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Revista de Investigacion Psicologica

versión impresa ISSN 2223-3032

Revista de Psicologia  n.5 La Paz  2009

 

ARTICULO ORIGINAL

 

Colonización mental: mecanismos de adaptación y fragmentación psicológica del andino-mestizo

 

 

Dr. Vitaliano Soria Choque

 

 


RESUMEN

El presente trabajo es un ensayo producto de la experiencia de vida y de la observación psico-socio-política cotidiana, que tiene la intención de mostrar los efectos psicológicos negativos de la colonización mental -que devino de la colonización religiosa y estilos de vida extranjerizantes- en los mecanismos de adaptación a los nuevos espacios de vida urbana, con la consiguiente fragmentación de su integridad psicológica. El migrante indígena hacia las ciudades o el migrante cultural de las urbes en sus procesos de readaptación social sufre rechazo del nuevo medio social al cual se inserta. Frente a esta situación desarrolla mecanismos de defensa o de adaptación distorsionados en su personalidad, ya sea ocultando su origen, renegando de su cultura familiar o al escalar estratos va hacia el blanqueamiento (enajenarse) de su mente, de sus rasgos externos y de su cultura de origen. Los blancoides también desarrollan mecanismos psicológicos alienantes de apego a lo externo generando complejos de superioridad y extranjerizantes, ya sea por vivir con mentalidad ajena y despreciar todo lo que proviene de las culturas ancestrales. En el presente artículo, se proponen algunas vías de descolonización para el andino amestizado, como el retorno a los ajayus ancestrales y a la cultura que nos legaron nuestros antepasados. Volver a nuestra cultura significa readaptar sus elementos y sus valores a los tiempos actuales. Esto no supone rechazar las formas de vida, las religiones y modas externas, puesto que son parte de la vida citadina y de la influencia de la globalización. Lo que preocupa es el asumir lo moderno occidental como superior menospreciando y estigmatizando la cultura de nuestros antepasados andinos y la cultura boliviana.

Términos claves: colonización mental, adaptaciones distorsionadas, fragmentación psicológica, estigma cultural, vuelta a los ajayus ancestrales.


 

 

LAS SOCIEDADES ANDINAS COMO ORIGINARIAS

Las sociedades llamadas andinas, por estar en el espacio entre las cordilleras occidentales y orientales, se ubican alrededor del eje acuático comprendido entre el lago Titicaca y el lago Poopó. A estos pueblos se los llama "originarios" porque fueron producto de la evolución de los primeros grupos de habitantes que se asentaron en dicho territorio. De ahí que actualmente está en boga el término "originario" en la reivindicación política, por tanto, exigen sus derechos de ocupación del territorio, el uso y goce de sus recursos naturales y el derecho de autogobernarse o gobernar con los demás en igualdad de condiciones políticas.

Los originarios son descendientes de los primeros habitantes que ocuparon la parte andina de Abya Yala (actual América). A estos pueblos en la memoria larga se los conoce como de los tiempos del laqhapacha o de los chullpas. Esta reivindicación antropológica es llevada al campo sociopolítico frente a los descendientes de los inmigrantes europeos españoles o los que llegaron en el periodo republicano del exterior, los que no se sienten con ascendencia originaria o boliviana, los que tienen una mentalidad ajena al país que se establecieron en los distintos espacios de los Andes, los llanos y la Amazonia del país. En la confrontación socio-cultural, a ellos se los denomina "qharas" o blancoides, y a aquellos que tienen ascendencia andina, pero que se sienten ajenos a sus raíces culturales, se los denomina "mistis" o mestizos, provenientes del cholaje en su gran mayoría.

 

DESESTRUCTURACIÓN DEL KOLLASUYU Y PÉRDIDA DEL AJAYU COLECTIVO

En su proceso de conquista, lo primero que hicieron los españoles fue eliminar la estructura del estado inca y con ello desestructuraron las instituciones socioeconómicas y en los niveles ideológicos (la cultura, religión, etc.). Esta situación se advierte en aspectos relacionados con la tierra y las mitas.

Entre los incas, el estado distribuía las tierras a las familias para su sobrevivencia, en cambio, "los españoles se apoderan del agua y también de la tierra; la dominación colonial significó para los indios ser desposeídos de los medios esenciales de producción" (Wachtel 1973: 84). Por el uso de la tierra, el inca pedía al pueblo el tributo en trabajo, ya que debían trabajar las tierras del sol y del inca. En cambio, durante la colonia, el encomendero, además de cobrar el tributo, se apropiaba de las tierras y la mano de obra indígena.

Los encomenderos distorsionaron los beneficios que les había brindado la corona. En el caso del tributo, sólo les incumbía recaudar el pago de éste, pero no les correspondía el derecho propietario de la tierra de los indios. En cuanto al tributo textil, los indios fabricaban kumpis para el inca, pero él les proporcionaba la materia prima. En cambio, en el periodo español, los indios debían fabricar textiles para las autoridades y los encomenderos, pero usando sus propios algodones o lanas.

En cuanto a las mitas, fueron instituidas como trabajos para el estado español y como medios de tributación, pero los españoles generalizaron las mitas para distintos fines. Así, los comerciantes españoles, a título personal, obligaron al servicio del mitaje para sus propios intereses; por ejemplo, los viajeros españoles que se detenían en un lugar (tambos) obligaban a los del lugar a servirles, es así que "cada viajero se consideraba con derecho a dos servidores (...), uno para sí y otro para su caballo. Uno le da hierba al caballo durante toda la noche y duerme a sus píes, y el otro mantiene el fuego encendido" (Wachtel 1973:100).

La explotación fue intensa contra los indios: "trabajan en las tierras del encomendero incluso los domingos y los días de fiesta, cultivan las del curaca; deben cosechar en su propias tierras los tributos en especie" (Wachtel 1973: 115). Los curacas fueron obligados a servir a los españoles para hacer cumplir las mitas y el cobro de tributos, pero algunos se aprovecharon de su autoridad para explotar a los indios. En algunos casos, el poder de los curacas se debilitó por su poca influencia en la ayllu, en cambio, otros acrecentaron sus poderes y se convirtieron en verdugos de sus hermanos.

En el campo religioso, con la conocida destrucción de las idolatrías intentaron eliminar la religión aymara-qhichwa. Esto fue el inicio de la colonización mental. Los españoles justificaban su dominación apoyando la evangelización para inducirles a la verdadera fe. Pero adoptaban actitudes negativas contra la religión originaria, puesto que "los cultos indígenas aparecían ante los misioneros como obra del demonio, por eso era preciso destruirlos" (Wachtel 1973: 159). Los indígenas lograron que el culto al dios Inti, como religión estatal incaica, y el culto al inca, de quien se tenía la idea de su procedencia divina, fueran desplazados hacia el culto de los ayllus centrados en las wak'as, es decir, el culto estatal se injertó en otro más primitivo que fue el culto a las wak'as. La religión popular permaneció a través de todo el periodo colonial y aún supervive en los indígenas actuales.

 

EL AYLLU/COMUNIDAD COMO ORGANIZACIÓN SOCIAL EN ARMONÍA CON EL COSMOS

El ayllu o la comunidad es una organización ecológica, política y social. En cuanto a lo ecológico, históricamente el espacio aymara estaba dividido en varios niveles de pisos ecológicos, términos que introdujo el antropólogo John Murra (1975) pero en la vida cotidiana de los ayllus eran los espacios de intercambio o trueque entre la puna y los valles interandinos. Se pueden distinguir varios pisos ecológicos a los cuales tenían acceso los aymaras: el sunipata (parte altiplánica), la qirwa (valle), el ch 'umi, los yunka y la qotathiya (costa del mar). Se conoce que las mayores concentraciones de las poblaciones aymaras estaban en la puna, en la parte altiplánica, y como necesitaban complementar sus dieta alimentaria (los productos de la puna) acudían a los pisos ecológicos del valle. Gracias a ello lograron sobrevivir los aymara-quechuas. Lo importante es que desarrollaron en los andinos la capacidad de sociabilidad y de adaptación a nuevos caracteres humanos al concurrir a la diversidad de pisos ecológicos.

En cuanto a la organización política, las autoridades estaban divididas y asumidas de acuerdo con la división del espacio en el ayllu. El de arriba, alasaya, con su propio jilaqata, y el de abajo, manqhasaya, también con su propia autoridad. Aquí se puede advertir que el espacio funciona como la familia (chacha-warmi). En el ayllu el cargo de jilaqata u otro cargo se asume en pareja, y el éxito de la autoridad dependerá de la estrecha colaboración de la familia. En el cargo se juega el honor de la familia.

La religiosidad andina era un rasgo psicológico esencial para mantener el equilibrio personal y la cohesión de la comunidad. Esa espiritualidad impulsaba a las relaciones de reciprocidad entre la familia y el entorno. Los rituales temporales y festivos de la comunidad eran los momentos de encuentro espiritual de las familias, en los que se reproducía la unión entre los integrantes de la familia.

En la sociedad andina, la religiosidad funcionó como un proceso anímico equilibrador de la personalidad de sus habitantes, y también como integrador de los miembros del ayllu alrededor de sus divinidades, a quienes temporalmente y en días específicos daban sus ofrendas sagradas (wajt'as). Estos seres espirituales estaban en todas las actividades de la vida cotidiana, social y festivo-religiosa; alimentaban la religiosidad de los habitantes como parte de la personalidad individual y comunitaria. Las reciprocidades con las divinidades y los ajayus de los antepasados eran procesos cohesionadores que mantenían unida a la familia, unidad que era el sustento del equilibrio personal.

 

DEL JAQI CÓSMICO A COLONIZADO ESPIRITUAL

Quienes han estudiado la estructura de la comunidad han sido antropólogos extranjeros y con excepciones los estudiosos de origen andino. Los productos de las investigaciones han llegado a las universidades a través de las tesis y los doctorados o las investigaciones de las instituciones universitarias, pero muy poco a la población estudiantil. En estos estudios, se han hecho análisis profundos del ayllu, pero se han olvidado de la familia y el jaqi, quienes en realidad son los sustentos cohesionadores de la unidad del ayllu y del equilibrio personal.

En las sociedades andinas, el jaqi es el punto de equilibrio de la familia y el sustento del ayllu. Ser jaqi es ser persona con responsabilidad ante la sociedad. A esta dicha categoría social se alcanza mediante el jaqiyasiña (matrimonio), es decir, conformando la familia nuclear para la reproducción del ayllu/comunidad.

Cuando se habla del jaqi, se hace referencia a la pareja, al chacha-warmi (varón-mujer). El jaqi es un ser social que comparte su vida con su pareja y la comunidad que le aglutina. La familia mantiene el equilibrio psicológico y sociológico según la manera en que se relaciona con los tres elementos importantes que conforman su mundo cósmico: la comunidad, la naturaleza y sus divinidades. Estos tres elementos son fundamentales para la estabilidad y el equilibrio psicológico del chacha-warmi. Obviamente, este tipo de relaciones suponen ciertas actividades rituales que implican reciprocidades del jaqi con los demás, la naturaleza y las divinidades.

De las reciprocidades que mantenga con estos tres elementos, va a depender la salud del jaqi y de la familia, como de la misma comunidad. Por tanto, se dice que la salud de la familia es la salud de la propia comunidad. En ese sentido, el concepto de derechos humanos en el ayllu va más allá de las personas (derecho occidental). En las sociedades andinas, el respeto a la persona se extiende hacia la naturaleza y lo sobrenatural (pachamama, achachilas, wak'as, ajayus). En este caso, el derecho andino es la armonía del jaqi con el cosmos, de la cual dependerá la armonía de las familias, y de ella, la armonía personal.

El ser el jaqi el germen de la familia, ésta es el núcleo del ayllu/comunidad. El jaqi se relaciona con la comunidad bajo un principio basado en el respeto, el está ritualizado en el sentido de un formalismo en el trato con los demás. Este ritual social se puede ver claramente en el saludo, la visita y el compartir, de donde nacen los valores de la cooperación y la solidaridad. Igual sucede cuando se va a pedir la mano: para nombrar algún padrino, se cumplen una serie de acontecimientos de ritualidad social. En ellos están establecidas ciertas reglas de buen trato, cortesía y reciprocidades sociales posteriores.

En el ayllu, los jaqis merecen los reconocimientos sociales de acuerdo a su edad, los cuales están ligados a los roles que desempeñan en su familia y la comunidad de familias, por ejemplo: el rol de los abuelos es colaborar con la crianza de los nietos y dar los consejos para el buen vivir (suma jakaña) y de mediador en los conflictos familiares; los padres al laborar la tierra y realizar los viajes a las ferias van acompañados a menudo de su esposa (warmi) para la venta y el intercambio de sus productos; los niños también cumplen las labores de pastoreo y otros servicios en la vida cotidiana.

En el mundo andino, el jaqi recorre un camino de servicios para obtener el prestigio social en el ayllu. Este prestigio es de índole jerárquico: primero, se asumen cargos menores, como el de presterío familiar de algún santo; juego, se llega a las fiestas patronales de la comunidad o de los gremios urbanos, y finalmente se asumen cargos de autoridad comunal o gremial en las ciudades. Después de cumplir estos servició, el jaqi es considerado "pasado" (persona a ser tomadas en cuenta para los consejos familiares y problemas de la comunidad). Los "pasados" cumplen un papel fundamental en la consolidación de las nuevas familias, sirven como modelo de vida; con su experiencia y como formadores de vidas, son apoyos espirituales para los hijos (nietos, parejas jóvenes). En la actualidad, la escuela del área formal ya no toma en cuenta a los ancianos en su función psicodepagógica de apoyo a los niños. En épocas anteriores, los "pasados" eran llamados en las ch 'axwas (conflictos familiares) para analizar y conciliar los problemas. Uno de sus papeles era orientar mediante las iwxas (principios moralizadores extraídos de la experiencia de vida de los mayores).

 

DEL COLONIALISMO INTERNO A LA COLONIZACIÓN MENTAL

La invasión española creó el colonialismo externo con el sometimiento de los pueblos originarios a través de la explotación de los recursos humanos y el vaciamiento de los recursos metálicos preciosos. Para Pablo Gonzáles (citado por Ticona 2005), por lo común, el colonialismo se refiere al dominio de unos pueblos sobre otros. La colonización externa ha creado una estructura socioeconómica dependiente de la exploración de las materias primas, estaba relacionada con el saqueo de los recursos naturales. Estos procedimientos no han fortalecido las instituciones productivas ancestrales para el abastecimiento regional y han creado una mentalidad neocolonialista y de pérdida de la soberanía personal, social y cultural.

Del colonialismo externo ha nacido el colonialismo interno, es decir, nuestros gobernantes y la élite social han actuado y gobernado a la población (indígenas, los sectores cholos y cholos mestizos) con la misma mentalidad colonial de los españoles en el periodo republicano. Donde habían comunidades indígenas con una cultura ancestral sea rural o urbana, el colonialismo interno ha generado políticas de colonización cultural con la imposición de la religión católica y nuevas formas de vida civilizadoras y con la consiguiente estigmatización de la cultura originaria, señaladas como primitivas y en decadencia. No es que sea negativo el catolicismo ni el asumir formas de vida occidental citadina, sino que se descalificaron y despreciaron las divinidades ancestrales y la cultura andina expresadas en sus formas de vida.

En los últimos tiempos, el colonialismo interno ha generado e inculcado en las comunidades indígenas y en las poblaciones populares pobres la incapacidad y la mutilación de sus propias capacidades. Al no mejorar los niveles de productividad agrícola, artesanal y de manufactura, el Estado ha creado inseguridad económica en la población, con la consiguiente desintegración familiar y la infidelidad en los esposos. Esta situación de inseguridad familiar ha hecho que crezcan las comunidades eclesiásticas protestantes, puesto que esas agrupaciones religiosas brindan seguridad espiritual y una unidad personal ante el desastre familiar. La falta de servicios básicos (escuelas, hospitales, etc.), ha bajado el estándar de vida de las familias barriales, sobre todo les ha generado sentimientos de frustración colectiva y escapes superficiales de la realidad, como el alcoholismo, la prostitución, la delincuencia y la vagancia. La falta de trabajo ha originado la frustración personal manifestada en reacciones de agresividad de unas personas con otras y entre familias. En lo económico, la migración de las comunidades a las ciudades ha mermado agentes productivos en el campo. En lo político, se ha creado un ejército de oportunistas que esperan una ocasión de trabajo mediante la politiquería manipulable y de vida fácil.

Con el colonialismo interno devino el sometimiento espiritual y cultural, a través de la imposición de la religión católica, de nuevos alimentos, vestidos, formas de vida, que posteriormente fueron reforzados con la escuela, el cuartel y la carnetización. Estos mecanismos fueron la base de la neocolonización espiritual.

Nuestros intelectuales son los intermediarios del mundo colonizador y de la sociedad colonizada. El intelectual ha aprendido en la escuela que el orden establecido es el mejor, que las teorías del conocimiento importadas son científicas, y que nosotros somos incapaces de crear conocimientos propios o los que tenemos son inservibles; que todo cambio llevaría a una catástrofe al país. Por eso, el intelectual profesa los valores universales de la ciudadanía, la democracia, el humanismo, el culto a la razón, la fraternidad universal como expresión del liberalismo del siglo XVI, pero se olvida de plantear soluciones a los problemas concretos de la vida y de la miseria de la población del país.

En su perspectiva de ambición política, la mayoría de los intelectuales al principio conviven con el pueblo, son patrioteros, socialistas y salvapatrias. En sus discursos van al detalle, a lo superficial, y se olvidan de los grandes males del país, de sus causas y causantes; enarbolan la democracia como acciones salvadoras; exaltan el regionalismo para provecho de su grupo. No ven las raíces estructurales del atraso del país ni de su miseria, no les interesa la soberanía territorial y la protección de las fronteras, la defensa de los recursos naturales y el autodesarrollo económico del país.

Los oligarcas de ahora hacen una política al mejor estilo de los tiranos de antaño, saqueando la hacienda pública y adormeciendo e imponiendo a la población un colonialismo mental que, en esencia, está centrado en la pedagogía de la impotencia del pueblo. Soliz Rada (s/fecha) hace mención a las enseñanzas del maestro colombiano Antonio García señalando que el colonialismo ideológico deriva "en la anulación de nuestras fuerzas creadoras, en la psicología del perfecto vasallo y en la pérdida del rumbo propio" (En ¿Existe el hombre boliviano?), como nación. Esta pedagogía está inserta en el sistema educativo nacional y en los textos escolares, como también en la conducta de los liberales de antaño y ahora en los neoliberales, que aún persisten en el aparato del Estado. Existe el colonialismo mental llamado por otros colonialismo ideológico porque transplanta esquemas mentales extranjeros en la mentalidad del niño, del joven y la población en general, para hacerles sentir incapaces de toda acción productiva y que poseen una cultura inservible.

La colonización mental es el despojo de la mente de los andinos, de sus referentes culturales ancestrales. La colonización mental es antinacional, antiancestral; internamente, generó el desprecio por lo nuestro (nuestros alimentos, nuestros profesionales, etc.). La colonización espiritual encubó en el interior de la personas la preferencia por lo externo. En el campo educativo, Franz Tamayo (1944) empleó el término bovarismo educativo para referirse a la preferencia por los modelos formadores extranjeros, la copia de la moda extranjera y encajarlos como una camisa de fuerza en la niñez y la juventud.

 

CONSECUENCIAS DE LA COLONIZACIÓN MENTAL: FRAGMENTACIÓN PSICO-SOCIO-POLÍTICO DEL ANDINO-MESTIZO-BLANCOIDE
EN LO PSICOLÓGICO: ESTIGMATIZACIÓN DEL COLONIZADO
En los países colonizados, el colonizador tuvo su arma de dominación y sumisión con la estigmatización de la población de origen, como son los indígenas. Por eso, el indígena es declarado impermeable a la ética, ausente de valores, enemigo de los valores civilizatorios, es decir, un mal absoluto (Saravia1994). Entonces; ¿qué debía hacer el civilizador? ¿Exterminarlos o asimilarlos a su cultura? La mentalidad colonial fue por lo segundo, puesto que el interés por la mano de obra gratuita y la servidumbre hizo que las políticas estatales orientaran los procesos de asimilación con el rótulo de civilización.

La política de asimilación de las sociedades originarias a la civilización europea citadina del país, en las relaciones sociales, creó estereotipos y estigmas contra la población de procedencia andina para hacerles sentir inferiores, sumisos para el fácil aprovechamiento de la fuerza de trabajo semi-gratuito y de explotación.

El estigma es la descalificación social, es inculcar el auto-marginamiento de la vida social y pública, la deshumanización del colonizado. El estigma alude a la percepción de un ser menospreciado y desprestigiado, por eso, es un término profundamente desacreditador. La estigmatización es una ideología para explicar la inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, y los males que puede contagiar a los demás normales" (Goffman 1963). Hay tres tipos de estigmas: primero, la denominación del cuerpo con deformidades físicas; segundo, los defectos de carácter, como la falta de voluntad, las pasiones tiránicas o antinaturales, creencias rígidas y falsas, y la deshonestidad y, tercero, los estigmas tribales de la raza, nación, religión, transmitidos por herencia y que contaminan por igual a los miembros de la familia. Muchos de estos rasgos negativos fueron señalados como parte de la personalidad del andino (indígenas y cholos). Estos rasgos descalificadores fueron la base de la literatura degradante contra la población mayoritaria de indígenas, cholos y mestizos.

En la realidad humana boliviana, ¿qué sucede con el estigmatizado? Los estigmatizados son los indígenas y la población urbana empobrecida. Ante la discriminación que sufren deviene una personalidad débil y sumisa, una baja autoestima, la autodestrucción personal o la adscripción traumática a la cultura de las ciudades. En lo personal, su autodestrucción se expresa en la mendicidad, el alcoholismo o el trastorno psíquico que lleva a una muerte lenta ante la frustración en las urbes. Con la alienación cultural, se va al mestizaje negador de su origen social, como sucede con los hijos de vecinos de pueblo y en las ciudades con los sectores populares.

En los ayllus, la política social de la estigmatización no fue efectiva porque los comunarios se resistieron al contacto con los blancos. Debido a que en la comunidad, las relaciones sociales son igualitarias y fraternales, las denominaciones estigmáticas no tuvieron un efecto psicológico negativo como en las ciudades. Sin embargo, cuando un integrante de la comunidad cometía un delito grave o cualquier acto que iba en contra de las normas del ayllu, se los estigmatizaba, se los adjudicaba denominaciones descalificadores.

 

EN LO PSICO-SOCIAL: ALIENACIONES DESPERSONALIZADORAS

La alienación hacia la cultura europea llevó al colonialismo mental con consecuencias en lo psico-social, por ejemplo afectó la forma de ser y la identidad cultural de individuos en distintos estratos sociales y, a su vez, les fragmentaron la personalidad con conflictos y contradicciones internas. A continuación se exponen esas despersonalizaciones en el estrato indígena, mestizo y blancoide.

El indio arraigado renegado de su cultura

El indio que sale de su comunidad para migrar a las ciudades, por medio de la escuela y el cuartel, asimilan la cultura citadina y gradualmente va negando su propia cultura ancestral. Sin embargo, casi nunca olvida su lugar de origen; siempre mantiene lazos con su comunidad ya sea concurriendo allí en las fiestas o trabajando sus chacras en épocas de siembra. Estas conductas son rescatables en los indígenas convertidos al cholaje citadino.

La migración forzada de los jóvenes indígenas de la comunidad a las urbes despierta expectativas para mejorar sus condiciones de vida. El cuartel y la escuela han sido los vehículos del desarraigo cultural y de la desvaloración de la cosmovisión de vida de los indígenas. Estos procesos han fomentado la castellanización como medio de adaptación a la ciudad y de adscripción a la cultura de privilegio dominante de las urbes. La castellanización es negativa cuando implica el desprecio de los idiomas nativos y de quienes los usan. La escuela ha llevado a los andinos hacia la profesionalización sin identidad cultural. Por eso, se apresuran en su movilidad social para dejar su origen social y adquirir la cultura dominante, los modales urbanos alienantes. De esta manera, llegan a despreciar las prácticas culturales de sus padres

En la movilidad social, el indio instruido se convierte en enemigo de su clase social de origen, en un indio renegado de sus orígenes culturales y sociales. De ahí que el indio se convierta en el mejor explotador de su raza. Por eso, el indio civilizado vive una ambigua personalidad: en las fiestas de su comunidad o pueblo práctica sus costumbres como escape a sus frustraciones citadinas, y en las ciudades, al practicar la cultura alienante, niega u oculta su cultura ancestral.

El mestizo con obsesión blanqueadora

Como producto de las violaciones de nuestras mujeres la colonia, nació el mestizo biológico. Pero las mayores conversiones al mestizaje fueron las de origen cultural como producto de la gremialización, la alfabetización, el servicio militar y la escolarización. La migración rural-urbana aceleró la mestización cultural, que es la que predomina en Bolivia.

Todo cholo mestizo en su proceso de movilidad social busca el ascenso social, busca blanquearse física y culturalmente para acomodarse al nuevo estrato social, es decir, cambiar sus rasgos de nacimiento, blanquear su piel morena. Además, busca el blanqueamiento social cambiando de residencia cuanto antes hacia los sectores de elite y privilegio social. A su vez, ese blanqueamiento es cultural con el cambio hacia los valores de la cultura alienante urbana, en desmedro de sus orígenes culturales, familiares y de estrato socio-cultural de origen.

La literatura boliviana tiene una percepción negativa de las cualidades personales del mestizo. Respecto al cholo mestizo, Franz Tamayo (1944: 66-114) expresa: "El cholo, en sus condiciones actuales y pasadas, no siempre ha sido ni un sano elemento de orden y de estabilidad social. Políticamente, ha sido o puede ser un peligro: como factor económico su exponente es bajísimo, y es amenazado de ser aplastado por la competencia extranjera que toca a sus puertas y de la manera más alarmante". Y respecto al mestizo citadino señala: "El mestizo nace poseyendo una inteligencia como prestada e inútil, posee como una especie brillante que puede reflejarlo todo, pero del que no quiere o no sabe servirse. En un cristal desordenado cuyas luces y fuegos dispersos acaban por anularse y esterilizarse por falta del lazo coherente y conector, que es la voluntad orgánica, régimen y dirección (...) De esta falta de carácter en la inteligencia del mestizo vienen todas las formas de despersonalización e imprecisión que en seguida se notan en todas las manifestaciones de su actividad, ya sea teórica, ya práctica".

El blanco con complejo extranjerizante

La oligarquía en Bolivia es de origen criollo y mestizo, cuyo sustento está en el poder económico que la relaciona con el poder político. La oligarquía siempre ha estado en la explotación minera, y la tenencia de las tierras y pongos como prestigio social y no como agente productor de desarrollo económico. En el siglo XIX, estaba la oligarquía minera del sur con Aniceto Arce, Gregorio Pacheco y Avelino Aramayo (En Bolivianos en el tiempo, 1993), con sus principales minas en Potosí. Una de las características de estos mineros-hacendados es que vivían con su mente en Francia. De ahí que influyeron en la ornamentación pública de estilos parisenses, como fueron las plazas, los mausoleos de los cementerios y otras imitaciones europeas en la ciudad de Sucre. Los oligarcas del sur no fueron visionarios como los oligarcas del estaño. Ellos se quedaron en la fastuosidad pueblerina y de recreación campestre, excepto Arce que hizo sus alianzas económicas con el capital anglo-chileno e intentó modernizar la economía minera.

En Bolivia desde la colonia, el estamento blanco se siente ajeno del lugar donde ha nacido. El blanco, o el k'ara como se lo llama, desde que nace se siente extranjero, imita su cultura e impone su estilo de vida en su cultura familiar. Durante la colonia e inicios de la república, asistió a las instituciones educativas monjiles, como eran los internados religiosos, y actualmente son los colegios particulares llamados de primera clase.

Las características alienantes y de personalidad del blanco se manifiesta en su vestimenta, su educación y estilo de vida: prefiere la ropa extranjera, copia rápidamente la moda externa, pretende aprender el inglés como primera lengua, viaja al extranjero para su recreación, menosprecia el turismo interno, aunque luego aspirará a mandar el país sin conocerlo. Además, desarrolla un complejo de superioridad dominante; y cuando es profesional ansía el enriquecimiento rápido por la vía política. De ahí que cuando se titulan buscan empleos burocráticos en el estado, cargos de decisión o se dedican a la política por tradición familiar, generalmente no para servir, sino para enriquecerse en poco tiempo.

El país tiene una élite social y política antinacional, como dijera en su momento Carlos Montenegro, y ahora son los cómplices de los negociados de las transnacionales. Para el blanco, su país al igual que su cultura es universal, por eso prefieren el extranjero. Los titulados en el exterior vuelven con un complejo de superioridad para los estratos de abajo pero superficiales, y están prestos al sometimiento de la política externa colonizadora y saqueadora. El blancoide ante un estamento político criollo mestizo acomplejado, presume de estadista, de rector de la política, de caudillo, que inflado por el complejo de superioridad muestra una facha de triunfador. En Bolivia, es suficiente estudiar en el exterior para ser el mandamás del país. Los profesionales bolivianos siempre están de subordinados, obedecen a los jefes con formación en el extranjero sin cuestionar ni denunciar sus negligencias y negociados por temor a perder sus fuentes de trabajo.

 

EN LO PSICO-POLITICO

Desde los inicios de la república, los criollos allanaron el poder político manejando el poder partidario como un botín de guerra, de ahí los caudillos salvadores del país con los caudillos militares primero y luego con los caudillos civiles. En sus intensiones de poder político, estos personajes subyugaron a la población ignorante de la política, ahí nació el servilismo interesado del populacho, que con el tiempo se convirtieron en los clientes de la polítiquería como una manifestación de la distorsión de la personalidad, como resabio del oportunismo criollo salvador de la patria, encarnados en la plebe politiquera. En la política, primó y aún subsisten comportamientos negativos del pasado, como el de felipillo y la malincha colonial, y la del melgarejismo republicano.

El felipillismo

La colonización mental se ha iniciado con la despersonalización de sus habitantes, ya en el periodo de la conquista como soplón y ahora con el clientelismo político. Felipillo fue un indio amestizado que se convirtió en el informante de los españoles sobre la situación de sus hermanos de etnia, para que aquellos convirtieran las debilidades de los indígenas en estrategias de dominación. Felipillo fue un soplón que permitió una victoria desleal y anticipada de los españoles contra los pueblos indígenas. Con emboscadas y traiciones, sometieron a los originarios desde hace más de 500 años. En la actualidad, los politiqueros los someten mediante el currículo escolar, los medios de comunicación extranjerizante y la nueva evangelización con las sectas cristianas, quienes con prédicas llevan a la sumisión pasiva y al perdón de los saqueadores y enemigos del país.

Durante la colonia, muchos mallkus de varias regiones del Kollasuyu, por temor a perder sus privilegios, se convirtieron en caciques subordinados, una especie de capataces para el cobro de los tributos y el envío de mitimáes a las minas y a los obrajes. Posteriormente, en la haciendas, los ex jilaqatas asimilados al patrón se convirtieron en capataces de sus hermanos ex-comunarios convertidos en pongos.

En el periodo republicano, la ideología servil fue afinada por la nueva clase dirigente política con mentalidad colonial. Al fundarse la república de Bolivia, los integrantes de esta nueva clase aunque reemplazaron a las autoridades españolas, asumieron la misma mentalidad de ociosos y explotadores, ya no para la corona, sino para sus arcas familiares. En la historia republicana, estas conductas reciben el nombre de melgarejismo. Los politiqueros han hecho de este una teoría política criolla del oportunismo y la traición nacional como en sus tiempos lo había hecho el tirano Melgarejo (1865-1870).

El melgarejismo

El melgarejismo no es una improvisación política, como dijera Gutiérrez (1975), sino una constante de la política nacional encarnada en sus politiqueros tradicionales. Sus características principales son el oportunismo, la adulación, el endiosamiento y la lisonja al autoritario, al caudillo. Estos atributos siguen siendo los rasgos personales de los politiqueros como una forma de vida, ya que viven de las migajas que da el poder político de turno, y se sienten mandones del país.

El melgarejismo como una enfermedad social y política tiene sus propias condicionantes: la primera de sus condiciones es la sumisión, el silencio absoluto, sin atisbos de resistencia. El politiquero, en su momento oportuno, se convierte en un incondicional. "Lo esencial es que sirva de pedestal al interés del que manda (...) ignora el alcance de la palabra patriotismo (...) no representa ninguna idea, ningún sentimiento positivo (Gutiérrez 1975: 74-75). Además, el melgarejismo siente una profunda predilección por lo arbitrario, lo tiránico y lo violento porque busca el favoritismo. Su interés personal se funda en el partido, la agrupación política. Su cambio no es por un compromiso político personal, de convicción, sino el interés de grupo. En las nuevas situaciones partidarias se siente reforzado por los miembros del nuevo partido. En la conciencia del politiquero, no hay ningún remordimiento, ni conflictos ideológicos porque su camaleonismo es una forma de vida, su fin es vivir de los beneficios del partido político de turno; para subyugar a las masas, pasa de la sensiblería clientelar al despotismo despiadado en el uso del poder.

En las actuales circunstancias públicas, el melgarejismo tiene un carácter impersonal, es decir, cualquiera lo puede asumir. Su práctica visible es el de ser un camaleón político: cambiar con frecuencia de ficha política conforme los vaivenes del partidismo electoral. Estas conductas también se dan en las instituciones estatales con las relaciones serviles, la adulación de los subalternos hacia los jefes, conocida como llunk'erio.

El llunk'erio

El término llunk'u es un vocablo aymara que, según el diccionario de Félix Layme (2009), significa sujeto zalamero y adulador. En el mundo andino, es llamado sallqa (farsante) y chujña (inmaduro), sujeto sin personalidad íntegra, alejado de la moral andina y vacío de valores éticos. Se podría aplicar el término llunk'u al cholo servil, al incondicional circunstancial, que ofrece sus servicios al primer líder o caudillo a quien se apega interesadamente con la intención de sacar alguna ventaja política, y pretensiones de trabajo y deseos de mando.

Históricamente, el llunk'erio andino sigue la línea del traidor, delator y servil del felipillismo colonial y el melgarejismo republicano. El llunk'erio es una forma de sumisión, servilismo ocasional; son aquellos que están día y noche tras el caudillo, es el soplón que trae y lleva información aparentemente de primera mano, pero en realidad son rumores. Parece el confidente que informa al jefe todo acerca de los chismes y rumores de los partidarios. El llunk'u es una especie de agente secreto que se mueve como ratón en cualquier fuente para llevar rápidamente la información confidente al jefe.

Frente a sus limitaciones reales de competencia personal, el llunk'u desarrolla un servilismo abierto, presume de confidente del jefe ante los demás. Sin embargo, aunque externamente parece conocer todo, se siente organizador e imprescindible para suplir su limitación. En lo personal, genera lazos de relacionamiento personal de una intimidad superficial. El llunk'erio es un servilismo disfrazado que ansía una migaja de poder, busca una recompensa con algún puesto de dirección o un trabajo con sueldo expectable.

Como rasgo de la personalidad, el llunk'erio en su apariencia externa muestra actitudes y comportamientos aparentes de seguridad, competencia política y confidencialidad con el jefe ocasional, pero en el fondo es una personalidad aparente, débil, intrigante, con deseos de poder y doble moral.

 

LA VUELTA A LA COMUNIDAD DE VIDA: LA RECONSTITUCIÓN PSICOLÓGICA DEL COLONIZADO
EL ENCUENTRO CON NOSOTROS MISMOS

En la cultura andina, el núcleo de la personalidad es el ajayu como lo es el ánimo para los griegos, el alma para los cristianos, el Yo para los psicoanalíticos, entre otras denominaciones. Entre los aymaras, perder el ajayu constituye un serio problema de salud físico-anímico, como las enfermedades y los trastornos. Los ajayus de los seres humanos son apetecidos por personajes supra anímicos, como la pachamama, las chullpas, los saxras (malignos), que pueden atrapar a las personas con la intensión de devorarlas. Esto repercute en el estado de salud de sus propietarios, y mientras no vuelva al dueño doliente, el cuerpo puede ser devorado (Spedding 2004). De manera similar sucede, con la alienación, con la pérdida de la identidad cultural, que en el fondo es la pérdida del ajayu cultural: enajenan a la persona gradualmente hasta que adoptan la forma de vida ajena. Lo peor es que esta persona se convierte en desarraigada cultural, si no logra adaptarse a la nueva cultura. Si no logra ser aceptadas, puede convertirse en estigma, y con el tiempo se autodestruye, cae en la indigencia, el alcoholismo y en otras desviaciones sociales.

Cuando los indígenas y cholos se asimilan a la cultura hegemónica por la movilidad social, se mestizan y van perdiendo gradualmente su identidad cultural, y posteriormente pierden su identidad familiar, social y nacional: Como consecuencia, viene la despersonalización, la desestructuración de su sustento psicológico personal. A nivel individual, llevan una vida contradictoria, una personalidad sandwich, aplastada por el remordimiento de la traición a sus ancestros y su adscripción a la nueva clase social.

El asimilado a la nueva cultura como mecanismo de defensa adopta múltiples personalidades en su proceso de adaptación a las diversas circunstancias de la vida; actúa según las orientaciones de su interés personal; casi nunca es auténtico. El colonizado en su vida cotidiana quiere acercarse desde arriba a su cultura de origen, pero en la vida pública es un hipócrita cultural porque practica el arribismo y es un desclasado simulador. Al no tener una identidad personal, adopta la nueva cultura a medias, con superficialidad, por eso no tiene un sustento cultural y espiritual de vida. El colonizado solo quiere alejarse de su lugar de origen, salir del país y ser otro ciudadano extranjero.

El hombre andino es un pedazo de la tierra y del sol que se hace conciencia en su ser cultural. En la cultura andina, el hombre no es el centro del universo, sino una parte de la naturaleza, del cosmos De ahí la visión holística de la cosmovisión andina. Por esa pertenencia al cosmos, el andino tiene una comunicación con el mundo anímico de los elementos de la naturaleza; se esfuerza por mantener una relación armoniosa con ellos porque le mantienen su equilibrio personal y familiar y con la comunidad. El andino practica la reciprocidad en todos los niveles de su vida para su equilibrio personal y así evitar su fractura anímica.

Para la cultura occidental, prima el antropocentrismo: el hombre es el centro del universo, es el transformador del naturaleza. El hombre racional, el civilizador de los pueblos ha desarrollado su inteligencia para transformar el entorno. Esta cultura es obra de Sócrates desde la civilización griega, por eso es obra de la razón, de la conciencia humana distorsionada (Reynaga 1980). Para la cultura originaria, debemos retomar el ajayu de nuestros antepasados. Esto significa convivir las alegrías y tristezas de nuestros hermanos, practicar las costumbres y tradiciones ancestrales, consumir nuestros alimentos, orgullecernos de nuestra genealogía familiar, revalorar y reactualizar los saberes y las tecnologías, dialogar con los espíritus de nuestros antepasados para obtener el equilibrio psicológico personal y familiar.

 

VOLVER A LA CULTURA DE LOS ANCESTROS

Algunos interpretan la vuelta a los ancestros como un retroceder a los tiempos de Tiwanaku o al imperio incaico, como un retroceder en el tiempo que va en contra de la modernidad civilizadora. La vuelta a los ancestros debe entenderse como un reconciliarse con nuestra familia, con lo que lograron nuestros familiares, con los ajayus de nuestros antepasados; es recuperar las energías ancestrales, la voluntad de trabajo, reproducir sus productos, como los alimentos de nuestros abuelos; practicar en la vida cotidiana la triada ética: "Ama sua, ama qhilla y ama llulla" (no seas ladrón, no seas flojo y no seas mentiroso). La vuelta a la cultura ancestral es revivir nuestras costumbres acorde a nuestros tiempos, practicar las tradiciones con un sentido de recreación cultural; recuperar todo lo bueno y adaptable a nuestros tiempos; vivir en cohesión social, en comunidad; preservar el ayllu/comunidad en el área rural y el espíritu de comunidad en las ciudades.

Históricamente, los ayllus se resistieron a la asimilación social y cultural, se opusieron al despojo de sus tierras, se negaron a pasar a la condición de colonos, prefirieron vagar o escapar a las ciudades donde mantuvieron sus prácticas culturales y se convirtieron en gremios y gradualmente sus hijos se asimilaron a la cultura citadina, y se mestizaron culturalmente. En el campo y las ciudades, los andinos como agricultores o gremiales, en las construcciones, en el servicio doméstico aún mantienen su identidad cultural. Y en lo económico, los indígenas fueron y son los eternos sostenedores de la economía cotidiana nacional urbana del país, con sus bajos precios.

Las comunidades mediante la producción agrícola, artesanal y ganadera son las esponjas que amortiguan los magros salarios de los trabajadores, y son las que subsidian frecuentemente las devaluaciones monetarias. También contribuyen a la formación de la mano de obra en las urbes (las artesanías, la manufactura y otras actividades) y del comercio informal. Sin las comunidades se limitaría la circulación monetaria, no existirían los agentes productivos, no habría la provisión de productos a las ciudades, las amas de casa no podrían comprar lo suficiente para vivir con los magros sueldos que se ganan. Por los tanto, sin las comunidades habría una explosión social en el país.

Con sus prácticas culturales, los indígenas mantienen y reproducen la cultura ancestral, son los reservorios de la riqueza cultural, son los que recrean y reproducen los saberes y las tecnologías ancestrales. En las urbes, los andinos son los reproductores de las manifestaciones culturales andinas (música y danza, etc.) y son los modelos culturales de imitación de la población mestiza, en cuanto a la música y la danza, y con su simbología andina en la moda de la vestimenta.

El vacío de identidad cultural nos crea estigmas, complejos de inferioridad, desarrolla discriminaciones hacia nosotros y nos despersonaliza. Sólo al asumir y reforzar nuestra identidad cultural basada en los valores culturales de los antepasados, lograremos querernos a nosotros mismos, creer en nosotros y así elevar nuestra autoestima. Con una autoestima basada en nuestra identidad cultural, seremos autónomos, libres de pensamiento y de acción; tendremos iniciativas, persistencia para lograr nuestros proyectos profesionales y de vida.

Al descolonizarnos daremos un sentido a nuestras vidas, viviremos como somos y como queremos, con nuestra mente y no con lo prestado. Descolonizarnos es practicar el legado cultural de nuestros antepasados, reproducir las expresiones culturales abiertamente, usar nuestros productos y consumirlos como parte de la dieta diaria; generar pequeñas industrias con materias primas de nuestro suelo. En la manufactura, es usar la simbología de nuestra cultura como elementos de los diseños de moda, y muchas otras actividades de recuperación de la cultura de nuestros ancestros.

En la política nacional, asumir el concepto andino de lo político es el servicio a la comunidad, un servicio que levanta el honor familiar, el prestigio personal y el ejemplo de compromiso, responsabilidad y trabajo para los demás. Los servicios siempre se efectúan para dejar ejemplos de trabajo, para vivir en el recuerdo de los demás.

En lo psicológico, implica reconocer nuestra procedencia de los ancestros, de la condición social de la que provenimos, sea indígena, cholo o mestizo; reconocer nuestra valía por los esfuerzos que ha hecho la familia y valorar nuestro esfuerzo personal; conocer nuestras potencialidades y así formarnos para el futuro, y no por simple imitación como es nuestra formación en la actualidad. Constituyamos el equilibrio personal aceptando lo que somos y quienes es nuestra familia, proyectando nuestra vida con lo que tenemos como potencia personal y con la ayuda moral de nuestra familia. En fin, seamos auténticos y no superficiales, imitadores, fingidores ni aduladores como muchos alienados culturales.

 

CONCLUSIONES

La colonización interna con la evangelización, el cuartel, la escuela y los medios de comunicación alienaron nuestro psiquismo, nuestra mente, nuestro espíritu. La mentalidad de los "otros" (mestizo, criollos y blancoides) estigmatizó a la mayoría de la población indígena y popular. Esos estigmas nos crearon complejos de inferioridad, de minoría de edad y la anulación de nuestras capacidades e iniciativas, y lo peor, señalaron y aún señalan a los andinos como a los causantes del subdesarrollo del país, como ellos hubiesen dirigido el poder político del país en el pasado.

Uno de los aspectos importantes que condicionaron la colonización mental fue la evangelización católica ya desde la colonia, que prácticamente desestructuró el equilibrio espiritual y psicológico de los andinos. En los tiempos actuales, el cuartel, la escuela, las modas, los medios de comunicación masivo y la aparición de las sectas cristianas fracturan la integridad cultural y el equilibrio psicológico desarrollado en nuestros hogares. La ausencia de las prácticas de las relaciones de reciprocidad con el cosmos -que nos daba el equilibrio psicológico- y la anulación de los controles sociales (el prestigio familiar, los hijos, la moral de los padres, abuelos, padrinos, las autoridades, etc.) que existían en las comunidades rurales o gremiales generaron la desintegración familiar y la inculcación de valores negativos en los andinos.

La fragmentación de la personalidad se manifiesta en las adaptaciones psico-sociales distorsionadas en la sociedad, expresadas en las alienaciones despersonalizadoras como la del indio que migró del campo a la ciudad, que al profesionalizarse reniega de su cultura de origen; la de los cholos y mestizos culturales con formación profesional o con éxito económico que ansían la movilidad social para escalar a otros estratos y allí blanquear su conciencia, sus rasgos físicos y su cultura con la cultura modernizante; y la de los blancoides, que con su desprecio a las culturas ancestrales y bolivianas desarrollaron un complejo extranjerizante de sentirse otro en su propia tierra, de preferir los productos y la vestimenta extranjera para distinguirse como élite.

Los procesos de estigmatización a los indígenas y a los sectores populares generaron en los sectores sociales de mestizos y blancoides estereotipos y representaciones sociales negativos hacia la población mayoritaria, a la cual se la señala con epítetos descalificadores respecto a sus rasgos físicos, defectos psicológicos y adjetivos denigrantes.

La temática desarrollada en el presente artículo está dentro de los procesos de descolonización, hoy en boga en el mundo intelectual. La descolonización no es otra cosa que reconstituir nuestro ajayu de la clandestinidad; que nuestra personalidad mantenga relaciones de reciprocidad con la naturaleza, la comunidad y nuestros espíritus, en fin, con el cosmos. En el ámbito social, es conciliarnos con nuestros antepasados, comunicarnos con los ajayus de nuestros padres, abuelos, tíos fallecidos que tuvieron una influencia en nosotros, y que fueron benefactores de la comunidad. En el área cultural, es practicar los valores culturales para recuperarlos y adaptarlos a la vida actual; vivir las costumbres con un sentido de vida, revivir tradiciones que reflejan nuestras cosmovisiones, cosmogonías y las reciprocidades con el entorno; vivir el folclore para recrear nuestro espíritu y no para emborracharnos; dar un sentido de vida sana y de comunidad a las manifestaciones culturales y de respeto a la naturaleza, a la familia, para tener un equilibrio personal y una relación fraterna con nuestros padres, familias y con la comunidad de la cual somos su hechura; en fin, buscar el "buen vivir" en armonía con el cosmos.

 

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA

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