Santa Cruz, un panorama 1950-2020, es el título del N° 48 de la Revista Ciencia y Cultura que está dedicada al departamento de Santa Cruz.
Hacia 1950, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra tenía 42.800 habitantes y el departamento en su conjunto llegaba a los 286.000 según el último censo de 2012, el departamento llegaba a los 2.657.762 habitantes y la capital 1.454.539, un crecimiento exponencial en setenta años que ha implicado una transformación social, demográfica, económica, política y cultural.
En la década de los cincuenta del siglo pasado, Santa Cruz era un departamento desvinculado del resto de Bolivia y visto como una tierra de porvenir. La Guerra del Chaco demostró su capacidad productiva y, después del desastre que significó esa contienda bélica y la inclusión de Santa Cruz en los programas de todos los partidos políticos que buscaban gobernar nuestro país, se inició lo que se conoce como Marcha hacia el Oriente. Los artículos y ensayos que se presentan en esta Revista analizan algunos de los aspectos que hicieron al departamento de Santa Cruz lo que actualmente es.
La supresión del poder municipal a partir de 1952 va a ser un detonante para el fortalecimiento de las instituciones de sociedad civil en Santa Cruz que exigirán al gobierno boliviano el pago de las regalías petroleras. Pago que se hará efectivo en 1964, con la presidencia de Barrientos y que permitirá la realización de las obras públicas necesarias para la transformación cruceña. El artículo de Ana Carola Traverso analiza dos instituciones gestoras del proceso de desarrollo cruceño, el Comité de Obras Públicas y la Corporación de desarrollo de Santa Cruz y cómo, entre 1964 y 1995, lograron la modernización de todas las regiones del departamento.
A partir de 1954, la vinculación cruceña con el país -debida a la inauguración de la carretera entre Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba - y, con los países vecinos -gracias a la inauguración de los ferrocarriles a Corumbá (Brasil) y Yacuiba (Argentina) -, será fundamental para el desarrollo de una economía basada en la agropecuaria industrial y exportadora. Así como también, la carencia crónica de mano de obra se superará con la llegada de población migrante, tanto nacional como extranjera (japoneses, menonitas, rusos, chinos, corea-nos, argentinos y brasileños), lo que permitirá el cambio económico generando cambios demográficos muy interesantes en la conformación social cruceña y, por ende, en su peso político.
La vuelta a la democracia en 1982, la búsqueda de la recuperación de poder local a través de alcaldes será la marca política cruceña que se logrará en 1985 con la elección de los concejales municipales y en 1994 con la aprobación de la ley de Participación Popular. El impacto de la municipalización del país ha ocupado a muchos investigadores, sin embargo, la mirada que hacen Martín Montero Kuscevic y Miguel Chalup muestra que es urgente realizar nuevas aproximaciones a un proceso por demás laureado.
Por ello el artículo de Enrique Fernández García sobre dos pensadores del siglo XX cruceño, Manfredo Kempff Mercado desde las ideas filosóficas y Sergio Antelo Gutiérrez desde las ideas políticas, muestra cómo se concibe Bolivia desde Santa Cruz, desde la marginalidad y el cuestionamiento a las estructuras centralistas del poder. De igual manera José Orlando Peralta, analiza el peso político de Santa Cruz en los primeros veinte años del presente siglo y la visión que se tiene, desde esta parte del país, del Estado, del poder y de las formas de hacer política.
Santa Cruz está compuesta por varias regiones fisiográficas y culturales, una de ellas la Chiquitania que ha adquirido relevancia no sólo por su capacidad económica, sino fundamentalmente cultural. En la década de 1950, el estado boliviano reconocerá el valor patrimonial de las antiguas misiones de ChiquItos gracias nuevamente a la sociedad civil que se movilizó para su protección y posterior restauración. El artículo de Eckart Kühne muestra que el proceso de restauración y la posterior declaratoria de patrimonio cultural de la humanidad, no sólo de los templos sino de los pueblos como cultura viva, no fue obra del Estado sino de la gente. Así mismo el artículo de Cecilia Martínez cuestiona la visión paternalista que se tiene sobre el pueblo chiquitano y cómo son los mismos chiquitanos quienes demandan su reconocimiento territorial como actores centrales en ese territorio.
En esa línea, Claudia Vaca analiza el impacto de la ley de educación N° 070 en la Chiquitania y el impacto de las tecnologías en los procesos educativos actuales. El artículo incita a la urgencia de un debate real sobre la situación de la educación y el respeto al lenguaje y las tradiciones culturales no sólo de los chiquitanos sino de todos los pueblos indígenas de Bolivia.
Para finalizar el segmento de artículos dedicados a la Chiquitania, Isabel Combés analiza el devenir de la historia indígena en Santa Cruz desde dos vertientes, una, que instrumentaliza lo indígena romantizando su pasado y presente; la otra, la científica que va más allá e intenta comprender la gran diversidad étnica del departamento.
En el segmento dedicado a ensayos, se presentan dos textos. El de Karin Hollweg que analiza la producción literaria cruceña y las representaciones que en ella se trabajan. Por su parte, Mario Arrien trabaja las representaciones de los chiquitanos actuales en las fiestas de su calendario anual, centrándose en la Se-mana Santa de una población chiquitana no misional. Una interesante mirada que evidencia cómo fuera del circuito misional las comunidades post jesuíticas mantienen la religiosidad propia de las antiguas reducciones.
Los ensayos visuales muestran dos interpretaciones de Santa Cruz de dos jóvenes creadores. Primero la del artista plástico Alejandro Ugalde, quien a partir de una mirada crítica a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, intenta encontrar sus orígenes, y la segunda la del diseñador Luis Daniel Ágreda. Ágreda, en la búsqueda de encontrar su identidad trabaja con los materiales y las texturas de un pasado reinterpretado; su trayectoria como diseñador va más allá de la moda por la moda, llegando a la creación artística a través del diseño y los textiles.
Sabemos que este número es solamente una aproximación a Santa Cruz y su transformación, que quedaron muchos temas pendientes sobre la economía, el medioambiente, la demografía, los otros grupos indígenas, las nuevas manifestaciones culturales. Celebramos que la Revista Ciencia y Cultura abra espacios a los departamentos que conforman Bolivia, porque será a partir de las reflexiones académicas e intelectuales que se logrará la cohesión social que necesita nuestro país después de décadas de mutuo desconocimiento.
Paula Peña Hasbún