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Revista Ciencia y Cultura

Print version ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  no.13 La Paz Dec. 2003

 

Presentación

 

 


La llegada de un nuevo siglo, el siglo XXI, como muchas otras veces a lo largo de la historia de la humanidad, ha supuesto profundas transformaciones y desafíos para el mundo entero. Todos los países, en menor o mayor medida, grandes o pequeños, desarrollados o no, y de acuerdo a sus particulares características, se han visto en la necesidad de encarar una realidad nueva, en la política y en la economía, en el desarrollo tecnológico y en la cultura, en las pautas de comportamiento social y en los valores. Fundamentalmente, bajo el nombre de globalización, palabra entretanto de uso común y corriente, la influencia y presencia inquietantes y abrumadoras de la civilización técnica y de los modelos de desarrollo socioeconómico neoliberales, se yerguen como inevitables e inapelables, trastocando todas las nociones con las que se dirigía el derrotero de los seres humanos.

Esto ha acarreado en países como el nuestro la emergencia de problemas que, sin haber dejado de estar todo el tiempo en la agenda temática, hoy están en el primer plano de discusión. Particularmente sensible es, por ejemplo, la problemática cultural, que en Bolivia se traduce en la existencia de una multiplicidad de realidades insospechadas que han suscitado conflictos de carácter étnico y de identidad social, de urgente atención. La grave y profunda crisis que hemos vivido el año que termina, especialmente los meses de febrero y octubre, quizá sea la evidencia más palpable de que necesitamos encarar nuestra forma de vivir de una nueva manera, acorde a los nuevos desafíos y retos.

Salta cada vez más a la vista que una, si no la principal, de las causas de la crisis actual es un culto desmedido a lo nuevo, al afán de acceso a una modernidad que, sin ser en esencia mala, puede ser perniciosa sino va acompañada de una perspectiva de la vida social e individual anclada en los valores y criterios humanistas y cristianos. E igualmente, se ha hecho evidente que sin la plena y honesta aceptación de la especificidad propiamente americana de nuestro ser común, es decir, de las identidades sociales originarias, no podremos hacer de nuestro país un todo humano coherente y con futuro.

En otras palabras, nos estamos refiriendo al hecho de que uno de los aspectos más agudos de la crisis que vivimos es la necesidad de iniciar un proceso genuino y sincero de conocimiento y aceptación entre los distintos y muy variados componentes de nuestra población. En este afán, naturalmente que las universidades nacionales, y la nuestra en particular, tienen una misión relevante que cumplir. Debemos aportar con conocimiento y reflexión propios para entendernos mejor entre nosotros, los bolivianos.

Es con esta intención que nuestra revista se planteó la necesidad de iniciar una serie de publicaciones dedicadas a crear un espacio de reflexión, comentario o debate sobre diversos aspectos de la vida nacional, con el fin de aportar en alguna medida a ese necesario proceso de conocimiento y reconocimiento que urge potenciarse ahora más que nunca.

En estas circunstancias fue sin duda una coincidencia feliz que René Poppe, Director de la Biblioteca de Arquitectura de la UCB, nos anoticiara de la existencia de tres diarios de trabajo correspondientes a tres tesistas de arquitectura de nuestra universidad. Porque sus características generales y contenido se correspondían en gran medida con las preocupaciones e inquietudes anteriormente señaladas.

Los tres diarios habían sido redactados como parte del Programa de Jóvenes contra la Pobreza, que hasta hace un tiempo propiciaba la presencia de egresados de diversas disciplinas profesionales en algunos municipios rurales del país, con el fin de constituirlos en funcionarios temporales de apoyo y asesoramiento en tareas vinculadas al desarrollo local desde los Gobiernos municipales.

Al descubrir los textos, René Poppe había detectado en ellos valores e interés extraordinarios que iban más allá del trabajo académico común y corriente, y que no habían sido previstos ni por las autoras ni por el mencionado programa. La lectura posterior de los miembros restantes del equipo de redacción de la revista permitió confirmar que nos encontrábamos ante tres documentos de gran valor informativo y de una riqueza expresiva conmovedora y original. La publicación valía la pena en alto grado.

Como producto de la necesidad de enfrentar el mundo de los municipios pequeños del país, las tres estudiantes, en efecto, habían ido estampando en sus diarios una imagen extraordinariamente viva y multifacética de nuestra realidad social, cultural y económica. De fundamental importancia para este resultado es que se trata de tres personas pertenecientes al ámbito urbano y universitario de nuestro país, que se enfrentan de pronto -de manera intempestiva y sólo con las armas de la frescura y energía que proveen la juventud y las ganas de trabajar- con una Bolivia rural desconocida, al mismo tiempo pobre de medios de existencia pero rica y atractiva en cultura y valores humanos. Aprovechando la afortunada paráfrasis literaria que usa una de las autoras, se trata del ejercicio de "la arquitectura en tiempos del cólera".

Así, a lo largo de los meses de permanencia de las muchachas en los respectivos municipios y pueblos, el lector se enfrenta y conoce el entorno natural fascinante, las costumbres, las comidas regionales, las a menudo escandalosas necesidades básicas no resueltas que hablan a gritos de las profundas diferencias que perviven entre el campo y la ciudad; en fin, los defectos y las virtudes de poblaciones que muchos bolivianos conocen apenas de nombre.

Cuando nos enteramos, por ejemplo, de que en lugares tan cercanos a la sede de gobierno como Patacamaya o Puerto Pérez, para no hablar de Apolo, localidad lejana y todavía aislada de nuestra geografía, los servicios básicos aún no existen o son suministrados parcial o restringidamente, se comprende que amplios sectores del campesinado nacional tengan motivos para sentirse agredidos por un Estado nacional que, irónicamente, pese a no proveerles de los mínimos requerimientos, los considera ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que los demás. No menos útil puede resultar comprobar a través de estos diarios las grandes dificultades que supone llevar adelante el proceso de participación popular en poblaciones desprovistas tradicionalmente de autonomía y de un nivel educativo que les permita promover por cuenta propia su desarrollo, por lo que muchos municipios han visto lamentablemente reproducir, a nivel local y regional, las taras de la corrupción y la ineficiencia en la administración de los recursos públicos. Pero se podrá ver también, por el contrario, cómo, pese a las dificultades, la potencialidad material y humana de estos lugares permanece intacta, con sus valores de solidaridad, sentido de comunidad y riqueza cultural, a la espera de gobiernos verdaderamente integradores y abocados a redimir a las poblaciones marginadas del país.

En los tres casos se podrá advertir cómo, del desconocimiento mutuo y desconfianza, surge, al cabo de la convivencia, una sinergia positiva que hace que las autoras de los diarios lamenten abandonar los pueblos en los que han permanecido, y que entretanto se han convertido en sus nuevos hogares. Qué más prueba podemos encontrar de que muchos problemas nacionales, y no de poca importancia, como son los provenientes de las diferencias regionales y culturales, serían solucionados si el país como tal se decidiera conciente e inteligentemente a conocerse mejor en todos los planos. Es difícil no sentirse conmovidos por la franqueza entusiasta con la que las arquitectas en ciernes agradecen haber tenido la oportunidad de trabajar en un rincón del país que les ha permitido conocer a Bolivia de manera muy intensa y provechosa.

Estos textos, en tanto diarios, ese particular género literario tan gozosa y particularmente practicado por muchos otros escritores y viajeros a lo largo de nuestra historia, tienen con alta probabilidad un valor documental que sólo el futuro confirmará o desmentirá. Son, en efecto, tres muestras vivas de la riquísima, compleja y difícil pero apasionante realidad social y cultural del país.

Al publicarlos hemos puesto primero el acento en la necesidad de contribuir, así sea en modesta e indirecta medida, al cumplimiento de ese anhelo de un mejor conocimiento entre los bolivianos. La experiencia, ya descontinuada, del Programa de Jóvenes contra la Pobreza nos recuerda además que una de las tareas importantes de nuestra universidad y de todas las universidades del país, debiera ser cumplir esta labor social de mutuo conocimiento entre los bolivianos para superar prejuicios, desconocimientos y desencuentros que enrarecen y dificultan la convivencia democrática de los bolivianos.

Finalmente, unas palabras aclaratorias acerca de la edición de los textos. Dadas las características ya citadas de los tres diarios que publicamos, hemos adoptado como criterio general de edición el respeto a los textos originales, con el fin de no desvirtuar la espontaneidad y frescura que trasuntan en todo momento. Con este presupuesto como norma general de trabajo, una primera etapa de edición de los diarios corrió por cuenta de René Poppe. Posteriormente se efectuó una segunda labor de edición, en la que nos permitimos agregar festivamente títulos y leyendas a la manera en que escribían los escritores del Siglo de Oro. En los dos casos se trabajó con la conciencia de que por ningún motivo se podía desvirtuar la espontaneidad estilística e idiomática con la que las tres autoras habían redactado el resultado de sus experiencias personales.

Asimismo, hemos visto por conveniente hacer dialogar a los textos con fragmentos alusivos a los lugares involucrados, pertenecientes al célebre diario de viaje de Alcide d'Orbigny, testimonio decimonónico de gran valor literario e informativo, y sin embargo poco conocido por la historia y la crítica literaria nacionales. Gráficos tanto de este explorador francés como de Leonce Angrand y Melchor María Mercado, ambos igualmente del siglo XIX, completan el contexto.

 

El Consejo Editorial

 

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