1. Introducción
Hablar sobre narrativa cruceña es un desafío, debido a que su abordaje se ha dado de forma dispersa y no articulada. Si queremos hablar de su identidad, podemos decir que durante una primera etapa (1864-1964), se define y consolida el "registro temático propio de la literatura cruceña, basado en la descripción de eventos, costumbres, paisajes y personajes característicos" (Dory, 2011, p. 88). Posteriormente, una nueva generación de escritores experimentó otros estilos y géneros narrativos entregándole una nueva identidad. La lejanía de Santa Cruz del eje político y económico del país, durante buena parte del siglo XX, se refleja en la producción literaria: la narrativa cruceña no dialogaba con la nacional, por lo que se centró en temas locales, paisajes y problemáticas de la región.
En el presente trabajo buscamos identificar cuál es la relación entre la literatura cruceña y boliviana, las características desarrolladas por la narrativa cruceña durante los últimos 75 años, así también reconocer los rasgos de la construcción identitaria y de la sociedad cruceña que habitan la novela. A través del análisis sociológico buscamos identificar las estructuras sociales impresas en el relato, así como las características que le otorgan identidad. El análisis de siete novelas representativas escritas en los últimos 76 años nos permite reconocer cómo los autores cruceños han concebido a su ciudad y su sociedad, cómo reflejaron sus problemas, sueños y frustraciones ayudados por las herramientas de la ficción.
2. Los inicios de un espacio literario nacional y regional
La literatura boliviana, y su desarrollo durante el siglo XX, presenta paralelismos entre la producción del occidente y del oriente. La conformación de microclimas de grupos intelectuales ayudó a la difusión y consagración de escritores y a la circulación de obras e ideas que marcaron la época. La revista Gesta Bárbara es un ejemplo: "en 1918 irrumpió en Potosí un grupo de nueve estudiantes con inquietudes intelectuales y poéticas que formaron espontáneamente un movimiento cultural.." (Romero, 2015, p. 92) que luego fue sumando más adeptos, generando un espacio de producción, crítica y difusión de sus obras.
Santa Cruz, desde una participación periférica en la circulación de las ideas, desarrolló una producción literaria de características distintas: a finales del siglo XIX la prensa inicia la publicación de poemas de diversos autores "generalmente románticos" (Dory, 2011, p. 54) y en el ámbito teatral, el nuevo siglo llega con un afán de revisionismo histórico. Para 1921 se realizaron en Santa Cruz los Primeros Juegos Florales (p. 62) y para 1924 Raúl Otero Reiche identificó "una nueva época intelectual" conformada por la generación del centenario. A diferencia de la producción literaria del occidente, en Santa Cruz los temas recurrentes, aparte del revisionismo histórico, están centrados en la falta de desarrollo cruceño, la ausencia de integración al resto del país y la crítica a la clase política que va corrompiendo a la pequeña "aristocracia cruceña" (Zambrana, citado por Dory, p.65).
Hacia la década de los 30, el conflicto bélico entre Bolivia y Paraguay genera la necesidad de expresar sentimientos nacionalistas a partir de estudios y revisiones históricas, de poesía y de la cuentística. Posteriormente, se desarrolla la novela costumbrista cruceña. Dentro de este periodo, la difusión local, promovida por las revistas literarias y la prensa escrita, permitió un espacio literario germinal.
3. La novela cruceña frente a la novela nacional
La literatura cruceña se desarrolla en un espacio propio que refleja la relación política y económica de Santa Cruz con el resto del país. El subgénero local, llamado costumbrismo cruceño, se caracterizó por la descripción de los escenarios rurales y citadinos, de calles y casas, de fiestas, de la psicología de los habitantes y de la realidad económico-social. En la narrativa, esta mirada hacia adentro se identifica como "tradición".
Según el académico argentino Joaquín V. González: “la tradición es la historia de los países que no tienen historia" (en Svampa, 1994, p. 112), situación que se refleja en la calidad del legado cultural. Frente a una necesidad de establecer raíces, las ideas van hacia la búsqueda del origen, a la revisión histórica como a la conformación de mitos que rellenen los vacíos argumentales. En Santa Cruz de fines del siglo XIX y principios del XX, la revisión histórica está en auge, la producción del pensamiento como tal se está iniciando y la distancia con el eje económico-político se coloca en el debate de las ideas.
La desconexión entre el centro político y las periferias deja a los pueblos limítrofes sin otros referentes que su entorno: "el interior (la provincia) permitía ser pensado como depositario natural de la tradición, es decir, como el lugar originario donde ella... hallaba sus fuentes más cercanas" (Svampa, 1994, p. 113). Entonces podemos decir que esta tradición es la mirada del cruceño a sus referentes más cercanos (las costumbres, las creencias, la idiosincrasia, la fe, etc.) conformando el subgénero local conocido como "costumbrismo cruceño".
Sin embargo, en el eje central, la "intelectualidad boliviana" experimentaba sus propios cambios; según Romero, se “impregnó de las ideas y gustos franceses" (2015, p. 107) "que bajo la influencia de Flaubert y Baudelaire, reflejaron en sus novelas el "espíritu de derrota, del pesimismo, del debilitamiento moral'" (2015, p. 49) con personajes decadentes, encerrados en pequeños pueblos, sin horizontes. La política es el espacio de emergencia del mestizo y el cholo, así como se acentúa el cuestionamiento hacia la moral y la religión.
Para Salvador Romero: "la literatura no se reduce a reflejar los estados de la sociedad... ella constituye, con frecuencia, el lugar donde se manifiestan los signos precursores de las transformaciones de los ideales de los hombres y sus intercambios sociales" (2015, p. 24). Esta permite hacer un abordaje profundo de la época y la cultura, identificando las taras y tabúes, así como evidencia las diferencias estructurales entre los centros y las periferias. La literatura cruceña, a pesar de ser periférica, permite conocer las características identitarias, los contextos políticos y sociales, así como las demandas y proyectos de una intelectualidad que va construyendo sus propios espacios de producción y difusión.
4. La novela cruceña como objeto
El presente estudio pretende describir, a través del análisis, siete novelas representativas (una por década), algunos rasgos de la construcción identitaria cruceña dentro de sus contextos históricos, políticos y sociales.
La muestra elegida es la siguiente: para la década del 40 Tierra adentro de Enrique Finot; para la década del 50 (tiempo de lucha social, no encontramos novelas representativas) ; para la década del 60 Zapata de Oscar Barbery Justiniano; para la década del 70 Matías, el apóstol suplente de Julio de la Vega; para la década del 80 Jonás y la ballena rosada de Wolfango Montes Vanucci; para la década del 90 Tardes antiguas de Enrique Kempff Mercado; para la década del 2000 Las Camaleonas de Giovanna Rivero Santa Cruz; finalmente, para la década del 2010 al 2020 Santo Vituperio de Homero Carvalho.
El punto de partida de este viaje es Tierra adentro de Enrique Finot que refleja las características de la novela costumbrista, con elementos sociológicos que permiten entender el escenario social, político y económico de Santa Cruz, para saltar a los años 60, ya que, durante la década del 50, "muy probablemente en razón de las circunstancias políticas del momento... no se registra una producción literaria significativa" (Dory, 2011, p. 81). Para los años 60 se eligió la novela corta Zapata de Oscar Barbery Justiniano, por reflejar una etapa importante de la vida política cruceña (1951) previa a la Revolución Nacional del 52, donde los enfrentamientos entre bandos políticos dejan víctimas y las distancias sociales se manifiestan en todos los ámbitos de la vida cruceña.
Para los años 70, la novela de Julio de la Vega, Matías, el apóstol suplente, hace una interesante reflexión sobre la incursión del Che Guevara en territorio boliviano. La crisis social y económica que se da en el retorno a la democracia está vigente en Jonás y la ballena rosada de Wolfango Montes. Volvemos a la Santa Cruz urbana en las últimas tres novelas: Tardes antiguas de Enrique Kempff, un recorrido a la sociedad estamental cruceña durante el siglo XX; Las Camaleonas, novela que rompe con los esquemas de una sociedad conservadora desde la perspectiva femenina de Rivero; finalizando con Santo Vituperio de Homero Carvalho y un recorrido urbano a la Santa Cruz del nuevo milenio.
5. Una guía en el recorrido: el método de análisis
El "estructuralismo genético" de Lucien Goldmann permite, a partir de las propuestas teóricas de Lukács y Marx, un análisis sistematizado de la creación artística y literaria como representación social. Si bien el método privilegia elementos sociales y económicos antes que lo formal estilístico en el relato, al tratarse de novelas realistas, nos da herramientas para un abordaje objetivo. La novela, en cuanto producto cultural, tiene como génesis a los grupos sociales: son los verdaderos sujetos del acto de creación. Hay una relación directa entre la estructura de la sociedad y la estructura de la obra, que el análisis permite poner en evidencia a partir de la homologación y la interpretación de los fenómenos encontrados y reflejados en el relato. Para lograrlo se debe concebir una "visión de mundo", que es el “instrumento conceptual de trabajo indispensable para conocer las expresiones inmediatas del pensamiento de los individuos" (Goldmann, 1968, p. 24). El análisis consta de tres momentos a los que se somete el relato: a) La comprensión, en donde se describe la estructura interna del texto. b) La explicación, que analiza las condiciones históricas y sociales buscando el génesis de los temas. c) La homologación, que analiza de qué manera la obra literaria relaciona las estructuras de la comprensión (a) con los elementos de la explicación (b), en un intento de interpretar cómo la novela impacta sobre esa realidad: si la problematiza o denuncia, si la cuestiona o la evade.
Para llegar a un nivel profundo de la comprensión, el método establece registrar siete pasos: la formulación de la fábula, o núcleos argumentales que interactúan en el relato; la identificación de los temas principales y secundarios que estructuran la obra; el análisis de la conciencia real o el conjunto de antivalores que denuncia el relato; el análisis de la conciencia posible, o la proyección de valores a los cuales los grupos sociales aspiran; la identificación de los mitos que cubren la conciencia real y la justifican; las categorías estructurantes que organizan la obra y finalmente la visión del mundo, desde la expresión del pensamiento de los individuos, pero como el máximo de una conciencia posible. Posteriormente a la comprensión, se busca la génesis de los temas abordados o explicación, para finalmente analizar e interpretar los relatos a partir de la homologación.
6. Iniciando el viaje con Tierra adentro (1946)
Tierra adentro es una mirada profunda a la vida de las familias cruceñas de mitad de siglo, pertenecientes a una sociedad estamental profundamente conservadora y una clase política corrupta, responsable del atraso de la ciudad. Lucio Salazar, joven heredero cruceño, recién titulado como ingeniero, llega desde Europa para cobrar su herencia y retornar durante su estadía, termina arruinado por las malas experiencias en la política y los amoríos con una mujer casada.
La primera línea narrativa habla de la vida del personaje, quien afecta el buen nombre familiar enamorándose de Asuntita, mujer casada. El tío de Lucio reclama esta aventura:
Qué clase de cariño es el tuyo, que después de seducir a una mujer honrada, no tenés reparo en arrastrar su nombre por el fango y en ponerla en la picota?... Pero qué podía yo evitar, si ya nos habías enlodado, porque es imposible que estas cosas permanezcan en secreto... (Finot, 1946, p. 163).
En la segunda linea narrativa se habla de la corrupta vida política cruceña que: "...siempre gira alrededor del gobierno de La Paz. Y de la voluntad de éste depende que ahora manden en Santa Cruz gentes de baja extracción, que especulan con los cargos públicos, vendiéndolos al mejor postor" (p. 154).
A su vez, la tercera linea narrativa trata de la vida entre el campo y la ciudad de las familias acomodadas: Era tradicional que en esa fecha se trasladara familia al campo, con un grupo de parientes y amigos invitados... como todos los años, la fiesta sería sonada. Habría misa con sermón... toros, carreras de caballos y diversiones populares para el personal, sin contar con las comilonas de mesa larga, la música y el baile (p. 63).
La falta de desarrollo de la ciudad determina la vida de atraso y carencias de los cruceños al no encontrar espacios laborales ni instituciones que planifiquen el crecimiento y la diversificación económica. "...no se había dado un paso en el camino del progreso local. Subsistían las deficiencias de antes, agravadas por el tiempo y el descuido más lamentable." (p. 101). La estratificación social, a partir del origen, ahondaba los problemas: "Sus apellidos -Salazar y Aguilera-figuraban en el acta de la fundación de la primitiva ciudad... el vástago era, pues, cruceño cien por ciento" (p. 13).
Entre los antivalores denunciados está la cultura de la bebida y el festejo como componente de una vida política pueblerina: "Fiestas aquí, fiestas allá... Toda campaña se realizaba a base de alcohol, lo que obligaba a Lucio a beber a toda hora" (p. 159). Otro elemento de atraso era la corrupción en las labores públicas y las instituciones: "Las labores edilicias estaban supeditadas al interés político y a las influencias personales..." (p. 115). En el ámbito privado, el dinero resolvía asuntos morales. Lucio embaraza a una joven y sale del problema sin complicaciones: "La gente de La Senda se conformaría con que no negaras tu paternidad. Eso sí que les llegaría al alma. Si aparte de eso te allanaras a ayudar a la crianza..." (p. 129). La dignidad de las mujeres es selectiva, dependiendo del lugar de su familia en la estratificación social del pueblo.
En el análisis de la conciencia posible, la novela presenta una clase social acomodada promotora de valores como el buen nombre y el reconocimiento a las familias "respetables", la corrección de sus acciones, colocando al cruceñismo como algo positivo en sí mismo: "(Lucio) Sería munícipe, por lo pronto, y más tarde diputado. Aquél era el hombre que necesitaban por su preparación y su cruceñismo incontaminado" (p. 43). La hospitalidad se muestra como otro valor presente en todas las clases sociales, característica de la identidad regional: "No volvía de su asombro al ver cómo los humildes campesinos de su tierra sabían vivir y acoger en su casa al forastero" (p. 11).
El pensamiento feudal (antivalor) se plantea como un valor, siempre y cuando sea asumido y obedecido: "El régimen disciplinario que había implantado para jornaleros y empleados, enérgico a la vez que patriarcal y humanitario, era la base sobre la cual descansaba la marcha de la empresa, sin tropiezos ni dificultades" (p. 64). Considerado justo en su autoridad, el patriarca determinaba la vida de los peones: "...era suprema autoridad para fallar en disputas, conciliar dificultades, castigar faltas y hasta para intervenir en desavenencias familiares" (p.65).
Entre las categorías estructurantes está la dualidad desarrollo-abandono de la ciudad:"... durante los años que durara su ausencia, la ciudad no había dado un paso en los servicios urbanos ni en cuanto a ornato o en materia de salubridad e higiene" (p. 40.) Otra categoría es realización-frustración, la no-realización profesional. El atraso y falta de espacio para los jóvenes y sus conocimientos: "Podría citar decenas de muchachos distinguidos, de familias acomodadas, que salieron a ciudades del interior o al extranjero... habían hecho estudios brillantes, que tenían gran porvenir, a los pocos años estaban convertidos en verdaderos despojos humanos" (p. 216).
La visión de mundo que el autor imprime es la misma del terrateniente, de una clase dominante que se considera heredera del ímpetu español a partir de la pureza de su raza: "...la sangre pura e incontaminada del conquistador hispano que nos legó su espíritu indomable" (p. 100). Es al patrón a quien se atribuyen los más altos adjetivos en la construcción del personaje: "Don Nicanor Mendoza era todo un carácter y un ejemplar del señor cruceño que ya va desapareciendo... era un factor de progreso y de un espíritu tesonero, audaz y emprendedor" (p. 33).
Pasando al plano de la explicación, la realidad cruceña de 1946 está descrita en la novela desde la organización económica de la hacienda. Según Sandoval (2003) "...como unidad productiva agrícola, pecuaria e industrial, definía las relaciones económicas sociales y políticas de la región... el bloque en el poder estaba liderado por los hacendados, quienes tenían un prestigio social basado en la tenencia de la tierra" (p. 9). La novela hace hincapié en la ausencia de servicios básicos y el atraso de la región debido a la poca integración con el resto del país. Ya el Plan Bohan, en 1942, identificó estas carencias proponiendo "integrar a los diversos sectores de la economía nacional... integrando la producción del Oriente al mercado nacional" (p. 37).
En la homologación, vemos que la novela denuncia la realidad de un momento concreto en la ciudad de Santa Cruz, donde la falta de desarrollo y la mentalidad feudal mantienen la verticalidad social. La clase política ayuda a mantener una situación de marginalidad ante el Estado y los esfuerzos de la clase alta, de preparar a sus hijos en el extranjero para que aporten al desarrollo, se diluyen ante la falta de espacios y se frustra esa "promesa de cambio".
7. La novela política en Zapata (1963)
Escrita por Oscar Barbery Justiniano en 1963, la novela cuenta lo que sucede durante las tres horas previas a la muerte del candidato Andrés Zapata, asesinado en Santa Cruz, el día de las elecciones nacionales de 1951 (aunque la novela no precisa la fecha). Zapata lidera una facción del Partido Nacional, que lucha por el cambio de situación de la población pobre y mestiza de Santa Cruz, condenada a una vida indigna por la "aristocracia cruceña," que tenía pactos con otros partidos y con el gobierno de turno. El protagonista logra reconocimiento a su liderazgo gracias a un discurso dirigido a la clase más baja; pero, en la víspera de ganar las elecciones, es asesinado por un ex militante de su partido.
Iniciando la etapa de comprensión, los hilos argumentales son tres: el liderazgo de Andrés Zapata como integrador de las clases bajas frente a las acciones del partido contrario; la participación política de los pobres donde "la "chusma" analfabeta no votaba, proscrita como estaba de la vida cívica del país. "¿Acaso sabían discernir siendo poco menos que animales?" (Barbery, 2009, p. 63); y como tercer núcleo narrativo están las autoridades políticas, policiales, y todo el tejido que no deseaba el cambio que pretendía Zapata.
Los temas principales son dos: la revolución política de Zapata: "queremos desordenar un orden que asegura privilegios y opulencia para unos pocos, y miseria y dolor para los demás" (p. 20), y la pobreza de la ciudad: "los caminos intransitables, el atraso económico y la miseria general, y decidía que todo aquello no estaba bien, que se debía hacer algo; que alguien debía intervenir" (p. 15). En el análisis de la conciencia real, la novela muestra la distancia social basada en el origen: "...pensaba que había equivocado grandemente los caminos de su vida y renunciado al privilegio que le hubo correspondido por nacer de padres blancos en un pueblo de indios y mestizos" (p. 52). Opuesta a esta percepción, se construye al otro "en cuyo rostro se agazapaba el indio de la más baja estopa" (p. 55). En el análisis de la conciencia posible, la clase alta naturaliza e incluso ve positiva la distancia social:
Se veía entonces participando en una alegre fiesta de los suyos, en los salones del único club social, mientras rostros morenos y respetuosos se apiñaban en las puertas y contra los vidrios de las ventanas mirando con admiración cómo se divertían sus amos. No. No eran esos rostros de su recuerdo, desafiantes ni agresivos; se pintaba más bien en ellos el respeto y la admiración (p. 53).
En el caso de Zapata, el "sentimiento de solidaridad y comprensión por las ansias de superación del pueblo, y una cierta lástima y conmiseración por su miseria" (p. 15) le da fuerzas para cambiar la situación desde la política: "les había inculcado ideas revolucionarias... en forma de programas completos: justicia social, caminos, líneas férreas, distribución de tierras entre los campesinos pobres, puentes sobre los ríos, fábricas, etc." (p. 76).
Respecto a la determinación de los mitos, el discurso de superioridad racial supone un orden establecido, acomodado "naturalmente": El alcalde "era de raza blanca, de la cual se consideraba uno de sus mejores sementales: alto, de tez sonrosada, de cabellos completamente blancos, de porte distinguido y maneras aristocráticas" (p. 49).
Las categorías estructurantes responden al relato urbano estratificado: lo blanco-indio, determinado por un "orden natural" en la participación de los privile gios y oportunidades; aristocracia-pobreza como una consecuencia; y, finalmente, la categoría derechos naturales-derechos conquistados, que remite a la lucha del protagonista, Andrés Zapata, por cambiar el sistema feudal que condenaba a la miseria a las clases bajas.
La visión de mundo de Oscar Barbery nos narra la lucha de líderes de un partido político que deriva en un asesinato. Desde un hecho real novelado, relata la búsqueda de justicia social para las clases empobrecidas y el sacrificio por lograrlo a pesar de las amenazas. También, que el statu quo imperante permitía la desigualdad y la distancia social: "El pueblo siempre era el mismo: sumiso, tranquilo, obediente y respetuoso de las jerarquías y desigualdades sociales" (p. 51); pero el liderazgo de Zapata cambiaría esta situación a pesar del sacrificio; "Si yo muero no se detengan ni a recoger mi cadáver. Pasen por sobre él y continúen la lucha. En la lucha encontraremos la confirmación o la negación de nuestros ideales" (p. 203).
Explicación. La novela Zapata sale a la luz en 1963, aunque está ambientada en la Santa Cruz de 1951, anterior a la Revolución Nacional que se dio el 9 de abril de 1952. Con una población de casi 65 mil personas (INE, 2015), la ciudad estaba distribuida entre un centro (de familias acomodadas) y una periferia sumida en la miseria. La novela lo denuncia: "Vivir lejos de la plaza principal no era muy 'chic"... resultaba un tanto difícil concebir que gente de la buena sociedad viviese a más de dos cuadras del centro" (p. 99). Por el otro lado, la periferia luce su propia estética: "Reyes Aponte" y su tía vivían en una salita en el 'Tambo Muchirf -una veintena de cuartitos por desplomarse cualquier momento, haciendo esquina al oeste de la ciudad-" (Barbery, 2009, p. 83). Las condiciones que generan el enfrentamiento entre Zapata y Cueba hacen referencia a las elecciones de 1951 en Santa Cruz, en la cual ocurre un "trágico enfrentamiento entre los candidatos Edmundo Roca Arredondo y Ovidio Barbery Justiniano... ambos perdieron la vida en una actitud de beligerancia sin precedentes" (Sandoval, 2009, p. 22). Esta novela muestra la versión de Oscar Barbery respecto a este hecho en el que su hermano, Ovidio, pierde la vida.
Homologación. La novela busca esclarecer un suceso trágico, problematizando las causas del enfrentamiento entre políticos que representan dos estratos de la sociedad. Entre las denuncias está la lucha por las clases desfavorecidas, vislumbrando las ideas y el espíritu revolucionario, que llegaría un tiempo después con la Revolución Nacional. Por otro lado, desmitifica la percepción de "superioridad racial y orden natural" establecida en una sociedad feudal:
El pueblo ya no miraba con admiración y respeto cómo se divertían sus amos en los amplios salones del Club Social; en sus ojos había más bien reprobación. A su casta le habían puesto el mote de "oligarquía", y agregaban a la palabra epítetos insultantes y provocativos (Barbery, 2009, p. 56).
8. Tiempos revolucionarios en Matías, el apóstol suplente (1971)
La novela de Julio de la Vega, Matías, el apóstol suplente, sale a la luz en 1971 y constituye un giro en la narrativa boliviana y cruceña. Plantea un diálogo entre dos diarios. Uno de los diarios es el de Matías, apóstol seguidor del Maestro (Jesucristo), que pretende entrar en el círculo de los doce y asume una misión después de la muerte de su líder. El otro diario es el de un guerrillero seguidor del Che Guevara, que cree en una revolución que cambiará el sistema hegemónico y dará oportunidades a los más débiles.
Esta es una novela política con voz narrativa polifónica (coral), de múltiples narradores que se confunden, pero que generan el mismo concepto: la fe en una revolución y en un líder que promete cambiar el orden reinante, pero que finalmente se diluye ante la muerte de éste.
Iniciando con la etapa de comprensión identificamos los núcleos narrativos: primeramente, los apóstoles seguidores del Maestro, un entorno hermético del cual Matías quiere formar parte, pero le es difícil, hasta que encuentra la vacante de Judas. El segundo núcleo está en el relato del guerrillero que sigue al Che Guevara, buscando una revolución que cambie la vida de las clases más bajas, donde no hay esperanza. Ambos relatos son paralelos, pero se cruzan poniendo en relieve la lucha revolucionaria contra el imperialismo.
El tema principal es la revolución como salida a un sistema de opresión y pobreza, a partir de la rebeldía y la conversión. El adoctrinamiento es tarea del guerrillero- apóstol en busca de adeptos para su revolución: "ser apóstol es espiritualizarse para poder recitar en la plaza la doctrina" (De la Vega, 2012, p. 63). Otro tema es la esperanza de las clases bajas, interpretadas por discípulos-guerrilleros que quieren acelerar el cambio necesario a nivel social y económico:
¿Este es el principio de la salvación?... Yo era minero; con la sangre que diariamente escupo presumo que me queda poca vida... Tengo mujer e hijos que se han quedado en el valle; quiero que ellos tengan siquiera un techo y una cama.., por eso insisto: ¿Para cuándo me prometen ustedes eso? ¿Me sirve para lograrlo la violencia? (p. 83).
La novela denuncia como antivalores la doble moral de los revolucionarios, la incapacidad de mantener sus principios y de mantener el liderazgo: "(Matías) no se anima a conducir la revolución violenta contra el imperialismo... Nos está traicionando al postergar el quizá el único anhelo noble de Judas: la libe ración de nuestro territorio" (p. 140).
Como valor está la fe en el líder, la admiración y la inspiración que arrastra a sus seguidores: "el Maestro... llevaba la curación en Sí mismo y su inmu nidad permitía que nadie pudiera detenerlo cuando se disponía a acercarse a cualquiera de estos infelices para sanarlo o acreditarlo en su fe" (p. 140). La fe sobredimensiona las expectativas hacia el líder: "esperábamos de un momento a otro Su supremo milagro: que echase a volar sobre la columna a la que estaba atado recibiendo azotes... y en ese preciso instante daría comienzo la gran revolución contra el imperialismo" (p. 143).
Entre los mitos que desarrolla está la pobreza y la falta de oportunidades como causa de la emergencia de enviados divinos que transforman la realidad a través de dogmas:
...quiero que me sigan como a uno que los guía por la senda estrecha y los conduce a un mundo mejor, a una mañana de ahorita, sin más esperas. Desgraciadamente, la espera ha de cimentarse con violencia porque no hay otro modo de apurar el tiempo que empujándolo (p. 49).
Las categorías estructurantes de la novela son tres. La primera es la esperanza-frustración en la promesa de cambio. La muerte del líder trunca el proyecto: "¿Qué será de su boina y de su estrella, qué de su fusil y su pistola, qué del martirio que lo crucificó en la espera, qué de la espera para su alma sola? ¿Qué de las multitudes por seguirlo?" (p. 132). La centralidad de la lucha puesta en el líder genera vacío en el discurso ante su ausencia. La segunda estructura es la ambivalencia cambio-permanencia por una revolución abortada: "Había sido un puro que quiere una revolución sin violencia (¿Cómo será posible?), para tomar el poder de un Reino que no es de este mundo... Por eso, lo traiciono, porque Él, con su pacifismo, me traicionó antes" (p. 46). Los valores se han invertido, el discípulo se marcha, la lealtad-traición, tercera estructura, es el tránsito obligado del dolor.
De la Vega reflexiona acerca del rol del revolucionario, a través de un ícono como el Che Guevara, quien es atrapado y asesinado en Santa Cruz. El autor desarrolla la perspectiva del guerrillero que sueña a partir de una utopía y termina huérfano ante la ausencia del líder: "¿Por qué te has muerto: che enemigo amigo?, ¿qué voy a ser ahora? ¿Mejor apóstol que tú?" (p. 67).
La incursión de Ernesto "Che" Guevara en Santa Cruz, entre marzo y octubre de 1967, buscaba implementar un foco de expansión del pensamiento comunista y antiimperialista, a través de la revolución armada y según el modelo de guerrilla rural (Sandóval, 2003, p. 65). Su persecución y asesinato movilizó a simpatizantes del pensamiento comunista, quienes "sacralizaron" su imagen volviéndolo un ícono. De la Vega nos lleva más allá del dogma, cuestionando el rol del mesías, las expectativas en los seguidores, en los apóstoles que acompañan su camino y replican sus ideas, con el desencanto posterior: ¿Seguirán esperando al Maestro? (p. 149).
A través de Matías, el apóstol suplente, De la Vega problematiza la guerrilla del Che Guevara en Bolivia y su labor dogmática, que encuentra apóstoles entre las clases bajas. Éstos, a su vez, encuentran en las promesas revolucionarias una salida a la situación de pobreza y marginalidad mediante la lucha armada:
Siempre creí en los buenos resultados que puede dar la violencia cuando urge la destrucción de viejos edificios ta tat ta ta tat... Por eso me uní a Él, pensando que bajo su comando derrotaríamos juntos a los que nos esclavizan y nos tratan como a una raza inferior (p. 46).
9. Crisis económica y social en Jonás y la ballena rosada (1987)
La novela de Wolfango Montes es un hito en la narrativa cruceña y boliviana, al ser ganadora del premio "Casa de las Américas". Históricamente situada en 1983, habla de las familias cruceñas de clase acomodada, que están perdiendo sus recursos y su influencia política, debido al momento económico que atraviesa el país: el retorno a la democracia trae una fuerte crisis económica, hiperinflación e inestabilidad política y la entrada del narcotráfico. En este marco político y social, Jonás se presenta como un fracasado. Está casado con la hija de un empresario cruceño, sus aspiraciones son mínimas y se dedica a observar cómo la sociedad se va degradando por el desorden social y económico, la política prebendalista, el declive empresarial y el ascenso social de los narco traficantes.
El relato gira en torno a Jonás, un abogado que ejerce de profesor de secundaria en una escuela fiscal. Crítico de todos los males urbanos, describe con detalle cada uno de los componentes de la decadencia social. Patroclo, suegro de Jonás, representa a la clase empresarial al borde de la quiebra, pretende conservar su nivel de influencia entre la clase alta cruceña. Como antagonistas del relato, los narcotraficantes buscan ascenso social a través del relacionamiento con una clase empresarial al borde del colapso.
Como temas principales están la crisis económica que degenera en una crisis social y de valores, que va desde la gestión pública hasta la clase empresarial, corrompidas por el narcotráfico: "los ministros y otras autoridades, cuya misión consistía en cuidar los intereses de la clase culta, desatendían la guardia para dejarse abanicar con coca dólares" (Montes, 2009, p. 64). La distancia social entre la clase alta y los nuevos ricos, los narcotraficantes, es un tema recurrente, ya que las circunstancias los vuelven socios, a pesar de las diferencias y el rasgo conservador de la clase alta empresarial: "la deshonestidad de los pichicateros no era contagiosa... el virus de esa deshonestidad no contaminaba ni siquiera los dólares de los traficantes, las personas de bien podrían manipular, usar ese dinero en negocios particulares, prestarlo, hacerlo crecer con total inmunidad" (p. 264).
La novela de Montes gráfica el pragmatismo (conciencia real) de una clase social respecto a su necesidad de sobrevivencia en momentos de crisis. Dentro de una sociedad profundamente corrompida por el poder económico, el conservadurismo deriva en doble moral: "nunca existió gobierno que favoreciera más la compadrería. Hoy por hoy valen tanto los padrinazgos que las autoridades fingen ser enemigas del favoritismo" (pp. 92-93). Sin embargo, la emergencia de un grupo social distinto, con mayor poder adquisitivo, genera susceptibilidades que finalmente son superadas al inyectar el capital económico, que los empresarios necesitaban. Patroclo, suegro de Jonás, inicialmente rechaza la llegada de los narcos cuando emprende "...una cruzada contra los pichicateros. En la asamblea anual de su club afiló su labio y logró que se prohibiese el ingreso a la entidad a traficantes de cocaína" (p. 146). Pero, finalmente, acepta la ayuda económica de los mismos para salvar su empresa: "el empresario cruceño Patroclo aprendió que se puede permanecer honrado y conviviendo, asociándose, estableciendo lazos consanguíneos con la ilegalidad" (p. 264).
Jonás interpela a la sociedad y sus vicios, desde el nihilismo de quien ha perdido toda esperanza en la humanidad: "No quiero tener éxito- respondo... Porque soy el más perfecto fracasado de mi promoción" (p. 49). Y este nihilismo, esta crítica negativa, viene a ser la única mirada seria y positiva frente al desorden. Al no ser ambicioso; no es corruptible, no encaja en los sectores viciados de la sociedad.
Determinando los mitos, en las anteriores novelas vimos el discurso de una cruceñidad como raza "incontaminada", en el intento de establecer distancia entre clases sociales por origen. Todo lazo con mestizos iría en contra de un "valor" de las clases altas. En la novela vemos que se denuncia el deseo de ascenso social por parentesco, cuando los narcotraficantes se relacionan con las hijas de los empresarios. Patroclo reclama a su hija por esta situación: "Está manchando mi nombre... la muy insensata está enamorando al hijo de un pichicatero de nuestra ciudad" (pp. 246-247). El relato presenta al narcotraficante como un hombre "moreno, bigotes afilados, rasgos mestizos. De sombrero y guitarra en la mano, se lo confundiría con un mariachi..." (p. 158). Desde el aspecto educativo y social, son vistos como "pichicateros millonarios y vulgares necesitados de un baño de civilización y buenas maneras" (p. 184).
Las categorías son el conservadurismo-pragmatismo de la sociedad cruceña y la integridad-corrupción de las instituciones públicas y privadas del país. Respecto al conservadurismo-pragmatismo, es importante ver el momento histórico que denuncia la novela, con "inflación de veinte o sesenta por ciento diaria" (p. 15), un gobierno débil que "no fija los precios y controla mejor el contrabando" (p. 22) y con un "ejército de especuladores (cambistas), que en medio de la miseria colectiva, estaban perpetuamente negociando" (p. 35). La contrariedad entre el conservadurismo y su necesidad de sobrevivir hace de la sociedad cruceña un ente pragmático en lo operativo; pero conservadora en lo discursivo, ya que las influencias de las familias en las instituciones continúan, y Jonás lo denuncia: "hace años que rechazo las colocaciones convenientes agenciadas por la familia de mi esposa" (p. 34).
La visión de mundo de Montes presenta una crítica ácida de la sociedad cruceña desde la mirada de un hombre sin ambiciones y, por lo tanto, incorruptible. El proceso de penetración de los narcotraficantes en la sociedad es inmediato y profundo: "Esos delincuentes dominan todos los sectores de la sociedad... Hay que detenerlos" (p. 143). Pero la sociedad es pragmática y pasa de la condena a la justificación: "Si la policía... desempeña sus obligaciones, apresaría a todos los narcotraficantes. En consecuencia, se dejaría de bombear al país el único dinero que lo mantiene vivo y sufriríamos la hambruna de la historia" (p. 175).
Jonás y la ballena rosada es una novela controversial por el momento en que ve la luz (1987), ya que el país se encontraba sumido en el auge del narcotráfico. Al fijar el relato en 1983, refleja la situación política y económica reinante: "Durante el gobierno de la UDP, la crisis dio lugar a protestas en los comités cívicos... orientados a evitar pérdidas por la distribución de recursos a las regiones... el desabastecimiento... las políticas económicas" (Sandoval, 2003, p. 150). El pragmatismo, que la novela denuncia, evidencia cómo "en la sociedad cruceña, el narcotráfico había carcomido muchas instituciones...había una aceptación no reconocida hacia quienes "traían dinero y progreso a los pueblos" (p. 150).
Si le diéramos un rol social a la literatura, Jonás y la ballena rosada hace una serie de sensibles denuncias a una sociedad en crisis, cuando la conciencia respecto al narcotráfico comienza a despertar. En 1986 es asesinado el investigador cruceño Noel Kempff Mercado, a manos de un grupo de narcotraficantes, durante una expedición científica, junto a varios de sus acompañantes. Este acto "provocó una reacción de rechazo y censura social hacia el narcotráfico" (p. 151). La novela también cuestiona el accionar de las autoridades y las instituciones, como espejo de una sociedad pragmática y profundamente corrompida por el compadrazgo y las influencias de la clase política y económica.
10. Santa Cruz durante el siglo XX en Tardes antiguas (1995)
Esta novela, escrita por Enrique Kempff Mercado, ofrece una revisión histórica de la vida cruceña a partir de los recuerdos del protagonista, Alejandro Zavala, relatando los sentimientos y vivencias de un hombre nacido en una sociedad feudal, llena de inequidad y distancias sociales. Escribir una novela que cuenta el proceso de cambio cruceño, de sociedad semirrural a urbana, es un balance necesario que, como intelectual, Kempff realiza en puertas del cambio de siglo. El relato es una mirada crítica a la forma patriarcal como se manejó la vida cruceña, así como a los vicios y abusos que legitimaron el poder de una clase sobre el resto de la población.
Se cuenta, en primera persona, la vida de Alejandro Zavala, pero desde el recuerdo. Alejandro viejo y solo, es visitado por los fantasmas de quienes formaron parte de su vida. Entre la tiranía y el desgano, se muestra crítico frente a sí mismo y a los otros personajes, con los que construye arquetipos muy cruceños y a la vez muy latinoamericanos: una sociedad estamental, patriarcal, rota por la modernidad.
Los temas principales son: poder del patrón en la hacienda cruceña, el rol de las mujeres y la situación de semiesclavitud de los criados. El patrón es el dueño de la vida de todos los que dependen de él. Alejandro identifica a su abuelo materno como un tirano: "(mi abuelo)... nació rico y se volvió más rico aún con su próspera empresa inmobiliaria y su almacén de ultramarinos. De buena familia y muy bien relacionado con las "altas esferas", se le subieron los humos y también los malos humores" (Kempff, 2009, p. 17). El sometimiento de las mujeres y su rol de servicio es permanente: "mi abuela, doña Rosa, andaba por los aposentos interiores... temblando de miedo ante los frecuentes accesos de cólera de don Marcelino" (p. 15). Finalmente, la situación de semiesclavitud de la servidumbre en el campo, como lo cuenta la sirvienta Isidora: "mi madre era muy pobre y quedó contentísima de que el señor González me tomara de sirvienta sin sueldo, por la casa y la comida. Se la doy a mi hija con nalgas y todo, le dijo mi madre" (p. 139).
Uno de los antivalores más denunciados es la violencia como legitimadora del poder:".. don Marcelino Román.. sencillamente se sentía autorizado para delinquir porque era poseedor de dos armas invencibles; dinero y poder, así de simple" (p. 226). La estratificación social naturalizaba la violencia: "Don Marcelino era un señor feudal, el todopoderoso, del dios de la venganza" (p. 87). De la violencia ejercida por el gamonal, la historia nos lleva a la estrategia de sometimiento del Estado, durante la dictadura militar: "...habían hecho grandes progresos en materia de represión política. La vocación de destrozar al opositor era una sagrada herencia republicana" (p. 124). Ejercida sin discriminar género ni edad, la represión obligaba a ".. confesar los delitos que había cometido contra el Estado y los que no había cometido" (p. 126).
Respecto a los valores, Tardes antiguas es el recorrido de una vida marcada por la violencia, tanto física como simbólica, que en su fase final se torna reflexiva hacia el dolor causado. No hay arrepentimiento en Alejandro, ni justificativos hacia su abuelo, por ello la vejez solitaria, tormentosa, es un purgatorio necesario para la reflexión: "Yo nunca tuve ilusiones, ni en mis años más jóvenes. La búsqueda permanente de dinero y poder cierran las puertas a los sueños de felicidad" (p. 177).
El pensamiento patriarcal obliga a las mujeres a abandonar proyectos ante castigos severos: "Daniela dijo: -Voy a ser escritora-... -¿Escritora? -tronó el padre -. -Vas a ser ama de casa como toda mujer que se respete. ¡Escritora!" (p. 134). En la servidumbre femenina también se ve: "Nosotros, los hijos, estábamos a cargo de las dos criadas de la casa que eran nuestras sirvientas y nuestras mentoras a la vez. Eran criadas "propias", nativas..." (p. 32). Otra creencia es la propiedad de los patrones sobre la vida de los trabajadores, los "criados", que trabajaban por techo, ropa y comida, sobre los cuales se decidía impunemente: "Entre varios peones amarraron a los dos sirvientes y Nicanor los capó con el mismo cuchillo con que había capado a los novillos. Los aullidos de los sirvientes se perdieron en el monte. A ninguno de ellos se le habría ocurrido protestar o denunciar la mutilación" (p. 87).
Una de las categorías estructurantes es el paso aldea-ciudad de Santa Cruz: el tránsito de la casa señorial donde "el salón era muy grande... con grandes espejos de marcos dorados, piano de cola, sillas vienesas y una espesa alfombra color borra de vino..." (p. 15), para concluir con una ciudad: "Se construían nuevos edificios, se trazaban nuevas carreteras, se multiplicaban los vehículos. La gente hablaba con jactancia de la moderna infraestructura, de la proliferación de los servicios: alcantarillado, pavimentación, energía eléctrica, aguas potables" (p. 123). Otra categoría es raza blanca-mestiza, la pertenencia de clase, que continúa como discurso a pesar de los cambios y el progreso: "-¿Acaso vamos a permitir que nuestros hijos se casen con cualquiera?... -Si una se descuida termina emparentada con gente de medio pelo" (p. 49).
Sobre la visión de mundo, Tardes antiguas nos presenta una mirada nostálgica del siglo XX, cuando este se acaba, revisando los vicios del pasado que quedan como fantasmas en el presente. La decadencia del protagonista es también la decadencia de una era violenta, con su estilo de vida basado en la diferencia racial, social y económica.
En la fase explicativa, vemos que la llegada del desarrollo a Santa Cruz generó grandes cambios: "Una sociedad pueblerina, estamental y homogénea ha sido reemplazada por otra urbana, estructuralmente heterogénea..." (Waldmann, 2008, p. 29). El pasado aún late en la mente de quienes miran con nostalgia el pueblo de antaño, donde el reconocimiento y el poder eran el mayor capital de las familias. Kempff nos trae el pasado cruceño, lo desnuda y lo recorre con un espíritu crítico sin evadir detalles. La construcción de la atmósfera de antaño, de personajes y situaciones a través de la narración del protagonista, genera la complicidad necesaria para entender las condiciones en las que vivían las familias, la cultura conservadora y los cambios que como sociedad se fueron gestando. Pero ante todo nos muestra la idiosincrasia del cruceño, ajeno a los grandes problemas, concentrado en su disfrute: "Celebrábamos los golpes de Estado con verbenas populares, las elecciones con la banda, los alzamientos militares con trago. En el fondo no se nos daba un pepino por esas cosas" (Kempff, 2009, p. 47).
11. La mirada femenina en Las Camaleonas (2001)
Giovanna Rivero lanza una propuesta intimista que explora las visiones que tienen las mujeres tanto de sí mismas como de las otras, de la familia y de los hombres. Su protagonista, Irina o Azucena, busca respuestas a su tedio e inseguridad conyugal en las visitas a su psiquiatra, lugar donde también acuden mujeres con otros conflictos. Su esposo, Claudio, es un padre amoroso y buen compañero, lo que conflictúa más su ambigüedad: continuar el matrimonio o terminarlo. Las otras pacientes de Alessandro, el psiquiatra, presentan patologías complejas, enfermedades y manías; pero Azu no. En ella, el problema es más profundo, es existencial, y va por la búsqueda del lugar de la mujer a las puertas de un nuevo milenio.
La novela muestra un hilo argumental único: Azucena y su inseguridad frente al matrimonio. Esta inseguridad nace de la extrañeza de sí misma: "la mujer que él tiene es otra, soy yo y no soy yo. Esquizofrenia, frigidez, histeria, patologías matrilineales... despersonalizarse, Azu, fragmentarse, separarse en muchas..." (Rivero, 2001, p. 30). Esta inseguridad también es vivida por otras mujeres con las cuales acude al psiquiatra buscando respuestas.
Como tema principal está el concepto de realización de la mujer, que pareciera construirse en función de otras, a partir de rivalidades y comparaciones en el afán competitivo de "ser" lo que las otras no son. A partir de esta diferencia la protagonista plantea su problema: "la locura esquizoide de ser hembra, la histeria femenina" (p. 30). Ante el "ser" de confección propia, están los otros, las otras: "Las mujeres imaginan rivales imbatibles, mujeres fatales que les roben el sueño, quieren motivos para montar histéricas escenas de celos" (p. 92).
Respecto al análisis de la conciencia real, la femineidad asociada a la belleza es un problema debido a este afán competitivo. Azu evidencia esta característica de la sociedad de consumo: "...no ser bella, no ser hermosa, no ser vulgar o común, que es lo mismo, no ser" (p. 16). El NO ser, a partir del aspecto, como si la belleza fuera un recurso vital de existencia de una mujer frente a otra: "... su belleza excluyente, se solidariza con mi uniformidad de mujer anónima" (p. 16). Frente a la vida, otro antivalor que Las Camaleonas evidencia es la imposibilidad de la duda, del rol que la mujer debe jugar en la sociedad, sin cuestionar su deseo de asumirlo. ¿Se puede dudar del matrimonio sin sentirse culpable? "Es la duda, ese hilo fino, de plata, que nos mantiene pendientes de una posibilidad, o de una negación, la que va agotando mi matrimonio" (p. 37), "La duda que es desamor, hastío, rutina, tedio, pasiones guardadas" (p. 38).
Sobre los valores, la maternidad presenta otra fase de ser mujer, de armar un proyecto, de hijos que vienen a generar vínculos, a construir la felicidad:
"Qué rico el puchero español, mami!- elogiaron los chicos.
-Tu madre siempre ha cocinado muy bien- él.
-Es mi obligación, me gusta hacerlo- ella" (pp. 34-35).
Pero es una felicidad frágil y va ligada a la conformación familiar, con decisiones que traen consecuencias: "Si dejo a Claudio deberé cargar, como es debido, con mis dos críos al mejor estilo canguro mochilero, canguro errante, canguro a dedo. ...madre abnegada, hasta mi estación final" (p. 46).
Sobre la determinación de los mitos, se cuestiona el sentido de pertenencia como una necesidad humana que determina la construcción de grupos por afinidad, apuntado al sometimiento por encajar en él. Azu, la protagonista, debe retomar sus relaciones sociales: "sólo por hoy, por este encuentro glamoroso de mujeres reconstruidas me gustaría ser ella... reír con la risa de mujeres nocturnas, reír a carcajadas..." (p. 78). Un mito que la novela revela es la relación belleza-amor, como condición para generar lazos: también las mujeres bellas aman hasta el margen de su dignidad, también los hombres seductores aman y se dejan amar. Los hombres y mujeres hermosos deben amar con más ahínco, con mayor empeño, y exigir un afecto de igual calidad, porque la belleza suele confundir los sentimientos, robarse el espíritu del cariño, consumirlo en deseo. Los feos, los mediocres, los normales, sabemos a ciencia cierta distinguir al amor cuando se planta en el umbral de la puerta (p. 138).
Las categorías estructurantes pueden ser grupadas en dos pares: aliado-enemigo y belleza-anomia. El relato muestra la construcción de una identidad femenina frente a dos referentes: el hombre y la femineidad. El hombre es ese aliado-enemigo, a quien se debe conquistar, pero de quien deben cuidarse: "No es bueno darle armas a un hombre, el hombre siempre es el enemigo, no sabe perdonar, al menos eso aprendí en esta terapia" (p. 59). Respecto al ideal de belleza, la novela plantea el aspecto como un escudo o como arma artificial, donde algunas se refugian y otras salen heridas: "Definitivamente somos bárbaras. Un grupo de mujeres guerreras es de temerse. Henos allí, corrido el velo de la apariencia en nuestras caras maquilladas... Me retiro de mí misma, despavorida, aullando de dolor porque me desgarro" (p. 79).
La novela entrega una reflexión profunda respecto a los problemas "reales" y los "artificiales", ya que esta búsqueda existencial de la protagonista por encontrar respuestas al tedio marital, la lleva a evaluar el medio en el que vive, los valores de la sociedad y los verdaderos problemas: "otras mujeres deben controlar cosas más graves, mucho más graves, maridos celosos que las golpean, infidelidades descaradas, soledad, pobreza" (p. 86).
En la fase de explicación podemos decir que uno de los referentes sociales que se tiene de la ciudad de Santa Cruz es el aspecto de sus mujeres. Al igual que en muchas ciudades latinoamericanas, el culto a la belleza femenina se festeja en certámenes de belleza, eventos publicitarios, ferias, fiestas costumbristas como el Carnaval. Las Camaleonas nos presenta esta disyuntiva femenina del ser, desde el aspecto hasta la esencia, desde la apariencia de mujer fuerte y el proyecto de vida. Otro elemento importante a destacar es la búsqueda de recursos de la mujer moderna para salir de sus conflictos: pedir ayuda. El papel del psiquiatra, Alessandro, es precisamente una de las estrategias de solución que la protagonista muestra ante sus problemas.
Finalmente, podemos decir que Las Camaleonas problematiza el lugar de la mujer tanto en la sociedad como en su proyecto de vida. Esta novela no toma la ciudad como un espacio separado por estratos sociales, sino por criterios estéticos. Las mujeres tienen un mandato social: ser bellas, ser fuertes, ser aparentemente felices. Y es en este espectro que Giovanna Rivero nos desnuda a una mujer en sus temores, en sus cuestionamientos existenciales, y con una actitud acorde a la entrada de un nuevo milenio. La nueva mujer es mujer antes que madre, esposa o amiga. Es mujer antes que todo.
12. La Santa Cruz en un nuevo milenio en Santo vituperio (2014)
Santa Cruz de la Sierra (o San Lorenzo) es la protagonista en la novela de Homero Carvalho. A través del experimento del periodista Julián Paz Sanabria, de provocar la reacción social de veneración de una "santa urbana", se ponen en evidencia tanto la idiosincrasia como las contradicciones de una sociedad heterogénea, discriminadora y profundamente conservadora. Las respuestas de la sociedad (o los grupos sociales) frente a una "prostituta supuestamente milagrosa", van desde la exacerbación de comités y círculos femeninos, hasta la aparición de todo un sistema de negocios y servicios relativos al lugar de veneración de "Santa Inés de las Muñecas". Carvalho evidencia que una ciudad moderna no está compuesta por hermosas avenidas, edificios y cafeterías, sino por una sociedad madura y respetuosa de sus ciudadanos.
El principal hilo argumental está en el experimento que realiza el periodista Julián Paz, al iniciar el ritual de encender velas en el lugar donde hubo un feminicidio y diseminar rumores acerca de los milagros de la prostituta asesinada. Las prostitutas y su organización en torno a la santa, así como las devociones que va despertando la divinidad profana entre las clases bajas, conforman el segundo hilo argumental. Como tercer relato está la reacción de la institucionalidad sanlorenceña frente las manifestaciones populares de fe hacia "Santa Inés de las Muñecas".
Entre los temas principales está el conservadurismo de las clases medias altas y altas de la ciudad como una herencia estamental vigente. Al estar organiza das en espacios institucionalizados, estructurados de forma orgánica, se manifiestan en cadena ante cualquier situación que se desmarque de sus creencias: "Dicen que un grupo de locas anda pidiendo que canonicen a Inés y que las damas de la Congregación de María han lanzado el grito al cielo ante esta posibilidad" (Carvalho, 2014, p. 83). La fe popular, que moviliza a las personas en busca de milagros, es una respuesta a las carencias y la falta de referentes (autoridades) que los protejan. Entre los seguidores de "Santa Inés", Julián logra este testimonio: "Lo único que le digo es que ella me salvó de morir y me rescató del pecado, ahora estoy buscando trabajo y, mientras tanto, ayudo a quienes buscan consuelo en Inés. Amén" (p. 58).
La estratificación social de la ciudad es un antivalor, genera antagonismos de clase que se manifiestan en situaciones de crisis. En santo vituperio es el espacio en donde se discute el uso legítimo de símbolos de fe por parte de una clase conservadora, cuestionando a las clases bajas cualquier tipo de religiosidad, de símbolos, de manifestación: "A nosotros nos cuesta mantener a nuestras familias unidas y bien criadas para que vengan seudoprofetas y les hagan creer que hasta una "cunumi" loca puede ser santa..." (p. 127). La estratificación no es sólo económica, ya que los espacios físicos también están en disputa:
Como dignas mujeres de nuestro pueblo no podemos quedar indiferentes ante la muchedumbre de marginados que ha tomado un sector de la ciudad, bajo el pretexto de adorar una falsa santa y lo ha convertido en un muladar en el que se mezclan vendedores de estampitas con traficantes de drogas... (p. 125).
El rol de los medios de comunicación deja su compromiso informativo por la espectacularización: "Al cabo de dos semanas de la muerte de Inés, la fiesta mediática parecía haber llegado al paroxismo" (p. 59).
Respecto a los valores, la aparición de referentes de fe cercanos al pueblo, con características y vidas similares, despierta en las personas una esperanza y bús queda de protección distintas: "Es la santa de los que no tienen nada que perder, todos los pueblos tienen una" (p. 99). Otro testimonio indica: "mirá, esta medallita me la regaló mi empleada, es para que lo cuide me dijo, como usted es tan trasnochador nadie mejor que la Inesita para protegerlo de los maleantes" (p. 101).
Determinando los mitos, vemos que la distancia social se traslada también a la fe, como si existiera una barrera natural entre pobres y ricos que determina la vida, las creencias, las esperanzas:
A la mamita de Cotoca y a las vírgenes de Urkupiña y Copacabana las consideran deidades mayores y por eso la gente de todos los sectores sociales les pide grandes cosas... Con Inés, en cambio, los protagonistas principales de las peticiones son los humildes, los marginados, los que saben que su peor pecado es la pobreza y que nunca podrán salir de la miseria... (pp. 98-99).
Podemos decir que Santo vituperio presenta dos dualidades contradictorias: la legitimidad-ilegitimidad de "Santa Inés" como símbolo religioso, así como el rol (asumido) por la mujer cruceña de ordenar-desordenar la tranquilidad y la vida de la ciudad. La aparición de una "santa de la calle" (p. 65), de veneración popular, inspira en las clases bajas el derecho a creer, a realizar actos en función de su creencia: "...el lugar donde fue asesinada se ha convertido en una especie de santuario que cada día atrae a más gente, aglomerándose y rogando por milagros; las iglesias se están vaciando y los fieles se amontonan en dicha esquina" (p. 52).
Ante la aparición de la Santa, se organiza una "iglesia" que se adueña del rito, lo legitima para sí misma: "La Hermandad de las Muñecas", había monopolizado los rezos nocturnos y quien deseaba un favor especial de la santa debía recurrir a ellas para implorar sus bendiciones y dejarles dinero en la urna" (pp. 66-67). Esta situación es leída como desorden por parte de las mujeres de clase alta, quienes cuestionan la ilegitimidad de la "Santa de la calle" y se disponen a ordenar el caos con un "Comité de Defensa de la Fe, cuyo propósito será realizar acciones específicas para salvaguardar nuestras creencias religiosas y nuestras buenas costumbres que, hoy por hoy, están siendo avasalladas y puestas en duda por cierta gente ignorante que santifica a cualquiera" (p. 126).
Entre los roles sociológicos de la religión está la protección, ya que brinda la sensación de acompañamiento en situaciones de crisis, por lo que feligreses acuden a ritos y oraciones ante necesidades inmediatas. La religiosidad popular no es crítica, encuentra "señales" que remitan a lo sobrenatural y lo canaliza hacia la fe:
Los ritos... podían ser causados por una aparición, una imagen impresa en las rocas... y listo, se desencadenaba el rito con todo su melodrama y parafernalia popular. Primero la romería de los vecinos, luego las cámaras de televisión, y, en seguida, toda la ciudad peregrinando en busca de milagros (p. 63).
Carvalho nos muestra un rasgo de la idiosincrasia cruceña: "siempre fue así, peor era antes cuando éramos un pueblito, no ha cambiado nada, solamente que ahora somos un pueblote, un pueblo preso en una ciudad inmensa, infinita, inacabable" (p. 84). La mentalidad conservadora y la marcada estratificación social se pone en evidencia en el ejercicio de las manifestaciones culturales: Carnaval, Semana Santa, actos cívicos, actos religiosos, etc. Podemos decir que Carvalho ha hecho una interesante representación de una sociedad anclada en la nostalgia de antaño, intentando mantener sus niveles de influencia.
Santo vituperio evidencia la conformación social de Santa Cruz, o San Lorenzo, y estratifica sus espacios físicos: los cafecitos elegantes, los barrios cerrados, la plaza principal, el comité cívico, la calle de las prostitutas, etc. También marca dos estratos en conflicto, que marcan sus diferencias en momentos de crisis. Las mujeres son el brazo operativo de la clase alta conservadora "... las mujeres lorenceñas somos bravas y cuando nos enojan es mejor que, los que nos provocaron, deaparezcan de la faz de la tierra" (p. 126). Frente a esta realidad emerge otra, con otras necesidades: "(los pobres) le imploran lo necesario para vivir, pequeños milagros, con eso les alcanza" (p. 99).
13. Hallazgos
El presente artículo ha pretendido identificar las características constitutivas de la narrativa cruceña a través de novelas publicadas desde 1946 a 2020, reconociendo elementos como la identidad regional y el contexto político-social que pueden habitar el relato.
Inicialmente vimos que la narrativa cruceña, desde 1864 hasta 1964, desarrolla un primer momento que describe el pasado con matices nostálgicos, lo que llamaremos "la tradición", ya que la mirada está centrada en los paisajes, costumbres y acervo cultural local. Para acercarnos a la identidad y las características de la novela cruceña de los últimos 75 años, analizamos una obra representativa por década, a fin de conocer las voces y los temas, problemáticas y contextos.
El análisis de las novelas fue realizado bajo la metodología del"Estructuralismo genético" de Lucien Goldmann, que permite relacionar la obra con el contex to, ya que considera que toda obra artística tiene como génesis la vivencia del autor en un entorno económico, político, social, etc., que lo afecta, trasladando la estructura de lo social a la estructura de la obra. Como resultado obtuvimos estas impresiones:
Los escritores cruceños han visitado varios géneros y subgéneros: la novela realista, la novela política y la novela moderna. En el caso de Las Camaleonas, su propuesta es intimista, desde la construcción de un mundo femenino cruceño, con sus problemas y desafíos.
Con respecto al análisis genético, se evidencia una mirada nostálgica al pasado, a la Santa Cruz aldea, de administración feudal y prácticas medievales, evocando el capital económico y social de las familias acomodadas. El patriarcado es visto como omnipotente sobre los bienes, familia y peones que tiene a su cargo. El perfil del patrón, el gamonal, varía entre tirano y justo, cariñoso o déspota, pero siempre velando por mantener el buen nombre familiar bajo su celosa mirada. Las mujeres madres, abuelas, hijas, tienen el rol del cuidado y la atención del esposo y la familia.
La ciudad es un personaje que participa del relato, que va mutando a través del tiempo: inicialmente es un pueblo descuidado, sin servicios, de calles polvorientas y casuchas, para pasar a la expansión y el crecimiento con la llegada del desarrollo. Ya en puertas del milenio, Santa Cruz tiene barrios exclusivos, lugares elegantes, y en pleno siglo XXI, la modernidad llena los espacios.
En la novela política evidencia la diferencia de clases sociales, herencia de la hacienda cruceña, que deviene en pobreza y miseria. La lucha por el cambio social, por una revolución que dignifique y otorgue oportunidades a las clases bajas, muestra que Santa Cruz no tuvo un pasado bucólico, que hubo liderazgo, ideología y lucha de clases.
La novela de los últimos 40 años dibuja una Santa Cruz moderna y fragmentada, que está plagada de "institucionalidad": organizaciones que reúnen por afinidad, actividad e intereses. Desde organizaciones cívicas, empresariales, sociales hasta religiosas, trabajan bajo un modelo de pensamiento conservador, que establece barreras de entrada a sus círculos selectos, y pretende regir bajo sus normas y valores el funcionamiento de la ciudad.
Los escritores son más numerosos que las escritoras, esto se refleja en nuestra muestra: solo encontramos una mujer que trabaja el género, ya que en Santa Cruz ellas cultivan más el cuento y la poesía. Por este motivo, Las Camaleonas es un paseo obligado para entender la narrativa cruceña desde la perspectiva del otro género.
La escritura femenina plantea otra manera de entender la ciudad, la so ciedad y el entorno. Está más centrada en construir mundos internos y reflejar problemáticas existenciales y familiares más que el contexto político, elaborar paisajes o hacer un mapa social. La mirada intimista observa otra dimensión de la cruceñidad: las mujeres, a la vez universales, con problemas comunes porque viven en un mundo común, afectadas por los mismos conflictos de la mujer moderna.
Los estratos sociales más bajos siempre están presentes, definidos desde la servidumbre y el sometimiento obediente, pasando por la rebeldía gue rrillera, la ambición de los narcotraficantes y, finalmente, por "la chusma" de los barrios alejados. Están presentados con rostros morenos, rasgos indígenas, mínima educación y costumbres vulgares.
La novela cruceña muestra la ausencia del Estado en el desarrollo de la ciudad, así como la corrupción de las autoridades, la clase política viciada, acomodaticia, corrupta, relacionada con las clases altas, manteniendo sus privilegios y beneficios. Instituciones como la Policía forman parte del conjunto corrupto de las instituciones públicas.
En fin, la novela cruceña es un registro valioso para entender la idiosincrasia, la historia y la identidad regional. La calidad de la novela cruceña se debe a sus escritores, a su sensibilidad y talento para narrar una forma de vivir y de sentir la vida en Santa Cruz.