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Revista Aportes de la Comunicación y la Cultura

versión impresa ISSN 2306-8671

Rev. aportes de la comunicación  no.27 Santa Cruz de la Sierra  2019

 

ENSAYOS

 

Proust excéntrico:
¿un escritor anti-institucional?
(Una introducción)

 

Eccentric Proust: an anti-institutional writer? (An ¡ntroduction)

 

 

Luciano Brito*
*Brasileño. Crítico literario, Doctor en literatura comparada por la Universidad
París 3 - Sorbonne Nouvelle. Francia.
lucbbraga@gmail.com

 

 


 

 

Introducción

Ante la oportunidad de ofrecer un seminario acerca de la obra de Marcel Proust en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en el 2019, y en el contexto de la XX Feria International del libro de Santa Cruz de la Sierra, donde la Unión Europea fue la invitada de honor, contando con el auspicio de la Embajada de la República de Francia en Bolivia, la Alianza Francesa de Santa Cruz, y la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, UPSA, se desarrolló cuatro conferencias magistrales sobre el escritor francés.

En esta primera conferencia es difícil no quedarse sorprendido con la manera cómo Proust se tornó en escritor emblemático de Francia y de la lengua francesa a lo largo del siglo XX, lo que probablemente va a prolongarse durante siglo XXI. En la Francia actual, hay decenas de publicaciones anuales de libros y de artículos sobre Proust, de modo que es prácticamente imposible acompañar lo que es producido en su totalidad. No es obvio el motivo por el cual Proust se volvió un escritor tan amado, a punto de suscitar el interés de lectores incluso acá en Bolivia, alrededor de diez mil kilómetros de dónde Proust escribió. El libro emblemático de Proust, En busca del tiempo perdido, considerado como una de las novelas más influyentes del siglo XX, es normalmente percibido como un caso inaugural y gigante de la novela moderna. Lo que mucha gente no sabe es que En busca del tiempo perdido, contrariamente a lo que se puede pensar, ha sido un libro poco leído en Francia hasta los años 1950, y que la obra de Proust tiene un renacimiento considerable solamente a partir de los años del estructuralismo. Esta introducción al seminario es una tentativa de comprender y de deshacer la centralidad cultural frecuentemente atribuida a Proust.

 

Una novela impopular

Es posible en este espacio abrir un paréntesis, lo que es una manera proustiana de conversar, y una forma de transmitir un autor, retomándolo a partir de su manera de hablar. Para dar una idea de esa impopularidad inicial de Proust, -lo que es un ejemplo pertinente ya que estamos discutiendo esa obra hoy en Bolivia-, hasta 1946 no había una traducción completa de los siete tomos de En busca del tiempo perdido en español: la primera es de 1946, en Argentina, antes de la edición completa en España, en 1952. Fue una edición complicada, porque los tres primeros tomos fueron traducidos en los años 1920 por un español, Pedro Salinas, y los cuatro últimos en los años 1940 por un argentino, Marcelo Menasché, lo que provoca una traducción disonante en términos de estilo y de lengua; veinte años es un intervalo muy largo en el contexto de una traducción. Es solamente en los años 2000 que el libro de Proust es traducido integralmente en español en el contexto de un solo proyecto editorial, y esas nuevas traducciones integrales ya son por lo menos tres: la de Mauro Armino, la de Carlos Manzano (nosotros vamos a trabajar con esa) y la traducción latinoamericana de Estela Canto y de Gracila Isnardi, que tradujo el último tomo, El tiempo recobrado, cuando la primera traductora, Estela Canto, falleció.

En Brasil, para dar otro ejemplo de Latinoamérica, hubo una traducción en los años 1950, hecha en conjunto por varios escritores y fue solamente en los años 1990 que se concretó un proyecto editorial para traducir la obra integralmente, a cargo de Fernando Py, y actualmente existe un nuevo proyecto de traducción que debe salir por estos años, de Mario Sergio Conti. Lo que quiero mostrar con esa rápida historia de la traducción es que la obra de Proust tuvo un renacimiento en Francia a partir de los años 1960, y también en Latinoamérica ya cerca del siglo XXI. A pesar de haber tenido grandes admiradores desde el comienzo, esa obra popular, ¡cónica y amada, no fue en sus inicios, como lo es hoy, leída y releída, traducida y retraducida en tantas lenguas.

Es por esa razón que digo "contrariamente a lo que se puede pensar", porque presentar Proust en 2019, en Francia o en Bolivia, puede parecer un ejercicio cuestionable, debido a la forma como Proust se asoció a un patrimonio, entró en la institución, parece absorber y encarnar, en una primera fase, la cultura francesa al punto de ser un marco de referencia de su historia literaria, un escritor que vive directa o indirectamente en la memoria de varios lectores de novelas. Y no solamente de lectores específicamente de literatura, porque es una obra que atraviesa no solamente las lenguas - ya sea que sean las lenguas extranjeras dentro de En busca del tiempo perdido, como el alemán de Charlus o el dialecto ("patois") de Francoise, o que sean aún las lenguas extranjeras en dirección de las cuales la obra ha ido, como acabamos de ver con el caso de Latinoamérica -, pero que también atraviesan disciplinas: Proust es un escritor que proporciona pistas de cómo pensar la violencia de la historia, la política, la psicología y la escritura del saber.

Una novela múltiple

Para alguien que empieza por primera vez la lectura de En busca del tiempo perdido, es probable que su primera reacción sea la sorpresa porque existen muchos libros posibles que proliferan al mismo tiempo: En busca del tiempo perdido puede ser leído como (1) una novela de aprendizaje excéntrica; (2) como una novela sociológica, en el sentido profundo del término, o sea, un texto que intenta comprender la máquina que mueve la sociedad; (3) como un romance psicológico, que busca entender las motivaciones y los deseos, frecuentemente inaceptables socialmente, de la psique humana; (4) como una nueva mecanografía de la memoria, a través de una escritura que busca una forma inédita de organizar las informaciones que la memoria nos trae, consciente o inconscientemente, de manera voluntaria o involuntaria, a través de los fragmentos y de las lagunas, de forma no cronológica; (5) como una meta-novela, una reflexión sobre lo que es una novela o como escribirla; (6) un ensayo, o sea, un libro que es una peripecia narrativa pero que también, muchas veces, se torna un ejercicio intelectual sin enredo; (7) como un tratado científico sobre la pasión; (8) sobre la guerra; (9) sobre la homosexualidad; (10) sobre el sadomasoquismo; e incluso (11) como el proyecto de un libro. Son muchos libros posibles que se encuentran y se desencuentran, que se escriben al mismo tiempo y van en muchas direcciones al mismo tiempo.

Por esas razones, En busca del tiempo perdido es un libro experimental en el sentido más simple de la palabra: un libro completamente nuevo, que intenta hacer algo que nunca antes existió; y en eso alienta a todo potencial escritor que lo lee, a querer escribir también algo que nunca antes existió. Se manifiesta en la obra esa ambición muy fuerte por la novedad: de un libro por venir, de un libro nuevo que el narrador va a empezar a escribir; de un pre-libro. Y es un libro experimental también en el sentido que se aventura por muchos dominios del conocimiento sin querer dar una expresión resolutoria, conclusiva y aún menos especialista sobre esos dominios: por ejemplo, la medicina, (sobre todo la neurología y la oftalmología), la botánica, la zoología, la geología, la historia natural, la mitología, la filosofía, la tecnología y aún la ciencia militar. A través de este libro el autor intenta autorizar a los futuros escritores a escribir, partiendo del vocabulario de las diversas formas del conocimiento, sin tener miedo de hacerlo.

Muchas veces, nosotros podemos leer a Proust y pensar que él está utilizando todas esas palabras que vienen de la medicina (lo que es comprensible ya que su padre era médico) o de la botánica como una forma de intimidación, o como una forma de imponer una supuesta erudición para el lector, pero en realidad es lo contrario: lo que Proust hace es liberarnos para no tener miedo de escribir a partir del vocabulario que nosotros juzgamos justo de acuerdo con nuestra intuición y con nuestro, como dice Proust, "yo profundo". Así, Proust puede ser un escritor exuberante en términos de vocabulario, pero esa exuberancia no es una marca de intimidación o de deshonestidad, se trata de uno de los elementos que orientan la libertad de la prosa de Proust, y reflejan su confianza en la lengua y en la metáfora de poder desenvolver una forma de conocimiento que muchas veces tiene dificultades para afirmar socialmente su legitimidad.

Eso también es válido para la forma como Proust atraviesa culturas distintas (como la cultura japonesa o árabe), siglos de historia, u otras formas de expresión más allá de la literatura (como el teatro o la música). Proust recorre esas distintas memorias con una curiosidad enorme, pero también de manera completamente fluctuante, como un paseante nocturno sin destino preciso. Nosotros pasamos por todas esas memorias como si pasásemos por un laberinto, sin entender muy bien porqué estamos yendo por ese o aquél camino. Hay una página de El tiempo recobrado en que el narrador compara París durante la Primera Guerra Mundial con Bagdad en Las mil y una noches, y esa yuxtaposición transforma la ciudad en un laberinto y se concretiza en una forma de escritura que también es un laberinto. La cultura y el vocabulario de Proust son eclécticos y ambiciosos, pero la forma errática de organizar el conocimiento no es intimidante. En busca del tiempo perdido no pertenece así a ningún género; se trata de un libro anárquico y no cronológico, que se construye a partir de fragmentos narrativos, de líneas de fuga, de hinchamientos internos de parágrafos en los cuales se acumulan los vacíos de la memoria, los olvidos y las citaciones aproximativas.

En realidad, aunque provenga de la gran burguesía de la III República, Proust está cerca de la democratización de la expresión que nosotros observamos hoy en día con los blogs, YouTube y las redes sociales, en el sentido que Proust habla en su novela de lo que su alma quiere y sobre lo que su alma juzgue es lo que escucha del mundo. No es cuestión de hacer de Proust un profeta de la democratización de la expresión contemporánea, pero nosotros sabemos que muchas de las prácticas performativas del presente tienen sus orquestaciones inscritas en la sociedad mucho antes de difundirse en ella. Todo el rigor proustiano, toda la metodología proustiana viene de la capacidad de tornarse receptivo a los ritmos del alma, a lo que el "yo profundo" emite como sonido y ruido, y nada más allá de eso. La metáfora medicinal se concretiza justamente por la posibilidad que tiene el narrador de poder "radiografiar" el "yo profundo" de los personajes y lo suyo: de poder hacer un examen radiológico que podría revelar la expresión verdadera. La capacidad de tornarse receptivo a esa memoria corporal, a esa interioridad, es un aprendizaje que dura millares de páginas, porqué el narrador proustiano, a la manera de un sonámbulo, no sabe exactamente lo que quiere ni dónde está llegando. Lo que el narrador desea encontrar o dónde a él le gustaría llegar es algo que viene solamente después que ya lo dijo, es un descubrimiento que no depende de su voluntad; es un descubrimiento involuntario que solamente la memoria del cuerpo, la memoria de los sentidos puede sacar a la luz, como cuando ésta es activada por el sabor de la Madeleine (Magdalena). La idea de una responsabilidad proustiana viene justamente de la posibilidad de estar disponible a lo que el cuerpo expresa cuando este reconoce el gusto por la Madeleine (Magdalena), y empuja al sujeto a transcribir estas señales. Es algo que aparece con certeza en el final de En busca del tiempo perdido, cuando escribir se torna sinónimo de transcribir y de traducir estos ritmos arcaicos. Y es dónde viene la preferencia de Proust por la sensibilidad sobre la inteligencia, porque es la sensibilidad la facultad que permite recibir las señales del cuerpo. La forma excéntrica proustiana de organizar las informaciones es así una afirmación de las maneras profundamente singulares y no reemplazables que cada uno tiene de pensar, y que están distantes de la lengua del cliché y de la lengua común.

Ausencia de una estabilidad patrimonial

Estos fragmentos, vacíos, faltas, proliferaciones, caminos erráticos y citaciones aproximativas declinan la imagen de una estabilidad patrimonial y de un autor central. Lo que retoma lo afirmado al comienzo del presente ensayo sobre ese fenómeno raro, que es la transformación de Proust en un escritor canónico y patrimonial, una transformación al mismo tiempo completamente orquestada y negada por la obra.

En vez de un patrimonio, En busca del tiempo perdido se presenta como una ruina ("un cementerio de nombres apagados", como dice el narrador proustiano en un momento). No hay acumulación gratuita de la cultura en Proust o una idea positivista de centralidad o de patrimonio; en vez de eso, hay un gran olvido, y en los finales del libro, una inmensa indiferencia a la cultura. Por esa razón, también, Proust puede ser leído como un escritor anti-institucional: en la obra En busca del tiempo perdido, no hay la mínima intención de restituir una tradición. En vez de eso, la ambición es de anticipar la muerte de toda tradición y de imaginar cómo sería el mundo después del fin de los hábitos, después del agotamiento de las modas dentro de una sociedad, lo que el narrador proustiano llama de "el movimiento del calidoscopio". La melancolía no es entonces producto de una tradición que existió, sino de una tradición que no va a existir más, algo que ya está deshaciéndose y que está condenada a su propia destrucción. Esa percepción del propio proyecto que no duda en fragmentar o en quebrar toda tradición, y que está orientado para el futuro, conduce a una verdadera interrogación cuando nosotros intentamos entender como puede ser posible que Proust se haya tornado en un escritor central, homenajeado y emblemático en vez de haber permanecido como el escritor del desorden que fue.

Más elementos

Hay aún más elementos que refuerzan la dificultad de situar a Proust como un escritor institucional. Elemento número uno: la excentricidad no solamente del vocabulario, lo que incluye lo que ha sido dicho hasta ahora sobre las diversas áreas del conocimiento, sino también del ritmo y de la sintaxis, que es la marca del estilo de En busca del tiempo perdido. Cuando Por el camino de Swann fue publicado por la primera vez, muchos escritores a quien nos les gustaba Proust insistían en la idea de que la lengua proustiana no sonaba francesa y que hería la claridad de la lengua francesa. Fue el caso, por ejemplo, de Romain Rolland, que describió la frase proustiana una vez como "el esnobismo neurasténico del andrógino en el estilo del terciopelo franco-semítico" (Rolland, 1933, p. 305).

Lo que conduce al elemento número dos, frecuentemente mezclado al primero, que es el judaismo proustiano. La asociación de la palabra de Proust con lo semita es una opinión compartida por otros escritores de la época, como Maurice Barres, que una vez llamó a Proust como "un cuentista árabe", escritor de "arabescos", o aún de "poeta persa". La excentricidad de la frase de Proust es tempranamente asociada a algo que parece ser oriental: la racionalidad, la claridad y la precisión, consideradas como cualidades de la lengua francesa, se encuentran amenazadas en Proust, gracias a una escritura que invita a la confusión, a la imprecisión, a la inversión y a movimientos estilísticos indecisos, que dudan (las digresiones, los cambios en los puntos de vista, las revisiones, los paréntesis...)

El elemento número 3: la pederastía. Lo que es interesante también en la resistencia inicial a la lengua de Proust es que la acusación de ser poco francés se relaciona con la idea de un estilo semita y también a la homosexualidad (lo que acabamos de ver con la palabra "andrógino" de la construcción de Romain Rolland). Existen entonces varios adjetivos que acaban tornándose familiares los unos a los otros para referirse al estilo proustiano: afeminado, semita, árabe, mórbido, místico. La reserva sobre la excentricidad de la escritura de Proust puede ser comprendida, y lo fue, como el miedo de una escritura, a una voz poco clara, híbrida, confusa, extranjera, desequilibrada, con mil matices y con un ritmo inconstante, lejos de la claridad asociada al mito de la lengua francesa. La escritura de Proust surge como una escritura peligrosa, elástica, sin firmeza, una frase acuosa que puede conducir a la amorfía gramatical y sintáctica, a la destrucción de la división entre los sexos, y a la destrucción de la dicción clásica de la lengua francesa.

El elemento número cuatro, que contribuye mucho para la excentricidad de Proust y parasu impopularidad inicial, es el hecho que a Proust le gustaba, en cierta medida, transgredir; era alguien que conocía los códigos y rituales de la burguesía y de la aristocracia, y también del proletariado. La persona en quién el narrador confía más en su vida adulta es Francoise, su sirvienta; y uno de los mayores descubrimientos de En busca del tiempo perdido ocurre dentro del burdel de Jupien, un sitio de encuentro de clases. La voluntad de observar el comportamiento de distintas clases y de querer radiografiar el comportamiento de las clases más privilegiadas ha sido interpretado, muchas veces, como la prueba de un estilo de vida superficial. Pero, en Proust, se trata de la sospecha que el aprendizaje de una sociedad y de las relaciones de poder en una sociedad se hace observando y participando de esa sociedad; y sujetándose a la violencia y a las ilusiones que esa sociedad ofrece, más que estudiando por la vía externa de los libros. El narrador proustiano acredita muy poco al desenvolvimiento intelectual a través de una conversación intelectual, o en el estudio del mundo a partir de un conocimiento que ya existe, y prefiere el desenvolvimiento intelectual a través de una experiencia de mundo. Eso explica, de cierta forma, que el interés de Proust por las fiestas no es solamente una superficialidad, y viene más bien de la convicción que la participación en los rituales del mundo puede conducir a una comprensión de mundo.

Existe un quinto y último elemento, íntimamente ligado a todos los otros mencionados hasta aquí: el agotamiento sorprendente- en la obra de Proust-del siglo XVIII francés, el siglo de las Luces, de la razón y del sentido común. Mucho de la memoria de Francia en el mundo y en Latinoamérica viene de la herencia de ese período: la Revolución Francesa, la Declaración de los Derechos Humanos, los escritores y los moralistas del siglo XVIII. Pero, en Proust, esa memoria está ausente; como dice con razón Antoine Compagnon: "ni Voltaire, ni Rousseau, ni Diderot, que pegaban las virtudes republicanas que a la República le gustaría inculcar son sus libros de predilección" (Compagnon, 1992, p.6). Entonces, aunque Proust provenga de la gran burguesía de la III República del final del siglo XIX, el escritor de En busca del tiempo perdido no corresponde a la imagen que la Francia de su tiempo podría tener de un gran escritor francés, lo que refuerza el misterio en torno de su canonización y al mismo tiempo la calidad excéntrica de su obra.

Inversión y conclusión

Es curioso percibir, a pesar de los pesares, que hay elementos dentro de En la busca del tiempo perdido que contribuyen a la imagen de un gran escritor canónico e institucional. Pero son máscaras y disimulaciones: el narrador proustiano se presenta por ejemplo como un hombre católico, aunque la memoria cultural que prime en el texto sea predominantemente judaica. El narrador proustiano se presenta aún como un hombre heterosexual; él es en hecho uno de los pocos personajes del libro que no se torna al final un sodomita o una gomorresina. Pero nosotros sabemos que el modelo de Albertine es un hombre o, para ser más preciso, sin número de hombres. Además, uno de los especialistas de Proust, Leo Spitzer, sustenta la tesis de que hay un nivel del discurso de Proust que intenta reproducir la voz de un "sabio sereno", y es así comprensible la preferencia por una imagen autoral familiar a una idea occidental de universalismo (viril, católico, heterosexual). Pero esa imagen es una máscara, que se atenúa por la realidad del escritor: un inválido discreto, siempre enfermo y agitado emocional y espiritualmente.

Lo que es revelado negativamente - por un proceso de inversión de la imagen de un gran escritor católico, heterosexual, de un "sabio sereno" - es otro autor: un joven nervioso, angustiado, neurótico, confuso, impreciso, homosexual, judío, que tiene una voz o frase infinitamente extranjera, que se apropia libremente las palabras de varias formas de conocimiento. Nosotros podemos preguntar si la transformación de Proust en un escritor institucional, uno de los más leídos, homenajeados y traducidos del siglo XX, uno de los más "clásicos", digamos así, no correspondería a la máscara del narrador de En busca del tiempo perdido, y al deseo que este narrador tiene de ser reconocido como un dios. Nosotros podemos preguntar, aún - este será un objetivo de los ensayos siguientes -, lo que podríamos descubrir si declinamos esa imagen y si preferimos, en vez de esa, la voz más agitada, fresca y rara, que está escondida en el texto.

 

Referencias bibliográficas

Compagnon, A. (1992). Á la recherche du temps perdu, de Marcel Proust: Les Lieux de mémoire, t. III. En Nora Pierre (ed.). Les France, vol. 2. París: Gallimard,        [ Links ]

Proust, M. (1999). Á la Recherche du temps perdu (1913-1927), París: Gallimard, coll. « Quarto ».        [ Links ]

Proust, M. (2013-2014). En busca del tiempo perdido (7 tomos), traducción de Carlos Manzano, Barcelona: RBA Libros.        [ Links ]

Romain R. (1933). L'Áme enchantée. Tome 1 : L'annonciatrice, París: Albin Michel.        [ Links ]

 

 

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