que el discurso político tiene un poder de influencia directa, segura y obligante, sino más bien que es portador de series y fragmentos significantes que un destinatario, en el marco de sus circunstancias particulares, puede o no articular a su propio espacio cognitivo y comportamental.

Esas consecuencias, relativas y variables, no son inmediatamente observables y tampoco pueden ser objeto de una medición estricta, aunque sí son factibles de evidenciar en procesos analíticos diacrónicos.

En esta investigación, los efectos de sentido probablemente producidos por la discursividad de Morales en materia de construcción identitaria política fueron obtenidos por la vía de la interpretación y es dable resumirlos en este grupo de proposiciones principales:

1)        Los “pueblos indígenas” sufrieron de explotación, racismo y discriminación bajo el “Estado colonial”.

2)        El “Estado colonial” se extendió hasta antes de la llegada de Evo Morales y el MAS al gobierno.

3)        La         “oligarquía”,      el            “imperio”,          el            “imperialismo”,              el “neoliberalismo” y la “derecha” son el “enemigo” que se enriqueció “saqueando” y “subastando” al país.

4)        Evo Morales pertenece a los “pueblos indígenas” y a los “movimientos sociales” y comparte sus valores y sus luchas.

5)        Evo Morales es parte del proceso de liberación social nacional y latinoamericana.

6)        Evo Morales representa el inicio de un “nuevo milenio para los pueblos originarios” porque ahora “todos somos presidentes”.

7)        Con Evo Morales los “pueblos indígenas son actores y protagonistas de las transformaciones”.

8)        Evo Morales “refundó Bolivia”.

9)        Los “pueblos indígenas” tienen que continuar su lucha contra el “enemigo” y mantenerse unidos.

Este conjunto de interpelaciones que configura la trama argumental de Morales se orientó claramente a la definición y legitimación de la propia identidad del entonces gobernante y, a la par, a la constitución de dos sujetos colectivos: los “pueblos indígenas” y los “movimientos sociales”, pese a que en varias ocasiones estas denominaciones aparentaron referirse a una y la misma cosa debido a que el enunciador las usó como intercambiables.

 

Consideraciones finales

El análisis de las alocuciones de Evo Morales (lapso 2006-2016) permite plantear estas consideraciones finales:

•  El enunciador, Evo Morales, se auto-constituyó discursivamente como el heredero de todas las luchas previas por la liberación social y como el representante elegido del (de los) pueblo(s) víctima(s) para conducirle(s) a la redención.

•  Esta construcción estableció una relación de intersección identitaria: “Yo soy Ustedes” y “Ustedes son Yo”, equivalencia de la que se desprende la creación fáctica de la superposición “Yo/ Nosotros”.

•  Esa personalización concentrada generó dos situaciones políticamente problemáticas: 1) el enunciador, agente de la promesa milenarista, quedó convertido en irremplazable, y 2) los sujetos interpelados fueron confinados a la pasividad, puesto que el agente les representaba y “hacía” por ellos.

•  En lo concreto, los resultados de esa fabricación identitaria de Morales fueron la invención de un mito forzado –que no es el del “proceso de cambio” sino el del propio personaje construido [11] –, la obligatoriedad para el MAS de que él sea candidato y gobernante a perpetuidad y la desmovilización e instrumentalización de los “pueblos indígenas” y los “movimientos sociales”, que sólo eran convocados para convalidar y defender el statu quo inaugurado en 2006.

•  Pese o más bien debido al intento de apropiarse de todo el espectro de apelaciones empleadas por los sectores populares y ciudadanos en el pasado inmediato y mediato (la “nación”, lo “indígena”, la “revolución”, la “Madre Tierra”, el “antiimperialismo”, la “igualdad”, la “justicia”, la “democracia”, los “derechos” o aun la “recuperación marítima”, elementos todos presentes en las alocuciones de Morales), las identidades ligadas al “Yo-Nosotros” del ex gobernante y el MAS acabaron siendo vagas y ambiguas.

•  El enfoque usado por la discursividad de Morales recompuso la matriz de la lucha política en Bolivia y confrontó al “pueblo indígena” o los “movimientos sociales” [12] con la “oligarquía”, “la derecha” y “el imperio”, deshistorizando a los sujetos sociales concretos, en un símil del cambio teórico impulsado por una izquierda posmoderna que suplió al proletariado y al imperialismo con dos entelequias: la “multitud” y el “imperio” [13] .

•  La discursividad del exgobernante se autolimitó en su poder simbólico dado que, además de repetir una y otra vez líneas de argumentación con suficientes muestras de haber agotado su potencialidad inicial, careció de capacidad interpeladora de la otredad que existía más allá de los dos sujetos abstractos que sí parecían reconocerse en ella.

Así, Morales terminó abarcándolo todo, menos a “los Otros”, que no lo reconocieron ni se reconocieron en sus interpelaciones excluyentes. La construcción de la otredad adversaria en él operó por supresión, es decir, por invalidación y negación de la existencia de quienes se le oponían o cuestionaban: aquel o aquellos que no estaban de su lado pertenecían simplemente a la “anti-patria” y el “imperialismo”( Hardt y Negri, 2002). [14] .

Notas

[1] Eran el diario “Cambio”, la red radiofónica “Patria Nueva”, la red Bolivia TV y la Agencia Boliviana de Información, a los que se sumaron la Red de Radios de los Pueblos Indígena Originarios, la Agencia de Información de los Pueblos Originarios, el canal de TV “Abya Yala” y otros medios impresos, radiofónicos, televisivos y digitales.

[2] No habría sido posible desarrollar este trabajo sin el respaldo del IPICOM ni sin la participación de los estudiantes Ronald Catari Callisaya, Efraín Machicado Quispe, Yercia Ibils Mañueco Valdiviezo, Dayanna Massiel Monroy Estévez, Judith Vanessa Santander Quisbert y Ricardo Edgar Zelaya Medina. Este artículo sintetiza el informe de la investigación efectuada.

[3] La sigla oficial de esta organización es MAS-IPSP, que además hace referencia al Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos. Aquí se la mencionará solamente con MAS.

[4] Los momentos-hito a que esas alocuciones estuvieron referidas son descritos en el Anexo, al final del artículo. Tales momentos fueron elegidos a partir de la valoración histórica de acontecimientos que marcaron la ruta crítica del gobierno instalado en enero de 2006.

[5] Son las democracias formales en que prevalece el rito del voto periódico sin participación ciudadana real en los asuntos públicos, que se nutren de las técnicas del marketing político y electoral y que aplican políticas de libre mercado. Estas democracias, con inspiración estadounidense y actualmente con expresiones neopopulistas, rigen en América Latina desde la década de 1980, cuando fue superado el ciclo de las dictaduras militares.

[6] Confrontese a  Althusser (1988), en especial las pp. 130 y ss.

[7] En lenguaje de la Psicología, un estereotipo es una imagen o una idea simplificada, a veces caricaturesca, de una persona, grupo o institución que son nominados en base a prejuicios y emotividad (Equipo de Redacción PAL, 1982: 114).

[8] Véase las recomendaciones hechas al respecto en Pérez (2001) o en Izurieta y Otros (2003), por ejemplo.

[9] En criterio de Raquel Gutiérrez (2015, p15), esta noción nomina a “sujetos colectivos de lucha” que impugnan “decisiones y planes del capital”, pero opaca el valor conceptual y heurístico de la lucha como tal.

[10] Estas representaciones, en pocas palabras, “(…) son el conjunto organizado y jerarquizado de saberes que un grupo específico elabora a propósito de un objeto o fenómeno social” (Pardo, 2013:216). Y en política son la base de funcionamiento del poder simbólico.

[11] Esto, que cotidianamente reforzó la propaganda guiada por el Ministerio de Comunicación, supone la indiscutible supremacía de la imagen presidencial por encima de la de toda la gestión gubernamental y sus operadores, así como de cualquier integrante del MAS, condenados en conjunto a la invisibilidad.

[12] Estas dos designaciones, en el fondo, remiten a patrones identitarios étnicos o de adscripción a características o intereses particulares que buscan afirmar determinados derechos sin poner en cuestión las estructuras de poder en la sociedad ni plantearse la contradicción trabajo-capital. Por eso, Raquel Gutiérrez tiene razón cuando reclama porque el uso despolitizado de la polisémica noción “movimiento social” ha provocado una “clausura conceptual” que “vuelve a expulsar la lucha como clave para la intelección del asunto social, colocándola en un lugar secundario” (2015,p.16).

[13] Cfr. Hardt y Negri (2002). No por nada estos autores fueron invitados en 2007 por Álvaro García al primero de sus seminarios “Pensando el mundo desde Bolivia”, serie que le sirvió como plataforma para vincularse con ciertos intelectuales extranjeros del momento.

[14] Esta fórmula remite a la sentencia de Fidel Castro de “Todo con la Revolución, nada contra ella”, que delimita los campos contrapuestos “bien-mal” y “verdad-mentira”, con lo cual condena a la exterioridad del sistema toda crítica y disidencia, dando lugar a la clausura autoritaria del espacio público, la participación política y los horizontes de futuro.

 

Referencias

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ANEXO: Momentos-hito sobre los que hubo alocuciones

 

 

 

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