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Revista Aportes de la Comunicación y la Cultura

Print version ISSN 2306-8671

Rev. aportes de la comunicación  no.29 Santa Cruz de la Sierra Dec. 2020

 

ENTREVISTA

 

Olga Ribera Díez: Enaltece el patrimonio artístico-cultural cruceño con destreza y creatividad admirables

 

Olga Ribera Diez: Promotes and elevates the artistic-cultural heritage of Santa Cruz with admirable skill and creativity

 

 

Entrevista realizada por:
Anamaría Gamarra de Hausmann.
Boliviana, Comunicadora Social y Master en Radio TV y Cine. Periodista y Editora independiente de textos.
Fecha de recepción: 10 de julio 2020 Fecha de aceptación: 12 de agosto 2020

 

 


El arte reflejo y guía de los pueblos

Cuán gratificante ha sido no sólo en lo profesional, sino sobre todo en lo personal, realizar esta entrevista a una mujer distinta, aunque también amablemente distante, pero ello sin restarle la simpatía y lo agradable como ser humano. Ella es –con redoble de tambores- la artista y diseñadora: Olga Ribera Díez.

Insisto en esta particular descripción, toda vez que nuestra ceramista es tímida, reservada, a su vez, auténtica y sencilla sin el menor atisbo de afectación y ni por asomo las frecuentes poses de “famosos”.

Todo lo contrario, su modestia sorprende, si acaso volviendo en retrospectiva a mi infancia con deleite y nostalgia contemplé en ella el estilo de aquellas mujeres del oriente boliviano de nuestro ayer cercano: discretas, abnegadas y de finos perfiles espirituales; en esta modernidad ya extinguidas en la noche de los tempos… Aparte y durante la conversación reparé también su empleo a momentos del lenguaje castizo de la Madre España, castellano con sus modismos y provincialismos, sin remedio perdidos y desconocidos por la gente joven en la hora actual y arrasados por la vorágine y aculturación de la poderosa, contundente e inevitable influencia de la llamada “Aldea Global”.

A modo de perfil

La profesora Olga nace en una lejana población del Departamento del Beni con el nombre de San Antonio de Ribera, un paraíso verde bañado por las caudalosas aguas del gran “Mamoré”. Con el tiempo la familia da un giro y decide establecerse en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra; dicho en sentido figurado, la hermana mayor por cuestión de raíces y costumbres de los hijos del gran Moxos.

Su adolescencia y su primera juventud transcurre entre diferentes barrios de aquel campanario pintoresco y apacible de mediados del Siglo

XX.    Más adelante la joven Olga se traslada una vez más, esta vez va a vivir al legendario barrio “La Codiciada”, vecindario de mitos, cuentos y leyendas donde alcanza su madurez en todos los sentidos y afronta cada vez con más firmeza y valentía los retos del futuro en los caminos nada fáciles del arte y la cultura en Bolivia.

Años de formación

Delgada y con la fragilidad de una gacela, aunque fuerte de espíritu, Olga Ribera es consciente de que hay necesidad de ir a la conquista de un mayor grado de educación e instrucción especializada que contribuya a su capacitación, crecimiento intelectual y a su preparación en las artes, honrando así los talentos que traía consigo como un don de la vida y esto, naturalmente sólo encontraría en los estudios.

Olga Ribera, haciendo bosquejos

Entonces en el año 1969 a sus veintitantas primaveras, decide tocar las puertas de la única Escuela de Bellas Artes en la región, donde para su fortuna desde el primer día se encuentra cómoda, se adapta a las condiciones del lugar y lo fundamental, los contados artistas y docentes que allí estoica y generosamente enseñaban, pese a los escasos estímulos o incentivos, supliendo las falencias de todo tipo compensaban con su buen trato, calidez, entrega, voluntad y por qué no, nobleza a esa muchachada aspirante, entusiasta y deseosa de aprender, opuesta del todo a neutralizar sus sueños y esperanzas.

Los profesores de esos tiempos, enfática dice Olga, no sólo enseñaban, sino que estaban comprometidos de veras con el desarrollo de las artes y por encima de todo, consustanciados con las aspiraciones del pueblo cruceño, ya impaciente frente al olvido de los poderes centrales y su clase política. En realidad, con delirio ambicionaba la evolución natural de las artes a pesar de las limitaciones económicas y lo que es peor, sabiéndose subyugado por la sutil y peligrosa influencia de culturas dominantes de aquel tiempo de oscurantismo.

Ah!, pero la fuerza y el talante del valeroso pueblo camba doblegaron la adversidad y favorecieron el empuje y mística de un puñado de audaces idealistas que, contra viento y marea sembraron y sostuvieron la sublime creatividad y el fomento de las cosas del arte y la cultura sin cálculos ni intereses, sino por amor a la tierra que los viera nacer y de paso, acompañaron el despertar de la durmiente Santa Cruz, hoy en día, quién lo diría, convertida en la locomotora de todo el país y crisol de la bolivianidad.

Olga Ribera, trabajando una pieza de en arcilla

En estas circunstancias de serios obstáculos y más aun en cuanto a la superación de la mujer, Olga diligente se abre camino a la capacitación y educación, como gentae “sintiente” como decía Unamuno. Una realidad donde no había sitio para los tibios ni mediocres y con determinación toma en serio a la Escuela de Bellas Artes e inicia una carrera de desafíos e identificación con el arte y el diseño artesanal y que a la fecha, se dice pronto, celebra 50 años de servicio ininterrumpido haciendo culto con su arte a la tradición patrimonial, a las señas de identidad, a la cultura y recuperación artesanal y artística de los pueblos llaneros.

AMG.- Cuando llegas por primera vez a la Escuela de Bellas Artes, con quiénes te encuentras, ¿recuerdas?

ORD.- Como si fuera ahorita, viene a mi mente ese vetusto caserón…, sus muros de algún modo fueron mi cuna y el principio que dio manija a mi pasión por el barro. Un material nobilísimo que es esencial para amalgamar, formar, diseñar y producir para después dar vida al arte más antiguo de la humanidad. Y si miramos al misterio de la Creación del mundo, la mismísima Biblia atestigua que Dios hizo al primer hombre del barro de la tierra, ¿acaso no es maravilloso?

Ahora bien, siguiendo con mi inolvidable Bellas Artes como es de imaginar allí llegué cargando en mis alforjas tantas ilusiones, yo era una jovencita de provincia, tímida por añadidura, pero para mi fortuna me topé con personas bondadosas, de sensibilidad artística y también humana; pronto entré en confianza poniendo lo mejor de mi interés para absorber todas sus enseñanzas y sabiduría en lo posible.

Y cómo no prestar interés cuando en las clases de Bellas Artes por esos años tuve el privilegio de tener por mentores a personalidades notables de verdad, tales como: el poeta y escritor cruceño don Raúl Otero Reiche (literatura), don Jorge Rozas (pintura), don Jorge Chuquimia (escultura) y don Wilfredo Salvatierra (dibujo). Sin excepción, todos ellos extraordinarios, preparados y de reconocido espíritu de servicio a la sociedad.

Exactamente, esto transcurría en el año 1969. Una década por doble partida de grata evocación, ya que la ciudad celebraba el enlosetado de sus calles polvorientas por donde aun pasaban los carretones a la recova y a las pascanas de la época. Por entonces era una Santa Cruz que todavía conservaba las costumbres y peculiaridades que le legaron sus ancestros, los españoles.

Mi paso por la Escuela, fue entre 1969-1971, sensiblemente como bien se sabe, el golpe de Estado del 71 clausuró todo tipo de actividades con el cierre de universidades, institutos y centros de estudios como Bellas Artes. Gracias a Dios, que previo pude aprovechar casi tres años de aprendizaje, fundamentos que sirvieron de mucho en mi carrera y después vinieron unos nuevos pasos en mi trayectoria.

AMG.- Por lo visto, ni las dictaduras de la década del 70 en Latinoamérica frenaron tu vuelo. ¿Cómo sale tu primer viaje a Argentina y los otros sucesivos?

ORD.- Así sucedió, pues en 1974 regreso a clases, pero esta vez a las instalaciones de Casa de la Cultura “Raúl Otero Reiche”, ahí el artista plástico Tito Kuramoto impartía sus talleres de pintura, dibujo y modelado de busto. Otro gran señor de los pinceles que a sus alumnos se entregaba sin horarios ni fecha en el calendario.

Más tarde allá por 1976 invitados por FOMO y el Proyecto Bolivia -Escuela de capacitación a la que en mis primeros “pininos”, yo ya colaboraba dando clases de cerámica- llegaron de Córdoba a la ciudad dos magníficos e inolvidables ceramistas, los profesores Rafael Cerrito y Mercedes Brito. Fueron tres meses de enseñanza intensiva en dibujo, cerámica y vaciado en moldes. Por cierto, el día del acto de clausura, cuál sería mi sorpresa cuando entre setenta alumnos solo a dos nos convocaron para viajar a Córdoba en calidad de becarios. Fueron tres meses de cursos de cerámica y en lo personal, un verdadero despertar.

Al concluir el taller, vuelvo a mi país, pero en el mismo año, esos profesores otra vez me ofrecen una nueva oportunidad de ir a Argentina por nueve meses y allí simultáneamente combinaba mi rol de alumna y a la par me ejercitaba como profesora de cerámica de niños y adultos. Una experiencia enriquecedora que después de vuelta a mi tierra puse al servicio de aquellos que se introducían en el arte cerámico y que la vida por esas fechas me confiaba. Esta existencia terrenal tiene sus códigos, en este caso: dar y recibir.

En 1978 para mi gloria surge una nueva beca y con ello la oportunidad de volver a soñar a lo grande como decimos los benianos; esta vez se trataba de dar un salto transcontinental, nada más y nada menos que a la bella Italia, la meca del arte por excelencia. Aquí la propuesta institucional vino de Casa de la Cultura y la mecenas fue la OEA (Organización de Estados Americanos). En la primorosa ciudad de Castelli di Téramo y durante dos años, me dediqué a estudiar: dibujo moderno, mayólica y técnicas decorativas. Este fue un tiempo valiosísimo para mi superación y creo haberlo aprovechado al máximo, bebiendo el saber de profesores plásticos de primera línea y a la vez compartiendo con alumnos de persas nacionalidades y ello también se convierte en escuela para la vida.

AMG.- Entonces de este modo cerraste la década del setenta con “broche de oro”, pero la del ochenta no te fue menos espléndida, ¿no es cierto?

ORD.- Efectivamente, desde mis inicios no paré, primero gracias a Dios y después siempre hubo en mi camino una mano amiga como instrumento pino que se encargaba de proporcionarme los medios para realizar mis aspiraciones; creáseme siempre lo tomé con humildad y agradecimiento. Estar allá lejos, vivir experiencias nuevas, conocer tanta belleza  y esteticismo en el campo de las artes, etcétera y además, vincularme con artistas de grandes alcances no solo por cotizados, sino por la capacidad de saber y luego transmitir a sus pupilos, era grandioso, un sueño del que uno no quisiera despertar. Sin embargo, yo añoraba mi país y la patria chica. Paradójicamente, toda aquella fascinación no provocó en mí el deseo de quedarme por esas latitudes, sino por el contrario, sirvió para afianzar mis raíces, valorizar mis orígenes, la tierra que me viera crecer con su naturaleza, su fauna, su flora, en fin, con su magia. Creo que todo esto fue parte de un proceso de madurez y progreso invalorables para mi persona. Repito, y todo gracias al Buen Dios!

AMG.- Qué te parece si proseguimos en la ruta de tus posteriores viajes y lo que te deparó el nuevo decenio?

ORD.- A comienzos de los ochentas ya que estaba en el viejo continente, guiada por una buena amiga y colega con la que compartíamos el mismo interés por el arte nos dedicamos a hacer una gira por algunos países europeos que ejercen por siglos tradición en la exhibición de obras maestras de renombrados artistas, quienes en el pasado revolucionaron el universo de las bellas artes. Por ejemplo, en la misma Italia, recorrimos museos, iglesias, galerías e igualmente en países como: Francia y España. En cada sitio deliramos en la contemplación y admiración del esplendor, la riqueza y la majestuosidad de aquellas obras de arte que a fuerza de tanta belleza ya tocan lo sublime, diríase. De regreso, pasamos por los Estados Unidos, donde tuve la satisfacción de exponer y allí algunos de mis trabajos quedaron en el museo donde se realizó el evento y otros fueron adquiridos por particulares que gustaban de la vitalidad y seductora simplicidad del diseño artesanal en arcilla.

AMG.- Y otra vez vuelves a tus parajes, solo que Santa Cruz ya no era la misma que dejaste, ¿no es así?

ORD.- Por supuesto, a paso de gigante la ciudad que yo había adoptado un día y que amaba ya tenía otra “pinta” no tan solo por su despertar socio, económico y cultural, sino que era una nueva sociedad y había surgido una nueva clase también. Bueno, en esa nueva realidad me correspondía “aterrizar”, aprovechar lo bueno que por lo general siempre trae el cambio y situarme para entregar lo aprendido y en ello tratar de vivir y comer del arte.

AMG.- Desde tus inicios, creo que fuiste “profeta en tu tierra”¿o me equivoco?

ORD.- Es correcto. Que yo recuerde ya nomás desde temprano me inicié en la enseñanza y es más, honrada al lado de maestros de las artes plásticas con tanto recorrido y prestigio de la talla de: Tito Kuramoto, Herminio Pedraza y Marcelo Callaú, quienes coincidentemente más tarde a mi vuelta en 1977 me invitaron a que fuera parte de aquel selecto staff en el Taller de Artes Visuales y donde ellos eran “amos y señores”. Un privilegio que disfruté en calidad de profesora y que se prolongó hasta el pasado 2019.

Olga Ribera, mostrando sus diseños para producir piezas en arcilla

AMG.- ¿Por qué en tu obra cerámica impresiona lo direccionada que está hacia el arte originario, misional y popular cruceño? ¿Adónde pretendes llegar en esa lógica?

ORD.- Crear una conciencia difusora de nuestra propia identidad, considero yo, que es el papel de la tradición. Reforzarla y promoverla tendría que ser uno de los objetivos de mayor responsabilidad y compromiso con nuestro pueblo. Desde mi despertar al arte hace ya 50 años he intentado cumplir, precisamente ese papel y que conste, soy beniana, pero eso sí, cruceña de cariño. Sin que nadie me lo sugiriera mantengo esta visión, en fin, ésta siempre fue en mí una inclinación espontánea y natural. Más tarde en mis viajes de estudios, por ejemplo a países tan fuertes en el sentimiento de autoestima e identificación como México, de seguro reafirmaron esta convicción y necesidad de dar importancia y potenciar en y con lo que hago lo nuestro, esto es la tradición.

AMG.- Esa tu constante, un tanto se asocia a la pedagogía de Franz Tamayo cuando argumenta: “… la alienación destruye la personalidad de los pueblos y los arrebaña”… Por ahí vas?

ORD.- Claro, el pensamiento de Tamayo dicho en simple, es la filosofía popular que asume el mexicano; esté donde esté, convencido y orgulloso a pedir de boca exclama: “como México no hay dos, verdad de Dios!”. Ni siquiera frente a su vecino, Estados Unidos se “achicopala”. He vivido en el país azteca y a veces envidiaba esa marca tan profunda que los mueve a todo nivel. Acá en la misma línea el Dr. Herman Fernández Añez en su libro de oro “Nosotros y otros ensayos sobre identidad cruceña”, casi como San Juan Bautista en el desierto en esta etapa de despersonalización de lo cruceño, proclama y reclama la importancia de: “… interesarnos en el encuentro de lo que somos, sabiendo mejor lo que fuimos”…

Con humildad a través de las piezas u objetos de arcilla que suelo crear, la intención siempre es transmitir y mantener vigente en el espíritu y la mente del cruceño, pero más que nada en las nuevas generaciones, la valoración, preservación y defensa de lo nuestro, esto es ir al reencuentro con la propia identidad, a mi entender.

AMG.- A propósito de México, bella nación con la que yo también me identifico porque allí viví los instantes más inolvidables de mi vida en mi formación académica, por favor, nos refieres a qué fuiste por allá?

ORD.- Desde luego, entre 1985 a 1987 anduve en la república mexicana y mi primera “pascana” fue la ciudad de Tonalá en el estado de Jalisco. Allí tuve el gozo de conocer la fuerza, expresividad y calidad de sus arte, principalmente en la artesanía. Sin pérdida de tiempo me matriculé en la Escuela del Museo de Cerámica donde tomé cursos de pintura decorativa artesanal y cerámica precolombina. Más tarde en Xochiquetzal me inscribí a cursos de cerámica decorativa, donde aprendí algunos de los secretos de la peculiar y vistosa artesanía mexicana.

Olga Ribera, introdujo la técnica del calado entre las loceras de Artecampo-de Cotoca

Entretanto estudiaba en las fechas de los llamados “puentes” también conocí la famosa ciudad de Guadalajara y en medio de tanta persidad, expresividad y belleza de aquellos trabajos de la alta artesanía mexicana tuve la satisfacción de exponer mis trabajos y con ello mostrar el sello boliviano en el Instituto Nacional de la Cerámica, un verdadero santuario de la arcilla. Por ventura, mis pinturas en papel, esculturas y vasijas causaron un magnífico impacto.

En la ocasión, tuve el sano orgullo de lograr por parte del Instituto del estado de Jalisco el 1er. Premio a un conjunto de miniaturas, casi de fantasía que representaba a los danzantes del tradicional “Jarabe tapatío”. Allí nomás adquirieron las piezas tanto para el importante Museo, así como también algunas personas admiradoras de mis diseños, los que se engalanaron con la tricolor boliviana en esas galerías donde la mente humana libera la imaginación que no tiene límite entre aquellos creativos artistas.

Antes de dejar atrás mi experiencia de estudios y trabajo en México, país al que regreso en 1998, año bendecido, pues conocí el estado de Puebla de los Angeles, catalogada como una ciudad museo, cuenta con una iglesia para cada día  del año. Allá ingresé a los talleres de cerámica esmaltada y adobería en su Escuela “La Talavera”, un espacio y unos profesores fantásticos que ayudaron a capacitarme y ampliar mis horizontes sin lugar a dudas. Después con todo el bagaje de conocimientos, vivencias y con la ilusión de volver a mi tierra alcé el vuelo de regreso a casa, a mi realidad y con mi gente. Y otra vez a empezar de nuevo…

A finales del 90 y después con la llegada del nuevo milenio 2001, de manera intermitente aprovechaba los cursos y talleres que se desarrollaban en mi ciudad; todo en función también de mi tiempo libre. Por esa época yo trabajaba para FOMO y el Proyecto Bolivia en el Taller de Artes Visuales y a su vez empecé a trabajar para el Centro de Investigación Diseño Artesanal y Comercialización Cooperativa (CIDAC) y Artecampo, en la capacitación de sus mujeres del campo ahí asociadas. Por citar algunas comunidades: Urubichá, Guarayos, Los Tajibos, entre otras. Al presente, para CIDAC-Artecampo, solo dirijo al grupo de las loceras de Cotoca, pues ellas aunque cuentan con el conocimiento de sus antepasados, precisan asesoramiento en el diseño, el acabado, etcétera de las piezas artesanales que después en una presentación prolija e impecable Artecampo pone a la venta y cautiva a su público, no solo local, sino también nacional e internacional. Este es un trabajo de hormiga y de esfuerzo, pues de contínuo hace falta la supervisión para mantener y mejorar la calidad de los productos.

Olga Ribera, con algunos productos en cerámica diseñados por ella y reproducidos por loceras de Cotoca para Artecampo.

AMG.- De tu larga experiencia laboral, ¿dónde se exhiben algunas de tus obras?

ORD.- Uih…, sería muy largo enumerar con detalle dónde y quiénes conservan mis creaciones en sus distintos materiales, formas, técnicas, estilos y colores. Aquí brevemente apuntaré algunos:

A nivel local y nacional

En el vestíbulo principal de Casa de la Cultura está el mural esmaltado sobre baldosas, inspirado en nuestra Santa Cruz de antaño. Empresas e instituciones del medio, persas personas particulares que aprecian el arte cerámico conservan un sinnúmero de piezas, esculturas y vasijas que en anteriores exposiciones tuve a bien exhibir, así como también están en  los anaqueles de museos locales y de La Paz. Cabe anotar que otros objetos fueron adquiridos por la vía del encargo. Las huellas de mi trabajo también están en los numerosos diseños que elaboré para CIDAC-Artecampo y que mujeres artesanas de varias comunidades del Santa Cruz reproducen y recrean en las piezas que elaboran y que luego se exponen y ofrecen a la venta en la peculiar tienda de Artecampo en la calle Ignasio Salvatierra, esquina Vallegrande de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y también en el Museo de Arte Originario y Popular de las Tierras Bajas.

A nivel internacional

En mis viajes por el exterior de Bolivia: países latinoamericanos y europeos, ya sea en exposiciones inpiduales como colectivas, o bien en concursos, muchos de mis trabajos fueron adquiridos para mostrarlos como piezas de museo o bien como objetos decorativos y utilitarios entre los particulares que valoran el arte cerámico, principalmente con temáticas que destacan el patrimonio artesanal, el arte originario y el misional.

AMG.-Enseñar es otra constante en tu vida laboral, no es así?

ORD.- Muy cierto, tengo alma de maestra, primero porque me gusta y segundo, porque enseñar, capacitar, guiar es una forma de devolver a la sociedad algo de todo lo que la vida me ha dado e incluso ahora ya con los años encima, toda vez que soy una mujer hiperactiva y exigente conmigo misma, sigo produciendo con prontitud, vigor y con mucho amor. Es más, de tiempo atrás, tengo unos murales pendientes que espero tener tiempo para concluirlos. No hay mayor recompensa que vivir contenta con lo que se hace... Jamás le pedí a Dios riquezas, solo salud y ser un poco feliz con lo que tenga…

AMG.- Actualmente, 2020, ¿dónde enseñas?

ORD.- Desde el 2004 soy docente de la carrera de Arte en la Facultad de Ciencias del Hábitat de la Universidad Autónoma “Gabriel René Moreno” y ahí estaré mientras sea posible. Por fortuna se nota nomás interés entre la juventud, aunque por otro lado, hay una fuerte deserción entre el alumnado de la academia. Siento que muchos ven a la materia como un apéndice de arquitectura y son pocos los que toman al arte como oficio. Si no me equivoco algo parecido sucede entre las otras disciplinas relacionadas con las bellas artes en general; desde los propios padres de familia las consideran por mentalidad, como mero complemento. Ni modo, este es un mundo a todas luces materialista y las sociedades se inclinan más por los oficios donde ante todo se cotiza y aprecia el dinero. En fin, todo es cuestión de enfoque…Por lo pronto, como la poesía, no dudo que en el mundo siempre habrá quienes se atrevan y la vivan en el duro campo de batalla.

AMG.- ¿Será que nos puedes ampliar algo más sobre tu enseñanza a las mujeres indígenas-campesinas de Artecampo?

ORD.- Hablar de Artecampo (Asociación de Artesanas del Campo), la hija del CIDAC(Centrode Investigación, Diseño Artesanal y Cooperación Cooperativa) es un punto y aparte por el objetivo que viene cumpliendo desde 1980 cuando la señora Adita Sotomayor de Vaca y la señora Laura Zanini emprendieron la “aventura” de inventariar, investigar y estudiar la producción artesanal indígena-campesina en el Dpto. de Santa Cruz y claro, los resultados fueron palpar su progresivo deterioro e inminente desaparición. Esto “encendió las alarmas”, porque no había tiempo que perder. Es así que, en 1985 se funda el CIDAC bajo una concepción –inteligente y sentida- del desarrollo que vincula la preservación y vitalidad de la identidad cultural al bienestar espiritual y material de los pueblos. Este liderazgo invaluable lo encabeza la eficiencia y el don de sí de Adita de Vaca y en equipo da inicio a un trabajo coordinado entre el campo y la ciudad destinado a mejorar la vida de las artesanas indígenas y campesinas y sus comunidades. Una experiencia increíble que ha logrado desde entonces preservar y desarrollar el patrimonio artesanal regional y paralelamente, otorgar valor a modos de vida y conocimientos ancestrales beneficiando la recuperación cultural y la calidad de vida de mujeres guarayas, isoseñas-guaraníes, chiquitanas, ayoreode y otras comunidades interculturales; al presente todo lo que ellas producen tiene su justo valor, bien merecido.

Ahora desde hace prácticamente 30 años, soy parte de la familia de CIDAC-Artecampo. La siempre recordada señora Adita personalmente me invitó un día a hacerlo y de inmediato me uní a las tareas de capacitación de las mujeres artesanas en determinadas comunidades de los municipios del Dpto. de Santa Cruz. Es un trabajo reconfortante en las áreas rurales y donde el artista-capacitador tiene la posibilidad de impulsar la creatividad en el diseño, potenciar el juego entre tradición e innovación, en fin, propiciar la evolución plástica de las creadoras artesanas. Esto es contribuir a reforzar el cuidado y la conservación del patrimonio cultural cruceño.

AMG.- Cuando nuestra talentosa Olga toca el tema del CIDAC-Artecampo, sea oportuno aquí dedicar con sincero afecto unas líneas a la memoria de Adita de Vaca, quien siendo peruana de nacimiento, nos dio con hechos concretos una verdadera lección de amor a Santa Cruz. Curiosamente, como en Chiquitos en la restauración y conservación de los templos misionales (verdaderas joyas arquitectónicas jesuíticas) , fueron extranjeros los protagonistas: sacerdotes y laicos se dieron a la tarea de salvarlos de la destrucción del tiempo y la indiferencia colectiva. En nuestro aquí -quizás a influencia de su esposo Lorgio Vaca, uno de los grandes en el arte muralista- nuestra querida Adita con su visión y amor por lo cruceño hizo posible junto a otras personas que la secundaron forjar el desarrollo de semejante proyecto y con el único objetivo de rescatar el patrimonio cultural de los pueblos de tierras bajas, vía la rica producción artesanal misional en la región.

Esta fue una exitosa conquista que está próxima a cumplir 40 años y en este presente se ha convertido en una suerte de espejo, capaz de reflejar al ser cruceño de cuerpo entero con sus propias señas de identidad. Gracias, buena y gran señora por su generosidad y por el legado que dejara a Santa Cruz; siempre los cruceños estaremos en deuda con usted, Adita de Vaca. Ojalá que todo lo conseguido perdure y no muera jamás por el bien de la cultura.!

AMG.- Después de este paréntesis, ¿deseas destacar otros nombres de personas que en tu trayectoria gravitaron?

ORD.- En mi mente se agolpan nombres de tantas y bellas personas como profesores y colegas artistas, amistades, instituciones u organismos que en su momento y en cada época de mi existencia contribuyeron a mi instrucción, capacitación, en fin, a mi avanzar en este arte de fábula que es el cerámico; no me perdonaría obviar a alguno de ellos y solo digo: gracias de nuevo a los que todavía están entre nosotros y para los que ya partieron a la otra dimensión, elevo una plegaria.

AMG.- Sin la menor intención de molestar tu sensibilidad ni tu modestia, en 50 años de trabajo permanente ha habido algún premio o reconocimiento oficial que te cale hondo?.

ORD.- En realidad, la Medalla de Oro al Mérito que en el pasado me otorgara el Municipio de Santa Cruz fue para mi espíritu muy motivador, la guardo en el corazón y lo agradecí como corresponde.

Finalmente, como una apasionada que soy del barro, insto a que los bolivianos revaloricemos el poder y la belleza del arte cerámico y que estimulemos su consumo, un aprecio que ha empezado a florecer y a dar sus frutos; téngase en cuenta que, en el barro intervienen y se consideran vivos –mágicamente- los 4 elementos de la Madre Naturaleza: agua, tierra, fuego y aire. La cerámica es un material superior porque con la arcilla se expresa todo lo que a uno se le antoje comunicar y de la manera más simple y bella.

AMG.- Este encuentro con la maestra de maestras en el arte cerámico que es nuestra apreciadísima Olga Ribera Díez, me ha permitido como a través de una “tapa de cristal” percibir en cada palabra, en cada concepto suyo la belleza de su alma buena, su esencia interior sensible, sutil y maravillosa. En combinación, el Creador por antonomasia la ha dotado de una imaginación y manos sublimes -así como un orfebre- para dar forma y el soplo de vida a cada escultura, vasija u objeto que sale de la magia de sus talentos para el asombro estético y placentero de quienes han aprendido a contemplar la belleza en el arte plástico y artesanal; ambos poseedores de la misma jerarquía y  clase  y  qué bueno!. En este caso, es una artesanía que enriquece, preserva y revitaliza nuestra herencia cultural y realza la esencia del ser cruceño, de los hijos de Chávez... Y claro, si de arte se trata, todo es subjetivo, entonces por qué no afirmar, el ser de los nietos de Murillo, Velázquez, Goya, Rubens, Picasso, Miró…

Seres como nuestra singular y fantástica artista, en estos, días de Dios, ya son “garbanzos de a libra” y solo nos queda agradecer por su aporte a la cultura cruceña, boliviana y mundial y acá como Arquímides bien vale la pena exclamar: ¡“Eureka”! porque Olga existe.

Lic. Anamaría Gamarra de Hausmann

Comunicadora y Editora Santa Cruz, invierno del 2020

 

 

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