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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.19 no.34 La Paz jun. 2015

 

IDEAS Y PENSAMIENTOS

 

Panorama de la investigación histórica en la Bolivia del siglo XX

 

Outlook on the twentieth century bolivian historical research

 

 

Clara López Beltran*

 

 


Resumen

Este ensayo esboza el desarrollo de la investigación histórica en Bolivia, examinando los aspectos tanto positivos como negativos. Lo hace adoptando una perspectiva histórica, desde los inicios del saber histórico, al principio del siglo XX, hasta la profesionalización académica de los años sesenta y setenta, pasando por el periodo intermedio de la revolución nacionalista. En todo este proceso, la investigación del pasado correspondió a la necesidad de afirmar la identidad nacional. Actualmente, concluye la autora, se puede decir que el país cuenta con un ejercicio disciplinar en vías de formar un corpus historiográfico científico y maduro, aunque termina señalando su fragilidad y aquellos aspectos que deberían ser superados en el futuro próximo.


Abstract

This esssay describes the historical research in Bolivia analizing the positives and negative aspects of these studies. It developed the issue through a historical perpective, from the beginning of the century to the sexties and seventies when the profesionalization starts, considering the nationalistic stage in between. This process wanted to reinforce the national identity. Today, according to the author, Bolivia could built his own historiography but, the process is still weak and have to improve in the next future.


 

 

La historia tiene una historia, y los historiadores rara vez se cansan de discutir acerca de ella.
(Samuel Moyn, 2015)

1. Introducción

Los análisis más optimistas sobre el estado actual de la investigación histórica en América Latina han identificado al menos tres particularidades relativamente significativas alcanzadas en las últimas décadas: a) que la historia ha conseguido ganar reconocimiento social, b) que la historia ha logrado obtener reconocimiento académico y c) que la historia ha conseguido el reconocimiento político (Melo, 1999).

Esto sería una gran noticia si tales tendencias se presentaran con el mismo énfasis en todos los países implicados. Bolivia está aún en proceso de lograr un verdadero interés por la historia, pero ha expandido la dimensión del público interesado en conocer y valorar el pasado. Sin duda, ha conquistado a los actores del quehacer político como forma de sustentar su camino hacia el poder; sin embargo, el campo de la educación, primaria y secundaria, es el espacio donde no ha permeado suficientemente el interés por una forma renovada de inculcar el saber y la conciencia del pasado. Las tareas pendientes son constantes y su aplicación no contempla pausas.

Es entonces deseable y saludable que se construya un saber histórico con solidez, profundidad y profesionalidad, y en tal línea de acción, este ensayo abordará algunas reflexiones sobre el significado de la investigación histórica, así como presentará consideraciones parciales sobre los avances que la historiografía boliviana ha cosechado recientemente con mayor o menor éxito. También se referirá a los obstáculos y las frustraciones que este quehacer ha encontrado en las últimas décadas en su análisis, recuperación y construcción. Conviene aclarar que este ensayo no será un repaso de los múltiples títulos publicados ni tampoco hará un repaso a las importantes aportaciones conseguidas por los historiadores sobre Bolivia.

 

2. Tener oficio es un buen inicio

En la actualidad no se concibe a un historiador que no sea capaz de realizar un análisis historiográfico de las obras de estudiosos, académicos e intelectuales, además de desenvolverse ante los problemas históricos del tema elegido para su estudio. La época en que la historia era presentada como la simple recopilación factual y el aprendizaje memorístico del detalle ha quedado atrás; por lo tanto, sin una buena formación historiográfica no se logrará formar un buen investigador o un profesor de historia.

La historia hoy es una disciplina académica que ha desarrollado método y teoría. Con esos instrumentos analiza el quehacer social, cultural e institucional protagonizado por hombres y mujeres que se mueven colectivamente en el espacio y en el tiempo, es decir, construir puentes para entender el pasado desde el presente. Y aunque muchos son los horizontes desde donde analizar los manifestaciones del comportamiento humano en tiempos anteriores, sólo se podrán comprender si se los ordena de manera relativamente creativa.

La especialización que trajo el desarrollo natural de estos estudios los obligó a percibir que tales fenómenos se desenvuelven a diferente velocidad en el tiempo, con cambios rápidos, como en la poli tica, o multigeneracionales, como en la mentalidad, y al mismo tiempo a etiquetar las perspectivas de análisis indicando su preocupación. De allí surgieron las historias agraria, urbana, regional, económica, de género, y muchas otras. La historia cultural, la cotidiana, la microhistoria, la historia política, por encima de sus diferencias, encontraron nuevos actores sociales, sirvieron para enriquecer las visiones del pasado y enfatizar su papel en el devenir de estas sociedades, en títulos como "la historia desde abajo" o "la otra cara de la historia".

Por las características del quehacer investigativo e intelectual de la disciplina, la pesquisa histórica es lenta y laboriosa, además de acumulativa y muy reflexiva. Sus avances no encajan con la inmediatez del anuncio, y los resultados mayores son, casi siempre, producto del trabajo de conjunto de una o más generaciones. Éste parece ser el único modo de vencer batallas en esta disciplina.

Bolivia es un país en el que la historia tiene un enorme peso en el presente. El choque entre el pasado indígena y las influencias cosmopolitas sigue vivo en la entera geografía humana de su territorio, en la vida cotidiana, tanto urbana como rural, en una afianzada religiosidad, aunque abierta a nuevas influencias, y en una vivaz cultura material acumulada a lo largo de los siglos.

Bolivia entró al siglo XX con una conciencia histórica muy poco desarrollada y además lastimada en su fervor patrio, debido a las pérdidas territoriales del Litoral y del Acre. En este contexto, una generación de intelectuales intuitivos, como Manuel V. Ballivian, Luis S. Crespo, Pedro Kramer, Nicolás Armentia y José Manuel Pando, sólo por nombrar algunos, multiplicó sus esfuerzos estudiando y explorando el territorio, su población y su pasado, con exitosos resultados. La creación de la Oficina de inmigración, estadística y propaganda geográfica (1896-1916) fue la puerta grande por donde ingresó Bolivia en el estudio de su realidad como país. Agrupados bajo el lema del progreso, retrataron el país con herramientas estadísticas y científicas, y el marco lo puso el censo nacional de 1900. Se trataba entonces de un Estado que no conocía suficientemente a su población, como tampoco a su espacio geográfico sobre el que era preciso establecer soberanía; en suma, quedaba una historia por construir.

La producción intelectual boliviana, suficientemente activa pero con pocos ejecutantes en las primeras décadas del siglo XX, se preocupó muy poco por afirmar sus conocimientos sobre el propio pasado remoto e indiano, y se conformó con dilucidar el periodo repúblicano y sus pocas victorias. Empujados por la evidencia, algunos autores empezaron a incluir entre sus preocupaciones el tan evidente aspecto racial y la ineludible presencia de pueblos indígenas, que la literatura del siglo XIX había convertido en parte del paisaje. Para la corriente política liberal, antagonista de los conservadores, la población indígena sólo se convertiría en una fuerza viva del país cuando fuera incorporada a las prácticas y valores de la cultura occidental, como dictaba el ideal de progreso; mientras tanto, los valores tradicionales no contribuirían a la historia patria. Sin embargo, la sensibilidad del mundo intelectual boliviano pondría en valor algunos rasgos estéticos del pasado prehispánico, recuperados a través de la rudimentaria arqueología y una incipiente antropología regional, interesada, entre otros temas, en conocer el origen del hombre americano, que fue explicado por las más variadas y peregrinas teorías.

Hacia mediados del siglo XX hubo una apertura política que renovó la atmósfera intelectual, alimentada por un interés social arrastrado de las amargas experiencias del frente bélico en el Chaco. En medio de una crisis de Estado, floreció el espíritu nacionalista, cuyas fuerzas políticas empujaron el cambio de las estructuras oligárquicas. Con ello nació un larvado sentimiento por afirmar una identidad nacional que deseaba aproximarse al conocimiento del pasado histórico, con una marcada tendencia hacia la interpretación, pero dejando de lado la revisión de documentos de archivo; la historia de Bolivia de J. Fellman Velarde es un texto representativo de tal corriente.

El espacio de estudio se fue ampliando hacia el momento del contacto con el mundo europeo, y se reconoció que era un momento fundacional del orden establecido. Aquella sociedad creada en el siglo XVI por la Corona española e imaginada como una república de españoles y una república de indios, había trastocado las jerarquías, uniendo ambos estamentos con la procreacion de descendencia. Los grupos raciales se habían entreverado, formando un vigoroso mestizaje biológico y cultural. Esta identidad multifacética, consolidada a lo largo de los siglos, es la que procurará los fundamentos para acuñar una identidad colectiva. Esta identidad sería rescatada por la historia, y con ello el conocimiento del pasado empezaba a ser interesante para justificar los postulados ideológicos del movimiento nacionalista. Se activó un trabajo académico en manos de un reducido número de estudiosos, pero al mismo tiempo se redactaron folletos, boletines, panfletos y afiches para informar a la clase obrera, especialmente los mineros. Entorpeció esta discusión el extentido analfabetismo existente entre la población rural y buena parte de la urbana.

El ciclo profesional de la investigación histórica llegó a Bolivia a finales de los años sesenta del siglo XX, con la organización de estudios universitarios en la Universidad Mayor de San Andrés. Hoy existen tres programas de licenciatura en los que la disciplina histórica tiene apoyadas sus espectativas para llegar a convertir este quehacer en una profesión. Igual que en otros países de América Latina, los expertos cumplen con su papel académico, pero muchos otros escriben sobre historia por obligación, deseo o porque les apasiona ese saber, con resultados notables.

La llegada de una historia académica no hizo sino perfeccionar aquellas prácticas que conocían algunos intelectuales atentos a los modos de realizar la investigación histórica. La preparación sistemática de historiadores se hizo pausadamente, pero con buenos resultados, tanto que la calidad de dicha producción intelectual fue bien recibida por la historiografía internacional. Ese proceso no fue unidireccional ni mantuvo siempre sus altos niveles de elaboración, por lo que no se consiguió mantener los niveles óptimos requeridos.

Buena parte de la producción se hizo y aún se hace sin el rigor necesario, con desconocimiento de la historiografía y de la teoría, muchas veces comprendida de manera equivocada. En muchos casos, los hechos del pasado se simplifican y se tratan temas puntuales, ya sean cuestiones políticas o institucionales. Hasta hace poco la investigación del pasado giraba en torno a "grandes personajes", sin tomar en cuenta el contexto de referencia, pero se aderezaba el discurso con datos, fechas y sucesos coyunturales que fraccionaban y limitaban la comprensión del proceso histórico analizado. Esta historia relatada no es despreciable si va acompañada de coherencia.

La construcción de la historia boliviana se hizo con pocas herramientas y, en alguna medida, se sigue por ese camino. La renovación académica dio pie a dotar de mayor envergadura la capacidad de abordar proyectos de investigación histórica, si bien algunos se aventuran en ella sólo a partir de sus vivencias intelectuales. Se interpreta el pasado a partir de débiles andamiajes fácticos que pueden desviar la pesquisa hacia metas preconcebidas. En el revés de la medalla está la labor que sólo brinda la información recuperada de los documentos y transmitida sin filtros ni exámenes.

El impulso innovador que expande el interés en los estudios bolivianos del pasado sobreviene en los años setenta y ochenta del siglo XX, con un constante fluir de ideas y temas para el estudio, alimentados por historiografías extranjeras más elaboradas. La irrupción de nuevas lecturas y la introducción de nuevos sujetos que habían sido ignorados por los estudios anteriores hacen que se distingan las estructuras del pasado que mantuvieron en acción los mecanismos de inclusión y exclusión social y económica. Las acciones de la vida cotidiana resultaron útiles para conocer el pasado, pero, privadas de un contexto, se convirtieron en simples anécdotas, banalizando el significado que quiso darle la llamada "nueva historia".

El impulso que ha reorientado los estudios del pasado en Bolivia a finales del siglo XX fue el aumento notable de publicaciones. Hubo aportaciones sobresalientes, especialmente en la historia social, pero también una acumulación de monografías y artículos menores que muchas veces no tenían más sustento informativo que algún documento suelto encontrado al azar. Fueron los enfoques reduccionistas de la historia los que fragmentaron en demasía el trasfondo del proceso histórico, evitando la necesaria conexión entre los estudios de caso. Muchas veces la prisa por conseguir resultados a breve plazo hizo que algunos textos se quedaran en los márgenes de su propio objetivo, y que las conclusiones fueran limitadas, desenfocadas o mal dirigidas, dispersando energías y trabajo.

No obstante, mucho se ha adelantado en la preparación de los investigadores, y parte de ello se debe el talento individual demostrado. También, y con frecuencia, se ha recurrido al rápido e inmediato recurso de la síntesis, algunas veces en forma de resumen más o menos detallado y otras con el deseo de divulgar el conocimiento de la historia entre el público no cultivado. Popularizar la historia es deseable, pero no puede reemplazar a la investigación histórica académica.

 

3. Los primeros pasos: reunir una bibliografía

Parece elemental decir que el inicio de un investigación radica en preparar el terreno en base a la lectura atenta de una bibliografía pertinente, y sólo después efectuar un acercamiento escrupuloso a las fuentes documentales, para encontrar respuesta a las interrogaciones presentadas. El saber de la disciplina es acumulativo y se alimenta también de lo avanzado por los antecesores, aunque con frecuencia esos textos merezcan ser corregidos o renovados a partir de nuevas formas de mirar la sociedad. El ejercicio de acercarse a las fuentes sin haber revisado su recorrido historiográfico tiene el riesgo de repetir lo anteriormente formulado y presentar novedades añejadas.

Hay que reconocer que la producción intelectual es valorada por su calidad y no por la necesaria novedad.

Los estudiosos del pasado deben intimar con el ritmo del transcurrir histórico, de la medida del tiempo, y con ello del desarrollo cronológico de los grandes procesos, para ubicar el momentum histórico de la propia investigación. Ello evitaría caer en errores comunes, como pensar el pasado desde el presente o con los valores de la actualidad, así como fundir épocas incompatibles o equivocar modelos culturales.

Hay que conocer y analizar la historia, y no solamente interpretarla; las teorías podrían ser retiradas y las historias ser renovadas a medida que cambia la moda, pero perdurarían los hechos sobre los cuales el saber histórico fue construido. La ética de la profesión, aseveró Momigliano, reposa sobre la capacidad de los historiadores de ser fieles a ellos mismos.

La batalla por recuperar, conservar y valorar los documentos escritos está en curso en Bolivia, con buenos resultados; se ha recurrido en las investigaciones a fuentes orales. La dificultad de utilizarlas con una metodología adecuada ha provocado que sean más bien un instrumento de transmisión de opiniones y de recuerdos personales que son fragmentos de una realidad más amplia. La memoria individual o colectiva es, por definición, endeble, proclive a manipulaciones, y el recuerdo y la memoria no contienen necesariamente la verdad histórica; pero puede ser un instrumento valioso si esa información es contrastada y contextualizada.

Igual que recurrir a fuentes novedosas, el reunir una bibliografía con títulos de reciente cuño es hoy una tarea casi inexcusable, debido al avance de las tecnologías y de las herramientas digitales de amplia difusión. Algunos de los títulos que hace sólo una década resultaban inalcanzables pueden ser abordados a través de los bancos digitales de libros y artículos, que también ofrecen documentos, periódicos, obras clásicas, fotografías, mapas, manuscritos y material auditivo y visual.

Todo ese material será aprovechado en la producción intelectual boliviana, que también ha elaborado su propio devenir. La historia cultural y social ha trocado el marxismo por la antropología, y algunos pocos autores han preferido la teoría posmoderna. En los últimos años, el estudio de la historia económica parece haber perdido terreno, así como la historia política. Hay un retorno al estudio monográfico que recupera actores antes poco considerados, como los pueblos indígenas y sus culturas, y aquellos temas con condicionantes geográficas y ecológicas. Los aspectos patrimoniales y artísticos constituyen otras de las perspectivas que han atraído poco interés y son débilmente estudiadas. Por otro lado, se ha abierto camino una historia militante, que no siempre es una aportación duradera al conocimiento del pasado; sin embargo, no se puede ignorar que ha existido anteriormente, interpretando el pasado y no explicándolo.

 

4. Palabras finales

Para finalizar, quiero expresar que este ensayo no tuvo la finalidad de hacer un repaso del desarrollo de la investigación histórica en Bolivia, y no sería correcto aplicar las anteriores esquemáticas explicaciones a la totalidad del trabajo boliviano en la disciplina histórica. Apunto sólo algunas plataformas de reflexión para fortalecer el espesor de las contribuciones a la disciplina histórica e inclinar el trabajo de pesquisa hacia una investigación sólida, reposada y coherente.

La formación profesional de historiadores en las universidades hace probable la elevación del nivel técnico del trabajo de investigación histórica. Es también un anhelo que la comunidad de historiadores aliente, impulse y aprecie estudios que respondan a un contexto bien enfocado y estén sostenidos sólidamente por fuentes primarias y secundarias; todo ello contribuiría al mismo tiempo a la formación de un público más exigente, y tal vez, en el futuro próximo, se consiguiera formar una conciencia histórica crítica. Esto último es, sin duda, una contribución trascendente a uno de los elementos decisivos de la cultura de un país.

Concluiré citando al laureado investigador John H. Elliott, quien entre sus preocupaciones, expresadas en su obra Haciendo historia, dice: "Intentar aprehender el pasado es una tarea escurridiza, y todo historiador serio tiene una aguda conciencia de la distancia que separa la aspiración y el resultado conseguido. El intento de salvar esa distancia es tan estimulante como frustrante."

 

Notas

* Doctora en Historia. Contacto: mariaclara.lopezbeltran@gmail.com

 

Referencias

1. Banner, James M.,Jr. Being a Historian. An Introduction to the Professional World of History. Cambridge: Cambridge University Press, 2012.

2. Loza, Carmen Beatriz "La historiografía boliviana en la segunda mitad del siglo XX". Historia de la historiografía de América 1950-2000, t.III, México: IPGH/UNAM, 2010:159-228.        [ Links ]

3. Melo, Jorge Orlando. "De la nueva historia a la historia fragmentada: la producción histórica colombiana en la última década del siglo". Boletín cultural y bibliográfico, Bogotá, vol. 35(50-51), 1999:165-184.

4. Moyn, Samuel. "Bonfire of the Humanities" ["La hoguera de las humanidades"], The Nation, February, 9,2015.        [ Links ]

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