Presentación

 

 

---

Este número de la revista Ciencia y Cultura está dedicado al teatro, y no es casual que así sea, porque la Universidad Católica Boliviana San Pablo, en La Paz, tiene una participación destacada en el desarrollo teatral en la ciudad de La Paz.

En efecto, a poco de fundarse la Universidad, en 1966, se organizó un grupo de teatro a cargo de Carmina Morón, una directora española de teatro que vivía por entonces en Bolivia. La Universidad, entonces pequeña todavía en número de estudiantes, acogió con entusiasmo la idea de tener un teatro universitario. Hay que pensar que, por esos años, el renombrado Teatro Experimental Universitario de la Universidad de San Andrés ya había marcado época y sus presentaciones eran importantes, de modo que nuestro teatro tenía que apostar a la más alta calidad, y así fue. La experiencia provocó tal entusiasmo en la comunidad universitaria, que allí participaron estudiantes y profesores buscando los mejores resultados artísticos. El ambicioso repertorio de las presentaciones convocó mucho público y se llevaron a escena obras tan desafiantes como Fuente ovejuna, de Lope de Vega, Volpone o el zorro, de Ben Jonson, Diálogo de carmelitas, de Bernanos, La casa de té de la luna de agosto, de John Patrick, y otras obras que, con el entusiasmo de Carmina Morón y Jaime Virreira, que colaboraba con verdadera pasión, inauguraron lo que sería, luego, una larga tradición teatral en la Universidad.

Años más tarde, y con el mejor deseo de continuar las acciones teatrales en la Universidad se llamó, hacia 1971, a Gabriel Martínez, un director de teatro chileno que había llevado a cabo una experiencia singular con su teatro indígena en Charazani. Lamentablemente no se pudo llegar a mayores resultados. Hacia 1974, se volvió a revivir la actividad y, esta vez, se convocó a Rosemary Cañedo y su "Teatro Tiempo" quienes pasaron a depender de la Universidad y realizaron algunas presentaciones entre las que se destacó Calígula, de Camus, en una puesta escénica que fue histórica. Un tiempo después Rosemary Cañedo murió y ahí quedó el intento. Con Eduardo Perales se intentó continuar la actividad pero el intento duró poco.

Tras un prolongado receso, en 1992 el impulso que se dio a las actividades artísticas en la Universidad se hizo más evidente; entonces se llamó al actor David Mondacca para "revivir" nuestro Teatro Universitario y surgió lo que, hasta ahora, es el Taller de Teatro de la Universidad que, en verdad, ha dado mucho que hablar, porque de allí han salido actores importantes que figuran entre los más destacados del medio, no solo teatral, sino también cinematográfico; además, aquí también se organizaron varios grupos independientes de teatreros jóvenes y entusiastas de una actividad que no ha dejado de "fascinar" a los estudiantes que han pasado por allí y están todavía experimentando vivencias inusitadas con el teatro.

En medio de este panorama apareció inopinadamente un día, a mediados de 1994, Cesar Brie y su Teatro de los Andes para hacer de la Universidad su tradicional lugar de presentaciones en la ciudad de La Paz. Esto, naturalmente, terminó de darle el mejor brillo a nuestra actividad teatral. Y por si esto fuera poco, también dimos espacio para algunas presentaciones del Festival Internacional de Teatro de La Paz (FITAZ). Finalmente, la UGB organizó estos dos últimos años dos talleres de escritura teatral dirigidos a subsanar en alguna medida una de las problemáticas más agudas del teatro nacional: la carencia de un corpus textual propio y significativo. Una muestra de los resultados de estos talleres se expresa en los varios textos dramáticos que reproducimos en este número de la revista.

Al cabo de tantas idas y venidas, hoy presentamos el número 20 de la revista Ciencia y Cultura que edita la Universidad Católica en La Paz, esta vez, como dijimos, dedicado a presentar un panorama general de la realidad actual del teatro en las voces de sus propios protagonistas, y que ha sido posible gracias a la ayuda, siempre apasionada y entusiasta, de Martha Mozón y otras personas amigas como, Maritza Wilde y Mabel Franco. Gracias a ellas, por el empeño. Y como el teatro no surge de la nada, sino que responde a una tradición y actividades previas de una determinada sociedad, hemos reservado un amplio sector de la revista a efectuar una revisión retrospectiva de lo que fue el teatro en el pasado, acompañada de la publicación de dos obras representativas de la Colonia (el Sainete unipersonal intitulado "La brevedad sin sustancia") y el siglo XIX ("Los mártires", de Hermógenes Jofré). En este caso nuestro agradecimiento especial va dirigido a Andrés Eichmann, Dora Cajías de Villagomez, Raúl Rivadeneira y Lupe Cajías.

La intención es dejar un testimonio escrito de la vida teatral en el país, para que mañana se sepa que se hizo teatro en Bolivia con entusiasmo, generosidad y mucha pasión.

Carlos Rosso Orosco
Director de Cultura de la
Universidad Católica Boliviana