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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.21 no.39 La Paz dic. 2017

 

Ideas y pensamientos

 

Literatura rusa alrededor de la Revolución de 1917

 

Russian literature around the 1917 Revolution

 

 

Hans van den Berg*

 

 


Resumen

Revisión descriptiva del proceso que sufrió la literatura rusa durante la Revolución bolchevique de 1917. El autor sostiene que esta revolución se propuso una especie de remodelación humana del ciudadano ruso, bajo el nombre de homo soviéticus, y en este cometido involucró y condicionó el desarrollo de la cultura y la literatura del país, con consecuencias desastrosas. Para probar esto examina la producción testimonial en crónicas, diarios, novelas y poemas de notables escritores rusos, en la cual se expresa la tremendo conmoción social y humana que provocó la revolución.


Abstract

Descriptive review of the process suffered by Russian literature during the Bolshevik Revolution. The author argues that this revolution proposed a human remodeling of the Russian citizen under the name homo soviéticus and in this role it involved and conditioned the development of culture and literature of the country with disastrous consequences. To argue this position, he examines the testimonial production in chronicles, diaries, novels and poems by notable Russian writers, where is expressed the tremendous social and human commotion caused.


 

 

1. Introducción

Cuando se me pidió escribir un artículo sobre la literatura rusa en relación con la Revolución del año 1917, pensé espontáneamente en la impresionante y emocionante obra El fin del homo sovieticus, de la bielorrusa Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de literatura del año 2015, que acabé de leer con sumo interés. A partir del derrumbamiento de la Unión Soviética, Svetlana entrevistó a un gran número de personas en muchas partes de la antigua Unión, para tomar pulso de los sentimientos y experiencias que habían tenido en relación con la nueva situación del país. Esta obra muy amplia (643 páginas) consta de dos partes. La primera se titula "El consuelo del Apocalipsis. Diez historias en un interior rojo"; y la segunda, "El encanto del vacío. Diez historias en medio de ninguna parte". En la introducción de su obra, la autora comenta: "El comunismo se propuso la insensatez de transformar al hombre 'antiguo', al viejo Adán. En setenta y pocos años, el laboratorio del marxismo-leninismo creó un singular tipo de hombre: el Homo sovieticus. Algunos consideran que se trata de un personaje trágico; otros lo llaman sencillamente sovok (pobre soviet anticuado)"1.

En dos páginas web encontré la afirmación de que la expresión homo sovieticus "fue acuñada por el reconocido escritor y sociólogo Aleksander Zinóniev2 como título de un libro suyo escrito en 1982"3 Esta afirmación no es correcta, porque el término en cuestión ya se encuentra en obras anteriores a la de Zinóniev. Lo encontré en una novela del escritor ruso Victor Serge, Medianoche en el siglo, escrita en los años 30 del siglo pasado. En un interrogatorio a que es sometido el ingeniero Botkin, leemos: "¿Y qué puede necesitar el homo sovieticus además de mil rublos al mes?" Botkin contestaba a la pregunta tras una breve pausa ofrecida a la meditación de su interlocutor: "Una suscripción a la Technische Rundschau”(Serge, 2016: 115)4. Y en una obra de un colectivo soviético de 1974, titulada Los soviéticos, se lee: "La Unión Soviética es para el trabajador el reino de la libertad sobre la Tierra; se ha convertido en la patria de un tipo nuevo y superior de Homo sapiens: el Homo sovieticus"5.

El concepto de la formación de un 'hombre nuevo', del 'hombre nuevo soviético' es bastante anterior al uso del término latino: ya lo encontramos en dos novelas futuristas del filósofo bolchevique Alexander Bogdánov6 de las primeras décadas del siglo pasado: Estrella roja: la primera utopía bolchevique, de 1908, y El ingeniero Menni, de 19137. Bogdánov

... describió una sociedad utópica localizada en el planeta Marte en algún momento del siglo XXIII. Todo vestigio de individualidad había sido eliminado en esta 'sociedad marxista marciana': todo el trabajo estaba automatizado y era controlado por computadoras, todos usaban la misma ropa unisex y vivían en alojamientos idénticos; los niños eran criados en colonias especiales, no había naciones separadas y todos hablaban una especie de esperanto. En un momento de El ingeniero Menni, el héroe principal, un médico marciano, compara la misión de la burguesía en la tierra, que ha sido "crear a un individuo humano", con la tarea de los proletarios de Marte de 'reunir estos átomos' de sociedad y "fusionarlos en un organismo humano único e inteligente (Figes, 2010:799).

Se trata entonces de la creación de una nueva sociedad, caracterizada por un colectivismo total, y dentro de ella, de la formación de nuevos seres humanos, completamente homogéneos. Así lo entendió, como uno de muchos soviéticos, León Trotsky:

¿Qué es el hombre? En absoluto se trata de un ser concluido o armonioso. No, todavía es una criatura enormemente horrible. El hombre, como un animal, no ha evolucionado siguiendo un plan, sino espontáneamente, y ha acumulado muchas contradicciones. La cuestión acerca de cómo educar y regular, de cómo mejorar y completar la construcción física y espiritual del hombre, es un problema colosal que sólo puede ser concebido sobre la base del socialismo. Producir una nueva "versión mejorada" del hombre, ésa es la tarea futura del comunismo8.

Crear esta nueva sociedad fue el propósito de los que en octubre de 1917 hicieron en Rusia la revolución y tomaron el poder. Las experiencias, implicaciones y consecuencias de esta revolución, y las reacciones a la misma, han recibido sus reflejos y expresiones en la literatura, ya desde el mismo año 1917 y en los años siguientes. Algo de esto quiero presentar en este artículo, dejándome guiar también por las siguientes observaciones del escritor y periodista judío soviético Ilyá Ehrenburg (1891-1967):

En 1917 resulté ser un observador, y necesité dos años para cobrar conciencia del significado de la Revolución de Octubre. Para la historia, dos años son un plazo insignificante, pero en la vida de un hombre representan muchos días confusos, meditaciones complejas y simple dolor humano (...) Por entonces, no sólo yo, sino muchos escritores de la vieja generación, e incluso mis coetáneos, no comprendíamos la dimensión de los acontecimientos (Ehrenburg, 2014:334-335).

 

2. Crónicas, diarios y memorias

2.1. Crónicas

La crónica más extensa que se escribió sobre los acontecimientos políticos y sociales que tuvieron lugar en la Rusia del año 1917 es del moscovita Nikolai Sukhanov (1882-1940). La obra consta de seis volúmenes que fueron redactados entre 1918 y1920 a base de apuntes muy detallados y precisos que Sukhanov tomó día tras día en el curso del año 1917. En su juventud Nikolai se dejó cautivar por Lev Tolstoi y el llamado movimiento tolstoiano, pero en 1903, a sus veintiún años de edad, se adhirió al Partido Socialista Revolucionario. Cuando se produjo una división seria dentro de este partido y se formaron el partido bolchevique ('mayoritario') y el menchevique ('minoritario'), Sukhanov se afilió al partido de los mencheviques, por identificarse con su ideología socialista moderada e internacionalista. Fue miembro del sóviet de Petrogrado, y como tal participó activamente en las asambleas de este sóviet durante los turbulentos meses entre la revolución de febrero de 1917 y la de octubre del mismo año. Aunque en la redacción de su crónica trató de ser lo más objetivo posible, no pudo evitar dar a conocer sus propias ideas mencheviques. Como ejemplo cito aquí lo que escribió sobre el desarrollo de los debates en una de las últimas asambleas del sóviet de Petrogrado, antes del estallido de la Revolución de octubre, que tuvo lugar el 22 de octubre, asamblea en la que Trotsky logró imponerse con su postura radical:

El estado de ánimo de las más de tres mil personas que llenaban el salón era decididamente de excitación; su silencio indicaba que estaban expectantes. El público, claro está, estaba principalmente compuesto de obreros y soldados, aunque había también no pocos pequeñoburgueses, varones y mujeres.

La ovación brindada a Trotsky pareció interrumpirse por la curiosidad y la impaciencia: ¿qué iba a decir? Trotsky comenzó de inmediato a caldear el ambiente con su destreza y brillantez. Recuerdo que reprodujo largamente y con fuerza extraordinaria la ardua imagen del sufrimiento en las trincheras. Me sobrevenían pensamientos sobre las contradicciones inevitables entre las partes que componían su discurso. Pero Trotsky sabía lo que hacía. Lo esencial era el estado de ánimo. Las conclusiones políticas ya se conocían desde bastante tiempo atrás.

El poder soviético -dijo Trotsky- está destinado no solo a poner fin al sufrimiento en las trincheras. Repartiría tierras y eliminaría el desorden interno. Volvieron a resonar las viejas recetas contra el hambre: los soldados, los marineros y las chicas de la calle requisarían el pan a los propietarios y lo enviarían gratis al frente. Pero en este decisivo "Día del Sóviet de Petrogrado" Trotsky fue más allá: "El gobierno soviético dará todo lo que tiene el país a los pobres y a los soldados en el frente. Tú, burgués, ¿tienes dos abrigos? Entrega uno al soldado que se congela en las trincheras. ¿Tienes botas abrigadas? Quédate en casa. Un obrero las necesita".

A mi alrededor el estado de ánimo rayaba en el éxtasis. Parecía que en cualquier momento la multitud, espontáneamente y sin que se lo pidieran, se lanzaría a cantar algún tipo de himno religioso. Trotsky formuló una breve conclusión general o proclamó alguna fórmula genérica, algo así como "defenderemos la causa de los trabajadores y campesinos hasta la última gota de sangre".

¿Quién está a favor? Los miles de personas de la multitud alzaron las manos al unísono. Vi las manos levantadas y los ojos ardientes de hombres, mujeres, adolescentes, obreros, soldados, campesinos y pequeñoburgueses. Estaban de acuerdo. Hacían promesas.

Yo contemplaba este espectáculo verdaderamente grandioso con un peso inusual en el corazón (citado en Pipes, 2016: 519-520).

Isaac Babel nació el 13 de julio de 1894 en el gueto judío de Odesa, Ucrania. A sus once años sobrevivió a un pogromo que ocurrió en su ciudad natal a causa de la Revolución de 1905, gracias a la ayuda de una familia cristiana ortodoxa. Se graduó en el Instituto de Comercio de Kiev, y en el año 1915 emigró a Petrogrado, donde se adhirió al comunismo soviético y trabajó en la Cheka como traductor para los servicios de la contrainteligencia. Fue allí donde empezó a escribir cuentos y a dedicarse también al periodismo9. Su obra Reportajes de Petersburgo 1918 no es una crónica en el sentido común de la palabra, sino un tipo de radiografía de la ciudad después de la Revolución de 1917. Son veinte relatos que describen diferentes facetas de la vida dramática de la ciudad en aquel tiempo. Escogí uno que me lleva a enfocar precisamente el tema de la educación del hombre soviético:

"¡Qué institución!

En los días de la "Revolución social" ninguna institución estaba colmada de intenciones más admirables que el Comisariado de Bienestar. Se destacó por una nota realmente grandiosa, porque se le asignó la más importante de las tareas: "La elevación inmediata del alma, el establecimiento del reino del amor y la preparación de los ciudadanos para una existencia sublime y una convivencia libre".

Dentro del Comisariado de Bienestar hay un departamento que lleva el vasto nombre de "Asilos para menores acusados de actos socialmente peligrosos". Estos asilos supuestamente debían ser establecidos según nuevas líneas de dirección a base de los últimos criterios psicológicos y pedagógicos. Y así fue exactamente cómo las medidas del Comisariado fueron implementadas -en conformidad con las últimos directrices.

Uno de los directores nombrados era un desconocido doctor de Múrmansk10. Otro director era un funcionario ferroviario menor, también de Múrmansk. Este moderno reformador social actualmente está siendo juzgado por cohabitación con mujeres menores de edad en tutela y por haber gastado libremente los fondos de la comuna libre. Este director de un asilo para menores redacta peticiones semi-literarias, llenas de calumniosas insinuaciones, que tienen el sabor de la escritura de un guardián de cárcel. Escribe que "se ha dedicado con cuerpo y alma a la Sagrada Causa del pueblo" y que fue traicionado por los "contrarrevolucionarios". Este hombre entró en el servicio del Comisariado de Bienestar describiéndose a sí mismo como "un trabajador del Partido, un verdadero bolchevique". Parece que éstas eran las únicas calificaciones necesarias para convertirse en educador de jóvenes delincuentes.

Los otros educadores:
Una mujer lituana que sabe muy poco ruso. Parece que ha tenido cuatro años de alguna enseñanza preparatoria.
Un ex bailarín autodidacta que ha bailado en un ballet durante treinta años. Un antiguo soldado del Ejército Rojo que, antes de ser soldado, era vendedor en una tienda de té.
Un muchacho de almacén casi analfabeto de Múrmansk. Una muchacha de almacén de Múrmansk.
Hay también cinco "tíos" (¡Qué gracia tiene esta gente para la terminología comunista!), nombrados para supervigilar a los chicos en la institución. La descripción oficial de su tarea reza: "Trabajar un día, dormir un día, descansar un día, hacer cualquiera cosa que piensas que debes hacer".
Tengo que añadir también que en uno de los asilos hay veintidós asistentes para cuarenta niños.
Una auditoría reveló que los registros llevados por estos asistentes, muchos de los cuales ya han sido procesados, fueron encontrados en el siguiente estado. Muchas de las cuentas no estaban firmadas. No se puede establecer en qué se ha gastado el dinero. No hay firmas de recepción. Los recibos no indican el número de horas por las que los trabajadores fueron pagados. Los gastos de viaje de un joven empleado sólo para este mes de enero llegaron a 455 rublos.

Si uno visita el asilo, constatará que no hay clases ni instrucción de ningún tipo. Sesenta por ciento de los niños están pobremente alfabetizados. No se realiza ningún tipo de trabajo. La dieta de los chicos consiste en sopa con raíces vegetables y arenque. Un hedor fuerte penetra el edificio, debido a que las cañerías del alcantarillado están rotas. No se han tomado medidas de desinfección, aunque ya ha habido diez casos de tifoidea entre los niños. Hay muchas enfermedades. Hubo el caso de un chico que entró a las once de la noche con pies congelados y al que dejaron echado en el corredor sin darle ningún tratamiento. Las escapadas son frecuentes. Durante las noches los chicos deben ir desnudos a los fríos y húmedos baños. Sus ropas son ocultadas por temor de que se escapen.

Conclusión.

Los asilos del Comisariado de Bienestar no son más que cuevas hediondas pavorosamente semejantes a las mazmorras de la policía de antes de la reforma.

Los administradores y educadores son gente del pasado, echados sobre el vehículo de la propaganda de la "causa del pueblo" sin tener la mínima especialización en bienestar. La mayoría de ellos no tiene preparación en este campo. No está claro cuál ha sido el fundamento para haber sido contratados por el gobierno de los trabajadores y campesinos de nuestra nación.

Todo esto lo he visto con mis propios ojos: chicos tristes, descalzos; los rostros hinchados de sus lastimosos guardianes; y las cañerías rotas de los alcantarillados.

Nuestra pobreza y desdicha no tienen igual (Babel, 2006:506-508).

Fue en la ciudad de Poltava, en Ucrania, la tierra natal de Isaac Babel, donde se tomó la iniciativa de iniciar un proyecto de educación con jóvenes que, a causa de las circunstancias dramáticas de la Revolución de Octubre y de la Guerra Civil, se habían convertido en criminales. En el año 1920, el Delegado Provincial de Instrucción Pública pidió al joven maestro Antón Semiónoch Makarenko fundar en las afueras de la ciudad un internado para educar y formar a esta clase de jóvenes. Makarenko atendió esa solicitud con entusiasmo y llegó a ser el gran ejemplo de creador del 'nuevo hombre soviético'. Elaboró su experiencia en una larga e impresionante novela titulada Poema pedagógico, de la que pongo aquí el inicio11:

En septiembre de 1920 me llamó el Delegado Provincial de Instrucción Pública.

- Escúchame, hermano— me dijo —he oído que andas chillando por ahí ... porque han instalado tu escuela de trabajo... en el local del Consejo Provincial de Economía.

- ¿Cómo no voy a chillar? La cosa no es para chillar solamente: es para aullar. ¿Qué escuela de trabajo es ésa? Toda ahumada, sucia... ¿Acaso se parece eso a una escuela?

- Sí... Para tu gusto, haría falta construir un edificio nuevo, colocar nuevos pupitres, y entonces tú te dedicarías a la enseñanza. El quid no está, hermano, en los edificios; lo importante es educar al hombre nuevo, pero vosotros, los pedagogos, no hacéis más que sabotearlo todo: el edificio no os gusta y las mesas no son como deben ser. Os falta eso... ¿sabes qué? ... El fuego revolucionario. ¡Necesitáis la raya en los pantalones!

— ¡Yo no llevo raya en los pantalones!

— Bueno, tú no la llevas... ¡Intelectuales asquerosos! No hago más que buscar y rebuscar... La cosa tiene mucha importancia. ¡Hay tantos ladronzuelos de esos, que es imposible ir por la calle! Además, ya se meten en las casas. Me dicen que éste es un asunto nuestro, de Instrucción Pública... ¿Qué te parece?

— ¿Qué va a parecerme?

— Pues eso, precisamente, que no quiere nadie: que todos se defienden con uñas y dientes, que todos dicen: "Nos degollarán." Naturalmente, os gustaría tener un despachito, libros... ¡Tú te has puesto hasta gafas! ...

Me eché a reír:

— ¡Vaya, también las gafas te molestan!

— Es lo que yo digo: que sólo queréis leer. Pero, si se os da un ser vivo, entonces salís con ésas: "Me degollará". ¡Intelectuales!

El Delegado Provincial de Instrucción Pública me acribillaba enojado con sus pequeños ojos negros, y, bajo los bigotes a lo Nietzsche, su boca expelía insultos contra toda nuestra casta pedagógica. Pero este Delegado Provincial de Instrucción Pública no tenía razón...

— Usted escúcheme...

— ¡Qué escúcheme ni qué escúcheme! ¿Qué puedes decirme? Me dirás: ¡Si fuera esto como en Norteamérica! Hace poco leí un librito acerca de eso... Alguien me lo dio intencionadamente. Reformadores... O ¿cómo es? Espera... ¡Ah! Reformatorios. Pero eso no existe todavía en nuestro país.

— No, usted escúcheme.

— Bien, le escucho.

- También antes de la Revolución se hacía entrar en vereda a esos vagabundos. Entonces había colonias de delincuentes menores de edad...

— Esto no es lo mismo, ¿sabes? ... Lo de antes no sirve.

— Precisamente. Y esto quiere decir que el hombre nuevo debe ser forjado de un modo nuevo.

- De un modo nuevo; en eso tienes razón.

- Pero nadie sabe cómo...

— ¿Y tú lo sabes?

- Yo tampoco.

- Pues yo tengo en la Delegación Provincial de Instrucción Pública gente que sabe...

— Sin embargo, no quieren poner manos a la obra...

— No quieren los infames; en eso tienes razón...

- Y, si yo me opongo a ello, me harán imposible la vida. Haga lo que haga, dirán que no es así.

— Estás en lo justo; lo dirán esos sinvergüenzas.

— Y usted les creerá a ellos y no a mí.

- No les creeré. Les diré: debíais haberlo hecho vosotros mismos.

- Bueno, ¿y si, en realidad, me armo un lío?

El Delegado Provincial de Instrucción Pública dio un puñetazo sobre la mesa.

— Pero, ¿por qué vas a armarte un lío? (...) Bien, pues, te armas un lío. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Acaso yo no lo comprendo o qué? Ármate todos los líos que quieras, pero hay que obrar. Después veremos. Lo más importante es ¿sabes? ... no una colonia de menores, sino una escuela de educación social. ¡Necesitamos, ¿comprendes?, forjar un hombre nuevo! Y tú eres quien debe hacerlo. De cualquier forma, todos tenemos que aprender. Y, por lo tanto, tú también aprenderás. Me gusta que me hayas dicho: no sé. Eso está bien.

- ¿Y hay sitio?

— Hay sitio, hermano. Un sitio magnífico. Precisamente, allí había antes una colonia de menores (Makarenko, 2008:9-11).

2.2. Diarios

De entre el buen número de diarios que se han escrito durante el año de la Revolución Rusa y los años siguientes he escogido tres para presentar en este estudio. El primero es del gran historiador Iurii Vladimirovich Got'e (1873-1943), ruso de origen francés. Este diario corre desde el 8 de julio de 1917 hasta el 23 de julio de 1922. Transcribo el inicio del mismo:

8-16 de julio de 1917. Finis Russiae. El ejército ya no es ejército. Rusia ha perdido la capacidad de defenderse. Por supuesto, la causa principal es la descomposición centenaria del antiguo régimen. Con su caída ha provocado el movimiento del péndulo hacia la izquierda y el surgimiento de la dominación de fuerzas que crecieron en el subsuelo y sólo se prestan para la destrucción. La aniquilación del ejército, realizada en nombre de slogans subterráneos designados para la lucha contra el zarismo, ha producido, indudablemente, el fruto que se pensaba cosechar: la transformación de un ejército que ha luchado durante dos años y medio en una turba de bandidos adoctrinados.

Yo pienso que Rusia ya no cuenta dentro de la arena internacional. Los alemanes gozan ahora de la oportunidad que han esperado poder obtener, a saber: alcanzar en el Este todas las metas que se han trazado. La reintegración de la pena de muerte es una medida retardada y no parece tener algún efecto. Rusia está pereciendo, minada por Nicolás II y acabada por su propia evolución. Me parece que hoy, 16 de julio, el futuro inmediato tomará la siguiente forma: la destrucción de los restos de los ejércitos rusos será completada dentro de un mes, y en el otoño se extenderán pogromos en todo el país. ¿Quién defenderá a los inocentes espectadores? Tal vez los alemanes.

La suerte de Rusia, un dinosaurio o mastodonte extinguido, será la transformación en un país débil y pobre, económicamente dependiente, lo más probable de Alemania. Los bolcheviques son ahora el verdadero símbolo del pueblo ruso, el pueblo de Lenin, Myasoedov12 y Sukhomlinov13: una mezcla de estupidez, vulgaridad, voluptuosidad grosera, falta de principios, hooliganismo; y a base de las dos últimas cualidades, traicionera. El antiguo régimen, con sus cuadros de policía secreta maravillosamente organizados y sus correspondientes abominaciones, creó una red de primera orden para la organización de todo tipo de fuerzas malignas, y éstas están ahora actuando.

Corazón y alma han sido extraídos, y todos los ideales han sido destrozados. Rusia no tiene futuro. La única razón que queda para vivir está en el orden de alimentarnos y preservar nuestras familias. No hay más. La caída final de Rusia como un poder grande y unificado es el resultado de causas internas, no externas, no directamente debida a enemigos, sino a nuestras faltas e ineficiencias, la completa reducción del sentido de patriotismo, madre patria, solidaridad común y un sentido de union sacrée. Es un episodio que tiene pocas analogías en la historia mundial.

Experimentando todo esto con gran pena, vergüenza y humillación, yo, como hombre educado que ha tenido la desdicha de elegir como especialidad académica la historia de su país natal, me siento obligado a poner por escrito mis impresiones y crear de esta manera una fuente imperfecta, muy subjetiva, pero, sin embargo, histórica, que en el futuro puede ser útil para alguien (Got'e, 1988: 27-28).

Iván Alekséyevich Bunin nació el 22 de octubre de 1870 en Vóronezh, en Rusia central, en el seno de una familia noble. Se formó en la propia casa paterna y estudió luego algún tiempo en la universidad de Moscú. Se hizo escritor y se dedicó exclusivamente a la literatura. En Moscú empezó a escribir su diario titulado Días malditos (Un diario de la revolución). En la primavera de 1919 se trasladó a Odesa y en enero de 1920 huyó con su esposa a Constantinopla. Bunin fue un hombre muy conservador, creyente ortodoxo y monarquista, que vivió la Revolución de Octubre como algo sumamente negativo para Rusia y el pueblo ruso. Las consecuencias de esta revolución le causaron sentimientos muy dolorosos y de fuerte inseguridad, y el deseo de abandonar Rusia cuanto antes. Llamativas son, por eso, las palabras con que inicia su diario: "1 de enero de 1918. Se ha acabado este año maldito. ¿Qué nos espera ahora? Tal vez, atrocidades aun mayores. Sí. Seguramente será eso lo que nos espera" (Bunin, 2007:5).

El diario tiene dos partes: 1. Moscú, 1 de enero de 1918 a 24 de marzo de 1918; 2. Odesa, 12 de abril de 1919-20 de junio de 1919. En las dos partes el autor inserta episodios de lo vivido y experimentado en 1917, principalmente en el pueblo de Vasilievskoe, donde él y su esposa pasaron el verano. Me limito aquí a lo que recuerda del año 1917. Pero de hecho, ya en 1916 presintió lo que iba a pasar más adelante:

... descansando en Vasilievskoye presentí lo que, probablemente, ya presentíamos muchos de los que vivíamos en las aldeas, en contacto con el pueblo llano. Y el verano del año pasado nuestros temores se vieron confirmados:

Arde el bosque, se secan las espigas,
¿quién lo apagará; quién segará la gavilla?
Todo es humo, llaman a rebato,
¿mas quién traerá los cubos?
Pronto se alzará el endemoniado ejército
y atravesará toda Rusia a placer... (Bunin, 2007:17-18)

Hablando ya del propio año de la revolución y de sus impresiones de la misma, expresó de la siguiente manera sus sentimientos:

Todavía es pronto para emprender un análisis desapasionado y objetivo de la Revolución Rusa... Esa frase la escuchas hoy por todos lados. ¡Desapasionado, dicen! En realidad, jamás se podrá hacer un análisis liberado por completo de pasiones. Y más: precisamente nuestro "apasionamiento" será de extrema utilidad para los historiadores del futuro. ¿O acaso las únicas "pasiones" que valen son las del "pueblo revolucionario"? ¿Qué hay de nosotros entonces? ¿No contamos, acaso? (Bunin, 2007:18).

¡Qué de locuras se desataron en la aldea el verano pasado! ¡Qué difícil se nos hizo la vida en Vasilievskoe! Y de pronto echó a rodar el rumor de que Kornilov14 había introducido la pena de muerte. ¡Santo remedio! Todo el mes de julio Vasilievskoe se convirtió en un remanso de paz. Nadie se atrevía a asomar la cabeza. En cambio, en mayo y junio daba miedo salir a la calle. No había noche que no se dibujara una mancha de llameante carmesí sobre el cielo negro. Una noche, cerca ya de la aurora, nos quemaron el cobertizo, y los mismos que perpetraron el incendio echaron a correr por la aldea dando voces y acusándonos de haber provocado el fuego nosotros mismos con el propósito de que ardiera toda la aldea. Más tarde, al mediodía, se encendió el establo de mi vecino y volvieron a reunirse los aldeanos, quisieron lanzarme a las llamas, gritando que había sido yo el pirómano. Sólo me salvó la furia con que me abalancé contra toda aquella muchedumbre (Bunin, 2007: 41-42).

También el demonio de la ira cainita, así como la arbitrariedad y la ferocidad más salvajes se enseñorearon de Rusia en los mismos días en que se ensalzaba la instauración de los principios de fraternidad, igualdad y libertad. Conjuntamente, apareció también el frenesí y se desató la más desquiciada locura" (Bunin, 2007:59).

Tenía razón aquel portero al que escuché una diáfana réplica en el otoño de 1917 en Moscú, cuando alguien que pasaba a su lado, en medio de una discusión, dijo:

-  ¡No, perdóneme un instante! ¡Nuestro deber fue y continúa siendo llevar a todo el país a una Asamblea Constituyente!

Y al escuchar aquellas palabras ardientes, el portero, tranquilamente sentado junto a la puerta que cuidaba, negó con la cabeza con tristeza y comentó:

- ¡Hasta dónde nos han llevado ya estos hijos de perra!

Primero los mencheviques, después, los camiones, y luego los bolcheviques con sus carros blindados...

El camión: ¡en qué terrible símbolo se han convertido los camiones! ¡Cuántos camiones no hay en nuestros recuerdos más dolorosos y horribles! Desde su primer día de existencia, la revolución se asoció con esa bestia ruidosa y pujante, llena, al principio, de mujeres histéricas y de una obscena soldadesca de desertores, y, después, de los más distinguidos convictos.

El camión encarna toda la vulgaridad de la cultura actual y su pathos social (Bunin, 2007: 72-73).

La última vez que viajé a San Petersburgo fue a principios de abril de 1917. Ya para entonces el mundo había padecido algo inimaginable: el país más grande del mundo había sido abandonado a su suerte. Y ello no ocurrió en un momento cualquiera de la historia, sino precisamente en medio de la más grande guerra que ha conocido el orbe. Todavía entonces las tres mil verstas de trincheras se extendían hacia el oeste, pero se habían convertido ya en simples zanjas. Todo había acabado y lo que le había puesto fin había sido un absurdo verdaderamente inédito, a saber, que el poder sobre esas tres mil verstas y la horda armada en la que se había convertido un ejército de varios millones de efectivos había pasado a manos de unos "comisarios", que otrora habían sido periodistas del estilo de Sobol15 o Iordanski16. Más horrible aun era lo que sucedía a todo lo largo y ancho del enorme territorio de Rusia, donde se había interrumpido el curso natural de la vida, una vida con una tradición centenaria, para ser sustituida por una existencia incomprensible, un irracional jolgorio y un antinatural desapego de todo aquello que da vitalidad a una sociedad (Bunin, 2007: 98-99).

Recuerdo el verano del año diecisiete como si fuera el inicio de una enfermedad penosa. Ese instante cuando ya eres capaz de percibir que estás enfermo, la cabeza te arde, se confunden las ideas, todo lo que te rodea adquiere un perfil siniestro, pero todavía te tienes en pie y, sumido en una tensión febril que pone en juego tus últimas fuerzas físicas y espirituales, continúas esperando algo (Bunin, 2007: 201).

En el momento de mayor desespero y extenuación moral, uno se descubre alimentando el secreto sueño de que por fin llegará el día de la venganza de todos y de todo, el día en que la humanidad entera maldecirá estos tiempos. Es imposible vivir sin esa esperanza. Pero, ¿en qué se puede tener fe, después de que se haya descubierto la horrible verdad que anida en todo hombre? (Bunin, 2007:113-114).

Entramos con frecuencia en la iglesia, y cada vez que lo hacemos se nos saltan las lágrimas al entonar los cánticos, postrarnos para la plegaria o, simplemente, al observar los incensarios, toda esa gracia y nobleza, ese mundo de bondad y misericordia, donde cualquier sufrimiento terrenal encuentra alivio, ternura y consuelo (Bunin, 2007:211)

Leonid Andreev nació el 21 de agosto de 1871 en la ciudad de Oriol, en una familia de clase media. Estudió ciencias jurídicas en Moscú y ejerció allí la profesión de abogado hasta finales del siglo XIX. Ya por entonces había empezado a escribir cuentos. Cuando los primeros de estos cuentos fueron publicados, Máximo Gorki lo reconoció como un hombre con talento para llegar a ser un gran escritor. Y por su insistencia Leonid dejó la abogacía y decidió dedicarse enteramente a la literatura. Llegó a ser el último gran autor dentro de la tradición de la literatura rusa del siglo XIX. Fue un muy ferviente patriota y se convirtió en un fanático defensor de la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, seguro de que en ella se lograría una aplastante victoria. En función de este patriotismo, participó en la fundación de un periódico patriótico: Russkaia volia ('La voluntad rusa'). Primero dirigía la sección literaria de este periódico, pero luego se convirtió en el redactor principal del mismo. El primer número apareció el 15 de diciembre de 1916. El 25 de octubre de 1917, Russkaia volia llegó a su fin, lo que causó en Andreev una profunda amargura. Él vio la Revolución bolchevique como un hecho absurdo y monstruoso, que arrastraría a Rusia al abismo. A comienzos del año siguiente se auto-exilió en Finlandia, que el 23 de noviembre de 1917 había dejado de ser gran ducado de Rusia y pasado a ser la República de Finlandia. Andreev escribió allí un diario que llamó 'diario íntimo' o 'diario doméstico'. Sin embargo, presenta de manera clara sus sentimientos acerca de la Revolución rusa.

Al final de su obra Las confesiones de un hombre pequeño durante días grandes, publicada en 1917, Andreev escribió:

¿A quién puedo maldecir, a quién juzgar, si todos somos igualmente desgraciados? El sufrimiento es universal; las manos se extienden las unas hacia las otras, y cuando se toquen, la Madre Tierra y su Hijo, llegará la gran solución. Pero yo no viviré para verlo. ¿Y qué he hecho para merecerlo? He vivido como una "célula" y debo morir como una "célula". La única cosa que puedo pedir al destino es que mi sufrimiento y mi muerte no sean en vano. Acepto ambos humildemente. Pero no puedo resignarme ante este desamparo. Mi corazón es ardiente, y extiendo mi mano y grito: "¡Venid, juntemos nuestras manos! Te quiero, te amo...". Y mis lágrimas corren abundantemente. 27 de enero de 1916 (Andreev, 1917:241).

27 de febrero de 1918 )17.

Debo encontrarme conmigo mismo dentro de lo que está pasando y dentro de mis propias ideas al respecto. Hasta 1914-1917, cuando yo cantaba a la revolución y a los revolucionarios, yo era semejante a uno que se entusiasma al ver la tempestad, pero que se queda parado en la ribera. Ahora me encuentro dentro de ella, en medio de las olas y de la ruina, y debo mantener, si no la vida, al menos la salud mental, y la libertad de mi relación con el huracán (Rolet, 2008:363

22 de abril

Los bolcheviques no solamente han manchado la revolución, han hecho más: han matado, tal vez para siempre, la religión de la revolución. Durante más de cien años la revolución ha sido la religión de Europa; el revolucionario era sagrado a los ojos de sus amigos y de sus enemigos. Bruscamente se produjo una cosa increíble: Nicolás el taumaturgo18 ha venido a ver al enfermo, en persona, aureolado. No ha traído socorro al enfermo, al contrario, se ha ido con su reloj de oro. En persona, aureolado. Está claro que Dios no puede habitar allí donde los santos cometen robos. Y Dios ha abandonado la revolución y ella ha dejado de ser una religión para el mundo. Se ha transformado en una ocupación (Rolet, 2008:370).

5 de mayo

Hubo Rusia, ya no hay Rusia. Rusia está muerta. En su ataúd Lázaro ha dado su último suspiro. Luego vendrá la larga historia de la resurrección (por poco que venga). Habrá hombres nuevos, pero para nosotros y para esa Rusia es solamente podredumbre y hediondez. Nosotros apestamos al mundo entero. Los otros pueden tapar su nariz, pero ¿qué hay del mismo difunto que no ha perdido el olfato? (Rolet, 2008:366).

2.3. Memorias

Vladimir Vladimirovich Nabokov nació el 22 de abril de 1899 en San Petersburgo, en una familia rica y aristocrática. En el año 1919 toda la familia huyó de Rusia a la Europa occidental. En 1951 Vladimir publicó una autobiografía que abarca su vida desde su nacimiento hasta su salida de la Unión Soviética. En 1966 apareció una segunda versión revisada. Aquí transcribo la parte dedicada a la huida de la familia.

Cuando, al fin del año, Lenin se hizo con el poder, los bolcheviques lo subordinaron inmediatamente todo a la conservación de ese poder, y así inició su estupenda carrera un sanguinario régimen de campos de concentración y rehenes. En aquel momento eran muchos que creían que aún se podía luchar contra la banda de Lenin y salvar los logros de la revolución de marzo. Mi padre, elegido diputado de la Asamblea Constituyente que, en su fase preliminar, trató de impedir que los soviéticos se atrincherasen, decidió permanecer en San Petersburgo todo el tiempo que fuera posible, pero envió a toda su familia a Crimea, una zona que todavía permanecía libre (esta libertad duraría sólo unas cuantas semanas más). Viajamos divididos en dos grupos; mi hermano y yo no fuimos con mi madre y los tres hermanos pequeños. La época soviética tenía una sombría semana de edad; los periódicos liberales seguían siendo publicados; y mientras nos despedía en la estación Nikolaevski y esperaba con nosotros la salida del tren, mi imperturbable padre se instaló en una mesa de una esquina de la cantina para escribir, con su caligrafía fluida y "celestial", un editorial para el moribundo Rech (o quizás alguna publicación de emergencia), en aquellas largas tiras especiales de papel rayado que correspondían aproximadamente a una columna de letra impresa. Creo recordar que el principal motivo por el cual mi hermano y yo fuimos enviados con tanta prontitud era la probabilidad de que, si nos quedábamos en San Petersburgo, fuésemos reclutados para el nuevo ejército "Rojo". A mí me resultaba fastidioso ir a una zona tan fascinante a mitad de noviembre, cuando ya había terminado la temporada de caza de mariposas, y debido a que jamás había sido muy diestro en la tarea de encontrar crisálidas enterradas (aunque llegué a localizar algunas al pie de un roble de un jardín de Crimea). El fastidio se convirtió en angustia cuando, tras habernos hecho una pequeña señal de la cruz sobre nuestros rostros, mi padre añadió, como sin darle importancia, que había muchas probabilidades de, ves'ma vozmozhno, que no volviera a vernos nunca; dicho lo cual, con su trinchera y su gorra kaki y la cartera bajo el brazo, se alejó a grandes zancadas hacia el seno de la vaporosa niebla.

El largo viaje hacia el sur comenzó tolerablemente bien, con la calefacción ronroneando todavía y las lámparas del coche-cama de primera clase Petrogrado-Simferopol aún intactas. Pero poco después de Moscú se acabaron todas las comodidades. En varios puntos de nuestro lento y penoso avance, el tren, nuestro coche-cama incluido, fue invadido por más o menos bolchevizados soldados que regresaban del frente a sus casas (se les llamaba "desertores" o "héroes rojos", según las opiniones políticas de cada cual). A mi hermano y a mí nos pareció bastante divertido encerrarnos en nuestro compartimiento y resistirnos a todos los intentos de importunarnos. Varios soldados que viajaban en el techo del vagón contribuyeron a la juerga tratando, no sin éxito, de utilizar nuestro ventilador como retrete. Mi hermano, que era un actor de primera, consiguió simular todos los síntomas de un grave caso de tifus, lo cual nos fue muy útil cuando finalmente la puerta cedió. A primera hora del tercer día, durante una parada, aproveché una tregua en estas alegres actividades para respirar un poco de aire fresco.

Mi familia se estableció en las cercanías de Yalta, en Gaspra, junto al pueblo de Koreiz. Entretanto, la vida de mi familia había cambiado por completo. Con la excepción de algunas joyas astutamente escondidas entre el contenido normal de un bote de polvos de talco, estábamos completamente arruinados. Pero ésta fue una cuestión absolutamente secundaria. El gobierno tártaro de la zona había sido barrido por un nuevo sóviet, y nos vimos sometidos a ese absurdo y humillante sentimiento que es la inseguridad absoluta. Durante el invierno de 1917-1918, y hasta bien entrada la ventosa y luminosa primavera de Crimea, una forma estúpida de muerte comenzó a rondar a nuestro alrededor. Día sí, día no, en el blanco muelle de Yalta, varias personas inofensivas, a las que previamente les ataban unos pesos a los pies, habían sido aniquiladas de un balazo por duros marinos bolcheviques importados de Sebastopol para este fin. Mi padre, que no era inofensivo, ya se había reunido para entonces con nosotros, después de diversas y peligrosas aventuras. Nos alojábamos en una villa poco conspicua que una amiga amable, la condesa Sofia Panin19, había puesto a nuestra disposición.

El azar nos trató con amabilidad; no ocurrió nada, aparte del susto que nos llevamos a mitad de una noche de enero, cuando una figura con aspecto de bandido, toda ella envuelta en cuero y pieles, llegó reptando a nuestra casa; pero resultó no ser más que nuestro antiguo chófer, Tsiganov, al que no se le había ocurrido otra cosa que venir desde el lejano San Petersburgo, montado en topes y vagones de mercancías y a través de las inmensas, heladas y salvajes extensiones de Rusia, con el solo fin de traernos una bienvenida suma de dinero que nos enviaba inesperadamente un buen amigo.

Luego, un día de primavera de 1918, cuando las rosadas borlas de los almendros en flor animaron las oscuras laderas, los bolcheviques desaparecieron y un singularmente silencioso ejército de alemanes les sustituyó. Los patriotas rusos se sintieron desgarrados entre el alivio animal de haberse liberado de los verdugos aborígenes y la necesidad de deber su liberación al invasor extranjero, y sobre todo a los alemanes. Estos últimos, no obstante, estaban perdiendo su guerra en el frente occidental y llegaron a Yalta de puntillas, con sonrisas desdeñosas, apenas un ejército de apariciones grises que los patriotas podían fácilmente ignorar, y que en efecto ignoraron, como no fuera para dirigir algunas sonrisillas disimuladas, y desagradecidas, a los tímidos carteles (PROHIBIDO PISAR LA HIERBA) que surgieron en los céspedes de los parques. Un par de meses después, tras haber reparado las cañerías de las villas que los comisarios dejaron vacías, los alemanes también se desvanecieron; los blancos llegaron del Este en cuentagotas, y pronto empezaron a combatir contra el Ejército Rojo, que atacaba Crimea desde el Norte. Mi padre fue nombrado ministro de Justicia en el Gobierno Regional instalado en Simferopol, y su familia se alojó en Yalta, cerca de la finca de Livadia, antiguo dominio del Zar. La impetuosa y frenética alegría que brotó en las ciudades que estaban en poder de los blancos nos devolvió, en una versión más vulgar, los atractivos de los años de paz.

En marzo de 1919, los rojos penetraron por el norte de Crimea, y desde varios puertos comenzó la tumultuosa evacuación de los grupos antibolcheviques. Por el espejeante mar de la bahía de Sebastopol, bajo el furioso fuego de las ametralladoras que disparaban desde la playa (las tropas bolcheviques acababan de tomar el puerto), mi familia y yo zarpamos rumbo a Constantinopla y el Pireo en un pequeño y espantoso barco griego, cargado de frutos secos (Nabokov, 2006:239-249).

Viktor Serge nació el 30 de diciembre de 1890 en Bruselas, donde su padre, que había abandonado Rusia en 1881, trabajaba como profesor en el Instituto de Anatomía. Viktor se formó como fotógrafo y diseñador. Entabló relaciones estrechas con grupos anarquistas. En 1917 se trasladó a Rusia y se adhirió a los bolcheviques. En 1951 la editorial Le Seuil de París editó sus Mémoires d'une revolutionnaire 1905-1945, obra de la cual presento aquí algo de las primeras impresiones que tuvo después de haber llegado a Rusia.

Entrábamos en un mundo mortalmente helado. La estación de Finlandia20, centelleante de nieve, estaba desierta. La plaza donde Lenin había hablado a una multitud, desde lo alto de un coche blindado, no era más que un desierto blanco bordeado de casas muertas. Las anchas arterias rectas, los puentes sobre el Neva, río de hielo cubierto de nieve, parecían de una ciudad abandonada; de tarde en tarde un soldado flaco con capote gris, una mujer transida bajo sus chales, pasaban como fantasmas en un silencio de olvido. Hacia el centro empezaba una animación dulce y espectral. Algunos trineos descubiertos, arrastrados por caballos famélicos, se iban sin prisa sobre la blancura. Casi ningún automóvil. Raros transeúntes, traspasados por el frío y el hambre, tenían el rostro lívido. Tropas de soldados medio andrajosos, a menudo con el fusil colgado del hombro con una cuerda, caminaban bajo faroles rojos. Los palacios dormitaban a lo largo de las amplias avenidas o delante de los canales helados; otros, más vastos, reinaban sobre las plazas de los desfiles de antaño. La alta cúpula dorada de San Isaac21 flotaba sobre esa ciudad perdida como un símbolo de los esplendores pasados. Era la capital del Frío, del Hambre, del Odio y de la Tenacidad (Serge, 2011: 99-100).

Viktor se encontró con Maxim Gorki:

Maxim Gorki me recibió afectuosamente. En los tiempos de su juventud de muerto de hambre, había hecho amistad en Nizhny Nóvgorod con mi familia materna. De tez terrosa, mascullaba, bajo su corto bigote en forma de cepillo, una tristeza y, más aun, un sufrimiento mezclado de ira. Las cejas espesas se fruncían fácilmente, los ojos grandes y grises tenían una extraordinaria riqueza de expresión. No era sino avidez de conocer y de comprender humanamente, con la voluntad de ir hasta el fondo de las cosas inhumanas, de no detenerse nunca en las apariencias, de no tolerar que le mintiesen, de no mentirse nunca a sí mismo. Vi inmediatamente en él al testigo por excelencia, al justo testigo, al implacable testigo de la revolución, y así fue como me habló (Serge, 2011: 102).

Muchas de las personas con las cuales Serge tuvo contacto en las primeras semanas después de su llegada a Rusia pensaban que los bolcheviques, que estaban ahora en el poder, tendrían la capacidad y la suficiente sabiduría para controlar la situación y de mejorarla, poniendo fin al hambre y a la violencia. Un ingeniero socialista que se había formado en Bélgica era muy pesimista acerca de esto. Le decía a Serge: "Las locuras doctrinales de Lenin y de Trotsky se pagarán caras. El problema es saber quiénes serán sus enterradores" (Serge, 2011:103). Los intelectuales no comunistas, es decir, antibolcheviques, con quienes Serge se entrevistaba le daban aproximadamente la misma visión de conjunto. "Consideraban el bolchevismo como algo terminado, agotado por el hambre y el terror, con todo el campesinado del país contra él, toda la intelliguentsia contra él, la gran mayoría de la clase obrera contra él" (Serge, 2011:103). Serge no se dejaba convencer por estos puntos de vista negativos, más bien llegó a la conclusión de que "las afirmaciones más indignadas de los intelectuales antibolcheviques me revelaban la necesidad del bolchevismo" (Serge, 2011:104). Y por eso optó por acoplarse a este movimiento y prestarle sus servicios.

Mi decisión estaba tomada, no estaría contra los bolcheviques ni sería neutro. Estaría con ellos, pero libremente, sin abdicación de pensamiento ni de sentido crítico. Las grandes carreras revolucionarias eran para mí de un acceso fácil, decidí evitarlas e incluso evitar, en la medida de lo posible, las funciones que implicasen el ejercicio de la autoridad: otros se complacían tanto en eso que pensé que me estaba permitida esta actitud. Estaría con los bolcheviques porque cumplían tenazmente, sin desaliento, con un ardor magnífico, con una pasión reflexiva, la necesidad misma; porque eran los únicos que la cumplían, echándose encima todas las responsabilidades y todas las iniciativas y dando prueba de una asombrosa fuerza de espíritu. Se equivocaban sin duda en varios puntos esenciales: en su intolerancia, en su fe en la estatización, en su inclinación hacia la centralización y las medidas administrativas. Pero si había que combatirlos con libertad de espíritu y espíritu de libertad, era con ellos, entre ellos (Serge, 2011:106).

 

3. Los Pensamientos inoportunos de Máximo Gorki

Máximo Gorki nació el 28 de marzo de 1868 en Nizhny Nóvgorod. A sus once años quedó huérfano. Durante muchos años llevó una vida errante, viajando por muchas partes de Rusia para buscarse la vida por medio de muy diferentes ocupaciones. Hacia finales del siglo XIX se convirtió en periodista y escritor, y rápidamente llegó a tener fama por sus escritos sobre la gente sencilla y pobre de su patria. Se integró en el movimiento socialdemócrata marxista, pero no se convirtió en un pensador materialista. Se opuso públicamente al régimen zarista y fue detenido varias veces. En 1906 se estableció en la isla italiana de Capri, donde se quedó hasta el año 1913, cuando, gracias a la amnistía que el zar Nicolás II decretó con motivo de la celebración de los trescientos años de gobierno de la dinastía Romanov, pudo retornar a Rusia. Allí también se dedicó enteramente a la literatura. A partir del año de la Revolución se convirtió en el gran defensor de la antigua cultura rusa22 y de enérgico protector de los colegas escritores pobres y perseguidos.

En abril de 1917 fundó el periódico Novaya Zhizn (Vida nueva), en el cual escribió editoriales que bautizó con el título de "Pensamientos inoportunos": textos por medio de los cuales expresaba sus percepciones acerca del rumbo que estaba tomando el movimiento soviético, criticaba vehementemente la violencia que se implantaba en el país y defendía un socialismo moderado y democrático23. Según Figes,

El socialismo para Gorki siempre había sido esencialmente una idea cultural. Significaba para él la construcción de una civilización humanista basada en los principios de la democracia y en el desarrollo de las fuerzas morales, espirituales e intelectuales del pueblo. "La nueva vida política —escribió en abril— nos exige una nueva estructura del alma"(NZh 18 de abril de 1917). Y no obstante, la revolución, tal como la vio él, había desencadenado una "ola anárquica de violencia y venganza plebeya" que amenazaba con destruir la civilización rusa. No había habido una "revolución social", según entendía Gorki el término, sino sólo un estallido "zoológico" de violencia y destrucción. En lugar de anunciar una nueva civilización, la Revolución rusa había llevado al país al borde de una "nueva edad oscura de caos bárbaro" (Figes, 2010:448).

He aquí algunos pensamientos inoportunos de Gorki:

+ 23 de abril de 1917

El 21 de abril tuvieron lugar nuevas manifestaciones. Varias personas fueron asesinadas cuando estalló la violencia callejera en la perspectiva Nevsky entre los manifestantes y una contramanifestación de patriotas derechistas y monárquicos. La cuestión de la guerra había divido en dos la capital y la había llevado al borde de una sangrienta guerra civil.

Las alas brillantes de nuestra joven libertad están salpicadas de sangre inocente. El asesinato y la violencia son los argumentos del despotismo. Debemos entender que el más terrible enemigo de la libertad y la justicia está dentro de nosotros; es nuestra estupidez, nuestra crueldad, y todo este caos de sentimientos oscuros y anárquicos. ¿Somos capaces de entender esto? Si somos incapaces, si no podemos abstenernos del uso más flagrante de la fuerza contra el hombre, entonces no tenemos ninguna libertad. ¿Es posible que el recuerdo de nuestro pasado detestable, el recuerdo de cómo cientos y cientos de los nuestros fueron abatidos a tiros en las calles, haya implantado en nosotros también la actitud tranquila del verdugo ante la muerte violenta de un hombre? No puedo encontrar palabras suficientemente fuertes con que reprochar a quienes intentan demostrar algo con las balas, las bayonetas o un puñetazo en la cara. ¿No eran éstos los medios por los cuales se nos mantenía en una vergonzosa esclavitud? Y ahora, habiéndonos liberado aparentemente de la esclavitud, seguimos viviendo dominados por los sentimientos de los esclavos (NZh 23 de abril 1917; Figes, 2010:454).

+ 9 de julio de 1917

Lenin posee una coherencia imponente. Parece estar hecho de un pedazo de granito. Y es completamente redondo y pulido como una bola de billar. No hay por dónde cogerle. Rueda con una velocidad imparable. Pero podría repetirse a sí mismo la muy conocida frase: "Je ne saispas oùje vais, maisj'y vais résolument" ("No sé a dónde voy, pero voy allí con resolución"). Lenin siente una devoción hacia la causa revolucionaria que impregna todo su ser. Pero, para él, la revolución está encarnada en su persona. Lenin posee una mente unilineal. Es un hombre de una voluntad que apunta en una sola dirección, y por consiguiente, un hombre con una sensibilidad moral atrofiada (NZh 9 de julio de 1917; Figes, 2010: 440).

+ 18 de octubre de 1917

Todos los instintos tenebrosos de la muchedumbre irritada por la desintegración de la vida y por las mentiras y la suciedad de la política se inflamarán y arrojarán su humo, envenenándonos con la cólera, el odio y la venganza; la gente se matará entre sí, incapaz de suprimir su propia estupidez animal. Una multitud desorganizada, que apenas comprende lo que quiere, se arrastrará por la calle, y, utilizando esta muchedumbre como tapadera, los aventureros, los ladrones y los asesinos profesionales comenzarán a "crear la historia de la Revolución rusa" (NZh 18 de octubre de 1917; Figes, 2010:550).

Continúa Figes:

El periódico de Gorki, Novaya Zhizn, era el portavoz más importante y claro de esta oposición durante el otoño e invierno [de 1917], y dice mucho de su habilidad como político el que no fuera presa de los censores bolcheviques, como la mayoría de la prensa de oposición. La propia columna de Gorki, Pensamientos inoportunos, con sus amargas denuncias de la "nueva autocracia", debió de haber desgastado peligrosamente la afición indulgente que Lenin sentía por el escritor. El propio Gorki expresó a menudo su sorpresa por el hecho de que el periódico no hubiera sido cerrado todavía. Advirtió en una fecha tan temprana como el 7 de noviembre de 1917: "Lenin y Trotsky no tienen la más ligera idea del significado de la libertad o de los derechos del hombre. Ya están envenenados con la sucia ponzoña del poder; así se manifiesta en su vergonzosa actitud hacia la libertad de expresión, la individual, y hacia todas las demás libertades civiles por las que combatió la democracia (NZh, 7 de noviembre 1917; Figes, 2010:556-557).

Enero 1918: Petrogrado se encontraba en estado de sitio el 5 de enero, el día de apertura de la Asamblea Constituyente. Los bolcheviques habían declarado la ley marcial, prohibido las reuniones públicas e inundado la ciudad con tropas, la mayoría de ellas concentradas en las cercanías del Palacio de Táuride24, donde tenía que reunirse la Asamblea. — Manifestaciones— Al menos diez personas resultaron muertas y varias decenas heridas.

Fue la primera vez que las tropas gubernamentales disparaban sobre una muchedumbre desarmada desde los días de Febrero. Las víctimas fueron enterradas el 9  de enero, el aniversario del Domingo sangriento25, cerca de las víctimas de esa matanza en el cementerio Preobrazhensky. Los paralelos históricos no pasaron desapercibidos. Varias delegaciones de obreros asistieron al funeral y una puso una corona con la inscripción: A LAS VÍCTIMAS DE LOS AUTÓCRATAS DEL SMOLNY26. Gorki, que había sido testigo de ambas matanzas, subrayó los paralelos en Novaua Zhizn. Fue el climax emocional de su amarga desilusión con la revolución: aquí Gorki hace una larga comparación entre lo que había pasado en 1905 y lo que pasaba ahora, y termina su exposición diciendo: "Yo pregunto a los comisarios del pueblo, entre los que debe de haber gente decente y sensible: ¿Comprendéis que [...] acabarán inevitablemente estrangulando a la democracia rusa y arruinando todas las conquistas de la revolución? ¿Comprenden esto? ¿O piensan, por el contrario, que o tenemos el poder, o todos y todo perecerá?" (NZh, 9 y 11 enero de 1918; Figes, 2010, pp. 570-571).

Enero 1918: "Muchas personas previeron que el terror de masas daría como resultado un holocausto social en el que no sólo la burguesía, sino también muchas personas corrientes serían destruidas. Citando las palabras del marino anarquista Zhelezniakov27, "por el bienestar del pueblo ruso incluso podía matarse a un millón de personas", Gorki advirtió a los lectores de Novaya Zhizn el 17 de enero: "Un millón de 'ciudadanos libres' ciertamente podrían ser asesinados en nuestro país. Incluso más podrían ser asesinados. ¿Por qué deberían ser asesinados? Hay mucha gente en Rusia y muchos asesinos. Pero cuando se intenta perseguirlos, el régimen de comisarios del pueblo encuentra algunos obstáculos misteriosos, como aparentemente sucedió en la investigación del estúpido asesinato de Shingarev y Kokoshkin28. Un exterminio total de aquellos que piensan de forma diferente es un método antiguo y probado por los gobiernos rusos, desde Iván el Terrible a Nicolás II. Así que ¿por qué debería Vladimir Lenin renunciar a un método tan sencillo?"29

En el mismo mes de enero de 1918, "en una reunión de agitadores del partido que se dirigían a provincias, Lenin explicó que el saqueo de la propiedad burguesa tenía que ser estimulado como una forma de justicia social a través de la venganza. Había que 'saquear a los saqueadores'. Bajo este lema, que los bolcheviques pronto convirtieron en propio, se produjo una orgía de robo y violencia en los meses siguientes. Gorki la describió, en su periódico, 16 de marzo, como un pogromo de masas: 'Sin duda la historia nos hablará de este proceso de auto-robo producido en Rusia con el mayor talento. Roban y venden iglesias y museos, venden cañones y fusiles, saquean almacenes del ejército, roban los palacios de los antiguos grandes duques; todo lo que puede ser saqueado es saqueado, todo lo que puede ser vendido es vendido; en Feodosia30 los soldados incluso trafican con la gente, traen mujeres turcas, armenias y kurdas desde el Cáucaso y las venden a veinticinco rublos la pieza. Esto es muy 'original', y podemos estar orgullosos: no se había producido nada semejante ni siquiera en la época de la Gran Revolución Francesa" (NZH 16 marzo 1918; Figes, 2010:582).

Febrero de 1918: "El pesimismo de Gorki era, por supuesto, el punto de vista de un hombre educado al que repelía la violencia en todas sus formas. Juzgaba la revolución, no por sí misma, sino por la manera en que encajaba con sus propios valores culturales e ideales morales. Esto lo dejó claro en un valiente y atrevido discurso, hasta ahora inédito, cuya finalidad era conmemorar el primer aniversario de la Revolución de Febrero: 'Una revolución es solo una revolución cuando surge como expresión natural y poderosa de la fuerza creativa del pueblo. No obstante, si la revolución es simplemente una liberación de los instintos del pueblo acumulados por la esclavitud y la opresión, entonces no es una revolución, sino simplemente un tumulto de malicia y odio; es incapaz de cambiar nuestras vidas y sólo puede conducir a la amargura y al mal. ¿Podemos realmente decir que un año después de la Revolución rusa, el pueblo, tras haberse liberado de la violencia y de la opresión del viejo Estado policial, se ha vuelto mejor, más amable, más inteligente y más honrado? No, nadie podría decirlo. Todavía seguimos viviendo como vivíamos bajo la monarquía, con las mismas costumbres, los mismos prejuicios, la misma estupidez y la misma sociedad. La avaricia y la maldad que nos inculcó el antiguo régimen siguen estando dentro de nosotros. La gente sigue robando y engañándose, como siempre ha robado y engañado. Los nuevos burócratas aceptan sobornos igual que los antiguos, y tratan a la gente con una grosería y un desprecio incluso mayores. El pueblo ruso, tras haber ganado su libertad, es, en su estado actual, incapaz de usarla para su propio bien; sólo lo hace para dañarse y para causar daño a otros, y corre el riesgo de perder todo aquello por lo que ha luchado durante siglos. Está destruyendo todos los grandes logros de sus antepasados; gradualmente la riqueza nacional, la riqueza de la tierra, de la industria, del transporte, de las comunicaciones y de las poblaciones se están destruyendo hasta convertirse en mugre (Figes, 2010:451).

Gorki adoptó la causa de la intelliguentsia que se moría de hambre. Publicó su súplica desesperada en sus editoriales de Novaya Zhizn. Gorki apeló a los dirigentes bolcheviques suplicando que entregaran raciones especiales, un piso mejor y cubrieran otras necesidades de estos genios que se morían de hambre. Lenin aceptó la mayoría de sus peticiones: siempre había tenido una especial afición por Gorki y, quizás aún más importante, era muy consciente de su influencia en el extranjero. Gorki utilizó esto para salvar como pudo a buena parte de la antigua cultura rusa: se convirtió en un cuidador por iniciativa propia. La amenaza contra la cultura que planteaba la revolución había sido uno de los temas constantes de Gorki. La mañana en que los bolcheviques se hicieron con el poder, el titular de su columna de Novaya Zhizn decía: ¡LA CULTURA ESTÁ EN PELIGRO! Creó un refugio para escritores en la antigua casa de Yelisee, un comerciante acaudalado, en una esquina entre la perspectiva Nevsky y la Bolshaia Morskaya. Más tarde creó también una casa de artistas. También fundó su propia editorial, Literatura Mundial, para publicar ediciones baratas y masivas de los clásicos. Sus oficinas proporcionaron empleo a centenares de escritores, periodistas, académicos, músicos y artistas como traductores y editores que de otra manera habrían quedado abandonados a su propio arbitrio. Gorki lo consideraba menos como un negocio que como una institución benéfica. Y, ciertamente, muchos de los nombres más importantes de la literatura del siglo XX debieron su supervivencia durante estos hambrientos años en buena medida al patronazgo de Gorki.

Gorki convirtió su enorme piso de la perspectiva Kronversky en refugio para indigentes y víctimas perseguidas de la guerra civil. No pasó mucho tiempo antes de que corriera el rumor de que Gorki podía ayudar a todos, y se vio asediado por cartas de súplica"31.

"El último de los periódicos de la oposición fue cerrado. Incluso la Novaya Zhizn de Gorki fue cerrada el 16 de julio: "Nos dirigimos hacia una guerra civil global -escribió un desalentado Gorki a Ekaterina32-, y parece que la guerra será salvaje... Oh, ¡qué difícil es vivir en Rusia! Somos todos tan estúpidos, tan fantásticamente estúpidos"33.

Quiero mencionar todavía dos ejemplos de los grandes esfuerzos que hizo Gorki para ayudar a colegas escritores. En 1921 Maxim Gorki pidió a las autoridades soviéticas ayuda para el poeta Alexandr Blok, concretamente un permiso para que pudiese viajar a Finlandia para curarse, y clemencia para el poeta Nikolay Gumiliov, que, según él, había sido acusado sin fundamento de haber participado en actos contrarrevolucionarios realizados por oficiales blancos.

Gorki mandó varias veces telegramas a Lenin y al ministro de educación Lunacharski: "¡Salvenlo! Blok padece de escorbuto y de agotamiento nervioso. Dejen que se vaya a Finlandia a curarse. ¡Aquí va a morir!" No se le hizo caso y Blok murió el 7 de agosto en Petrogrado. Vitali Chentalinski, quien reproduce el telegrama en su impactante obra De los archivos literarios del KGB, comenta: "En realidad, fue empujado a morir. Era casi un asesinato" (Chentalinski, 1994:411).

Cuando Gorki se enteró del arresto de Gumiliov, viajó a toda prisa a Moscú y consiguió del mismo Lenin una orden de liberación del poeta, pero cuando volvió a Petrogrado recibió la noticia de que Nikolai ya había sido fusilado. Murió el 25 de agosto.

Chentalinski anotó en su impresionante obra: "Agosto de 1921 es una fecha negra en nuestra literatura. La muerte de esos dos poetas, de los mejores de Rusia, abre el horrible martirologio, la lista infinita de escritores aniquilados por el poder soviético" (Chentalinski, 1994:411).

En octubre de 1921 Gorki abandonó Rusia, amargado y enfermo.

 

4. Poemas

Si el siglo XIX, en especial en su segunda mitad, ha llegado a ser considerado en la historia rusa como la época de los grandes novelistas, la primera mitad del siglo XX lo fue de los poetas. En la primera década está en boga todavía el llamado simbolismo, que en Rusia fue introducido a comienzos de la última década del siglo XIX y formulado por medio de un manifiesto escrito por Dmitri Merezhkovski, conocido por sus novelas históricas, titulado "Sobre las causas de la decadencia y nuevas tendencias en la literatura rusa moderna". Este autor declaró que el objeto de la nueva poesía se encuentra en otro mundo -el de lo sagrado- y que sus contenidos, que versan sobre la relación del ser con lo trascendente, precisa de una arquitectura especial de la palabra: el símbolo, por sí solo, de profundizar y ampliar la impresión mística, que con tanto denuedo busca la nueva generación de poetas. En 1903 los poetas simbolistas se agruparon en San Petersburgo alrededor de la revista Nuevo Camino, especialmente para rescatar para la poesía la emoción mística de la vieja religión ortodoxa (Llanos, 1997:1195-1196). Sus más importantes representantes llegaron a ser Zinaida Gippius (1869-1945), la esposa de Merezhkovski, Valeri Briúshov (1873-1924), Konstantin Balmont (1867-1942), Andréi Bely (1880-1934) y Aleksandr Blok (1880-1921) (Llanos, 1997:1194-1220).

El hecho mismo de que los simbolistas buscaran un refugio en un mundo trascendental demuestra que no se sentían ya cómodos en el mundo real de su tiempo, que consideraban como decadente, y que anhelaban un mundo nuevo, sobre cuyas características, sin embargo, no lograron encontraron ideas claras compartidas. Pero que este mundo nuevo sólo podría crearse a base de convulsiones, sacrificios y situaciones dolorosas fue presentido y expresado por Aleksandr Blok en un poema que escribió en el umbral del siglo XX, el 23 de febrero de 1899:

Gamaiún, ave profética34

Sobre el espejo de las aguas infinitas,
envuelta en el rojo del ocaso,
ella es profética y canta,
sin fuerza para alzar sus alas turbadas.
Profetiza el yugo de los temibles tártaros,
profetiza ejecuciones sangrientas,
el temblor de la tierra, el hambre y el incendio,
el poder de los malvados, la muerte de los justos .
Envuelto en el terror ancestral,
su bellísimo rostro arde de amor,
mas con la verdad de las cosas
resuenan los labios, cerrados por la sangre 35.

En 1911, los poetas Nikolai Gumiliov (1886-1921) y Seguéi Gorodetski (1887-1967) se distanciaron del simbolismo y retornaron, por así decirlo, a la realidad concreta de la vida diaria. Llamaron a su movimiento 'acmeísmo', de la palabra griega acme, que significa: cima, período de vigor máximo en la vida de un individuo, raza o especie; período adulto. Rechazaron al mundo soñado de los simbolistas y pisaron tierra en el mundo real. Se fundó el Taller de los poetas, en el que se debía construir una nueva poesía y al que se sumaron Anna Ajmátova, la esposa de Gumiliov, Osip Mandelstam y Marina Tsvetáieva, para mencionar solamente a los que llegarían a ser los más grandes poetas de la Rusia del sigo XX. Se comprometieron a dar énfasis en sus poemas al valor intrínseco de cada ser humano, a la obligación de no hacer daño a nadie en el mundo y a la necesidad de hacerse solidarios con los que más sufren en él.

En la misma época en que se originó el acmeísmo nace también el llamado futurismo ruso, alrededor de la curiosa figura de Velimir Jlebnikov (1885-1922), quien por un lado rompe en sus poesías con todas las reglas tradicionales del lenguaje y de la composición poética, y por otro lado, se basa en la doctrina idealista del filósofo decimonónico Nikoláli Fiódorov, que predicaba sobre la misión providencial de Rusia de unificar Occidente y Oriente, creando una verdadera Eurasia: "vivir no para sí mismo y no para los demás, sino junto a todos y para todos"(cit. en Llanos, 1997:1243). Los futuristas veían la absoluta necesidad de romper con el pasado para crear un futuro mejor.

Arrojemos por la borda de la contemporaneidad todo lo viejo — Pushkin, Dostoievski, Tolstoy, etc.

Lavaos las manos que han estado en contacto con todo el fango viscoso de los libros escritos por todos esos innombrables Andréiev, Gorki, Blok, Bunin, etc.36

El protagonista por excelencia de este futurismo llegó a ser Vladimir Maiakovsky (1893-1930). En la línea del futurismo, pero de una manera muy original e independiente, se encontraba Nikolái Kliúyev (1884-1937), de quien dijo Bely: "El corazón de Kliúev reúne la verdad de un pastor y la sabiduría de un mago, fusiona a Occidente y Oriente" (cit. en Llanos, 1997:1251-1252). Boris Pasternak siguió en una primera etapa de su vida de poeta al simbolismo, pasó luego al futurismo y se convirtió en un gran admirador de Vladimir Maiakovski. Sin embargo, se distanció de él y buscó su propio camino. Debo mencionar aquí también al poeta campesino Serguéi Yesenin (1895-1925)37, que llamó a su poesía 'imaginismo'y soñó con una Rusia que no fue dominada por San Petersburgo y Moscú, sino que por fin reconociera el valor grande y profundo del mundo rural. Finalmente, después de la revolución aparecieron los primeros poetas obreros, como Vladimir Kirilov y Mikhail Gerasimov.

Al investigar la relación de los escritores de novelas, poesías, diarios y memorias con la Revolución de 1917 me llegó a llamar grandemente la atención cómo todos ellos se conocían, se apreciaban, se solidarizaban entre ellos y se protegían y defendían mutuamente dentro de las circunstancias dramáticas del tiempo y el mundo en que vivían. Tanto en San Petersburgo (Petrogrado/Leningrado) como en Moscú se encontraban con frecuencia en los clubes de literatura, se visitaban y se desarrollaba una constante correspondencia entre ellos.38 Sus tomas de postura y sus reacciones acerca de la revolución sólo en parte fueron inspiradas por su pertenencia a una determinada corriente literaria, y más bien se debieron principalmente a sus experiencias y vivencias personales dentro del contexto global de la época y del momento. Todos, de alguna u otra manera, soñaban con una nueva Rusia y estaban convencidos de que para su creación algo debería 'revolucionarse', pero con respecto al cómo no hubo consenso, a no ser en que en la gran mayoría de ellos había la convicción y la esperanza de que el cambio y la revolución se realizase de forma pacífica y que ante todo se respetase y protegiese la vida y la dignidad humanas y los grandes valores de la existencia humana, individual y colectiva. Por eso, hay que resaltar, al evaluar la relación entre revolución y literatura, que se debe distinguir claramente entre el concepto de revolución y la práctica revolucionaria por la que optaron los bolcheviques que tomaron el poder en octubre de 1917.

4.1. Los desilusionados

Zinaida Gippius (1869-1945) rechazaba enérgicamente la autocracia zarista y la hegemonía de la aristocracia rusa, que perpetuaban la existencia de una sociedad altamente estratificada en la que las grandes clases sociales inferiores eran mantenidas en la miseria, y se perseguía constantemente a ciertas minorías, en especial las minorías religiosas. Después de la Revolución de 1905, Zinaida esperaba encontrar en el movimiento revolucionario el establecimiento de una libertad real y verdaderamente universal, y la igualdad entre todos los integrantes de la mancomunidad rusa, de la Santa Rusia. En 1917 puso todavía su esperanza en la Asamblea Constituyente que se había convocado después de la Revolución de Febrero y la abdicación del zar Nicolás II. Esta esperanza suya colapsó totalmente.

¿Qué culpa tenemos nosotros?
El sueño remoto de nuestros abuelos,
nuestra esperanza y nuestro lamento apasionado,
nuestra oración, apenas nos atrevíamos a expresar.

Nuestra Asamblea Constituyente
desmembrada,
desconstituida,
desbandada.

12 de noviembre 1917.

Las calles están resbaladizas y sucias.
¡Desgracia!
La vida se ha vuelto tan vergonzosa,
tan increíble en estos días.
Todos yacemos encadenados, salpicados en cada calle.
Nuestras frentes están cubiertas
con los escupitajos de los marineros.

Todos nuestros guardias y guerreros
se han retirado.
Sólo hay los conformistas
con sus comités.

Somos todos un atado de malditos sin hogar,
completamente naufragados.
Los bolcheviques arrancan los rieles
con manos ennegrecidas (cit. en Dralyuk, 2016:21).

En 1919, completamente desilusionados, Zinaida y su esposo abandonaron Rusia y, después de una breve estadía en Polonia, se establecieron en París, donde vivieron hasta su muerte.

Iván Bunin, aunque crítico con respecto a la política autoritaria del zar Nicolás II, era un conservador empedernido y fiel miembro de la Iglesia ortodoxa. Rusia, la vieja y santa Rusia, era su patria. Experimentó la Revolución de 1917 como una traición de lesa patria, y ya no le fue posible seguir viviendo en ella. Se convirtió en un apátrida. En marzo de 1919 abandonó Moscú junto con su esposa y se estableció en Odessa, desde donde esperó poder salir de Rusia. En enero de 1920 lograron huir a Estambul y desde allí fueron a Francia, estableciéndose en París. Fue el primer autor ruso que recibió el premio Nobel de Literatura, a saber, en 1933. Poco antes de salir su patria compuso estos versos:

Un pájaro tiene su nido, una fiera su madriguera39
Joven era, amargado y perdido,

cuando abandoné la casa paterna,
y lleno de tristeza dejé el lugar donde nací.

Una fiera tiene su madriguera, un pájaro su nido.
cuán triste late mi corazón,
ahora que, con una oración,
y con el pobre hato que me queda,
tengo que entrar en la casa de un extraño (Bunin, 2002:1618).

Unos días después de la Revolución de Octubre, teniendo entonces dieciocho años de edad, Vladimir Nabokov escribió un breve poema para expresar los sentimientos que tenía en aquel momento dramático

Todo es triste.
Los pavimentos están rojos de sangre.
Hombres tristes y andrajosos salen insolentes,
arrastrándose de sus cuevas.
Lanzan alaridos en las esquinas de las calles,
y sus endebles delirios me aterrorizan.
Sus toscas manos llevan la marca negra de la esclavitud.
Lo que necesitan es la aniquilación
de sus pasiones, ansias, hermosura.
'Libertad' es su pretexto,
con todo, ¿qué es más libre que un sueño?40

Una de las personas más sufridas de aquellos días y de los años posteriores fue sin duda Marina Tsvietáieva (1892.1941). Su joven esposo, Serguéi Efron, participó en la defensa del Kremlin contra los bolcheviques. Cuando éstos lograron tomar el poder, huyeron ambos al sur de Rusia, dejando a sus dos hijas en la casa de las hermanas de Serguéi. Él se incorporó al ejército de los Blancos y ella volvió a Moscú. Vivía allí en la más grande miseria y puso a sus hijas, Ariadna e Irina, en un orfanato. Irina murió en él en 1920, teniendo apenas tres años de edad. Cuando los ejércitos blancos perdieron la guerra civil que se había desatado después de la Revolución de Octubre, Serguéi logró huir a Turquía. En la primavera de 1922 Marina abandonó la Unión Soviética con su hija Ariadna para juntarse con su marido. Vivieron tres años en Praga y después en París.

Marina experimentó la revolución como una terrible y destructora embriaguez. Estando en Crimea escribió:

Noche. Ventarrón del Nordeste.
Vocerío de soldados. Ruido de las olas.

Bodegas de vino saqueadas.
Bajando de cada calle, de cada acequia,
un flujo, un precioso flujo,
y en él baila la luna que tiene color de sangre.

Los gruesos álamos deslumbrados.
Pájaros cantan como dementes
a lo largo de la noche, una noche negra.

Cuarteles y puerto, ¡beban!, ¡beban!,
El mundo y su vino es nuestro.
La ciudad patalea como un toro,
los turbios lodazales sonríen.

La luna está envuelta en una nube de vino41.

4.2. Los escépticos e inseguros

La manera en que los bolcheviques llevaron a cabo la revolución en los días de octubre de 1917 y en los meses que siguieron causó mucho escepticismo en la mayoría de los escritores. Lo que pasaba no fue lo que habían esperado, y apoyado acerca de una revolución. La radicalidad con que se perpetró el cambio hirió sus posturas moderadas y pacíficas. El famoso periodista ruso Iliá Ehrenburg lo expresó en relación a la experiencia de la revolución que había tenido el gran escritor simbolista Konstantín Balmont:

Entre 1917 y 1918 me lo encontré varias veces en Moscú. Balmont seguía fiel a sí mismo. La revolución le irritaba por su obstinación: no quería que la historia se inmiscuyera en su vida privada. Le ocurría que se enamoraba apasionadamente de una mujer y después se entibiaba: escribió sobre ella en sus versos. Pensaba que podía abandonar su época con la misma facilidad: "Este verano he dejado de amar a Rusia" (Ehrenburg, 2014:138).

El mismo Balmont había expresado ya en 1916 sus sombríos pensamientos en un poema titulado "En los oscuros días de Boris Godunov"42, volviendo su mirada hacia los días de fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII en que el usurpador Boris Godunov hizo temblar a Rusia al adueñarse del poder. Balmont hizo esa retrospección para interpretar la actualidad y al mismo tiempo prevenir, en una visión apocalíptica, sobre lo que podría pasar o ya estaba pasando esos días.

En las calles, seres esqueléticos
pacen ávidamente la magra hierba,

brutos y desnudos -como un tropel de bestias,
y los sueños se transformaron en realidad.

Pesados por sus cargas, los ataúdes
daban a los vivos un alimento fétido e infernal.
¡Entre los dientes de los muertos se encontraba heno!,
y toda la casa empezaba a moverse lúgubremente.

Las tempestades y sus torbellinos abatían las torres,
y los cielos, despojados de sus grandes nubes
se transparentaban por una luz roja
y por batallas entre guerreros sobrenaturales.

Aves nunca vistas surcaban el cielo,
y las águilas volaban sobre Moscú.
La Muerte y el Odio rondaban entre los hombres,
y la Tierra se estremecía a la vista de un cometa (Balmont, 1916:91-93).

Además, y esto tal vez haya sido lo peor y lo más dramático, los actos violentos y sangrientos, los saqueos y las persecuciones, encarcelamientos y asesinatos de los que defendían todavía el antiguo régimen o los valores humanos y culturales de la vieja Rusia, les causaron temor e inseguridad. Temor ante todo por la propia existencia y por la subsistencia, temor por su propia suerte y de las personas con quienes habían forjado lazos de amistad y de solidaridad, temor también por la posible pérdida de la libertad de expresión, del cultivo de la palabra poética con creatividad y autenticidad.

Y sin embargo, se quedaron en su país, con todo el riesgo de ser obligados a amoldarse a una nueva sociedad y sin saber qué papel cumplirían en ella. Se quedaron por amor patrio, por su identificación y compromiso con el pueblo, y por hacer escuchar su voz de esperanza. Así lo manifestó Anna Ajmátova en un poema que escribió en noviembre de 1917:

Cuando en melancólico deseo de suicidio
el pueblo anhelaba la llegada del prusiano43,
y cuando el severo espíritu de Bizancio
terminó por desprenderse de la Iglesia de Rusia,
escuché una voz consoladora
que decía: "Vente conmigo,
deja ese confín lejano y pecador,
deja Rusia para siempre.

Yo lavaré la sangre de tus manos
y purgaré la negra pena que aflige tu alma
y daré un nombre nuevo
al dolor de la derrota, a todas las ofensas".
Pero firme, impertérrita, serena,
cubrí mis oídos con las manos
para que esas palabras indignas
no osaran profanar mi espíritu afligido (Ajmátova, 2000:76).

Pronto muchos se encontraron en una situación de pobreza, de inactividad y desempleo. Pero no se rindieron, más bien se acercaron aún más los unos a los otros. Escribió Ajmátova:

Pensábamos: somos tan pobres, no
tenemos nada,
pero al ir perdiendo una cosa tras otra,
de modo que cada día se transformaba en Día de los Difuntos,
empezamos a componer canciones
a la gran generosidad de Dios
y sobre nuestra antigua riqueza44.

Anna Ajmátova escribió en una de las páginas de su diario que "Mandelstam recibió la revolución ya formado del todo y siendo, aunque en un círculo estrecho, un poeta famoso. Fue uno de los primeros que comenzó a escribir versos sobre temas cívicos. Para él la revolución fue un grandioso acontecimiento, y no es casual que la palabra pueblo figure en su poesía" (Ajmátova, 2000:128). Sin embargo, muy pronto Osip perdió su entusiasmo y se enfrió su fe en la revolución.

No buscaba en los instantes florecientes,
tus labios, Casandra45, tus ojos, Casandra,
pero en diciembre de vigilia solemne,
nos atormentan los recuerdos.

Y en diciembre del decimoséptimo año,
todo lo perdimos, amando.
Unos fueron robados por voluntad del pueblo,
otros, se robaron a sí mismos ...

Alguna vez, en la capital inquieta,
durante la fiesta escítica en la orilla del Neva,
al compás de los sonidos del baile abominable,
el pañuelo de la hermosa cabeza, arrancarán.

Pero si esta es la vida -necesita desvarío,
y el bosque maderable- grandes casas.
Te amé, victoria manca,
y también el invierno apestado.

En la plaza entre autos blindados
veo una persona ahuyentando
a lobos con carbones ardientes:
la libertad, la igualdad, la ley.

No resisto más, Casandra,
enferma y silenciosa.
¿Para qué brillaba el sol de Aleksandr,
el sol que hace cientos de años alumbró para todos?46

Con todo, Mandelstam no se dejó abatir por los acontecimientos y exhortó a sus compatriotas a unir sus fuerzas para dar un buen rumbo a la nave de la patria.

Intentémoslo pues: enorme, desmañado,
chirriante es el viraje del timón.
La tierra está flotando. Tened valor, hermanos.
Partiendo el mar como con un arado,
vamos a recordar en el Leteo47 frío
que el precio de la tierra fue diez cielos48.

Boris Pasternak se sintió muy incómodo con la revolución; es más, obstinado en su convicción de que, para poder escribir sus poemas, era absolutamente indispensable tener la plena libertad de expresarse, temía la persecución y que le quitasen la palabra. En un breve poema, titulado Hamlet, se coloca en el pellejo del príncipe danés y se presenta ante el público que no solamente observa el drama que se desarrolla, sino participa también en él.

Los murmullos se apagan.
Salgo a escena. Apoyado en el quicio de la puerta,
logro atrapar, en el lejano eco,
las cosas que suceden en mi tiempo.

En mí está la penumbra de las sombras
que vierten, apuntados, mil prismáticos.

Así, él mismo es espectador: quiere mantenerse al margen de los acontecimientos, pero al mismo tiempo quiere saber adónde le llevarán. Observa y parece esperar un mensaje del pasado, como Hamlet, que escucha el espíritu de su padre y quiere saber lo que se debe hacer para vengarse del que lo asesinó. Pero teme tener que actuar y en consecuencia sufrir.

Abba, Padre, si acaso está en tus manos,
aparta de mis labios esta copa.

Siente que le están observando, como Hamlet era observado y controlado en su Dinamarca natal. Quiere hacer la voluntad del padre, pero teme que el drama que se aproxima sea demasiado grande. Quiere mantenerse al margen y pide a Dios que le permita hacerlo.

Amo el propósito en el que te empeñas
y acepto este papel de buena gana.
Sin embargo, hoy se presenta un drama
distinto ... Esta vez dame tu venia.

Mas en la obra está previsto todo,
y llegará el final. Me encuentro solo.
Todo se ahoga en gran hipocresía.
No es cosa fácil el vivir la vida (Mandelstam, 2000:219).

4.3. Los compañeros de ruta

En el primer capítulo de su extensa obra Literatura y revolución, titulado "La literatura ajena a Octubre", León Trotsky rechaza con ahínco al conjunto de poetas que he presentado en las páginas anteriores, por no haber podido identificarse y comprometerse con la Revolución de Octubre. Argumentaba que seguía perteneciendo a la antigua burguesía y a una intelliguentsia fracasada: "Vino Octubre, jalón histórico que trasciende por mucho la historia de la intelliguentsia, pero que al mismo tiempo señala, de paso, el irreversible fracaso de esta" (Trotsky, 2015:225). Sin embargo, Trotsky reconoció en algunos poetas un cierto acercamiento a la revolución, aunque no hubiesen desarrollado aún una verdadera literatura revolucionaria. Para que nazca y se desarrolle tal literatura debe consolidarse todavía con mayor fuerza el nuevo régimen, que además debe dar claras orientaciones acerca de cómo debe ser esa literatura. A los poetas que merecieron su aprecio y cierta simpatía, Trotsky los llamaba "compañeros de ruta"49.

El simbolista Aleksandr Blok (1880-1921) se hizo famoso por un largo poema titulado Los doce, que escribió en el año 1918. Blok, que colocó su poema en la atmósfera oscura y fría de San Petersburgo, consideró la Revolución de 1917 como un huracán, una tormenta:

Noche negra.
Nieve blanca.
¡La tormenta en la tierra entera!
El viento fustiga,
fustiga la helada.
¡Oh, enloquece el huracán,
el hura-huracán!

En esta tempestad caminan doce camaradas, doce posibles revolucionarios:

El viento ronda, vuela la nieve,
imperturbables marchan los doce.
¡Marchad al paso revolucionario!
¡Marcad el paso revolucionario,
que no dormita el adversario!
Más y más deprisa van por el camino.
Con el fusil al hombro
se alejan los doce hacia la guerra.

Y con desdén y antipatía observan a ciertas personas que encuentran a su paso.

La vieja, como una gallina,
escarba en la nieve profunda

- Oh bendita Virgencita,
los bolcheviques me llevan a la tumba

El viento muerde
No para el viento¡
En la encrucijada un burgués
mete la nariz en el cuello del abrigo

- "¿Quién es? Pelos largos
y a media voz dice:
"¡Rusia muere!
¡Renegados!".

Debe ser, sin duda, un escritor,
un literato..."

"Junto a la pared, con sus ropas largas, un pope.
¿Recuerdas que antaño
brillaba en tu tripa,
al pueblo cegando,
de oro un crucifijo?"

Pero ven también a los pobres, los harapientos, a quienes invitan a acompañarlos. "Un vagabundo en la tempestad. '¡Oh, pobrecillo, ven aquí...! ¡Abracémonos!'"

Los camaradas se lanzan con furia contra el pasado, sienten la imperiosa necesidad de anatematizarlo, de maldecirlo, de romper radicalmente con él:

La ira, la ira fiera
hierve en el pecho...
La ira santa, la ira negra...
¡Camarada, no seas cobarde!
¡Contra Rusia apunta el fusil!
¡Contra la Santa Rusia,
contra su podredumbre,
contra su tripa oronda!

Para que rabie el burgués
quemaremos todo el país,
¡ensangrentada la tierra entera!

Y van en busca de la libertad: "!Libertad, libertad!", y una vez más gritan con toda su fuerza: "¡Libertad, libertad!" Pero, "¡Ay, sin cruz!", y también esto lo repiten constantemente: "¡Ay, sin cruz!" Sin sufrimiento, sin las humillaciones, las persecuciones, las explotaciones que han debido experimentar en el pasado.

Estos doce camaradas, representantes de un pueblo oprimido, son portavoces de un nuevo Evangelio, de una buena nueva para una Rusia nueva. Y por eso Blok al final de su poema los convierte en doce apóstoles guiados por Jesús:

Así avanzan solemnes por la noche,
delante la bandera ensangrentada,
caminando a paso leve
en el vórtice de nieve.

Y coronado de rosas blancas,
en aureola perlada,

en cabeza marchas tú,
sin ser visto, Jesucristo (Blok, 1999:17-31)

El georgiano Vladimir Maiakovski sigue siendo considerado uno de los más grandes poetas rusos del siglo XX. De joven se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, se entusiasmó con el futurismo y se convirtió en el más importante protagonista de este movimiento literario. Después de la Revolución de Octubre decidió apoyar la política cultural del régimen bolchevique y se hizo propagandista de ella, viajando por todo el país y participando con frecuencia en coloquios en diferentes partes de Europa. Creía firmemente en la necesidad de la creación de un hombre nuevo y se presentaba en sus poemas y alocuciones como un obrero de la mente humana.

El poeta es un obrero

Se le ladra al poeta:
"¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué, versos?
¿Esas pamplinas?
¡Y cuando llaman al trabajo, te haces del sordo!"
Sin embargo
es posible que nadie
ponga tanto ahínco en la tarea
como nosotros.
Yo mismo soy una fábrica.
Y si bien me faltan chimeneas, esto quiere decir
que más coraje me cuesta serlo.
Sé muy bien
que no gustáis de frases vacías.
Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.
Pero nosotros
qué somos sino ebanistas
que trabajan el leño de la cabeza humana.
Por supuesto
que pescar es cosa respetable.
Echar las redes.
¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión!
Pero el trabajo del poeta es más beneficioso:
la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.
Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos,
donde se forma el hierro chisporroteante.
¿Pero quién
se atrevería a llamarnos holgazanes?
Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua.
¿Quién es más aquí?
¿El poeta o el técnico?
Los dos50.

Maiakovsky llamó a destruir los bienes culturales del pasado, a lo que Alexandr Blok reaccionó de la siguiente manera en una carta dirigida a él:

¡No es así, tovarish!

No menos que usted, odio el Palacio de Invierno y los museos. Pero la destrucción es tan antigua que la construcción, e igual de tradicional. Destruyendo lo que odiamos, nos entristecemos y bostezamos como cuando observábamos la construcción. El diente de la historia es mucho más venenoso de lo que usted cree, la maldición del tiempo es inevitable. El grito -todavía es un grito de dolor, y no de alegría. Destruyendo, seguimos siendo los esclavos del viejo mundo: quebrantar las tradiciones -es una tradición. Pero sobre nosotros hay una maldición mayor: no podemos dormir, no podemos comer.

Unos construirán, otros destruirán, cada cual tendrá "su tiempo bajo el sol", pero todos serán esclavos mientras no aparezca lo tercero, diferente en igual medida a la construcción y a la destrucción.

Carta escrita en San Petersburgo el 17 de diciembre de 191851.

En claro estilo literario futurista Maiakovsky compuso una pieza de teatro con motivo del primer aniversario de la Revolución de Octubre: Misterio-bufo. Una representación heroica, épica y satírica de nuestra era. Es la primera pieza de teatro soviético, la misma que hace de su autor el promotor de una nueva era:

Huyendo del diluvio, puros e impuros52 de los cuatro extremos de la tierra se refugian en el polo norte, la última extensión del mundo donde se puede escapar todavía de la sumersión. Allí, los puros, aprovechándose de la fuerza de trabajo de los impuros, construyen un arca para escaparse del diluvio y llegar al Ararat53. Una vez en el arca, los impuros se organizan para recuperan fuerzas. También los puros tienen hambre, pero son incapaces de conseguir alimento por sí mismos. Deciden entonces hacer uso de sus astucias para sujetar a los impuros y obligarles a entregarles los alimentos de que disponen: instauran la autocracia.

Pero el Negus54, que ha sido proclamado rey, en vez de compartir con los otros puros, como estaba acordado, devora todo lo que se le trae. Puros e impuros anulan la autocracia y echan al Negus del arca. Los puros, que siguen sufriendo el hambre, establecen el poder democrático, se autoproclaman ministros y hacen de los impuros ciudadanos inferiores de la nueva república. Organizan la requisa de las últimas reservas de alimentos, prometiendo una repartición de ellos en partes iguales, pero comen todo y reducen la ración que deben recibir los impuros. De rabia, éstos se rebelan, declaran la revolución y echan a los puros al mar. Los impuros, atenaceados por el frío, el hambre y la fatiga, se encuentran desamparados. Pero encuentran nuevamente el coraje y la fe en el futuro gracias a la aparición sobrenatural de un hombre que anuncia la Tierra Prometida para los trabajadores. Les hace saber que el arca va a sucumbir y que en vano esperan poder llegar al Ararat. Les exhorta a tratar de llegar al paraíso terrestre. Exaltados, los impuros abandonan el arca escalando el mástil para atravesar las nubes. Llegan al infierno, el reino del hambre. Los diablos tratan de causarles miedo, pero finalmente son ellos quienes son espantados por el horror que provoca en ellos el relato sobre la vida en la tierra. Los impuros destruyen el infierno y se dirigen al paraíso celestial, donde les espera una comida de nubes preparada en su honor. Pero allí también se desilusionan y quedan insatisfechos, y se rebelan contra el paraíso devastándolo. Aparece Dios, que quiere defender a los santos, pero, despechado, se encuentra sin sus destellos. Los impuros se los ha quitado y se elevan aun más alto en las nubes. Llegan al País de los Residuos. Finalmente llegan a la Tierra Prometida que no es otra que la tierra transformada (en Gaudemer,2000: 8-9).

El hombre sobrenatural que promete en esta pieza teatral la Tierra Prometida es un nuevo Mesías, que dice en el segundo acto:

No les hablaré del cielo de Cristo, donde ayunadores sorben té sin azúcar. Les hablaré de un verdadero paraíso terrenal. Considerad qué valor tienen los valles bienaventurados de Cristo, o los cielos de los evangelistas llenos de hambre y tristeza. En mi cielo, aparejos llenan salones suntuosos, y electricidad que te servirá en habitaciones elegantes (Maiakovsky, 1995: 88).

No es sorprendente que el gran director de teatro soviético Vsevolod Meyerhold, para el estreno de Misterio-Bufo, pidiera a Maiakovsky representar el papel del Mesías. Y éste ¡lo aceptó gustosamente!

Serguéi Yesenin fue sin duda uno de los poetas más curiosos entre los compañeros de ruta. Nació el 21 de septiembre de 1895 en Konstantinov, una aldea a orillas del río Oká, a unos doscientos kilómetros al sureste de Moscú, en una familia de campesinos. Ya a temprana edad sintió vocación para ser poeta y a sus dieciocho años se trasladó a San Petersburgo y se presentó en los círculos literarios de la capital de Rusia. Pronto se hizo querer y hasta mimar por los escritores en sus salones: admiraban su audacia y franqueza para presentar en sus poemas la vida rural de su querida tierra natal. De hecho, la vida y cultura urbanas de San Petersburgo le hicieron daño, sin que se diese cuenta de esto. Dijo años más tarde Trotsky de él: "El trasfondo campesino era sólido en él. Pero es esta fortaleza de su trasfondo campesino la que ha provocado la debilidad personal de Yesenin: fue arrancado de raíz de su pasado, pero esta raíz no pudo prender en el nuevo campo. La ciudad no lo fortaleció, sino que lo quebrantó y lo hirió" (Trotsky, 2015:774)55.

Cuando estalló la revolución, Serguéi la apoyó, aunque no perteneció al partido bolchevique: "Yo estaba al lado de la Revolución de Octubre, compañero de ruta de los impetuosos, pero la he interpretado a mi manera, dándole un color campesino"56.

En los días de la revolución Serguéi Yesenin escribió el siguiente pequeño poema:

¡Yo creo en la felicidad!
El sol no ha palidecido todavía.
Los rayos de la salida del sol,
como un libro de oraciones,
predicen la buena noticia. ¡Oh, sí!
¡Yo creo en la felicidad!

¡Repica, Rusia dorada, adelante,
sopla tu viento con fuerza!
Bendito es aquel que celebraba
la tristeza de tu pastor, la esperanza perdida.
¡Repica, Rusia dorada, con fuerza!

Amo los ríos salvajes e impetuosos,
el resplandor de las estrellas sobre el agua,
la bendita melancolía, la gracia que grita,
el pueblo que bendice y el rugido
de los ríos salvajes e impetuosos57.

Yesenin soñó siempre con una vida más feliz para el campo ruso, y esto no estaba del todo en concordancia con lo que los bolcheviques tenían en mente en aquellos días de la revolución. Por eso, para Trotsky, que tenía, sin duda, aprecio por él, era más que nada un compañero de ruta:

Yesenin no fue hostil a la revolución y en modo alguno ajeno a ella; al contrario, siempre tendió hacia ella, escribiendo en este tono en 1918: "Mi madre es la patria, soy bolchevique"... No, el poeta no era ajeno a la revolución, pero no era afín a ella. Esenin era íntimo, tierno, lírico, mientras que la revolución es pública, épica, catastrófica (Trotsky, 2015:774-775).

4.4. Los entusiastas

En el otoño de 1917 el nuevo régimen bolchevique creó el Comisariado Popular de Educación (Narkomprós), a cuya cabeza nombró a Anatoli Lunacharski (1875-1933). En este comisariado se creó un gran número de departamentos, entre ellos el Proletkult (Cultura proletaria). Esta institución, que pronto iba a tener dependencias o filiales en toda la nueva república, "aspiraba a modificar radicalmente las formas artísticas existentes mediante la creación de una nueva estética de la clase obrera revolucionaria"58. La Proletkult puede ser considerada como la cuna de lo que después se va a llamar el homo sovieticus. En ella entraron muchos autores de todas partes del país, tanto en las filiales locales como en la cúpula de Moscú. Dos de los que en los años siguientes a la revolución llegaron a destacarse como los primeros verdaderos poetas soviéticos fueron Vladimir Kirillov (1890-1937) y Mikhail Gerasimov (1889-1939).

Vladimir Kirillov (1890-1937) nació en el seno de una familia campesina, en la aldea de Kharino provincia de Smolensk, ubicada a orillas del río Dniéper, en la Rusia occidental. En octubre de 1918 fue elegido como miembro del comité central de Proletkult. En sus poemas revolucionarios, Kirillov manifestó reiteradamente su rechazo radical de los grandes monumentos de la cultura rusa y su afán de ayudar a crear una nueva cultura:

Nosotros
Estamos bajo el poder de una intoxicación turbulenta y apasionada.
Que griten: "Vosotros sois los ejecutores de la belleza".
En el nombre del Mañana queremos quemar a Rafael,
queremos destruir los museos, queremos patalear sobre las flores del arte.

Oh, poetas-estetas, maldecid al Gran Gamberro.
Besad los fragmentos del pasado debajo de nuestros talones.
Lavad las ruinas de los templos derribados con vuestras lágrimas.
Somos libres, somos bravos, respiramos una belleza diferente
(citado en Loewen, 2010:32).

Escuché esta canción
Escuché esta canción de cercanos y dichosos siglos
en las grandes ciudades de loco ajetreo y rostro encendido.

Escuché esta canción de felices días venideros
en el ruido fabril, el rumor de poleas y gritos de acero.

Vi forjar el acero de oro a mi camarada
y en ese instante adiviné los bellos rostros de Aurora cercana.

Supe que la sabiduría del mundo estaba concentrada en el martillo,
en la mano segura, tenaz y hábil de mi amigo.

Cuanto más fuerte el golpe del martillo forjando el metal,
tanto más brillará en las tinieblas la felicidad.

Van millones de voces en la canción que para mí suena,
millones de herreros audaces con ropa azul-marino de faena.

Reto altivo lanzado al amargo destino de esta canción,
poderosa llamada a la lucha, a la vida y al sol
(citado en Makarov, 1974: 56-57).

Mikhail Gerasimov (1889-1939) nació en la aldea de Petrovka de la provincia Samara, en la región del río Volga. Su padre era obrero ferroviario; su madre, campesina. A partir de sus nueve años de edad, Mikhail empezó a trabajar también en la empresa de ferrocarriles. Durante la Revolución de 1905 fue enrolado en un destacamento armado revolucionario de trabajadores ferroviarios. Empezó a dedicarse a la literatura alrededor de 1913. Después de la Revolución de Octubre llegó a ser cabeza del departamento de literatura del Proletkult de Moscú.

Tomaremos todo, conoceremos todo,
penetraremos en las profundidades hasta el fondo,
y ebria es el alma vernal,
como mayo, dorado con flores.

Nuestro orgullo no tiene límite,
nosotros somos Wagner, Leonardo, Tiziano.
Sobre el nuevo museo construiremos
una cúpula como la del Monte Blanco.

En los mármoles cristalinos de Angelo,
en todo el milagro del Parnaso,
¿no hay el canto del genio creativo
que como una corriente eléctrica vibra en nosotros?

Orquídeas fueron cultivadas,
ramilletes de flores fueron esparcidos.
¿Acaso no estábamos en Judea,
cuando Cristo enseñaba el amor?

Nosotros pusimos la piedra angular del Partenón,
y de las gigantescas pirámides.
De todas los esfinges, templos, partenones
nosotros cortamos el duro granito.

¿No fue para nosotros que en el monte Sinaí, en la zarza ardiente,
resplandecía la bandera roja, como el sol,
en medio de la tormenta y el fuego?

Tomaremos todo, conoceremos todo,
penetraremos en la turquesa de los cielos.
Dulce es beber en un día florido
de las lluvias vivificantes
(en Geldern y Stites, 1995:5-6)

4.5. Un solitario en medio de una lucha fratricida

En San Petersburgo, Máximo Gorki fue una de las pocas personas que durante el primer tiempo de la revolución tuvo el coraje y al mismo tiempo un profundo sentido de responsabilidad para proteger a sus colegas autores. Pero casi nadie sabía que en el otro extremo longitudinal de Rusia, en la península de Crimea, había también un autor, poeta y pintor, comparable con Gorki en cuanto a coraje y compromiso para con sus hermanos autores y otros, a saber: Maksimilián Voloshin Kirienko.

Voloshin no era marxista. Toda su vida se mantuvo tenazmente neutral, insistiendo en que los que querían participar en la vida de la comunidad de escritores que había fundado siguieran su ejemplo.

Estoy solo entre las llamas y el humo
en medio de dos bandos en combate fratricida
y con todas mis fuerzas
rezo por éstos y por aquellos
(citado en Chentalinski, 2006:295)

El escritor y periodista Emili Mindlin (1900-1980), durante un interrogatorio a que le sometieron en la tristemente famosa cárcel Lubianka de Moscú, en 1955, dio el siguiente testimonio sobre Voloshin: "Es bien conocido que Voloshin aplicó ese programa en su vida. En la época en que Crimea vivía bajo la ocupación del Ejército Rojo, Voloshin a veces escondía en su dacha a oficiales del Ejército Blanco. Durante la dominación del Ejército Blanco, muchos militantes de una organización clandestina comunista también encontraron refugio en su dacha. Así, la mayor influencia que Voloshin ejerció sobre mí fue sobre todo respecto al apolitismo" (citado en Chentalinski, 2006:296).

 

5. Dos narraciones

Para terminar este ensayo he escogido de entre las muchas narraciones que fueron escritas en los primeros años de la Revolución Rusa, dos que considero llamativas por los puntos de vista diferentes que los autores tenían en aquel tiempo con respecto a esa revolución.

El autor judío David Bergelson (1884-1952) nació en un shtetl, en Ucrania. Se hizo famoso como escritor en lengua yiddish. Se identificó con el movimiento bolchevique y en 1917 fundó en Kiev la Jidishe Kultur Lige.

El tren rojo

Una conmoción nos llegó del largo corredor del vagón, un clamor con el sonido de una carrera. Alguien abre la puerta de nuestro compartimento y grita: ¡Caballeros! ¡El tren viene del frente con una gran bandera roja... una gran bandera roja!

Grita y desaparece.

Nos despertamos del sueño, yo y los pasajeros que hemos pasado la noche entera jugando a las cartas. Necesitábamos un poco de tiempo para sentarnos rectos sobre el tarimón.

"¿Una gran bandera roja?"

Sorprendidos por un largo deslumbramiento nos miramos unos a otros y nos damos cuenta que nuestros ojos están entontecidos: No hay "nada" en nuestros ojos llenos de "nada". Es la primera vez en nuestras vidas que nosotros mismos nos hemos despertado - envejecidos y atontados, con "nada" en nuestros ojos: "¿Una gran bandera roja del frente?".

No tenemos nada que decirnos. Mudos nos miramos, como aprendiendo a hablar.

Y de repente miramos al alto joven pasajero que constantemente balbucea al hablar y por eso invita a tenerle compasión.

"¡No está m-m-mal, eh!", dice con felicidad.

Y también esto es estúpido: por primera vez en nuestras vidas vemos a una persona que puede coordinar lo que balbucea.

Seguimos sentados en nuestros rincones, cargando dentro de nosotros mismos nuestros corazones atribulados.

Y el tren sigue avanzando, corriendo sobre los infinitos campos nevados: el tren con la gran bandera roja del frente (citado en Dralyuk, 2016:119-129)

El escritor y filósofo Vasily Rózanov (1856-1919) nació en la ciudad de Vetluga, en la región rusa de Nizhny Nóvgorod. Durante algunos años dio clases de historia y geografía en varias provincias del interior del país, para después establecerse en San Petersburgo. Enérgico defensor de la cultura tradicional rusa, no pudo identificarse con la Revolución de Octubre, lo que manifestó de la manera más clara en su famosa obra El Apocalipsis de nuestro tiempo, escrito en 1918.

La vela

Rusia está cambiando. Fue cambiada por una vela que ardía de modo diferente, con una llama diferente, una luz que no era rusa, que no quería calentar una choza rusa.

¿Quién la trajo, y fue hace mucho? Tal vez los decembristas, o Herzen, o Belinsky? ¿O tal vez Pedro? Pero desde los años 1860 estaba claro que se había ido la luz de Rusia59. Ahora sobre el candelabro sólo hay cera caliente, que chorrea invisiblemente.

Pero cuando la vela ajena deja de arder (y también ella dejará de arder conforme a las leyes de la historia), recogeremos del candelabro los restos de la vieja cera rusa y fabricaremos una nueva vela delgada, una cosa de dos kopeks. Pero la mantendremos en nuestras manos. Y la agarraremos y moriremos (cit. en Drayluk, 2016:145)

 

6. Epílogo: la suerte de los autores

En el año 1905 Vladímir Lenin escribió en un artículo, que fue publicado en la revista Novaya Zhizn de San Petersburgo, acerca del futuro de la literatura rusa: "La literatura tiene que convertirse en literatura de partido... ¡Abajo los littérateurs sin partido! ¡Abajo los superhombres de la literatura! La literatura tiene que convertirse en una parte de la causa general del proletariado, "un engranaje y un tornillo" en el mecanismo socialdemócrata, uno e indivisible, puesto en movimiento por toda la vanguardia consciente de toda la clase trabajadora. La literatura debe convertirse en parte integrante del trabajo organizado, metódico y unificado del Partido Socialdemócrata"60. Y esto se empezó a organizar a partir de la Revolución de Octubre. Se trataba de la creación de una sociedad totalmente nueva, de la creación de un nuevo hombre, al que después se llegó a llamar el homo sovieticus. Como hemos indicado en este ensayo, muchos autores, no sólo anti-soviéticos o escépticos con respecto a lo que iba desarrollándose en su patria, sino también autores que de alguna manera simpatizaban con el rumbo que estaba tomando el país, hicieron esfuerzos para mantener su libertad de expresión y su dignidad en defensa de su creatividad y autenticidad. Algunos se auto-exiliaron, otros se suicidaron, y otros fueron encarcelados y eliminados. Pocos sobrevivieron, aunque con dificultades.

Hemos visto cómo Gorki hizo todo lo posible para salvar las vidas de Aleksandr Bloky de Nikolai Gumiliov. También Maksimilián Voloshin se enteró de la dramática suerte de estos dos poetas, y dedicó un poema a ellos, que se titula significativamente En el fondo del infierno:

Cada día más salvaje, más sordo,
se entorpece, lívida, la noche.
Un viento fétido apaga, como velas, las vidas.
Ni llamar, ni gritar, ni ayudar.

Oscura es la suerte del poeta ruso:
un destino impenetrable lleva a Pushkin
frente a la boca de una pistola;
a Dostoievski, al cadalso.

Quizá yo correré la misma suerte,
mi amarga Rusia filicida,
y pereceré en el fondo de tus sótanos,
o me deslizaré en un charco de sangre.

Mas no abandonaré tu Calvario,
Ni renunciaré a tus tumbas.
Deja que acaben conmigo el hambre y la malicia


No escogeré otro destino:
si debo morir, moriré contigo,
y contigo me levantaré, como Lázaro, del ataúd61

Como homenaje póstumo a todos los autores que he presentado en este ensayo pongo una vez más sus nombres, indicando cuál fue su suerte después de la tan comentada Revolución de Octubre del año 1917.

1919 Leonid Andreev (* 1871)
1919 Vasily Rozánov (* 1856)
1921 Aleksandr Blok (* 1880)
1921 Nikolai Gumuliov (1886)
1925 Serguéi Esenin (*1895)
1930 Vladimir Maiakovski (* 1895)
1932 Maksimilian Voloshin (* 1877)
1936 Maximo Gorki (1868)
1937 Vladimir Kirillov (* 1890)
1938 Osip Mandelshtam (* 1891)
1939 Mikhail Gerasimov (* 1889)
1940 Isaak Babel (* 1894)
1940 León Trotsky (*1879)
1940 Nikolai Sukhanov (* 1882)
1941 Marina Tsvietáieva (* 1892)
1942 Konstantin Balmont (* 1867)
1943 Iurii Got’e (* 1873)
1945 Zinaida Gippius (* 1869)
1947 Viktor Serge (* 1890)
1952 David Bergelson (* 1884)
1953 Ivan Bunin (* 1870)
1966 Boris Pasternak (* 1890)
1966 Anna Ajmátova (* 1889)
1967 Ilyá Ehrenburg (* 1891)
1977 Vladimir Nabokov (* 1899)
Muerte natural en el exilio
Muerte natural
Muerte narural
Fusilado en la cárcel
Se suicidó
Se suicidó
Muerte natural
¿Asesinado?
Fusilado en la cárcel
Murió en un campamento de Siberia
Murió en la cárcel
Fusilado en la cárcel
Asesinado en el exilio (Coyoacán, México)
Fusilado en la cárcel
Se suicidó
Muerte natural en el exilio
Muerte natural
Muerte natural en el exilio
Muerte natural en el exilio
Fusilado en la cárcel
Muerte natural en el exilio
Muerte natural
Muerte natural
Muerte natural
Muerte natural en el exilio

Notas

* Doctor en Teología Contacto: bergosa@hotmail.com

1 Sovok es un término de connotación sarcástica derivada de la palabra soviet, que significa 'asamblea' o 'consejo' (Aleksiévich, 2015: 9.)

2 Aleksander Zinóniev (1922-2006): durante muchos años fue un crítico duro de la Unión Soviética, pero después de la desintegración de la misma se convirtió en un defensor del comunismo e incluso de Lenin y Stalin.

3 https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_sovieticus, y russiapedia.rt.com/of-russian-origin/sovok. Ver: Zinóniev, 1985.

4 Technische Rundschau es una famosa revista suiza de tecnología, fundada en Zürich a comienzos del siglo pasado.

5 Citado en Heller (1985:12-13).

6 Alexander Bogdánov (1873-1920): fue un médico, filósofo y político bielorruso. Después de la Revolución de Octubre fundó el movimiento artístico proletario Proletkult.

7 Ver: Bogdánov (2010 y 2016).

8 Trotsky, Sochenenia,XXI, 1925-1927, pp. 110-112. Citado en Figes (2010: 798).

9 Babel reconoció que su carrera como escritor se inició gracias a un encuentro con Máximo Gorki, quien publicó sus primeros cuentos y le animó a dedicarse con empeño a la literatura: "le debo todo a ese encuentro con Gorki y aún pronuncio el nombre de Aleksei Maksimovich con amor y admiración", escribió años más tarde en su autobiografía (es.wikipedia.org/wik/Isaak_Babel).

10 Ciudad en el extremo noroeste de Rusia, a orillas del río Kola, que desemboca en el mar de Barents.

11 La novela está dedicada a Máximo Gorki, quien llegó a conocer el internado y colaboró también a su desarrollo: "A Máximo Gorki, nuestro padrino, amigo y maestro, con devoción y cariño".

12 Sergei Myasoedov (1865-1915) fue un coronel de las fuerzas armadas rusas. Fue acusado de espionaje y ejecutado en 1915.

13 Vladimir Sukhomlinov (1848-1926) fue general de caballería y ministro de defensa durante el gobierno del zar Nicolás II. Le acusaron de negligencia e ineficacia en la Primera Guerra Mundial. Fue destituido de su cargo en 1915.

14 Lavr Kornilov (1870-1918) fue un famoso general zarista que en julio del año 1917 fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas armadas rusas. Hizo grandes hazañas militares al comienzo de la guerra civil que se inició después de la Revolución de Octubre. El 13 de abril de 1918 murió en el campo de batalla, herido gravemente por un obús de la artillería soviética.

15 Andréi Sobol (1888-1926) fue un periodista y novelista judío ruso, defensor de la causa de la Revolución de 1917.

16 Nikolai Iordanski (1876-1928), periodista y publicista. Hasta la Revolución de Octubre estaba afiliado al partido menchevique, pero después de ella apoyó el poder soviético.

17 El diario de Andreev no fue traducido. Las citas que hago en esta parte se encuentran en un artículo de Serge Rolet titulado La Révolution comme épreuve personnelle: le Journal de Leonid Andreev (1914-1919), y las he traducido del francés al castellano.

18 San Nicolás 'El Taumaturgo', obispo de Mira en Licia (270-343), es también uno de los grandes santos de la Iglesia ortodoxa y uno de los patronos de Rusia.

19 Sofía Panin (1871-1956) fue también miembro de la aristocracia de San Petersburgo y conocida por sus obras filantrópicas a favor de los más pobres de la ciudad. Huyó de la Unión Soviética en 1920 y se estableció en los Estados Unidos. En Nueva York fundó, junto con Alexandra Tolstaya, la hija menor de Lev Tolstoy, la Tolstoy Foundation.

20 Estación de San Petersburgo desde donde sale la línea férrea a Helsinki.

21 La más grandiosa catedral ortodoxa de San Petersburgo, construida en el siglo XIX por un arquitecto francés.

22 "En marzo de 1917, después de oír rumores de que las multitudes estaban a punto de destrozar la estatua ecuestre de Alejandro III en la plaza Znamenskaya, Gorki celebró una reunión con cincuenta figuras culturales relevantes en su piso, y a partir de ahí se formó una comisión de doce hombres para realizar una campaña a favor de la conservación de todos los monumentos artísticos y edificios históricos. A menudo se la denominó la Comisión Gorki” (Figes, 2010:449).

23 En lo que sigue las citas de este periódico que he tomado de la obra de Figes están indicadas con NZn y la fecha del número del periódico.

24 Palacio construido en los años '80 del siglo XVIII por encargo del príncipe de Táuride, Grigori Potiumkin. Después de su muerte, en 1791, la emperatriz Catalina II adquirió este palacio y lo hizo transformar en su vivienda urbana de verano. Después de la revolución de febrero de 1917 el palacio Táuride se convirtió en sede del gobierno provisional ruso y del sóviet de Petrogrado. En 1918 tuvieron lugar en él las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente

25 Domingo 9 de enero de 1905, en que la Guardia Imperial perpetró una cruel matanza entre manifestantes pacíficos, conducidos por el sacerdote ortodoxo Gueorgui Gapón (1870-1906), líder popular de la clase obrera de San Petersburgo.

26 Smolny es un conjunto de edificios en el centro de San Petersburgo, que durante mucho tiempo fue sede del gobierno municipal de la ciudad. Lenin trabajó allí durante los meses que siguieron a la Revolución de Octubre.

27 El marinero anarquista Anatoli Zhelezniakov (1895-1919) jugó un papel importante en la ciudad de San Petersburgo durante el año de la revolución de 1917. Con sus compañeros marineros trató de obstaculizar la Asamblea Constituyente. Tomó parte en la guerra civil que siguió a la revolución, y el 26 de julio de 1919 fue capturado y ejecutado por orden del general blanco Antón Denikin.

28 Andrei Shingarev (1869-1918) y Fiodor Kokoshkin (1871-1918) fueron miembros del comité central del Partido Democrático Constitucional. Este partido fue prohibido en los días que se preparaba la Asamblea Constituyente. En enero de 1918 ambos fueron detenidos y el 20 de enero del mismo mes fueron asesinados por marineros de la flota del Báltico.

29 NZh 17 de enero de 1918; Figes, 2010, p. 593.

30 Una de las ciudades más antiguas de la península de Crimea.

31 Figes, 2010, pp. 664-665.

32 Ekaterina Peshkova, la ex esposa de Gorki, con la que siempre mantuvo correspondencia.

33 Figes, 2010, p. 686.

34 Gamaiún es un ave profética del folklore ruso, símbolo de sabiduría y conocimiento. Sabe todo lo que ocurre en el mundo y entre los hombres, y es mensajero de la paz. En la iconografía es presentada con cuerpo de ave y cabeza de mujer.

35 Tomado de: Antoloxía de poesía rusa. De Pushkin a Evtushenko. Disponible en: Tradutoresgalegos.com/pdf/antoloxia_rusa_pdf

36 Del manifiesto futurista de 1912, citado en Llanos (1997:1244)

37 Con cierta frecuencia se escribe Esenin.

38 La gran obra autobiográfica del poeta y periodista Ilyá Ehrenburg, Gente, años, vida (Memorias 1891-1967), (más de 2000 páginas) ofrece muchísima información sobre las relaciones entre los escritores (Ehrenburg, 2014).

39 Este pequeño poema está inspirado en el Evangelio de Lucas: "Por el camino le dijo uno: - Te seguiré vayas adonde vayas. Jesús le respondió: - Los zorros tienen cuevas y los pájaros nidos, pero este Hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (Lc 9, 57-58).

40 Poesía tomada de Wyllie (2010:22-23).

41 Poesía tomada de Dralyuk (2016:20).

42 En referencia a la obra teatral Boris Godunov de Alejandro Pushkin y la opera del mismo título de Modest Mussorgsky.

43 Muchos rusos esperaban como una liberación en aquellos días una victoria de los ejércitos alemanes en la Guerra Mundial.

44 Tomado de: animalesenbruto/Anna Ajmatova

45 "Casandra fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, Casandra rechazó el amor del dios, por lo cual éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca. Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos. Tiempo después, ante su anuncio de la inminente caída de Troya, ningún ciudadano dio crédito a sus vaticinios. Ella, junto con Laocoonte, fueron los únicos que predijeron el engaño en el Caballo de Troya" (https://es.wikipedia.org/wiki/Casandra)

46 Tomado de: animalesenbruto/Osip Mandelstam.

47 Lèthè, griego, 'olvido'. En la mitología griega, Leteo es uno de los ríos del Hades, o submundo; tomar agua de él causa el olvido total.

48 Texto tomado de Myers (2001:116).

49 Es posible que Trotsky haya tomado esta expresión de un poema de Serguéi Yesenin: "Ahora en la tierra soviética/soy el más furioso compañero de ruta" (en Trotsky, 2015:775).

50 andaresdelviento.blogspot.com/2016/04/el-poeta-es-un-obrero

51 animalesenbruto.blogspot.com/search/label/Diario de Aleksandr Blok

52 Los puros son los que gobiernan y dominan el mundo, los impuros los representantes de la clase obrera.

53 El monte más alto de Turquía; se tenía la creencia de que el arca de Noé había descansado en él.

54 Título del emperador de Etiopía.

55 Trotsky reproduce en su libro este texto, publicado originalmente en Pravda, N° 15 del 19 de enero de 1926.

56 Esta afirmación se encuentra al final de la breve biografía de Yesenin. Ver: https://allpoetry.com/poem/3500790-Sergey-Yesenin.-Collectionof poems.

57 https://lingualeo.com/es_LA/jungle/sergey-yesenin-I-do-believe-in happiness

58 https://es.wikipedia.org/wiki/Proletkult

59 El 26 de diciembre del año 1826, un grupo de oficiales con más de tres mil soldados se levantaron en la ciudad de San Petersburgo contra la autocracia zarista y exigieron apertura hacia la democracia. Se llegó a hablar del levantamiento decembrista; y a los rebeldes se los llamó "decembristas". Aleksandr Herzen (1812-1870) fue un demócrata revolucionario e ideólogo de la revolución campesina. Se opuso enérgicamente al absolutismo y el régimen de servidumbre. Visarión Belinski (1811-1848) fue un filósofo de tendencia occidentalizante. El zar Pedro el Grande (1672-1725) buscó la occidentalización del imperio ruso. A partir del año 1860 el zar Alejandro II inició una política de reformas, entre otras, la emancipación de los siervos.

60 El título del ensayo era: "La organización del partido y de la literatura del partido". La cita la he tomado de Steiner (2013: 372).

61 El poema forma parte de la obra Caminos de Rusia (1921) Paginas de libertad.blogspot.com/2015/12/maximilian-voloshin-poemas.html

 

Referencias

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