I. Introducción
La muerte es una realidad ineludible que ha desconcertado al ser humano a lo largo del tiempo, desencadenando una serie de sentimientos, pensamientos y actitudes que influencian su sistema de creencias (García, 2011). En el mundo contemporáneo, la muerte no es asumida como un suceso natural, de modo que puede generar profundas crisis a nivel personal, social o familiar. (Vásquez, 2017).
Pese a que la idea de morir es un temor transversal, las Actitudes Hacia la Muerte (AHM) varían según los diferentes grupos etarios, dependiendo de su proximidad y exposición a la mortalidad (Kastenbaum, 1979; Levinson, 1977; Lynch y Odonne, 2017; Neugarten, 1968). Al respecto, los adultos jóvenes presentarían un mayor miedo a la muerte, en relación a que éstos aún no han cumplido sus objetivos de vida, y, por lo tanto, temen que la muerte pueda arrebatarles la vida que les pertenece (Diggory & Rothman, 1961).
Actualmente, la pandemia COVID-19 ha expuesto pública y masivamente que la muerte es ineludible y próxima, por lo que todo aquello que la representa ha despertado miedos existenciales, desesperación y ansiedad (Quezada-Scholz, 2020; Tomás-Sábado, 2020). En este contexto, el impacto psicológico de esta emergencia ha sido significativo, dado que el ser humano se percibe como vulnerable frente a una amenaza sin cura; manifestando miedo al contagio, a la enfermedad o la muerte, tanto propia como de familiares (Broche-Pérez et al., 2020; Sandín et al., 2020). Estos temores pueden generar un incremento de emociones displacenteras (ansiedad, depresión e indignación) y una disminución de las placenteras (felicidad y satisfacción), debido al aumento de contagios y/o noticias alarmistas, las cuales representan un contexto amenazante que genera miedo, ansiedad y sensación de muerte inminente (Ho et al., 2020; Quezada-Scholz, 2020).
Frente a una crisis, las actitudes hacia la idea de morir afectan los comportamientos, sentimientos y creencias de las personas, las cuales pueden ser perjudiciales o beneficiosas para su salud (Campuzano, 1987; Lamberth, 1982; Sáez, 2016; Sáez et al., 2017). Estas actitudes se han relacionado mayormente con temáticas que pueden conducir a graves problemas en salud mental, como: reacciones de angustia (insomnio, ira, miedo extremo a la enfermedad); comportamientos riesgosos (como aislamiento, suicidio y consumo de alcohol); y trastornos específicos (como estrés postraumático, ansiedad y depresión) (Cull & Gill, 1982; Eshbaugh & Henninger, 2013; Knight & Elfenbein, 1996; Krantz et al., 1980; Moreno, 2013; Rivera et al., 2010; Ryff & Keyes, 1995; Stucke & Baumeister, 2006;Urzúa et al., 2020).
En relación con estas alteraciones de salud mental, diversos autores han confirmado la estrecha relación entre las AHM y la depresión (Baum, 1983; Baum & Boxley, 1984; Hintze et al., 1994). Incluso, se ha señalado que la preocupación por la muerte es una característica distintiva de los pacientes con alto riesgo suicida (D’Attilio & Campbell, 1990), quienes presentan actitudes de acercamiento y búsqueda de la muerte, que pueden ser expresadas en deseos de descanso, no despertar, desaparecer, carencia de proyecto de vida, entre otras (Ceballos-Espinoza, 2014; Cerda, 2006; Foster, 2003).
En este contexto de crisis, preocupan las actitudes que pueden manifestar los adultos jóvenes, puesto que el impacto psicológico de la pandemia no ha recibido la suficiente importancia, en comparación a las repercusiones fisiológicas (Oliveira et al., 2020). El miedo exacerbado a enfermarse o morir, junto con la incertidumbre sobre lo que les acontecerá en el futuro, podrían impactar en las motivaciones actuales de los adultos jóvenes, y, por lo tanto, influir en su conducta posterior a la crisis sanitaria (Bao et al., 2020; Martínez, 2004; Wang et al., 2020).
De este modo, se justifica el estudio de las AHM por su relevancia teórica, dado que este constructo ha sido poco explorado en comparación a otros como la ansiedad o el miedo a la muerte (Álvarez-Ramírez, 2009; Moreno-Santolaria, 2016; Sáez, 2016). Además, estas actitudes pueden mediar los comportamientos que asumen las personas durante estados de aislamiento o enfermedad (García, 2011), lo cual es necesario de estudiar en la actual crisis sanitaria debido al confinamiento y el aumento de contagios por COVID-19.
En este sentido, la investigación adquiere relevancia social, dado que los adultos jóvenes son el grupo con mayor número de contagios por COVID-19 (Ministerio de Salud [MINSAL], 2020a). Además, los jóvenes entre 20 y 29 años representan al 16,3% del país (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2017).
Adicionalmente, los jóvenes han recibido menor atención en el estudio de las actitudes, en comparación a otras poblaciones como: el personal de la salud; adultez tardía; y enfermos terminales (Clemente-Gutiérrez, 2018; García, 2011). Siendo necesario el abordaje de sus actitudes, dado que el mantener conductas de riesgo durante la juventud se relaciona con una mayor prevalencia de enfermedades crónicas en la adultez (como los trastornos del ánimo). Al respecto, una de las psicopatologías con mayor prevalencia es la depresión, que afecta, especialmente, a jóvenes entre 18 y 24 años (6,2%) (MINSAL, 2018).
Frente a dichas estadísticas, esta investigación es significativa desde una perspectiva sanitaria, dado que la actual pandemia ha generado estresores que pueden aumentar el riesgo suicida (MINSAL, 2020b); adquiriendo gran importancia en Tarapacá, puesto que la cantidad de muertes por suicidio en 2017 por cada 100.000 habitantes fue de 10,99 (entre los 20-24 años) y de 13,57 (entre los 25-29) (Departamento de Estadísticas e Información de Salud [DEIS], 2019).
Ante esta realidad, los resultados del presente estudio podrían aportar a la mejora de políticas públicas y a las futuras intervenciones clínicas relacionadas con temáticas de salud mental, como la elaboración del duelo, prevención y tratamiento de psicopatologías (Kübler-Ross, 1993; Sáez, 2016; Uribe-Rodríguez et al., 2008).
Pregunta de Investigación
¿Cómo son las AHM en un grupo de adultos jóvenes pertenecientes a la región de Tarapacá en Contexto COVID-19?.
Objetivo General
Analizar las AHM expresadas por un grupo de adultos jóvenes (entre 18 y 29 años) en contexto COVID-19 en la región de Tarapacá.
Objetivos Específicos
Identificar, describir y comprender las AHM expresadas por este grupo de adultos jóvenes en contexto COVID-19 en la región de Tarapacá.
Actitudes hacia la muerte (AHM)
La muerte, tras el surgimiento de la medicina, ha sido entendida como una enfermedad sin cura asociada al término del proceso biológico del cuerpo humano (Espinoza y Valdivia, 2014; Estancanti, 1995; Thomas, 1991). No obstante, algunos autores afirman que también deben ser considerados aspectos filosóficos, psicológicos y socioculturales para comprender integralmente esta temática (Carmona y Bracho, 2008; Castillo, 2008; Estancanti, 1995; Martínez-Lage y Martínez-Lage, 1997).
En efecto, la conceptualización positiva o negativa sobre la muerte en una cultura influye en las respuestas emocionales que generan los sujetos, tales como: pasividad, calma, reflexión, negación, impotencia, ansiedad, angustia, miedo, desesperación, entre otras (Bargetto, 2006; Castillo, 2008; Gala et al., 2002; Kübler-Ross, 2005).
Por otra parte, es importante destacar que las actitudes deben ser comprendidas como respuestas evaluativas almacenadas en la memoria, relativamente estables o duraderas en relación con un objeto, las cuales pueden generar consecuencias cognitivas, afectivas y posiblemente comportamentales (Judd et al., 1991; Lamberth, 1982).
En el caso de las AHM éstas se caracterizan por ser relativas y temporales, dado que dependen de las estructuras de significado que ha construido cada sujeto sobre el concepto de mortalidad, a raíz de sus propios factores individuales, evolutivos y socioculturales (Colell, 2005; Neimeyer, 1997). Dichas actitudes, pueden provocar una variedad de reacciones aversivas, tales como: miedo, ansiedad, depresión, cansancio emocional, falta de autocontrol, entre otros (Cassem, 1974; Chui & Chan, 2013; Colell, 2005; Eshbaugh & Henninger, 2013; Limonero, 1994; Maslach & Jackson, 1981; Schmidt, 2007).
En el estudio de las AHM sobresale el modelo de Wong, Reker y Gesser (1994), el cual se fundamenta en una visión existencialista de las actitudes. Este plantea que tanto la aceptación de la muerte, como el miedo a la misma, se relacionan con la búsqueda de significado personal, de manera que este miedo es una consecuencia de la falta de sentido del sujeto para el entendimiento de la vida y la muerte (Frankl, 1965; Reker & Wong, 1988; Reker et al., 1987; Wong, 1989; Wong et al., 1994).
Este modelo identifica cinco tipos de AHM:
La Aceptación Neutral (AN) se refiere a una actitud donde el miedo y la aceptación de la muerte coexisten en un equilibrio inestable; de modo que la muerte es asumida como un hecho innegable de la vida y se intenta obtener su máximo provecho (Feifel, 1990; Flint et al., 1983; Wong et al., 1994). La AN se ha correlacionado positivamente con el bienestar físico y psicológico percibido, y negativamente con la depresión; y en jóvenes, se ha identificado una menor AN en comparación a los adultos mayores (Wong et al., 1994).
La Aceptación de Acercamiento (AA) se relaciona con las creencias religiosas del sujeto y su convicción sobre una vida feliz después de la muerte. En esta línea, diversas investigaciones han identificado correlaciones negativas (Alvarado et al., 1995; Dixon & Kinlaw, 1983; Fehring et al., 1997; Feifel & Nagy, 1981; Templer, 1972) y positivas (Templer & Ruff, 1975; Young & Daniels, 1981) entre religión y miedo a la muerte. En la investigación de Wong et al. (1994), las creencias religiosas no difirieron significativamente entre jóvenes y adultos mayores.
En la Aceptación de Escape (AE), la muerte es considerada una alternativa para evadir el dolor y los problemas de la existencia. En esta actitud, la muerte no es deseada en sí misma, sin embargo, es una opción para lograr evadir una vida que se ha vuelto insoportable (Schmidt, 2007). La AE se correlaciona negativamente con el bienestar (particularmente de tipo físico); y en adultos jóvenes, se ha identificado una menor AE, en comparación a las personas de mayor edad (Wong et al., 1994).
La actitud de Miedo a la Muerte (MM) se relaciona con los pensamientos y sentimientos negativos sobre la mortalidad y el proceso de morir; por lo que se experimenta temor: a lo desconocido, al dolor, al sufrimiento; y preocupación respecto al bienestar de los miembros supervivientes de la familia (García, 2011; Uribe-Rodríguez et al., 2008). Esta actitud se ha correlacionado negativamente con el bienestar percibido y positivamente con la depresión (Wong et al., 1994). En jóvenes, existiría un mayor MM debido a que aún no han logrado sus objetivos de vida (Wong et al., 1994).
Finalmente, en la Evitación de la Muerte (EM), las personas rechazan toda situación, pensamiento o lugar asociada a ella, dado que carecen de habilidades de afrontamiento eficaces para manejar el sufrimiento (García, 2011; Uribe-Rodríguez et al., 2008). Por consiguiente, se activan diversos mecanismos de evitación para defenderse de la ansiedad (Klass, 1995; Marrone, 1999). Cabe destacar que, en la investigación de Wong et al. (1994), EM ha sido correlacionada negativamente con el bienestar percibido; sin embargo, en jóvenes, no se encontraron relaciones significativas con el bienestar psicológico (Wong et al., 1994).
Los adultos jóvenes y las AHM
La adultez joven es una etapa donde las personas intentan determinar quiénes son y quiénes desean ser; abandonando sus roles adolescentes para establecerse como adultos (Arnett, 2000; 2004; 2006; Furstenberg et al., 2005). Al respecto, Schaie (1977-1978) explica que los jóvenes atraviesan la “etapa de logro”, en la cual buscan alcanzar metas personales, como el cursar una carrera y/o formar una familia.
Las características de esta etapa son coherentes con los resultados de la 9° Encuesta Nacional de la Juventud en Chile (INJUV, 2018), la cual señala que un 80% de los jóvenes realiza alguna actividad laboral y/o educacional. Asimismo, revela que el 19% confiesa haber pensado en suicidarse; siendo las lesiones autoinfligidas (32,3%) la principal causa de fallecimiento en esta etapa (Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito [CONASET], 2020).
La alta prevalencia de conductas de riesgo en la juventud puede ser relacionada al concepto de inmunidad subjetiva, el cual refiere a la falta de conciencia en los jóvenes respecto al peligro y consecuencias de sus actos, desarrollando un fuerte sentimiento de inmunidad frente a los riesgos que obstaculiza sus conductas de autocuidado (Le Breton, 2011; Viera, 2018). Este fenómeno ha sido influenciado por el avance de la medicina, generando en ellos una sensación de omnipotencia frente a la enfermedad, que los distancia del discurso institucional sobre la prevención (Portero et al., 2002).
La pandemia COVID-19 y repercusiones psicológicas en adultos jóvenes
Los miedos y ansiedades asociados al virus pueden desencadenar emociones intensas, destacando el miedo a contagiarse uno mismo y/o a otros, como también, el temor a la muerte de un ser querido (Quezada-Scholz, 2020; Usher et al., 2020; Valero et al., 2020). En este sentido, las medidas de salud pública, como el distanciamiento social y la cuarentena, han tenido efectos psicológicos negativos, constituyéndose como un estresor que aumenta los niveles de ansiedad y miedo (Sandín et al., 2020; Valero et al., 2020;).
Respecto al impacto psicológico específico en jóvenes, estudios exponen que estos tienen mayores probabilidades de sufrir síntomas de ansiedad, estrés y depresión (Espinosa et al., 2020; Huang & Zhao, 2020; Mazza et al., 2020; Tam y Aguilar, 2020).
En el caso de Chile, se han evidenciado altos niveles de estrés en jóvenes producto de la crisis sanitaria, que podrían aumentar la expresión de síntomas depresivos y ansiosos (Gatica y Fredes, 2020). Esto estaría relacionado con la percepción de riesgo en los adultos jóvenes, donde un 47% afirma no haber salido durante la cuarentena; un 71% afirma que cumpliría confinamiento total si pudiera; y un 45% percibe un alto riesgo al contagio (Vida en Pandemia [VP], 2020). A pesar de ello, esta población se ha mostrado más escéptica ante las medidas preventivas (confinamiento, aislamiento social, cuarentena, entre otras), sin generar conciencia respecto a su rol en la propagación de la enfermedad (Gatica y Fredes, 2020).
En síntesis, las AHM pueden impactar la salud mental, siendo éstas importantes de investigar, dado que la pandemia genera estresores que han producido un impacto psicológico. Asimismo, se requieren de esfuerzos colectivos para evitar la propagación del virus, por lo que conocer estas actitudes podría ayudar a comprender la sintomatología y las conductas de los adultos jóvenes en pandemia.
II. Metodología
Enfoque de Investigación
Se aplicó un enfoque metodológico mixto con preponderancia cualitativa, que utilizó las fortalezas de ambos enfoques; entregando una visión integral del fenómeno, mediante la recolección, análisis y triangulación de datos para dar solución al problema planteado (Chaves-Montero, 2018; Hernández et al., 2014).
Alcance de Investigación
Se utilizó un alcance descriptivo (Hernández et al., 2014), que permitió detallar las características y/o propiedades específicas de las AHM.
Diseño de Investigación
La investigación utilizó un diseño mixto secuencial (Hernández et al., 2014), el cual constó de una primera fase cuantitativa, seguido de una etapa cualitativa para así generar metainferencias de ambos resultados.
Por lo demás, considerando los objetivos de este estudio, se otorgó mayor énfasis al aspecto cualitativo-interpretativo (Tacuma, 2016), el cual permitió analizar las actitudes y significados hacia la muerte, mediante la exploración de los pensamientos y emociones de los participantes.
Como resultado, este estudio se dividió en cinco etapas:
1) Recolección de datos cuantitativos a través del cuestionario PAM-R.
2) Análisis de datos cuantitativos para obtener los estadísticos descriptivos que caracterizaron la muestra.
3) Recolección de información cualitativa mediante entrevistas semiestructuradas, para profundizar en los significados que subyacen a dichas actitudes y cómo han sido influenciadas por el contexto COVID-19. Desde esta etapa, la investigación se enmarcó en un diseño fenomenológico interpretativo, dado que, al categorizar y describir el fenómeno, se buscó interpretar el significado otorgado por los participantes (Duque y Aristizábal Díaz-Granados, 2019; Hernández et al., 2014).
4) Análisis de información cualitativa para comprender las actitudes expresadas por el grupo de jóvenes.
5) Triangulación de los resultados cuantitativos y cualitativos, a fin de complementarlos y obtener una mayor validez interna.
Muestra
Este estudio contó con una muestra no probabilística por conveniencia que dependió de los propósitos del estudio y el acceso a los casos (Hernández et al., 2014). En concreto, se accedió a un grupo de 10 adultos jóvenes en la región.
Para esta investigación, los criterios de inclusión fueron:
- Tener entre 18 y 29 años.
- Residir en la región de Tarapacá.
- Disponer de un aparato electrónico con internet, cámara y micrófono.
El no contar con estos requisitos se consideraron criterios de exclusión.
Estrategias de Recolección de Información
Se utilizó el Perfil Revisado de Actitudes hacia la Muerte [PAM-R] de Wong, et al. (1994) (ver anexo A). Este cuestionario multidimensional de 32 ítems mide las actitudes hacia la muerte mediante una escala de siete puntos, que van desde 1 (totalmente en desacuerdo) a 7 (totalmente de acuerdo). Sus cinco dimensiones son: Miedo a la muerte; Evitación de la muerte; Aceptación de acercamiento; Aceptación de escape; y Aceptación neutral. Es posible calcular una puntuación media de la escala, dividiendo su puntaje total por el número de ítems que la conforman.
Para la construcción del PAM-R, los autores crearon un modelo que propuso teóricamente las dimensiones mencionadas anteriormente. Para validarlo, se sometieron las respuestas de 300 sujetos (representativos de una ciudad mediana) a un análisis factorial confirmatorio, que contempló estos cinco componentes y se rotaron a una solución ortogonal (varimax). El análisis confirmó la estructura de los cinco componentes independientes que explicaron el 66,2% de la varianza. La alta carga de cada ítem en el factor teóricamente propuesto y los coeficientes alfa buenos a altos (AN 0,65; AE 0,84; MM 0,86; EM 0,88; AA 0,97) comprueban que sus factores son puros e internamente consistentes (Wong et al., 1994).
Existe validación española del PAM-R con 916 estudiantes universitarios de España y Cuba (Schmidt, 2007) con resultados altamente confiables (alfa de Cronbach total de 0,85). En este estudio, el análisis factorial confirmó las cinco dimensiones originales, las cuales explicaron un 61,01% de su varianza. En Chile, esta versión del PAM-R se sometió a un proceso inicial de validación en aspectos idiomáticos, culturales, lingüísticos, de apariencia con expertos del área de cuidados paliativos, y pruebas de confiabilidad, obteniéndose un alfa de Cronbach de 0,88 (Espinoza-Venegas et al., 2016).
Por otra parte, en esta investigación también se utilizó la entrevista semi estructurada, la cual estableció un parámetro de preguntas estandarizadas, que guiaron la interacción con los entrevistados e indagaron en sus subjetividades en torno a las AHM en contexto COVID-19.
Es importante mencionar que el PAM-R fue adaptado como cuestionario digital en “Formularios de Google”, y las entrevistas semiestructuradas fueron aplicadas mediante videollamadas grabadas.
Al respecto, se construyó la pauta de entrevista, a partir de las cinco dimensiones del modelo de Wong et al. (1994); incorporando preguntas relacionadas al contexto COVID-19, que permitieron indagar en opiniones y aspectos biográficos de los entrevistados.
La pauta de entrevista fue revisada por tres expertos en el área de salud mental de la región, quienes evaluaron la suficiencia, claridad, coherencia y relevancia de las preguntas. Tras aplicar sus recomendaciones y sugerencias, se obtuvo la versión final de la entrevista (ver tabla 1).
Estrategias de Análisis de Información
Se utilizó el programa IBM SPSS® Statistic 25 (SPSS), para codificar los datos recopilados en el cuestionario, obteniendo estadísticos descriptivos generales (Hernández et al., 2014). En concreto, se calculó desviación estándar y medias aritméticas de las dimensiones. Además, se caracterizó a la muestra en cuanto a edad, género, religión, profesión y parentalidad.
Para el análisis de la información cualitativa, se implementó codificación abierta y axial (Strauss y Corbin, 2016). En la primera, la información se descompuso en distintas categorías y subcategorías de análisis según sus propiedades. En la codificación axial, se analizaron las relaciones entre ellas para generar explicaciones integrales respecto a las actitudes.
Finalmente, se realizó el proceso de triangulación, donde fue contrastada la información cuantitativa y cualitativa a fin de obtener resultados con mayor validez (Hernández et al, 2014).
Procedimiento
La investigación se desglosó en las siguientes actividades y procesos:
- Elaboración de una pauta de entrevista revisada por tres jueces expertos.
- Confección del consentimiento informado para participantes, que fue presentado al Comité de Ética de la Universidad Arturo Prat (UNAP).
- Búsqueda y selección de la muestra; junto con el envío del consentimiento informado a los participantes.
- Envío del cuestionario PAM-R. Con estas respuestas se construyó la base de datos, que fue analizada con el programa SPSS para obtener estadísticos descriptivos.
- Coordinación y aplicación de las entrevistas. Estas fueron transcritas y analizadas mediante codificación abierta y axial.
- Triangulación de resultados cuantitativos y cualitativos.
- Presentación de los resultados, conclusiones y discusión científica.
Consideraciones éticas
La ética de esta investigación siguió los parámetros del Código de Núremberg, que define las normativas a seguir en los procesos investigativos (Palomo y Redondo, 2012). Esto se expresó en el uso del consentimiento informado para investigaciones científicas del Comité de Bioética UNAP. De igual forma, se respetó la participación voluntaria de los jóvenes, recordándoles la posibilidad de retirarse cuando estimen conveniente. Asimismo, se resguardó la confidencialidad de sus datos personales, a los cuales sólo accedió el equipo investigador. Finalmente, se confeccionó un plan de minimización de riesgos y/o daños donde se estableció un protocolo de acción para el antes, durante y después del proceso investigativo.
III. Resultados
Participantes
Se reunió una muestra de 10 adultos jóvenes residentes de la región de Tarapacá (60% mujeres, 40% hombres), con edades entre los 18 a 29 años. En cuanto a su ocupación, todos los participantes cursaron o se encontraban cursando estudios de nivel superior al momento de realizar esta investigación. Respecto a sus creencias religiosas o espirituales, el 50% se definió como cristiano (40% católicos y 10% evangélico pentecostal); un 40% adhirió a creencias no cristianas (30% agnóstico y 10% budista); y 10% afirmó "no saber" sus creencias. Además, es importante señalar que un 30% de los participantes es padre o madre (ver tabla 2).
Por último, considerando que la variable COVID-19 puede ser un factor en la manifestación de afectaciones biopsicosociales, se ha caracterizado a los participantes en relación a sus eventuales contagios por COVID-19 (ver tabla 3). Al respecto, es importante destacar que ninguna de las personas presentó el virus o síntomas asociados durante el proceso investigativo. Previamente a su participación, sólo uno de ellos contrajo COVID-19 y contaba con alta médica al momento del estudio; mientras que otra participante sospechó haberse contagiado meses atrás. Por lo tanto, la mayor parte de los resultados obtenidos en esta investigación representan a un grupo de adultos jóvenes no contagiados por COVID-19.
Resultados cuantitativos
Respecto a los resultados cuantitativos, se evidenció que, en general, las respuestas de los participantes se encontraron cercanas a las medias del grupo, puesto que las desviaciones estándar por dimensión oscilaron entre 0,65 y 1,96 (ver tabla 4). En este contexto, Aceptación Neutral fue la dimensión con menor desviación estándar, por lo que los valores de la muestra tendieron a agruparse cerca de la media aritmética (“bastante de acuerdo”). Por lo demás, los datos estuvieron más dispersos en Evitación de la Muerte, lo cual significa que, el rango de respuesta de los participantes fue más amplio en esta dimensión.
En Aceptación de Escape destacó la indecisión de los participantes frente a la idea de aceptar a la muerte como una opción para escapar del sufrimiento y las dificultades propias de la existencia. Este resultado, pudo deberse a la presencia de posiciones opuestas (“bastante en desacuerdo” y “bastante de acuerdo”) en esta dimensión.
Respecto al Miedo a la Muerte, se evidenció un bajo miedo a la muerte en los jóvenes. En concreto, los participantes tendieron a estar “algo en desacuerdo” con las preocupaciones relacionadas al proceso de morir, al fin de la propia vida y las repercusiones de su muerte para sus seres queridos.
La Evitación de la Muerte es la dimensión que presentó la mayor variedad de resultados. En este sentido, el análisis cuantitativo identificó un amplio rango de respuestas en los participantes, que oscilaron mayormente desde una baja evitación de la muerte (“totalmente en desacuerdo”), a una alta evitación (“bastante de acuerdo”).
En Aceptación de Acercamiento se observó una tendencia de los participantes a estar “algo en desacuerdo” con la creencia cristiana sobre una vida feliz después de la muerte.
Resultados cualitativos
Respecto a los resultados cualitativos, surgieron 44 categorías, divididas en tres grandes temas: Actitudes hacia la muerte (AHM), Factores que inciden en las Actitudes y Contexto COVID-19 (ver tabla 5). En el primero, se identificaron cinco categorías principales.
Los Factores que inciden y las AHM se mostrarán en conjunto. Los principales Factores que inciden son: Sufrimiento y/o enfermedad terminal; Ser madre o padre; Proyecto de vida; Disfrutar la vida; Consecuencias para los sobrevivientes; Estado psicológico; Redes de apoyo; Juventud; Experiencias relacionadas con la muerte; Creencias espirituales o religiosas; Comprensión de la muerte; y Mecanismos de defensa que operan en las actitudes.
Aceptación Neutral (AN)
En los jóvenes entrevistados, la muerte fue comprendida como un fenómeno neutro que es parte de la última etapa del proceso natural de la vida (vejez). En este contexto, se observó que los jóvenes mostraron neutralidad sólo en casos donde la muerte fue asumida como natural y futura. Por el contrario, se percibió como un fenómeno negativo e injusto si ocurre en circunstancias como: muerte durante la juventud; muerte de un hijo; muerte a causa de terceros; muerte sin haber disfrutado la vida o concretado sus proyectos; muerte que trae consecuencias negativas para los sobrevivientes; entre otros. De igual forma, el tener una experiencia cercana a la muerte también incidió en la AN. Aquellos participantes que procesaron reflexivamente estas vivencias manifestaron mayor neutralidad, interés y esfuerzos en disfrutar actualmente la propia vida. No obstante, si este proceso no se realizó conscientemente, el miedo a la muerte aumentó. En efecto, ante estos factores, la valoración de la muerte cambió, perdiéndose la neutralidad.
Miedo a la Muerte (MM)
En relación con lo anterior, los principales miedos en estos adultos jóvenes fueron: miedo a que la propia muerte genere consecuencias negativas en los seres queridos sobrevivientes (secuelas emocionales o desprotección); miedo relativo a la muerte de otros; miedo a la muerte propia anticipada; y miedo a las consecuencias que puede generar la muerte de otros en ellos mismos (experimentar la ausencia del ser querido, enfrentar el proceso de duelo o la incertidumbre de sus reacciones). En definitiva, los jóvenes manifestaron mayores temores asociados a sus seres queridos.
Por el contrario, los participantes presentaron un bajo miedo a la propia muerte, que se relacionó a la significación de la muerte como una realidad lejana y, a la creencia predominante sobre la inexistencia de la vida después de la muerte. La suma de ambos elementos produjo una actitud menos reflexiva hacia la posibilidad de morir, generando una menor conciencia sobre preocupaciones y/o consecuencias para sí mismos asociadas al fin de su propia vida. Esto fue identificado por los jóvenes como una ausencia de MM.
En este sentido, se observó que los jóvenes con mayor MM fueron aquellos más conscientes sobre los aspectos y/o vínculos significativos en sus vidas. Como resultado, fue predominante el miedo relacionado a los efectos de la muerte en otros, siendo particularmente alto en aquellos entrevistados que eran padres o madres.
Las personas con historial de depresión y/o intentos suicidas presentaron un mayor miedo consciente a la pérdida de seres queridos o los procesos de duelo. Este temor se relacionó con la posibilidad de no poder superar el fallecimiento de sus personas significativas y volver a visualizar a la muerte como una opción.
Por último, el miedo a qué sucede después de la muerte estuvo presente en un tercio de los participantes, volviéndose un miedo transversal entre cristianos y no cristianos.
Aceptación de Acercamiento (AA)
La gran mayoría de los jóvenes entrevistados no presentó AA, incluso en población cristiana. En efecto, no cumplieron cabalmente la descripción teórica de AA, dado que dudaban o negaban la idea de una vida feliz después de la muerte. Además, cuestionaron la concepción cristiana sobre esta vida, planteando nuevas posibilidades como la reencarnación, explicaciones paranormales, o bien, descartando derechamente la existencia del paraíso pese a creer en Dios.
No obstante, para algunos jóvenes, la fe en Dios o en una vida mejor después de la muerte fue un recurso emocional importante al afrontar el fallecimiento de seres queridos. En ellos, AA operó como una forma de evitar la muerte (oración) u otorgar desenlaces positivos a procesos dolorosos (ir al cielo), permitiéndoles regular sus ansiedades. Particularmente, en la Entrevistada 2 (enfermera católica), sus creencias le permitieron sobrellevar con mayor tranquilidad la muerte de pacientes:
Si bien yo estuve tranquila cuando falleció la adulta mayor que yo cuidaba, era porque ella lo pedía po’, porque ella estaba sufriendo acá en la tierra y era tan buena, que yo creo que era mejor que estuviera arriba en el cielo con Dios que estar aquí sufriendo, que era como un cuerpo… como que estaba encarcelada en ese cuerpo.
Sin embargo, en otra participante cristiana, esta misma creencia produjo preocupaciones sobre la posibilidad de ir al infierno. Por lo tanto, la fe en la vida después de la muerte fue una fuente de preocupación al momento de evaluar la propia muerte, sin embargo, en otra creyente proporcionó tranquilidad al momento de afrontar la muerte de los demás.
Estas diferencias se relacionaron con el nivel de pensamiento crítico aplicado sobre su religión. Por lo que, a mayor cuestionamiento hacia sus creencias, existió menor adherencia a los dogmas tradicionales, repercutiendo directamente en sus creencias sobre la vida feliz después de la muerte.
Aceptación de Escape (AE)
La muerte fue ampliamente significada por los entrevistados como una forma para descansar y/o terminar con el dolor por enfermedad. Bajo este significado, subyace el principio de vida en condiciones dignas y sin sufrimiento, pero también, operó la convicción de la vida como parte del patrimonio personal, de manera que, el morir es una decisión personal donde cada sujeto debe evaluar las condiciones para su dignidad y/o bienestar.
Esta concepción, se presentó mayormente en población no cristiana y tuvo importantes implicancias prácticas. En efecto, los jóvenes no sólo aceptaron la eutanasia en casos de sufrimiento físico, sino que, también, fueron abiertos a la idea de aceptar el suicidio de otros, como parte de una decisión personal tomada en el pleno ejercicio de sus derechos.
Por el contrario, una forma relacional o vincular de comprender la propia vida apareció como un factor protector para personas en riesgo suicida. En este sentido, las responsabilidades percibidas hacia otros neutralizaron la búsqueda de la muerte en esta población: “Entonces yo creo que pensar en mi propia muerte sería como… Igual sería como un descanso, que no lo anhelo en este caso, porque tengo todavía un compromiso que cumplir que es con mi hijo y mi pareja” (Entrevistado 9).
La percepción de redes de apoyo para afrontar las dificultades y valorar positivamente los logros alcanzados en vida también disminuyeron la AE en jóvenes. Sin perjuicio de lo anterior, la mayoría de los entrevistados expusieron que no cometerían suicidio por sufrimiento psicológico, debido a que buscarían otras soluciones, como el pedir ayuda psicológica, acudir a amigos y/o viajar.
Por último, otro significado importante fue la comprensión del escape como una forma de liberar del sufrimiento a los seres queridos que frecuentan al enfermo. En este contexto, evaluarían la posibilidad de morir y/o aceptarían con mayor facilidad la muerte de otros, tras percibir el impacto emocional negativo en sus seres queridos.
Evitación de la Muerte (EM)
Se observó gran variedad en las respuestas de los participantes. Sin perjuicio de lo anterior, en la mayoría de los jóvenes, EM apareció como una forma de mantener la funcionalidad u homeostasis psíquica. La muerte de otros produjo emociones displacenteras que amenazaron el desempeño y/o la propia vida, por lo cual, fue alejada del pensamiento mediante acciones y/o intelectualizaciones. Por lo demás, la predominancia de esta actitud se relacionó con un menor MM.
Sobre todo, en algunos jóvenes con historial suicida y/o de depresión, la EM fue una de sus principales estrategias para apartar la posibilidad de cometer suicidio. Como resultado, se emplearon mecanismos de defensa como la racionalización, conceptualizando el suicidio como una solución fácil o un signo de debilidad para apartar los pensamientos de muerte: “Yo creo que la muerte es la salida más fácil que puede tener una persona para evitar sus problemas, para no afrontarlo y ya eso es cuando uno no encuentra salida a…a la vida cotidiana (...)” (Entrevistado 9).
Por otra parte, se observó una baja EM en personas que narraron antecedentes de ansiedad. Una de ellas manifestó tener pensamientos intrusivos relacionados a la experimentación de posibles catástrofes que puedan causar la muerte. En contexto COVID-19, esto se relacionó con un mayor acatamiento de las normas sanitarias.
Por último, se evidencia que jóvenes cristianos no expresan una plena confianza hacia la posibilidad de ir al cielo y manifestaron mecanismos de defensa con el propósito de evitar conectarse con los sentimientos que les genera pensar en morir o en la vida después de la muerte.
Contexto COVID-19
En el tema Contexto COVID-19, se encontraron un total de 20 categorías, entre las cuales destacaron (5): Reflexiones en contexto COVID-19; Exposición al contagio por COVID-19; Áreas de la vida afectadas por COVID-19; Percepción de seguridad con las medidas sanitarias implementadas en el país; y Autocuidado.
Durante la pandemia, la mayoría de los entrevistados reflexionó sobre la cercanía de la muerte y, a su vez, reconocieron tener conductas de exposición al contagio por COVID-19, incluso aquellos entrevistados con enfermedades de base.
Al respecto, se identificaron tres grandes contextos donde son propensos al contagio: familia, amigos y trabajo. La mayoría identificó al contacto con familiares que trabajan y/o residen en el hogar como uno de sus principales riesgos. Además, en mayores de 25 años, otra razón relevante fue la necesidad de trabajar para mantener a sus hijos.
Sin embargo, una parte importante de los jóvenes reconoció que se expuso voluntariamente en compañía de amigos, siendo sus principales motivaciones: el socializar para reducir el estrés por confinamiento y la satisfacción de necesidades emocionales y de contacto físico (abrazar, interactuar, etc.). En menor medida, fue mencionada la necesidad de brindar y recibir ayuda de amigos para enfrentar problemas como la reexperimentación de eventos traumáticos durante la pandemia.
Asimismo, las personas con AE o historial de depresión afirmaron reunirse con pares, con el objetivo de reducir el estrés o los efectos psicológicos adversos de la pandemia. De esta manera, la exposición con amigos fue significada como una medida de autocuidado psicológico.
Por lo tanto, si bien estos jóvenes reconocieron la peligrosidad y el riesgo de contraer COVID-19 en reuniones presenciales, las problemáticas personales y emocionales se vislumbraron como necesidades más urgentes que debieron ser satisfechas. De esta forma, la exposición al contagio con amigos estuvo estrechamente relacionada a la percepción de daños en el área psicológica y/o afectiva, de modo que los participantes priorizaron la satisfacción de estas necesidades, por sobre atender los riesgos a su salud física:
(...) Y sentí que tampoco era exponerse, o sea, en cierta parte sí, pero era necesario porque, o sea, el único peligro en este momento no solamente es la pandemia como un… como algo físico, sino que también está este peligro emocional, que es la salud mental, a la que se le está dejando de lado. (Entrevistada 3)
Por otro lado, la mayor parte de los entrevistados reconoció experimentar algún tipo de miedo relacionado al COVID-19 (al contagio o la propia muerte). En este sentido, si bien los temores no impidieron completamente su exposición, sí fue un factor que operó en la disminución de sus encuentros presenciales con amigos y en un mayor respeto a las normas sanitarias.
Me he expuesto pensando en mi salud mental y pensando en esas situaciones que quiere, pucha, no sé si arriesgarse, pero pensando en que de repente, de vez en cuando, hace bien poder conversar y que no sea tu familiar, porque es tu familiar, no es tu amigo, hay cosas que no puedes conversar con tu familia, y hay cosas que tú puedes conversar con tu amigo. (Entrevistado 1)
Además, en su mayoría la exposición al contagio fue reforzada por la disminución progresiva de la percepción de riesgo al COVID-19. No obstante, el entrevistado que previamente contrajo el virus, manifestó que sólo aumentó su exposición tras contagiarse, puesto que enfermó a pesar de estar en aislamiento social y con constante autocuidado.
Así también, otro factor influyente en la exposición fue el experimentar estrés y/o afectación emocional a propósito de dos factores: los medios de comunicación y el confinamiento obligatorio. Para manejar este estrés, algunos manifestaron evitar las noticias relacionadas al virus.
Por lo demás, casi todos los jóvenes entrevistados afirmaron sentirse inseguros con las medidas sanitarias implementadas gubernamentalmente prefiriendo, en su mayoría, reforzar sus medidas de autocuidado en espacios públicos. Sin embargo, se destaca que la sensación de inseguridad desapareció y/o disminuyó casi por completo en compañía de su círculo cercano.
Por último, otra de las áreas que experimentó cambios durante la pandemia fue el área espiritual y/o religiosa, observándose variados resultados. Uno de los jóvenes agnóstico reconsideró la posibilidad de volver a creer en Dios, mientras que otros se mostraron más empáticos con las creencias religiosas-espirituales de otros. En cuanto a las jóvenes cristianas, una reforzó sus creencias, mientras que otra se distanció de su iglesia.
Triangulación de datos
Aceptación Neutral (AN)
Se observó una marcada tendencia a la neutralidad ante la muerte tanto en el PAM-R como en las entrevistas. No obstante, a diferencia del cuestionario, el análisis cualitativo permitió identificar que la AN en jóvenes se expresa sólo cuando la muerte es considerada la última etapa del ciclo vital.
Como resultado, ambos análisis convergen en una alta AN ante la idea de una muerte futura y por causas consideradas naturales (vejez). Sin embargo, el PAM-R no permite medir las actitudes que son presentadas por jóvenes ante otras circunstancias contextuales que puedan rodear a la muerte (muerte de un familiar, muerte propia durante la juventud, etc.).
Aceptación de Escape (AE)
En general, son congruentes ambos análisis. Los resultados cuantitativos indicaron la presencia de posiciones opuestas (“bastante en desacuerdo” y “bastante de acuerdo”). Esto converge con las entrevistas, dado que algunos participantes rechazaron la muerte como una opción para escapar del sufrimiento, mientras que otros mostraron mayor cercanía a esta idea.
En este sentido, los jóvenes con mayor AE en el instrumento fueron coincidentes con aquellos que expresaron tener historial de intentos suicidas, depresión y/o ansiedad durante las entrevistas. Además, estos pertenecen al grupo de personas no cristianas.
Miedo a la Muerte (MM)
Ambos análisis identificaron un bajo miedo a la propia muerte en los participantes, permitiendo comprender en las entrevistas que este resultado sólo se obtiene en casos de muertes asumidas como futuras y en la vejez. Por lo demás, las personas que presentaron miedo por sobre la media fueron padres, coincidiendo este resultado con las entrevistas.
No obstante, es importante destacar que, a diferencia del PAM-R, el análisis cualitativo permitió identificar en los jóvenes otros tipos de temores relacionados a la muerte, estrechamente vinculados al fallecimiento de sus seres queridos.
Evitación de la Muerte (EM)
Los resultados coincidieron en la gran variedad de respuestas entregadas por los participantes. En general, las entrevistas de cada uno de los jóvenes fueron congruentes con sus puntuaciones individuales en el PAM-R. Sin embargo, el proceso de triangulación no permitió identificar una influencia clara de los factores en la manifestación de EM.
En primer lugar, se observó que los padres obtuvieron las puntuaciones más altas en el cuestionario. Las entrevistas mostraron que, si bien en la mayoría de ellos EM les permite evadir el miedo de perder a los hijos o desprotegerlos, este factor no fue una explicación válida para todos ellos.
Por otra parte, no se identificó una tendencia única entre los jóvenes cristianos. Si bien la mayoría mostró una alta evitación tanto en las entrevistas como en PAM-R, también hubo un caso de baja evitación y otro que mostró inconsistencias entre la entrevista y el cuestionario.
Por último, en aquellos jóvenes con problemas psicológicos (historial de intentos suicidas y depresión) hubo casos de baja y alta evitación. No obstante, los participantes que narraron problemas de ansiedad coinciden con una baja EM en ambos análisis.
Aceptación de Acercamiento (AA)
En AA fueron convergentes ambos análisis. La gran mayoría de los participantes mostró baja adherencia a la idea de una vida feliz después de la muerte en los cuestionarios y entrevistas.
No obstante, aquellos con puntuaciones sobre el promedio en AA son coincidentes con quienes se identificaron como cristianos en las entrevistas. En este contexto, los jóvenes cristianos que en el análisis cualitativo mostraron variaciones en sus creencias, consecuentemente puntuaron valores más bajos y cercanos al promedio (“indiferencia”).
Por último, la mayor parte de los jóvenes por debajo del promedio en AA son agnósticos, resultado que también fue observado durante las entrevistas.
IV. Discusión y Conclusiones
Se concluye que, en los jóvenes entrevistados, las AHM se manifiestan como un fenómeno contextual. Estas actitudes pueden variar y manifestarse conforme a cómo los jóvenes afrontan las circunstancias de su vida. Este hallazgo coincide con el modelo ecológico de Bronfenbrenner (2005), puesto que, si bien hay estructuras personales que pueden predisponer las AHM, éstas también podrían ser afectadas por factores externos o contexto. En definitiva, las actitudes serían respuestas temporales, múltiples y que cumplen funciones, a nivel individual y social. Hallazgos similares se han presentado en otras investigaciones relacionadas a las AHM en adultos jóvenes (Colell, 2005; Neimeyer, 1997; Rodríguez, 2000; Uribe-Rodríguez et al., 2008).
Al respecto, los participantes evidenciaron una alta AN hacia la muerte considerada natural y lejana. Bajo otros factores, la neutralidad se pierde, variando las actitudes según múltiples circunstancias contextuales mostrando congruencias con lo planteado por Uribe-Rodríguez et al. (2008).
Otras investigaciones han encontrado relaciones negativas entre AN y depresión (Saéz, 2016; Wong et al., 1994). Sin embargo, este estudio demostró una alta AN, incluso en participantes con historial o presencia de sintomatología depresiva y/o ansiosa. Estos resultados sugieren realizar nuevas investigaciones que puedan aclarar las relaciones entre AN y bienestar psicológico en adultos jóvenes.
Los resultados en MM no cumplirían con el modelo de Wong et al. (1994), dado que los participantes reconocieron un bajo miedo a la propia muerte. No obstante, se identificaron intensos temores ante la pérdida de seres queridos. Esto expone la influencia del factor familia en MM, dado que la muerte de familiares sería percibida como una ruptura, donde la idea de separación se torna insoportable y dolorosa, generando rechazo en los sobrevivientes (Costa, 2018).
Las relaciones familiares también inciden en personas con AE, dado que la mayoría rechazaría a la muerte como una opción para escapar del sufrimiento, explicando que temería la desprotección de sus seres queridos sobrevivientes. Esto podría ser comprendido bajo el concepto de lealtad familiar (Garciandía, 2013), donde los individuos actuarían en responsabilidad cuando están en relación con otros, cumpliendo con las expectativas y obligaciones del grupo al que pertenecen.
Respecto a AA, se apreció una baja presencia de esta actitud incluso en los participantes cristianos. La baja AA podría explicarse por la integración de nuevas libertades ideológicas y de creencias debido a fenómenos como la globalización y el acceso de información (Coss y Vásquez, 2018). Asimismo, la juventud suele ser la etapa donde son más críticos respecto a su fe (Fowler, 1981; Papalia et al., 2012).
Sin embargo, en algunos jóvenes, la religión funcionó como una estrategia de afrontamiento ante la muerte, el duelo y la incertidumbre del futuro cercano (Castillo y Orrala, 2020), observándose en ellos mayor AA en contexto COVID-19.
Por otra parte, esta investigación no pudo identificar una influencia clara de algunos factores (ser padre, religión y registrar antecedentes de ansiedad y/o depresión) en la manifestación de EM en estos participantes. Resultado similar se observó en la investigación de Wong et al. (1994), dado que no encontró relaciones significativas entre esta actitud y el bienestar psicológico de los adultos jóvenes. Por ello, se deben realizar nuevas investigaciones que permitan comprender la manifestación de esta actitud en esta población.
Respecto al contexto COVID-19, la investigación pudo identificarlo como un factor influyente en la manifestación de las actitudes. En jóvenes, ello estuvo relacionado a la exposición de la muerte como una realidad próxima, lo cual produjo una afectación psicológica y temores como miedo al contagio, a la muerte propia o de familiares (Broche-Pérez et al., 2020; Quezada-Scholz, 2020; Sandín et al., 2020; Tomás-Sábado, 2020).
En cuanto a las consecuencias comportamentales de las actitudes en pandemia, se observó que, la teoría de la inmunidad subjetiva (Douglas, 1996) explicó parte de las conductas de exposición en jóvenes. No obstante, esta explicación debe ser complementada con otras que puedan dar cuenta de las valoraciones contradictorias en jóvenes, como el concepto de ambivalencia actitudinal (Armitage & Arden, 2007; Eagly & Chaiken, 1993), el cual describe un estado en el que los individuos entregan evaluaciones equivalentemente fuertes, tanto positivas como negativas, hacia un mismo objeto.
Bajo este supuesto, las personas sostendrían un conjunto de creencias inconsistentes, esto es, algunas que expresan una evaluación positiva, y otras una negativa. Este fenómeno podría explicar las contradicciones entre el MM y las conductas de riesgo en jóvenes, puesto que, si bien la exposición es valorada negativamente debido al peligro de muerte y/o contagio, a su vez, es evaluada positivamente debido a la experimentación de emociones placenteras asociadas al encuentro con amigos. Estos resultados plantean importantes preguntas sobre el papel de la experiencia emocional en la evaluación de las consecuencias que racionalmente se asocian a las conductas de riesgo en contexto COVID-19.
Por último, se deben mencionar como limitaciones de esta investigación: la muestra reducida, rango etario y homogeneidad del nivel educativo en los participantes. Por lo tanto, este estudio no puede entregar explicaciones generalizadas al resto de la población. Además, el contexto de confinamiento y virtualidad dificultaron una mayor profundización de la entrevista, debido a la falta de contacto directo y/o conexión de internet inestable en los participantes.
Finalmente, se destaca que el PAM-R no permitió identificar algunos aspectos y/o actitudes que sí fueron recogidas durante las entrevistas y viceversa. El instrumento sólo mide un tipo de muerte en cada actitud (la propia). No obstante, las entrevistas evidenciaron que, las AHM varían según diversos factores o aspectos contextuales; lo cual podría explicar alguna de las incongruencias evidenciadas en la triangulación de datos. Por lo tanto, el cuestionario podría ser complementado con las experiencias y resultados expuestos en esta investigación. Asimismo, se sugiere realizar un estudio longitudinal con mayor alcance, para identificar la variación de las AHM a través de los años