SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número28Las ediciones del Vocabvlario de la lengva aymaraEntre Mercier y Guzmán y Bertonio: 150 años de estudios aimarísticos índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Ciencia y Cultura

versión On-line ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.28 La Paz jun. 2012

 

ARTÍCULOS Y ESTUDIOS

 

La presencia de las obras pastorales de Bertonio en Charcas (siglos XVII al XVIII)

 

Ludovico Bertonio pastoral Works in Charcas (XVII to XVIII centuries)

 

 

Marcela Inch C. *

 

 


Resumen:

El trabajo hace un seguimiento de la presencia y uso de las obras de Ludovico Bertonio en las bibliotecas de la época, desde su publicación hasta fines del siglo XVIII. Menciona la trascendencia que tuvieron en la evangelización de los aymaras en el amplio territorio de Charcas. Paralelamente menciona el grado de difusión que tuvieron los trabajos de otros misioneros en lenguas quechua, guaraní, chiriguano y otras. La conclusión es que el grado de llegada de las obras de Bertonio fue escaso.

Palabras clave: Bertonio, obras pastorales, aymara, quechua, Charcas.


Abstract:

This research follows the existence and use of Bertonio´s works in Charcas libraries existing at that time, since the date they were published to the end of the XVIII century. She mentions the implications they had in the Aymara´s conversion to Catholicism. As a parallel the author mentions the range of diffusion of works of other languages missioners such as quechua, guaraní, chiriguano and others. So to conclude that Bertonio’s range of reach was scarce.

Key words: Bertonio, pastoral Works, colonial libraries, aymara, Charcas.


 

 

1. Introducción

No hay historia cultural completa, más aun tratándose de la cultura escrita, si se prescinde del estudio de la presencia y la difusión de los libros en una sociedad. Al conmemorarse los cuatrocientos años de la publicación de cuatro textos en aymara de Ludovico Bertonio para el adoctrinamiento de los indios hablantes de esta lengua, parece oportuno contribuir con la información que se tiene a mano desde que aquellos instrumentos para la difusión del cristianismo fueron publicados en 1612 hasta fines del siglo XVIII.

Los estudios sobre la presencia y circulación de libros en Charcas, parcela de la historia iniciada en Bolivia por Josep M. Barnadas, se han basado en los inventarios de bibliotecas privadas de una diversidad de gente (funcionarios públicos, clérigos, mineros, comerciantes, médicos, abogados, etc.) y en los registros de mercaderes de libros. Aquellos trabajos se ocuparon de explicar hasta qué punto se difundieron los libros (no la lectura) en Charcas, qué libros fueron los que interesaron a los lectores, quiénes eran los lectores, qué restricciones hubo para la circulación de los libros prohibidos y otros aspectos relativos. Prosiguiendo en general con esas líneas de interés, en el caso presente nos proponemos hacer el seguimiento de los textos de Ludovico Bertonio editados en 1612, que en su época fueron instrumentos esenciales para la conversión de los aymaras al cristianismo y que hoy son, en especial el Vocabulario, insustituibles para el estudio de esa lengua y el entendimiento de esa cultura.

No obstante la considerable masa documental consultada, las obras pastorales en lenguas nativas, y en concreto las de Bertonio, están muy escasamente representadas en ella. Para dar mayores elementos de juicio sobre la proporción de las fuentes consultadas, señalamos que ésta ha consistido en doce inventarios de bibliotecas y setenta y un inventarios de toda clase de bienes, entre los que se hallaban libros pertenecientes a personas y comerciantes de La Plata, de 1570 a 1678; cuatro inventarios de bibliotecas y cuarenta y cinco inventarios de bienes, de la misma naturaleza que los anteriores, de Potosí, del año 1572 a 1746; treinta y cinco inventarios de bibliotecas de esta última ciudad y su entorno, de 1767 a 1822; siete bibliotecas incautadas en 1784, cinco en Oruro, una en Challacollo y una en Sorasora como consecuencia de la supuesta participación de sus propietarios en los levantamientos indígenas de 1780-1782; los inventarios de las bibliotecas de la Compañía de Jesús de Potosí, de Córdoba del Tucumán y de algunas misiones de Chiquitos y Mojos, todas ellas inventariadas después de su expulsión en 1767; el inventario de la biblioteca del Convento de la Purísima Concepción de La Plata levantado el año 1800; e inventarios ya publicados por diversos autores, en especial por los de Josep M. Barnadas.

Cabe resaltar que, de toda la documentación que se acaba de señalar, son los inventarios de libros y de bienes de La Plata y Potosí los que tienen mayor peso cuantitativo dentro del conjunto, por lo que el énfasis de la  investigación también radica en esos lugares. Por otra parte, aclarar que dentro del concepto “Charcas” se ha incluido a la provincia colonial de Chucuito (parte del Perú actual) porque desde 1575 perteneció al Obispado de La Plata y desde 1605 al de La Paz. Dicho esto, en adelante únicamente utilizaremos el término “Charcas”.

 

2. Los instrumentos pastorales en lenguas nativas de Charcas

Estos instrumentos en los siglos virreinales estuvieron destinados a prestar apoyo a los misioneros en su empeño de difundir el mensaje cristiano y los principios de la cultura occidental entre los indios. Producidos desde México hasta el Río de la Plata, fueron en su gran mayoría producto del trabajo de los mismos religiosos, y en especial de los jesuitas, que teniendo un propósito religioso finalmente concluyeron convirtiéndose en acabados lingüistas.

Josep M. Barnadas ha llegado a registrar en la Bibliotheca Boliviana Antiqua (BBA)1 (2008), veintiséis títulos de obras pastorales en lenguas nativas de Charcas cuyos ejemplares, en cantidades reducidas y variables, se conservan hasta hoy en las bibliotecas patrimoniales de América y de Europa. De aquellas obras, unas con autor identificado y otras anónimas, existen doce títulos en quechua (7 artes o gramáticas, 3 vocabularios y 2 artes-vocabularios) siete en aymara (4 artes o gramáticas, un vocabulario, un confesionario, una Vida de Jesucristo), tres bilingües en quechua y aymara (2 confesionarios y una doctrina), un arte en lengua moxa, un arte y vocabulario morocosi, un catecismo en guaraní y otro en castellano2.

En otro trabajo de investigación (Barnadas, 2003), este autor anota otra cantidad de obras pastorales vinculadas a Charcas que han desaparecido o cuya existencia pone en duda. Para el periodo de nuestro trabajo (siglos XVI al XVIII) importa mencionar: las artes y vocabularios de la lengua moxa; artes, catecismos y sermones en quechua; artes y vocabularios del gorgotoqui, del churimana y del punuana; catecismos en lenguas gorgotoqui, chiriguana, chané, capaccoro y payono; un vocabulario de la lengua musiteña; y artes del aymara. Cabe notar que la mayoría de estos instrumentos de pastoral fueron elaborados por jesuitas: de diecinueve autores trece son religiosos de la Compañía de Jesús.

Dentro de esta variedad de lenguas y géneros de las obras pastorales hay que destacar que el primer y único vocabulario en lengua aymara impreso de que se tiene noticia en un lapso de doscientos sesenta y siete años fue el de Bertonio, publicado en 1612, aunque hay que reconocer que Diego Torres Rubio anexó a El Arte de la Lengua Aymara (Lima, 1616), un “Vocabulario breve aymara”. La segunda edición del Vocabulario de Bertonio será publicada por Julio Platzman en 1879, por la casa editora de B.G. Teubner, en la ciudad de Leipzig (Layme Pairumani, 2002) 3..

El conjunto de instrumentos pastorales en lenguas nativas estaba compuesto por distintas obras, cada una de las cuales tenía su propia finalidad. Las gramáticas y los vocabularios estaban especialmente dirigidos a los predicadores para que aprendieran las lenguas nativas; los catecismos eran utilizados para la instrucción de la doctrina cristiana, materia que se desarrollaba mediante preguntas y respuestas; los sacramentarios y confesionarios contenían todo lo necesario para la administración de los sacramentos; y los sermonarios tenían por fin facilitar la predicación, presentando al doctrinero colecciones de pláticas y sermones, además de otras recomendaciones (Castañeda Delgado, 1992: 184). Publicar de un solo envión o consecutivamente el conjunto de estas obras –sobre todo acompañar las gramáticas con los vocabularios– fue una característica adoptada en los siglos XVI y XVII. En el Perú esta modalidad editorial fue iniciada por fray Domingo de Santo Tomás (OP), primer obispo de La Plata, quien publicó en 1560, en Valladolid, dos libros: la Gramática o arte de la lengua general de los indios de los Reynos del Perú y el Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú. En el prólogo al lector del Vocabulario el sacerdote señalaba de esta manera la unidad de sus libros:

Y poco aprovecha tener la gramática de alguna lengua, y saber el arte della, aunque sea muy acabada y enteramente, si no se tuviese copia y abundancia de vocablos, que es la materia que el arte enseña a ordenar y disponer por concierto, y orden, conforme a sus reglas y preceptos, para que la plática o rozonamiento [sic] sea congruo, y perfecto, y en él no haya barbarismo ni solicismos ni otra alguna impropiedad, sino que toda su imperfección y incongruidad se destierre, y eche de ella, y quede recta y perfectamente ordenada por el Arte, que es instrumento ordenado para esto4.

A Domingo de Santo Tomás le siguió otro quechuista, Diego González Holguín (SJ), quien mandó a poner en letra de imprenta una Gramática y arte nueva de la lengua general de todo el Perú, llamada Qquichua, o lengua del Inca (Lima, 1607) y un Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua Qquichua, o del Inca (Lima, 1608).

Bertonio también se adhirió a ese criterio, pero, como ningún otro, publicando no sólo un arte y un vocabulario sino cuatro libros de pastoral que se estamparon en la doctrina de Juli5, el año 1612. La cuádruple edición de aquel año consistió en los siguientes textos6:

1. El Arte de la lengva aymara, con una silva de phrases de la misma lengua y su declaración en romance, que tuvo sus antecedentes en dos versiones publicadas por Luis Zannetti en 1603 en la ciudad de Roma, la primera intitulada Arte breve de la lengua aymara para introducción del arte grande de la misma lengua y, la segunda, Arte y grammática muy copiosa de la Lengua Aymara, con las que el autor quedó insatisfecho por los errores de imprenta que presentaban los textos, de ahí que persistió con una nueva versión en 1612 realizada bajo su vigilancia en Juli.

2. El Libro de la vida y milagros de Nuestro Senor Iesu Christo en dos Lenguas, Aymara, y Romance, traducido de el que recopiló el licenciado Alonso de Villegas.

3. El Vocabvlario de la lengua aymara, con la primera parte de español aymara y la segunda aymara-español.

4. El Confessionario mvy copioso en dos lenguas Aymara, y Española.

En las páginas preliminares de su Confessionario, Bertonio explica cómo concibió la complementación de sus obras: “He sacado a luz este presente año quatro libros en lengua Aymara, cuya conexión, y utilidad se podrá entender por estas breves razones que aquí diré”, añadiendo a continuación una explicación de la forma en que se complementan sus libros.

Quando alguno quiere labrar algún edificio de importancia, primero junta los materiales necesarios para la obra; después va levantando y travando las paredes donde se encierran las moradas y aposentos que se requieren. Y para que después de acabado se logre bien el edificio, y no sea ocioso y baldío llama la gente de su casa para que viva en él, gozando del fructo de su travajo (Bertonio, 2003 [1612]).

Albó y Layme interpretan de la siguiente manera la explicación de Bertonio:

[…] con el Vocabulario habría juntado los materiales; con el Arte y la Silva de phrases, los habría ido “travando”; la Vita Christi sería el coronamiento de la obra, y el Confessionario y demás ejercicios de devoción, la vida practicada con este conjunto (Albó y Layme, 1984).

En principio, Bertonio, a fin de dejar materialmente expresada la complementación de sus libros, pensó publicarlos unidos en un mismo volumen pero retrocedió imaginando la incomodidad de su empleo. En las palabras “Al  estudioso lector” del Arte (1612), cuenta:

Cuando comenzó a imprimirse el vocabulario de esta misma lengua, tuve determinado de arrimarle este Arte abreviada, y las Phrases, para que todo se juntase y encuadernase en un cuerpo, Pero advirtiendo que no sería pequeña incomodidad para los que comienzan a estudiar el Arte, el haber de traer en las manos juntamente el vocabulario, que por ser grande no dejaría de ser mucho embarazo; pareciome acertado imprimir el Arte, y Phrases aparte, y en menor forma, para que siendo el libro pequeño, y manual, fuese también más cómodo para el uso de los que quisieren aprovecharse (2002 [1612]: 1-2).

Según las tendencias que se pueden interpretar en base a la información de la BBA –que como ya se ha prevenido registra sólo obras impresas ‘coloniales’ que han subsistido hasta hoy, aunque en escaso número–, la época de oro de los instrumentos pastorales impresos habría que situarla entre 1560 y 1619. En este periodo de cincuenta y nueve años se publican veinte títulos, iniciándose con las obras de fray Domingo de Santo Tomás (OP), de 1560, y  concluyendo con el Arte de la lengua quichua, de Diego Torres de Rubio (SJ), en 1619. Después de esta fecha transcurre un periodo de veintinueve años en que la BBA no registra ningún instrumento pastoral impreso. En 1648 encontramos el Arte de la lengua general de los indios del Perú, en quechua, del presbítero Juan Rojo Mejía y Ocón, que iniciaría el segundo periodo, culminando el mismo, después de sesenta y un años, con el Arte de la lengua moxa, del jesuita Pedro Marbán, publicada en 1701 (o 1702). De esta manera, en este lapso habrían visto la luz tan sólo seis nuevos títulos frente a los veinte del anterior. En el siglo XVIII, de publicarse obras pastorales en lenguas autóctonas, debieron ser pocas; en todo caso, en la BBA no se registra ninguna. Esta aparente ausencia probablemente se deba a que en la práctica se iba imponiendo la evangelización en castellano.

Se ha podido también ver, gracias a la BBA, que prevalecieron las obras pastorales publicadas en quechua (61%) sobre las del aymara, y su publicación, a diferencia de las de esta última lengua, se extenderá durante todo el siglo XVII. Una de las razones para la demanda estaba relacionada con el número de hablantes, ya que el quechua en aquel momento, como hoy, era la lengua más hablada de la zona andina. Ante la actual pérdida paulatina de espacios del aymara con relación a principios del siglo XVII y con relación al quechua, Albó y Layme (1984) sugieren que en este suceso pudo haber alguna intencionalidad (XLIII). Al respecto, Porras Barrenechea (1952) sostiene que “La época de Toledo, que da énfasis a todo lo indio, es singularmente favorable al desarrollo del quechua”, añadiendo que “Toledo, con su instinto unificador, bajo el primado quechua y cuzqueño, descubre la persistencia del aymara y el puquina en la región del Collao, antes oprimidos por el Runa Simi imperial y ordena que todos los sacerdotes aprendan quechua, proscribiendo desde Potosí, en 1573, como un nuevo Inca, el puquina y el aymara” (viii). Sobre este mismo aspecto, Barnadas, precisando lo dicho por Porras Barrenechea, indica que Felipe II emitió una Real Cédula (Badajoz, 19.IX.1580) en que prohibía “a todo obispo la ordenación sacerdotal de quien no tuviera conocimiento de 'la lengua general de indios', debidamente certifi cado por el Catedrático de la Universidad de Lima" (Barnadas, 1995: 54), pero también deja constancia de la ambigüedad con que fue redactada la Real Cédula, quedando en suspenso por falta de elementos de juicio la definición de si la lengua general tenía que ver con el quechua o el aymara.

 

3. Las obras de Bertonio en los inventarios de libros de bibliotecas privadas y conventuales

La desaparición de ediciones enteras de libros no fue ni es un hecho inusual. A tal punto han desaparecido sin dejar vestigios ciertas ediciones, que se ha llegado a poner en duda su existencia7. Ésta es una de las muchas razones por la que es tan valiosa la información que ofrecen los inventarios de libros, por escasa que ella sea. Los pocos inventarios que figuran en este estudio donde se asientan los textos de Bertonio editados en 1612 tienen ese valor de ser el testimonio de su efectiva presencia en las zonas de Charcas donde se hablaba el aymara, y más allá. Son también la prueba de que estos libros llegaron a los destinatarios previstos por sus autores.

En las líneas siguientes nos referiremos a los inventarios que contienen las obras de Bertonio o que dan la posibilidad de suponer que le corresponden como autor.

Emprendida la tarea de difusión de la doctrina cristiana entre la población aymara de Charcas, y años antes de que Bertonio llegara a Juli (1585), circulaban ya en toda esa región vocabularios y otros textos de adoctrinamiento en la lengua de aquella nación. Una evidencia documentada es la de 1578, cuando el “Vocabulario de la lengua colla8 manuscrito” fue vendido en la subasta de bienes del doctrinero de Kallapa9 Gonzalo Franco (Barnadas, 1990: 27). Es posible que estos instrumentos lingüísticos inéditos, surgidos para salvar las urgencias del momento sin haber tenido el tiempo suficiente de llegar a lejanas imprentas, fueran el fruto del trabajo de los miembros de la Orden de los dominicos que, según Rivet, fueron lo únicos que escribieron en lenguas indígenas antes de la llegada de los jesuitas (Albó y Layme, 1984: XV), o que fueran el producto del trabajo de compilación de los mismos hijos de San Ignacio de Loyola. Bertonio, en su Vocabulario (1612), en las palabras “A los sacerdotes y curas de la Nación Aymara”, expresa haberse ayudado de los “trabajos que algunos Padres desta Casa versados en esta lengua habían puesto en recoger cosas tocantes a ellas”. Tampoco es posible excluir de esas probables autorías a los propios curas doctrineros que, en su contacto inmediato con los indios de sus parroquias, llegaban a tener verdadero dominio de esa lengua. “Notorio es que hay clérigos tan cuidadosos y curiosos, que en las lenguas alcanzan tanto como los teatinos”10 decía fray Bartolomé Álvarez, otro gran conocedor del aymara que durante su vida de doctrinero tuvo la acuciosidad de recoger el significado de muchos términos religiosos y sus equivalentes en aquella lengua (Álvarez [1588] 1988: 213).

Anticipándose también a Bertonio, se difundirán, a partir de 1584, los textos mandados a componer e imprimir por el Tercer Concilio de Lima (1583) en las dos lenguas generales del Perú, el quechua y el aymara. El primer inventario que nos anoticia sobre esas ediciones es el de Bernardo Guajardo encontrado por Barnadas en el Archivo de Indias (Barnadas, 1990: 30). Guajardo fue cura doctrinero de Wachakalla, repartimiento de indios de Karanqa de la diócesis de La Plata. Nació en Cetina en el reino de Aragón de la unión de Jaime Guajardo y de Isabel López; el 3 de febrero de 1592 obtuvo su licencia para pasar al Perú como criado del licenciado Juan Velásquez de Espina, quien se aprestaba a ocupar la plaza de oidor de la Audiencia de Lima 11.. El 21 de mayo de 1609, “enfermo de alguna gravedad” y reconociendo contar con cincuenta y ocho años de edad, dictó sus últimas voluntades ante los curacas de Wachacalla (Armillas, 2005: 1258), muriendo ese mismo año12. Esta fecha es de suma importancia para la identificación de los libros que pertenecieron a Guajardo, que, según la lista publicada por Barnadas (1990: 30), llegaban a una docena de títulos, entre los que estaban un “Vocabulario aymara”, un “Confesionarioaymara” y un “Sermonario”, posiblemente también en aymara. Por los títulos se podría haber pensado en atribuirlos a Bertonio, sin embargo, el año 1609, aunque Bertonio ya había solicitado permiso al general de su orden para imprimir sus obras, todavía éstas se encontraban inéditas (Albó y Layme, 1984: xxvii). De esta manera, la presencia del vocabulario podría demostrar la persistencia de la circulación de ejemplares manuscritos ante las necesidades prácticas de los clérigos; mientras que tanto el confesionario como el sermonario son los textos pastorales mandados a imprimir por el Tercer Concilio Provincial de Lima en las prensas de Antonio Ricardo en 1585, intitulados Confessionario para los curas de indios […] compuesto y traduzido en las lenguas Quichua, y aymara […] y Sermonario.

Por fin, un testamento de 1640 trae importantes noticias sobre tres de los libros de Bertonio. Estos libros, como acaeció con miles, pudieron haber desaparecido antes de ser registrados en un inventario de bienes, o el inventario en que están anotados pudo haber perecido, como tantos cientos, consumido ante la desidia y la indiferencia humana, el uso o simplemente aniquilado por el paso de tiempo, pero quiso la suerte que quedara guardado en un archivo13. Gracias a él sabemos que el 19 de abril de aquel año de 1640, estando enfermo y previendo su próxima muerte, el asunceno Melchor de Aguirre, cura y capellán del Hospital Real de La Plata (hoy de Santa Bárbara), mandó anotar en su testamento los cortos bienes que dejaba y los pocos libros que le habían acompañado durante su vida de religioso. Entre estos libros estaban “Un Arte de la Lengua Quichua y otro de la lengua Aymara”.

En apariencia se trata de dos libros asentados juntos. El “Arte de la Lengua Quichua” puede atribuirse a varios posibles autores, incluidos algunos anónimos. En el caso del Arte “de la lengua aymara”, puede ser únicamente adjudicada a dos autores: a Bertonio, en sus ediciones de 1603 o de 1612, o a Diego de Torres Rubio (SJ), que en 1616 editó con Francisco del Canto un libro con aquel título.

Siguiendo el orden en que han sido asentados los libros en el inventario, encontramos a continuación “Una Doctrina Cristiana de la Lengua Aymara”. En este caso puede tratarse de La Doctrina christiana y catecismo para instrucción de indios […] traducido en las dos lenguas generales deste Reyno, quichua y aymara […] ordenada por el Tercer Concilio Limense e impresa por Antonio Ricardo en 1584 en la ciudad de Lima.

Luego tenemos “Un Vocabulario de la Lengua Aymara nuevo” y “Un Bita (SIC) Cristi de la Lengua Aymara sin pergamino”. Aquí inconfundiblemente se trata de dos de los textos pastorales de Ludovico Bertonio, ambos de la edición correspondiente a 1612 hecha en Juli.

Y, finalmente, se cita “Un Sermonario en Quichua y Aymara”, asiento que al parecer contiene dos obras distintas que Aguirre, ya extenuado y confundido en su lecho de muerte, declara ser “del padre Bretono [sic] que no se me acuerda qué autor es” (ibíd.), dejándonos en la incertidumbre de conocer quién o quiénes son los autores de aquellos sermonarios. Hay que notar que existen cuestionamientos sobre la existencia de un sermonario de Bertonio, a lo que nos referiremos más adelante.

Este inventario de 1640 demuestra que el proyecto del misionero jesuita de hacer llegar el conjunto de sus libros a los curas doctrineros se había logrado en el caso de Melchor de Aguirre, ya que el clérigo tenía en su poder tres o cuatro de sus obras. De la vida del cura y capellán del Hospital de La Plata sabemos que fue hijo legítimo de Juan de Aguirre y de Ana María de Alva, que a la sazón vivían en Paraguay y a quienes declaró herederos de sus bienes materiales, pidiendo a sus albaceas que, acaecida su muerte, lo enterraran en la Iglesia Mayor de La Plata, “en la parte más baja del altar Mayor hacia el Coro”.

Los inventarios de libros enseñan otras artes o gramáticas, catecismos, confesionarios y sermonarios en lengua quechua y en aymara, pero la insuficiencia de datos con que se solía anotarlos impide su identificación segura, salvo en el caso del vocabulario aymara, del que se puede asegurar, aunque no conste el autor, que se trata del de Bertonio porque no hubo otro impreso en este idioma. El inventario de bienes del cura beneficiario de la doctrina de Churumatas Joan Ximénez Cano, levantado el 25 de agosto de 164014, señala ambiguamente “Un Arte de la Lengua”, dos Artes de la lengua aymara (probablemente el autor de uno de ellos fue Bertonio y el otro Torres Rubio, descartándose la posibilidad, también factible, de que se tratara de ejemplares duplicados) y “Un Catasismo [sic] en lengua española y de indios”, que debe ser la Doctrina del Tercer Concilio Limense, ya mencionada.

Dos asientos del inventario de 1699 realizado en Potosí sobre los bienes del bachiller Miguel Gamboa15 muestran “Un arte de la lengua Aymara” y “Otro arte de dicha lengua”. Descartando otra vez la posibilidad de que se trate de ejemplares duplicados, cabría pensar que en un caso se refiere al Arte de Bertonio y en el otro al de Torres Rubio. Una última entrada de este inventario que reza “Otro arte de Antonio Nebrija”, nos da la certeza de tratarse del gramático español, aunque podríamos dudar de la obra si no supiésemos que en general La presencia de las obras pastorales de Bertonio en Charcas los asientos de esta clase se referían a la gramática latina antes que a la gramática castellana del autor.

Han pasado ciento setenta y dos años de la publicación de las cuatro obras de Bertonio en 1612, y  sorprendentemente, en 1784 aún encontramos ejemplares  en circulación en manos de los clérigos. Cuando la muerte sorprende al presbítero Isidoro Velasco en el pueblo de San Juan de Sorasora, punto neurálgico de los levantamientos indígenas de 1780-1782, dejaba entre los libros de su biblioteca un “Bocabulario (SIC) del idioma Aymara”. Ciertamente es uno de los textos de nuestro misionero jesuita16.

Finalmente, despuntando el siglo XIX, el año 1807, es decir, ciento noventa y cinco años después de la edición de la Vita Christi, el cura potosino Rafael Tadeo Gutiérrez al momento de su óbito poseía en Tarapaya una biblioteca de trescientos volúmenes en que se hallaba el texto de Bertonio “Vida y milagros de Jesucristo en aymara y castellano”. Asimismo, una “Doctrina cristiana en lengua quichua”, probablemente del Tercer Concilio Provincial de Lima y otra “Gramática de lengua aymara”, de Bertonio o Torres Rubio17.

Con el tiempo, las obras de Bertonio debieron convertirse en raras, difíciles de obtener y caras, sobre todo algunas de ellas. Albó y Layme, en la “Introducción” con que acompañan la reedición facsimilar del Vocabulario de Bertonio (1984) (1612), señalan, refiriéndose al Confessionario muy copioso[…]: “Esta es la obra más inaccesible de Bertonio y probablemente fue la más utilizada por los curas, porque les resultaba necesaria ‘aunque uno no sepa bien la lengua”; añadiendo que la necesidad residía en que este libro era: “[…] un Vademécum práctico para los misioneros: contiene instrucciones sobre los sacramentos, un catecismo para rudos, guías para atender a enfermos y moribundos, oraciones devotas […]” (Albó y Layme, 1984: xxxvi-xxxvii). El mismo Bertonio, en el prólogo al Confessionario, previene: “El último libro es este que tienes en las manos, más necesario aún que los tres precedentes” (2003), refiriéndose a las otras tres obras de 1612. No obstante que los inventarios presentados en este trabajo nada sugieren sobre la particular necesidad del Confessionario por parte de los doctrineros, sí llama la atención no haberlo localizado en ninguno de ellos, como por el contrario sucedió con la Gramática, el Vocabulario y la Vida de Cristo; por ello, es admisible la hipótesis de su desaparición por el excesivo uso.

Josep M. Barnadas ha consignado en la BBA los libros de Bertonio que fueron publicados en 1612 y que en distintas cantidades de ejemplares se han conservado hasta hoy. De acuerdo a esta información, es evidente que el Confessionario de Bertonio no habría podido sobrevivir en la cantidad que lo han hecho sus obras hermanas, pero además menos habría podido subsistir el Confessionario del III Concilio de Lima, que no aparece ni en un solo ejemplar en la BBA. Veamos a continuación los exiguos ejemplares de Bertonio conservados hasta hoy, según la investigación de Barnadas:

 

4. ¿Un quinto instrumento pastoral de Bertonio?

El historiador peruano Enrique Torres Saldamando en su obra Los antiguos jesuitas del Perú, al tratar la biografía de Bertonio, le atribuye, además de los cuatro instrumentos pastorales de 1612, otro (o dos en el mismo volumen) que se habría intitulado “Sermones y Doctrina cristiana. Un vol. 4o” (Torres Saldamando, 1882: 74). Barnadas anota al respecto el siguiente comentario: “Sermones y doctrina cristiana; parece pueden darse por perdidos” (Barnadas, 2003: 588); Albó y Layme, por su parte, explican que “no existen más referencias sobre este trabajo inédito” (Albó y Layme, 1984: XXXVII). Para agrandar el misterio, como ya anotamos antes, el capellán del Hospital de La Plata, Melchor de Aguirre, próximo a morir, declaraba en 1640 tener un “Sermonario en Quichua y Aymara”, añadiendo, sin embargo, que no estaba seguro si es de “Bretoño”18. Ante la sugerencia de este asiento en el inventario de Aguirre, Barnadas últimamente comentaba en una comunicación epistolar que el registro se referiría a “dos sermonarios diferentes; el aymara, de Bertonio ( Juli, 1612); o equivocarse Aguirre y tratarse del Sermonario del III Concilio limense de 1583 (BBA, I, No 42)”, inclinándose por esta segunda alternativa que dice ser la más probable19.

Según mi parecer, que Bertonio no hubiera compuesto un sermonario en aymara es lo que debería llamar la atención. Dado el interés del misionero jesuita de servir y ayudar a los sacerdotes y clérigos con la publicación de instrumentos destinados a la evangelización de los indios, es de esperar que publicara cinco y no sólo cuatro obras de las que en general formaban un “paquete” (expresión utilizada por Albó y Layme, 1984). El sermonario, en palabras suyas, era muy necesario porque “[…] para alcanzar facilidad en el hablar añado que es necesario ejercitarse en predicar los sermones o ejemplos que le fueren […]” (Bertonio, 1984 [1612] Anotación IIII, inc. 3). Los sermonarios eran parte del conjunto de instrumentos pastorales destinados a difundir el mensaje cristiano, y sin este libro el “paquete” de Bertonio hubiera quedado incompleto. Lo que está decartado es que el sermonario se hubiera publicado en 1612, porque el autor dice claramente en su prólogo al Vocabulario: “He sacado a la  luz este presente año, quatro Libros en lengua Aymara […]” ([1612] 1984c). Es posible entonces que aquél fuera publicado en fecha posterior. No obstante, dejamos también constancia de nuestra extrañeza de que no haya subsistido ningún ejemplar.

 

5. Los instrumentos pastorales en lenguas nativas en las bibliotecas conventuales de Charcas

Hasta aquí hemos ido siguiendo las huellas de los textos de Bertonio en los inventarios de bibliotecas privadas. Puestos a indagar en los inventarios de las bibliotecas conventuales consultados para este trabajo, no se han encontrado asientos fehacientes que den cuenta de aquellos textos. Llama sobre todo la atención no haberlos encontrado en la biblioteca que la Compañía de Jesús tenía en Potosí antes de su expulsión: ni en la llamada “biblioteca común” ni en las pequeñas colecciones que los religiosos habían ido acumulado en sus celdas –donde por orden de la Corona fueron sorprendidos y expulsados la noche del 19 de agosto de 1767– y que fueron inventariadas en 1768 (Inch, 2001). El hecho sorprende porque Potosí, por el sistema laboral de la mita, concentraba una gran cantidad de indígenas de las más diversas procedencias del Virreinato, pero “particularmente de la nación Aymara”, como bien establece Bertonio en el prólogo a la Grammatica de 1603 (en Albó y Layme, 1984: XLIII)20.  Por esta razón el comercio potosino del libro, como ningún otro en Charcas, debe haber sido muy importante para la colocación de instrumentos pastorales. Las trece parroquias de indios de la ciudad aglutinaban a miles de indios que anualmente se renovaban y a quienes se debía evangelizar. Una pauta para valorar esa importancia la proporciona un revelador asiento del año 1625, que deja conocer la gran cantidad de Artes que los avisados comerciantes podían llevar a esa plaza. Tras el óbito del mercader Francisco Sánchez Chaparro en 1625, se encontraron “en un cajón” doscientos sesenta y seis libros del Arte de la lengua general del Perú, llamada quichua de la edición de 1603 o quizá de la de 1608, impreso en Lima por Francisco del Canto21. Probablemente  se trataba de la cuarta parte o algo más del tiraje de la edición, ya que generalmente las impresiones se acercaban al millar de ejemplares. Por ejemplo, el tiraje del Vocabulario de Bertonio alcanzó los 825 ejemplares; al respecto cuenta Torres Saldamando que, junto a los pliegos que se remitieron al impresor Francisco del Canto para su publicación, se dieron ciertas instrucciones sobre la forma que se debía dar al primer pliego. Entre otras precisiones acerca del modo de ordenar las páginas preliminares, los tipos de letras y la tinta a usarse, se señalaba:

“[…] y aunque los cuerpos del vocabulario no son sino 812 sírvase sacar 825 para enviar a algunas partes” (Torres Saldamando, 1882: 78).

Retornando al tema de la ausencia de obras pastorales en la biblioteca de la Compañía de Jesús de Potosí, y aunque la biblioteca de la Universidad de Córdoba del Tucumán que se hallaba también a cargo de la misma orden religiosa cae fuera de nuestra área de investigación, el inventario de su biblioteca nos es útil para contrastarlo con el de los jesuitas de Potosí. Si bien en la biblioteca cordobesa no se manifiesta ningún ejemplar de Bertonio ni hay alguna indicación que pueda hacernos sospechar su presencia, sí tiene una variedad de textos pastorales, demostrando con ello el aprecio que los sacerdotes tenían por éstos. Así, encontramos un “Catecismo de la lengua guaraní”, del jesuita Antonio Ruiz de Montoya, un “Vocabulario de la lengua quichua”, de Diego González Holguín, el “Arte de la lengua quichua”, de Diego Torres Rubio, el “Arte de la lengua Lule y Tonocote”, de Antonio Machoni de Cerdena, un “Tesoro de la lengua guaraní” y un Arte de esta misma lengua (Aspell y Page, 2000).

Nos queda por escudriñar el inventario de libros del Convento de la Purísima Concepción de La Plata22. El 20 de mayo de 1800, fray Vicente Sanabria, bibliotecario del Convento, confeccionó un repertorio de la colección de esa Casa por instrucción del predicador y examinador sinodal del Obispado de La Paz José Jorquera23. Bajo la sección “Gramáticos principales baxo de la letra L” anotó, prescindiendo lamentablemente de los autores, un “Arte de la lengua guaraní”, un “Arte de la lengua quechua” y un “Arte de la lengua aymara”. Referidos a los idiomas europeos: un “Arte de la lengua griega”, un “Vocabulario de la lengua toscana”, un “Diccionario de la lengua castellana” y un “Vocabulario de Antonio de Nebrija” en latín. Seguidamente, en “Gramáticos duplicados baxo de la letra M” apuntó: un “Arte de la lengua quichua, un “Arte de lengua aymara”, otro de la lengua quichua, un “Bocabulario de la lengua toscana”, un “Bocabulario de la lengua castellana 4o tomo”, y un “Vocabulario sin principio ni fi n”. Este inventario, aunque en él continúa sin concretarse el nombre de Bertonio, es una nueva evidencia del interés y la necesidad de los religiosos regulares por las obras gramaticales y vocabularios tanto en lenguas vernáculas de América como en lenguas clásicas de Europa. La anotación del Arte de la lengua aymara de este copioso inventario es, como hemos visto en otros casos, tan genérico que es imposible atribuirlo concluyentemente ni a Bertonio ni a Torres Rubio.

Por otra parte, Teodoro Hampe, en su estudio sobre bibliotecas privadas en el área de la Audiencia de Lima (hoy Perú), del siglo XVI al XVII (1996b, 257 No 41), donde analiza numerosos inventarios, registra únicamente un “Confesionario para los curas de indios, compuesto y traduzido en las lenguas quichua y aymara”, del III Concilio Limense, publicado en Lima por Antonio Ricardo en 1585, como se ha señalado varias veces en este estudio. Este ejemplar correspondía a la biblioteca del cura Alonso de Torres Maldonado (1591). Particularmente este resultado, donde no fi gura ni un solo libro de Bertonio, no deja de ser sorpresivo, siendo que el sur de aquel distrito era aymara. Esto da lugar a preguntarse si los textos del sacerdote jesuita impresos en Juli se difundieron sobre todo a partir de Chucuito hacia el sur.

Los inventarios de libros que hemos revisado hasta aquí, contrastándolos con los de las Misiones de Mojos y Chiquitos24, permiten advertir que había una correspondencia marcada entre la lengua de los textos pastorales y los dominios lingüísticos de Charcas, es decir que los textos pastorales en lenguas autóctonas se hallaban presentes en tal o cual región de Charcas según la lengua en que estaban escritos. Así, los textos pastorales en quechua y en aymara se difundieron en el área de dominio lingüístico de estos idiomas que era el occidente de Charcas (en el estudio han salido a relucir los pueblos de Kallapa, Pakasa, Sura-Sura, Wachakalla, y también Potosí, por las razones ya explicadas), mientras que los textos para la cristianización en lenguas indígenas de aquellas Misiones se encontraban escritos en lenguas de los chiquitanos, mojenos, guaraníes y otros pueblos de esos lugares. Esta constatación preliminar es importante para poder establecer la hipótesis de que las obras de Bertonio se difundieron en la zona andina de Charcas y, en el Perú actual, al menos desde Chucuito.

 

6. Los vocabularios en aymara y quechua: libros cotizados por los indios principales

Por todo lo expuesto, vemos que quienes estaban en poder de los libros de pastoral eran sobre todo los curas doctrineros Gonzalo Franco (1578), Bernardo Guajardo (1609), Melchor de Aguirre (1640), Joan Ximénez Cano (1640), Miguel de Gamboa (1699), Isidoro Velasco (1784) y Rafael Tadeo Gutiérrez (1809), y en cierta medida las órdenes regulares. Sin embargo, había otros interesados y quizá no ya por el valor religioso de las obras sino por su utilidad lingüística.

En la almoneda de bienes del doctrinero de indios de Kallapa Gonzalo Franco, del año de 1578 (Barnadas, 1990: 27), la mayoría de los compradores de libros eran indios pakasa, que como se sabe eran y son aymara-hablantes; dos de ellos son “don Pablo, hijo de don Gerónimo Martín Uca”, que adquiere el “Bocabulario de la lengua  colla de mano en tres pesos e siete tomines” y don Phelipe Oturi, que se adjudica un “bocabulario de la lengua en quatro pesos”, que puede haber sido un vocabulario aymara manuscrito igual al que compra Uca (porque aún no se había impreso el de Bertonio) o un vocabulario quechua, ya que tanto uno como el otro idioma eran denominados  genéricamente “la lengua”, y ambos eran “lenguas generales” del Perú. De tratarse de un vocabulario quechua podría ser el de fray Domingo de Santo Tomás, publicado en 1560.  Este tipo de instrumentos eran bilingües: castellano-idioma nativo y a la inversa. Aprender el castellano, así como aprender a leer y escribir, era para los nativos americanos un símbolo de estatus que ambicionaban adquirir –más aún tratándose de indios principales como eran Uca y Oturi (deducimos su jerarquía por el título honorífico de “don”)– además de la necesidad práctica de este idioma para desarrollar sus actividades comerciales, jurídicas y de toda índole. El valor que representaban estos dos instrumentos lexicográficos para los compradores está reflejado en sus precios, los más altos de todos los libros de la subasta. Ratificando el interés de las autoridades étnicas por este tipo de libros, Don Carlos, alcalde indígena, compra un “Bocabulario aymara” en la subasta de libros del cura Bernardo Guajardo en Wachakalla  (1613) (Barnadas, 1990: 30). Es probable que Don Carlos hubiera pertenecido a la nobleza inka, entre los que hay varios personajes con este nombre; de ser así, su lengua era el quechua pero por alguna razón guardaba el interés de aprender el idioma aymara. Entre estos interesados por aprender el castellano están también los indios “lenguas” o intérpretes y los hijos de caciques que asistían a los colegios jesuitas para cristianizarse y aprender normas de conducta españolas.

 

7. Conclusiones más importantes

La escasa presencia y circulación de las obras de Bertonio en Charcas durante los siglos coloniales, según sugieren los inventarios de libros de ese periodo, es un hecho cierto si, además, se tienen en cuenta otros aspectos que abonan en ese sentido y que señalaremos a continuación. De acuerdo a una observación hecha por J. M. Barnadas, el número de vocabularios en quechua y aymara en circulación ya era exiguo hacia el último tercio del siglo XVI; por ello, quienes se interesaban por esos libros tenían que recurrir a las subastas públicas pagando  altos precios por ellos. Si ésta era una realidad en aquel temprano siglo, mucho más lo sería en tan prolongado periodo hasta fines del siglo XVIII, considerando, por otra parte, que se trataba de una sola edición de cada obra –exceptuando las artes o gramáticas– y cuyo tiraje en cada caso, sin duda, no llegó a pasar del millar.

Distribuidos estos ejemplares en más de doscientos años y con una demanda de cientos de clérigos que los necesitaban para rendir los exámenes a que estaban sujetos por ley para poder ocupar una doctrina, ya podemos ir sacando las conclusiones. A ello se suma, por lo menos con relación a los vocabularios, que los curas no eran los únicos necesitados o interesados en tenerlos sino también las autoridades étnicas.

La corta representación de las obras de Bertonio en la documentación es extensiva a los instrumentos pastorales en lengua quechua, aunque éstos prevalecieron con mucho sobre las primeras.

Debería llamar la atención, de confirmarse con estudios posteriores, que sectores como el de los empresarios mineros no se hayan interesado por los vocabularios en lenguas autóctonas, aunque estos instrumentos estuvieran concentrados, como estaban, en la temática evangelizadora y a pesar de que, gracias a los indios principales que hablaban el castellano, no fuera imprescindible la comunicación directa entre aquéllos y los indios del común. Ello habla de las extensas distancias comunicativas y sociales entre unos y otros, que, por otro lado, no sería raro en una sociedad precapitalista como era aquélla. Pero también sugiere el poco interés por las lenguas nativas aun de los sectores más cultos, contrariamente a lo que T. Hampe sostiene para el área de la Audiencia de Lima y contrariamente a lo que sucedía con el latín, de ahí que haya una gran cantidad de inventarios de libros con los textos gramaticales y lexicográficos de Elio Antonio de Nebrija.

Los pocos ejemplos que hemos podido recoger sobre los lugares por los que se expandieron las obras de Bertonio, apuntan a que fue por las zonas de habla aymara, es decir, donde se las necesitaba para la evangelización, demostrando su carácter estrictamente instrumental. Por esta misma razón, sus propietarios son fundamentalmente los curas doctrineros; fue, por lo demás, en quienes pensaron los misioneros al elaborar este tipo de libros.

Una conclusión colateral que surge de esta investigación es la ratificación de que la alfabetización de los indígenas tenía como objetivo su evangelización y en ningún momento el conducirlos a una lectura recreativa. Salvo tres excepciones de libros espirituales en aymara, quechua y mojeño, que también estaban destinados al aprendizaje de los idiomas nativos por parte de la clerecía, no existen otros libros en lenguas autóctonas.

Precisiones definitivas a todos los puntos planteados en estas conclusiones sólo podrán ser aportadas con el examen de nuevos documentos en archivos del país y de España.

 

Recibido: abril de 2012
Manejado por: A.M.P.S.
Aceptado: mayo de 2012

 

Referencias

1. Albó, Xavier y Félix Layme Pairumani. 1984. “Introducción”, en Vocabulario de la lengua aymara, Ludovico Bertonio, 1612, La Paz: CERES, IFEA, MUSEF.

2. Álvarez, Bartolomé. 1988 (1588). De las costumbres y conversión de los indios del Perú. Memorial a Felipe II. Madrid: Editorial Polifemo.

3. Armillas Vicente, José Antonio. 2005. “Morir en Indias. Las últimas voluntades de Bernardo Guajardo, cura de Huachacalla (1609)”. En: Antonio Gutiérrez Escudero y María Luisa Laviana Cuetos (coords.): Estudios sobre América: siglos XVI-XX, Sevilla: Asociación Española de Americanistas, pp.1253-1263.

4. Aspell, Marcela y Carlos Alberto Page (comps). 2000. La Biblioteca Jesuítica de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba (Argentina): Universidad Nacional de Córdoba.        [ Links ]

5. Barnadas, Josep M. 1995. El Seminario Conciliar de San Cristóbal de La Plata–Sucre (1595- 1995). Sucre: Archivo y Biblioteca Arquidiocesanos “Monsenor de los Santos Taborga”.

6. Barnadas, Josep M. 2003. “Noticias sobre impresos y manuscritos perdidos, mal identifi cados o desubicados (Siglos XVI-XX)” Anuario del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre: ABNB, pp. 571-666.

7.Barnadas, Josep M. 2008. Bibliotheca Boliviana Antiqva (BBA): Impresos coloniales (1534-1825). Sucre: Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Centro de Estudios Bolivianos Avanzados. Vol. I: 1534-1750, vol. II: 1751- 1825.        [ Links ]

8. Barnadas, Josep M. (comp.) 1990. La cultura llibresca a Xarques, 1557-1724: panorama, estat del debat i noves aportacions. Cochabamba: Los Amigos del Libro.        [ Links ]

9. Barnadas, Josep M. (dir.) 2002. Diccionario histórico de Bolivia. Redactado bajo la dirección de Josep M. Barnadas, con la colaboración de Guillermo Calvo y Juan Tiílla, Sucre: Grupo de Estudios Históricos.        [ Links ]

10. Bertonio, Ludovico. 1984 [1612] Vocabulario de la lengua aymara, La Paz: CERES, IFEA, MUSEF.        [ Links ]

11. Bertonio, Ludovico. 2002 (1612) Arte de la lengua aymara con una silva de phrases dela misma lengua y su declaración en romance. Iván Tavel,, ed. Cochabamba.        [ Links ]

12. Bertonio, Ludovico. 2003 [1612]. Confessionario muy copioso en dos lenguas aymara y española, con una instrucción a cerca de los siete sacramentos de la Sancta Yglesia, y otras varias cosas, como puede verse por la tabla del mesmo libro. Iván Tavel (ed.). Cochabamba: PROEIB Andes.        [ Links ]

13. Castañeda Delgado, Paulino. 1992. “La evangelización”. En: Testimonios: cinco siglos del libro en Iberoamérica. Caracas, Madrid: Biblioteca Nacional de España, ABINIA, pp. 181-224.

14. Hampe Martínez, Teodoro. 1991. “Lexicografía y cultura: diccionarios de lenguas europeas e indígenas en las bibliotecas del Perú colonial (siglos XVI–XVII)”. Thesaurus, XLVI, No 1, (Centro Virtual Cervantes)

15. Hampe Martínez, Teodoro. 1996a. Cultura barroca y extirpación de idolatrías: la biblioteca de Francisco deÁvila.1648. Cuzco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé las Casas.        [ Links ]

16. Hampe Martínez, Teodoro. 1996b. Bibliotecas privadas en el mundo colonial: la difusión de los libros e ideas en el Virreinato del Perú (siglos XVI-XVII). Madrid: Iberoamericana.        [ Links ]

17. Inch C., Marcela. 2000. “Bibliotecas privadas y libros en venta en Potosí y su entorno (1767-1822)”, Revista Paramillo No 19, Santiago del Táchira, Venezuela.

18. Inch C., Marcela. 2001. “La biblioteca potosina de la Compañía de Jesús”, (La Paz) Historia y Cultura XXVII, 33.

19. Layme Pairumani, Félix. 2002. Diccionario bilingüe castellano-aymara. Tercera edición, corregida y aumentada. Fuente en Internet: http://www.aymara.ucb.edu.bo/html/diccionario/dicframe.html        [ Links ]

20. León-Portilla, Miguel. 1992. “Las lenguas indígenas”. En: Testimonios: cinco siglos del libro en Iberoamérica. Caracas, Madrid: Biblioteca Nacional de España, ABINIA, pp.139-158.

21. Museo Catedralicio “Monsenor Carlos Gericke Suárez”. s.a. Memoria histórica. Santa Cruz. 22. Porras Barrenechea, Raúl. 1952. “Prólogo” a Diego González Holguín: Vocabulario de la lengua general de todo el Perv llamada lengua qquichua o del Inca. Lima: Imprenta Santa María.

23. Rípodas Ardanaz, Daysi. 1975. “Bibliotecas privadas de funcionarios de la Real Audiencia de Charcas”. Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia (Caracas). II, 501-555.

24. Santo Tomás OP, Domingo de. 1560. Léxico, o vocabulario de la lengua general del Perv. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, impresor de la M. R. Fuente en Internet: http://books.google.es/advanced_book_search        [ Links ]

25. Torres Saldamando, Enrique. 1882. Los antiguos jesuitas del Perú: biografías y apuntes para su historia. Lima: Imprenta Liberal. Internet Archive: Digital Library of Free Books). http://archive.org/stream/losantiguosjesui00torr/losantiguosjesui00torr_djvu.txt         [ Links ]

 


*. Directora del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (2001 a 2011), Sucre. e-mail: marcelainch@yahoo.com.mx

Notas

1. Para referirnos a esta obra en adelante utilizaremos el acrónimo BBA, usado por su propio autor.
2. Porras Barrenechea (1952: viii) cita obras pastorales en quechua que no han sido registradas por Barnadas, por ejemplo, un Vocabulario y arte en quechua de 1586, más su reimpresión, de 1604.
3. Fuente en Internet: http://www.aymara.ucb.edu.bo/html/diccionario/dicframe.html
4. Fuente en Internet: http://books.google.es/advanced_book_search.
5. Sobre la polémica del lugar de publicación de estas obras véase Torres Saldamando (1882).
6. Para las descripciones completas y sistematizadas de estos y otros libros, además de valiosa información complementaria sobre los mismos, ver Barnadas (2008).
7. Nos remitimos nuevamente a Barnadas (2003).
8. La palabra colla o qulla durante el siglo XVI era utilizada para designar el idioma aymara.
9. Kallapa era uno de los pueblos o marka de la parcialidad Urqusuyu del señorío aymara Pakasa (actual departamento de La Paz) (Barnadas, 2002: II/453)
10. Teatino debe entenderse por jesuita.
11. Ministerio de Cultura de España, PARES, ES.41091.AGI/10.42.3.22//CONTRATACIÓN, 5235,N.2, R.6
12. Id. Autos sobre bienes de difuntos de 1609, ES.41091.AGI/10.5.11.410//CONTRATACIÓN,503A.
13. ABNB EP 163b – 1640, ff . 174v-175r, La Plata, 19.IV.1640, Testamento del Maestro Melchor de Aguirre, cura y capellán propietario del Hospital Real de la Plata.
14. ABNB, EP 179-1640, f. 618v-619v, Pueblo de los Churumatas, 25.VIII.1640, Inventario del padre Joan Ximenes Cano, cura de la doctrina de Churumatas.
15. AHP CGI-733, f. 3r-4r, Potosí, 6.IV.1699.
16. ABNB, SGI-110, 1784, f. 152, San Juan de Sorasora, jurisdicción de la Villa de Oruro, 10.IX.1784. Inventario de bienes del presbítero Isidoro Velasco.
17. AHP EN 140 1807, fs. 397-450, Potosí. Inventario de bienes del presbítero Rafael Tadeo Gutiérrez.
18. ABNB EP 163b – 1640, ff . 174v-175r.
19. Agradezco al doctor Josep M. Barnadas la gentileza de su orientación.
20. También sorprende porque en esta biblioteca no figuran ni los textos pastorales en lenguas autóctonas de otros autores. ¿Se extraviarían todos estos libros en los saqueos a que fue sometida la biblioteca después de la expulsión de  los religiosos? Aspectos relativos a este tema en Inch (2001).
21. AHP EN 62 AHP EN 62, f. 53v, Inventario de los bienes de Francisco Sánchez Chaparro, mercader. Para la descripción detallada de esta obra ver Barnadas, BBA, II, Nº 76.
22. No se ha encontrado información sobre este convento.
23. ABNB Rück 158.
24. Ver para los inventarios de libros de Chiquitos la publicación del Museo Catedralicio “Monseñor Carlos Gericke Suárez” de Santa Cruz, intitulada Memoria histórica. Santa Cruz, y para Mojos la serie documental “Mojos y Chiquitos” conservada en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.

 

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons