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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.29 La Paz dic. 2012

 

IDEAS Y PENSAMIENTOS

 

La historia colonial desde la mirada de la generación del '52

 

 

Ximena Medinacelli*

 

 


 

 

1. Introducción

La Colonia fue para la ideología nacionalista el periodo de la anti-nación. Esta mirada no solamente crítica sino acusatoria a esta etapa se expresa y refuerza en la famosa obra de Carlos Montenegro Nacionalismo y coloniaje, premiada en 1943 por la Asociación de periodistas y reeditada varias veces (en 1982 estaba por la sexta edición), mostrando su impacto en el ambiente intelectual y político no solamente de su tiempo. En ella el periodo colonial es sinónimo de coloniaje. En la obra encontramos un juicio sobre la Colonia pero no un estudio sobre ella, pues su interés es subrayar sus efectos en la vida republicana. Enfatizando esta perspectiva, los discursos de Paz Estenssoro se refieren en varias ocasiones al pasado colonial como una etapa de atraso y dominación.

Como explicó Francovich en Los mitos profundos de Bolivia (1980), esta actitud frente al pasado colonial nace de la visión posterior a la independencia, que tenía la necesidad de resaltar los sacrificios que conllevó la guerra. Esta idea llevó a la ceguera e ignorancia del pasado colonial (pág. 103). Antes que Montenegro, Manuel José Cortés, en 1861, obviando el periodo colonial, escribía en su Ensayo sobre la historia de Bolivia, que "la esclavitud no tiene historia".

Hasta entonces, ¿qué se había escrito sobre la Colonia?. Sin duda, el punto de partida es Gabriel René Moreno (1836-1908), cuya obra tiene dos vertientes: la conservación de documentos primarios y la interpretación histórica. En el primer campo se encuentra su Catálogo de Moxos y Chiquitos (Santiago de Chile, 1888) cuyo prólogo y notas constituyen un aporte en sí mismos.

En el interés por los documentos, junto a René-Moreno, se puede mencionar a varios intelectuales de los siglos XIX y XX. Pensamos en José Rosendo Gutiérrez (1840-1883)1, Manuel Vicente Ballivián (1848-1921)2 y Ernest Otto Ruck (1833-1909). Más tarde, con la intención de sustentar las posesiones bolivianas de territorios en litigio con países vecinos, Ricardo Mujía (1861-1934), en el litigio con el Paraguay3, y Bautista Saavedra (1870-1939), en el problema fronterizo con Chile, también se ocuparán de ubicar documentación colonial.

El énfasis en el uso de documentación que apoye la escritura de la historia, creemos, va más allá de lo meramente académico. Es una especie de puerto seguro para que las posiciones políticas del momento no se apoderen del pasado de acuerdo a sus conveniencias. Esta tendencia se verá fuertemente apoyada por los autores de la generación del '52 que escribieron sobre historia colonial, como veremos.

Hasta mediados del siglo XX, las obras sobre la historia colonial son contadas: Los últimos días coloniales en el Alto Perú, de René Moreno (Santiago de Chile 1896 y 1901) destaca no solamente como pionera sino como obra maestra a nivel latinoamericano. Se trata de un ensayo de interpretación de gran brillo literario cuyo interés se centra en un periodo concreto. Será recién en 19194 que se escriba la primera síntesis extensa de la historia colonial. Se trata del primer volumen de la Historia General del Alto Perú, hoy Bolivia, de Luis Paz (Sucre)5. Más de dos décadas después, Gustavo Adolfo Otero publicó La vida en el coloniaje (La Paz, 1942). La obra de Finot Historia de la conquista del oriente boliviano (Buenos Aires, 1939) y su Nueva Historia de Bolivia (Buenos Aires, 1949), constituyen un puente hacia la historiografía de la segunda mitad del siglo XX que intenta superar lo que Finot llamó "el mito del espectro español".

Con estos antecedentes veamos a los autores de la "generación del '52"6 que escribieron sobre la Colonia, generación compuesta por intelectuales que eran jóvenes cuando ocurrió la revolución, y continuaron su labor intelectual bajo el régimen emenerrista y también después. Esto no quiere decir que todos estaban alineados al movimientismo, al contrario, como veremos, algunos de ellos eran francamente opositores y salieron exiliados, mientras otros intentaron mantenerse al margen. Es también importante anotar que muchos de los miembros de esta generación publicaron desde fines de los años 60 y 70, pero en su generalidad gestaron sus obras con anterioridad.

 

2. Los nombres

Tenemos un grupo de historiadores de oficio en la mayoría de los casos, pues la carrera de Historia en La Paz se fundó más de dos décadas después. Aquellos que eran historiadores de profesión se formaron fuera de Bolivia. Del conjunto, dos son mujeres, una de ellas no nació en Bolivia pero es boliviana de matrimonio con otro historiador. Todos nacieron entre 1907 y 1932, lo que significa que tenían entre 20 y 45 años en el momento de la revolución; pocos de ellos participaron directamente en la Guerra del Chaco. Provienen de distintas regiones de Bolivia. Algunos produjeron libros completos sobre el periodo o capítulos, y otros algunos artículos. Casi todos ellos, además de la Colonia, se preocuparon por otros periodos de la historia de Bolivia.

Prácticamente todos los intelectuales de este periodo se dedicaron a una variedad de actividades culturales y también políticas. Varios de ellos escribieron también obras literarias (como Sanabria y Gunnar Mendoza, que ganó el premio nacional de literatura en 1956) o, como Valentín Abecia, que fundó con otros literatos la Segunda Gesta Bárbara (1944). Un caso especial es el de Hernando Sanabria, con varias obras importantes sobre la Colonia, pero su gran producción versa sobre una variedad de temas, incluyendo la botánica.

No sólo participaron de instituciones culturales, sino que incluso las fundaron: Gonzalo Romero, junto con Fernando Diez de Medina7, fundó en 1950 el grupo cívico Pachacuti, aunque posteriormente los dos intelectuales seguirían caminos políticos totalmente opuestos. Romero, militante de Falange Socialista Boliviana, será exiliado, periodo en el que escribirá algunos trabajos de historia, y posiblemente forjó dos trabajos sobre el periodo colonial que aparecerán a mediados de los años 70: La conquista de Nueva Toledo: el alzado de Charcas. (La Paz, dos ediciones) y Pequeña historia de Juan de Garay y su tiempo. En la búsqueda por dar un marco institucional al trabajo intelectual destacaron Valentín Abecia, quien aportó desde la presidencia de la Academia Boliviana de la Historia, y Alberto Crespo, aunque más tarde, como fundador de la Sociedad Boliviana de la Historia (1972), institución que cuenta con uno de los órganos de difusión de mayor duración, como es la revista Historia y Cultura (1973).

Por su parte, Gunnar Mendoza, Alberto Crespo, Mario Chacón y Guillermo Ovando contribuyeron en el trabajo archivístico. Mendoza trabajó durante 50 años como director del Archivo Nacional de Bolivia, en Sucre, Crespo fundó en 1971 el Archivo de La Paz, en tanto que Ovando y Chacón participaron en la organización del archivo de la Casa de Moneda, en Potosí, consolidando las bases para una historiografía basada en documentación primaria.

Entre las actividades culturales destacan en la dirección de Biblioteca de la UMSA, Alberto Crespo, en la década de 1970, o en la dirección de museos, como José de Mesa, Teresa Gisbert y Mario Chacón. Otros fueron docentes universitarios, como Gunnar Mendoza, Guillermo Ovando, Eduardo Arze, Alberto Crespo, Teodosio Imaña, Teresa Gisbert, José de Mesa, María Eugenia de Siles y Ramiro Condarco; este último además fundó en Oruro la carrera de Antropología, mientras que Alberto Crespo participó de la fundación de la carrera de Historia de La Paz (1965).

Algunos de ellos estudiaron o investigaron en el exterior, lo que podría mostrar alguna influencia o diálogo con lo que ocurría en otros ámbitos. Gunnar Mendoza, Teresa Gisbert, José de Mesa, Teodosio Imaña, Eduardo Arze y María Eugenia del Valle fueron, ya sea a Estados Unidos, España, Perú, Argentina o Chile, según los casos. Ramiro Condarco, de una formación humanista y un tanto solitaria, conocía de arqueología, etnología e historia. Su conocimiento y reflexión a partir de Oruro le permitió plantear las propuestas más novedosas sobre la formación y funcionamiento del mundo andino, propuesta que coincidió con la de John Murra sin que se conocieran. El periodo colonial no es abordado por Condarco de manera específica, sino en medio de otra producción. Por ejemplo, en el Atlas histórico (en la parte dedicada a los orígenes de la nación boliviana), en el prefacio a Protohistoria y en la propuesta de simbiosis interzonal.

En cuanto a su relación con el régimen, Crespo y Romero estuvieron exiliados durante el gobierno del MNR, mientras que otros participaron desempeñando funciones en altos cargos, como Abecia y Arze Quiroga. Otros participaron en política de otro modo, como Sanabria, que fundó el partido Social Demócrata, o simpatizaron con ideas de izquierda, como Gunnar Mendoza y Alberto Crespo, que militó en el PIR.

 

3. Las aproximaciones

En este contexto aparece en 1958 el Manual de Historia de Bolivia, de los esposos Mesa-Gisbert y Humberto Vázques Machicado (los primeros se ocuparon del periodo colonial mientras Vázques se dedicó a los siglos XIX y XX). Esta obra llenará un vacío, especialmente sobre la historia colonial, que, aunque con modificaciones, sigue vigente. Doña Teresa recuerda que para su elaboración les sirvió mucho la obra de Luis Paz. Allí se aborda el periodo colonial de manera clara y ordenada, como exige una obra de difusión, y en la misma se tocan aspectos de la historia del Oriente boliviano que también estaban silenciados en obras generales. Se trata de una obra de difusión más que de estricto ensayo histórico. Será por ello que en la década de 1960 Charles Arnade reclama la carencia de interés en el periodo colonial, lo mismo que después hará Josep Barnadas (1984).

Antes que el Manual, Gunnar Mendoza había publicado en 1938 su artículo sobre la fundación de Chuquisaca, siguiendo el interés de su padre. En 1954 publicó un texto sobre los vicuñas y vascongados y otro trabajo con documentos del Archivo Nacional, además de escribir junto a Lewis Haenke la introducción a la obra de Capoche. También en 1954 escribió sobre Cañete. Por su parte, Eduardo Arze publicó en 1950 La desintegración del Virreinato del Río de la Plata. A su vez, en 1956 Alberto Crespo publicó sobre la guerra de vicuñas y vascongados, y en el mismo año La mita de Potosí. Entre 1955 y 1957, los esposos Mesa-Gisbert ya habían publicado sobre Diego Quispe Tito, Holguín, Ocaña y sobre la arquitectura potosina. Esos años, entonces, ya se perfilan como los historiadores que con más tenacidad se ocuparían del periodo colonial.

En la siguiente década encontramos a los mismos autores con intereses similares, excepto Crespo, que sale del ámbito potosino para ocuparse de la historia de la ciudad de La Paz, del siglo XVII (1961) y de la fundación de Oruro (1967). Los esposos Mesa-Gisbert continúan enriqueciendo el conocimiento sobre el arte colonial (La pintura cuzqueña, El manierismo de la escuela limeña y Teatro virreinal, los tres libros de 1962, Bernardo Bitti, de 1963, y Esquema de la literatura virreinal, de 1968. La madurez del trabajo del grupo se expresa también en la impecable introducción de Mendoza a la Historia de la Villa Imperial de Potosí, de Arzans, publicada en 1965, y en la obra de largo alcance de Arze Quiroga referida al siglo XVI y los orígenes de la nacionalidad boliviana (1969).

La década de los setenta ve aparecer nuevas obras de los mismos autores, pero también se incorporan nuevos investigadores8, como María Eugenia del Valle de Siles, que escribe dos obras sobre las rebeliones de fines del XVIII, Mario Chacón, con Arte virreinal en Potosí (1973), Teodosio Imaña, con De lo pasional en la vida de los caudillos indígenas de 1780 (1973). Sanabria escribirá en 1975 la Crónica sumaria de los gobernadores de Santa Cruz (1560-1810), Guilllermo Ovando Sanz aportará con estudios sobre Potosí, en tanto que Valentín Abecia escribe sobre las exploraciones de Ñuflo de Chaves (1979).

En la década de 1970 se constata un incremento considerable de obras sobre la Colonia, pero aun así hubo menos trabajos que acerca de otros periodos, como por ejemplo el de la independencia, que siguió siendo el tema privilegiado. En este momento nace también el interés en lo que se ha denominado la etnohistoria9.

Dos ejes temáticos articulan los trabajos de historia colonial escritos en estas tres décadas. El primero es la minería y Potosí; y el segundo, la historia regional.

Indudablemente uno de los puntos de encuentro y atracción es Potosí. En los inicios este interés se apoya en la difusión y estudio de textos coloniales, como los de Capoche, Arzans, Villaba, Barba (inéd. c.a. 1960) y Cañete10. Esta tendencia coincide con una mayor difusión de crónicas: en 1951 la Universidad de San Marcos publica diccionarios quechuas de los siglos XVI y XVII; en 1956 se da a luz la Biblioteca de Autores Españoles; y en los años 60 el IFEA reedita 60 obras similares.

Un ejemplo del ambiente intelectual es lo ocurrido con Arzans y la polémica que se abrió acerca de su nombre. Aunque extractos de la obra se conocían ya en 1872 como parte de la colección de documentos relativos a Bolivia de Vicente Ballivián y Roxas, el debate quedó planteado en 1952 por Gustavo Adolfo Otero, y en él participaron los esposos Mesa-Gisbert y Lewis Hanke. Finalmente, Mario Chacón estableció con amplia documentación el nombre real del autor de la Historia de la Villa Imperial. Posteriormente Gunnar Mendoza culminará el aporte con la exquisita introducción a la publicación en tres tomos de la obra de Arzans realizada en 1965 en la Universidad de Brown. Este interés por el detalle y la validez de la fuente documental será una característica de esta historiografía, siguiendo las pautas de Gabriel René Moreno y socavando desde el documento los prejuicios sobre el periodo colonial.

Los estudios de los esposos Mesa-Gisbert, si bien empiezan en Potosí y dedican a la villa imperial muchas obras, irán estableciendo la gran importancia de la historia del arte, ampliando la acepción de este término a lo largo de su trayectoria. Así se abrió un abanico de posibilidades sumamente rico que fue explorado y enriquecido por ellos en muchas de sus manifestaciones. De este modo trabajaron sobre pintura, arquitectura, vivienda, textiles, iconografía y teatro, no solo de la colonia, pero principalmente de ella.

En resumen, se construyen las bases de una historiografía más académica basada en el uso de documentos históricos. Pero esto que parece solamente académico es también un intento por conservar la memoria en los marcos de bases más solidas.

 

4. Las regiones y la historia colonial

En varios artículos de prensa Alcides Parejas reclama que si Bolivia quería seguir siendo como tal, debía continuar la línea original que le dio vida, incorporando a Charcas los llanos orientales. Este reclamo regional se podría extender al país en su conjunto, que trabajosamente va incorporando al conjunto de las regiones en su imaginario histórico. No vamos a entrar al debate sobre el tema regional, solamente constatamos que el interés por la historia colonial de las regiones se hace patente con fuerza en el Oriente boliviano.

Se trata de una tradición historiográfica que nace con René-Moreno. A partir de ello y en un proceso lento fueron apareciendo aportes de distintos intelectuales. Inicialmente fue Enrique Finot, que además de escribir sobre la cultura española en el Alto Perú (1935) publicó una historia de la conquista del Oriente boliviano (1939). Contemporáneo a Finot, Plácido Molina Mostajo aportó con una Historia de la Gobernación e Intendencia de Santa Cruz de la Sierra y otra Historia del Obispado de Santa Cruz de la Sierra. También José Vásquez Machicado, en 1933, hace público el Catálogo descriptivo del material del Archivo de Indias, referente a la historia de Bolivia, y en 1944, José Chávez Suárez escribió su obra Historia de Moxos, sobre esa región hasta entonces totalmente desconocida.

Quizás sea Hernando Sanabria quien mejor ejemplifique el interés de esta "generación del 52" por una historia regional que aborda entre otros el periodo colonial. Siendo uno de los autores más prolíficos del Oriente boliviano, sus trabajos sobre el periodo colonial, excepto En busca de El Dorado (1958), se publicaron a partir de los años 70 y aun más tarde11. Pero autores que no son cruceños, como Gonzalo Romero12 y Gunnar Mendoza13, también escribieron sobre esta región, mostrando una apertura que es necesario reconocer.

También podríamos considerar regional el interés constante de Mario Chacón en la historia potosina, el debate sobre la fundación de Chuquisaca entre Gunnar Mendoza y Hugo Poppe, los trabajos de Alberto Crespo sobre La Paz o los de María Eugenia del Valle sobre Tupac Katari, o incluso el más tardío de Arze Quiroga sobre la fundación de Cochabamba. Precisamente un tema recurrente es el de la fundación de las ciudades, con trabajos sobre La Paz, Cochabamba, Oruro, Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz14.

 

5. Orígenes de la nacionalidad boliviana

Algunos de los autores revisados se ocuparon del periodo colonial de manera más global. Ya hablamos sobre el Manual de historia de Bolivia, y habría que incluir el Atlas de geografía histórica, de Condarco. También debemos subrayar en esta perspectiva las publicaciones de Eduardo Arze Quiroga y José Fellman Velarde. Este último publicó en 1976 su Historia de Bolivia, cuyo primer tomo trata de Los antecedentes de la bolivianidad. Se trata de una mirada extensa que fue calificada de corte marxista, aunque el autor rechazó el término15.

Destaca como obra global la de Arze Quiroga, quien participó en la Guerra del Chaco y estuvo preso en el Paraguay durante tres años. Militó en el MNR desde 1942, participación que le costó el exilio en Argentina entre 1946 y 1951, donde visitó el Archivo General de la Nación. Allí gestó su obra Los orígenes de la sociedad colonial (1969), que es un trabajo actual, moderno, bien concebido y fundamentado.

A pesar de los postulados negativos sobre el coloniaje, un grupo de historiadores de la "generación del '52" promovió la conservación de documentos y el conocimiento del periodo colonial, desmoronando pacientemente aunque de manera fragmentaria los preconceptos sobre la Colonia y permitiendo de este modo abrir posibilidades de nuevas lecturas de los tres siglos de este periodo de nuestra historia, lectura que sin embargo no consigue abrirse paso en el imaginario nacional.

 

Notas

* Carrera de Historia UMSA, Instituto de Estudios Bolivianos. La Paz, Bolivia. Contacto: xmedinaceli@hotmail.com

1 Escribió El testamento de Manso Sierra, que fue publicado completo.

2 Publicó, entre otros, partes de la Historia de la villa Imperial, de Arzans,y el Diario del cerco deLa Paz, en conmemoración de los cien años del cerco.

3 Como historiador compiló y redactó el alegato histórico boliviano en el litigio fronterizo con el Paraguay.

4 Este momento es un periodo de gloria en la historiografía peruana. Circula entre 1900 y 1910 la revista Histórica, de gran prestigio y duración. Por otra parte, es importante también la Revista de Buenos Aires, por su influencia sobre los intelectuales bolivianos.

5 Tiene tres partes: 1) los orígenes, 2) la conquista, 3) la colonia. La base documental -aunque no citada- son los cronistas más divulgados (Cieza, Zárate, Garcilaso, Herrera, Pino Manrique, Lamas), las memorias de los virreyes, los Anales de Arzans y las recopilaciones documentales de Angelis. Cabe destacar que superó arraigados prejuicios sobre el periodo colonial, al dedicar un espacio considerable al gran alzamiento de 1780-1781 (Barnadas, 2002:1030)

6 Una generación de intelectuales responde generalmente a coincidencias de un momento dado y por lo general por experiencias históricas que vivieron en común. En el Perú, por ejemplo, se conoce como la "generación del 900" al grupo de aquellos que, luego de la guerra del Pacífico, imbuidos de un creciente nacionalismo, buscaron mediante la Historia contribuir a la creación de una nación peruana. En Bolivia, se ha llamado generación del Centenario a aquélla cuyos miembros, siendo jóvenes en 1925, vivieron la experiencia del Chaco.

7 Diez de Medina presidirá la comisión de la Reforma Educativa y será Ministro de Educación en 1960.

8 Crespo: El corregimiento de La Paz. 1548-1600 (1972); Arze: Primera población delvalle de Cochabamba. Fundación dela Villa de Oropesa (1974); José de Mesa: Monumentos en Bolivia (México y La Paz 1978) y Bitti, unpintor manierista en Sudamérica (1974); Valle de Siles: Cinco testimonios del cerco de La Paz de 1781 (1973) y El plan político social de Tupac Amaru a la luz de tres obras actuales (1976); Chacón: Potosí histórico y artístico (1977); Ovando Sanz: La academia de minas de Potosí 1757 (1970) y Documentos del Archivo de Potosí (Índice de cartas al Consejo de Indias 1712-1779).

9 Entre 1970 y 1976, un 18% de las publicaciones de historia eran sobre la Colonia; este porcentaje llegó al 31% entre 1977 y 1985, pero en entre ellos hay que considerar a un buen número de autores extranjeros, como se puede ver en Barragán, Arze y Medinaceli (1992).

10 La Historia de la villa imperial (1789) de Cañete no fue publicada en vida del autor debido a una "intriga anti Cañete" causada por su posición política, como magistralmente expuso G. Mendoza. En su momento, Gabriel René Moreno (1895) publicó un boceto biográfico de este autor. Finalmente, en 1952 Armando Alba, en Potosí, publicó la obra completa, mientras que León M. Loza escribió en 1954 una bibliografía sobre Cañete.

11 Ñuflo de Chávez (1984), Apiaguaiqui-Tumpa, biografía del pueblo chiriguano (1972) y Crónica sumaria de los gobernadores de Santa Cruz (1560-1810) (1975). Según Parejas, "la obra historiográfica de Sanabria es fundamental para conocer la historia cruceña, sus libros son accesibles para el gran público y de gran utilidad para los investigadores".

12 Pequeña historia de Juan de Garay y su tiempo (1976).

13 Bibliografia guaraya (1957)

14 La fundación de Cochabamba (1971), por José Macedonio Urquidi; Don Luis de Fuentes y la fundación de Tarija (1975) por Federico Ávila; La doble fundación de Cochabamba (1978) por Morales.

15 Periodista, político, novelista e historiador, nació en La Paz el 19 de septiembre de 1922. Hizo estudios universitarios en Chile. Como militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario, fue Ministro de Educación y Bellas Artes (1960-1962), Ministro de Relaciones Exteriores (1963) y senador de la República (1979). Obras: La montaña de los ángeles (1958), Los imperios andinos (1961), Memorándum sobre política exterior boliviana, Historia de Bolivia (1968-1970), Historia de la cultura boliviana (1976), Tiempo desesperado (1978) y otras.

 

Referencias

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