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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.26 no.49 La Paz nov. 2022  Epub 30-Nov-2022

 

Palabras de ocasión

Palabras de ocasión

Mónica Velásquez Guzmán


Quiero comenzar la presentación de este Dossier con la pregunta que Cristina Rivera Garza hiciera en su texto Dolerse: “¿Estás contra el estado de las cosas, pero sigues escribiendo como si en la página no pasara nada?” (2013, p. 45). Invoco esas palabras porque reside en ellas una interpelación imposible de evadir. En estos tiempos de nueva guerra y de una pandemia mundial que no acaba, no puede el arte profesar alguna confianza, ni puede la crítica académica refugiarse en el hábito de una manera de leer/escribir o saber. En todo caso, habrá que irse abriendo a la intemperie y, por lo menos, desabrigarse de categorías inamovibles.

Las escrituras del siglo 21, no necesariamente presentadas ni concebidas desde sus autores/as como “literarias”, desafían nuevas formas de crítica que se ocupan más de acompañar y acoger lo que las piezas/obras piensan, que de verificar lo que narran o lo que riman. Bajo la guía del concepto de Josefina Ludmer, “literaturas postautónomas” (texto homónimo de 2009), se puede comprender un nuevo mapa en el que ciertas zonas de la escritura reivindican y exploran fuertes conexiones con su entorno, con lenguajes digitales y artísticos en general. En ese desplazamiento ya no se bastan a sí mismas y, por ello, abren sus formatos a otros registros, soportes y medios de circulación. Porque somos parte del mundo y de sus horrores y de sus reinvenciones, la letra a mano se estremece ante las pantallas; la ficción y la realidad se confunden; biografía y ficción pactan nuevas alianzas.

Puede decirse que hoy la violencia no reside en temas e imágenes, sino que ella misma se aparece como una condición de vida/realidad. Quizás por ello, gran parte de la producción actual está atravesada de crueldad, desalojo y desamparos. Si las ciudades pueden devenir trampas, laberintos sin salida, sitios de constante amenaza/vulnerabilidad y espacios supuestamente seguros como la familia o la casa donde habitamos se convierten en el primer sitio donde aprender a lidiar con lo violento en cada cuerpo, entonces la palabra se triza y la narración se desnuda de retóricas, dice, cínica o lúcidamente, lo que hay. Evelin Polo-Cruz y Metztli Aguilar, a partir de la obra de Fernanda Ampuero, dan cuenta de lo insólito y la condición de fragilidad en espacios urbanos (primer ensayo) y en espacios domésticos (en el segundo). La actualización del mito de Asterión en el ensayo de Polo-Cruz deriva en la certeza de que cualquier sitio puede devenir en encierro; no hay salidas en este horror cotidiano, agravado por la violencia verbal de quienes lo padecen. Entre sacrificar o ser sacrificado, la lectura del mundo es, de nuevo, de una enorme violencia. Misma que, en el ensayo de Aguilar a partir del cuento “Subasta”, rastrea la construcción del body horror como estrategia de sobrevivencia que la protagonista aprende en su infancia; sabiendo su cuerpo como algo apropiable, susceptible de agresión, aprende a enrarecerlo, animalizarlo, revestirlo de abyección para sobrevivir. Estas escrituras miran lo violento del mundo y, a la vez, violentan la lectura por no ofrecer ni quietud ni consuelo ni anestesia.

Los trabajos aquí reunidos dan a pensar la condición de precariedad, de corporalidad fragilizada, de encierros y ferocidades en lo más cotidiano, de im-potencias con que resistir o sobrevivir o, cuando menos, imaginar otros presentes posibles. Desde el Perú asediado por el Senderismo terrorista hasta los desaparecidos en México; desde la venta de cuerpos humanos hasta la constatación de nuevas comunidades ancladas en el dolor y en la lucha, algo puede y algo entiende de lo real una escritura crítica, aunque su “fantasía de intervención” en lo social no baste por ahora para revertir nada radicalmente. Freddy Vargas explora con lucidez cómo la memoria de la violencia acaba con la posibilidad de utopía y señala, desde la novela Abril rojo de Roncagliolo, la actualidad de una escritura entre siglos, que trata referentes del XX desde sus efectos en el XXI; que retrata una sociedad corrupta, donde todo dato es manipulable, desde otra, descreída y condenada a repetir sus fantasmas más temidos. Por mi parte, exploro el lugar-antígona configurado en el poemario Antígona González de Sara Uribe, develando tanto su propuesta de relectura del lugar de familiar de desaparecido y la configuración de una comunidad de dolientes, hasta su desafío a la tradición más lírica, trabajando una poética de la fraternidad, del documento y que se construye con y entre otros, en la escucha de sus voces.

A la pregunta de Rivera Garza se añade cuán dispuesto está el público lector a transitar entre-lugares y entre escrituras que no obedecen límites ni limitaciones. Por ello, volverán preguntas como si las fronteras de los Estados-Nación dividieran y aislaran o fueran burladas por poéticas migrantes, que descreen de sus pertenencias únicas a un territorio o a una lengua. Magdalena González lee estos desplazamientos en la poesía de Emma Villazón y Fabián Severo. Vuelve también la insistente pregunta por la existencia y comprensión del “yo”, si existe o no un yo fiable y entero o disperso y narcisista en las redes sociales; si tendremos una o varias muertes a partir de la tecnología que duplica usuarios en avatares o si no es la biografía una de las mentiras mejor contadas. Berenice Romano lee el cuento “En proceso” de Andrea Chapela para, desde un género que se sirve tanto de la ciencia ficción como de la autoficción especulativa, explorar los efectos de la sociedad hipertecnologizada en la configuración de una subjetividad. La manera fractaria de la narración da forma a la pregunta que no se agota ni en unidad ni en aseveración, sino en la duda de si se existe solo relacionalmente, entre otros.

Iván Gutiérrez y Pablo Guzmán miran el mundo de los insectos en el poemario Cámara letal con acetato de etilo de Mauro Gatica; desde ese reino de la minucia y la vitalidad se sigue los cuestionamientos sobre el hambre y sobre la percepción humana respecto de lo no humano. En los ensayos visuales de Sharon Pérez y de Rodny Montoya se completa la indagación actual por formas de identidad y de visibilización de lo diferente, el mundo afro-boliviano en el caso de ella, y la pregunta por los medios digitales y las maneras en que hoy puede circular el arte, la historia y la educación, en el de él.

Si bien el “estado de las cosas” y del mundo no es de lo mejor, no se trata de renunciar, negar o irse de tal realidad. Tal vez haya uno o varios modos de socavar la comodidad y la desesperanza con humor, con lucidez y con valentía. Y nada como pensar juntos y en resistencia. Eso, demorarse, empezar a pensar justo ahí, cuando ya no entendemos, cuando es preciso, pensar. Esa no es una tarea solitaria, aunque la comunidad deba conformarse desde la herida con familiares de desaparecidos, sobrevivientes del terrorismo o del deseo violento, con cuerpos que se escabullen más allá de muros y asignaciones, o con máquinas que nos recuerdan quiénes hemos sido, todos y cada una/o en la diversidad y la búsqueda. De eso se trata. Ese el desafío desde este pretexto de conversación llamado ‘Dossier’, llamado ‘urgencia’, llamado ‘hoy y todavía’.

Gracias al Departamento de Cultura y Arte por su invitación y complicidad en el riesgo de leer lo actual.

Mónica Velásquez Guzmán

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