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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.17 La Paz ago. 2005

 

 

 

Cultura, arte, religión y fases del proceso hacia la globalización

 

 

Dr. Wolfgang Benz

 

 


Este noble continente que al final de cuentas incluye los más hermosos y cultivados territorios del mundo y que goza de un clima templado, es el hogar de todos los pueblos originarios del mundo. Es la fuente de la religión y de la ética cristiana. En tiempos antiguos y modernos fue el origen de casi toda cultura, arte, filosofía y ciencia. Si Europa en algún momento administrara su herencia común en concordia, sus millones de habitantes podrían gozar de una suerte, un bienestar y una fama sin límites.

Con estas palabras, Winston Churchill, uno de los estadistas y literatos más grandes del siglo XX, inició su famoso discurso en la Universidad de Zurich, en septiembre de 1946. Este discurso nos muestra la visión eurocentrista de un hombre que, a pesar de toda la desgracia que había acarreado la guerra que acababa de terminar, y que tuvo su origen en Europa, entendió al continente como centro de toda cultura y civilización. En el transcurso de su discurso Churchill argumentó de manera audaz, hasta de modo revolucionario, en favor de la idea de unos Estados Unidos de Europa basados en la unión de Alemania y Francia. Gran Bretaña, con su Commonwealth, los Estados Unidos de América y la Unión Soviética deberían ser los padrinos, amigos y patrocinadores de este Estado europeo continental.

Lo notable de esta visión es el hecho de que Churchill no veía a Gran Bretaña junto a sus en aquel entonces todavía aliados territoriales ultramarinos, como parte de los "Estados Unidos de Europa". Además del notable gesto de arrogancia con el cual comprendía a Europa como cuna de la cultura, todavía consideraba a su país como tercera potencia mundial.

Este discurso se produjo hace apenas 60 años, y sin embargo hoy se nos presenta como el sueño de un mundo que se sumergió hace tiempo. Pues hoy, en la era de la globalización, la cultura debe ser definida de un modo muy distinto a como lo fue en las primeras seis o siete décadas del siglo XX; y los elementos que la conforman, a saber, el arte, la ciencia y la religión, tienen hoy un valor totalmente diferente en la sociedad. Naturalmente que las reflexiones sobre la cultura en la era de la globalización sólo pueden ser subjetivos e impresionistas y las que yo haré aquí sólo pueden ser las de un hombre mayor de origen europeo, burgués ilustrado, y por ello quizá se caractericen por un pesimismo cultural. En cualquier caso, no es ésta mi intención.

Lo que intentaré es describir las posiciones existentes sobre la cultura en el mundo actual, un mundo definido por la contraposición política entre países industrializados y naciones del Tercer Mundo y, desde el punto de vista civilizatorio, por el predominio de la técnica y de la comercialización de muchas, si no de todas, las esferas de la vida.

En primer término, debemos definir lo que es cultura. Pues en la época actual no puede continuar siendo definida de la antigua manera, según la cual es la creación de formas de vida por parte de las capas altas de la sociedad así como -presuponiendo el nivel educativo de la población- el placer de la producción estética de literatura, música, artes plásticas, teatro, etc.

Así como la industrialización produjo y puso a disposición en forma masiva y de manera revolucionaria bienes para la satisfacción de las necesidades básicas, del mismo modo la cultura ya no se limita a algunas capas o clases sociales. Por ello no tiene sentido hablar de la alta cultura, en contraposición a la cultura popular o de masas. En vez de ello se debería entender a la cultura en un sentido amplio, incluyendo en ella tanto los valores educativos de las elites tradicionales como del mismo modo las formas de arte popular, el deporte, las actividades de entretenimiento, los medios de comunicación, etc. Por lo tanto, la cultura es ahora el conjunto de las formas en las cuales la sociedad se realiza como comunidad racional, emocional y espiritual de individuos, más allá de su existencia física.

En medida cada vez mayor -y ésta es la nueva situación- este mundo se uni-versaliza. De ello resulta el vertiginoso desarrollo hacia la uniformización, el cual es un elemento esencial de la globalización.

Para el ámbito de la cultura, la globalización comenzó en el último tercio del siglo XX, a consecuencia de la revolución sucedida en el ámbito de la comunicación gracias a los nuevos medios desarrollados, como la computadora, el internet y la digitalización. La creación de redes de comunicación universales elimina las fronteras de espacio y tiempo y relativiza las distancias. Un pensamiento, una imagen, cualquier idea pueden ser presentadas simultáneamente en todo lugar; y parece ser únicamente una cuestión de esfuerzo técnico y énfasis de presentación para que las ideas directrices y las concepciones de valor adquieran validez universal. En este proceso se relativizan normas y conceptos de calidad. Relativización significa ante todo uniformización y estandarización. Así como en el arte dejan de tener validez las leyes estéticas obligatorias, las tradiciones de la educación dejan de tener una función. Lo mismo vale en medida cada vez mayor para las categorías morales que rigen una sociedad. Esto se aclarará a continuación con algunos ejemplos.

 

1. Arte

En el arte de la era globalizada ya no existen reglas. Las artes plásticas ya no tienen un canon de formas y maneras de expresión como las que tenían validez en la pintura o en la escultura de siglos pasados, incluso hasta la modernidad. Los medios con los cuales se expresa hoy un artista son exclusivamente cuestión de su libre albedrío; existen y son utilizadas todas las posibilidades: el arte conceptual, que trabaja con instalaciones y escenificaciones, el que evoca como "obra de arte" la propia acción y las reacciones del público, el que declara cualquier expresión como obra de arte, son posibilidades artísticas que están al mismo nivel de las formas tradicionales.

Lo que intento describir está caracterizado básicamente por la división entre receptores de alta cultura y consumidores de cultura de masas. Las películas de Hollywood y los musicales de Broadway pueden ser vistos al mismo tiempo en todo el mundo y son los que determinan los estándares de la producción cultural, al igual que las costumbres de consumo de un público global.

De todas las formas de expresión artística de la era electrónica, la cual es a su vez la era de la globalización, la música es la que más ha cambiado. Para la música vale en el ámbito de la alta cultura lo mismo que en las artes plásticas. Las reglas obligatorias de la tonalidad o atonalidad, que eran válidas hasta la mitad del siglo XX, han sido abandonadas a favor de formas experimentales discrecionales, como ser sonidos electrónicos y ruidos creados en un orden arbitrario.

Esta música de vanguardia sólo cuenta con un pequeño público, mientras que la mayoría de los asistentes a óperas y salas de conciertos insiste en la puesta en escena de repertorios clásicos desde la época barroca hasta los inicios del siglo XX. Pero tanto los seguidores de la música de vanguardia como los de la clásica sólo constituyen una pequeña minoría comparados con aquéllos que consumen música como entretenimiento cotidiano, como sonido de trasfondo, como mercadería. Las posibilidades de la reproducción electrónica ilimitada y las extensas redes radiales hacen que la música popular sea omnipresente. La música se ha convertido en bien de consumo transmitido por los medios y destinado a la gran mayoría. Y es asimilada hasta de forma inconsciente, como un estimulante similar a las drogas o los alimentos; en todo caso, de manera permanente.

La reducción de las estructuras musicales a ritmos y volumen corresponde al carácter de mercancía que ha asumido la música de consumo en la era de la globalización. También las formas autóctonas de música popular son subordinadas en forma creciente a la comercialización, y con ello son niveladas, estandarizadas y globalizadas. No por azar desde hace tiempo se habla de una industria musical.

Cabe puntualizar que en toda la esfera del arte en el siglo XX se han dado cambios que han fomentado y acelerado el proceso de la uniformización de la vida cultural a nivel mundial. Estos cambios son consecuencias y efectos del desarrollo técnico de los medios, por un lado, y del abandono de las formas y estructuras, por el otro. Johann Sebastian Bach o Beethoven, en la época barroca y clásica, compusieron música según las mismas reglas que Arnold Schönberg en el siglo XX; Velásquez, Rembrandt y Picasso trabajaron en las mismas estructuras y con las mismas categorías. Todo esto ya no tiene vigencia desde la segunda mitad del siglo XX, pues el arte se ha vuelto discrecional; las obras de arte pueden ser definidas tanto por sus creadores como por sus consumidores de acuerdo a sus necesidades y de manera arbitraria.

 

2. Educación

El valor y la apreciación de la educación general y universal se han transformado dramáticamente en el siglo XX. Si para la clase proletaria, desde fines del siglo XIX, aparte de los conocimientos y habilidades profesionales, era una meta ansiada buscar el ascenso a posiciones más elevadas mediante la adquisición de educación, o por lo menos elevar la propia autoestima, en el transcurso del siglo XX el grado de instrucción general, incluso el de los académicos, descendió. Las asociaciones educativas del movimiento obrero son una lejana reminiscencia en una época en la que también las universidades a nivel mundial se transforman en establecimientos de formación para especialistas. Por lo visto, la división laboral en la época de la globalización sólo precisa de especialistas y auxiliares.

Tampoco existe un canon de bienes educativos de carácter general, como el conocimiento de obras de literatura, filosofía, política, etc. La importancia de este canon educativo hasta todavía principios del siglo XX reside en el hecho de que servía para comprender a los "cultos", a los cuales buscaban tener acceso los trabajadores manuales. Debido a que los especialistas técnicos, sea cual fuese su área de trabajo, tienen más gratificación en la sociedad globalizada, necesariamente se reducen el valor y el prestigio de la educación general. Así, en lugar de ésta ha pasado tener más importancia lo popular -por ejemplo, las estrellas del fútbol o los cantantes populares. Ellos son los símbolos con capacidad para convertirse en ídolos.

 

3. Religiosidad y moral

Europa ya no es el continente del Occidente cristiano. El proceso de secularización que han seguido algunos países ha terminado por ubicar a las iglesias en los márgenes de la sociedad. Y si bien en algunos países, como España, Portugal, Italia y Polonia, la Iglesia Católica es todavía una fuerza central dentro de la sociedad, también en estos casos su rol original como único factor de orden determinante en los asuntos morales y espirituales ha sufrido grandes pérdidas. En los países protestantes de Europa, la religiosidad desde siempre fue una cuestión del individuo, y esta concepción se ha acentuado aun más, hasta determinar que la religión y la religiosidad son en primera instancia un asunto privado.

Esto ha tenido efectos inmediatos en las discusiones sobre la Constitución Europea, pues en los parlamentos nacionales se debate con pasión más o menos intensa sobre si en la Constitución tendría que incluirse una fórmula religiosa entendida como credo conjunto, es decir, el cristianismo. En esta fórmula tendrían que coincidir católicos y protestantes y tendría que ser, además, aceptable para los cristianos ortodoxos y no excluyente para los no creyentes y alejados de la Iglesia.

En la misma medida en que las Iglesias pierden miembros, se vuelven más atractivos los movimientos fundamentalistas, las sectas esotéricas y las religiones extrañas. Así, por ejemplo, el Islam ha retornado a Europa con los trabajadores inmigrantes, continente del cual fuera desterrado en la era moderna. En Suecia, el Islam es hoy la religión más importante después de la Iglesia Evangélica. En Alemania y Francia la edificación de mezquitas ya no se discute mucho, por lo menos no desde el punto de vista de la religiosidad, sino más bien desde el punto de vista de la xenofobia.

Por otro lado, en nombre de la globalización, Europa se ha convertido en el territorio objeto de misión de movimientos religiosos que quieren llenar el vacío existente en la espiritualidad y la religiosidad y que encuentran pocos seguidores, como los Mormones de los Estados Unidos o las sectas del Asia. A este nuevo mundo europeo secularizado también busca penetrar el movimiento de la scientology desde los Estados Unidos, que se autodenomina como Iglesia, pero en realidad es una unión de comercio y fascismo que logra atraer a los incrédulos y luego los saquea.

Este balance sin embargo no debe llevar a la conclusión de que la secularización de la sociedad va unida a la decadencia total de toda moral y decencia. Simplemente nos confirma que la religiosidad institucionalizada ha perdido su significado y que seguirá perdiéndolo más aún.

El mundo globalizado se basa en el sistema capitalista y en los valores de la democracia, la libertad y la responsabilidad del individuo, característicos de Occidente. Al final del siglo XX, en vez de ideologías como doctrinas, han surgido ideas directrices que tienen por contenido a la sociedad civil organizada democráticamente. La sociedad civil tiene responsabilidad como colectivo de ciudadanos pensantes y listos para entrar en acción. La gober-nabilidad es el nuevo concepto político clave de los años 90 del siglo XX y del inicio de este nuevo siglo, porque resume las demandas de liderazgo político y empresarial responsable y libre de corrupción, según las reglas de una ética tanto pública como privada. Estas ideas directrices también son garantes de la subsistencia de los sistemas de interés característicos de la era de la globalización, así como de las soluciones de los conflictos.

 

4. Epílogo

La globalización es un hecho. No sirve de nada quejarse de ella. La ampliación del horizonte seguramente tiene que ver con la estandarización y la homogeneización de muchas campos de la vida. No tiene porque constituir solamente una desventaja. La unidad a nivel macro no reemplazará la diversidad en la individualidad.

La identidad nacional y regional no tiene que perderse en la globalización. Si el idioma inglés, como lengua franca de la globalización, posibilita el entendimiento de las personas a nivel global, hay que considerar este hecho como un aporte a un mundo más pacífico, en el que además los idiomas regionales deberán naturalmente tener su lugar.

He empezado citando la visión europea que tenía un político, Winston Churchill, y quiero terminar citando la esperanza de otro político europeo, el checo Vaclav Havel, quien escribió en 1996, 50 años después del británico:

Nos encontramos al borde de la era de la globalización, una era de una sociedad abierta en la que las ideologías son reemplazadas por las ideas. Edificar un Estado espiritual no significa construir un estado ideológico. Un estado espiritual es el contrario absoluto de un estado ideológico: es la liberación del ser humano de su caparazón de interpretaciones ideológicas y su rehabilitación como sujeto hábil por derecho de su conciencia individual, de sus propios pensamientos, de su responsabilidad y de su ... amor por el prójimo.

 

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