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Revista Ciencia y Cultura
Print version ISSN 2077-3323
Rev Cien Cult vol.20 no.37 La Paz Dec. 2016
IDEAS Y PENSAMIENTOS
Protagonistas de la arquitectura franciscana en la Provincia de San Antonio de los Charcas
Protagonists of Franciscan architecture in the Province of San Antonio de los Charcas
Josefina Leonor Matas Musso*
Resumen:*
Artículo dedicado a rastrear en las fuentes coloniales a los protagonistas, tanto religiosos como laicos, de la edificación de los cinco principales templos y conventos franciscanos de la Charcas colonial, hoy Bolivia, y que en términos de jurisdicción eclesial pertenecieron a la Provincia de San Antonio de los Charcas. Los edificios son el Convento de San Antonio de Potosí, el Convento Nuestra Señora de Los Ángeles de La Paz, el Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija y los conventos de la Purísima Concepción y La Recoleta de la ciudad Sucre. En la investigación se sigue además el proceso de modificaciones que a lo largo de toda la historia posterior sufrieron por distintos motivos estas construcciones religiosas, las mismas que les dan sus características actuales.
Abstract:
The article is devoted to trace in colonial sources the protagonists, both religious and secular, of the construction of the five main Franciscan temples and convents of the colonial Charcas, now Bolivia, and which in terms of ecclesial jurisdiction belonged to the Province of San Antonio Of the Charcas. The temples are the Convent of San Antonio in Potosí, the Convent of Nuestra Señora de Los Angeles de La Paz, the Convent of Nuestra Señora de Los Angeles in Tarija and the convents of the Purísima Concepción and La Recoleta in the city of Sucre. The research also follows up the process of modifications that throughout the subsequent history suffered for various reasons these religious constructions, the same that give them their current characteristics.
1. Introducción
Podemos decir que el principal protagonista en todos los conventos franciscanos es el propio San Francisco. Si bien él nunca pretendió que los frailes poseyesen un espacio concreto, ésa no era la voluntad de Dios, que quiso que la Orden pudiese organizarse en los lugares necesarios para el cumplimiento de la labor misionera de los hermanos. En el momento en que los franciscanos llegan a América, gozan de un gran prestigio espiritual en Europa, por la experiencia de evangelización que tienen en tierras de misión (por ejemplo, en Las Canarias). El motor de estos santos varones fue la idea de crear en América, como dice San Agustín, "la ciudad de Dios", considerando a la vieja Europa "la ciudad de los hombres". Y como la arquitectura es reflejo de la ideología, la espiritualidad franciscana queda plasmada de un modo u otro en América, y concretamente en Charcas, en sus edificaciones religiosas.
Cuatro siglos abarca la actividad constructiva inicial de los franciscanos en Charcas, destacando que varias acciones se extienden incluso a los siglos XIX y XX, para finalmente contener lo que vemos hoy. Sus protagonistas gracias a datos provenientes de los Archivos de Sucre y Tarija son tanto españoles como naturales. Ellos llegan a hacer obras de gran talla y relieve, algunos en calidad de arquitectos constructores, otros como retablistas o carpinteros.
El devenir histórico de los conventos charquinos nos muestra unos conventos pobres en su inicio, de acuerdo a la realidad de Charcas en ese momento. En todos los casos se nota la generosidad y magnanimidad de los pobladores de La Plata, Potosí, La Paz y Tarija, quienes, con los escasos recursos que poseían, construyen esos primeros templos de acuerdo al ideal del padre seráfico: pobres, siendo los frailes fundadores los propios arquitectos. A medida que transcurre el tiempo, esos conventos van creciendo en calidad constructiva, y es aquí donde se advierte, con más claridad, el espíritu indígena, que, junto con el español, da como resultado el mestizaje. Esa impronta es muy clara en los conventos de Potosí y La Paz; la resultante espacial del templo de La Plata también es mestiza. En cambio, en Tarija el producto es otro; esto se debe a que el nativo tarijeño tiene una cosmovisión diferente al originario altiplánico, permitiendo la introducción -sin mayor resistencia- del espíritu europeo. Así, el templo y convento tarijeño es el precursor de la llegada del estilo neoclásico, vigente en el Viejo Mundo.
Entre los actores intervinientes en todos los conventos estudiados nos encontramos en más de una ocasión con los mismos frailes fundadores que, con pocos recursos levantan un templo y un convento pobre. La información sobre muchos de ellos es escasa; sin embargo, se pudo conocer la historia de varios gracias a las escrituras de concierto existentes en el Archivo de Sucre y en el Centro Eclesial de Documentación de los franciscanos en Tarija. Esto permitió conocer a algunos canteros, maestros albañiles, maestros de arquitectura y carpinteros destacados por su labor en Charcas; no menos importantes fueron los donantes, gracias a la generosidad de los cuales se concretó la edificación de diferentes obras, tanto en la etapa fundacional como en las siguientes.
2. Convento de la Purísima Concepción de la ciudad de La Plata
Se puede decir que el primer arquitecto que interviene en esta obra, en 1540, es Francisco de Aroca, quien construye un pequeño templo para dar la catequesis a los niños en un sitio donado por el General Pedro de Hinojosa (Mendoza 45).
En el Archivo Nacional de Sucre (ANB) figura la escritura de concierto establecida entre Hernán López Palomino y Francisco Beltrán para hacer edificar la capilla y sacristía de la iglesia. De ambos se sabe que viven en 1549 en la Villa de La Plata, y que el precio por el cual acuerdan le entregue el trabajo Beltrán a López Palomino es de
seiscientos pesos de oro pagados en plata corriente de a cuatro pesos el marco (...); los cuales dichos seiscientos pesos del dicho oro os tengo de dar e pagar en esta manera: los cien pesos dellos luego, e los quinientos pesos restantes de os tengo de pagar a los plazos de los pagamentos que a mí me han de pagar de la dicha obra1.
Junto a ellos conocemos al maestro mayor de obras de cantería, Juan Miguel de Veramendi, "estante en la villa de La Plata"2, que se obliga con el síndico de ese convento, "Francisco Serrano a traer el agua para la casa de dicho monasterio y hacer dentro de él una pila de ladrillo de ocho pies de hueco"3.
Esta construcción es inicialmente, muy pobre, por lo cual se debe emprender una nueva obra, que se inicia en 1581. Diego de Mendoza realiza una descripción del sitio y del convento, señalando: "hasta que el año de mil y quinientos y ochenta y uno se hizo la Iglesia que hoy tiene, y trasladaron a ella los huesos de los conquistadores, que estaban en la Iglesia antigua" (45); es posible, además, pensar que, a pesar de ser pequeño, el edificio era de buena calidad constructiva, pues Mendoza afirma:
su edificación es fábrica religiosamente suntuosa, aunque no tiene más de dos claustros alto y baxo, de arquería de ladrillo, sobre columnas de piedra, bajas, y bancos pretiles" (46).
Y añade:
La Iglesia es de una nave, muy capaz, y alegre, tiene crucero en la Capilla Mayor y dos capillas laterales; y toda la Iglesia está muy bien adornada, la Sacristía y ante Sacristía, muy correspondientes, y con mucho adorno de ornamentos y aseo (47).
Inicialmente, el convento tiene espacio para cuarenta y hasta cincuenta religiosos, sacerdotes, coristas y legos; añade Diego de Mendoza que la distribución está muy bien realizada: "la fábrica del noviciado es de muy religiosa disposición" (47). En las construcciones mendicantes todo gira alrededor del claustro, y en este caso ese hecho es muy elogiado por el cronista:
(...) por ser uno de los más alegres y capaces claustros que tiene esta Provincia. En cada esquina del claustro bajo está un Tabernáculo y Altar de diversas y devotas imágenes donde celebran las festividades de aquel convento, con procesiones solemnes, y los terceros Domingos del mes, con mucha devoción las del Santísimo Sacramento. Dícense en este Convento todo el año maytines a media noche (46).
El autor también se refiere, entre otras dependencias del convento, a la enfermería como un lugar grande y con varias celdas: oratorio, refectorio limpio y oficinas para la caridad; sin embargo, no parece ser muy usada, por el clima benigno de la zona: "(...) aunque son pocos los que adolecen en este Convento, por ser el temple de la tierra de los mejores de este Reyno (...)" (47). Sigue el autor describiendo otros espacios:
El refectorio es de lo más capaces y bien obrados en esta Provincia (...) las demás oficinas del Convento, muy capaces al servicio de la vivienda. Es de poco agua (aunque tiene una fuente en medio del Claustro por ser falta aquella ciudad de agua. La huerta, aunque estrecha, por el corto sitio de la cuadra, es fértil de todas hortalizas, y frutas de Castilla, y la tierra; una de estanque y poco para el riego de sus plantas; tiene en el cimiento su plazuela; que la autoriza mucho (47).
En el ANB figura una escritura de concierto de 1555 para preparar madera, por lo cual es presumible que ya en esa fecha se pensara en la nueva construcción, que recién se lograría 26 años después. El proveedor de la madera es Juan de Galdámez, quien la consigue en los montes de Tococala y Carpachaca. Dice la escritura: "la madera será preparada en estos montes y deberá ser recogida por los frailes, el precio acordado es de mil y cuatrocientos y cuarenta y ocho pesos de plata corriente"4.
De la pobreza de los seráficos en ese momento nos habla otro documento existente en el ANB; data de 1563, y es una escritura de poder del convento de San Francisco a favor de Juan Pérez, procurador, para que pida a los herederos de don Pedro de Hinojosa que se haga la capilla que el General había dejado instituida5. Evidentemente, la construcción con la que contaban ameritaba otra, que finalmente se concretaría a partir de esta petición, 18 años después.
No se conoce si se logró la donación pretendida. En cambio, contamos con dos documentos más donde figuran otros donativos: el primero, de 17 de enero de 1595, del Archivo Nacional de Bolivia, consistente en 1000 pesos, del General Francisco de Espinoza, vecino y alcalde ordinario de la ciudad, para la obra de la capilla mayor6; y el segundo, de 1597, de 100 pesos, por parte de don Francisco Aymoro, cacique principal y gobernador de los indios Yotala y Quila Quila, para que de sus bienes "se den al síndico de San Francisco desta ciudad, cien pesos corrientes para ayudar a los gastos y ornatos de la iglesia del dicho convento"7.
La nueva construcción estará a cargo del arquitecto Juan de Vallejo (Mesa y Gisbert, Monumentos de Bolivia 184), y se lleva a cabo desde 1581 hasta 1618. En este periodo el templo sufre una serie de ampliaciones y sustituciones. En 1592 se edifica la primera capilla adyacente (Mesa y Gisbert, Monumentos de Bolivia 184), y luego, en 1610, se realiza la tercera capilla con cúpula, obra de Francisco Quispe (185).
En el ANB hay otra escritura de concierto fechada en 1618, esta vez entre Diego de Carvajal y Martín de Oviedo, maestros de arquitectura, y fray Juan de los Santos, religioso franciscano. Por medio de ese documento, los maestros de arquitectura se comprometen a hacer y labrar la madera, las armaduras y las cubiertas de la capilla mayor de dicho convento. La escritura detalla el procedimiento que debían seguir para realizar este trabajo, y el desarmado y armado del retablo mayor para la colocación del cubrimiento. El trabajo implica pago de jornales, materiales y alojamiento por parte de los frailes8.También terminan el artesonado de la nave principal del templo, y la capilla mayor es lujosamente rehecha.
Diego de Mendoza señala por su parte que en 1626 se realiza una refacción en el claustro, cambiando las columnas de ladrillo por otras de piedra, por el descubrimiento por parte de un religioso de una cantera con material de muy buena calidad y por la llegada de "uno de los mayores Maestros en el arte de la arquitectura" (46). No se ha podido conseguir ningún otro dato de tan insigne constructor.
Sobre Martín de Oviedo, Mario Chacón Torres comenta que los esposos Mesa Gisbert ponen de relieve su figura en el arte hispanoamericano. Nació en Sevilla hacia 1565; pertenecía a una familia de artistas, pues tanto su padre como un hermano eran escultores. Entre sus amigos estaba el célebre escultor Juan Martínez Montañez; hizo su aprendizaje en el taller de Juan Bautista Básquez, y en 1590 fue examinado en el arte de escultor, entallador del romano y arquitecto. Llega a América después de trabajar mucho tiempo en Sevilla, y según Marie Helmer9, trabaja en Potosí el año 1612, llegando a Chuquisaca en 1618. Cuando estaba por concluirse la iglesia de San Francisco, trabaja con el alarife Diego de Carvajal para el encargo ya mencionado de la cubierta de la capilla mayor (Chacón 67-68).
Lamentablemente, en 1826 este edificio pasa a manos del Estado. Los franciscanos se retiran a La Paz por orden del Mariscal Sucre y entregan el convento al Gobierno, mientras que la iglesia pasa a la autoridad eclesiástica. En el ANB existe un documento con fecha 5 de noviembre de 1831, enviado por el Ministro de Estado y Guerra, A. Geraldino, a su similar de "Ramo y Hacienda"10, donde aparecen los nombres de los maestros restauradores, ya que el convento se encontraba en estado ruinoso. Los profesionales contratados son Mariano Barahona, Agustín Rojas, Pascual Alvarado, Mariano Cruz, Ángel Maturano y Mariano Driuna11.
Durante los años posteriores, el convento será sucesivamente mercado, aduana y cuartel del ejército. Documentos del Archivo de Sucre indican que también fue escenario de actuaciones circenses y acrobáticas12. Al cambiarse la fachada, el edificio se deterioró, adquiriendo de esta manera una imagen muy diferente, de fortaleza militar, con almenas, torrecillas y puestos de vigía.
En 1885, el prefecto de Chuquisaca propone el convento como lugar idóneo para albergar una cárcel pública13, y finalmente, hasta la actualidad, pasa a ser museo militar. El atrio de la iglesia está delimitado por arquerías que fueron prolongadas, a mediados del siglo XX, a la acera contigua, hasta alcanzar la plaza, llamada en la época colonial también San Francisco.
3. Convento San Antonio de la Villa Imperial de Potosí
La historia del templo de San Antonio de Padua en la Villa Imperial de Potosí comienza en el año 1547. Su fundador es el venerable franciscano Gaspar Valverde, de nacionalidad española, según lo señala Diego de Mendoza:
El Convento de la Villa Imperial de Potosí, se fundó el año de mil y quinientos y quarenta y siete a instancia y solicitud del general Pedro de Hinojosa, especial devoto nuestro, uno de los conquistadores de esta provincia, fundole el siervo de Dios fray Gaspar de Valverde, varón de singular espíritu y virtud, de quien se escribe en el segundo libro de esta Crónica. Este Convento es de los ilustres de esta Provincia, en fábrica y adorno, aun que por el rigor del temple es de mediano número de moradores, veinte y quatro religiosos sacerdotes y legos, sin los huéspedes de varias provincias, de estos reynos y de los de España, que vienen ordinariamente a la villa de Potosí a diversos fines de particulares limosnas (47).
Como se puede ver por este documento, en la construcción de este templo también tuvo mucho que ver el ya mencionado General Hinojosa.
Por lo que explica Diego de Mendoza, este convento, a diferencia del de La Plata, era de los "ilustres de esta Provincia en fábrica y adorno" (47). De acuerdo a las descripciones, fue levantado con cientos y miles de adobes de barro sobre cimientos de piedra, y su capilla presentaba un rico retablo en pan de oro, siendo la primera de Potosí donde se venera al Santísimo Sacramento.
Mario Chacón, al catalogar el Archivo Colonial de San Francisco, descubre un documento que indica la riqueza de obras y la intervención de algunos artífices famosos en este templo. Al parecer, el conocido arquitecto Luis de Espíndola y Villavicencio hace "dos altares colaterales para los dos arcos del cuerpo de la capilla mayor, dorados, de cinco varas de alto y tres de ancho" (81). Además, en 1643 se le pide un retablo más para esta iglesia; Chacón dice: "Igualmente en la capilla de San Antonio, se hizo un nuevo retablo, grande dorado que ha hecho la cofradía, está puesto el primer cuerpo de mano de Espíndola que lo he solicitado aunque no ha pagado nada, que cueste siete mil pesos, según informa el propio guardián" (81). Según Mesa y Gisbert "Luis de Espíndola y Villavicencio es un escultor español que nace en Jeréz de la Frontera y que en fecha no determinada, pero anterior a 1622, pasa a Indias" (Escultura virreinal en Bolivia 138).
Teresa Gisbert menciona otros datos, proporcionados por Marie Helmer, relacionados a la existencia de cuatro relieves con asuntos de la vida de San Antonio, que podrían también pertenecer a Espíndola, y otro retablo, perteneciente a Fabián Jerónimo. En cuanto a este artista, Mesa y Gisbert señalan que se trataba de un "Ensamblador e imaginero que trabaja en Charcas, también dedicado a la escultura. Contemporáneo de Luis de Espíndola y Gaspar de la Cueva" (Escultura virreinal 144). De este retablo se dice que estaba hecho "de madera dorada las tallas de medio relieve en los nichos estofados, conforme a una estampa firmada y rubricada". Mario Chacón sostiene que en los inventarios de 1639 este retablo ya aparece como existente.
De fecha posterior a la señalada antes, Arzáns menciona la existencia de un retablo realizado por Miguel de Ortega:
Miguel de Ortega, español, natural de esta villa, de cuya mano es el retablo de la iglesia de Nuestra Señora de Misericordia y otras celebradas, siendo la principal en esta de San Francisco su retablo, admirable en el arte, que lo hizo para la iglesia antigua y a poco tiempo se pasó a esta nueva, cuya obra es de orden jónico, dórico y compósito, aunque las columnas son salomónicas: en ellas están 280 esculturas de santos y ángeles, que éstos van trepando por las columnas (ctd en Mesa y Gisbert, Escultura virreinal en Bolivia 44).
Miguel de Ortega no es para nada un artista desconocido en Charcas. Chacón indica que Marie Helmer realizó un hallazgo importante al descubrir un documento en el cual este arquitecto figura como autor del retablo de San Juan de Dios. Y el mismo Chacón encuentra otro en el cual se especifica que este autor debía hacer un retablo para la capilla de la iglesia de San Francisco y acabarlo en el plazo de siete meses, indicando la necesidad de aumentar al dicho retablo un sagrario que no estaba en el dibujo original (49). Chacón también encuentra en un documento la fecha de fallecimiento de Ortega: "se anota que Miguel Ortega, natural de esta villa, viudo de Ana de Luna, fue enterrado en la iglesia de la Misericordia el 20 de febrero de 1707" (50).
Arzáns proporciona más datos respecto de la muerte de este artista:
Murió este insigne maestro a tiempo que bajaban y descomponían este retablo para deshacer la iglesia vieja, sintiendo gravísima pena de ver en aquel estado lo que con todo su conato y ciencia hizo, si bien mandó a su discípulo José Solís que con todo cuidado lo descompusiese, como lo hizo, y él solo y no otro maestro lo volvió a componer como hoy se ve en este nuevo templo, prosiguiendo este discípulo con el resto de las obras, y puso en perfección el púlpito nuevo, que era de otra mano, y la verdad es obra singular y grande porque rodea casi todo el cuadro del pilastrón (fuera del vaso principal), el pasamano, y en uno y en otro están colocados 15 santos de la orden con divisiones de salomónicas columnas y labores curiosísimas de molduras y multitud de ángeles con clarines y labores curiosísimas de molduras y multitud de ángeles con clarines y otros instrumentos en las manos, con que mejoró la obra este discípulo, ya maestro carpintero (ctd en Mesa y Gisbert Escultura virreinal en Bolivia 44).
Esta primitiva construcción se demuele el año 1707, y empieza a edificarse el actual templo de tres naves, de mampuesto y sillería, aunque Mesa y Gisbert indican que en la actualidad queda el claustro del convento, "el más antiguo del país" (Monumentos de Bolivia 126). Julio Lucas Jaimes (1903), hablando del fraile que inicia su construcción, Juan Burruaga, dice:
Y débase tal lealtad de homenaje, a que este excelente religioso emprendió en 1707, la reconstrucción del templo y convento de San Francisco, levantados un tanto cuanto rústicamente en 1547, hasta dejarlos en las condiciones de arte y solidez que disfrutan en nuestros días (125).
Al parecer este buen sacerdote no contaba con dinero alguno, y sin embargo, confiado en la Providencia Divina, decide emprender la obra, y "a poco las limosnas de los fieles, limosnas de ostentosos mineros, le permiten alzar un magnífico retablo y altar que costó 20.000 pesos gordos y no febles y levantar él mismo gusto gótico, dando principio a la obra" (126). Según relata Jaimes, varios hechos extraordinarios parecen haber ayudado a la construcción de este templo:
Un apreciable escritor potosino, ya muchas veces citado, nos dice: cuentan las crónicas que pocos días después que la obra estuvo iniciada, anunció al padre Burruaga, un ermitaño, que un caballero le esperaba en su celda: acudió el padre y encontró que el desconocido le entregaba sin proferir palabra, 4000 pesos para los gastos (128).
Estos y otros milagros acompañan la historia de este templo, que "se concluyó (...) después de 19 años de trabajo el 27 de mayo de 1726 en el que se puso la clave a la última bóveda, habiendo costado 119.000 pesos fuertes, sin contar la torre que después se hizo" (129).
Por su parte, Arzáns, haciendo referencia a la fiesta que se organiza en la Villa Imperial por la colocación del templo, hace notar que todo Potosí se vuelca con regalos:
(...) no solo los ricos y particulares mas mucha parte de los otros vecinos de esta Villa acudieron con lo que sus afectos les incitaba, unos con hermosas vidrieras y espejos cristalinos como el que dio para el sagrario (de más de una vara) el amabilísimo caballero Juan de Ordozgoiti, otros con velos de ricas telas para cubrir las imágenes, otros con el oro para dorar los retablos, y otros (que eran los más) con centenares de moneda y aun con millares, adelantando algunas cantidades para que se prosiga la obra de este insigne templo, como la muy considerable que dio el señor don Juan de Mur, también cántabro de nación, caballero del hábito de Calatrava y presidente de las Canarias, que a la sazón se hallaba en esta Villa (15).
Respecto a los constructores, Arzáns cita a los maestros albañiles y luego a los maestros de cantería14, diciendo:
(...) y pues en todas la obras magníficas procuran conservar y dejar a la posteridad en memoria los nombres de sus artífices quiero hacer lo mismo en ésta, sin que la humildad de éstos haya de ser causa para callarlos. Y así digo que son dos los que han maestrado esta famosa obra: el uno se nombra José Agustín y el otro Felipe Chavarría, y no porque tengan apellidos de españoles se pueda decir que sean por sus padres, que ordinariamente los indios de los poblados los toman de sus padrinos o personas a cuyo cargo están (16).
Los datos que aporta sobre los maestros de cantería son los siguientes:
Los maestros de cantería fueron cuatro hermanos también indios de esta Villa, y el principal (que era el menor) se llamó Sebastián de la Cruz, bastante ladino y muy capaz, pues sin ni siquiera saber leer ni escribir fue insigne artífice en piedra, obró de primera la torre de la Compañía de Jesús, de orden jónico y toscano su portada que está en medio, con más de 4 columnas de obra que llaman salomónica repartidas en torre y portada. Dio principio a la obra de esta iglesia de San Francisco y llegó hasta el crucero, dejando en perfección los pilastrones y arcos, y murió de su muerte natural. Prosiguieron luego sus hermanos Bartolomé y Melchor de Arenas que la van continuando (16).
Arzánz también indica que José Solís vuelve a desarmar este retablo, para levantarlo un poco más tarde, en 1718 (209). Según Chacón, Solís "era natural de esta villa, fue abandonado cuando niño y contrajo matrimonio con Josefa Alderete el 24 de mayo de 1702, apareciendo por última vez en abril de 1755 como maestro alarife en una tasación pública" (51).
Respecto a los retablos actuales, Walter Zabala Ayllón señala que
(...) estando en el año 1810 en la Villa Imperial el Arq. Manuel de Sanahuja, de la orden franciscana, se dio la tarea de sustituir el retablo del Cristo de la Vera Cruz, así como el de San Antonio de Padua, por altares neoclásicos, cuyo estilo arquitectónico se imponía en ese entonces. En 1853 fueron cambiados los restantes retablos barrocos, incluyendo el mayor, para ser reemplazados por altares de ladrillo estucado, a iniciativa del P. Juan Beltrán, gastándose para este cambio la suma de once mil pesos (81).
El notable arquitecto Manuel de Sanahuja, con quien Chacón da por terminada la arquitectura virreinal en Potosí (35), fue un lego franciscano y catalán de origen, nacido en la localidad tarraconense de Las Voltas, el 4 de diciembre de 1755.Toma el hábito treinta años después, en Reus. En 1796 se instala en el Colegio de Propaganda Fide de Moquegua y es llamado a Potosí por el General Goyeneche para asumir el proyecto y la dirección de la obra de la iglesia matriz que se realizaría para sustituir el edificio que se desploma en 1807 (García Ros 115). Una vez en la Villa Imperial, el franciscano realiza los planos de la catedral, resultando una construcción neoclásica con influencia barroca. El autor no ve concluida la obra, ya que es llevado a La Paz, donde diseña los planos antes que lo sorprenda la muerte, en 1834 (Gisbert y Mesa, Arquitectura andina 384). La capacidad del arquitecto franciscano es tal, que lo vemos actuando no solamente para su Orden sino para la Iglesia en general y realizando también obras civiles, como las intervenciones en la Casa de Moneda de Potosí y un proyecto para un polvorín en La Paz (Garganté Llanes 225), entre otros. Volviendo al templo de estudio, dice Chacón que también se le atribuye el retablo de San Antonio de San Francisco (38); por su similitud, no resulta aventurado afirmar que también son de él los retablos del Sagrado Corazón, de la Inmaculada y de San José.
Si bien el fray Manuel de Sanahuja tiene muchos aciertos en obras de arquitectura franciscana del neoclásico, no los tiene en las decisiones respecto a los retablos y el púlpito, que fueron desmontados cuando llega la fiebre de este estilo a Charcas. Desaparecen en esta época el retablo mayor, los laterales y el púlpito, permaneciendo únicamente hasta ahora algunos pequeños detalles. Esto es realmente de lamentar, porque, según palabras de Arzáns, dichos elementos son obra "singular y grande" (16). Respecto a la actuación de Sanahuja en Potosí, dice Chacón:
Por una rendición de cuentas del síndico administrador de la cofradía del santo Cristo de la Vera Cruz, establecido en la iglesia de San Francisco, correspondiente a 1826, sabemos que el altar de dicha imagen lo construyó este arquitecto. El síndico decía al juez que "es indispensable que el P. arquitecto Fr. Manuel Sanahuja, que corrió con la dicha obra la avalúe y justiprecie, expresando si fuera posible la cantidad con la que se gratificó por su dirección". Ordenada la diligencia, el hermano Sanahuja, el 11 de mayo de 1826, declaró que el altar del Cristo de la Vera Cruz se fabricó bajo su dirección con un costo de 1800 pesos, a los que se añadieron luego 75 por una reforma posterior, y que por vía de gratificación se le dieron 150, con lo que se hizo un total de 2025 pesos gastados en la obra. Por declaraciones insertas de otros testigos, se sabe que la licencia eclesiástica para la construcción del altar se la dio entre los años 1808 y 1809, y que en 1810 ya estaba concluido el trabajo (37).
No se han registrado más datos documentales sobre los protagonistas de este convento, siendo de autor anónimo el artesonado del claustro de San Francisco que se conserva en la actualidad (60).
4. Convento Nuestra Señora de Los Ángeles de la ciudad de La Paz
Desde agosto de 1549 -fecha de la última fundación del convento de San Francisco en el Cuzco- hasta 1607, el convento de Nuestra Señora de La Paz perteneció a la provincia de los Doce Apóstoles del Perú; a partir de ese año, pasó a la provincia de San Antonio de los Charcas, que comprendía entonces el actual Estado Plurinacional de Bolivia y los departamentos peruanos de Arequipa, Puno y Cuzco, con todas las doctrinas y conventos que se hallaban en sus términos.
Según el cronista Diego de Mendoza, el convento de San Francisco en la ciudad de La Paz fue fundado con el nombre de "Nuestra Señora de los Ángeles", por Fray Francisco de los Ángeles Morales, uno de los doce primeros franciscanos que llegaron a Charcas. Textualmente señala el cronista:
(...) fundóle al año de mil y quinientos y quarenta y nueve, y fue el primer convento de Religión, que allí se fundó el mismo año, que la misma ciudad de La Paz, tiene de ordinario de quince a diez y seis religiosos sacerdotes y legos, dos curas de indios, uno de la doctrina de San Pedro, que está fuera de la ciudad y otro en el convento, que administra a los indios yanaconas del Convento, por especiales cédulas de Don Francisco de Toledo, y demás virreyes; es anexo de San Pedro (48).
La primera piedra de la construcción del convento se puso el 2 de agosto de 1549, fiesta de la Porciúncula o de Nuestra Señora de los Ángeles; y fue en el año 1556, siempre según Mendoza, que se comenzó con entusiasmo -y a la vez con calma- la construcción del templo y el retablo mayor, hechura del maestro Francisco Jiménez Vargas, quien en el año 1582 compartió con Francisco Tito Yupanqui el dorado de la Virgen de la Candelaria. Mesa y Gisbert, después de una serie de investigaciones, llegan a la conclusión de que en Ancoraimes15 existe un retablo en una de las paredes que "es el primitivo retablo de San Francisco de La Paz, que ya estaba concluido en el año 1582 y que lo doró un español de apellido Vargas, ayudado por Francisco Tito Yupanqui" (Escultura virreinal en Bolivia 157). Además, sostienen
(...) que es obra de Gómez Hernández Galván, autor del retablo mayor de la Catedral de Lima (1580) y responsable de la parte arquitectónica del retablo de La Merced de Chuquisaca (1583). Algunos relieves encontrados en la Catedral de Lima confirman este acerto, ya que delatan la misma mano de obra que en Ancoraimes (157).
Respecto al templo, dice Mendoza:
(...) el sitio es de lo más sano de la ciudad, a la ribera del río, con un hermoso puente de cal y canto, que hizo el convento, para el pasaje y comunicación del pueblo, por estar retirado del sol. La fábrica es llana, sin arte, cómodamente pobre a la vivienda religiosa de sus moradores, dos claustros descubiertos con sólo el amparo de una sala, para el reparo de las aguas. La iglesia llana a lo antiguo (la descripción es de 1665 y se refiere al estilo clásico griego-romano) una cubierta de madera labrada y dos capillas colaterales, el coro por parte del convento no tiene más de dos gradas de subida y por parte de la iglesia es alto, por caer en un barranco, como los demás edificios del pueblo. La sillería es toda de madera de cedro labrada medianamente (48-49).
Aparentemente, esta construcción no fue muy sólida, ya que se derrumbó por una fuerte nevada en 1612. De inmediato inició su reconstrucción don Diego de Portugal, quien era Corregidor de La Paz y Hermano Terciario. Una anécdota contada por el cronista da cuenta de una ocasión en que, en pleno trabajo de la obra, los frailes le dijeron a de Portugal que fuera a tomar descanso a su casa, a lo que el devoto respondió: "No me será admitido estar Dios sin casa, y yo descansando en la mía; primero se ha de acabar la casa de Dios" (575).
Este segundo templo se mantuvo en pie hasta que el crecimiento de la población y las necesidades pastorales exigieron la construcción de un nuevo y monumental edificio, que es el que se tiene en la actualidad (Buschiazzo 15). El inicio de los trabajos data de 1743 o 1744, "(...) a raíz de la donación de 600.000 pesos del minero Don Diego Baena y Antípara". Buschiazzo señala que se trataba de un
acaudalado mecenas, casado con Doña María Josefa Riverol, de Santa Fe del Tucumán; descubre una riquísima veta mineral en Araca, gracias a la cual logró acumular una cuantiosa fortuna. Gastó muchísimo dinero en la construcción del templo de Carmelitas y otras obras pías de la ciudad de Oruro y murió en La Paz, en la mayor pobreza (15).
A su vez, Galdós y Ríos apuntan que
...en un manuscrito del año 1758 figura la donación de tan magnánimo caballero que dejó diez y nueve medallas de oro entre grandes y chicas, con peso total de siete libras, para una corona de nuestra señora; nueve pares de espuelas de oro fino con precio de doscientos y cinco pesos; tres relicarios grandes de oro con once incrustaciones de rubíes: más otro relicario de plata maciza con las armas del Papa y con quince extremos de oro; veinticinco capullos de hilo de oro engastado en bellotines de palo como para bordados; un retablo de fina madera con Santa Ana tallada al bruto y coloreada con fino esmalte y más un juego vía crucis de lienzos importados de la Europa (134).
Este templo tuvo como Guardián del Convento al R. P. Fray Alejo Bolaños. Se añadieron posteriormente otras donaciones, hasta llegar a la suma de un millón doscientos mil pesos, que costó la obra; quedó terminada en 177216.
Por las fechas que aparecen en la cúpula y en las claves de la bóveda, es posible determinar que la cúpula del crucero se terminó en 1753 y las bóvedas de las naves en 1772. En la cúpula se puede leer:
Se aca/ vo es/ ta me/ dia/ nara/nja/ año de/ 1753
A su vez, sobre el coro está escrito:
Se creoest/a Ygleciasie/ ndoGn E. R. P. F. / Xtobal de Ri/ bas Lr. Jo. A 27 de o/ ctubre Año de 1772
Acerca del autor de este magnífico templo no hay dato alguno. Buschiazzo comenta:
Ningún documento, ningún cronista dice nada acerca del ignorado artista. Es cierto que recientemente el Arq. Mario del Carpio González ha escrito que el creador del imponente templo de San Francisco fue el Padre Alejo Bolaños, quien planteó el templo nuevo en 1743 y comenzó las fundaciones al año siguiente, pero la índole de la publicación y la falta de método científico al no indicar la fuente de tan importante dato le resta valor, por lo cual preferimos mantener una prudente reserva sobre este nuevo aporte (16).
Sigue diciendo Buschiazzo que, si bien no hay documentos, la obra misma indica que el autor es un artista americano (16).La pista del posible artista la encuentra en el parecido que percibe en las pechinas del templo de Pomata, en la división en husos de la cúpula por ocho nervaduras y en la portada, donde:
(...) encontramos gran cantidad de detalles que asombran por la minuciosa similitud. Los mismos mascarones en las bases de las columnas bajas; un motivo formado por ocho volutas, agrupadas de a dos, que en Pomata ocupa el zócalo, entre las columnas, y en La Paz ha sido corrido más arriba del nicho y por debajo del arquitrabe. En el interior de ambos templos, los arcos perpiaños ostentan iguales decoraciones, si bien es cierto que en Pomata la ornamentación es mucho más rica que en San Francisco de La Paz, cubriendo hasta el interior de los lunetos de las ventanas (18).
Es certera la observación de Buschiazzo; sin embargo, no hay datos precisos que avalen una misma autoría para las dos obras.
En 1781 tuvo lugar el cerco de la ciudad de La Paz realizado por los indígenas encabezados por el caudillo Julián Apaza, conocido como Túpac Katari. Este hecho generó incendios y saqueos en el conjunto conventual. A los tres años de ese acontecimiento, el Obispo de La Paz, Monseñor Gregorio Francisco Campos, consagró el edificio; la memoria de está consagración está en un lienzo de la sacristía, donde se lee:
Verdadero retrato del IImo S.D.D. Gregorio Francisco de Campos, dignísimo Obispo de La Paz y especial benefactor de la Religión Seráfica, a cuya devoción se debe la conclusión de esta Yglecia, la que se consagró en 23 de Abril de 1784 (ctd en Rossi "La Paz-Bolivia: iglesia y convento de San Francisco."30).
En 1820, el convento estaba habitado por sesenta y seis religiosos, los mismos que, paulatinamente, se dispersaron por toda Bolivia llevando el Evangelio hasta los más remotos lugares. Pasada la época de la independencia, el presidente Andrés de Santa Cruz pidió a los franciscanos que se encargaran de atender espiritualmente a las antiguas misiones de Apolobamba, regiones aledañas, Mosetenes, Guanay y posteriormente el territorio de Guarayos, entre los departamentos de Beni y Santa Cruz, actual Vicariato de Nuflo de Chávez (Rossi 30).
Posteriormente, los avatares políticos y militares turbaron la paz conventual, ocupándose varios locales de los religiosos, quienes tuvieron que marginarse en un espacio estrecho dentro del convento, con el deseo de recuperar el edificio (Rossi 30).
La torre, según opinión de Buschiazzo, "bien antiestética" (16), fue obra del hermano Eulalio Morales, Hermano de la Compañía de Jesús, de profesión arquitecto, autor de importantes obras en La Paz, como la iglesia de San Calixto y el Colegio Sagrado Corazones. Se edificó gracias a la donación de 60.000 bolivianos de los esposos Penny.
5. Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija
A los protagonistas de este convento los conocemos por los relatos de los padres Alejandro Corrado y Antonio Comajuncosa; por ellos se sabe que a los diez días del mes de marzo de 1606, en la Real Audiencia de La Plata se leía la petición por parte de cuatro vecinos de la villa de Tarija de fundar un convento franciscano, diciendo que "en la dicha villa ha muchos años que está señalado el sitio para fundar el convento y casa del Sr. San Francisco" (Corrado y Comajuncosa 24). Igual petición se eleva al Cabildo Eclesiástico de los Charcas en sede vacante.
Las dos autoridades reciben y apoyan la solicitud de los tarijeños, y dos meses después llega el P. Fr. Miguel Chirino, encargado de recoger las limosnas para realizar la construcción deseada (26). En AFT EP-2.33 figuran 173 donaciones para la construcción, ya que nadie en Tarija se negó a aportar: "Quien no pudo contribuir con limosnas pecuniarias ofreció adobes, maderas, reces" (Corrado y Comajuncosa 24). El total de las limosnas fue de 2491 pesos con 5 tomines. Catorce días después se inician las obras, que se paralizan por un reparo caviloso de los regidores, pero luego de elevarse los reclamos al Cabildo Eclesiástico de La Plata, el 9 de enero de 1607, so pena de excomunión latae sententiae, se ordena que nadie "ose" detener la obra (Calzavarini Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia 137-144).
El primer Guardián del convento es el P. Antonio de S. Buenaventura, quien ingresa a los 50 años, después de haber tenido una vida transcurrida entre "el fausto de la corte y los placeres del mundo" (Calzavarini Breve guía histórica, artística y cultural del convento San Francisco de Tarija 10). Luego de su conversión, este fraile tiene una vida ejemplar, y por la prudencia de su gobierno y la santidad de su vida, "se hizo querer tanto por los de la casa como por la feligresía. Tenía el don de mover a las tempestades. Se retiró en sus últimos días a la Recoleta de Chuquisaca, donde muere a los ochenta y más años en 1627 en olor de santidad" (10).
Bajo la dirección del P. de S. Buenaventura, el nuevo convento de Tarija salió exactamente conforme al modelo que dejó delineado el "Patriarca de los pobres":
(...) reducíase a un solo claustro bajo, rodeado de unas pequeñas celdas destinadas a hospedar a los ocho o nueve religiosos, que de ordinario moraban en él; las oficinas indispensables y pobrísimas; una huerta para el sustento y recreo de los que vivían encerrados en aquella cárcel voluntaria. Las paredes del pobre edificio eran de barro y el techo de paja. Todo respiraba la sencillez y humildad de la felicísima infancia del Instituto Seráfico: el título mismo Nuestra Señora de los Ángeles dado a la pequeña iglesia, o mejor dicho oratorio, que entonces se fabricó, evocaba el recuerdo de la primer cuna de los frailes menores. Veinte años después colocábase la primera piedra de una segunda iglesia, que debía ser más cómoda; aunque no más suntuosa. Su fábrica procedió con tanta lentitud, que apenas en 1645 pudo darse por concluida (Corrado y Comajuncosa 28).
Menos datos brinda Diego de Mendoza, en cuya crónica, respecto a la de los padres Corrado y Comajuncosa, se observa una diferencia de un año en la edificación de la iglesia:
El convento de nuestro Padre San Francisco de Tarija se fundó año de mil y seiscientos y seis, a los fines; fue en sus principios casa de recolección, y después Guardianía de la Observancia, tiene de ordinario ocho religiosos sacerdotes y legos; la iglesia se reedificó año de mil seiscientos y quarenta y quatro (...). La vivienda es de un claustro baxo descubierto, llano y religiosamente pobre (...) (50).
El convento era parte de la organización de la Provincia de los Doce Apóstoles de Lima. En 1607 fue integrado a la recientemente creada Provincia de San Antonio de los Charcas, con sede central en el Cusco y con conventos que de allí se extendían hasta La Paz, Potosí, Chuquisaca, Cochabamba, Pocona, Oruro y Mizque. Tarija quedó en situación periférica. La capilla en 1607 debió asemejarse a un simple salón, construido con materiales pobres. Su existencia era necesaria por una doble razón: la salmodia litúrgica u oración pública del pueblo cristiano y las eucaristías, por las cuales se recibían compromisos fijos de ofrendas, bajo el título de capellanías (Calzavarini Breve guía histórica, artística y cultural del convento San Francisco de Tarija 34).
La construcción del convento fue programa de largo alcance. El primer núcleo comprendía una secuencia de pocas habitaciones, que cerraban la parte norte del terreno y otra secuencia de igual longitud al este, delimitando así dos alas de un claustro imaginario. La parte norte incluía un ambiente provisoriamente adaptado para funcionar como iglesia interinaria.
Más tarde, en 1627, se inició la construcción del templo, que se termina, como se ha dicho, en 1645. Se trata de una construcción pobre, hecha de adobe y blanqueada con yeso; el templo tenía forma de cruz latina y se extendía en el actual espacio de la Basílica Menor de San Francisco, ocupando la mitad de su nave central (Calzavarini Riqueza perenne).
Al respecto, Corrado y Comajuncosa dicen que "veinte años después, colocábase la primera piedra de una segunda iglesia, que debía ser más cómoda; aunque no más suntuosa" (28), y aclaran en pie de página:
Debajo del cimiento de esta nueva iglesia se puso el siguiente memorial: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, de la Virgen Nuestra Señora, y de Nuestro Padre San Francisco, se dio principio y puso la primera piedra á este templo de los frailes menores observantes de la orden de nuestro Padre San Francisco, dedicado á Nuestra Señora de los Ángeles de Porciúncula, rigiendo la Iglesia de Dios en la Silla pontifical Urbano Octavo; y reinando en España Phelipequarto; y siendo Virrey del Perú D. Diego Fernández de Córdova, Marqués de Guadalcazar; Correjidor de esta Villa de Tarija D.Juan Frías de Breña: y siendo general de la dicha órden nuestro reverendísimo padre frai Bernardino de Sena; Comisario Jeneral del Perú, el mui reverendo Padre frai Juan Verdugo Moreño; Provinzial nuestro Padre frai Joan de Azpetia, y Guardián de este Convento el padre predicador frai Luis de Segura, el cual dijo la misa del Espíritu Santo, y puso la primera piedra, oi viernes, á cinco de Noviembre del año de mill seiscientos y veinte y siete (28).
Añaden que, dada la escasez de los materiales usados y el poco dinero que había en la villa, no se realizaron nunca reparaciones a esta construcción, por lo cual,
(...) a mediados del siglo pasado17se hallaba en una triste decadencia. Apenas quedaban cuatro celdas y éstas mal seguras; las oficinas desmanteladas y casi inservibles; los muros de la huerta desmoronándose; y la iglesia próxima a desplomarse. Ni quedaba esperanzas de poder remediar tanta ruina: la comunidad no tenía en mano del síndico ni un centavo (29).
En esta situación penosa es que el año 1755 es elevado al rango de Convento de Propaganda Fide, con el título de "Santa María de los Ángeles". Remontando al pasado, el P. Lorenzo Calzavarini explica que es en el año 1622 que nace en Roma la Congregación de Propaganda Fide, con el objetivo de impulsar nuevas dimensiones misioneras dentro de la Iglesia, y los Colegios Franciscanos. Dentro de esta categoría eclesial, asumen esos ideales con estatutos particulares que les permiten una acción directa con las autoridades coloniales y una relativa autonomía con respecto al Obispo. Se preveían dos momentos en esta tarea: el de la evangelización y el de la implantación de la Iglesia. Es así que, después de las buenas experiencias de México, Venezuela y Ecuador, el Comisario General de Indias, P. Francisco Soto, pensó en transformar los Colegios de Ocopa y Urubamba, pero el Padre Provincial de San Antonio de Los Charcas se negó, dándole a cambio la ermita de Tarija, con lo cual, el 3 de abril de 1755 pasa a ser Colegio de Propaganda Fide (Calzavarini Breve guía histórica, artística y cultural del convento San Francisco de Tarija 13-14).
Ante este nuevo rango, explica el P. Calzavarini, no podía conservarse ni un retazo del antiguo convento. Asimismo, por la falta de espacio para la realización del plan general, se procedió a levantar una construcción de dos pisos. El diseño conservaba idealmente la ermita, no más perdida en la huerta, sino extendida en el gran complejo conventual. Éstas fueron preocupaciones que se prolongaron durante casi cuarenta años. En el documento Quaderno de la obra de Gastos (AFT AE-1), existente en el Archivo Franciscano, se encuentran importantes datos que le permiten al Arq. Granda especificar la amplitud del Colegio. La primera y principal parte es inaugurada en 1767, y estuvo a cargo del P. Antonio Oliver.
En su refacción colaboró gran cantidad de bienhechores. En cuanto a los arquitectos de este período, anota Lorenzo Calzavarini que:
(...) en una sucesión que va de 1756 a 1793, tres personajes estuvieron comprometidos en la ejecución, fueron don José Hurtado Saracho, el P. Antonio Oliver y el hermano fray Francisco Miguel Marí. Según información del p. Mingo, el inicio se debió a don José Hurtado de Saracho, que en aquellos años era también "fabriquero" de la iglesia matriz. Incluso en la relación firmada por el P. Oliver, él fue fabriquero del Colegio de Propaganda Fide, regidor Perpetuo de la Ciudad (el "Veinticuatro"), y encargado por el cabildo de cobrar las Pías Memorias, con el estipendio del diez por ciento de la colecta total (Calzavarini Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia 40).
Calzavarini sostiene que el P. Mingo era persona bondadosa, que "( ) se comprometió a emprender la construcción a su costa, para cuyos gastos se le prometió contribuirá el nuevo Colegio con las limosnas que poco a poco con el tiempo fuesen entrando" (74). Continúa el P. Lorenzo: "el Padre Oliver anota que, en algunos años, el 'fabriquero' no trabajó, siguió de cobrador, y que en el año de 1758 tal oficio pasó al síndico del convento, don Inocencio Antonio Rodríguez de Valdivieso" (74). Don José Hurtado fue excluido de la obra desde el año 1758, quedando sólo el P. Oliver como "fabriquero", colaborado por el síndico Valdivieso y el sotosíndico, que era un hermano donado. Tal situación fue confirmada en el capítulo conventual de 1761. En la necrología de fray Pedro del Castillo se dice que "trabajó en la iglesia nueva de este Colegio". En 1758, fray Pedro fue a la Cordillera y volvió al poco tiempo al Colegio. El P. Mingo y el P. Comajuncosa no dan noticias de actividades de construcción de dicho hermano lego; tampoco se puede identificarlo con el sotasíndico, oficio confiado al hermano donado" (Calzavarini 74)
En definitiva, tanto el P. Antonio Olvier como don José Hurtado son los arquitectos del convento de Nuestra Señora de Los Ángeles de Tarija. Y es en esta etapa donde aparece otro gran arquitecto franciscano: fray Francisco Miguel Marí. Según Teresa Gisbert y José de Mesa, Marí se constituye en uno de los pilares de la arquitectura neoclásica en Charcas y el norte argentino.
En 1773, la Audiencia acepta el pedido de los franciscanos de unir a la parte conventual existente la mitad de la manzana, entre las actuales calles Colón-Suipacha y Lamadrid-Ingavi, donde se trasladaron las oficinas. En el terreno cercano a la portería, Fray Miguel Marí diseñó en 1783 la enfermería (planta alta) y la procura misional (planta baja); asimismo, diseñó la biblioteca, levantada sobre el comedor, con la puerta de entrada en lo alto del claustro de los servicios de la cocina. Los muros de la parte oeste eran muros solitarios (sin corredores laterales) y sólo con ventanas, los cuales, con la hilera de cuartos contigua al templo, formaban un claustro abierto hacia la huerta, que proseguía hasta la calle Bolívar (Calzavarini Breve guía histórica, artística y cultural del convento San Francisco de Tarija 18-19).
Indica Lorenzo Calzavarini que, en el acta AFT. H-9 n. 33 de 1806, los padres del discretorio, para justificar la decisión tomada de antemano, le reconocen méritos, señalando que era autor de
(...) la sillería y facistol del Coro, el retablo mayor, seis altares a lo romano y diez confesionarios en la iglesia, por lo que hace a su oficio de Carpintero y dirigiendo la arquitectura, el segundo claustro baxo, y alto en que está la enfermería; la librería sobre el Refectorio, y el cerco de la chácara y sus casas o cuartos...; sin contar la media naranja de la iglesia de San Francisco de Salta, y la iglesia y claustro de San Felipe de Chuquisaca donde la obediencia le destinó por súplica de los Señores Intendentes de Salta y Arzobispo de La Plata18.
Estudios realizados por los mencionados investigadores prueban que tanto Marí como Sanahuja son discípulos del arquitecto Coulí; este arquitecto, "fraile agustino exclaustro", ayuda a los franciscanos de Moquegua a levantar su convento en 1795.
El claustro y otras obras se siguieron hasta 1807, fecha en la que trabaja en la obra el Padre Fray Manuel Sanahuja, quien continuó las obras de Fray Francisco Marí, que se encontraba allí luego de haber terminado sus obras en Tarija (...) Se puede decir que el trío Coulí, Marí y Sanahuja son el aporte más importante de los franciscanos de los Colegios de Tarija y Moquegua para la arquitectura del sur andino (Gisbert y Mesa, Arquitectura andina 380-381).
En efecto, los documentos que nos hablan de él indican que se traslada, sin permiso, al Colegio de Moquegua, aduciendo enfermedades debidas al clima de Tarija.
En 1793 se realiza otro cambio en el convento: el documento AFT EP-4 de ese año atestigua la donación de la cuadra completa que hoy queda comprendida entre las actuales calles Colón-Suipacha e Ingavi-Bolívar, por parte de doña Agustina de Echalar, además del terreno donde se encontraba el ex Colegio Antoniano, hoy Universidad Católica Boliviana "San Pablo" de Tarija. Esto permitió el ensanche de la huerta y la realización de la escuela para niños y jóvenes de la ciudad.
El Colegio de Propaganda Fide no sufrió la "secularización" dictada por el Mariscal Sucre. De los conventos de Tarija, quedaron vigentes el de Santa María de los Ángeles (San Francisco) y el de la catedral, que fue templo de los padres jesuitas y luego, en 1767, fue trasformado en iglesia matriz debido al deterioro de la original, que ocupaba el espacio de la actual prefectura. Desaparecieron los conventos de los padres dominicos (acera de la alcaldía), agustinos (la cuadra del mercado central) y juandedianos (espacio del antiguo Hospital San Juan de Dios)19.
6. Santa Ana de la Recolección de la ciudad de La Plata
La historia del convento e iglesia de La Recoleta, como se la conoce coloquialmente, data del año 1600. Diego de Mendoza dice al respecto:
El Convento de Nuestra Señora Santa Ana, recolección de Chuquisaca se fundó el año de mil y seiscientos, fundóle el venerable Padre Fray Francisco de Morales, siendo Comisario General el M.R.P. Fr. Juan de Monte Mayor y Provincial de esta provincia unida a la de los doce Apóstoles, el R. P. Fray Diego de Pineda; está este Convento extramuros de la ciudad a las faldas del cerro Churuquillas en sitio plano apacible, y aunque hasta entonces infestado de rayos aquel lugar y parte por levantarse de aquel cerro las tormentas de agua, granito y ruidosos truenos y continuos rayos, después que se fundó en aquel lugar este Convento ha sido Dios servido de templar las tempestades, pues son ya muchos menos que antes eran, y por aquellas partes raras (57-58).
También hay datos de los donantes. Dice Diego de Mendoza:
Ayudaron a esta fundación el Reverendísimo Obispo de aquella Santa Iglesia, don Alonso Ramírez Vergara, que dio cuantiosa limosna, y puso la primera piedra a los cimientos de la Iglesia y el Licenciado Diego de Cepeda, Presidente de aquella Real Audiencia, dio la imagen de Señora Santa Ana, a cuya devoción se llamó de este nombre aquella casa; y últimamente Hernando de Valencia, minero rico de la Villa, y mineral de Oruro, dio cuantiosa limosna, toda la que era menester para concluir la obra (57-58).
En un principio el edificio fue muy simple, "de un solo claustro bajo, pequeño, cubierto y con arquería y columnas de ladrillo (...). La iglesia es pequeña, muy correspondiente al convento, religiosamente adornada de altares" (Mendoza 57-58).
Con los años, la comunidad de religiosos creció, y por ello, en 1650, se agregó un segundo piso al claustro; posteriormente, en marzo de 1655, se encarga la construcción de otros claustros a don Domingo Aguilar. Fernando Suárez Saavedra, en Historia de museos, iglesias, monasterios y lugares turísticos de Sucre, indica que "se tiene la escritura de compromiso del albañil Domingo de Aguilar, en 1ro. de marzo de 1655, para construir el segundo piso en el segundo patio del Convento, con el jornal diario de un peso y seis reales. También se compromete a hacer la sacristía" (141).
La guerra de los quince años de la independencia afectó radicalmente también a La Recoleta, dejándola en 1825 en manos de las autoridades eclesiásticas. El convento es suprimido entre 1826 y 1837, año en que vuelve a su esplendor por mérito del P. Andrés Herrero, un humilde fraile que logra la reconstrucción trayendo a 10 hermanos el 20 de octubre de 1837 (Suárez Saavedra 142) y que hizo de él un centro de irradiación del Evangelio con el establecimiento del Colegio de Propaganda Fide, el cuarto después de Tarija, Tarata y La Paz.
Son pocos los datos sobre los arquitectos protagonistas de este convento. La única noticia proviene del fraile José Rossi, quien explica que después de las tormentas de 1872-1873, que provocan daños irreparables en las estructuras del templo, se lo debe cerrar y se lo reedifica en estilo neogótico y neoclásico (Rossi Santa Ana del Monte Sión 86-87). Esta refacción se logra gracias a los donativos de la feligresía; el costo de la obra es de cuatro mil pesos. Se construye además a expensas de los donativos el coro, con capacidad para contener la hermosa sillería que se encontraba en el convento de la ciudad.
Desafortunadamente, después de 15 años de esas circunstancias, el templo debe ser cerrado por el mal estado en que se encontraba debido a una mala construcción; este trabajo dura de 1890 a 1892 (Suárez Saavedra 142).
Hoy en día tiene dos torres. Los arcos internos ojivales se deben al genial hermano José María Sudupe. Desde esa fecha se producen pequeñas mejoras y adecuaciones por parte del padre Tomás Aspe, y en el año 1948, el terremoto provoca daños graves que deben ser reparados (Rossi Santa Ana del Monte Sión 87-88). Desde entonces se realizaron en diferentes épocas pequeñas mejoras y adecuaciones, y desde 1984, La Recoleta es sede del Noviciado de la Orden.
Por lo tanto, si bien en este conjunto conventual el templo actual no corresponde al inicial, el convento mantiene elementos originales de la época fundacional que lo hacen especialmente valioso. Un detalle significativo e interesante es una pila de la época fundacional. Esta pila fue llamada "la peregrina", por haber deambulado por varios sitos: inicialmente en la Plaza de Armas (Plaza 25 de mayo), luego en la Alameda y finalmente en el Rosedal del hoy parque Bolívar, donde se encuentra actualmente, que se encuentra en la plaza Pedro Anzures (frente a la iglesia), Marqués de Campo Redondo, donde hoy se ubica. Fue realizada por don Martín de Oviedo, el mismo que realizara las armaduras y cubiertas de la capilla mayor del Convento de la Purísima Concepción.
Pero sin duda lo más importante de este templo es la sillería, que es una de las más hermosas de Bolivia. Aunque fue realizada para el coro de la iglesia de San Francisco, hoy se encuentra en la Recoleta. En el año 1960, el Dr. Gunnar Mendoza descubre en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Sucre un documento de concierto entre Don Lesmes de Oña Palacio y Hazañas, síndico del Convento de San Francisco de La Plata, y Juan Giménez de Villareal, escultor y arquitecto, para el trabajo de la sillería del coro de dicha iglesia20.
7. Conclusiones
El estudio de la arquitectura conventual franciscana en Bolivia representa una temática que aún no ha sido abordada en forma integral y exhaustiva. Sin embargo, su presencia en las ciudades actuales en el territorio de lo que fue la Real Audiencia de Charcas es insoslayable. La identidad urbanística de los tejidos urbanos de Sucre, Potosí, La Paz o Tarija perdería gran parte de su calidad si estos edificios y los espacios públicos que, en algunos casos, se organizaron vinculados a ellos, desaparecieran. Constituye así un gesto de enorme responsabilidad contribuir a su salvaguarda mediante la profundización de su conocimiento. Los conventos franciscanos son importantes por su valor histórico y su antigüedad, pues son testimonio de una etapa pasada de la historia americana, formando parte de la memoria histórica de las comunidades en las que están localizados.
Al observar las construcciones franciscanas vemos la fuerza e iniciativa de la Orden en la realización de las mismas y los vemos afanados, desde las primeras edificaciones, en buscar a los mejores maestros, como dice Diego de Mendoza en su crónica. Estos maestros y arquitectos son del lugar, por los datos de las escrituras y de los cronistas conocemos por ejemplo el nombre de José Agustín y Felipe Chavarría, que actúan en Potosí. Otros son europeos, como Martín de Oviedo, Miguel de Ortega, fray Manuel de Sanahuja y fray Francisco Miguel Marí, entre otros. En todo caso, tanto naturales como extranjeros supieron adaptarse a las condicionantes económicas y a las características del lugar en el que les tocó actuar. En algunos casos los diseños muestran la influencia europea, pero unida a la impronta americana que los hace singulares y diferentes a los europeos.
Los frailes de la Orden tuvieron mucho que ver en todo este proceso, ya que a ellos les debemos la capacidad organizativa que generó este gran despliegue constructivo en Charcas, sobre todo en el siglo XVII, lapso de tiempo que nos brinda nuevas luces acerca de los diferentes aspectos sociales, urbanos, arquitectónicos y técnicos de una sociedad en proceso de formación.
Para finalizar, no podemos dejar de hacer un reconocimiento a aquellos otros personajes de la historia que contribuyeron a forjar toda esta arquitectura de raigambre americana, pero que han quedado en el anonimato por falta de documentación que registre su labor.
Notas
* Profesora de Interacción Cultural de la Universidad Católica Boliviana "San Pablo". Contacto: jmatasmusso2@gmail.com
** Avance de investigación de la tesis doctoral sobre la arquitectura franciscana en Charcas que la autora presentará próximamente.
1 ABN. EP Soto, 1549, t.1, f.lix-lx. 1549. VII.11, Potosí. "Escritura de concierto: Hernán López Palomino, oficial de albañilería con Francisco Beltrán, maestro de albañilería, para hacer la obra de la capilla y sacristía de la iglesia del convento de San Francisco de la Villa de Plata. 2f". Todas las fuentes documentales que se citan en este trabajo han sido extraídas de la Guía de fuentes franciscanas en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Provincia Misionera de SanAntonio, Cochabamba: Tupac Katari, 1994.
2 ANB. EP Rojas, 1551, t.1, f.cdxv-cdxi, 1551.II. 16. Villa de Plata. "Escritura de Obligación: Juan Miguel de Veramendi, estante, maestro mayor de obras de cantería, se obliga a Francisco Serrano, síndico del monasterio de San Francisco en esta Villa, a traer el agua para la casa de dicho monasterio y hacer dentro de él una pila de ladrillo de ocho pies de hueco".
3 ANB. EP Rojas, 1551, t.1, f.cdxv-cdxi, 1551.II. 16. Villa de Plata.
4 ABN.EP Rojas, 1555, t.1,f.ccxxxvi-ccxxxvii. 1555.X.29, Villa de Plata. "Escritura de concierto: Juan de Galdámez, residente, con el Convento de San Francisco de la Villa de Plata, para preparar madera en los montes de Tococala y Carapachaca, jurisdicción de esta villa, con destino a la obra que se hace actualmente en dicho convento".
5 ANB. EP Aguila, 1563, t.5,f. 1110.1563.II.6. "Escritura pública de poder: otorgado por El convento de San Francisco de La Plata, a favor de Juan Pérez, procurador de causas ante la Audiencia de dicha ciudad, para que pida que se haga la capilla que el general Pedro de Hinojosa dejó instituida para que se hiciese en dicho convento".
6 ANB. EP Guisado, 1595, t.38a, f. 83-84. 1595.I.17, La Plata. "Escritura de donación: El General Francisco de Espinoza, vecino y alcalde ordinario de esta ciudad, a favor de los religiosos y convento de San Francisco de la misma, la suma de 1000 pesos, para la obra de la capilla mayor que se hará en ella".
7 ANB. EP Herrera, 1597, t.97-a, f.68-70. 1597.XI.26. La Plata. "Escritura de condicilio: Don Francisco Aymoro, cacique principal y gobernador de los indios Yotala y Quila Quila, manda que de sus bienes se den al sindico de San Francisco de esta ciudad 100 pesos, para ayuda a los gastos y ornatos de su iglesia".
8 ANB. EP Carvajal, 1618, t. 148-a, f.838-843.1618.II.2, La Plata."Escritura de concierto de obra: el Convento de San Francisco de esta ciudad, con Diego de Carvajal y Martín de Oviedo, maestros de arquitectura, para poder hacer y labrar la madera, armaduras y cubierta de la capilla mayor de dicho convento, con intervención en el trabajo de dicha obra de fray Juan de los Santos, religioso franciscano".
9 Marie Helmer dice que Oviedo "firmó cinco escrituras de conciertos de servicios: con dos indios, un oficial carpintero, Bartolomé de Rivas, y el alférez Diego de Carvajal" (ctd en Chacón 68).
10 ANB: TCN Nº 48,28.VI. 1827, fs. 865.
11 ANB: TNC Nº 1064, fs. 284 v,285,309-309 v.
12 ABNB, "Colección de documentos bolivianos, vol. VI, periódicos y hojas sueltas, 1865-1869", Santiago de Chile, 1872, p. 395, citado por Desireé Vidal Juncal en Deconstruyendo la evolución urbana de Sucre. Sucre: Gaviota del Sur, 2008.
13 ABNB, "Colección de documentos bolivianos, vol. VI, periódicos y hojas sueltas, 1865-1869".
14 La cantería es el arte de labrar la piedra para su empleo en construcciones. Los diferentes artesanos que participan en el proceso se denominan cabuqueros, entalladores, canteros y tallistas o labrantes.
15 Ancoraimes es un pueblo ribereño del lago Titicaca; se halla a unos 160 kilómetros de la ciudad de La Paz y está en la provincia Omasuyos, entre los pueblos de Achacachi y Carabuco.
16 Buschiazzo afirma, basado en datos extraídos de Luis Crespo, que los otros benefactores fueron los vecinos Joseph de Vidangos, el presbítero Juan de Oroguela, Sebastián de Ariata y doña María Carranza y Peralta.
17 Es decir, en el siglo XVIII, si se tiene en cuenta que Corrado y Comajuncosa escribieron su libro en 1884.
18 AFT. H-9. Acta N° 33: Trabajos de Fray Francisco Miguel Marí, en Libro de las Actas Discretoriales, 1794-1920.
19 "Bosquejo arquitectónico de Santa María de los Ángeles (ahora Convento San Francisco) para la creación del centro cultural Franciscano-Tarija" (Periódico El País. Suplemento El Cántaro Nº 307. 6 de febrero de 2005).
20 ANB: Escrituras públicas. T. 217, fol. 91. Este documento está transcrito en el libro Escultura virreinal en Bolivia, de José de Mesa y Teresa Gisbert, quienes agradecen al Dr. Gunnar Mendoza el haberles proporcionado este material tan importante para el estudio de las sillerías en Charcas.
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