1. Introducción
En este artículo presento algunos resultados de la investigación doctoral que desarrollo en el Doctorado en Educación en la Universidad Pedagógica Nacional, México, sobre la narrativa de los binni golas (ancianos) como resistencia. Me interesa recuperar algunas experiencias y formas de resistencia de los binni yati, zapotecas de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, comunidad a la que pertenezco. En este trabajo abordo el análisis de la cueva Bá cuana, que forma parte del patrimonio de mi comunidad y que es considerado por sus habitantes, al igual que por otras comunidades, como un espacio sagrado.
La Bá cuana es una cueva antigua donde, como en otros pueblos, se realizaban rituales en honor a las diferentes deidades para la continuidad de la vida. En la cosmovisión zapoteca siguen presentes dichos rituales que guardan una fracción de la memoria del pasado prehispánico. Tal es el caso de la visita al cerro dani quichi o dani yati (cerro Blanco o de Ixtaltepec), ubicado a un costado de la Bá cuana. En lo alto se encuentra una pequeña capilla de la religión católica que cobija una cruz en su interior. En ésta se celebra la fiesta Tá pasión (Tá señor o abuelo de mucho respeto), a la cual acuden los creyentes católicos cada primero de mayo. En el extremo oriente se alza otra pequeña montaña de aproximadamente cien metros de alto. En la cima del cerro se encuentra una cueva. En su entrada se ubican dos imponentes rocas de granito en las cuales están inscritas figuras rupestres. A este espacio se lo conoce como la Bá cuana, un espacio sagrado para el pueblo yati de Asunción Ixtaltepec.
En la primera parte, hablo del cerro Blanco o de Ixtaltepec, de su importancia en la cultura de los binni yati y de los pueblos situados en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Incluyo parte de algunas de las entrevistas realizadas con abuelos del pueblo yati. En la segunda parte, se da cuenta del diálogo que existe entre los pueblos de la región del Istmo de Tehuantepec con otros pueblos de la región. Se muestra que comparten figuras o símbolos mitológicos como dioses, animales, cuerpos celestes o el cosmos, los que están presentes en prácticas socioculturales que vinculan a los pueblos. Se puede observar un vínculo con la cultura chontal del pueblo de Huamelula, la cultura huave del pueblo de San Mateo del Mar, la ciudad de Juchitán y el pueblo de Asunción Ixtaltepec.
2. Perspectiva teórica y metodológica
Se ha partido de una perspectiva hermenéutica dialógica y una postura epistémica de producción de conocimientos que supone una relación de sujeto‒sujeto frente a las personas entrevistadas. Me interesa interpretar la acción y el pensamiento humano desde los modos de vida de los sujetos investigados, recuperando sus voces y su propia percepción así como su posición frente al mundo, reconociendo su historicidad.
La perspectiva dialógica se retoma de Gadamer (2000), para quien existe un diálogo entre el hombre y el mundo a través de la comprensión y la interpretación. Este proceso sólo se logra a través del lenguaje, con la interacción que entabla el ser humano con lo que le rodea, creando así la cultura.
El relato de vida constituye en sí mismo ‒como totalidad inseparable‒ una interpretación, o, mejor dicho, es un proceso en el cual fluye un conjunto organizado (aunque no necesariamente coherente) de interpretaciones, que se sobreponen, complementan, contradicen y oponen mutuamente (Piña, 1988, p. 143).
Soy binni yati y hablo el diidxa zaa (zapoteco). En la construcción de este trabajo están presentes mis experiencias y saberes en diálogo con las voces de los binni golas (ancianos del pueblo). Desde esta perspectiva dialógica intento reconstruir el nosotros. Hablar con el otro es fundamental porque tiene el poder de producir y originar conocimiento. En esta relación, una persona que narra modifica la realidad externa para así llegar a transformar sus propias estructuras internas (Bolívar, 2001). También recupero a Ricoeur (1995) cuando señala:
El significado del texto no está detrás del texto, sino enfrente de él, no es algo oculto, sino algo develado. Lo que tiene que ser entendido no es la situación inicial del discurso, sino lo que apunta hacia un mundo posible, gracias a la referencia no aparente del texto (p. 100).
Para la metodología he recurrido a la etnografía y la narrativa.
En un sentido amplio, podemos decir que los humanos, en su relación con los demás y consigo mismos, no hacen más que contar/imaginar historias, es decir, narrativas. Es, entonces, tanto un modo básico de pensamiento, de organizar el conocimiento y la realidad. Las propias culturas se han configurado y expresado por medio de narrativas que, al tiempo, han servido para dar una identidad a sus miembros (Gough, 1994, cit. en Domingo y Fernández, 2001, p. 19).
Una de las formas como el mundo toma sentido es por medio de la narrativa; como seres humanos tenemos la capacidad de transmitir nuestras experiencias, nuestros saberes al otro y con ello transformar nuestro entorno a través del diálogo, pues “el autor se auto crea al hacer el relato de su vida” (Gusdorf, 1956, cit. en Bolívar, Domingo y Fernández, 2001, p. 35).
A partir del método etnográfico se recuperan las vivencias de la vida cotidiana, se efectúa un acercamiento a la subjetividad y a la empatía desde dos escenarios, el del entrevistador y del entrevistado. Como señala Almeigeiras (cit. en Vasilachis, 2006), se trata de lograr la “comprensión de los “otros” y el conocimiento de una ‘diversidad cultural’” (p. 110).
3. Encuentros y diálogos con los habitantes de Asunción Ixtaltepec
Como he señalado, la investigación se desarrolló en Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, de donde soy originario. En este pueblo la mayor parte de las personas adultas y de la tercera edad hablan el zapoteco, pero muchos niños y jóvenes ya no hablan este idioma porque señalan que no les interesa o porque sus padres no se los han transmitido.
He elegido esta comunidad porque es muy antigua, en el sentido de que para los habitantes de este pueblo su creación data de antes de la llegada de los españoles, pero además porque lo representan como uno de los pueblos más antiguos de la región (fig. 1). En este escenario se han perdido, pero también perduran y se reconstruyen nuestras formas culturales, de nuestro sentido comunitario, de la lengua y de las maneras de ser binni yati.
Existe en el pueblo un número considerable de ancianos que llevan consigo un cúmulo de experiencias, saberes, historias de vida y acontecimientos que, si no se rescatan, posiblemente se perderán en un futuro próximo. Ellos fueron los sujetos centrales de esta investigación porque a partir de sus narraciones he podido conocer los elementos de resistencia de su cultura y los procesos que les han permitido resistir a través del tiempo.
En la entrevista a los binni gola he considerado algunos criterios para determinar con quiénes iba a dialogar. Para ello, he visto por conveniente que sean ancianos reconocidos por la comunidad por su vínculo con el ser zapoteca, que tengan disposición para participar, que hablen el zapoteco y que vivan en la cabecera municipal, en las agencias o en las rancherías.
Las entrevistas a los participantes de esta investigación se han realizado desde una perspectiva narrativa. Se han desarrollado a partir de un guión de entrevista a profundidad, el mismo que se ha adecuado según los interlocutores. Al hacerlo se eligieron preguntas como guías orientadoras y que se desarrollaron más en el sentido de un diálogo, con lo cual se recuperó la narrativa de los entrevistados.
También se ha recopilado información empleando la observación participante, porque aun siendo investigador soy miembro del pueblo, participo en su vida cotidiana y comparto las situaciones problemáticas que se presentan. De ahí que otra herramienta sustantiva en esta investigación ha sido la reflexión y el rescate de mi propia experiencia, desde un ejercicio hermenéutico que me permitió recuperar no sólo las narrativas de los miembros de mi comunidad, en particular de mi familia y personas cercanas, sino también las de mi propia trayectoria de vida en mi aprendizaje como ciudadano y ser binni yati, que he ido reconstruyendo a partir de la memoria y los relatos que se han hecho presentes a lo largo de mi vida, y que en el proceso de realización de esta investigación he venido rememorando.
Es muy importante dar a conocer que la zona de la Bá cuana está protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México. Además, está considerada patrimonio cultural y natural.
El lugar donde se localiza el cerro dani quichi o dani yati, sitio que acoge la Bá cuana, es una zona arqueológica que hasta hace muy poco tiempo no recibía muchos visitantes; se conservaba de manera apropiada, en el silencio y en secrecía de parte de la comunidad. Sin embargo, con el creciente número de habitantes, los asentamientos se están acercando mucho a la zona arqueológica por lo que ahora suele ser visitada por muchas personas, que en ocasiones generan daño al lugar y a las pinturas rupestres afectando el espacio sagrado. De igual modo también se han visto alterados las plantas, los árboles y los animales de la zona.
4. Rememorando los relatos de La Bá cuana
Inicio este trabajando rememorando la historia que de manera personal tengo con la Bá cuana. En una ocasión, mi padre, cuando tal vez tenía unos diez años de edad, entre todos los cuentos y leyendas que me contaba al caer la noche en el pueblo yati, narró una historia que me ha parecido muy interesante. En la narración me decía que en el cerro Blanco o de Ixtaltepec, había una cueva muy profunda que conectaba con la capital del estado de Oaxaca y otros pueblos. La entrada a esta cueva es llamada Bá cuana.
Yo sabía de aquel cerro porque al frente pasa la carretera que conecta el pueblo Yati con la ciudad de Ixtepec. En su cima se observa una pequeña capilla Tá pasión y en la parte baja una segunda con un nombre semejante. Los dos templos, dedicados a la religión católica, veneran la Santa Cruz. En el caso de Ixtaltepec, la fiesta se realiza el primero de mayo, a diferencia de otras comunidades del país que suelen celebrar la Santa Cruz el 3 de mayo.
Debido a que era sólo un niño, yo no podía ir a verlo de cerca. Recuerdo que mi padre me contaba que al entrar a la cueva uno podía bajar y bajar cientos de metros y en el fondo encontrar un río subterráneo, que se perdía en un abismo. Sin embargo, si uno seguía caminando, se podía llegar a Mitla o alcanzar algún túnel de Monte Albán, que se encuentran ubicados en los Valles Centrales de Oaxaca, y concebidos en su momento los centros poblados más importantes de los zapotecos antes de la llegada de los españoles, y que ahora son centros arqueológicos resguardados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Saber de la cueva, la Bá cuana, y que se conectara con las ruinas que estaban a un lado de la capital de Oaxaca, despertaba en mí una curiosidad enorme que me impulsaba a seguir indagando.
En aquellos tiempos, los habitantes del pueblo tenían la costumbre de ir a platicar a la casa del vecino, por la tarde, en alguna esquina de la cuadra, o bajo un gran árbol de higo que estaba a unos metros de mi casa, y que cubría todo lo ancho de la calle principal del pueblo yati. En ese lugar, xha-duga (debajo del higo), se concentraban cinco, seis o más personas, todos hombres, entre jóvenes y adultos, para tratar diferentes temas. Yo me integraba a este grupo, muy atento a lo que narraban, y entre los relatos surgía muy frecuentemente el tema de la cueva Bá cuana.
Ahora reflexiono que quizá fueron las historias que me había contado mi padre, y todas las personas que me rodeaban en el pueblo las que me hicieron ver la importancia de saber con mayor profundidad sobre mi origen y sobre quiénes somos los binni yati, que hoy me orilla a escribir este trabajo de investigación. Pero para ello me es necesario saber qué significado tenía la Bá cuana para el pueblo yati, como también para mí.
Desde las calles del pueblo yati se observa, en el horizonte, el dani yati. Es el único cerro que se divisa a lo largo de varios kilómetros. Sin embargo, las construcciones modernas, los edificios y las viviendas obstruyen actualmente su visibilidad. En muchas ocasiones, el monte pasa desapercibido, dado el interés actual en el trabajo, el comercio, la vida cotidiana.
El cerro Blanco de Ixtaltepec se localiza en la Sierra Atravesada del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, que atraviesa Chimalapas hasta llegar al estado de Chiapas. Varios pueblos de la región están vinculados con él. Asunción Ixtaltepec (yati) se sitúa en el lado sureste, desde allí se puede llegar caminando en una hora y en autobús en diez minutos aproximadamente. A su vez, desde el centro de la ciudad Ixtepec, que se ubica hacia el lado norte, se puede llegar caminando en treinta minutos y, en autobús, en siete. Un poco más hacia el sur se encuentra Juchitán de Zaragoza, el recorrido a pie dura dos horas aproximadamente y media hora en autobús; otra localidad importante, ubicada al sur, es Tehuantepec, a tres horas aproximadamente yendo a pie y una hora en autobús.
Desde lo más alto del cerro Blanco, cuya altura es de aproximadamente 250 metros sobre el nivel del mar, se puede ver hacia el sur la ciudad de Juchitán de Zaragoza, la ciudad de Tehuantepec y otros sitios también representativos como el Guie ngola (piedra grande), el Tigre y el Lieza. Más hacia el sur se observan las lagunas y el Océano Pacífico, donde se asienta el pueblo huave. Escudriñando hacia el sur-poniente se observa la sierra de Tlacotepec, y al poniente, el cerro Negro y Laollaga. Al mirar hacia el norte se puede divisar la ciudad de Ixtepec y la Sierra Atravesada y, fijándose detenidamente, dirigiendo la vista del norte hacia el este, se observan las montañas de Zopiloapan; al sur-este de todo este escenario se ubica el pueblo yati. Igualmente, desde lo alto del cerro Blanco se observa el Río de las Nutrias o Río de los Perros, que en zapoteco se dice Guigu Bicu nisa. Este río nace en la parte norte del Istmo de Tehuantepec, en la zona mixe, vale decir entre Guevea de Humboldt y Santa María Guienagati, desciende hasta la Planicie y discurre por Laollaga, Ixtepec, Asunción Ixtaltepec, Espinal, Juchitán de Zaragoza; bordeando el Dani yati de lado oriente sigue su curso hasta desembocar en la laguna superior, concretamente en el pueblo de Santa María Xadani.
La cercanía del cerro Blanco con otros sitios y el lugar estratégico que ocupa me permiten señalar que unifica, que enlaza, que no sólo es referente de Ixtaltepec sino también de otros pueblos de la región, como Ixtepec, Juchitán, Espinal, Comitancillo, La Mata, Mixtequilla, La Ventosa, entre otros. Se encuentra en la zona más importante del Istmo, geográfica y económicamente hablando, porque se ubica en una planicie donde predomina el comercio, pues presenta muchas zonas de afluencia económica, siendo las ciudades más importantes Salina Cruz, que cuenta con la refinería Antonio Dovalí Jaime y una empresa del Estado que procesa el petróleo crudo para su exportación. La Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza es una ciudad donde predomina la actividad económica secundaria y terciaria, como el comercio, la industria textilera, la del calzado y la alimentaria, entre otros. La ciudad de Ixtepec se representa como una ciudad ferrocarrilera, y actualmente la zona de la planicie se encuentra dentro del proyecto transpacífico que el Gobierno Federal promueve, donde se espera arriben muchas empresas que generarán empleos para los habitantes de los pueblos de Oaxaca.
5. La entrada de la Bá cuana: un espacio donde se crea la vida
Como he señalado, la Bá Cuana se ubica en el costado poniente del cerro Blanco (Dani yati). Alcanza una altura de cien metros sobre el nivel del mar, siendo otra elevación del mismo Dani yati. En el lugar se erigen dos piedras de granito imponentes viendo hacia el sur, separadas una de otra por diez metros aproximadamente. La primera piedra se inclina o está recostada sobre otra piedra que se muestra como puntal, formando una entrada, un espacio hueco, un espacio vacío. Es un espacio muy estrecho, pues para pasar uno tiene que inclinarse y apenas puede recorrer caminando aproximadamente cinco metros. Si bien la piedra se encuentra acostada, algunos comentarios de personas que conocen más el lugar indican que hace muchos años, esta piedra estaba parada sobre otras tres que fungían como muros, o columnas, pero que debido a una gran tormenta la piedra se inclinó. En dicho elemento se observan muchas figuras trazadas, símbolos, además de pinturas rupestres prehispánicas (fig. 2).
También se aprecian pinturas de grafiti, escritos, trazos modernos, que se hicieron por encima de los símbolos y figuras rupestres antiguas. La segunda piedra presenta una parte desgajada del lado oriente y forma una pared plana, en ese espacio se evidencian figuras rupestres y símbolos prehispánicos, sin embargo, también ha sido rayada y maltratada. Generalmente las leyendas actuales han sido elaboradas por grafiteros, jóvenes que van por las tardes al cerro dada la cercanía que tiene con la población, pues este lugar se utiliza hoy en día como un espacio de encuentro para jóvenes que consumen alcohol y drogas, y que provocan daños al espacio.
Cabe resaltar la importancia que comporta la Bá cuana para el pueblo yati ya que en cierta manera forma parte del pasado y del presente. A fin de conocer con mayor detalle su significado es imprescindible tomar en cuenta la voz de los habitantes del pueblo y, en particular, la de los ancianos.
Recupero la voz del profesor Pedro Mijangos García, de ochenta y dos años de edad, quien integra el grupo de los entrevistados para este trabajo de investigación. Él ha trabajado como profesor de educación primaria y actualmente se encuentra jubilado. Tiene una amplia experiencia en la docencia y ha participado como director de la Casa del Pueblo de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, así como ha sido un impulsor incansable de la preservación de las pinturas rupestres de la Bá cuana y de la cultura del pueblo yati.
Según él, la palabra Bá refiere a una tumba sagrada o lugar de veneración, espacio ritual de los primeros binni yati zapotecos, pero también puede ser comparada a una garganta humana, que en zapoteco significa Baa, y que conecta con el espacio interno, en este caso el lugar donde se encuentran los órganos vitales. Se constituye en el lugar donde entra y desde donde sale el aliento de vida; en fin, es el espacio donde brota la vida. El profesor menciona que “cuana es algo dulce, como cuana- naxhi; entonces es el lugar donde se siente el sabor de algo agradable al sentido del gusto”. Se puede decir, entonces, que es un lugar donde entra algo sumamente agradable, humano, benévolo, es el lugar donde entran cosas, ideas, situaciones, es un lugar donde se entierra una semilla, un cuerpo; es un lugar donde existe una lucha, una lucha de creación, un conflicto entre la vida y la muerte, pero donde al final la vida logra renacer por las constantes ofrendas, es un espacio sagrado donde se invoca al ser.
El señor Mijangos comenta que otros dicen que cuana podría compararse como lavado estomacal, una lavativa, donde ciertas hierbas medicinales entran, lavan, se revuelven y sacan lo malo del estómago para que al final uno pueda sentirse aliviado. Otros lo han comparado con el aparato sexual vagina o vulva de la mujer. En la analogía que hace el profesor Pedro de la palabra cuana con el aparato sexual de la mujer, interpreto que la Bá cuana se asemeja al órgano sexual de la mujer, donde entra y se deposita la semilla, pero durante este recorrido se da una lucha porque se encuentra con diferentes obstáculos, libra una batalla hasta fundirse y transformarse para formar un nuevo ser.
Sin embargo, al mismo tiempo, afuera, en el exterior, también se libra otra batalla, a través de sacrificios y ritos, invocando al ser supremo para seguir generando vida. En este sentido puedo interpretar que, si cuana se compara con lavado estomacal y órgano sexual de la mujer, y Bá con el lugar, tumba o garganta donde entra algo dulce o lugar donde se siente algo agradable que se toma y saborea, o el lugar donde se entierra una semilla, entonces la Bá cuana puede ser el lugar donde nace algo o se hace algo extraordinario en cierto periodo de tiempo que podría ser la vida. Para muchas culturas de Mesoamérica, las cuevas o cavernas eran los lugares de donde venían los antepasados y en algunos casos prevalece la “idea de la cueva como vientre de la Tierra” (Manzanilla, 1994) (fig. 3).
Esta interpretación se vincula con lo que señala Zárate (2003), quien hace un análisis de las palabras Bá Cuana, desde la lengua antigua del zapoteco Istmeño:
Se buscó el desglose de esta palabra en el zapoteco antiguo y se encontró que: Paa o Baa, “significa toda cosa deleitable, gustosa y muy estimada, en cualquier especie de deleite; v.g. ragopaaya, comer espléndidamente de todas las cosas; rizaacopaaya, abundar de toda riqueza y prosperidad; no se puede explicar todos los significados de Paa y Baa…” cua; “esta sílaba quiere decir sobrado de casa, esto es techo o grado hacia arriba; v.g. dos obrados o dos techos o dos órdenes de casa hacia arriba…” (Anónimo [1823] 1981:90; Córdoba [1578] 1987: 104), y na; “es también sílaba reverencial porque pospuesta el nombre es usted, señoría” (Anónimo [1823] 1981: 88; Córdova [1578] 1987: 102). Por lo tanto, uniendo el significado de estas terminologías, Bá cuana sería el lugar de las cosas del sustento muy deleitables (Zárate, 2003, p. 23).
Es importante señalar que como investigador y originario del pueblo yati, el zapoteco que usó Zárate (2003) es un zapoteco de Juchitán, que presenta una pequeña diferencia con el zapoteco yati, tanto en algunas palabras como en la fonética. Sin embargo, el texto se aproxima con la narrativa del profesor Pedro Mijangos, cuando el autor señala que la Bá cuana es un lugar de sustento muy deleitable, donde abunda prosperidad y riqueza. En otros términos, se estaría comprendiendo este lugar como uno de veneración, de culto, donde se invoca la vida.
Cuando le pregunté si es cierto que hay una cueva en la Bá cuana el profesor respondió “Sí, hay una cueva”. Esta respuesta anuncia, vinculando con lo que he escuchado a lo largo de mi infancia, que se cree que existe un lugar bajo tierra, obscuro y profundo, como una caverna, donde se puede encontrar desde plantas y animales conocidos hasta especies desconocidas, o que no sabemos si existen en la realidad, porque sólo habitan en la sombra, en la parte obscura; sin embargo, ahí están.
En esta parte de la narrativa del profesor Pedro, se expresa un respeto por lo que habita en aquella cueva porque en su niñez le fue inculcado un cuidado, una obediencia hacia aquel animal, o animales, que podía comer a la gente y llevarla a la muerte. Sin embargo, se señala que las personas iban en busca de la Bá cuana de forma habitual, y al regresar de este espacio estaban hechizadas, llenas de magia y encantadas, pues ahí es el lugar donde se crea la vida. La fuerza de estos relatos, en los espacios donde me ha tocado escucharlos, es decir, en el espacio familiar como también comunitario, me refiere a lo que señala Eliade (2017): “De un modo parecido, no es lo que han hecho el padre o el abuelo lo que se enseña al niño, sino lo que hicieron por primera vez los antepasados, en los tiempos míticos” (Eliade, 2017. p. 40).
Las cuevas, como se menciona en los relatos recuperados y rememorados, fueron concebidas como entradas, puertas o caminos al inframundo, como un lugar donde se hace un recorrido de varios niveles para llegar a un lugar, donde se encuentra un río subterráneo, lugar de entierro. En cierto modo, se representa como un lugar donde inicia el viaje del ser, del espíritu, no para sufrir en el infierno o el purgatorio como la cultura europea ha enseñado. Aquí se configura la vida y la muerte, como un encuentro donde la regla es la transformación, una metamorfosis, lugar donde surge algo nuevo, y donde la vida subsiste de manera latente para germinar.
El inframundo ocupaba otro lugar del primer rango en esta geografía cósmica. Para los Olmecas y los pueblos de Mesoamérica el inframundo era el lugar fértil del cosmos, la zona más lúdica y creativa. Ahí se hundían periódicamente las semillas, los astros y los seres humanos, y renacían más tarde, infundiéndole vitalidad a la máquina universal. Los Olmecas fueron los primeros en concebir el inframundo como un lugar húmedo, acuoso, obscuro y cargado de fuerza vital, exactamente como una caverna del interior de la tierra… El inframundo era un lugar de gestación y renacimiento (Florescano, cit. en Zárate, 2003, p. 24).
Me interesa destacar que para el profesor Pedro Mijangos sigue presente la idea de advertir a los niños: “tengan cuidado niños, no pasen cerca de la cueva porque hay un animal ahí”. Esta expresión muestra que para él, y en el diálogo que establece con los niños, sigue vigente la idea no sólo de la presencia de un animal dentro de la cueva, que se esconde bajo tierra, que puede salir en cualquier momento, sino de la importancia que el espacio tiene para ser rescatado en las narraciones hechas a las nuevas generaciones, concretamente aquello que refiere a la vitalidad de la Bá cuana como un espacio sagrado, un referente para los bini yati (fig. 4).
Sobre el mismo tema también me habló el señor Bulfrano Cruz Toledo, también originario de Asunción Ixtaltepec, licenciado en educación física y psicólogo, profesor jubilado de 70 años de edad. Actualmente es presidente de un grupo de personas que se dedican a cuidar, preservar y difundir la cultura del pueblo yati. En su narrativa puedo identificar nuevamente el significado que se le da al lugar o espacio de la Bá cuana como un espacio sagrado. Según señala, retomando sus palabras, “se sacrificaban doncellas”, y que eran los cuidadores los que tenían que decidir lo que se habría de hacer con ellas. Según sugiere él, en el lugar de la Bá cuana se realizaba algún tipo de ritual, lo cual representaba, señalaba, un acontecimiento muy importante, para invocar agua o lluvia, para la siembra o para que el pueblo sea más próspero. El profesor Bulfrano hace referencia al inframundo, donde señala, habita un animal sobrenatural, que podría ser de acuerdo a lo que narra un cocodrilo, una serpiente o un animal muy antiguo. Estas referencias coinciden con lo que escribe Zárate (2003), cuando analiza una pintura rupestre de una de las piedras de la Bá cuana.
En la parte superior de esta columna se representa la cabeza de un animal que procede del Este, y aunque es parecido a una serpiente, cóatl, es más probable que sea un cipactli, caimán o lagarto porque aparece con unas tiras en el cuello, como un moño, que en este conjunto pictórico adornan a los símbolos sagrados y ceremoniales. Unido a esto lleva un círculo como un numeral (uno cipactli o uno lagarto). De su boca, salen círculos semejantes a chalchihuitl, que podría ser agua preciosa. Abajo de este signo aparece una mano mutilada de su dedo pulgar y pintada al negativo (Zárate, 2003, p. 44).
Cuando se alude al lagarto, se puede encontrar también relación con lo que los nahuas nombran como cipactli, que es un caimán o lagarto, pues según Seler (cit. en Zárate, 2003), está representado en sus pinturas:
cuando los dioses habían creado el mundo inferior, los ciclos y el agua, con sus deidades: Crearon en el agua un peje grande que se dice cipacualli (cipactli), que es como un caimán y que con este pez hicieron la tierra, llamada tlaltecli, y que solían representarlo como un dios de la misma (p. 45).
En la descripción se señala que el peje grande representa una deidad y esto me plantea interrogantes acerca de la posibilidad de que también entre los zapotecos los lagartos o cocodrilos hayan sido considerados como dioses, y que el lagarto que está representado en la Bá cuana haya sido visto de este modo. En ese caso, retomando el relato del Mijangos, antes referido, me pregunto si cuando se refiere al sacrificio, habría existido en este contexto un sacrificio para este dios u otros que pudieran estar representados o no, en las piedras de la Bá cuana.
Entre los zapotecas, una misma palabra designaba la cordillera y el primer signo de los días Chijlla-tani y chijlla…También el caimán tenía este mismo nombre, Peho Pichijlla o Pijchilla Peoo… Era para los mexicanos un símbolo del fructificación, de la potencia creadora, un signo del crecimiento, de la abundancia y de la riqueza… Designaba el primer punto cardinal, el Este (Seler, cit. en Zárate, 2003, p. 45).
En los pueblos del Istmo de Tehuantepec, el lagarto o cocodrilo es llamado en zapoteco béñe. Este término nos conduce a un animal que vive bajo tierra, en una cueva, en el lodo, en una laguna o en un pantano. En este sentido, se puede plantear que es posible que cuando los ancianos bini gola hacen referencia al animal que vive en la Bá cuana, estén hablando del lagarto o cocodrilo.
Vinculado con lo anterior, en el siguiente apartado abordo cómo algunos elementos, como el lagarto o cocodrilo grabados en la cueva de la Bá cuana, están presentes como figuras significativas en rituales y festividades de otros pueblos. Esto puede dar cuenta del diálogo entre estos pueblos.
6. Fronteras abiertas de la Bá cuana, diálogo con los chontales, huaves y juchitecos
En algunos pueblos de la región del Istmo Oaxaqueño, el animal ocupa un lugar importante en las fiestas y en los rituales; tal es el caso del pueblo de San Pedro Huamelula, Oaxaca. Éste se localiza en la parte sur-oeste de la Bá cuana, a tres horas y media del pueblo de Asunción Ixtaltepec. El pueblo cuenta con tres mil personas aproximadamente, es cabecera municipal y tiene trece agencias. Se considera como el corazón de los chontales.
El 29 de junio se celebra a San Pedro como patrono del pueblo de Huamelula. Según cuenta uno de los entrevistados, el maestro Jaime Zárate Escamilla, cronista de la comunidad, quien escribió el libro Leyendas Chontales (2013), hace muchos años, los primeros frailes dominicos que llegaron al pueblo convocaron al pueblo para organizar una escenificación donde se representaría los momentos más relevantes que había tenido el pueblo de Huamelula. La fiesta, que se retomó como la más significativa, tiene que ver con la representación de lo que se considera el pacto para alcanzar la paz y el equilibrio entre la naturaleza y el pueblo chontal.
Esta festividad se desarrolla durante varios días. Después de varios días de fiestas, de bailes y danzas, se ponen en escena cruentas batallas entre moros y cristianos, ikoots de San Mateo del mar y chontales de Huamelula, luchas contra los piratas, negros y turcos, mareños, muliatas (hombres vestidos de mujer) y caballeros. Estas batallas se efectúan en las principales calles del pueblo, en las que los grupos van pasando uno por uno hasta alcanzar el centro del pueblo. En el lugar, se van eliminando los grupos dominados, pero éstos no abandonan el sitio hasta no acordar la entrega de algún bien del pueblo. Hacia el día 30 de junio la fiesta continúa y, cuando la representación llega a la cúspide, los chontales logran un acuerdo con los ikoots para retomar el control de su pueblo. Lo que me interesa destacar en esta fiesta es que el acuerdo se realiza por medio de un enlace matrimonial entre la princesa lagarto ikoots (huave) y el príncipe chontal de Huamelula. Se hace importante mencionar que, en esta escenificación, participan las autoridades de la comunidad de Huamelula. Tras un largo diálogo e interrogatorio con los representantes del pueblo huave y chontal, el presidente del pueblo de Huamelula acepta las nupcias con la princesa lagarto ikoots.
Otro acontecimiento importante de la región revela posiblemente un vínculo con el animal, como lo mencionan los profesores entrevistados Pedro Mijangos, Bulfrano Cruz, así como lo propone Zárate (2003); es la celebración de la vela Gué lá Bé ñe (La noche del lagarto), lo que puede representar el diálogo con los juchitecos, a partir de la representación de la figura del lagarto de la Bá cuana.
Sobre este tema Roselia Chaca (2017) realizó un reportaje donde expone esta celebración. Según ella la veneración se efectúa en las orillas de la ciudad de Juchitán, en la Laguna Superior, muy cercana al estero que se encuentra hacia el lado sur este de la ciudad. Este evento se realiza en el mes de mayo, celebrando la fiesta católica de la Santa Cruz que es, a su vez, la fiesta más notable en Ixtalpec, específicamente, como he señalado antes, en el cerro Blanco. En Juchitán, los creyentes salen de la casa del mayordomo, de algún lugar de la séptima sección de Juchitán, a las seis de la mañana. Recorren diez kilómetros aproximadamente cargando una cruz verde. Integran la caravana mujeres, hombres, niños y jóvenes, llevando consigo música, comida, cervezas y cohetes. Los peregrinos descansan en los diferentes ranchos que conducen al lugar sagrado. Una vez que se llega a la capilla rodeada por el agua del estero, el mayordomo ofrece a las personas comida, cervezas y refrescos. Esta fiesta dura dos días.
La vela Gué lá Bé ñe es una fiesta que se realiza en honor al lagarto, el animal sagrado para los zapotecas. Según señalan los habitantes de Ixtaltepec, hace muchos años el santuario estaba lleno de lagartos; los moradores del lugar atrapaban uno, el más grande y se lo llevaban para hacer alarde de él en las fiestas de la séptima sección de Juchitán y posteriormente se lo devolvía a su sitio de origen.
Antonino Vicente era famoso como Nunu Bé ñe, (el pequeño lagarto) porque como miembro de la hermandad o sociedad de quienes rendían culto al lagarto, él era el encargado de ir a sacar a uno de estos animales de su madriguera en el estero para presidir el baile que se celebraba durante una noche ‒la otra parte del culto se celebra en un estero que está al oriente de Juchitán (De la Cruz y Winter, 2001, p. 315).
Es muy importante subrayar que entre los zapotecos de Ixtaltepec ya no existe una celebración de culto hacia el cocodrilo o caimán, como tampoco se tiene registro de alguna fiesta en honor al reptil. Sin embargo, los dos monumentos de piedra presentes en la puerta de la Bá cuana y el constante relato transmitido por la tradición oral de Ixtalpec, nos hablan de los símbolos y grabados antiguos de este animal sagrado. Tal vez, el hecho de que, como he referido anteriormente, en los pueblos vecinos aún se encuentran representaciones y rituales en honor a este animal, al que se le otorga el carácter de ser encargado de la creación, puede indicar que tal vez en Ixtalpec también se celebraban rituales similares. O tal vez, como lo señala Agamben (2017), todo ello haya quedado en silencio: “Puesto que con certeza esta-la clandestina, nuestra forma ‒de-vida‒ es tan íntima y cercana que, si intentamos aprehenderla, nos deja entre las manos únicamente lo impenetrable, tediosa cotidianidad” (p. 12).
Cuando hablo de otros pueblos que no son zapotecas, pero que convergen por su cercanía geográfica o por las mutuas relaciones comerciales, sociales y culturales, considero que se van reconstruyendo, entre sus prácticas, modos de identidad social, normas, prácticas sociales, políticas y religiosas, que intentan preservar. También se hacen presentes prácticas que se niegan a desaparecer. Es a partir de las relaciones entre los pueblos, de los diálogos, en este caso, en referencia a la Bá cuana y al lagarto, que los pueblos se articulan e imbrican para salvaguardar la permanencia de la identidad de nuestros pueblos. Estas sociedades identitarias alternas, “sirven para destacar diferencias que, aunque resulte aparentemente contradictorio, permiten establecer una filiación común” (Bartolomé, 2006, p. 59).
El animal sagrado, el lagarto, es representado año tras año hasta la fecha por diferentes pueblos del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Encarna un mundo lleno de magia, de acciones y creaciones, incorpora un legado mítico a las nuevas generaciones que se mimetizan en los diferentes procesos rituales que se dan en los barrios, en las calles, en los hogares, en las diferentes instituciones públicas y privadas, en los monumentos visibles y no visibles. Quizá no podamos ver la representación de la figura del caimán porque representa la parte obscura, la sombra, la figura que no se ve, pero sentimos su presencia en las diferentes fiestas, costumbres y tradiciones de nuestros pueblos.
7. Algunos apuntes finales
La investigación sobre la Bá cuana permite resaltar la importancia que tiene la preservación del patrimonio sagrado material e inmaterial de los pueblos indígenas. Para los binni yati, el cerro Blanco, dani quichi o dani yati, es una montaña sagrada, un espacio de culto, de veneración, y representa para los zapotecos el vientre, el lugar donde comienza la vida o se crea la vida.
Los símbolos o pinturas rupestres escritas en las dos rocas de granito, a una altura de cien metros de alto, nos indican que la Bá cuana fue un centro de veneración y culto de los zapotecos del Istmo de Tehuantepec. En las narraciones que recupero en este trabajo se da cuenta de diversas expresiones socioculturales de nuestros pueblos zapotecas, fiestas y rituales que tienen relación con la creación de vida, la relación con la naturaleza y representaciones que nos dan identidad.
Considero imprescindible seguir investigando sobre la Bá Cuana, y el lugar que ocupa en nuestro pueblo para su protección y conservación, tanto como espacio arqueológico, como también como espacio que articula un conjunto de creencias y prácticas socioculturales que forman parte del patrimonio cultural de nuestros pueblos, y en particular del pueblo de Ixtaltepec.