SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número14PresentaciónLos clásicos grecolatinos en la formación humanista índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.14 La Paz jun. 2004

 

 

 

Coloquio sobre humanismo

 

 


El Coloquio organizado por el Departamento de Cultura, se realizó el 27 de octubre del año pasado, encabezado por el Gran Canciller Monseñor Edmundo Abastoflor, Arzobispo de La Paz, y realzado por la presencia de Monseñor Ivo Scapolo, Nuncio Apóstolico de Su Santidad en Bolivia. Fue inaugurado por el Rector de la universidad, Dr. Carlos Gerke, quien agradeció la iniciativa y realización del mismo. Tomó inicialmente la palabra el padre Hans van den Berg, quien desarrolló una exposición inaugural, sobre cuya base luego se desarrolló el evento:

I

Dr. Hans van der Berg:

Voy a comenzar con una interesante expresión de Boris Pasternak, el famoso autor de El Doctor Zhivago, quien, en su pequeña autobiografía titulada El salvoconducto, cuenta cómo a sus veintidós años fue invitado por su madre a hacer un viaje al exterior, optando él por ir a Marburgo, en Alemania, para estudiar un semestre de filosofía. Y Pasternak explica por qué eligió ir a Marburgo, diciendo: "Allá no se compartía la perezosa rutina de todos los ismos, que siempre se agarran a su rentable omnisciencia de décima mano. Los ismos siempre son ignorantes y siempre temen, por uno u otro motivo, cualquier revisión al aire libre de la cultura secular".

He escogido este texto precisamente porque, en cuanto a nuestro término humanismo, hay también una gran confusión, una gran disparidad de conceptos y, en muchos casos, también con respecto al uso del humanismo se puede hablar de agarrarse a una "rentable omnisciencia de décima mano".

El término como tal aparece muy tarde en la historia, concretamente en el año 1808, hace ni siquiera todavía 200 años, como parte del título de una obra de un educador alemán, Friedriech Emmanuel Diethammer. El libro titulaba: La lucha del filantropismo y del humanismo en la teoría de la enseñanza en nuestro tiempo. Es la primera vez en la historia que aparece el sustantivo "Humanismo". Se trata en este caso de dos movimientos: filantropismo por un lado, humanismo por el otro, ambos en busca de una reforma para superar las antiguas escuelas latinas.

Este humanismo es entonces una construcción del siglo XIX, pero se relaciona de alguna manera con los estudios del pasado que podemos llamar humanioras. Fue Jacob Burckhardt, en 1860, en su famosísima obra Cultura del Renacimiento, quien empleó el sustantivo humanismo como sinónimo de Renacimiento, término que ya se había inventado en el siglo XVIII. Esta aplicación del término humanismo a un movimiento histórico como es el Renacimiento ha permitido ampliar el uso de la palabra, de tal manera que a fines de ese siglo se empieza a cronologizar el humanismo. Así, el Renacimiento es considerado como el humanismo antiguo, registrado más o menos entre 1450 y 1520; luego se habla de un humanismo nuevo, el de Humboldt, en Alemania, llamado después el segundo humanismo; y finalmente, de un tercer humanismo, ya en el siglo XX, con Spranger, otro autor alemán. Así se esboza una especie de historia del humanismo, con diferentes etapas, cada una con un determinado tipo de humanismo.

Pero además, en el caso del más antiguo, el que corresponde al periodo renacentista, se lo relaciona a su vez con la antigüedad griega y romana. Lo mismo pasa con el caso de Humboldt y compañía, porque se revalorizan también otros aspectos del pasado. En el caso del llamado neohumanismo o tercer humanismo, de Spranger, se trata más bien de un humanismo más espiritual e irracionalista.

Todo esto ya nos indica que al hablar de humanismo tenemos que matizar mucho, y también que, cuando queremos hablar en esta universidad de humanismo, tenemos que prestar atención primero a lo que llamamos humanismo. La aclaración de los términos y los conceptos que están tras el uso de los términos es fundamental. Es decir, cuál es el criterio que nosotros vamos a manejar para hablar de humanismo: ¿un humanismo cosmovisivo, un humanismo ideológico, un humanismo religioso, es decir, inspirado por el propio cristianismo?

Creo que es muy importante discernir acerca de esto, porque, además, no solamente se ha ido aplicando el término humanismo a ciertos movimientos en épocas determinadas sino que se habla de diferentes tipos de humanismo: un humanismo burgués, un humanismo socialista, como reacción al humanismo burgués, un humanismo evolucionista, un humanismo occidental, un humanismo científico, etc. El humanismo cristiano por su parte ha sido convertido por Jacques Maritain, en un enfoque muy interesante, en un humanismo llamado integral. Pero además hay el humanismo hebreo, propagado por Martin Buber. Los humanismos religiosos a su vez tienen su contrapropuesta atea en el humanismo existencialista, propagado por Sartre. Este panorama de diferentes tipos de humanismo también nos obliga a hacer una aclaración de conceptos.

Esto se puede hacer partiendo de una profundización del estudio del tema, no bajo la forma del sustantivo humanismo, sino del adjetivo humanista. La calificación de humanista aparece por primera vez en el siglo XVI, con más precisión en 1538, en Italia. El humanista era un maestro de las humanidades, studia humaniora o studia humanitatis. No era un estudio profesional, sino liberal, en el sentido de que era libre, no profesional, y esto es, creo, algo muy importante. El humanista del siglo XVI se basaba fundamentalmente en el pensamiento de Tulio Cicerón, y este basamento era tan fundamental que en algún momento incluso se ha usado como sinónimo de humanismo el sustantivo ciceronismo.

Pienso que en este contexto de discernimiento acerca de lo que es el humanismo para nosotros, Cicerón todavía es fundamental. En sus obras, Cicerón usa con mucha frecuencia la palabra humanitas, y lo hace interesantemente en seis sentidos o significados. Primero, como natura hominis, es decir, la naturaleza del hombre, marcada por su inteligencia, a diferencia de la del animal. Segundo, como conditio hominis, es decir, la condición del hombre en comparación con la divinidad, enfatizando la mortalidad del ser humano. Tercero, como genus, como la sociedad humana. Es decir, primero enfatiza la naturaleza y la condición humanas para añadir luego el tercer elemento fundamental, que voy a retomar más adelante, de la convivencia humana, la societas humana.

Pero da además otros tres significados que son tan fundamentales que no podemos dejar de lado. De modo muy interesante y hasta curioso, señala como cuarto significado de la palabra humanitas la misericordia, para enfatizar el aspecto ético-moral del ser humano. La misericordia sería sinónimo de humanitas. El quinto significado es urbanitas, que tiene que ver con lo que en las fuentes andinas del siglo XVI y XVII se llama policía, o buen vivir. La urbanitas es el saber vivir decentemente, y en algunos casos urbanitas prácticamente llega a ser sinónimo de las palabras cultura y civilización. Y el sexto significado de la palabra humanitas, en Cicerón, es eruditio, o sea el énfasis en la formación intelectual y cultural del ser humano.

Estos significados de humanista, preconizados por Cicerón, son elaborados en todos sus aspectos precisamente por los grandes pensadores de la época renacentista. Y tomo solamente dos ejemplos: Erasmo, por ser compatriota mío, y Pico de la Mirándola.

Erasmo, gran pensador con su studia humaniora, enfatiza que la formación del espíritu humano debe realizarse a nivel intelectual, a nivel estético y a nivel moral. Es decir, los mismos elementos que indica Cicerón con las palabras eruditio, urbanitas y misericordia como características de lo que es el humanismo, la humanitas.

Por su parte, Juan Pico de la Mirándola, otro gran pensador revolucionario de esa época, en su famosa pequeña obra Oración sobre la dignidad humana, dice que "la dignidad humana no hay que buscarla en lo que es, sino en la capacidad de hacerse", y creo que esto es fundamental para nuestro pensamiento y nuestra reflexión, porque si en un momento previo Santo Tomás de Aquino enfatiza la dignidad humana en su esencia, enfatiza que cada ser humano en esencia es digno, en el Renacimiento se va a señalar que esta dignidad también hay que hacerse, el hombre tiene que hacerse digno. Esto precisamente está relacionado con la idea de urbanitas en Cicerón y, en el caso de Erasmo, con la formación estética del espíritu humano.

Es desde este punto de partida que voy a aterrizar en lo que va a ser importante para nuestra reflexión. Quiero desarrollar este concepto ciceroniano y erasmiano para reflexionar acerca de lo que podemos hacer nosotros en la universidad. Para ello me baso en parte en una exposición del famoso autor Jacques Delors, muy conocido en Europa, autor de la introducción de una gran obra realizada por la UNESCO que lleva un título muy simpático: La éducation, un tresor caché dedans, es decir: la educación, un tesoro que está escondido dentro. Es un título bien interesante para pensarlo. Bien, mi reflexión está inspirada en la exposición de este autor.

Primero quiero decir que el objetivo principal de cualquier movimiento hacia la realización del humanismo en nuestra universidad debe enfocar lo que yo llamo la humanización del hombre, en los varios sentidos ciceronianos de los que ya hablé. Con esto quiero decir que el joven, el ser humano que viene a nuestra universidad tiene que aprender a desarrollar su inteligencia, la eruditio, su capacidad estética, cultural, con la idea de urbanitas, etc., pero más que nada aprender a desarrollar su espíritu ético-moral.

Creo que estos tres aspectos tenemos que tomarlos muy en cuenta en la universidad, y preguntarnos en primer lugar si esos objetivos se cumplen. De entrada hay que decir que el cumplimiento de estos objetivos está perjudicado por la presión de diferentes tendencias de instrumentalización de la educación. Ésta es una realidad que hay que observar. Por todos lados vemos cómo se manifiesta la tendencia a la instrumentalización de la educación. No tenemos nada contra la tecnología, pero tenemos que estar bien conscientes de las implicaciones negativas que tal instrumentalización de la educación puede tener de modo muy especial en los ámbitos ético y estético, no tanto en el ámbito intelectual.

Como consecuencia de la predominancia del valor instrumental de la educación en nuestra sociedad, apenas podemos dar una respuesta a la siguiente pregunta: ¿Somos capaces de dar un lugar en nuestra cultura al progreso tecnológico sin perder de vista la importancia del progreso moral y estético? Ésta creo que es una pregunta fundamental, que puede ser formulada de esta otra manera: ¿podemos crear o encontrar un equilibrio responsable entre la subjetividad de las relaciones interpersonales y la objetividad de las relaciones profesionales? Es decir que tenemos que proponernos resolver la tensión que existe entre el desarrollo de la subjetividad de las relaciones interpersonales y la objetividad de las relaciones profesionales, para llegar a un equilibrio. La tecnología ya ahora está haciendo que muchas personas actúen como anónimos, y aquí incluyo el fenómeno del cyber space, que empieza a tener mucha importancia.

Ahora bien, el gran problema de la racionalidad instrumental en nuestra cultura es que no es colocada suficientemente dentro del horizonte más amplio del hombre en su totalidad, y pienso aquí muy especialmente en el concepto de integralidad que ha desarrollado tan hermosamente Jacques Maritain, y de la dignidad intrínseca del ser humano. Más concretamente, y aquí aterrizo en mi planteamiento, tenemos que proponernos desarrollar cuatro aprendizajes: aprender a conocer, aprender a actuar, aprender a convivir y aprender a ser.

El aprender a conocer consiste en la búsqueda permanente de equilibrio entre una amplia formación general y la posibilidad de profundizar en una o más disciplinas específicas. Quiero decir que en ninguna carrera puede permitirse enseñar a profundizar en una disciplina específica sin tomar en cuenta también la formación general del joven que viene a la universidad; hay que buscar un equilibrio y creo que uno de los grandes problemas aquí en Bolivia es precisamente la falta de conocimiento, de cultura general. La cultura general es debilísima en la mayoría de los jóvenes, porque es más fácil especializarse y dejar a un lado el conocimiento general. Pero al hacer esto se crea un ser humano hasta cierto punto vacío en cuanto precisamente a su ubicación en un mundo amplio y además en una tradición profunda y larga.

Yo creo que tenemos que buscar esta formación general, el conocimiento y la transmisión de la rica diversidad de tradiciones culturales, tanto del propio país como del mundo; así podremos decidir cómo interpretar el pasado e integrarlo en un proyecto de civilización futura. Y en la Universidad Católica tenemos además que tomar en cuenta la herencia cultural del cristianismo, porque la tradición cristiana es uno de los elementos o dimensiones fundamentales de la realidad cultural, social y pedagógica de nuestro tiempo. Desde una perspectiva católica el conocer no solamente tiene una función de utilidad para la futura vida profesional, sino que es también un valor que pone al hombre en contacto con lo verdadero, lo bueno y lo bello.

El aprender a actuar, por otra parte, no significa solamente el aprendizaje de una destreza profesional, sino también la adquisición de una competencia para poder enfrentarse en diferentes situaciones a nivel personal y social; hay personas distorsionadas precisamente porque han aprendido a actuar sólo de una manera y se encuentran desamparadas cuando de repente tienen que enfrentarse a situaciones desconocidas que les caen encima sorpresivamente. Aquí también el cristianismo tiene un papel fundamental que jugar, porque nos enseña que el hombre no sólo vive de pan. Aprender a actuar es adquirir destrezas y capacidades profesionales, pero además desarrollar capacidades sociales.

Aquí hago un pequeño paréntesis. Pienso en relación al humanismo que muchas veces ha sido muy secular, hasta ateo, al intentar conceder autonomía al ser humano para realizarse. Pero al hacer eso se descarta totalmente la necesidad de la gracia, que para nosotros es tan importante. Y entonces, reflexionando los últimos días sobre este punto, se me ha ocurrido pensar que al hablar de la gracia en la teología, desde San Agustín hasta la alta Edad Media, etc., se lo ha hecho siempre de una manera bastante abstracta, por no decir tremendamente abstracta, y que de repente tendríamos que socializar nuestro concepto de gracia, teológicamente hablando. El otro es una gracia de Dios, y creo que eso es bonito para enseñar a actuar y enseñar a un joven a relacionarse y adquirir capacidades sociales; se debe encontrar en el otro la gracia de Dios, tomar al otro como una manifestación de la gracia de Dios. El joven tiene que comprender que es una gracia tener a una persona a su lado. Además, hay que aprender en este actuar a ser resistente contra las presiones del mercado, de la globalización, etc.

En cuanto al tercer punto, el aprender a convivir, entiendo por ello que la formación universitaria debe estimular el respeto mutuo y la corresponsabilidad entre las personas, entre diferentes grupos socioeconómicos, entre la elite intelectual y cultural y la masa, entre diferentes religiones y cosmovisiones, etc. Es decir, aquí también voy a lo amplio: no podemos aislarnos, sino que, en esta búsqueda de convivencia, tenemos que integrar los diferentes estratos sociales, culturales, históricos, etc., para de esta manera hacer de nuestra universidad, en su totalidad, una inmensa riqueza, una riqueza para el país.

Para mí, éste es un punto sumamente fundamental; no debemos ser una universidad cualquiera que busca lucro o se deja impresionar por las presiones políticas, etc., sino una universidad, y esto lo digo con énfasis, una universidad realmente sui generis, única por la verdadera riqueza que significa la capacidad de integración de clases sociales, situaciones económicas, culturales, etc., etc. Esto significa para nosotros enseñar a nuestros estudiantes que deben convencerse que el humanismo pleno sólo se alcanza en una comunidad, y que esta comunidad siempre necesita también una dimensión de caridad, de amor desinteresado al prójimo. A la universidad los jóvenes deben venir para profesionalizarse, pero deben descubrir que solos no van a lograr lo que buscan, sino en el contacto diario con otros, con quienes deben convivir en un contexto de corresponsabilidad, y dentro de la cual también la caridad cristiana juega un papel fundamental.

Esto quiere decir que competitividad y selectividad deben ser complementadas por la preocupación por el otro y la solidaridad con el otro; la educación superior debe andar por dos caminos complementarios para realizar una verdadera cohesión social: a saber, el descubrimiento progresivo del otro y la entrega a proyectos comunitarios que manifiestan hacia afuera la responsabilidad común.

Finalmente, el aprender a ser se refiere al ámbito de la creatividad y de la imaginación, al arte, a la cultura, y en última instancia, no en sentido jerárquico, sino de otra manera, en última instancia como lo que está detrás de todo aquello, la dimensión espiritual del hombre, la formación católica. Esta dimensión significa prestar atención a lo trascendente que coloca al hombre contra un horizonte más amplio y lo relaciona con el fundamento mismo de la existencia, aquello que precisamente niega el existencialismo de Sartre y de tantos otros. Se trata aquí de una determinada visión acerca del hombre, aguzada en la relación entre autonomía y heteronomía. Mientras el humanismo clásico y el humanismo ateo existencialista enfatizan unilateralmente la autonomía, nosotros tenemos que enfocar siempre la heteronomía del hombre, es decir, que el hombre no lo puede todo solo, sino que precisa de la gracia, la ayuda y la inspiración de Dios. Es algo tan fundamental, que en nuestra realización tenemos que manifestarlo también hacia fuera.

El problema de la cultura moderna es precisamente su incapacidad de pensar al hombre contra un horizonte más amplio, por eso nosotros debemos hacer entender que sólo colocando al hombre contra este horizonte más amplio se llega a la plenitud de lo que Dios ha querido hacer cuando ha creado al hombre. Como contraposición a los humanismos que plantean un hombre autónomo, considerado como la medida de todas las cosas, en este otro tipo de humanismo, y en la perspectiva católica, la autonomía del hombre es siempre relativa, es importante pero relativa, porque el hombre no la alcanza sin la gracia de Dios. O dicho de otra manera, y esto también lo digo de manera tajante, un énfasis unilateral sobre la autonomía lleva a una pobreza espiritual.

Para terminar, creo que el aprender a conocer se lo ha planteado concretamente en nuestra universidad por medio del plan de desarrollo de la universidad para el periodo 2005-2014. Pero hoy yo he planteado dos dimensiones de este aspecto, una de las cuales, la primera, la hemos atendido muy bien y la otra casi no. A saber, creo que en los últimos años se ha trabajado de la manera más impresionante en la estabilización económica de la universidad, de modo que se tiene ahora en las manos una entidad tremendamente garantizada, económicamente hablando, con todavía algunas dificultades, pero creo que la labor que se ha realizado en estos últimos años en este sentido ha sido increíble. El otro aspecto, la transmisión de conocimientos, lo hemos hecho bastante bien, pero sin enfatizar demasiado, porque no hemos producido conocimiento, o muy poco. Ahora ha llegado el tiempo de tomar nuevas iniciativas, tener la audacia y el coraje de lanzarnos, lo digo con todo mi cariño por la universidad, a producir conocimiento propio.

¿Quién produce conocimiento en Bolivia? Casi nadie. A mí me ha llamado tremendamente la atención ver que en la última Feria Internacional del Libro sólo la Universidad Católica tenía su stand, ninguna otra universidad. Y tampoco es para enorgullecernos demasiado porque mucha cosa de la universidad tampoco había. Pero por lo menos hemos estado presentes como la única universidad de entre 50 que hay en Bolivia. Entonces, yo creo que es absolutamente necesario en este aprender a conocer, conocer lo que se produce, pero al mismo tiempo producir nuevo conocimiento. Pienso que es el gran reto para nuestra universidad en esta década.

Por otro lado, en relación con el aprender a actuar, creo que tenemos que discernir de la manera más responsable y fundamental posible acerca de cómo se ve esta Universidad Católica, hoy y mañana, en esta sociedad boliviana, y qué hace para esta sociedad más allá de formar profesionales. La universidad en su totalidad tiene que conquistar un espacio en este país, con sus ideas, con sus responsabilidades, con su creación de conocimientos. Tenemos que participar activamente en el desarrollo del país y no sólo por medio de la formación de profesionales, tenemos que ir mucho más allá.

Tercero: aprender a convivir, es decir, hacer de la universidad realmente una comunidad cristiana, dentro de la cual cada joven, cada administrativo, cada docente se sienta acogido, atendido, comprendido y apoyado. Hay que hacer de la universidad una verdadera comunidad, para que la experiencia de vivir tantas horas de la vida dentro de esta universidad sea para todos un verdadero apoyo y al mismo tiempo un enriquecimiento, y para que esta experiencia comunitaria les sirva para toda la vida como seres sociales, verdaderamente sociales.

Y finalmente, en cuanto al aprender a ser, creo que se han tomado muchas iniciativas, pero tenemos que trabajar mucho más todavía para encontrar la atención verdadera a la dimensión espiritual y, añado a esto también, pensando en el arte, la literatura, etc., la dimensión emocional de la persona humana.

Termino con una sugerencia, simplemente para que vayamos pensando. Creo que podría ser muy interesante pensar, tomando en cuenta estos cuatro puntos y lo que he definido como humanismo cristiano integral, en la fundación dentro de la universidad de un centro de documentación y estudios de la realidad, pues tenemos que vincularnos con la realidad. Doy solamente un ejemplo de este tipo de trabajo, en el campo religioso. Uno de los grandes fenómenos del momento que estamos viviendo, lo he comentado en algún momento con Ricardo Zeballos, es el de las transformaciones religiosas. Nos consideramos siempre como un país católico y no nos damos cuenta de cuántas transformaciones religiosas diariamente se producen. En Bolivia hay más de 400 sectas, que se llaman cristianas y que buscan y encuentran adeptos. Esto quiere decir obviamente que, al dejarse una persona atraer por una secta X, deja el ámbito religioso al que hasta ese momento bien o mal pertenecía. Ese tipo de transformación se da dentro de la misma Iglesia Católica. Hay personas que han vivido bien dentro de una parroquia y de repente se dejan atraer por neocatecúmenos, por ejemplo.

Hay todo un proceso de transformaciones sobre los cuales no hay ningún estudio, ninguna investigación: la cuestión de la vigencia de las religiones autóctonas en Los Andes, la presencia hoy en Bolivia del judaísmo, del hinduísmo, del budismo, del Islam, que ya tiene su primera mezquita en Santa Cruz; todas esas religiones también buscan expandirse. Éste es un fenómeno que debemos conocer para nuestra actuación pastoral, y creo que es precisamente la Católica, como universidad, la instancia que con un buen centro de investigación puede documentar y analizar esto. Y lo mismo cabe decir de las necesidades de investigación para la cuestión social, la cuestión económica, etc., en el país. En este sentido, tal centro yo lo concibo como algo indispensablemente interdisciplinario. Creo que es una necesidad que vale la pena priorizar, para que de esta manera la universidad también pueda manifestarse, con su espíritu profundamente humano, hacia la sociedad.

Bien, insisto que en esta primera instancia, y para no monopolizar más la palabra, estaría bien ahora hacer primero un pequeño intercambio de ideas con respecto al humanismo, para saber con qué concepto vamos a trabajar.

Porque si no hay claridad acerca del uso de un término tan fundamental, yo creo que nos vamos a mover con conceptos diferentes y después no vamos a ser muy pragmáticos en cuanto a aplicaciones. Así que propongo aclarar de qué humanismo vamos a hablar cuando queremos que nuestra universidad integre mejor ciertos elementos de la tradición humanista que han enriquecido a la humanidad.

 

Ing. Héctor Córdova:

Para comenzar, quiero agradecerte por los conceptos que has expresado en tu exposición, pues son realmente importantes para reforzar un trabajo que estamos intentando llevar a cabo en la Universidad Católica ya desde hace tiempo, dentro de la concepción pedagógica de educación superior que tiene la institución. Estamos entendiendo un humanismo contemporáneo con los siguientes fines y valores: libertad, autonomía, dignidad y desarrollo integral de la persona, haciendo un fuerte acento en el desarrollo de la afectividad. Asimismo, se persigue la realización personal en la seguridad de que el individuo es único, capaz y responsable, y se busca también construir una sociedad feliz.

Los principios de este humanismo contemporáneo son para nosotros: la libertad, la autonomía, la confianza, la participación, la cooperación, el autoaprendizaje, la búsqueda de una vida mejor y de equilibrio espiritual, la democracia, que permite una igualdad entre los individuos, al menos en cuanto a la participación, y la noción de que el hombre es esencialmente bueno y capaz. Éstos son los fines, valores y principios del humanismo, al menos como yo lo entiendo.

 

Dr. Carlos Gerke:

Yo creo que hay que hacer énfasis, en la universidad, en la presencia de una visión del humanismo o del ser humano desde el punto de vista de la Iglesia Católica, con toda la amplitud que esto significa. Héctor ha planteado ciertas categorías que son totalmente aceptables y rescatables, pero tenemos que anclar eso en una visión católica claramente distinta. Lo que dice Héctor tiene que ver con una visión roussoniana, es algo que puede haberlo dicho Rousseau perfectamente, sin ningún problema. Me refiero a categorías como el buen salvaje, el contrato social, la sociedad feliz, etc. Pero creo que ése es un planteamiento muy general, todos podemos plantearlo, y no creo que haya ninguna persona que se oponga, salvo "ismos" peligrosos, que los ha tenido la historia.

Pienso que tenemos que anclarnos mucho más sólidamente, estoy hablando como universidad, en la visión católica, en la visión institucional católica, no solamente doctrinaria, sino institucionalmente católica de lo que debe ser una universidad de esta naturaleza. Y al respecto, me ha gustado mucho la parte en que Hans señala que la autonomía, de la que ha hablado también Héctor junto a la libertad, es relativa. La autonomía precisa de la gracia, porque en el momento en que no tenemos la gracia, la historia de la salvación no tiene sentido.

La crucifixión de Jesús no tendría ningún sentido sin la redención, sin la gracia no somos nada.

Eso no lo hemos dicho nunca en la universidad, y por supuesto tampoco lo hemos vivido. Por eso creo que tenemos que centrarnos muy seriamente en asumirlo. Hay documentos pontificios muy importantes, como El desarrollo de la persona humana, por ejemplo, que plantea una forma de humanismo en ese sentido. También autores como Maritain y otros pensadores católicos, que lamentablemente están siendo olvidados o sustituidos por pensadores de la filosofía alemana del siglo pasado, que son gente con mucho trauma de guerra.

Por eso yo creo que si no insistimos en la dimensión divina no nos vamos a distinguir. Y en ese sentido, al hablar de humanismo, los católicos tenemos una gran ventaja. Porque si bien tenemos el mismo tronco religioso, el mismo origen histórico y mucha relación con la religión judía y también con el Islam, nosotros nos distinguimos claramente porque para nosotros Dios se ha hecho hombre. En esas religiones, Dios no se hace hombre, mientras que el humanismo católico y cristiano privilegian la encarnación de Dios.

Yo pienso que la gracia hace que esa libertad y esa autonomía se completen plenamente. Si no enfatizamos en Dios, en la encarnación y en la historia de la salvación a través de la crucifixión de Jesús, en la inmolación de Jesús para salvarnos, entraríamos simplemente en un humanismo liberal, o de cualquier otro tipo, que evidentemente no nos va a distinguir de algo que es absolutamente aceptable para todo el mundo. El valor y el aporte importantísimos nuestros se basan justamente en el concepto de gracia que Hans ha señalado. Solamente así entendemos que los hombres podemos actuar, porque nos damos cuenta de nuestras limitaciones. Nos proponemos conocer algo, queremos dominar ciertas situaciones a partir del reconocimiento de las limitaciones del ser humano. De manera que yo completaría todo lo que dice Héctor bautizándolo, o sea, poniendo la dimensión divina en los aspectos que se refieren a la actividad humana.

 

Dr. Eduardo Bracamonte:

Quisiera revisar un poco el humanismo como una respuesta histórica que el hombre se ha dado en determinadas épocas, para luego intentar ver cómo se plantearía actualmente para los católicos.

En términos filosóficos, los griegos dan una respuesta al hombre prometiéndole la felicidad, la justicia, el bienestar. Los romanos por su parte se basan fundamentalmente en el mundo del derecho, no tanto en la filosofía. El único que destaca como filósofo en Roma es Cicerón. Lo que hace Roma es estructurar una vida de obligaciones, una vida del ser humano como sujeto de derecho, como sujeto de obligaciones, etc. Es un mundo que corresponde al hombre desde una óptica puramente jurídica.

Ahora bien, la aparición del cristianismo da al ser humano una óptica teocéntrica, una respuesta a sus preguntas basada en el punto de vista de Dios. Dios es el fundamento, el fin y la razón de ser, del quehacer y de la vida del hombre, de la sociedad, en fin, de absolutamente todo. No debemos olvidar que Roma no reconoció ninguna religión oficial y respetó las diversas confesiones de esa época. El único caso que tenemos de una religión oficial es el cristianismo, del que después se origina la religión católica. A diferencia de lo que había ocurrido en el mundo antes, el cristianismo aparece como religión oficial ligada al Estado

Este mundo, en el cual el hombre se ve satisfecho con esta visión teocéntrica, se rompe después de diez siglos, si consideramos el siglo IV como la época en que el cristianismo se entroniza con el poder político. Pasan efectivamente diez siglos hasta que aparece el Renacimiento, cuando la respuesta cambia y es el hombre mismo el que se convierte en la medida de todo. Todo el conocimiento y el saber están volcados en ese sentido, incluso el propio problematizar del mundo teocéntrico: así se pone en tela de juicio que la Tierra es el centro del universo, que es inmóvil, incluso que el cuerpo humano es creación de Dios, y por lo tanto hay que respetarlo y no descubrirlo ni estudiarlo. Hasta cierto punto, el Renacimiento es una reacción en la cual el hombre se aleja de Dios y busca respuestas a su realidad política, social y económica en el hombre mismo. Posteriormente esto va a originar el racionalismo, que destierra filosóficamente todo rastro de fe, destino o trascendencia sobrenatural. Lo que prevalece es la razón humana como un absoluto.

Es interesante ver la conexión estrecha que hay entre el humanismo y racionalismo renacentistas y la reforma protestante. Porque esa época es también aquélla en que los reformadores dicen que el hombre puede buscar su destino por sí mismo, que no necesita de la comunidad ni de la convivencia para salvarse. El hombre no necesita una jerarquía sino que por sí mismo, con su razón, puede descubrir, leyendo la Biblia, su destino, su manera de vivir, etc. Aquí surge el individualismo que, olvidándose de la comunidad, va a originar el liberalismo. Es un humanismo centrado en el individuo, cerrado a la comunidad y concentrado más bien en el lucro, en el utilitarismo, con ausencia de todo lo que es ético, de todo lo que es el conocimiento del otro. A este humanismo liberal se va a contraponer un humanismo socialista, basado en la solidaridad.

Pienso aquí que tanto el liberalismo como el socialismo son rescatables, el uno exaltando la libertad extrema del hombre, el otro postulando la solidaridad. Creo que son dos elementos que hay que rescatar para el humanismo católico.

A partir de todo esto, quiero decir que la propuesta que has hecho sobre humanismo debe ser vista en relación con el gran conflicto que existe en este momento entre la sociedad civil y el Estado.

¿Qué es hoy la sociedad civil? Como lo estamos viendo en el Ecuador, en México y en nuestro país, la sociedad civil no sólo es la manera de organizarse del ser humano de acuerdo a intereses egoístas, como un mejor salario o una vivienda, sino también en base a valores y visiones universales. Lo que nos está mostrando la sociedad hoy día ya no es el típico movimiento obrero del liberalismo, la reducción de las horas de trabajo, la seguridad social, mejor atención al obrero, a la mujer, al niño, etc., es decir, una visión simplemente reivindicatoria. Lo que el hombre hoy está buscando como consecuencia del liberalismo y de la desaparición del sistema socialista es la búsqueda de valores universales.

La sociedad está proponiendo olvidarse un poco de las reivindicaciones y buscar una visión más amplia. He estado meditando mucho acerca de esto cuando he recibido el documento sobre el humanismo. Y veo que el liberalismo nos decía que la sociedad es un conjunto de personas que se unen para buscar una finalidad común, un orden, etc., pero en la visión de hoy la sociedad ya no se presenta como un conjunto de individuos, como nos ha recalcado tanto el liberalismo. La sociedad de hoy es un conjunto de grupos sociales, es familia, es vecindad, es ámbito laboral, es empresa, es política, es barrio, es cooperativa, es sindicato. Es decir que el hombre no es un ser individual que se relaciona con el Estado; hoy día el hombre intenta desarrollarse en comunidad, en función a valores universales que no nos han dado ni el liberalismo ni el socialismo.

Algo de todo esto me parece que hay en lo que ha ocurrido en Bolivia. Me parece que el movimiento de masas que ha habido se puede entender en parte como esa búsqueda de universales de que he hablado. Gente marginada, gente indígena del oriente, gente sin mucha educación, cocaleros, mostrándonos que la economía ya no puede ser manejada por un grupo, mostrándonos que la economía debe ser del pueblo. ¿Qué tiene que ver esta gente con la economía? Pero creo que en ese movimiento hay una visión que va en contra de un sistema económico, es una visión universalista, y creo que debemos entender esto si vamos a hablar de la Universidad Católica en relación con nuestra realidad circundante, con lo que está sucediendo hoy en el país.

Pero por otra parte esta gente se ha agrupado en función de realidades sociales. Lo que ha querido destruir el liberalismo han sido precisamente las realidades sociales, y hoy estamos viviendo en el mundo entero un fortalecimiento de las organizaciones sociales. Hay dos elementos claves que no nos ha dado el liberalismo: comunicación y solidaridad.

Comunicación y solidaridad, en este momento, son elementos universales, y estos conceptos yo los relacionaría con lo que Hans ha denominado aprender a convivir. La gente está buscado una forma de convivir, pero a través de un quehacer, la gente ha buscado objetivos haciendo, movilizándose. Por eso no hay una dirección teórica o ideológica clara, aunque sí la intención de cambiar el estado de cosas. Detrás de cualquier reivindicación actual hay una manera de convivir.

Hay otro elemento que Hans ha señalado en relación a las características de este humanismo nuevo. Ha hablado del existencialismo. Y para el existencialismo, para Sartre, la vida del hombre termina aquí. Pero para los católicos la existencia va más allá, es mucho mas integral, incluye la muerte, algo que el liberalismo tampoco quiere tocar. La muerte es algo que asusta al liberalismo, pese a que es parte de nuestra vida.

También diría que el positivismo, como parte de estas corrientes filosóficas modernas, ha querido ser una respuesta al hombre, nos ha propuesto olvidarnos de la filosofía y la teología. Lo concreto es lo real, la investigación es lo real, el empirismo es lo fundamental, y en ese sentido estamos viviendo una época positivista en Bolivia. Veamos sino nuestras materias en la universidad.

En derecho, por ejemplo, nos hemos olvidado que no sólo se trata de manejar las leyes, el derecho; el hombre es mucho más que las leyes. El dinero y la economía son una manera racional y fría de planificar la vida, la política es una sistema administrativo que oprime. Frente a estos elementos tenemos la realidad social, tenemos las nuevas energías que están saliendo del hombre pero a través de los grupos sociales. Ya no se trata del hombre individual sino del hombre realizado a través de los grupos.

Para que un hombre sobresalga
en cualquier profesión ha de amar
esa actividad por sí misma; y su utilidad
para la sociedad, y la remuneración
financiera o de otra índole que le
acarree no son más que justificaciones
de esa actividad.

T. S. Eliot

Yo creo que comprender esto plenamente, esta forma de convivencia, nos está faltando en la universidad. ¿Dónde encontramos la convivencia en nuestra universidad?, ¿dónde encontramos el estudio de la sociedad aymara, de las minorías étnicas del oriente?, ¿dónde vemos cuál es la mentalidad de las clases marginales?, ¿cómo integramos todo eso en nuestra vida universitaria? Yo voy a la biblioteca de la universidad en busca de bibliografía para mis clases, y no encuentro libros que hablen de esta actualidad y den una visión del hombre hacia el futuro. No hay una bibliografía que ayude a la persona a problematizar su situación actual, que ayude a la persona a encontrar nuevas maneras de vivir, nuevas maneras de responder a la situación actual. Es como si todo estuviera ya estructurado, y que nosotros sólo tuviéramos que seguir lo que ya se ha hecho. En ese sentido entiendo la sugerencia de que hagamos un centro de documentación, es decir, para estudiar la vida, nuestra historia, nuestra realidad, que la gente investigue a través de su profesión y abra nuevas posibilidades de cambio. Si no vamos en ese sentido, yo creo que va a ser muy difícil ser una alternativa educativa.

En conclusión, yo creo que los distintos tipos de humanismo son respuestas a una situación determinada del hombre, y por eso hoy estamos en busca de un nuevo humanismo. Debemos olvidar el liberalismo, con su visión del hombre y del mundo, debemos olvidar también a Marx y el socialismo, pero rescatando los elementos valiosos que nos han dado: la libertad y la solidaridad. No podemos negar las cosas buenas que nos han dado, pero las debemos incorporar a las fuentes de la Iglesia.

¿Cuándo la Iglesia se ocupa realmente del hombre y no divaga en materias teológicas? Con León XIII, es entonces cuando recién se acerca al hombre, a una realidad concreta, y hoy la Iglesia está tratando de acercarse a estas realidades del hombre moderno. El Concilio Vaticano es una respuesta a la angustia del hombre, y de ahí tiene que emerger un humanismo, pero no sólo principios, porque todo lo que nos da la Iglesia en este momento son teorías. ¿En qué momento estas teorías se van a hacer vida?, ¿en qué momento se van a hacer convivencia?, ¿cómo la visión de Juan Pablo II sobre lo que debe ser la universidad, la comunidad universitaria, se va a realizar?

 

Dr. van den Berg:

Dos pequeñas observaciones respecto a lo que se ha venido hablando, antes de continuar. Creo que aquí es importante tomar en cuenta que estos llamados primeros humanistas eran absolutamente cristianos. Erasmo, Pico de la Mirándola, Manetti, etc., se identificaban totalmente con el cristianismo. No hay en estas figuras italianas, y algunos otros de fuera de Italia, una mentalidad o una convicción como la que hay, por ejemplo, en Sartre, Merleau Ponty y compañía, y creo que éste es un punto muy importante que hay que señalar.

¿Qué es lo más importante de estos primeros pensadores del siglo XVI? Está la cuestión de la famosa autonomía, en lo que estoy cien por ciento de acuerdo con Carlos, y que yo la planteo de esta manera: cualquier tipo de autonomía exclusivista lleva a un individualismo suicida, porque lleva al aislamiento, lleva a un individualismo exagerado, donde se descarta la gracia.

Pero aparte de eso, ¿qué es lo que más nos interesa? Aquí nos pueden ayudar dos expresiones. La primera es de Pico de la Mirándola, el más famoso de todos por su texto Oración sobre la dignidad del hombre. Él dice que Dios hizo del hombre la hechura de una forma indefinida, y lo dice de modo muy interesante, como en un escenario: Dios ya ha creado todo y se da cuenta que le falta algo, pero ya no hay más material, entonces crea al hombre. Algo así como "ya tú verás qué haces de ti", ésa es un poquito la idea, "tú verás, porque ya está todo hecho, tú verás". Entonces Pico de la Mirándola dice que por eso "el hombre es como modelador y escultor de sí mismo". Es fantástico, el hombre es escultor de sí mismo.

Es decir, y esto es lo que yo trato de transmitir muchas veces en mis clases de antropología filosófica: "hombre, digo yo a los jóvenes, haz de ti mismo una obra de arte, de modo que otro pueda decir: ¡ qué maravilla!, ¡ qué maravilla!, ¡que hermoso! Haz de ti mismo una obra de arte, ésta es en el fondo la idea, lo que de una manera impresionante y profunda señala una expresión guaraní: "Hacerse es decirse".

Esto por un lado. Por otro, me ha llamado mucho la atención en mi última visita a Europa hace pocos meses, con motivo del final de la vida de mi madre, la importancia que en este momento se da a lo que se llama el arte de vivir. Es impresionante el número de estudios que en este momento están en el mercado sobre este tema: "el arte de vivir". Me ha llamado grandemente la atención. Se puede ver sobre el arte de vivir investigaciones sobre la antigüedad griega y romana, el cristianismo, hay un libro precioso de meditación de un benedictino alemán, etc. Creo que esta idea de el arte de vivir es muy importante en nuestra época. Es lo que los franceses siempre han llamado el savoir vivre, y creo que es parte de lo que queremos decir cuando hablamos del humanismo.

 

Dr. Carlos Aguirre:

El hombre en los últimos años está buscando una respuesta a preguntas que todavía él mismo no ha sabido preguntarse bien. Me refiero a problemas como el de la sostenibilidad del planeta por la explosión demográfica y por el consumo de los recursos. Éste es me parece un caso especial del debate sobre el saber vivir que se acaba de citar, y que tiene origen en la búsqueda del consumo sostenible: ¿cómo podemos hacer que nuestros recursos naturales alcancen para el futuro sin afectar la calidad de vida actual?, ¿cómo podemos modificar nuestras formas de consumir para que el mundo no acabe en un desastre ecológico total?

A partir de esto, creo que en la universidad, y específicamente en la Universidad Católica, deberíamos definir el humanismo como la búsqueda de algo nuevo, pero creo que ese algo nuevo en realidad es bastante antiguo porque está ya en el concepto de la búsqueda del nuevo conocimiento y la espiritualidad de Erasmo. Entonces, creo que la misión de la universidad es otorgar los medios y las formas para encontrar la respuesta.

 

Ing. Córdova:

Quisiera complementar un poco lo que había dicho antes, con una cita.

Hace un poco más de tres años, en las jornadas del jubileo de las universidades, el principal orador del evento dio un mensaje al que yo me adscribo completamente. Decía: "la posibilidad de un nuevo humanismo pasa por la santidad de la vida intelectual y universitaria. Debemos preguntarnos si ella ha logrado penetrar en las universidades a partir del oficio mismo del profesor y del estudiante, si la santificación como finalidad de la vida ha logrado entrar a las aulas, a los laboratorios, a las bibliotecas y a las currículas, o ha permanecido más bien en los patios, en las actividades extraprogramáticas.

Pareciera que se ha encontrado en los claustros un sustituto funcional para la santidad en el concepto de excelencia académica, que suele definirse operacionalmente por la situación social, por el prestigio, por la acreditación de terceros o por la propia autoevaluación. No deja lugar para la acción de la gracia sino sólo para el autoesfuerzo. La comunidad universitaria, como los profesores, requerimos una profunda conversión para llegar a ser hijos en el hijo. Decía Santo Tomás que todo conocedor conoce a Dios implícitamente en todo lo que conoce. Por ello se puede hablar propiamente de dimensión contemplativa del conocimiento y no de un mero constructivismo intelectual. Esto para mí es fundamental subrayar en este momento, antes de tratar de ver ya una práctica del humanismo.

 

Dr. van den Berg:

Bien, combinemos un poquito las ideas. Primero, Héctor ha dado un pequeño catálogo de elementos que pertenecen a lo que él ha presentado como humanismo contemporáneo, y vinculo este catálogo de elementos con lo que Bracamonte ha llamado valores universales, porque están muy cerca lo uno de lo otro.

Dentro del contexto claramente católico que ha enfatizado Carlos y que es en el que nos estamos moviendo, creo que es importante lo que Héctor acaba de hablar acerca de la santificación, porque nos permite llegar a un elemento que creo que es fundamental en todo lo que respecta al humanismo: la idea de dignidad humana que han visto los antiguos.

Por otra parte, yo sintetizaría lo que hemos conversado alrededor de dos puntos fundamentales, que son: por un lado, que este humanismo que buscamos sea una respuesta a las necesidades del hombre de hoy, y por otro, que sea al mismo tiempo una búsqueda. Yo creo que esto es algo fantástico para discernir: el humanismo como respuesta pero al mismo tiempo como búsqueda. Es decir, no debemos estancarnos en un concepto, tenemos que dar respuestas, pero las respuestas deben ser fundamentalmente respetuosas con respecto a lo que a lo largo de la historia de nuestra tradición cristiana hemos reconocido como valores, mientras que al mismo tiempo son una búsqueda hacia nuevos valores. Nunca se puede decir que hemos llegado a encontrar todo lo que buscábamos.

En la respuesta debe haber una doble dimensión: lo que reconocemos como riqueza en la tradición, y lo que vemos adelante como una respuesta abierta hacia nuevos valores e ideas. Esto puede evitar lo que hemos visto precisamente en el siglo XX con las famosas ideologías, que pretendían ser respuestas definitivas y que en última instancia no han llevado a nada, sino más bien a mayor destrucción.

Finalmente, podemos terminar esta primera parte y descansar un poquito concretando un poco más la idea de creatividad. Creo que es absolutamente necesario ser creativos cada uno con respecto a sí mismos. Como he dicho hace un rato, es necesario hacer de la propia vida una obra de arte, pero también hacer juntos de esta universidad una obra de arte.

 

 

II

Luego de un intermedio de descanso que permitió ejercitar al mismo tiempo la continuación de las inquietudes del Coloquio en un plano más relajado y de convivencia, se restableció la mesa, dándose paso a la segunda parte del Coloquio, siempre bajo la dirección del Padre van den Berg.

 

Dr. van den Berg:

Bien, ya que de alguna manera hay bastante coincidencia o consenso en cuanto a que el hacer de la universidad debe llevarse a cabo como comunidad, quisiera que en esta segunda parte de nuestra reunión vayamos profundizando en dos aspectos de los cuatro que he señalado: el conocer y el actuar, ambos dentro del contexto de la Bolivia de hoy. De esta manera me parece que podemos facilitar un buen diálogo e ir más allá de una simple lluvia de ideas.

En relación con lo primero, el conocimiento, hago simplemente la pregunta: ¿cómo pensamos poder producir conocimiento? Tal vez la terminología productiva no es muy simpática, pero es algo importante y que llevo muy dentro como preocupación. Muchas veces lo he dicho a los jóvenes del SECRAD: este país necesita nuevas ideas.

Tenemos por un lado un panorama de partidos políticos que ya no saben qué programa presentar, y se esmeran en usar sus energías en otras cosas; por eso están todos en crisis. Por otro lado, los movimientos indígenas y sindicales se presentan con un pensamiento no renovado, caduco. Esto se manifiesta precisamente en el uso de la violencia, porque cuando no hay nuevas ideas la violencia es la única manera de seguir insistiendo en que se tiene la razón. La violencia sustituye a un pensamiento serio, que se ha ido creando, desarrollando y enriqueciendo. Por más que las reivindicaciones que hemos visto y estamos viendo sean justas y correctas, están apoyadas no en un pensar, sino en un actuar, y muchas veces un actuar violento. Esto es algo que creo nos debe preocupar profundamente.

Por eso es tan decisivo que la universidad se pregunte: ¿cómo podemos, como universidad, atender esa necesidad de la creación de conocimiento y nuevas ideas, para dar un nuevo empuje a la Nación a la cual pertenecemos, y por la cual también somos responsables?

En segundo lugar, es necesario discernir acerca de cómo actuar en relación con estos movimientos, en este contexto de confusión, de incertidumbre y preocupación, incluso de angustia. Porque no creo que sea suficiente que la Universidad Católica se pronuncie por medio de un manifiesto público ante cualquier situación sería que pasa en el país, como hacemos a veces. Yo creo que ése no es el camino, el camino es un actuar con hechos concretos. Creo que no basta con solamente opinar, es importante aportar en algún momento con hechos concretos. Tal como yo lo veo, nuestro papel es ubicarnos en la sociedad asumiendo responsabilidad, para que en determinadas circunstancias la sociedad compruebe que en la Católica se ha descubierto algo sólido que puede aportar a la solución de algún problema, y acudan a nosotros.

Bien, comencemos entonces con la primera cuestión: ¿cómo podríamos superar nuestra labor dirigida a la formación de jóvenes, produciendo conocimiento y no solamente transmitiendo el que ya existe?

 

Monseñor Abastoflor:

Creo que como principio de respuesta a estas dos interrogantes concretas, habría que plantearse algunas preguntas previas, que van en relación con la exposición y las participaciones que hemos tenido en el anterior periodo de esta nuestra reunión.

Creo que en la base de la discusión sobre el humanismo y de las diferentes corrientes y respuestas que se han ido dando sobre lo que es el humanismo y cómo entenderlo en la historia del pensamiento, están las preguntas fundamentales que tiene que responderse la humanidad: ¿quiénes somos?, ¿quién soy yo?, ¿cómo me entiendo en mi propia realidad, que no es aislada sino que está en relación con la realidad exterior? La realidad en que vivimos está relacionada, en primer lugar, con los otros, con la sociedad, pero además estamos relacionados con El Otro, que creo que es la respuesta y el descubrimiento principal de la especie humana, pues al decir El Otro me estoy refiriendo a Dios.

Estas preguntas nos permitirían saber en qué medida nos conocemos nosotros mismos como seres, como seres humanos, en medio de la sociedad y el mundo, algo que es fundamental para la concepción de la persona y del hombre.

Me parece que aquí en la universidad nos está faltando una reflexión en este sentido, nos está faltando compartir nuestras opiniones entre docentes, directores, personal y estudiantes, para tener una base de ideas, que pueden ser múltiples pero que también pueden coincidir en algunos puntos principales.

A este cuestionamiento están unidas las preguntas del para qué: ¿para qué somos?, ¿cuál es mi misión?, ¿cuáles mi situación en el mundo?, ¿por qué estoy en el mundo?, en tanto individuos pero también como sociedad, como conjunto de seres humanos. Pero todo eso debería ser explicitado y aplicado prácticamente. Debemos saber para qué estamos nosotros, como sociedad boliviana, qué relación tenemos nosotros con nuestro entorno, por ejemplo, aquí en La Paz. Saber, por ejemplo, cuál es nuestra tarea ante toda la riqueza cultural que tenemos en Bolivia. Creo yo que ésta debería ser la base, el fundamento de todo el trabajo universitario, debería estar en los cimientos y debería ser el fundamento del trabajo de los así llamados cristianismos que tenemos en el currículo universitario.

Asimismo, es necesario tener una visión de la historia del pensamiento, porque no estamos aislados y hay muchas personas que han reflexionado antes de nosotros. Pero por otro lado tener una base de análisis propio de la realidad. Está bien saber lo que han pensado Sartre, Nietszche, Pico de la Mirándola o cualquier otro pensador, pero es más importante que nosotros pensemos acerca de nuestra realidad y acerca de lo que nosotros somos. Creo que por aquí va la pregunta de Hans sobre la producción de conocimiento, porque al estudiar por propia cuenta nuestra realidad vamos a encontrar una fuente enorme de producción de pensamiento. Nadie nos va a dar las respuestas a la problemática que nos presenta esta nuestra realidad concreta, ni los europeos, ni los norteamericanos, aunque podamos aprender mucho de ellos. Somos nosotros los responsables de eso, y creo que ése debería ser un impulso muy grande para nuestros docentes, para nuestros estudiantes.

En este proceso hay muchas cosas en las que se puede participar, pero yo diría que la fundamental en la Universidad Católica Boliviana es el mensaje cristiano. El mensaje cristiano habla de una relación con una persona viva, con Dios, porque Dios no es teoría, Dios es alguien, y cuando hablamos de gracia estamos hablando de una relación interpersonal con Él, estamos hablando de la presencia de Dios en nuestra realidad, aunque no nos demos cuenta. Descubrir esa presencia, darnos cuenta de que hay algo más, de que hay alguien más, es algo fundamental, pues creo que los pasos del hombre han ido en ese sentido: primero se ha dado cuenta de su materialidad, y sólo después se ha dado cuenta de que no es sólo materia, sino sobre todo espíritu.

Estaba leyendo anoche un artículo muy interesante sobre los descubrimientos antropológicos que se están haciendo últimamente sobre el origen del hombre y el proceso evolutivo. Nosotros como cristianos decimos que hay un momento en que ha venido el espíritu a ese proceso evolutivo que se ha tenido a lo largo de los siglos, ha sobrevenido la presencia de Dios y se ha producido el descubrimiento de la espiritualidad del hombre. Por eso descubrir la presencia de Dios es algo fundamental y si Él nos ha hablado y tenemos su mensaje, hay que proponerlo como base de todo humanismo. Pues podemos hablar y decir sobre muchas cosas como objetos científicos, pero lo esencial es que cada ser humano, cada estudiante, cada persona que viene a nuestra universidad tiene que hacer ese descubrimiento personal, y muchos de nuestros catedráticos e intelectuales que colaboran en la universidad tienen también que plantearse esas preguntas.

Todos tienen que descubrir y dar una respuesta personal a esa realidad, y sólo entonces se va a poder enfocar los diferentes aspectos de la problemática boliviana y la tarea universitaria, vamos a concretizar la historia plurisecular de la humanidad en nuestra propia historia, en nuestro momento actual y en los desafíos grandes que tiene nuestra realidad boliviana.

 

Ing. Córdova:

Creo también que, como decía el Monseñor, hay que partir de algunas preguntas: ¿puede haber un equilibrio entre lo subjetivo de las relaciones interpersonales y lo objetivo de las relaciones profesionales? Por otra parte: ¿es posible construir individual o colectivamente conocimiento propio? Hans en su exposición nos ha dicho, y yo estoy convencido también de eso, de que esto es posible, porque si no, no tendríamos ya nada que hacer, el trabajo se quedaría simplemente en el nivel de la reproducción de los conocimientos, y por ahí no llegaríamos a ningún lado

Entonces, partiendo de que la respuesta a estas preguntas es afirmativa, quisiera ver en el contexto real algunos temas de nuestro trabajo.

El recurso más escaso de la educación superior en esta época es la atención del estudiante. Es muy difícil lograr que un estudiante atienda más allá de su estricto interés. Otro aspecto que conspira contra el humanismo es el aprendizaje "just in time". Es decir, se aprende lo que se va a aplicar casi inmediatamente. En ese esquema, pierde vigencia la acumulación de conocimientos tradicional de la educación superior. El tercer problema que veo es lo que llamo la "infoxicación". Estamos viviendo un tiempo de excesiva información, proveniente de distintas fuentes pero particularmente de la internet, que más que facilitar las cosas, en ciertos momentos y cuando no tiene uno los criterios apropiados, perjudica y confunde.

El elemento fundamental de todo este análisis contextual es la materia prima, el joven, que viene a la universidad con ciertos sesgos resultantes de los doce años previos que pasa en el sistema educativo del país. En este sentido, yo destacaría otras dos características negativas de nuestros estudiantes. Diría yo en primer lugar que los jóvenes que vienen a nuestra universidad en su mayor parte son muy poco creativos o directamente no creativos; tienen una actitud principalmente repetitiva. Por otro lado, tienen como objetivo de vida terminar la universidad y buscar un buen trabajo, es decir, no son en general gente que se proponga otros objetivos como terminar la universidad e intentar generar trabajo, crear una empresa o una industria, etc. La concepción es simplemente salir a buscar trabajo.

Entonces, con este panorama, ¿cómo podemos ir a lo que nos pide Hans?, ¿cómo podemos hacer que no solamente se transmita conocimiento sino que se lo cree? y ¿cómo podemos construir también actitudes?

Aquí en la universidad hemos pensado en algunas posibles salidas. Primero, creemos que el proceso de enseñanza-aprendizaje debe estar centrado en el estudiante y en la experiencia, no debe ser un proceso de transmisión repetitiva de conocimiento y experiencias, sino que el estudiante, por ser el centro del proceso, debe aprender experimentando. El estudiante debe ser concebido como un ser único que está en desarrollo y que puede aprender de manera autónoma experimentando. Además, creemos que el estudiante es una persona que puede comunicar su experiencia, que puede enseñar y así puede influir también en el grupo, en el contexto, de modo que se dé un aprendizaje cooperativo pero también colaborativo. Creemos que el estudiante debe confrontarse permanentemente con el descubrimiento de la realidad a través de la experiencia, y en este esquema el profesor debe convertirse en un facilitador, un acompañante del proceso, una especie de socio que sabe más, temporalmente y no siempre, porque hay ocasiones en las que el estudiante en efecto sabe más. El profesor debe ser una persona que ayude a la realización del estudiante.

He hablado del aprendizaje en cooperación, y éste es un punto que para nosotros es fundamental en esta nueva concepción de la enseñanza y el aprendizaje. Y en ese contexto, es también necesario aprender en base a proyectos de acción. Por eso concebimos que el desarrollo de competencias es el enfoque que puede permitir la construcción tanto de conocimientos como de actitudes y valores en el estudiante. También es central el aprendizaje por resolución de problemas, porque confronta permanentemente al estudiante con la realidad y hace ver al profesor, como ya he dicho, más como un socio que como una persona distante y a veces quizás rival en el proceso.

Otro aspecto que hemos concebido también para promover la construcción tanto de conocimientos como de actitudes y valores es atravesar toda la currícula con ejes transversales de valores específicos. Mencionemos temas como los géneros, el medio ambiente, la ética profesional, es decir, valores que en general tienen inspiración cristiana.

Por medio de éstos y otros elementos, y a través de un sistema de evaluación continua, que permita ver no solamente la calidad del resultado, sino sobre todo del propio proceso, creemos que se puede llegar a hacer algo de lo que Hans nos está pidiendo. Repito, la base del proceso tiene que ser necesariamente la investigación, el estudiante debe estar investigando todo el tiempo. Así y solamente así puede adquirir hábitos creativos; de lo contrario, va a seguir con el patrón repetitivo, y el profesor no se va a transformar en el facilitador que queremos que sea.

 

Dr. van den Berg:

En relación a este tema fundamental de la producción de conocimientos, quiero añadir un elemento. Hay una condición fundamental para la producción de conocimiento: la fascinación. Creo que es uno de los aspectos que más hace falta: hay que hacer o llevar a los jóvenes a fascinarse con un tema. Si no hay esto, es difícil producir conocimiento. Yo lo experimento en mi trabajo de profesor, y les puedo contar sólo un pequeño ejemplo.

Yo doy en Licenciatura el Seminario de Historia de la Misionología, es decir, la evangelización en Bolivia. Y sería fácil basarse en la bibliografía existente, porque hay bastantes libros sobre Moxos, Chiquitos, etc., hay un sinnúmero de publicaciones. Pero yo he preferido trabajar junto a mis alumnos en un caso de evangelización que no está investigado: la evangelización de los yuracarés en el Chapare. Y lo hemos hecho exclusivamente en base a manuscritos que he encontrado en el Archivo de la Nación, en Sucre. El resultado lo vamos a publicar pronto.

El hecho es que, a medida que se investigaba, los estudiantes se iban fascinando, porque es un caso único en la historia de la evangelización de Bolivia: dos sacerdotes diocesanos que toman la iniciativa y contratan a unos franciscanos. Es una historia realmente impresionante, además de trágica, porque no lleva a nada, absolutamente a nada. Pero se trata de eso cuando hablo de fascinación. Si no estamos fascinados por descubrir el mundo, es difícil conseguir que se investigue. Héctor acaba de hablar de varias características dirigidas a conseguir cambiar al estudiante. Pero si no hay eso que llamo fascinación, no se va a poder conseguir nada. Casi todos los días, en mi trabajo como docente, lucho y sufro al mismo tiempo por la mediocridad y la comodidad. Y este problema no se va a solucionar mientras no logremos llevar a los jóvenes a la fascinación, porque sólo cuando uno está fascinado con algo supera la comodidad y es incluso capaz de sacrificar algo de tiempo por su investigación.

 

Lic. Alejandro Blacutt:

Primero quiero agradecer mucho por la invitación que se nos ha hecho, porque es un estímulo de parte de la universidad para que reflexionemos sobre el tema.

Yo quisiera partir de una pregunta que se hace un filósofo estadounidense, Alan Bloom, en su libro La decadencia de la cultura en Estados Unidos. Él se pregunta: ¿qué es lo que busca un joven al ingresar a la universidad?, ¿qué es lo que busca un joven a los 18 años, en que empieza a separarse de su hogar y entra por primera vez a un campus universitario? Y Bloom relata lo que hace un estudiante en Norteamérica.

Pero podemos servirnos de esta pregunta y aplicarla a nuestros jóvenes, que a esa edad, 18 años, recién empiezan a separarse de su familia. Pero además podemos diversificar la pregunta: ¿qué es lo que quieren los padres, qué esperan cuando los envían a la universidad, qué es lo que espera inclusive su colegio? ¿qué es lo que espera el mercado o la Iglesia de un joven cuando ingresa a la universidad?

Son preguntas que siempre me han orientado mucho, desde que estaba en la dirección de una carrera. O también preguntarnos por lo que ha hecho de nosotros la universidad. Y creo que en ese sentido la Católica ha pasado por varias etapas, y en este recorrido ha intentado dar respuestas de diverso tipo, pero lo que se podría sacar como conclusión general es que ha tenido un rol un poquito tímido en cuanto a su personalidad institucional. Es decir, nos falta un poco de fuerza y convicción para decir "somos la Católica" o para sentirnos orgullosos de lo que hacemos.

 

Dr. van den Berg:

Creo que hay que discernir un poquito acerca de algunas otras cosas. Primero, el conocimiento que el docente tiene en cuanto a su especialidad y la obligación de su renovación. Hay ahí un problema serio: la gran mayoría de los docentes están tan ocupados en ganar su sueldo que de hecho leen y se renuevan muy poco, no se ponen al día en lo que se produce en su campo. A mí me consta que muchos docentes se limitan a repetir año tras año su materia de enseñanza, y muy pocos consultan nuevas publicaciones, etc.

Por otro lado, y de modo más general, tendríamos que partir del hecho, y con esto no quiero ser pesimista, pues no lo soy para nada, aunque sí muy realista de que, cuando lo analizamos muy bien, Bolivia no tiene todavía ninguna verdadera universidad. El hecho simple de que no haya, hasta ahora, ninguna que otorgue doctorado ya confirma esto. Una verdadera universidad siempre tiene centros de investigación serios, y esto cuesta mucha plata, pero si existe este problema, es nuestra misión buscar los medios de solucionarlo. Doy aquí un ejemplo interesante, casi anecdótico de cómo se investiga en otras partes. La más antigua universidad de Holanda, la de Leyden, tiene experiencia de ciclos de especialización en lenguas. Imagínense que, en este momento, un joven lingüista de Leyden está en el Chapare estudiando, por encargo de la universidad, la lengua yuracaré, que nunca ha sido estudiada.

Este tipo de iniciativas son necesarias. Es decir, una universidad tiene que buscar cómo destacarse, y en nuestro caso no solamente con actitudes tan importantes como la de ser una comunidad, donde la gente realmente se sienta acogida, atendida, etc., sino también por lo que produce. Sé que en una primera instancia, en especial en nuestro contexto nacional, siempre es difícil vender tu producto. Pero por eso estoy convencido de que primero se debe invertir, para que en una segunda instancia a la universidad le lleguen encargos pagados para investigar ciertas cosas. Necesariamente en una primera instancia hay que tomar la iniciativa.

Por ejemplo, en relación con problemáticas actuales de bioética, etc., la Conferencia Episcopal debería poder contar con la Facultad de Teología para encargarle la investigación y redacción de un buen documento sobre esta problemática. Así deberíamos actuar, pero lamentablemente no lo hacemos. Se podrían encontrar muchos otros ejemplos similares. Y así como buscamos fondos para postas sanitarias y comedores populares, busquemos fondos para hacer investigaciones sólidas con los profesionales que tenemos, porque nadie puede decir que no disponemos de profesionales. Lo que ocurre es que no los explotamos suficientemente, porque los dejamos perderse en no sé cuantas horas de clases para que tengan un sueldo un poquito digno.

 

Dr. Bracamonte:

Hay dos aspectos en esta problemática; primero, es necesario contar con una planta de catedráticos que empuje el conocimiento y la investigación, pero si una universidad los va cambiando continuamente, no se puede alcanzar un buen nivel de producción de conocimiento, ni tampoco contar con el interés de parte los profesores para empujar este tipo de búsqueda.

Por otra parte, pienso que la creatividad es innata al ser humano. Todo ser humano, cualquiera de nosotros, tiene una existencia creadora, y éste es el punto principal que hay que rescatar en la relación entre un catedrático y los alumnos.

Pero, ¿cómo puedes tú hacer que el alumno produzca conocimiento, se interese, investigue, cuando los cursos son numerosos? ¿O cuando se improvisa la cátedra y no hay docentes que se actualicen y mejoren permanentemente en sus respectivas áreas? Si esto ocurre, no hay evidentemente posibilidad de capacitarse plenamente. Éste es un punto clave para la universidad. Porque si queremos producir conocimiento, es fundamental que el docente tenga una cátedra en la que rinda y demuestre resultados. Sólo así vamos a conseguir el cambio necesario para producir adhesión en los docentes hacia la universidad. Si no hay eso, vamos a seguir transmitiendo conocimiento y no produciéndolo.

 

Dr. Gerke:

Estamos aquí reunidos para intercambiar ideas acerca de lo que nosotros queremos transmitir como universidad, del tipo de hombre que queremos formar y sobre todo, si el tipo de ser humano que estamos formando representa lo que nosotros pensamos que debe ser desde el punto de vista católico. Lo demás naturalmente que es muy importante, pero ahora nos deberíamos centrar, Hans, en el tema de esa persona humana que nosotros pensamos que es el ideal en nuestra época y en nuestro país.

 

Dr. Aguirre:

El individuo siente un fuerte incremento de su autoestima cuando encuentra que ha descubierto algo, y ésa es la esencia de la búsqueda del conocimiento. Entonces, en la universidad tenemos que encontrar las formas de generar esto. Cuando hablamos de avanzar en la frontera del conocimiento, el tema de la motivación es absolutamente necesario.

¿Cómo motivamos al joven para que se fascine por la ciencia? En el caso de mi profesión, en la física, eso es muy fácil, y doy apenas un ejemplo: cuando comienzo mi curso de cosmología les digo a mis alumnos que hoy nosotros sabemos qué ha pasado tres minutos después de la creación del Universo, después del Big Bang. Entonces, el estudiante queda fascinado por saber qué ha pasado en ese momento.

Por supuesto que no sólo producimos nuevo conocimiento para avanzar en la frontera de la ciencia sino también para cosas más prácticas. Por eso hay una gran discusión en la ciencia sobre las diferentes caras de la ciencia. La ciencia en realidad es una manera de vivir la vida, y uno de sus aspectos es lo que aquí estamos llamando el humanismo, la tarea del humanista, del individuo que se siente satisfecho simplemente con conocer.

En nuestro plan de desarrollo universitario estamos tratando de definir un poco nuestro camino respecto a lo que queremos hacer. Hemos hecho algo que es muy genérico, pero tal vez muy práctico, para comenzar: construir un instituto de estudios avanzados que sea el punto de encuentro de todas las disciplinas que la universidad cultiva de alguna manera. Entonces vamos a juntar en este instituto a los economistas con los profesores de las ciencias de la religión, para no usar la frase ciencias religiosas, con la que no está de acuerdo Ricardo, por ejemplo. Es decir, queremos generar conocimiento en torno a un problema que para mí no se ha planteado en Bolivia, y que es el análisis de la complejidad. El mundo se ha vuelto tremendamente complejo, y ninguna universidad en Bolivia está enfocando este tema desde el punto de vista de la multidisciplinariedad. Seguimos resolviendo los problemas desde el punto de vista de las disciplinas específicas.

Tal vez podríamos fascinar a nuestros profesores y a nuestros estudiantes mostrándoles simplemente la complejidad del objeto de estudio y buscando los puntos de investigación de ese objeto, de manera que vayan vinculando la economía con la religión, con la ética, etc. Para todo eso necesitamos, por supuesto, inversión, pero hay otras formas de inducir a la búsqueda de conocimiento. Por ejemplo, con la popularización. La popularización de la ciencia, del conocimiento, es un método que se ha utilizado tradicionalmente, pero que nosotros no lo aprovechamos. Por ejemplo, el Rector tiene la idea de hacer un gran planetario, lo cual me parece una idea excelente, porque es una forma de popularizar, de mostrar a la gente el estado de avance de la ciencia.

 

Dr. van den Berg:

En relación con lo que ha señalado anteriormente el Rector de la universidad: cuando hacemos la pregunta de qué tipo de hombre queremos, yo creo que tenemos dos fundamentos para responderla. Uno es nuestro pensamiento cristiano, que nos entrega una serie de elementos para su definición, pero creo que, por otro lado, y por eso lo vinculé con la producción de conocimiento, tal concepto parte, también, de un profundo conocimiento de la realidad. Es decir, el conocimiento de la realidad es también una base para poder decir qué hombre queremos y necesitamos. Yo creo que hay que tomar en cuenta estas dos dimensiones para una definición: tanto la dimensión cristiana como la que parte de la realidad que analizamos y tratamos de conocer, porque esta realidad nos alcanza una serie de elementos para poder decir: "el hombre de mañana será así".

Hay un libro precioso de Paul Ricoeur, teólogo protestante y filósofo de nacionalidad francesa que hace pocos meses, con motivo de sus noventa años, fue llamado al Vaticano y recibió un homenaje del Papa como un pensador que ha dado aportes sustanciales en el desarrollo del pensamiento, un libro que yo considero como una de sus obras más importantes: Memoria, historia, olvido. Es preciosa, aunque densa, porque no se deja leer tan fácilmente, pero que termina con el tema del olvido. Muchas veces olvidamos lo que la tradición y la historia nos hacen conocer.

Pero en fin, se trata de esto: para definir qué hombre queremos, hay que partir de nuestra convicción firme de que el cristianismo, nuestra Iglesia, desde su tradición alcanza una serie de elementos sustanciales, pero al mismo tiempo partir siempre también de la realidad, porque a partir de ésta es que se crea el hombre del mañana.

Tenemos que preguntarnos necesariamente cómo ubicarnos como universidad en la sociedad nuestra. Es decir, no podemos profundizar en nuestro humanismo, tal como lo hemos ido definiendo esta mañana, desvinculándonos de una realidad concreta, de la cual también somos responsables. No somos una torre de marfil creando un nuevo hombre artificialmente.

Sólo quiero recordar antes de dar una vez más la palabra, que para mí humanizar es también siempre dignificar, creo que es muy importante tener ciudadanos bien formados pero dignos. Y creo que éste sería también un mensaje que podríamos dar hacia la sociedad, pero con actuaciones e iniciativas concretas. Para eso tendríamos que plantearnos cómo nosotros podemos contribuir a la dignificación de nuestra sociedad, contribuir a un humanismo pleno.

 

Lic. Blacutt:

Creo que se puede relacionar el tema de la humanización y la dignidad con lo que hablábamos acerca de la comunidad. ¿Y qué es una comunidad? Es algo que yo he vivido desde que he sido alumno en la universidad. Sin embargo, aquí creo que hay un problema. Hay un momento en que estas maquinarias llamadas organizaciones universitarias entran a un segundo plano, y esto es lo que le pasó seguramente a la Católica, se vuelven grandes de pronto y necesariamente tienen que introducir la burocracia para poder manejarse. Es entonces que una universidad empieza a alejarse del concepto de comunidad.

Sin embargo, en cierta medida esto es aparente, porque se vuelve a repetir el concepto de comunidad en departamentos pequeños, en los centros de investigación. Por eso, a mí me parece que en ese aspecto el humanismo ha estado presente en la Católica; somos una comunidad y esto no es sólo un discurso. Inclusive la UMSA es una comunidad, pero de 66.000 personas divididas en 10. En el caso de la Católica, creo que de todas maneras, con los males que supone el crecimiento, como los problemas burocráticos, siempre hemos tenido esta característica, siempre nos hemos sentido parte. Esto es lo primero que quería decir. Lo otro es preguntarse acerca del producto que genera esta comunidad. Porque cuando se habla de nuevo conocimiento, hay que reconocer que a veces no conocemos ni siquiera cosas de la propia Bolivia.

Entonces, hablando de esta gran comunidad que a la vez se reproduce en pequeñas comunidades de investigadores, de profesores de tiempo completo o de tiempo horario y más o menos militantes, yo sería un poco optimista, porque creo que se pueden armar colectividades muy interesantes y que eso ha estado haciendo la universidad de alguna manera. Creo además que eso hay que estimular mucho más, porque así me parece que estaríamos apuntando bien a ese concepto que me ha gustado tanto, es decir, que el profesional nuestro sea en sí mismo una obra de arte.

Una cosa más sobre los estudiantes de nuestra universidad. Cuando estaba haciendo la investigación al respecto de por qué nuestros estudiantes eligen la Católica, curiosamente las respuestas que se recibían eran muy diferentes a las que suelen suponer los economistas cuando hacen sus teorías sobre el capital humano. Por ejemplo, una de estas respuestas comunes es que la gente elige una universidad en función de sus intereses económicos, de si una universidad le va a dar la oportunidad de ganar más. Pero la investigación de la que hablo nos permitió ver que, por lo menos en Bolivia, concretamente en La Paz, curiosamente el joven no necesariamente elige una universidad por ese motivo; hay un porcentaje muy fuerte que elige por otras razones, de carácter social u orientadas por otros valores. Por ejemplo, muchos responden que quieren ayudar al país. Otros dicen que quieren ser mejores, aunque no saben definir eso, o que quieren formar su carácter, etc.

Entonces, es interesante ver cómo muchas personas que vienen a la universidad no necesariamente buscan lo que nosotros pensamos. Esto es fascinante incluso porque nosotros mismos nos estamos conociendo, nos estamos enterando de por qué nos eligen para formarse.

 

Ing. Córdova:

Yo insistiría en que debemos aprovechar lo que distingue a esta universidad de todas las otras del país, me refiero a nuestra naturaleza católica. Ése debe ser el factor más importante sobre el cual construir una estrategia para humanizar un poco a la sociedad actual y dignificar al hombre, no solamente al que sale de la universidad sino a aquel que entra en contacto, de una u otra forma, con nuestra institución.

Pero concretamente, para adelantar en este cambio, hay cosas que en términos pedagógicos urge trabajar. Por ejemplo, en el proceso educativo de los estudiantes del pregrado creemos que es importante hacer que el estudiante sea el centro del proceso y que se sienta coprotagonista de su formación, con mayor razón en un tiempo como este, en el que el paradigma de aprender una sola vez para toda la vida ya ha sido sustituido por el aprendizaje durante toda la vida. Debemos hacer que el estudiante adquiera instrumentos de autoformación permanente y por lo tanto sea el responsable principal de su proceso de formación.

Aquí veo falencias en el plantel docente. Tenemos muchos profesores y directores que no se atreven a ceder responsabilidades al estudiante y siguen manejando ellos el proceso educativo del joven. El argumento suele ser la inmadurez del estudiante, pero yo pienso que si nunca se da al joven la posibilidad de asumir la responsabilidad de su formación en sus manos, nunca vamos a lograr que desarrolle estas capacidades. Y al hacer esto, estamos disminuyendo ese nivel de dignidad que quisiéramos que tengan en la universidad.

Otro aspecto que a mí me parece esencial, y que tiene que ver con los contenidos, con lo que se enseña, es que el estudiante debe ser partícipe de un análisis crítico de la realidad. Pero la realidad ahora se ubica en distintos planos, en distintos niveles. Por ejemplo, ahora la realidad más importante de Bolivia está centrada en el municipio, ya no en la ciudad como entidad social centralizadora del proceso de desarrollo. Ahora los polos de atracción de todos los profesionales son los municipios. Y en este aspecto nosotros hemos participado, de manera muy específica, en una experiencia interesantísima, denominada Jóvenes contra la pobreza.

Consiste en el envío de tesistas de diversas disciplinas a los municipios pobres del país, con el fin de que asesoren y colaboren en el campo de sus estudios, como forma de acceder al grado académico. De esta manera, inicialmente conseguimos financiamiento para 24 chicas y chicos a los que mandamos a los distintos municipios pobres del país. Un par de chicas de Administración de Empresas, por ejemplo, estuvieron trabajando en la mancomunidad del Orthon, en Pando; otros fueron a la mancomunidad del Norte del Departamento de La Paz, otros a Uyuni, a Patacamaya, en fin, a los distintos municipios, tratando de aportar con sus conocimientos y al mismo tiempo aprender de la gente.

Esta experiencia después pasó a ser algo más grande, de carácter nacional, creándose el Programa de Jóvenes contra la Pobreza. Todos los municipios del país, en teoría al menos, recibieron la visita de jóvenes que querían hacer su modalidad de graduación de este modo. De la Universidad Católica fueron varios, pero quisiera destacar como ejemplo dos casos particulares.

Se trata de una estudiante de arquitectura que trabajó en el municipio de Puerto Pérez, a orillas del lago Titicaca. Esa experiencia fue realmente impresionante, y ahora afortunadamente se la puede leer, junto a otros dos casos, en la revista de la universidad. El otro caso que quiero destacar es el de una estudiante de Ingeniería Industrial, que fue destinada a Sud Yungas, igualmente notable por diversos motivos.

Cuando observamos los informes de trabajo de las dos muchachas se nota que ha habido un proceso de evolución verdaderamente dignificante de la persona, no solamente de las dos chicas que han estado directamente involucradas en el trabajo, sino del contexto mismo, de la gente que ha estado trabajando con ellas. Es decir, se trata más o menos de lo que estamos hablando aquí, de una experiencia que debería destacarse y utilizarse como ejemplo de una formación humanista del profesional que sale de la Universidad Católica.

Y el reconocimiento del acierto de este proceso no viene de nosotros mismos, ni siquiera de los ministerios, sino de la población beneficiada y también de gente del exterior. Yo he vivido eso anecdóticamente un día que estaba en el aeropuerto esperando un vuelo, y detrás mío había dos personas que conversaban. Me llamó la atención lo que hablaban, porque se referían a la Universidad Católica, y uno de ellos, después lo descubrí, era representante de las Naciones Unidas para iniciativas de desarrollo en toda Latinoamérica. Él estaba comentando sobre un proyecto que había logrado conocer a orillas del lago Titicaca, hecho por una chica de Arquitectura de la Universidad Católica, y mencionaba que ese programa de Jóvenes contra la Pobreza era realmente un modelo que iban a utilizar ellos para replicarlo en toda Latinoamérica. Lo consideraban particularmente notable, por la forma en que había participado la persona de la realidad de su país, por el desarrollo de su personalidad que había logrado y también por el reconocimiento y beneficio al trabajo que había de parte de la comunidad.

Éstos son realmente ejemplos puntuales de lo que podemos y debemos hacer. Creo que si explotamos las capacidades que tienen los jóvenes podemos ir más allá de una simple formación en conocimientos y destrezas, y empezar a construir lo que pide Hans, la dignidad tanto de los nuevos profesionales como de todo el contexto en el que ellos van a trabajar.

 

Dr. van den Berg:

Bien, para terminar: ¿Qué pasos concretos podemos dar para llevar adelante este trabajo de discernimiento? Porque los resultados de nuestra reunión de todo modos en algún momento deben desembocar en unas líneas de acción, en iniciativas, etc. Lo que hemos hecho esta mañana yo creo que nos ha enriquecido, pero también tiene que volverse un reto que se concrete en algo.

 

Lic. Miguel Fabri:

Creo que todos estamos de acuerdo en la necesidad de ir hacia un humanismo, eso es indiscutible, pero para conseguir eso tenemos que transmitir esa necesidad a los estudiantes.

Apartándome un poco de la temática de la producción de conocimiento de la que se ha estado hablando, retomaría la hipótesis que ha dado Hans, en sentido de que, para que el humanismo sea una realidad, el estudiante debe tener acceso a la cultura general. Y aquí lamentablemente yo podría señalar, por mi propia experiencia, que durante los ocho últimos años he encontrado que el estudiante que viene a la universidad cada vez sabe menos de cultura general, que quizás esté capacitado en su especialidad, pero que no tiene idea en cuanto a cultura general.

Antes de ver asuntos relacionados con la investigación, el convivir o el actuar, yo plantearía este serio problema: ¿cómo podríamos hacer un plan para que el humanismo tenga efecto en los alumnos que vienen a la universidad? ¿Qué es lo que podemos hacer para tener estudiantes con formación humanista si no tienen una cultura general básica?

 

Dr. Aguirre:

Me gustaría responder a la preocupación de Miguel de la siguiente manera. Hace varios años, en Estados Unidos, el Presidente de entonces, Ronald Reagan, mandó investigar por qué su país había perdido competitividad frente al Japón y algunos otros países desarrollados. Por supuesto, el resultado de ese estudio fue que había problemas de tecnología, de inversión, etc. pero además se señala, y esto es lo sorprendente, que la pérdida de competitividad en EEUU se debía en gran parte a que las universidades habían dejado de enseñar historia.

Esto nos muestra de manera práctica que tenemos que introducir nuevamente en nuestros planes de estudio, incluso desde las perspectivas más utilitarias, las materias de formación humanista, introducirlas de una manera casi obligatoria. A partir de eso, tenemos que vender la imagen de la universidad a Bolivia y al mundo, la imagen de que aquí estamos formando un hombre digno, porque le estamos induciendo unas nuevas formas de ver la vida, y una de esas nuevas formas es precisamente lo que estamos discutiendo ahora, el humanismo.

De manera que, Miguel, creo que podemos desde ese punto de vista más práctico actuar en ese sentido: que en los planes de estudio de la universidad, no sé si el primer semestre o a lo largo de toda la carrera, se introduzcan no solamente las materias disciplinarias sino los temas de reflexión y formación de tipo humanista.

Y volviendo al Presidente Reagan, cuando se obtuvo el mencionado informe sobre la pérdida de competitividad, lo que hizo este líder norteamericano fue inducir en las universidades privadas y públicas en su país a que se aprendiera mejor las matemáticas y la historia. Hoy, si uno revisa los nuevos programas de estudio en la universidades americanas, se va a encontrar con que se ha vuelto a estudiar cosas que ya hace muchos años se habían olvidado, y que están otorgando nuevamente una ventaja competitiva a ese país.

 

Ricardo Zeballos, S. J.:

Yo apenas llevo meses en la universidad, así que lo que diga aquí es sólo producto y testimonio de lo que he podido observar en este corto tiempo.

Pienso que para plantearnos el humanismo aquí en la Católica de La Paz, más que transmitirles ideas a los alumnos, me ocuparía primero de generar actitudes desde los espacios de liderazgo de la universidad. Esto tiene que ver con la diferencia entre ciencia y sabiduría, ciencia y sapiencia, que muchas veces hace Juan Pablo II cuando habla de educación. Creo que los documentos que hemos leído y la misma charla sobre un plan que aquí estamos viendo tienen mucho de ciencia, pero muy escasa sapiencia, muy escasa sabiduría para generar un algo que motive a los demás.

Segundo: en relación con el tema de humanismo y ciencia o investigación, cuando charlo con los jóvenes en la Pastoral, o en las reuniones que tenemos, siempre me pregunto: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma? Ésta es la pregunta interna que llevo siempre cuando charlo con los grupos de estudiantes. Me digo: ¿de qué nos sirve todo esto si perdemos el alma? Y lo mismo con los docentes y las propuestas. Entonces creo que aquí más importantes son las actitudes.

Por ejemplo, sabemos que un aspecto fundamental de la educación es producir conocimiento de sí mismo, alguien aquí ya lo decía. Pero la producción de conocimiento de sí mismo me parece que se debe iniciar desde el momento de la acogida en la universidad. Y yo siento que somos poco acogedores, lo he notado en estos meses; y también poco "despedidores", despedimos a los alumnos muy fríamente. Es decir que, si vamos a hablar de humanismo, aquí ya hay en principio una actitud que no es la mejor y que se debe cambiar desde el liderazgo.

En el mismo sentido, también nos hace falta quizá generar actitudes más firmes de pertenencia, generar una cultura de pertenencia a la universidad. Decimos que la Católica es una comunidad, pero no se ven los signos de pertenencia a esa comunidad. Muchas veces escuchamos la frase "hay que ponerse la camiseta", que repiten los mismos alumnos, pero ponerse la camiseta no genera pertenencia por sí solo, si no hay otra motivación que surja de dentro.

En tercer lugar, creo que otra actitud necesaria es desaprender al entrar a la universidad. Y nosotros ni desaprendemos ni ayudamos a desaprender a los que llegan. Más bien, sobre lo aprendido les damos muchas cosas nuevas que igualmente deforman en vez de formar, es decir, les damos sobre llovido, mojado.

Desaprender a mí me parece muy importante, porque supone una actitud de despojo, y esto es muy bíblico, muy cristiano. Solamente en el desierto Jesús aprende esas condiciones que le van a llevar adelante, solamente en el desierto Moisés, con un pueblo despojado, funda una nueva manera de ser, y por eso creo que también deberíamos, desde los niveles superiores, despojarnos de las concepciones teológicas y académicas, de las concepciones que tenemos acerca de qué es y cómo es la juventud.

Ésta es otra actitud que me parece necesaria para invitar a los estudiantes a entrar en una dimensión más humana. Despojarse de alguna manera es descentrarse, es decir, suponer que el centro de la universidad no está aquí, está siempre fuera, y creo que esto es muy cristiano. El centro siempre está fuera, el eje de las cosas siempre está fuera.

La otra vez un alumno me decía: ¿por qué el slogan de la universidad es educar e investigar, si eso lo hacen todas las universidades? Y tiene razón, porque entonces, ¿dónde está nuestra diferencia? Pensando en esto, una vez había sugerido que el lema de nuestra universidad podría ser más bien "aquí se recrea el mundo".

Hago estas reflexiones para concluir que creo nos están faltando ciertas actitudes acordes con lo que queremos. Me parece que en este momento la universidad tiene que reforzar el recipiente en el cual vamos a recibir la palabra, el recipiente humano de alumnos y docentes. Tengo la impresión de que los chicos y las chicas no están con la vasija dispuesta a recibir la dimensión católica que queremos trasmitirles, que se sienten que están en un lugar donde no son acogidos, y por eso es tan difícil trascender con ellos más allá de la transmisión de conocimientos.

Algo que podemos hacer es trabajar tal vez sobre una imagen, y me parece que la imagen más clara y cercana que tenemos para iniciar un trabajo en el tema humanístico es la imagen del samaritano. Es decir, a Jesús le demandan un nuevo saber: ¿quién es mi prójimo? Y Jesús responde: éste es el modo de saber quien es tu prójimo, preocuparte por el otro, detenerte en el camino, relacionarte con el otro, romper la rutina y tal vez al final hacerte nuevamente la pregunta: "y en verdad, ¿quién es tu prójimo?"

En definitiva, pienso que antes de buscar los humanismos de los que hemos hablado aquí, necesitamos un proceso previo de generación de actitudes desde los puestos de liderazgo de la universidad, necesitamos estar dispuestos a generar sabiduría tanto cuanto también trasmitimos ciencia. Nada más.

 

Dr. Bracamonte:

Quiero para terminar volver sobre la pregunta principal que había motivado este coloquio: ¿Qué puede hacer la universidad Católica frente a la realidad boliviana? Mi respuesta sería: en primer lugar, un análisis de los problemas nacionales desde el punto de vista de la deshumanización. Debemos preguntarnos cuáles son los problemas y las realidades del país que deshumanizan al hombre.

Segundo, teniendo tres, cuatro o cinco objetivos, nuclear a docentes y alumnos, y a partir de eso fomentar redes de estudio e investigación que nos permitan alcanzar esos objetivos.

 

Monseñor Abastoflor:

Yo quisiera decir a manera de resumen lo siguiente. Parece que aquí, en esta Universidad Católica, formamos los mejores profesionales en Bolivia. Pero lo que se ha hecho visible es que con eso no es suficiente, que hace además falta una buena formación en cultura general en nuestros profesionales. No basta con tener sólo buenos especialistas. Hace falta una formación integral, que la universidad no sólo sea escuela de especialistas, sino de formación de personas, seres humanos en todo el sentido de la palabra. Y sobre todo cristianos, que es nuestra característica propia. Ser cristianos y humanistas para mí es lo mismo, ambos propósitos se juntan. Entonces está claro que hay que caminar en esa dirección.

En segundo lugar, acogiendo la sugerencia del Rector, creo que hay que replicar este tipo de reuniones, multiplicar esta preocupación hacia abajo, desde las carreras y departamentos hasta los administrativos.

Es importante ir creando un proceso de reflexión, y en ese sentido felicito al Maestro Rosso por haberlo iniciado, y al Rector, por su realización. Creo que es muy importante que empecemos a recoger también la opinión de los demás y así ir aprendiendo entre todos, contagiándonos, por decirlo así, no sólo de conocimiento sino de actitudes y de espíritu para ir cambiando un poquito el sentido y la orientación de nuestra universidad.

Si conseguimos esto, vamos a poder decir que hemos iniciado algo muy positivo y muy importante dentro de aquello que pretendemos.

Aprovecho también para agradecer la presencia de todos y cada uno de ustedes, entre ellas una muy especial y valiosa: la presencia del señor Nuncio, que cuando se enteró que teníamos este coloquio, preguntó si podía asistir a través del señor Rector. Es un gesto que también nos anima y que nos hace ver esa otra dimensión que tenemos nosotros como universidad, la dimensión de universalidad cristiana. No olvidemos que universidad viene de universalidad, y que en ese sentido nuestra relación con el mundo está dirigida por la Iglesia y el Santo Padre como centro de nuestra Iglesia.

Por eso, ojalá pudiéramos repetir pronto este tipo de reuniones pero de modo más amplio, de manera que se pueda trabajar en grupos para ir adelante. Y un agradecimiento muy especial a Hans, que nos ha dado buenos impulsos de inicio y nos ha acompañado también en todo el proceso de discusión.

Dr. van den Berg:

Unas últimas palabras de agradecimiento de parte mía. Primero por haberme escuchado y después también por este rico diálogo. Yo estoy dispuesto a seguir trabajando en esto, podríamos ver la posibilidad de comenzar a extender esta inquietud en la unidad académica de La Paz.

Pero hay un punto que creo que no se ha tocado, y es muy importante, precisamente porque en nuestra realidad actual hay muchos motivos para caer en el indiferentismo o la apatía, incluso en lo que se ha mencionado ya: la comodidad y la mediocridad. Para enfrentar esos riesgos precisamos tener confianza en nosotros mismos y también cada persona confiar en sí misma.

Creo que esto es parte del humanismo cristiano, tener confianza y esperanza, porque una sociedad que pierde la esperanza en la superación de situaciones difíciles, lo ha perdido todo. Necesitamos optimismo para profundizar en nuestros objetivos. Creo que esto es algo muy cristiano, porque tiene que ver precisamente con la fe en la resurrección.

 

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons