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Revista Aportes de la Comunicación y la Cultura

versión impresa ISSN 2306-8671

Rev. aportes de la comunicación  no.17 Santa Cruz de la Sierra jun. 2014

 

HOMENAJE A NICOMENDES SUÁREZ ARAÚZ

 

El paraíso de Nicomedes Suárez

 

Nicomedes Suárez's paradise

 

 

Magela Baudoin
Periodista, escritora y docente de la Facultad de Humanidades y Comunicación
de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra

 

 


Abstracto

A propósito de la distinción Honorífica al Mérito Literario, que le otorgó la Universidad Privada de Santa Cruz, una charla íntima con el poeta beniano, Nicomedes Suárez Araúz, en la que hace un repaso de su vida y obra, de su pasión por la Amazonia y de Amnesis, su teoría estética de las artes que es enseñada en distintas universidades de Norteamérica y Europa.

Palabras clave

Bla bla bla


Summary

On the occasion of the Honorary Distinction for Literary Excellence, bestowed by the Private University of Santa Cruz, an intimate conversation with the Beni-born poet, Nicomedes Suárez Araúz, in which he gives an accounting of his life and work, of his passion for the Amazon and for Amnesis, his aesthetic theory of the arts which is taught en various universities of North America and Europe.

Key-words

Bla bla bla


 

 

Nicomedes Suárez Araúz (1946) aprendió a nadar a los ocho años en la gran inundación de 1954, que dejó la estancia familiar en Santa Ana del Yacuma prácticamente bajo el agua. Un nuevo ciclo de lluvias había llegado y, conforme las aguas se desbordaban, los animales iban apareciendo: perdices, ciervos, sapos, bagres, serpientes... La vida emergía desde los intersticios de la muerte para salvarse y un niño chapoteaba, en el patio de una casa tomada por el río. "Aparte de la sensación de inestabilidad y pérdida, la inundación también era algo fabuloso y excitante. Aunque para mis padres seguramente fue una catástrofe, para mí era un viaje a la aventura, a experiencias peligrosas y épicas. El agua entró a los dormitorios y corría por debajo de las camas mientras dormíamos", dice el poeta y en el sustrato de ese recuerdo no deja de haber una reparación. Somos lo que olvidamos y fabulamos con la memoria, explica Suárez en su teoría estética de las artes y se entiende entonces que halle la poesía en medio del diluvio y podamos revivir las noches alumbradas con un generador a gasolina, escuchando de fondo y en una vieja vitrola boleros, a Ray Conniff o a Nat King Cole.

Dos o tres años después, otra inundación modificaría definitivamente las cosas. Los padres decidieron que el chico no podía continuar siendo analfabeto y lo enviaron a un conspicuo colegio en Buenos Aires, en el que Suárez concluyó sus estudios básicos y secundarios en solo seis años. "Perdí el paraíso y he pasado la vida tratando de recuperarlo", dice y es como para creerle. Allí sentado, a la sombra de un árbol y bebiendo parsimoniosamente un café, Nicomedes Suárez es uno de los referentes de la poesía amazónica dentro y fuera de Bolivia. Autor de una docena de libros enraizados en la selva, artista plástico y académico, ha escrito hasta el Manifiesto de una teoría estética de las artes denominada "Amnesis", que se enseña en distintas universidades de Norteamérica y de Europa.

No deja de ser un poco místico que alguien como tú, que creció a la vera de uno de los afluentes del Amazonas, que no aprendió a leer sino hasta los once años y que salió del espacio rural hacia grandes ciudades, haya encontrado en la poesía no solo una forma de recuperar la "memoria" sino de volver al mismo lugar del que salió. ¿O no es Loén, tu tierra apócrifa, y toda tu obra, de alguna manera, un viaje hacia el origen?

Loén es un retorno a mi origen por medio de la palabra y la imaginación. A mis once años fui enviado por mis padres a estudiar al colegio anglo argentino Saint George's en Quilmes, cerca de Buenos Aires, donde estudié de 1957 a 1963. Luego pasé años de estudio en Inglaterra y los EE.UU. y no regresé a Bolivia para vivir sino años después. Inventé una región, Loén, un reflejo del esplendor del ambiente natural y de la vida extrema de mi niñez. Mis fábulas se inspiraban en mis recuerdos.

Por cierto, hay una fábula central basada en una de las historias de mi padre que tuvo lugar en la ciudad de Reyes. Allí, el sacristán de la iglesia le reveló a mi padre la ubicación de una extraordinaria colección de tesoros del siglo dieciséis guardados en dos canoas de madera incorruptible, selladas con planchas de hierro para proteger sus contenidos de la perniciosa humedad. En esas canoas,yo me imaginaba que, aparte de objetos de oro y plata, habría manuscritos cuyas páginas revelaban detalles de la región y sus historias secretas. Yo escribí mis poemas y cuentos relacionados con Loén como si fueran fragmentos de los manuscritos en las canoas.

Bauticé a mi patria apócrifa con el nombre de "Loén" sugerido por la lectura diaria de los evangelios en inglés en la capilla gótica del Colegio Saint George. Me impresionaba la frase "Lo, in Betlehem it came to pass..."y me sonaba a "Lo, en Bethlehem, ocurrió..." Aparte del nombre imaginé una región. Ese ejercicio de la imaginación me brindó, en los años setenta, una apertura a una estética: ante los vacíos de la historia tejí un velo de palabras para cubrirlos.

Al hablar con Nicomedes Suárez, es esencial hacerlo también con su esposa Kristine; una rubia magnética, de extrovertida belleza, que ha sido su cómplice intelectual toda la vida. Mirándolos bien, ambos debieron parecer estrellas de cine, con ésa pátina típica de los 50: eso sí, listos y audaces, no solo hermosos. Del tipo de gente que sabe armar maletas, sin detenerse en los asuntos que preocupan a casi todos los mortales con hijos: la casa, el auto, el seguro, la jubilación... Probablemente fuera ella la que primero vio y luego regó el talento de Nico. "Me casé con un artista, cómo no voy a darle espacio y tiempo. A un poeta hay que permitirle escribir", dice y Nicomedes recuerda que en cada casa, grande o chica, incluso cuando no había demasiado dinero, Kristine habilitaba un área, un cuarto, un espacio de trabajo solo para él, alejado del ruido. Ella quería que escribiera y debió ser una férrea crítica, por-

que además se guió siempre por intuiciones fundamentales. Así decidió dejar los EE.UU. y regresar a Santa Ana del Yacuma o poner a la venta todo y mandarse a cambiar a Barcelona, solo para que el poeta experimentara y demostrara su teoría de las artes, entre los propios artistas, y no en el laboratorio aséptico de la academia norteamericana.

Háblanos un poco de Amnesis...

Me di cuenta que mi experiencia, aunque relacionada con mi región y mi vida, era una experiencia universal de la condición humana. Olvidamos más de lo que recordamos; como dice Cesare Pavese: "Recordamos instantes, no días". Por lo tanto, lo perdido nos conforma igual o más que lo recordado

La realidad de mi entorno con sus extremos de sequías e inundaciones y el desconocimiento generalizado de sus habitantes, en ese entonces, de la historia del Beni, confirmaba mi percepción de una realidad fragmentaria, porosa. Cabalmente mi tío José Chávez Suárez, pionero de la historiografía beniana publicó la primera y admirable Historia de Moxos (1944) en un épico debatirse con las carencias de documentación. Su narración, como las de los primeros cronistas de América, contiene pasajes imaginarios que suplen la ausencia de hechos reales. Este proceso narrativo confirmaba mi impresión de que la historia tiende a yuxtaponer o fundir fuentes reales y fabulaciones.

Cuando se habla de heterónimos, se me viene a la cabeza la figura de Fernando Pessoa, por ejemplo, el gran poeta lusitano que creó decenas de autores ficticios. Es fascinante este tipo de desdoblamiento. Tú también creaste varios autores ficticios. ¿Por qué y de dónde surge esa necesidad expresiva que excede la propia voz del poeta?

Admiro a Fernando Pessoa. Sin embargo, mi concepto de "heterónimos" es más afín al concepto de Unamuno de "entes poéticos". En mi libro "Loén: Un mundo amazónico olvidado" explico que mi esquizofrenia consciente parte de una metáfora clave: el imaginario olvido de mí mismo para ser otros... Esa necesidad expresiva surge, en mi caso, de la sensación de que todos somos una unidad múltiple. Como lo expresaba Buda: "No busquéis un ser dentro de vosotros, hay un infinito número deseres". Con todo ello quiero clarificar que al final se trata de un juego literario que nos permite expandir nuestra conciencia más allá del "yo"y explorar un universo de conciencias.

Es sabido que tu poesía bebe del surrealismo, del romanticismo inglés y francés, de grandes poetas como García Lorca, Neruda, Miguel Hernández, del haiku... ¿Cómo ha influido en tu obra la tradición oral?

La tradición oral de mi niñez fue marcada fundamentalmente por las narraciones de mi madre, Nina. No era literata pero contaba historias de un modo muy natural e incluía el monólogo interior, múltiples puntos de vista y saltos en el tiempo dentro de la narración. Poseía un admirable don del lenguaje y posibilidades narrativas. A menudo empezaba una historia in medias res (en el medio de la acción) frustrando mi deseo de un orden cronológico. Confundido por el hilo de la trama, le pedía a mi madre que clarificara. Se impacientaba y daba respuestas que sólo aumentaban mi confusión. Pero aprendí que al final de sus historias todo encajaba, todo se revelaba, como en una obra literaria. Además, estaba su humor, su manera enfática y dramática, y su habilidad en captar personajes con precisión descriptiva.

Te pregunto lo anterior porque en una entrevista dijiste que tu lenguaje proviene de "tu sentido de lugar". ¿Cuál es tu sentido de lugar hoy?

Continúa siendo el lugar de mis orígenes, o sea, la Amazonia boliviana. Pero también mi sentido de lugar es más amplio porque después de todo incluye todo lugar donde he vivido y donde han nacido y se han criado nuestros hijos. Es el resultado inevitable de toda persona que se adapta a otras culturas. Ese proceso de aculturación es importante porque creo que nos lleva a mayor tolerancia y entendimiento. Ar-chibald MacLeish, el laureado poeta estadounidense y uno de los fundadores de UNESCO —y a quien tuve el privilegio de conocer— escribió algo muy bello sobre este tema en su ensayo, Bubble of Blue Air (Burbuja de aire azul), refiriéndose a la primera vez que vimos al planeta Tierra desde el espacio: "Ver a la Tierra como la vemos ahora, pequeña y bella en ese eterno silencio donde flota, es vernos como pasajeros sobre la Tierra juntos, hermanos en esa luminosa hermosura en la noche interminable—hermanos que ahora ven que son verdaderamente hermanos."

Tú comenzaste a recuperar "lo amazónico" en EE.UU. (fundaste el Center for Amazonian Litera-ture and Culture) cuando nadie lo hacía, cuando no era políticamente correcto hacerlo.

Concuerdo en que lo amazónico ha llegado a tener un lugar importante en la noción de lo que es Bolivia. Sin embargo, sigue siendo común internacionalmente la imagen de nuestro país como país andino. Dicha impresión evolucionará y sin duda se corregirá del todo ese error... La Amazonia como "causa poética" ha llegando a ser aceptada. No lo era cuando empecé a proponerlo en los años noventa. Ahora muchos, con gran mérito, se dedican a la causa y esto para míes una gran satisfacción.

¿Escribes, Nicomedes, todavía?

Sí, sigo en ello pero también me he dado cuenta que he escrito mucho, pero mucho ha quedado inédito. Hay algunos libros cuya publicación quedó pendiente por varias décadas. Uno de ellos, "El poema América", publicado en inglés el 1976, aún no ha sido editado en castellano. Lo publicaré, Dios mediante, aquí en Bolivia. También estoy revisando un manuscrito de poemas de amor escritos a Kristine durante cuatro décadas, desde 1974 cuando la conocí. La experiencia de ese amor profundo e intenso ha sido lo más central en mi vida. Me transformó y me transforma cada día... También entre muchos papeles sueltos en cajas de cartón y un sinfín de cuadernos hay poemas que han estado invernando desde su creación. A este punto de mi vida, tengo muchos deseos de atar cabos, de asegurarme que lo esencial para mi salga a la luz.

Los que conocen bien a la pareja, coinciden en que tres cosas los caracterizan: su incurable fascinación por la vida, una actitud filosófica frente a la tragedia y un devoto desapego por lo material. El resultado es que han terminado siendo un poco anacoretas, en el sentido más medieval de la palabra. Por eso, no sorprende que siempre estén juntos ni que esa compañía no tenga que ver con la enfermedad de Nico, como podría pensarse; sino con una comunión que precede y excede las limitaciones físicas. Tienen 40 años de matrimonio. Nicomedes la escucha casi con reverencia, de rato en rato le hace el cumplido: "Kristine tiene un gran corazón". Ella precisa las fechas, completa los datos, redondea allí donde la sencillez y la memoria de él se detienen. Además de ser una editora prominente y crítica de arte, también escribe y se promete hacerlo más adelante.

Antes hableste de atar cabos, Nico, ¿te preocupa tu legado literario? ¿Qué piensas acerca de la muerte?

Sí, tengo conciencia del tiempo, en gran parte por el infarto que sufrí en 2004, pero lo que ha sido más impactante para mí es la condición de Parkinson que padezco desde hace unos diez años, aunque sólo fue diagnosticado hace tres. A veces me siento mentalmente ofuscado y me falta energía. Podría concentrarme en todo lo que he perdido pero me asombra todo lo que me queda. No pienso mucho en la muerte, y tampoco tengo miedo de ella. Lo que sí me preocupa es vivir con gracia y autenticidad hasta el momento de mi muerte. Sobre si me preocupa mi legado literario, creo que todo escritor tiene un destino. El mío se irá revelando con el tiempo.

De qué manera ha influido tu enfermedad en tu vida y en tu obra. ¿De qué manera te ha ayudado la poesía a sobrellevarla?

Pienso que la poesía es en parte una actividad pre-verbal. Una percepción sin palabras. En 1976, publiqué en inglés el libro, The America Poem, un largo poema épico y las últimas líneas son pertinentes: "hasta donde /arden las palabras /y el silencio (sin labios) se pronuncia / Aquí nace la poesía:" Sigo creyendo que la poesía nace del silencio.

Pero hablando de una manera menos metafísica, diría que la poesía profundiza los sentimientos y nuestras percepciones. En los últimos años, hemos revisitado los textos de poesía que leíamosy estudiábamos cuando éramos estudiantes universitarios. Hace años, alguien escribió un ensayo en el suplemento literario del New York Times diciendo que leemos los clásicos a una edad equivocada, o sea cuando recibimos nuestra educación formal de jóvenes. Sugirió que deberíamos revisitarlos cuando somos mayores porque sólo podemos apreciar los temas en su amplitud con la experiencia de los años. Kristine y yo solemos leer poesía ahora en voz alta el uno al otro. O sea, esa práctica y otras más, no sólo nos ayudan a sobrellevar la enfermedad sino que nos llevan más allá.

He sabido que es posible que regresen a EE.UU. y recordé que en algún momento fue para ti una experiencia "chocante". ¿Cómo ves ahora la posibilidad de regresar?

Es verdad que estamos pensando volver a EE.UU. Kristine y yo nos sentimos divididos entre dos mundos. Cuando estamos allá extrañamos mucho a Bolivia y cuando estamos acá extrañamos a EE. UU. Siempre nos acompaña un fuerte sentido de nostalgia. Esa experiencia chocante a la cual te refieres fue a mis 21 años, pero ya no soy ese joven de antes. Eso no quiere decir que he perdido mi sentido crítico de algunos aspectos de la cultura estadounidense, ni tampoco de algunos aspectos de Bolivia. Pero, en resumidas cuentas, amamos ambas culturas. El principal motivo por el que pensamos volver es por nuestros dos nietos, Bjørn y Theodore. No podemos concebir la vida sin compartirla diariamente con ellos. Nuestra casa se siente sumamente vacía sin ellos. La belleza y la magnitud de ser abuelos nos tomó de sorpresa. No sabíamos cuan profunda es esa relación y cuánta alegría tener la oportunidad de volver al mundo místico y poético del niño. Realmente no es que estamos volviendo a EE.UU., sino a ellos. Si ellos estuvieran en otro lugar, allí iríamos.

Nicomedes y Kristine son generosos en la charla y discretos en las hazañas. Él solo menciona que ha traducido a Jorge Luis Borges para hacer una broma: "Borges me decía, Nicomedes, usted me perfecciona. ¡Imagínate!". Se ríe de sí mismo, pero omite que el gran escritor argentino tuvo palabras de elogio para su obra. Kristine le toma la mano para preguntar si quiere un café. Él responde que sí. Ella ha dado en el clavo: "Sí, me pareció que querías uno". Un par de veces se quiebra, es diáfana contando los altibajos de la familia. Él es de ademanes discretos pero no evita el contacto. Le da unas palmaditas en el antebrazo y ella le retribuye una caricia plena, muy latina, pese a sus orígenes noruegos. Los observo y recuerdo el final de un hermoso librito de Mark Twain, que trata sobre las peripecias de Adán y Eva, después de haber mordido la manzana. En esa última línea que cierra el libro, Adán dice: "Dondequiera que ella estaba, estaba el Paraíso". Y seguro que era perfecto.

 

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