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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.20 no.37 La Paz dic. 2016

 

IDEAS Y PENSAMIENTOS

 

Vida y obra de Sergio Suárez Figueroa

 

Life and work of Sergio Suarez Figueroa

 

 

Alan Castro Riveros*

 

 


Resumen:

La vida y obra del escritor Sergio Suárez Figueroa (Uruguay, 1924-La Paz, 1968) es todavía un misterio en el mundo de la crítica literaria boliviana y latinoamericana. El siguiente texto tiene como propósito aclarar los datos biográficos y bibliográficos más relevantes, como contribución al estudio de una parte importante de la historia de la literatura boliviana del siglo XX. El texto ahonda en el archivo familiar del poeta y complementa el camino con datos tomados de revistas y periódicos de la época. El ordenamiento de los datos permite visualizar el recorrido vital de Sergio Suárez Figueroa —desde su infancia hasta su muerte—, aunque deteniéndose principalmente en su vocación artística desarrollada después de su llegada a Bolivia, en 1944. Por ese medio son esclarecidos o corregidos los datos generalmente ambiguos que circulan sobre la vida y obra de este poeta. La investigación es parte del trabajo de rescate y próxima edición de la obra completa de Sergio Suárez Figueroa.


Abstract:

The life and work of writer Sergio Suarez Figueroa (Uruguay, 1924-La Paz, 1968) is still a mystery in the world of Bolivian and Latin American literary criticism. The following text intends to clarify the most relevant biographi-cal and bibliographical data in order to contribute study important part of Bolivian history literature. The text delves into the poet's family archive and complements the path with data obtained from magazines and newspapers of that time. The assembling of the data displayed in this text help to visualize the life journey of Sergio Suarez Figueroa -from his childhood to his death-, although focusing primarily on his artistic vocation developed upon his arrival in Bolivia in 1944. As a result, generally ambiguous data surrounding the life and work of this poet are clarifled and repaired. The research is part of the labor of recovery and the upcoming edition of the complete works of Sergio Suarez Figueroa.


 

 

1. Introducción

Los documentos y datos publicados sobre la vida y obra del escritor Sergio Suárez Figueroa no solamente son exiguos, sino que son en su mayoría contradictorios. El interés en torno a este autor renace recién en los albores del siglo XXI, cuando la revista de literatura "La mariposa mundial" reedita en el año 2000 su último libro de poesía: El tránsito infernal y el peregrino (1967). Desde el fallecimiento del autor, en 1968, los libros de Suárez Figueroa circularon a cuentagotas y casi secretamente. El siguiente texto surge de una inmersión en el archivo familiar de la familia de Sergio Suárez Figueroa, que Sergio Suárez López —hijo primogénito— abrió para una próxima publicación de sus obras, tanto las que ya salieron a la luz como aquéllas —la gran mayoría— que han permanecido inéditas.

 

2. El Cerro y La Boca

En primer lugar, establezcamos de una vez que Sergio Suárez Figueroa nació en Cerro (departamento de Montevideo), el 29 de febrero de 1924. El hecho de que 1924 fuese un año bisiesto y que Sergio viniese a Bolivia en calidad de polizonte antes de los veintiún años han movido las piezas de una confusión sobre su fecha y lugar de nacimiento que ha continuado hasta hoy. Según su cédula de identidad de extranjería, Sergio Suárez Figueroa nació el 28 de febrero de 1922 en Montevideo. Según otro documento, del que se sabe de oídas, habría nacido el año 1924 en Santa Cruz de la Sierra. La inexactitud de ambos datos esboza el carácter clandestino que cubría la procedencia de este hombre. El misterio del origen, encriptado anecdóticamente en el artificio de calendarios y geografías, resuena a lo largo de los azarosos y peregrinos sucesos que rumbean la vida y forman la personalidad de este escritor y músico invariablemente maravillado. Su aventura es la de un adolescente que escapa de su tormentosa vida familiar antes de los quince años y crea su soledad desde entonces. Luego —al borde del suicidio— emigra por el impulso de su primera huida hacia una tierra hasta entonces desconocida (Bolivia), en la cual desentraña una visión de mundo en la cual la realidad circundante y sus lecturas se conjugan en el oficio esclarecedor de la escritura, mientras su vocación por la música abre súbitos caminos.

Los primeros acercamientos a la vida de Sergio Suárez Figueroa se han hecho desde la literatura; ya sea como base flexible de la novela inédita Rastros (Fernando Medina Ferrada, 1971), como retrato del amigo muerto en Vidas y muertes (Saenz, 1986) o como peregrino compañero en De la ventana al parque (Urzagasti, 2003). Sin embargo, los datos de primera mano sobre la vida de Sergio Suárez Figueroa antes de su llegada a Bolivia son escasos. Su primogénito y albacea natural, Sergio Suárez López, dice que su padre era muy reservado respecto a la vida que dejó atrás. Más allá de algunas fotografías de antaño y de las cartas entre la familia de Suárez Figueroa y su sobrina Beatriz, que vivía (¿vive?) en Buenos Aires —donde se refieren algunos pasajes de la infancia de Sergio—, los hechos anteriores a su arribo a Oruro son referencias dispersas, ficcionalizadas, y las conocemos, sobre todo, por tres documentos reticulares: ciertas anécdotas de la mencionada novela Rastros, una entrevista de 1988 que Álvaro Diez Astete le hace a la esposa de Sergio, Ligia López (Diez Astete, 1988), y por recurrencias autobiográficas que aparecen en las obras del mismo Suárez Figueroa.

Sabemos, por ejemplo, que Sergio Suárez Figueroa nació en Cerro (Diez As-tete, 1988), una villa adyacente a la ciudad de Montevideo que fue creada en 1834 para albergar a los inmigrantes que llegaron masivamente a Uruguay hasta la década de 1950 y que fue anexada definitivamente a Montevideo en 1913. Esta villa creció a faldas del Cerro de Montevideo (el cerro que aparece en el cuartel superior derecho del escudo de Uruguay), y en algún momento se llamó Cosmópolis, debido a la múltiple procedencia de sus inmigrantes, quienes venían de casi todos los países de Europa. En consonancia con tal fenómeno, las calles de Cerro llevaban nombres como España, Italia, Lituania, Polonia, Rusia, etc.

La familia Suárez Figueroa estaba integrada por seis hermanos, de los cuales Sergio era el menor, según cuenta su sobrina Beatriz en una carta dirigida a Sergio Suárez López, fechada el 18 de julio de 2005. En esta carta, Betty enumera a los hermanos por orden de llegada al mundo:

Argentina (casada y fallecida en Uruguay muy jovencita), Elodia (mi mamá), Enriqueta (la mamá de nuestra prima Mirta), Eduardo (el Pastor), José (eximio guitarrista a quien Hugo del Carril en persona lo iba a buscar a casa de nuestros abuelos) y Sergio (vuestro papá, pero antes de él hubo otro hermanito que aún no llegaba al año de vida cuando falleció. Debo señalar que mi mamá le llevaba 17 años al pequeño Sergio (...)

No sabemos el tiempo exacto que Sergio Suárez Figueroa vivió en Uruguay, pero está claro que en cierto momento de su niñez, su padre (un armador de barcos) se llevó a toda la familia a vivir a Buenos Aires —al barrio de La Boca, más precisamente—, donde Sergio pasó los últimos años de su infancia. Los brumosos puertos que el poeta evoca en momentos claves de su obra emanan de su vida en Cerro y en La Boca —ese barrio de conventillos e inmigrantes (sobre todo genoveses) donde una familia entera cabía en una habitación y compartía el baño y el patio con los demás inquilinos. La sensación de la intimidad acosada por una familia numerosa en un espacio aglomerado se percibe, por ejemplo, en los primeros poemas de Orfeo (Suárez Figueroa, 1967a) y es imaginada por Medina Ferrada en un fragmento de Rastros.

Nada le había parecido arbitrario salvo el comportamiento de sus padres y hermanos, oponiéndose constantemente a cuanto él hiciera dentro del conjunto en que habitaban; espacios divididos en los cuales ni el reducido sitio que ocupaba su cama -un jergón y una frazada tendidos en el suelo, junto a sus hermanos- era realmente suyo (Medina Ferrada, 1971: 11-12)

Su sobrina Beatriz recuerda pictóricamente el lugar en el que vivía la familia Suárez Figueroa, evocando los cuadros de Fortunato Lacámera (1881-1957) y Benito Quinquela Martín (1890-1977) e incluyendo esa atmósfera en la vasta vecindad latinoamericana. En una carta escrita en Villa Ballester el 28 de febrero de 2005, Beatriz le cuenta a Sergio Suárez López sobre el lugar en el que había vivido su padre y que alguna vez le quiso mostrar a su madre, Ligia López.

(...) miraba yo un capítulo de "El Chavo" (podrás deducir que poco hay que valga la pena), en la escena aparecía una persona atendiendo el teléfono, que luego con esa escena, tan bien representada por Lacámera como por Quinquela Martín. Es el típico barrio de La Boca y cuando nos visitó la mamá de ustedes, mi querida Ligia, la llevamos hasta allí, pero el edificio ya no estaba y en su lugar había una barraca, pero igual pudo recorrer y andar por las veredas por las que transitó el amor de su vida.

 

 

Anclado y desanclado de ese mundo, Sergio Suárez Figueroa, aún niño y alrededor de 1936, además de rescatar los libros de Leoplán1 del fuego del hogar, aprendió a tocar guitarra. Aunque la iniciación musical de Sergio se dio muy temprano (la misma sobrina Betty cuenta que el pequeño Sergio cantaba entera la canción "Buenos Aires, la reina del Plata" a los dos años), su aprendizaje de la guitarra está ligada a la relación con su hermano José. En una de las pocas fotografías de la infancia de Sergio lo vemos tocando guitarra junto a su hermano mayor.

3. Los trabajos y los días

A los trece años, Sergio Suárez Figueroa ya "era grande" y salía a las calles de la gran ciudad a ganarse el pan. Trabajó de lustrabotas, lavaplatos y mandadero. Sin embargo, un día, a medio camino de su casa, decidió no regresar más.

El primer laburo que consiguió después de esta decisión fue el de canillita en un puesto de periódicos. El señor mayor que atendía el puesto le ofrecía comida y un porcentaje de las ventas. Es posible imaginar a Sergio con quince años voceando las noticias en el Buenos Aires de 1939 ante la mirada atónita de un Witold Gombrowicz recién llegado a la Argentina que luego diría que el canillita que vocea la revista literaria de la élite "tiene más estilo que todos los colaboradores de esa revista" (Gombrowicz, 2001:23). En todo caso, Sergio sólo trabajó algunos años de voceador, y no en el mismo puesto de periódicos, ya que temía ser encontrado por sus padres.

(...) la cercanía a su casa puso en peligro su libertad cuando su madre apareció un día, preguntando por "el atorrante que se espiantó de la casa y se olvidó de ella y no le lleva ni un centavo, después de todo lo que ella hizo por él..."(...) Evitó -con la aprensión de un niño ante un bosque poblado de invisibles amenazas- volver a poner los pies en la extensa zona en la que había transcurrido su infancia (Medina Ferrada, 1971:24)

Según permite conjeturar Medina Ferrada, la necesidad de alejarse de su familia hizo de Sergio un vagabundo de la gran ciudad, quien transitaba por todos los barrios y villorrios que encontraba. Asiduo pasajero de las líneas del subterráneo bonaerense, el adolescente quedó encandilado con aquellos barrenderos nocturnos cuyo trabajo era ir de una estación a otra para dejar limpios los pasillos y los andenes. Tanto así que a los dieciocho años, alrededor de 1942, consiguió un trabajo de barrendero en el subte. Allí conoció los sindicatos, las empresas, los partidos y las publicaciones alternativas donde —desde diferentes flancos— se anunciaba la inminencia de una revolución continental.

Su dedicación al trabajo le permitió ahorrar para comprar una guitarra. Sin embargo, no se quedó en aquel laburo. Itinerante como era, consiguió turnos de trabajo en algunos restaurantes que necesitaban personal, sobre todo para el almuerzo, las tardes de partidos de fútbol o carreras de caballos, y para la cena. Además, de vez en cuando ofreció sus servicios a las librerías y aceptó libros como parte del pago. Según podemos inferir de la novela Rastros, Sergio, con cierta estabilidad económica, se dedicó a su manual de guitarra y a la lectura, habiendo decidido laburar tan solo algunos días de la semana.

Dos años después, en 1944, publica su primer poema, Canción de las islas, en el primer número de la revista Sed, dirigida por el escritor y académico Osvaldo Svanascini. Su decisión de trabajar sólo algunos días de la semana estaba relacionada con un proyecto de escritura que comenzaba a andar. En Canción de las islas, Suárez Figueroa omite su apellido paterno y firma con el nombre de Sergio Figueroa.

En los primeros años de 1940, Sergio conoció a Percy Gilardy, un periodista peruano exiliado en Buenos Aires que trabajaba de analista político en periódicos argentinos. La inopinada amistad de Percy —tal vez la única persona a la que podía llamar amigo (Medina Ferrada, 1971: 41)— es gravitante en la vida de Sergio Suárez Figueroa, pues es gracias a Percy que el poeta llegará azarosamente a Bolivia. Percy Gilardy había estado viviendo en Buenos Aires durante dos años y ya no toleraba su situación de exiliado y perseguido político; así que un día le pidió a su amigo Sergio que le acompañe de regreso a Perú. Sergio, viendo la oportunidad de cortar definitivamente con su familia y su pasado, acepta la aventura que lo traería, imprevistamente, a Bolivia.

 

4. Oruro

Sergio Suárez Figueroa tenía alrededor de veinte años cuando partió de Buenos Aires junto a su amigo Percy Gilardy en un tren de carga, en calidad de polizontes. Con algunos libros, un poco de dinero, lápices (que tendrá que vender en el camino para comer) y su guitarra (que le dará algunos pesos), Sergio empezó un itinerario cuyo destino era Lima. Sin embargo, debido a una enfermedad repentina de Percy y a la absoluta falta de dinero para seguir el viaje, ambos se quedarían varados en la ciudad de Oruro.

En 1945 —año que figura como el de su ingreso a Bolivia en su cédula de identidad y extranjería—, Sergio Suárez Figueroa se casó con Ligia López Auza. Apenas llegado a la ciudad de Oruro, Sergio trabajó limpiando tiendas y atendiendo bares; también como barrendero y mensajero. Poco después consiguió un trabajo más estable como practicante en el hospital de Oruro. Sin embargo, después de una enfermedad, perdió su trabajo en el hospital. Es entonces —por intercesión de la familia de su esposa Ligia— cuando comienza a trabajar en la Corporación Publicitaria Oruro, en calidad de concertista, desde 1946. El 19 de julio de aquel año recibe su carnet de concertista por tal Corporación, el cual fue revalidado cinco veces; siendo la última revalidación hasta el 31 de diciembre de 1970; es decir, hasta más de dos años después de la fecha en la que el poeta dejaría este mundo.

Durante su estadía en Oruro, trabó amistad con los poetas Luis Mendizábal, Carlos Mendizábal y Carlos Aróstegui, quienes le consiguieron un trabajo en la Biblioteca Municipal de Oruro. Allí comenzó a mostrar su producción literaria y conoció al señor Miralles, quien entonces era director del periódico La Patria, donde Sergio publicó una columna satírica (Perfiles), firmada con el pseudónimo de Quasimodo. Según su esposa Ligia López, Sergio también escribía poesía en aquel tiempo (Diez Astete, 1988).

 

5. Cronología de La Paz

La Paz será para Sergio Suárez Figueroa el destino final de esa especie de auto-exilio, el lugar en el que desarrollaría su obra literaria y formaría su familia. En 1947, y con veintitrés años, Sergio llega a La Paz. Aquí nacería su primogénito, Sergio Suárez López, en 1948, y luego vendrían sus hijos Percy y Rolando.

Desde su llegada a La Paz, Sergio Suárez Figueroa reafirmó su profesión de músico, dando conciertos de guitarra en confiterías y boites, pero también formando parte de conjuntos folklóricos. Según su esposa Ligia, durante estos primeros años en la ciudad de La Paz, Sergio había dejado temporalmente la literatura para enfocarse en la música. Fue entonces que conoció al señor Hugo Sevillano, a Hugo Antelo, a Roberto Córdova, a Santalla y a Zegarra —con quienes luego formaría el conjunto Los Provincianos (Diez Astete, 1988). Poco después conoció al pintor Oscar Pantoja y al dramaturgo Fernando Medina Ferrada.

Habrá que decir que los alrededores de 1952 significaron una vuelta de Suárez Figueroa a la literatura. De esa época, según cuenta su esposa Ligia López, son los textos Los infusorios en la huerta —que derivaría en la obra de teatro Los desalmados en la huerta— y el relato El abuelo, que permanecen inéditos (Diez Astete, 1988).

A principios de 1953, Suárez Figueroa integraba el conjunto folklórico estable de la emisora del Estado, la radio Illimani. El director artístico de esta emisora sugirió cambiar el nombre del grupo a 31 de Octubre, en conmemoración de la nacionalización de las minas —el hecho histórico que Sergio Almaraz considera el milagro que hizo comprender a los bolivianos "que a veces los hombres pueden hacer su historia" (Almaraz Paz, 2009: 365). Los integrantes del conjunto 31 de Octubre fueron: Esteban del Río, Hugo Sevillano, Roberto Córdova, Jorge Zegarra, José Aramayo, Arsenio Rodríguez y Sergio Suárez Figueroa. Córdova y Sevillano luego formarían parte de Los Provincianos.

Más adelante, en 1953, Suárez Figueroa fue Jefe de Redacción del Boletín de Cultura de la Subsecretaría de Prensa, Informaciones y Cultura (SPIC) de la República, a la cabeza de José Fellman Velarde. Allí trabaría amistad con el poeta Jaime Saenz. Esta institución, nacida de la revolución del 52, publicó en 1954 un volumen titulado Antología de cuentos de la Revolución, donde Suárez Figueroa publica El despertar, la primera obra narrativa publicada por el autor.

En 1955, después de dejar la SPIC, Sergio Suárez Figueroa viajó a Venezuela junto al grupo folklórico boliviano Los Provincianos y a la cantante Pepa Cardona. En el camino conoció Perú, Ecuador y Colombia. El poeta decidió quedarse alrededor de un año por esas tierras. La esperanza de su viaje era triunfar con su conjunto folklórico en el mundo del espectáculo musical latinoamericano. Así lo demuestran las cartas que Sergio escribe a su esposa Ligia durante su viaje. Por ejemplo, en una carta escrita en Caracas el 7 de julio de 1955, Sergio escribe:

Los muchachos y yo mismo sabemos que nuestro éxito será una realidad. Ya hay muchas personas interesadas en contratar el número, pero hasta ahora la firma Palmolive es la que nos ha hecho la mejor proposición.

Sin embargo, el éxito esperado no llega a consumarse, y la vida en Caracas parece ser más dura de lo que ellos mismos esperaban. En una carta posterior, fechada el 20 de julio, Sergio escribe:

(...) Ahora te voy a decir la verdad y no me creas ingrato. Como hemos estado 20 días sin trabajar, casi no tuvimos un céntimo ni para papel ni para franqueo. Recién ahora comenzamos a respirar un poco. La vida aquí es horriblemente cara. Lo que queremos hacer es irnos a Cuba y no cometer la locura que hemos cometido aquí viniendo como vinimos sin ningún contrato. Hemos conseguido un buen representante y él nos está gestionando dicho contrato. En Cuba se gana directamente en dólares y la vida es más barata que aquí.

A pesar de haber trabajado en televisión, radios y en el lujoso hotel Tamanaco, Los Provincianos se separaron a los seis meses de su llegada a Venezuela. La mayoría de los integrantes se quedaron en Venezuela. Pepa Cardona y Tito Yupanqui se fueron a México y formaron el dúo Wara Wara [revista Nova 12, Julio de 1963:6]; luego irían a grabar su disco a Estado Unidos. Sergio Suárez Figueroa regresó a La Paz el año 1956, con 32 años.

Después de su viaje a Venezuela, Suárez Figueroa abandonó la interpretación pública de música folklórica y se dedicó a la interpretación y estudio de música clásica y jazz. Según su esposa, él ensayaba de diez a doce horas diarias. En 1956 intentó, junto a Mario Ferrari (pianista egresado de la Escuela de Milán), la aventura estética del jazz, a la que Suárez Figueroa relacionaba con la pintura abstracta. La poca difusión del jazz en nuestro país hizo que Suárez Figueroa practicase esta música con intérpretes extranjeros y en ambientes más o menos exclusivos.

Según se sabe por recortes de periódico que conserva la familia, Sergio impuso en aquel ámbito musical a los músicos bolivianos que no eran aceptados en los locales lujosos de La Paz. Entre esos músicos estaban el pianista Humberto Tapia, el saxofonista H. Monroy y el contrabajista Andrés Molina.

Sabemos también que es más o menos a partir de esta época que Suárez Figue-roa vuelve con tenacidad a la escritura. Es a partir de esta época que su trabajo como guitarrista y el obraje de su escritura empiezan a intercalarse. Sergio Suárez López cuenta que cuando su padre estaba en casa sólo hacía dos cosas: practicar guitarra y escribir.

 

6. Sergio y su guitarra

Sergio Suárez Figueroa trabajó como guitarrista en varios lugares y tenía tratos con distintos géneros musicales: desde la música clásica de tradición escrita hasta la música popular bailable. Trabajó, por ejemplo, en el Hotel Crillón y el Hotel Copacabana como guitarrista de salón. También amenizó en locales nocturnos como el Malí (en la plaza del Estudiante), el Galey (cerca de la alcaldía, en la avenida Camacho), el misterioso Altri Tempi (perteneciente a un italiano, y situado detrás del coliseo Don Bosco) y el mítico Gallo de Oro (en Obrajes). Por otro lado, en carnaval —época en la que ganaba más dinero que en todos los meses del año juntos— tocaba música tropical con el conjunto de los hermanos Molina.

Además de que la guitarra le daba ingresos económicos y le permitía cierto tiempo para la escritura, su vocación por la interpretación musical también le permitió conocer Bolivia.

En septiembre de 1960 Suárez Figueroa dio un concierto enTupiza, en el Teatro Suipacha. Su esposa, quien era declamadora, lo acompañó en ésta como en otras presentaciones, recitando versos de Rubén Darío, Amado Nervo y Domingo Silva, mientras Sergio interpretaba a Francisco Tárrega, Francisco Sor y Félix Mendelssohn. Aquel concierto en Tupiza cierra su programa con un encuentro fascinante para la música boliviana: el conjunto de guitarras compuesto por Ginés Vargas, Sergio Suárez Figueroa y el maestro tupiceño Alfredo Domínguez. Habrá que decir que en aquellos años Alfredo Domínguez tenía apenas veintidós años y, según sabemos, Suárez Figueroa (que le llevaba catorce años) había compartido mucho con él. De hecho, el bailecito Alto Sud, compuesto por Domínguez, entraría desde entonces en el repertorio de los conciertos de guitarra de Sergio Suárez Figueroa. Por otro lado, Sergio tenía razones para visitar Tupiza, pues allí vivían sus amigos Gastón Suárez y Líber Forti —ambos dramaturgos a carta cabal.

Poco más de un año después, el 9 de noviembre de 1961, Suárez Figueroa da un concierto en Potosí, en el Salón de Actos de la sección popular de la Universidad Tomás Frías. Dos días después haría otra presentación en el salón de Honor de la Alcaldía Municipal. Ese mismo mes de noviembre, Suárez Figue-roa se presenta en la ciudad de Sucre, en el paraninfo de la Universidad San Francisco Xavier, junto al guitarrista local Isaac Ossio Leytón. Es ahí donde estrena una de sus tres composiciones conocidas, que en este programa titula Canción aymara y que luego figura con el nombre de Canción andina.

1965 es uno de los años más agitados de Sergio Suárez Figueroa en cuanto a conciertos se refiere. El 14 de julio de 1965 da su primer concierto en la ciudad de La Paz, bajo el auspicio del Centro Cultural Bolivia-Brasil. Su presentación tiene lugar en uno de los salones del Instituto Boliviano-Alemán. Este concierto es crucial, pues es la base de una serie de conciertos que daría más adelante, en los que busca dar una visión histórica de la guitarra a través de un recorrido que va desde la época medieval hasta la primera mitad del siglo XX. En ese sentido, la primera parte de este concierto está dedicada al barroco, la segunda al romanticismo y la tercera al folklore latinoamericano. Se trata del primer concierto comentado que hace Suárez Figueroa. Sus estudiantes Singui Ballivián y Pilar Campuzano comentaron las interpretaciones a partir de un texto escrito por Suárez Figueroa. Este mismo concierto lo daría poco después en el pequeño teatro del Panóptico Nacional, en beneficio de los reclusos, logrando un éxito de taquilla. En esta segunda ocasión, los comentarios fueron leídos por Eduardo Olmedo López (escritor y amigo de Sergio) y se incluyó un intermedio de declamación a cargo de Ligia López.

El 30 de julio de ese mismo año, Sergio repite nuevamente este concierto, como parte del homenaje al XXXV aniversario de la autonomía universitaria en la UMSA. Al repertorio presentado anteriormente le añade una nueva composición propia, un bolero de caballería titulado Aire de banda. Un año después, Suárez Figueroa comentaría algo en torno a esta composición, diciendo que "si bien la música de los boleros de banda posee algunas reminiscencias del repertorio de los vihuelistas, no obstante conserva un sabor indiscutiblemente boliviano" (El Diario, domingo 10 de julio de 1966).

El 4 de agosto de ese mismo año, Suárez Figueroa da un concierto en el Teatro Municipal de Oruro, como parte de los festejos patrios. En aquella ocasión, los comentarios en torno a la historia de la guitarra fueron leídos por su esposa Ligia. Poco más de un mes después, el 20 y 21 de septiembre de 1965, Suárez Figueroa da un par de conciertos en Cochabamba. El primero se presentó en la sala del Instituto Alemán, con un público exclusivo. El segundo fue un concierto gratuito en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Simón. El 7 de octubre daría un tercer concierto en Cochabamba, en el Club Social, con un costo de cinco pesos. En este tercer concierto, Suárez Figueroa estrenaría una nueva composición, inspirada en el cuadro de Diego Velázquez Las meninas.

Finalmente, el 22 de octubre, su serie de presentaciones tomaría forma en una conferencia-concierto titulada "La evolución de la guitarra de la Edad Media hasta nuestros días". Este concierto se presentó en la Tribuna de la Alianza Francesa. Su recorrido desde el barroco hasta la música latinoamericana cerraría con la balada Las meninas, una composición que posiblemente daba unidad al concierto entero.

El mes de julio de 1966, el sello Méndez saca un disco EP titulado Sergio Suárez Figueroa y su guitarra. La única composición que aparece en este disco (de las tres que se tiene noticia) es Aire de banda, posiblemente por su relación con el periodo vihuelista, que —según una entrevista realizada casi un año antes en Cochabamba— "es considerado por Suárez el más poético y rico para los guitarristas" (Prensa Libre, Cochabamba, 8 de octubre de 1965).

 

7. La escritura de Sergio Suárez Figueroa

Como habíamos sugerido antes, el regreso de Suárez Figueroa a La Paz, después de su fracaso folklórico en Venezuela, marca un hito crucial en su producción literaria. Es a partir de 1956 que Suárez Figueroa se dedica con mayor ánimo a la escritura. Aunque nunca la había dejado totalmente, la segunda mitad de la década de 1950 abre paso a su época más prolífica como escritor.

Los rostros mecánicos (1958) es el primer libro de poesía publicado por Sergio Suárez Figueroa. En este libro percibimos las palabras cargadas, la precisión y el ritmo que darían forma al resto de su obra poética. En 1961, publica Como la grave niebla del pánico, un poema con ilustración y tapa de Jaime Saenz (Saenz, 2016: 22). Se trata del libro de Suárez Figueroa que más oculto estaba. Los amigos de Sergio lo desconocían o lo habían olvidado, y los bibliófilos más obsesivos se asombraban de su existencia. Como la grave niebla del pánico es el libro más diáfano, volátil y amoroso del poeta; y a la vez el primero que opera ese cierre oracular y trágico con el que culminará El tránsito infernal y el peregrino, su último libro.

El año 1962, Suárez Figueroa trabaja como jefe de redacción en la revista Nova, dirigida por Fernando Diez de Medina, desde el primer número (agosto de 1962) hasta el último (octubre de 1963). Allí publica textos sobre literatura, arte, teatro, cine y poesía; además de entrevistas y reseñas. Nova es una de las publicaciones más importantes de su época, porque en ella convergen los eventos, pensamientos y sensibilidades de todos los ámbitos culturales y científicos de Bolivia en su relación con el mundo. Además de Suárez Figueroa, en la revista Nova publican Jaime Saenz, Gamaliel Churata,Jesús Urzagasti, Marvin Sandi, Edgar Ávila Echazú y H. A. Murena, entre otros.

Ese mismo año, 1962, Suárez Figueroa publica su tercer libro de poesía: Siete umbrales descienden hasta Job, en la peregrina editorial Eurídice. Pese a su cercanía temporal con el libro precedente, Siete umbrales descienden hasta Job opera un cambio formal significativo en su escritura. En este tercer poema extenso advertimos el tono oracular, los fraseos largos, la reflexión expuesta en su carácter narrativo, el ritmo de un torbellino que exige sus propias pausas para encausar su movimiento. Es aquí donde resalta y se hace reconocible el estilo de Suárez Figueroa. En una carta fechada el primero de junio de 1962 y dirigida a su amigo de Potosí Carlos Iturralde, Sergio se refiere de la siguiente manera a su libro recientemente publicado:

Este poema, que no sé si es poema o qué cosa, fue escrito aproximadamente hace tres o cuatro años. Creo que evidentemente es el umbral de una auto-iniciación subconsciente, o alguna revelación de otro plano. No le he dado sentido sino luego de largo tiempo, posterior a su conclusión. Fue escrito, casi automáticamente.

Por lo mismo, Siete umbrales descienden hasta Job tiene la luminosidad necesaria para unificar los dos anteriores libros (aparentemente distintos en su concepción estética) e identificar estancias o recodos de una sola obra poética en curso. El carácter filosófico que resuena en este libro es el que se desplegará luego en El tránsito infernal y el peregrino.

Un año después, en 1963, Suárez Figueroa publica su primer libro de teatro, El arpa en el abismo. Esta obra está íntimamente ligada a la novela inédita La araña gigante, pues se trata de un drama derivado de ella. De hecho, la única referencia pública a dicha novela inédita se da en el tercer número de la revista Nova, con motivo del anuncio de la futura publicación de El arpa en el abismo.

Editoriales del país y del exterior se interesan por las obras teatrales de Sergio Suárez Figueroa.

Ellas son: "El arpa en el abismo" y "Luto en el palacio", dramas de alta tensión, encuadradas en ambiente nacional, y dentro de una técnica moderna, plantean aspectos de nuestra psique colectiva e individual.

(...)

Suárez Figueroa, que cultiva la crónica, la crítica y el poema, pertenece a la redacción de "NOVA" y es por ello que a sus compañeros de redacción nos complace la noticia de la próxima aparición de sus obras teatrales, que sin duda causarán más de una sorpresa a quienes ignoraban su vocación para la creación escénica.

Es de advertir que "El arpa en el abismo" toma su tema de una novela también inédita del mismo escritor (Nova, 3 de octubre de 1962:16).

Diríamos que la comparación entre el drama y la novela inédita —que por breves y desperdigados momentos comparten fragmentos similares y hasta idénticos—, permite comprender las diferencias técnicas y los compartimentos estéticos en la escritura de una novela con respecto a la concepción de una obra teatral, y viceversa.

En 1965, la revista Sísifo, dirigida por Jesús Urzagasti y Roberto Echazú, publica un fragmento de El tránsito infernal y el peregrino (aún inédito en ese entonces). Esta publicación en el último número de Sísifo (el 5), aparece junto a una entrevista de cuatro preguntas que Suárez Figueroa (presentado como el autor de "El arpa en el abismo") le hace a Fernando Medina Ferrada (entonces director del Teatro Nacional Popular). Esto es significativo, en cuanto hace evidente que el nombre de Sergio Suárez Figueroa tenía mayor resonancia en el ámbito teatral que en el de los poetas. Aunque la mayoría de sus obras dramáticas no fueron publicadas, buena parte de ellas fueron escenificadas.

Por otra parte, la labor periodística que Suárez Figueroa había iniciado en La Patria de Oruro, y continuado como colaborador de Última Hora y Presencia, continuó en 1966, cuando Sergio fue redactor de la página cultural del matutino El Diario de la ciudad de La Paz. Este trabajo duraría hasta 1967, sin por ello dejar de colaborar en Presencia Literaria (en aquel entonces dirigida por el padre Juan Quirós).

En 1967 Sergio Suárez Figueroa publicó su cuarto y último libro de poesía: El tránsito infernal y el peregrino. Este libro abre con tres poemas sueltos que recuerdan la cadencia ya de Los rostros mecánicos, ya de Como la grave niebla del pánico. Sin embargo, sus dos poemas extensos centrales (Orfeo y Eurídice) continúan el ritmo implacable que se estampa enteramente en Siete umbrales descienden hasta Job.

 

8. Suárez Figueroa y el teatro

El mismo año que se publica El tránsito infernal y el peregrino sale la obra de teatro La peste negra, como separata de la revista Logos. Sin embargo, éste es apenas un pequeño destello de aquel período, puesto que 1967 es el año en el que la obra dramática de Suárez Figueroa adquiere una resonancia central en la vida pública del escritor y guitarrista.

En primer lugar, el 8 de febrero de 1967 se pone por primera vez en escena una obra de Sergio Suárez Figueroa (La peste negra), en el paraninfo de la Universidad Mayor de San Andrés. Luego, a mediados de ese año, Suárez Figueroa gana el Primer Premio de las Jornadas Julianas, por la obra teatral El hombre del sombrero de paja, y el segundo lugar por La peste negra. Poco después, en agosto (del jueves 24 al domingo 27) se presenta El hombre del sombrero de paja en el Teatro Municipal de La Paz. Más adelante, en noviembre de ese mismo año, Sergio obtiene el Gran Premio Anual de Teatro Franz Tamayo, con el manuscrito de La azotea, la cual se publica un año después —luego de su deceso— en 1968.

La atención que desata su obra dramática en el público derivó en un interés creciente en el propio autor. En ese sentido, habrá también que recordar que la obra póstuma de Sergio Suárez Figueroa y los estudios que se hicieron sobre el autor durante las últimas tres décadas del siglo XX estuvieron enfocados casi exclusivamente en su obra dramática. Por ejemplo, a un mes de su muerte se realiza la escenificación de su obra El poeta, la mujer y el retrato. El 17 de marzo de aquel año, Suárez Figueroa tenía agendado un concierto de guitarra en el paraninfo de la UMSA. La muerte le dio un giro a aquella deuda. En memoria de tal compromiso, el organizador, Marcelo Quiroga Santa Cruz, dirigió El poeta, la mujer y el retrato en el marco de las Jornadas Universitarias de Teatro (Diez Astete, 1988). La puesta en escena recibiría el premio a la mejor obra en el Festival de Teatro de 1968. Ese mismo año se publicaría La azotea.

Doce años después de la muerte de Sergio Suárez Figueroa, en 1980, se publica El hombre del sombrero de paja. En 1988, la revista Gestos publicará uno de los primeros acercamientos críticos más o menos extensos a su obra, el texto de Willy Muñoz titulado "Los mecanismos del poder en La peste negra de Sergio Suárez Figueroa".

 

9. La muerte de Sergio Suárez Figueroa y su obra póstuma

Después de dejar el Departamento de Redacción de El Diario, Suárez Figueroa empezó a trabajar como funcionario del Departamento de Literatura del Ministerio de Cultura. Tal sería su último empleo. Muere —como nació— en un año bisiesto, un viernes del carnaval de 1968, seis días antes de celebrar una fiesta que sólo sucedía cada cuatro años —en este caso, la de sus 44 años. Ese viernes 23 de febrero, cuando estaba a punto de viajar a Oruro con su familia, se indispuso en los alrededores de la plaza Pérez Velasco. Su esposa lo llevó a la Clínica Americana, pero no lo quisieron recibir porque comprendieron que estaba en agonía. Murió en el Hospital General. No había nadie que certificara su fallecimiento porque era carnaval, hasta que apareció Jaime Saenz, acompañado de Rolando Costa Arduz. El poeta y el médico ayudaron a realizar los trámites forenses. Jaime Saenz, en Vidas y muertes, cuenta las peripecias que tuvo que vivir antes de encontrar el cuerpo de su amigo Sergio. Según cuenta, cuando recibió la noticia nadie sabía dónde estaba: "En el hospital, decían unos; otros, en un local del Ministerio de Educación, en la calle Ingavi; y otros, en su casa, en El Alto" (Saenz, 1986:167). Su esposa Ligia López relata que "[d]e esos momentos recuerdo especialmente que Jaime me decía, mientras me ayudaba a poner el cadáver de Sergio en el ataúd: 'No vas a llorar, no vas a llorar porque Sergio puede asustarse y no podrá encontrar el camino a la Otra Vida'. Me lo exigió de tal manera que no lloré..." (Diez Astete, 1988]

Algunos días después de su muerte, el domingo 17 de marzo de 1968, el suplemento Presencia Literaria publica el relato Un largo viaje hacia la muerte, un texto póstumo que forma parte del proyecto de la novela inédita La araña gigante. Se trata de uno de los pocos cuentos de Sergio Suárez Figueroa —además de El despertar y la versión narrativa de La peste negra (de una sola página de extensión)— que han sido publicados.

Después de la muerte de Sergio Suárez Figueroa, sus amigos lo recuerdan en la prensa y escriben sobre su vida. Más adelante, en 1971, Fernando Medina Ferrada terminará de escribir la novela aún inédita Rastros, inspirada en la vida de su amigo escritor. En 1986 se publica Vidas y muertes, de Jaime Saenz. Sergio Suárez Figueroa es el capítulo 22 de aquel libro. Ya en 1992, se publica De la ventana al parque, novela de Jesús Urzagasti donde aparece Sergio Tabárez, un personaje (guitarrista, poeta y dramaturgo, no se sabe si uruguayo o cruceño) basado en Sergio Suárez Figueroa.

En los albores del siglo XXI, el año 2000, la revista "La mariposa mundial" publica una segunda edición de El tránsito infernal y el peregrino, como separata de su cuarto número. Durante esa época se desarrollaba la investigación que culminaría con la publicación de los dos tomos de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2002), dirigida por Blanca Wiethüchter y Alba María Paz Soldán. En ese libro, publicado por el PIEB, sus autores —sacando del olvidadero al poeta— sitúan a Sergio Suárez Figueroa en un Postludio, junto a escritores como René Bascopé yJesús Urzagasti.

Finalmente, en 2014, la editorial "La mariposa mundial' publica la Poesía completa de Sergio Suárez Figueroa, un libro que reúne toda la obra poética publicada por el autor en libros, revistas y periódicos. Y actualmente, gracias a la predisposición de su hijo, Sergio Suárez López, se está trabajando para la próxima edición de sus Obras completas, entre las que se encuentran varios textos inéditos (relatos, obras de teatro y ensayos) y la novela también inédita La araña gigante.

 

Notas

* Profesor Universidad Católica Boliviana "San Pablo". Contacto: alancastroriveros@gmail.com

1 Perteneciente a la editorial Sopena, esta revista argentina funcionó desde 1934 a 1965. Con más de 700 números, publicó a autores como Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Verne, Poe, Hammett y Wells, entre muchos otros.

 

Referencias

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7. Ortiz, Rodolfo. 2000. Prólogo y nota a El tránsito infernal y el peregrino. Separata de la revista La mariposa mundial, N° 4, pp. 3-4, La Paz.

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