Introducción
En los Andes peruanos, muchas comunidades sufren de manera recurrente los efectos de fenómenos naturales adversos. Especialmente graves son los efectos climáticos causados por el fenómeno del Niño, que de manera periódica produce el calentamiento de las aguas marinas costeras, generando alternativamente intensas lluvias e inundaciones o sequías prolongadas en el espacio andino. Tal es el caso de la comunidad de San Antonio del Pedregal - Sector 1, en el distrito limeño de Lurigancho-Chosica, en las estribaciones andinas de la costa peruana.
De manera masiva desde la década de 1970, población en situación de vulnerabilidad social y económica ha ocupado terrenos de la quebrada Pedregal, una torrentera que canaliza las abundantes lluvias que caen en las alturas de la zona con la llegada del Niño, viéndose expuesta a peligrosos huaicos. Especialmente destructivas fueron las inundaciones de 1987, y aunque se han desarrollado obras de prevención a lo largo de los años, periódicamente han vuelto a producirse huaicos, con importantes pérdidas humanas y materiales (Abad, 2009; Domingo, 2020). Según este contexto, se podría decir que los desastres naturales son en realidad desastres socionaturales (Burón, 2020).
En medio de un desastre, la capacidad de respuesta de la familia (organizativa, material y simbólica) puede no ser suficiente; además la satisfacción de las necesidades básicas se convierte en objetivo fundamental para la supervivencia de los individuos (Sandoval y Fava, 2016). Por otra parte, Sandoval-Díaz et al. (2020) explican que, en medio de un evento catastrófico, las familias pueden mostrar solidaridad, autogestión y resignación como habilidades tácticas que les permiten resistir al contexto adverso. En este sentido, para que las familias afronten este periodo de crisis, es necesario que se tenga acceso a recursos materiales y las instituciones correspondientes les brinden el apoyo articulado en diferentes aspectos y niveles (Arteaga y Pérez, 2011; Rojas-Páez y Sandoval-Díaz, 2020).
Frente a la tragedia, los pobladores han recibido apoyo psicológico de forma inmediatamente posterior a los sucesos, con actividades de intervención psico-emocional y de desmovilización psicológica, como parte de las acciones de emergencia tomadas por las autoridades (Camacho et al., 2016). Así mismo, se ha señalado la necesidad de abordar la gestión de catástrofes desde la intervención psicológica, con prácticas psicoeducativas y preventivas a nivel individual y comunitario, con la finalidad de favorecer un proceso de toma de conciencia de las necesidades individuales y colectivas que permita un mejor afrontamiento de futuros eventos catastróficos (Domingo, 2020).
Sin embargo, no se ha prestado especial atención a la familia como piedra angular del equilibrio emocional de los individuos al abordar las consecuencias psicológicas del padecimiento de desastres, pese a que diferentes estudios apuntan a la relación directa entre funcionalidad familiar y bienestar personal. Según Fernández-Castillo y Vílchez-Lara (2018), el buen funcionamiento familiar se caracteriza por la cohesión y cooperación entre sus integrantes (apego emocional), una buena comunicación y la flexibilidad para adaptarse a los cambios. Estas características son de gran importancia en contextos de crisis y desastres, ya que hacen a las familias más resilientes, capaces de sobrellevar experiencias difíciles y retomar sus vidas de manera más optimista.
La familia es el grupo social dentro del cual las personas experimentan sus primeras experiencias de aprendizaje y, como tal, es considerada una primera escuela de valores (Proaño, 2018); por lo que debería constituirse en un ambiente de formación, de convivencia armoniosa, llena de alegría y afecto (Cortella, 2019) que facilite el desarrollo pleno de cada miembro. El funcionamiento familiar es un proceso en el que intervienen el individuo, la familia, la cultura (McGoldrick y Carter, 2003) y su capacidad para afrontar el cambio comprende la regulación de una compleja gama de dimensiones: afectivas, estructurales, de control, cognoscitivas y de relaciones externas (Lee et al., 2002).
La unidad familiar puede estar bajo la influencia de factores positivos o negativos que condicionan su funcionalidad (Acosta-Zapata et al.,2017); en tal sentido, una familia funcional propicia el desarrollo de todos sus integrantes, considerando especialmente la autonomía y el espacio propio (Higuita y Cardona, 2016); lo cual facilita que, al afrontar contextos de crisis, cada uno de sus miembros asuma un rol importante, promueva la creatividad y favorezca el cambio (Louro, 2004). Por otra parte, una familia es disfuncional cuando no se cumplen los roles parentales, no existen reglas, los límites son confusos lo cual, generalmente, favorece la aparición de crisis repetitivas (Barrios y Verdecia, 2016).
Las familias disfuncionales afectan el crecimiento individual de los integrantes y perjudican el desarrollo de habilidades relacionales entre ellos (Hunt, 2007). Según Louro (2004), estas familias presentan dificultades para identificar los problemas, para expresar los sentimientos negativos, utilizan doble mensaje, generan dificultades en la comunicación y existe confusión de roles. De lo anterior se deduce que un funcionamiento familiar saludable implica el desarrollo de una dinámica adecuada en la familia, es decir, el establecimiento de determinadas pautas de interrelación entre los miembros del grupo familiar, las que se encuentran mediadas por la expresión de sentimientos, afectos y emociones de los miembros entre sí y con el grupo.
En la literatura científica reciente son abundantes las evidencias del efecto negativo de la disfuncionalidad familiar en la salud emocional de sus miembros. En el trabajo de Rodríguez et al. (2017) se evidenció que los integrantes de las familias funcionales presentan menos rasgos de depresión, en comparación con los integrantes de familias disfuncionales. Según los resultados de Lu et al. (2017), la depresión se correlaciona negativamente con la funcionalidad familiar y la resiliencia. Andrade y Gonzales (2020), en un estudio con familias desplazadas por el conflicto armado colombiano, encontraron que menos de la mitad presenta buen funcionamiento familiar (47,5%) y aquellas familias que presentaron disfunción familiar, evidenciaron problemas en el clima familiar.
Los efectos negativos de la disfuncionalidad familiar afectan a todos los miembros de la familia, independientemente de su edad y rol en la unidad familiar. Esteves et al. (2020) encontraron que la disfunción familiar promueve la aparición de problemas en las habilidades sociales de los adolescentes. Marín-Cipriano (2018) explica que los universitarios que conviven en un entorno familiar con cohesión dispersa y con adaptabilidad rígida y caótica, pueden presentar adicción a internet. También se ven afectados los miembros más ancianos de la familia: en un estudio con adultos mayores, Troncoso y Soto-López (2018) encontraron que la funcionalidad familiar no se relaciona con la salud física, pero si con la autovalencia, la salud psicológica y las relaciones interpersonales; por lo que aquellos adultos mayores con una dinámica familiar adecuada pueden gozar de mejor calidad de vida. A su vez, Cardona et al. (2019) explican que el bienestar subjetivo se puede convertir en un facilitador de buenas relaciones entre los integrantes de una familia donde exista un adulto mayor.
Diferentes estudios han señalado cómo la funcionalidad familiar es determinante en la calidad de vida de sus miembros. Según Lu et al. (2017), la calidad de vida que reportan las personas se ve influenciada en gran medida por los vínculos emocionales al interior de sus familias; este influjo positivo se hace más palpable en situaciones críticas o dolorosas para los individuos. En tal sentido, Peñarrieta et al. (2015) consideran que el apoyo de la familia contribuye a fortalecer la autogestión de las personas, sobre todo en casos de enfermedades crónicas. Además, Mar-García et al. (2017) encontró que la funcionalidad familiar es una herramienta fundamental para hacer frente a enfermedades como la diabetes mellitus. Según todo lo anterior, las diferencias en la salud emocional y calidad de vida entre una y otra familia está directamente relacionada con su funcionalidad familiar (Sagbaicela, 2018).
Por otra parte, la descripción del bienestar percibido por las personas se realiza a partir de las experiencias subjetivas de sus vidas. Este proceso incluye diversas evaluaciones, juicios y sentimientos; entre ellos, la valoración de la satisfacción con la vida (Diener y Ryan, 2009). Según López et al. (2018), el estudio de la satisfacción con la vida no es nuevo; sin embargo, ha adquirido gran relevancia en los últimos cincuenta años debido a que el constructo empezó a analizarse desde el punto de vista psicosocial y humanista.
Salavera y Usán (2017) definen la satisfacción con la vida como una valoración global que hace la persona sobre sus experiencias, relacionándolas con el bienestar y la felicidad. Gómez et al. (2016), consideran que la situación económica, el nivel educativo, la toma de decisiones y la forma de vida familiar son aspectos que pueden afectar la satisfacción con la vida. Así mismo, Vera et al. (2017) señalan que las condiciones de apoyo social, convivencia y relaciones sociales en general pueden tener impacto importante en la satisfacción; mientras que la percepción retrospectiva de satisfacción y de logro serían elementos protectores que facilitan desarrollar mejor la satisfacción con la vida.
Diversas investigaciones han puesto énfasis en otros factores o componentes que se correlacionan con la percepción de satisfacción con la vida. Según Fergusson et al. (2015), la salud mental se relaciona con aspectos hedónicos como la satisfacción con la vida. Así también, Moreta et al. (2017) encontraron que la satisfacción con la vida, como componente cognitivo del bienestar subjetivo, se relaciona positivamente con el bienestar psicológico, especialmente con los componentes autoaceptación, propósito con la vida y dominio del entorno. Miranda et al. (2019), comenta que el apoyo recibido en casa y en la escuela, ayudan a que los adolescentes perciban una mayor satisfacción de vida. Según Cernas et al. (2017), existe una relación positiva entre la satisfacción laboral y la satisfacción con la vida. En cuidadoras de personas adultas mayores, que por lo general son mujeres y conyugues de la persona asistida, se observó que estaban menos satisfechos con la vida y presentaban baja funcionalidad familiar (Pavarini et al., 2017). Incluso el género parece estar relacionado con el nivel de satisfacción con la vida: en diversos estudios, las mujeres han mostrado mayor satisfacción con la vida que los varones (Serrano & Andreu, 2016; Moreta-Herrera et al., 2018). La satisfacción con la vida también ha sido relacionada con el contexto social: así, se incrementa en 7.3% la satisfacción con la vida si también aumenta la percepción de seguridad en comunidades y barrios; aunque cabe resaltar que en este caso no se encontraron diferencias por género (Manjarres de Avile & Baca, 2019).
La relación entre funcionalidad familiar y calidad de vida aún no ha sido suficientemente estudiada (Lu et al., 2017) y, además, como las experiencias adversas pueden producir cambios en el comportamiento (psicológico y social) y también pueden generar crisis en las personas afectadas (Noji, 2000), se ha considerado importante estudiar estas variables. Por lo anterior, el principal objetivo de la investigación fue determinar la relación que existe entre la funcionalidad familiar y la satisfacción con la vida en la comunidad de San Antonio del Pedregal Sector 1 en Lurigancho-Chosica, Perú; una de las zonas más afectadas por la presencia de huaycos desde la década de 1980. En este contexto, aún se pueden observar los daños en viviendas aledañas a la zona por las que en algún momento pasó el huaico, además de los daños y pérdidas materiales, la población sufrió consecuencias psicosociales.
Metodología
Diseño de la investigación
Debido al tratamiento estadístico de los datos, la investigación tuvo un enfoque cuantitativo. El diseño fue no experimental, correlacional y transeccional, debido a que no se realizó manipulación de las variables, se buscó determinar la relación entre los constructos y la información fue recolectada en un único momento (Hernández-Sampieri y Mendoza, 2018).
Ubicación geográfica
La comunidad de San Antonio del Pedregal se encuentra ubicada en el distrito de Lurigancho-Chosica, en la zona Este de Lima, Perú (figura 1). Geográficamente, el asentamiento humano donde se desarrolló la investigación pertenece al sector 1 de la Quebrada de San Antonio de El Pedregal, zona donde se activan los huaycos aproximadamente cada dos años entre los meses de enero y marzo.
Participantes
La muestra estuvo conformada por ciento ochenta (180) personas. Los participantes fueron seleccionados mediante un muestreo por conveniencia y cumplieron los siguientes criterios de inclusión: (1) residir en el sector 1 de la Quebrada de San Antonio de El Pedregal, y (2) participar de forma voluntaria en el estudio. El 43% de la muestra fueron hombres y 57% mujeres. La muestra presentó una edad promedio de 39.69 años (DE= 15.10). El 35% de los participantes tenían entre 18 y 30 años, 49% entre 31 y 59 años, y solo 16% eran mayores de 60 años.
Instrumentos
Para evaluar el funcionamiento familiar se empleó la adaptación al contexto peruano de la Escala de Funcionalidad Familiar FF-SIL (Alvarez, 2018). La versión original fue creada por Pérez et al. (1997). El instrumento mide la variable a través de siete dimensiones: cohesión, armonía, comunicación, adaptabilidad, afectividad, rol y permeabilidad. El test plantea catorce preguntas que se enmarcan en una serie de situaciones que pueden ocurrir en la familia. Cada ítem presenta un formato de respuesta tipo Likert con cinco opciones de respuesta (1 = muy insatisfecho a 5 = muy satisfecho). El resultado del puntaje total de la prueba se clasifica en las siguientes categorías: 14 a 27 puntos se encuentran como “familias severamente disfuncionales”, entre 28 y 42 “familia disfuncional”, desde 43 hasta 56 como “familia moderadamente funcional” y, finalmente los puntajes entre 57 y 70 representan a personas con “familias funcionales”. La validez del instrumento original fue corroborada a través de juicio de expertos. Del mismo modo, en la validación realizada por Alvarez (2018), se evidenció que la escala posee adecuadas propiedades psicométricas: se conservó el número de ítems de la escala original y se evaluó la confiabilidad por consistencia interna, donde se obtuvo un alfa de Cronbach de .88. En la presente investigación, se obtuvo índice de alfa de Cronbach de .76 para la escala total e índices entre .82 y .68 para las dimensiones, lo cual indica que la escala es confiable.
Para medir la segunda variable de estudio se empleó la validación al contexto peruano de la Escala de Satisfacción con la Vida - Satisfaction With Life Scale -SWLS- (Morón, 2018). El instrumento original fue creado por Diener et al. (1985); la satisfacción con la vida fue definida bajo el modelo de juicio o evaluación cognitiva de la propia vida (Pavot y Diener, 1993). La escala cuenta con cinco ítems y siete opciones de respuesta. En la adaptación al contexto peruano se redujo a cinco las opciones de respuesta donde 1 es “Totalmente en desacuerdo” hasta 5 que es “Totalmente de acuerdo”. La suma de puntajes finales se clasifica en niveles desde “muy insatisfecho” de 5 a 9 puntos, “insatisfecho” de 10 a 14 puntos, “neutral” de 15 puntos, “satisfecho” de 16 a 20 puntos y “muy satisfecho” de 21 a 25 puntos. La escala original presentó adecuadas propiedades psicométricas: la validez de constructo se evaluó por análisis factorial, donde se encontró una estructura unidimensional que explicaba el 66% de la varianza de los puntajes, asimismo, presentó un índice de alfa de Cronbach de .87. Del mismo modo, en la validación al contexto peruano se obtuvo una estructura factorial de una sola dimensión y se encontró un alfa de Cronbach de .85. En el presente estudio se obtuvo índice de alfa de Cronbach de .78, el cual indica un buen nivel de confiabilidad.
Procedimiento
Para seleccionar la muestra se utilizó un muestreo no probabilístico: muestreo por conveniencia. Este tipo de muestreo permite al investigador tomar en cuenta los casos disponibles a los que se tienen acceso (Hernández-Sampieri y Mendoza, 2018). De esta forma, la muestra estuvo conformada por 180 personas que residían en el sector 1 de la Quebrada de San Antonio de El Pedregal y que decidieron participar de forma voluntaria en el estudio. La aplicación de ambas escalas fue realizada por los investigadores quienes entregaron el cuestionario impreso junto con la ficha sociodemográfica y el consentimiento informado (en el cual se detallaron los objetivos, riesgos y uso de la información obtenida en la investigación). El llenado de ambos documentos duró en promedio 20 minutos por persona.
Análisis de datos
Se empleó el paquete estadístico SPSS v.26 para la realización de los análisis pertinentes. Primero se realizó el análisis de normalidad a las distribuciones de los datos empleando las pruebas Kolmogorov-Smirnov y Shapiro- Wilk. Se reportó falta de normalidad en todas las distribuciones, por lo cual se procedió a emplear los análisis no paramétricos correspondientes. Con el propósito de responder al objetivo general del estudio, se realizaron los análisis correlacionales empleando el coeficiente Rho de Spearman y la interpretación se realizó siguiendo las recomendaciones de Cohen (1992). Por otro lado, para las comparaciones de medias según las características sociodemográficas, se realizaron los análisis por medio de las pruebas U de Mann Whitney y Kruskal- Wallis.
Resultados
Para la funcionabilidad familiar se obtuvo un puntaje promedio de 54.43 (DE= 6.13), lo cual indica que en promedio las personas evaluadas pertenecen a una familia moderadamente funcional (Familia Moderadamente funcional = 43 a 56 puntos). Con respecto de la variable satisfacción con la vida, la media fue 17.71 (DE= 4.45), lo cual indica que los participantes se encuentran satisfechos con su vida (categoría Satisfecho = 16 a 20 puntos). Para responder al objetivo general, se realizó el análisis correlacional entre las variables funcionalidad familiar y satisfacción con la vida; se encontró una relación significativa, positiva y de tamaño grande. Se podría decir que el tener una familia funcional contribuye a tener satisfacción por la vida, o viceversa (ver tabla 1).
De igual forma, se correlacionó la variable satisfacción con la vida y las dimensiones de la variable funcionamiento familiar. Se encontraron correlaciones positivas y grandes entre satisfacción con la vida y las dimensiones cohesión, armonía, roles y afectividad. Además, se halló correlaciones positivas y pequeñas entre satisfacción con la vida y las dimensiones comunicación y permeabilidad. Por el contrario, se halló una correlación negativa y mediana entre satisfacción con la vida y la dimensión adaptabilidad (ver tabla 2).
Cohesión | Armonía | Roles | Afectividad | Comunicación | Adaptabilidad | Permeabilidad | |
Satisfacción con la Vida | .56** | .53** | .61** | .68** | .21* | -.31** | .27** |
*p<0.01; **p<0.001
Además, se realizaron contrastes de medias según las características sociodemográficas. En ambas variables de estudio se encontraron diferencias significativas según las características sociodemográficas: sexo y edad. En la variable funcionamiento familiar, se encontró un mayor puntaje en las mujeres a comparación de los hombres (ver tabla 3).
Asimismo, se observó que el grupo con mayor edad mostró un mayor puntaje a comparación de los grupos con menor edad (ver tabla 4).
Con respecto a la variable satisfacción con la vida, se observó un mayor puntaje en las mujeres a comparación de los hombres (ver tabla 5).
Además, se halló que el grupo con menor edad mostró un mayor puntaje en satisfacción con la vida a comparación de los grupos con mayor edad. (ver tabla 6).
Discusión y conclusión
Según los resultados expuestos, los participantes expresan que sus familias son moderadamente funcionales y, en general, se sienten satisfechos con la vida; además, la relación entre ambas variables es positiva y grande. Los datos analizados sugieren que, a pesar de los contratiempos vividos por los desastres naturales, los pobladores de la localidad que han participado en el estudio consideran que sus familias les ofrecen, moderadamente, una convivencia armoniosa (Cortella, 2019), autonomía (Higuita y Cardona, 2016), cohesión, cooperación y comunicación (Fernández-Castillo y Vílchez-Lara, 2018); además, esto podría promover las habilidades sociales (Esteves et al., 2020) y evitar la depresión entre sus integrantes (Rodríguez et al., 2017). En cuanto a la satisfacción con la vida, a pesar de los desastres naturales que acontecieron en los últimos años, todo indicaría que los pobladores se aceptan a sí mismos y mantienen un propósito con su vida (Moreta et al., 2017); así mismo, es posible que reciban apoyo familiar (Miranda et al., 2019), presenten buena salud mental (Fergusson et al., 2015), tengan buena satisfacción laboral (Cernas et al., 2017) y se sientan seguros en la localidad donde residen (Manjarres de Avile y Baca, 2019).
Adicionalmente, se ha podido observar que la cohesión, la armonía, la afectividad, los roles de definidos al interior de la familia, la comunicación y la permeabilidad se correlacionan en forma positiva con la satisfacción con la vida. Esto indicaría que las familias están en la capacidad de enfrentar crisis, promueven la creatividad y son motores de cambio entre sus miembros (Louro, 2004). Esto es importante ya que, posiblemente, la población tenga menos riesgo de padecer depresión (Lu et al., 2017), pueda enfrentar mejor las enfermedades (Peñarrieta et al., 2015; Mar-García et al., 2017), los jóvenes tengan menos posibilidades de tener adicción al internet (Marín-Cipriano, 2018), los participantes de la tercera edad perciban una buena salud psicológica, buenas relaciones interpersonales con los demás y mejor calidad de vida (Troncoso y Soto-López, 2018). De esta manera, la evidencia sugiere que el funcionamiento familiar en esta zona geográfica mantiene, moderadamente, un clima familiar sano, y a pesar de todas las dificultades vividas por los desastres naturales, muestran un ambiente socioafectivo que puede contribuir al desarrollo individual y grupal.
También se ha visto que las mujeres reportan una mayor funcionalidad familiar y satisfacción con la vida, en comparación con sus pares varones; esto parece coincidir con los hallazgos de Serrano y Andreu (2016) y Moreta-Herrera et al. (2018). Sin embargo, en una muestra chilena, Sandoval-Díaz y Cuadra-Martínez (2020) encontraron que las mujeres presentan mayor susceptibilidad subjetiva ante los desastres, lo que podría estar relacionado con la vulnerabilidad socioestructural; esto último contribuye a comprender que el contexto sociocultural condiciona la respuesta a los eventos adversos como los desastres naturales. A pesar de lo anterior, es posible que los resultados de la presente investigación se deban a que las mujeres perciben más apoyo de los demás (Vera et al., 2017) y valoren las experiencias de vida asociándolas con bienestar y la felicidad (Salavera y Usán, 2017). Así mismo, el vínculo que entablan las mujeres con los integrantes de la familia, especialmente con lo hijos, puede convertirse en un predictor de la calidad de vida (Lu et al., 2017) y la satisfacción con la misma (Gómez et al.,2016).
Sandoval-Díaz y Cuadra-Martínez (2020) reportaron que los adultos mayores son un grupo vulnerable que presenta alta susceptibilidad frente a los desastres. Sin embargo, en la presente investigación se ha encontrado que los mayores de 60 años reportan mayor funcionalidad familiar, lo que coincide con lo reportado por Saavedra-González et al. (2016) y el rol de la familia como factor protector para los adultos mayores. Por otra parte, se halló que los menores de 30 años se sienten más satisfechos con sus vidas en comparación con individuos de más edad. Es común que los adultos mayores hayan pasado por muchas más experiencias familiares y tengan familias constituidas en comparación con las personas jóvenes; además, por el contexto geográfico y social donde viven, es posible que los jóvenes hayan recibido mayor apoyo social para superar las adversidades y evalúen en forma global todas sus experiencias vividas hasta el momento para mostrar dichos puntajes de satisfacción con la vida.
La correlación negativa encontrada entre la adaptabilidad y la satisfacción con la vida llamó notablemente la atención de los investigadores. Este resultado parece no coincidir con los hallazgos de Ng et al. (2020) en Malasia, tampoco con lo reportado por Takawira (2020) y la satisfacción en mujeres; también se distancia de lo encontrado por Pereira et al. (2019) sobre la calidad de vida y la adaptabilidad, asi como con lo expuesto por Marcionetti y Rossier (2021) en adolescentes suizos y Santilli et al. (2020) en adolescentes italianos y belgas. Si bien estos estudios evalúan ciertos aspectos de la adaptabilidad y la satisfacción, es importante mencionar que todos encuentran una relación positiva entre ambos constructos; en este sentido, los resultados del presente trabajo contradicen estas evidencias. A pesar de lo anterior, esta contradicción abre una oportunidad valiosa para seguir investigando la dinámica familiar y social en los sujetos que participaron del estudio.
La presente investigación se desarrolló estudiando una muestra de pobladores que habitan una zona de Lima en la cual los desastres naturales, ocasionados por huaycos (desprendimiento de tierra a consecuencia de las lluvias), ocurren frecuentemente. Estos eventos traen, principalmente, pérdidas económicas y familiares, se relacionan con el riesgo familiar y provocan daños a nivel psicológico y emocional. A pesar de todas las dificultades y retos que conlleva habitar dicha zona, los sujetos participantes han mostrado resultados positivos en cuando al funcionamiento familiar y la satisfacción con la vida. De esta forma, el estudio se convierte en un reporte importante para futuras investigaciones dentro de esta temática. Sin embargo, se reconoce que una de las principales limitaciones del trabajo fue no profundizar en la experiencia vivida por cada poblador antes, durante y después de los desplazamientos de tierra.
Hubiera sido interesante conocer a profundidad las percepciones sobre las medidas que el gobierno local y central han tomado a lo largo de estos años para evitar más catástrofes en el lugar y también encontrar una posible explicación de porque siguen habitando dicha localidad. Por ello, se recomienda propiciar el desarrollo de investigaciones de tipo cualitativo con el objetivo de estudiar el comportamiento y desarrollo psicológico de la población para así tener una mejor comprensión del fenómeno social.