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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.19 no.34 La Paz jun. 2015

 

RESEÑAS

 

Los japoneses en Bolivia. 110 años de historia de la inmigración japonesa en Bolivia

 

 

Varios autores Coordinadora: Iyo Kunimoto

Federación Nacional de Asociaciones Boliviano-Japonesas y Asociación Nippon - Bolivia
2013, La Paz, Bolivia, Plural editores, 359 páginas, fotos, mapas y cuadros.

 

 


Conmemorando el centenario de las relaciones bilaterales boliviano-japonesas, cuyo convenio fue firmado el 13 de abril de 1914, ha sido publicado el libro Los japoneses en Bolivia. 110 años de historia de la inmigración japonesa en Bolivia. Esta obra analiza la trayectoria económica, social y cultural de los inmigrantes japoneses, y su integración en la realidad boliviana. Es una edición aumentada del libro en idioma japonés editado el año 2000 con el título Vivir en Bolivia. Aquella publicación fue elaborada en homenaje y evocación de los cien años del inicio de la inmigración nipona en Bolivia. En 2013 este volumen se hizo accesible al público hispanohablante con un trabajo de traducción de varios autores, coordinados por la Asociacion Nippon-Bolivia.1

Este proyecto de investigación es el resultado de un esfuerzo colectivo que convocó a un extenso grupo de informantes, una decena de investigadores y estudiosos y cinco traductores, además de los directores de la Federación Nacional de Asociaciones Boliviana Japonesas y Asociación Nippon Bolivia. Todos ellos, con la coordinación general de la Dra. Iyo Kunimoto, quien es una afamada analista de la realidad latinoamericana, iniciaron su acción en 1996, para concluir el año 2000. Dos jóvenes licenciados japoneses, la Srta. Yumi Shiori y el Sr. Susuma Oshikawa, reunieron antecedentes y testimonios recorriendo diversas ciudades bolivianas, donde recogieron información en las asociaciones japonesas regionales formadas por issei, nikkei y sansei2. Estas agrupaciones fueron creadas con el fin de "conocer la historia y cultura del Japón" (p. 19), promover las relaciones amistosas entre los dos países y enseñar el idioma japonés.

Este libro ha sido dividido en ocho capítulos monográficos, y cada apartado analiza una de las zonas de asentamiento de los japoneses inmigrados en Bolivia, es decir, La Paz, Beni, Pando, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, la Colonia Okinawa y la Colonia San Juan, señalando las características del lugar de acogida. El primer capítulo es un portal de excepción para introducirse en la lectura de la obra, pues describe de manera atractiva la aventura del desplazamiento de los primeros inmigrantes, en torno a 1899. Entonces llegaron desde el Perú 91 personas, sin un plan definido, y por ello se fueron desperdigando en parte de la geografía nacional. Algunos se instalaron en la ciudad La Paz; otros, cerca de Sorata, incorporados al rudo trabajo de la explotación de la goma elástica, actividad que más tarde continuaron en el territorio de Pando. Hacia 1910, un nuevo grupo arribó por el río Madre de Dios, recorriendo senderos poco conocidos, hasta asentarse en la ciudad de Riberalta. Ellos trabajaron persistentemente, logrando establecerse en espacios que convirtieron en habitables, abriendo sendas y en terrenos aptos para la agricultura.

Los siguientes capítulos analizan el florecimiento de las comunidades japonesas, especialmente las de los nikkei, afincados en las diferentes jurisdicciones departamentales. Las regiones del Oriente boliviano fueron, de preferencia, los lugares donde se acomodaron con más ímpetu estos grupos de inmigrantes. La tendencia señala que los nipones transitaron el camino hacia el éxito en el comercio, la industria y la producción agrícola. En la ciudad de La Paz destacó la Casa Comercial Kimori, fundada en torno a 1920; suministraba productos de importación, para luego entrar en el compra de minerales y en la industria textil local (fábrica de camisas y de textiles). En Trinidad se distinguieron en el comercio de abarrotes, con 28 tiendas; un estudio indica los lugares donde éstas estaban asentadas en la trama urbanística. Una segunda ola de inmigrantes llegó al departamento de Santa Cruz, como consecuencia de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, cuando el país quedó diezmado y en ruinas.

Los recién llegados fueron perseverantes en sustentar -desde la discreción- los esfuerzos iniciados por los pioneros para integrarse en el nuevo lugar de residencia, aunque manteniendo sólidos lazos de contacto con sus paisanos, debido a las dificultades idiomáticas y culturales. Pese a que hubo expresiones de rechazo de parte de bolivianos, desearon siempre proyectar una imagen de honestidad y dignidad. Se afirma que "Para no manchar la imagen de los japoneses, la Sociedad Japonesa instruía a los socios que no perturbaran el quehacer diario de los bolivianos, y recomendaba que sus socios se esforzasen en el aprendizaje del idioma español" (p.57).

Nunca disminuyó el sentimiento patriótico nipón. En momentos críticos para su país, desde Bolivia se hicieron donaciones monetarias para paliar los inmensos desembolsos que absorbió la reconstrucción de algunas regiones japonesas abatidas por catástrofes naturales o por desastres de guerra. La Segunda Guerra Mundial fue un tiempo de sufrimiento para el Japón, como también para sus emigrados en Bolivia. Derrotados en esa contienda bélica, tuvieron que sufrir en carne propia los castigos de los vencedores. Es así que 29 japoneses fueron entregados por el Estado boliviano a los Estados Unidos como prisioneros de guerra (p.62-63).

Fue el sentimiento de solidaridad de las asociaciones de residentes japoneses el que impulsó la llegada de inmigrantes de postguerra provenientes en su mayoría de Okinawa. En 1951 se obtuvo la aprobación de la prefectura de Santa Cruz para acomodarlos en terrenos fiscales, y así nacieron las colonias agrícolas de Okinawa y San Juan. El proceso de construcción de éstas fue difícil, con aciertos y errores. Esta andadura es explicada en el capítulo 6, "Establecimiento y desarrollo de la Colonia Okinawa" y en el capítulo 7 "Fundación y desarrollo de la Colonia San Juan". La selva los recibió, pero mirando siempre al futuro; hoy son lugares productivos con agricultura mecanizada, cuyo artículo más representativo es el arroz y la cooperativa CAISY, que hoy lanza al mercado, entre otros géneros, el 30% de la producción nacional de huevos. Las colonias tienen hoy escuelas, hospitales y otros servicios.

La conservación de las tradiciones y la lengua japonesa entre los nikkei fue un desafío notable, ya que las nuevas generaciones no demostraban el suficiente interés en su pasado cultural, quizás por falta de una educación formal del idioma japonés; éste es hoy enseñado en las Sociedades Japonesas con gran éxito, incluso entre los jóvenes bolivianos, a quienes ha entusiasmado el manga, los animé y el origami. La educación formal fue impulsada con programas de becas estudiantiles y universitarias en Bolivia, con fondos de la propia colectividad; para ello se construyó, en torno a 1975, una residencia colegial en Santa Cruz de la Sierra, con la colaboración de JICA. El gobierno japonés también intervino e interviene con un programa de becas para estudios en Japón.

El capítulo 8, "Las comunidades bolivianas nikkei en Japón", de Eriko Shôno y Atsushi Sugiura, es un novedoso análisis sobre los descendientes de japoneses que en los años 90 del siglo XX migraron al Japón, favorecidos por la apertura de la Ley Migratoria, uniéndose así al fenómeno del dekasegui.3 Tenían como objetivo trabajar temporalmente en labores para las que no se necesitaba conocimientos técnicos especializados. Aceptaron puestos de trabajo muy bien remunerados, especialmente si se ejercian con las 3K: kitsui, kitanai, kiken (trabajo duro, sucio, riesgoso). En 1998 sumaban 3.461 personas, aunque llegaron a seis mil entre 2004 y 2008. Algunos cumplieron el sueño de ahorrar y volver a Bolivia para gozar de un mejor tenor de vida, mientras que otros no lograron frenar los gastos de sus familiares a partir de las remesas, lo que los dejó sin ahorros. Hubo quien rompió todo contacto con su familia de origen, provocando la desintegración familiar; "De un modo general, el dekasegui impactó enormemente en la comunidad nikkei"(p.133).

Complementa el libro una útil cronologia de la emigración japonesa en Bolivia desde 1872 hasta 2012 (pp. 339-346), que señala los principales hitos y acciones de la inmigración japonesa en Bolivia, además de los temas relevantes de las relaciones entre Bolivia y Japón. Las fuentes documentales y la historia oral brindada desde las sociedades y asociaciones fundadas por y para los japoneses fue fundamental para construir este estudio. Tal información formó la base del análisis y la narración del proceso de integración al lugar de residencia, así como también las aportaciones al país receptor y el comportamiento de las sucesivas generaciones.

Para finalizar, diré que el libro cumplió satisfactoriamente con sus objetivos, que son a) la ampliación del conocimiento de la sociedad boliviana en relación a la presencia y el rol positivo que las comunidades nikkei han tenido y tienen en Bolivia. b) ofrecer a los nikkei y sus descendientes un material que los haga conocer su historia y la memoria viva de sus ancestros (Shirakawa, p.12). El lector encontrará un texto ordenado y preciso. Lo recomiendo por ser una aportación robusta para el mejor conocimiento de la sociedad boliviana.

 

Notas

1 Los cinco traductores residen en Bolivia, de los cuales uno es japones: Toshio Ishizawa y el resto, nikkei: Takashi Aniya, Shigeru Aniya, Rafaela Mihoko Hatanaka y Yoshito Nishi.

2 Se denomina issei a los inmigrantes nacidos en Japón, nikkei a sus hijos, sansei a los nietos y yonsei a los bisnietos. Es usual, sin embargo, usar la palabra nikkei para todos los descendientes.

3 El término dekasegui, formado con las palabras japonesas degu (salir) y kasegu (ganar dinero), designa a quien deja su tierra natal para trabajar temporalmente en otra región.

 

Clara López Beltran

 

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