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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.24 no.44 La Paz jun. 2020

 

ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

 

Reorganizando las nuevas fronteras republicanas: Perú y Bolivia (1826-1836)

 

Reorganizing the New Republican Borders: Peru and Bolivia (1826-1836)

 

 

Patricio A. Alvarado Luna *

 

 


Resumen**

Tras la independencia hispanoamericana, los nuevos países debatieron sobre la mejor forma de gobierno a adoptar y, especialmente, la importancia de la delimitación de sus fronteras nacionales. Para lograrlo tuvieron que hacer frente a problemas internos y externos, muchas veces incluso llegando a guerras con sus vecinos. El presente trabajo analiza la situación fronteriza de Perú y Bolivia entre los años 1826 y 1836, enfatizando los debates sobre las nuevas fronteras en Puno y el Desaguadero, la necesidad boliviana de Arica como puerto, el plan de Bolívar de consolidar una Federación de los Andes y el de Santa Cruz de llevar a cabo una confederación que uniese al Perú y Bolivia.

Palabras clave: Confederación Perú-Boliviana; Arica; Perú; Bolivia; Siglo XIX; Federación de los Andes.


Abstract

After Hispanic-American independence, the new countries discussed about the best form of government to adopt and, especially, the importance of the delimitation of their own national borders. To achieve it, they had to face with internal and external problems, many times even reaching wars with their neighbors. The present work analyzes the border situation between Peru and Bolivia during 1826 and 1836, emphasizing the debates about the new borders in Puno and Desaguadero, the Bolivian need of having Arica as a harbor, Bolívar's plan to consolidate a Federation of the Andes and that of Santa Cruz to become the Peru - Bolivian Confederation.

Keywords: Peru-Bolivian Confederation; Arica; Peru; Bolivia; 19th Century; Andean Federation


1. Introducción

Tras casi veinte años de guerra, el 9 de diciembre de 1824, las fuerzas realistas del virrey José de la Serna se rindieron ante las tropas comandadas por el general Antonio José de Sucre. El último gran bastión realista en Hispanoamérica había sido derrotado. Sucre, con satisfacción por la victoria, le escribió a Bolívar para anunciarle que "los últimos restos del poder español en América han expirado el nueve de diciembre en estos campos afortunados"1. No obstante, en la Audiencia de Charcas —o Alto Perú, según se la denominaba en los documentos virreinales y de carácter militar— se encontraba el general Pedro Antonio de Olañeta, quien, un año atrás, se había sublevado a la autoridad del virrey La Serna, produciendo una división de las fuerzas realistas en la región.

Tanto Sucre como Bolívar sabían que era fundamental centrar la atención en la región altoperuana a fin de asegurar y formalizar su independencia política de la Audiencia de Buenos Aires, al considerar que la ciudad porteña no poseía "un gobierno en el que estas provincias estuvieran legalmente representadas" (Lynch, 2009, p. 267). Tras la derrota militar de Pedro Antonio de Olañeta, se dio inicio a los debates sobre el futuro político de los territorios que comprendían la Audiencia de Charcas. ¿Se debía permitir la creación de un nuevo Estado mediante "la libre determinación de los pueblos", tal como lo sostenía Sucre, o, tal como consideraba Bolívar, se debía aplicar el uti possidetis, que buscaba respetar las fronteras virreinales? En los años venideros se discutió la posibilidad de (re)unir los territorios charqueños a los del antiguo virreinato del Perú, y, además, los territorios del antiguo virreinato de la Nueva Granada, en lo que sería el plan de la Federación de los Andes (Sobrevilla, 2015, pp. 108-109). Este tema fue central desde 1825 hasta 1830, año de la muerte de Bolívar, tal como veremos más adelante.

Ya en mayo de 1825, por ejemplo, Bolívar planeaba la creación de una gran confederación de Estados hispanoamericanos que incluyera a México, Centroamérica, la Gran Colombia, Perú y Chile. No obstante, un año después el Libertador favoreció la creación de una Federación de los Andes que incluyese la Gran Colombia (Venezuela, Colombia y Ecuador), Perú (dividido en dos Estados) y Bolivia, a fin de defender la independencia de dichos países, mejorar económicamente a las naciones y garantizar la estabilidad interna (Parkerson, 2019, pp. 76-77).

Sin embargo, estos planes federativos tuvieron la oposición de diferentes sectores de la población peruana, la cual no tenía una opinión unánime al respecto. Mientras algunos sectores de las regiones del sur andino peruano, como Cuzco y Arequipa, estuvieron a favor de unirse con los territorios charqueños —incluso en un nuevo Estado sur-peruano— otros buscaron que la naciente república de Bolivia sea anexada al Perú. Esta última idea fue compartida por los sectores comerciales de Lima y del norte del Perú, lugares donde la división del país —hasta 1835— encontró la mayor oposición.

El presente artículo busca reconstruir las relaciones diplomáticas de Perú y Bolivia entre 1826 y 1836 en torno a la resolución de la limitación de sus nuevas fronteras republicanas en un contexto donde se comenzaban a formar las "identidades nacionales" en contraposición a sus vecinos (Sabato, 2018)2. Para esto, se analizarán las misiones diplomáticas peruanas de Ortiz de Zevallos, Álvarez y La Torre en Bolivia, tomando como eje central los debates en torno al puerto de Arica y a las fronteras del Desaguadero. A fin de lograrlo, se analizará la documentación oficial de la Cancillería peruana, la reacción boliviana y, especialmente, la correspondencia emitida por Andrés Santa Cruz a diferentes políticos y militares peruanos y bolivianos. Mediante la comparación de la "información oficial" y la epistolar de carácter más personal, se podrá complejizar el estudio de las relaciones y delimitaciones fronterizas entre Perú y Bolivia durante los primeros años de la vida republicana de ambos Estados, así como la percepción e intereses particulares de sus principales actores.

 

2. La misión de Ortiz de Zevallos y los primeros intentos de volver Arica un puerto para Bolivia

El 6 de agosto de 1825 la Asamblea boliviana, convocada por Sucre, declaró su autonomía del Perú y de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En el acta, se acordó, entre otros puntos, no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas y erigir un Estado soberano e independiente de todas las naciones (Arze, 2015, p. 167). Esta decisión no fue acorde a los planes de Bolívar, quien creía que los territorios altoperuanos se unirían nuevamente a los del Perú para formar, entre ambos, la totalidad del antiguo virreinato del Perú (fig. 1).

Tras proclamarse oficialmente la independencia de la nueva república boliviana, el siguiente paso era lograr el reconocimiento de los países vecinos y la delimitación de sus fronteras. El caso peruano, el cual es nuestro tema principal, despierta un especial interés. Con la formación de Bolivia como nuevo Estado, Arica, puerto que durante todo el período virreinal había sido la entrada al Alto Perú, permaneció en territorio peruano, lo que llevó a Bolivia a plantear a Cobija como una solución a la falta de puerto. De esta manera, Bolívar decretó la fundación del puerto Lamar, en honor al general José de La Mar, "elevando la categoría de la antigua caleta de Cobija a la de único puerto y centro comercial boliviano en la costa del Pacífico" (Lofstrom, 1974, p. 186).

Ya a inicios de enero de 1826, Sucre envió al coronel O'Connor a que inspeccionara las áreas meridionales de Bolivia y estudiara la factibilidad y el costo que tendría construir caminos de Potosí a Cobija, a través del desierto de Atacama. Tras recibir un informe poco favorable, Sucre se comunicó con Bolívar para rogarle que lograra que Arica fuera cedido a Bolivia y, de esta forma, dejara de pertenecer al Perú. Meses más tarde, el Mariscal de Ayacucho le dijo al Libertador que entre la población se tenía ansiedad por el reconocimiento del Congreso peruano de la independencia boliviana y se había aumentado el deseo por Arica (O'Leary, 1826, pp. 310-311)3. La respuesta de la Cancillería peruana se emitió el 18 de mayo del mismo año, reconociendo "el derecho de las provincias del Alto Perú para erigirse en Estado soberano e independiente, sin más condición que la muy justa de que 'el gobierno a quien pertenecieron indemnizará al Perú los gastos causados en emanciparla'"4.

Como era de esperarse, este último punto no fue del agrado del gobierno boliviano; no obstante, el Estado peruano insistió en su cobro. Para esto, la Cancillería peruana encomendó a don Ignacio Ortiz de Zevallos, Fiscal de la Corte Suprema, el reclamo de los créditos pendientes que ascendían a 252.643 pesos a favor del Perú "por las cantidades que ha remitido el Ejército Libertador por cuenta de Bolivia" y otro que manifestaba los suplementos "que le han hecho con calidad de reintegro sobre varios objetos", que ascendían a la cantidad de 25.981 pesos 4 reales5. Desde Chuquisaca, Ortiz de Zevallos le remitió un oficio al Ministro de Relaciones Exteriores enfatizando la buena acogida que había recibido; sostuvo que Bolivia le debía al Perú más de 300.000 pesos "que ha dado a varios cuerpos por la gratificación boliviana; cuya suma debe ser de un cargo executivo, lo mismo que los otros suplementos con cargo de reintegro"6.

Pero el cobro de esta "deuda" no fue el único motivo de la misión de Ortiz de Zevallos. Otro punto esencial, y quizá el más importante, fue la búsqueda del establecimiento de la Federación de los Andes, un plan todavía en mente de Simón Bolívar. La búsqueda de reunificación de Perú y Bolivia, desde Lima, apuntaba a una fusión de ambas repúblicas en un solo Estado, rechazando de esta manera una federación tripartita compuesta entre Bolivia y el Perú dividido en dos (Parkerson, 2019, p. 79). Las negociaciones que buscaban el establecimiento de un tratado de federación entre ambas repúblicas dieron inicio el 4 de noviembre y se extendieron a lo largo de dicho mes.

Desde Lima, Andrés Santa Cruz le informó a Bolívar que en Arequipa existía una "propensión al federalismo provincial"7. El 18 de diciembre de 1826, Santa Cruz le remitió una carta al general La Fuente en la que sostuvo que "los bolivianos quieren Arica y yo no quiero ratificar los tratados por no faltar al juramento que he hecho de sostener a todo trance la integridad de la República"8. Al día siguiente, Ortiz de Zevallos le escribió al Ministro de Relaciones Exteriores informándole que, antes de que esté ratificado el tratado de límites, se procedió a la publicación de la constitución política boliviana, pero se necesitaba observar dos puntos:

Que es inexequible este artículo constitucional en el territorio cedido por el Perú en la costa del Pacífico, sin echar por tierra lo estipulado en el segundo artículo adicional en el tratado. En él se expresa, quedar en arbitrio de Bolivia la devolución de los puertos y territorios cedidos durante el tiempo en que debe amortizar los cinco millones que reconoce a favor del Perú; y como devolución debe hacerse sin que aquel territorio sufra una ruina9.

Tres días después, Santa Cruz le volvió a escribir a La Fuente para enfatizar los siguientes puntos del tratado firmado entre Ortiz de Zevallos y los ministros de Bolivia. En la misiva, destaca que existen "tres artículos muy ofensivos para el Perú": el Perú queda subordinado a Colombia mientras ésta no acceda al tratado de límites; que el Perú debía "ceder Arica y Tacna por la Provincia de Apolobamba y el pueblo de Copacabana debiendo reconocer Bolivia en compensativo cinco millones por la deuda del Perú" y la exigencia de la renuncia a todo derecho de indemnización por Bolivia a los gastos realizados durante la Independencia. Sobre esta situación, culmina Santa Cruz, no se comprometerá en el asunto, pues "no quiero abusar de la confianza que el Perú ha depositado en mi buena fe. Por el contrario, estoy resuelto a sostener a toda costa esta confianza y esta integridad nacional"10.

Las tentativas de carácter oficial por parte del gobierno boliviano para habilitar un camino que uniese a Cobija con Potosí se iniciaron en 1827, aún durante el gobierno de Sucre. Pese a los esfuerzos, el Gobierno no logró mantener un sistema de postas en adecuado funcionamiento, produciéndose de esta manera un abandono notorio durante la década de 1830 (Borie, Castro, Várela y Aldunate, 2016, pp. 219-220). La situación de Cobija como puerto no era la mejor, y la posibilidad de Arica como puerto boliviano empeoró a mediados de 1827. El gobierno peruano se opuso a lo propuesto por Ortiz de Zevallos, especialmente con respecto a Arica, pues no se le había autorizado ceder a Bolivia el territorio de Arica11. A la par, se buscó continuar con las negociaciones de una federación. Así, Santa Cruz le escribió a La Fuente anunciándole que había recibido un anónimo de Bolivia donde se aseguraba que Arequipa, Cuzco y Puno estaban decididos a separarse del sur del Perú y "de la respetable nación peruana"12.

Acababa el año de 1827 y la situación de conferir Arica para Bolivia parecía no llegar a buen puerto. En Lima había caído el gobierno bolivariano y José de La Mar fue elegido presidente con el doble de votos que Andrés de Santa Cruz. Sucre, al conocer esta noticia, sugirió la formación de una nueva federación, pero entre Bolivia, Chile y Buenos Aires, a fin de contrarrestar el poder que iba adquiriendo Brasil en la región13. Como era de esperarse, esta idea también encontró la oposición de Chile y Buenos Aires, principalmente por la situación política interna en dichas regiones. Desde el Perú estas decisiones de Sucre representaban un plan en dirección a un gobierno autoritario (Hamnett, 2017, p. 302). Para Sucre, por su parte, la figura de Santa Cruz y sus buenas relaciones con Agustín Gamarra en el Cuzco representaban un peligro para su gobierno.

 

3. Intervención peruana en territorio boliviano y la Misión Álvarez a Bolivia (1828-1830)

La presencia de Sucre no era bien vista desde el Perú, especialmente desde el estallido de la guerra del Perú con la Gran Colombia. Agustín Gamarra, para poder neutralizar la posibilidad de luchar en dos frentes, solicitó el apoyo de la oposición a Sucre en Bolivia para planear una invasión y derrocar al Mariscal de Ayacucho. Santa Cruz, desde Chile, respaldó los planes de invasión a Bolivia y en abril se depuso a Sucre como presidente de Bolivia; el 1 de mayo el general Gamarra cruzó el río Desaguadero con su ejército.

Desde Oruro, José Pérez de Urdininea, jefe del Ejército boliviano, le comunicaba al coronel comandante en jefe de la División Auxiliar que la invasión del ejército peruano se había consumado y que el Estado boliviano había declarado la guerra, debido a que la intención de Gamarra era ocupar todo el territorio14. Para evitar la guerra civil en Bolivia, Sucre autorizó a Pérez de Urdininea entablar un tratado con Gamarra, el cual fue firmado en Piquiza el 6 de julio. En dicho tratado se estipuló la retirada de todas las fuerzas colombianas en Bolivia y la convocatoria a un nuevo Congreso Constituyente a fin de elegir un nuevo presidente (Parkerson, 2019, p. 87). No obstante, una semana después, Ramón Castilla le escribió al general Antonio Gutiérrez de la Fuente que el Perú "sufre ultrajes y pierde su tranquilidad porque sus jefes han mirado con la mayor indiferencia sus más interesantes asuntos". Asimismo, consideró que Gamarra "se ha descuidado mucho con el inexperto jefe boliviano, cuya canalla ha aparecido por la retaguardia de nuestro ejército"15.

En esta situación de inestabilidad, el 12 de agosto se celebraron las elecciones en Bolivia, donde el Congreso eligió a Santa Cruz como presidente provisional, mientras que el general José Miguel de Velasco fue elegido vicepresidente y encargado de la administración del país hasta la llegada de Santa Cruz desde Chile16. Santa Cruz, en cartas privadas a La Fuente, confiaba que el Perú no fuera quien desease empezar las hostilidades ya que, para él, "la verdadera hostilidad es agotar los fondos y recursos del Perú extemporáneamente con varios preparativos extraordinarios" para la campaña militar17. Finalmente, en diciembre, Santa Cruz comunicó su despedida como ministro plenipotenciario del Perú en Chile y el 15 del mismo se embarcó en Valparaíso (Parkerson, 2019, p. 89). En Islay, donde paró, tuvo conocimientos de la situación política de Bolivia y esperó en Arequipa hasta que ésta se solucionase18.

En marzo, luego de enterarse de la ratificación del decreto del vicepresidente Velasco del 31 de enero de 1829, Santa Cruz ya se estaba preparando para dirigirse a Bolivia "inmediatamente a encargarse de ese destino"19. El 9 de abril, finalmente, se presentó Fermín Eyzaguirre como representante del vicepresidente Velasco con la comunicación oficial de su nombramiento. El 19 de mayo Santa Cruz hizo su entrada a La Paz, dando inicio a su gobierno presidencial. Durante su gestión, el presidente boliviano se encargó de reforzar las fuerzas armadas, abolió la esclavitud y favoreció al sector minero. Este último benefició al puerto de Cobija. Gracias a nuevos fondos que se consiguieron, se mejoró su defensa, las instalaciones y los caminos que vinculaban al puerto con el interior de Bolivia. No obstante, su importancia no era igual a la de Arica, pese a lograr superar sus importaciones. Esta nueva ruta desde Cobija hizo que La Paz perdiese su liderazgo comercial y fuese reemplazada por Potosí (Parkerson, 2019, p. 103).

Pese a los años de amistad, Santa Cruz desconfiaba de las intenciones de Gamarra para con el futuro de Bolivia como país independiente. Si la situación no fuese ya complicada en el sur peruano y la frontera boliviana, el 9 de agosto estalló una rebelión en Arequipa comandada por Ramón Castilla, que se propagó hasta Puno, donde el prefecto de dicho departamento solicitó la intervención de las fuerzas militares bolivianas para controlar la situación. Santa Cruz ofreció su ayuda militar, según la documentación, únicamente para "preservar la paz"; sin embargo, el objetivo principal era frenar el avance revolucionario sobre Bolivia20.

Gamarra no aceptó esta intervención y alegó que era solo una excusa de Santa Cruz por interferir en la política interior peruana. Este último le recriminó a Gamarra sus acusaciones: "¿Qué te han dicho, que yo quiero la presidencia del Perú? Es una simpleza, porque yo no puedo, ni debo abandonar a Bolivia, después de haberme comprometido con mi Patria tan solamente. ¿Qué yo pretendo quitarles las provincias del Sur? Un disparate"21. Esta situación ocasionó que las relaciones bilaterales entre ambos países se tensaran nuevamente.

A fin de apaciguar la situación, el gobierno de Gamarra nombró a Mariano Álvarez como ministro plenipotenciario en Bolivia en septiembre de 1829. El principal objetivo de la Misión de Álvarez era negociar la reunificación entre el Perú y Bolivia, además de ser mediador en los disturbios políticos del departamento de Puno y "la remisión de los jefes acusados del designio de desmembrar los tres departamentos del Sur, para incorporarlos a Bolivia"22. La reunificación del Perú y Bolivia no fue bien vista por el ministro plenipotenciario peruano, pues para él era imposible gobernar un Estado tan grande y agraviaría al Perú con el federalismo. Santa Cruz, por su parte, consideraba esta unión factible, porque para él "ni el Perú ni Bolivia pueden marchar bien tan aisladamente, mucho menos como rivales amontonando elementos de destrucción"23. No obstante, a diferencia de la percepción de Gamarra, esta unión pensada por Santa Cruz no consistía en una vuelta a la totalidad del territorio peruano en el periodo virreinal, lo que significaría la sumisión de Bolivia al Perú, sino más bien la plasmación del plan federativo de Bolívar.

En las reuniones entabladas entre Santa Cruz y Álvarez se volvió a proponer que el Perú transfiera el puerto de Arica a Bolivia, lo cual fue rechazado por el ministro plenipotenciario. Su oposición a negociar el traspaso del puerto llevó a que las negociaciones culminaran muy pronto, llegando incluso a deslizar la idea de que el presidente boliviano prefería la guerra con el objetivo de reunificar los dos Estados.

Intrigas, conspiraciones y malentendidos se llevaron a cabo durante la estadía de Álvarez en Bolivia. El ministro plenipotenciario negó que el gobierno de Gamarra estuviese preparando una guerra contra Bolivia. Tal fue la desconfianza hacia el plenipotenciario peruano que el 26 de junio Santa Cruz le escribió diciendo: "Bien ridículo habría sido el primer paso dado por el restablecimiento de nuestras relaciones, si él no es sostenido (...) Yo estoy resuelto a no omitir paso alguno en beneficio de los dos pueblos que presidimos, cuyos intereses se quieren complicar contra mis esperanzas, y sin duda contra las tuyas". Asimismo, Santa Cruz aprovechó para criticar la presencia de Álvarez al considerarlo como el "enviado de la discordia" y no como "el de un pueblo amigo", pues consideraba que solo se ocupaba "de dividirnos, de confundirnos en una guerra y aun de atacar a nuestros respectivos gobiernos igualmente, antes de procurar una franca reconciliación que necesitamos"24. La misión Álvarez había fracasado. En los últimos meses de su estadía en Bolivia, en nota a su gobierno desde La Paz, el 26 de junio de 1830 manifestó que "se me ha asegurado aquí por personas de muy buen crédito que varios comerciantes de Cobija, así bolivianos como europeos, están haciendo grandes extracciones clandestinas del famoso salitre de que, me dicen, abundan en el puerto de Iquique y sus alrededores" (Abecia, 1986, p. 382).

A fin de resolver los temas limítrofes que ni la Misión Ortiz de Zevallos ni la Misión Álvarez habían logrado solucionar, ambos gobiernos buscaron entablar nuevas negociaciones. En agosto, el presidente Gamarra propuso al presidente Santa Cruz una cumbre bilateral en el río Desaguadero25. Tal fue la presión ejercida que Gamarra terminó por retirar a Álvarez de Bolivia, noticia que arribó a Chuquisaca a inicios de octubre. Ese mismo mes, Santa Cruz aceptó la propuesta y en diciembre ambos se reunieron en el Desaguadero. Pocos días antes de aceptar la invitación, Santa Cruz ya le había adelantado a su excompañero que "el gobierno de Bolivia se ha prestado constantemente a hacer los tratados de comercio y de límites que ha creído necesarios"26. Asimismo, le comunicó a Juan José Larrea que nunca haría la guerra al Perú "ni tomaré jamás las armas hasta el momento en que se me obligue a defenderme contra algún injusto (...) tengo presentes mi afección por el Perú y el recuerdo de un círculo respetable de amigos que nunca dejarán de serme muy queridos"27. Según estas palabras, todo parecía augurar buenas negociaciones. Sin embargo, no fue así.

En las conferencias del Desaguadero, el Perú buscó tomar posesión de la orilla occidental del lago Titicaca y de Copacabana, delimitando así la frontera con Bolivia una alianza bilateral, así como un tratado comercial, a cambio de una parte de la provincia de Tarapacá (Parkerson, 2019, pp. 121-122). Frente a esta proposición, Santa Cruz solicitó el puerto de Arica. Como era de esperarse, Gamarra se opuso y las negociaciones culminaron. "A pesar que el abrazo fraternal" se le anuncia al Ministerio de Relaciones Exteriores peruano, "el resultado no correspondió a la esperanza. Las explicaciones personales que precedieron a las conferencias públicas para fijar la franqueza motiva, no han surtido el efecto deseado"28.

A la par que esto sucedía en Bolivia, en el Perú el ministro plenipotenciario boliviano, Casimiro Olañeta, buscó entablar negociaciones limítrofes y comerciales29. Pese a ser representante de Bolivia y del gobierno de Santa Cruz, Olañeta se oponía a la propuesta de su presidente de anexar el sur peruano a Bolivia, pues consideraba que, en ese momento, el Perú representaba un contrapeso importante a la influencia y poder que podía ejercer la Gran Colombia. De esta manera, le parecía más factible la unión de ambos países.

 

4. Las Misiones Olañeta y La Torre: tratados de comercio, limítrofes y alianzas (1830-1833)

Para Santa Cruz, el fracaso de las negociaciones en el Desaguadero se debió a los planes de Gamarra para invadir y anexar Bolivia al Perú. Esta idea la desliza el presidente boliviano a su par peruano: "el no querer Bolivia aceptar proposiciones que le son contrarias y deshonrosas, no es ni puede ser motivo para hacerle la guerra. Tampoco puede ser conveniente al Perú comprometerse en ella por sostener pretensiones que si se cree que sean buenas para algún hombre no son para la Nación"; y se pregunta: "¿pierde el Perú algo con que Bolivia exista feliz o ganará con su ruina, o con que desaparezca el general Santa Cruz que muy amigo de ambos pueblos, parece que solo no agrada a los que mandan aquella Nación?"30.

Olañeta permaneció en el Perú para continuar las negociaciones con Manuel Ferreyros. A inicios de febrero de 1831, Santa Cruz le escribió al general Flores en Ecuador anunciándole que Olañeta no estaba logrando su objetivo y que, de no logarlo "el resultado de todo es que se hace inevitable la guerra, la cual se declarará a Bolivia entre marzo y abril empezando el Perú por una invasión"31. A fin de evitar esto, Santa Cruz le urgió a Olañeta la necesidad de manejar el tema de Arica como puerto boliviano "de tal modo que jamás hagamos conocer que lo deseamos, y si lo obtenemos debe ser sin pedirlo como una indemnización de otra concesión que hagamos"; y continúa: "en mi concepto, solo podrían darnos Arica por la alianza en un caso muy apurado, y no hay que esperarlo por otra cosa alguna"32. El ministro plenipotenciario boliviano volvió a la carga ofreciendo de nuevo Copacabana, Apolobamba y otros territorios adicionales, más tres millones de pesos a cambio de Arica. Nuevamente, y por tercera vez el Perú se negó, al considerar las propuestas "pretensiosas, ambiciosas e infames"33.

Las negociaciones entre Olañeta y Ferreyros habían concluido. Temeroso de una nueva declaratoria de guerra, Santa Cruz se apresuró a escribirle a Pedro Antonio de La Torre asegurándole que tanto Bolivia como él aman la paz, pero no consentiría alguna agresión, por lo que anunciaba la toma de medidas defensivas en Bolivia "porque habría sido harto imprudente sino hiciese algunos preparativos viendo el empeño con que el general Gamarra ha amontonado tantos elementos de guerra sobre el Desaguadero"34. Concluidas las negociaciones, el 17 de junio de 1831, el Congreso peruano dispuso que el ejecutivo nombrara como ministro plenipotenciario en Bolivia a Pedro Antonio de La Torre (Abecia, 1986, p. 394).

La Torre se detuvo en Arequipa en agosto y desde ahí esperó la remisión de la documentación de las anteriores legaciones en Bolivia, pues consideraba estos documentos "no solo como necesarios sino como absolutamente indispensables para el desempeño de mi comisión"35. La llegada del nuevo ministro plenipotenciario fue anunciada por Santa Cruz desde La Paz al general Rudecindo Alvarado, confirmándole además no tener "esperanza de que hagamos un tratado firme de paz, mientras que el general Gamarra continúe mandando en el Perú, porque está en su política hacer la guerra a las naciones vecinas"36. Pese a esta percepción personal, a fines de agosto se firmó un tratado preliminar de paz en Tiquina. Santa Cruz proclamó a sus compatriotas que se había logrado la paz, argumentando que "la actitud defensiva que fue precio tomar para sostener vuestros más caros derechos, ha evitado sin duda a los dos pueblos, males peores que la misma guerra"37. Acto seguido, ambos países retiraron sus fuerzas militares de la frontera, la cual fue obligada a reducirse a 5.000 hombres para el Perú y 3.200 para Bolivia.

Tras meses de negociaciones, el 8 de noviembre de 1831 se celebró, finalmente, un tratado de paz entre los dos Estados. Santa Cruz felicitó el accionar de La Torre enfatizando que otro ministro no hubiese sacado ventajas tan importantes38. No obstante, este nuevo tratado tuvo restricciones desfavorables más para Bolivia que para el Perú. A diferencia del tratado preliminar, este nuevo dispuso la reducción del ejército boliviano a tan solo 1.600 hombres, mientras que al peruano lo dejaba en 3.000, a la vez que comprometía a ambos gobiernos a no interferir en los asuntos interiores del otro. A la par de este tratado de paz, se firmó uno de comercio, cuya parte fundamental reducía el impuesto aduanero de ambos países a las importaciones del otro. Las producciones peruanas que ingresasen a Bolivia y las bolivianas al Perú no pagarían otro derecho que el 6% (Abecia, 1986, p. 396).

A lo largo de 1832, tanto en los congresos de Bolivia como en el Perú se debatieron los tratados. Santa Cruz proclamaba su aceptación de manera pública, pero en privado rechazaba los artículos estipulados, al punto de decidir que no se logre ratificar el tratado comercial. Al general Braun, por ejemplo, le comentó que La Torre quería que se apruebe tanto el tratado comercial como el de paz, pero él no pensaba infligir la Constitución "por dar gusto en un asunto tan contrario al honor y al interés de la República", ya que el tratado comercial, tal como estaba redactado, terminaría por arruinar a Cobija como puerto39. Al general Seoane, por su parte, le escribió diciendo que, tras la reunión del Congreso peruano en julio, "parece indudable que esa será la época de la tormenta que se ha estado preparando desde mucho tiempo"40.

Como era de esperarse, el Congreso boliviano —con la ayuda de Santa Cruz— rechazó el tratado comercial con el Perú. Meses después, Santa Cruz continuaba con esta idea al considerar que el Perú estaba dispuesto a poner a su ejército en marcha hacia la frontera por haberse aprobado íntegramente el tratado comercial, al punto de escribirle al general Miller que el tratado de comercio "ha sido declarado por nuestras Cámaras contrario a la Constitución y a la Soberanía Nacional, y rechazado en consecuencia, no faltan quienes creen que este será el pretexto para volver a poner el Ejército peruano en nuestras fronteras, con el doble y quizá principal objeto de enfrenar el descontento del Perú"41.

No fue sino un año después, el 17 de noviembre de 1832, que se pudo ratificar el tratado de paz y se elaboró uno nuevo comercial. A comienzos de 1833 se produjo la ratificación peruana de los tratados celebrados con Bolivia, lo que mejoró un poco las relaciones entre los dos países (Abecia, 1986, p. 400). Santa Cruz anunció esta noticia a Pio Tristán, asegurando que se encontraba "descargado de un muy grave peso", considerando el acuerdo recíproco y ya no ofensivo "al honor y al decoro de ninguna de las partes tratantes"42. La calma parecía haber llegado para Bolivia y Perú en 1833. La presidencia de Gamarra había concluido y el 20 de diciembre el general Luis José Orbegoso asumió las riendas del gobierno peruano.

 

5. La intervención boliviana en territorio peruano (1834-1836)

La presidencia de Orbegoso llevó la anarquía al Perú, al punto que el mismo presidente le solicitó en reiteradas ocasiones apoyo militar a Santa Cruz para controlar la situación peruana en el Sur. El general Pedro Bermúdez realizó un golpe militar en Lima el 4 de enero de 1834, logrando incluso el reconocimiento del ejército ubicado en el Cuzco, Puno, Ayacucho y Huancavelica. Gamarra, desde el Cuzco, también apoyó el golpe de Bermúdez. El 13 de febrero, la Convención Nacional otorgó poderes especiales al presidente Orbegoso a fin de calmar y controlar la situación. La inestabilidad fue tal que el gobierno peruano solicitó la ayuda del presidente boliviano para que intervenga en la política interna del país. Algunos sostienen que esta medida fue lo que "sembró las primeras semillas de unión del país" (Sobrevilla, 2015, p. 142). Esta idea ya se puede ver claramente en una carta enviada por Santa Cruz a Manuel de la Cruz, su agente en Lima, en la que sostiene que

los sucesos del Perú son de mucha gravedad y sus resultados no pueden dejar de tener relación con nuestros intereses nacionales y con la seguridad de Bolivia, debiendo por lo menos procurarse sacar de ellos algunas ventajas en vez de riesgos siempre inminentes. Muchas veces se ha dicho y V. lo conoce demasiado, que la vecindad del Perú es muy peligrosa para nosotros como la de un Estado con recursos infinitamente superiores, tiene además una pretensión constante con Bolivia. Creyéndose con la facultad de someternos, aunque esto nada vale en el estado recíproco en que nos encontramos puede sernos funesto desde que cambien las circunstancias y se encuentren ellos con una fuerza superior43.

Incluso el presidente peruano le comunicó a La Torre, su ministro, las órdenes para solicitar el apoyo de una división auxiliar de 2.000 hombres. La oferta era tentadora para Santa Cruz, a fin de lograr la unión de los dos países; sin embargo, se tuvo que negar por no creerlo compatible con el decoro y la seguridad de Bolivia44.

La guerra civil amenazaba con azotar al Perú. Gamarra se dirigió al Cuzco tras desconocer a Orbegoso, y San Román se dirigió a Arequipa, derrotando al general Nieto en Cangallo. Santa Cruz se opuso públicamente a involucrarse activamente en la política peruana, pues esto sería visto más como una invasión; no obstante, en privado esperaba la invitación formal del gobierno y congreso peruanos, para pedir que se acepte la confederación con Bolivia como condición para intervenir militarmente. La solicitud de auxilios a Bolivia continuaba con mucha insistencia, de manera que el 18 de abril la Convención Nacional terminó por autorizar al presidente Orbegoso que solicitara formalmente la intervención boliviana45.

Con la solicitud formal de apoyo y la aceptación del plan confederado, Santa Cruz se puso a trabajar. El presidente boliviano insistió en que una confederación entre el Perú y Bolivia debería llevarse a cabo mediante el equilibro de poderes, por lo cual el Perú debía de dividirse en dos Estados; argumentaba que la formación de tres Estados protegería a la confederación de una futura anarquía. Según sostiene Parkerson, esta decisión de Santa Cruz llevaría a Bolivia a ser el Estado dominante en esta relación y, en caso de disolverse la confederación, "no creía que Perú estuviera en condiciones de volverse a unir, lo que anularía la potencial amenaza de un vecino grande y poderoso en sus fronteras" (2019, p. 143).

La intervención boliviana parecía un hecho. No obstante, el 24 de abril la guerra civil en el Perú culminó cuando las fuerzas rebeldes capitularon en Maquinhuayo, en el departamento de Junín. Cuando Gamarra apareció en Bolivia, un hombre, según el mismo Santa Cruz, "que tantos males nos ha procurado hasta el tiempo de pedirnos favor", la situación comenzó a cambiar46. Nuevas intrigas y revueltas se produjeron en Puno y Arequipa, lo que llevó a Santa Cruz a considerar que el eventual cruce del ejército boliviano del Desaguadero sería "más delicado en política que la batalla de Waterloo", por lo que era preciso, a su juicio, "ceder el campo humildemente"47.

Finalmente, en 1835 estalló nuevamente una guerra civil en el Perú. Felipe Santiago Salaverry, un joven general de unos 28 años, se sublevó en el Callao en febrero, lo que llevó nuevamente a que algunos se adhiriesen a su causa. Salaverry controlaba casi todo el Perú, mientras que Puno, Arequipa y el Cuzco se pronunciaron a favor de Orbegoso. A diferencia del caso anterior, esta vez el presidente boliviano sí decidió intervenir mediante el apoyo del ejército que años atrás había creado y entrenado.

Nuevas negociaciones en Perú y Bolivia llevaron a un nuevo tratado, en el que se estipuló que, debido a "la rebelión escandalosa" de Salaverry y "por el desorden en que se halla la mayor parte de la República peruana", el gobierno de Bolivia "mandará pasar al Perú inmediatamente un ejército capaz, a su juicio, de restablecer el orden alterado y pacificar completamente aquel territorio". El Perú, por su parte, "será responsable de todos los gastos que ocasione la marcha del ejército desde que se mueva de sus respectivos cantones" y, como punto fundamental, que "el ejército boliviano permanecerá en el territorio peruano hasta la pacificación del norte y cuando ésta se consiga, convocará allí el presidente provisorio del Perú otra Asamblea que fije los destinos de aquellos departamentos"48.

El 16 de junio de 1835, el ejército de Santa Cruz, con él al mando, cruzó el Desaguadero. A sus soldados les indicó que iban a ingresar a territorio de una "Nación amiga que os llama en su socorro contra los destructores de sus leyes y de su reposo"49. Semanas más tarde, el mismo presidente Orbegoso le fue a dar la bienvenida a las orillas del lago Titicaca. Santa Cruz tenía prácticamente el poder absoluto del Perú, y según él mismo, "nada obstaculizaría la reunificación del Perú y Bolivia", lo cual incluiría al departamento de Arequipa y al puerto de Arica. Santa Cruz permitió volver al Perú a Gamarra, quien estaba desterrado, para poder liderar la resistencia contra Salaverry. Para Santa Cruz, la idea de un Perú dividido en dos Estados y Bolivia —manteniendo su independencia— como un tercero dentro de la Confederación era la mejor opción. Para Gamarra, una mejor idea era la división en tres: Norte, Centro y Sur, con la bandera peruana y la desaparición de Bolivia para convertirse en el Estado del Sur (Sobrevilla, 2015, p. 164).

Desde el Cuzco, Gamarra buscó preparar a sus compatriotas para un posible conflicto, pero sin llegar a mencionar las conversaciones que entabló con Santa Cruz. Éste, por su parte, negó cualquier negociación y le escribió a Gamarra que en Arequipa Orbegoso estaba listo a declararse a favor de la federación50. Gamarra unió sus fuerzas con Salaverry a finales de junio, el mismo día en que Santa Cruz le escribió para informarle que había firmado un tratado con Orbegoso. El presidente boliviano no podía creer la actitud de Gamarra. El 24 de julio le escribió indignado que "todo el mundo me dice que tú tratas con Salaverry, que no quieres Federación y que estás tomando medidas y haciendo preparativos hostiles contra mí", por lo que le solicitaba aclarar la situación lo antes posible a fin de restablecer la confianza entre ambos51.

Esto no pudo lograrse. A fines de julio los comisionados de Gamarra y Salaverry firmaron un tratado en que se reconocían el uno al otro como jefe del departamentos del Sur y jefe supremo del Perú, respectivamente, uniendo fuerzas para expulsar a las "fuerzas invasoras bolivianas"52. No ahondaremos en las batallas que se desarrollaron entre los ejércitos de Santa Cruz y Gamarra ni en su consumación en la batalla de Yanacocha, al no ser el objetivo central de la presente investigación; sin embargo, es importante destacar que Gamarra jugó un doble papel durante este tiempo a fin de buscar el beneficio propio y, de esta manera, debilitar tanto la autoridad de Orbegoso como el poderío militar boliviano53.

 

6. La formación de la Confederación Perú-Boliviana54

El Perú se encontraba dividido. En el Sur, Cuzco y Puno apoyaron a Orbegoso, mientras los aliados de Gamarra planeaban un ataque contra Arequipa. El Norte, por su parte, se mantuvo también a favor de Orbegoso; y Salaverry, quien también se había rebelado, presentó un plan que buscaba acercarse más a Chile y reafirmar el control de Lima sobre el resto del país.

En las semanas posteriores a la batalla de Socabaya entre las fuerzas de Salaverry y Santa Cruz (7 de febrero de 1836), y mientras se encontraba en Arequipa, Santa Cruz se dio cuenta de que existían fuertes intereses que apoyaban la unión de ambos países como una república centralista y no como una confederación. Santa Cruz consideraba que sus enemigos argumentarían que esta unión sería más bien una anexión de un país por parte de otro, razón por la cual defendió repetidas veces la idea de crear una federación, la cual le parecía posible solo si se dividía al Perú en dos Estados más pequeños. El presidente boliviano temía que la confederación fracasara, y estaba convencido de que, una vez que hubiese dos Estados, el Perú jamás lograría volver a reunificarse. Esto, pensaba, era mejor para Bolivia (Sobrevilla, 2015, p. 171).

A inicios de marzo, el secretario general del presidente peruano le escribió al Ministro de Relaciones Exteriores boliviano agradeciendo la ayuda boliviana. Para él, la guerra civil había concluido y "reducido todo el país a la obediencia del gobierno legítimo, uno de los primeros pasos de S.E. el Presidente en manifestar a la nación boliviana su inmensa gratitud por la gran parte que ha tenido en esta grandiosa obra"55.

El 16 de marzo de 1836, representantes de Ayacucho, Puno, Arequipa y Cuzco se reunieron en Sicuani, en la denominada "Asamblea del Sur". Al día siguiente, declararon la independencia de estos departamentos y su unión en un "Estado Sud Peruano Independiente" (Peralta, 1991, p. 46). Entre mayo y junio de 1836, Andrés de Santa Cruz visitó Arequipa, Cuzco y Puno a fin de "dispensar órdenes y promover instituciones estatales que atraigan a sus simpatizantes en el sur de Perú" mediante la creación de diversas facultades, leyes y la compensación por pérdidas de propiedad a manos de los enemigos de la confederación (Chambers, 2016, p. 336; Peralta, 1991, p. 46). Arequipa manifestó su deseo de unirse con Bolivia, mientras que los cuzqueños dejaron claro que solo apoyaban una federación y no una unión. Santa Cruz era de igual parecer que los cuzqueños. Para Sobrevilla, el presidente boliviano temía que, si estas provincias del Sur eran simplemente anexadas a Bolivia, "tendría que enfrentar constantes batallas con el norte peruano para conservar el control de ellas. Solo consideraría la posibilidad de una unión si el norte rechazaba la federación" (2015, p. 171).

En las provincias más meridionales del Perú, la demanda de una unión con Bolivia se encontraba vinculada al deseo de ciertos departamentos, como Tacna y Moquegua, de independizarse de Arequipa, lo cual podía ser asegurado mediante su incorporación a Bolivia. No obstante, Santa Cruz se opuso a esta idea. A fin de calmar la situación, propuso promover el puerto de Arica y la ciudad de Tacna como nuevos centros económicos del Sur. No obstante, entablar un equilibro entre los intereses de Puno, Cuzco, Arequipa, Moquegua y Tacna no fue fácil, como tampoco lo fue suprimir la oposición al proyecto que se iba gestando en Lima, donde se temía que el único motivo para crear este nuevo Estado era arrebatar a Arica del Perú, lo cual se ve claramente en la misiva de Santa Cruz al vicepresidente boliviano:

Parece que en Lima ha causado alguna alarma la resolución de Sicuani entre los nacionalistas que temen que solo queremos formar un Estado vecino para quitarle Arica a estos pertenece nuestro La Torre y lo deducen más de la demora mía en el Sur que les parece muy larga en proporción a la ansiedad que sienten de verme por allá56.

En este contexto, el 16 de mayo el presidente Orbegoso declaró la supresión del tratado de comercio entablado entre Perú y Chile, lo cual produjo malestar en el país del Sur (Serrano del Pozo, 2013, p. 135). Esta situación, meses más adelante, fue percibida por el gobierno chileno como muestras de hostilidad por parte de Orbegoso y Santa Cruz.

Bernardo O'Higgins, en una carta a José de San Martín fechada el 27 de mayo de 1836 en Lima, le comunicó el próximo arribo de Santa Cruz, ya nombrado Protector del Estado Sud-Peruano "en federación con el Alto Perú o Estado boliviano, para mediados de junio próximo, y se cree que los departamentos de Lima, Junín y La Libertad, bajo el título de Estado Nor-Peruano, se una a la federación expresada, declarando igualmente al expresado general Santa Cruz, Protector de toda la Federación"57. No se equivocó, pues el 16 de agosto los diputados de Lima, Junín, Amazonas y La Libertad, se reunieron en Huaura y crearon el Estado Nor-Peruano.

 

7. Impactos e implicaciones de la instauración de la Confederación Perú-Boliviana

"La Confederación Perú-Boliviana no tenía nada de Confederación sino el nombre", sentenció José de la Riva-Agüero en sus memorias (1858, p. 408). La unión entre Bolivia y Perú fue vista como una amenaza para Buenos Aires, Ecuador y, especialmente, Chile. La tensión existente entre Chile y la Confederación tuvo un punto álgido el 26 de julio de 1836, día en que la goleta "Flor de la Mar" arribó a Valparaíso procedente de El Callao con el informe del ministro plenipotenciario de Chile en el Perú, don Ventura Lavalle, en el cual se daba cuenta —y advertía— a las autoridades chilenas del arribo de "una partida revolucionaria" a bordo de los barcos Orbegoso y Monteagudo al mando del general Ramón Freire (Serrano del Pozo, 2017, p. 43). Para Santa Cruz, la marcha de Freire a Chile "va a complicar mucho nuestras relaciones con aquel Estado, porque nadie podrá persuadirse jamás de que el gobierno peruano no haya sido su autor, el promovedor y protector de tal empresa, habiendo indicios tan vehementes para creer que sí"58. Santa Cruz no se equivocó, pues estas noticias confirmaron, de cierta manera, el recelo del ministro Portales respecto a la Confederación.

Según Vicuña Mackenna, fueron cuatro los motivos por los cuales el gobierno chileno fundó "su indestructible convicción de que la expedición de Freire había sido organizada de acuerdo con el gobierno del Perú".

1° El fletamento de los buques, hecho por personas sospechosas y bajo las fianzas de individuos evidentemente destituidos de responsabilidad, como el teniente Barril y el desconocido Letelier. 2° El haberse embarcado armas con conocimiento del Resguardo. 3° El haberse pagado las tripulaciones en la misma oficina de la capitanía del puerto del Callao y 4° No haberse estorbado la salida de los buques, conociendo de antemano sus miras hostiles sobre Chile (1853, p. 67).

Analizaremos brevemente los cuatro argumentos. El primero resulta el más fuerte, pues da la apariencia de una suerte de pasividad, tolerancia o, incluso, apoyo de las autoridades peruanas. El segundo y tercer argumento son más cuestionables. No hay prueba de que las autoridades hayan permitido el embarque de las armas, sino que es posible que esto se hubiera realizado mediante el contrabando, muy frecuente en el Pacífico Sur. Por otro lado, era una práctica adoptada por los reglamentos comerciales del Perú el pago a las tripulaciones en la oficina de la capitanía de El Callao, a fin de garantizar un pago equitativo. Finalmente, el cuarto argumento es el más cuestionable, pues es poco probable que las autoridades hayan podido detener la expedición.

¿Fue el Perú cómplice de esta expedición? De haberlo sido, el ministro de Relaciones Exteriores del Perú, el general Trinidad Morán, no hubiese avisado de la salida de expedición al cónsul de Chile, al día siguiente de conocerse la noticia en Lima. De esta manera, la supuesta agresión por parte del Perú no era una provocación directa ni agresiva que llevase al rompimiento de hostilidades o a represalias violentas. Sin embargo, para el ministro Portales esta situación no se podía permitir (Vicuña Mackenna, 1853, pp. 72-73). Para él, la sola idea de una unión entre el Perú y Bolivia afectaba la soberanía y posición de Chile en el Pacífico Sur59.

El plan de Chile contra la Confederación dio inicio el 21 de agosto, cuando el buque de guerra Aquiles y la goleta Colocolo atacaron a la escuadra peruana que se encontraba en los puertos peruanos (Guardia, 2007, p. 397). En una misiva fechada el 10 de setiembre de 1836 al almirante, Portales expresaba sus sentimientos sobre la Confederación:

La Confederación debe desaparecer para siempre del escenario de América. Por su extensión geográfica; por su mayor población blanca; por las riquezas conjuntas del Perú y Bolivia, apenas explotadas ahora; por el dominio que la nueva organización trataría de ejercer en el Pacífico, arrebatándonoslo; pero el mayor número también de gente ilustrada (...); por la mayor inteligencia de sus hombres públicos (...) por todas estas razones, la Confederación ahogaría a Chile antes de muy poco60.

En otra misiva fechada el 17 de octubre al comandante general de Marina, Portales le informó que, de llegar el caso de declararse la guerra,

lo notificará inmediatamente a V.S. a nuestro ministro cerca del Gobierno peruano, y dará V.S. principio a las hostilidades. Entre estas no se comprende desde luego el bloqueo, que debe comenzar necesariamente por un decreto de la autoridad suprema, a los agentes extranjeros que residen cerca de ella. (...) Primeramente respetamos en todo caso la propiedad neutral (...) Concedemos a la bandera neutral el derecho de proteger la propiedad enemiga61.

El 19 de octubre de 1836 zarpó del puerto de Valparaíso, rumbo a El Callao, una escuadra de cinco buques: la fragata Monteagudo, el bergantín Orbegoso, el bergantín Aquiles, la goleta Colocolo y la corbeta Valparaíso. En esta última se encontraba el vicealmirante Blanco Encalada, comandante en jefe de la escuadra. A fines del mismo mes, el 30, la escuadra se presentó delante del puerto peruano. Con no poca sorpresa en estos momentos, el gobierno peruano le negó el derecho de estacionarse en la bahía. El 11 de noviembre, el ministro chileno, Engaña, notificó al gobierno peruano que, desde ese momento "debería mirar como declarada la guerra" (Uribe Orrego, 1891, p. 36).

La declaratoria de guerra de Chile a la Confederación Perú-Boliviana fue ratificada por el Congreso a fines de diciembre de 1836. Nuevamente O'Higgins le escribió a San Martín comunicándole la situación. Por un lado, enalteció la imagen de Santa Cruz al considerarlo una persona "muy decidida (...) que hará terminar los males" y "que días más felices le están reservados al Perú". Por el otro, criticó la decisión de Portales argumentando que éste "se ha valido de este suceso para romper con el Perú, y se agita una clase de guerra que, si no se corta en sus principios, acarreará gravísimos males a Chile y al Perú, destinados por la naturaleza a vivir fraternalmente"62.

La Confederación Perú-Boliviana representó, según el ministro Portales, una preocupación por la rivalidad comercial entre Bolivia, Perú y Chile, ya presente desde antes de 1835 y, si no se llegaba a un acuerdo oportuno, esta rivalidad podía desencadenar un conflicto bélico. Asimismo, las sucesivas guerras civiles en el Perú afectaron la situación comercial con Chile al poner trabas al tratado comercial de 1835.

Pese a que Santa Cruz buscó mediante una carta a Prieto una situación de paz, la misiva solo sirvió para precisar el meollo del conflicto: la unión de Perú y Bolivia y la existencia del Protectorado al mando de Santa Cruz. Prieto, en su respuesta, confirmó que la existencia de la Confederación representaba un problema geopolítico "de problema nacional, viendo en la Confederación una amenaza al statu quo sudamericano y dando por un hecho la intervención en los problemas internos de Chile" (Pinto Vallejos y Ortiz de Zárate, 2009, pp. 316-319).

 

8. Conclusiones

Desde la formación de Bolivia como República, se buscó concretar sus fronteras con el Perú. Dos momentos claves definieron la política diplomática entre Perú y Bolivia y un tercero con Chile. En primer lugar, la independencia boliviana frente a las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Perú supuso la reestructuración de las fronteras cercanas al Desaguadero y la negociación de un nuevo puerto para Bolivia. Arica, el puerto que había sido la entrada al Alto Perú y había desempeñado un rol fundamental durante el periodo de la independencia, permaneció en el Perú, mientras Cobija, un puerto menor y con complicaciones territoriales, se convirtió en el nuevo puerto boliviano.

El primer intento del Perú por sellar el tema fronterizo con Bolivia y cobrar la "deuda de la Independencia de 252.643 pesos" fue con la misión diplomática de don Ignacio Ortiz de Zevallos. Asimismo, el ministro plenipotenciario peruano buscó la reunificación de los dos países en una federación, llegando incluso a ofrecer el puerto de Arica a Bolivia. Esta decisión no fue aceptada por el gobierno peruano, se desconoció el tratado firmado entre su ministro plenipotenciario y los ministros bolivianos y las negociaciones se truncaron. El tema de Arica, sin embargo, continuó siendo importante a lo largo de los años siguientes.

Así, tras la invasión peruana a territorio boliviano y la deposición de Sucre de la presidencia, en 1829 el gobierno peruano nombró como ministro plenipotenciario en Bolivia a don Mariano Álvarez, a fin de renegociar la posible unión de ambos países, pese a él mismo estar en contra de la idea. Posiblemente, por este motivo es que no se esforzó en conseguirlo e hizo pensar a los diplomáticos bolivianos y al mismo Santa Cruz que, más bien, era un "enviado de la discordia". De esta manera vemos cómo en los primeros años de la república peruana, pese a esta "partición" de Bolivia y Perú, la idea de unificar ambos territorios no dejó de existir. De esta manera, el plan de una "Federación de los Andes" impulsado por Bolívar, Sucre y apoyado por Santa Cruz encontró, a la vez, apoyo por parte de las élites del sur andino peruano y norte boliviano, así como la oposición de la élite limeña y chilena. No obstante, este plan no llegó a concretarse, entre otros factores, por la guerra civil desarrollada en Colombia y la muerte de Bolívar en 1830.

A lo largo del primer lustro de la década de 1830, tanto Bolivia con la misión de don Casimiro Olañeta como el Perú con la misión de don Pedro Antonio de la Torre buscaron acuerdos para cerrar el tema fronterizo. Nuevamente, el tema de Arica se hizo presente, solo que en esta ocasión se enmarcaría en un contexto de inestabilidad política en el Perú: guerras civiles y movilizaciones de tropas a la frontera peruano-boliviana en Puno presionarían a Santa Cruz a movilizar a sus tropas, pero sin intervenir directamente. Sería recién en 1834 cuando el mismo presidente peruano, Luis José Orbegoso, le solicitaría a Santa Cruz el apoyo e intervención militar de Bolivia a fin de calmar la situación. Ésta fue la oportunidad de Santa Cruz de llevar a cabo su plan de confederar a Bolivia y Perú, plan ante el cual, si bien en público se mostraba reacio, en privado no dejaba de alentar.

Bolívar había muerto, pero el plan de confederar al Perú y Bolivia, continuaba. El problema sería, entonces, si esto se llevaría a cabo fraccionando al Perú en dos Estados y convirtiendo a Bolivia en un tercero, o si se mantendría unido. Andrés de Santa Cruz logró llevar a cabo el proyecto de la Confederación Perú-Boliviana gracias, principalmente, al apoyo claro prestado por gran parte de las élites del sur peruano de Arequipa, Cuzco, Moquegua, Tacna y Puno; pues éstas, como él, defendieron la creación de un Estado Sur Peruano. La Confederación, como era de esperarse, despertó el recelo del gobierno chileno y, especialmente, del ministro Portales. Para él, el plan de Santa Cruz representaba una clara amenaza a la soberanía de Chile en la región y, por qué no, la posibilidad de su posterior anexión a ésta. Es así que, aprovechando la coyuntura, declaró la guerra a un proyecto que, quizá, por la inestable situación política peruana, no duraría mucho tiempo.

 

Notas

* Licenciado (2014) y magíster (2017) en Historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú y actualmente estudiante del doctorado en Historia Ibero-Latinoamericana en la Universitätzu Köln, Alemania. Se ha especializado en el proceso de independencia y la formación de los Estados hispanoamericanos en la primera mitad del siglo XIX, desde una perspectiva político-social y militar.
Contacto: particio.alvaradol@pucp.pe
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7064-3392

** El autor declara que este artículo no entraña conflicto de interés con ninguna persona o institución.

1 Archivo del Museo Nacional de Arqueología Antropología e Historia del Perú (en adelante AMNAAHP). D.00210. Sucre a Bolívar, 10.12.1824.

2 En su texto, Sabato se aleja de la idea de "caos político" tras las independencias hispanoamericanas y la era de los caudillos en la región, para analizar el proceso bajo lo que ella define como un "experimento republicano" entre 1820 y 1870. De esta manera, argumenta que las repúblicas decimonónicas tuvieron diferentes formas de abordar los desafíos en la formación de un nuevo Estado.

3 Sucre a Bolívar, 12.04.1826. En: Memorias del general O'Leary. Tomo I, pp. 310-311.

4 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú (en adelante AMRE). Correspondencia B.7.4.1. Caja 11. Carpeta 5. pp. 2-6,1826.

5 Archivo Diplomático Peruano (en adelante ADP).Tomo V. p. 4. Pando a Ortiz de Zevallos, 03.07.1826.

6 ADP. Tomo V. pp. 53-54. Ortiz de Zevallos al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, 11.10.1826.

7 Archivo Mariscal Santa Cruz (en adelante AMSC). Santa Cruz a Bolívar, 08.11.1826.

8 AMSC. Santa Cruz a La Fuente, 18.12.1826.

9 ADP.Tomo V,pp. 155-156. Ortiz de Zevallos al Ministro de Relaciones Exteriores, 19.12.1826.

10 AMSC. Santa Cruz a La Fuente, 22.12.1826.

11 ADP. Tomo V. pág. 42. Mariátegui a Ortiz de Zevallos, 11.08.1827.

12 AMSC. Santa Cruz a La Fuente, 10.04.1827.

13 AMRE, Correspondencia B.7.4.1. Caja 16, File 15 5-4-A., 12.05.1828; Hamnett (2017, pp. 302-303).

14 BO Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia (en adelante ABNB) - Otto Felipe Braun 0044.15.05.1828.

15 Archivo Castilla, tomo III. pág. 15. 16.07.1828.

16 AMSC. Santa Cruz a La Fuente,03.09.1828.

17 AMSC. Santa Cruz a La Fuente, 19.09.1828.

18 AMSC. Santa Cruz a Del Solar, 14.02.1829.

19 AMSC. Santa Cruz a Álvarez, 10.03.1829.

20 AMSC. Santa Cruz a Velasco, 21.08.1829; AMSC. Santa Cruz a La Fuente, 22.08.1829; AMSC. Santa Cruz a Rivadeneira, 11.09.1829; AMSC. Santa Cruz a Gamarra, 12.09.1829.

21 AMSC. Santa Cruz a Gamarra, 28.09.1829.

22 ADP. Tomo VI. pp. 4-5, Armas a Álvarez,16.10.1829.

23 AMSC. Santa Cruz a Castro, 11.01.1830.

24 AMSC. Santa Cruz a Gamarra, 26.06.1830.

25 AMSC. Gamarra a Santa Cruz, 20.08.1830.

26 AMSC. Santa Cruz a Gamarra, 20.09.1830.

27 AMSC. Santa Cruz a Larrea, 27.10.1830.

28 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 20, file 4 1-0,23.12.1830.

29 AMSC. Santa Cruz a La Torre, 06.10.1830; AMSC. Santa Cruz a Pardo de Zela, 06.10.1830.

30 AMSC. Santa Cruza Gamarra,26.01.1831.

31 AMSC. Santa Cruz a Flores, 02.02.1831.

32 AMSC. Santa Cruz a Olañeta, 03.02.1831.

33 ADP. Tomo VII. pp. 60-61,18.02.1831.

34 AMSC. Santa Cruz a La Torre,28.03.1831.

35 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 22, file 17 5-7,04.08.1831.

36 AMSC. Santa Cruz a Alvarado, 19.08.1831.

37 AMSC. Proclama de Santa Cruz a la Nación, 28.08.1831; AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 22, file 17 5-7, 27.08.1831.

38 AMSC. Santa Cruz a La Torre, 17.11.1831.

39 AMSC. Santa Cruz a Braun, 14.03.1832.

40 AMSC. Santa Cruz a Seoane, 30.06.1832.

41 AMSC. Santa Cruz a Herboso, 26.08.1832; BO ABNB-OFB 0162; AMSC. Santa Cruz a Miller, 08.11.1832.

42 AMSC. Santa Cruz a Tristán, 05.02.1833.

43 AMSC. Santa Cruz a De la Cruz, 11.03.1834.

44 AMSC. Santa Cruz a De la Cruz Méndez,26.03.1834.

45 Biblioteca Nacional del Perú-D4688.

46 AMSC. Santa Cruz a Braun, 12.06.1834.

47 AMSC. Santa Cruz a Braun, 27.06.1834.

48 ADP. Tomo IX. Vol. 1,pp. 17-18,15.06.1835.

49 AMSC. Proclama de Santa Cruz al ejército boliviano, 15.06.1835.

50 AMSC. Santa Cruz a Gamarra, 26.05.1835.

51 AMSC. Santa Cruz a Gamarra, 24.07.1835.

52 ADP. Tomo IX. Vol. 1,pp. 26-27,28.07.1835.

53 Estudios detallados sobre las batallas se pueden encontrar, entre otros, en Parkerson (2019), Aljovín y Ponce (2018), Sobrevilla (2015), Guerra Martinière (1995), Comisión Permanente de la Historia del Ejército del Perú (1984) y Uribe Orrego (1891).

54 Se utiliza "Confederación Perú-Boliviana" por ser el nombre oficial de la misma, presente tanto en las cartas privadas como en los documentos expedidos en el Perú y Bolivia.

55 ADP. Tomo IX. Vol. 1,p.46.

56 AMSC. Santa Cruz a Calvo,30.04.1836.

57 O'Higgins a San Martín, 27.05.1836, en Epistolario de Bernardo O'Higgins, tomo II, pp. 641-644.

58 AMSC. Santa Cruz a Herrera, 14.07.1836.

59 La fuerza naval chilena había sido aumentada con la fragata Monteagudo, el bergantín Orbegoso y la corbeta Valparaíso, mientras que el Perú contaba con las corbetas Confederación, Socabaya y Yanacacha, los bergantines Junín, Congreso, Flor del Mar, Catalina y la goleta Limeña. Ver: Uribe Orrego (1891, pp. 29-30).

60 Guillermo Feliú Cruz y Ernesto de la Cruz (eds.), Epistolario de Don Diego Portales, 1821-1837, II, pp. 452-454.

61 Portales al Comandante General de Marina. En: Luis Uribe Orrego, 1891, pp. 37-40.

62 O'Higgins a San Martín, 20.12.1836, en Epistolario de Bernardo O'Higgins, tomo II, pp. 648.

 

Recibido: febrero de 2020
Aceptado: marzo de 2020

Referencias

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Fuentes

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4. Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB)

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