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Revista Ciencia y Cultura

Print version ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  no.19 La Paz July 2007

 

 

 

¿Por qué se escribe en Bolivia?

 

 

Daniel Sánchez Bustamante

 

 


Hermoso y sugestivo es, para los que saben entender, el inmortal drama de Ricardo Wagner: Los maestros cantores. Allí encontrará su fuente clásica el simbolismo del arte, si es que continúa apasionando y conquistando los ingenios de uno y otro mundo. Wagner ha descrito la secular batalla que libra el espíritu nuevo contra las viejas ideas; batalla de todos los tiempos, renovada bajo todos los cielos, y ha hecho con Beckmesser una figura de clarísimo y magistral relieve: el vulgo, el filisteo, el burgués, el paquidermo.

Beckmesser es el hojalatero poeta, fiel guardador de la rutina y las fórmulas, que desea impotente abatir la joven poesía palpitante de verdad y de independencia; es el sedimento empobrecido de corrientes que pasaron llevando sus florecimientos y sus deslumbradoras victorias; ¡es el mediano gusto, el común cerebral de los escribientes, artesanos, tenderos y burócratas, que dicta atrevido su inapelable fallo sobre las lucubraciones de ingenios finos y delicados...!

Beckmesser se enseñorea en los pueblos nacientes, lastimados y empobrecidos, y repliega sus vuelos tan pronto como se extienden los horizontes de la vida. Beckmesser es jayán que cae vencido en un país cuando los jóvenes intelectuales se multiplican, se imponen y se unen en comunidad de saber y de luchar.

Pero esta sacra alianza y esta valiente acción no pueden surgir sino a impulso de circunstancias que residen en el individuo y que se fecundan por el medio ambiente. Hay, aquí, un tema de doble aspecto: psicológico y social.

Cada hombre tiene en su cerebro una facultad principal, soberana, que reina y gobierna a las demás. La faculté maitresse, que decía Taine. Ella es el producto de factores preexistentes -la herencia, las determinaciones en la primera edad y, sobre todo, la modalidad de la psicosa- y es, en unos, la imaginación; en otros, la memoria; en éstos, la voluntad; en aquéllos, la reflexión. La facultad triunfadora en los fenómenos intelectuales del individuo es la que origina vocación; pero ésta es influida, y aun alterada, por las circunstancias exteriores: el medio y el momento. O en otros términos: un ingenio, para desenvolver sus privilegiados dones, ha menester de un ambiente favorable y de un instante oportuno.

En los países de civilización ruidosa y acabada, el ingenio y la faculté maitresse sufren el complejo estímulo de los modelos, del renombre, de la instrucción perfeccionada, de una prensa arrebatadora -vehículo de todo género de conocimientos- y de tantas especies de intensísimas sensaciones. Allí hay también la oportunidad profesional, es decir, la inapreciable ventaja de elegir un orden de cultura muy bien determinado, de vivir y de perseverar en él y por él, llámese dicho orden poesía, pintura, ciencia, política o enseñanza.

En Bolivia, donde no vemos todo aquello y donde las esferas profesionales no están bien defendidas ni son medio de subsistencia ni existencia siquiera, es raro brote el de algunos espíritus buscadores de ideal y de verdad.

Entre éstos, los que escriben merecen una especial investigación de sus móviles. No es por el renombre: las manifestaciones intelectuales caen en un centro de total indiferencia; nadie las busca ni las paga; merecen todas una acogida de igualdad torturante: la prensa, de escasa circulación, recibe como hiperbólico y desatinado aplauso todo lo que le llega impreso. Renombre fugitivo y brillo fatuo. Causa la repelente fruición de oropel.

Reina Beckmesser.

¿Por qué se escribe en Bolivia? Éste ha de ser un tema de interés para los escrutadores de nuestra historia literaria. Verán ellos un conjunto fraccionado de escritores entusiastas y llenos de pasión, que, a pesar del ambiente tan poco favorable, supieron mantener vivos sus fervores y poner sus pensamientos en el papel, para desahogar un cerebro vibrante e intranquilo, sin esperar la hora de las recompensas.

Hacen una obra que requiere gran intensidad de pensamiento y sana integridad de corazón: la primera despierta un maravilloso poder de voluntad y la segunda modela el amor al grupo, a la patria. Son los dos únicos factores que se encontrarán en la formación y en la virtualidad apostólica de los escritores en Bolivia. Habría necesidad de haber llegado a un estado de indolencia salvaje para que ellos se quedasen inertes, para que no entraran a cumplir su misión orgánica en la vida -puesto que son órganos de inducción y de dirección- cuando siente vivo el impulso a la actividad y al discurso, y cuando pueden poner un grano en la obra de la cultura patria. El fuego interno, la faculté maitresse, es la voluntad en nuestros escritores consuetudinarios.

Parece que la acción de ellos quedara perdida y muerta en medio del batallar de la vida real. Muy pocos la aperciben y la acompañan; mas, es evidente que al hacer sus armas forman el espíritu nacional y la índole de nuestra literatura, preparan el camino y abonan el terreno a la especial manera con que una raza dirá sus glorias, evocará a sus civilizadores y pondrá su pensamiento ante el concurso mundial.

El medio y el momento no fecundan el empeño individual, y, por lo mismo, los que se sostienen en la tarea enseñan un poder de perseverancia y de abnegación que, al trasmitirse a sus descendientes, formarán un estrato valioso de facultades que, bajo circunstancias más propicias, están llamadas a inmortalizar el espíritu de nuestra patria.

Ellos, los que escriben, no van a encontrar un recurso de vida, no van a recibir el inmediato premio de gloria, no van a tener siquiera la publicidad grandiosa que despierta y alienta tantas capacidades. Son como sacerdotes que mantienen, casi en la sombra, el espíritu de un pueblo que debe invadir en los días venideros todos los campos de la actividad y que debe dejar el sello de su genio en la ciencia y el arte.

Los que escriben y los que piensan encuentran vacío el teatro, sino está allí solitario Beckmesser, y es por aliviar su anhelo insaciable de verdad que se alzan en medio de la total indiferencia y marchan anhelantes por los caminos de la investigación.

Les falta la unidad y la alianza. Deben realizarlas los jóvenes, los sanos, apartándose un momento de los turbiones políticos y consagrando sus mejores días a seguir la triunfante carrera de las ideas.

Sucre, 1898

 

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