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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.17 La Paz ago. 2005

 

 

 

La política exterior de los Estados Unidos frente a Bolivia entre 1952 y 19781

 

 

Lic. Hans Huber Abendroth

 

 


Con la consolidación de los Estados Unidos como primera potencia mundial después de 1945, su política exterior enfrentó tareas nuevas y más desafiantes que nunca antes en su historia. No únicamente la reconstrucción de Europa y la emergencia de la Unión Soviética como fuerza mundial, sino también el Asia, Medio Oriente y Latinoamérica -en ese orden- cobraron importancia para los Estados Unidos por dos razones: la fracasada alianza con la Unión Soviética, cuya meta era el fortalecimiento de la paz por el término de cincuenta años, y el afianzamiento de un comercio mundial máximamente liberalizado. La Guerra Fría se convirtió en el rasgo principal del escenario político mundial y determinó las relaciones de los Estados Unidos también con el Tercer Mundo.

El temor al expansionismo soviético, que condujo al anticomunismo desplegado en Latinoamérica y fue heredado del gobierno de Truman, se convirtió, a más tardar desde 1954, en el eje central de la política de Eisenhower en la región. Durante su primer gobierno intentó convencer a los latinoamericanos de la capital influencia de la Guerra Fría en las relaciones internacionales de la posguerra y de que el sistema interamericano debía convertirse en una alianza anticomunista. Si bien aquella intención fue codificada en la Declaración de Caracas de 1954, la región se opuso a aplicarla a sus asuntos internos. La "irresponsabilidad" de esa postura llevaría a los Estados Unidos a intervenir en Guatemala y a derrocar al gobierno social-reformista.

El objetivo del presente artículo es establecer si los factores determinantes de la política exterior de los Estados Unidos fueron preponderantemente económicos. La época escogida corresponde a dos episodios importantes de la historia boliviana reciente, la Revolución Nacional de 1952 y la última etapa de la dictadura de Bánzer, en la que comienza a gestarse el período democrático.2

 

1. El factor económico

1.1 Los recursos naturales

Debido a inexistentes o escasos yacimientos en su propio territorio, los Estados Unidos dependen de la importación de ciertas materias que provienen sobre todo de los países desarrollados. Con excepción de algunas pocas se trata de una dependencia menor. Eso sí, un 50% del consumo nacional de petróleo fue cubierto mediante la importación.

El papel de los Estados Unidos como productor de materias primas no puede ser desestimado. En 1979, su propia demanda era satisfecha en un 85% por yacimientos propios y el Tercer Mundo abastecía "tan sólo" el 5% de su consumo de minerales no orgánicos. El mayor proveedor de materia prima de los Estados Unidos en el hemisferio occidental fue el Canadá, seguido por México y Venezuela. El papel de Latinoamérica como proveedora de la potencia entre 1950 y 1974 fue de orden modesto, lo que no significa, sin embargo, una reducida posibilidad de influencia política en la región desde la perspectiva de los Estados Unidos.

El país del Norte no posee prácticamente yacimientos de estaño. El estaño, así lo constataría Lyndon Johnson en una sesión del senado en 1951, "es uno de los más vitales elementos para nuestra defensa nacional".3 A pesar de su reducida importancia en las últimas décadas en los Estados Unidos, a mediados de los años ochenta aún es considerado un "metal esencial". Con un 30% de la producción mundial, los Estados Unidos fueron el mayor consumidor de estaño a principios de la década de 1950 y lo seguían siendo con el mismo porcentaje en 1980 (en 1949 importaban el 60% de ella): notoria discrepancia entre consumo e importación que demuestra la política de acumulación de una gran reserva. Las únicas existencias considerables de estaño en el hemisferio occidental se las creía hasta hace no mucho en Bolivia, pero a partir de 1984 el Brasil sobrepasa la producción boliviana.

Debido a esta dependencia casi completa, la importación de estaño equivale a la demanda de estaño de los Estados Unidos. Desde 1951 hasta 1956 importaron un promedio del 50% de su necesidad de consumo de Bolivia. De 1957 a 1962 prácticamente no se registraron importaciones, y de 1963 a 1979 provinieron casi exclusivamente del país andino. En la primera fase Bolivia pudo aprovechar el alza en los precios debida a la Guerra de Corea. Durante esa fase los Estados Unidos consideraron imprescindible el aumento de su reserva. En 1953, el país anunció que ya sólo compraría estaño a precios mundiales corrientes, los que habían caído drásticamente después de terminado el conflicto.

Por otro lado, Bolivia gozó de subvenciones por cuenta de contratos de estaño y wólfram con los Estados Unidos, de 7 millones de dólares anuales en algunos años. El wólfram boliviano, que ni siquiera satisfacía los requisitos de calidad para la reserva estratégica en 1954, siguió siendo importado por el gobierno norteamericano. En mayo de 1953, el Secretario Auxiliar para Asuntos Latinoamericanos, John Cabot, declaraba: "Bolivia se encuentra en una situación económica muy seria y al mismo tiempo hemos acumulado tanto estaño que no queremos más, y estoy tratando de descifrar aquello".4 No obstante la saturación, los Estados Unidos continuaron adquiriendo estaño boliviano por razones políticas. La importación fue restringida a partir de 1957. La fundición de Longhorn en Texas City, que hasta ese año había sido mantenida a pérdida como "subsidio disfrazado para Bolivia"5, fue vendida a una empresa privada que fue alimentada preponderantemente con mineral indonesio hasta fines de 1962, cuando se cerró un contrato entre ella y el gobierno de Bolivia, quedando asegurada la compra de cantidades anuales fijas hasta fines de 1968.

1.2 El comercio exterior

Entre 1952 y 1977, el volumen del comercio de los Estados Unidos con el mundo se decuplicó. Latinoamérica fue, por largo tiempo, la región más importante para el comercio exterior de la potencia. Pero, a más tardar a partir de 1950, esa importancia fue reduciéndose continuamente. Con algunas fluctuaciones, la participación de los Estados industrializados en este comercio fue de casi un 60%, preservando, con algo más del 40%, los países en vías de desarrollo también un lugar importante dentro de él.

La importancia de Latinoamérica decreció de un 25 a un 12%. Dentro del comercio de los Estados Unidos con el Tercer Mundo, la participación de América Latina también se redujo a la mitad, acaparando el Brasil, México y Venezuela más del 50%. Inversamente, el mayor socio comercial de Latinoamérica fueron los Estados Unidos, con un 67% del total en 1970 y un 64% en 1980. Bolivia nunca logró sobrepasar una porcentaje del 0,3% en el comercio mundial de los Estados Unidos, habiendo disminuido más bien su importancia como socio.

1.3 Las inversiones extranjeras

A principios de los años cincuenta, las inversiones directas de las empresas norteamericanas en el extranjero representaron apenas un 6% de sus activos, dato que relativiza la difundida creencia de una determinación primordialmente económica de la política mundial de los Estados Unidos.

Al igual que el comercio exterior, la inversión privada directa del país del Norte en el extranjero se decuplicó nominalmente. Mientras que a principios de los años cincuenta la mitad de esas inversiones se efectuaban en países subdesarrollados, tal porcentaje se había reducido drásticamente a un 21% en 1976. La parte captada por Latinoamérica de estas inversiones bajó de un 38 a un 13% en la misma época. Entre 1966 y 1976, Bolivia nunca concentró más del 0,2% de las inversiones globales ni más del 1% de las inversiones de los EE.UU. en América Latina.

Las empresas americanas fueron, de lejos, las mayores inversionistas extranjeras en Bolivia: con un 97%, en 1967 los Estados Unidos y el Canadá se repartían casi el total de las inversiones directas, las que equivalían a un 12% del producto interno bruto boliviano. Los únicos intereses económicos privados visiblemente afectados por la Revolución fueron aquéllos amarrados a las grandes compañías del estaño, en especial a la Patiño Mines, en la que la participación norteamericana alcanzaba entre un 20 y 25%. Truman efectivamente hizo depender el reconocimiento diplomático del Gobierno revolucionario de la indemnización de las empresas estatizadas.

El derecho de expropiación no fue cuestionado por los Estados Unidos, pero la expropiación propiamente tal fue siempre inquebrantablemente ligada a la demanda de un correspondiente resarcimiento. Cuán sagrado es este principio en la política exterior de los Estados Unidos se aprecia perfectamente en el presente caso si se considera la ínfima suma en cuestión: dos a tres millones de dólares. De hecho se procedió al reconocimiento del Gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) el 2 de junio de 1952, casi dos meses después de que éste tomara el poder, y después de que el Gobierno asegurara una compensación.

Además, Washington hizo depender la ayuda económica de un arreglo por lo menos provisional entre las empresas y el nuevo gobierno boliviano. Que la cuestión de la indemnización cobrara tanta importancia para los Estados Unidos se debió naturalmente también a las frenéticas actividades de los propietarios de las compañías en los Estados Unidos. Finalmente, Bolivia se comprometió a indemnizar a las empresas con veinte millones de dólares, los que con el tiempo fueron cancelados en su mayor parte. Como se aprecia, resulta difícil hablar de una determinación económica de la política exterior de los Estados Unidos: esta potencia se caracterizó por una reducida dependencia comercial y de materias primas como también de inversiones en el extranjero en general, y en cuanto a la gran mayoría de los países del Tercer Mundo se refiere. Desde la perspectiva inversa, sin embargo, debe subrayarse que la dependencia de la economía de un país subdesarrollado, por ejemplo de la exportación de un solo producto, lo torna sumamente vulnerable externa, interna, económica y políticamente, lo que es verificable para el caso boliviano.

 

2. El factor externo: acontecimientos políticos en Bolivia y la reacción en el Norte

2.1 La Revolución Nacional de 1952

A continuación se pretende mostrar que fueron primordialmente consideraciones políticas conformes con la doctrina de la Guerra Fría las que predominaron en la formulación de la política exterior norteamericana.

En 1952 los Estados Unidos se hallaban en medio de la primera gran expresión de la Guerra Fría: la Guerra de Corea. El anticomunismo se había convertido en el Leitmotiv de su política global exterior, especialmente con relación a Europa y al Asia. La "preocupación por el marxismo revolucionario asociado con la Unión Soviética" fue, según Margaret Hayes, "la motivación principal detrás la política de los Estados Unidos en el hemisferio desde la Guerra".6 Constituiría un error, sin embargo, juzgar el antagonismo sistémico con la Unión Soviética como la única causa de la resistencia norteamericana frente a los intentos de la segunda potencia mundial de ganar influencia en Latinoamérica. Las diferentes fases de la política exterior de los Estados Unidos desde la Doctrina Monroe comparten el denominador común del rechazo a cualquier intento de potencias extra-hemisféricas de adquirir mayor preponderancia en el continente.

Jacobo Arbenz asumía el poder en Guatemala en 1951 y dos años más tarde emergía victoriosa la Peoples Progressive Party de las elecciones generales en la Guayana Británica. En Sudamérica empezaba a cundir el nacionalismo económico, cuyo mayor exponente fue Perón. El año de la Revolución Nacional, candidatos presidenciales nacionalistas habían ganado las elecciones en Chile, Ecuador y Panamá, siendo en parte apoyados por los respectivos partidos comunistas de sus países. Ese fue el escenario internacional en el que se registraron las reacciones de Washington frente a la nueva situación en Bolivia.

Las medidas revolucionarias hicieron sonar las campanas de alarma en los Estados Unidos. Si bien algunos cambios contaron con su aprobación -la introducción del voto universal y, finalmente, la reforma agraria-, hubo otros que suscitaron mayor preocupación, como la nacionalización de las minas. Pero fueron sobre todo la inmediata reducción del aparato militar a un mínimo simbólico y el acaparamiento del poder armado por parte de las milicias campesinas y mineras los hechos que causaron sobresalto en la capital norteamericana. El Gobierno de Truman necesitó un plazo prolongado para evaluar la situación en Bolivia antes de proceder al reconocimiento diplomático de la administración entrante.

A primera vista resulta sorprendente que Truman reconociera el gobierno de un Movimiento Nacionalista [y] Revolucionario, y, además, convirtiera al país en el mayor destinatario de ayuda económica en Latinoamérica y, por un tiempo, en el mundo entero. Ahora bien, los gobiernos que operaron de acuerdo con la doctrina Truman y, luego, con la política exterior de Eisenhower, ciertamente no estaban abandonando sus principios ideológicos. Ya el nueve y el trece de mayo de 1952 el Secretario de Estado había telegrafiado a La Paz en el sentido de que Paz Estenssoro era preferible al representante del ala izquierda del MNR. El Departamento de Estado confió en su impresión de que el nuevo presidente cumpliría con sus obligaciones internacionales y consideró que no era necesario un cambio de gabinete, tan sólo ciertos "criterios establecidos para el reconocimiento (diplomático)" 7 debían ser respetados.

2.2 La reforma agraria

Esta reforma no vulneró propiedad norteamericana. El proceso de expropiación no contó, sin embargo, con la simpatía del estamento político de ese país. Arduo trabajo de persuasión desplegó el Embajador boliviano Andrade para explicar que urgía la abolición de las miserables relaciones de propiedad y trabajo que afectaban al campesinado. El propio hermano del presidente Eisenhower, quien por orden de éste visitó Bolivia en 1953, refutó con vehemencia la noción de que la reforma fuera de inspiración comunista.

Desafiar los acontecimientos hubiera significado allanarle el camino a fuerzas aún más radicales. Washington previó el peligro de una creciente influencia comunista a partir de la izquierda del MNR si no brindaba apoyo al nuevo gobierno. La posibilidad de que el representante del ala izquierda del partido, Lechín, pudiera llegar a la silla presidencial, preocupó al nuevo gobierno en Washington: situación que hacía peligrar la seguridad de las minas de estaño como única fuente en el hemisferio de importancia vital en tiempos de guerra y que significaría "serios contratiempos para el prestigio estadounidense y para la solidaridad hemisférica". Según un memorándum de la época, el caso boliviano brindaba la oportunidad única de cooperar con un "gobierno popular que se distingue de los varios dictatoriales que se nos acusa de favorecer.8

Cuando Paz Estensoro se dirigió a su par norteamericano a principios de octubre solicitando ayuda económica y técnica, éste no se hizo esperar con una respuesta afirmativa. La necesidad de prevenir una expansión del comunismo fue el argumento principal para asegurar la aprobación de ayuda económica por parte del Congreso. Pero la ejecución del programa de ayuda fue también producto de jugar Paz Estenssoro a la "carta roja". Durante la década de 1950 los recursos fluyeron "siempre bajo (...) la amenaza de que si ella no prosperaba, Bolivia se volcaría al comunismo".9 También Siles Zuazo parece haber seguido esa línea al informar en 1958 al Vicepresidente Nixon "que Bolivia se hallaba amenazada por un colapso económico y necesitaba 20 millones de dólares más de ayuda norteamericana para impedir una toma comunista del poder".10

2.3 La situación militar

De trascendencia inigualada para la formulación de la política norteamericana frente a la Bolivia revolucionaria fue una circunstancia que tornó secundarios los demás sucesos de 1952. El hecho de que el aparato militar boliviano fuera barrido casi por completo y haya permanecido así durante años representa un acontecimiento insólito en la historia contemporánea de Latinoamérica. El gasto militar bajó de un 23% en 1952 a menos de un 7% en 1957. Desde el año en que comenzó la Revolución fueron las milicias las que efectuaron las tareas militares y policiales y las que protegían al gobierno contra motines. Las milicias no respondían al Gobierno, sino a los respectivos sindicatos, quedando preprogramados los conflictos. De acuerdo con Felipe Mansilla, existió además "la posibilidad de que sindicatos, milicias y el ala izquierda del partido tomaran el poder vía golpe de Estado".11

Fue esta circunstancia la que mayor preocupación causó en el Departamento de Estado. En una de las primeras reacciones del Secretario al respecto, Dean Acheson telegrafiaba a su embajada en La Paz el 25 de abril de 1952 solicitando ante todo informaciones sobre la posibilidad de que el ala izquierda bajo Lechín tomara el poder. Otro documento norteamericano bastante posterior todavía refleja la misma inquietud:

"La revolución fue llevada a cabo básicamente por mineros y ellos están organizados en lo que se conoce como la Central Obrero Boliviano (sic). Ellos aún conservan las armas y aún representan la fuerza efectiva en este gobierno (...). En términos generales, es probablemente cierto que en una confrontación la milicia civil armada (...) sea la que pueda controlar la situación".12

Las instancias políticas responsables en los Estados Unidos no desestimaron los peligros inherentes a una situación de esa naturaleza. Conjuntamente con los tres Gobiernos consecutivos del MNR fue reconstruida la estructura militar, lo que coincidió plenamente con el interés del centro del partido, dado el peligro que constituían las milicias. La estrategia estadounidense consistió en ganar tiempo hasta un desplazamiento del equilibrio del poder.

2.4 El programa de estabilización de 1956

Los ingresos del Tesoro se redujeron drásticamente por la caída de los precios y la producción de estaño. Con la reforma agraria surgieron problemas de abastecimiento de alimentos en las ciudades, problemas que se agudizaron debido a la escasez de divisas, que no permitió una suficiente importación. De allí que surgiera el suministro de alimentos norteamericanos en 1953. Estos se reexportaron por especuladores en forma lucrativa a causa de la notoria discrepancia entre la tasa de cambio oficial y la paralela. En consonancia con el tipo de economía introducido por el Gobierno se infló enormemente el sector público. Para enfrentar la escasez de dinero se dio rienda suelta a la producción de papel moneda.

En vista de la precaria situación general y de la malversación de la ayuda alimentaria, Washington reaccionó haciendo depender la continuación de la ayuda económica de los esfuerzos gubernamentales para imponer orden en la economía. La misión del FMI arribó al país bajo presión de Eisenhower. "Es verdad que fui 'invitado' a Bolivia por el presidente Paz, pero se trató de una invitación hecha virtualmente bajo coacción y con repetidas insinuaciones de reducir la ayuda norteamericana", escribe el propio Eder, director del Programa de Estabilización Monetaria.13

Éste se llevó a la práctica durante el gobierno de Siles Zuazo (desde 1956). Eder puso en claro que los Departamentos de Estado, del Tesoro y la International Cooperation Administration (ICA) esperaban "arreglos satisfactorios para la reanudación del pago de la deuda externa; un convenio mutuamente aceptable sobre la compensación de los intereses comprometidos en la empresa de Patiño; legislación que provea pronta, adecuada y efectiva compensación a la propiedad privada expropiada; (y) justos códigos de minería e inversiones" (Código Davenport).14

El programa tuvo sus éxitos: las mercancías atesoradas debido a la hiper-inflación reaparecieron en el mercado y se estabilizó la tasa de cambio por más de dos décadas, por sólo nombrar dos. Pero, debido a que los costos del programa tuvieron que ser cargados antes que nada por los sectores urbanos más pobres, justamente aquéllos que más se habían beneficiado con los cambios revolucionarios, la situación política se fue agudizando paulatinamente.

2.5 El Plan Triangular y el golpe de Barrientos

Paz Estenssoro retornó a la presidencia en 1960 en circunstancias diferentes. Retomó la conducción de una "resucitada coalición de centro-izquierda, simbolizada por el acceso del dirigente sindical Juan Lechín a la vicepresidencia de la República" y de un pueblo nuevamente movilizado.15 Castro había subido al poder hacía un año, hecho que alarmó a la administración norteamericana. Por lo demás, los Estados Unidos estaban en vísperas de elecciones presidenciales.

Antes de que Kennedy asumiera el Gobierno, su predecesor había decidido un segundo giro en su política latinoamericana. Eisenhower visitó Argentina, Brasil, Chile y Uruguay en 1960. Con gran apoyo de la oposición demócrata se instaló el Social Progress Trust Fund ese mismo año, institución dotada con varios cientos de millones de dólares canalizables a través de Banco Interamericano de Desarrollo, y destinados a la construcción de viviendas de bajo costo, escuelas, sistemas de agua potable y programas de salud en la región. Un primer giro data de 1959: el Consejo Nacional de Seguridad había decidido recomendar un enfoque económico de los problemas latinoamericanos. Además, previamente a esta recomendación, se fundaba el BID en 1958, cuyo objetivo fue el otorgamiento de créditos blandos para mejorar la situación socioeconómica en el hemisferio: una medida de inspiración anticomunista en defensa de los intereses de seguridad de los Estados Unidos.

Al mudarse una administración demócrata a la Casa Blanca con Kennedy en 1961, la piedra basal de la "Alianza para el Progreso" ya había sido colocada; el nuevo Presidente sólo le confirió un nombre más atrayente al programa. Las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina se convirtieron en un tema central de la campaña presidencial, primordialmente debido a los acontecimientos revolucionarios en la isla azucarera. A diferencia de la revolución cubana, aquélla acontecida en Bolivia contó con una benevolente actitud norteamericana, la que fue preservada bajo Kennedy, quien, a tiempo de asegurar la continuación de la ayuda, se animó a decir al reelecto Víctor Paz en 1961: "Esta gran revolución ha marcado una senda a ser seguida por otros". A más tardar aquí se entrevé cuán importante se había vuelto el caso boliviano para la política latinoamericana de los Estados Unidos. Cabe subrayar que Paz siempre celebró la ayuda provista por el país del Norte; él y Siles expresaron en la década de 1950 que sin los programas de emergencia y estabilización sus Gobiernos no se hubieran mantenido por mucho tiempo.

Durante la presidencia de Kennedy la política de Washington frente a Bolivia se basó principalmente en un incremento de la ayuda económica y en la introducción del Programa de Acción Cívica. En octubre de 1961, durante su visita a las Naciones Unidas, Kruschev ofreció a Bolivia los recursos para la construcción de una fundición de estaño. En diciembre, una alta delegación soviética se hizo presente en La Paz con una considerable oferta de crédito para YPFB, diversos proyectos públicos y la construcción de la fundición. Si no se llegó a sellar un convenio de cooperación en aquella oportunidad fue porque Washington se opuso a ello y porque Paz contaba con una cantidad de ayuda estadounidense mayor a la soviética.

Las embajadas de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, alarmadas por la propuesta, analizaron contraofertas y así surgió el Plan Triangular como respuesta al ofrecimiento soviético. El Plan consistió en un esfuerzo conjunto para el saneamiento de la Corporación Minera de Bolivia. Dado que la completa indemnización de las grandes empresas de estaño representaba aún un asunto pendiente, el Plan Triangular es indudablemente interpretable como un proyecto sumamente pragmático: "por primera vez los Estados Unidos concedieron ayuda a una empresa estatal confiscada, de propiedad norteamericana".16

Si el Programa de Estabilización Monetaria y el Plan Triangular habían contribuido al proceso de división del MNR, fue la tercera candidatura de Paz en 1964 la que acabó por dividir al partido. Lechín, que como representante de la izquierda del MNR debió ser nominado candidato presidencial ya en 1960, decidió, al igual que Siles, abandonar el MNR. Además, la situación del país se había tornado inestable. La cooperación entre Paz Estenssoro y Washington durante la campaña electoral le valieron (a Paz) la crítica de haber vendido la revolución. Mientras que la embajada deseaba otro período gubernamental del MNR, el jefe de la CIA en Bolivia, teniente coronel Edward Fox, por lo menos parece haber animado a Barrientos a tomar el poder. Queda claro que Washington se dejó guiar una vez más por intereses políticos. James Wilkie ha resumido las palabras de un político del MNR al respecto de la siguiente manera:

Fox aparentemente persuadió al gobierno de los Estados Unidos de que para prevenir insurrecciones guerrilleras y/o la toma del poder por los 'trabajadores' (...), era necesario que los militares tomaran el poder para así establecer un Estado de seguridad nacional que 'resguarde a Bolivia del comunismo'.17

2.6 Desde el golpe hasta la confiscación de la Bolivian Gulf

Con el golpe militar de Barrientos, a fines de 1964, comenzaron dos décadas de dictaduras de distinta índole. La política del demócrata Johnson frente a la dictadura de Barrientos también se caracterizó por una mayor ingerencia del servicio secreto y de la Embajada en asuntos internos bolivianos. La CIA se concentró en el control del Ministerio del Interior, o sea, en concordancia con el Corolario Johnson (consistente en no permitir una segunda Cuba en el hemisferio), en contrarrestar posibles actividades guerrilleras conjuntamente con el ejército boliviano.

Tampoco las relaciones entre la Bolivia de Barrientos y los Estados Unidos estuvieron libres de tensiones, como lo demostró el tremendo impacto en la opinión pública de las revelaciones del Ministro del Interior Arguedas sobre su propia cooperación con la CIA. Pero una postura abierta frente a las inversiones foráneas y el hecho de que Bolivia casi siempre votara con los Estados Unidos en las conferencias internacionales, significaron, como lo muestra también la exitosa campaña contra la guerrilla, un amplio trabajo bilateral entre ambos Gobiernos.

Con la muerte de Barrientos en 1969 comenzarían los años probablemente más difíciles para la diplomacia norteamericana. Un año antes, el nuevo presidente Nixon no había mencionado a Latinoamérica en su discurso inaugural. Las consecuencias de la Guerra de Vietnam, las tensiones sociales en su propio país y la política de distensión frente a la Unión Soviética ocuparon sobremanera la política de la primera potencia y llevaron a la formulación de un enfoque de bajo perfil en la región. Nixon se vio confrontado con una serie de problemas en Sudamérica que dificultaron una aplicación consecuente de este enfoque que, eso sí, tuvo algún éxito en los casos de Perú y Bolivia.

En 1969 toma la presidencia el General Ovando. Indiscutiblemente anticomunista, irritó considerablemente a Washington con su nacionalismo económico, su abierto antiamericanismo y la reanudación de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Luego de tres semanas en el poder nacionalizó la Bolivian Gulf Oil Company y suprimió el Código Davenport. La acción más espectacular, la nacionalización, aparentemente ocurrió por imitación del caso peruano. El gobierno militar reformista de Velasco Alvarado había nacionalizado la International Petroleum Company.

Finalmente, después que la Gulf se había encargado de las negociaciones casi exclusivamente por cuenta propia, se llegaría a suscribir "un arreglo sumamente generoso" para la empresa poco antes de la caída de Ovando en 1970.18 Con excepción del entorpecimiento de un crédito del Banco Mundial para la cría de ganado, el Gobierno en Washington se limitó a lanzar una campaña para lograr la mayor posible indemnización para la empresa. Laurence Whitehead ha afirmado: "Reaccionando discretamente frente a Ovando, los Estados Unidos permitieron que el vapor escape del conflicto externo".19 El caso del Chile de Allende demostró, sin embargo, que un "enfoque discreto" no era practicable en cualquier caso.

La política del presidente Torres prosiguió con la línea económica antiimperialista de Ovando. Bajo este General, las relaciones diplomáticas llegaron a uno de sus puntos más tensos. Por primera vez Bolivia aceptaba ayuda económica de la Unión Soviética. La acción más espectacular del Gobierno fue -nuevamente- un ataque a intereses privados estadounidenses. Esta vez se rescindieron contratos para la explotación de zinc y estaño. Como represalia fueron demorados los créditos del BID y del Banco Mundial, hecho que el Washington Post llamó "(...) la acción más abierta jamás efectuada por un Secretario del Tesoro para manipular crédito internacional con fines políticos".20

Torres expulsó al Cuerpo de Paz y rescindió un contrato que garantizaba el uso de una pequeña base de telecomunicaciones a la Misión Militar. Acciones por el estilo contra instalaciones norteamericanas estuvieron a la orden del día. Poco después el gobierno se desmoronaría ante la oposición militar y civil de derecha, no cumpliendo con determinadas exigencias de la izquierda. La irritación en Washington no sólo se debió al ambiente antiamericano en el país, sino también a la alterada situación política en los países vecinos: un gobierno socialista arribaba al poder en Chile en 1970, en el Perú gobernaban militares nacionalistas desde 1968 y en el Uruguay empezaba a operar un movimiento guerrillero.

2.7 La dictadura de Bánzer

Durante el gobierno del coronel Bánzer fueron nuevamente reprimidos los sindicatos y los partidos de izquierda, y abiertas otra vez las puertas al capital extranjero. Bánzer se apresuró a ofrecer una mayor indemnización a las empresas norteamericanas afectadas por las administraciones anteriores y Nixon propuso al nuevo embajador en Washington una estrecha cooperación, la que se manifestó particularmente en una septuplicación de la ayuda militar.

Con la doctrina Carter se pretendió confrontar a las dictaduras latinoamericanas con la observancia de los derechos humanos. En cuanto a Bolivia, Carter buscó la realización de elecciones para lograr el retorno a la democracia. Las conversaciones del Secretario Auxiliar de Estado Todman con Bánzer en mayo de 1977 significaron un comienzo nada exitoso de parte del Departamento por acelerar el proceso de democratización, dado que Bánzer se mantuvo firme en su propósito de no convocar a las urnas antes de 1980. Sin embargo, poco después de su viaje a Washington en septiembre, declaró que las elecciones sí podían ser adelantadas y las anunció para 1978. USAID subrayó que "era la convicción de Carter que el proceso electoral boliviano (...) era sumamente importante no sólo para Bolivia, sino para la América Latina entera".21

La decisión de Bánzer no sólo fue producto de la presión ejercida por los Estados Unidos, sino también de la masiva pérdida de apoyo en el aparato militar y las clases media y alta. En las fraudulentas elecciones presidenciales triunfó el candidato de Bánzer, el General Pereda. No habiéndose aceptado el fraude, Pereda decidió asaltar el poder apenas días más tarde. Por vez primera una administración norteamericana llegó al punto de instruir a su embajador romper todo tipo de contacto con un Gobierno boliviano.

Carter se tomó muy en serio la crítica de una cooperación muchas veces muy extensa de su país con regímenes militares en todo el mundo. Bolivia, más fácilmente manipulable por su gran dependencia financiera, representaba un promisorio objeto de experimentación para demostrar el rechazo norteamericano a los gobiernos antidemocráticos. Que el período dictatorial se prolongara aún hasta 1982 demuestra que aun el poder de una potencia es a veces limitado, incluso en el caso de un país pequeño y perceptiblemente dependiente de ella.

 

Notas

1 El trabajo pretende ser publicado pronto en una versión más extensa, elaborada y, desde luego, a partir de una base documental mucho más abundante.

2   A no ser que se explicite, toda aserción se refiere al período de estudio, aunque, desde luego, puede clamar (o perder) validez para el pasado y/o el presente. Todas las traducciones son propias.

3   Citado conforme a Volk (1974b), p. 12.

4   Citado conforme a Blasier (1971), p. 70s.

5   Eder(1968),p. 417.

6    Hayes (1984), p. 8.

7   Wood(1985), p. 147.

8    Las últimas dos citasen Word (1985), p. 147s.

9   Así lo señala Eder (1968), p. 593. Cf. también Blasier (1985), pp. 145 y 147. El presidente Barrientos también se expresó en ese sentido en una oportunidad: cf. Wilkie (1969), p. 37.

10  Eder (1968), pp. 519 y 593.

11  Mansilla (1977), p. 121.

12 Citado conforme a Volk (1974a), p. 4.

13  Eder (1968), p. 479.

14 Citado conforme a Blasier (1971), 82, o bien al mismo autor (1985), p. 140.

15 BurkeyMalloy(1972),p. 73.

16 Eder(1970),p. 635.

17 Wilkie (1987), p. 919s. El entrevistado fue Jacobo Liberman.

18 Así lo ha señalado, por ejemplo, Mitchell (1977), p. 113. En forma similar se expresa Ingram (1974), p. 200. La presión política interna contribuyó a la realización del acuerdo.

19 Whitehead (1970), p. 178. Cf. también Wilkie (1982), p. 92s.

20 Cf. Dunkerley (1984), p. 185.

21 Citado conforme a Ladman (1982), p. 337.

 

Bibliografía breve

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Lic. Hans Huber Abendroth

Entre 1983 y 1991 ha realizado estudios de Historia en el Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, haciendo énfasis en historia económica. Es Master en Historia, con la tesis Finanzas públicas y estructura social en Bolivia. Ha escrito: Los instrumentos de la política exterior estadounidense en Bolivia en los años cincuenta, sesenta y setenta

 

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