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Revista Ciencia y Cultura

versión On-line ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult v.18 n.32 La Paz jun. 2014

 

ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

 

Breve historia de los últimos cincuenta años de la Iglesia Católica (1964-2014)

 

Brief History of the last fifty years of the Catholic Church (1964-2014)

 

 

Diego Rafael Piccardo*

 

 


Resumen

El período tratado puede describirse como el de finalización y aplicación del Concilio Vaticano II. El artículo busca ir al fondo de aquellos procesos que a mi entender son los más visibles y evaluables, y que resultan de los lineamientos favorecidos por el Concilio Vaticano II: la proclamación de la llamada universal a la santidad y su llegada al pueblo cristiano. Al mismo tiempo, se puede descubrir que en estos años la Iglesia ha dado grandes pasos en la colegialidad episcopal, la dignidad de la mujer, la preocupación por la justicia, el ecumenismo, la reforma litúrgica, etc. No se omiten las sombras del período, que forman el necesario contraste en todo ámbito en el que se produce la intervención humana.

Palabras clave: Historia de la Iglesia Católica, Santidad, Concilio Vaticano II.


Abstract

The encompassed period of time can be described as the "End and enforcement of the Second Vatican Council". The article looks to deepen in what I believe the most visible and evaluable processes, that result from the guidelines favored by the Second Vatican Council: the proclamation of the universal call to sanctity and its reach to the Christian People. At the same time, it can be recognized that in these years the Church has given great steps in aspects such as the collegiality of bishops, the woman dignity, the concern about justice, ecumenism, the liturgic reform, etc. Following this line, the article does not pass over the shadows from the period, which form the contrast over the whole scope in which human intervention is given.

Key words: History of the Catholic Church, Holiness, Second Vatican Council


 

 

En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que Él nos amó primero (1 Jn 4, 19) y que es Dios quien hace crecer (1 Co 3, 7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.

Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (24-XI-2013), n. 121.

 

Al comienzo del nuevo milenio, mientras se cierra el Gran Jubileo en el que hemos celebrado los dos mil años del nacimiento de Jesús y se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a remar mar adentro para pescar: Duc in altum (Lc 5, 4).(...)

¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8).

Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte (6-I-2001), n. 1

 

1. Introducción y breve resumen de la influencia del Concilio Vaticano II, auténtico adviento del Tercer milenio

Hace muchos años, leí una publicidad que comenzaba con la siguiente pregunta: ¿se puede escribir en la cabeza de un alfiler? Señalaba a continuación que resumir la actividad de esa empresa en una página resultaba imposible. A la hora de escribir estas páginas me vino a la memoria ese comentario, ya que sintetizar en ellas la historia de la Iglesia Católica del último medio siglo implica una labor de compresión que exigiría todos los adelantos de la nanotecnología.

Procuraré ir desarrollando algunos temas centrales, tratando de mantener una cierta línea cronológica, y cuidando de no perder la dimensión universal de la Iglesia Católica2.

Resumir la actividad de toda la Iglesia me ha llevado con alguna frecuencia a detener la mirada en la acción de los Pontífices Romanos (en particular la de Juan Pablo II, que estuvo al timón de la barca de Pedro más de la mitad del período que trataremos, y la de Pablo VI, que lo hizo durante 15 años), ya como iniciadores de alguna actividad, ya como quienes responden a situaciones concretas, por lo que sus actos nos descubren posibilidades o problemas de los cristianos a los que de otro modo tal vez no habríamos prestado atención.

Pero la historia no la escriben sólo los Pontífices. Gracias a las luces que aporta el Concilio Vaticano II, se profundizará cada vez más en la realidad de que la Iglesia es el "pueblo de Dios", pueblo que está formado por todos los fieles —pastores y laicos—, y todos ellos están llamados a la santidad3. "Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad (...). Todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo"4. Todos los bautizados cooperan a la edificación de la Iglesia5, y —por tanto— todos colaboran con su granito de arena a la Historia.

Por eso tal vez no resulte superfluo, en un trabajo de esta índole, recordar que, como señalaba Pablo VI, un aporte fundamental del Concilio es recordar la llamada universal a la santidad. A todos llama Jesucristo a ser sal y luz, a todos llama a ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto, y el modo de llevarlo a cabo —particularmente para los fieles laicos— es la vida corriente, que es la materia que han de ofrecer a Dios en la Eucaristía6.

Es por eso que, sin omitir las tristes infidelidades que somos capaces de cometer los hombres7, procuraré que estas páginas reflejen —en la medida que la extensión lo permita— cómo se ha ido acogiendo esa doctrina conciliar, cuya proclamación abrió horizontes novedosos a la Iglesia y a la humanidad. Pienso que, además, eso es algo en lo que la Universidad Católica Boliviana está comprometida8, por lo que estas páginas de historia bien pueden servir para profundizar en lo que tiene que ser el fin último de toda obra cristiana: colaborar en la difusión y realización de la llamada universal a la santidad.

La respuesta a esta llamada ha sido puesta de manifiesto de manera particular por el Papa Juan Pablo II, que llegó a celebrar 1.320 beatificaciones y a canonizar a 472 santos —muchos de ellos contemporáneos nuestros— para hacer especialmente presente que la mano del Señor no se ha empequeñecido, y que la santidad sigue siendo actual, en la medida en que los cristianos respondemos con fidelidad al llamado de Dios, contando con la gracia que Cristo nos ha obtenido en su Cruz9.

Esa llamada se va asumiendo por parte de todo tipo de fieles, y sus consecuencias son palpables en la sociedad actual. Además de las tan numerosas labores educativas, asistenciales, etc., que llevan muchos siglos, el que todo el pueblo de Dios, particularmente los laicos, vaya asumiendo que su misión es iluminar y ordenar las realidades temporales según Dios10 es acaso el avance más significativo que el Concilio transmite. Los canonizados que van surgiendo en todos los niveles son un motivo estimulante para estas reflexiones, y la historia tiene en ellos materia abundante y orientadora. Por poner unos pocos ejemplos, en los últimos años se ha comenzado el proceso de canonización del Prof. Jérôme Lejeune, médico genetista francés, quien descubrió la causa del síndrome de Down y trabajó en defensa de la vida, a tal punto que Juan Pablo II lo nombró Presidente de la Pontificia Academia para la Vida (Lejeune, 2000). También están en marcha los Procesos de otros dos personajes de la política —unánimemente considerados como padres de la Unión Europea—: Robert Schuman y Alcide de Gasperi11. Otro ejemplo es el del arquitecto Antoni Gaudí, cuya obra más conocida es el Templo expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona. Desde 2013 se están realizando los pasos para comenzar el proceso del escritor inglés Gilbert K. Chesterton (1874-1936). En América Latina, un nombre que nos resulta especialmente conocido es el de Mons. Óscar A. Romero, Arzobispo de El Salvador. Hay claros indicios de que en Colombia está por comenzar la Causa de Mons. Isaías Duarte, arzobispo de Cali, neto opositor al narcotráfico y a la violencia de cualquier signo político, asesinado en el año 2002.

Pero volvamos a la idea central de esta Introducción:

... los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios (...). A ellos de manera especial corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor12.

A continuación, el Catecismo, citando de nuevo a la LG, señala de una manera realmente nueva la misión sacerdotal del bautizado13 en este mundo:

... todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu (...) todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo (1 P 2, 5), que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor14.

"De manera particular, los padres participan de la misión de santificación impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la educación cristiana de los hijos"15. Es oportuno preguntarse hasta dónde estas afirmaciones programáticas han marcado (y marcan) el rumbo de muchos católicos (laicos o pastores), y en qué ámbitos esto se vuelve observable.

Las cosas del mundo han dejado de ser peligrosas para la santidad. Toda una nueva visión comenzará a descubrir el mundo como algo bueno, que puede convertirse en materia para la santidad. El trabajo, la familia, la diversión., se retoma una visión que en la práctica había quedado olvidada.

Pienso que pueden ser útiles unas palabras de Juan Pablo II pronunciadas en la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer —uno de los precursores del Concilio en estos temas— en las que señalaba que

en una sociedad en la que el afán desenfrenado de poseer cosas materiales las convierte en un ídolo y motivo de alejamiento de Dios, el nuevo Beato nos recuerda que estas mismas realidades, criaturas de Dios y del ingenio humano, si se usan rectamente para gloria del Creador y al servicio de los hermanos, pueden ser camino para el encuentro de los hombres con Cristo16.

Y en otra ocasión enseñaba también el Papa:

las actividades diarias se presentan como un valioso medio de unión con Cristo, pudiendo transformarse en ámbito y materia de santificación (...) y en diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración transfigura el trabajo y así es posible permanecer en la contemplación de Dios, incluso mientras se realizan diversas ocupaciones. Para cada bautizado que quiere seguir fielmente a Cristo, la fábrica, la oficina, la biblioteca, el laboratorio, el taller y el hogar pueden transformarse en lugares de encuentro con el Señor, que eligió vivir durante treinta años una vida oculta17.

Es notable cómo la enseñanza del Vaticano II se irá abriendo camino. El poder de transformación que esto supone es de consecuencias difíciles de dimensionar. Todavía falta perspectiva. Pero la tendencia puede captarse si se acude a los procesos de canonización que se van iniciando18. Como ya señalé, algunos de ellos son de personas que vivieron buena parte de su vida antes del Concilio, pero el hecho de que se vaya tomando en cuenta el impacto de sus vidas va dando luces nuevas, haciendo ver a todos que la santidad no es "algo lejano".

No hay espacio para hablar de la cantidad de instituciones y movimientos eclesiales para laicos que van surgiendo o que se van potenciando en estos años. El Camino neocatecumenal, Comunión y liberación, los Focolares, el Opus Dei, la Renovación carismática, etc., etc., desarrollan, cada uno en su campo y con un carisma propio, una labor que no puede desconocerse.

 

2. Un detalle metodológico del trabajo

A la hora de escribir la historia de la Iglesia Católica desde la fe (es nuestro caso) nos encontramos con un problema: la naturaleza de la institución divina que es el objeto de estudio. La Iglesia se entiende a sí misma como "un misterio"19, lo que en lenguaje teológico significa algo que excede nuestra capacidad de entender, aunque no por ello dejaremos de captar mucho de lo que es y que —como enseña Juan Pablo II— "el misterio de la salvación de la humanidad en Cristo es, sobre todo, el misterio de Cristo, pero está destinado a los hombres"20.

Para poder comprender bien la historia de algo que es a la vez divino y humano, hace falta fe21. Y esto por varios motivos. Primero porque, según S. Ambrosio de Milán, la Iglesia es ex maculatis immaculata: inmaculada, pero formada por pecadores. Si bien en estos años podemos encontrar a muchos santos, también es cierto que los problemas no han sido pequeños, particularmente cuando los cristianos no hemos sabido abrirnos a la gracia de Dios22. Segundo porque, con palabras del Card. Martini, también Arzobispo de esa ciudad, "la Iglesia tiene siempre un doble aspecto: uno externo y otro interno, uno visible y otro invisible; por eso es difícil captarla en su verdadera esencia" Martini (2005:12)23, ya que "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo"24 cuando Cristo vuelva glorioso. Y de estos cincuenta años se puede decir otra frase clásica que apunta a un tercer motivo que reclama fe: "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios"25.

Pienso que puede servir recordar que "la santidad de la Iglesia consiste en que, por pecador que sea el hombre, Dios tiene poder para hacerla santa" (Ratzinger, 2001:283). A lo largo de estas páginas se verán cosas que no tienen explicación humana, ya que no hay proporción entre lo que los hombres hacen (de bueno) y el bien que la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo26, va derramando por el mundo. J. Ratzinger lo dice bellamente:

Sobre la naturaleza de la Iglesia, puede venirnos bien recordar que Jesús "atrajo a los pecadores, les hizo partícipes de sus bienes y así les mostró qué era la 'santidad': no separación, sino reunión; no condena, sino amor redentor. ¿No es acaso la Iglesia la continuación de esta encarnación de Dios en la miseria humana? ¿No es la continuación de la participación de Jesús en la misma mesa con los pecadores? ¿No es la prosecución de su contacto con la miseria del pecado, hasta llegar casi a sucumbir en él? Frente a las expectativas humanas de lo puro, ¿no se revela en la santidad pecadora de la Iglesia la auténtica santidad de Dios, el amor que no guarda distancia aristocrática de lo puro y lo inaccesible, sino que se mezcla con la suciedad del mundo para acabar con ella? ¿Puede ser la santidad de la Iglesia algo más que soportarse mutuamente porque Cristo nos ha soportado a todos? (...)

Se tacha a su organización de lamentable y brutal, como si lo peculiar de la Iglesia fuera la organización y no el consuelo de la palabra y de los sacramentos, que conserva incluso en sus días más aciagos. Los verdaderos creyentes no dan demasiada importancia a la lucha por la reorganización de las formas cristianas, pues viven de lo que la Iglesia siempre fue. Y si alguien quiere saber lo que es la Iglesia, que entre en ella. Pues la Iglesia no está sobre todo donde se organiza, se reforma o se gobierna, sino en los que creen con sencillez y reciben en ella el don de la fe, que para ellos es vida. Sólo sabe qué fue la Iglesia de antes y qué es la Iglesia de ahora el que ha experimentado cómo la Iglesia sitúa al hombre por encima de sus formas y servidumbres, y cómo es para él patria y esperanza, patria que es esperanza, camino que lleva a la vida eterna" (Ratzinger, 2001:284-285).

Al estudiar estos 50 años podremos ir observando cómo se ha ido realizando la labor deseada por Juan XXIII: "acercar la Iglesia al mundo para que el mundo se acerque a Dios". A veces ese desarrollo se produce de una manera distinta de la que se nos podría ocurrir como eficaz, puesto que los límites humanos se dejan ver con claridad, pero también resultan, no pocas veces, un buen contraste que hace notar más la luz de Dios, que quiere que su Iglesia siga siendo, en los tiempos actuales, "como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano"27. Es sabido que hace más ruido un árbol que cae que todo un bosque creciendo, pero lo real es que todo ese bosque —esa semilla que Cristo ha querido plantar— se va desarrollando de un modo que sólo se puede explicar si Dios está detrás28.

 

3. El Concilio Vaticano II y sus consecuencias más relevantes

En 1964 el Concilio Vaticano II era el tema que centraba las oraciones, las esperanzas y las miradas de todos los católicos, y de muchos no católicos. Había sido convocado sorpresivamente por San Juan XXIII como un Concilio "pastoral", muy distinto a los anteriores, porque el Papa quiso —y Pablo VI lo continuará— aggiornar la Iglesia: acomodar mejor sus métodos y estructuras, de modo que "el depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz"29. El Papa, con una gran experiencia como pastor de almas, historiador de la Iglesia y diplomático (Jedín, 1984: 163 y ss.) vio con claridad el escándalo que supone para la humanidad el que las diversas iglesias y grupos cristianos estuvieran divididos. Junto a eso hizo notar que para conseguir que la luz de Cristo llegue a todos, es imprescindible explicarla y reflejarla mejor. En definitiva, es claro que el Pontífice deseaba ser fiel altavoz de los deseos de Dios, "que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad"30, y que la Iglesia debía profundizar en el conocimiento de su naturaleza y en su modo de llegar a las personas del mundo contemporáneo. La gran confianza en Dios del Pontífice le permitió desoír las ideas de los profetas de calamidades, que preferían que todo siguiera como estaba. La invitación a observadores de otras religiones marca una de las tantas diferencias notables de esta asamblea ecuménica.

San Juan XXIII

Una de las primeras realidades que cambiará en la Iglesia es su tendencia centrípeta. Es un dato bien conocido que hasta tiempos de Pío XII muchísimos temas debían ser resueltos en Roma. Una de las manifestaciones de esos nuevos tiempos será la total independencia de los Padres Conciliares. Ya en la primera congregación general, realizada el 13 de octubre, comenzaron las sorpresas. Se preveía que la elección de los miembros de las Comisiones Conciliares se realizaría disciplinadamente con base en unas listas preparadas. Pero este procedimiento, a juicio de destacados obispos franceses y centroeuropeos, supondría un reforzamiento de la influencia de la Curia romana sobre el Concilio (y se reduciría toda posibilidad de cambio real). La votación se retrasó tres días, y los episcopados presentaron sus candidatos. Este modo libre de obrar permitió que se fuera configurando en el seno del Concilio una mayoría y una minoría, división que no será fija para todos los temas a tratar, pero que hará que los asuntos tengan un amplio debate que felizmente terminaría (y en esto tendrá un gran peso la figura y la prudencia pastoral del Papa Pablo VI) en documentos aprobados por grandísima mayoría (Orlandis, 1998:31-33)31. Es el mismo Papa Benedicto XVI quien señaló que

hasta el Cardenal Frings, famoso por su fidelidad absoluta al Santo Padre, casi escrupulosa, dijo en este caso (inicio del Concilio): "Estamos aquí con otra función. El Papa nos ha convocado para ser como Padres, para ser Concilio ecuménico, un sujeto que renueve la Iglesia. Así queremos asumir este encargo nuestro"32.

La primera sesión del Concilio concluyó sin que se aprobase ningún documento, pero fue claramente enriquecedora para los obispos participantes, que fueron tomando conciencia de lo mucho que se esperaba de ellos y del modo de llevar a cabo esta labor.

El fallecimiento de Juan XXIII dejó el futuro del Concilio en manos del siguiente pontífice. La elección se llevó a cabo en un breve cónclave (el primero que reunía a electores procedentes de 31 naciones y de los cinco continentes) y el elegido fue el Cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI33. Es claro que el Arzobispo de Milán era una de las figuras más destacadas del Colegio Cardenalicio y alguien visiblemente adecuado para sostener las labores del Concilio. Su formación intelectual, sus años en la Secretaría de Estado así como su inquietud por avanzar en esa llegada de la Iglesia al mundo facilitaron la brevedad del cónclave. En su primera encíclica, la Ecclesiam suam, el Papa subrayaba la importancia de esforzarse

por acercarnos al mundo (...) con todo respeto, con toda solicitud, con todo amor, para comprenderlo, para ofrecerle los dones de verdad y de gracia, cuyos depositarios nos ha hecho Cristo, a fin de comunicarle nuestra maravillosa herencia de redención y de esperanza34.

Todo el documento es una invitación al diálogo, tanto dentro de la Iglesia Católica como con los cristianos no católicos, con los no cristianos e incluso con los no creyentes.

La segunda etapa conciliar se desarrolló entre el 29 de septiembre y el 4 de diciembre de 1963. Durante ella se puede destacar el estudio del esquema sobre la Iglesia y el referente a los Obispos. Al acabar se aprobaron la Constitución sobre la Sagrada Liturgia: Sacrosanctum Concilium y el Decreto sobre los medios de comunicación social: Inter mirífica.

La tercera sesión conciliar comenzó el 14 de octubre de 1964.

En ella tuvo lugar la discusión de los textos sobre escatología y la Virgen María, oficio pastoral de los Obispos, libertad religiosa, judíos y religiones no cristianas, revelación, apostolado de los seglares, sacerdotes, Iglesias orientales, Iglesia y mundo moderno, misiones, religiosos, seminarios, educación cristiana, sacramentos (Cárcel, 2000:594).

Es evidente que el Concilio está en plena marcha. La clausura fue el 21 de noviembre, y en ella Pablo VI proclamará a la Virgen como "Madre de la Iglesia". En esta etapa se ha concluido la Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium) y dos Decretos: sobre el ecumenismo (Unitatis redintegratio) y sobre las Iglesias orientales (Orientalium Ecclesiarum).

En la última sesión conciliar vieron la luz los Decretos sobre el oficio pastoral de los Obispos (Christus Dominus) y el de la renovación de la vida religiosa (Perfectae caritatis). Además, en este tiempo se instituyó el Sínodo de Obispos35 y se fueron concluyendo los demás documentos: sobre la formación sacerdotal (Optatam totius), sobre la educación cristiana (Gavissimum educationis) y el referente a las relaciones con las religiones no cristianas (Nostra aetate).

El 18 de noviembre fue la votación final y promulgación de la constitución sobre la divina revelación (Dei Verbum) y del decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam actuositatem). El Papa anunció el comienzo de la reforma de la Curia (Cárcel, 2000:595).

El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, se realizó la solemne clausura del Concilio. El día anterior se llevó a cabo la última sesión pública, y en ella se promulgaron los Decretos sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae), sobre los sacerdotes (Presbyterorum ordinis), sobre las misiones (Adgentes) y la Constitución Pastoral Gaudium et spes, y sobre las relaciones de la Iglesia con el mundo de hoy. En los numerosos documentos se puede ver una verdadera reforma de la Iglesia. Una nueva manera de entenderse a sí misma que marcará el modo de llevar el mensaje cristiano al mundo de hoy. Pero, como veremos, su aplicación no resultará tan sencilla.

 

4. El Posconcilio

En su última reunión con el clero romano, el Papa Benedicto XVI recordaba las grandes expectativas que había generado la convocatoria al Concilio, y cómo fueron asumidas por los diversos episcopados:

El primer objetivo, inicial, simple —aparentemente simple— era la reforma de la liturgia, que había comenzado ya con el Papa Pío XII (...); el segundo, la eclesiología; el tercero, la Palabra de Dios, la Revelación y, finalmente, también el ecumenismo. Mucho más que los alemanes, los franceses tenían también el problema de tratar la situación de las relaciones entre la Iglesia y el mundo36.

Sin entrar en el desarrollo de los documentos, labor interesantísima pero que no admite la extensión de este trabajo, hay que destacar un aspecto que influyó en gran manera en la aplicación de las enseñanzas conciliares:

Estaba el Concilio de los Padres —el verdadero Concilio—, pero estaba también el Concilio de los medios de comunicación. Era casi un Concilio aparte, y el mundo percibió el Concilio a través de éstos, a través de los medios. Así pues, el Concilio eficiente que llegó al pueblo fue el de los medios, no el de los Padres.

Y mientras el Concilio de los Padres se realizaba dentro de la fe, era un Concilio de la fe que busca el intellectus, que busca comprenderse y comprender los signos de Dios en aquel momento, que busca responder al desafío de Dios en aquel momento (...), el Concilio de los periodistas no se desarrollaba naturalmente dentro de la fe, sino dentro de las categorías de los medios de comunicación de hoy, es decir, fuera de la fe, con una hermenéutica distinta. Era una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio era una lucha política, una lucha de poder entre diversas corrientes en la Iglesia37.

Podría pensarse que esto sólo afectó al pueblo llano, por llamarlo de alguna manera, pero no fue así. En una biografía de la Madre Angélica, fundadora de la famosa cadena EWTN, se hace notar que la reforma de la vida religiosa en Estados Unidos estaba muy avanzada.

En marzo de 1965, por sugerencia de la Sociedad de Ley Canónica de EEUU, la Madre Angélica y sus hermanas se sentaron alrededor de la mesa familiar para diseñar una lista de cambios a las leyes de la Iglesia que ellas creían podían acelerar la renovación de la vida religiosa (...). En "One Heart and One Soul" (la mencionada Sociedad Canónica), reprendió (la Madre Angélica) a las comunidades del claustro por no estar dispuestas a acoger las "directrices y los cambios que promueve la Santa Sede". Preveía monasterios donde "se arrasaría con el formulismo y la disciplina estricta", los cuales se sustituirían por un "espíritu familiar" y una profunda "unión comunal con Dios" (Arroyo, 2005:127).

Como puede observarse, en el Concilio de los medios se consideraba a las conductas enunciadas como excluyentes, debiendo optarse por una o por la "contraria". Es de destacar —el libro lo hace dos páginas después— que el Decreto Perfectae caritatis (que trata sobre la adecuada renovación de la vida religiosa) fue promulgado el 28 de octubre de ese año, por lo que difícilmente las directivas y cambios que se señalaban podían responder a las directrices de la Santa Sede. El Concilio de los medios se había adelantado.

Junto a esto, es claro que se quería llegar a una actuosa participatio38 de los fieles en la liturgia, y eso llevará a la reforma, que buscaba precisamente que los cristianos pudieran participar de ella de modo pleno, consciente y activo (Izquierdo, 2012:95).

Comenzaron las revisiones de los rituales de los distintos sacramentos. Se comenzó a usar la lengua del lugar en reemplazo del latín, se amplió el número de Plegarias Eucarísticas, se modificó el texto de la Liturgia de las horas, etc., etc. La tarea era inmensa, y se pensaba que todas las expectativas serían cumplidas. En cambio, estimulados por el Concilio de los medios, hubo quienes confundieron "liturgia expresiva" con "improvisación".

Siguiendo la explicación del Papa Benedicto XVI sobre el Concilio de los medios, podemos decir que lo que los mass media difundían no era sólo el texto aprobado. Junto con éste —mejor: antes que éste se aprobase— se fueron difundiendo muchas ideas, algunas coincidentes con lo que se estaba estudiando, y otras que eran lo opuesto. Es más, algunas de estas últimas se esparcieron como el espíritu del Concilio39.

Otra de las manifestaciones de la crisis postconciliar fue la contestación en el interior de la Iglesia, que consistía en una actitud de rechazo a la Iglesia jerárquica y a la doctrina tradicional. Este rechazo era particularmente agudo en determinados temas: el celibato sacerdotal, la Sagrada Escritura, el dogma y la moral cristiana40.

Un resumen muy bueno de la situación doctrinal posconciliar podemos encontrarlo en boca de quien fue elegido para ocupar —durante casi todo el pontificado de San Juan Pablo II— el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Existe una entrevista, titulada Informe sobre la fe, en la que el Card. Ratzinger desarrolla con gran lucidez su visión de la situación del momento (Ratzinger, 1985).

Así, ya desde que el Concilio va acabando comienza a manifestarse con claridad el disenso teológico que —particularmente en temas de moral41, aunque otro tanto se puede decir de la liturgia y de otros campos— parecía minar de manera irreparable la unidad interna de la Iglesia. Consciente de su misión de "confirmar a sus hermanos en la fe"42, el Papa declara un Año de la fe que comenzaría en junio de 1967. Al concluirlo publicará el Credo del pueblo de Dios (30-VI-1968), breve escrito en el que se resumen los postulados esenciales que enseña la Iglesia.

En esos momentos parecía que nada estaba firme, que todo se podía discutir43. Y fue en ese tiempo cuando se trató el tema de la moralidad de la contracepción, cuestión que había dejado de ser un tema meramente "teórico", ya que desde pocos años atrás los anticonceptivos eran una realidad, y sobre ella pesaban enormes presiones económicas. La encíclica Humanae Vitae (25-VII-1968) fue una valiente declaración del Papa sobre el particular y un punto de inflexión para muchos moralistas (Basso, 1991)44. La misma doctrina será repetida muchas veces por San Juan Pablo II, y desarrollada —junto con toda la cuestión moral de fondo— en la encíclica Veritatis Splendor (6-VIII-1993).

 

5. El clero

La crisis postconciliar se hizo notar en el clero —tanto regular como secular— y en las y los religiosos. Hubo una sangría tremenda de personas consagradas que querían volver al estado secular, querían casarse, dedicarse a otro tipo de vida... Tantas fueron las solicitudes que Pablo VI acabó publicando unas "Normas" destinadas a agilizar el procedimiento, que Juan Pablo II abrogó en 1980. El dolor y la soledad del Papa Pablo eran tremendos. En una entrevista a su secretario personal, Mons. Magee, éste recordaba:

Una noche, a comienzos de 1978, mientras estaba leyendo ese expediente (el de petición de dispensas) se detuvo y respiró profundamente, llevándose una mano al pecho. Vi que estaba sudando y las gotas de sudor caían en el escritorio. Me acerqué y le quité el birrete que estaba completamente empapado. —Santidad, ¿qué le sucede? —Un dolor aquí me respondió señalándose el pecho. Yo estaba solo en casa y pensé en un ataque al corazón. Pero me dijo: —Mire, éste es un sacerdote que tiene 78 años y cuarenta y ocho de sacerdocio. Solicita que se le dispense. ¡78 años de vida! Esto es demasiado. Ahora suspenda por un momento, Santidad.¡No! Debo ir a la capilla. (...) Ya no puedo seguir.Y le acompañé a la capilla. Se puso de rodillas y permaneció allí durante veinte minutos. Era casi la medianoche. Rezaba y sufría como Cristo en el monte de los Olivos. Sudaba. Yo me sentía tan pequeño que ni siquiera atinaba a rezar. No sabía si llamar o no al médico. Le dejé así. (...) Al día siguiente le encontré descansado, como si nada hubiera sucedido. —Santidad, ¿usted se siente bien? Sí, he dicho que he puesto todo en las manos de Dios (Ricci, 1988:9-10).

Entre los años 1964 y 1976 las dispensas en el clero secular sumaron 17.25345. En el clero regular, entre 1964 y 1970, fueron 7769. Entre 1971 y 1976, el número total de religiosos en el mundo descendió de 275.610 a 250.880, y el de religiosas de instituciones de Derecho Pontificio bajó de 825.662 a 770.702 (Orlandis, 1998:88-91). Éstos y otros hechos hicieron que el Papa llegase a afirmar que "el humo de satanás se ha infiltrado en la Iglesia"46.

La deseada renovación de la Iglesia recién comenzará a manifestarse bastantes años después. Juan Pablo II escribió en su Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 1979 (8-IV-1979) que

Tal vez en los últimos años —por lo menos en determinados ambientes— se ha discutido demasiado sobre el sacerdocio, sobre la "identidad" del sacerdote, sobre el valor de su presencia en el mundo contemporáneo, etc., y, por el contrario, se ha orado demasiado poco. No ha habido bastante valor para realizar el mismo sacerdocio a través de la oración, para hacer eficaz su auténtico dinamismo evangélico, para confirmar la identidad sacerdotal. Es la oración la que señala el estilo esencial del sacerdocio; sin ella, el estilo se desfigura.

A pesar del documento específico del Concilio donde se remarca la importancia del tema47 parece que, por lo menos en determinados ambientes, se perdió la perspectiva espiritual. El Card. Van Thûan recordaba que

un día hablé con el padre provincial de una gran Congregación sobre la crisis del sacerdocio. Él me dijo: Hemos enviado una carta a todos los hermanos que han dejado el sacerdocio, para preguntarles por qué lo han hecho. Todos han contestado. Sus respuestas revelan que no habían dejado el sacerdocio por problemas sentimentales, sino porque no rezaban. Algunos dijeron que habían dejado de rezar hacía muchos años. Vivían en comunidad, pero no rezaban profundamente; mejor dicho, no rezaban. Trabajaban mucho, enseñaban en las universidades, organizaban muchas cosas, pero no rezaban (Van Thûan, 2004:72).

Ideas semejantes podemos encontrar en consejos del Papa Benedicto48.

Lo dicho permite volver a una de las ideas del principio de estas páginas: el historiador de la Iglesia tiene un objeto peculiar de estudio. Y aquí acabamos de comprobar la presencia de factores que no suelen tenerse en cuenta cuando el objeto de estudio es distinto. El historiador de otros tipos de sociedades no saldría de su asombro ante semejante tipo de factores.

La primera fase del posconcilio resultó muy distinta de la primavera esperada, pero es evidente que la Iglesia no se quedó ahí, porque su vitalidad es inagotable. Luego del Concilio se van ajustando las disfunciones con la publicación de documentos verdaderamente revolucionarios para el auténtico desarrollo del clero. Entre ellos destaca la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores dabo vobis (25-III-1992), y hay procesos en curso que iremos reseñando en los puntos posteriores.

En la actualidad, la situación va volviendo a su cauce. Como destacaremos más adelante, el Anuario Pontificio del año 2014 hace notar que hay sensibles mejoras, que ya se perfilaban en años anteriores. De 2005 a 2012 el número de sacerdotes ha aumentado un 2%, mientras que el número de seminaristas lo ha hecho en casi un 5%.

 

6. La aplicación de las enseñanzas conciliares y algunas amargas resistencias

Para llevar a la práctica lo mandado por el Concilio, además de sus documentos concretos, resultaba especialmente útil que éstos se pudiesen encontrar fusionados en un solo libro. Es así que, retomando el trabajo suspendido durante el Vaticano II, en 1983 se promulgó el nuevo Código de Derecho Canónico49, en el que se ha procurado "traducir" a normas jurídicas las enseñanzas conciliares. Fue seguido en 1990 por el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales50.

Otro paso de trascendental importancia —como el mismo Juan Pablo II manifestara— fue la promulgación, en 1992, del Catecismo de la Iglesia Católica51, un auténtico tesoro cuyas enseñanzas, como fueron trabajadas en comunión con todos los obispos de la Iglesia, se pueden definir como una genuina "sinfonía de la fe" que están destinadas a ser punto de referencia para la confección de catecismos locales52, pero que en sí mismo tuvo una inmensa difusión en el mundo entero53.

No todo fueron rosas en la difusión de este nuevo documento; comenzaron a manifestarse algunas actitudes que resultaron una "punta de iceberg" de serios problemas que iban a estallar en breve. Una de ellas se notó por el retraso de dos años en la edición norteamericana del Catecismo54. Se señalan tres posibles causas, que no son excluyentes entre sí: "la controversia sobre los principios que deberían guiar la traducción, incluido el problema del 'lenguaje inclusivo'55; la oposición organizada; los diferentes puntos de vista acerca de la finalidad y función de los catecismos" (Pellitero, 1997:607)56. Si a esto le sumamos los problemas morales que se van suscitando dentro del catolicismo norteamericano —por ejemplo (podrían ponerse muchos más), la Carta que le remite la Congregación para la Doctrina de la Fe al P. Charles Curran (25-VII-1986), profesor de Teología Moral de la Catholic University of America, en la que se le notifica que "no puede seguir siendo considerado idóneo ni puede ser designado para ejercer la función de profesor de teología católica"57. La falta de unidad con el Magisterio (y por tanto con el contenido de la fe) también es algo que se podía encontrar en esas tierras. Por poner un ejemplo anecdótico —pero que también puede ayudar a entender lo que ocurrió después— Scott Hahn (que hoy es profesor de Teología y Escritura en Franciscan University of Steubenville), en un libro donde relata su conversión al catolicismo hace notar que —estudiando en una universidad católica, cuando ya se había planteado seriamente su conversión— se encontró con que "en algunos de los seminarios era el único protestante, y el único estudiante que defendía al Papa Juan Pablo II. ¡Eso era lo paradójico! Al final me vi explicándoles a los sacerdotes (e incluso a ex sacerdotes) cómo ciertas creencias católicas tenían su fundamento en la Biblia, especialmente en su teología de la alianza" (Hahn y Hahn, 2004:83).

En la encíclica Veritatis Splendor (n. 4), Juan Pablo II hará notar que hay que destacar la discrepancia entre la enseñanza católica "y algunas posiciones teológicas —difundidas incluso en seminarios y facultades teológicas— sobre cuestiones de máxima importancia para la Iglesia y la vida de fe de los cristianos, así como para la misma convivencia humana".

Todas estas cuestiones parecen ser intraeclesiales, sin mayor relevancia para la historia de la Iglesia. Sin embargo, hubo un luctuosísimo acontecimiento que sí saltó a la prensa de todo el mundo, que fue la noticia de los abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes58. La cuestión saldrá a la luz de manera abierta en Estados Unidos en 200259. Otro país donde se dieron estos tremendos pecados fue Irlanda60, pero no fueron los únicos.

La primera manifestación de esta tremenda crisis fue en enero de 2002 (Weigel, 2003:19 y ss.), pero la reacción tardó. No se tomó conciencia de la profundidad que tenía. Desde Roma se pensó que era una campaña periodística de una prensa hostil al catolicismo, y que acabaría como tal, y recién en abril de ese año el Papa se reunió con los cardenales norteamericanos para enfrentar la escandalosa situación existente, que tenía una real consistencia y que exigía fuertes medidas de gobierno.

En la mañana del 22 de abril, dirigiéndose a los cardenales reunidos ante él, Juan Pablo II les dijo que "los abusos que han causado esta crisis están, según cualquier estándar, mal, y la sociedad los considera correctamente un delito: son también un pecado atroz a los ojos de Dios". Después de expresar su "profunda solidaridad y preocupación" a "las víctimas y a sus familias", Juan Pablo reconoció que algunos obispos habían tomado decisiones "que los acontecimientos posteriores demostraron equivocadas". Fuera cual fuese el criterio que se aplicase en futuras decisiones en situaciones similares, los obispos y de hecho todos los miembros de la Iglesia tenían que saber que "no hay lugar en el sacerdocio ni en la vida religiosa para aquéllos que hacen daño a los jóvenes". El Papa pasó entonces al problema de la disidencia: los católicos, y toda la sociedad,"(...) deben saber que los obispos y los sacerdotes están plenamente comprometidos con la plenitud de la verdad católica en temas de moral sexual, una verdad tan esencial para la renovación del clero y el episcopado como para la renovación del matrimonio y la vida en familia" (Weigel, 2003:137).

El discurso del Papa a la asamblea de cardenales unió todos los puntos de la crisis de una forma como no se había hecho en el Vaticano antes. La llamada a un "sacerdocio más santo, un episcopado más santo y una Iglesia más santa" también es destacable: Juan Pablo estaba insistiendo en que ésta era una crisis de fidelidad y que la única respuesta era una fidelidad más profunda y radical (Weigel, 2003:137-138).

Entre las medidas que se asumirían para castigar a los responsables, habría

una revisión especial de los seminarios autorizada por Roma (una "visita apostólica"), y se pondría especial cuidado al revisar los requisitos de admisión "y la necesidad de que (los seminarios) enseñen la doctrina moral católica íntegramente"; los obispos de Estados Unidos se comprometerían a vivir la santidad más profunda a la que el Papa les había animado, y se dedicarían a atraer a otros a esa santidad (Weigel, 2003:138).

El Papa había dejado claro que aunque la crisis implicaba factores psicológicos, legales e incluso políticos, era, en su esencia, una crisis espiritual, una crisis de fidelidad61. La demografía de los abusos sexuales del clero se entendió mejor cuando se empezó a discutir abiertamente la importancia clave del factor homosexual62, aunque de forma más precavida de lo que los hechos parecían aconsejar. Se identificó el vínculo que existía entre treinta y cinco años de cultura de disidencia y la crisis, y sus dos dimensiones, los abusos sexuales del clero y el mal gobierno de los obispos, ya habían sido identificadas (Weigel, 2003:141).

Buena parte de las medidas quedarían a cargo del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien luego se convertiría en Benedicto XVI. Éstas, que siempre han incluido un pedir perdón a Dios, a las víctimas y familiares63, se resumirán en un criterio muy concreto: tolerancia cero. En la última década se ha expulsado del estado clerical a 848 sacerdotes por este tipo de crímenes64, y se ha establecido una Comisión de lucha contra abusos sexuales, presidida por el prestigioso capuchino, Card. O'Malley, actual Arzobispo de Boston. El mismo Papa Francisco quiere —y va actuando— para que la Iglesia sea un punto de referencia en la lucha contra este crimen y va poniendo todos los medios para que nunca más vuelva a ocurrir.

Tanto éstas como otras cuestiones que se fueron planteando en el posconcilio se van encauzando. Ayudó mucho a ello la cantidad de excelentes documentos que se fueron publicando, particularmente los que vieron la luz a lo largo del pontificado de Juan Pablo II, en algunos de los cuales se notaba la clara colaboración de quien sería su sucesor con el nombre de Benedicto XVI. Otro de los factores que facilitarán una nueva visión de la Iglesia fueron los viajes de los Pontífices. Las nuevas circunstancias tecnológicas lo permitían y Pablo VI fue el primer pontífice en visitar los cinco continentes65. Los de Juan Pablo II comenzaron en 1979, con motivo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Puebla de los Ángeles (México). Llegaron a ser 104 de los más diversos países, y a ellos hay que sumar 146 visitas pastorales en Italia. Entre ellos son especialmente destacables los que hizo a Polonia, los que se dedicaron a las Jornadas Mundiales de la Juventud, y los que hizo a muchos países de población mayoritariamente no católica, donde fue recibido también con mucho afecto y como "hombre de Dios y mensajero de la Paz".

 

7. Ecumenismo y diálogo interreligioso

7.1. Con los cristianos separados

Pablo VI se reunió con el Patriarca ecuménico Atenágoras en Jerusalén (gesto que se recordó este año en el encuentro del Papa Francisco con el actual Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé66) y un año después, en 1965 se firmó la Declaración Común, que anulaba las excomuniones recíprocas que provocaron el Cisma de Oriente67 un milenio atrás.

Durante estos años se crearon diversas instituciones para promover el ecumenismo con los ortodoxos68, con los anglicanos69 y con diversos grupos protestantes70. El mismo Papa acudirá al Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra (junio de 1969). Y este movimiento será continuado por Juan Pablo II, en cuyos viajes el encuentro con representantes de otras religiones era un punto casi obligado. La encíclica Ut unum sint (25-V-1995) representa un impulso especial en este mismo sentido.

Juan Pablo II, en su libro Cruzando el umbral de la esperanza, recuerda que

lo que nos une es más grande que lo que nos divide. (...) Existen por tanto las bases para un diálogo, para la ampliación del espacio de la unidad. (...) Por eso son tan importantes los contactos personales. (...) Se puede advertir que las dificultades subjetivas son mayores allí donde la división tuvo su comienzo. (...) Nunca olvidaré aquella frase dicha durante el encuentro ecuménico con los representantes de las comunidades protestantes del Camerún: "Sabemos que estamos divididos, pero no sabemos por qué"71.

En dicho libro, y en su conducta, este Papa prestó mucha atención a la cuestión ecuménica, haciendo ver la importancia que tiene recuperar la unidad querida por Jesucristo para su Iglesia (Cfr. Jn XVII, 21)72.

Benedicto XVI mantuvo esta misma línea. Su origen alemán facilitó el diálogo con los protestantes desde que fue el prefecto de la SC para la Doctrina de la Fe.

Junto a los esfuerzos por continuar dialogando con los cristianos no católicos, hay una serie de documentos que manifiestan también el esfuerzo del Papa Benedicto por facilitar el que cada uno de estos hermanos separados73 pueda encontrar su sitio en la Iglesia Católica. Para los anglicanos que quieran incorporarse a la Iglesia Católica el Papa redactó la Exhortación Apostólica Anglicanorum coetibus (4-XI-2009), por la que permite a grupos de anglicanos incorporarse plenamente a la comunión con la Iglesia Católica en conjunto, manteniendo su identidad anglicana.

En otro orden, pero también relacionado con "abrir las puertas", estableció para toda la Iglesia la posibilidad de celebrar la liturgia anterior al Concilio con la Carta Apostólica Summorum Pontificum (7-VII-2007). La historia de esta disposición del Papa se remonta a los tiempos del Concilio, cuando comenzó la reforma litúrgica. Mons. Marcel Lefebvre74 (que antes del Concilio había sido arzobispo de Dakar, Delegado Apostólico en el África Ecuatorial Francesa y Superior General de los Misioneros del Espíritu Santo) comenzó a disentir con cuestiones capitales del magisterio conciliar, en particular con lo referente a la libertad religiosa y el Decreto Dignitatis humanae75. El desentendimiento tenía también su vertiente litúrgica. De hecho, suele creerse que el problema de los lefebvristas es el de la Misa de espaldas y celebrada en latín. Pablo VI puso en juego toda su prudencia para que la situación no acabase en un cisma, pero esto no facilitó el entendimiento (Lefebvre fue suspendido a divinis en 1976, tras otra ordenación ilícita de presbíteros). La postura lefebvrista se fue endureciendo, al punto de que algunos llegan a decir que desde la muerte de Pío XII hay sede vacante en Roma y —por lo tanto— ellos no reconocen la autoridad pontificia.

En tiempos de Juan Pablo II pareció que el problema estaba cerca de solucionarse, pero intervinieron factores humanos —no sólo del lado lefebvrista— que ocasionaron distanciamientos. Mientras tanto, se creó la Fraternidad sacerdotal de San Pedro, para acoger a los clérigos de la (lefebvrista) Fraternidad sacerdotal de San Pío X que quisieran volver a la plena unidad con la Iglesia, cosa que hizo un buen número. Si bien en mayo de 1988 había suscrito un acuerdo con el Card. Ratzinger (entonces Prefecto de la SC para la Doctrina de la Fe), Lefebvre ordenó tres obispos sin la correspondiente Bula Pontificia en junio del mismo año, con lo que se consumó el Cisma y quedaron excomulgados, tanto los ordenantes como los ordenados76. Años después, en un acto de grandeza muy notable —que no fue bien interpretado por muchos, incluso dentro de la Iglesia77— el Papa Benedicto XVI levantó la excomunión a los obispos ordenados por Lefebvre. Pero no fue suficiente para que el diálogo pudiese llegar a buen fin. Lastimosamente, parece que el único modo de que vuelvan a la Iglesia Católica es que toda la Iglesia haga lo que los dirigentes de este movimiento quieren.

Es notable, en contraste, el enorme avance alcanzado en otros terrenos del ecumenismo por el actual Pontífice, que sigue en esto los lineamientos del Concilio y los de sus predecesores, en particular con los Ortodoxos: los resultados del último encuentro entre el Obispo de Roma y el patriarca de Constantinopla resultan extraordinarios:

"Hemos acordado dejar como herencia a nosotros mismos y a nuestros sucesores el reunirse en Nicea en 2025, para celebrar todos juntos, después de 17 siglos, el primer sínodo realmente ecuménico de donde salió el Credo", aseguró Bartolomé I (...) al regresar de Jerusalén (donde se había encontrado con el Papa Francisco)78.

7.2. Diálogo con los no cristianos

El diálogo con los no cristianos es algo a lo que el Concilio también ha dado una gran importancia: "En cumplimiento de su misión de fundamentar la unidad y la caridad entre los hombres y, aún más, entre los pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad"79.

El diálogo con el judaísmo tomó un cariz nunca visto en la historia de la Iglesia. El 13 de abril de 1986 un Papa visita por primera vez la sinagoga de Roma. Allí se dirigió a los judíos como a nuestros hermanos mayores80 y pudo dar grandes pasos, llevando a la práctica lo señalado en el Decreto Nostra aetate. Otro avance significativo, aunque no sea una cuestión estrictamente religiosa, fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel (Weigel, 1999:926-947).

También Juan Pablo II será el primer Papa en entrar en una mezquita81, y durante su pontificado se profundizará mucho el diálogo con los musulmanes, siguiendo el Decreto Conciliar82.

El Papa Benedicto dio continuidad a esta tarea y, si bien hubo un primer momento de malentendidos con los musulmanes con motivo de su discurso en Ratisbona el 12 de septiembre de 2006, prontamente supo reencauzarlo —entre otras cosas— con su visita a la Mezquita Azul (30-IX-2006).

Los encuentros de Asís para rezar por la Paz mundial fueron otro gran paso para dar una clara idea de que podíamos estar juntos para rezar, sin caer en irenismos83 que no harían sino ocultar las diferencias, pasando por alto las auténticas identidades religiosas. Allí se puso de manifiesto que las religiones podían aportar mucho a la paz entre los hombres.

Es bien claro que el actual Pontífice sigue, también en esto, los lineamientos del Concilio y los avances de sus predecesores84.

 

8. La paz, la justicia y el orden internacional

Para Pablo VI, la paz en el mundo era una necesidad impostergable. Durante su pontificado, la Guerra Fría resultaba una dura realidad. El conflicto de Vietnam, el de Medio Oriente e infinidad de conflagraciones menores causaban muchísimas víctimas inocentes. Fue él quien instituyó la Jornada mundial de la Paz el día 1 de enero de 1968, dedicada a orar y a meditar. Junto a eso, en su Discurso ante la ONU (4-X-1965), expresó con todas sus fuerzas: "Nunca jamás los unos contra los otros; jamás, nunca jamás. (...) ¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra! Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad".

Al igual que muchos cristianos, el Papa tenía una gran sensibilidad por la falta de justicia social, especialmente en los países del África y América Latina. En la Populorum progressio (26-III-1967), analizó los problemas del desarrollo político, económico y social, y propuso un "humanismo pleno" que llevase a encontrar soluciones acordes con la dignidad de la persona humana. El documento tiene pasajes memorables e inspiradores, como el que sigue:

Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana (n. 33).

En el número siguiente, el Papa agregaba:

Sin embargo, como es sabido, la insurrección revolucionaria —salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país— engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor.

La primera de ambas citas fue extractada y manipulada por algunos ánimos interesados en promover la violencia, y no faltaron otros que veían en esas palabras un apoyo papal a su ilusión de cambiar las estructuras de una manera rápida y eficaz, aunque para ello hubiera que utilizar las armas85. Quizá no sea ocioso recordar que muchas de las personas que se incorporaron a la lucha armada por la dignidad lo hicieron con la intención de dar solución a estos problemas, pero no supieron dar una lectura integral a la enseñanza de Jesucristo. Lo dirá más adelante Juan Pablo II, en su viaje apostólico por Ayacucho —cuna del grupo terrorista Sendero luminoso (3-II-1985):

Quiero ahora dirigir mi palabra apremiante a los hombres que han puesto su confianza en la lucha armada; a aquellos que se han dejado engañar por falsas ideologías, hasta pensar que el terror y la agresividad, al exacerbar las ya lamentables tensiones sociales y forzar una confrontación suprema, pueden llevar a un mundo mejor.

A éstos quiero decir: ¡El mal nunca es camino hacia el bien! No podéis destruir la vida de vuestros hermanos; no podéis seguir sembrando el pánico entre madres, esposas e hijas. No podéis seguir intimidando a los ancianos. No sólo os apartáis del camino que con su vida muestra el Dios-Amor, sino que obstaculizáis el desarrollo de vuestro pueblo.

La opción preferencial por los pobres fue siempre algo esencial en la Iglesia, aunque no se expresara con estas palabras86. El problema que surgió en estos tiempos fue la pretensión de asociarla con una filosofía incompatible con el mensaje del Evangelio, como es la marxista. Si se parte de que "el motor de la historia es la lucha de clases" y que la violencia es un medio válido para alcanzar la justicia social, no habrá modo de que el resultado de los razonamientos pueda ser cristiano, o sea compatible con las enseñanzas de Aquél que vino para cambiar el mundo con el amor. Las Instrucciones sobre la Teología de la liberación (sobre algunas teologías de la liberación87) consiguieron aclarar posiciones, para que se pueda discernir claramente cuál es el camino a seguir por los católicos, y cuáles las interpretaciones que llevarán a apartarse de Jesús, principalmente al incluir la visión materialista y de lucha de clases como presupuesto para solucionar las injusticias. La primera de ellas fue repetidamente citada por el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium88. Así, al hablar de la inclusión social deja claro que:

La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: "La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas" (Libertatis nuntius n. 153)89.

Con estas palabras, el Papa muestra que desautorizar los métodos violentos no significa renunciar a la lucha en favor de la justicia social. En la misma Exhortación, al hablar del lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de Dios, les recuerda a los defensores de cierta ortodoxia que se justifica plenamente "el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen" (Libertatis nuntius n. 161)90.

Recordemos aquí que otro materialismo, el burgués, capitalista e individualista, tampoco es compatible con la moral cristiana. Ya en 1935, el filósofo católico Emmanuel Mounier denunciaba: "Que (los burgueses) intenten modelar a su medida valores eternos, que los pongan como bandera en sus comercios para atraer a la clientela y que lleguen a hacerlos odiosos al común de los hombres por el uso que hacen de ellos, eso no lo permitiremos nunca" (Mounier, 1992:434). Los valores cristianos, indicaba el pensador francés, no deben ser confundidos con las pretensiones burguesas y deben en primer lugar ser arrebatados a los falsificadores.

En el mismo sentido, el Papa Francisco espera que "aquellos que están esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen un estilo de vida y de pensamiento más humano, más noble, más fecundo, que dignifique su paso por esta tierra"91.

Juan Pablo II convocó a varias jornadas de oración y ayuno por la paz (la más conocida fue la primera, en 1986, en Asís). Junto a eso también buscó por todos los medios evitar las guerras del Golfo (en 1991 y 2003) y ayudar a paliar los efectos del atentado a las Torres Gemelas en 2001. La Iglesia norteamericana supo dar un gran testimonio de servicio sacrificado a las víctimas. También rezó y clamó por la paz en los Balcanes, en el Líbano, en Sudán y en todos los lugares donde se desataban conflictos, muchos de los cuales no fueron nunca "noticia". A todos les recordaba que la violencia nunca es el camino.

En el principio de su pontificado, en 1978, su intervención directa para mediar entre Argentina y Chile consiguió eficazmente evitar la guerra. Benedicto XVI intervino menos en la acción política internacional, pero su intervención en el terreno especulativo resultó un vigoroso aporte, particularmente sus trabajos en torno a los fundamentos del derecho y la política. Sus discursos en el Westminster Hall (17-IX-2010) y en el Bundestag (22-IX-2011), junto con sus encíclicas Deus caritas est (25-XII-2005) y Caritas in veritate (29-VI-2009), aportan muchas luces para la construcción de una sociedad que se encuentra en graves dificultades para resolver sus problemas sociales.

Para promover la paz se intensificaron las relaciones diplomáticas. Resulta muy destacable que en 1978 los países que tenían embajadas ante la Santa Sede sumaban 84. Al día de hoy son 179, y sólo 17 países soberanos no tienen acuerdos para el intercambio de embajadores.

La homilía del Papa Francisco en Lampedusa (8-VII-2013), en la que denunció la situación extrema que padecen los inmigrantes, no deja de ser un aporte más a esta preocupación por la paz, no solo entre los países, sino también en la necesidad de superar la marginación e injusticias que pueden padecer franjas enteras de población. Es muy bien conocido el afán del actual Pontífice por "tender puentes", que tantas puertas le va abriendo en este mundo. En el 2013 convocó a una Jornada de ayuno por la paz en Siria, en Medio Oriente y en el mundo entero (7-IX) que encontró amplio eco en todas partes. Por último, en una audaz iniciativa, reunió a los presidentes de Israel y de Palestina en el Vaticano, para una jornada de oración por la paz en la pasada fiesta de Pentecostés: "Será un encuentro de oración —había señalado el Papa—: habrá un rabino, habrá un islámico y estaré yo".

 

9. La vida humana es siempre un don de Dios

El valor sagrado de la vida humana ha sido especialmente golpeado en estos últimos años. Comenzando por el supuesto "derecho al aborto", pasando por la eutanasia y llegando al "derecho al suicidio asistido". Con todo tipo de argumentos se quiere promover una cultura de la muerte que el Papa Francisco no ha dudado en calificar como "cultura del descarte", donde los jóvenes y los ancianos son sistemáticamente desechados en esta civilización de las cosas92.

Es así que la defensa de la vida será también una de las características de la labor de la Iglesia: en África, en el Oriente y —de manera particular desde el fallo Roe vs. Wade en 1973— en toda la llamada civilización occidental93. Un hito especial sobre el particular fue el discurso de la Beata Teresa de Calcuta cuando recibió el premio Nobel en 1979. Allí expresó lo siguiente: "creo que el mayor destructor de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra directa, un asesinato directo"94. La encíclica Evangelium vitae (25-III-1995)95, al tiempo que deja bien clara la enseñanza de la Iglesia, aboga, particularmente en el capítulo IV, por una nueva cultura de la vida humana, y en él se hacen muchas propuestas positivas. La labor no será sólo conceptual, sino que se encontrarán testimonios eminentes: por ejemplo, en 2004 fue canonizada Santa Gianna Beretta, médica, que prefirió salvar a su quinto hijo, a pesar de que —cuando ya llevaba dos meses de embarazo— se le diagnosticó un cáncer de útero96.

Todo eso también va entroncado con la tarea de defensa de la familia. El año 1994, declarado por la ONU como Año de la familia, fue muy bien aprovechado por Juan Pablo II para impulsar en toda la Iglesia a rezar y a meditar sobre la familia en el mundo actual97. La intervención de la delegación de la Santa Sede en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (Conferencia de El Cairo), que se celebró en ese mismo año, tuvo una gran importancia para promover la cultura de la vida (Weigel, 1999:950-966).

El servicio de la Iglesia a los necesitados ha sido una constante a lo largo de los siglos. Antiguamente, innumerables orfanatos, leprosarios, hospitales, etc., han sido atendidos por infinidad de miembros de la Iglesia. Hoy en día, un tema que requiere especial cuidado son los enfermos del SIDA. Es muy notable que un 25% de las camas para pacientes de este mal que hay en el mundo —en el tercer mundo el porcentaje es aún mayor— pertenecen a instituciones católicas98.

 

10. El valor verdad, la capacidad de la razón y el poder destructivo del relativismo

Puede resultar sorprendente, más aun teniendo en cuenta que durante el siglo XIX uno de los cuestionadores de la Iglesia fue el racionalismo: lo cierto es que en el final del siglo XX el magisterio de la Iglesia debió esforzarse por defender las capacidades de la persona humana: la razón, la capacidad de encontrar la verdad y la de comprometerse con ella. Pienso que pueden ser ilustrativas unas palabras que el Papa Juan Pablo II expresó en la ONU:

Una de las mayores paradojas de nuestro tiempo es que el hombre, que ha iniciado el período que llamamos la "modernidad" con una segura afirmación de la propia "madurez" y "autonomía", se aproxima al final del siglo veinte con miedo de sí mismo, asustado por lo que él mismo es capaz de hacer, asustado ante el futuro. En realidad, la segunda mitad del siglo XX ha visto el fenómeno sin precedentes de una humanidad incierta respecto a la posibilidad misma de que haya un futuro, debido a la amenaza de una guerra nuclear. (...) Permanece sin embargo el miedo por el futuro y del futuro.

Para que el milenio que está ya a las puertas pueda ser testigo de un nuevo auge del espíritu humano, favorecido por una auténtica cultura de la libertad, la humanidad debe aprender a vencer el miedo. Debemos aprender a no tener miedo, recuperando un espíritu de esperanza y confianza. La esperanza no es un vano optimismo, dictado por la confianza ingenua de que el futuro es necesariamente mejor que el pasado. Esperanza y confianza son la premisa de una actuación responsable y tienen su apoyo en el íntimo santuario de la conciencia, donde "el hombre está solo con Dios" (Cons. past. Gaudium et spes, 16), y por eso mismo intuye que ¡no está solo entre los enigmas de la existencia, porque está acompañado por el amor del Creador!99.

Luego del duro golpe para la "confianza absoluta en el hombre" que fueron las guerras mundiales, comenzó toda una corriente que irá por el camino contrario, llegándose a afirmar que "nada puede ser considerado como verdad absoluta", de lo que se deduce con facilidad que todo aquel que pretenda defender una verdad absoluta aparece como posible "fundamentalista", y es un potencial enemigo de la paz100.

No es el lugar para comentar con detalle todos estos puntos, pero sí para dedicar un pequeño espacio a hacer notar que el relativismo se presentó a fin de siglo como un problema verdaderamente grave. En el pensiero debole (pensamiento débil) podemos encontrar un reflejo muy concreto de la postmodernidad de fines del siglo XX. Su principal representante, Gianni Vattimo, llegará a afirmar que

la pregunta sobre "qué hacer" no se puede contestar con respuestas fundadas sobre cualquier esencia eterna, sino que sólo puede dar lugar a una relectura del "dónde estamos" para entender —de forma arriesgada y con toda la incertidumbre de la interpretación— la dirección hacia dónde ir. El nihilismo y el debilitamiento son, además del (¿único?) modo de ser cristianos hoy, también el más razonable programa político que se puede proponer (Vattimo, 2007:1).

En la encíclica Fides et ratio, el Papa Juan Pablo II puntualiza los límites de la razón, pero haciendo ver con toda claridad que ella no sólo es capaz de conocer la verdad religiosa (cosa que ya había declarado el Concilio Vaticano I), sino también la verdad humana, puesto que ella es importantísima para la vida de las personas101.

En Joseph Ratzinger podemos encontrar un fiel portavoz de estas explicaciones, que hacen ver la importancia que tiene la razón para la fe, la fe para la razón y ambas para la vida humana. Sus escritos son una lúcida explicación de lo que es la verdad, y la importancia que ésta tiene para la vida de la sociedad, al tiempo que sabe reconocer sus límites, que también existen. En su discurso en el Westminster Hall dijo:

La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aun proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos.

El mismo autor observaba:

Una sociedad liberal es una sociedad relativista, solo por este presupuesto es capaz de permanecer libre y abierta a un camino posterior. En el ámbito político esta concepción tiene ampliamente razón. No existe una opción política que sea la única correcta (...) Pero también en la esfera política con el relativismo total deja de funcionar. Hay injusticia que no puede nunca convertirse en justicia (por ejemplo matar inocentes, negar a individuos o grupos el derecho a la propia dignidad humana y a condiciones correspondientes); hay justicia que no puede nunca convertirse en injusticia102.

 

11. La Iglesia del silencio y la Ostpolitik vaticana

Desde el fin de la Segunda Guerra mundial, los católicos de muchos países quedaron bajo el régimen comunista, en particular los de los países de la entonces "Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas". Allí, la libertad religiosa quedó muy reducida y, en no pocos casos, totalmente aplastada.

Durante bastantes años —en particular en los correspondientes al Concilio Vaticano II y los del pontificado de Pablo VI— la situación fue muy dura: obispos encarcelados, diócesis vacantes, ordenaciones sacerdotales controladas por los gobiernos, restricciones a la educación religiosa, entre mil complicaciones más103. "Los católicos de los países del Este —cuyo número podía aproximarse quizá a los ochenta millones— vinieron a encontrarse, como consecuencia de aquel nefasto reparto de Europa (Yalta y Potsdam), sujetos a la soberanía de unos gobiernos dictatoriales, radicalmente antirreligiosos, inspirados por la ideología marxista" (Orlandis, 1998:126-127). Si bien durante el pontificado de Pío XII la conducta fue de rechazo e incomunicación con las dictaduras marxistas del Este, Juan XXIII prefirió tratar de negociar con los gobiernos de los países comunistas tratando de llevar adelante, más que un modus vivendi, un modus non moriendi. Uno de los protagonistas de esta política —que comenzó con la visita del futuro Cardenal Willebrands a Moscú para invitar oficialmente a la Iglesia Ortodoxa Rusa al Concilio— fue el Cardenal Casaroli, quien terminó siendo el Secretario de Estado durante buena parte del Pontificado de Juan Pablo II. Los detalles de toda esta relación son complejos, máxime por la actuación de los servicios secretos de los países comunistas, y sus infiltrados en las filas católicas (Weigel, 2011:66 y ss.). Toda esta época de durísima persecución104 tuvo cuatro personajes de especial relevancia viviendo del lado comunista: el Card. Joseph Mindszenty (Hungría), el Card. Frantisek Tomásek (Checoslovaquia), el Card. —hoy Beato— Alojzije Stepinac (Yugoslavia) y el Card. Joseph Wyszynsky (Polonia).

Ha de reconocerse que sus resultados (de la Ostpolitik) fueron más bien modestos, pese a los esfuerzos desplegados y las concesiones hechas a las dictaduras comunistas del Este. Pero hay que resaltar también la buena fe de los promotores de la política, que obraron impulsados por el deseo del bien de la Iglesia, en una época en que las circunstancias históricas podían parecer justificar un tal intento (Orlandis, 1998:131).

La elección de Juan Pablo II como sucesor de San Pedro en 1978 dio un giro radical a toda esta situación. El Papa polaco conocía perfectamente el modo de operar de los regímenes comunistas. Su defensa de la libertad —en particular del derecho a la libertad religiosa—, su predicación sobre los derechos humanos, la solidaridad, y el haber logrado viajar para predicar en Polonia fueron hitos de primera magnitud (Lecomte, 1992)105 en la caída del "muro de la vergüenza", como tantas veces se llamó al muro de Berlín106, cuyo derrumbe fue inmensamente festejado por todos los europeos.

Entre las acciones de Juan Pablo II, no parece ocioso recordar el Año Mariano, que convocó para 1987, y la Consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María, que llevó a cabo, en comunión con todos los Obispos del mundo, el 25 de marzo de 1984107.

En la encíclica Centesimus annus (1-V-1991) hablará detenidamente de los acontecimientos que llevaron al derrumbe pacífico de todo el bloque soviético:

Los acontecimientos del año 1989 ofrecen un ejemplo de éxito de la voluntad de negociación y del espíritu evangélico contra un adversario decidido a no dejarse condicionar por principios morales: son una amonestación para cuantos, en nombre del realismo político, quieren eliminar del ruedo de la política el derecho y la moral. Ciertamente la lucha que ha desembocado en los cambios de 1989 ha exigido lucidez, moderación, sufrimientos y sacrificios; en cierto sentido, ha nacido de la oración y hubiera sido impensable sin una ilimitada confianza en Dios, Señor de la historia, que tiene en sus manos el corazón de los hombres. Uniendo el propio sufrimiento por la verdad y por la libertad al de Cristo en la cruz, es así como el hombre puede hacer el milagro de la paz y ponerse en condiciones de acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava108.

A partir de ese momento, la Iglesia Católica podrá volver a vivir en el Este y a "respirar con los dos pulmones" en Europa; como señalaba explícitamente el Papa109.

La defensa de la dignidad humana y de la libertad —que siguió predicando en todos los rincones del mundo— le valieron a Juan Pablo II la concesión del Doctorado Honoris causa en Derecho por parte de la Universidad La Sapienza de Roma, reconocimiento que —como él mismo señaló en su Discurso aceptó, considerándolo "entregado a la Iglesia en su función de maestra también en el delicado ámbito del Derecho por lo que concierne a los principios de fondo en los que se basa la ordenada convivencia humana"110.

Los problemas del respeto a la libertad religiosa por parte de los regímenes comunistas no se agotan en Rusia. En el año 2000 se hizo especialmente conocida la historia del Card. Van Thûan, quien pasó más de 10 años de su vida en la cárcel por el solo hecho de haber sido nombrado obispo coadjutor de Saigón (Vietnam). El motivo de su fama fue que Juan Pablo II le invitó a predicar los Ejercicios Espirituales a la Curia Romana, y allí contó buena parte de su historia, que luego fue publicada en un libro que parece haber sido escrito en carne viva y por un corazón que nunca se cansó de perdonar111.

Quedan a este respecto no pocos temas pendientes. La Iglesia en China continúa bajo el yugo de un agobiante régimen comunista. Aquel gobierno, con una visión exclusivamente política de la Iglesia, formuló "la doctrina de 'las tres autonomías', expuesta en 1950 por el primer ministro Chuen-Lai en los siguientes términos: 'la Iglesia debe hacerse completamente china en su gobierno, en su mantenimiento y en su predicación'" (Orlandis, 1998:144). Muchos obispos y fieles acabaron sus días en la cárcel por su fidelidad al Papa. Mientras tanto, el gobierno —desde hace ya bastantes años— ha creado una Iglesia Patriótica, que pretende sustituir a la que está unida a Roma112. Por otro lado, en 1997 "Hong Kong fue incorporada a China; en esa gran ciudad hay una población de 250.000 católicos, que siguen gozando hasta hoy de plena libertad religiosa" (Orlandis, 1998:248). Para acabar este acápite, la situación de la Iglesia en Cuba —luego de muchos años de persecución, por ejemplo, "de los 1000 sacerdotes y 2700 religiosas que había en Cuba en 1959, en 1970 solo quedaban 125 sacerdotes y unas 100 monjas" (Fazio 2010:238)113— ha mejorado sensiblemente luego de las visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Por poner dos ejemplos, puntuales pero ciertamente simbólicos: luego de la primera, la Navidad volvió a celebrarse como feriado civil en 1998 y, desde 2014, el Viernes Santo pasó a ser un día no laborable.

 

12. La colegialidad episcopal: las conferencias episcopales y el Sínodo de Obispos

Éste es un fenómeno que ha llamado poco la atención de los medios de comunicación, pero que manifiesta cómo el Concilio Vaticano II se va llevando a la práctica hasta sus últimas consecuencias. Es de reconocer que el cambio fue grande. Ya en tiempos de Pablo VI la colegialidad episcopal comenzó a ejercitarse de un modo nuevo.

No demasiado tiempo atrás, las reuniones episcopales eran vistas con cierta desconfianza por la Santa Sede. Muchos intentos cismáticos de países europeos habían dejado su huella provocando tal suspicacia (Piccardo, 1999:123-127)114. No pasaba lo mismo en las aún consideradas "tierras de misión"115.

A eso se suma que el Concilio Vaticano I había quedado incompleto. En concreto, la Constitución Dogmática Pastor Aeternus, que trata sobre la jurisdicción e infalibilidad del Papa, se subtitula Constitución dogmática I sobre la Iglesia de Cristo (Denzinger, 1963:421). Parece evidente que si se llama Constitución I es porque iba a haber una Constitución II, pero la rendición de la Porta Pía en 1870 acabó con la asamblea conciliar, y con todo el desarrollo doctrinal sobre los derechos y obligaciones que corresponden a los Obispos.

Es así que en el Vaticano II la Constitución dogmática Lumen Gentium profundizará en esta parte de reflexión eclesiológica116, lo que será tratado con más detenimiento en el Decreto Christus Dominus (28-X-1965). Allí se dice con toda claridad que "desea este santo Concilio que las venerables instituciones de los sínodos y de los concilios cobren nuevo vigor"117. Y continuará:

juzga este santo Concilio que es muy conveniente que en todo el mundo los Obispos de la misma nación o región se reúnan en una asamblea, coincidiendo todos en fechas prefijadas, para que, comunicándose las perspectivas de la prudencia y de la experiencia y contrastando los pareceres, se constituya una santa sinergia para el bien común de las Iglesias118.

Se establecen entonces, donde no las había, las Conferencias Episcopales y —poco después de finalizado el Concilio— Pablo VI convocó a la Primera Asamblea General Ordinaria para el 29 de septiembre de 1967119, con la que comienza un nuevo modo de ejercitarse el gobierno en la Iglesia universal120.

Por otra parte, sigue pendiente la culminación de las reflexiones sobre el modo de ejercer el ministerio petrino, para lo que tanto Juan Pablo II como Francisco han pedido sugerencias121.

 

13. La mujer y la familia en la Iglesia

Si se presta atención al impacto de las directivas del Concilio en estos últimos 50 años, es indispensable resaltar lo que podríamos llamar el reconocimiento oficial del papel de la mujer en la Iglesia, porque ha alcanzado un desarrollo verdaderamente inédito. El primer impulso lo dio el del Mensaje del mismo Concilio a las mujeres (8-XII-1965).

En la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, Juan Pablo II hará notar que, siguiendo el rumbo marcado por Jesucristo, la Iglesia ha reconocido la igual dignidad de todo ser humano, y una consecuencia necesaria fue el reconocimiento de la dignidad femenina. Pero indica también que fue a partir del Concilio que ese papel fue tomado más en cuenta122. En efecto, Pablo VI pronunció estas palabras augurales: "Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora"123.

En muy breve plazo las palabras del Papa comenzaron a ponerse en práctica: el 27 de septiembre de 1970 será proclamada la primera Doctora de la Iglesia: Santa Teresa de Ávila124. Poco después, el 19 de octubre de ese año, lo será Santa Catalina de Siena, quien, como se señala en un monumento a la entrada de la Via della conciliazione, en Roma, "Amó con obras y de verdad a la Iglesia de Dios y al Romano Pontífice". Treinta años después se sumará Santa Teresa de Lisieux (19-X-1997). En esa misma línea, Juan Pablo II declaró a Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), a Santa Brígida de Suecia y a Santa Catalina de Siena como Copatronas de Europa, el 12 de julio de 1999 (antes ya lo habían sido San Benito y los hermanos San Cirilo y San Metodio).

Pero la intervención de las mujeres en la Iglesia no se agotará en la proclamación de la santidad de algunas eminentes personalidades. Juan Pablo II continuará abriendo camino para la mujer dentro de la Iglesia. Además de varios documentos importantes125, un acontecimiento que no dejó de llamar la atención fue el nombramiento —en 1995— de Mary Ann Glendon para encabezar la Delegación de la Santa Sede ante la Cuarta Conferencia de la Mujer de la ONU en Beijing, donde realizó una labor a la altura de los desafíos. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. A su regreso de la JMJ de Río de Janeiro (28-VII-2013), el Papa Francisco declaró en la conferencia de prensa que concedió en el avión:

Creo que nosotros no hemos hecho todavía una teología profunda de la mujer, en la Iglesia. Solamente puede hacer esto, puede hacer aquello, ahora hace de monaguilla, ahora lee la lectura, es la presidenta de Caritas... Pero, hay algo más. Es necesario hacer una profunda teología de la mujer. Esto es lo que yo pienso.

Junto a esta ampliación del papel de la mujer en la Iglesia —y también en la sociedad— no es de extrañar que haya quienes la entienden de un modo inadecuado. Ya en 1976 la Santa Sede salió al cruce de iniciativas que apuntaban al sacerdocio femenino126, que fueron confirmadas por Juan Pablo II en 1994127. En el primero de los documentos se explica con claridad, en sus muchas páginas, lo que fue voluntad de Jesucristo (que se alcanza con una competente lectura de los Evangelios y de la tradición apostólica), al tiempo que se recuerda que los que reinan con Dios en el Cielo son los Santos (y las Santas), entre quienes destaca de modo preminente la Santísima Virgen, a quien su Hijo no llamó al sacerdocio.

La llamada universal a la santidad proclamada por el Concilio también comenzará a manifestarse en la conciencia de que la llamada al matrimonio es una auténtica vocación divina, y como fruto de ello podemos encontrar la primera beatificación conjunta de un matrimonio como esposos128. Se trata de María Corsini y Luigi Beltrame, el 21 de octubre de 2001129. Le siguieron —en 2008— Louis Martin y Zelie Guérin, padres de Santa Teresita de Lisieux, y se van incrementando cada vez más los que van siendo presentados como posibles santos130.

 

14. La expansión de la Iglesia en Oriente, en África y en Oceanía131

En África, el período que estudiamos encuentra al continente en pleno proceso de descolonización. Gracias a los esfuerzos de Pío XI, la Iglesia contaba a fines de la década de los '60 con más de 15.000 sacerdotes nativos. Como es lógico, la situación del catolicismo en cada nuevo país estuvo muy ligada a la forma en que se llevó a cabo la transición. En aquellos que se orientaron hacia gobiernos de corte marxista la situación se tornó difícil. Otro tanto se podría decir de aquellos países que sufrieron guerras civiles más o menos prolongadas, que frecuentemente tenían un origen tribal.

En otro orden, podemos destacar que Pablo VI canonizó a Carlos Lwanga y a 21 mártires, junto a los cuales también dieron su vida por Cristo un buen grupo de anglicanos132. Fue el primer Papa en visitar África: viajó a Uganda en 1969.

Durante el pontificado de Juan Pablo II, los viajes papales fueron una muy buena ocasión para comprobar la vitalidad que van teniendo las jóvenes iglesias del continente. Benedicto XVI, en su segundo viaje, celebró una Misa en Benín (20-XI-2011), en la que participaron decenas de miles de personas, y en la que entregó la exhortación apostólica Ecclesia in Africa.

Sin pretender ser exhaustivos, podemos señalar que en este continente había (para el año 2000) 7.700 escuelas infantiles que frecuentaban 770.000 estudiantes; 27.100 escuelas primarias o elementales, con 9.010.000 alumnos; 5.350 escuelas secundarias, con 1.600.000 alumnos; y 150 institutos superiores y universidades, a los que asisten 67.000 estudiantes (Brunori, 2000:89). Para la misma fecha, los hospitales católicos en el continente suman 855; los dispensarios: 4.300; los leprosarios: 257; a los que, sumando hogares de ancianos, orfanatos, etc. resultan 14.982 instituciones de servicio público (Brunori, 2000:111).

Por último, es de destacar que el número de sacerdotes africanos fue el que más incremento tuvo en el mundo entre el año 2005 y el año 2012: 24%133.

En Asia, la situación de Filipinas difiere claramente del resto de la región. La gente de esta nación se convirtió al catolicismo casi en su totalidad desde su evangelización en el siglo XVI. Hasta allí también llegó Pablo VI en 1970, en el último de sus viajes al exterior, en el que también visitó Australia e Indonesia.

Vale la pena recordar la Misa que celebró Juan Pablo II en Manila durante la Jornada Mundial de la Juventud de 1995, con unos cuatro millones de asistentes, lo que seguramente es la mayor concentración humana de todos los tiempos.

En este continente, la situación política y la "Guerra Fría", con sus consecuencias en los gobiernos, tuvieron peso en la libertad y consecuente desarrollo de la Iglesia.

Al quedar Vietnam del norte bajo un gobierno comunista, 650.000 católicos se exiliaron en el sur. En 1974, con la rendición del Sur, la situación de más de dos millones de católicos se tornó francamente difícil, como relata el Card. Van Thûan en algunas de sus obras (por ejemplo, Van Thûan, 2000).

Como ya señalamos, el gobierno de China comunista quiso "nacionalizar" la Iglesia católica, situación que todavía no se ha resuelto.

Los viajes de Juan Pablo II a estas lejanas tierras sirvieron para confortar a los fieles de toda esta región. En Japón visitó Nagasaki (ciudad que, junto con Hiroshima, era la que albergaba el mayor número de católicos cuando cayeron las bombas atómicas) y allí celebró una Misa con una temperatura de seis grados bajo cero134. El porcentaje de católicos en el país sigue siendo muy pequeño (un 0,5% de la población, aproximadamente).

Corea mostró, con motivo de la canonización de un grupo de mártires, una vitalidad que sorprendió a los medios. El número de católicos y sus actividades han crecido a buen ritmo desde el siglo XIX, cuando pudo desarrollarse establemente la evangelización. Son varios millones de fieles los que viven en esas tierras, atendidos por clero nativo.

Acudiendo otra vez a cifras del año 2000, nos encontramos que en Asia existen 9.350 escuelas infantiles que frecuentaban 1.455.000 estudiantes; 14.000 escuelas primarias o elementales, con 4.850.000 alumnos; 8.080 escuelas secundarias, con 4.710.000 alumnos; y 1.140 institutos superiores y universidades, a los que asisten 1.244.000 estudiantes (Brunori, 2000:89). Los hospitales católicos en el continente suman 1.240; los dispensarios: 3.420, los leprosarios: 354; en total, sumando hogares de ancianos, orfanatos, etc., llegan a 20.909 las instituciones de bien público (Brunori, 2000:111).

En Australia, ex colonia inglesa, la Iglesia Católica se va desarrollando, aunque encontrándose con las dificultades del materialismo consumista y sus consecuencias. Los viajes de Juan Pablo II y, sobre todo, el de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Juventud de 2007 supusieron un buen impulso a esa joven Iglesia.

Las cifras de centros educativos son lógicamente inferiores a las anteriores, pero en Oceanía se pueden contar 550 escuelas infantiles y 40 universidades católicas, además de otras instituciones educativas (Brunori, 2000:89). En lo que a hospitales se refiere, son 160, que sumados a otras actividades asistenciales suman 1.649 en todo el continente (Brunori, 2000:111).

Un acontecimiento a destacar en estos continentes lo constituyen los diversos sínodos especiales que se han desarrollado, con las respectivas exhortaciones apostólicas135, que contribuirán a organizar mejor la labor de la Iglesia en esas tierras.

Como ya hemos hecho notar, el "Anuario Pontificio" del año 2014 trae noticias muy positivas del desarrollo de la Iglesia Católica en el África. Allí el número de los católicos (que en 2012 era de casi 199 millones) aumentó casi el doble de lo que aumentó en el continente asiático (29%), y fue muy superior al crecimiento de la población durante el mismo intervalo temporal.

El incremento de sacerdotes también fue el más alto del mundo, primero en África (24%) y luego en Asia (20%), lo que manifiesta una notable vitalidad en estas iglesias. Otro tanto ocurre con los seminaristas136.

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Presentación

 

 


 

Van a cumplirse cincuenta años desde que en 1966 se fundara la Universidad Católica Boliviana "San Pablo", tras un largo proceso de conciliar, favorablemente, las diversas iniciativas que desde hacía tiempo se discutían en el seno de la Iglesia Católica boliviana, con el apoyo de muchos laicos comprometidos en su creación.

En vísperas de celebrar este importante aniversario, quienes nos encargamos de publicar la revista "Ciencia y Cultura" hemos creído pertinente hacer un recuento de tantas cosas que han ocurrido en el mundo en estos años en los que la Universidad ha crecido, al punto de convertirse en una de las principales instituciones dedicadas a la educación superior en Bolivia.

Un propósito que compete, claro está, a los recuerdos, porque los recuerdos de los hechos que, para bien o no, construyen la historia de los hombres, de las instituciones y del mundo en general son, al fin y al cabo, los testimonios de la memoria de estas historias.

Siempre ha sido fascinante contemplar lo que el hombre logra, a lo largo del tiempo, en su infatigable empeño de querer vencer a la naturaleza o a la materia, buscando obtener lo más útil a sus necesidades vitales para tratar de mejorar lo que se ha dado en llamar "la calidad de la vida humana".

Cabe preguntarse, sin embargo, si a todo esto hemos de llamarle progreso. Y aquí es bueno recordar cuanto decía San Juan Pablo II en su primera encíclica: "Todas las conquistas, hasta ahora logradas y las proyectadas por la técnica para el futuro ¿van de acuerdo con el progreso moral y espiritual del hombre?". En este contexto, el hombre en cuanto hombre, ¿se desarrolla y progresa, o por el contrario retrocede y se degrada en su humanidad? ¿Prevalece entre los hombres, 'en el mundo del hombre' que es en sí mismo un mundo de bien y de mal moral, el bien sobre el mal?" (Encíclica "Redemptor hominis" (III.15).

Desde 1966, no solo nos hemos conmovido con los cambios que propuso el Concilio Vaticano II, que concluyó un año antes, sino también con la impresión que nos causara la llegada del hombre a la luna en 1969, o con las revueltas estudiantiles de París en 1968; con el así llamado "boom" de la literatura latinoamericana o el ocaso de la guerra fría; con el fin de la Unión Soviética, así como con las nefastas dictaduras militares que se sucedieron no solo en nuestro país sino, y sobre todo, en los países vecinos nuestros.

Ciertamente muchas cosas han pasado en estos años y, claro está, un solo número de nuestra revista no abastece para contar tanta historia. Por eso mismo hemos resuelto dedicar a este recuento urgente por lo menos cuatro números que cumplan este propósito, a modo de "prepararnos" para conmemorar cincuenta años de historia nuestra.

Naturalmente, como revista de una universidad católica, es pertinente empezar haciendo un recuento de lo que ha sucedido en estos años en el seno mismo de la Iglesia Católica. Por eso esta serie de números se inicia con un inestimable trabajo del R.P. Dr. Diego Piccardo, actual Director Académico del Seminario Mayor "San Jerónimo" de la Arquidiócesis de La Paz, a quien le agradecemos por su valiosa colaboración.

Por supuesto, no solo vamos a recordar lo que ha pasado en el mundo sino también lo que nuestra Universidad ha logrado en estos años, empeñada, como en verdad lo estuvo siempre, en su insoslayable deber de formar buenos profesionales a la par del responsable impulso vital de hacerlos de tal manera más conscientes de su propia dignidad humana: responsables de ser solidarios con los demás, particularmente con los que más nos necesitan, con los más débiles. Si esto se ha conseguido, somos todos nosotros los llamados a respondernos sobre la base ética, imprescindible para afrontar cristianamente la vida.

La Paz, junio de 2014

 

Carlos Rosso Orosco

Director del Departamento de Cultura y Arte

 

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ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

 

Breve historia de los últimos cincuenta años de la Iglesia Católica (1964-2014)

 

Brief History of the last fifty years of the Catholic Church (1964-2014)

 

 

Diego Rafael Piccardo*

 

 


Resumen

El período tratado puede describirse como el de finalización y aplicación del Concilio Vaticano II. El artículo busca ir al fondo de aquellos procesos que a mi entender son los más visibles y evaluables, y que resultan de los lineamientos favorecidos por el Concilio Vaticano II: la proclamación de la llamada universal a la santidad y su llegada al pueblo cristiano. Al mismo tiempo, se puede descubrir que en estos años la Iglesia ha dado grandes pasos en la colegialidad episcopal, la dignidad de la mujer, la preocupación por la justicia, el ecumenismo, la reforma litúrgica, etc. No se omiten las sombras del período, que forman el necesario contraste en todo ámbito en el que se produce la intervención humana.

Palabras clave: Historia de la Iglesia Católica, Santidad, Concilio Vaticano II.


Abstract

The encompassed period of time can be described as the "End and enforcement of the Second Vatican Council". The article looks to deepen in what I believe the most visible and evaluable processes, that result from the guidelines favored by the Second Vatican Council: the proclamation of the universal call to sanctity and its reach to the Christian People. At the same time, it can be recognized that in these years the Church has given great steps in aspects such as the collegiality of bishops, the woman dignity, the concern about justice, ecumenism, the liturgic reform, etc. Following this line, the article does not pass over the shadows from the period, which form the contrast over the whole scope in which human intervention is given.

Key words: History of the Catholic Church, Holiness, Second Vatican Council


 

 

En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que Él nos amó primero (1 Jn 4, 19) y que es Dios quien hace crecer (1 Co 3, 7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.

Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (24-XI-2013), n. 121.

 

Al comienzo del nuevo milenio, mientras se cierra el Gran Jubileo en el que hemos celebrado los dos mil años del nacimiento de Jesús y se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a remar mar adentro para pescar: Duc in altum (Lc 5, 4).(...)

¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8).

Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte (6-I-2001), n. 1

 

1. Introducción y breve resumen de la influencia del Concilio Vaticano II, auténtico adviento del Tercer milenio

Hace muchos años, leí una publicidad que comenzaba con la siguiente pregunta: ¿se puede escribir en la cabeza de un alfiler? Señalaba a continuación que resumir la actividad de esa empresa en una página resultaba imposible. A la hora de escribir estas páginas me vino a la memoria ese comentario, ya que sintetizar en ellas la historia de la Iglesia Católica del último medio siglo implica una labor de compresión que exigiría todos los adelantos de la nanotecnología.

Procuraré ir desarrollando algunos temas centrales, tratando de mantener una cierta línea cronológica, y cuidando de no perder la dimensión universal de la Iglesia Católica2.

Resumir la actividad de toda la Iglesia me ha llevado con alguna frecuencia a detener la mirada en la acción de los Pontífices Romanos (en particular la de Juan Pablo II, que estuvo al timón de la barca de Pedro más de la mitad del período que trataremos, y la de Pablo VI, que lo hizo durante 15 años), ya como iniciadores de alguna actividad, ya como quienes responden a situaciones concretas, por lo que sus actos nos descubren posibilidades o problemas de los cristianos a los que de otro modo tal vez no habríamos prestado atención.

Pero la historia no la escriben sólo los Pontífices. Gracias a las luces que aporta el Concilio Vaticano II, se profundizará cada vez más en la realidad de que la Iglesia es el "pueblo de Dios", pueblo que está formado por todos los fieles —pastores y laicos—, y todos ellos están llamados a la santidad3. "Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad (...). Todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo"4. Todos los bautizados cooperan a la edificación de la Iglesia5, y —por tanto— todos colaboran con su granito de arena a la Historia.

Por eso tal vez no resulte superfluo, en un trabajo de esta índole, recordar que, como señalaba Pablo VI, un aporte fundamental del Concilio es recordar la llamada universal a la santidad. A todos llama Jesucristo a ser sal y luz, a todos llama a ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto, y el modo de llevarlo a cabo —particularmente para los fieles laicos— es la vida corriente, que es la materia que han de ofrecer a Dios en la Eucaristía6.

Es por eso que, sin omitir las tristes infidelidades que somos capaces de cometer los hombres7, procuraré que estas páginas reflejen —en la medida que la extensión lo permita— cómo se ha ido acogiendo esa doctrina conciliar, cuya proclamación abrió horizontes novedosos a la Iglesia y a la humanidad. Pienso que, además, eso es algo en lo que la Universidad Católica Boliviana está comprometida8, por lo que estas páginas de historia bien pueden servir para profundizar en lo que tiene que ser el fin último de toda obra cristiana: colaborar en la difusión y realización de la llamada universal a la santidad.

La respuesta a esta llamada ha sido puesta de manifiesto de manera particular por el Papa Juan Pablo II, que llegó a celebrar 1.320 beatificaciones y a canonizar a 472 santos —muchos de ellos contemporáneos nuestros— para hacer especialmente presente que la mano del Señor no se ha empequeñecido, y que la santidad sigue siendo actual, en la medida en que los cristianos respondemos con fidelidad al llamado de Dios, contando con la gracia que Cristo nos ha obtenido en su Cruz9.

Esa llamada se va asumiendo por parte de todo tipo de fieles, y sus consecuencias son palpables en la sociedad actual. Además de las tan numerosas labores educativas, asistenciales, etc., que llevan muchos siglos, el que todo el pueblo de Dios, particularmente los laicos, vaya asumiendo que su misión es iluminar y ordenar las realidades temporales según Dios10 es acaso el avance más significativo que el Concilio transmite. Los canonizados que van surgiendo en todos los niveles son un motivo estimulante para estas reflexiones, y la historia tiene en ellos materia abundante y orientadora. Por poner unos pocos ejemplos, en los últimos años se ha comenzado el proceso de canonización del Prof. Jérôme Lejeune, médico genetista francés, quien descubrió la causa del síndrome de Down y trabajó en defensa de la vida, a tal punto que Juan Pablo II lo nombró Presidente de la Pontificia Academia para la Vida (Lejeune, 2000). También están en marcha los Procesos de otros dos personajes de la política —unánimemente considerados como padres de la Unión Europea—: Robert Schuman y Alcide de Gasperi11. Otro ejemplo es el del arquitecto Antoni Gaudí, cuya obra más conocida es el Templo expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona. Desde 2013 se están realizando los pasos para comenzar el proceso del escritor inglés Gilbert K. Chesterton (1874-1936). En América Latina, un nombre que nos resulta especialmente conocido es el de Mons. Óscar A. Romero, Arzobispo de El Salvador. Hay claros indicios de que en Colombia está por comenzar la Causa de Mons. Isaías Duarte, arzobispo de Cali, neto opositor al narcotráfico y a la violencia de cualquier signo político, asesinado en el año 2002.

Pero volvamos a la idea central de esta Introducción:

... los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios (...). A ellos de manera especial corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor12.

A continuación, el Catecismo, citando de nuevo a la LG, señala de una manera realmente nueva la misión sacerdotal del bautizado13 en este mundo:

... todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu (...) todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo (1 P 2, 5), que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor14.

"De manera particular, los padres participan de la misión de santificación impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la educación cristiana de los hijos"15. Es oportuno preguntarse hasta dónde estas afirmaciones programáticas han marcado (y marcan) el rumbo de muchos católicos (laicos o pastores), y en qué ámbitos esto se vuelve observable.

Las cosas del mundo han dejado de ser peligrosas para la santidad. Toda una nueva visión comenzará a descubrir el mundo como algo bueno, que puede convertirse en materia para la santidad. El trabajo, la familia, la diversión., se retoma una visión que en la práctica había quedado olvidada.

Pienso que pueden ser útiles unas palabras de Juan Pablo II pronunciadas en la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer —uno de los precursores del Concilio en estos temas— en las que señalaba que

en una sociedad en la que el afán desenfrenado de poseer cosas materiales las convierte en un ídolo y motivo de alejamiento de Dios, el nuevo Beato nos recuerda que estas mismas realidades, criaturas de Dios y del ingenio humano, si se usan rectamente para gloria del Creador y al servicio de los hermanos, pueden ser camino para el encuentro de los hombres con Cristo16.

Y en otra ocasión enseñaba también el Papa:

las actividades diarias se presentan como un valioso medio de unión con Cristo, pudiendo transformarse en ámbito y materia de santificación (...) y en diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración transfigura el trabajo y así es posible permanecer en la contemplación de Dios, incluso mientras se realizan diversas ocupaciones. Para cada bautizado que quiere seguir fielmente a Cristo, la fábrica, la oficina, la biblioteca, el laboratorio, el taller y el hogar pueden transformarse en lugares de encuentro con el Señor, que eligió vivir durante treinta años una vida oculta17.

Es notable cómo la enseñanza del Vaticano II se irá abriendo camino. El poder de transformación que esto supone es de consecuencias difíciles de dimensionar. Todavía falta perspectiva. Pero la tendencia puede captarse si se acude a los procesos de canonización que se van iniciando18. Como ya señalé, algunos de ellos son de personas que vivieron buena parte de su vida antes del Concilio, pero el hecho de que se vaya tomando en cuenta el impacto de sus vidas va dando luces nuevas, haciendo ver a todos que la santidad no es "algo lejano".

No hay espacio para hablar de la cantidad de instituciones y movimientos eclesiales para laicos que van surgiendo o que se van potenciando en estos años. El Camino neocatecumenal, Comunión y liberación, los Focolares, el Opus Dei, la Renovación carismática, etc., etc., desarrollan, cada uno en su campo y con un carisma propio, una labor que no puede desconocerse.

 

2. Un detalle metodológico del trabajo

A la hora de escribir la historia de la Iglesia Católica desde la fe (es nuestro caso) nos encontramos con un problema: la naturaleza de la institución divina que es el objeto de estudio. La Iglesia se entiende a sí misma como "un misterio"19, lo que en lenguaje teológico significa algo que excede nuestra capacidad de entender, aunque no por ello dejaremos de captar mucho de lo que es y que —como enseña Juan Pablo II— "el misterio de la salvación de la humanidad en Cristo es, sobre todo, el misterio de Cristo, pero está destinado a los hombres"20.

Para poder comprender bien la historia de algo que es a la vez divino y humano, hace falta fe21. Y esto por varios motivos. Primero porque, según S. Ambrosio de Milán, la Iglesia es ex maculatis immaculata: inmaculada, pero formada por pecadores. Si bien en estos años podemos encontrar a muchos santos, también es cierto que los problemas no han sido pequeños, particularmente cuando los cristianos no hemos sabido abrirnos a la gracia de Dios22. Segundo porque, con palabras del Card. Martini, también Arzobispo de esa ciudad, "la Iglesia tiene siempre un doble aspecto: uno externo y otro interno, uno visible y otro invisible; por eso es difícil captarla en su verdadera esencia" Martini (2005:12)23, ya que "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo"24 cuando Cristo vuelva glorioso. Y de estos cincuenta años se puede decir otra frase clásica que apunta a un tercer motivo que reclama fe: "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios"25.

Pienso que puede servir recordar que "la santidad de la Iglesia consiste en que, por pecador que sea el hombre, Dios tiene poder para hacerla santa" (Ratzinger, 2001:283). A lo largo de estas páginas se verán cosas que no tienen explicación humana, ya que no hay proporción entre lo que los hombres hacen (de bueno) y el bien que la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo26, va derramando por el mundo. J. Ratzinger lo dice bellamente:

Sobre la naturaleza de la Iglesia, puede venirnos bien recordar que Jesús "atrajo a los pecadores, les hizo partícipes de sus bienes y así les mostró qué era la 'santidad': no separación, sino reunión; no condena, sino amor redentor. ¿No es acaso la Iglesia la continuación de esta encarnación de Dios en la miseria humana? ¿No es la continuación de la participación de Jesús en la misma mesa con los pecadores? ¿No es la prosecución de su contacto con la miseria del pecado, hasta llegar casi a sucumbir en él? Frente a las expectativas humanas de lo puro, ¿no se revela en la santidad pecadora de la Iglesia la auténtica santidad de Dios, el amor que no guarda distancia aristocrática de lo puro y lo inaccesible, sino que se mezcla con la suciedad del mundo para acabar con ella? ¿Puede ser la santidad de la Iglesia algo más que soportarse mutuamente porque Cristo nos ha soportado a todos? (...)

Se tacha a su organización de lamentable y brutal, como si lo peculiar de la Iglesia fuera la organización y no el consuelo de la palabra y de los sacramentos, que conserva incluso en sus días más aciagos. Los verdaderos creyentes no dan demasiada importancia a la lucha por la reorganización de las formas cristianas, pues viven de lo que la Iglesia siempre fue. Y si alguien quiere saber lo que es la Iglesia, que entre en ella. Pues la Iglesia no está sobre todo donde se organiza, se reforma o se gobierna, sino en los que creen con sencillez y reciben en ella el don de la fe, que para ellos es vida. Sólo sabe qué fue la Iglesia de antes y qué es la Iglesia de ahora el que ha experimentado cómo la Iglesia sitúa al hombre por encima de sus formas y servidumbres, y cómo es para él patria y esperanza, patria que es esperanza, camino que lleva a la vida eterna" (Ratzinger, 2001:284-285).

Al estudiar estos 50 años podremos ir observando cómo se ha ido realizando la labor deseada por Juan XXIII: "acercar la Iglesia al mundo para que el mundo se acerque a Dios". A veces ese desarrollo se produce de una manera distinta de la que se nos podría ocurrir como eficaz, puesto que los límites humanos se dejan ver con claridad, pero también resultan, no pocas veces, un buen contraste que hace notar más la luz de Dios, que quiere que su Iglesia siga siendo, en los tiempos actuales, "como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano"27. Es sabido que hace más ruido un árbol que cae que todo un bosque creciendo, pero lo real es que todo ese bosque —esa semilla que Cristo ha querido plantar— se va desarrollando de un modo que sólo se puede explicar si Dios está detrás28.

 

3. El Concilio Vaticano II y sus consecuencias más relevantes

En 1964 el Concilio Vaticano II era el tema que centraba las oraciones, las esperanzas y las miradas de todos los católicos, y de muchos no católicos. Había sido convocado sorpresivamente por San Juan XXIII como un Concilio "pastoral", muy distinto a los anteriores, porque el Papa quiso —y Pablo VI lo continuará— aggiornar la Iglesia: acomodar mejor sus métodos y estructuras, de modo que "el depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz"29. El Papa, con una gran experiencia como pastor de almas, historiador de la Iglesia y diplomático (Jedín, 1984: 163 y ss.) vio con claridad el escándalo que supone para la humanidad el que las diversas iglesias y grupos cristianos estuvieran divididos. Junto a eso hizo notar que para conseguir que la luz de Cristo llegue a todos, es imprescindible explicarla y reflejarla mejor. En definitiva, es claro que el Pontífice deseaba ser fiel altavoz de los deseos de Dios, "que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad"30, y que la Iglesia debía profundizar en el conocimiento de su naturaleza y en su modo de llegar a las personas del mundo contemporáneo. La gran confianza en Dios del Pontífice le permitió desoír las ideas de los profetas de calamidades, que preferían que todo siguiera como estaba. La invitación a observadores de otras religiones marca una de las tantas diferencias notables de esta asamblea ecuménica.

San Juan XXIII

Una de las primeras realidades que cambiará en la Iglesia es su tendencia centrípeta. Es un dato bien conocido que hasta tiempos de Pío XII muchísimos temas debían ser resueltos en Roma. Una de las manifestaciones de esos nuevos tiempos será la total independencia de los Padres Conciliares. Ya en la primera congregación general, realizada el 13 de octubre, comenzaron las sorpresas. Se preveía que la elección de los miembros de las Comisiones Conciliares se realizaría disciplinadamente con base en unas listas preparadas. Pero este procedimiento, a juicio de destacados obispos franceses y centroeuropeos, supondría un reforzamiento de la influencia de la Curia romana sobre el Concilio (y se reduciría toda posibilidad de cambio real). La votación se retrasó tres días, y los episcopados presentaron sus candidatos. Este modo libre de obrar permitió que se fuera configurando en el seno del Concilio una mayoría y una minoría, división que no será fija para todos los temas a tratar, pero que hará que los asuntos tengan un amplio debate que felizmente terminaría (y en esto tendrá un gran peso la figura y la prudencia pastoral del Papa Pablo VI) en documentos aprobados por grandísima mayoría (Orlandis, 1998:31-33)31. Es el mismo Papa Benedicto XVI quien señaló que

hasta el Cardenal Frings, famoso por su fidelidad absoluta al Santo Padre, casi escrupulosa, dijo en este caso (inicio del Concilio): "Estamos aquí con otra función. El Papa nos ha convocado para ser como Padres, para ser Concilio ecuménico, un sujeto que renueve la Iglesia. Así queremos asumir este encargo nuestro"32.

La primera sesión del Concilio concluyó sin que se aprobase ningún documento, pero fue claramente enriquecedora para los obispos participantes, que fueron tomando conciencia de lo mucho que se esperaba de ellos y del modo de llevar a cabo esta labor.

El fallecimiento de Juan XXIII dejó el futuro del Concilio en manos del siguiente pontífice. La elección se llevó a cabo en un breve cónclave (el primero que reunía a electores procedentes de 31 naciones y de los cinco continentes) y el elegido fue el Cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI33. Es claro que el Arzobispo de Milán era una de las figuras más destacadas del Colegio Cardenalicio y alguien visiblemente adecuado para sostener las labores del Concilio. Su formación intelectual, sus años en la Secretaría de Estado así como su inquietud por avanzar en esa llegada de la Iglesia al mundo facilitaron la brevedad del cónclave. En su primera encíclica, la Ecclesiam suam, el Papa subrayaba la importancia de esforzarse

por acercarnos al mundo (...) con todo respeto, con toda solicitud, con todo amor, para comprenderlo, para ofrecerle los dones de verdad y de gracia, cuyos depositarios nos ha hecho Cristo, a fin de comunicarle nuestra maravillosa herencia de redención y de esperanza34.

Todo el documento es una invitación al diálogo, tanto dentro de la Iglesia Católica como con los cristianos no católicos, con los no cristianos e incluso con los no creyentes.

La segunda etapa conciliar se desarrolló entre el 29 de septiembre y el 4 de diciembre de 1963. Durante ella se puede destacar el estudio del esquema sobre la Iglesia y el referente a los Obispos. Al acabar se aprobaron la Constitución sobre la Sagrada Liturgia: Sacrosanctum Concilium y el Decreto sobre los medios de comunicación social: Inter mirífica.

La tercera sesión conciliar comenzó el 14 de octubre de 1964.

En ella tuvo lugar la discusión de los textos sobre escatología y la Virgen María, oficio pastoral de los Obispos, libertad religiosa, judíos y religiones no cristianas, revelación, apostolado de los seglares, sacerdotes, Iglesias orientales, Iglesia y mundo moderno, misiones, religiosos, seminarios, educación cristiana, sacramentos (Cárcel, 2000:594).

Es evidente que el Concilio está en plena marcha. La clausura fue el 21 de noviembre, y en ella Pablo VI proclamará a la Virgen como "Madre de la Iglesia". En esta etapa se ha concluido la Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium) y dos Decretos: sobre el ecumenismo (Unitatis redintegratio) y sobre las Iglesias orientales (Orientalium Ecclesiarum).

En la última sesión conciliar vieron la luz los Decretos sobre el oficio pastoral de los Obispos (Christus Dominus) y el de la renovación de la vida religiosa (Perfectae caritatis). Además, en este tiempo se instituyó el Sínodo de Obispos35 y se fueron concluyendo los demás documentos: sobre la formación sacerdotal (Optatam totius), sobre la educación cristiana (Gavissimum educationis) y el referente a las relaciones con las religiones no cristianas (Nostra aetate).

El 18 de noviembre fue la votación final y promulgación de la constitución sobre la divina revelación (Dei Verbum) y del decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam actuositatem). El Papa anunció el comienzo de la reforma de la Curia (Cárcel, 2000:595).

El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, se realizó la solemne clausura del Concilio. El día anterior se llevó a cabo la última sesión pública, y en ella se promulgaron los Decretos sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae), sobre los sacerdotes (Presbyterorum ordinis), sobre las misiones (Adgentes) y la Constitución Pastoral Gaudium et spes, y sobre las relaciones de la Iglesia con el mundo de hoy. En los numerosos documentos se puede ver una verdadera reforma de la Iglesia. Una nueva manera de entenderse a sí misma que marcará el modo de llevar el mensaje cristiano al mundo de hoy. Pero, como veremos, su aplicación no resultará tan sencilla.

 

4. El Posconcilio

En su última reunión con el clero romano, el Papa Benedicto XVI recordaba las grandes expectativas que había generado la convocatoria al Concilio, y cómo fueron asumidas por los diversos episcopados:

El primer objetivo, inicial, simple —aparentemente simple— era la reforma de la liturgia, que había comenzado ya con el Papa Pío XII (...); el segundo, la eclesiología; el tercero, la Palabra de Dios, la Revelación y, finalmente, también el ecumenismo. Mucho más que los alemanes, los franceses tenían también el problema de tratar la situación de las relaciones entre la Iglesia y el mundo36.

Sin entrar en el desarrollo de los documentos, labor interesantísima pero que no admite la extensión de este trabajo, hay que destacar un aspecto que influyó en gran manera en la aplicación de las enseñanzas conciliares:

Estaba el Concilio de los Padres —el verdadero Concilio—, pero estaba también el Concilio de los medios de comunicación. Era casi un Concilio aparte, y el mundo percibió el Concilio a través de éstos, a través de los medios. Así pues, el Concilio eficiente que llegó al pueblo fue el de los medios, no el de los Padres.

Y mientras el Concilio de los Padres se realizaba dentro de la fe, era un Concilio de la fe que busca el intellectus, que busca comprenderse y comprender los signos de Dios en aquel momento, que busca responder al desafío de Dios en aquel momento (...), el Concilio de los periodistas no se desarrollaba naturalmente dentro de la fe, sino dentro de las categorías de los medios de comunicación de hoy, es decir, fuera de la fe, con una hermenéutica distinta. Era una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio era una lucha política, una lucha de poder entre diversas corrientes en la Iglesia37.

Podría pensarse que esto sólo afectó al pueblo llano, por llamarlo de alguna manera, pero no fue así. En una biografía de la Madre Angélica, fundadora de la famosa cadena EWTN, se hace notar que la reforma de la vida religiosa en Estados Unidos estaba muy avanzada.

En marzo de 1965, por sugerencia de la Sociedad de Ley Canónica de EEUU, la Madre Angélica y sus hermanas se sentaron alrededor de la mesa familiar para diseñar una lista de cambios a las leyes de la Iglesia que ellas creían podían acelerar la renovación de la vida religiosa (...). En "One Heart and One Soul" (la mencionada Sociedad Canónica), reprendió (la Madre Angélica) a las comunidades del claustro por no estar dispuestas a acoger las "directrices y los cambios que promueve la Santa Sede". Preveía monasterios donde "se arrasaría con el formulismo y la disciplina estricta", los cuales se sustituirían por un "espíritu familiar" y una profunda "unión comunal con Dios" (Arroyo, 2005:127).

Como puede observarse, en el Concilio de los medios se consideraba a las conductas enunciadas como excluyentes, debiendo optarse por una o por la "contraria". Es de destacar —el libro lo hace dos páginas después— que el Decreto Perfectae caritatis (que trata sobre la adecuada renovación de la vida religiosa) fue promulgado el 28 de octubre de ese año, por lo que difícilmente las directivas y cambios que se señalaban podían responder a las directrices de la Santa Sede. El Concilio de los medios se había adelantado.

Junto a esto, es claro que se quería llegar a una actuosa participatio38 de los fieles en la liturgia, y eso llevará a la reforma, que buscaba precisamente que los cristianos pudieran participar de ella de modo pleno, consciente y activo (Izquierdo, 2012:95).

Comenzaron las revisiones de los rituales de los distintos sacramentos. Se comenzó a usar la lengua del lugar en reemplazo del latín, se amplió el número de Plegarias Eucarísticas, se modificó el texto de la Liturgia de las horas, etc., etc. La tarea era inmensa, y se pensaba que todas las expectativas serían cumplidas. En cambio, estimulados por el Concilio de los medios, hubo quienes confundieron "liturgia expresiva" con "improvisación".

Siguiendo la explicación del Papa Benedicto XVI sobre el Concilio de los medios, podemos decir que lo que los mass media difundían no era sólo el texto aprobado. Junto con éste —mejor: antes que éste se aprobase— se fueron difundiendo muchas ideas, algunas coincidentes con lo que se estaba estudiando, y otras que eran lo opuesto. Es más, algunas de estas últimas se esparcieron como el espíritu del Concilio39.

Otra de las manifestaciones de la crisis postconciliar fue la contestación en el interior de la Iglesia, que consistía en una actitud de rechazo a la Iglesia jerárquica y a la doctrina tradicional. Este rechazo era particularmente agudo en determinados temas: el celibato sacerdotal, la Sagrada Escritura, el dogma y la moral cristiana40.

Un resumen muy bueno de la situación doctrinal posconciliar podemos encontrarlo en boca de quien fue elegido para ocupar —durante casi todo el pontificado de San Juan Pablo II— el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Existe una entrevista, titulada Informe sobre la fe, en la que el Card. Ratzinger desarrolla con gran lucidez su visión de la situación del momento (Ratzinger, 1985).

Así, ya desde que el Concilio va acabando comienza a manifestarse con claridad el disenso teológico que —particularmente en temas de moral41, aunque otro tanto se puede decir de la liturgia y de otros campos— parecía minar de manera irreparable la unidad interna de la Iglesia. Consciente de su misión de "confirmar a sus hermanos en la fe"42, el Papa declara un Año de la fe que comenzaría en junio de 1967. Al concluirlo publicará el Credo del pueblo de Dios (30-VI-1968), breve escrito en el que se resumen los postulados esenciales que enseña la Iglesia.

En esos momentos parecía que nada estaba firme, que todo se podía discutir43. Y fue en ese tiempo cuando se trató el tema de la moralidad de la contracepción, cuestión que había dejado de ser un tema meramente "teórico", ya que desde pocos años atrás los anticonceptivos eran una realidad, y sobre ella pesaban enormes presiones económicas. La encíclica Humanae Vitae (25-VII-1968) fue una valiente declaración del Papa sobre el particular y un punto de inflexión para muchos moralistas (Basso, 1991)44. La misma doctrina será repetida muchas veces por San Juan Pablo II, y desarrollada —junto con toda la cuestión moral de fondo— en la encíclica Veritatis Splendor (6-VIII-1993).

 

5. El clero

La crisis postconciliar se hizo notar en el clero —tanto regular como secular— y en las y los religiosos. Hubo una sangría tremenda de personas consagradas que querían volver al estado secular, querían casarse, dedicarse a otro tipo de vida... Tantas fueron las solicitudes que Pablo VI acabó publicando unas "Normas" destinadas a agilizar el procedimiento, que Juan Pablo II abrogó en 1980. El dolor y la soledad del Papa Pablo eran tremendos. En una entrevista a su secretario personal, Mons. Magee, éste recordaba:

Una noche, a comienzos de 1978, mientras estaba leyendo ese expediente (el de petición de dispensas) se detuvo y respiró profundamente, llevándose una mano al pecho. Vi que estaba sudando y las gotas de sudor caían en el escritorio. Me acerqué y le quité el birrete que estaba completamente empapado. —Santidad, ¿qué le sucede? —Un dolor aquí me respondió señalándose el pecho. Yo estaba solo en casa y pensé en un ataque al corazón. Pero me dijo: —Mire, éste es un sacerdote que tiene 78 años y cuarenta y ocho de sacerdocio. Solicita que se le dispense. ¡78 años de vida! Esto es demasiado. Ahora suspenda por un momento, Santidad.¡No! Debo ir a la capilla. (...) Ya no puedo seguir.Y le acompañé a la capilla. Se puso de rodillas y permaneció allí durante veinte minutos. Era casi la medianoche. Rezaba y sufría como Cristo en el monte de los Olivos. Sudaba. Yo me sentía tan pequeño que ni siquiera atinaba a rezar. No sabía si llamar o no al médico. Le dejé así. (...) Al día siguiente le encontré descansado, como si nada hubiera sucedido. —Santidad, ¿usted se siente bien? Sí, he dicho que he puesto todo en las manos de Dios (Ricci, 1988:9-10).

Entre los años 1964 y 1976 las dispensas en el clero secular sumaron 17.25345. En el clero regular, entre 1964 y 1970, fueron 7769. Entre 1971 y 1976, el número total de religiosos en el mundo descendió de 275.610 a 250.880, y el de religiosas de instituciones de Derecho Pontificio bajó de 825.662 a 770.702 (Orlandis, 1998:88-91). Éstos y otros hechos hicieron que el Papa llegase a afirmar que "el humo de satanás se ha infiltrado en la Iglesia"46.

La deseada renovación de la Iglesia recién comenzará a manifestarse bastantes años después. Juan Pablo II escribió en su Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 1979 (8-IV-1979) que

Tal vez en los últimos años —por lo menos en determinados ambientes— se ha discutido demasiado sobre el sacerdocio, sobre la "identidad" del sacerdote, sobre el valor de su presencia en el mundo contemporáneo, etc., y, por el contrario, se ha orado demasiado poco. No ha habido bastante valor para realizar el mismo sacerdocio a través de la oración, para hacer eficaz su auténtico dinamismo evangélico, para confirmar la identidad sacerdotal. Es la oración la que señala el estilo esencial del sacerdocio; sin ella, el estilo se desfigura.

A pesar del documento específico del Concilio donde se remarca la importancia del tema47 parece que, por lo menos en determinados ambientes, se perdió la perspectiva espiritual. El Card. Van Thûan recordaba que

un día hablé con el padre provincial de una gran Congregación sobre la crisis del sacerdocio. Él me dijo: Hemos enviado una carta a todos los hermanos que han dejado el sacerdocio, para preguntarles por qué lo han hecho. Todos han contestado. Sus respuestas revelan que no habían dejado el sacerdocio por problemas sentimentales, sino porque no rezaban. Algunos dijeron que habían dejado de rezar hacía muchos años. Vivían en comunidad, pero no rezaban profundamente; mejor dicho, no rezaban. Trabajaban mucho, enseñaban en las universidades, organizaban muchas cosas, pero no rezaban (Van Thûan, 2004:72).

Ideas semejantes podemos encontrar en consejos del Papa Benedicto48.

Lo dicho permite volver a una de las ideas del principio de estas páginas: el historiador de la Iglesia tiene un objeto peculiar de estudio. Y aquí acabamos de comprobar la presencia de factores que no suelen tenerse en cuenta cuando el objeto de estudio es distinto. El historiador de otros tipos de sociedades no saldría de su asombro ante semejante tipo de factores.

La primera fase del posconcilio resultó muy distinta de la primavera esperada, pero es evidente que la Iglesia no se quedó ahí, porque su vitalidad es inagotable. Luego del Concilio se van ajustando las disfunciones con la publicación de documentos verdaderamente revolucionarios para el auténtico desarrollo del clero. Entre ellos destaca la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores dabo vobis (25-III-1992), y hay procesos en curso que iremos reseñando en los puntos posteriores.

En la actualidad, la situación va volviendo a su cauce. Como destacaremos más adelante, el Anuario Pontificio del año 2014 hace notar que hay sensibles mejoras, que ya se perfilaban en años anteriores. De 2005 a 2012 el número de sacerdotes ha aumentado un 2%, mientras que el número de seminaristas lo ha hecho en casi un 5%.

 

6. La aplicación de las enseñanzas conciliares y algunas amargas resistencias

Para llevar a la práctica lo mandado por el Concilio, además de sus documentos concretos, resultaba especialmente útil que éstos se pudiesen encontrar fusionados en un solo libro. Es así que, retomando el trabajo suspendido durante el Vaticano II, en 1983 se promulgó el nuevo Código de Derecho Canónico49, en el que se ha procurado "traducir" a normas jurídicas las enseñanzas conciliares. Fue seguido en 1990 por el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales50.

Otro paso de trascendental importancia —como el mismo Juan Pablo II manifestara— fue la promulgación, en 1992, del Catecismo de la Iglesia Católica51, un auténtico tesoro cuyas enseñanzas, como fueron trabajadas en comunión con todos los obispos de la Iglesia, se pueden definir como una genuina "sinfonía de la fe" que están destinadas a ser punto de referencia para la confección de catecismos locales52, pero que en sí mismo tuvo una inmensa difusión en el mundo entero53.

No todo fueron rosas en la difusión de este nuevo documento; comenzaron a manifestarse algunas actitudes que resultaron una "punta de iceberg" de serios problemas que iban a estallar en breve. Una de ellas se notó por el retraso de dos años en la edición norteamericana del Catecismo54. Se señalan tres posibles causas, que no son excluyentes entre sí: "la controversia sobre los principios que deberían guiar la traducción, incluido el problema del 'lenguaje inclusivo'55; la oposición organizada; los diferentes puntos de vista acerca de la finalidad y función de los catecismos" (Pellitero, 1997:607)56. Si a esto le sumamos los problemas morales que se van suscitando dentro del catolicismo norteamericano —por ejemplo (podrían ponerse muchos más), la Carta que le remite la Congregación para la Doctrina de la Fe al P. Charles Curran (25-VII-1986), profesor de Teología Moral de la Catholic University of America, en la que se le notifica que "no puede seguir siendo considerado idóneo ni puede ser designado para ejercer la función de profesor de teología católica"57. La falta de unidad con el Magisterio (y por tanto con el contenido de la fe) también es algo que se podía encontrar en esas tierras. Por poner un ejemplo anecdótico —pero que también puede ayudar a entender lo que ocurrió después— Scott Hahn (que hoy es profesor de Teología y Escritura en Franciscan University of Steubenville), en un libro donde relata su conversión al catolicismo hace notar que —estudiando en una universidad católica, cuando ya se había planteado seriamente su conversión— se encontró con que "en algunos de los seminarios era el único protestante, y el único estudiante que defendía al Papa Juan Pablo II. ¡Eso era lo paradójico! Al final me vi explicándoles a los sacerdotes (e incluso a ex sacerdotes) cómo ciertas creencias católicas tenían su fundamento en la Biblia, especialmente en su teología de la alianza" (Hahn y Hahn, 2004:83).

En la encíclica Veritatis Splendor (n. 4), Juan Pablo II hará notar que hay que destacar la discrepancia entre la enseñanza católica "y algunas posiciones teológicas —difundidas incluso en seminarios y facultades teológicas— sobre cuestiones de máxima importancia para la Iglesia y la vida de fe de los cristianos, así como para la misma convivencia humana".

Todas estas cuestiones parecen ser intraeclesiales, sin mayor relevancia para la historia de la Iglesia. Sin embargo, hubo un luctuosísimo acontecimiento que sí saltó a la prensa de todo el mundo, que fue la noticia de los abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes58. La cuestión saldrá a la luz de manera abierta en Estados Unidos en 200259. Otro país donde se dieron estos tremendos pecados fue Irlanda60, pero no fueron los únicos.

La primera manifestación de esta tremenda crisis fue en enero de 2002 (Weigel, 2003:19 y ss.), pero la reacción tardó. No se tomó conciencia de la profundidad que tenía. Desde Roma se pensó que era una campaña periodística de una prensa hostil al catolicismo, y que acabaría como tal, y recién en abril de ese año el Papa se reunió con los cardenales norteamericanos para enfrentar la escandalosa situación existente, que tenía una real consistencia y que exigía fuertes medidas de gobierno.

En la mañana del 22 de abril, dirigiéndose a los cardenales reunidos ante él, Juan Pablo II les dijo que "los abusos que han causado esta crisis están, según cualquier estándar, mal, y la sociedad los considera correctamente un delito: son también un pecado atroz a los ojos de Dios". Después de expresar su "profunda solidaridad y preocupación" a "las víctimas y a sus familias", Juan Pablo reconoció que algunos obispos habían tomado decisiones "que los acontecimientos posteriores demostraron equivocadas". Fuera cual fuese el criterio que se aplicase en futuras decisiones en situaciones similares, los obispos y de hecho todos los miembros de la Iglesia tenían que saber que "no hay lugar en el sacerdocio ni en la vida religiosa para aquéllos que hacen daño a los jóvenes". El Papa pasó entonces al problema de la disidencia: los católicos, y toda la sociedad,"(...) deben saber que los obispos y los sacerdotes están plenamente comprometidos con la plenitud de la verdad católica en temas de moral sexual, una verdad tan esencial para la renovación del clero y el episcopado como para la renovación del matrimonio y la vida en familia" (Weigel, 2003:137).

El discurso del Papa a la asamblea de cardenales unió todos los puntos de la crisis de una forma como no se había hecho en el Vaticano antes. La llamada a un "sacerdocio más santo, un episcopado más santo y una Iglesia más santa" también es destacable: Juan Pablo estaba insistiendo en que ésta era una crisis de fidelidad y que la única respuesta era una fidelidad más profunda y radical (Weigel, 2003:137-138).

Entre las medidas que se asumirían para castigar a los responsables, habría

una revisión especial de los seminarios autorizada por Roma (una "visita apostólica"), y se pondría especial cuidado al revisar los requisitos de admisión "y la necesidad de que (los seminarios) enseñen la doctrina moral católica íntegramente"; los obispos de Estados Unidos se comprometerían a vivir la santidad más profunda a la que el Papa les había animado, y se dedicarían a atraer a otros a esa santidad (Weigel, 2003:138).

El Papa había dejado claro que aunque la crisis implicaba factores psicológicos, legales e incluso políticos, era, en su esencia, una crisis espiritual, una crisis de fidelidad61. La demografía de los abusos sexuales del clero se entendió mejor cuando se empezó a discutir abiertamente la importancia clave del factor homosexual62, aunque de forma más precavida de lo que los hechos parecían aconsejar. Se identificó el vínculo que existía entre treinta y cinco años de cultura de disidencia y la crisis, y sus dos dimensiones, los abusos sexuales del clero y el mal gobierno de los obispos, ya habían sido identificadas (Weigel, 2003:141).

Buena parte de las medidas quedarían a cargo del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien luego se convertiría en Benedicto XVI. Éstas, que siempre han incluido un pedir perdón a Dios, a las víctimas y familiares63, se resumirán en un criterio muy concreto: tolerancia cero. En la última década se ha expulsado del estado clerical a 848 sacerdotes por este tipo de crímenes64, y se ha establecido una Comisión de lucha contra abusos sexuales, presidida por el prestigioso capuchino, Card. O'Malley, actual Arzobispo de Boston. El mismo Papa Francisco quiere —y va actuando— para que la Iglesia sea un punto de referencia en la lucha contra este crimen y va poniendo todos los medios para que nunca más vuelva a ocurrir.

Tanto éstas como otras cuestiones que se fueron planteando en el posconcilio se van encauzando. Ayudó mucho a ello la cantidad de excelentes documentos que se fueron publicando, particularmente los que vieron la luz a lo largo del pontificado de Juan Pablo II, en algunos de los cuales se notaba la clara colaboración de quien sería su sucesor con el nombre de Benedicto XVI. Otro de los factores que facilitarán una nueva visión de la Iglesia fueron los viajes de los Pontífices. Las nuevas circunstancias tecnológicas lo permitían y Pablo VI fue el primer pontífice en visitar los cinco continentes65. Los de Juan Pablo II comenzaron en 1979, con motivo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Puebla de los Ángeles (México). Llegaron a ser 104 de los más diversos países, y a ellos hay que sumar 146 visitas pastorales en Italia. Entre ellos son especialmente destacables los que hizo a Polonia, los que se dedicaron a las Jornadas Mundiales de la Juventud, y los que hizo a muchos países de población mayoritariamente no católica, donde fue recibido también con mucho afecto y como "hombre de Dios y mensajero de la Paz".

 

7. Ecumenismo y diálogo interreligioso

7.1. Con los cristianos separados

Pablo VI se reunió con el Patriarca ecuménico Atenágoras en Jerusalén (gesto que se recordó este año en el encuentro del Papa Francisco con el actual Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé66) y un año después, en 1965 se firmó la Declaración Común, que anulaba las excomuniones recíprocas que provocaron el Cisma de Oriente67 un milenio atrás.

Durante estos años se crearon diversas instituciones para promover el ecumenismo con los ortodoxos68, con los anglicanos69 y con diversos grupos protestantes70. El mismo Papa acudirá al Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra (junio de 1969). Y este movimiento será continuado por Juan Pablo II, en cuyos viajes el encuentro con representantes de otras religiones era un punto casi obligado. La encíclica Ut unum sint (25-V-1995) representa un impulso especial en este mismo sentido.

Juan Pablo II, en su libro Cruzando el umbral de la esperanza, recuerda que

lo que nos une es más grande que lo que nos divide. (...) Existen por tanto las bases para un diálogo, para la ampliación del espacio de la unidad. (...) Por eso son tan importantes los contactos personales. (...) Se puede advertir que las dificultades subjetivas son mayores allí donde la división tuvo su comienzo. (...) Nunca olvidaré aquella frase dicha durante el encuentro ecuménico con los representantes de las comunidades protestantes del Camerún: "Sabemos que estamos divididos, pero no sabemos por qué"71.

En dicho libro, y en su conducta, este Papa prestó mucha atención a la cuestión ecuménica, haciendo ver la importancia que tiene recuperar la unidad querida por Jesucristo para su Iglesia (Cfr. Jn XVII, 21)72.

Benedicto XVI mantuvo esta misma línea. Su origen alemán facilitó el diálogo con los protestantes desde que fue el prefecto de la SC para la Doctrina de la Fe.

Junto a los esfuerzos por continuar dialogando con los cristianos no católicos, hay una serie de documentos que manifiestan también el esfuerzo del Papa Benedicto por facilitar el que cada uno de estos hermanos separados73 pueda encontrar su sitio en la Iglesia Católica. Para los anglicanos que quieran incorporarse a la Iglesia Católica el Papa redactó la Exhortación Apostólica Anglicanorum coetibus (4-XI-2009), por la que permite a grupos de anglicanos incorporarse plenamente a la comunión con la Iglesia Católica en conjunto, manteniendo su identidad anglicana.

En otro orden, pero también relacionado con "abrir las puertas", estableció para toda la Iglesia la posibilidad de celebrar la liturgia anterior al Concilio con la Carta Apostólica Summorum Pontificum (7-VII-2007). La historia de esta disposición del Papa se remonta a los tiempos del Concilio, cuando comenzó la reforma litúrgica. Mons. Marcel Lefebvre74 (que antes del Concilio había sido arzobispo de Dakar, Delegado Apostólico en el África Ecuatorial Francesa y Superior General de los Misioneros del Espíritu Santo) comenzó a disentir con cuestiones capitales del magisterio conciliar, en particular con lo referente a la libertad religiosa y el Decreto Dignitatis humanae75. El desentendimiento tenía también su vertiente litúrgica. De hecho, suele creerse que el problema de los lefebvristas es el de la Misa de espaldas y celebrada en latín. Pablo VI puso en juego toda su prudencia para que la situación no acabase en un cisma, pero esto no facilitó el entendimiento (Lefebvre fue suspendido a divinis en 1976, tras otra ordenación ilícita de presbíteros). La postura lefebvrista se fue endureciendo, al punto de que algunos llegan a decir que desde la muerte de Pío XII hay sede vacante en Roma y —por lo tanto— ellos no reconocen la autoridad pontificia.

En tiempos de Juan Pablo II pareció que el problema estaba cerca de solucionarse, pero intervinieron factores humanos —no sólo del lado lefebvrista— que ocasionaron distanciamientos. Mientras tanto, se creó la Fraternidad sacerdotal de San Pedro, para acoger a los clérigos de la (lefebvrista) Fraternidad sacerdotal de San Pío X que quisieran volver a la plena unidad con la Iglesia, cosa que hizo un buen número. Si bien en mayo de 1988 había suscrito un acuerdo con el Card. Ratzinger (entonces Prefecto de la SC para la Doctrina de la Fe), Lefebvre ordenó tres obispos sin la correspondiente Bula Pontificia en junio del mismo año, con lo que se consumó el Cisma y quedaron excomulgados, tanto los ordenantes como los ordenados76. Años después, en un acto de grandeza muy notable —que no fue bien interpretado por muchos, incluso dentro de la Iglesia77— el Papa Benedicto XVI levantó la excomunión a los obispos ordenados por Lefebvre. Pero no fue suficiente para que el diálogo pudiese llegar a buen fin. Lastimosamente, parece que el único modo de que vuelvan a la Iglesia Católica es que toda la Iglesia haga lo que los dirigentes de este movimiento quieren.

Es notable, en contraste, el enorme avance alcanzado en otros terrenos del ecumenismo por el actual Pontífice, que sigue en esto los lineamientos del Concilio y los de sus predecesores, en particular con los Ortodoxos: los resultados del último encuentro entre el Obispo de Roma y el patriarca de Constantinopla resultan extraordinarios:

"Hemos acordado dejar como herencia a nosotros mismos y a nuestros sucesores el reunirse en Nicea en 2025, para celebrar todos juntos, después de 17 siglos, el primer sínodo realmente ecuménico de donde salió el Credo", aseguró Bartolomé I (...) al regresar de Jerusalén (donde se había encontrado con el Papa Francisco)78.

7.2. Diálogo con los no cristianos

El diálogo con los no cristianos es algo a lo que el Concilio también ha dado una gran importancia: "En cumplimiento de su misión de fundamentar la unidad y la caridad entre los hombres y, aún más, entre los pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad"79.

El diálogo con el judaísmo tomó un cariz nunca visto en la historia de la Iglesia. El 13 de abril de 1986 un Papa visita por primera vez la sinagoga de Roma. Allí se dirigió a los judíos como a nuestros hermanos mayores80 y pudo dar grandes pasos, llevando a la práctica lo señalado en el Decreto Nostra aetate. Otro avance significativo, aunque no sea una cuestión estrictamente religiosa, fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel (Weigel, 1999:926-947).

También Juan Pablo II será el primer Papa en entrar en una mezquita81, y durante su pontificado se profundizará mucho el diálogo con los musulmanes, siguiendo el Decreto Conciliar82.

El Papa Benedicto dio continuidad a esta tarea y, si bien hubo un primer momento de malentendidos con los musulmanes con motivo de su discurso en Ratisbona el 12 de septiembre de 2006, prontamente supo reencauzarlo —entre otras cosas— con su visita a la Mezquita Azul (30-IX-2006).

Los encuentros de Asís para rezar por la Paz mundial fueron otro gran paso para dar una clara idea de que podíamos estar juntos para rezar, sin caer en irenismos83 que no harían sino ocultar las diferencias, pasando por alto las auténticas identidades religiosas. Allí se puso de manifiesto que las religiones podían aportar mucho a la paz entre los hombres.

Es bien claro que el actual Pontífice sigue, también en esto, los lineamientos del Concilio y los avances de sus predecesores84.

 

8. La paz, la justicia y el orden internacional

Para Pablo VI, la paz en el mundo era una necesidad impostergable. Durante su pontificado, la Guerra Fría resultaba una dura realidad. El conflicto de Vietnam, el de Medio Oriente e infinidad de conflagraciones menores causaban muchísimas víctimas inocentes. Fue él quien instituyó la Jornada mundial de la Paz el día 1 de enero de 1968, dedicada a orar y a meditar. Junto a eso, en su Discurso ante la ONU (4-X-1965), expresó con todas sus fuerzas: "Nunca jamás los unos contra los otros; jamás, nunca jamás. (...) ¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra! Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad".

Al igual que muchos cristianos, el Papa tenía una gran sensibilidad por la falta de justicia social, especialmente en los países del África y América Latina. En la Populorum progressio (26-III-1967), analizó los problemas del desarrollo político, económico y social, y propuso un "humanismo pleno" que llevase a encontrar soluciones acordes con la dignidad de la persona humana. El documento tiene pasajes memorables e inspiradores, como el que sigue:

Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana (n. 33).

En el número siguiente, el Papa agregaba:

Sin embargo, como es sabido, la insurrección revolucionaria —salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país— engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor.

La primera de ambas citas fue extractada y manipulada por algunos ánimos interesados en promover la violencia, y no faltaron otros que veían en esas palabras un apoyo papal a su ilusión de cambiar las estructuras de una manera rápida y eficaz, aunque para ello hubiera que utilizar las armas85. Quizá no sea ocioso recordar que muchas de las personas que se incorporaron a la lucha armada por la dignidad lo hicieron con la intención de dar solución a estos problemas, pero no supieron dar una lectura integral a la enseñanza de Jesucristo. Lo dirá más adelante Juan Pablo II, en su viaje apostólico por Ayacucho —cuna del grupo terrorista Sendero luminoso (3-II-1985):

Quiero ahora dirigir mi palabra apremiante a los hombres que han puesto su confianza en la lucha armada; a aquellos que se han dejado engañar por falsas ideologías, hasta pensar que el terror y la agresividad, al exacerbar las ya lamentables tensiones sociales y forzar una confrontación suprema, pueden llevar a un mundo mejor.

A éstos quiero decir: ¡El mal nunca es camino hacia el bien! No podéis destruir la vida de vuestros hermanos; no podéis seguir sembrando el pánico entre madres, esposas e hijas. No podéis seguir intimidando a los ancianos. No sólo os apartáis del camino que con su vida muestra el Dios-Amor, sino que obstaculizáis el desarrollo de vuestro pueblo.

La opción preferencial por los pobres fue siempre algo esencial en la Iglesia, aunque no se expresara con estas palabras86. El problema que surgió en estos tiempos fue la pretensión de asociarla con una filosofía incompatible con el mensaje del Evangelio, como es la marxista. Si se parte de que "el motor de la historia es la lucha de clases" y que la violencia es un medio válido para alcanzar la justicia social, no habrá modo de que el resultado de los razonamientos pueda ser cristiano, o sea compatible con las enseñanzas de Aquél que vino para cambiar el mundo con el amor. Las Instrucciones sobre la Teología de la liberación (sobre algunas teologías de la liberación87) consiguieron aclarar posiciones, para que se pueda discernir claramente cuál es el camino a seguir por los católicos, y cuáles las interpretaciones que llevarán a apartarse de Jesús, principalmente al incluir la visión materialista y de lucha de clases como presupuesto para solucionar las injusticias. La primera de ellas fue repetidamente citada por el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium88. Así, al hablar de la inclusión social deja claro que:

La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: "La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas" (Libertatis nuntius n. 153)89.

Con estas palabras, el Papa muestra que desautorizar los métodos violentos no significa renunciar a la lucha en favor de la justicia social. En la misma Exhortación, al hablar del lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de Dios, les recuerda a los defensores de cierta ortodoxia que se justifica plenamente "el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen" (Libertatis nuntius n. 161)90.

Recordemos aquí que otro materialismo, el burgués, capitalista e individualista, tampoco es compatible con la moral cristiana. Ya en 1935, el filósofo católico Emmanuel Mounier denunciaba: "Que (los burgueses) intenten modelar a su medida valores eternos, que los pongan como bandera en sus comercios para atraer a la clientela y que lleguen a hacerlos odiosos al común de los hombres por el uso que hacen de ellos, eso no lo permitiremos nunca" (Mounier, 1992:434). Los valores cristianos, indicaba el pensador francés, no deben ser confundidos con las pretensiones burguesas y deben en primer lugar ser arrebatados a los falsificadores.

En el mismo sentido, el Papa Francisco espera que "aquellos que están esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen un estilo de vida y de pensamiento más humano, más noble, más fecundo, que dignifique su paso por esta tierra"91.

Juan Pablo II convocó a varias jornadas de oración y ayuno por la paz (la más conocida fue la primera, en 1986, en Asís). Junto a eso también buscó por todos los medios evitar las guerras del Golfo (en 1991 y 2003) y ayudar a paliar los efectos del atentado a las Torres Gemelas en 2001. La Iglesia norteamericana supo dar un gran testimonio de servicio sacrificado a las víctimas. También rezó y clamó por la paz en los Balcanes, en el Líbano, en Sudán y en todos los lugares donde se desataban conflictos, muchos de los cuales no fueron nunca "noticia". A todos les recordaba que la violencia nunca es el camino.

En el principio de su pontificado, en 1978, su intervención directa para mediar entre Argentina y Chile consiguió eficazmente evitar la guerra. Benedicto XVI intervino menos en la acción política internacional, pero su intervención en el terreno especulativo resultó un vigoroso aporte, particularmente sus trabajos en torno a los fundamentos del derecho y la política. Sus discursos en el Westminster Hall (17-IX-2010) y en el Bundestag (22-IX-2011), junto con sus encíclicas Deus caritas est (25-XII-2005) y Caritas in veritate (29-VI-2009), aportan muchas luces para la construcción de una sociedad que se encuentra en graves dificultades para resolver sus problemas sociales.

Para promover la paz se intensificaron las relaciones diplomáticas. Resulta muy destacable que en 1978 los países que tenían embajadas ante la Santa Sede sumaban 84. Al día de hoy son 179, y sólo 17 países soberanos no tienen acuerdos para el intercambio de embajadores.

La homilía del Papa Francisco en Lampedusa (8-VII-2013), en la que denunció la situación extrema que padecen los inmigrantes, no deja de ser un aporte más a esta preocupación por la paz, no solo entre los países, sino también en la necesidad de superar la marginación e injusticias que pueden padecer franjas enteras de población. Es muy bien conocido el afán del actual Pontífice por "tender puentes", que tantas puertas le va abriendo en este mundo. En el 2013 convocó a una Jornada de ayuno por la paz en Siria, en Medio Oriente y en el mundo entero (7-IX) que encontró amplio eco en todas partes. Por último, en una audaz iniciativa, reunió a los presidentes de Israel y de Palestina en el Vaticano, para una jornada de oración por la paz en la pasada fiesta de Pentecostés: "Será un encuentro de oración —había señalado el Papa—: habrá un rabino, habrá un islámico y estaré yo".

 

9. La vida humana es siempre un don de Dios

El valor sagrado de la vida humana ha sido especialmente golpeado en estos últimos años. Comenzando por el supuesto "derecho al aborto", pasando por la eutanasia y llegando al "derecho al suicidio asistido". Con todo tipo de argumentos se quiere promover una cultura de la muerte que el Papa Francisco no ha dudado en calificar como "cultura del descarte", donde los jóvenes y los ancianos son sistemáticamente desechados en esta civilización de las cosas92.

Es así que la defensa de la vida será también una de las características de la labor de la Iglesia: en África, en el Oriente y —de manera particular desde el fallo Roe vs. Wade en 1973— en toda la llamada civilización occidental93. Un hito especial sobre el particular fue el discurso de la Beata Teresa de Calcuta cuando recibió el premio Nobel en 1979. Allí expresó lo siguiente: "creo que el mayor destructor de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra directa, un asesinato directo"94. La encíclica Evangelium vitae (25-III-1995)95, al tiempo que deja bien clara la enseñanza de la Iglesia, aboga, particularmente en el capítulo IV, por una nueva cultura de la vida humana, y en él se hacen muchas propuestas positivas. La labor no será sólo conceptual, sino que se encontrarán testimonios eminentes: por ejemplo, en 2004 fue canonizada Santa Gianna Beretta, médica, que prefirió salvar a su quinto hijo, a pesar de que —cuando ya llevaba dos meses de embarazo— se le diagnosticó un cáncer de útero96.

Todo eso también va entroncado con la tarea de defensa de la familia. El año 1994, declarado por la ONU como Año de la familia, fue muy bien aprovechado por Juan Pablo II para impulsar en toda la Iglesia a rezar y a meditar sobre la familia en el mundo actual97. La intervención de la delegación de la Santa Sede en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (Conferencia de El Cairo), que se celebró en ese mismo año, tuvo una gran importancia para promover la cultura de la vida (Weigel, 1999:950-966).

El servicio de la Iglesia a los necesitados ha sido una constante a lo largo de los siglos. Antiguamente, innumerables orfanatos, leprosarios, hospitales, etc., han sido atendidos por infinidad de miembros de la Iglesia. Hoy en día, un tema que requiere especial cuidado son los enfermos del SIDA. Es muy notable que un 25% de las camas para pacientes de este mal que hay en el mundo —en el tercer mundo el porcentaje es aún mayor— pertenecen a instituciones católicas98.

 

10. El valor verdad, la capacidad de la razón y el poder destructivo del relativismo

Puede resultar sorprendente, más aun teniendo en cuenta que durante el siglo XIX uno de los cuestionadores de la Iglesia fue el racionalismo: lo cierto es que en el final del siglo XX el magisterio de la Iglesia debió esforzarse por defender las capacidades de la persona humana: la razón, la capacidad de encontrar la verdad y la de comprometerse con ella. Pienso que pueden ser ilustrativas unas palabras que el Papa Juan Pablo II expresó en la ONU:

Una de las mayores paradojas de nuestro tiempo es que el hombre, que ha iniciado el período que llamamos la "modernidad" con una segura afirmación de la propia "madurez" y "autonomía", se aproxima al final del siglo veinte con miedo de sí mismo, asustado por lo que él mismo es capaz de hacer, asustado ante el futuro. En realidad, la segunda mitad del siglo XX ha visto el fenómeno sin precedentes de una humanidad incierta respecto a la posibilidad misma de que haya un futuro, debido a la amenaza de una guerra nuclear. (...) Permanece sin embargo el miedo por el futuro y del futuro.

Para que el milenio que está ya a las puertas pueda ser testigo de un nuevo auge del espíritu humano, favorecido por una auténtica cultura de la libertad, la humanidad debe aprender a vencer el miedo. Debemos aprender a no tener miedo, recuperando un espíritu de esperanza y confianza. La esperanza no es un vano optimismo, dictado por la confianza ingenua de que el futuro es necesariamente mejor que el pasado. Esperanza y confianza son la premisa de una actuación responsable y tienen su apoyo en el íntimo santuario de la conciencia, donde "el hombre está solo con Dios" (Cons. past. Gaudium et spes, 16), y por eso mismo intuye que ¡no está solo entre los enigmas de la existencia, porque está acompañado por el amor del Creador!99.

Luego del duro golpe para la "confianza absoluta en el hombre" que fueron las guerras mundiales, comenzó toda una corriente que irá por el camino contrario, llegándose a afirmar que "nada puede ser considerado como verdad absoluta", de lo que se deduce con facilidad que todo aquel que pretenda defender una verdad absoluta aparece como posible "fundamentalista", y es un potencial enemigo de la paz100.

No es el lugar para comentar con detalle todos estos puntos, pero sí para dedicar un pequeño espacio a hacer notar que el relativismo se presentó a fin de siglo como un problema verdaderamente grave. En el pensiero debole (pensamiento débil) podemos encontrar un reflejo muy concreto de la postmodernidad de fines del siglo XX. Su principal representante, Gianni Vattimo, llegará a afirmar que

la pregunta sobre "qué hacer" no se puede contestar con respuestas fundadas sobre cualquier esencia eterna, sino que sólo puede dar lugar a una relectura del "dónde estamos" para entender —de forma arriesgada y con toda la incertidumbre de la interpretación— la dirección hacia dónde ir. El nihilismo y el debilitamiento son, además del (¿único?) modo de ser cristianos hoy, también el más razonable programa político que se puede proponer (Vattimo, 2007:1).

En la encíclica Fides et ratio, el Papa Juan Pablo II puntualiza los límites de la razón, pero haciendo ver con toda claridad que ella no sólo es capaz de conocer la verdad religiosa (cosa que ya había declarado el Concilio Vaticano I), sino también la verdad humana, puesto que ella es importantísima para la vida de las personas101.

En Joseph Ratzinger podemos encontrar un fiel portavoz de estas explicaciones, que hacen ver la importancia que tiene la razón para la fe, la fe para la razón y ambas para la vida humana. Sus escritos son una lúcida explicación de lo que es la verdad, y la importancia que ésta tiene para la vida de la sociedad, al tiempo que sabe reconocer sus límites, que también existen. En su discurso en el Westminster Hall dijo:

La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aun proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos.

El mismo autor observaba:

Una sociedad liberal es una sociedad relativista, solo por este presupuesto es capaz de permanecer libre y abierta a un camino posterior. En el ámbito político esta concepción tiene ampliamente razón. No existe una opción política que sea la única correcta (...) Pero también en la esfera política con el relativismo total deja de funcionar. Hay injusticia que no puede nunca convertirse en justicia (por ejemplo matar inocentes, negar a individuos o grupos el derecho a la propia dignidad humana y a condiciones correspondientes); hay justicia que no puede nunca convertirse en injusticia102.

 

11. La Iglesia del silencio y la Ostpolitik vaticana

Desde el fin de la Segunda Guerra mundial, los católicos de muchos países quedaron bajo el régimen comunista, en particular los de los países de la entonces "Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas". Allí, la libertad religiosa quedó muy reducida y, en no pocos casos, totalmente aplastada.

Durante bastantes años —en particular en los correspondientes al Concilio Vaticano II y los del pontificado de Pablo VI— la situación fue muy dura: obispos encarcelados, diócesis vacantes, ordenaciones sacerdotales controladas por los gobiernos, restricciones a la educación religiosa, entre mil complicaciones más103. "Los católicos de los países del Este —cuyo número podía aproximarse quizá a los ochenta millones— vinieron a encontrarse, como consecuencia de aquel nefasto reparto de Europa (Yalta y Potsdam), sujetos a la soberanía de unos gobiernos dictatoriales, radicalmente antirreligiosos, inspirados por la ideología marxista" (Orlandis, 1998:126-127). Si bien durante el pontificado de Pío XII la conducta fue de rechazo e incomunicación con las dictaduras marxistas del Este, Juan XXIII prefirió tratar de negociar con los gobiernos de los países comunistas tratando de llevar adelante, más que un modus vivendi, un modus non moriendi. Uno de los protagonistas de esta política —que comenzó con la visita del futuro Cardenal Willebrands a Moscú para invitar oficialmente a la Iglesia Ortodoxa Rusa al Concilio— fue el Cardenal Casaroli, quien terminó siendo el Secretario de Estado durante buena parte del Pontificado de Juan Pablo II. Los detalles de toda esta relación son complejos, máxime por la actuación de los servicios secretos de los países comunistas, y sus infiltrados en las filas católicas (Weigel, 2011:66 y ss.). Toda esta época de durísima persecución104 tuvo cuatro personajes de especial relevancia viviendo del lado comunista: el Card. Joseph Mindszenty (Hungría), el Card. Frantisek Tomásek (Checoslovaquia), el Card. —hoy Beato— Alojzije Stepinac (Yugoslavia) y el Card. Joseph Wyszynsky (Polonia).

Ha de reconocerse que sus resultados (de la Ostpolitik) fueron más bien modestos, pese a los esfuerzos desplegados y las concesiones hechas a las dictaduras comunistas del Este. Pero hay que resaltar también la buena fe de los promotores de la política, que obraron impulsados por el deseo del bien de la Iglesia, en una época en que las circunstancias históricas podían parecer justificar un tal intento (Orlandis, 1998:131).

La elección de Juan Pablo II como sucesor de San Pedro en 1978 dio un giro radical a toda esta situación. El Papa polaco conocía perfectamente el modo de operar de los regímenes comunistas. Su defensa de la libertad —en particular del derecho a la libertad religiosa—, su predicación sobre los derechos humanos, la solidaridad, y el haber logrado viajar para predicar en Polonia fueron hitos de primera magnitud (Lecomte, 1992)105 en la caída del "muro de la vergüenza", como tantas veces se llamó al muro de Berlín106, cuyo derrumbe fue inmensamente festejado por todos los europeos.

Entre las acciones de Juan Pablo II, no parece ocioso recordar el Año Mariano, que convocó para 1987, y la Consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María, que llevó a cabo, en comunión con todos los Obispos del mundo, el 25 de marzo de 1984107.

En la encíclica Centesimus annus (1-V-1991) hablará detenidamente de los acontecimientos que llevaron al derrumbe pacífico de todo el bloque soviético:

Los acontecimientos del año 1989 ofrecen un ejemplo de éxito de la voluntad de negociación y del espíritu evangélico contra un adversario decidido a no dejarse condicionar por principios morales: son una amonestación para cuantos, en nombre del realismo político, quieren eliminar del ruedo de la política el derecho y la moral. Ciertamente la lucha que ha desembocado en los cambios de 1989 ha exigido lucidez, moderación, sufrimientos y sacrificios; en cierto sentido, ha nacido de la oración y hubiera sido impensable sin una ilimitada confianza en Dios, Señor de la historia, que tiene en sus manos el corazón de los hombres. Uniendo el propio sufrimiento por la verdad y por la libertad al de Cristo en la cruz, es así como el hombre puede hacer el milagro de la paz y ponerse en condiciones de acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava108.

A partir de ese momento, la Iglesia Católica podrá volver a vivir en el Este y a "respirar con los dos pulmones" en Europa; como señalaba explícitamente el Papa109.

La defensa de la dignidad humana y de la libertad —que siguió predicando en todos los rincones del mundo— le valieron a Juan Pablo II la concesión del Doctorado Honoris causa en Derecho por parte de la Universidad La Sapienza de Roma, reconocimiento que —como él mismo señaló en su Discurso aceptó, considerándolo "entregado a la Iglesia en su función de maestra también en el delicado ámbito del Derecho por lo que concierne a los principios de fondo en los que se basa la ordenada convivencia humana"110.

Los problemas del respeto a la libertad religiosa por parte de los regímenes comunistas no se agotan en Rusia. En el año 2000 se hizo especialmente conocida la historia del Card. Van Thûan, quien pasó más de 10 años de su vida en la cárcel por el solo hecho de haber sido nombrado obispo coadjutor de Saigón (Vietnam). El motivo de su fama fue que Juan Pablo II le invitó a predicar los Ejercicios Espirituales a la Curia Romana, y allí contó buena parte de su historia, que luego fue publicada en un libro que parece haber sido escrito en carne viva y por un corazón que nunca se cansó de perdonar111.

Quedan a este respecto no pocos temas pendientes. La Iglesia en China continúa bajo el yugo de un agobiante régimen comunista. Aquel gobierno, con una visión exclusivamente política de la Iglesia, formuló "la doctrina de 'las tres autonomías', expuesta en 1950 por el primer ministro Chuen-Lai en los siguientes términos: 'la Iglesia debe hacerse completamente china en su gobierno, en su mantenimiento y en su predicación'" (Orlandis, 1998:144). Muchos obispos y fieles acabaron sus días en la cárcel por su fidelidad al Papa. Mientras tanto, el gobierno —desde hace ya bastantes años— ha creado una Iglesia Patriótica, que pretende sustituir a la que está unida a Roma112. Por otro lado, en 1997 "Hong Kong fue incorporada a China; en esa gran ciudad hay una población de 250.000 católicos, que siguen gozando hasta hoy de plena libertad religiosa" (Orlandis, 1998:248). Para acabar este acápite, la situación de la Iglesia en Cuba —luego de muchos años de persecución, por ejemplo, "de los 1000 sacerdotes y 2700 religiosas que había en Cuba en 1959, en 1970 solo quedaban 125 sacerdotes y unas 100 monjas" (Fazio 2010:238)113— ha mejorado sensiblemente luego de las visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Por poner dos ejemplos, puntuales pero ciertamente simbólicos: luego de la primera, la Navidad volvió a celebrarse como feriado civil en 1998 y, desde 2014, el Viernes Santo pasó a ser un día no laborable.

 

12. La colegialidad episcopal: las conferencias episcopales y el Sínodo de Obispos

Éste es un fenómeno que ha llamado poco la atención de los medios de comunicación, pero que manifiesta cómo el Concilio Vaticano II se va llevando a la práctica hasta sus últimas consecuencias. Es de reconocer que el cambio fue grande. Ya en tiempos de Pablo VI la colegialidad episcopal comenzó a ejercitarse de un modo nuevo.

No demasiado tiempo atrás, las reuniones episcopales eran vistas con cierta desconfianza por la Santa Sede. Muchos intentos cismáticos de países europeos habían dejado su huella provocando tal suspicacia (Piccardo, 1999:123-127)114. No pasaba lo mismo en las aún consideradas "tierras de misión"115.

A eso se suma que el Concilio Vaticano I había quedado incompleto. En concreto, la Constitución Dogmática Pastor Aeternus, que trata sobre la jurisdicción e infalibilidad del Papa, se subtitula Constitución dogmática I sobre la Iglesia de Cristo (Denzinger, 1963:421). Parece evidente que si se llama Constitución I es porque iba a haber una Constitución II, pero la rendición de la Porta Pía en 1870 acabó con la asamblea conciliar, y con todo el desarrollo doctrinal sobre los derechos y obligaciones que corresponden a los Obispos.

Es así que en el Vaticano II la Constitución dogmática Lumen Gentium profundizará en esta parte de reflexión eclesiológica116, lo que será tratado con más detenimiento en el Decreto Christus Dominus (28-X-1965). Allí se dice con toda claridad que "desea este santo Concilio que las venerables instituciones de los sínodos y de los concilios cobren nuevo vigor"117. Y continuará:

juzga este santo Concilio que es muy conveniente que en todo el mundo los Obispos de la misma nación o región se reúnan en una asamblea, coincidiendo todos en fechas prefijadas, para que, comunicándose las perspectivas de la prudencia y de la experiencia y contrastando los pareceres, se constituya una santa sinergia para el bien común de las Iglesias118.

Se establecen entonces, donde no las había, las Conferencias Episcopales y —poco después de finalizado el Concilio— Pablo VI convocó a la Primera Asamblea General Ordinaria para el 29 de septiembre de 1967119, con la que comienza un nuevo modo de ejercitarse el gobierno en la Iglesia universal120.

Por otra parte, sigue pendiente la culminación de las reflexiones sobre el modo de ejercer el ministerio petrino, para lo que tanto Juan Pablo II como Francisco han pedido sugerencias121.

 

13. La mujer y la familia en la Iglesia

Si se presta atención al impacto de las directivas del Concilio en estos últimos 50 años, es indispensable resaltar lo que podríamos llamar el reconocimiento oficial del papel de la mujer en la Iglesia, porque ha alcanzado un desarrollo verdaderamente inédito. El primer impulso lo dio el del Mensaje del mismo Concilio a las mujeres (8-XII-1965).

En la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, Juan Pablo II hará notar que, siguiendo el rumbo marcado por Jesucristo, la Iglesia ha reconocido la igual dignidad de todo ser humano, y una consecuencia necesaria fue el reconocimiento de la dignidad femenina. Pero indica también que fue a partir del Concilio que ese papel fue tomado más en cuenta122. En efecto, Pablo VI pronunció estas palabras augurales: "Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora"123.

En muy breve plazo las palabras del Papa comenzaron a ponerse en práctica: el 27 de septiembre de 1970 será proclamada la primera Doctora de la Iglesia: Santa Teresa de Ávila124. Poco después, el 19 de octubre de ese año, lo será Santa Catalina de Siena, quien, como se señala en un monumento a la entrada de la Via della conciliazione, en Roma, "Amó con obras y de verdad a la Iglesia de Dios y al Romano Pontífice". Treinta años después se sumará Santa Teresa de Lisieux (19-X-1997). En esa misma línea, Juan Pablo II declaró a Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), a Santa Brígida de Suecia y a Santa Catalina de Siena como Copatronas de Europa, el 12 de julio de 1999 (antes ya lo habían sido San Benito y los hermanos San Cirilo y San Metodio).

Pero la intervención de las mujeres en la Iglesia no se agotará en la proclamación de la santidad de algunas eminentes personalidades. Juan Pablo II continuará abriendo camino para la mujer dentro de la Iglesia. Además de varios documentos importantes125, un acontecimiento que no dejó de llamar la atención fue el nombramiento —en 1995— de Mary Ann Glendon para encabezar la Delegación de la Santa Sede ante la Cuarta Conferencia de la Mujer de la ONU en Beijing, donde realizó una labor a la altura de los desafíos. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. A su regreso de la JMJ de Río de Janeiro (28-VII-2013), el Papa Francisco declaró en la conferencia de prensa que concedió en el avión:

Creo que nosotros no hemos hecho todavía una teología profunda de la mujer, en la Iglesia. Solamente puede hacer esto, puede hacer aquello, ahora hace de monaguilla, ahora lee la lectura, es la presidenta de Caritas... Pero, hay algo más. Es necesario hacer una profunda teología de la mujer. Esto es lo que yo pienso.

Junto a esta ampliación del papel de la mujer en la Iglesia —y también en la sociedad— no es de extrañar que haya quienes la entienden de un modo inadecuado. Ya en 1976 la Santa Sede salió al cruce de iniciativas que apuntaban al sacerdocio femenino126, que fueron confirmadas por Juan Pablo II en 1994127. En el primero de los documentos se explica con claridad, en sus muchas páginas, lo que fue voluntad de Jesucristo (que se alcanza con una competente lectura de los Evangelios y de la tradición apostólica), al tiempo que se recuerda que los que reinan con Dios en el Cielo son los Santos (y las Santas), entre quienes destaca de modo preminente la Santísima Virgen, a quien su Hijo no llamó al sacerdocio.

La llamada universal a la santidad proclamada por el Concilio también comenzará a manifestarse en la conciencia de que la llamada al matrimonio es una auténtica vocación divina, y como fruto de ello podemos encontrar la primera beatificación conjunta de un matrimonio como esposos128. Se trata de María Corsini y Luigi Beltrame, el 21 de octubre de 2001129. Le siguieron —en 2008— Louis Martin y Zelie Guérin, padres de Santa Teresita de Lisieux, y se van incrementando cada vez más los que van siendo presentados como posibles santos130.

 

14. La expansión de la Iglesia en Oriente, en África y en Oceanía131

En África, el período que estudiamos encuentra al continente en pleno proceso de descolonización. Gracias a los esfuerzos de Pío XI, la Iglesia contaba a fines de la década de los '60 con más de 15.000 sacerdotes nativos. Como es lógico, la situación del catolicismo en cada nuevo país estuvo muy ligada a la forma en que se llevó a cabo la transición. En aquellos que se orientaron hacia gobiernos de corte marxista la situación se tornó difícil. Otro tanto se podría decir de aquellos países que sufrieron guerras civiles más o menos prolongadas, que frecuentemente tenían un origen tribal.

En otro orden, podemos destacar que Pablo VI canonizó a Carlos Lwanga y a 21 mártires, junto a los cuales también dieron su vida por Cristo un buen grupo de anglicanos132. Fue el primer Papa en visitar África: viajó a Uganda en 1969.

Durante el pontificado de Juan Pablo II, los viajes papales fueron una muy buena ocasión para comprobar la vitalidad que van teniendo las jóvenes iglesias del continente. Benedicto XVI, en su segundo viaje, celebró una Misa en Benín (20-XI-2011), en la que participaron decenas de miles de personas, y en la que entregó la exhortación apostólica Ecclesia in Africa.

Sin pretender ser exhaustivos, podemos señalar que en este continente había (para el año 2000) 7.700 escuelas infantiles que frecuentaban 770.000 estudiantes; 27.100 escuelas primarias o elementales, con 9.010.000 alumnos; 5.350 escuelas secundarias, con 1.600.000 alumnos; y 150 institutos superiores y universidades, a los que asisten 67.000 estudiantes (Brunori, 2000:89). Para la misma fecha, los hospitales católicos en el continente suman 855; los dispensarios: 4.300; los leprosarios: 257; a los que, sumando hogares de ancianos, orfanatos, etc. resultan 14.982 instituciones de servicio público (Brunori, 2000:111).

Por último, es de destacar que el número de sacerdotes africanos fue el que más incremento tuvo en el mundo entre el año 2005 y el año 2012: 24%133.

En Asia, la situación de Filipinas difiere claramente del resto de la región. La gente de esta nación se convirtió al catolicismo casi en su totalidad desde su evangelización en el siglo XVI. Hasta allí también llegó Pablo VI en 1970, en el último de sus viajes al exterior, en el que también visitó Australia e Indonesia.

Vale la pena recordar la Misa que celebró Juan Pablo II en Manila durante la Jornada Mundial de la Juventud de 1995, con unos cuatro millones de asistentes, lo que seguramente es la mayor concentración humana de todos los tiempos.

En este continente, la situación política y la "Guerra Fría", con sus consecuencias en los gobiernos, tuvieron peso en la libertad y consecuente desarrollo de la Iglesia.

Al quedar Vietnam del norte bajo un gobierno comunista, 650.000 católicos se exiliaron en el sur. En 1974, con la rendición del Sur, la situación de más de dos millones de católicos se tornó francamente difícil, como relata el Card. Van Thûan en algunas de sus obras (por ejemplo, Van Thûan, 2000).

Como ya señalamos, el gobierno de China comunista quiso "nacionalizar" la Iglesia católica, situación que todavía no se ha resuelto.

Los viajes de Juan Pablo II a estas lejanas tierras sirvieron para confortar a los fieles de toda esta región. En Japón visitó Nagasaki (ciudad que, junto con Hiroshima, era la que albergaba el mayor número de católicos cuando cayeron las bombas atómicas) y allí celebró una Misa con una temperatura de seis grados bajo cero134. El porcentaje de católicos en el país sigue siendo muy pequeño (un 0,5% de la población, aproximadamente).

Corea mostró, con motivo de la canonización de un grupo de mártires, una vitalidad que sorprendió a los medios. El número de católicos y sus actividades han crecido a buen ritmo desde el siglo XIX, cuando pudo desarrollarse establemente la evangelización. Son varios millones de fieles los que viven en esas tierras, atendidos por clero nativo.

Acudiendo otra vez a cifras del año 2000, nos encontramos que en Asia existen 9.350 escuelas infantiles que frecuentaban 1.455.000 estudiantes; 14.000 escuelas primarias o elementales, con 4.850.000 alumnos; 8.080 escuelas secundarias, con 4.710.000 alumnos; y 1.140 institutos superiores y universidades, a los que asisten 1.244.000 estudiantes (Brunori, 2000:89). Los hospitales católicos en el continente suman 1.240; los dispensarios: 3.420, los leprosarios: 354; en total, sumando hogares de ancianos, orfanatos, etc., llegan a 20.909 las instituciones de bien público (Brunori, 2000:111).

En Australia, ex colonia inglesa, la Iglesia Católica se va desarrollando, aunque encontrándose con las dificultades del materialismo consumista y sus consecuencias. Los viajes de Juan Pablo II y, sobre todo, el de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Juventud de 2007 supusieron un buen impulso a esa joven Iglesia.

Las cifras de centros educativos son lógicamente inferiores a las anteriores, pero en Oceanía se pueden contar 550 escuelas infantiles y 40 universidades católicas, además de otras instituciones educativas (Brunori, 2000:89). En lo que a hospitales se refiere, son 160, que sumados a otras actividades asistenciales suman 1.649 en todo el continente (Brunori, 2000:111).

Un acontecimiento a destacar en estos continentes lo constituyen los diversos sínodos especiales que se han desarrollado, con las respectivas exhortaciones apostólicas135, que contribuirán a organizar mejor la labor de la Iglesia en esas tierras.

Como ya hemos hecho notar, el "Anuario Pontificio" del año 2014 trae noticias muy positivas del desarrollo de la Iglesia Católica en el África. Allí el número de los católicos (que en 2012 era de casi 199 millones) aumentó casi el doble de lo que aumentó en el continente asiático (29%), y fue muy superior al crecimiento de la población durante el mismo intervalo temporal.

El incremento de sacerdotes también fue el más alto del mundo, primero en África (24%) y luego en Asia (20%), lo que manifiesta una notable vitalidad en estas iglesias. Otro tanto ocurre con los seminaristas136.

 

15. El gran jubileo del año 2000

"La inmersión en los aniversarios —la reivindicación del pasado como plataforma dese la cual lanzarse al futuro— formaba parte de la experiencia de Karol Wojtyla como polaco137. (...) Por eso, no podía considerar al 2000 como una singularidad del calendario, sino como una oportunidad evangélica" (Weigel, 2011:198).

Comenzó a hablar del tema desde el comienzo de su primera encíclica —la Redemptor hominis (4-III-1979)—, pero será en el año 1994, en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente (10-XI-1994), cuando lanzará el disparador para que la Iglesia se prepare a celebrar tan magna efemérides.

La convocatoria tendrá un éxito asombroso: todo el mundo se movilizará para ese festejo. No sólo con la fiesta que se organizó en todas partes para conmemorar el 1 de enero de 2000, sino por el contenido espiritual con que se lo significó. Primero, el Papa había propuesto que los últimos tres años se dedicasen a cada Persona de la Trinidad. Después, porque el año del gran jubileo convocó hacia Roma a infinidad de personas, para rezar, para escuchar al Papa, y para participar de los festejos jubilares del nacimiento de Cristo: con una Misa, con una Audiencia con el Papa, encontrando allí una ocasión de conversión. Resulta muy ilustrativo recordar que hubo Jubileo para infinidad de grupos: de las prisiones, de los minusválidos, de los artistas, de los políticos, de los Obispos, de los deportistas, de las familias, de los jóvenes (al que acudieron más de 2.000.000 de chicos y chicas de todo el mundo), de los pizzeros, de los motociclistas...

Fue también otra oportunidad para profundizar aun más en el ecumenismo. De hecho, el Papa abrió —el 18 de enero— la Puerta Santa de la Basílica de San Pablo Extramuros, acompañado del Metropolitano ortodoxo Athanasios, del Arzobispo de Canterbury y Presidente de la Comunión Anglicana, y de otros 22 representantes de iglesias cristianas. Otro tanto ocurrirá en el Coliseo Romano, con ocasión de la Conmemoración Ecuménica de los mártires del siglo XX.

Junto a todo esto, el gesto que llamó más la atención fue el de "pedir perdón". Fue otro de los tantos acontecimientos sin precedentes de este Papa:

Es justo que, mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo138.

En el mismo parágrafo de esa Carta Apostólica señalaba que "la Iglesia, aun siendo santa por su incorporación a Cristo", "siempre necesita de purificación», de allí que "no se cansa de hacer penitencia: ella reconoce siempre como suyos, delante de Dios y delante de los hombres, a los hijos pecadores". Llevaba en el corazón la conciencia de que "reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy". Así, el 12 de marzo de 2000, primer domingo de Cuaresma, el Papa pronunció una impresionante Homilía en la que pidió que "la Iglesia, reunida espiritualmente en torno al Sucesor de Pedro, implore el perdón divino por las culpas de todos los creyentes".

Esta actitud humilde dio pie para estudiar con detenimiento episodios del pasado que facilitaron la reconciliación de muchas personas y grupos con la Iglesia: El estudio del "caso Galileo" fue uno de los más sonados139 (aunque su tratamiento es anterior al año 2000). En la homilía, el Papa fue pidiendo perdón a Dios "por las divisiones que han surgido entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos hicieron al servicio de la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad adoptadas a veces con respecto a los seguidores de otras religiones", entre muchas más cosas.

En otro plano, un tema que no debe pasar inadvertido —en particular para Bolivia— y que también formó parte del planteamiento papal para el Gran Jubileo, fue el de poner sobre la mesa la posibilidad de condonar la deuda externa a los países pobres, a los que los intereses de esas obligaciones impedían levantarse en el plano económico140.

Cuando en 1994 el Papa Juan Pablo II convocó al "Año Jubilar 2000", nadie en Bolivia pensaba en una Fundación Jubileo. En noviembre de 1996, los obispos de Bolivia retomaron el llamado del Papa y trazaron la línea para una campaña que iba a remover todo el país y que hasta hoy marca el trabajo de esta Fundación. (...) A partir de pequeñas iniciativas de base, se gestionó la campaña por la condonación de la deuda externa, recolectando 400.000 firmas en toda Bolivia. Este esfuerzo tuvo como resultado no solamente el alivio de deuda para los países pobres altamente endeudados en 2001 (conocido como Iniciativa HIPC II, por sus siglas en inglés), (sino el mecanismo por el que) recursos que genera el Estado boliviano, en vez de pagar a los acreedores externos, hoy llegan a todos los municipios del país141.

El Gran Jubileo concluyó el 6 de enero de 2001, fecha en la que Juan Pablo II publicó la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, en la que propone todo un programa para lanzarse "mar adentro" (cfr.: n. 1) en el nuevo tiempo que comienza. Fiel a las enseñanzas del Concilio, propondrá la santidad como meta esencial, la santidad de todos los fieles142.

 

16. Unas pocas palabras sobre Juan Pablo I

El breve pontificado del Papa de la sonrisa trajo una brisa fresca a la Iglesia que duró muy poco. Apenas 33 días.

El nuevo Papa se proponía continuar con la reforma conciliar, y en su discurso programático del 27 de agosto, en la Capilla Sixtina, manifestó una plena coherencia con el pontificado de Pablo VI. Era un gran catequista y desarmó a los oyentes con su gran sencillez. Mezclaba versos del Dante con pensamientos de Nietzsche. Resucitaba sus recuerdos infantiles... Confieso que más de una vez vi fruncido el entrecejo de clérigos distinguidos que respetuosa pero venenosamente se preguntaban si esta "calderilla pedagógica" corresponde precisamente al Papa. No cabe duda que allí había un verdadero padre y que sus hijos eran felices con él. Lo cual ya no es calderilla, sino plata de ley (Javierre, 1981:396).

Es una anécdota conocida aquélla que señala que, cuando tuvo que elegir su nombre, tomó el de Juan Pablo I. Le hicieron notar que debía ser "Juan Pablo", a secas, ya que pasaría a ser "Juan Pablo I" cuando hubiese otro que tomase esos nombres. A esto, él respondió: es que el segundo vendrá pronto. Lo cierto es que 33 días después de su elección, fue muy duro recibir la noticia de su muerte143.

Lo más triste de ese acontecimiento fue la "sospecha" que comenzó a circular poco después de su fallecimiento. Pienso que Joaquín Navarro Valls —que era entonces el "Presidente de la Asociación Extranjera de Prensa" en el Vaticano, y que tiempo después fue elegido como portavoz oficial de Juan Pablo II— nos puede dar la respuesta a esta cuestión. En un libro que escribió en ese tiempo, luego de explicar "el afán morboso de ver cosas detrás de lo que se ve", hacía notar que

una agencia de noticias, retrasada en su información por la incompetencia de sus redactores, quiso conquistar un espacio para los propios despachos en la prensa internacional el mismo día en que se conoció la muerte de Juan Pablo I. Si no se dio a tiempo la información justa, quizá se podría recuperar el tiempo perdido con la difusión de una sospecha gratuita. Y así, en la mañana del día 29, alguien transmitió la posibilidad (la sospecha) de que el Papa habría sido asesinado (...) El editorial de esta mañana de Il Giornale ridiculiza sin ambigüedad esta tendencia italiana a modificar la realidad más obvia con la tesis del "complot".

Pero la calumnia estaba lanzada, y su efecto, que aún perdura, fue verdaderamente penoso.

Esta mañana —continúa Navarro Valls— hablé del tema con el presidente de un dicasterio de la Santa Sede. Su única preocupación era de naturaleza pastoral. Se lamentaba del posible efecto que esta estupidez podría tener —fueron sus palabras— "en aquel indito de los Andes, tan adulto en la fe como cualquier cardenal, pero indefenso ante la mentira arrogante de una emisora de radio". La Santa Sede no dará desmentido alguno: hubiera sido conceder una cierta autoridad al irrespetuoso "se dice" que nadie se atreve a decir en primera persona (Navarro-Valls, 1978:155-158).

Un comentario semejante puede encontrarse en el tomo correspondiente de la monumental obra de Historia de la Iglesia dirigida por Fliche-Martín (Javierre, 1981:399-400).

 

17. La renuncia de Benedicto XVI

Desde el mismo comienzo de su pontificado, Benedicto XVI no tuvo la mejor de las acogidas en buena parte de la prensa. El haber sido el Prefecto del ex Santo Oficio no le facilitó las cosas. A pesar de ser un hombre que sabe escuchar, extremadamente amable, incapaz de levantar la voz y muy espiritual, fue tildado como "un Papa conservador", entre otros conceptos negativos. Pienso que el calificativo no responde en absoluto a la actitud de este intelectual de carácter retraído, que fue durante casi todo el pontificado de Juan Pablo II "su mano derecha", y que supo buscar soluciones a los muchos problemas en que tuvo que vérselas la Iglesia. Junto a varios de los puntos señalados arriba144, el hecho de su renuncia fue algo verdaderamente revolucionario.

Es bien sabido que Juan Pablo II se planteó esa posibilidad, pero no le pareció oportuna, y prefirió seguir hasta su muerte con el cargo que el Señor había depositado sobre sus espaldas. La presión que recibió este Papa fue muy grande, y sus limitaciones físicas también fueron abundantes, particularmente en los últimos años.

Se desconocen los motivos exactos que llevaron a Benedicto XVI a tomar su decisión145. Lo que sí se sabe es que el último Papa que había renunciado voluntariamente fue S. Pedro el Ermitaño (Clemente V), hace más de 700 años146. El 10 de febrero de 2013 el Papa sorprendió al mundo cuando pronunció su Declaración: "siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma". A partir del 28 de febrero comenzaría una "nueva figura" en la Iglesia: el Papa emérito. "Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino". Un gesto de grandeza que sólo la historia permitirá valorar adecuadamente. Este paso al costado "no significa abandonar a la Iglesia. Es más, si Dios me pide esto es precisamente para poder seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas"147. Efectivamente, el nuevo Papa se apoyará mucho en él. Un ejemplo concreto lo constituye su primera encíclica: Lumen fidei (29-VI-2013), escrita, como él mismo lo dijo, "a cuatro manos".

 

18. Francisco: una nueva manera de llegar al corazón de la gente

El 12 de marzo de 2013 los cardenales se reunieron en cónclave para elegir al 266 sucesor de San Pedro. Al día siguiente, el Card. Tauran, siguiendo la fórmula prevista, dijo: Annuntio vobis gaudium magnum: ¡Habemus Papam!, y comunicó que había sido elegido el primer Papa latinoamericano de la historia. Francisco comenzó sorprendiendo a todos con reiterados gestos de humildad, el primero de los cuales fue pedir la oración de todos para que Dios le ayude en su nueva misión. Luego decidió trasladar su vivienda a la Domus Sanctae Marthae, y siguió con incontables gestos perfectamente coherentes con su conducta anterior.

Sus actitudes manifestaron una cercanía que conmovió a todos, católicos y no católicos, y sus palabras iban en plena sintonía. Muchos de sus mensajes hacen notar que hay que llevar la alegría del Evangelio a todos:

Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma148.

Su preocupación por los marginados se hizo patente de modo inmediato, y la denuncia de las injusticias fue acompañada por sus gestos. Uno muy concreto fue su viaje a la isla de Lampedusa, donde acababan de morir ahogados un grupo de inmigrantes africanos —la mayoría de religión musulmana— tratando de entrar a Europa. Allí celebró una Misa, y en la homilía habló muy claro sobre la responsabilidad que tenemos todos en estas muertes.

La Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Río de Janeiro, fue otro acontecimiento de alto impacto: más de dos millones de jóvenes asistieron a la Misa de clausura en la playa de Copacabana. Su mensaje claro de austeridad y trabajo intenso para toda la Iglesia no es nuevo, lo mismo que sus palabras; pero llegan a la gente de una manera muy directa, y van produciendo el "efecto Francisco", como se lo ha denominado, y que tiene como consecuencia el que muchísimas personas, a lo largo y a lo ancho del mundo, están volviendo a asistir a Misa, a confesarse, a mirar la Iglesia Católica como su lugar de encuentro con Dios. A la vez han constituido al Papa Francisco en un referente moral de primera magnitud.

En poco más de un año de pontificado ha dado claras muestras de gobernar de un modo distinto. La conformación de un grupo de ocho cardenales de los cinco continentes que lo asesoren en el gobierno de la Iglesia; la convocatoria de un Sínodo para tratar la situación de la familia en la actualidad, con un cuestionario muy concreto para poder ver la situación de esta institución entre los católicos y en el mundo en general; la reforma de las finanzas vaticanas, en fin, todo esto ha llenado de esperanza y ánimo a los católicos y a muchos que no lo son. Quizá una manifestación de esto sea el cada vez mayor número de personas que se acercan a las Audiencias Pontificias de los miércoles, en la Plaza de San Pedro.

Otro aspecto importante de este pontificado es la aplicación del Concilio. Es evidente que este Papa continúa con la línea trazada por esa Asamblea, y por los anteriores Pontífices. Cada uno ha ido avanzando en esa línea y los frutos se van viendo cada vez con más claridad, aunque todavía queda muchísimo por avanzar. Está claro que "mover" una familia de más de mil millones de católicos no resulta tarea sencilla, y por eso esa aplicación va llegando de manera paulatina, pero cada vez más fiel a lo planteado en la Asamblea Conciliar. En definitiva, la historia del pontificado de Francisco todavía está en los diarios, falta distancia para poder apreciar la trascendencia que tiene, pero también es evidente que sus gestos reflejan una autenticidad cristiana que sabe transmitir y explicar149, y que ha conseguido una plena sintonía con la gente.

 

19. Consideración final

El debate acerca de cuáles son los aspectos más indicados y cuál el método más apropiado para encarar una Historia de la Iglesia de los últimos 50 años está abierto. No pretendo que esta aproximación sea la más acertada. He debido escoger, en un área de conocimiento que hasta ahora no ha sido desarrollada como bloque temático, los caminos más visibles a mis ojos.

Serán los lectores quienes podrán evaluar hasta qué punto se ha logrado reflejar aquí los procesos de más interés de las últimas cinco décadas.

Pienso que los datos y procesos analizados permiten ver que el rumbo que marcó el Concilio Vaticano II ha originado una auténtica renovación en la Iglesia Católica. Una renovación que no siempre avanzó de modo lineal, que ha tenido sus pasos adelante y sus retrocesos, pero que claramente le va permitiendo manifestarse de una manera mucho más plena en el mundo globalizado en el que vivimos.

El diálogo con el mundo que quiso Juan XXIII ha obligado a repensar posturas, a escuchar cosas nunca oídas, a procurar dar respuestas a interlocutores que antes no habían sido considerados tales, y ésa no ha sido una tarea sencilla.

Allá por el siglo XVI, Melchor Cano hizo notar que el estudio de la Historia es uno de los "lugares teológicos" que ayudan a la teología a realizar con rigor científico su tarea (Cano, 1562). Más que nunca antes, la Iglesia parece haber tomado conciencia de ello gracias al Vaticano II. Y a la hora de la renovación, las diversas experiencias han permitido aprender a distinguir entre "ramas" y "raíces", puesto que, si se cortan las ramas, el árbol rejuvenece y da más fruto, pero si se cortan las raíces, el árbol se seca.

La aplicación del Concilio, como ya se dijo, no ha sido una labor lineal. Ha habido avances y retrocesos, ha habido personas que han querido ir "demasiado rápido", y otras que han querido "quedarse donde estaban". Estas páginas han querido reflejar un poco, a partir de los datos históricos, la marcha de este proceso.

La tarea sigue viva. El Vaticano II ha abierto infinidad de puertas para ese aggiornamento. Pienso que una que nos afecta especialmente en Bolivia es la que se refiere al diálogo intercultural, tema que va teniendo gran trascendencia, como puede verse en abundantes trabajos, y también en documentos de la Conferencia Episcopal, pero que todavía puede desarrollarse mucho más.

En definitiva, la historia ha sido considerada por los clásicos romanos (con razón) como "maestra de vida". Alimento la ilusión de que estas páginas puedan ser de utilidad al lector (sobre todo si está al tanto de lo ocurrido en los veinte siglos precedentes) para evaluar el "lugar en el que estamos", y hacia dónde nos va llevando esta Institución fundada por Jesucristo, puesta en manos de los hombres y sujeta a los vaivenes del mundo en el que vive, y que tiene por misión manifestar esa luz divina a todas las gentes150.

 

Recibido: 20 de mayo de 2014

Aceptado: 10 de junio de 2014

Notas

*      Contador Público Nacional por la Universidad de Buenos Aires (Argentina); Sacerdote de la Prelatura del Opus Dei; Doctor en Teología por la Universidad de Navarra (España); Director Académico del Seminario Mayor "San Jerónimo" de la Arquidiócesis de La Paz. Contacto: drpiccardo@gmail.com

1       Salvo que en alguna ocasión resulte necesario, no pondré la referencia de muchos de los documentos citados, especialmente los pontificios, ya que pueden encontrarse con facilidad en la página web del Vaticano (www.vatican.va).

2       Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica (en adelante CEC), nn. 760 y ss., especialmente n. 761. Puede sorprender un poco que cite el Catecismo en un trabajo de historia. Si se leen estos puntos, y otros que citaré, se verá que tienen su utilidad como resumen histórico. También hay pasajes de documentos del Vaticano II (en este caso, de la Lumen Gentium [en adelante LG]), donde se explica el origen histórico de la Iglesia.

3       He resumido en la frase casi literalmente los títulos de los cinco primeros capítulos de la LG, que es el documento que expone lo que es la Iglesia "hacia adentro".

4       LG n. 32.

5       Hay un excelente trabajo que puede ser muy útil para ver este nuevo enfoque que surgió en el Vaticano II: Del Portillo (1969). Mons. Álvaro del Portillo fue, entre otros importantes cargos conciliares, Presidente de la Comisión antepreparatoria para el laicado.

6       "Recordando la doctrina contenida en los nn. 40-42 de Lumen gentium, Pablo VI, años más tarde, en el motu proprio Sanctitas clarior, con el que regulaba más adecuadamente el proceso relativo a las causas de beatificación y canonización, afirmará que el Concilio Vaticano II se había cuidado de poner de relieve la nota de la santidad de la Iglesia y había llamado repetidamente a todos los cristianos, sin importar la condición o el género de vida, a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. En el citado documento, Pablo VI, con expresión fuerte, no duda en caracterizar dicha llamada o invitación del Concilio como el sentido más genuino, la naturaleza o aspecto más auténtico, el corazón del magisterio conciliar y, en cierto modo, su fin último". (Yanguas, 2004: 1081-1082.)

7       El Card. Biffi hace notar que "Aquí está precisamente su prodigio y su encanto (de la Historia de la Iglesia]: el Artífice divino, usando la materia pobre y defectuosa que la humanidad le pone a su disposición, consigue modelar en cada época una obra maestra, resplandeciente de verdad absoluta y sobrehumana belleza; verdad y belleza que también son nuestras, de cada uno de nosotros, según la proporción de nuestra efectiva participación en el cuerpo de Cristo. Se muestra así verdadero y agudo teólogo —sea cual sea su especialización académica y su cultura reconocida— no tanto el que se indigna y escandaliza porque hay obispos que, en su opinión, son asnos, como el que se conmueve y entusiasma porque —admítase la irreverencia— hay asnos que son obispos". (Messori, 1997: 10.)

8       En la Misión institucional, que se recoge en el Plan Estratégico Institucional 2014-2020, se dice lo siguiente: "Mediante la enseñanza y la investigación, la Universidad Católica Boliviana 'San Pablo' da una indispensable contribución a la Iglesia. Prepara hombres y mujeres que, inspirados en los principios cristianos y motivados a vivir su vocación cristiana con madurez y coherencia, serán también capaces de asumir puestos de responsabilidad en la sociedad y en la Iglesia". (3. Misión institucional, en UCB, 2014: 14).

9       El Papa Juan Pablo II hacía referencia a la cuestión: "Se oye a veces que actualmente son demasiadas las beatificaciones. Pero esto, además de ser un reflejo de la realidad, que por la gracia de Dios es la que es, corresponde al deseo expreso del Concilio Vaticano II. El Evangelio se ha extendido por todo el mundo y su mensaje ha echado unas raíces tan profundas, que precisamente el número elevado de beatificaciones refleja de manera viva la acción del Espíritu Santo y la vitalidad que de Él brota en el campo más esencial para la Iglesia, que es precisamente la santidad". (Alocución [13-VI-1994], n. 10). Y en otra ocasión escribía: "Durante estos años se han multiplicado las canonizaciones y las beatificaciones, que ponen de manifiesto la vitalidad de las Iglesias locales, hoy mucho más numerosas que en los primeros siglos y en el primer milenio. La manifestación de honor más grande, que todas las Iglesias tributarán a Cristo en el umbral del tercer milenio, será la manifestación de la presencia omnipotente del Redentor mediante los frutos de fe, de esperanza y de caridad en hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido a Cristo en las diversas formas de la vocación cristiana". (Carta Apostólica Tertio millennio adveniente [10-XI-1994, en adelante TMA],n. 37). (Cfr. también: Saraiva,2003).

10     LGn. 31. Cfr. CEC n. 898.

11     Es necesario aclarar que algunos de los citados murieron antes del Concilio, pero sus causas fueron iniciadas después, en buena medida porque éste hizo ver el valor ejemplar de la vida de estos fieles (Cfr. Saiz, 2007: 115-129).

12     CEC n. 898 (LGn. 31).

13     Para no confundir el sacerdocio real con el ministerial, puede verse CEC n. 1547 o LG n. 10, a donde remite.

14     CEC n. 901 (LG n. 34; LG n. 10). Los subrayados son míos.

15     CEC n. 902 (CIC, can. 835,4).

16     Juan Pablo II, Homilía, 17-V-1992.

17     Juan Pablo II, Discurso, 12-I-2012.

18     Por ejemplo, en 2001, el entonces Card. Bergoglio inició la causa de beatificación de Enrique Shaw (1921-1962), empresario. En 2010 se beatificó en Jaén al periodista laico Manuel Lozano (1920-1971). El Papa Francisco reconoció en 2013 las virtudes heroicas de Rafael Cordero Molina, laico portorriqueño (1790-1868). En el año 2000 comenzó el proceso de beatificación de Ernesto Cofiño, médico guatemalteco (1899-1991). Finalmente, aunque los ejemplos pueden multiplicarse, en 2012 se inició el proceso de beatificación de Dora del Hoyo, empleada del hogar (1914-2004).

19     Cfr. Capítulo I de la LG.

20     Juan Pablo II, Audiencia (27-XI-1991).

21     "Resumiendo en pocas palabras el pensamiento de Hubert Jedín (conocido historiador de la Iglesia), podemos decir que la Historia de la Iglesia es teológica por su objeto, pues trata de una realidad divino-humana, toda de Dios y toda de los hombres, fundada por Cristo. Además, la historia de la Iglesia es histórica, porque debe aplicar con todo rigor el método histórico en el estudio de las fuentes. A la hora de anudar y enjuiciar los distintos hechos históricos, es imprescindible la fe. De otro modo no podrán alcanzarse los hechos sobrenaturales que jalonan su vida. Por consiguiente, debe distinguirse entre historia de la Iglesia e historia del cristianismo. En otros términos: la historia de la Iglesia es una disciplina teológica, por su género, e histórica, por su diferencia específica. Cfr. p. e., los siguientes artículos: H. Jedín, Introducción a la historia de la Iglesia. I. Objeto y método, introducción y actualidad, en Manual de historia de la Iglesia, Barcelona 1966,I, 25-32; Id., La historia de la Iglesia es teología y es historia, en "Atlántida" 32 (marzo-abril 1968) 129-140; Id., Storia della Chiesa come teologia e storia, en "Communio" 47/48 (1979) 5-14" (Piccardo, Vásquez y Saranyana 1990:1261-1262).

22     "Un serio examen de conciencia ha sido auspiciado por numerosos cardenales y obispos, sobre todo para la Iglesia del presente. A las puertas del nuevo Milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen también en relación a los males de nuestro tiempo. La época actual, junto a muchas luces, presenta igualmente no pocas sombras" (Juan Pablo II,TMA, n. 36.)

23     Todo el libro es una interesante reflexión sobre ese problema, ya que, como seres humanos que somos, captamos primero lo humano y luego lo divino, cuando lo importante de la Iglesia es lo de Dios, que efectivamente actúa a través de hombres pecadores, lo que fácilmente hará que —si carecemos de fe— no entendamos el obrar de Dios, y nos quedemos trabados en las limitaciones de las causas segundas.

24     LG n. 48.

25     San Agustín, La Ciudad de Dios, 18, 51.

26     Cfr. LG n. 8. Cfr.: 1 Cor. XII, 12-30.

27     LG n. 1. Cfr.: CEC 775.

28     A propósito de este tema, me parece oportuno el siguiente comentario: "Si nos ceñimos a los criterios periodísticos, mientras un cura sea notica cuando hace alguna barbaridad, puede afirmarse que la cosa va bien, porque las noticias suelen recoger las rupturas, las discontinuidades, lo no habitual". (Cannata, 2013:23).

29     Cfr. Juan XXIII, Discurso en la Apertura del Concilio Vaticano II (11-X-1962).

30     1 Tim 2,4. (La frase está citada también en el mencionado Discurso en la Apertura del Concilio).

31      Por ejemplificar, las cuatro Constituciones fueron aprobadas del siguiente modo: Lumen Gentium: 2.151 a favor y 5 en contra; Dei Verbum: 2.344 votos a favor, y 6 en contra; Sacrosanctum Concilium: 2.159 placet, 19 non placet y un voto nulo; Gaudium et Spes: 2.309, 75 y 10, respectivamente.

32     Benedicto XVI, "Con los párrocos y el clero de Roma" (14-II-2013). Es de destacar que todo el discurso es un magnífico resumen de lo acaecido en el Concilio desde dentro, recordado por uno de los últimos protagonistas que aún viven.

33      Sobre el Papa Pablo VI existen innumerables libros. Por citar sólo dos: Cremona (1996) y Dorn (1990).

34     Pablo VI, Encíclica Ecclesiam Suam (6-VIII-1964), n. 27.

35     El Sínodo de Obispos es una asamblea de Obispos de distintas regiones del mundo que se reúnen en ocasiones determinadas para colaborar con el gobierno universal de la Iglesia, estudiando cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo. (Cfr. CIC, cánones 342-348).

36     Benedicto XVI, "Con los párrocos y el clero de Roma" (14-II-2013).

37       Benedicto XVI, "Con los párrocos y el clero de Roma" (14-II-2013).

38     Sacrosanctum Concilium n. 14 y ss. El concepto ya venía desarrollándose desde principios del siglo XX, puesto que su propuesta viene de S. Pío X, en el Motu proprio Tra le sollicitudini (1903).

39     Por ejemplo, en lo que a la Eucaristía se refiere, hubo quienes llegaron a negar la Presencia Real de Jesucristo en las Hostias Consagradas. Pablo VI reaccionó con rapidez al escribir la Encíclica Misterium Fidei (3-IX-65), pero encontró poco eco, ya que su palabra no siempre formó parte del Concilio de los medios. El Sacramento de la Confesión sufrió un desprestigio notable, que Juan Pablo II —en la Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia (2-XII-1984)— hace notar con toda crudeza. Allí, junto a un repaso de la doctrina sobre la Misericordia divina, hace especial referencia a la pérdida del sentido del pecado (n. 18), y recoge una afirmación repetida muchas veces por los Padres sinodales: "el Sacramento de la Penitencia está en crisis" (n. 28). Una muestra de que tal crisis está en vías de superación son las imágenes de las últimas Jornadas Mundiales de la Juventud, con cientos de confesionarios al aire libre, a los que acudían multitudes de jóvenes.

40     Pueden verse unos comentarios de Pablo VI a una reunión de teólogos en Bruselas en 1973 y a la revista "Concilium" en Orlandis (1998: 96).

41     "Una novedad de la segunda mitad de siglo ha sido la pretensión de proponer alternativas a la Moral católica. Se ha defendido por algunos un 'personalismo' extremo, como opción opuesta al que denominan 'naturalismo', y también otras dos opciones afines: el 'consecuencialismo', y su versión mitigada, el 'proporcionalismo'. Según la moral consecuencialista, nada sería bueno o malo por sí mismo: la bondad de una acción dependería exclusivamente del fin perseguido y de las consecuencias previsibles. El 'proporcionalismo' haría depender la moralidad de un acto del cálculo individual acerca de su relación con el bien y el mal. La conclusión sería que nunca habría pecado si se obró con buen fin o con causa suficientemente proporcionada" (Orlandis, 1998:224).

42     Cfr.: Lc XXII, 32.

43     Quizá una manifestación emblemática de ese momento de confusión fue el libro de Hans Küng: ¿Infalible? Una pregunta (1971), en el que ponía en duda buena parte de la doctrina católica. Puede ser oportuno, aunque resulte triste, mencionar que la última aparición de este sacerdote en la prensa ha sido en octubre de 2013, cuando planteó que pensaba acudir al "suicidio asistido" para acabar con los sufrimientos que le produce la enfermedad de Parkinson que padece, a sus 85 años. Afortunadamente, parece haber desistido de esa idea.

44     Basso señala que "De inmediato brotaron por todas partes manifestaciones y declaraciones de diversa índole, en pro o en contra del contenido de la Encíclica; algunas rayanas en la irrespetuosidad y la altanería intelectual. (.) También algunas Conferencias Episcopales terciaron en la disputa tratando de poner paz y claridad, pero eligiendo un camino intermedio muy ambiguo; por una parte, daban la razón al Pontífice y, por otra, intentaban mitigar su enseñanza" (142-143). Remito también a la revista "Familia et Vita" del Pontificio Consejo para la Familia, XIV (1/2009), titulado "L’Humanae vitae 40 anni dopo", en particular los discursos del Papa Benedicto XVI.

45     En América Latina esto afectó, indirectamente, de una manera particular. A fines de la década del '50 habían comenzado a trasladarse sacerdotes de la OCSHA desde España, que resultaron una gran ayuda. Su número decayó enormemente luego del Concilio: en 1963 fue el grupo más numeroso, se trasladaron 263 sacerdotes. En 1973 la cifra (de sacerdotes que arribaron a América por esta Obra) sólo llegó a 15. (Casapiccola, 2006:166).

46     Homilía (29-VI-1972).

47     Decreto Presbyterorum Ordinis, nn. 14 y ss., en particular 18 y 19.

48     Por ejemplo, en el Encuentro con los Obispos de EEUU (16-IV-2008) les decía, a propósito de una pregunta sobre la escasez de vocaciones: "Parecerá extraño, pero yo pienso muchas veces que la oración —el unum necessarium— es el único aspecto de las vocaciones que resulta eficaz y que nosotros tendemos con frecuencia a olvidarlo o infravalorarlo. No hablo solamente de la oración por las vocaciones. La oración misma, nacida en las familias católicas, fomentada por programas de formación cristiana, reforzada por la gracia de los Sacramentos, es el medio principal por el que llegamos a conocer la voluntad de Dios para nuestra vida. En la medida en que enseñamos a los jóvenes a rezar, y a rezar bien, cooperamos a la llamada de Dios. Los programas, los planes y los proyectos tienen su lugar, pero el discernimiento de una vocación es ante todo el fruto del diálogo íntimo entre el Señor y sus discípulos. Los jóvenes, si saben rezar, pueden tener confianza de saber qué hacer ante la llamada de Dios".

49     Promulgado por la Constitución Apostólica Sacrae Disciplinae Leges (25-I-1983).

50     Promulgado por la Constitución Apostólica Sacri Canones (18-X-1990).

51      En el año 2005 Benedicto XVI mandó publicar el Compendio de ese mismo Catecismo.

52     Cfr. San Juan Pablo II, Const. Ap. Fidei depositum (11-X-1992), particularmente los puntos nn. 1 y 2.

53      En diez años se habían vendido más de 8 millones de ejemplares del Catecismo (Cardinali, 2003). En esa entrevista, el cardenal Ratzinger explicaba: "Quizá el Catecismo de 1992, como sucede con tantos libros, ha sido más vendido que leído... Quizá se podía haber utilizado más. Creo, de todos modos, que ha servido para concretar el camino doctrinal y pastoral de este último decenio".

54     El Card. Bernard Law fue quien dirigió esta primera traducción al inglés, que fue hecha utilizando un leguaje inclusivo. "El Vaticano rechazó la versión que usaba el género neutro y suspendió la publicación del catecismo en inglés durante casi un año y medio" (Arroyo, 2005:271-275). A fines del año 2002, este mismo cardenal tendrá que renunciar por sus responsabilidades en las cuestiones de abusos sexuales realizados por parte de sacerdotes de su Arquidiócesis de Boston.

55     Sin querer profundizar en un tema que supera totalmente la intención y extensión de este trabajo, puede ser útil recordar que los conceptos lenguaje de género, lenguaje no sexista o lenguaje inclusivo hacen referencia —en este aspecto teológico— a hacer una "reelaboración de esencia en el pensamiento contemporáneo, y traducir el esquema a un lenguaje abstracto, asexualizado" (Vélez C., 2001:552). Sobre estas cuestiones, en general, puede verse Scala (2004).

56     El autor toma estas ideas de Marthaler (1995).

57     "Curran encontró rápidamente un puesto en la facultad superior de la Southern Methodist University, en Dallas; ambos hombres (el otro es Hans Küng) continuaron publicando y fueron citados con profusión durante años en la prensa mundial (...). Tanto Küng como Curran admitieron sinceramente que no creían cierto, y no enseñarían como verdad, lo que la Iglesia católica cree y enseña". (Weigel, 2011:501.)

58     Un buen trabajo para profundizar en este tema es Weigel (2003).

59      Sobre La larga cuaresma de 2002, puede verse Weigel (2011:287-293).

60     Cfr.: Carta pastoral del Santo Padre Benedicto XVI a los católicos de Irlanda (19-III-2010).

61     Una manifestación de esas medidas puede encontrarse en una entrevista que le hicieron al cardenal Ratzinger en 2003: "En los Estados Unidos ningún catecismo o libro de catequesis puede ser publicado si no se prueba su concordancia con el Catecismo de 1992" (Cardinali, 2003).

62     Hay un interesante reportaje al Director del Catholic Information Center (Washington) de fecha 3-IV-2002, que aborda claramente este punto, y que puede encontrarse en http://www.aceprensa.com/articles/by_qpt/042-02-A/ (mayo de 2014).

63      El Papa Benedicto XVI ha querido reunirse personalmente —con motivo de sus viajes— con algunas víctimas de abusos y sus familiares en Australia, Estados Unidos, Inglaterra, Roma y Malta. Lo mismo ha hecho el Papa Francisco.

64     Los datos —aportados por Mons. Silvano Tomasi, Nuncio Apostólico en Ginebra— mostraron que, desde 2004, el Vaticano recibió unos 3.400 casos, expulsó a 848 sacerdotes y sancionó a otros 2.572, ya muy ancianos. Hay poco más de 410.000 sacerdotes católicos en todo el mundo. (Cfr.: http://www.elheraldo.hn/mundo/706835-217/el-vaticano-expuls%C3%B3-a-848-sacerdotes-por-abuso-sexual-a-ni%C3%B1os [mayo de 2014]).

65      En 1964 visitó Tierra Santa y la India. Al año siguiente estuvo en Nueva York, en las Naciones Unidas. Fátima fue su destino en 1967, año en el que también peregrinó a Estambul, Éfeso y Esmirna. Visitó Bogotá con motivo de la Conferencia del CELAM de Medellín. En 1969 fue a Ginebra. África lo recibió en 1969, y pudo estar en Asia Oriental, Oceanía y Australia en 1970.

66     Una diferencia no poco importante, que permite comprobar progresos, es que en 1964 Pablo VI y Atenágoras rezaron juntos el Padrenuestro, pero en secreto. En el viaje que realizó el Papa Francisco el 25 de mayo de 2014, el Padrenuestro fue rezado de modo totalmente público.

67     La Declaración puede encontrarse en http://www.internetica.it/AttoSolenne-PaoloviAtenagora65.htm (mayo de 2014).

68     Los datos de todos los avances se pueden encontrar en la página web del Consejo Pontificio para la Promoción de la unidad de los cristianos.

69     La "Anglican-Roman Catholic International Commision" (ARCIC) fue creada en 1969 para este fin concreto.

70     Sobre el diálogo ecuménico con los anglicanos y con las comunidades protestantes históricas (luterana, reformada y metodista), puede verse Kasper (2009).

71      San Juan Pablo II (1994:153-154).

72     San Juan Pablo II (1994, capítulos XXII y XXIII).

73      El término hermanos separados no había tenido lugar en documentos magisteriales anteriores del Concilio, pero a partir de él se usará abundantemente (Cfr. Unitatis redintegratio, passim, particularmente el n. 3, y también LG n. 69, Adgentes, n. 15 y Christus Dominus, n. 16).

74     Este tema está muy bien tratado tanto en Orlandis (1998:236-240) como en Cárcel (2003:635-641) (lógicamente, sólo llegan hasta la fecha de la publicación de tales libros).

75     "El Decreto sobre la libertad religiosa reconoce destacadamente la idea del Estado constitucional moderno y la primacía del derecho, orientada a garantizar la libertad del individuo. La Iglesia abandona así su posición tradicional, según la cual "el error no tiene ningún derecho en la sociedad". Con ello toma nota del hecho de que, en términos políticos y jurídicos, ni la verdad ni el error pueden poseer derechos, porque sólo pueden poseerlos las personas; y de que la afirmación de un 'derecho de la verdad' frente al error carente de derechos conduce políticamente a la desigualdad de las personas en derechos y libertades, o sea, al dominio de unos hombres sobre otros en nombre de la verdad. Por eso, el Concilio Vaticano II marca una ruptura efectiva de la continuidad de la tradición doctrinal eclesiástica. En cambio, mantiene la continuidad con la doctrina de que la conciencia del individuo ha de guiarse por la verdad, que no es creada por él mismo. El nuevo rumbo se refiere a la filosofía política implícita en la doctrina social de la Iglesia y en la ética política, que comienza a separarse de la tradición polisética de la antigüedad cristiana y a asumir la tradición contemporánea del primado político de la libertad del individuo sobre los 'derechos de la verdad'" (Ronheimer, 2006:97-98). Incluso para un conocido referente en la teoría política como Sabine, "la aparición de la Iglesia cristiana como institución distinta autorizada para gobernar los asuntos espirituales de la humanidad con independencia del Estado puede considerarse, sin exageración, como el cambio más revolucionario de la historia de la Europa occidental, tanto por lo que respecta a la ciencia política como en lo relativo a la filosofía política" (Sabine, 1945:141). La novedad es que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia ha profundizado, y comprendido, que está más acorde con el respeto a la dignidad humana separar el apoyo del Estado del cumplimiento de su misión religiosa, dado que se trata (utilizando palabras del propio Sabine) de gobernar los asuntos espirituales contando con el libre asentimiento de las personas que deciden acceder a su acción de guía.

76     Me permito un recuerdo personal sobre esta última parte. En esos días yo estaba estudiando en Roma, y recuerdo una entrevista que le hizo la RAI 1 al Cardenal Ratzinger. Allí —entre muchas otras cosas— le preguntaron si pensaba que "regresarían a la Iglesia pronto". La respuesta del Cardenal fue un simple "no". También le preguntaron sobre "el problema de fondo" de todo este movimiento, y la respuesta fue igualmente concisa y clara: "la confianza en el hombre". Pienso (yo) que es una gran verdad. Hay, a veces, algunas personas que disienten con la Iglesia "porque está formada por hombres", como si ellas fuesen otra cosa.

77     Cfr. Carta de Su Santidad Benedicto XVI a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre (10-III-2009).

78     La noticia puede encontrarse en http://www.aica.org/12269-habra-en-0-un-nuevo-concilio-ecumenico-nicea.html (mayo 2014).

79     Concilio Vaticano II, Declaración Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (28-X-1965).

80     Juan Pablo II, Discurso (13-IV-1986), n. 4.

81      El 6 de mayo de 2001, en la Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco.

82     Muchos datos sobre el diálogo con religiones no cristianas pueden encontrarse en la página web del "Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso", que comenzó como "Secretariado para los no Cristianos" (17-V-1964).

83      Siendo religiones distintas, no es lo mismo estar juntos para rezar (cada uno por su lado, sin violentar la conciencia de nadie), que rezar todos juntos, mezclando ritos y modos de dirigirse a Dios, que, precisamente por provenir de personas que quiere tomarse en serio su fe y sus consecuencias (en este caso, la paz), se respetan mutuamente y van viendo lo bueno que hay en otros modos de buscar al Ser Supremo. "La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. (..) Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen" (Nostra Aetate, n. 2).

84     Cfr. lo expresado ya antes de ser Papa sobre la cultura del encuentro, que se recoge, por ejemplo, en Rubín y Ambrogetti (2010:81 y ss.), y —una vez elegido— lo que señaló en el Encuentro con la clase dirigente del Brasil (27-VII-2013). Para destacar cómo ese proceso va alcanzando situaciones verdaderamente impensables hace unas décadas, recojo las palabras del Rey de Jordania, Abdala II, al recibir al Papa Francisco en Amman el día 24 de mayo de 2014: "Santo Padre, usted se ha comprometido a sí mismo en el diálogo, especialmente con el islam. Además de ser el sucesor de San Pedro, usted se ha convertido en la consciencia del mundo entero" (http://vaticaninsider.lastampa.it/es/en-el-mundo/dettagliospain/articolo/terra-santa-34295/ [mayo de 2014]). Al día siguiente, Shimon Peres, presidente israelí, señalaba lo siguiente: "El Papa representa el espíritu de nuestra época, con la modestia supera las divisiones e incomprensiones. (..) No creo que llegue la paz aquí solamente porque llega el Papa, pero considero que su presencia podrá dar un gran aporte porque todos lo respetan (judíos, musulmanes, cristianos, drusos). Hay una expectativa colectiva, porque llega en un momento delicado para el proceso de paz" (http://vaticaninsider.lastampa.it/es/reportajes-y-entrevistas/dettagliospain/articolo/francesco-terra- santa-34289/ [mayo de 2014]). El 8 de junio de 2014 se realizó una jornada de oración por la paz en el Vaticano, a la que asistió el Presidente israelí, el de Palestina, y estuvo también el patriarca Bartolomé I.

85     Un muy buen resumen sobre esto —y sobre las intervenciones del Papa Pablo VI en Medellín— puede encontrarse en Fazio (2010:251-260).

86     El termino preferencial aparece por primera vez en el Documento de Puebla, y no es poco importante este matiz, yaque no resulta excluyente para los que no son pobres (la pobreza como "situación" no es un valor en sí misma), cosa que no queda tan clara cuando se hablaba sólo de opción por los pobres. (cfr.: Documento de Puebla, n. 733. En el n. 1.133 de este escrito se remite al Documento de Medellín, citando una homilía de Juan Pablo II).

87     "Conviene hablar de las teologías de la liberación, ya que la expresión encubre posiciones teológicas, o a veces también ideológicas, no solamente diferentes, sino también a menudo incompatibles entre sí". (S. C. para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis nuntius [6-VIII-1984], Cap. VI, n. 8. Cfr. También: Ibíd., Instrucción Libertatis conscientia [22-III-1986]).

88     Cfr. las notas 125, 137 y los datos proporcionados en la página 48 extraídos de Brunori (2000:89).

89     Evangelii gaudium (a partir de ahora, EG) n. 188.

90     EG n. 194.

91     EG n. 208.

92     Ya Juan Pablo II había señalado que "El desarrollo de la civilización contemporánea está vinculado a un progreso científico-tecnológico que se verifica de manera muchas veces unilateral, presentando como consecuencia características puramente positivistas. Como se sabe, el positivismo produce como frutos el agnosticismo a nivel teórico y el utilitarismo a nivel práctico y ético. En nuestros tiempos, la historia, en cierto sentido, se repite. El utilitarismo es una civilización basada en producir y disfrutar; una civilización de las 'cosas' y no de las 'personas'; una civilización en la que las personas se usan como si fueran cosas". (Carta a las familias (2-II-1994), n. 13.)

93      Es interesante constatar que la que fue la "demandante" de ese caso, Norma Leah McCorvey, se convirtió al catolicismo en 1998, siendo —ya desde un tiempo antes— una militante de movimientos pro-vida; y lo mismo puede decirse de Bernard Nathanson —que fue uno de los promotores "externos" del fallo—, que terminó bautizándose y desarrollando una amplia labor de defensa de la vida (Nathanson, 1997).

94     El discurso completo puede verse en http://www.aciprensa.com/teresadecalcuta/nobel.html (mayo de 2014).

95     La encíclica comienza, para orientar al lector, con una reflexión sobre el egoísmo (cfr. Capítulo I).

96     No es el único ejemplo. En la Arquidiócesis de Bahía Blanca (Argentina) se ha iniciado en 2005 el proceso de beatificación de María Cecilia Perrín de Buide, que rechazó un aborto "terapéutico" y murió a los 28 años para salvar la vida de su hija.

97     Cfr., por ejemplo, la Carta a las familias (2-II-1994), particularmente el n. 4.

98     Cfr.: Intervención de S.E. Mons. Javier Lozano Barragán en la XXVI Sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el SIDA (27-VI-2001). Allí, entre otras cosas, hizo notar que "Siguiendo el llamado del Papa, el 12% de quienes se ocupan de los enfermos de SIDA en el mundo son organismos eclesiales católicos y el 13% son organizaciones no gubernamentales católicas, teniendo así la Iglesia católica un 25% del cuidado total, que la acreditan como el mayor sostén de los Estados en la lucha contra el SIDA".

99     Discurso a la quincuagésima Asamblea General de la ONU (5-X-1995), n. 16.

100   Por el contrario, como enseña Juan Pablo II en la Evangelium vitae (n. 70), "el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve: fundamentales e imprescindibles son ciertamente la dignidad de cada persona humana, el respeto de sus derechos inviolables e inalienables, así como considerar el 'bien común' como fin y criterio regulador de la vida política".

101     " 'Todos los hombres desean saber' y la verdad es el objeto propio de este deseo. Incluso la vida diaria muestra cuán interesado está cada uno en descubrir, más allá de lo conocido de oídas, cómo están verdaderamente las cosas. El hombre es el único ser en toda la creación visible que no sólo es capaz de saber, sino que sabe también que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de lo que se le presenta. Nadie puede permanecer sinceramente indiferente a la verdad de su saber. Si descubre que es falso, lo rechaza; en cambio, si puede confirmar su verdad, se siente satisfecho. Es la lección de san Agustín cuando escribe: 'He encontrado muchos que querían engañar, pero ninguno que quisiera dejarse engañar'. Con razón se considera que una persona ha alcanzado la edad adulta cuando puede discernir, con los propios medios, entre lo que es verdadero y lo que es falso, formándose un juicio propio sobre la realidad objetiva de las cosas. Éste es el motivo de tantas investigaciones, particularmente en el campo de las ciencias, que han llevado en los últimos siglos a resultados tan significativos, favoreciendo un auténtico progreso de toda la humanidad. No menos importante que la investigación en el ámbito teórico es la que se lleva a cabo en el ámbito práctico: quiero aludir a la búsqueda de la verdad en relación con el bien que hay que realizar. En efecto, con el propio obrar ético la persona, actuando según su libre y recto querer, toma el camino de la felicidad y tiende a la perfección. También en este caso se trata de la verdad. He reafirmado esta convicción en la Encíclica Veritatis splendor: 'No existe moral sin libertad (...). Si existe el derecho de ser respetados en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y seguirla una vez conocida'" (Fides et ratio, n. 25).

102    El texto citado (que pertenece al libro "Fe, verdad y tolerancia"), junto con el del párrafo anterior, fueron referidos en la presentación del libro "La ley del Rey Salomón", que recoge los discursos de Benedicto XVI y en los que éste reflexiona sobre la razón y el derecho. Se me ocurre como muy válido el comentario de uno de los disertantes de esa presentación, "el profesor Franco Viola, filósofo del derecho, (quien) habló de los dos "ídolos" del mundo postcristiano: por una parte el "cientismo, basado en la objetividad inerte de los datos", y por otra, el "subjetivismo, basado en la incuestionable consciencia y en la absoluta subjetividad". Ante estas tendencias, subrayó la originalidad del enfoque de Benedicto XVI sobre la relación entre la razón y el derecho. "La fe cristiana es opción para lo racional —dijo— y el verdadero enemigo del cristianismo no es el ateísmo (que lleva en sí una semilla positiva en contra de los ídolos y de las creencias demasiado humanas), sino la eliminación de la idea misma de verdad, la negación de la idea misma de cuidar el ser", es decir, el nihilismo. Benedicto XVI rechaza "la separación entre la razón crítica y la tradición —explicó Viola—; y hay que insistir en que incluso la razón crítica tiene un vientre que la mantiene en vida, siempre y cuando no corte el cordón umbilical: sola razón no quiere decir razón sola". El Papa Ratzinger, concluyó, "no dice que el positivismo jurídico es falso, dice que es parcial". (http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/benedetto-xvi-benedict-xvi-benedicto-xvi-31684/ (junio de 2014).

103    Una breve relación de este tema puede encontrarse en Erbay Giuducci (2006:631-635).

104   Un relato especialmente estremecedor es el que transmite el P. Antón Luli SJ, durante los festejos de los 50 años de ordenación de Juan Pablo II. El P. Luli estuvo encarcelado en Albania —por el solo hecho de ser sacerdote católico— desde 1947 hasta 1989. Su testimonio está en L'Osservatore Romano, 15-XI-96, y puede encontrarse en http://www.aciprensa.com/vejemplares/antonluli.htm (mayo 2014).

105    En este libro se describen muchas actitudes del Papa ya desde su actividad académica y pastoral en Polonia. En particular, comprueba que su discurso en favor del hombre no pudo ser contestado académicamente por el régimen, que hubo de optar por el silencio.

106    Ciñéndonos al período que tratamos en este trabajo, vale la pena —al menos— citar dos lúcidos trabajos realizados por George Weigel sobre el Papa polaco: Weigel (1999) y (2011).

107   El texto de la Consagración sólo se encuentra en la página web en italiano.

108   Centesimus annus, n. 25:

109   "Cuando en abril de 1990, pocos meses después de la caída del muro de Berlín, Juan Pablo II anunció en Velehrad (República Checa) la celebración de un Sínodo de Obispos sobre Europa, a muchos les cogió por sorpresa. Sin embargo, la convocatoria se inscribía en la lógica de Karol Wojtyla. (...) La ocasión era única. En aquel momento parecían cumplirse las palabras que años atrás pronunciara en Gniezno, durante su primer viaje a Polonia (1979): '¿acaso no quiere Cristo, no dispone el Espíritu Santo que este Papa polaco, este Papa eslavo, manifieste precisamente la unidad espiritual de la Europa cristiana? (Homilía en Gniezno, 3-VI-1979)" (Garitagoitia, 2004:35-36).

110   Juan Pablo II, Discurso (17-III-2003), n. 1.

111    El relato se encuentra en Van Thûan (2000). El proceso de canonización del Cardenal Van Thûan comenzó en Roma en octubre de 2010.

112   Aunque no trae las "últimas novedades", hay un muy buen libro escrito por un sacerdote católico, chino de nacimiento y convertido al catolicismo en su juventud: Lee (1990).

113    En las págs. 235-242 se hace un muy buen resumen de la Revolución Cubana y su relación con la Iglesia.

114   Allí trabajé especialmente con un estudio de Metz (1984).

115    Desde el siglo XIX se han celebrado tres Concilios Plenarios en Baltimore y uno para América Latina. Como uno de los frutos de este último (celebrado en Roma en 1899), pudo crearse el CELAM en 1955. Además, las Conferencias Episcopales de los países de América Latina existen desde principios del siglo XX (Pazos y Piccardo, 2002:139-142).

116   Nn. 18-29.

117   N. 36. En la parte I del Capítulo III se habla de sínodos, concilios y, en especial, de las conferencias episcopales.

118   Nn. 37 y 38.

119   Una síntesis de la actividad sinodal —hasta el año 1999— puede encontrarse en Brunori (2000:64-67): 10 Sínodos ordinarios, 2 Sínodos extraordinarios y 8 Sínodos especiales. Para octubre de 2014 está prevista la Tercera Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, convocada por el Papa Francisco bajo el lema "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización". En 2012 se llevó a cabo la XIII Asamblea General Ordinaria.

120   Un resumen de las Asambleas reunidas entre 1983 y 1995 puede encontrarse en Alcalá (1996:263-385).

121    Cfr.: Ut unum sint n. 95 y EG n. 32.

122    Cfr.: Carta Apostólica Mulieris dignitatem (15-VIII-1988), n. 1.

123    Pablo VI, Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Mensaje a las mujeres (8-XII-1965).

124    Pienso que es oportuno un comentario sobre el particular, hecho en esos días por San Josemaría Escrivá, que puede servir para distinguir el reconocimiento oficial de lo que son las convicciones cristianas (el sensus fidelium), en las que tantas veces se manifiesta con claridad el querer del Espíritu Santo: "No, no es la primera Doctora; la primera Doctora, aunque no tenga el título, es la Santísima Virgen, porque ninguna persona ha tratado ni puede tratar tanto como Ella a Dios Nuestro Señor, y el Espíritu Santo le ha tenido que comunicar luces como a ninguna persona. Ella es laque sabe más de Dios. La que tiene más ciencia de Dios" (Del Portillo, 1993:168). El mismo autor aclara que San Josemaría le tenía una gran admiración y simpatía a la Santa de Ávila. Además fue un pionero en entender el papel de la mujer en el mundo y en la Iglesia (Escrivá, 1968).

125    Por ejemplo, la Carta Apostólica Mulieris dignitatem (15-VIII-1988) y la Carta a las mujeres (29-VI-1995). Durante todo el año 1995 —con motivo de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer que se realizaría en Beijing— habló muchas veces sobre diversos aspectos de su dignidad en sus Audiencias generales de los miércoles.

126    Declaración de la SC para la Doctrina de la Fe Inter insigniores (15-X-1976).

127   Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis (22-V-1994).

128    No significa esto que anteriormente no haya habido esposos y familias canonizadas. Por ejemplo, puede recordarse la familia de S. Bernardo de Claraval (Raymond 2003), o el caso de S. Isidro Labrador y S. María de la Cabeza, entre muchas otras. Pero éstas eran, lo mismo que entre los mártires de Japón (s. XV) o Corea (s. XIX), una excepción. Ahora se comenzará a encarar el tema de un modo "ordinario", como constancia de haber comprendido que el matrimonio es camino "corriente" de llamada divina.

129    En el número 3 de la Homilía, San Juan Pablo II hace expresa referencia al Vaticano II y a la llamada a la santidad de los esposos.

130    Por ejemplo, los Casesnoves-Soldevila, los Alvira-Domínguez, los Ortizde Landázuri-Busca,entre otros.

131    Una breve reseña de todo este tema puede encontrarse en Orlandis (1998:140-145 y 245-248).

132    Cfr.: Homilía pronunciada por el papa Pablo VI en la canonización de los mártires de Uganda (18-X-1964).

133 Las cifras están tomadas del Anuario Pontificio 2014, y pueden encontrarse en http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/chiesa-church-iglesia-34407/ (mayo de 2014).

134   Al terminar la Misa, el Papa dijo: "Habéis sido valientes, heroicos. Ha sido una celebración digna de Nagasaki; por este poco que hemos sufrido nos sentimos unidos a lo que padecieron los mártires de Nagasaki, hombres dignos de la fe de la Iglesia de los Apóstoles". (Homilía, 26-II-1981).

135    Ecclesia in Africa (14-IX-1995); Ecclesia in Asia (6-XI-1999); Ecclesia in Oceania (22-XI-2001).

136    Los datos están tomados de http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/chiesa-church-iglesia-34407/ (mayo de 2014).

137    "Había sido testigo de cómo la Gran Novena del cardenal Wyszynski y la celebración del milenio de Polonia en 1966 habían ayudado a conservar la identidad cultural del país y la memoria histórica después de las dos décadas en las que Polonia había sido machacada entre las piedras de molino del totalitarismo nazi y comunista" (Weigel, 2011: 197-198).

138   TMA, n. 33.

139    Sobre este tema puede verse —además del Discurso de Juan Pablo II del 31 de octubre de 1992— los trabajos de Artigas (2000) y Brandmüller (1987).

140   Cfr. TMA, n. 51, que comienza con la siguiente consideración: "¿Cómo no subrayar más decididamente la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y los marginados?".

141    Cfr.: Revista "Jubileo" (Bolivia) 24 (Octubre-Diciembre 2012) 15. "Los recursos que el Estado dejará de pagar por efecto del alivio de la deuda externa (...) son depositados por el Tesoro General de la Nación en una cuenta especial denominada "Diálogo 2000", en el Banco Central de Bolivia. Estos recursos son distribuidos a las municipalidades del país de la siguiente manera: a. En una cuenta, el 20% para mejoramiento de la calidad de servicios de la educación escolar pública, de acuerdo a la población escolarizada por municipio, oficialmente registrada por el Ministerio de Educación. b. En una segunda cuenta, el 10% para mejoramiento de la calidad de los servicios de salud pública, según datos de población del último Censo Nacional de Población y Vivienda. c. En una tercera cuenta, el 70% para programas municipales de obras en infraestructura productiva y social, distribuido de acuerdo a la fórmula establecida en el artículo 12 de la Ley del Diálogo". Cfr.: http://www.doctoraedilicia.com/glosario.php?abc1=3&pagina1=3&idd=134 [mayo de 2014] Fuente: Ley Nº 2235 de diálogo Nacional 2000 Ley Nº 031 Marco de Autonomías y Descentralización, Disposición Transitoria Décima Primera).

142     "En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral (del nuevo milenio) es el de la santidad. ¿Acaso no era éste el sentido último de la indulgencia jubilar, como gracia especial ofrecida por Cristo para que la vida de cada bautizado pudiera purificarse y renovarse profundamente?" (n. 30). Y para eso no duda en recordar la primacía de la Gracia como manifestación concreta de una visión cristiana de la vida (n. 38).

143     El proceso de beatificación de Juan Pablo I se inició el 23 de noviembre de 2003.

144    El erigir los Ordinariatos personales para los anglicanos que quisieran incorporarse en grupo a la Iglesia Católica; el levantar la excomunión a los Obispos lefebvristas; sus acercamientos —y sus amistades— con no católicos; el haber recibido, pocos días después de su elección, a Hans Küng; el publicar los tres volúmenes titulados Jesús de Nazaret; el haber abierto una cuenta en Twitter, etc., etc., forman parte de esas múltiples iniciativas para renovar el modo de llegar a todos.

145    Existe una entrevista a Mons. Georg Gänswein, su secretario (y ahora también del Papa Francisco), en la que se recoge lo siguiente:

"- ¿Han influido en su decisión los varios escándalos, Vatileaks, por ejemplo?

- No, no en absoluto. Todo lo que se conoce como Vatileaks para nada afectó ni provocó la renuncia. Tampoco es la historia de abuso a menores. No debemos olvidar que la renuncia no fue una huida. El Papa no huye de la responsabilidad, pero es valiente, porque se dijo: 'Yo no tengo las fuerzas necesarias en este momento y ahora le devuelvo la responsabilidad a Aquél que me la ha dado, al Señor'

- Pero hay dudas de que algunos escándalos han pesado sobre las fuerzas del Papa

- Puedo decir que, con respecto a la pedofilia, por ejemplo, un día cuando se escriba la historia de cómo los obispos, los cardenales, la Santa Sede, reaccionaron, se verá que la primera persona en el Vaticano que respondió de la manera correcta y valiente, y no siempre escuchado, fue él. Lo que comenzó como Cardenal-Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo continuó sistemáticamente como Papa hasta el momento de la renuncia. Quien dice que no es cierto, o no sabe o no quiere saber, o no está interesado en la verdad histórica

- Y ¿qué pasa con la historia del mayordomo que robaba sus cartas?

- Está claro que fue humanamente una gran amargura. Paolo Gabriele vivía en la casa papal, todos los días, durante años. Esa historia fue dolorosa, para el Papa, para mí, y también para toda la familia pontificia. Sabemos que el Papa Benedicto XVI, sin embargo, a finales de 2012, antes de Navidad, lo visitó en su celda y le perdonó. Y con ese acto de perdón por el Papa la historia del mayordomo está cerrada". (https://ratzingerganswein.wordpress.com/category/noticias-padre-georg/page/3/ [mayo de 2014]).

146    Gregorio XII lo hizo en 1415, pero en el contexto de la finalización del Cisma de Occidente, que se resolvió en el Concilio de Constanza.

147     Benedicto XVI, Angelus (24-II-2013).

148     Carta a los participantes en la 105° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (25-III-2013).

149     Sobre este tema puede servir Fazio (2013).

150     Cfr.: LG n. 1.

 

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