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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.19 La Paz jul. 2007

 

 

 

El pensamiento de Bolivia en 1897

 

 

Daniel Sánchez Bustamante

 

 


Bolivia es hoy la nación más asaltada en su vida, y la que necesita mayores energías para resurgir en el concierto de las potencias de América. Sufrió una dura prueba y una dolorosa tensión con los obstáculos que detienen su paso a través de las edades.

Está hecha la nacionalidad. Hay un sentimiento enérgico que caracteriza el alma de la raza. Porque los pueblos, para tener un Yo, deben fundir sus sentimientos, sus glorias y sus desgracias en un gran periodo de tiempo, en inmortales tradiciones y en inmensos sacrificios. He ahí porqué el espíritu de la Grecia ha vivido después de veinte extrañas dominaciones.

La cruda campaña que sostiene Bolivia contra las proyecciones de otros países, si embarga hoy todas sus fuerzas, servirá, en cambio, para reconcentrar el espíritu de la nacionalidad, y para darle todo su carácter en la historia e inmortal permanencia en el tiempo.

El genio boliviano no tiene lugar para el culto a las ideas y para el afinamiento de su sentido estético. Están formándose las capas en que debe fecundar. Todo lo atrae un instinto de conservación nacional y de combinación política. De ahí que las manifestaciones más numerosas del pensamiento se encuentren en los escritorios de polémica internacional y en la prensa partidista. Poco, muy poco, queda para los vacilantes y olvidados intelectuales que se esfuerzan por formar y enseñar el sentido superior de la vida. "La estética, ha dicho Flaubert, no es sino una justicia superior".

El esfuerzo más sostenido del pensamiento boliviano ha sido, en 1897, guiado por el peligro que encierran las contiendas de límites y las soluciones de paz y comercio con cinco naciones: Perú, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile.

La prensa ha palpitado con todos los corazones y aún no ha apuntado el verdadero sentimiento común, que no luce sino cuando las pasiones se han acallado ante la verdad de las consecuencias...

Varios y tan valientes como doctores, escritores han tratado en sus libros el problema de límites con el Perú, y han obtenido que los estadistas de América fijen con interés y simpatía su mirada en el derecho de Bolivia, planteado con intenso y ardoroso convencimiento

Y el tema más vibrante, ventilado por la prensa diaria, ha sido el de los tratados boliviano-chilenos de 1895 y 1896. En el seno mismo de Chile y en sus órganos mas autorizados han hallado sitial dos escritores bolivianos -Rodolfo Soria Galvarro y Alberto Gutierrez- y han hecho inclinar, respetuosa, la frente de los pensadores americanos ante las nobles aspiraciones de nuestra patria.

Bolivia está, pues, empeñada en un problema grandioso, entre cuyos factores se siente repercutir la desesperada frase lanzada por Hamlet: ser o no ser.

Malsana es, como en todos los tiempos y en todos los pueblos, la red política. Tiene algo de Sirena y algo de Medusa. Atrae, pero mata. Mata los puros ideales, barre las flores primaverales del espíritu como tibio huracán, acariciándolas.

Pocos son los corazones que la huyen, para consagrar su simpatías a la eterna tarea de la ideas. Hay en ello un peligro moral y un peligro social.

Los pueblos no pueden caer en el olvido de la verdad. Sus radiaciones deben ser mantenidas por algunos espíritus, para que no aparezcan como viejas máximas, fosilizadas. De otro modo el error y la mentira merecerían las simpatías, al preludiar una tenebrosa degeneración.

Y el peligro social: la estética es un esfuerzo para crear una vida mejor.

Pule el carácter, acrecienta las simpatías y modela el genio y las tendencias del hombre y de la patria, dejándoles la noble aspiración de lo bueno y lo mejor. Sin ella la sociedad se marchita y se apaga.

Eso va dicho para probar que una de las causas de nuestra pobre saturación intelectual está en la preferencia que la juventud da a la prensa de combate, donde pocas veces no aparece la mano negra de la calumnia, y donde se alzan rencorosos monumentos a los que mejor saben manejarla...

Hay, no obstante, algo que notar para nuestra historia literaria, en algunos diarios de la República.

"La Industria" y "La Prensa" de esta capital, donde se conoce el brillante estilo de José Maria Urdininea y el robusto talento de Samuel Oropeza, y, a veces, la rabeleniana gracia de Osvaldo Molina. "El Telégrafo" de La Paz sería el periódico más intelectual de Bolivia si Julio Cesar Valdés, que es el más literato de los escritores de su generación, quisiera segar un poco los documentos oficiales y dar allí campo a la juventud de La Paz, cuyos avanzados escritores son Bautista Saavedra, Abel Iturralde, Pedro Kramer, Alfredo Ascarrunz, José Zarco y varios otros, cuya lista sería larga de contar. "El Comercio" de Cochabamba luce unos bríos, una gallardía capaces de grandes cosas...; pero todo, absolutamente todo, para honra y prez del partido que sostiene con apocalíptica intransigencia.

En Potosí y Oruro hay un renovado movimiento intelectual. Muchos son los órganos de prensa, y algunos, como "La Unión" de Oruro y "La Palabra" de Potosí, tienen artículos conceptuosos, de hechura influida por la corriente moderna. Pero a todos falta perseverancia en propagar, fijeza en los rumbos intelectuales y cierta emancipación de las rutinas del círculo.

La poesía en acción cuenta dos egregios representantes. Ricardo Mujía en el Sud y Rosendo Villalobos en el Norte. De ambos habría mucho que decir. Por ahora baste anotar que son los consagrados por el público boliviano: son los más constantes en mantener el fuego de su inspiración. Mujía la tiene soberbia y sus versos llevan algo de armonía de las turbulencias cascadas. Villalobos es el poeta de los delicados ritmos y filigranas: un manantial de diamantes. La estructura de sus pensamientos requiere atención detenida, y deja un ligero sabor psicológico. Tiene algo del latino Horacio.

Entre los nuevos despierta Jorge Mendieta, que es todo un ingenio conquistado por el espíritu contemporáneo del arte en América. Será uno de nuestros mejores poetas si sabe perseverar en sus lindos versos.

Como hojas voltarias y fugaces han aparecido algunas poesías de Ángel D. Medina y Luis Ampuero, que, desde Antofagasta, y en medio del embrollo de números, no dejan de enviar sus cantos a periódicos bolivianos. Son dos literatos de vocación y dos altivas y bien alimentadas cabezas.

Y basta de poetas...

Un grupo de jóvenes, en Sucre, fundó "El Eco Moderno", proclamando abiertamente una escuela tan nueva como mal comprendida; el modernismo. Cayó sobre ellos una lluvia de equívocas alusiones y de pobres prejuicios. Creyóse que era el satanismo, el decadentismo...: un remedo de toda la colonia de desequilibrados parisienses, condenados por los maestros de la crítica.

El modernismo boliviano desea seguir, apropiando a nuestra manera, la corriente de los mejores ingenios: Bourget, Prevost, Maurras, Strindberg... en la crítica y en la novela, Ibsen, Maeterlinck, Dicenta... en el drama, y Leconte de Lisle, Heredia... en la poesía. ¡ Y tantos otros!...

El carácter propio del modernismo boliviano es buscar inspiración en la conciencia contemporánea; es el deseo de abandonar al pesada trivialidad de una poesía sentimental y rancia; es la ascensión del espíritu crítico a las nuevas concepciones de lo bello; es la soltura y la originalidad en la frase, saliendo de trilladas figuras y traduciendo las armonías del alma. Y por cima de todo: la nueva vida, las nuevas ideas. Una febril propaganda.

Escritores y prosistas no nos faltan. Largo sería el inventario. Pero para coordinar el esfuerzo de capacidades que viven tan alejadas, unas de otras, es menester cohesión y unidad. Hay en las manifestaciones del espíritu una ley que corresponde a las de la formación de la materia. Los átomos disociados son polvo, nada... Pero en cuanto las fuerzas vivas los reúnen y los condensan, brotan soberbios los astros y los seres. La comunidad de los ingenios, su contacto, su dirección a un fin nacional, son indispensables para formar el espíritu de un pueblo, su historia, su ciencia y su literatura. Entre nosotros todo está informe, disperso e ignorado: es una parcial y emancipada singularidad por todas partes y en todas las ciudades.

Es el tiempo de pensar en la coordinación y en la armonía de los fines. Aquí está el suelo de los luminosos paisajes y de la loca fecundidad: corazón de los valles de América. El pensamiento radia por doquiera, la voluntad no reposa, y, sin embargo, el progreso intelectual se retarda... Está esperando el surco a la simiente de nuestra cohesión, de nuestra personalidad colectiva y del común esfuerzo...

 

1897

 

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