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Revista Ciencia y Cultura
versión impresa ISSN 2077-3323
Rev Cien Cult vol.22 no.40 La Paz jun. 2018
Ideas y pensamientos
Nuestro 68 fue el 70
1970 was our '68
Fernando Cajías de la Vega*
Resumen
Rememoración personal de carácter ensayístico sobre el proceso político, social y cultural vivido en la década de los años sesenta en Bolivia, específicamente en la ciudad de La Paz. El autor describe los acontecimientos determinantes tanto a nivel internacional (la revuelta estudiantil de 1968 en Francia, la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría y la Revolución Cubana) como nacional (las dictaduras militares, las guerrillas de Ñancahuazú y Teoponte, la Teología de la liberación y la Revolución Universitaria de 1970), concluyendo que estas últimas fueron más determinantes del cambio cultural y social producido en el país.
Abstract
Personal essay-type recollection of the political, social and cultural process occurring in the sixties in Bolivia, particularly in the city of La Paz. The author describes the prevailing conditions. Some influential international events discussed are the 1968 student uprising in France, the Vietnam War, the Cold War and the Cuban Revolution. Among the national events reminisced are the military dictatorships, the Ñancahuazú and Teoponte guerrilla groups and the 1970 University Revolution. He concludes that the political events that took place in Bolivia had a larger impact than the international ones in the cultural and social change in the country.
1968 fue un año emblemático en el mundo, desde que en mayo de ese año estalló la revolución universitaria en París y se irradió por muchas partes del planeta bajo la consigna de "la imaginación al poder" y "todo el poder a la juventud". Una rebelión generacional contra los sistemas tradicionales de educación y contra los sistemas tradicionales de vida; una rebelión contra las autoridades universitarias y los profesores, pero también contra los padres y, más aun, contra el sistema de gobierno y el statu quo.
En Bolivia en general y en La Paz en particular, la rebelión generacional planetaria tuvo sus efectos profundos, pero de una manera muy peculiar, ya que la semilla revolucionaria llegaba, no a una tierra árida o a una hoja en blanco, sino a una tierra fértil y con muchas páginas escritas con historia revolucionaria.
Por eso el 68 en nuestro país no se puede entender sin recordar los años inmediatamente anteriores y lo que sucedió en los años inmediatamente posteriores hasta el golpe cívico-militar de 1971, es decir, como un proceso complejo, contradictorio y sumamente intenso que marcó a toda una generación.
En este artículo no pretendo basarme en fuentes primarias (documentos, panfletos o noticias de prensa), ni bibliográficas, ni elaborar un marco teórico sociológico o político, ni someterme a una rigurosidad cronológica. Busco simplemente recordar la repercusión que tuvo la cascada de acontecimientos en mi entorno y, especialmente, en mi persona. Es decir, la repercusión en jóvenes de clase media, clase media alta y alta, bachilleres del Colegio Alemán, del Saint Andrew's, del San Calixto, de Los Sagrados Corazones, de La Salle, del Santa Ana y del Inglés Católico y, como una repercusión posterior, del Loreto y del Amor de Dios, habitantes, la mayoría, de Sopocachi; pero también de la zona Sur, de Miraflores y San Pedro. Pretendo describir el efecto de estos eventos en mis redes de amigos y familiares, ampliadas luego a estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras y de Derecho de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y, por extensión de amistad colegial, a estudiantes de Economía de la Universidad Católica Boliviana (UCB).
1967 fue un año político intenso en Bolivia, especialmente por la guerrilla del Che. Por supuesto que tuvimos conocimiento de los sucesos, especialmente porque estábamos cumpliendo el servicio premilitar, pero, salvo algunos rumores, no se nos involucró en actividades militares al respecto.
Mi vida, como la de mis amigos, no cambió estructuralmente. Estudios, deporte, fiestas de sábado y domingo de salteñas y de "chequeo" en la conocida salteñería "Romero" de la Plaza Avaroa. En muchas ocasiones, para los muchachos era imprescindible el traje y corbata; el "jopo" estilo Elvis Presley desapareció a consecuencia del servicio premilitar; la vestimenta de las mujeres se acortó moderadamente. En la música de las fiestas, poco a poco los Beatles y los Rolling Stones reemplazaron a Elvis y Chubby Checker combinando con baladas estilo Paul Anka (altamente esperadas por el sector masculino para intentar un cheek to cheek, pocas veces logrado sin declaración de amor previa) y música latina, como la cumbia colombiana ("La pollera colorada") o Los iracundos y Palito Ortega.
Sin embargo, pese a que la mayoría vivíamos en esa tranquila, feliz y divertida burbuja, ya se escuchaban voces rebeldes tanto en lo político (influencia del Che) como en la vida cotidiana (influencia de los rebeldes del rock). Eso sucedió en todas las promociones de los colegios mencionados, pero, de una manera más intensa, en el San Calixto, por influencia de un sector de los profesores jesuitas. Un profundo ejemplo de ello fue mi gran amigo Pedro Morantt, amigo de primaria y de mis años del Montículo, líder de los "Once leones", del "Splendid"y luego del ELN, desaparecido durante la dictadura de Banzer.
Esos años colegiales terminaron con la fiesta de graduación, todos elegantes y de corbata; todas bellas y con su mejor vestido, del brazo de los padres, en el Club de La Paz, el salón de mayor prestigio para fiestas de graduación y de quince años.
Luego vino el traumático cambio de vida estudiantil, como me decía mi padre, al verme abrumado: las cuatro grandes crisis educativas se dan al entrar y al salir del colegio; al entrar y salir de la universidad. Esta crisis existencial aumentó con la diáspora de los amigos. De mi promoción, calculo que el 65% se fue a estudiar en universidades de Europa o de Estados Unidos. El 35% restante estudiamos en la UMSA o en la flamante Universidad Católica Boliviana.
Así que ingresé a la UMSA, nada menos que el 68, hace 50 años, en concreto a la recientemente creada Carrera de Historia y a la Carrera de Derecho. Una de las grandes diferencias con lo que sucede actualmente es que la población estudiantil era mucho menor y cabíamos en el Monoblock Central: Derecho, Filosofía y Letras, Arquitectura, Económicas y Sociales. No había control de asistencia, ni evaluación continua. Todo se decidía en un examen oral ante temidos tribunales, a fin del curso.
Lo más difícil para poder adaptarme fue la excesiva politización. La UMSA estaba muy dividida políticamente. Recuerdo que el 68 todavía la Falange Socialista Boliviana tenía mucho poder en la Federación Universitaria Local, FUL, en los centros de estudiantes e, inclusive, en la Confederación Universitaria Boliviana, CUB. La izquierda estaba dividida en varias corrientes marxistas, como el Partido Comunista, las varias vertientes del trotskismo, el maoísmo, el Ejército de Liberación Nacional, la naciente izquierda nacional y la novedad del momento, la Democracia Cristiana Revolucionaria. Salvo excepciones, las autoridades universitarias eran conservadoras y, algunas de ellas, incluyendo altas autoridades, eran acusadas de pertenecer a la masonería, como por ejemplo el propio rector Carlos Terrazas.
La correlación de fuerzas fue cambiando gradualmente, hasta que en 1970 se produjo la Revolución Universitaria, con el triunfo total de la izquierda radical. Para este cambio tan profundo influyeron los sucesos políticos mundiales, latinoamericanos y, obviamente, los acontecimientos políticos bolivianos.
De los acontecimientos mundiales, destaca la influencia de la Revolución Universitaria iniciada en mayo del 68 en París y, por supuesto, la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que en Latinoamérica tuvo una de sus principales repercusiones en la pugna entre dictaduras militares y movimientos guerrilleros. La mayor inspiración de las guerrillas eran la Revolución Cubana y el foquismo del Che Guevara.
No se puede comprender el cambio generacional, en Bolivia y el mundo, sin mencionar la influencia del movimiento hippie y de la impresionante revolución musical creada por los jóvenes rockeros, ambos con una profunda ansia de libertad para la que era necesaria romper ataduras de normas de conducta y de protocolo de las antiguas generaciones.
En mi entorno, la primera repercusión en cuanto a la revolución de mayo se dio en mis amigos que estudiaban en Europa y en Estados Unidos. La gran mayoría se adhirió a los movimientos revolucionarios de sus respectivas universidades y, obviamente, cambiaron su forma de vestir y sus melenas comenzaron a crecer considerablemente. Del que menos se esperaba, Peter Bauer, mi compañero de curso del Colegio Alemán, encabezó la toma de predios en una universidad alemana, apoyando a estudiantes que necesitaban albergue estudiantil.
A la par que cambiaron la mayoría de mis amigos, cambiaron, paulatinamente la totalidad de mis hermanos. Esta transformación fue encabezada por mi hermano Francisco, al que siguieron, uno a uno, los otros hermanos. También sucedió lo mismo en muchas otras familias. Pero lo más fuerte no sucedió el 68, sino el 69 y el 70. Las familias se dividieron, pero no tanto entre derecha e izquierda sino entre las propias tendencias de izquierda. La más significativa, para decirlo metafóricamente, fue entre los seguidores del Che Guevara ("Patria o muerte, venceremos") y los seguidores de John Lennon ("Peace and love").
Ese cambio profundo en Bolivia repercutió dialécticamente en importantes sectores de la Iglesia Católica. Digo dialécticamente porque los cambios anotados influyeron en la Iglesia, pero también sectores de la Iglesia influyeron en el cambio generacional. La Teología de la Liberación tuvo en Bolivia una gran presencia, tanto en pensamiento como en acción. Baste recordar a jesuitas, oblatos y dominicos, y su influencia en los jóvenes de sus respectivos centros educativos así como, poco después, a las monjitas del Colegio Loreto. Varios de ellos murieron heroica y trágicamente (como el misionero oblato canadiense Mauricio Lefebvre, catedrático de Sociología y presidente de la Comisión de Estudios Sociales de la Comisión Episcopal, fallecido en pleno golpe de 1971), o se autoexiliaron después del golpe.
En lo personal, ese cambio entre 1968 y 1970 lo viví, pero no con la intensidad de muchos jóvenes de mi entorno. Recuerdo que la gran mayoría de las muchachas que me gustaban estaban identificadas con la revolución generacional y, entonces, la relación duraba poco, porque era requisito fundamental, al igual o más que la atracción física o la conexión sentimental, compartir las mismas ideas, inclusive ser del mismo frente político.
Pese a que fui invitado por varios frentes (trostkistas, demócrata-cristianos revolucionarios, izquierda nacional, inclusive participé en una extraña misa, que luego me enteré fue organizada por los "Elenos"), preferí aislarme en una dedicación fanática al estudio, escapando al pasado griego de cultivar el conocimiento y el atletismo, con un horario estricto de estudio y entrenamiento en el entonces muy prestigiado Club Universitario, matizado con un bailongo por semana, tranquila diversión comparando con la bohemia underground que se vivía en la Facultad. Este aislamiento se agudizó con la muerte mi madre, en octubre de 1968; sueño griego que terminó cuando mi padre me convenció de que, si hubiera vivido en Grecia, tal vez hubiera sido esclavo.
Pero por más aislado, individualista o escapista que uno sea, ni entonces ni ahora la política deja de influir en la vida, más aun si los espacios en los que uno se desarrolla están vinculados profundamente a ella, vale decir, la familia, los amigos, la UMSA, la UCB, el barrio, las fiestas, la pareja, etc.
En la UMSA, casi todos los universitarios pertenecían a un frente político o simpatizaban con uno de ellos. La variedad iba de la extrema derecha a la extrema izquierda, con muy pocas versiones centristas. Como ya recordé líneas arriba, la Falange tenía una fuerte presencia en direcciones estudiantiles, desde varios años atrás (por ejemplo, desde la FUL tuvo un rol importante en la caída del MNR en 1964); pero ese poder lo fue perdiendo paulatinamente ante la creciente arremetida de los frentes de izquierda.
Entre los frentes marxistas leninistas, el que tenía menos fuerza, en filas universitarias, era el Partido Comunista, por su ambigua actuación en la guerrilla del Che; más presencia tenía el maoísmo y, más aun, el trotskismo, que llegó a constituir el poderoso frente universitario URUS.
Con igual convocatoria surgieron otros frentes, críticos al marxismo dogmático y tal vez algunos cansados de la insistencia de algunos jefes marxistas de llamar a los universitarios "pequeños burgueses". Entre ellos estaban los marxistas independientes, la naciente "izquierda nacional" seguidora del nacionalismo latinoamericano de Abelardo Ramos, como el Centro de Estudios Sergio Almaraz.
La línea de mayor convocatoria, con presencia en todas las universidades del país, fue la Democracia Cristiana Revolucionaria. Ese frente expresaba claramente lo que sucedía en el seno del catolicismo. La Democracia Cristiana surgió en Europa, como una alternativa centrista entre marxismo y capitalismo. Se difundió en muchos países de Europa, a veces como centro derecha, a veces como centro izquierda, y también llegó a América Latina, especialmente a Chile y Costa Rica. En Bolivia, muchos jóvenes universitarios y colegiales se adhirieron a la propuesta. Pero el proceso revolucionario influyó en la inmensa mayoría de ellos y así fundaron la DCR.
La Democracia Cristiana Revolucionaria fue creada como resultado de las discrepancias ideológicas entre la jefatura del partido, cuya cabeza más visible fue Remo Di Natale, de una línea centrista, y los líderes de la juventud del partido, como Antonio Araníbar y Oscar Eid. El nuevo frente político tuvo una amplia convocatoria universitaria y fueron copando las direcciones de la FUL en todo el país, inclusive de la CUB.
También entre los jóvenes de la izquierda cristiana surgieron discrepancias, ya que un grupo importante optó por afiliarse al Ejército de Liberación Nacional.
En todo caso, la izquierda cristiana, aliada a otras fuerzas, se convertiría a la postre en la principal fuerza universitaria, tanto en la UMSA como en la UCB.
Otro frente político importante dentro de la universidad fue el famoso ELN (Ejército de Liberación Nacional), que heredó la ideología del foquismo revolucionario predicado por el Che Guevara, y que planteaba la lucha armada como medio para la toma del poder. Basada en el éxito de la experiencia cubana, se consideraba que abriendo focos guerrilleros, con éxito militar y social, la revolución se expandiría rápidamente. Estaba conformado por los sobrevivientes de la guerrilla del Che, como los hermanos Peredo, y por numerosos universitarios.
Si bien existieron referencias anteriores, su principal acción fue la guerrilla de Teoponte, que se inició el 18 de julio de 1970, con la participación de más de 70 combatientes que se trasladaron a esa región tropical del norte de La Paz. Entre los guerrilleros, muchos provenían de las universidades y de la izquierda cristiana, por lo cual usaban una controvertida imagen de Cristo con su cruz y su fusil.
En todo este proceso la Universidad Católica Boliviana no estuvo ausente, al contrario, tuvo una significativa presencia, de la mano de jesuitas como Pedro Baziana, José Prats, Luis Espinal y Federico Aguiló. En esa primera generación de estudiantes de la UCB tuvieron importante participación en los acontecimientos de la época y en el futuro político Miguel Urioste, Fernando Prado y, especialmente, Pocho Huici, que se adhirió al grupo guerrillero. También estuvieron en ese momento Juan Pablo Bacherer y Alberto Bonadona, que se convirtieron en importantes dirigentes del trostkismo. El primero, miembro de una numerosa familia católica, fue dirigente del POR hasta su muerte, y el segundo llegó a presidir la CUB. También tuvieron sus propias marchas, por ejemplo una muy sonada contra MacNamara y su pretensión de esterilizar a las madres indígenas; varios de sus alumnos se convirtieron en destacados dirigentes de las nuevas corrientes políticas. Al igual que las otras universidades, su mayor politización se dio en 1969 y 1970.
El Monoblock y el interior de la UMSA se llenaron de carteles que llamaban a la Revolución desde diferentes perspectivas. Uno que duró mucho tiempo colgado en el frontis fue el más reflejaba la influencia de mayo del 68: "Todo el poder a los estudiantes".
También surgieron otros procesos en los barrios paceños. El más significativo fue el que se generó en Miraflores, con clara influencia de la película de motoqueros "The Born Losers" ("Nacidos para perder"), que dio lugar a la formación de pandillas en motocicleta, de la cual la más temida fue la de "Los Marqueses", pero también la de los "Calambeques" de San Pedro. Estas pandillas cambiaron las tradicionales peleas de uno contra uno, "a puño limpio o con patadas" por peleas grupales con cadenas, navajas y manoplas, situación que obligó a los jóvenes miraflorinos a crear la agrupación "508", para garantizar la paz de sus fiestas.
En el barrio del Gran Poder se gestaba otro gran fenómeno: la masificación de la danza folklórica tradicional. También esa tradición fue recreada con los cambios de hábitos de la juventud. Así se puso de moda una forma juvenil de bailar la kullawada, cuyos principales protagonistas fueron "Los extraños del pelo largo". Esos años la fiesta del Gran Poder ya se iba convirtiendo en la principal fiesta patronal de la ciudad, lo que le permitió posteriormente llegar hasta el Prado, a mediados de 1970. La danza de moda entonces era la kullawada, en cuyo seno también se produjo una escisión generacional, ya que los jóvenes también optaron por el cabello largo.
En la búsqueda de la libertad, y también por influencia externa, se planteó la libertad sexual. Por ejemplo, una de las consignas que difundió el ejecutivo del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras, Sergio Paz, decía: "si el amor no es libre, no es amor".
La situación política nacional y la política universitaria se radicalizaron, especialmente en los siguientes años, en 1969 y 1970. Crecía el espíritu revolucionario, pero también, como en toda Latinoamérica, la contrarrevolución. Producto de todo ello fue la Revolución Universitaria Boliviana. Esta revolución se fue gestando desde 1968, pero se dio con mayor intensidad en los primeros meses de 1970. En esos meses se produjo un paulatino desplazamiento de los falangistas de los espacios de dirección estudiantil, que fueron copados por la juventud revolucionaria de la democracia cristiana y por militantes de distintos partidos de izquierda. Así, paulatinamente, en la última semana de marzo y en las primeras semanas de abril de 1970 se produjo el estallido de la Revolución Universitaria, que tuvo como principal resultado la toma de las riendas de todas las universidades públicas bolivianas con el objetivo, logrado en pocos meses, de transformar la estructura académica universitaria y vincularla a las luchas populares que estaban en pleno desarrollo.
Empezó en la Facultad de Derecho, que desconoció al Decano y a los catedráticos. El 2 de abril se desconoció a la FUL, encabezada por la Falange. Al día siguiente se creó el Comité Central Revolucionario, que se constituyó en la máxima autoridad de la universidad. Una vez que asumió el control total de la universidad, desconoció al rector, al Consejo Universitario, a los decanos y a la planta de catedráticos de toda la UMSA. Declararon al movimiento exclusivamente estudiantil, pero a los cinco días se creó un cuerpo colegiado denominado "Consejo Central Revolucionario", CCR, con delegados docentes y estudiantes. Aun así la autoridad máxima era la Asamblea General Estudiantil. Respecto a la continuidad de los catedráticos, se estableció el veto universitario, mediante el cual las asambleas estudiantiles definían quiénes podían continuar y quiénes quedaban cesantes.
Todos los documentos emitidos por el CCR establecían la alianza con la COB, con el objetivo de luchar por la liberación de los pueblos. Prueba de ello es la participación universitaria en la Asamblea Popular, instalada en mayo de 1971.
Fue un cambio tan profundo y complejo que es imposible resumir en unas líneas. Recuerdo la sucesión de acontecimientos que precipitaron la caída del antiguo sistema como un juego de dominó que terminó mi aislamiento de la política universitaria, pero no para incorporarme en la revolución sino para oponerme a dos de sus medidas.
Otra de las causas que precipitó los sucesos fue la crisis del Club Universitario, fundado en 1922 y que tenía una destacada participación en disciplinas como atletismo, basket y fútbol, especialmente en la década de los 60'. Su mayor logro fue coronarse campeón del fútbol nacional en el campeonato organizado por la Federación Boliviana de Fútbol, precisamente en 1970, campeonato que le permitió jugar en la Copa Libertadores de América. Tuvo una actuación discreta como local; pero fue goleado en sus dos partidos en Buenos Aires (marzo de 1970), por Boca Juniors (4-0) y por River Plate (9-0). Su mayor gloria de ser campeón boliviano pasó a ser su mayor catástrofe. La derrota sacó a luz lo que costaba a la universidad el club, la delegación que acompañó al equipo, etc. Conocidos los resultados, el Consejo Universitario, días antes del estallido de la Revolución Universitaria, desvinculó al club de la UMSA y le quitó todo su apoyo económico. Yo era parte del club, en su equipo de atletismo.
Pero sin duda la medida que me afectó en lo personal fue el famoso "veto estudiantil", una forma sui generis de evaluar a la planta docente. Las únicas facultades que se opusieron en asamblea estudiantil fueron las de Ingeniería y la mía, Filosofía y Letras. En esta última la oposición al veto fue por una mínima diferencia. Pese a ello el Consejo Revolucionario procedió a aplicar la medida, en algunos casos por razones de ideología y activismo político, en otros por razones menos convincentes ("por hispanistas", los esposos José de
Mesa y Teresa Gisbert; "por ser del PEN Club", Walter Montenegro; "por ser funcionalista", Salvador Romero, de la carrera de Sociología, ya que la carrera de Trabajo Social lo mantuvo; por haber colaborado con el gobierno de Barrientos, Roberto Prudencio). En todo caso, profesores muy queridos, de los que me había convertido en su discípulo, especialmente los esposos Mesa Gisbert, fueron expulsados de la universidad. No me arrepiento de haber luchado en contra de ese veto, que hasta el día de hoy considero un proceso injusto, pero sí, con el pasar del tiempo, considero que mi reacción, al agotarse el diálogo, fue hormonal.
La Falange entró en escena para recuperar sus espacios de poder. Ya no lo podía hacer vía elecciones, así que optó por una violencia progresiva, aprovechando la capacidad peleadora de algunos de sus componentes. Al principio tuvieron victorias, hasta que un histórico mediodía, en el atrio, se les enfrentaron los futuros guerrilleros de Teoponte y, en pelea limpia, uno contra uno, los hasta ese momento invencibles falangistas en ese tipo de lides fueron vencidos.
En un último intento de frenar la Revolución Universitaria, con apoyo del gobierno de entonces, los "Marqueses" tomaron el Monoblock central, luego fueron reemplazados por los falangistas y luego nos sumamos los "anti veto estudiantil", pero la intentona fracasó. En un rápido proceso, varios falangistas fueron expulsados, pero, felizmente, a mi me dejaron seguir estudiando y nuevamente me aislé políticamente.
Posteriormente se dieron las elecciones para el Rectorado y la FUL. Se enfrentaron varias fórmulas, destacando la de la agrupación URUS, de filiación trotskista, y la del MIR, producto de una alianza entre marxistas independientes y la Democracia Cristiana Revolucionaria. Venció el MIR, iniciando así una década de hegemonía en las universidades del país.
La radicalización de las universidades bolivianas y latinoamericanas fue más profunda y duradera que la de las universidades europeas y norteamericanas, así como su involucramiento en las respectivas políticas nacionales. Varios universitarios participaron en la guerrilla de Teoponte y en la Asamblea Popular, así como en las marchas frecuentes que pedían al gobierno de Torres mayor radicalización, bajo la consigna de "Jota Jotita defínete".
Todo el proceso duró hasta agosto de 1971, fecha en la que se inició la dictadura militar. La lucha de los estudiantes estuvo enmarcada dentro de la Guerra Fría, entre capitalismo y comunismo, entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Esta última potencia apoyó a las sucesivas dictaduras militares que tomaron el poder, sucesivamente, en todos los países del Cono Sur y que idearon el Plan Cóndor para evitar la propagación de la Revolución Cubana.
El golpe militar frustró a gran parte de una generación que murió, o fue apresada o exiliada. Algunos de sus representantes no volvieron, se quedaron en las universidades que los cobijaron, como Mario Miranda Pacheco, Oscar Prudencio (vicerrector de la Revolución Universitaria) y Pedro Baziana. Otros se decidieron por la resistencia y así la generación de los sesentas se proyectó a los setentas, aunque sin el radicalismo antes descrito.
Acorde con una de las canciones de moda en esos años, "Cambia, todo cambia", yo cambié y me incorporé tardíamente a la revolución ideológica y de la manera de vestir. Participé en el Comité Interfacultativo de estudiantes que, gracias a un movimiento muy creativo producido en 1974, logró una primavera democrática universitaria que duró pocos meses durante la dictadura de Banzer.
La historia de la década de los 70 es otra historia compleja, en muchas facetas trágica, pero a la vez también interesante en nuevas propuestas políticas. La radicalización del enfrentamiento armado fue cediendo posiciones a un clamoroso pedido de democracia. El centro, en sus versiones de centro izquierda y centro derecha adquirió más convocatoria que las izquierdas y derechas extremas.
La generación de los 60 y 70 estuvo marcada por la guerrilla del Che, por el movimiento hippie, por la Teología de la Liberación, por mayo del 68, por la revolución rockera, por la música de protesta, por el marxismo y sus diferentes tendencias. Un movimiento generacional ávido de libertad. Una ilusión demasiado grande y una frustración también muy profunda.
La experiencia vivida marcó a los protagonistas, pero pocos se mantuvieron en el radicalismo revolucionario. Esos pocos mantienen la imagen personal de aquellos años y fungen orgullosos como ex combatientes de la utopía. Los más, como dijo Ana María Campero, "quisieron cambiar el mundo y el mundo los cambió".
En todo caso, ese cambio, salvo excepciones, no se puede juzgar superficialmente. La sociedad y la política son dinámicas, en Bolivia especialmente. Las nuevas vivencias se sumaron a las anteriores hasta conformar la identidad de cada quién. Por ejemplo, el ser nacionalista hace unas décadas tenía otro sentido, que en la actualidad, cuando se asume que somos un país de una profunda diversidad cultural y regional; por lo tanto, para ser verdaderamente nacionalista hay que apropiarse de esa diversidad.
A la lucha por la libertad y por la igualdad, los jóvenes de las décadas de los ochentas y siguientes aportaron con la lucha por la identidad cultural y regional. Una de las consecuencias es que, hoy por hoy, las culturas juveniles folklóricas tienen muchos más militantes que las juventudes de los partidos políticos, algo impensable en los años sesenta.
En conclusión, a lo largo de nuestra historia republicana, la influencia externa, tanto planetaria como latinoamericana, ha sido de enorme importancia en el desarrollo de nuestros procesos históricos, pero más fuertes han sido nuestros propios procesos internos. Así como hoy son tan fuertes la globalización como la identidad propia, en las décadas de los años 60 y 70 tuvieron un gran rol las influencias externas como los sucesos del mayo 68, el hippismo, la Guerra Fría y la revolución musical, pero más fuertes fueron los procesos internos como el movimiento guerrillero, la izquierda cristiana, un histórico activismo político y social, así como sólidas y permeables identidades culturales.
Notas
* Universidad Católica Boliviana "San Pablo". Contacto: fernandocajias@hotmail.com