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Revista Ciencia y Cultura
versión impresa ISSN 2077-3323
Rev Cien Cult vol.23 no.43 La Paz dic. 2019
Dossier
Arte y público. Espacios para el contacto en La Paz (1930-1950)
Art and the Public. Contact Spaces in La Paz (1930-1950)
Silvia Arze*
1. Introducción
Las obras de arte colocadas en un espacio destinado únicamente para ser observadas adquieren una dimensión diferente de cuando se encuentran en el atelier del artista, ya que el contacto entre el observador y la obra se produce en el contexto de un espacio diferenciado, destinado solamente a ese fin. En diferentes contextos y épocas, los artistas buscaron lugares para que sus obras entraran en contacto con un público que reconociera y validara su propia imagen como creadores y artistas.
En la ciudad de La Paz, pintores, grabadores y escultores buscaron los lugares más adecuados para mostrar sus trabajos, con el propósito de que éstos fueran observados por la mayor cantidad de espectadores. Para este propósito, tuvieron que recurrir a sitios consolidados como puntos de reunión o de paso del público al que querían llegar. A diferencia de ciudades como Buenos Aires o Santiago de Chile, que a principios del siglo XX contaban ya con sitios destinados específicamente a realizar exhibiciones de arte, con galerías y salas de exposición privadas (Fara y Gluzman, 2018, p. 6), durante el primer tercio del siglo XX, la Paz no contó con un sitio creado o designado a propósito para exhibir obras contemporáneas, ya fuera de manera permanente o con exposiciones temporales. De hecho, la ciudad no tuvo una galería de arte sino hasta 1948. A diferencia de Sucre, donde el Museo Charcas, que data de 1939, presentaba también en sus salas obras de arte, La Paz no contaba con un museo dedicado al arte.
Desde principios del siglo XX, los artistas buscaron espacios para poder exhibir sus obras en la ciudad y se adaptaron a los espacios a donde acudía mayor cantidad de público: el centro de la ciudad, con sus calles y comercios, los clubes sociales y asociaciones que aceptaban y a veces albergaban temporalmente y patrocinaban muestras de arte, como el Club de La Paz, el Círculo Militar o la Asociación de Periodistas, por ejemplo. Las exposiciones de arte muchas veces tenían que competir con eventos sociales, tés danzante, banquetes u otras actividades cívicas o sociales programadas en esos sitios, destinados precisamente para ellas.
Años antes, en 1917, el pintor Arturo Borda había exhibido un cuadro en las vitrinas de un establecimiento comercial, "La Casa Grande", en la esquina formada por las actuales calles Comercio y Ayacucho. La obra representaba la cabeza cercenada del general Pando, el presidente asesinado, pintada a la manera de la cabeza de Juan el Bautista. El cuadro fue retirado de la vitrina por orden del inspector de policía del Concejo Municipal (Roa, 2010, p. 53), hecho que suscitó una gran controversia, expresada en la prensa local. El pintor continuó mostrando sus trabajos en las vitrinas de otras tiendas paceñas, como "La Espada y la Vota (sic) Verde", situadas en las céntricas calles Comercio y Mercado (Roa, 2010, p. 56).
El Círculo de Bellas Artes de La Paz, creado en 1926, congregaba a importantes intelectuales, escritores, músicos y pensadores de la época. Esta institución había nacido con el propósito de incentivar la difusión del arte, pero, de hecho, en los años treinta se dedicaba más a la promoción y difusión de la música, la declamación y la poesía, para lo que se realizaban reuniones sociales y veladas en las cuales se reunían los círculos más altos de la sociedad (El Diario, 1925 a 1935). Incluso en un momento, Arturo Borda formó parte del directorio del Círculo, pero nos imaginamos que más en su calidad de escritor que de artista plástico.
Otro sitio vinculado con el arte era la Escuela de Bellas Artes, que realizaba exposiciones anuales de sus alumnos, pero en más de una ocasión las muestras tuvieron que ser suspendidas debido al mal estado de las instalaciones de la escuela. En esos estos años esta entidad cultural se encontraba ubicada, no en su emplazamiento actual, sino en las cercanías de la actual estación de buses.
2. La feria de 1930
Al igual que en otras ciudades, en La Paz se realizaron ferias que reunían exposiciones industriales, musicales y artesanales, donde se destinaba un espacio para las exposiciones de arte. Las exposiciones colectivas más significativas que se realizaron esos años estuvieron concentradas en fechas como el aniversario de la revolución paceña (16 de julio) y la fundación de la ciudad (20 de octubre), aunque en algunas ocasiones se atrasaban por diversas circunstancias, como el hecho de que las estructuras de arquitectura efímera que se preparaban para esas presentaciones no estaban concluidas, o porque el evento se cruzaba con actividades de otro tipo que se realizaban en los mismos sitios.
Sin embargo, estos sitios destinados para las exhibiciones de arte tuvieron siempre un carácter eventual, y una vez que terminaba la feria o exposición, los sitios no eran consolidados como espacios ganados o consolidados para permitir que los artistas presentaran sus obras.
Ya en 1909 se realizó el primer Salón de Arte en La Paz, conmemorando los 100 años de los movimientos revolucionarios de 1809. Y posteriormente, en 1925, se hizo otra exposición de arte, conmemorando el primer centenario de la República.
Para dar un carácter internacional a estas ferias, se comprometía la participación de varios países, que traían sus productos industriales y construían sus propios pabellones. Un mes antes de la feria de 1930, por ejemplo, llegó en un vuelo especial desde Buenos Aires un ingeniero argentino para construir el pabellón argentino en la feria.
Para el 16 de julio de 1930, la Dirección de Bellas Artes programó una feria franca en la que se presentaron "Danzas, música indígena, exhibición de ganado llegado de Moxos, mesas de ruleta y juegos de azar, en la Av. Arce (...) poblada con jardines y (que) tiene un ensanchamiento conocido como El Óvalo" (la actual plaza Isabel la Católica)" (El Diario, 14 de julio de 1930).
Aunque no se promocionaron específicamente las exposiciones de arte, varios artistas presentaron allí sus trabajos, destacándose un grupo de jóvenes artistas potosinos bajo el liderazgo de Cecilio Guzmán de Rojas, nacido también en Potosí. La prensa de esos días destacaba: "por intermedio de don Cecilio Guzmán de Rojas envían los jóvenes artistas potosinos, como homenaje a nuestra ciudad. Se trata de 60 cuadros cuyos autores son los señores Cecilio Guzmán de Rojas Víctor Valdivia, D. Oña, A. Gutiérrez Salgar, Ricardo Bohórquez, Teófilo Loayza, Fausto Aoiz, Julio Miranda, Luis Cavero, René Dalence, Alfredo Araujo, Torres Díaz" (El Diario, 20 de julio de 1930). Aunque muchos de estos artistas ya eran conocidos y algunos tenían formación en arte, el discurso del propio grupo ponía énfasis en las supuestas características del grupo de pintores, quienes serían trabajadores del arte, obreros de la cultura: "Guzmán de Rojas nos asegura que la mayor parte de esas obras pertenecen a jóvenes y obreros potosinos autodidactos. Sin maestros, sin escuelas, guiados por su intuición del paisaje y de la armonía del color, han pintado bellos cuadros, obras costumbristas, en óleos y dibujos" (El Diario, 20 de julio de 1930).
Este discurso concordaba con la ideología que empezaba a imponerse en la época, relacionada con el indigenismo y el socialismo, y quedaba expresada en la forma de cuadros costumbristas y paisajes locales. En realidad, varios de estos "jóvenes y obreros potosinos" que exponían sus trabajos eran ya pintores reconocidos, como Víctor Valdivia, o Teófilo Loayza, que unos años más tarde pintó el conocido cuadro La chola de la petaca.
Si en las primeras décadas del siglo XX la estética del modernismo había sido el motor de la producción artística, entrando a los años treinta la corriente del indianismo se proyectó desde diferentes ámbitos: los diarios publicaban en sus suplementos semanales cuentos y ensayos sobre las culturas precolombinas, informes de trabajos de la Sociedad Arqueológica de Bolivia, libros y estudios que se entregaban semanalmente, de escritores como Augusto Céspedes, Alfredo Sanjinés y, un poco después, Fernando Diez de Medina.
3. La segunda feria de La Paz
Los Amigos de la Ciudad fue una institución ciudadana que nació y estuvo conformada por "ciudadanos notables"de La Paz, escritores, intelectuales, científicos, ex presidentes, ex alcaldes, miembros de la Sociedad Geográfica y de la Sociedad Arqueológica y por altos miembros de las ligas masónicas. En diciembre de 1935 esta institución paceña organizó la "Semana indianista". La feria incluía una exposición industrial, feria de juegos de azar, bailes folklóricos, bandas de música, una "cantina" y una exposición de arte. La noticia de la apertura de las inscripciones a la exposición de arte aseguraba: "podrán participar todas las personas que quieran tomar parte de la exposición de pintura, escultura", y que "ya están inscritos Amoretti y Crespo Gastelú". Esta muestra se conoció como la "Exposición de arte nacional".
Entre estas dos ferias, la de 1930 y la de 1935, se produjo la Guerra del Chaco (1932-1935), que marcó fuertemente las corrientes ideológicas y artísticas relacionadas con el nacionalismo, una etapa en que la sociedad boliviana vivió profundos cambios y comenzó a reflexionar sobre su propia realidad social. Los campos de batalla habían puesto en contacto a combatientes procedentes de diferentes regiones, clases sociales y etnicidades. Muchos escritores y pintores plasmaron las experiencias vividas en el Chaco en cuentos, novelas, dibujos, óleos y grabados, como Gil Coímbra, Arturo Meruvia y Cecilio Guzmán de Rojas, y estas expresiones fueron más allá de constituirse en un simple registro de las acciones bélicas.
En 1935, la invitación cursada por Los Amigos de la Ciudad ponía énfasis en la necesidad de consolidar un arte nacional y en "fisonomizar al país por una cultura peculiar":
Los Amigos de la Ciudad, después de lo pasado en la guerra y en afán por iniciar sus actividades principales, especialmente aquellas encaminadas a impulsar el progreso y la cultura en el país, presentan en un manifiesto convocatoria que será publicada en la prensa nacional con un alto espíritu de comprensión cooperen estas tendencias absolutamente desinteresadas e idealistas explayando los pensamientos centrales que orientan la organización de la semana Indianista que no son otras que las de vencer la resistencia del ambiente contra las manifestaciones del arte eminentemente nacional y estimulando en sus incipientes manifestaciones con el propósito de fisonomizar el país por una cultura peculiar.
(El Diario, 19 de diciembre de 1935).
Resulta interesante observar que esta búsqueda de una identidad nacional y de las características que podían definir al país, así como la imagen del mismo que quería proyectar la sociedad boliviana, fue lanzada desde los grupos más conservadores, por "ciudadanos notables" y de élite, apoyándose en un arte que tenía como principales protagonistas temas como el pasado prehispánico, las montañas, el paisaje local y personas de la elite paceña caracterizadas como indígenas.
En la ciudad de La Paz, la esperada exposición de 1935 presentó obras de arte en medio de danzas y música indígena, mostrando ya una corriente que llegaría a su apogeo con la Revolución Nacionalista de 1952, que desde las esferas del Gobierno desarrolló de manera estructurada una serie de presentaciones de danzas indígenas y de música en los estadios de las principales ciudades, y de la cual serían representantes en la década de los años cincuenta varios pintores comprometidos con el nacionalismo.
Las muestras de arte en la zona rural
Sin embargo, esta propuesta no recogía más que las expresiones más externas de lo que se llamó "indianismo", cuyo máximo exponente fue Guzmán de Rojas. El filósofo Roberto Prudencio decía que este artista habría "falsificado, retorcido y forzado a la naturaleza a ser lo que no es", adulteración que sería producto "de un trabajo eminentemente intelectual, frío, calculado, artificioso y no emocional" (cit. en Rossells, 2004, p. 342).
Como contraste a estas tendencias urbanas, surgieron movimientos pictóricos y temáticos a partir de la creación de la escuela-ay-llu Normal Rural de Warisata en 1931, que conglomeró a su alrededor a varios artistas e intelectuales como Mario Alejandro Illanes, Carlos Salazar Mostajo y varios otros. En el ámbito rural de La Paz surgió entonces un escenario inédito para la presentación de obras de arte y para la interacción con un público diferente: los miembros de los ayllus y comunidades vecinas de la zona oriental del Lago Titicaca. Los muros de la escuela rural se transformaron en soportes de arte mural, aunque también hubo tejidos y dibujos, con obras de Mario Alejandro Illanes, Mariano Fuentes Lira, Mario López Lomba y Fausto Aoiz.
4. Otros espacios para la difusión del arte
Otras instituciones paceñas fueron espacios sociales que aportaron al arte patrocinando a los artistas y sus exhibiciones. En general, la exposición recibía el auspicio de una entidad, que cursaba las invitaciones para la exposición y daba su apoyo "de prestigio" al artista.
La Alcaldía Municipal de La Paz
Una entidad pública muy importante en esta tarea cultural fue la Alcaldía Municipal, que abrió en la zona central el hall de la Alcaldía Municipal de La Paz. En 1937 expuso allí Juan Rimša y en 1948 se exhibió en este lugar el lienzo sobre la fundación de la ciudad que pintó este artista.
Un pequeño espacio semisubterráneo que se usaba como depósito adosado al hall de la Alcaldía, al que se accedía por la calle lateral, la actual calle Colón, se convirtió en 1948 en la primera galería de arte que tuvo la ciudad de La Paz. Conocido primero como la Galería Municipal, más tarde pasó a llamarse Salón Cecilio Guzmán de Rojas, sobreviviendo por décadas hasta el siglo XXI.
La Biblioteca Municipal de La Paz fue inaugurada el 20 de octubre de 1930. En el descanso de la escalera se colocó un gran vitral de Antoni Gismondi diseñado por Donoso Torres (El Diario, 23 de octubre de 1930) (fig. 5). Gismondi también realizó vitrales en el Palacio de Gobierno, la catedral de La Paz y en residencias particulares del centro de la ciudad, Sopocachi y Obrajes.
La Asociación de Periodistas
En 1935, la Asociación de Periodistas, fundada en 1929, encargó a Cecilio Guzmán de Rojas una pintura que representara la belleza femenina en un contexto indígena. La modelo escogida fue la socialité Aida Cuenca del Solar, y el cuadro fue presentado en la sede de la institución, en la calle Comercio.
Un comentario de la prensa en ese momento muestra un interés creciente por las actividades artísticas en La Paz: "el cuadro de Guzmán de Rojas detiene el paso de las caravanas que ambulan por la calle Comercio, y es también muy visitada la exposición de escultura de Marina Núñez del Prado en el Club de La Paz" (El Diario, 1935).
El Ministerio de Relaciones Exteriores
Igualmente, en el Salón de Cooperación Intelectual del Ministerio de Relaciones Exteriores se realizaron exposiciones, como la del pintor berlinés Fred Halbers, auspiciada por el Círculo Argentino, con 73 óleos del altiplano, valle y oriente (La Razón, 20 de septiembre de 1948).
El Círculo Militar
El Círculo Militar fue otra institución que dispuso sus instalaciones para la presentación de muestras de arte. En septiembre de 1935 se presentó en este centro la exposición de Cecilio Guzmán de Rojas con sus trabajos sobre la recién finalizada Guerra del Chaco, ya que sus salones eran "los únicos que en la ciudad tienen la suficiente amplitud para dar cabida a estos lienzos de gran tamaño" (El Diario, 20 de septiembre de 1935).
Allí se presentó también, entre otras, la exposición de grabados del belga Víctor Delhez, nacido en Amberes.
El Club de La Paz y otros clubes
Esta institución, considerada como "la más antigua de su género en la ciudad" (Bolivia en el Centenario de su Independencia, 1925, p. 597), se convirtió en un espacio importante de difusión del arte a lo largo de la tercera y cuarta décadas del siglo XX. En los años treinta se encontraba ubicado en la Plaza Murillo, en el edificio de la actual Cancillería. En sus salones presentaron sus obras Marina Núñez del Prado, Juana Landívar, Cecilio Guzmán de Rojas, Genaro Ibáñez y también artistas extranjeros que pintaron en Bolivia. En 1930, el Club de La Paz fue el lugar donde se realizó la exposición de las "socias señoritas Juana Landívar y Marina Núñez"; esta última todavía no era una artista reconocida, aunque la prensa de la época ya la consideraba una "joven artista (que) tiene un poderoso talento creativo" (El Diario, 22 de octubre de 1930). Allí también expusieron sus obras Gil Coímbra (sus cuadros realizados durante la Guerra del Chaco) y Genaro Ibáñez. La exhibición de este último ocupó tres salones del Club de la Paz, con 32 grabados y 10 dibujos; fue patrocinada por la Embajada de España y contó con la concurrencia del Jefe del Estado boliviano y sus ministros (El Diario, 2 de septiembre de 1935).
Otros dos clubes importantes fueron el Club Bancario y el Club Ferroviario. En los salones del primero se mostraron, por ejemplo, las obras del artista peruano Víctor Valdivia, que "se declara seguidor de José Sabogal" (La Razón, 30 de septiembre de 1930), mientras que el segundo, creado por los funcionarios de la Bolivian Railway, acogió también varias muestras de artistas.
Los colegios y la universidad
Otros puntos donde concurría público con otros fines también fueron aprovechados para mostrar arte. Algunos establecimientos educativos acogieron exposiciones de artistas, como el Colegio Ayacucho, en cuyo salón de estudios Arturo Borda presentó una gran exhibición con más de 300 lienzos en 1917 (Roa, 2010, p. 56). La Universidad Mayor de San Andrés también fue un espacio que acogió exhibiciones de Borda.
En 1930, el Colegio Alemán, situado en la avenida Arce, presentó trabajos del pintor alemán Martin Shaetzl, de la Academia de Bellas Artes de Munich, que había expuesto ya anteriormente en las salas del Club Bancario (El Diario, 27 de septiembre de 1930). La exhibición en el Colegio Alemán duró solo un par de días y fue cerrada de manera repentina, posiblemente porque se supo que el joven artista era novio de Ernst Röhm, nombrado inspector general del ejército boliviano en 1928, que más tarde se convertiría en Alemania en el jefe del ala paramilitar de la SS.
Otros establecimientos educativos paceños acogieron obras de artistas, como el Colegio Don Bosco donde se erigió un busto de Don Bosco del escultor Urías Rodríguez (El Diario, octubre de 1930).
Los espacios privados
En 1930 abrió sus puertas al público el estudio de José Manuel Villavicencio y de Jorge de la Reza, considerado como "el más simpático y ponderable refugio de ambiente artístico" (El Diario, 26 de octubre de 1930).
Otros artistas realizaban fiestas privadas, conocidas como "Fiestas de arte", donde se exhibían sus propios trabajos y los de sus colegas, como las que realizaban las hermanas Marina y Nilda Núñez del Prado, que se convertían "en el suceso artístico-social de la semana" (El Diario, 27 de septiembre de 1935). En 1933, Genaro Ibáñez, que en 1930 había regresado después de sus estudios de arte en Madrid, estableció su taller en La Paz, donde mostraba sus obras; rápidamente este lugar se convirtió en un centro de reunión de artistas y de intelectuales, que se sumaba al atelier que tenía Cecilio Guzmán de Rojas, y que en ocasiones se abría para mostrar sus trabajos.
5. La Exposición-Feria Internacional del cuarto centenario de la fundación de La Paz
En 1948 la ciudad festejó los 400 años de su fundación, y entre los eventos conmemorativos se organizó una Exposición-Feria Internacional que contó con la exposición de diferentes pabellones internacionales, productos industriales y que también tuvo eventos como carreras, la presentación de la banda del ejército y actividades culturales, como la entrega de las Actas del Cabildo de La Paz de 1548 por el embajador británico al alcalde de La Paz. En el segundo piso del pabellón de la feria se anunciaba una exposición de arte. El pabellón se construyó en terrenos cedidos por Los Amigos de la Ciudad, en Miraflores, sobre la actual avenida Saavedra, lugar que años más tarde se convertiría en el Estado Mayor del Ejército.
6. Difusión del arte en revistas, libros y suplementos
Libros, revistas y suplementos de periódicos fueron también espacios para la difusión del arte, como el número especial que publicó el diario La Razón por el IV Centenario, con ilustraciones ad hoc de Guzmán de Rojas, Víctor Valdivia, Jorge de la Reza, Inés Ovando y Walter Sanden. Los libros publicados con este mismo propósito, como los tres tomos del IV Centenario de La Paz, llevaban ilustraciones de Amoretti y dibujos de otros artistas, como José Rovira.
Las revistas Variedades y Revista de Bolivia mostraban caricaturas e ilustraciones de artistas hechas con ese propósito, como Guzmán de Rojas, Víctor Valdivia, Jorge de la Reza, María Luisa Pacheco, Manuel Fuentes Lira, Inés de la Reza, Jorge Sánchez. El periódico La Razón dedicó entrevistas a artistas y publicó sus cuadros y dibujos, especialmente en sus suplementos dominicales.
7. Conclusión
El tema de los espacios de exposición abre un abanico muy amplio y conexiones en la sociedad paceña entre los años treinta y cincuenta del siglo XX. En este proceso cultural se entretejieron la ideología de las élites, las corrientes vanguardistas, los espacios de poder, los lazos políticos, las conexiones interinstitucionales, el pensamiento, el imaginario, la forma en que quería verse a sí misma esta sociedad, el discurso político y la búsqueda de una identidad nacional. Pequeños puntos que vistos en perspectiva van formando un diseño que permiten vislumbrar una imagen más completa de lo que fue Bolivia en esta etapa de su historia.
Notas
* Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés. Coordinadora de Historia. Bolivia.
Contacto: silvia.arze@yahoo.com
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