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Revista Ciencia y Cultura

Print version ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.24 no.45 La Paz Dec. 2020

 

ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

 

Tejido en escena: bastidores y montaje de los centros de tejido para turistas de Chinchero, Cuzco

 

Weaving on Stage: Backstage and Assembly of Weaving Centers for Tourists of Chinchero, Cuzco

 

 

Macarena Moscoso Barrio*

 

 


Resumen

Chinchero es una de las entradas a la ruta de atractivos turísticos de la región del Cuzco. La afluencia de turistas es muy importante en el distrito y ha impactado en la vida de sus habitantes. Llama la atención el predominio de los centros de tejido en el distrito, recintos dedicados a la demostración y venta de tejidos cuya característica más relevante es que el visitante se aproxima a la técnica del tejido de una forma vivencial. La finalidad del siguiente artículo es analizar los centros de tejido de Chinchero como una puesta en escena donde los bastidores están compuestos por un entramado de relaciones asimétricas basadas en vínculos de parentesco ceremonial, y donde la puesta en escena está pensada para producir y mostrar cierta autenticidad étnica.

Palabras clave: Turismo; textiles; puesta en escena; mercancías culturales; Chinchero.


Abstract

Chinchero is one of the entrances to the route of tourist attractions in Cuzco region. This implies that influx of tourists is very important in this area and has impacted on inhabitants' lives. Predominance of weaving centers in Chinchero is striking, these centers are venues dedicated to the demonstration and sale of local textiles where their most relevant characteristic is that visitors approaches to the weaving technique in a sensorial way. The purpose of the following article is to analyze Chinchero’s weaving centers as a stage: backstage is composed of a network of asymmetric relationships based on ceremonial kinship and staging is designed to produce and show a certain authenticity ethnic.

Keywords: Tourism; textiles; cultural commodities; performance; Chinchero.


 

 


Tejedora de Chinchero, 2016. Fotografía: Macarena Moscoso Barrio.

 

1. Introducción1

Cuando un turista visita un centro de tejido del distrito de Chinchero, en la región del Cuzco, una mujer que trabaja en el establecimiento le recibirá y le preguntará si es que ya conoce cómo se hacen los tejidos en la localidad y si es que desea un mate de muña para el frío. Inmediatamente, un grupo de tejedoras le explicarán cómo se manufacturan: de dónde provienen las lanas; cómo se hilan; los tintes naturales que utilizan; la estructura del tejido y sus particularidades iconográficas; hasta el tejido en sí. Al comenzar mi investigación en Chinchero, llamó mi atención que todas las tejedoras tenían un rol asignado cuando llega un visitante, y que la organización del espacio era similar en todos los centros.

Los centros de tejido son casas donde los patios han sido acomodados para que se pueda demostrar cómo se elaboran los textiles de la localidad y venderlos. Estos espacios son administrados por mujeres chincherinas, denominadas tejedoras, quienes se encargan de recibir a los turistas que las visitan diariamente. La característica más relevante de estos espacios es que el visitante se aproxima a la técnica del tejido de una forma vivencial al interactuar con las tejedoras y presenciar su labor. En la actualidad, se pueden encontrar más de cincuenta centros textiles: una gran cantidad de las casas de adobe y yeso del pueblo y alrededores tienen en su entrada un cesto de flores y un cartel que anuncia el nombre con el que han bautizado al centro.

Las mujeres de Chinchero siempre han tejido. Las tejedoras del distrito con quienes conversé recuerdan como una parte fundamental de sus vidas el momento en que sus madres y abuelas les enseñaron esta actividad. Las mujeres son quienes han sido las encargadas de tejer las mantas y vestidos que se utilizaban en la vida cotidiana desde, por lo menos, el incanato, como cuentan en la localidad.

Los pobladores de Chinchero recuerdan cómo los visitantes foráneos siempre han sido parte de su día a día. En nuestras conversaciones, los turistas forman parte de las historias que circulan en el distrito; siempre han formado parte del paisaje en el que se desplazan en su vida cotidiana. Desde el “redescubrimiento” del centro arqueológico en 1970, comenzaron a llegar los turistas al pueblo. Primero, eran unos cuantos viajeros quienes llegaban los días martes y jueves a visitar la residencia del Inca Túpac Yupanqui, o los días domingos para visitar, además, el mercado de la localidad. En la actualidad, esos pocos visitantes se han convertido en buses llenos de turistas que llegan a visitar el centro arqueológico y algún centro textil. Chinchero se re-descubre como “sitio turístico” o “destino” , comienza a existir una presencia paulatina de foráneos que es reconocida y asimilada a la cotidianidad por la población local. Los turistas juegan un papel muy importante aquí, ya que se generó una nueva demanda por estos objetos, es decir, se le da un nuevo valor diferente al de sólo utilizar los tejidos de forma cotidiana; éstos más bien pasan a ser una forma de tener un nuevo ingreso monetario para las tejedoras. La transformación reside en que pasa de ser una práctica de la vida cotidiana a ser una práctica para producir estos objetos para el turismo.

Entonces, si bien la tradición textil de Chinchero es una actividad que se puede rastrear hasta la época inca, no es hasta que aparece el turismo que se comienzan a vender estos objetos como una forma de ingreso monetario para las tejedoras.

A partir de la aparición de los centros de tejido, los textiles producidos en Chinchero pasaron por un proceso de revalorización, el cual se hace evidente en la forma en que las tejedoras los ofrecen. Jean y John Comaroff (2009) brindan un panorama de cómo la etnicidad viene siendo mercantilizada de distintas maneras por las mismas personas que “cultivan su etnicidad” con fines comerciales. Es decir, al poseer un activo —que por sus características contiene ciertos marcadores étnicos— éste puede ser insertado al mercado si es que se diseña una forma de mercantilizarlo. Las múltiples iniciativas que existen de turismo cultural son un buen ejemplo de esto.

Las mujeres que producen y venden textiles en Chinchero estarían “cultivando su etnicidad” en tanto son ellas quienes, a través de un guion estandarizado, cuentan que son mujeres indígenas que ayudan a la economía familiar a través de esta manufactura. En ese sentido, los marcadores étnicos se inscriben en cuerpos particulares (Cánepa, 2002) y por eso la etnicidad, en contextos turísticos, puede ser mercantilizada.

De acuerdo con este panorama, los centros de tejido son espacios donde las tejedoras producen y reproducen una serie de dispositivos que funcionan para exhibir ciertas formas de etnicidad. Resulta importante prestar atención a la proliferación de los centros de tejido en Chinchero, porque podría dar cuenta de cómo existen iniciativas locales que desean insertarse al mercado turístico nacional, donde las políticas turísticas han establecido ciertos estándares de cómo se debe presentar el Perú al mercado internacional.

MacCannell (1999) habla de una “autenticidad escenificada” , donde la “retórica del turismo” se expresa en términos de autenticidad observada, y se narran historias sobre la identidad de la sociedad observada. Metodológicamente, plantea dividir la puesta en escena en: escenario, palco y bastidores. Hacer esta división resulta una acertada decisión, ya que toma en consideración qué tipo de acciones se generan en cada uno de estos espacios; qué exhibir y a quién hacerlo; las reacciones de los visitantes y las ideas de autenticidad que se producen. Esta división analítica permite distinguir un escenario que es mostrado al turista y unas bambalinas que dirigen la experiencia.

En esta investigación tomé la decisión de analizar los centros de tejido con la división propuesta por MacCannell, distinguiendo dos regiones. Primero, los bastidores, donde considero algunos aspectos que hay que tomar en cuenta sobre la organización social que emerge dentro de este espacio. El centro de tejido es el lugar de estar de las mujeres e implica la experiencia de habitar un espacio similar al hogar en el cual hay que cumplir otras funciones relacionadas a la puesta en escena que hay que poner en marcha para los turistas.

Luego está el centro, considerado como un montaje pensado y utilizado para producir y mostrar cierta autenticidad étnica. Estas formas de exhibir no sólo involucran la materialidad del lugar y de los objetos sino también suponen funciones, roles y discursos performados por las mujeres que trabajan en el lugar. La producción textil es mostrada a través de teatralizaciones construidas para los turistas.

Por lo anterior, mi análisis está centrado en cómo las tejedoras de los centros de tejido se relacionan con el mercado turístico, siendo quienes poseen la legitimidad de mostrar y generar experiencias sobre qué es un tejido y cómo es una tejedora chincherina para los visitantes que llegan a la localidad. En ese sentido, no me detendré en la naturaleza de los textiles (técnica, iconografía, historia) sino más bien en su relación con el turismo.

 

2. Tras bastidores: la organización del trabajo y la (pre)producción de la experiencia en los centros de tejido

Los centros de tejido son pequeñas organizaciones que tienen como finalidad exhibir el oficio del textil a los turistas que llegan a estos espacios. Para poder cumplir con este fin, las mujeres que trabajan en los centros organizan su trabajo de modo que cada visita de turistas sea amena. En ese sentido, opera una división del trabajo que permite que los turistas tengan una experiencia considerada agradable.

En las siguientes páginas describiré la organización social traducida en la división del trabajo que ocurre sin que los turistas se den cuenta; aquellas acciones y movimientos que dan paso a la experiencia turística, es decir, describir qué es lo que ocurre en los bastidores. Esa analogía proviene del análisis que propone MacCannel (1999) tal como lo describí en la introducción.

La creciente afluencia de turistas sentó las bases para que desde 1996 en adelante se abrieran una gran cantidad de centros de tejido. El auge de los tejidos de Chinchero es resultado de un proceso de puesta en valor que dio paso a que aparecieran los centros de tejido y se difundieran en el distrito en la escala que se conoce en la actualidad. En este proceso de proliferación, las casas acomodaron para convertirse en centros de tejido y así comenzar a recibir turistas. Muy pocos lugares fueron construidos desde cero para hacerlos centros de tejido. Luego de haber vivido en Chinchero y estar familiarizada con los espacios domésticos, puedo decir que los centros de tejido no han cambiado la estructura de la casa que los alberga, sino que más bien solo se han agregado ciertos elementos que permitan la exhibición y venta.

Los centros de tejido, en su materialidad arquitectónica, tienen una posición y un “lugar” en Chinchero, es decir, han logrado posicionarse como espacios especiales, a pesar de tener la misma apariencia del resto de casas del casco urbano, con letreros discretos o con canastas con flores en las puertas. Es importante señalar que los centros de tejido que tienen más años y prestigio entre los guías turísticos no tienen la necesidad de un anuncio llamativo, ya que dependen de las alianzas que realicen con los turistas más que de un gran cartel en la entrada. Sin embargo, en la medida que han ido apareciendo mayor cantidad de centros de tejido, se ha vuelto necesario encontrar estrategias para atraer turistas; por ejemplo, algunas tejedoras se sientan en las puertas invitando a los turistas sin guía a pasar a sus instalaciones.

Dentro de cada centro de tejido, el espacio está dividido, visiblemente, en dos áreas en donde se han construido ciertas estructuras que permiten la visita de turistas: las tarimas de venta y el teatrín de la demostración. Los lugares de venta usualmente se ubican alrededor del patio. Para ello se construyen techos de paja que sirvan de protección del sol y de la lluvia. Bajo estos techos se ubican tarimas de madera según la cantidad de mujeres que trabajan en el centro donde cada una coloca su mercadería. La mercadería que acomodan en la tarima es muy variada, toda relacionada a indumentaria hecha de lana natural o artificial; se puede encontrar desde los tejidos que ellas mismas realizan hasta la mercadería de “artesanía industrial”2.

El teatrín se usa para explicar cómo se hacen los tejidos en Chinchero. Este lugar puede estar ubicado en cualquier parte del centro de tejido; usualmente se encuentra en el medio del patio, pero también puede que no sea visible y se ubique en una habitación cerrada. Cuando entran los visitantes son llevados hasta este espacio para que observen cómo es el proceso de manufactura. Tiene la forma de un teatrín, ya que al medio está el lugar donde la tejedora va a dirigirse a los turistas, y alrededor se ubican a los turistas. Este lugar está compuesto por una mesa de barro que sirve de soporte de los objetos que forman parte de la demostración. Detrás se ubica un fogón de barro que está prendido todo el día con agua caliente y lanas en proceso de teñido. Y alrededor de la mesa, en forma de U, hay bancas para los visitantes. Todas las miradas se dirigen al medio, sin permitir que se vea lo que los está rodeando.

El centro de tejido también tiene espacios privados donde el acceso de los turistas es restringido. Evidentemente, en dichos espacios no existe ningún tipo de exhibición, sino más bien atienden otro tipo de necesidades que el centro de tejido tiene que cumplir, como la cocina, el comedor de guías turísticos y el almacén.

Las tejedoras llegan al centro de tejido a las seis de la mañana, hora que permite que todo esté listo para la llegada de los primeros buses de turistas. Apenas llegan, cada una ya sabe qué tarea debe cumplir, la cual se repite todos los días de forma sistemática. Si una tejedora falta, ello significa que alguna de las tareas que describo a continuación no se van a realizar y puede afectar al funcionamiento usual del centro de tejido. Algunas tienen que limpiar el centro, el cual, por su tamaño, necesita de varias mujeres que se ocupen del orden y aseo. Otras se ocupan de la cocina, ya que están encargadas de preparar el menú3 que se ofrecerá a los guías turísticos que traen a los buses. Estas tejedoras también están encargadas de tener el comedor limpio y ordenado, así como de la provisión de infusiones de hierbas locales, café, pan, mantequilla, entre otros alimentos.

Otro grupo de tejedoras llegan para poner en orden y reabastecer los espacios donde se demostrará la elaboración de los tejidos. Ellas se refieren a esta acción como el teñido, pero cuando lo hacen no se refieren a preparar lanas en los diferentes colores, sino a preparar los elementos para la demostración en el teatrín. Tienen madejas de lana listas para ser teñidas, y ponen a hervir las ollas de barro que contienen lana con los tintes naturales de los que hablarán en la exhibición. Cuando culminan las tareas comunes, pasan a retirar los plásticos que cubren las tarimas donde tienen su mercadería, para luego ordenarla. Las mañanas suelen ser muy ajetreadas.

Los buses4 comienzan a llegar a las siete de la mañana, ya que, en algunos casos, es la primera parada de los tours hacia el Valle Sagrado. En una mañana de temporada alta, me contaban, pueden recibir hasta veinte grupos de turistas; en temporada baja, este número se puede reducir a una tercera parte. Cuando llegan turistas, un grupo de tejedoras los reciben y los acompañan hasta el lugar donde se les explicará el proceso productivo del tejido; una de ellas es la que realiza la demostración. El guía turístico, responsable de la elección de llevar al grupo a este centro de tejido, deja a su grupo con las tejedoras y entra al comedor a esperar que llegue su plato de comida.

Mientras esto ocurre, otra tejedora ya ha contado la cantidad de turistas que componen el grupo y se ha dirigido a la cocina a colocar en una fuente la cantidad de vasos descartables necesarios para el grupo y servir en cada uno un poco de mate de muña5. Luego se dirige hacia los turistas, se acerca a cada uno y les ofrece un vaso con la bebida. Cuando la han recibido, la encargada de la demostración da inicio a su explicación6.

Mientras tanto, una o dos tejedoras se acercan al teatrín de explicación y la ayudan pasándole algunos elementos que están fuera de su alcance para la explicación; ellas funcionan como los encargados de utilería durante una obra de teatro, y permanecen cerca, hilando o torcelando lana para ayudarla en toda su performance.

Durante este momento, la tejedora encargada de la cocina ha servido los platos de comida para el guía y el chofer, y discretamente se traslada con él hacia el comedor. El plato usualmente está tapado por otro plato y una tela, para que no sea notorio que están llevando comida. Ella se acerca por lo menos dos veces al comedor para verificar que el guía esté a gusto mientras espera a su grupo. Cuando acaba la explicación, es la única tejedora que no va hacia su tarima de mercadería, ya que la cocina nunca puede quedarse sola. Esto se debe a que siempre hay algo que hacer en este espacio, pues la comida siempre debe estar lista para el siguiente grupo. Cada vez que un grupo llega, todos estos movimientos se repiten a lo largo del día.

Al llegar la una de la tarde, los últimos visitantes suben a sus buses y las mujeres se quedan solas, terminando la primera parte de su jornada laboral. Algunas se van apuradas a sus casas, ya que los hijos llegan del colegio y tienen que servirles el almuerzo, momento que aprovechan para almorzar ellas también. Este grupo sabe que tienen que regresar a las tres de la tarde para reanudar sus labores en el centro de tejido.

Otro grupo se queda en el centro de tejido, esperando que algún visitante llegue a la hora de almuerzo. Durante las dos horas de descanso, las tejedoras se dedican a hacer algunas actividades mientras conversan. Por ejemplo, algunas hacen pulseras, otras hilan o preparan madejas de lana para teñir. También, una vez a la semana —de acuerdo a la división de labores por semana—, una se dedica a realizar la división de gastos de los alimentos que se preparan a los turistas, los insumos del teñido y los productos de limpieza; y durante este tiempo se dedica a cobrar a las que están presentes, para luego redistribuir el dinero a quienes hayan efectuado los gastos.

No es usual ver que durante este tiempo se dediquen a tejer las mantas que luego venden, y en general no se las suele ver tejer más allá de la demostración. Y si esto ocurre, es porque tienen algún pedido particular y lo avanzan en el centro en algún momento libre del día o en sus casas.

Cuando se reanuda la jornada laboral, aproximadamente a tres de la tarde, el proceso es similar al de la mañana, ajetreada, y sin tiempo para conversar como lo hacían durante el almuerzo. Aproximadamente a las siete de la noche, luego que parte el último bus, las mototaxis suben hasta el centro de tejido y se llevaban a todas las tejedoras, quedando solo una, para pernoctar y cuidar el centro de tejido.

Las tejedoras transitan por estos espacios realizando labores específicas, con la finalidad de atender a los turistas y darles la mejor experiencia posible. Entonces, tanto la división del espacio como de las tareas muestran cómo las mujeres se organizan para que el centro pueda funcionar.

En los centros existen grupos familiares, y las relaciones de parentesco son fundamentales para entender la jerarquía que existe tanto en el espacio como en la división del trabajo. Como detallaré más adelante, muchas de las tejedoras que trabajan en los centros de tejido pertenecen a una misma familia. Resulta importante comprender cómo la estructura jerárquica en los centros de tejido afecta a las relaciones de las tejedoras y del trabajo del que son responsables.

La división del trabajo varía según el centro de tejido, ya que la asignación de tareas recae en las necesidades que el centro de tejido requiera. La asignación de tareas también tiene que ver con cuál es la estructura organizativa y de propiedad del centro, es decir, si es que es una asociación con una estructura más horizontal o si existe un solo dueño con una estructura vertical7.

Como vemos en el gráfico 1, este centro tiene una dueña y sus familiares mujeres más cercanas son quienes se encargan de su administración. La verticalidad es lo más característico de este tipo de organización, donde una persona o un grupo de personas son propietarios. Ellos determinan cuáles son las necesidades del centro, y a partir de ello asignan los roles que cada tejedora tiene que cumplir.

La lista de tareas es dividida equitativamente por las tejedoras invitadas, que no son parte de la familia de la dueña. Ser una tejedora invitada quiere decir que el dueño o dueña le ha ofrecido vender en este espacio y a cambio debe ayudar en el cuidado del centro. Entre ellas procuran que la asignación de tareas sea lo más justa posible, para evitar sobrecargar de trabajo a alguna. A partir de la división del trabajo, la asimetría se hace notoria, ya que la dueña y su familia tienen la ventaja de dedicarse sólo a la demostración y venta de productos.

Para ser parte de un centro de tejido con estructura vertical se recibe una invitación de la dueña. Las propietarias, a través de sus relaciones de parentesco, invitan a sus familiares más cercanas o a aquellas mujeres que tienen un vínculo ceremonial con ellas a través del comadrazgo o el compadrazgo. Es decir, la dueña invita a sus ahijadas o comadres a ser parte de su centro, creando un vínculo asimétrico, en tanto las ahijadas o comadres tienen una suerte de deuda con su madrina. Esto ocurre sobre todo con las ahijadas, porque el puesto que se les brinda en el centro es una oportunidad de trabajo, y por eso, en agradecimiento, las ahijadas cumplen con las labores que se les encomienda. Este tipo de vínculo ubica al ahijado por debajo del padrino o madrina, y da cuenta de una relación vertical y paternalista que se fundamenta en el agradecimiento. La religión que concentra más fieles en Chinchero es la católica y la celebración de sacramentos es muy común. La gran mayoría de chincherinos católicos tienen un padrino o una madrina, y desde ese momento se genera un tipo de relación vertical y asimétrica.

En uno de los centros de tejidos en donde realicé el trabajo de campo, trabajaban quince mujeres, y la estructura era vertical, pues trabajaban dos núcleos familiares que tenían lazos de comadrazgo entre sí. El primer núcleo familiar estaba compuesto por cinco tejedoras (Dominga, Liseth, Patricia, Gloria y Ruth), todas familiares de la propietaria (Luz), como podemos ver en el gráfico 2. Los vínculos entre estas mujeres están determinados por la consanguinidad o la afinidad, es decir, son hermanas o cuñadas.

El segundo núcleo familiar está compuesto por cuatro tejedoras, y las relaciones entre ellas no son tan cercanas como en el primer caso, como podemos ver en el gráfico 3. Sin embargo, la cotidianidad ha hecho que sean muy cercanas y sean un soporte de ayuda colectiva para todas. En este segundo grupo de tejedoras se encuentran las ahijadas o comadres de la dueña, invitadas a vender aquí, y solo se relacionan con la dueña por medio del vínculo que supone el comadrazgo.

Ser una tejedora invitada implica un trabajo, pero que no significa recibir un pago por los servicios prestados; más bien son las tejedoras las que deben favores a la dueña, por permitirles vender su mercadería en el lugar. A vista del turista, todas las tejedoras son intercambiables. La vestimenta típica funciona como homogeneizador para mostrar “personas tipo”8. Sin embargo, dentro del centro de tejido, más allá de la vestimenta que utilizan, existen una serie de roles que se asumen durante el trabajo.

Por ejemplo, las tejedoras invitadas trabajan seis días a la semana, con una jornada de 12 horas. El horario solo lo cumplen ellas y no las dueñas, quienes tienen libertad para entrar y salir del centro. En el caso de no cumplirse el horario, no hay una penalidad, pero sí una llamada de atención por parte de una de las familiares de la dueña. Una tardanza constante crea una tensión importante entre quien llega tarde y la familia de la dueña, que podría terminar con su separación del centro. Un centro como este no tiene asambleas, y la toma de decisiones recae, en todos los casos, en la dueña y su familia.

De la misma forma ocurre con la demostración para los turistas, porque significa tener la posibilidad de generar un vínculo entre la tejedora y el grupo de turistas, lo que luego se refleja en las ventas que realizan. Esto es importante porque, una vez terminada la demostración, los turistas siguen a la tejedora que les ha mostrado el proceso productivo hasta su tarima de venta. En ese sentido, hacer la demostración constituye un privilegio que luego se ve reflejado en las potenciales ventas que se pueda hacer. Todas las tejedoras saben hacer la demostración y están a la espera de que les toque su turno. En los centros de tejido con una estructura vertical, siguiendo una lógica jerárquica, la dueña y sus familiares tienen prioridad.

Las tareas se dividen entre todas las tejedoras, pero las responsabilidades varían de acuerdo a la pertenencia a la familia propietaria. Las labores de la casa se dividen por días o semanas, dependiendo de cómo se hayan organizado; es importante que se dividan las labores para que el esfuerzo sea compartido y que no haya alguien que trabaje más que otro. En ese sentido, el pago del favor de estar en el centro textil es constante, ya que se retribuye ayudando en las labores que se requieran.

La rotación de las responsabilidades varía; el día sábado se vuelve a repartir las tareas y se realiza el cobro de lo que se ha invertido en comida en la semana. Las dueñas dan libertad para que las trabajadoras puedan decidir la división de responsabilidades. El día sábado, luego de organizarse, se prepara una lista con las responsabilidades y se coloca ésta en una hoja en la cocina, como un recordatorio de lo que les toca hacer.

Todo esto da cuenta de que la verticalidad de un centro de tejido se traduce en el complejo entramado de normas implícitas; éstas se cumplen de acuerdo a la posición que se tenga en la pirámide. Como expliqué líneas arriba, existe una diferencia sustancial en las tareas de las que una tejedora debe hacerse responsable, pues depende de la relación que se tiene con la persona propietaria del centro. Si la tejedora tiene una relación de parentesco directa con el dueño o dueña, sólo se ocupará de la venta de tejidos y de la demostración del proceso productivo. Si la tejedora es invitada, además tendrá que ocuparse de las labores de cuidado del centro que se le asignen semanalmente.

Las únicas reglas que todas tienen que cumplir son sólo tres: usar la vestimenta típica mientras se esté trabajando, cumplir con las responsabilidades asignadas para el funcionamiento del centro y avisar si es que no se va a asistir. Sin embargo, como he podido detallar, la dueña y su familia han elaborado ciertas estrategias para que ellas puedan vender más tejidos, como, por ejemplo, ser las primeras en realizar demostraciones o tener un lugar permanente de venta. Esto último me llamó mucho la atención, ya que daba cuenta de que la verticalidad tiene un correlato espacial.

A medida que transcurrían las semanas en el centro de tejido en el que hice trabajo de campo, pude ver que las tejedoras cambiaban de lugar su tarima. Es decir, rotaban entre ellas. Como se ve en el gráfico 5, el espacio de ventas está dividido en dos: los cuadrados azules representan las tarimas de la dueña y su familia, y los cuadrados grises representan las tarimas de las invitadas. Forman una línea donde cada tarima está al costado de la otra. La rotación se da en sentido horario, comenzando por la tarima del medio. Entonces, a lo largo de la rotación, la tejedora pasará a estar en un momento al extremo de la línea, donde hay menos movimiento de turistas, para volver al principio. Lo interesante es que solo las trabajadoras rotan su tarima. Esta rotación tiene como finalidad que todas tengan la misma oportunidad de ventas, pues si una permaneciera en la tarima del fondo, por ejemplo, sus posibilidades de venta serían casi nulas.

Las familiares de la dueña tienen lugares permanentes, que son los mejores para que los visitantes pueden observar primero sus mercaderías. Ello implica que las tejedoras/trabajadoras requieren de un mayor esfuerzo para vender. Asimismo, la familia de la dueña tiene la posibilidad de guardar sus mercaderías en una habitación, cerradas bajo llave, cuando el centro cierra, mientras que las otras tejedoras tienen que dejarlas a la intemperie, exponiéndose a mayor riesgo frente a un posible robo.

Entonces, es fundamental entender la jerarquía que existe en el centro para dar cuenta de la ubicación que ocupan en la escala social en el centro; esto tiene un correlato con quienes tienen acceso a la propiedad y con las condiciones que se ponen para trabajar en el lugar. Sin embargo, como respuesta a esta jerarquía, el trabajo mutuo de las trabajadoras permite que, aun teniendo una desventaja con respecto a las otras, puedan generar estrategias que hagan una división del trabajo y del espacio más justa. Sin estas condiciones, el trabajo dentro del centro sería inviable, no habría rentabilidad.

El ritmo acelerado del turismo oculta las tensiones y conflictos que la jerarquía del centro de tejido reproduce diariamente. En un espacio donde las relaciones son verticales y funcionan a través de relaciones de compadrazgo que suelen ser asimétricas y articuladas por los favores que hay que devolver, la inconformidad es el resultado esperado.

 

3. La puesta en escena: exhibición y performance para los turistas en el centro de tejido

La proliferación de centros de tejido ha sido parte de un proceso caracterizado por iniciativas particulares de personas del distrito, en procura de abrir locales organizados espacialmente de forma similar, con la finalidad de recibir turistas para 1) enseñarles a través de una demostración cuál es el proceso de producción del tejido local y 2) (intentar) vender artesanías. En estos centros, a través de lo que las tejedoras dicen y hacen se consigue que los visitantes experimenten la realidad del tejido chincherino con las tejedoras chincherinas como guías. Todo ello implica una puesta en escena que, como mostré en el acápite anterior, tiene unos bastidores con una importante división de tareas que permite que la puesta en escena pueda ocurrir.

Por ello, resulta muy importante observar cómo es que se ha ido elaborado una forma estandarizada de una experiencia particular dirigida a los turistas en todos estos lugares. Las tejedoras se han tenido que organizar para que, a la llegada de los visitantes, todas tengan un rol asignado que cumplan a cabalidad y, por ende, logren que el turista experimente qué es un tejido local y quiénes lo producen.

Lo que desean las tejedoras es organizar una idea a través de la experiencia, “donde se controlan las historias que cuentan, las experiencias que proveen y todo lo que concierne a las personas que entran a sus recintos” (Kirshenblatt-Gimblett, 2007, p. 51), para lograr la venta de sus artesanías. La organización de la idea se hace a través de una exhibición y una performance, ambas situadas y ejecutadas en el centro de tejido. La secuencia de la visita de un grupo de turistas es muy similar en todos los centros de tejido, es decir, la experiencia que ofrecen es bastante parecida: bienvenida, demostración, alimentación de guías, venta de artesanías y despedida.

Entonces, ¿cómo es la puesta en escena en estos centros de tejido? La exhibición tiene que ver con cómo un espacio contiene una serie de elementos que, en su conjunción, producen experiencias y cuentan una serie de historias sobre el tema que la exhibición trata. En las exposiciones de los museos, como nos dice Bennet, “no importando que tan fuerte sea la ilusión de lo contrario, el visitante del museo nunca está en una relación directa de 'la realidad del artefacto'” (Bennett, 1995). Es decir, los objetos expuestos no muestran “la realidad” , sino más bien, al estar ubicados en un espacio que cuenta historias desde una perspectiva particular, no van mostrar la totalidad del mundo social donde los objetos están inmersos, más allá de la exhibición.

Del mismo modo que en los museos, la edificación o modificación de la casa que lo alberga forma parte del montaje de la exhibición; su apariencia indicaría cómo “viven en Chinchero” o que así “eran las casas desde hace mucho tiempo” , tal como afirman los guías en su introducción al llegar al centro. Las casas aquí están hechas de adobe, con techos de tejas coronados por toros, ubicadas entre calles empedradas y escaleras coloniales. Algunas tejedoras me contaron que el turismo logró que el casco histórico, que está conformado por el pueblo colonial y el centro arqueológico, mejorara, ya que las instituciones estatales encargadas de la intangibilidad del lugar promovieron que se mejoraran las fachadas de las casas del pueblo.

Cuando se piensa en el museo, se habla de éste como “contenedor” , ya que funciona como plataforma para albergar exhibiciones, y también como “contenido” , en referencia a la exhibición en sí (Borea, 2006). La casa, entonces, funciona como contenedor y contenido, y constituye una parte fundamental del montaje, por enmarcar cómo se va a actuar dentro del centro. Entonces, el montaje del contenido del centro de tejido está compuesto por los objetos que se exhiben; los materiales de apoyo y los soportes.

En una exhibición, los objetos que formarán parte de ésta son sacados de donde se producen y utilizan, para volverse un ejemplar de un conjunto más grande de objetos. Usualmente, los artefactos que son parte de las muestras exponen sólo ciertos aspectos que sean funcionales a la idea que quiera mostrar la exhibición. La idea es que cuando el turista llegue a esta parada en el tour, entre a un espacio donde se explique el proceso productivo que ha permitido que los objetos estén expuestos ante nosotros. El centro de tejido objetiva tres elementos: la tejedora, el tejido, y el tejer. La exhibición se configura alrededor de estos tres elementos, y sobre ellos recaen distintas valoraciones.

Cuando uno entra a los centros, lo primero que se encuentra es a un grupo de mujeres vestidas con chaqueta y montera rojas, blusa blanca y pollera negra. Ellas son las anfitrionas del centro y quienes reciben a los turistas. En ese contexto, son genéricamente “las tejedoras de Chinchero” , ocurriendo un proceso de objetivación ya que, para los turistas, sus individualidades no son relevantes durante su interacción en el centro de tejido. Ellas se presentan como tejedoras de la localidad y a través de la performance señalan ciertos rasgos de su cotidianidad de una forma estandarizada. Por ello, se convierten en personas “tipo” en su relación con los turistas, y eso hace que se vuelvan actores fundamentales a analizar: mientras manejan y administran el centro de tejido, son parte de la exhibición.

La vestimenta que utilizan es la típica de Chinchero, porque solía ser el traje cotidiano y ceremonial del lugar desde la “época de los abuelos” , como ellos dicen. Chincherinos9 y chincherinas, en general, lo utilizan en fiestas como la que se realiza para el cambio de alcaldes Vara, el primero de enero; el desfile de fiestas patrias o la fiesta de la Virgen Natividad.

La usaban a diario (...) hace 50 años atrás, ellos usaban esa ropa. Después (...) apareció esta ropa que se dice “mestiza” . Mis abuelos casi nunca viajaban a la ciudad. Ellos vivían en su pueblo y una vez viajaban al Cuzco. Entonces, esa era la más barata y antes también ellos eran discriminados por su ropa indígena. Cuando iban ellos a la ciudad, decían que eran, como huachacha. Sus hijos ya van cambiando, otra ropa ya se ponían. Y poco a poco estaba ya otra generación [que] ya no quería tejer, ya había unas mantas tejidas a máquina también, entonces lo más fácil ellos querían utilizar (Antonia, tejedora).

El traje era de uso cotidiano de los “abuelitos” , como varias de ellas se refieren a sus antepasados, pero con la llegada de la ropa mestiza dejó de ser utilizada a diario. La vestimenta era motivo de discriminación porque quien la usara era una “huachacha10” , y por eso dejaron de usarla en lo cotidiano. La ciudad era el punto de comparación y los rasgos de la vestimenta comenzaron a ser cambiados para asemejarse a ella. Sin embargo, con la entrada del turismo, el traje tomó un nuevo significado. Es muy importante que una artesana sea reconocida como tal, y por eso tiene que estar vestida de una forma particular para ser identificada por los turistas. Por ello, toda persona dedicada a la venta de artesanías en el distrito utiliza el traje obligatoriamente.

Hasta aquí, la objetivación de las tejedoras chincherinas tiene que ver con el vestido que utilizan en la actividad turística cotidiana. El traje las estaría marcando no sólo como tejedoras de forma genérica sino más bien como tejedoras chincherinas. Como ellas afirman, la vestimenta local las diferencia del resto de comunidades cusqueñas, quienes también tienen sus trajes típicos. La autenticidad, exhibida al turismo, reside en aquellas mujeres que en el cotidiano se visten con el traje que indica “tejedora chincherina” , coadyuvado por los otros elementos de la exhibición; de esa manera se puede entrever que son mujeres indígenas quienes están recibiendo a los turistas. En ese sentido, la tejedora chincherina sólo emerge en relación con ciertos objetos; en este caso, su ropa típica.

Algunas tejedoras me decían que, para que un artesano sea reconocido como tal, era necesario que estuviera vestido de una forma particular, pues de esa manera podía ser identificado por los turistas. Sin embargo, este proceso de identificación está íntimamente relacionado con lo que ellas creen que los turistas esperan encontrar. Lo que emergió en mis conversaciones era una combinación entre orgullo por la cultura propia y pragmatismo ante la conveniencia de mostrar ésta a los turistas. La vestimenta es índice de que las artesanas son de Chinchero: “Nosotros como artesanas tenemos que tener nuestra vestimenta, tenemos que representar nuestra cultura. A los turistas les gusta vernos vestidas así, con algo de nuestra cultura. Si a ellos les gusta, hay que utilizarlo” (María, tejedora); “Cada pueblito se distingue por su vestimenta. Como nosotros somos artesanos, se trata de arte y trabaja con el turismo, entonces tu ropa tienes que usar pues” (Matilde, tejedora).

Desde su nombre los centros de tejido anuncian que se trata de un espacio donde se producen tejidos. Entonces, más allá del textil terminado, la acción de tejer también es parte de la exhibición. Tejer no es un objeto, pero también pasa por un proceso de objetivación. Cuando se entra a un centro de tejido, se puede observar cómo hay algunas tejedoras que están tejiendo en vivo, como en una vitrina.

Como mostré líneas arriba, las tejedoras reconocen que utilizar la ropa típica en el centro de tejido es muy importante, porque pueden mostrar su “cultura” y porque “a los turistas les gusta vernos vestidos así” . Esta exhibición es muy importante. Cuando un grupo de turistas llega al centro, encontrará a tejedoras tejiendo. El tejer es una acción compleja que comprende todo el proceso, desde el hilado de las lanas hasta que se las pone en el telar de cintura para ser trabajadas por un largo periodo. Que sea un proceso largo, realizado por una sola persona y que sobre todo sea manual son los aspectos que las tejedoras de los centros buscan resaltar en la demostración. Ello hace necesario que el turista vea cómo es este proceso, de modo que el producto final adquiera mayor valor. Para ello, las tejedoras se apoyan en todos los elementos que son parte de la cadena productiva. Sin embargo, estos objetos aislados no son el foco de la exhibición, sino la acción productiva en su totalidad.

Finalmente, el tejido es la razón por la cual se genera la exhibición. La función expositiva y comercial del centro hace que el tejido sea el objeto a exhibir por excelencia, y que además se busque que los visitantes los compren. Los tejidos están por todo el centro: en las tarimas de las tejedoras, colgados en las paredes, como parte de la demostración y en la vestimenta. Ello hace que el visitante los pueda ver en todos los espacios del centro.

En la zona andina y en la región del Cuzco se pueden encontrar particularidades en los tejidos de cada localidad, por lo que se diferencian entre sí. Por ello, el tejido chincherino tiene ciertas características que lo distingue de los otros. Eso es lo que se intenta transmitir durante la demostración, en la cual se señalan estas particularidades: la iconografía local, donde se grafica en el textil el paisaje, la flora y la fauna de Chinchero; los colores que se utilizan, obtenidos de productos locales (hojas, hongos, maíz, piedras, minerales) y el borde particular llamado “ojo de la princesa” , que tienen todos los textiles chincherinos. Dicho borde se caracteriza por ser una fila contigua de íconos en forma de ojo.

Entonces, si bien en el centro de tejido se exhibe y vende el tejido local, este no funciona como un simple souvenir; como en la tienda de regalos de un museo, sino que constituye la finalidad expositiva de este espacio, para que el carácter comercial tome preponderancia. Es decir, el tejido transita entre ser objeto exhibido a convertirse mercancía adhiriendo marcadores que tienen que ver con la localidad, la etnicidad de las productoras y su complejo proceso productivo.

Para que la exhibición funcione, es necesario contar con un conjunto de materiales de apoyo que permitan que los objetos sean mostrados de forma clara. En los centros de tejido, encontrar los materiales de apoyo puede resultar un poco complejo, ya que no se encuentran los que normalmente están en los museos. Sin embargo, las tejedoras se sirven de ciertos materiales que permiten que las explicaciones del tejido sean más sencillas. Son básicamente objetos que forman parte del proceso productivo del tejido, pero que en este contexto sirven de vehículo para que la explicación sea didáctica. En la demostración, la tejedora hace referencia a varios artefactos e ingredientes, los cuales están a su alcance para apoyarse en ellos y facilitar su explicación. No constituyen objetos exhibidos, ya que son sólo parte de la explicación. Entre ellos están la pushka o rueca de hilado y torcido, la herramienta de madera con la que se hilan las hebras de lana; lana trasquilada, hilada, torcida y ovillos de materia prima para hacer el tejido; también todos los elementos naturales que sirven para teñir las lanas; las ollas de barro llenas de agua hirviendo donde se va a realizar la demostración del teñido; y el telar donde se realiza el tejido.

Todos estos elementos son los materiales de apoyo que se usan para mostrar cómo es la acción de tejer. Dentro de la exhibición, estos objetos no tienen gran peso, por lo que no pueden ser considerados como centros de atención importantes. Sin embargo, sin estos materiales de apoyo no se podría entender cómo es el proceso productivo, por lo que su aparición durante la demostración se vuelve fundamental. Pasan por un proceso de significación durante la demostración: primero son sólo elementos que están en la mesa, luego ayudan a explicar cómo se teje y finamente vuelven a ser exhibidos, pero por su importancia vital para el proceso del tejido.

Además de los objetos y materiales de apoyo, la exhibición necesita ciertos elementos que los sostengan. En los centros de tejido se pueden encontrar tres tipos de soportes: las tarimas de madera, las mesas de barro y las manos de las tejedoras. Las tarimas de madera se ubican principalmente en la zona de ventas, y encima de ellas, las tejedoras ubican su mercadería. La mesa de barro es el centro del teatrín de la demostración; todos los elementos de apoyo que se ubican sobre ella están acomodados de tal manera que se hagan visibles al turista mientras está observando. Finalmente están las manos de las tejedoras. Por un lado, durante la demostración, todas las tejedoras que participan utilizan sus manos como soportes para enseñar los materiales de apoyo. Por ejemplo, cuando van a mostrar cada uno de los insumos que sirven para el teñido, la tejedora sostiene el elemento en su mano y lo enseña al público. Del mismo modo ocurre cuando muestran el modo en que se tiñe con cochinilla. Mata una cochinilla en la palma de su mano y la muestra; en ese caso su mano sirve de soporte para enseñar el color. Por otro lado, el momento de la venta, las mujeres utilizan sus manos para mostrar a los turistas sus productos.

Entonces, el montaje implica que existe una planificación espacial de cómo se van a disponer los objetos para la exhibición (Borea, 2006). Esta planificación resulta en un guion museográfico y una propuesta curatorial que conjuga una serie de elementos materiales que tendrán su consumación en la exhibición. Los centros de tejido no tienen un guion museográfico ni una propuesta curatorial en términos formales y explícitos, pero luego del surgimiento del primer centro, los otros han ido replicando el modelo con los mismos elementos. Es decir, lo que tenemos son exhibiciones creadas y recreadas a través de un guion curatorial que está inscrito en las prácticas a través de las cuales se diseña el espacio y la disposición de los objetos en los centros de tejido.

Como mencioné al inicio de este acápite, el montaje de la exhibición se conjuga con la performance de las tejedoras, que no sólo se reduce a la demostración sino a cómo es toda la interacción con los turistas. Las tejedoras utilizan una serie de estrategias que les permite generar empatía con el grupo de turistas; por ejemplo, la apropiación del guion que tienen que narrar, que incluye frases personales y el perfeccionamiento del uso del humor para mantener la atención de las visitas. Estas estrategias emergen en los elementos que conforman la performance, tomando atención a lo que dicen y hacen las tejedoras: los guiones, las historias contadas y los movimientos corporales de las tejedoras.

Lo más característico de los centros de tejido de Chinchero son las demostraciones que realizan las tejedoras del proceso productivo. Esta demostración, al parecer, es uno de los recuerdos más importantes que se llevan los visitantes del tour que hacen al Valle Sagrado, la cual cuenta la historia del proceso productivo de los tejidos que se producen en Chinchero.

La demostración es ágil y dura 10 minutos, en promedio, en todos los centros de tejido. Quien la ejecuta es una tejedora que interactúa con los turistas, acompañada de otras compañeras, quienes sirven de soporte para que la explicación ocurra sin tropiezos. Si alguna se equivoca en alguna parte de la explicación, quien está ejecutando la demostración les llama la atención en quechua, para que se la corrija inmediatamente y la performance pueda continuar.

La demostración está dividida en tres grandes partes: 1) la transformación del vellón en lana, 2) el teñido y 3) el tejido en sí. En la primera parte se muestra la primera transformación que tiene la lana, desde la materia prima hasta su transformación en hilos. La segunda parte es el momento más largo de la exhibición, y muestra cómo es que se tiñe la lana con elementos naturales. La tercera parte consiste en la transformación de la lana para el tejido.

Esta estructura es compartida por casi todos los centros de tejido, ya que la demostración implica que se diga, en líneas generales, cuáles son los procedimientos a seguir para que una tejedora produzca un tejido. Los elementos que la componen tienen que ser trasmitidos de modo sencillo y entendible, ya que las tejedoras se enfrentan a un público muy variado. Hay visitantes que comparten ciertos rasgos del mundo cultural de las tejedoras; esto ocurre, por ejemplo, cuando los visitantes son peruanos o latinoamericanos. Pero también hay visitantes que no están familiarizados y ni siquiera comparten un idioma con las tejedoras. Ello implica que la explicación tiene que ser lo suficientemente sintética y clara para que cualquier persona pueda entender en líneas generales cómo se produce un tejido de la localidad.

Para las tejedoras hacer una buena demostración es una forma de lograr que los turistas quieran comprarles algún objeto de su tarima. Por ello, entre ellas reconocen cuándo una compañera realiza buenas demostraciones y son muy duras con ellas mismas cuando se han equivocado en el uso de las bromas o en la narración. Ellas piensan la demostración como una parte fundamental de su trabajo en el centro de tejido.

La gran mayoría de las demostraciones que he observado en diferentes centros de tejido siguen un guion muy similar, tanto en lo que dicen y los movimientos que hacen las tejedoras como en las historias que se cuentan y el humor que utilizan. Este aspecto me pareció interesante de observar, ya que, sin importar qué centro de tejido visite un turista, experimentará —de una forma muy parecida— qué es un tejido chincherino, quiénes los producen y cómo lo hacen.

Pude ver que la demostración existe de esta manera, porque es efectiva para lograr que se abra el marco de la venta de artesanías. Las historias que cuentan en estas demostraciones nos hablan de la permanencia e inmutabilidad del quehacer textil en Chinchero. Los factores que las tejedoras expresan en la demostración es que los tejidos se han conservado a través del tiempo y que las mujeres que participan son indígenas que han colaborado en esa conservación; esto le da un valor moral a la venta de sus artesanías. A fin de poder mostrar las historias que se cuentan durante la performance, a continuación mostraré cuales son los recursos que ellas utilizan para luego ser catalogadas como unas grandes vendedoras.

Según las conversaciones que tuve con tejedoras de diversos centros, esta estandarización ha sido construida desde la aparición de los centros de tejido. Cuando pregunté por qué en todos los centros me contaban la misma historia y de maneras muy similares, aludieron a dos momentos. Cuando la Asociación de Tejedoras Away abrió sus puertas, la demostración formaba parte de la atención a los visitantes. En el proceso de proliferación de centros, la demostración fue uno de los elementos que también se replicó. En un inicio, la demostración era más sencilla y no contaba con las referencias humorísticas con las que cuenta en la actualidad. Éste es un hito importante, ya que es desde la aparición de la Asociación de Tejedoras Away que se inician las explicaciones de cómo se producen los tejidos en Chinchero, no con un guion tan rígido, pero si con una forma de contar la historia.

Por otro lado, en un segundo momento, muchas tejedoras con quienes conversé hacían referencia a una niña, quien vendía de forma ambulante en la plaza de Chinchero. A esta niña la caracterizaron como una persona con mucha gracia y con mucha facilidad de relacionarse con los turistas. Un centro de tejido la llevó a trabajar con ellos para que hiciera la demostración. La apropiación de la demostración de la niña hizo que se creara un guion implícito de cómo contar la historia utilizando una serie de recursos que hicieran la explicación más amena. De igual manera, se replicó la estructura del centro de tejido y la demostración, y se hizo lo mismo con esta forma de contar la historia.

Cuando la demostración termina, la tejedora encargada les pide a los turistas que la sigan y los lleva hasta su tarima. En este camino, el resto de tejedoras comienzan a ofrecer sus productos: estiran mantas, caminos de mesa, chullos, guantes y otros productos, ofreciéndolos a los turistas. Algunos de ellos siguen a la tejedora que ejecutó la demostración, otros se quedan a medio camino interesados por alguna pieza que les llamó la atención. Cuando un turista y una tejedora se juntan en una tarima de mercadería, la tejedora saca todos los productos que ella piensa le pueden interesar al turista.

La negociación se basa en el regateo en la fijación de un precio. El que ellas ponen nunca es el aceptado por el turista. Durante el momento de venta, todo el centro de tejido se vuelve un gran desorden. Las tejedoras no dejan de ofrecer sus productos hasta el momento en que el guía aparece y dice que se acabó el tiempo y es hora de regresar al bus.

 

4. Conclusiones

En los centros de tejido —a través de su montaje— emergen una serie de significados cuando tejedoras y turistas se relacionan con la materialidad de este espacio. Estos lugares son creados para que mujeres de la localidad puedan mostrar a visitantes foráneos el proceso productivo de los tejidos de Chinchero, y luego venderles los productos que ellas ofrecen. En ese sentido, la proliferación de centros de tejido ha sido parte de un proceso caracterizado por iniciativas particulares de chincherinos o chincherinas de abrir locales organizados espacialmente de forma similar, con la finalidad de recibir turistas.

En ese sentido, los centros de tejido son intentos locales de ingresar al mercado turístico, para alinearse a las políticas turísticas nacionales11 y obtener ingresos monetarios del acervo cultural de Chinchero: el tejido a cintura y los textiles. Esto ha requerido una forma particular de transformación del espacio que a simple vista no se ve: muchas casas familiares se han ido convertido en centros de tejido, y en ese sentido han pasado del ámbito privado al público y comercial, convirtiéndose en el contenedor (Borea, 2006) de la labor textil en esta localidad.

Los bastidores están definidos por relaciones asimétricas entre las tejedoras que se basan en relaciones de parentesco y comadrazgo. Dichas relaciones crean conflictos, ya que la asimetría crea ambientes laborales tensos para las tejedoras que no están vinculadas con las dueñas de los centros. Al ser espacios fundamentalmente femeninos, funcionan como una casa donde la división del trabajo está organizada alrededor de ciertas actividades. Entonces, a pesar de que estos lugares constituyen una posibilidad de que las mujeres puedan tener un trabajo independiente y con ingreso económico; las actividades que realizan son limpiar, ordenar y cocinar.

En la puesta en escena se producen estrategias de exhibición que construyen cierta autenticidad étnica que permite su mercantilización. El efecto de la autenticidad necesita una organización detallada del trabajo para producir una experiencia atractiva para el turista. La organización de la exhibición en todos los centros de tejido es muy similar. La reproducción de estos espacios ha ido desde el ámbito material del centro de tejido hasta la utilización de la demostración de la producción textil. A través de estas estrategias, estos espacios dan cuenta de cómo son ciertas dinámicas de Chinchero, y por eso logran el efecto de la autenticidad.

Identificar los elementos del montaje permite mostrar el proceso de objetivación de las tejedoras y de la acción de tejer, ya que la exhibición las pone en esta posición. Lo que se está exhibiendo es un tipo de mujer que tiene ciertas características físicas, que usan una determinada vestimenta y realizan una clase particular de tejido que se sostiene en un proceso productivo complejo que requiere una gran cantidad de elementos para que pueda ser ejecutado. Estos dos elementos constituyen la mistificación del centro de tejido. El montaje y los elementos de apoyo se conjugan con el ámbito material del centro de tejido para poder exhibir el arte textil en su totalidad.

Así, a través de la performance de las tejedoras, de lo que dicen y hacen, es posible tender un puente entre la materialidad del centro de tejido —donde sus componentes colaboran en lograr el efecto de la autenticidad— y las historias contadas a través de la demostración del proceso productivo de los tejidos. A través de un guion estandarizado, las mujeres han podido utilizar ciertos recursos retóricos, caracterizándose como madres trabajadoras y poseedoras de un conocimiento técnico particular. Este guion fundamenta su trabajo como la forma de conservar este aspecto cultural de su sociedad.

La conjugación de exhibición y performance permite la mercantilización de los textiles, ya que se sustenta el aspecto cultural de los tejidos y se genera un compromiso moral en los visitantes. Por un lado, durante la demostración, las tejedoras cuentan que son mujeres que se dedican a la labor textil, y que ésta es una parte importante del sustento de sus familias. Por otro lado, el modo cómo tratan a los turistas dentro del centro de tejido resulta fundamental, ya que las tejedoras son anfitrionas atentas y amenas, lo que hace que aquéllos tengan ganas de comprar alguna cosa que ellas ofrecen como forma de pago de lo bien que los han tratado. Entonces, de ambas maneras las tejedoras logran comprometer a los turistas, lo cual se traduce en ventas, razón por la cual fue fundamental analizar lo que dicen y lo que hacen a fin de conseguir compradores.

Reconocer en el espacio del centro de tejido el montaje existente (objetos que se exhiben, así como soportes y materiales de apoyo que se utilizan) me permitió analizar de forma desagregada cuál es la función de cada uno de los elementos que componen la materialidad de los centros de tejido, y del mismo modo que plantea Gell (1998), encontrar en ellos los índices que las tejedoras necesitan para poder sustentar la autenticidad de las artesanías que ellas venden.

Lo fundamental en este aspecto fue encontrar cuáles son los objetos que se exhiben para lograr el efecto de autenticidad: la tejedora, el tejer y el tejido serían los objetos exhibidos, y se negocia su autenticidad de manera conjunta. La tejedora opera como una persona tipo, es decir, las mujeres se desprenden de su individualidad para categorizarse como tejedora de Chinchero. El índice aquí reside en la vestimenta típica utilizada en el centro de tejido; la pollera, la montera, la lliqlla12, las ojotas remiten a que se trata de mujeres indígenas, y tal como pude escuchar en los testimonios de estas mujeres, resulta necesario que utilicen esta vestimenta para poder ser consideradas artesanas. Por otro lado, el tejido también sustenta su autenticidad en la técnica utilizada y en el argumento de que este quehacer es tradicional. Aquí el trabajo es auténtico en la medida que ha sido enseñado de generación en generación. Finalmente, el tejido agrupa los dos objetos anteriores, ya que materializa tanto la mano de obra como la tejedora, y en ese sentido también es auténtico.

Por otro lado, la estandarización de la performance es una estrategia que ha colaborado para que las tejedoras tengan una forma de demostrar cómo tejen, así como brindar una experiencia controlada a los turistas. Al salir del centro de tejido, los turistas han escuchado una historia bien pensada, entretenida e informativa que logra que sepan quiénes tejen, cómo tejen y qué tejen en Chinchero. Sin embargo, es probable que los visitantes no sepan qué es lo que van a encontrar al llegar al centro de tejido. Lo que hace la performance es crear el interés y la posibilidad de que quieran comprar uno de los productos que ellas ofrecen.

A lo largo de esta investigación pude evidenciar la tensión que existe entre el trabajo performado, es decir, el proceso productivo de los tejidos, con el trabajo cotidiano que supone trabajar en un centro de tejido. Durante la performance, las tejedoras muestran a los turistas que ellas dedican su vida a tejer. En ese sentido, la característica más relevante de la demostración es cómo estas mujeres elaboran los tejidos en los que invierten un tiempo promedio de 20 días: cómo procesan la lana, cómo la tiñen con insumos naturales y cómo tejen en el telar de cintura; técnica que es aprendida a través de sus madres y abuelas (Moscoso, 2019). Sin embargo, en la cotidianidad del centro de tejido tienen que dedicarse a actividades relativas al cuidado del centro, mientras el tiempo efectivo de tejido es reducido, por lo que tienen que recurrir, muchas veces, a comprar artesanías ya hechas o mandarlas a hacer.

En ese sentido, la performance del trabajo consiste en mostrar a la audiencia cuál es el auténtico proceso de tejido, y éste no necesariamente corresponde con el trabajo cotidiano ni con la procedencia de los objetos que se venden. Lo que está en juego es la construcción del valor del trabajo, y éste se muestra exotizado, para otorgarle un mayor valor a la mercancía. Al mostrar el proceso productivo, la mercancía se podría des-fetichizar (Marx, 2010), es decir, no ocurriría lo que sucede cuando tenemos un objeto en nuestras manos y no sabemos cuáles son los modos en los que ha sido producido.

En Chinchero, más bien, lo que se estaría exhibiendo son los pasos que una tejedora chincherina tiene que seguir para producir un textil, y, por ende, se produciría una eliminación del fetiche de estos objetos. Sin embargo, hay que tener en consideración que la performance para los turistas es una forma ideal de concebir el proceso productivo al que se le otorga un valor étnico. En ese sentido, éste no se corresponde con el trabajo cotidiano que tienen que hacer las tejedoras para mantener el centro de tejido ni con la forma en la que se produce la gran mayoría de objetos que se ofertan en estos lugares.

 

Notas

* Licenciada en Antropología por la Pontificia Universidad Católica del Perú y estudiante de la maestría de Antropología Visual (PUCP). Instituto de Estudios Peruanos.
Contacto: mmoscoso@iep.org.pe
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6777-310X

1 La investigación que presento en este artículo muestra los principales resultados que presenté en mi tesis de licenciatura en antropología (Moscoso, 2019). El trabajo de campo lo realicé entre los años 2014 y 2019.

2 Al hablar de artesanía industrial me refiero a aquellos objetos cuya materialidad indica localidad gracias a los patrones que tienen en el diseño —colores, iconografía, material—, es decir, que pueden remitir al turista a “lo andino” , pero cuya producción sigue un proceso industrializado de grandes proporciones. La gran mayoría proviene de fábricas de Juliaca y llegan al Cuzco y a Chinchero por medio de vendedores que viajan desde allí. Estas piezas, prendas de ropa en su mayoría, se pueden encontrar en casi todas las tiendas de artesanía del sur andino (Cuzco, Puno, Arequipa y hasta Bolivia).

3 La tejedora encargada prepara lechón (carne de cerdo al horno), chicharrones (carne frita de cerdo), cuy al horno o trucha frita junto a una sopa. Estos platos en la región no son parte de la cotidianidad. Son especiales y se consumen en momentos ceremoniales, en fiestas patronales, para celebrar un cumpleaños, por ejemplo. Asimismo, son alimentos que tienen un valor económico elevado por los insumos que lo componen. Los alimentos que se invita a los guías de turismo son importantes, ya que es una forma de fidelizarlos, es decir, posibilitar que regresen constantemente.4 Estos buses llevan a los turistas que han comprado los tours más comunes, a las principales atracciones del Valle Sagrado. Suelen parar en cualquier centro de tejido.

5 Minthostachys mollis. Planta llamada por las tejedoras “menta inca” , que sirve para hacer infusiones que ayudan al mal de altura.

6 Sobre la explicación del proceso productivo y la performance regresaré detalladamente en el siguiente acápite

7 Para este artículo, me concentraré en los centros de tejido con esta estructura.

8 Sobre esto regresaré más adelante.

9 Los hombres de Chinchero tienen una versión masculina de la ropa típica del distrito. Está compuesta por pantalón y chaleco de bayeta negra, poncho tejido, chullo tejido, camisa blanca y ojotas.

10 Expresión en quechua para referirse despectivamente a una persona del campo.

11 Iniciativas promovidas desde el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, como PromPerú, Marca Perú, que dirigen cómo se debería mostrar el país a los visitantes.

12 Manto tejido que suele ser utilizado en las espaldas de las mujeres para cargar niños o cosas.

 

Recibido: septiembre de 2020

Aceptado: octubre de 2020

 

Referencias

1. Bennett, Tony (1995). The Birth of the Museum: history, theory, politics. London/New York: Routledge        [ Links ]

2. Borea, Guliana (2006). “Museos y esfera pública: espacio, discursos y prácticas. Reflexiones en torno a la ciudad de Lima”. En G. Cánepa y M. E. Ulfe, Mirando la esfera pública desde la cultura en el Perú (pp. 133-168). Lima: CONCYTEC.

3. Cánepa, Gisela (2002). “Poéticas y políticas de identidad: el debate por la autenticidad y la creación de diferencias étnicas y locales”. En N. Fuller, Interculturalidad y política: desafíos y posibilidades (pp. 273-300). Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.

4. Comaroff, Jean y John Comaroff (2009). Ethnicity, Inc. Chicago: University of Chicago Press.

5. Gell, Alfred (1998). Art and agency: an anthropological theory. Oxford:: Clarendon Press.        [ Links ]

6. Kirshenblatt-Gimblett, Barbara (2007). “Exhibitionary complexes”. En I. Karp, Museum Frictions: Public Cultures/ Global Transformations (pp. 35-45). Durham: Duke University Press.

7. MacCannell, Dean (1999). The tourist: a new theory of the leisure class. Berkeley: University of California Press.        [ Links ]

8. Marx, Karl (2010). “El carácter de fetiche de la mercancía y su secreto”. En K. Marx, El capital. Tomo I. Madrid: Alianza Editorial.

9. Moscoso, Macarena (2019). Tejido en escena: configuración de espacios de exhibición, comerciales y femeninos en los centros de tejido de Chinchero, Cuzco [Tesis para optar por el título de licenciada en antropología], PUCP, Lima.        [ Links ]

 

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