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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.27 La Paz nov. 2011

 

 

 

Tiahuanacu, el Balbec del nuevo mundo (1877)

 

Tiahuanacu, the Balbec of the New World (1877)

 

 

Ephraim George Squier*, Dr. Edwin Claros Arispe**

*George Squier (1821-1888), Investigador estadounidense que escrbió en 1877 la obra: Peru:Incidents of Travel and Exploration in the Land of the Incas. Fue Comisionado del gobierno estadounidense en Perú y Cónsul General en 1868.
** Vicerrector Académico Nacional de la Universidad Católica Boliviana "San Pablo", Investigador de la Biblioteca Etnológica Boliviana, La Paz, Bolivia, claros@ucb.edu.bo.

 

 


Resumen:

Describe algunas de las características más importantes del complejo ceremonial de Tiwanaku, apoyado en los aportes previos de cronistas de la Colonia y exploradores y visitantes posteriores.

Palabras clave: Tiwanaku, templo del sol, crónicas.


Abstract:

Some important features of the Tiwanaku ceremonial complex are described, based upon previous accounts of colonial chronicles as well as later accounts of explorers and travelers.

Key words: Tiwanaku, chronicles. Sun temple.


 

 

Noticia previa

Don Manuel V. Ballivián, presidente de la "Sociedad Geográfica de La Paz", con el objetivo de hacer conocer una parte del viaje de exploración que había realizado el conocido estudioso Ephrain George Squier (1821-1888), cuyo resultado fue publicado en 1877, hizo la traducción de la parte referida a Tiwanaku. La obra de Squier titula "Perú. Incidents of travel and exploration in the land of the Incas" (New York, 1877).

Por el dato cronológico de la visita exploratoria a las ruinas de Tiwanaku, durante una semana, las reseñas de los distintos complejos de edificación por parte de Squier son reveladoras y de interés para estudios comparativos con la situación del Tiwanaku actual. Sobre este punto, el explorador dice "Tengo que confesar que no he encontrado muchas de las cosas que ellos [otros colegas exploradores] describen". Como se ve, la actitud comparativa y verificativa, entre datos de una época y otra, corresponde a las tareas de exploración.

Uno de los primeros visitantes exploradores del complejo de Tiwanaku fue el cronista Pedro Cieza de León (1553). Su reseña indica: "Tiaguanaco no es pueblo muy grande, pero es mentado por los grandes edificios que tiene que cierto son cosa notable y para ver. Cerca de los aposentos principales está un collado hecho a mano armado sobre grandes cimientos de piedra. Mas adelante deste cerro están dos ydolos de piedra del talle y figura humana muy primamente hechos y formadas fayciones, tanto que paresce que se hiziera por mano de grandes artífices o maestros. Son tan grandes, que parescen pequeños gigantes… y mucha destas piedras que digo, están labradas de diferentes maneras: y algunas dellas tienen forma de cuerpos de hombres, que debieron ser sus ydolos… Lo que yo más noté, quando anduve mirando y escribiendo estas cosas, fue que destas portadas tan grandes salían otras mayores piedras sobre que estaban formadas: de las cuales tenían algunas treinta pies en ancho y de largo quinze y más…"

Finalmente, rescato la emoción y admiración de Squier al ver el arte de trabajo lítico realizado por nuestros antepasados. "Y debo decir, una vez por todas, pesando prudentemente mis palabras, que en ninguna parte del mundo he visto piedras con mayor precisión labradas y con mayor maestría, que las del Perú, y en parte alguna del Perú se encuentra ninguna que sobrepase a las que se hallan diseminadas en las llanuras de Tiahuanacu".

 

Referencias

  1. Cieza de León, Pedro. Crónica del Perú. Primer parte (1553). Lima Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Academia Nacional de Historia, 1984.
  2.         [ Links ]
  3. Squier, George. Perú. Incidents of travel and exploration in the land of the Incas, New York, 1877.
  4.         [ Links ]

Documento de la Biblioteca Aymara


Tiahuanacu, el Balbec 1 del nuevo mundo

Tiahuanacu hállase situado en el mismo centro de la hoya terrestre de los lagos Titicaca y Aullagas, y en el corazón de una región que propiamente puede ser caracterizada como el Tibet del Nuevo Mundo. Ahí, a una altitud de doce mil novecientos pies sobre el nivel del mar, en extensa, abierta, no protegida y árida llanura, fría en la estación húmeda y fresca en el tiempo seco, encontramos los vestigios de una antigua civilización, considerada por muchos como la más remota y la más adelantada de los dos continentes americanos.

Era para explorar y estudiar estas ruinas monumentales, que han hecho célebre este sitio, que yo me dirigí á Tiahuanacu y no desperdicié tiempo alguno en dar comienzo á mi tarea. Esta no era de poco momento, porque aún contando con su beodo cara, apenas nos era posible conseguir trabajadores que pudieran ayudarnos, porque; no sólo habíamos llegado al pueblo en la víspera de la fiesta del chuño, ó sea de la patata seca, rezago de las prácticas religiosas de antaño, sino que antes de dar cima á nuestra labor, ya había comenzado la fiesta del Corpus Christi. La chicha corrió á torrentes y los pocos moradores que se abstuvieron de beber en la fiesta del chuño, de manera deliberada de lleno se entregaron á la más bestial borrachera.

Tal no era la única dificultad. Mientras escalábamos con fatiga el camino que atraviesa los cerros, mi fotógrafo, en cuya competencia contaba de lleno, cayó enfermo y de manera peligrosa. Una noche amarga, con un cielo caliginoso, sin persona que pudiera aliviar nuestra situación, salvo algunos indios de buena voluntad, en vano tratamos de poner remedio á sus sufrimientos y aliviar los delirios de su mente. El mal frustró cuanto esfuerzo hicimos, y ántes del amanecer la muerte puso término á sus sufrimientos dándole el descanso eterno. Algo balbució en lengua gaélica, en la cual la tierna palabra "mammá" -sagrada en todos los idiomasera la única que se le entendía, y así expiró con tal palabra lentamente articulada por sus demacrados y mortecinos labios.

Habíame provisto de completa y valiosa colección de aparatos fotográficos, cosa que consideraba indispensable al éxito en la representación gráfica de estos antiguos monumentos; pero muy escaso era mi conocimiento en el arte, y forzoso me era el constituir un fotógrafo de mí mismo, á trueque de perjudicar muchos de los resultados de mi exploración. Sin más guía que aquello que podía enseñarme el "Manual de Química", de Hardwick, puse manos a la obra, tras sendos fracasos, hasta que adquirí una regular práctica. No tenía á mi lado sino un ayudante, Mr. H., aficionado dibujante, á más de algún otro que pude conseguir de mi arriero de entre sus mozos, quienes tan solo querían dar fin á su contrato; así que veían con repugnancia que malgastáramos una hora más, no digo días, en verificar pesquisas en medio de las cenizas de los gentiles. Con todo, la investigación fue acometida con igual energía y entusiasmo, y tengo de ello plena convicción, con tan feliz éxito cual podía alcanzarse sin pérdida de tiempo y de dinero, que acaso mal hubieran podido darnos buenos resultados en algún des cubrimiento adicional. Empleamos en la tarea una semana en Tiahuanacu, metidos entre las ruinas, y creo que hemos obtenido el plano de cada una de las construcciones que es dado trazar, así como de cada monumento de importancia que se halla parado.

La primera cosa que llama la atención del visitante en el pueblo de Tiahuanacu, es el considerable número de las hermosas piedras labradas, colocadas en los edificios más toscos y que sirven de pavimento en patios los más mezquinos. Hállanse empleadas como dinteles de puertas, jambas, sitiales, mesas y receptáculos de agua. La iglesia casi en su totalidad está construida con este material; la cruz de su frontis está colocada sobre un pedestal de piedra que es una afrenta al alto símbolo que soporta en cuanto á la superioridad de la mano de obra. Por donde quiera, encuéntrase vestigios de la antigüedad en los contornos de las ruinas, que se han convertido en una verdadera cantera, de la cual se han extraído las piedras labradas, no sólo para Tiahuanacu y los pueblos todos e iglesias de la comarca, sino para la obra de la catedral de La Paz, la capital de Bolivia, situada en profundo valle de uno de los torrentes que van á dar al río Beni, á veinte leguas de distancia. Y lo que decimos de esto, es lo que ocurre en casi todas las partes de la sierra. Los monumentos del pasado han suministrado la mayor parte de los materiales para los edificios públicos, puentes, caminos, del tiempo presente.

Las ruinas de Tiahuanacu han sido consideradas por todos los hombres observadores y de ciencia en lo que atañe a las antigüedades americanas y en muchos otros aspectos, las más interesantes y de mayor importancia: á la vez, las más enigmáticas entre todas las del continente. Ellas han excitado la admiración y asombro tanto de parte de los primitivos como de los últimos exploradores, muchos de los cuales, vencidos en sus tentativas para penetrar el misterio de su origen, han tenido que contentarse en asignar una antigüedad más remota que la de los otros monumentos de América, y á considerarlos como solitarios restos de una civilización que desapareció antes de que comenzara la de los Incas, y contemporáneas de la de Egipto y del Occidente. Únicas como perfectas en el tipo y la armonía del estilo, se presentan como la obra de un pueblo en plena posesión de maestría en una arquitectura que no conocía infancia, que no pasó por un periodo de desarrollo y del cual no conocemos ejemplo.

La tradición que á medias explica el origen de muchos otros monumentos americanos, se presenta muda en los que nos muestra Tiahuanacu. Los indios poseídos de admiración, dijeron á los primeros españoles que "ellos existían antes que el sol alumbrara en el firmamento", que fueron levantados por gigantes, ó que eran los restos de un pueblo impío al cual un Dios airado había convertido en piedras porque sus gentes habían negado la hospitalidad á su lugar-teniente ó mensajero.

Debo limitarme á dar una reseña de estas ruinas, corrigiendo algunos errores y evitando algunas extravagancias de mis predecesores en el mismo campo de indagación. Tengo que confesar que no he encontrado muchas de las cosas que ellos describen; pero semejante hecho, si se toma en cuenta el vandalismo de los buscadores de tesoros y la rapacidad de ignorantes coleccionistas de antigüedades, en manera alguna amengua sus relaciones; porque Tiahuanacu es una ruina puesta á saco, con relativamente pocos aunque suficientes restos que evidencian su prístina grandeza.

Hállanse las ruinas a cerca de media milla al sur del pueblo, separadas de éste por un pequeño arroyo y un valle poco profundo. El camino á La Paz pasa á su costado, es decir, entre dichas ruinas y algunas montículos de tierra, que probablemente fueron parte de un sistema general. Están en parte ancha y de nivel uniforme de la llanura, donde el suelo es de una marga arenisca, firme y seca. Hay hileras de piedras paradas, algunas de ellas toscas ó mal pulidas por el arte; otras talladas con cuidado y puestas en muros de admirable construcción; extensas secciones de cimientos, con hacinamientos de piedras y restos de escaleras, bloques de piedras, con molduras, cornisas y nichos cortados con precisión geométrica; enormes masas da arenisca, tiaquita y basalto á medio tallar; y grandes portadas monolíticas, revestidas de adornos simbólicos en relieve, aparte de innumerables más pequeños, rectangulares, y lozas labradas simétricamente, que se levantan por donde quiera, ó que yacen dispersos y en confusión por toda la llanura. Es solamente después que el viajero inteligente ha recorrido el campo en todo sentido y estudiádolo atentamente, cuando los varios fragmentos se le presentan en alguna forma que los hace considerar en sus relaciones cabales unos con otros, y el aspecto de un todo se hace comprensible.

Dejando á un lado, por ahora, los montículos de menor cuantía, y de los cuales ya he hecho mención, estamos frente al grupo central y más importante de las ruinas, las que abarcan apenas una milla cuadrada del suelo, y que consisten de un montículo rectangular, trazado desde su origen, cada una de cuyas terrazas está sostenido por macizo muro de piedras cortadas, y el todo coronado por construcciones de piedras, percibiéndose aún con claridad los cimientos. Esta edificación llámase propiamente la "Fortaleza", y según lo afirma la tradición, sugirió el plano de la gran fortaleza de Sacsahuamán, que domina la ciudad del Cuzco. Los costados de esta construcción, así como de todas las otras de Tiahuanacu, coinciden con los diez grados de los puntos cardinales del compás. Pegada á la izquierda de la Fortaleza (adopto este nombre y otros que tenga que usar solo con el fin de facilitar la descripción) hállase una superficie denominada el "templo", un poco sobresaliente, marcada por líneas de piedras paradas, pero más toscas que las que están en el contorno de la Fortaleza. Una hilera de macizos pilares se destacan un tanto hacia adelante del frente oriental de esta superficie, y aún más adelante de ésta están hacinamientos de piedras más profundamente enterrados y que constituyen un edificio más pequeño de piedras cuadradas, con vestigios de un corredor exterior, que algunas veces ha sido designado con el nombre de "Palacio". En otros puntos, tanto al sur como al norte, vénse varios restos de ruinas, de las cuales me ocuparé después.

La construcción llamada el Templo exige que nos ocupemos preferentemente de ella: ante todo, porque parece ser la más antigua del grupo, el tipo, acaso, de las otras, y porque es aquí donde encontramos la gran puerta monolítica con esculturas de Tiahuanacu, la cual es única absolutamente, en cuanto abarcan nuestros conocimientos, en este continente.

El cuerpo del Templo forma un rectángulo de 388 pies por 445, marcado, como ya antes dije, por hileras de piedras paradas, en parte labradas con arte. En su mayor parte son de arenisca roja, y de tamaño y altura irregular; las de las esquinas están más cuidadosamente cuadradas y son más altas. En su mayor parte, miden entre 8 y 10 piés de altura, de 2 á 4 pies de anchura, y de 20 a 30 pulgadas de espesor. Las porciones que se internan en el suelo, así como las de nuestros umbrales de granito, son más anchas, y colocadas de manera que se pueda dar mayor firmeza á las piedras en su posición.

Estas piedras, algunas de las cuales están caídas y otras han desaparecido, parece que han sido colocadas, lijeramente inclinadas hacia lo interior, á unos 15 pies de distancia aproximadamente, midiendo de centro á centro, y parece haber tenido un muro de piedra bruta superpuesto entre ellas, soportando un terraplén de tierra de unos 8 pies sobre el nivel general de la llanura. En el lado del oriente este terraplén tenía un antepecho ó terraza inferior de 18 pies de anchura, la punta de la parte central en la cual se levantaban diez grandes pilastras de piedra, colocadas á 15 y medio pies de distancia, todas las cuales perfectamente alineadas, aún están paradas, con solo una excepción. Son de altura varia, no hay dos que tengan la misma anchura ni espesor. Una de las que ha caído, que es la segunda en la línea, mide 13 pies 8 pulgadas de largo por 5 pies 3 pulgadas de anchura. En parte se halla enterrada en el suelo, pero muestra 33 pulgadas de espesor sobre el haz de la tierra. Entre las que están aún paradas, las más altas son de 14 pies por 4 pies y 2 pulgadas, y 3 pies 8 pulgadas; la más pequeña de 9 pies por 2 pies 9 pulgadas, y 2 pies 5 pulgadas. Son menores en dimensión de las piedras que constituyen la cella ó sanctum de Stonehenge que presenta metódicamente distancias de 16 pies 3 pulgadas á 21 pies 6 pulgadas de altura; pero ellas son casi, si no del todo, iguales á las que componen el circulo exterior de dicho edificio. Están mucho más esmeradamente talladas que las de Stonehenge, siendo sus frentes perfectamente correctos, y las partes de atrás dejadas únicamente toscas ó parcialmente labradas. La coronación de las más altas tiene sus espaldas talladas hacia dentro, como si fuera para recibir arquitrabes; y con tal aspecto no se presenta en las más pequeñas, puede inferirse que sus coronaciones han sido destrozadas, y que en un principio todas ellas eran del mismo tamaño. Y toca aquí hacer resaltar otro rasgo ó aspecto de esta columnata -especialmente, que los lados ó esquinas de cada piedra parada están lijeramente cercenados unas seis pulgadas en su base, de manera á dejar una proyección de cerca de una pulgada y media, como si se tratara de sostener en su sitio cualquiera loza encajada entre las piedras, evitando que caigan fuera. Igual aspecto se presenta en las piedras que rodean el gran montículo ó Fortaleza, donde el propósito que tuvo se presenta por si, como luego lo veremos. Tal es el carácter general del propíleo, si tal puedo llamarlo, de la construcción denominada el Templo. Pero dentro de la línea de piedras que le rodean hay otros aspectos que llaman nuestra atención. He dicho que el interior es un montículo de tierra levantado á unos ocho pies sobre el nivel general del suelo. En el centro, empero, y hacia el costado occidental, hay un área hundida en el nivel general, 280 pies de largo por 190 de ancho. En su origen estaba comprendida por sus tres costados por muros de piedra bruta que se levantaban sobre la superficie del mismo montículo, pero que actualmente están derruidos. Si esta área hundida comunicaba por alguna parte con las partes más altas del interior de estas construcciones, los medios de comunicación, por gradería ó de otra manera, han desaparecido. A través del fin de esta área no comprendida en este montículo, la línea de piedras que rodean el templo se extiende sin interrupción; por fuera y ligada a ésta hállase parte de un pequeño patio de piedras de menor tamaño, también paradas, colocadas en el campo abierto.

Cuanto al lado oriental del Templo, comprendido dentro de la línea de pilares que he descrito como el frente, aquí encontramos á distancia de 37 pies, los restos de una construcción rectangular de la que he hecho mención con el nombre de "Palacio", la cual se compone de bloques de traquita admirablemente tallada de 8 por 10 pies de largo por 5 de ancho, con vestigios de algo que se asemeja haber sido un corredor de 80 pies de anchura, que se extiende en el contorno. Los estribos que sostenían el Palacio todavía subsisten enterrados profundamente en el suelo, descansando al parecer sobre un pavimento plano de piedras labradas. Remuévase los fundamentos de los edificios más sólidos de nuestras ciudades, y muy pocos si no todos, presentarán sus cimientos hechos con igual cuidado, y ninguno de ellos con piedras labradas con tanto esmero, ó tan admirablemente colocadas unas con otras. Y debo decir, una vez por todas, pesando prudentemente mis palabras, que en ninguna parte del mundo he visto piedras con mayor precisión labradas y con mayor maestría, que las del Perú, y en parte alguna del Perú se encuentra ninguna que sobrepase á las que se hallan diseminadas en las llanuras de Tiahuanacu. El llamado Palacio no parece haber sido colocado en relación simétrica respecto al Templo, aunque al parecer dependiente de éste: ni en verdad, ninguno de los antiguos edificios parece haber sido erigido sobre un plano geométrico en relación uno con otro, cual se percibe en el orden de la mayor parte de las ruinas de los edificios públicos aborígenes del Perú.

Está la Fortaleza situada al sudoeste del Templo, coincidiendo los dos costados de ambas construcciones en su situación, y hállase distante 64 pies de éste. Como lo he dicho ya, es un montículo ó atrincheramiento de tierra, originariamente rectangular en su forma, de 620 pies de largo y 450 de ancho, con 50 pies de altura. Ha sido dicho montículo sobremanera desfigurado por las excavaciones de los buscadores de tapados, quienes han socavado los costados y practicado grandes agujeros en su cima, de manera que al presente parece más un hoyo profundo, natural, montón deforme de tierra, que la obra de manos humanas. Las pocas del crecido número de piedras que la rodeaban, y que los destructores han esparcido acá y acullá, todavía nos permiten darnos cuenta de su primitiva forma y de sus proporciones. Hay vestigios claros de que el cuerpo del montículo era en forma de terraza, por cuanto aún existen piedras paradas á alturas diferentes, distantes horizontalmente 9, 18 y 30 pies de la base. Puede que haya habido más terrazas que las que marcan estas líneas de piedras, pero es cierto que había por lo menos tres antes de llegar á la cima. Tal aserto coincide con lo que nos dice Garcilazo respecto al montículo o atrincheramiento, cuando éste por primera vez fue visitado por los españoles. Nos dice, pues, al tratar de las ruinas en cuestión: "Entre éstas hay un cerro ó colina hecha á mano, la cual, por esto mismo, es muy admirable. Con el objeto de que la tierra amontonada no se derramara y que la colina conservara su nivel, ésta estaba sostenida por muros de piedra. Ninguno se da cuenta del por qué fue construido este edificio". Cieza de León, que asimismo visitó Tiahuanacu poco después de la conquista, da en resumidas cuentas la misma descripción de la llamada Fortaleza.

En la cima de esta construcción hay secciones de los fundamentos de construcciones rectangulares, en parte socavados y en parte rellenados por la tierra extraída de las grandes excavaciones modernas en el centro, excavaciones que abarcan más de 300 pies de diámetro y más de 60 de profundidad. Un charco de agua está al pie. Este último acto de barbarie era, sin embargo, uno de tantos de los que antes se habían perpetrado. En uno y otro lado de la Fortaleza y en sus faldas yacen bloques de piedras enormes y de forma regular esculpidos con fragmentos de dibujos tallados, los cuales se verán mejor sólo cuando se hagan casar unas con otras. Algunos lienzos de la pared exterior ó más baja se conservan por fortuna casi intactos, de manera que nos es permitido darnos cuenta de cómo fue construida, así como del plan y el propósito que se puso en ejecución en todos los otros muros, cosa que también se observa en algunas partes del templo.

En el primer lugar se colocaron enormes piedras paradas sobre el terreno, aparentemente descansando sobre cimientos de piedra también. Se presentan en unos diez pies, poco más ó menos, sobre la superficie, prolijamente dispuestas, perfectamente alineadas, y con una inclinación muy ligera hacia dentro en dirección á la colina. Están colocadas diez y siete pies de por medio entre centro y centro, siendo casi uniformes en tamaño, generalmente unos tres pies de anchura con dos de espesor. Sus esquinas están talladas de manera á presentar la especie de respaldo al cual aludí al describir los pilastres que están frente al templo, y cuyo objeto ahora se presenta claro á la vista. El espacio entre las piedras paradas está rellenado con un muro de piedras labradas con arte. Las que se hallan próximas á las pilastras están talladas con un ángulo que encaja con el pilastre que tiene al lado, y cada uno de ellos está sellado, además, con nuevas alternadas proyecciones, como un encage y espiga; de manera á hacerlas inconmovibles unas con otras horizontalmente. En sentido vertical, hállanse colocadas en hoyos redondos cavados en el pie y parte alta de cada piedra a una distancia exacta correspondiente, y en las cuales, hay motivos para creer, habían puestas chavetas de bronce. Vemos en ello señales inequívocas de maestría en gentes que no conocían el uso del cemento, recurrir á un medio que diera solidez y estabilidad á sus construcciones. Casi todos los bloques de piedra dispersos en la llanura manifiestan el tallado hecho para recibir lo que se llama la T de empalmadura, y los agujeros redondos para recibir las chavetas metálicas que eran destinadas á contener los bloques en su sitio y verticalmente.

En el recinto llamado Templo del Sol, por los que de Tiahuanacu han tratado en sus relaciones históricas, y muy especialmente, viageros como Angrand, Squire, Tuchdy, Rivero y otros; en el ángulo N. O. se halla situada la famosa puerta monolítica, siendo esta reliquia arqueológica el monumento que está destinado al más serio estudio, que pueda ponernos en camino de descifrar el origen de los prehistóricos pobladores de estas, hasta hoy, misteriosas ruinas.

Al presente, nos limitamos á dar la descripción de la expresada puerta, guiándonos de d'Angrand, que creyó dar una explicación de las figuras en ella representadas, aplicando el simbolismo de las teogonías más remotas, particularmente las del antiguo México.

Como se contempla hoy ese monumento, hállase partido en su parte superior y, hoy, dividido en dos trozos, de los cuales el uno está un tanto inclinado sobre el otro, lo cual ha dado á esta apertura el aspecto de una puerta ejipcia. Pero ella estaba labrada en ángulo recto, así como todas las puertas y nichos da Tiahuanacu. Mide 5 metros de altura por 2 metros, 30 de anchura; el vano tiene 1 m. 53 de altura por 0. m, 81 de anchura. El espesor es de 0 m. 42. La faz occidental presenta dos nichos al nivel del suelo y dos otros más encima de la línea superior del vano: uno de cada lado. El vano, así como los nichos, está contorneado de molduras endentadas ensanchándose hacia arriba. Encima de la puerta hay una cornisa que forma un cordón sobre toda la fachada debajo de los nichos superiores. En la parte superior, la piedra está hendida como si en ella se hubieran introducido goznes de metal.

La faz oriental está cubierta de bajo-relieves y de variedad de adornos. Arriba de la puerta hay un gran artesón de 84 m. (?) de altura por 0. m., 55 de anchura. Está guarnecido á derecha é izquierda de tres hileras de pequeños artesones simétricamente superpuestos. El todo está separado de la abertura y de la parte inferior del edificio por un foso de 0. m., 2o de anchura, que forma un cordón sobre toda la fachada. Estos artesones no son otra cosa sino pequeños marcos en los cuales están representados, en relieves planos, que se destacan en un fondo cavado de la manera ejipcia, figuras talladas con esmero y adornadas con esquisito arte. El artesón principal representa á un personaje de formas cortas y recogidas, cuyo cuerpo y vestimenta están cubiertos, mejor dicho, y que se componen de gran variedad de atributos. Dicho personaje empuña en cada una de sus manos un cetro que semeja un arco y que termina, en uno de sus extremos, en la cabeza de un ave. La faz de la figura está esculpida, parte en hueco, parte en relieve. Los ojos están figurados por dos cortadillos ó vasitos, la boca está cavada y la nariz saliente. Los rasgos de la cara se terminan en figuras simbólicas. La cabeza está rodeada de una greca y de una aureola de diez y nueve radios terminados, de tres en tres, por cabezas de animales, entre cada una de las cuales hállanse colocados dos círculos o anillos, sostenidos como las perlas de las coronas de conde. Los animales simbólicos, cuyas cabezas están representadas en la cara ó en los labios, son tigres, perros y pájaros -probablemente cóndores. El cuerpo se compone asimismo de cabezas de hombre y de animales. Las piernas, muy cortas, tienen por base una especie de escabel cubierto con los mismos signos. Esta figura, en sus contornos y en sus detalles, presenta dos lados absolutamente simétricos. Los pequeños artesones encierran, cada uno de ellos, una figura. Los de la hilera superior muestran en toda parte la misma. Es un hombre alado visto de perfil, rodilla en tierra, y la faz vuelta hacia el artesón del medio. La actitud de tales personajes parece expresar la adoración. Empuñan un cetro en forma de arco y están coronados de un tocado con cinco rayos, terminado cada uno de éstos por dos cabezas de pájaro, una cabeza de cuadrúpedo y dos emblemas, que tienen la forma de una tiara, uno de ellos, y el otro de una torre. Las alas están compuestas de muchas plumas, Las plumas grandes superiores no representan emblema alguno, las inferiores tienen en su extremidad tres cabezas de pájaro y cuatro de cuadrúpedos. En la hilera del medio, los personajes son semejantes; sólo que tienen una cabeza de pájaro, vista de perfil, como Horo, padre del Osiris ejipcio. En la hilera inferior, la cabeza de los personajes, cuya actitud es siempre la misma, está representada por un emblema que acaso podría figurar la parte superior del perfil humano. La ornamentación de estas figuras difiere de la de las hileras superiores: ya no se ven cabezas de anímales, sino círculos semejantes á los que están en la aureola del personaje principal (artesón del medio). El foso representa una especie de greca en doble zig-zag, adornada de cabezas de pájaros colocados horizontalmente. Esta greca forma marco á muchos sujetos más pequeños, que representan una serie de figuras simbólicas. Tienen semejanza con las de los artesones y á su vez están adornados como los personajes de estos mismos artesones. Las dos partes del foso son simétricas. En el quinto marco de la greca está representada una figura con faz humana y cubierta la cabeza con una diadema ó borla. Los pies acaban en emblemas de forma alargada. La mano derecha agarra una trompeta apoyada en los labios. Tales adornos son de altísimo interés para el estudio de la arqueología y del simbolismo, y nada se conoce que se les parezca.


Notas al Pie

1 Balbec o Balbek o Baalbek. Heliópolis, antigua ciudad fenicia y luego colonia romana. En esta ciudad se encontraron vestigios de un templo dedicado al sol; y por comparación Squier denomina a Tiwanaku como otra Heliópolis.

 

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