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Revista Ciencia y Cultura

versión On-line ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.20 La Paz abr. 2008

 

 

 

La Escuela Nacional de Teatro: un futuro que está naciendo

 

 

Antonio Peredo

1 Antonio Peredo es director, actor y creador del grupo multidisciplinario El Reciclaje, con el que lleva cuatro años de trabajo sobre montajes teatrales, obras visuales y plásticas, alternando entre la dirección y la actuación.

 

 


Hablar de la existencia de una institución de formación artística puede no ser muy interesante para algunos, incluso puede llegar a ser algo bastante cotidiano. Pero si hablamos, por ejemplo, de la primera escuela de teatro, en un país llamado Bolivia, y que dicha escuela otorga el grado de licenciatura en Artes Dramáticas, este tema parece tomar otro interés y seguramente es algo que vale la pena tomar en cuenta. Y es el caso de la Escuela Nacional de Teatro en Bolivia, que tiene su sede en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.

Creada el año 2004, es una de las pocas instituciones en Latinoamérica que tiene un edificio especialmente construido para tal fin. Este edificio alberga actualmente más de cincuenta alumnos, todos ellos con el único deseo de convertirse en profesionales del teatro. Sin embargo, los ingresados no son alumnos de una carrera universitaria común y corriente, es decir, no basta con asistir y tener sus mensualidades al corriente. En esta escuela se propone la formación como un "un puente en el cual el estudiante tendrá que adoptar una actitud activa. Es un espacio, por tanto, en el que el estudiante participa, como protagonista, en su propia formación. Esto es muy pertinente, sobre todo si se habla de un proceso educativo artístico, pero también pensado en función de un contexto laboral determinado.

No es novedad para nadie, cuando se toca el tema del mercado laboral para los artistas, que éste es casi inexistente, y que los medios y los mecanismos que se requieren para generar un desarrollo sostenible del teatro como oficio están en pañales. Así que la necesidad de crear artistas que puedan generar estos aspectos a partir de su propio arte es innegable y urgente. En este sentido, desarrollar artistas que puedan sustentar su formación es un paso importante.

Pero, a la vez que se genera este protagonismo del estudiante en las aulas, también se propone una formación que evite, en lo posible, una línea actoral o estética, o sólo un "tipo" de teatro. En el ambiente de trabajo se dan las herramientas necesarias para poder resolver el hecho teatral. El estudiante, como dice el mismo director de la escuela, "hará su propia mezcla después".

 

Disciplinas... muchas

Esto necesita de una diversidad de materias que permitan al futuro actor, director, etc., probar y experimentar un abanico amplio de materias, que será su bagaje en el futuro. Materias que van desde el ballet clásico y que llegan a cuestiones mucho más específicas como trabajos sobre análisis del texto teatral. Al cursar tres años, los estudiantes no se quedarán sin haber formado su cuerpo y mente por igual, todos alrededor de un interés: el hecho teatral.

Todas las experiencias parecen ser útiles en la formación. Tanto la posibilidad de dar un salto mortal en la materia de Acrobacia como levantar el paladar para llegar a la nota alta en la materia de Canto, o relajarse un poco con el Yoga. Todas estas vivencias son llevadas, o, mejor dicho, guiadas por profesores bolivianos, así como también profesores que llegan de países lejanos, pero sin lugar a dudas siempre desinteresadamente, salvo en el objetivo de lograr artistas de calidad y alto nivel técnico.

 

El entorno

La Escuela Nacional de Teatro está ubicada en un barrio en la periferia de la ciudad de Santa Cruz. Un barrio peligroso, como todas las periferias en todas las ciudades, y pobre. Aparentemente existe una contradicción muy grande, cuando se ven casas de un cuarto donde habitan más de cinco personas y unos cuantos pasos más allá un edificio que contiene una sala teatral con capacidad para seiscientas personas aproximadamente.

Este proyecto, que fue creado con la colaboración de la Fundación Hombres Nuevos y el apoyo de la Universidad Católica Boliviana, tiene sin duda un objetivo claro. Generar la cultura, el arte, desde la periferia, desde la pobreza, desde la exclusión. Así como las personas que viven en estos lugares, en condiciones inhumanas, el arte como oficio está en las mismas condiciones, y son estos actores, los que viven y estudian en estas condiciones, los que tienen algo que decir, hacer y, sobre todo, cambiar. Es cuando la contradicción se vuelve una relación para el desarrollo.

 

Lo alcanzado

Medir los resultados que puede aportar esta institución a su entorno, a tan pocos años de su creación (cuatro, para ser exactos), sería una práctica más propia de un "pajpaku". Pero se pueden entrever algunos logros. La participación de muchos actores jóvenes en películas nacionales, la creación de varios proyectos teatrales, financiamientos, proyectos educativos, proyectos rurales, todos alrededor de la actuación y el teatro. Este panorama muestra cómo la influencia del arte y de la profesionalidad de los artistas afecta directamente al diario vivir de Santa Cruz. Si no, es cuestión de preguntar a cualquier vecino del Plan 3000 cuántas veces ya fue al teatro últimamente.

Así, la institución formativa deja de ser sólo un espacio exclusivo de la formación, para convertirse en un medio de producción y gestación del teatro, un centro que impulsa un movimiento que esperemos no se quede en un buen impulso, como muchas experiencias anteriores, sino que pueda sostener este movimiento y poco a poco se convierta en referente, cosa que hace falta en Bolivia, no sólo para el teatro.

Esta idea, nacida en la cabeza de Marcos Malavia, su director, ha cobrado ya importancia, no sólo para los estudiantes y los docentes, sino para el pueblo boliviano. Actores y directores jóvenes, dedicados enteramente a este oficio, desarrollan y abren un nuevo camino para el arte en Bolivia. Habrá que ver de cerca a dónde llevará este camino.

 

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