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Revista Ciencia y Cultura

versión On-line ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult v.18 n.33 La Paz dic. 2014

 

RESEÑA

 

El amor, esencia del hombre

 

 

Esteban Bertolusso

Editorial Don Bosco, La Paz, Bolivia, 257 páginas, 1981

 

 


 

 

Esta reseña revela los puntos centrales de la obra El amor, esencia del hombre, exponiendo su estructura argumentativa. Al final de la misma se presenta un breve comentario valorativo sobre su importancia dentro del contexto del pensamiento filosófico boliviano.

La tesis del libro es clara y afirma que la esencia del hombre (ser humano varón o mujer) es el amor. El mismo autor afirma que su investigación responde al silogismo "Dios es amor. El hombre es una imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, el hombre es amor" (p. 233). En este sentido, la investigación de Bertolusso corresponde al terreno de la antropología filosófica, la cual indaga la esencia de su objeto de estudio. El estilo expositivo de la misma corresponde al del ensayo filosófico, en el cual se sigue "el método fenomenológico, es decir, la [intención] de captar al hombre en (...) ser y actuar concretos, para detectar y comprender sus manifestaciones corrientes y cotidianas, colectivas e individuales, que la investigación y el sentido común admiten como propias de todos los hombres" (p. 10). El silogismo rector y el método orientador no se excluyen mutuamente, puesto que el primero es una intuición de la esencia del hombre, y el segundo, la descripción del modo en que esa esencia de concretiza en la historia.

El libro se compone de tres partes y un apéndice. La primera parte está desarrolla como una analítica del ser humano bajo la orientación del método descriptivo. La segunda es un ensayo de corte histórico en el que se repasa el modo en que en determinadas épocas primó una determinada concepción de hombre según el énfasis que se la haya dado a la razón, a la voluntad creadora o a la libertad; concluye afirmando que ha llegado la hora de comprenderla a partir de su esencia más íntima: el amor. La tercera parte está dedicada a las consecuencias y aplicaciones resultantes de comprender al hombre a partir de su verdadera esencia en diversos campos, como la política y la educación. El apéndice está dedicado a presentar a cuatro figuras ejemplares que vivieron "en la teoría y la praxis, la esencia del hombre": Gandhi, Martin Luther King, Albert Schweitzer y, finalmente, el Papa Juan XXIII. Veamos a continuación el argumento central de la obra.

La primera parte titula "La esencia del hombre". En ella se afirma que el hombre es la unidad personal de cuerpo, psique y espíritu. Por los dos primeros, el hombre está articulado a las leyes naturales del universo. Ellos permiten la percepción del mundo y la interactuación con él. Sin embargo, gracias al espíritu, el hombre no está totalmente encadenado al mundo sensible. El espíritu es "Dios en el hombre, un don divino, que conforma al hombre como una imagen y semejanza de Dios" (p. 14). El espíritu se manifiesta en la razón, en la voluntad creadora, en la libertad y el amor. La razón permite captar la esencia de las cosas y por ella se puede aspirar a la comprensión de la totalidad de la realidad. Si por la razón comprendemos la diversidad de la realidad, la voluntad nos permite elegir hasta el cumplimiento de la elección. Si elegimos, somos libres. "La libertad es la posibilidad de elegir una alternativa entre muchas" (p. 17). La libre elección es la razón por la que cada persona lleva "el sello de la originalidad y de la irrepetibilidad" (p. 18).

"El hombre es amor" (p. 75) y el amor es la causa final del espíritu, pues guía las restantes manifestaciones espirituales. Bertolusso denomina 'amorizar' a la acción por la que el amor guía la razón, la voluntad creadora y la libertad. Las restantes tres manifestaciones del espíritu pueden ser mal utilizadas si no están guiadas por el amor. La razón, la voluntad creadora y la libertad pueden conducirnos a la guerra cuando unos y otros hombres se dejan arrastrar por libre albedrío a los extremos políticos del capitalismo o del comunismo y a los extremos filosóficos del liberalismo individualista o del marxismo. En cambio, cuando el amor guía esas manifestaciones espirituales, el hombre puede gozar plenamente de "su unidad personal" como encarnación, purificación, descubrimiento de las potencialidades, libertad, celebración y divinización de sí mismo, del otro, de la humanidad y del universo. "Si el amor impregna la razón de mi pensar y de mi actuar, toda mi existencia expresa la esencia del hombre y de Dios" (p. 220).

Según el autor, el amor realiza tres acciones en las cuatro dimensiones de la realidad. El amor se encarna, pues es vida; purifica, pues perfecciona a los agentes y pacientes de su acción; y diviniza, ya que "Dios habla en la historia a través de las infinitas expresiones del amor" (p. 217) y a Él se le puede comprender solo mediante el amor. Esas tres acciones perfeccionan la relación que el hombre tiene consigo mismo, pues aprende a amarse tal cual Dios lo ha hecho —primera dimensión; con los otros, pues aprende a amarles tal como son —segunda; a la humanidad, pues quien la ama buscará evitar las desgracias humanas —tercera; y, con el universo, pues quien ama el universo buscará cuidarlo y disfrutar de él —cuarta dimensión.

En la segunda parte, "El hombre en la historia de Occidente", el autor realiza un abordaje histórico a las diversas concepciones de hombre que la cultura occidental nos ha heredado. En ese abordaje, Bertolusso afirma que solo el cristianismo ha puesto énfasis en lo esencial del hombre por encima de la razón, el poder, la riqueza material, la obediencia o la libertad. En este sentido, el autor afirma que la cultura griega puso énfasis en la razón (logos), en la construcción de su política y en la definición del sentido de la vida humana. Continúa afirmando que la creación del derecho positivo romano produjo una concepción de hombre en la que se enfatizaba el poder y derecho como ley. Tanto la razón como el poder son propios del hombre, pero no su parte esencial. Lo esencial del hombre es el amor y ha sido Cristo su mayor encarnación histórica. Con Él, el amor se presenta como "síntesis de los opuestos" (p. 86), como algo "activo y contemplativo, es palabra y silencio, es mirada y gesto"; por ello, el "amor escapa a toda definición" (p. 87). El mandato divino del amor fue seguido por los primeros cristianos. Ellos "representan el primer intento de quitar todas las barreras entre las clases sociales y los pueblos, entre las razas y las culturas" (p. 89).

El autor considera que esa práctica esencial se va perdiendo paulatinamente en la Edad Media y la práctica de la fuga mundi de la vida monástica. El autor prosigue afirmando que durante la Edad Moderna, la Reforma y la Contrarreforma "no han subrayado el valor principal del cristianismo", sino la prosperidad material y el binomio autoridad-obediencia, respectivamente. En la Edad Contemporánea, el marxismo y el capitalismo han resaltado la libertad humana, a tal punto que solo han terminado generando una oposición que ha desencadenado peleas y guerras. Sin embargo, el autor observa que con el Concilio Vaticano II se ha vuelto a retomar el mensaje cristiano del amor, lo que permite pensar en la construcción de una futura y nueva sociedad basada en el amor. Por ser amor y libertad, el hombre debe escapar del odio y la esclavitud.

En la tercera parte del libro, Bertolusso expone las "Aplicaciones y consecuencias" de su tesis central en los ámbitos educativo, político, económico, cultural y religioso. El autor afirma que "si la esencia del hombre es el amor, la tarea educativa consiste en impregnar del miso a la libertad y a la voluntad creadora", solo así las potencialidades humanas producirán obras maravillosas; por lo tanto, el hombre debe crear y actuar. En el mismo ámbito, "el educador debe ser más de lo que sabe" (p. 147). En la política, tras señalar los excesos del capitalismo y el marxismo, el autor propone la creación del Movimiento de la Izquierda Amorizada (MIA), cuyo programa se basa en lo expresado por Jesús en Lucas 4, 18-19; así, este partido toma "el evangelio como base de su pensamiento, cree en la vida y la sorpresiva creatividad del amor" (p. 157). Tal movimiento político rechaza el racismo, el clasismo, el nacionalismo y todo intento de opresión, y afirma con San Agustín: "ama y haz lo que quieras".

En la dimensión económica señala que tal término debe comprenderse como el orden y reglamentación del hogar humano. El hogar humano es la familia y la patria, el continente y el mundo. Ese hogar debe estar fundado y organizado por el amor. En este punto rechaza toda dictadura (p. 183), pues ella se instaura bajo la promesa de una pronta liberación que nunca se cumple por no estar basada en el amor. Ni Archipiélago Gulag ni Muro de Berlín; los hombres deben crear un hogar para toda la humanidad en la que no haya explotados ni violentados ni huérfanos o huérfanas sin alimento, abrigo y protección; por ello, en el hogar humano cada quien hace todo lo que puede y recibe solo lo que necesita (p. 189).

En el ámbito cultural, el autor recuerda que el hombre evolucionó de dos maneras, la natural y la histórica o cultural. La cultura transformó completamente la evolución natural, ya que en ella puso el hombre la creación de sentido, la búsqueda de la verdad. Bertolusso considera que "una vida es tan corta, que siempre hereda más de lo que sabe entregar" (p. 194). Esto quiere decir que en la transmisión cultural hay una jerarquía. La que parte de Dios, que creó todo y dio al hombre su creación para que la cuidara amorizando todas sus relaciones, y la que parte del hombre a las futuras generaciones, que es incierta, porque, pese a que tiene el mandato divino y eterno del amor, no siempre lo sigue.

En el ámbito religioso, el autor afirma que las críticas que el racionalismo, el liberalismo y el materialismo han lanzado a la religión son exageradas, por comprender el objeto de crítica de un modo sesgado y puesto que para comprender la religión y a Dios hay que amar (p. 216). En cambio, esas doctrinas filosóficas y políticas solo enfatizan en el hombre su razón, su libertad o su capacidad de acción, respectivamente (p. 215). El amor aparece entre los hombres como Cristo encarnado, como el ser más vivo y actual. Cristo aparece en el hombre revelando su esencia humana y divina cuando los unos se aman a los otros. "Si el amor impregna la raíz de mi pensar y de mi actuar, toda mi existencia expresa la esencia del hombre y de Dios" (p. 220); la verdadera religión significa la práctica de servicio amorizado, que cuida y ayuda a los necesitados para que "recuperen la esperanza y el deseo de superarse y realizarse" (p. 224).

De esas aplicaciones y consecuencias, Bertolusso concluye que la enfermedad del hombre contemporáneo es la profunda tristeza y desesperanza que siente. Esa tristeza y desesperanza tienen su fuente en la pérdida de la unidad personal del hombre. La unidad personal requiere de la unidad familiar, de la unidad nacional y de la unidad universal. Todas ellas solo se logran cuando el hombre logra amorizar todas sus decisiones y acciones, porque "el amor erradica para siempre la opresión, la injusticia y la guerrilla" (p. 231).

Finalmente, el libro termina con una pequeña reseña biográfica y valoración de personas ejemplares por sus decisiones y acciones amorizadas. Ellos son Ghandi, Luther King, Schweitzer y el Papa Juan XXIII. En cada uno de ellos, el autor ofrece un ejemplo de vida en el que se demuestra que el "el amor es la esencia del hombre, que da sentido a la existencia individual y social" (p. 187).

Esta obra del P. Esteban Bertolusso es una muestra del pensamiento filosófico cristiano que nuestros pensadores católicos produjeron en el siglo XX boliviano. El mensaje claramente cristiano presenta la explícita influencia de la fenomenología como método y del ensayo expositivo. Además, en ella se puede apreciar la influencia de pensadores contemporáneos como Teilhard de Chardin (en especial los puntos que se refieren a la concepción de la evolución humana como expresión de la creación divina y del amor como entelequia histórica, "punto Omega" es el término del pensador europeo) y de Jacques Maritain (en especial la noción de persona y de las implicaciones políticas para la Organización de Naciones Unidas). Claro está, si bien este pensador se encuentra cercano al personalismo de Maritain, no parece aceptar necesariamente toda la herencia y recuperación hecha por los investigadores neotomistas de aquella generación.

Ahora bien, la cercanía con las corrientes filosóficas de la época no restan originalidad y fuerza a las reflexiones que el P. Bertolusso propone en su libro. Primero, porque se puede notar la manera en que implícitamente el padre salesiano ataca no solo a los intentos bélicos de la guerrilla del 'Che' Guevara, sino también a la opresión bestial que los gobiernos militares y dictatoriales de la época ejercían. Es así que en una época en la que los disidentes debían "andar con el testamento bajo el brazo" (frase de Luis Arce Gómez bajo el gobierno dictatorial de Luis García Meza), el Padre Esteban Bertolusso publicó esta obra en la que afirma que la doctrina y práctica política que promete la liberación del hombre sin estar guiada por el amor "acaba por constituirse en el sistema más perseguidor del hombre" (p. 183) sea este de derecha o izquierda.

Es así que esta obra es recomendable para comprender el modo en que los pensadores católicos del siglo XX boliviano respondieron a épocas muy oscuras de nuestra política nacional y el modo en que ni siquiera la violenta censura pudo acallar su esperanzada reflexión. Además, se debe notar que las aplicaciones y consecuencias del amor en la educación no quedaron solo como un apartado de este libro, ya que dieciséis años después de la publicación del mismo, en 1998, el Padre Esteban Bertolusso fundó la Universidad Salesiana Boliviana, con el fin de formar buenos cristianos y honrados ciudadanos.

 

Martín Mercado Vásquez

 

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