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Revista Ciencia y Cultura

Print version ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.25 no.47 La Paz Dec. 2021

https://doi.org/10.35319/rcyc.2021471253 

ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

El Alto: la reconfiguración de los imaginarios a través de la estética

El Alto: the Reconfiguration of Imaginaries Through Aesthetics

Guido Jesús Alejo Mamani* 
http://orcid.org/0000-0002-9825-6420

* Arquitecto. Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Posgrado en Ciencias del Desarrollo, CIDES-UMSA. Profesional e investigador independiente. El Alto. Contacto: gjalejomamani@gmail.com, ORCID: 0000-0002-9825-6420.


Resumen**

En las ciudades de La Paz y El Alto, el “indígena” urbano, cuyo protagonismo en las ciudades no es reciente, está inmerso en una intensa movilidad social que se traduce en la notoriedad de élites sociales -el qamiri-, con la consiguiente estratificación social que se expresa en la arquitectura. Más allá del “cholet”, se pueden evidenciar múltiples estéticas arquitectónicas, lo que implica una diversidad formal basada en un tipo arquitectónico orientado a la acumulación de capital económico y social. Estas expresiones están aglutinadas en un proceso de “automodernización popular” en el que se expresan los nuevos imaginarios urbanos.

Palabras clave: aymara; cholet; El Alto; qamiri; arquitectura; automodernización

Abstract

In the cities in La Paz and El Alto, the urban “indigenous”, whose protagonism in the cities is not recent, is immersed in an intense social mobility that translates into the notoriety of social elites -the qamiri- with the consequent social stratification that is expressed in architecture. Beyond the “cholet”, multiple architectural aesthetics can be evidenced, which implies a formal diversity based on an architectural type oriented to the accumulation of economic and social capital. These expressions are brought together in a process of “popular self-modernization” in which the new urban imaginaries are expressed.

Keywords: aymara; cholet; El Alto; qamiri; architecture; self-modernization

 Arquitectura de la automodernización popular en la carretera a Viacha, El Alto. Bolivia.Fotografía: © Guido Alejo. 

1. Introducción

El presente artículo aborda la complejidad de las nuevas expresiones arquitectónicas aymaras cuyo epicentro es la ciudad de El Alto, en Bolivia, tomando en cuenta que estas construcciones han cobrado un sentido social de forma autónoma, lo que implica que se constituyen en entes con un valor análogo a lo patrimonial, aún no reconocido a plenitud por las instituciones cívicas y estatales.

Desde los primeros estudios concretos, las expresiones arquitectónicas deliberadamente englobadas en el denominado “cholet”1 no han sido profundizadas más allá de fraccionados componentes, ya sean arquitectónicos, antropológicos, sociológicos y artísticos, cuyo análisis segmentado ha impedido observar un proceso histórico con correlatos en lo social, económico, urbano y simbólico. Es en este sentido que se hacen necesarias aproximaciones desde enfoques multidimensionales para una mejor comprensión de un fenómeno que es el más difundido en la imagen derivada del proceso de urbanización boliviano.

La estética arquitectónica juega un papel muy importante al representar la visión del mundo que las sociedades demuestran en interrelación con otras; expresa desde construcciones míticas culturales hasta aspiraciones subjetivas y societales; en esa riqueza, se puede identificar los mensajes implícitos, asimismo los imaginarios que sirven como impulso para su proyección a futuro.

El “ámbito popular” en lo general -y el aymara urbano en lo específico- ha experimentado un proceso histórico complejo sobre la base del cual se ha erigido como un actor dinámico en la construcción de la Bolivia contemporánea; su influencia cultural forma parte de la identidad boliviana. Esta influencia se puede evidenciar, por ejemplo, en un gran número de danzas que ya forman parte del acervo boliviano, así como en costumbres expandidas en todo el territorio nacional. En los últimos años, se ha constituido en un actor social importante en la dinamización de la economía, sin una planificación estatal previa y sumida en el ámbito económico informal.

Una construcción cultural fundamental que muestra la vitalidad de este proceso social e histórico boliviano es la emergencia y consolidación de la ciudad de El Alto como actor fundamental en la vida económica y política boliviana. En la actualidad, la urbe atestigua la emergencia de las nuevas clases medias bolivianas de extracto “indígena”, enmarcadas en un intenso proceso de acumulación de capital social y económico que se expresa en la imagen urbana y la arquitectura. Aquí la estética toma nuevos horizontes a través de la experimentación y búsqueda de referentes que estén en consonancia con un imaginario autónomo de modernidad.

El objetivo del presente artículo es presentar los resultados de una investigación sobre la “arquitectura de la automodernización popular” (coloquialmente denominado “cholet”), realizada en el marco de una investigación amplia y de largo alcance sobre el tema. El trabajo de campo se realizó entre septiembre de 2019 y febrero de 2020, con un interés centrado en el análisis de la estética, sus orígenes y su distribución. La investigación es fruto de un esfuerzo personal e independiente. La principal pregunta de investigación es: ¿qué imaginarios se expresan en la estética de las expresiones arquitectónicas de El Alto y cuáles son sus implicancias?

El aporte de esta investigación radica en poner en la palestra la complejidad y heterogeneidad del “cholet” y las implicancias de su diversidad, así también de sus elementos comunes, todo ello circunscritos a la ciudad de El Alto. Asimismo, se hace una aproximación al imaginario de “modernidad”, que se expresa en la estética de las diversas variantes estudiadas.

En este sentido, abordaremos un poco de historia, identificaremos las principales características de la arquitectura, más allá del “cholet”, y veremos qué proyecciones se pueden interpretar basadas en datos que son resultados de un estudio urbano concreto.

2. Proceso de urbanización y la notoriedad del “qamiri

La ciudad se constituye en el soporte material donde se desenvuelven las relaciones de los diversos grupos que constituyen el conjunto de la sociedad; en este marco, la arquitectura juega un rol importante porque representa la materialización de esas relaciones sociales. En este sentido, David Watking indica que “la arquitectura es el producto de las condiciones políticas, sociales y económicas, en las cuales y para las cuales se ha generado” (cit. en Sánchez, 1998, p. 194); por ende, responde a un contexto concreto en un periodo histórico determinado.

En el caso de La Paz y El Alto, es necesario remitirse a los antecedentes mismos de la urbe. A menudo se afirma que el “indígena” es un recién llegado a la ciudad, ya que la migración campo-ciudad se aceleró en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, su presencia es constante desde la época de la colonia y la República y los censos estatales recogen información interesante al respecto:

En 1902, se contaron 3.282 migrantes, mientras que en 1909 había 22.901. La migración no era constante ni fija, sin embargo comparando el censo de 1902 con el de 1909 se notaba un extraordinario aumento. El censo de 1909 dio que la población indígena residente en la ciudad era de 22.901 habitantes, de los cuales 11.436 eran varones y 11.465 mujeres (Escobari, 2009, p. 52).

El Censo de 1909 arrojó una población total de 76.559 habitantes, de los cuales 22.901 eran considerados como “indígenas”, lo que demuestra el peso demográfico y por ende la influencia cultural aymara en la urbe paceña (fig. 1). Sin embargo, espacialmente, las comunidades desaparecen en esa década, aunque “la lógica de ayllu trasciende la mera propiedad de la tierra, factores políticos, económicos, sociales configuran dicha lógica y que lo harán vigente, que cobra trascendencia más allá de la tierra” (Quispe, 2014, p. 20).

Fig. 1. Calle Inca, cerca de la Plaza Alonso de Mendoza. Es evidente la imagen urbana y el grupo social presente en la ciudad de La Paz..Fuente: Saavedra L. (21-7-2015)  

Dos décadas más tarde, en plena ebullición del nacionalismo boliviano, el connotado arquitecto Emilio Villanueva expresaba: “Si yo pudiera dar un premio, se lo daría al albañil indio, quien hace posibles mis proyectos, que hace para ellos los adobes más perfectos que yo utilizo…” (cit. en Sánchez, 1998, p. 269). Es evidente que el aymara no solo estuvo presente en la urbe paceña, sino que también se constituyó en el constructor de la ciudad, pero no en el diseñador.

En este contexto histórico se hace notorio el desenvolvimiento del qamiri2, que en lenguaje coloquial aymara significa “rico”, aunque epistemológicamente su significado es más profundo. Los qamiri (ricos aymaras) “consolidaron una lógica de vida basada en la generación de capital económico que comparten y distribuyen con el objetivo de acceder a capitales sociales y simbólicos” (J. Llanque, 2011, p. 45). Su presencia se puede evidenciar en el ámbito comercial paceño desde la colonia; tal es el caso del ayllu Mañasos (futuro Gremio de los Carniceros), sobre el cual David Quispe (2014) hace una importante historiación, pero su notoriedad se hace evidente en La Paz a partir de los años setenta y ochenta a través del comercio informal y la danza folklórica.

En el caso de El Alto, el crecimiento urbano se debe especialmente a la migración campo-ciudad, proveniente de la región del altiplano. “Las primeras urbanizaciones alteñas de los años previos e inmediatos a la Revolución Nacional fueron simples loteamientos; las viviendas surgieron a iniciativa de sus habitantes, construidas de acuerdo con los parámetros básicos de la vivienda rural del altiplano” (Urquizo, 2006, p. 119).

Posteriormente la migración campo-ciudad va en aumento debido a la convulsión social presente en la época de las dictaduras (década de 1970), así como el retorno a la democracia en 1982, además de las intensas sequías en el altiplano. Sin embargo, un hecho que acelera su crecimiento urbano fue la implementación de medidas neoliberales en 1985; “…esto detiene la crisis financiera, pero deja a miles de personas desempleadas en el campo y la ciudad. Como resultado se forman cinturones marginales en las tres ciudades más importantes de Bolivia, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz” (Zalles, 2013, p. 307).

El Alto nace como ciudad el 6 de marzo de 1985, con una subjetividad social que remarcaba su autonomía en relación a La Paz. Sin embargo, se debate en una economía de subsistencia, escenario en el cual algunos aymaras aprovechan los resquicios de la informalidad para lograr acumular cierto capital económico. La ciudad desarrolla polos comerciales importantes con mercados informales enormes como la denominada feria “16 de Julio”.

Se conforma un estrato social económicamente potentado que surge de clases populares y que conserva su relación frecuente con el campo y sus prácticas y costumbres. El resultado es que esta nueva burguesía no se identifica con las formas arquitectónicas que las élites citadinas copian de la moda internacional, sin embargo, tampoco condicen con la precariedad rural de las ciudades intermedias (Zalles, 2013, p. 307).

En este proceso histórico, con una conformación socioeconómica compleja, el qamiri se ha erigido como élite social, que no necesariamente hace presencia en la dirección política de la ciudad sino en una dirección sociocultural. En este contexto, pesan más los capitales social y económico que se traducen en la importancia de la producción simbólica, ejemplificada en expresiones como la danza y la arquitectura.

Así también la dinámica social implícita se enmarca en otro proceso más amplio, como la “automodernización popular” (de la que se hará puntualizaciones posteriores), que en la actualidad se expresa en una etapa de acumulación que implica un proceso de estratificación social que se resolverá en la misma constitución de la arquitectura aymara contemporánea, la cual se abordará a continuación.

3. El tipo arquitectónico “utilitario popular”

Desde la irrupción del cemento y el ladrillo en la construcción de viviendas en las “laderas” de La Paz y en la ciudad de El Alto, la morfología de la vivienda se ha consolidado en un tipo arquitectónico concreto al cual denominaremos como “utilitario popular”, que -en la suma de individualidades- conforma la mayor parte de la mancha urbana. El programa espacial de estas edificaciones se ha mantenido constante por décadas: tiendas en la planta baja, locales comerciales en la planta superior y apartamentos en las últimas plantas, ya sea para alquiler o residencia de los propietarios.

En un interesante artículo publicado en la revista SEUReka, en el año 2011, el arquitecto Javier Llanque Velasco identifica tres etapas en la construcción de una vivienda en El Alto y las relaciona con su contexto urbano (fig. 2).

Fig. 2. Conformación del tipo “utilitario popular”. Gráfico elaborado a partir de los dibujos de Llanque Velasco (2011, p. 4). 

A continuación se hace la transcripción:

  • Etapa de construcción de las primeras habitaciones, generalmente con muros de adobe, techo de calamina y otros materiales tradicionales. En la zona se busca la dotación de servicios básicos y el anexamiento al radio urbano.

  • Etapa de edificación parcial (2 Plantas) en la parte frontal del terreno. En esta etapa se usa el H°A° y el ladrillo (6H) como materiales predominantes. La zona cuenta con los servicios básicos, y se viene exigiendo las mejoras urbanas.

  • Etapa de edificación total de la vivienda (3 a 5 plantas), existe una típica distribución de los espacios. Luego de un transcurso de tiempo, la zona se encuentra en un área más densa y se generan con mayor intensidad las actividades económicas (p. 4).

Este proceso de construcción se puede evidenciar en las edificaciones actuales en la expansión e imagen urbana dentro de los sectores “populares”. Prueba de ello es el paisaje urbano de tonos terracotas característicos de la ciudad, muestra del recambio de materiales asociados a la ruralidad (tierra) y la adopción masiva del ladrillo con estructura de hormigón. Así también ello implica un proceso de transición de una vivienda enfocada en el habitar, hacia otra desarrollada para generar ingresos económicos y posteriormente para acumulación de capital económico y social.

A partir del tipo “utilitario”, se dio un proceso lento de diferenciación social expresada en la misma materialidad y dimensiones del edificio, a raíz del abandono de la arquitectura en tierra y sus limitaciones estructurales. La construcción de viviendas de tres o más pisos, el revoque de la fachada y la decoración del mismo (con yeso, cemento y pintura) ya forma parte de una producción simbólica elaborada por los qamiri urbanos. Como expresión de diferenciación social, el disponer de un edificio “grande” y “terminando”, implicaba que el dueño tenía mayor capacidad de gasto y posibilidad de pagar impuestos altos, acción que en el imaginario popular se asociaba -y asocia- a un estrato económico más alto (fig. 3).

Fig. 3. Viviendas de decoración geométrica en la avenida Alfonso Ugarte, que datan de la década de los noventa. Fotografía: © Guido Alejo. 

En cuanto a la habitabilidad, es necesario destacar que el “tipo utilitario popular” conserva criterios valiosos que se han perdido en los actuales edificios “icono” de El Alto; son edificios que mantienen una escala más equilibrada, con patios interiores y solarios en la terraza; algunos presentan árboles en áreas exteriores e interiores. Sus espacios están más enfocados al “habitar” que al “acumular” y es esta condición la que delimita su forma de concepción.

4. De la máquina de habitar a la máquina de acumular

Durante las últimas décadas, la imaginación en la estética arquitectónica se ha disparado a la par del poder adquisitivo del qamiri y ha transformado la imagen urbana de algunos sectores de la ciudad de El Alto. Aquí se enmarcan los edificios más divulgados mediáticamente y a los cuales la prensa presta especial atención destacando cada novedad estética, causando sensaciones encontradas entre algunos círculos académicos y profesionales así como entre la población en general.

Se han propuesto muchas denominaciones para estas expresiones arquitectónicas; pero la más coloquial es la de “cholet”, denominación transitoria que se planteó desde la academia; pero que con el pasar del tiempo ha quedado limitada dada su imposibilidad de expresar la variedad y dimensión de un movimiento arquitectónico amplio y diverso. Además, desde distintas fuentes -especialmente extranjeras-, se han venido acuñando diferentes mitos (Alejo, 25-9-2019) que a menudo son reproducidos por los medios de comunicación bolivianos y que resuenan en operadores turísticos reforzando visiones sesgadas.

Específicamente el tipo arquitectónico “utilitario popular” forma parte de la arquitectura que puede englobarse en lo “nacional popular”, que corresponde a toda la arquitectura boliviana, que no deriva de ni obedece a cánones académicos, constituyéndose en una expresión directa de condiciones de reproducción social mayoritarias en la sociedad boliviana. Sin embargo, cuando se trata de edificios como los mal llamados “cholets”, se trata de edificios de una categoría diferente, que no necesariamente corresponden a lo “popular”, dado que los grupos que emplean esta arquitectura son de un estrato económico superior, que reciben incluso la categorización de “burguesía”, aunque esto no sea del todo exacto, ya que correspondería, en el idioma aymara a la categoría de qamiri.

Otro elemento a considerar es el proceso social mismo en el que se está desenvolviendo lo popular boliviano en la urbanidad reciente, un proceso de “automodernización” (Alejo, 13-7-2021) que se desenvuelve sin guía estatal ni intelectual del cual la arquitectura es una muestra explícita. Este mismo fenómeno se enmarca en el periodo de acumulación de capital económico del cual el mismo edificio es una expresión, siendo los edificios de los qamiri verdaderas “máquinas de acumular”, orientadas a la generación de recursos económicos y simbólicos. Entre los aspectos relacionados a la estética se puede mencionar:

  • Estas expresiones arquitectónicas representan el triunfo del ornamento, lo que se hace evidente en la fachada y los espacios con acceso público. El ornamento no sólo se constituye en un elemento estético, sino también en un lenguaje simbólico que cobra sentido en la socialización, con el objetivo de generar capital social. Es necesario indicar que el ornamento se viene simplificando paulatinamente en las últimas variantes estéticas.

  • El mensaje implícito que brinda el edificio tiene una importancia que sobrepasa a su diseño integral. Son expresiones arquitectónicas que apelan a las sensaciones y en muchos casos al espectáculo, la imagen tiene una gran importancia, pero sólo en los espacios donde se interactúa con el “otro” qamiri aymara. Los espacios privados no necesariamente son opulentos, suelen ser austeros.

  • La subjetividad social y la individualidad hacen presencia en las preferencias estéticas; aunque con connotaciones particulares, el edificio puede responder a una preferencia subjetiva, pero ésta tiene sentido en la socialización del imaginario. En otras palabras, la subjetividad está condicionada por la percepción social del referente imaginado.

  • Se hace caso omiso de la normatividad, tanto de la administración urbana estatal como de criterios básicos de diseño y lenguaje semiótico:

    • En relación a la normativa de construcción, el reglamento de Uso de Suelos y Patrones de Asentamiento (USPA) de El Alto data de 1996 y no expresa la realidad y las necesidades urbanas del presente. En este contexto, los edificios se plantean y construyen en la informalidad plena, muchas veces carentes de los servicios de un arquitecto -especialmente en edificaciones festivas- al igual sin estudios geotécnicos, cálculos estructurales y de instalaciones especiales. La modalidad en la que son aprobados por la Alcaldía es la de “amnistía”, previo pago de multas. Resulta contradictorio que el Estado eleve a categoría de símbolos identitarios las construcciones que vulneran sus propias normas, al menos desde el ámbito de la legalidad estatal.

    • En relación al confort, se evidencia la maximización del lucro en desmedro de buenas condiciones de habitabilidad. Así, son comunes los espacios cerrados, sin ventilación ni asoleamiento. Se hace presente un complejo mental qamiri y que forma parte de la sociedad aymara urbana: “ningún espacio debe estar desaprovechado”. Los patios interiores generalmente desaparecen, igualmente, la vegetación es escasa. Es simbólico que edificios que pueden costar más de un millón de dólares carezcan de árboles. Las necesidades del mercado condicionan la espacialidad arquitectónica.

    • En relación al lenguaje semiótico, esta particularidad se presenta en edificios que manejan símbolos prehispánicos, concretamente el uso de la chakana (cruz andina) y la figura escalonada. El significado del símbolo entra en contradicción con la forma en la que se aplica en el edificio. Así, la chakana es fragmentada, distorsionada, desfigurada en demasía, perdiendo su geometrización y proporciones. Los símbolos sacros pierden cierto valor al ser recreados de forma mecánica, aunque su uso concreto responde a otra forma de significación asociada a la afirmación cultural. Lo mismo acontece en otros edificios con estética diferente.

La función social que cumple el edificio se puede resumir en los siguientes puntos:

  • La diferenciación social: El edificio -así como la danza en la entrada folklórica- delimita el espacio entre “los que pueden “y “los que no pueden” en términos estéticos, espaciales, económicos. Es una demostración de poder que implica la subalternización simbólica del entorno. Responde a una dinámica creciente de estratificación social urbana en la sociedad alteña y aymara.

  • La rivalidad con el “otro semejante”, vale decir, con el otro qamiri, en una dinámica de acumulación de capital social que debe expresarse en mayor distinción. El edificio es una expresión de acción y reacción que sienta presencia, es un desafío abierto que en su energía acumula prestigio social (fig. 4).

Fig. 4. Dos edificios aymaras rivalizan en la Av. 16 de Julio de El Alto; la estética es diferente, pero se manejan bajo los mismos principios espaciales. Fotografía: © Guido Alejo. 

4.1. Una génesis no muy reciente

El recorrido histórico de una sociedad se refleja en su arquitectura, así como en la dinámica socioespacial que se manifiesta en la urbe. En este sentido, la ciudad es un libro que se puede leer, en el que se evidencia la hegemonía y subalternización de los grupos sociales, la emergencia y decadencia de los imaginarios.

En este marco, es necesario mencionar que fenómenos arquitectónicos como la arquitectura del qamiri alteño se repiten en otras latitudes y épocas. Podemos mencionar las viviendas coloridas de Tiruvannamalai, al sur de la India, construidas en los años cuarenta, al igual que las construcciones contemporáneas rumanas en Buzescu o la más cercana “arquitectura chicha”, que se desarrolla en el Perú. Forma parte del empoderamiento económico de sectores del ámbito popular, que en la medida de sus posibilidades explayan su visión del mundo a través del hecho arquitectónico.

En el caso de la arquitectura de los ricos aymaras de El Alto, es necesario recalcar que sus características espaciales y volumétricas son las heredadas del tipo “utilitario popular” que mencionamos con anterioridad. Estas edificaciones ya se construían en las laderas paceñas hace más de 50 años, no son “nuevas” ni forman parte de un estilo “neo”, como mayormente replican los medios masivos. El aspecto que sí es relativamente reciente es la decoración y el manejo artístico del lienzo volumétrico en la fachada y en los salones de fiesta. Esta trayectoria histórica tiene como protagonistas a tres actores: el arquitecto de la academia, el maestro albañil y la Iglesia.

No todo arquitecto de la academia es ajeno a la cultura “indígena”, como dicen los mitos; no olvidemos que uno de los más connotados arquitectos bolivianos, Emilio Villanueva, fue uno de los forjadores del estilo Neotihuanacota, uno de los intentos de creación de una arquitectura nacional en la primera mitad del siglo XX. Así también se plantearon otras recreaciones de la arquitectura prehispánica como el estilo “Neowankarani”, en las décadas posteriores. En este marco, uno de los antecesores directos de las contemporáneas expresiones arquitectónicas aymaras es el arquitecto Miguel Prieto, que trabajó a fines de los años noventa en varios edificios solicitados por los qamiri (fig. 5). Respecto a su “invención”, Miguel Prieto expresa:

Mire, yo le voy a decir lo siguiente (…) yo le voy a decir la verdad, esto de los locales de fiesta, y esas fachadas, yo las inicié hace… ¿cuánto tiempo? El 97 ¿No? Cuando estaba prácticamente saliendo de la universidad. 96, 97, yo era un bisoño arquitecto que quería hacer algo diferente. Entonces, empezamos a hacer… yo trabajaba en una empresa, que se llamaba Comaco donde se fabricaban paflones de estuco, entonces yo trabajaba en esa empresa en el área de comercialización mientras estudiaba arquitectura, entonces, yo veía ese material, y decía: esto lo voy a utilizar un día profesionalmente con mis propias obras. Y bueno, sería… Entonces hicimos esta obra, de esta obra yo hice la demolición, en el shopping el alto, entonces, si usted ve los pasillos tienen esos paflones, pero están colocados sobriamente ¿se da cuenta. Entonces yo empecé a utilizar acá, este material, en este edificio, este se hizo… el 97 se inauguró, entonces empezamos a utilizar este material, en pintura, luego, en fachadas (sic.) (Murillo, 2017, p. 79).

Fig. 5. Galería Maya, ubicada en la Av. Alfonso Ugarte, en la zona 16 de Julio, El Alto. Es una de las obras de Miguel Prieto. Nótese el uso de la figura escalonada y los colores terracotas. La última planta es una adición posterior. Fotografía: © Guido Alejo. 

Las construcciones elaboradas por arquitectos de la academia mantienen cierta continuidad en la edificación, como los salones de fiesta El Zar y Venecia, que se encuentran en las calles Zoilo Flores y Entre Ríos de La Paz, respectivamente. Ambos edificios muestran las características que se replican en El Alto en los años posteriores (fig. 6). Otro factor importante es la experiencia que van ganando los albañiles en la construcción de casonas de estilo minimalista y chalets de la zona Sur de La Paz3, que, a juicio de la arquitecta Edelmira Nina4, es una de las causas de que en El Alto se difundan variantes estéticas inspiradas en la arquitectura de la burguesía paceña.

Fig. 6. Los salones de fiesta El Zar (arriba) y Venecia (abajo), construidos antes de 2002, ya presentan rasgos estéticos y espaciales que se expandirán con mayor fuerza en la ciudad de El Alto. Fotografía: © Guido Alejo. 

Otro elemento de mucha importancia en proceso de adopciones estéticas en la ciudad de El Alto lo constituye el aporte del sacerdote Sebastián Obermaier (Villagomez, 11-3-2019), que entre 1978 y 2016 (año de su muerte) construyó 72 iglesias en El Alto, con un estilo “bávaro-boliviano”. Tanto en el exterior como el interior de estas iglesias, se hace reconocible un manejo profuso del color, los degradados y el contraste (fig. 7). Las torres campanario de sus iglesias forman parte del perfil alteño y han influido en algunas construcciones qamiri.

Fig. 7. Fachada exterior de la iglesia Amor de Dios (2001), en la que se puede observar elementos que se replicarán en la arquitectura posmoderna aymara, al igual que el manejo del color en el interior de una iglesia construida por Sebastián Obermaier.Fuente: Deutsche Welle (s.f.). 

5. Las variantes estéticas

Como na maior parte das cidades novas, os alteños não estão condicionados por um passado arquitetônico referencial e por isso seus esforços na construção de seu entorno urbano, apresentam duas facetas: ou um alto grau de pragmatismo utilitarista, ou um expressionismo experimental agresivo (Limpias, 2-3-2002).

Las expresiones arquitectónicas en la ciudad de El Alto se caracterizan por una profusa diversidad que se hace evidente desde hace al menos dos décadas; sin embargo, se pueden hallar características comunes que pueden ser criterios para una clasificación que permita ver sus proyecciones:

  • Las características programáticas, morfológicas y espaciales del tipo “utilitario popular” son la base sobre la cual el ornamento es aplicado; además se maximiza el espacio enfocado hacia la acumulación: galerías comerciales en la planta baja, locales de fiesta y comercio en las plantas medias y apartamentos en los pisos superiores; la cúspide puede estar coronada por un chalet, pero esto no está generalizado. El volumen corresponde a una torre que a menudo ocupa la totalidad del lote, ausencia de retiros y un voladizo hacia la calle; la estructura del edificio es de hormigón con cerramientos de ladrillo.

  • La estética responde a la acción de dos agentes: la preferencia objetiva espacial del propietario y el estilo decorativo que caracteriza y oferta el albañil o empresa constructora. No necesariamente hay un diseño participativo o colectivo, como se podría evidenciar en anteriores décadas, sino que las relaciones de diseño se han transformado en una elección de lo disponible en el mercado, es decir, el qamiri tiene una idea preformada de lo que quiere y contrata al constructor que construye bajo esa idea. El único aspecto a ser consensuado y negociado vendría a ser la distribución y función de los espacios. La difusión de determinadas variantes estéticas responde al imaginario del qamiri bajo su elección de “estética-prestigio”. Así, determinadas referencias arquitectónicas tienen una carga simbólica que implica distinción social.

Entre las variantes estéticas reconocibles en El Alto (que están presentes también en las “laderas” paceñas) tenemos cinco: la primera es la “estética geométrica” que caracteriza a viviendas de estratos económicos medios, pero que puede ser funcional en la rivalidad qamiri si tiene cierta sobrecarga formal y de colores. Las otras cuatro disfrazan la fachada y presentan una imagen que no corresponde a la distribución de los espacios interiores; es un enmascaramiento del edificio que hace operativo su lenguaje simbólico en la socialización. Estas variantes son la “ecléctica historicista”, “andina”, “futurista transformer” y “minimalismo policromo”. Estas denominaciones se proponen por asociación-semejanza con sus claras fuentes de inspiración.

5.1. Variante geométrica

Varios de estos edificios se construyeron en la década de los noventa y actualmente están siendo reformados -aunque también los hay recién construidos- para demostrar un mayor poder adquisitivo de los dueños. El programa espacial se mantiene invariable, toda la atención se dedica al diseño de la fachada, la cual es revestida con materiales asociados a lo contemporáneo, especialmente a base de estructuras de aluminio y alucobond. Sin embargo, el motivo de decoración sigue siendo el mismo: estética geométrica, la cual no disfraza en demasía la fachada, intentando simular otro tipo de composición, que se enfoca en remarcar las características anteriores que tenía el edificio, es decir, la distribución y dimensión de los vanos (fig. 8).

Fig. 8. En la variante estética “geométrica”, las formas presentes en la fachada no necesariamente evocan una referencia arquitectónica foránea o ancestral. Se puede evidenciar que la fachada empieza a marcar diferencias no solo estéticas, sino sociales. Fotografía: © Guido Alejo. 

5.2. Variante “ecléctica historicista”

Esta variante estética fue una de las primeras en difundirse y formar parte del imaginario alteño. Uno de sus exponentes es el Palacio Azul Neverland, el cual es mencionado en la crónicas sobre El Alto en 2004 (Bolivia.com, 2-3-2004) y aparece como edificio icónico en películas como ¿Quién mató a la llamita blanca?, dirigida por Rodrigo Bellot en 2005.

La variante “ecléctica historicista” se basa en referencias que toman en cuenta elementos de la arquitectura de distintas partes del mundo y de diferentes épocas, especialmente en la arquitectura griega, árabe y china. Así, la fachada presenta columnas y frontones griegos, con arcos de herradura o medio punto, balaustres y elementos barrocos como ornamentos (fig. 9). Es notoria la influencia de las iglesias contemporáneas del sacerdote Sebastián Obermaier, especialmente en la adopción de cúpulas bulbosas en algunos edificios.

Fig. 9. La variante “ecléctico historicista” se inspira en la arquitectura de distintas latitudes y épocas. En la parte superior derecha, podemos observar el Palacio Azul Neverland, uno de los primeros iconos alteños. Fotografías: © Guido Alejo. 

En la última década se vienen construyendo algunos edificios con una clara influencia oriental, que se expresa en techos inspirados en las pagodas chinas.

Estos edificios no necesariamente están enfocados en la fiesta, sino en actividades pasivas y especialmente en la residencia. En los últimos años, los diseños en esta variante estética han disminuido.

5.3. Variante “andina”

La variante “andina” es la más difundida mediáticamente y la más reconocida fuera de Bolivia. El manejo de símbolos andinos no es reciente, ya que en décadas pasadas algunas viviendas de tipo “utilitario popular” usaban reproducciones de figuras tiwanacotas en sus fachadas, pero no en la magnitud en la que el qamiri las emplea en su arquitectura. En este marco, los orígenes de la variante “andina” -como estética de la opulencia- se remontan a los diseños del arquitecto Miguel Prieto, a finales de la década de los noventa, y tiene continuidad en edificios como el Hotel Alexander, terminado en 2001. Luego es difundido por el trabajo de varios maestros albañiles y arquitectos en la ciudad de El Alto y dado a conocer al mundo por el constructor Freddy Mamani.

Se caracteriza por el uso de símbolos iconográficos de la cultura prehispánica como la cruz cuadrada y la figura escalonada, así como por elementos presentes en la cultura contemporánea aymara como el awayu5 y elementos de danzas folclóricas (caretas). También incluye nueva simbología en algunos edificios, como la presencia de diamantes, que representan el éxito económico de los propietarios (fig. 10).

Fig. 10. La variante “andina” es una de las más utilizadas en el planteamiento de grandes edificios. También se adapta a los tiempos y a tendencias más “contemporáneas”, lo que se puede evidenciar en la imagen inferior derecha: dos edificios con motivos andinos que contrastan en sobriedad y ornamento.Fotografías: © Guido Alejo. 

Morfológicamente esta variante estética encaja en los parámetros del mal llamado “cholet”, ya que buena parte de los edificios tienen una especie de chalet en la cúspide; sin embargo, no es algo generalizado. Los salones de fiesta están presentes sólo en los edificios más opulentos distando su decoración sustancialmente de lo que se demuestra en la fachada, y acaba siendo un golpe de sensaciones que apela escasamente a símbolos culturales.

La variante “andina” tiene especial atención de los medios masivos de comunicación desde 2014, especialmente fuera de Bolivia, ya que encaja en la visión idealizada y exotizante del multiculturalismo occidental. Se le atribuye propiedades como la reivindicación cultural, conjunción entre tradición y modernidad y el empoderamiento del “indígena”. Es propensa a ser idealizada y, por ende, a ser parte de la construcción de relatos.

Lo cierto es que es la variante que más expresa una identidad cultural basada en símbolos representa una parte de las visiones que se expresan en el interior de la sociedad, una visión que demuestra una afirmación cultural cimentada en la ancestralidad y en las expresiones culturales contemporáneas, apelando a la reproducción ornamental, pero también recurriendo a la copia de elementos occidentales como el chalet.

La estética “andina” sigue siendo parte constante del diseño de fachadas en El Alto, pero se va adaptando a los tiempos y a las tendencias arquitectónicas que se consumen. Así, adopta lenguajes más sobrios, acercándola a una estética minimalista, pero conservando elementos como la figura escalonada en las fachadas.

5.4. Variante “futurista transformer”

Una muestra plena de imaginarios futuristas es la irrupción de referencias subjetivas de ficción que se materializa en lo que coloquialmente se conoce como “arquitectura transformer”, pero que, por extensión, denominaremos variante estética “futurista transformer”.

Las referencias a personajes de ficción en elementos arquitectónicos no son recientes. Por ejemplo, en los años noventa, las puertas metálicas de ingreso en muchas viviendas estaban ornamentadas con figuras de dibujos animados como Mickey Mouse, Condorito y también los Transformers. Sin embargo, el constructor Santos Churata quiso ir un paso más allá y aplicó una estética basada en edificios de ficción futurista aplicándola en la fachada del edificio. La prensa replica su trabajo en 2016 denominándola como “Arquitectura Transformer” (Ortega, 14-4-2016) y se convierte en una tendencia muy mediática y de gran impacto en el imaginario sobre la arquitectura de El Alto.

Las particularidades de esta variante estética son: el manejo de tonos grises y acompañados de al menos dos colores primarios, la recreación de espacios internos y salones de fiesta futuristas asemejando naves espaciales, las fachadas son ornamentadas con rostros de personajes de ficción o alegorías a elementos de alta tecnología como chips con circuitos entrecruzados. La decoración exterior se basa en su totalidad en estructura de aluminio y alucobond, enmascarando al edificio. En la última planta se levanta un bloque diferenciado (en algunos edificios), equivalente a un chalet, pero disfrazado con un aspecto futurista (fig. 11).

Fig. 11. La variante estética “futurista transformer” está orientada al espectáculo y la fiesta; recurre a máscaras de Iron Man e incluso a reproducciones de rostros de Transformers. Sin embargo, como se puede evidenciar en la imagen superior izquierda, es propensa a simplificar formas, lo que puede acercarse más a una estética minimalista. Fotografías: © Guido Alejo. 

Si bien se trata de una estética del espectáculo, una tendencia paulatina que se ve en la variante “futurista transformer” es la simplificación continua de las formas, tanto que se reducen brechas con el “minimalismo policromo” y llegan a parecerse cada vez más.

5.5. Variante “minimalismo policromo”

La variante que se extiende con mayor rapidez es la que denominamos como “minimalismo policromo” que, como su nombre lo indica, tiene como referencia al minimalismo en tanto estilo arquitectónico; pero sólo adopta su estética, no sus principios (“menos es más”). Su aparición es reciente pero no se puede precisar algún año aproximado6. Hay dos factores que hacen que esta variante crezca con mayor velocidad:

La burguesía paceña hace uso del minimalismo en la concepción de sus edificios elitistas. El minimalismo está de moda y se constituye en un estilo aspiracional y asociado con la élite.

El Estado ha adoptado una estética minimalista en la construcción de infraestructura en El Alto. Tal es el caso de la Procuraduría Nacional, la nueva Terminal departamental, la nueva infraestructura educativa y las estaciones del teleférico. Esta imagen desplegada viene acompañada de un discurso de modernidad7.

Las principales características de la variante “minimalista policroma” se expresan en la fachada, en la cual las formas se simplifican al igual que los colores; pese a ello, no llegan a un nivel de sobriedad similar al minimalismo oficial. Las formas generalmente son rectas, aunque también se recurren a elementos curvos y círculos y elementos oblicuos (fig. 12).

Fig. 12. La variante estética “minimalista policroma” no está orientada al espectáculo; su paleta de colores y formas es reducida, pero cumple lo suficiente para que el edificio se distinga en su entorno. Fotografías: © Guido Alejo. 

Es necesario mencionar que si bien la fachada puede mostrar más sobriedad, los salones de fiesta que están en el interior conservan una multiplicidad de formas y colores, no es un “minimalismo” integral, sino que la estética sirve como forma de socialización sólo desde la fachada.

La asociación “estética-prestigio” es una constante en las preferencias qamiri. Por eso las referencias arquitectónicas de los “otros” ricos (la burguesía paceña) son prestadas y resignificadas a manera de acoplamiento simbólico. Es en esa lógica en la que funciona el minimalismo; sin embargo, es preciso remarcar que el “minimalismo policromo” también se expande en las capas medias de la sociedad aymara en El Alto.

Un aspecto interesante es el proceso en el que edificios de variantes estéticas “andina” y “futurista transformer” van simplificando más sus formas y se acercan más a una estética minimalista, haciendo que las diferencias no sean tan notorias.

6. Los imaginarios estéticos a través de datos: el caso de las zonas Norte y Sur de El Alto

El diferenciar las variantes estéticas puede coadyuvar en la identificación de imaginarios presentes en la ciudad; su cuantificación periódica resulta muy útil para reflexionar sobre las preferencias que tiene la población y qué atributos les brinda a través de la estética de su arquitectura. En este sentido, a continuación, se presenta un estudio, aún en proceso, en el que se explica la primera fase de un recorrido por las principales vías estructurantes de la ciudad de El Alto.

En el caso de la zona Norte, se han tomado en cuenta las vías principales de la zona, que acogen el recorrido de la entrada folclórica y la feria 16 de Julio. Estas vías son la Av. Juan Pablo II (una de las más importantes de El Alto); la Av. La Paz, que acoge importantes actividades festivas los fines de semana, y la Av. Alfonso Ugarte, que es eminentemente comercial. Se hizo el recorrido entre el 15 y el 17 de septiembre de 2019.

En el plano que se presenta en la figura 13, se han marcado las construcciones que demuestran distinción social y rivalidad con sus semejantes, se han cuantificado para demostrar qué predominancia tiene determinada estética en la imagen urbana de esta parte de El Alto.

Fig. 13. El Alto, sector Norte, variantes estéticas en las principales avenidas. Fuente: Elaboración propia sobre la base de una imagen de Google Maps. 

Como se puede observar, la mayor concentración de estas expresiones arquitectónicas se encuentra en el área en la que se desarrolla la feria 16 de Julio, especialmente la Av. Alfonso Ugarte. Esto demuestra también la ocupación espacial de las construcciones qamiri con el hipotético valor del suelo y función comercial. Ahora nos adentraremos en la cuantificación de las variantes estéticas (cuadro 1).

Cuadro 1. El Alto, sector Norte, principales avenidas. Variantes estéticas Fuente: elaboración propia. 

Se evidencia que la variante estética más expandida es la “minimalista policroma” (59), seguida de la “andina” (38); la “geométrica” (19) y la “ecléctica historicista” (17) tienen una presencia similar; al final, se encuentra la variante “futurista transformer” (7).

En el caso del sector Sur de El Alto, se han tomado en cuenta las vías principales de importancia en la estructura urbana. La avenida 6 de marzo (carretera a Oruro); las avenidas Km. 7-Ladislao Cabrera (carretera a Viacha); la avenida Bolivia, que acoge una importante actividad festiva; y la avenida Litoral. Se realizó el recorrido entre el 21 y el 23 de diciembre de 2019 (fig. 14).

Fig. 14. El Alto, sector Sur, variantes estéticas en las principales avenidas. Fuente: Elaboración propia sobre la base de unas imágenes de Google Maps. 

Como se puede observar, hay una mayor concentración de construcciones de los qamiri en sectores como el cruce Villa Adela y la Ceja de El Alto, coincidiendo con sectores de importancia comercial. La avenida Bolivia tiene una distribución regular en algunos tramos, lo que implica una función festiva importante. En cuanto a las variantes estéticas, la distribución se describe en el cuadro 2.

Cuadro 2. El Alto, sector Sur, principales avenidas Variantes estéticasFuente: elaboración propia. 

Los resultados difieren de los vistos en el sector norte, siendo la estética “andina” la más numerosa (38), seguida del “minimalismo policromo” (36), la variante “geométrica” (27), la “ecléctica historicista” (25) y finalmente la “futurista transformer” (3). En cuanto a la totalidad de edificios, la proporción es la que se presenta en el cuadro 3.

Cuadro 3 El Alto, total cantidad de viviendas según variantes estéticas en los tramos estudiados Fuente: elaboración propia. 

Lo que ocurre en los sectores de estudio demuestra una tendencia importante: las estéticas asociadas a lo “moderno” son las más numerosas, lo que podría implicar una mirada en consonancia con la “automodernización popular”, aunque desde estratos económicos altos. Un siguiente recorrido en un tiempo prudente podría evidenciar qué estéticas se vienen desarrollando con más vigorosidad.

Otro elemento importante es la distribución de las construcciones a lo largo de las vías, que, si bien se halla más concentrada en unos sectores que en otros, no implica procesos de desplazamiento o autosegregación. Es decir, mediante estos datos se puede inferir que no hay zonas concretas en las cuales se concentran los ricos a semejanza de urbanizaciones cerradas, que son fruto de la urbanización capitalista.

La estética arquitectónica -entre otros factores- a futuro podría ejemplificar el ascenso y la influencia de otras potencias mundiales como las potencias orientales. Por ejemplo, hay algunos edificios que guardan referencias a las pagodas chinas, lo que implica una influencia que no sólo sería económica, sino también cultural.

7. Automodernización popular y arquitectura

El Alto es una ciudad llena de energía y creatividad; está en continua búsqueda de nuevas referencias, como se ha evidenciado en la arquitectura. Actualmente la población joven es mayoritaria y los imaginarios se modifican continuamente. Hace poco la fibra óptica ha acelerado su cobertura en gran parte de la ciudad y el acceso a internet se va popularizando a un gran ritmo. Es previsible que el aymara urbano acople muchas tendencias globales en la cultura local.

En ese marco, un aspecto a tener en cuenta es que en los últimos años los discursos de “progreso” y “desarrollo” se han reposicionado con fuerza. Los servicios básicos están cubiertos en una gran parte de la ciudad, el Estado construye infraestructura vial y productiva, siendo representativa la planta ensambladora de computadoras “Quipus”, la red de teleféricos en conexión con La Paz y la planta de energía nuclear situada a mayor altitud del mundo. Sin embargo, es necesario mencionar que la informalidad de la economía no ha decrecido sustancialmente, la precariedad está naturalizada, los espacios verdes y recreativos son escasos.

En este contexto, es necesario reconocer el entusiasmo que despierta en la población en general el deseo de construir una ciudad contemporánea, una “modernidad” propia. Este imaginario está posesionado en la mentalidad de los estratos altos, como el del qamiri, que lo expresa en su arquitectura; pero la diferencia con las burguesías bolivianas es que -como elite social- las expresiones del qamiri son aspiracionales a gran parte del ámbito popular y son reproducidas por festividades como las Alasitas, en las cuales se puede ver este aspecto concreto (fig. 15).

Fig 15 La festividad de las Alasitas es un buen indicador en el que se expone la aspiracionalidad de los sectores populares. Del mismo modo, en esta feria se observa las variantes arquitectónicas descritas. Fotografía: © Guido Alejo. 

La modernidad occidental como proyecto político, social y cultural nunca se concretó en Bolivia, ya que el Estado Nación era inaplicable en una población que mantiene una cultura arraigada en valores que han sobrevivido a la colonia y parte de la historia republicana boliviana. En las últimas décadas, un segmento de gran vitalidad de esta población “indígena”, como es el aymara, se ha adaptado al mercado mundial; ha acoplado la tecnología y las expresiones estéticas “modernas” a su cultura urbana. Es previsible que esta dinámica social continúe y repercuta en varios aspectos de la realidad boliviana. Esto se puede comprender como un proceso de “automodernización”:

La “automodernización popular” es un proceso enmarcado en el pericapitalismo, la urbanización, las migraciones internas, la movilidad social, la multilocalidad y un proceso intenso de acumulación de capital social y económico, los cuales influyen en la subjetividad social originando múltiples imaginarios que -como indicaba Zavaleta- pueden interpretarse como “abigarrados” a los ojos de la modernidad ortodoxa occidental, mas no necesariamente son inentendibles ya que son impulsados por una voluntad propia, pragmática y autónoma de la apertura al mundo (no exclusivamente a lo occidental) y la concreción de condiciones básicas de subsistencia adecuada a los tiempos actuales (Alejo, 13-7-2021).

Podría entenderse a esta arquitectura como “arquitectura de la automodernización” aunque formalmente parezca posmoderna, nace y se reproduce en un contexto dado y se expande también en esa misma lógica. Esto obedece a otros factores mencionados como la multilocalidad, las migraciones internas y el mercado interno. No es nada extraño encontrar expresiones arquitectónicas similares en Cobija, Montero, Villazón o Yacuiba, así como en regiones afines culturalmente como el sur del Perú y el norte de Chile.

Lo interesante es que se desenvuelve en la informalidad, lo que implica también que grandes cambios sociales se están operando en esta esfera concreta, mayoritaria en el país. Uno de estos procesos es la movilidad social, que -en este grupo concreto (el qamiri)- no ha sido posibilitada por las acciones estatales ni por sus políticas de desarrollo económico, sino por la misma inacción estatal ante la cual se conforma la informalidad. En esto puede también inferirse la limitada influencia estatal -en todos sus niveles- y de sus entes replicadores, como la academia.

Como se evidenció, la arquitectura y el estudio de la estética pueden indicar parte de los imaginarios predominantes en la población así como desmitificar idealizaciones provenientes de agentes externos y proyectar tendencias socioculturales con sus atributos implícitos. La arquitectura no sólo es el arte de delimitar y organizar el espacio, sino una materialización de la dinámica social, una expresión de los grupos sociales que lleva implícita su cultura, sus deseos, sus motivaciones y proyecciones.

8. Conclusiones

La condición urbana del “indígena” no es reciente, tiene larga data. En el caso paceño, los datos censales de 1909 demuestran una numerosa población de origen aymara, mas no necesariamente esta población urbana y sus expresiones arquitectónicas han tenido relevancia en la historia local de la arquitectura, al menos hasta la divulgación mediática del mal llamado “cholet”.

La intensa movilidad social vigente en la actualidad tiene antecedentes en la emergencia del qamiri urbano, cuya presencia visibiliza en la ciudad los imaginarios subyacentes que se expresan en una arquitectura que es muestra de la estratificación social y de la rivalidad en el interior de esta élite social.

La estética arquitectónica derivada no se puede simplificar en un estilo o tipología denominado como “cholet”, sino que tiene características que están sujetas a desagregación, lo que muestra un panorama más complejo y amplio en el cual se pueden identificar cinco variantes estéticas: “geométrica”, “ecléctico historicista”, “andina”, “futurista transformer” y “minimalismo policromo”; esta última es la de mayor propagación en la actualidad.

El proceso sociocultural en el que se enmarcan estas expresiones arquitectónicas es el de una “automodernización popular”; ésta implica una adopción utilitaria de elementos de la modernidad occidental, sin que se produzca una ruptura con la tradición, más bien consiste en una adaptación a la contemporaneidad sin guía intelectual ni estatal. La estética arquitectónica “popular” es una muestra de los imaginarios urbanos que nacen inmersos en este fenómeno.

Referencias

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NOTAS

** Este trabajo no entraña conflicto de interés con alguna institución o persona.

1 “Cholet” es un denominativo que tiene un sentido inicial peyorativo. Es la mezcla de “chalet” y “cholo”, implicaría la idea de “chalet de los cholos”.

2Se hace uso del término qamiri por ser más aproximado que el de “burguesía chola”.

3La zona Sur de La Paz es conocida en el imaginario urbano como la zona donde vive la clase media y alta tradicional, que se caracteriza por su “occidentedependencia” ideológica, artística y, en este caso, arquitectónica.

4Exposicíón en el Workshop “El Arké regenerativo: Hacia el metacholet”, llevado a cabo en la Facultad de Arquitectura de la UMSA, en abril de 2018.

5El awayu (aguayo) es una prenda utilitaria usada especialmente por la chola aymara, tiene una policromía notable y es fuente de inspiración para varios artistas y arquitectos.

6La variante “minimalista policroma” es considerada intrascendente por la prensa y la academia, ya que no necesariamente es espectacular como lo son las variantes “andina” y “futurista transformer”, pero desempeña una presencia importante en el paisaje urbano alteño.

7Este discurso estatal es un discurso basado en la imagen (minimalismo) y en la materialidad (fierro cemento y vidrio), que tiene la intención de llenar un deseo implícito en la sociedad aymara urbana: el de pertenecer a la modernidad. El discurso estatal se constituye en un discurso de “modernidad aparente”.

Recibido: 01 de Agosto de 2021; Aprobado: 01 de Septiembre de 2021

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