1. Introducción
Para mucha gente, las leyendas del Nina Nina y del Chiru Chiru son prácticamente la misma. Solo algunos investigadores (folcloristas sobre todo4) han establecido las diferencias en la construcción de las mismas, analizando sobre todo las variantes costumbristas que se registran al final de cada una de estas obras; sin embargo el argumento es muy similar: un hombre fuera de la ley que roba a ricos, que tiene una lucha y es derrotado; después es auxiliado por la Virgen y finalmente muere estableciendo de esta manera el culto a la Virgen del Socavón. ¿Qué más se podría hablar de algo que de sobremanera ya se ha hablado y tratado -aparentemente- en toda su esencia?5
Consideramos que estos “mitos” representan dos momentos históricos independientes, con diferentes motivaciones en su confección, y buscan mediante sus discursos ocultos crear nuevos mecanismos de adscripción social a determinados campos sociales y una estructura social dada, haciendo uso de elementos simbólicos que caracterizan el ethos cultural de la ciudad de Oruro. El presente estudio se desarrollará en el marco de la leyenda del Chiru Chiru6.
Por ello, el presente trabajo realizará el siguiente ejercicio: a) identificar las peculiaridades de este mito en su construcción y b) realizar un análisis del discurso considerando algunas condiciones contextuales para su configuración. Para dicho efecto el análisis de la leyenda se sustenta en dimensiones (históricas, sociales, políticas, ecológicas) que consideramos fundamentales y que nos llevarán a la conclusión a la que pretendemos llegar.
2. Métodos
Nuestra perspectiva parte de los estudios decoloniales en cuanto al análisis de la historia que refleja la leyenda del Chiru Chiru, identificando la visión central y las periféricas establecidas7. Si bien se han cimentado muchas críticas al proceso aplicado poscolonial en el país, sobre todo por las acciones de los políticos que usaron dicha perspectiva para otros fines8, es necesario identificar que este paradigma a pesar de sus diferentes limitaciones9 aún puede desarrollar interesantes propuestas de acción en el campo académico.
Desde una postura crítica, nuestra visión considera además la perspectiva ch’ixi que plantea Rivera (2018) 10. Tratamos ante todo de evitar el elevado logocentrismo que se ha vinculado a este tipo de estudios11 y establecer un análisis deconstructivo de ambas leyendas que son parte del acervo orureño; sin embargo es menester considerar lo que dice Speding (2011): “Descolonizar representa la búsqueda de esquemas de pensamiento que efectivamente desentronizan el proceso colonial y las categorías resultantes de ello de su posición central”.
Por ello, el énfasis se coloca en el estudio de casos específicos, el análisis de las interpretaciones realizadas de otros autores y el análisis sincrónico12 y diacrónico del mismo texto, considerando las diferentes dimensiones que se generan a partir de estas leyendas.
Considerando lo planteado por Eliade (1962) los mitos13 sufren diferentes reinterpretaciones a lo largo del tiempo por la dinámica misma de evolución de los mismos, pero tienen como función principal revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas en una sociedad dada.
Por su parte, Neiburg (1995) refiere que la antropología sistemáticamente ha pasado de considerar como relatos fantásticos del pasado a tratar de comprender los mitos desde el punto de vista nativo14 para finalmente tratar de comprender la realidad de los mitos desde una suerte de visión sociológica que el mito estaría mostrando entre líneas de todo su discurso. Más aún en las sociedad pseudo occidentalizadas, donde los mitos se han vigorizado y que están más vivos que nunca, solo que en muchos casos de la mano de hegemonías de poder y de representatividad o de legitimación de un tipo de Estado que ha creado sus propias mitificaciones15. Deconstrucción de discursos legitimadores que, en el caso nacional, Rivera (2018) ha deslegitimado en el último tiempo.
Desde un punto de vista histórico-filosófico centraremos el estudio en la época en que se buscaba introducir a los países latinoamericanos en la Modernidad; los cambios que se requerían para esta transición eran los siguientes:
“Los individuos van a reemplazar los cuerpos y los estamentos. El principio de igualdad va a substituir al de jerarquía no igualitaria. El principio de soberanía popular reemplazará los principios de legitimación basados en la tradición y religión. Una nueva sociabilidad democrática sustituirá los lazos jerárquicos y no igualitarios del antiguo régimen Guerra” (Richard, 1997, p.65).
Sin embargo este proceso fracasó, lo que obligó a los gobiernos republicanos a pactar con sociedades tradicionales, logrando que la religión se convirtiera en un instrumento esencial de legitimación política16 a partir de los presidentes providenciales17.
Esta imagen de presidente providencial con un poder de origen divino18 llegará a su apogeo durante la época de Belzu, principalmente después del intento de asesinato del cual fue víctima, el 6 de septiembre de 1850 (Richard, 1997, p. 66).
Es de esta manera que en las primeras décadas del Siglo XIX la iglesia boliviana estará influida por esta filosofía del ultramontanismo para oponerse al Estado centralizador y cerrarse a sus propios preceptos. Así, se constituye en un espacio adecuado para la creación y legitimación de mitos de consagración en diferentes partes del país que aún no han sido develados.
3. Resultados
Aunque el culto a la Virgen del Socavón se inicia desde 1559 y se estima que la imagen fue pintada entre 1550 y 1600, con un fuerte culto en 1680, es casi 100 años después, en 1750, cuando es mejorada la ermita. En 1781 se cuenta con una reproducción de la imagen de la Virgen hasta ahora conocida, propiedad de Cirila Díaz Robollo19, ocho años después (1789) se produce la muerte de Anselmo Belarmino, más conocido como el Nina Nina20, que se convirtió en la leyenda primigenia del carnaval21. El desarrollo del presente texto difiere de esta primera versión y se centra exclusivamente en la leyenda del Chiru Chiru.
4. El Chiru Chiru, texto de Zaconeta
Como un breve preámbulo, debemos tomar en cuenta que Fortún menciona que Lisandro Condarco le transmitió lo que había visto su padre respecto al tema, puesto que era “médico director del hospital de Oruro en la época en la que se sitúa el origen del culto a la Virgen (1852-1854), durante el gobierno de Ballivián” (Fortún, 1961). (Cabe aclarar que el dato cabe aclarar que el dato es errado es errado puesto que ese período corresponde al gobierno de Manuel Isidoro Belzu y Ballivián gobernó de a 1873 a 1874). La cita a simple vista refleja que la leyenda del Nina Nina es más antigua que la del Chiru Chiru y al parecer responde a otras peculiaridades.
Por otro lado, no se debe olvidar la historia de otro famoso ladrón que tiene algunas características del mencionado Chiru Chiru y que es el Corre-Volando22, seguramente el mítico ladrón de la Virgen tiene como base las hazañas de este otro peculiar personaje que ya ha sido olvidado por los orureños.
Veamos, aparte del problema de las fechas en la versión de Condarco, el culto a la Virgen que sería muy posterior a lo establecido en las fuentes oficiales. Es muy posible que sea otra interpretación dirigida a otro tipo de público, en la versión de Lisandro Condarco, que Fortún rescata:
... En esta época existía en Oruro un ratero notable apodado Chiru Chiru quien partía lo que robaba con los menesterosos pero no por caridad, sino por interés para (que) lo ocultarán en caso de peligro. En una de sus fechorías fue agredido y herido en la lucha, escapó a su casa, una choza humilde situada en el lugar donde ahora es el templo; en esta su casucha había esculpido y pintado la imagen de la Virgen de Candelaria (Fortún, 1961, p.67).
Sus vecinos al extrañar su presencia fueron a verlo y lo encontraron en cama en estado agónico. Él dijo que necesitaba la presencia de un sacerdote para confesarse. Cuando éste llegó le llamó grandemente la atención la imagen de la Virgen, al preguntar su origen, Chiru Chiru respondió que era una aparición. Conducido luego al hospital, murió el día sábado de carnaval. La noticia de la aparición de esta imagen dio origen a que el pueblo y especialmente los mineros comenzaran a darle culto. Al año siguiente comenzaron los festejos haciendo romería, representándose por primera vez la diablada siendo este su origen, según la relación del señor Condarco (Fortún, 1961, p.69).
Este feliz - o desafortunado- testimonio, nos permite identificar cómo el relato se fue dinamizando a lo largo del tiempo generando nuevas condiciones y nuevas interpretaciones de la leyenda. Aquí se cumple el hecho de que “la tradición no se hereda genéticamente, se transmite socialmente y deriva de un proceso de selección cultural. el pasado es reinterpretado en el presente” (Arévalo, 2004, citado en Berrios, 2022, p.54).
Con estas aclaraciones procedamos a analizar el texto de Zaconeta23 para identificar los elementos referenciales que se propone en el mismo.
El preámbulo de la leyenda refiere a que el Chiru Chiru es un pajarillo y, sea tanto por su hogar o por su pelo24, este denominativo se daba a los que tenían desarreglado el cabello, alguien “incivilizado o mejor decir popular25 o la plebe”.
El retrato social de la plebe urbana a mediados del Siglo XIX es multifacético. Incluía más amplias capas bajas y medias urbanas, pequeños y medianos comerciantes, militares, inclusive los oficiales sueltos sin plaza, grupos de clase media urbana (empleados, bajo clero, escribanos, pequeños cascarilleros), propiamente artesanos ricos y pobres, labradores, toda la gama de la población popular de la urbe boliviana (Schelchkov, 2012, p.78)
De acuerdo a la visión de la época, la remembranza a los valles de Cochabamba, refiere precisamente a que el autor de la leyenda había vivido en esta región ¿Sería el mismo Zaconeta que vivió su infancia en esta ciudad o solo es la sabiduría popular reflejada en el manejo de pisos ecológicos aún vigentes en algunos lugares? Entonces, ¿simbólicamente el Chiru Chiru estaría reflejado como el pueblo? Posiblemente, pero consideramos que la imagen del Chiru Chiru más bien asume la representación simbólica del Presidente Belzu, pero del Belzu que volvía de Europa para retomar el poder, puesto que su imagen había sido deificada por gran parte de la población boliviana que no tenía acceso al poder. “El culto a la personalidad de Belzu, llegaba a los extremos cuando los campesinos creían que justamente él les traía la lluvia durante la sequía” (Arguedas, 1991, citado en Schelchkov, 2012, p.69).
Volvamos al texto para verificar nuestra hipótesis. Zaconeta refiere que era en las faldas del cerro Pie de Gallo que vivía o mejor dicho, había hecho su guarida un ladrón ratero, a quien, sea por la falta de tocado antes indicada, sea por la semejanza de su guarida con el nido de la avecilla descrita, le llamaban: “el Chiru Chiru”. El tal ladrón, dicho sea de paso, no era criminal sanguinario y sólo se ocupaba de cometer raterías; en un paraje, abrupto por entonces y hoy terraplenado y convertido en plazoleta, había edificado su miserable vivienda, tan baja y mal hecha, como para que no llegase a llamar la atención de ninguna persona. Y así era. Los que conocían al Chiru Chiru e ignoraban las malas artes a que se dedicaba, lo consideraban como a un mendigo o como a un pobre vagabundo inofensivo, sin que faltaran personas caritativas que aún le prestaran su protección.
Se refiere al Belzu (pájaro chiru chiru transfigurado) que había retornado de Europa con el firme propósito de retomar el poder, no olvidemos que en la sociedad boliviana “...para muchos Belzu fue un tirano oscuro e ignorante, para otros, el presidente popular, precursor del nacionalismo y socialismo en Bolivia” (Schelchkov, 2012, P.32). Por ello la leyenda dice “el tal ladrón que, sea dicho de paso no era criminal, sanguinario y solo se ocupaba de raterías”, este carácter ambiguo se mantiene en la imagen que la gente tiene de él: “lo consideraban como un mendigo o como un pobre vagabundo inofensivo”.
Él, por su parte, tenía la suficiente habilidad para vender en un barrio apartado de la nueva ciudad de Oruro lo que hurtaba en otro, desempeñando en apariencia el papel de simple comisionista o encargado de terceras personas; de manera que, siendo un pobre diablo tan insignificante e ignorándose hasta su procedencia, nadie se preocupó nunca de conocer su guarida, con tanta más razón, cuanto que él o madrugaba mucho o permanecía herméticamente cerrado dentro de aquella26.
El carácter astuto del Chiru Chiru Belzu27 se aprecia en lo mencionado: “vender en un barrio apartado.lo que hurtaba en otro”. En el campo histórico este presidente había consolidado en su tiempo poderosos vínculos para mantener el control en territorio boliviano28. Además, el carácter despectivo referido al personaje “pobre diablo tan insignificante e ignorándose hasta su procedencia29.
Cinco años habían transcurrido, sin que se notara ninguna novedad ni alteración en la vida siempre igual del Chiru Chiru; hasta que, un buen día de esos, se notó su desaparición, debido a que nadie lo había visto en ninguna parte ni a ninguna hora. Como a la mañana siguiente tampoco aparecía, se le ocurrió a algún vecino invitar a los que hacían el comentario, a “echar de menos” al Chiru Chiru en su propia guarida.
Los cinco años hacen referencia al mandato constitucional de Belzu (elegido por voto directo el 15 de agosto de 1850 hasta la conclusión de su mandato en 1855); la “echada de menos” de los vecinos se refieren al tiempo que el expresidente pasó en Europa.
Se trasladó la comisión, auxiliada de un mechero, sospechando la lobreguez del zaquizamí; y habiendo encontrado su puertecita un poco entreabierta, penetró resueltamente en el aposento. Y aquí viene el asombro y la estupefacción de los concurrentes: encontraron al infeliz Chiru Chiru... muerto y tendido, cuan largo era, sobre su miserable y vil camastro.
A efectos del estudio identificaremos las razones de la muerte del Chiru Chiru.
El Chiru Chiru era efectivamente devoto de la Virgen Candelaria y tenía, a su cabecera, una pequeña imagen de su patrona, en un cuadrito litográfico o, seguramente, estampado en madera, en esa época. Todas las noches que salía a hacer sus fechorías (porque de día era hombre honrado, como hay muchos), le dejaba, infaliblemente, encendida una velita de sebo a su Virgen, para que le amparase en sus correrías y le sacase “con bien” de cualquier conflicto.
La Santa Virgen, probablemente compadecida de su miseria, le dejaba hacer o se hacía de la vista gorda la vista gorda, mientras que el Chiru Chiru desvalijaba un poco de sus bienes terrenales a los poderosos y a los ricos, generalmente avaros y nada caritativos.
Estos dos párrafos refieren muchas cosas, en primera instancia, el hecho de que era devoto de la Virgen, como se dijo anteriormente la Iglesia en la época de Belzu había creado la imagen de los “presidentes providenciales” y seguramente durante todo el tiempo de gobierno de este presidente este discurso debió haberse centralizado30. Si bien Belzu era devoto de la Virgen del Carmen, en Oruro se lo emparenta con la Virgen del Socavón. El hecho de que el Chiru Chiru tenga la imagen de la Virgen en una litografía y no en la pared estucada del Nina Nina31, demuestra su carácter de viajero. Por otra parte en el relato la Virgen acepta sus ofrendas siempre y cuando se cumpla el pacto de atacar solo a los ricos y no a los pobres32. Sin embargo, el Chiru Chiru Belzu rompe el pacto con la Virgen:
En una noche fatal, trató de apoderarse del único tesoro que poseían un infeliz peón caminero y su familia33, consistente en una petaca de cuero que contenía sus pobres ropas, humildes y estropeadas.
Como es natural, la Virgen se indignó sobremanera, y llamando interiormente a la conciencia de su devoto, le prohibió que cometiera semejante atentado. Como el Chiru Chiru pusiese oídos de mercader y se obstinase en ejecutar la infamia, por considerarla demasiado fácil, no sin insistir en su prohibición, la Virgen apesadumbrada, se vio obligada a abandonar al ladrón, retirándole su amparo. El Chiru-Chiru, libre ya de todo escrúpulo, se puso en ejecución inmediata; pero no había entrado en sus planes la contingencia de que iba a tropezar con un hombre que, aunque demasiado infeliz, era tan valeroso y resuelto, que no sólo sabía hacer frente a todas las adversidades de su mala suerte, sino también defender, a sangre y fuego y temerariamente, su propia vida, las de su mujer e hijos y el tesoro de sus miserables harapos.
La figura simbolizada del peón caminero como un miembro del ejército y su familia que sería Bolivia, refiere precisamente que es una alegoría a Melgarejo. Al parecer esta leyenda estaría favoreciendo a este presidente. Lo cual llevaría a suponer que la confección de esta leyenda es a partir de 1865 o 1866 (muerte de Belzu y año posterior); además, en el relato este peón caminero tiene los atributos que se le endilga a este personaje de la historia boliviana (infeliz, valeroso y resuelto, defensor a sangre y fuego además de temerario).
Cuando el Chiru Chiru se colaba ya en la vivienda de aquella pobre familia, por una puertecilla que entreabriera cuidadosamente, el caminero que tenía el sueño muy ligero despertó inmediatamente y percibiendo un leve ruido y a través del trasluz de la puerta la presencia de una sombra humana, creyendo que se trataba de algún asesino o de un enemigo encarnizado que tenía, cogió rápidamente el puñal que le servía para sus andanzas y viajes; y como era hombre “que no esperaba recibir para dar”, lanzose sobre la puerta, sin que el Chiru Chiru tuviese tiempo sino para volver la espalda, en la cual el caminero le asestó una profunda puñalada. Como el ladrón era demasiado ágil, a pesar de su mortal herida y de la estupefacción del caminero, que se detuvo esperando ver desplomarse a su víctima, echó a correr de tal suerte, que aunque el agresor trató de perseguirlo después, no pudo ya alcanzarlo, perdiéndolo entre las sombras de la noche. Por más que la puñalada no hubiese comprometido el corazón del herido y por mucha que fuese la fortaleza de éste, después de haber corrido unas cinco o seis cuadras, el Chiru Chiru, cuya lesión era demasiado grave, cayó desfallecido, en campo abierto, ya en las afueras de la entonces aún pequeña ciudad.
Otro de los atributos de Melgarejo: “hombre que no esperaba recibir para dar”34 El discurso del relato pone énfasis en la lucha que se habría desarrollado entre ambos sujetos y sin embargo el peón caminero ya no sigue en el relato, tan solo se convirtió en el ejecutor de la muerte del Chiru Chiru.
Allí, casi agonizante y poseído del más inmenso y sincero arrepentimiento, empezó a clamar a su divina patrona y a implorar su protección. La Virgen, sin duda conmovida por las fervientes plegarias de su desobediente protegido, viéndolo en trance tan duro y deseosa, además, de aprovechar de aquel momento supremo de regeneración de su alma, acudió presurosa al sitio en que yacía aquel, y, alentándolo en su fe y prodigándole los más solícitos y delicados cuidados, le condujo, lentamente, hasta su ya descrita guarida.
Instalado el herido en su humilde lecho, la divina enfermera, con todo el amor y la ternura de una madre, le asistió, bondadosa, hasta sus últimos instantes, recogiendo de los labios del ladrón, junto con su arrepentimiento, la sincera gratitud de sus bendiciones. Y cerrados para siempre los ojos del Chiru Chiru, su noble protectora se transformó, en seguida, en la hermosa imagen que bajo la advocación de la “Virgen del Socavón” es venerada hoy día, en el templo del mismo nombre.
Aquí es cuando el Chiru Chiru Belzu también se transustancia pero ahora con la Virgen (en la religión católica). Por todos los favores realizados al pueblo, se convierte en el mensajero -en su cuerpo muerto- de la imagen celestial y vive junto a ella en inmortalidad, se transformará en una capacocha así como el Nina Nina35, pero ahora bajo la lógica ultramontanista que desarrollaron los representantes de la iglesia de esa época.
Tal asombro y tal estupefacción se hicieron indescriptibles, cuando, al levantar los ojos, contemplaron, a la cabecera del cadáver y en la pared que servía de mojinete al cuartucho, una sorprendente y maravillosa imagen, casi de tamaño natural, de la Virgen de Candelaria36, con un hermoso niño y los atributos de aquella advocación, cayendo involuntariamente de rodillas los felices espectadores de aquel prodigio.
Cundió la noticia en un santiamén, acudieron los vecinos, todos mineros, y, bien pronto, los habitantes íntegros de la ciudad; extrajeron el cadáver de Chiru Chiru para reconocer la causa de su muerte, amortajarlo decentemente y darle honrosa sepultura; y la guarida de éste, convertida, desde entonces, en una especie de Sancta-Sanctorum, fue el sitio de una romería incesante, que duró meses, años y siglos, y que continúa, ininterrumpida, hasta el presente.
El último párrafo sobre todo trata de establecer que el espacio donde fue encontrado el Chiru Chiru se convirtió en el lugar de peregrinación, cuando en realidad el que está realmente establecido es el del Nina Nina, pero la reflexión final al parecer es que el Chiru Chiru Belzu desde el más allá pide también por sus seguidores a la Virgen del Socavón. Para finalizar, queda la interrogante de si esta leyenda saber si esta leyenda habría sido confeccionada por orureños belcistas o melgarejistas u otro grupo interesado37. ¿Porqué le dieron un carácter protagónico y cuasi heroico al peón caminero que sería Mariano Melgarejo en el relato? Es muy posible que esta leyenda haya sido desarrollada después de la muerte de Belzu y siendo que estaba comenzando el gobierno de Melgarejo no se podía hablar, comentar o criticar sobre las condiciones de poder que se habían consolidado en Bolivia, por ello esta alegoría habla de estar bien tanto con Dios como con el Diablo38 o más aún “que en todo momento un diablo puede esconder otro o muchos otros” (Bouysse, 2004).
La discusión no estaría completa si no considerásemos la presencia itinerante de la imagen simbólica del ladrón (tanto en la leyenda del Nina Nina como en la del Chiru Chiru) que es protagonista principal de la devoción a la virgen. Al respecto, Nash (1985) ha identificado en una crítica sutil:
El bien y el mal se mezclan por completo. Los participantes creen que implicando al diablo obtendrán fortuna, poder, riquezas, sexo, fuerza, etc. Pero a la vez consideran que nada se logrará sin la intermediación de la Virgen, quien tiene su propia corte de demonios y de ángeles guardianes. (Nash, 1985, p.56).
Es perfectamente comprensible que para Nash resulte ilógico que un asaltante sea el prelado popular que cimente la imagen de la Virgen del Socavón, pero la autora olvida que en toda su historia una gran parte de la población de Oruro era mestiza e indígena39 de condición pobre, con muchos subcontratados sin perspectivas de superación a más de las condiciones volátiles de la minería40 por lo que así como se vivía períodos de bonanza también se vivía períodos de pobreza. En este caso el ladrón justo, aquel ladrón que no roba a los pobres pero que sí lo hace a los ricos y que luego distribuye el botín a sus coterráneos, refleja al ladrón bienhechor que tiene una ayuda celestial mientras cumpla los designios reivindicativos sociales de robar al rico para ayudar al pobre.
5. Conclusiones
El patrimonio cultural no se establece como un objeto, acción o representación que se “fosiliza” y que se halla establecida desde un mono-discurso, al contrario un patrimonio cultural a lo largo del tiempo tiene vigencia o pierde la misma en función a las representaciones sociales que cada grupo social le va a asignar en la historia. De esta manera el patrimonio tendrá visiones diferentes dependiendo del grupo y del momento histórico, es eso lo que permite la vigencia o la extinción de un determinado patrimonio.
Las leyendas del Nina Nina y del Chiru Chiru no son iguales, ambas han sido confeccionadas con diferentes fines para responder a determinados intereses que, por la hegemonía de poder imperante de la época, han consolidado un discurso haciendo uso y abuso -en ocasiones- del ethos cultural de la población con fines específicos.
Respecto al caso de Chiru Chiru, consideramos que el relato corresponde a una alegoría del retorno de Europa y la posterior muerte del expresidente Belzu a manos de Mariano Melgarejo. Ello se debe a que los países latinoamericanos estaban ingresando a la modernidad y tuvieron que establecer puentes entre sociedades que aun respondían a la realidad de acuerdo a sus propios cánones contra la nueva mentalidad que se estaba generando a nivel mundial, ello generó conflictos y acuerdos a los que se arribaron en el transcurso del tiempo. Al parecer la leyenda se basaría en un ladrón famoso, quizás el denominado “Corre-Volando” que aparentemente correspondería a la época de confección de la misma, que coincide con el periodo de vida de Belzu y Melgarejo.
En una dimensión cosmológica, la religión católica ya establecida desarrolló en este período la imagen de los presidentes providenciales en torno a una filosofía ultramontanista, por lo cual esta leyenda es un reflejo del discurso de esa época en el marco de estas condiciones.
En una dimensión simbólica, el Chiru Chiru-Belzu transfigurado es la imagen de esta ave migratoria que retorna al país, también es el salvador o el ladrón (de acuerdo a la opinión de un grupo a otro de la sociedad de esa época) que había generado caos y conmoción en la sociedad. Su muerte y posterior transustanciación finalmente lo vuelve en el puente de comunicación entre la Virgen y el pueblo.
En una dimensión sociopolítica, la ciudad de Oruro era belcista en su momento, entonces el discurso consolidado refiere al hecho de que el “presidente héroe” del pueblo orureño fue eliminado por uno más del pueblo (el peón caminero reflejado en Melgarejo). De acuerdo al discurso de la leyenda el Chiru Chiru, Belzu traicionó su pacto con la Virgen y obviamente con los que representaba (el pueblo) al atacar a “uno más del pueblo” (que en este caso para el discurso de la leyenda sería Melgarejo). Sin embargo, la Virgen lo perdona y lo transustancia para que sea el medio de comunicación entre el pueblo y la Virgen; de esa manera, el ladrón de la historia asume el rol -nuevamente- de ofrenda (capacocha) para fortalecer esta relación y fortalecer su rol simbólico providencial.