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Revista Ciencia y Cultura

versión On-line ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult v.18 n.33 La Paz dic. 2014

 

RESEÑA

 

Un hazmerreír en aprietos

 

 

Jesús Urzagasti

Un hazmerreír en aprietos, La Paz, Azul editores, 2005.

 

 


 

Desde Tirinea hasta El último domingo de un caminante, la narrativa de Urzagasti ha alumbrado personajes de carne y hueso. Los seres que transitan por las páginas de las primeras seis novelas, y que se pasean por todas ellas como por su casa, tienen un referente real —muchas veces explícito (como en el caso del guitarrista uruguayo Zitarrosa o del poeta chuquisaqueño Seque). Allí están Cranach y Sergio Tabárez, en quienes reconocemos a los poetas Jaime Saenz y Sergio Suárez Figueroa. O los narradores argentinos Héctor Álvarez (verdadero nombre de H. A. Murena) y Sara Estefanía, la Sara Gallardo autora de Eisejuaz. Y ni qué decir de personajes como Fortunato Gallardo o Pila Ramos, amigos del campo, cuya música, fotografías y aventuras conocemos vivamente gracias a Jesús.

Sin embargo, Un hazmerreír en aprietos (2005), la séptima y última novela de Urzagasti, está poblada de personajes salidos de la ficción literaria: un hazmerreír sin nombre que protagonizó la novela Un hombre sin idiomas, del "aburguesado escritor" Gury Bomotzo; Santiago Montero, el personaje revolucionario que jamás apareció en Maturana al alba, de Saturnino Perales (el escritor asesinado durante la dictadura, antes de publicar la inacabada novela); o Clodomiro Cayuya, el poeta que Gury Bomotzo quiere contratar "en calidad de protagonista" para su nueva novela, Un petardista hechizado a medianoche. Tales autores y personajes de novelas ficticias son los seres que transitan por las páginas de Un hazmerreír en aprietos.

Por otra parte, la procedencia de los personajes no es la única diferencia que hay entre las primeras seis novelas de Urzagasti y la última. Un hazmerreír en aprietos es la única que tiene un recorrido argumental que se revela a primera vista. Las otras, en cambio, son señaladas o celebradas como fragmentarias, experimentales o ajenas a la estructura clásica de la novela.

El protagonista de Un hazmerreír en aprietos es un personaje sin nombre que deja la casa de su autor (Gury Bomotzo) para probar suerte en La colmena sonámbula, un circo que le da a elegir entre el puesto de trapecista o el de payaso. Después de un viaje en camión, el hazmerreír llega al circo y se reencuentra con dos colegas personajes: Santiago Montero y Clodomiro Cayuya.

Santiago Montero, personaje revolucionario y nonato de la novela inédita Maturana al alba (ambientada en la época de las dictaduras), termina como el payaso del circo. Aunque el rebelde Santiago cree estar mejor dotado como acróbata que triunfa sobre la cuerda floja, termina deslucido por la sordina de su voz y la tortura de "endilgarle al público los peores vicios". Santiago siente que ese papel lo humilla, pero lo asume por orgullo. "Y así, disimulando su furia, el personaje nonato se mandó la parte con piruetas harto vulgares, remedó a los saltimbanquis y se quitó las ropas hasta quedar en pelotas, con la intención de disgustar al dueño del circo y escandalizar a un público que, lejos de abochornarse con sus excesos, lo adoptó como bufón en toda la línea" (p. 171)

Clodomiro Cayuya, el difuso poeta buscado para protagonizar Un petardista hechizado a medianoche, es quien oficia de trapecista en el circo. Clodomiro exalta al público con su continuo desafío al vértigo. "Un poeta seguro de sí mismo, dando volteretas y haciendo cabriolas por el aire sin alardear de nada. Un poeta serio, ajeno por completo a las chacotas que proliferan en el ruedo. Era un acuerdo tácito con el acróbata: ante todo la compostura del que no conoce el miedo sino la felicidad del imprudente. El papel que le tocó desempeñar no era producto de su invención, y en consecuencia no podía alargarlo ni acortarlo y menos corregirlo" (p. 175).

El hazmerreír en aprietos, sin llegar a ser payaso o acróbata, finalmente se desliza por un tobogán que lo lleva de vuelta a la casa de su progenitor Gury Bomotzo. El autor Bomotzo (quien detrás de las sombras parece ser otro) recibe a su retoño como a un recién nacido. Aturdido por el inesperado regreso, el protagonista reflexiona a la luz de no tener un nombre. El regreso a su propio silencio ilumina los malentendidos argumentales que incubaron un fracaso: el de las ficciones que proclaman una realidad sin personaje que la aguante.

 

Alan Castro Riveros

 

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