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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.29 La Paz dic. 2012

 

INTRODUCCIÓN

 

Los escritos sobre el 52

 

 

Luis Tapia*

 

 


 

1. Introducción

La conciencia histórica suele tener puntos de referencia, también la investigación sociológica e historiográfica. En la historia contemporánea de Bolivia la revolución de 1952 se convirtió en el punto de referencia central para organizar periodizaciones y más aun para hacer caracterizaciones y estudios sociológicos y políticos.

La revolución del 52 es un hecho histórico producto de una acumulación política y cultural, que también ha producido un horizonte político-cultural de los hechos históricos posteriores. En ese sentido, se convierte en una matriz de interpretación, así como de organización del trabajo histórico, político y sociológico. En este texto reviso analíticamente y propongo un mapeo selectivo y periodo sintético de algunas de las miradas que se han elaborado sobre el 52. Básicamente hago una propuesta de tipología, más que un análisis detallado de cada uno de los textos que se han producido sobre el 52.

En principio este esquema sigue dos criterios básicos. El primero consiste en la idea de que los tipos de trabajos que se han elaborado sobre el 52 dependen de cambios políticos, de cómo se modifica la configuración político-social del país, los sujetos, las fuerzas y los proyectos políticos. El segundo criterio consiste en la idea de que los cambios en las miradas que han tendido a predominar en algún momento se deben a cambios en el ámbito de la investigación académica, o dicho de manera más general, a cambios histórico-políticos, es decir, a cambios en la dinámica específica del desarrollo intelectual o de la producción intelectual en el país, en la región y más allá.

 

2. Textos preparatorios

Aunque este texto se concentra en lo que se ha escrito sobre el 52, quisiera empezar con algunas consideraciones sobre lo que llamaría los textos preparatorios. Éstos pueden ser muchos, pero básicamente quiero comentar tres, en un orden no cronológico. El texto que prepara la reforma intelectual, que es parte de la articulación del nacionalismo revolucionario en el país, es Nacionalismo y coloniaje, de Carlos Montenegro, que fue escrito en 1942. Como él mismo lo enuncia, y luego lo resalta René Zavaleta, el texto propone una estructura teórica para pensar la historia boliviana que implica reescribir la historia boliviana, modificando la estructura en torno a la cual se articulan los hechos históricos y la interpretación de los mismos. Es a partir de la propuesta de una estructura de comprensión histórica, que en el caso de Montenegro consiste en la dualidad nación-antinación, que se seleccionan los hechos históricos y se incorpora la presencia de determinado tipo de sujetos y se produce sentido en base a la narrativa que resulta de esa selección y articulación.

Montenegro se propone sustituir el predominio de los sujetos oligárquicos antinacionales por la presencia del pueblo boliviano, esto es, de los sectores populares y de la nación. Se reinterpretan los hechos históricos cambiando la composición de la presencia de los sujetos en los hechos históricos y el sentido de éstos a partir de un horizonte teleológico que es el desarrollo de la nación. Se podría decir que la teoría de la historia de Montenegro y la reescritura de la historia boliviana son la principal preparación intelectual para las interpretaciones del 52 que se van a elaborar en el periodo previo a la revolución y en el inmediatamente posterior, por lo menos por una década más.

El otro texto preparatorio, que en realidad es un índice de un conjunto de ideas presentes en varios textos del mismo autor, es La justicia del inca, de Tristan Marof. En este libro se propone la idea de tierras al indio y minas al Estado, que se convierte en el núcleo del programa y proyecto político del nacionalismo revolucionario y de la construcción de un Estado-nación Bolivia, por lo tanto, de la revolución del 52.

En los textos de Tristan Marof estaba presente la idea de recuperar los principios de justicia y de organización que caracterizaron la sociedad inca como parte de un proyecto de construcción del socialismo en el país, que a su vez está trazado como la construcción de un Estado nacional, es decir, a través de la modernización, que implica articulación del país por medio de caminos e industrialización.

El otro texto preparatorio es el Manifiesto a los electores de Ayopaya, en el que Walter Guevara plantea el otro programa político del 52, que consiste en la idea de la alianza de clases y la construcción de un Estado nacional por vía de la modernización y el desarrollo capitalista, que es la corriente que ha de predominar en la trayectoria del Estado del 52.

 

3. Las historias testimoniales del 52

En la década del 50 se publican varias historias que tienen un carácter básicamente testimonial. Fueron escritas por personas que participaron de la lucha nacionalista en el periodo pre 52, sobre todo. Una buena parte de ellas son historias de las luchas de resistencia a la oligarquía y de articulación del nacionalismo revolucionario, que llegan hasta el 52. Esto ocurre tanto con los libros de Augusto Céspedes, que de una manera literaria reconstruye sobre todo la historia de la década los 40 en El dictador suicida y El presidente colgado, en particular, como con los textos de otros nacionalistas.

Hay una serie de textos sobre el 52 que tratan sobre la preparación de la revolución y que han sido escritos bajo este carácter testimonial, es decir, desde el punto de vista de la subjetividad de los actores inmersos en la lucha política, lo cual se combina con el horizonte desde el cual han sido escritos, es decir, el de la historia política y el de un cambio revolucionario ocurrido en términos de cambio de la estructura económica y el Estado.

Estos textos tienen precisamente ese valor, el contar los hechos por parte de los actores del proceso. Cabe al lector comparar varias versiones de estos procesos, para tener una imagen más ponderada de los hechos. Lo peculiar de este tipo de miradas es que son textos escritos después de la revolución pero referidos al tema de cómo se llega a la revolución.

Probablemente el carácter de este tipo de trabajos y el hecho de que hayan predominado en la primera década post revolución del 52 en parte se debe a que no había todavía desarrollo de las ciencias sociales y de una autonomía de la investigación en este ámbito. A la vez, por otro lado, responde a dos cosas que se articulan: el hecho de que parte de los intelectuales eran autodidactas y estaban fuertemente articulados a la vida política. En este sentido, en este tipo de textos predomina el testimonio, que se articula en mayor o menor grado al tipo de formación intelectual de los autores. Se trata, entonces, de un tipo de intelectuales orgánicos que hacen la narrativa del proceso de luchas pero que luego no tienen la misma capacidad de hacer el análisis y recuento de los procesos de reformas post 52, o son de igual interés para ellos.

 

4. Las miradas críticas de los sesenta

Las miradas críticas sobre el 52 se convierten sobre todo en textos y libros en la década de los 60. Comento cuatro puntos de referencia, que marcan también un tipo de mirada crítica peculiar sobre el 52. Por un lado, está la mirada crítica conservadora, aquélla que vio el 52 como una catástrofe cultural o civilizacional, el derrumbe de las instituciones de origen ibérico-católico, es decir, la destrucción del orden social, de un orden social de matriz hispano-católica, pero que a la vez implicaba un desorden general. En ese sentido, tal vez el libro más expresivo de esta tendencia es el escrito por Jorge Siles Salinas, La aventura y el orden, que es una mirada sobre la revolución del 52 como destrucción del orden y a la vez como construcción de un orden político y económico arbitrario.

En esta veta se escribieron varios otros textos que son una mezcla de testimonio y de crítica de algunos rasgos más globales del régimen post revolucionario, que tienen que ver con la política de represión sobre la oposición. En ese sentido, hay textos escritos por falangistas, es decir, desde la derecha política del momento, que tienen un carácter más coyuntural.

Un segundo tipo de mirada crítica sobre el 52 es la que articuló Marcelo Quiroga Santa Cruz en una serie de artículos que salieron en prensa y luego se publicaron bajo el título de La victoria de abril sobre la nación. En este texto Quiroga todavía identifica a la nación como aquel conjunto de grupos sociales que encarnan la continuidad de la matriz cultural ibero-católica. En este sentido, tiene un componente conservador en torno al tema nación. Por el otro lado, esos trabajos contienen un agudo análisis político sobre la dinámica de construcción del monopolio político o de organización del monopolio político en la construcción del nuevo Estado y sobre las tendencias burocrático-autoritarias. En este sentido, es una composición de una crítica con una mirada conservadora combinada con otro componente de análisis sociológico-político agudo.

Un tercer tipo de mirada crítica desplegada en la década de los 60 es la que realiza Guillermo Lora. Es la mirada crítica desde el punto de vista obrerista, que ve el 52 como la construcción de una nueva forma del dominio burgués capitalista en el país. Revisa y muestra críticamente el proceso de separación de la dirigencia del MNR con respecto a la clase obrera. Es una mirada crítica sobre la formación de una burocracia obrera nacionalista que es integrada a la dirección política del MNR y al Estado. Se trata de una posición que aboga por un proceso de separación de la clase obrera respecto del nacionalismo, en la perspectiva de una revolución permanente y de una revolución socialista.

Un cuarto tipo de mirada crítica desplegada en la década de los 60 es la que articulan Sergio Almaraz y René Zavaleta. Almaraz, luego de haber hecho un análisis histórico-sociológico de la articulación de las estructuras oligárquicas en el ámbito de la minería, en El poder y la caída; y del petróleo y su relación con la debilidad del Estado boliviano, en El petróleo en Bolivia, hace hacia fines de los años 60 una especie de autopsia del proceso en Réquiem para una república. Almaraz analiza el proceso de descomposición interna del proceso nacionalista, describe la creciente presencia del poder norteamericano que empieza a mediar en todas las interacciones entre los bolivianos y el paso a lo que él llamó el tiempo de las cosas pequeñas, es decir, de los intereses sectoriales, egoístas, personales, el tiempo de la corrupción, del prebendalismo y de la desarticulación de un proyecto político y un horizonte nacional, en suma, el proceso de desnacionalización.

Hacia fines de la década del sesenta, René Zavaleta también escribe dos textos que articulan una mirada crítica desde dentro del proceso, habiendo sido él partícipe y miembro del MNR. Por un lado, está La caída del MNR, que es un texto que escribe después del golpe de Barrientos combinando la descripción del proceso de separación del MNR en relación a la clase obrera con el proceso de penetración norteamericana y su articulación con el ejército. En este sentido, es la articulación de una narrativa del momento de crisis y caída del MNR, con una propuesta de explicación de causalidad histórica y de análisis sociológico. Diría que es la primera elaboración de una explicación o análisis sociológico sobre los procesos posteriores al 52 hecho a partir de algunas estructuras explicativas de matriz sociológica. Los textos de Almaraz, como los de Zavaleta, son la mirada crítica y autocrítica nacionalista y la explicación sociológica histórica del proceso de descomposición de los gobiernos que surgieron del 52.

 

5. El entronque de nacionalismo y socialismo

Durante la década del 70 se articuló un discurso, en varias modalidades, que básicamente sostenía la necesidad del entronque de las nuevas formas de la izquierda nacional con la revolución del 52. Esto forma parte del discurso del MIR, en particular, y, con un lenguaje un poco diferente, también es parte de las otras organizaciones de la izquierda boliviana en la década del 70. Implicaba retomar la idea de la nacionalización, es decir, una renacionalización de aquello que el periodo de las dictaduras de militares había entregado a capitales externos e nacionales. En el horizonte político de la izquierda de los 70, sobre todo de la segunda mitad, tiene fuerte peso la idea de que el 52 es un referente que hay que retomar en términos de continuar con la revolución nacional y articularla a un proceso de transición a una construcción socialista en el país.

a. Los estudios sociológicos

En la década del 70 y en particular en los años 80 se producen varios textos sobre el 52 que son realizados sobre todo en el campo de la sociología o, de manera más general, de las ciencias sociales. Esto implica que hay un desplazamiento hacia el campo de la investigación. Antes los que escribían lo hacían en tanto sujetos políticos, en tanto actores de los procesos. En este periodo tienden a predominar los estudios sociológicos, que se despliegan en torno a diferentes focos de análisis y perspectivas teóricas. Por un lado, está el texto de James Malloy, La revolución inconclusa, que analiza el 52 con la distancia del investigador social y la mirada de un extranjero. Se centra en el análisis de las estructuras del Estado y de la economía y en particular en las estructuras de la burocracia política, siguiendo las preocupaciones centrales de la sociología política, es decir, tratar de explicar las características de las estructuras políticas emergentes en el Estado y los partidos en relación al tipo de estructuras sociales que se van formando o que existen, en este caso aquéllas que el 52 genera y aquéllas que tienen continuidad a través del 52. De ahí viene la idea de revolución inconclusa, es decir, un proceso que por un lado produce una transformación socioeconómica, una revolución, pero que por otro lado no realiza todo el contenido o potencial del proyecto que se articula en el proceso que lo produjo, como resultado de las limitaciones que las mismas estructuras patrimoniales y burocráticas generan.

En la década de los 80 también se publica El discurso del nacionalismo revolucionario, de Fernando Mayorga, que analiza el 52 desde la perspectiva del análisis del discurso. Este trabajo, que muestra las prácticas de articulación discursiva del MNR en comparación a otras y por eso explica los momentos de éxito del nacionalismo revolucionario, es sintomático de un desplazamiento más general que se está produciendo en las ciencias sociales en ese período, es decir, una tendencia a que una parte del análisis sociológico y político se oriente a centrarse en el análisis del discurso. Éste es un resultado de este tipo de desplazamiento.

En esta veta del análisis del discurso, la referencia central hasta hoy es el trabajo de Luis H. Antezana sobre sistemas ideológicos, que articuló una matriz de análisis para pensar la producción y transformación discursiva desde 1935 hasta los años 70. En este análisis el NR se vuelve la matriz en torno a la cual se producen tanto los discursos de derecha como los de izquierda, una vez que este discurso ocupa el lugar central en el horizonte discursivo nacional. No es un estudio estrictamente sociológico, es un trabajo hecho con elementos de lingüística y otras disciplinas, que sirve para pensar la dimensión política del NR, el cómo se articula la política desde el discurso.

En este período también se publican textos como el de Isabel Arauco, Las barzolas en la revolución nacional, que es una articulación de análisis sociológico, político e historia social, centrando la mirada en la participación política de las mujeres, que fueron un tipo de sujeto importante en el momento revolucionario. También es índice de un desplazamiento más general que se da en el análisis de las ciencias sociales, producto de la influencia del feminismo en la teoría social.

Más adelante se publican algunos trabajos sobre la dimensión campesina del 52, en particular los de Gustavo Gordillo. Durante los 80 se organiza el Encuentro de Estudios Bolivianos, que un año se centra en torno al análisis de la fuerza histórica del campesinado y cuyo resultado se reúne en un libro colectivo bajo este nombre. Esto está vinculado también al hecho de que la década del 80 es la década de crecimiento del sindicalismo campesino y de despliegue de varios discursos intelectuales y políticos, ya no sólo sobre campesinos sino hechos por campesinos y sujetos indígenas. En particular es el tiempo de despliegue y crecimiento del katarismo, que impacta con fuerza en las ciencias sociales. Esto marca una de las vetas más interesantes de un tipo de trabajos que se han de desplegar desde los ochentas en adelante. Por un lado, podrían llamarse genéricamente las miradas kataristas, pero en particular me refiero al tipo de articulación que se va a dar entre sociología e historia y entre sociología, antropología e historia, realizada sobre todo por intelectuales kataristas formados en la UMSA y que, algunos de ellos, continúan estudios de posgrado en la zona andina, en particular en el Ecuador, lo que les ha permitido hacer una articulación interdisciplinaria en el ámbito de las ciencias sociales, es decir, articular la sociología con la historiografía y la antropología. Por otro lado, se adquiere una mirada regional andina articulada con el núcleo discursivo más fuerte, que tiene que ver con el discurso katarista y su concepción de la historia y de lo social desde la reconstrucción de la historia de los pueblos aymara y quechua y las luchas anticoloniales. En esta veta tenemos los trabajos de Silvia Rivera (Oprimidos pero no vencidos) y el conjunto de textos que produjo el THOA, como los de Carlos Mamani.

Desde los 80 en adelante los trabajos de Fernando Calderón también tienen como una referencia importante al 52; aunque no ha producido un texto centrado exclusivamente en la revolución, ha desarrollado el análisis sociológico de los procesos de modernización que propuso el 52 en la vida política y social del país.

El otro conjunto de estudios sociológicos que se hace durante la década del 70 comprende los trabajos de René Zavaleta, en particular La revolución del 52 y las tendencias sociológicas emergentes, que se amplía en El proletariado minero en Bolivia. Éste es un trabajo que empieza preguntándose sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento en Bolivia y sobre los límites de las teorías generales para pensar sociedades caracterizadas por heterogeneidad estructural y diversidad cultural. Se trata de un trabajo que articula reflexión epistemológica con análisis sociológico de las tendencias más gruesas que se dan a partir del 52. Este trabajo se continúa en Las masas en noviembre.

b. Los estudios historiográficos

Se podría distinguir analíticamente otro conjunto de estudios o miradas historiográficas, es decir, realizados por historiadores profesionales, es decir, en base a trabajo de fuentes primarias, archivos, historia oral incluida, que se realizan con la distancia del tiempo y del investigador. Este tipo de miradas historiográficas tienen una carga mayor o menor de explicación social o sociológica, o de articulación con las ciencias sociales. Se difunden desde la década de los 80 y corren de manera más o menos paralela al desarrollo de las miradas sociológicas. En muchos casos se da una articulación de mirada sociológica y trabajo historiográfico.

Entre estos trabajos historiográficos sobre el 52 tenemos Rebelión en las venas, obra de James Dunkerley que no se centra en el 52 pero lo tiene como un referente importante. Está además el conjunto de trabajos compilados por Dunkerley y----, que es una combinación de miradas sociológicas e historio-gráficas sobre el 52. Hay varios trabajos que no se centran en el 52, que tienen una mirada de más larga duración pero contienen un trabajo significativo sobre el evento, como los trabajos sobre las estructuras agrarias en Bolivia.

En las últimas décadas el 52 ha sido objeto de varios encuentros organizados por instituciones de las ciencias sociales y que han producido libros colectivos. En las memorias o publicaciones de estos encuentros se puede ver una pluralidad de visiones, en las que se detecta la presencia predominante de estudios sociológicos e historiográficos, desplazando a las historias testimoniales y a los discursos más político-históricos o partisanos. Por un lado, esto se debe a la muerte de los actores del 52 y al hecho de que durante los 80 y 90 la matriz de significación política del 52 fue atacada duramente por el discurso neoliberal, desplazando el carácter predominante del discurso nacionalista y substituyéndolo por el predominio de ideas liberales. Pero por otro lado, se debe a la fuerte crítica katarista e indigenista que se realiza sobre el carácter homogenizante y encubridor del discurso nacionalista y de los discursos sociológicos que planteaban al 52 como la matriz de comprensión de la historia boliviana.

 

6. Reflexión final

Termino retomando una idea de René Zavaleta: aprender del libro de abril, es decir, aprender del 52. Esto plantea que éste es un momento constitutivo, que es una noción o idea metodológica ordenadora de la investigación social; ya que se trata de aprender los momentos constitutivos. En este caso se trata de aprender del momento de constitución del Estado-nación Bolivia, del Estado moderno, pero también de la presencia obrera y campesina, que marca un tipo de modernidad especial en la experiencia revolucionaria de 52, y es lo que abre el horizonte del mismo a posteriores ciclos de democratización y nacionalización.

Se podría decir que una buena parte de los textos de los años inmediatamente posteriores a la revolución tienen que ver con el hacer el 52, sobre cómo se preparó la revolución. Los textos de los años 70 y 80s estaban orientados sobre todo a aprender del 52, ya que tenían un fuerte vínculo con intereses y proyectos de sujetos políticos disputando la dirección del Estado boliviano y la dirección de la transición a la democracia.

Se puede decir que los textos historiográficos que han tomado un horizonte más amplio, en todo caso, están orientados a explicar el 52 en términos de una más larga duración en términos de un proceso de acumulación histórica.

Escribir sobre el 52 por lo general implica, en sus varias modalidades, investigar y estudiar para tratar de explicar el momento constitutivo de las formas de vida que en gran parte siguen desplegándose a pesar de las reformas de la contrarrevolución, las dictaduras militares, el neoliberalismo y la recreación mucho más modesta y burda del último gobierno. Escribir sobre el 52 significa tratar de dar cuenta de la principal matriz de organización y producción de sentido que marca la historia contemporánea de Bolivia.

 

Notas

* Universidad Mayor de San Andrés. Programa de Doctorado Multidisciplinario en Ciencias del Desarrollo (CIDES), La Paz, Bolivia. Contacto: luistapiam@yahoo.com

 

Referencias

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