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Revista Aportes de la Comunicación y la Cultura
versión impresa ISSN 2306-8671
Rev. aportes de la comunicación no.17 Santa Cruz de la Sierra jun. 2014
DIALOGANDO EN CASTELLANO
Bolivia, una literatura en la encrucijada
Bolivia, a Literature at the Crossroads
Gonzalo Santonja Gómez-Agero
Escritor y crítico literario español.
Director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua
director@ilcyl.com
Resumen
El texto expone y defiende con certeza el vínculo de la literatura como expresión profunda de la humanidad desde los distintos rincones del planeta. Evidencia la deuda pendiente del reconocimiento del acervo universal de la lectura de la literatura boliviana de los siglos XVII, XVIII y XIX pese a la calidad poética, histórica, dramática y epistolar de estas obras cautivas por omisión académica.
Palabras clave
Literatura boliviana, Siglos XVII, XVIII y XIX.
Summary
The text proposes and defends with certitude the bond created by literature as a profound expression of humanity from the many corners of the planet. It manifests the pending debt for a recognition of the universal cultural heritage in the interpretation of Bolivian literature of the 17th, 18th, and 19th centuries in spite of the poetic, historic, dramatic, and epistolary quality of these works held prisoner by academic omission.
Key-words
Bolivian literature, 17th, 18th and 19th centuries.
Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos. Francisco de Quevedo
"Dialogando en castellano", así reza el título de las jornadas que al amparo de la Universidad Privada de Santa Cruz, gracias a la altura de miras de la rectora Lauren Müller de Pacheco, merced a la entrega lúcida Ingrid Steinbach, decana de la Facultad de Humanidades y Comunicación, y por mor de los buenos oficios de Juan Murillo Dencker, hombre que tendiendo puentes cincela amistades, se celebraron en marzo de 2013 en la ciudad pujante de Santa Cruz de la Sierra, villa que rige en calidad de santo y seña del empuje, la iniciativa y la capacidad de superación, fiel a su histórica identidad de fondo, tenaz e incansable por encima de cualquier sino adverso. Aquel encuentro para el diálogo, esperanzador y deseablemente fructífero, se prolonga ahora, marcando deslindes y fijando ideas, a través de esta publicación, a cuyas páginas me acojo, saliendo en busca de los lectores con vocación inequívocamente conversadora y de entendimiento.
"Con pocos, pero doctos libros juntos", cantó Quevedo, dictando remedio para las soledades y antídoto para los acompañamientos prescindibles. Porque a fin de cuentas la literatura representa un suma y sigue de intempora-lidades, certeza que yo aprendí de Rafael Alberti y José Bergamín, de quienes estuve y sigo estando muy cerca, en diálogo constante los dos, pongo por caso, con Góngora, san Juan de la Cruz y Cervantes, también con Rubén Darío o César Vallejo.
De ahí, pues creo y practico ese modo de vida, que habi-tualmente pregunté a mis interlocutores por el cuyo y el quién de sus relecturas asiduas. Y por eso, para entendernos, que ahora comience por el detalle de algunas de las mías, exposición que aquí haré en corto y por derecho, como dispone ese canon de la tauromaquia por el que me gobierno en armonía de contrarios, partidario a la vez de clásicos y contemporáneos, cara y cara o cara sin cruz de la misma moneda.
¿Un género o, mejor dicho, modalidad de mi preferencia? Lo tengo mucho más que muy claro: los diálogos renacentistas, oleada de títulos en la estela de Erasmo de Rotterdam, el autor de Enchiridion y Elogio de la locura, piedras angulares del edificio intelectual del Renacimiento. En las literaturas españolas peninsulares y americanas esto podría concretarse en los hermanos Valdés (Juan, Diálogo de la lengua; Alfonso, Diálogo de Lactancioy un arcediano o Diálogo de las cosas acaecidas en Roma), en el anónimo autor del Viaje de Turquía y en Francisco Cervantes de Sa-lazar, cuyo México en 1544, escrito en un latín de suprema elegancia con pareja donosura vertido al castellano por Joaquín García Icazbalceta y Vicente Gaos. Con Juan y Francisco Valdés y en sintonía con el otro Cervantes me declaro partidario acérrimo del diálogo y, en consecuencia, de la verdad compartida y las enseñanzas cruzadas. Frente a las intransigencias, diálogo y más diálogo. Porque a nadie le asiste la razón al completo y nadie, por poca que le corresponda, suele hallarse absolutamente equivocado.
En esa evidencia se asienta, no ya el concepto de la tolerancia, sino el de la amistad honda de los enemigos. Nada, pues, más perverso que esa frase hecha, intelectualmente desatinada, que todos hemos oído bastante más de una vez: "yo no estoy de acuerdo contigo, pero respeto tus ideas". No, ni muchísimo menos: las ideas no son para respetarlas, las ideas son para discutirlas. El respeto pertenece a las personas, ya en acuerdo ya en desacuerdo y cada cual con cada quién. El enemigo intelectual resulta, sobre imprescindible, el mejor amigo. En el regalo de sus argumentos matizamos los nuestros, por sus precisiones afinamos nuestros juicios y, en definitiva, sus aciertos nos corrigen. Un poeta vallisoletano, Francisco Pino, supo llorarlo con versos claros en la peor ocasión de la vida española del siglo XX: la de la guerra incivil de 1936-39, cuando la incivilidad de las armas y el crimen silenció la civilidad de debates y desacuerdos. Encarcelado durante la contienda por los rojos, Pino negó con este poema, ejemplarmente en corto y por derecho, la sinrazón de las represiones desencadenadas por el franquismo:
Por tu amigo el enemigo, por tu amigo vas a llorar te lo digo en silencio largamente.
Desde esta filosofía, todavía quiero añadir un apunte. Será el último, antes de entrar en el diálogo con la literatura boliviana. Un apunte que remite a mi libro de cabecera: La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, obra sutil, medida, escarmentada y reveladora, creo yo, en grados superlativos. Magisterio pardo el suyo, lección de vida o, si se prefiere, de adaptación para la supervivencia, de filosofía a ras de tierra, de inconformismo y crítica social en puntas y también, por descontado, de un nuevo sentido de la escritura, con el hombre humilde convertido en eje y sustancia de la novela. Todo esto se explica pronto.
"El enemigo intelectual resulta, sobre imprescindible, el mejor amigo.
De hecho, bastará con la cita siguiente: "pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuan poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuanto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto". Ni reyes ni dignatarios ni príncipes de la Iglesia. En su lugar "un mochacho" de nacimiento manchado (recuérdese a Carlos Fuentes y su genial concepción del territorio manchado de Don Quijote) desbaratando la ficción de las crónicas áureas. Como andados los años haría, y permítaseme el salto, Víctor Hugo Viscarra, borracho pero memorioso.
"Con fuerza y maña remando" o, mutatis mutandis, manejando la pluma, apurando el lenguaje, exprimiendo el ingenio y entrando en la médula de los barros del hombre. Retornando a Quevedo, aquí se carga de sentido eso de "vivo en conversación con los difuntos", dialogando con ellos y hacia dentro en castellano, literatura plural, cambiante y oceánica, con extremos que con frecuencia lamentable se desconocen, esto es, nos desconocemos. Demasiados libros y autores verdaderamente grandes que al presente pasan desapercibidos fuera de sus fronteras nacionales. Tal sería, a mi juicio, la situación de las letras bolivianas, así las actuales como las pasadas, muy por debajo ambas de la difusión y el reconocimiento merecidos. Tales carencias ilustran la oportunidad de encuentros como el de Santa Cruz de la Sierra que a la sazón nos ocupa.
II
Nuestra vida es ante todo toparse con el futuro J. Ortega y Gasset, Unas lecciones de Metafísica.
¿Hasta qué punto resulta ignorada la literatura boliviana en España? ¿Y en México, Perú, Argentina o Chile? Dejando de lado la segunda cuestión, cuya respuesta no me concierne, pero que toca a la vertebración o desvertebración cultural del Continente, la primera remite a la constatación de una evidencia manifiestamente mejorable: poco, poquísimo. Y en estos últimos años, a pesar de algunas iniciativas beneméritas más aisladas, el vacío no habría cesado de acentuarse.
Yo valoro mucho la Historia de la villa imperial de Potosí de Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela, el libro nada convencional sino al contrario, crítico y hasta osado, de un escritor de raza que trabajó esas páginas para él y para las generaciones venideras, porque nunca intentó publicarlas, convencido de las dificultades de la época que le tocó en suerte. Arzans pulió su obra y la guardó con celo, salvándose de milagro. Yo simpatizo con él, respeto su actitud y comparto sus modos, gran aficionado que fue "a las corridas de toros" y a cuántas fiestas se celebraban en la villa, según el decir documentado de Mariano Baptista Gu-mucio, su mejor estudioso. El nombre del historiador po-tosino suena en los medios especializados, pero nada más: suena y punto, tal vez menos leído que sacado a colación cuando se trata de citar las glorias del XVII, relación que hoy por hoy tampoco se muestra demasiado abundante.
Hoy por hoy, lo recalco. Y es que, hasta donde mis conocimientos alcanzan, el horizonte presenta un crecido acervo de manuscritos pendientes. Un colega bien conocido de todos ustedes, Andrés Eichmann Oehrli, se adentró hace tiempo por el laberinto de los archivos de la Audiencia de Charcas con el apoyo del Grupo de GRISO, prestigiado equipo de investigación sobre la literatura del Siglo de Oro de la Universidad de Navarra, y ese adentramiento de inmediato reveló una mina con diversos filones.
Eichmann se doctoró por lo alto con una tesis estupendísima: Cancionero mariano de Charcas, dirigida por Francisco Crosas y de cuyo tribunal forme parte. En torno a la Real Audiencia de la Plata, hoy Sucre, entonces se articulaba jurisdiccionalmente un territorio extendido de mar a mar, desde Buenos Aires hasta el Pacífico, incluida ("con resistencia") la cercana y riquísima urbe de Potosí. Allí, literariamente, sucedieron muchas cosas.
El Cancionero en cuestión, centrada la tesis en el estudio y edición crítica de los textos, comprende nada menos que ochocientas treinta y nueve composiciones. Se trata de poesía para ser cantada, no recitada o leída, con setenta y nueve piezas de asuntos humanos (treinta y cinco amorosas) y el resto, la abrumadora mayoría, de temática religiosa: marina, hagiográfica, consagrada a Jesucristo o a los ciclos de Corpus y Navidad. La actividad musical y literaria adquirió relieve e intensidad en Charcas y en un doquier de leguas a la redonda. Eichmann aduce una gavilla de nombres con sello propio: Diego Dávalos y Figueroa, natural de Écija (Sevilla), pero forjado autor entre Lima, La Paz y "las latitudes collas", a quien Josep M. Barnadas consideró el "más excelso poeta petrarquista de las Indias" (Del barroquismo literario en Charcas. Sucre, 2000); Juan Salcedo y Villandrano, amigo íntimo del anterior, cuyos versos fueron elogiados por Cervantes en Canto de Caliope, y su esposa, Francisca de Briviesca y Arellano, corregidora de Cuzco y primera mujer poeta del virreinato; Fernando de Valverde, autor de Santuario de Nuestra Señora de Copacabana; Sebastián de Mendoza, hijo de La Plata, el criollo fray Diego de Ocaña o Juan Sobrino, de Potosí y etcétera, etcétera. La relación, si aspirase a justa, sobrevendría larga.
"Dialogando en castellano no ha respondido a propósitos historicistas, siempre respetables, sino a la vocación de tejer complicidades y estrechar lazos. Complicidades fecundas, lazos plurales.
El auge de aquellas letras no se limitó a la poesía, porque también brillaron, entre otros géneros, la historia, el epistolario o los sermones, amén del teatro. Eichman e Ignacio Arellano publicaron en 2005 las veinticinco piezas por ellos mismos descubiertas en el convento de Santa Teresa de Potosí, notable conjunto de entremeses, loas y coloquios que incluye sainetes tan burlones como el "unipersonal intitulado La brevedad sin sustancia", quizás sin sustancia pero indudablemente sobrado de ingenio, con un entremés súbito y desenfadado ("Tris, tras, tres,/ se acabó el entremés") y una tonadilla hasta vanguardista, juego o guiño que sólo se permiten los públicos hechos y las sociedades con formación y sentido del gusto:
Tiran dalan danlero
yo soy un carpintero,
tiran dalan danlero
también soy silletero,
yo he hecho, pues, señores,
aquesta silla
aquesta silla
a que dio fin nada más
la tonadilla
la tonadilla
Soy consciente de que tal vez me adentre por un terreno peligroso, comprometido y en discusión, pero prefiero hacerlo. La historia inicial de Bolivia, debida a Manuel José Cortés (Sucre, 1861) parte de una afirmación tremenda: los siglos XVI, XVII y XVIII no cuentan. Época colonial y a su juicio de esclavitud sin fisuras, sencillamente esos trescientos años carecieron de lugar en su obra y en las de sus discípulos, partidarios de la omisión. Convencido de la bondad de tal tesis, Cortés empieza su Ensayo por 1809, haciendo tabula rasa de las tres centurias precedentes. Él sabría y ellos (sus continuadores) sabrán, yo me limito a poner en liza una pregunta tan obvia como esta: ¿se entendería la historia de la literatura mexicana sin la figura egregia de Juana Inés Asbaje y Ramírez, universalmente conocida por Sor Juana Inés de la Cruz? Y ya puestos, el carrusel de las interrogaciones no cesaría de crecer y multiplicarse. Valgan algunas:
Borradas de la literatura mexicana las obras de Sor Juana, ¿cómo perdonar a Octavio Paz y a tantos autores mexicanos de primer nivellos ensayos enderezados al estudio y la glosa de una escritora inexistente? Y en cuanto al Claustro de Sor Juana, universidad instalada en la excelencia, ¿se declara extinta o será suficiente con mudarla de nombre?
Qué hacer en Perú con el Inca Garcilaso de la Vega, mestizo, hijo de un capitán español y una princesa indígena. Desde una perspectiva abolicionista, sus Comentarios reales equivaldrían a la nada.
¿Adiós, asimismo, en Chile al Arauco domado de Pedro de Oña y en Colombia a la crónica de Juan Rodríguez Freyle, El Carnero? Y regresando a México, ¿se quita o se pone, o a la vez se quita y se pone en historias y manuales de literatura, actuando a conveniencia sectaria, a Juan Ruiz de Alarcón, dramaturgo de los brillantes en la España del Siglo de Oro, en competencia sobre los escenarios con Lope de Vega y Tirso de Molina?
Ante tales dilemas, yo subrayo mi admiración por las aportaciones sustanciales e imprescindibles de la saga Mesa Gisbert, don José y doña Teresa y Carlos Mesa, presidente constitucional de la República de Bolivia en una etapa especialmente áspera, a la que asistí como testigo directo, y de cuyas intervenciones en esta convocatoria auroral de "Dialogando en castellano" (hago votos por su continuidad) tanto he aprendido. Mutatis mutandis, un verso archiconocido de Gabriel Celaya me viene pintiparado: "la poesía", léase la concepción y el andamiaje intelectual de los Mesa Gisbert, "es un arma cargada de futuro".
El futuro, por cierto, de eso se trata. Porque "Dialogando en castellano" no ha respondido a propósitos historicistas, siempre respetables, sino a la vocación de tejer complicidades y estrechar lazos. Complicidades fecundas, lazos plurales. Yo estoy firmemente convencido de que los autores bolivianos actuales tienen mucho que decirnos a los españoles de ahora, pero la cuestión es esta: ¿cómo nos organizamos? Tenemos que dar con la tecla, y únicamente podremos encontrarla dialogando de tú a tú en castellano.
Por eso acabo como empecé: ponderando a la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (UPSA), mostrando mi reconocimiento a su rectora, Lauren Müller de Pacheco, y a la decana de su Facultad de Humanidades y Comunicación, Ingrid Steinbach, declarándome satisfecho de las perspectivas abiertas y las relaciones trabadas y ratificando que el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, entidad que me honro en dirigir, quiere seguir haciendo camino con ustedes a través de los buenos oficios de Juan Murillo Dencker, garantía de planteamientos sazonados y realizaciones cabales.
Desde esa disposición me despido: hasta luego, ojalá que hasta pronto. El futuro (la tierra, decían los anarquistas) será nuestro si nos lo trabajamos, dando la espalda a la mansedumbre y a los lamentos. Tarea, reto, coyuntura y obligación apasionante. Vale.