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Revista Ciencia y Cultura

versión On-line ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.20 La Paz abr. 2008

 

 

 

Breve reflexión sobre el teatro nacional

 

 

Maritza Wilde1

1 Maritza Wilde es directora teatral, actriz, dramaturga y es la directora artística del Festival Internacional de Teatro de La Paz (FITAZ).

 

 


Afortunadamente, el joven teatro nacional está empezando a comprender que no existe antagonismo entre modernidad y tradición; que el arte se ha nutrido de diversas culturas desde la Antigüedad, enriqueciendo así la gran cultura humana. Desde el perdido Aranway, forma parateatral de algunos pueblos nativos de la región, hasta el disminuido teatro tradicional boliviano de las décadas precedentes, el teatro nacional ha transcurrido en un tiempo de avances y retrocesos, oscilando entre la agresividad y la obsecuencia, entre la paranoia y la autocomplacencia.

Los signos son obvios: las ideas pre-formadas esclerotizan el producto, y en el proceso la expresión se vuelve ampulosa, solemne o de grosera imitación. El equilibrio se torna difícil. Para Anne Ubersfeld, "las culturas no dialogan, sino las épocas, las ideologías y las clases". El teatro boliviano no ha estado ausente de los movimientos sociales de los años sesenta y setenta. Un teatro de denuncia, esquemático y comprometido, cuyos mayores exponentes se dieron en Latinoamérica con nombres tan emblemáticos como los de La Candelaria, Enrique Buenaventura, José Carlos Reyes en Colombia y el Galpón del uruguayo Atahuallpa del Cioppo.

Fueron principalmente los teatros universitarios en Bolivia los abanderados de este movimiento. Años antes, el grupo Nuevos Horizontes, de Tupiza, fundado en 1946 por el anarquista argentino Liber Forti, había introducido la formación teatral del actor y había dotado a los que participaron de la agrupación de una mística por el trabajo. El periplo duraría hasta 1961, año en que Forti diría al despedirse: "...Nos vamos sin llevarnos nada ya que nos pareció y nos sigue pareciendo gran cumbre llegar hasta la altura del corazón de las gentes..."

Casi al mismo tiempo, en La Paz se daría un fenómeno no igualado en el teatro nacional: largas filas por varios días para lograr localidades en las obras del dramaturgo, actor y director Raúl Salmón de la Barra. Salmón escribió obras sociales e históricas. El teatro histórico de este autor, ya fallecido, continúa vigente.

La escasa dramaturgia es el talón de Aquiles del teatro boliviano. Ciertamente, esta carencia ha derivado en la creación de textos escénicos creados por los nuevos grupos en base a narraciones, poemas y otros textos. La mayoría de estos grupos que trabajan y trabajaban con estos recursos de adaptaciones de poemas y narraciones no alcanzan el nivel necesario para una dramaturgia nacional. Sin embargo, en estos dos últimos años podemos celebrar con optimismo que se proyecta sobre el teatro nacional una joven dramaturgia que además de la creatividad, posee la suficiente lucidez y amplitud mental como para insertarse en la dramaturgia latinoamericana.

El paso al presente del teatro boliviano ya lo han dado los jóvenes. Falta aún reafirmar acciones y aclarar conceptos, tarea nada fácil cuando se trata de comprender el temor a la "otredad" y su rechazo, cuando la confusión involucra a la identidad y su búsqueda.

Toda creatividad humana tiene sus riesgos. El teatro, arte precario por excelencia, los enfrenta, desde la idea y el proceso, pasando por los "estrenos", hasta sus presentaciones al público. En un país como Bolivia, sin teatro oficial y sin leyes culturales, la creatividad de la gente de teatro es más incierta.

El teatro boliviano se ha caracterizado desde siempre por la discontinuidad, por altibajos reiterativos, por paralización de proyectos, por el olvido consciente e inconsciente de las instituciones que deberían registrar y guardar como patrimonio nacional la memoria artística y cultural del país.

La cultura humana es un cúmulo de significados que permiten a una comunidad comprenderse a sí misma en su relación con otras culturas del mundo. En cualquier caso, el teatro, en sus vertientes intra e intercultural, y la nueva escritura teatral contemporánea, parece que ya están aquí para quedarse, faltará vencer el temor a la "otredad" sin perder el sentido de los valores a la vez que se preserva la cultura-fuente.

 

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