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Revista Ciencia y Cultura
versão impressa ISSN 2077-3323
Rev Cien Cult vol.23 no.43 La Paz dez. 2019
Dossier
Nuestro domingo: crónica epistolar entre Yolanda Bedregal e Iván Rima
Our Sunday: Epistolary Chronicles between Yolanda Bedregal and Iván Rima
Alejandra Echazú Conitzer*
1. Introducción
El rico intercambio epistolar sostenido entre el pintor lituano Iván Rima y la escritora boliviana Yolanda Bedregal pertenece a un periodo que abarca desde 1936 hasta 1939, aunque existen algunas misivas posteriores. Uno de los factores extraordinarios de esta correspondencia es que se han conservado tanto las cartas de él como las de ella1 y así puede recrearse no solo el contexto histórico, cultural y político de esos años, sino también darle un cuerpo a la relación misma: ¿cómo se conocieron?, ¿por qué tantas cartas?, ¿dónde estuvieron?, ¿qué temas los preocupaban y ocupaban, cuáles los unían y separaban?
Antes de emprender la labor de compartir algunos visos sobre la correspondencia, es preciso confiarles algunas revelaciones de orden subjetivo y personal.
En primer lugar, es difícil evadir la sensación de estar violando una intimidad. No es lo mismo leer la correspondencia de personajes alejados en el tiempo que leer cartas de personas que conocimos, a quienes nos unió amor y cercanía. Sin embargo, releva mi consciencia pensar que Yolanda Bedregal tuvo 60 años para quemar o deshacerse de estas cartas y, sin embargo, las conservó, ya sea porque eran demasiado preciosas para ella o porque intuyó que su contenido podría ser de interés en el futuro. Por otro lado, sabemos también que el género epistolar es un género literario, y Yolanda era escritora.
En segundo lugar, se trata de las cartas de dos personas que, por su edad, al momento de escribirlas, podrían ser mis hijos, ambos. Y esto resulta algo difícil de concebir cuando esa posible "hija" es mi abuela. No es sencillo imaginar que quienes nos precedieron en la vida fueron tan menores de lo que somos hoy nosotros.
Más allá de los sentimientos y de la emoción, las cartas de Iván y Yolanda revelan tanto las inclinaciones personales que los destinó a amarse, como las causas que los condenaron a la separación definitiva. Es por eso relevante comprender el contexto histórico y cultural de esos años, en particular los que vivió Yolanda Bedregal, ya que de ella conservamos además otros documentos y cartas que dan luz sobre ese entorno. Esto nos obliga a retroceder en el tiempo.
2. De vuelta a las raíces
El año 1934 es muy importante en la trayectoria intelectual y artística de Yolanda Bedregal, porque en marzo de ese año se celebran los 400 años de la fundación española del Cuzco. Y para celebrar la ocasión son invitados a esa ciudad una diversidad de artistas e intelectuales, entre los que se encuentran un grupo de bolivianos: Gonzalo Bedregal, el pintor David Crespo Gastelú y su esposa, la escritora Gloria Serrano2, y las jóvenes Yolanda Bedregal, de 21 años, y las hermanas Núñez del Prado, Marina de 24 años y Nilda de 22. Para entonces, Bolivia estaba en plena Guerra del Chaco con Paraguay, y la visita de los bolivianos cumple también la misión de ganar simpatías para la causa boliviana. Los paraguayos habían desplegado una propaganda tan fuerte que Bolivia vio por conveniente enviar al joven periodista potosino Góver Zárate Mena3, para fundar un periódico en el Cuzco. Mediante Última Hora, que así se titulaba el periódico, Zárate difunde los eventos bolivianos, ganando adeptos para nuestro país. Es él quien espera a la delegación y la presenta a un selecto grupo de intelectuales y artistas. De esa visita nacen amistades que impregnarán la vida de Yolanda de manera definitiva; entre ellos están el arquitecto Emilio Harth-Terré y Roberto Latorre, un joven, socialista primero y comunista después, quien funda y dirige la revista Kosko en 1924. Especialmente fiel resulta la amistad con Latorre, pues se prolonga hasta la muerte de éste en 1949. Es interesante mencionar que el epistolario contenido en Bajo el oscuro sol, la novela que Bedregal publica en 1971, se basa en las cartas de Latorre4.
Otra amistad que se extiende toda su vida y que nace en esos años es la cultivada con el paradigmático fotógrafo Martín Chambi, quien en 1934 tomó las famosas fotografías de Yolanda Bedregal y las hermanas Núñez del Prado, vestidas de cuzqueñas. El famoso estudioso indigenista, también amigo de Yolanda, José Uriel García, le escribe desde Cuzco el 1 de enero de 1935: "A propósito, tengo una foto que ha tenido la gentileza de enviarme Marina. Qué magníficas están ustedes tres, vestidas de indias. Si no fuera por la dedicatoria del reverso, la habría mandado a La Prensa junto con un artículo apropiado que acabo de enviar"5.
Determinante en esos años, para la inclinación estética y política de Yolanda, es el pintor peruano Alejandro Gonzáles Trujillo, que firmaba como "Apu Rímak" y era considerado un representante destacado de la pintura peruana. Tanto González Trujillo como su amigo el pintor Jorge Vinatea Reinoso, que para entonces ya había muerto, investigaban las culturas y las formas de vida de los indígenas peruanos. Apu Rímak se convierte en cierta medida en mentor de Bedregal. Le cuenta en sus cartas de sus investigaciones y le aconseja centrarse en alguna expresión artística pues la nota muy dispersa por la cantidad de actividades que realiza: ella baila, estudia música, escribe, modela en greda y dibuja. Y así, Gonzáles Trujillo va guiándola en la estética indigenista. Por el valor histórico y cultural de sus cartas, me atrevo a citar dos pasajes:
La mayoría de los que se creen artistas se han preocupado de educar la mano, por su falta de "cultura" -Entiendo por cultura la educación integral disciplinada de la sensibilidad- no han hecho sino en afanarse en adquirir el oficio, disciplinando el cerebro, pero descuidando el corazón, el espíritu y cuando han querido realizar una obra sentida les ha ganado la mano. Cuántas obras hay técnicamente bien ejecutadas pero frías de emoción.
Gonzáles sigue:
Cuando veas a los indios, observa cómo se sientan, se paran, caminan, danzan, y qué actitudes toman. Procura retener la masa, el block. Toma apuntes aunque no salga acertado pero suficiente para recordar, aunque sea ligeramente, la imagen. Y después, desarrollarlos en casa y probablemente te fatigues pronto, pero si este trabajo lo haces continuamente, disciplinadamente, sentirás cómo resuelves lo que no has visto solo por asociación con otros trabajos anteriores, a fuerza de razonar formas. Así, las otras inquietudes artísticas; literatura o música, girarán alrededor de los indios y las intuiciones que surjan de ellas, colaborarán para la mejor interpretación plástica6.
Yolanda Bedregal se impregna pues de estas tendencias que priman en los jóvenes que conoce en Cuzco. Son los años de revalorización del legado tiwanakota, incaico y prehispánico, en lo que en esos años se conoce como indoamericanismo. Las vanguardias que buscan esa raíz andina precolombina se empapan además de una otra vanguardia que llega de la Unión Soviética y que tiene que ver con una inclinación política. Yolanda Bedregal asume ambas: la estética indigenista y el comunismo. Hasta aquí el contexto social y político en el que hallamos a estos dos jóvenes: Bedregal, de 23 años, y Rima, de 33, buscando un ancla, una identidad, un lugar de pertenencia y de autoconciencia: Yolanda Bedregal adentrada en sus orígenes, despojándose de su clase, busca sus raíces culturales, y Rima, más aun, fuera de Lituania, en peregrinaje a Polonia y Ucrania, huye, buscando una pertenencia en Sao Paulo, en Buenos Aires, en Bariloche, en La Paz, en Sucre. Es extranjero y, sin embargo, es boliviano por elección y por afinidad. Esto es algo que los unirá profundamente.
3. El encuentro y la separación
En 1935, Yolanda Bedregal había postulado a una beca de la Unión Panamericana, presentando cartas de recomendación de María Luisa Sánchez Bustamante de Urioste, directora del Museo Nacional "Palacio Tiwanaku", de Abel Alarcón, Alcides Arguedas, José Salmón, de la misma Marina Núñez del Prado, de Jorge de la Reza, entre otros. Para ello presenta un ensayo titulado "Observaciones en una gira por pueblitos del Perú". En marzo de 1936 se entera de que, si bien no había recibido la asignación, el Instituto de Educación Internacional de Nueva York, así como la Federación de Clubs de Mujeres, estaban gestionando para ella una beca con la idea de que comenzara sus estudios en septiembre. El 22 de abril de 1936 recibe la carta de aceptación de parte del Barnard College, y así se desata el destino. ¿Por qué? Porque tan solo un mes antes había conocido a Iván Rima y ambos se habían enamorado.
En 1925, para la celebración del centenario de la independencia de Bolivia, había llegado a Bolivia el gran escultor argentino Luis Perlotti, quien incluso impartió clases en un taller. Es probable que allí conociera a Marina Núñez del Prado y a Yolanda Bedregal. Fue precisamente Perlotti quien proporciona a Rima contactos para su visita a La Paz en marzo de 1936. Rima lo recuerda en su carta a Bedregal del 25 de abril de 1938: "Para esto soy tuyo hasta la muerte. Para esto hemos nacido: para esto el destino me llevó a Bolivia y el buen amigo L. Perlotti me dio tu dirección. Todo ha sucedido tal como tuvo que suceder. Yo mismo entonces estuve muy lejos de pensar casarme un día. Yola! No puedo explicar bien por el escrito. Me faltan palabras"7. Y el 5 de octubre del mismo año, le escribe dando más detalles:
Mira! Mi dulce Yolita, un día antes del viaje a Bolivia: en la casa del Coronel Ramírez Juárez, me dieron la despedida (ya lo sabes) y el amigo L. Perlotti entregándome la carta de recomendación, me nombró todos los conocidos en Bolivia. Y de repente al oír nombre de Yolanda me puse con una atención especial. Y inmediatamente pensé debe ser una dulce mujercita! Ya en el viaje, varias veces mis labios pronunciaron Yolanda! En fin! Llegue a La Paz a las 5 de la tarde y a las 7 por primera vez oi tu dulce vocecita. Hasta bien de noche estuve oyendo tu voz, como la más Hermosa y dulce melodía. Y al día siguiente (el nuestro domingo) todo se confirmó! Te vi! Y me enamoré. Oh! Yola, amada mía: al hablarte contigo personalmente me sentí como si fuéramos amigos desde mucho antes. En el mismo momento sería capaz revelarte lo más íntimo de mi vida. En el mismo día a la tarde, me quedé en el Hotel y cómodamente sentado en un sillón, frente del balcón: todo el tiempo estuve pensando en ti. Ya te amé: ya tenía ganas de verte lo más pronto posible. Y así fue!.
Inician pues ambos una relación tan intensa, plena de comunión y de compromiso que se extiende desde marzo hasta julio de 1936, cuando Yolanda debe embarcarse rumbo a Nueva York. Tan fuerte tuvo que haber sido ese amor que duró por tres años más sin volver a verse: esos cuatro meses los marcó a ambos de manera indeleble. Un ejemplo de estas huellas de profundo cariño es el recuerdo permanente de "Nuestro domingo": siempre que las cartas fueron escritas en ese día, hacen la distinción de que domingo es el día en el que se conocieron o en el que comenzaron su romance. También el hecho de que las cartas de Yolanda las tuviera el pintor amarradas con cintas celestes y ordenadas por fechas en una caja de chocolates. El pintor había pedido a su novia que numerase toda la correspondencia, tal como él mismo lo hacía.
En ausencia de Yolanda, la familia Bedregal acoge a Rima como a uno de los suyos; él pasa muchos momentos con ellos en la casa de la calle Goitia, pero también en Incapampa, la finca de los Yungas que administraba para otra familia la madre de Yolanda, Carmen, y donde nacen tantos cuadros del pintor lituano. De la separación surge esta correspondencia de enorme ternura. Los epítetos son amorosos, Rima la llama golubka, que significa paloma en ruso, y vuelcan ambos en el papel una gran desazón por la distancia y la separación, así como promesas de felicidad y planes de matrimonio. Yolanda le pide que no tire ni rompa sus pinceles, porque así, al casarse, él entraría a la iglesia con su chaqueta de terciopelo, y ella con un bouquet de pinceles. En las cartas se hallan hojas secas. Iván incluye en las misivas mariposas y flores recogidas en sus visitas a Incapampa, y una kantuta desde Copacabana. En 1939, en una de las últimas cartas, Rima adjunta un pedazo de musgo de los bosques lituanos que le había mandando su familia.
El segundo semestre de 1936, mientras Yolanda estudia ávidamente en Estados Unidos, Rima prepara, a instancias suyas, una exposición que se llevará a cabo en abril de 1937. El 29 de noviembre de 1936 el pintor le escribe:
Acabo de firmar la última composición "Fiesta de San Juan" la escena se desarrolló en Calacoto. En los últimos 17 días el primer trabajo que hecho todo el tiempo anduve bastante descompuesto. (...) Es imposible para mí vivir en La Paz. Y he tenido lindos planes de nuestro futuro. Era entusiasmado para comprarme algún día una finca en Yungas. Y allá establecerse por temporadas de 6 meses por un año. Trabajar mucho y gozar de la vida del campo. (...) Yo tengo que estar rodeado de silencio y estar contacto con la naturaleza.
4. El secreto
Entre ambos existe un secreto que carcome el corazón de los enamorados: Rima se había casado por lo civil en Sao Paulo y tiene una hija de cuya existencia ni siquiera sabe, como dice en una carta de 1939. Los padres de Yolanda, Juan Francisco y Carmen, que sentían un gran aprecio por el pintor, no tienen conocimiento de este dato. El 8 de diciembre de 1936, Rima les cuenta la verdad y escribe a Yolanda:
Ya dije a mamá lo que tenía que confesar. Empecé diciendo que te quiero mucho, que sin ti no podré vivir. Pero que hay circunstancias que me impiden estar tranquilo. Que solo de mamá y papá depende nuestra felicidad. Y conté todo. Mamita se quedó impresionada: pero enseguida me dijo si es por registro civil no está contra. Esta noche hablará con papa y me darán la respuesta. Pero yo siento que todo saldrá bien.
Más adelante continúa Iván:
Todo está bien, los padres se quedaron muy impresionados pero les expliqué cómo ha sucedido todo con los íntimos detalles. Así que desde ahora soy muy feliz y más cerca de ti. Nos casamos con toda seguridad. Papa me dice que tengo que apresurar mi divorcio, o mejor dicho anular mi ex matrimonio: porque sin esto no se puede pensar de nuestros planes. Naturalmente, si yo no consigo separarme: todo está perdido y tenemos que alejarnos.
Y el 13 de ese mismo mes le comenta:
Hoy supe que los padres te preparan las cartas para reñirte de este asunto. Pero yo les dije que el único soy yo culpable (sic). Que tú querías decirles todo antes del viaje, que los dos no tuvimos suficiente valor. Ellos comprenden nuestra situación. Y mamita dice que tiene esperanza que todo saldrá bien. Ya ves que me quieren mucho y yo también.
5. La vida sigue
El 4 de abril de 1937, Yolanda le escribe una carta en la que se percibe la poderosa influencia de lo aprendido en Cuzco; le comenta que terminó un trabajo sobre estética:
Me ha salido muy bien, me parece, pero aquí no les importa la belleza, más les gustan los hechos. A veces me parece que escribo cosas muy lindas y allí donde creo que es lo mejor, me corrigen los profesores. (...) Esta es una descripción de arquitectura. He tomado las ruinas de Machupicchu. En la escultura tomé el monolito del Prado, en la pintura un cuadro de Guzmán8 porque tenía la postal y era fácil. Mi papel fue el mejor de la clase esa vez.
Mientras tanto, en La Paz, la exposición de Rima ha sido un éxito rotundo, el 26 de abril de 1937 le escribe en la carta número 29:
Alma Mía! Todito día estuve pensando en ti Yolita, mi muy querida esposa. Tú me haces mucha falta, el gran triunfo de mi exposición no tengo con quién compartir. (...) Los catálogos me alcanzaron solo hasta medio día y en cada rato el numerosos público me exijían. La exposición está abierta desde las nueve de mañana hasta las diez de la noche y siempre lleno el salón. Tengo un libro de firmas y opiniones que me dedica el pueblo. Yo no esperaba tanto éxito. Puedo decir que el salón han visitado más de mil personas diariamente. Tu retrato llama gran atención. Aunque uno de tus amigos Juancito Capriles, dice que yo soy más paisajista que retratista porque tu retrato no se parece nada a ti. Y otro escribió en mi libro que todavía hay gran dureza en mis telas y que no he llegado interpretar el ambiente del altiplano. Este se llama Hugo Loaiza. Estos son dos de los dos mil. El resto todo va macanudamente. Mi dulce Yola estoy muy cansado. Imagínate. Todito el día en pie. Apenas aguantando...
En otra carta, la numerada 30, del 30 de abril de 1937, escribe:
Por el gran éxito de mi exposición me ha pedido prolongar más por cinco días. Lo que he hecho. También encargué más de 500 catálogos y ya son dos mil. Ayer vinieron a la exposición con un colegio íntegro. Y van venir más. Pero lo más interesante es que yo personalmente doy explicación para los chicos. Muchos están resentidos que yo no vendo mis obras. Es cierto 1) que son un poco caros para el público en general. Porque Rimsa debe valer mucho en su trabajo 2) Los ricachones bien pueden pagar lo que pido. Para las instituciones oficiales dejaré con el precio especial porque soy amigo de Bolivia y les estimo mucho. Pero a pesar de todo he vendido dos: Uno es la "noche de San" (dibujo 1500 Bolivianos) y otro "Ñusta".
Para mayo de ese mismo año, ambos están alistando baúles, Yolanda para volver a Bolivia e Iván para viajar a Buenos Aires. Así, el 9 de ese mes éste escribe sobre sus preparativos para irse a la capital argentina:
A las 12 vino a buscarme don Cecilio9 para llevarme a su casa a almorzar. Después se antojó hacer para mí un retrato. Así que estuve no más bien toda la tarde posando. El boceto ha salido magnifico. Con gran delicadeza de la línea y color. Pero lo que me sorprende es que supo descifrar mi carácter. Del fondo tiene mucho de místico mientras en objetivo ha encontrado algo de sátiro. Será verdad? Como ver después porque todavía va tardar unas 2 sesiones más. Que te parece?
Por su parte, Yolanda se dispone a regresar a Bolivia, lo que les anuncia a sus padres en un carta fechada el 21: "Mis amados papás: ya estoy alistando todo para ir volando donde ustedes".
Es muy curioso que no hubieran acordado encontrarse en La Paz, antes de que Rima emprendiera retorno a Buenos Aires. Iván sugiere en alguna carta que esto se debe a la presión de los padres de Yolanda, lo que es posible, puesto que ellos querían ver al pintor divorciado y libre para unirse a su hija. Aun así es devastador pensar que no se vieron pese a haber anhelado encontrarse y de haberse extrañado tanto. Por ejemplo, en una carta del 9 de mayo de 1937, Iván le escribe: "Eres mi única felicidad y alegría en mi vida solitaria".
6. Y poco a poco...
Todavía las cartas de 1938 tienen muchas vetas de intenso amor, pero poco a poco la frecuencia de las mismas va menguando y parecen estar alimentadas más por la necesidad o la costumbre que por la relación encaminada a un matrimonio que nunca llega a consolidarse porque el necesario divorcio de Rima no se lleva a cabo. Son entonces tres elementos los que los separan: la inacción de Rima frente a su matrimonio, los celos desmedidos del pintor hacia los amigos de Bedregal, incluyendo a las amigas, y las ideas comunistas que se había adentrado en el corazón de Yolanda y de sus hermanos.
El nunca consumado divorcio es uno de los grandes motivos de distanciamiento emocional, no solo de Yolanda, sino también de su familia, porque hasta las cartas de 1939, éste sigue asegurando que solucionará el inconveniente y que en "tres meses estará todo listo", pero nunca lo llega a ejecutar. Un año después es ya tan insostenible la situación que el 3 de enero de 1938 la madre de Yolanda escribe a Iván en un tono de ruptura definitiva:
Voy a hablarle con la mayor sinceridad. No veo razón para sus recelos (...) por eso pensando y analizando he llegado a una conclusión y es la siguiente: Usted usa conciente (sic) o inconscientemente un pretexto para romper lo que usted cree un compromiso de honor. Lo que es un gravísimo error. Este es un compromiso que tiene como única base el cariño y la voluntad absoluta de ambos, desapareciendo o amenguándose estos, no hay nada y por lo tanto están demás los pretextos. Créame, Iván, no tenemos por qué guardar resentimiento. Nuestro afecto a Ud. será siempre el mismo, tanto más que esto nos quita el peso dolorosísimo de una probable separación de nuestra hija, dolor y sacrificio que solo podríamos hacerlo en aras a la felicidad de ello10.
Los celos infundados de Rima se convierten en otro motivo de distancia-miento. Le pide a Yolanda que no escriba a ninguno de sus amigos, refiriéndose a Dick Othick, compañero de curso del Instituto Americano, a Walter Montenegro, amigo desde la infancia, a Alejandro González Trujillo y Roberto LaTorre, sus amigos peruanos. Incluso se muestra receloso respecto de algunas amigas de Yolanda, a pesar de haberlas conocido y mantenido una amistad muy cercana con ellas; desconfía, por ejemplo, de Marina Núñez del Prado y de Virginia Estenssoro, y esto genera una gran brecha entre ambos.
Por otro lado, la inclinación izquierdista de Yolanda genera siempre malestar en el pintor. El 29 de noviembre de 1936 Rima le escribe:
Te pido nunca más en vida hablarme sobre política y quiero que sacas de la cabeza todas estas ideas... que estés entusiasmada por tendencia social en el arte: no me alegra nada. Si te gusta el arte de tendencias sociales, nunca podrás ver y comprender mi obra y a mí. Esto es muy delicado; no creo que seremos muy felices si trabajaras en este estilo. Y para esto no hay necesidad de estudiar. Al respecto del genio Siqueiros11 te perdono que fuiste al estudio de él. Pero me opongo que sigues cultivando amistad, porque se trata de mi enemigo.
Y el 8 de diciembre insiste en el tema y con el mismo tono imperativo: "Prométeme no hablar nunca más de la política y de las tendencias sociales".
El 13 de diciembre de 1936 le comenta sobre la presentación de su exposición para 1937: "Hoy he terminado mi más fuerte obra (óleo) "El pastorcito! 1.20x90. Es fuerte. Estoy muy contento. Solo que Fausto12 dice que para pintar el indio hay que ser comunista. Yo casi echo a el de mi estudio!"
El 10 de agosto de 1937, Rima le escribe a Carmen Iturri, la madre de Yolanda:
Mamita, todo que Ud. me dice le doy mucha razón. Es cierto que yo a veces me porto con Yola bastante crudo. Y esto todo me impulsa cuando ella me habla de sus ideas. Y como Ud. ya sabe, que soy gran enemigo del comunismo trato evitar los futuros choques entre nosotros. En fin! Ella me contestó lo mismo diciéndome que tengo pasiones bajas y que soy innoble al juzgar mal de Marina13 (...) Yola me recomendó a un literato joven y de yapa comunista. Entonces sí que he renegado y por dos cosas: 1) que yo nunca iré a pedir que vea mi obra para que me alabe. 2) Antes prefiero la muerte, que agacharme sacando el sombrero ante un comunista (por la culpa cuales he perdido mi madre y casi pierdo mi vida).
Yolanda acepta una y otra vez las imposiciones de Iván, pero también se rebela. Por ejemplo, el 4 de abril de 1937 le dice: "También quisiera decirte que si tú no quieres que yo sea comunista, tú no seas fascista porque si hay cosa que odio es el nazismo y el fascismo. Así que en paz. No nos importa eso. Pero ni tú ni yo vamos a tener tales ideas. No vamos a hablar de política y se acabó".
Si bien Gonzáles Trujillo había alentado a Yolanda Bedregal a concentrarse y disciplinarse en una expresión artística solamente, Rima le pide que deje la Academia de Bellas Artes y le asegura que la literatura que escribía no tenía fuerza, una opinión que con seguridad debió causar dolor en Yolanda. En su ausencia, su hermano Jaime había publicado dos libros de Bedregal: Naufragio, en prosa, y un conjunto de poemas bajo el título de Poemar. Ante la aseveración de Rima, le responde Bedregal en una carta del 13 de febrero de 1938:
Te pareció más importante el que una mujer pele las papas a que escriba un libro. Quizá tienes razón desde el punto de vista material. Pero date cuenta lo que significa para una persona que le digan no escribas más literatura, aprende a ser una buena ama de casa. Es igual que si a ti te dicen: no pintes más cuadros, aprende a ser fuerte y a ganar mucha plata. Un error. Tú puedes ser a la vez un pintor muy grande y ser un hombre, todo un hombre en el resto de la vida. Y una mujer puede escribir un libro o producir una obra de arte como puede tener un hijo y al mismo tiempo saber manejar la escoba y pelar las papas sin desperdicios. (...) Tú me has dicho el otro día que me deje de todo lo que es literatura, que te gustará que me dedique a la escultura. Yo te dije que bueno y te dije de todo corazón, pero en estos pocos días, veo que no podré hacer eso. Escribo y rompo lo que escribo, pero me duele y siento cada vez que destrozo un verso la misma sensación que si tú estuvieras rompiendo cada día un poco de mi espíritu.
7. Interviene el azar
Tiempo después se aclaró que Yolanda le había enviado una carta con un ultimátum para tomar decisiones definitivas; el contenido de la cual nos es desconocido. Él no responde, y en la que parece ser la última carta de 1939, y que no tiene fecha, escribe Yolanda:
Wania amado:
Me es tan triste no haber tenido carta tuya. Quizá ya nunca más la tenga. Te he pedido la última palabra y quizá la última palabra confirma mi temor. A pesar de todo, te acompaña mi cariño y un largo beso, Yola.
La carta de 1939 de Yolanda fue a parar, como un juego del destino, debajo de la alfombra frente a la puerta de entrada, y Rima la encontró mucho tiempo después, cuando era ya demasiado tarde14. Para entonces Yolanda se había casado con Gert Conitzer, un inmigrante judío alemán con quien formó una sólida, cómplice y amorosa relación. Conitzer fue devoto de su esposa y la impulsó a escribir y a realizarse en todos los ámbitos académicos, artísticos y humanos. Rima, Bedregal y Conitzer coincidieron en Sucre, trabajando en la Academia Benavides de Sucre en los años cuarenta, y luego en La Paz, hasta que Rima dejó definitivamente Bolivia.
8. Conclusión
Hasta aquí la historia y las cartas. Como lectora me siento muy fatigada. Releo las cartas, y siento verdadero cansancio y agobio: junto a las constantes e intensas manifestaciones de amor, casi no hay misiva sin reproches a Yolanda: que no escribas a máquina, no numeras tus cartas como te lo había pedido; no escribes lo suficiente; tus ideas políticas no me gustan; retírate de la Escuela de Bellas Artes; quema las cartas de tus amigos y no les escribas; no trabajes; no fumes; no debí haber dejado que te fueras a Nueva York, etc. etc. Las cartas de ella comienzan a destilar cansancio, son más firmes, pero también más doloridas.
Al releer, yo, la proyectada madre por edad; yo, la nieta, me siento molesta con él y, desganada, continúo la lectura: de pronto sobresale un sobre, diferente a los otros, es delgado, con líneas celestes y blancas, liviano, de vía aérea, que contiene varias cartas que son de 1958. Su lectura me produce vértigo: sigo siendo mayor que Yolanda, ella tiene 45 (tiene una hija de 15 años), pero esta vez, por primera vez, yo soy menor que él, que cuenta con 55. Estoy justo al medio de los dos: mayor y menor, y quizá por esto recién comprendo la dimensión de ese afecto. Estas cartas son muy conmovedoras. Han pasado 20 años desde la ruptura final. La última carta de Iván de 1939 está escrita en San Carlos de Bariloche; ésta del 29 de septiembre de 1958 también llega desde Bariloche. Se habían visto cuando Yolanda había asistido a esta ciudad para un evento cultural. Iván le escribe comentando que está pintando "La Diablada", lo cual nos hace comprender cuán vital fue para él su periodo boliviano y cuánto amó nuestro país y su cultura. Y luego le hace una confesión, advirtiéndole que no se preocupe, que no le causará problemas:
Tengo el pecho oprimido de inmensa angustia y el miedo de no volver a verte más. Sé que no debía decirte esto: sé que todo es en vano, pero querida! Por lo menos déjame amarte de lejos. Cuando la lancha te apartó de mí, mis ojos seguían buscándote hasta que tú te perdiste en el horizonte y luego desde lejos aun percibía el ruido del motor, que te llevaba hacia tus seres queridos. Y aquí me tienes, amor mío. Yola! Yolita mía, qué ha pasado? Será el castigo merecido que recién ahora estoy recibiendo por todo el daño que te ocasioné durante tantos años? O quizás de veras fue un sueño? Un sueño que me ha hecho ver qué absurda ha sido mi existencia alejado de ti. Ahora me siento más solo que nunca, amada mía, y si no fuera el consuelo de poder quererte en silencio, no sé qué haría. Te amo de toda mi alma.
Iván se desahoga, junta estas cartas y las envía en un solo sobre. El 14 de octubre de 1958 escribe: "Te guardaré Amor mío no solo en mi paleta, entre los más radiantes colores, sino también en mi alma". Y el 9 de noviembre: "Yola amada, qué dulce es quererte aunque de lejos con este amor maduro y sereno que siento por ti, diría mucha si no fuera por falta de palabras que ahora más que nunca me hacen tan necesarias. Solo te puedo decir con toda la sencillez que te amo y que eres mi único y gran amor". La respuesta de Yolanda es fina, delicada, cariñosa y algo melancólica.
Otros veinte años después, en los años 70, poco antes de que el pintor muriera, Yolanda fue a Estados Unidos, y en esa ocasión hablan largamente por teléfono, rindiendo homenaje a un amor que un día fue. Esto se lo contó Bedregal a Gil Imaná, discípulo de Rima y amigo de ambos15.
Recién entonces logré comprender que ambos fueron fieles a sí mismos: ella siguió siendo "un talismán de la alegría y de las cosas bellas", como escribe un 27 de julio 1936 desde el barco que la lleva a Nueva York. En buena hora no reprimió su vocación de escritora y bebió la vida intensa y apasionadamente. Él a su vez se entregó al arte y a la naturaleza, viajó mucho y cumplió su promesa: si no era con ella, no se casaría con nadie. A pesar de los reproches y de los desencuentros, un profundo afecto uniría sus vidas.
Notas
* Doctora en Literatura por la Universidad Maryland y Directora del Departamento de Cultura y Arte de Universidad Católica Boliviana "San Pablo".
Contacto: alejandra.echazu@ucb.edu.bo
1 La trascendencia vital que tenía la escritura de cartas en esa época se puede ver en el hecho de que ambos numeraron escrupulosamente sus misivas.
2 Gloria Serrano publica en 1938 un libro sobre este viaje con ilustraciones de Crespo Gastelu, con el título de Tierras del Kosko.
3 Gover Zárate Mena (Caiza, Potosí 1898-La Paz, 1974). Agradezco a Elisa Zárate de Requena por los datos y por permitirme revisar documentos personales de su padre, así como leer todos los números de Última Hora.
4 Además, Latorre había vivido en Bolivia años antes, trabajando en los años 1916 y 1917, aproximadamente, en una fábrica de velas de La Paz.
5 Archivo de colección privada.
6 Ambas citas provienen de cartas de Gonzáles Trujillo a Bedregal (archivo privado).
7 Todas las cartas de Yolanda Bedregal y de Iván Rimša pertenecen a un archivo privado. No se ha corregido la sintaxis, la ortografía y el vocabulario de Rimša, quien hablaba muy bien el español, ni se han señalado los errores, para no interrumpir la fluidez de la correspondencia. Aquello que podría parecer un error refleja la autenticidad de sus cartas.
8 Se refiere a una obra de Cecilio Guzmán de Rojas.
9 Se refiere a Cecilio Guzmán de Rojas, con quien Rimša había congeniado especialmente bien y a quien respetaba mucho.
10 Archivo privado.
11 Se refiere a David Alfaro Siqueiros, el muralista mexicano, a quien Yolanda Bedregal conoció en Nueva York cuando el artista abrió un taller experimental en 1936 que buscaba amalgamar la tecnología contemporánea de entonces con la pintura. Hay que hacer notar que Siqueiros fue comunista toda su vida, por lo que en ese entonces Bedregal sintió no solo admiración por su arte sino también afinidad en la inclinación política.
12 Se refiere al escultor potosino Fausto Aóiz, quien tuvo una gran amistad con Bedregal desde los años en la escuela ayllu Warisata, donde ambos impartieron clases hasta la muerte del artista.
13 Se refiere a Marina Núñez del Prado, de quien Rimša decide distanciarse.
14 Esto está detallado en una carta que Yolanda Bedregal le escribe en la década de los cincuenta.
15 Fue precisamente Gil Imaná quien le contó a Rosángela Conitzer, hija de Bedregal, sobre esta conversación.