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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult  n.8 La Paz dic. 2000

 

 

 

El fracaso escolar: un síntoma moderno

 

 

Carla Unzueta

 

 


Cada vez con más frecuencia se asume la escolarización como una situación problemática, crítica, conflictiva, como un momento de tensiones y contradicciones no fáciles de resolver. Es un hecho en la clínica, la consulta de los niños por este nuevo síntoma del mundo moderno marcado por el desarrollo de la ciencia y del capitalismo, donde la sociedad se ha vuelto cada vez más tecnificada, exigente y competitiva: el fracaso escolar.

Recién apareció con la instauración de la escolaridad obligatoria a fines del siglo XIX y adquirió una importancia considerable entre las preocupaciones de nuestros contemporáneos. Es una cuestión compleja cuyas causas son múltiples y diversas, unas son externas al sujeto (ambientales, familiares, socioeconómicas, etc.) y otras son internas, propias del sujeto vinculadas a su estructura misma; y es en la articulación de ambos factores, lo social y lo subjetivo que se constituirá el síntoma. De este modo el fracaso escolar afecta al sujeto en su totalidad; al ser íntimo, a su problemática, a su historia; y al ser social, en la medida en que no puede alcanzar un ideal.

Dejando de lado los fracasos que tienen lugar por deficiencias intelectuales o sensoriales, abordaremos el factor "psicológico", vinculado a las causas estructurales del sujeto, que conciernen al deseo de saber, que se encuentra obstaculizado por razones neuróticas, evidenciando un mecanismo de inhibición intelectual. Inhibición tomada de la problemática inconsciente del sujeto que la cura psicoanalítica revela.

Consideraremos que está en situación de fracaso escolar aquel niño que "no sigue", ya que en la escuela hay que poder seguir: seguir el programa que dice lo que hay que aprender, en qué orden, en qué tiempo, seguir a su grupo de clase.

¿Qué significado darle al término fracaso? El fracaso opuesto al éxito implica un juicio de valor y este valor está en función de un ideal. El sujeto se construye persiguiendo las identificaciones que se le proponen a lo largo de su existencia, de esta manera, es el producto de esas identificaciones sucesivas que forman la trama de su yo. Construye así su yo identificándose a personajes que admira o ama, adhiriéndose avalores que juzga estimables y que desea adquirir, esto para poder ocupar un lugar en el deseo del Otro, pero en ocasiones la paradoja es que un niño puede ocupar un lugar en el deseo del Otro justamente a costa de tener dificultades de aprendizaje. Estos ideales con los que un sujeto se conforma o rechaza pueden ser dictados por su entorno sociocultural, o por su familia, ella misma marcada por los valores de la sociedad a la que pertenece. El fracaso escolar se articula con la demanda social, pues los síntomas varían según la ideología dominante de cada época. En nuestra sociedad la aspiración dominante es la del éxito social asociado al poder y al dinero. El nivel exigido para el éxito social es cada vez más elevado y esto significa que el fracaso escolar se ha convertido en nuestra sociedad en sinónimo de fracaso en la vida con toda la angustia que eso comporta.

¿Por qué el éxito escolar ocupa un lugar tan privilegiado en la vida de nuestros contemporáneos, niños, padres, educadores, gobernantes?, ¿Cuáles proyectos, qué fantasmas recubren esta aspiración al éxito? Triunfar en la escuela constituye una perspectiva para acceder tanto al "ser" como al "tener": ser alguien, respetado, considerado, tener acceso al consumo de bienes. Ahora bien, el fracaso escolar, vinculado a menudo a un conflicto inconsciente, prefigura la renuncia a esta vertiente del tener y del ser.

 

De la demanda al deseo: el deseo impedido

Para que un niño "aprenda" es necesario que lo desee, es decir, que tenga el deseo de aprender, ahora bien, nada ni nadie puede obligar a alguien a desear. El lenguaje popular lo dice: "El deseo y el amor no se ordenan". No hay necesidad de imponer nada para que el niño se apodere del saber, todo lo contrario, la orden es una paradoja a la que se ve confrontado el niño al que se le repite: "Te ordeno que desees aprender". Encerrado así en una red de demandas, al niño se le hace imposible mantener su deseo de saber y llega a anularlo. La demanda llega a "aplastar" el deseo. No se puede someter a estos niños a conductas de presión, hay algo en ellos en el nivel del deseo que está perturbado.

El niño desde muy pequeño escucha la demanda que se le hace: "debes aprender, debes triunfar". Ya desde el jardín de infantes, algunos padres se inquietan por los rendimientos intelectuales de su hijo y sus posibilidades de éxito. El niño comprende perfectamente que debe responder a una expectativa, el éxito y las buenas notas son ese objeto de satisfacción narcisista que debe procurar a sus padres.

Pero más allá de la demanda paterna, está la demanda del cuerpo educador. Este discurso -en el que el éxito es deseado y esperado- no es solamente mantenido por los padres, los niños lo escuchan también de sus maestros. La presión social llega a ser la de los profesores mismos, que deben ser competitivos y son juzgados según los logros de sus alumnos. También ellos están sometidos a un imperativo de éxito, la clase de la que son responsables debe ser eficiente, los buenos resultados de los alumnos son los que hacen que los buenos maestros sean reconocidos por sus superiores.

 

El fracaso escolar: deseo de nada

Podemos relacionar el fracaso escolar con la anorexia.

La anorexia es un rechazo a alimentarse, es del orden de la inhibición de la pulsión oral. El análisis revela en un primer nivel identificatorio el deseo de conformarse con un ideal de delgadez valorado en nuestra época. Esto recubre a la vez un rechazo de las redondeces y la repugnancia a adquirir formas femeninas. Detrás de la ambivalencia en cuanto a la feminidad aparece la relación conflictiva con la madre con su implicación pulsional oral: fijación y rechazo de una madre nutricia. La demanda de la madre nutricia no deja lugar al deseo de nutrirse, entonces la anorexia se expresa en el "comer nada", y puede realizar este deseo hasta la muerte.

Entonces la razón de este detenimiento tenemos que buscarla del lado de la demanda aplastante del Otro: "come", "aprende". Y justamente el anoréxico "come nada" y el niño con fracaso escolar "aprende nada".

El niño permanece alienado en el inconsciente de sus padres, y es a través de sus demandas: come, sé limpio, haz caca, sé lindo, juguetón, gentil, estudioso, etc., que toma conciencia de ello, es decir, qué objeto es para sus padres.

Es a partir de estas demandas que el niño se plantea la cuestión del deseo del Otro: me pide esto, pero ¿qué quiere, qué desea? Si el niño se dedica a satisfacer únicamente la demanda del Otro, corre el riesgo de quedar entrampado en su estatuto de objeto.

El niño puede durante largo tiempo satisfacer la demanda del Otro, pero las cosas se complican cuando cambian de registro; cuando la demanda pasa del "come", una situación donde el niño se encuentra en pasividad; al "aprende", donde se le pide al niño en una situación activa, que realice un acto autónomo. Aprender implica un deseo, un proyecto, elaborar el saber propuesto, allí no cabe la pasividad.

 

Fracaso escolar, inhibición y prohibición de saber

En la base del fracaso escolar encontramos una inhibición, mecanismo principal del que provienen la mayor parte de las conductas de fracaso. Podemos hablar de la inhibición de la función alimenticia (anorexia), de la función motriz (parálisis), de la función sexual (impotencia). La que nos ocupa aquí es la inhibición de la función intelectual, en la que hay una suspensión: "no puedo comprender" dice el sujeto; la repetición de esta inhibición es lo que constituye el síntoma.

La inhibición es provocada por un conflicto inconsciente, de esta manera es un acto, una defensa contra el retorno de lo reprimido, una prohibición de saber que el sujeto elabora a pesar suyo.

Los maestros y los padres deberían comprender que un niño que tiene dificultades en la escuela, no es un niño tonto, y que tampoco es un malvado, que tiene mala voluntad. Los educadores piensan a menudo que el aprendizaje escolar es una cuestión de "querer", eso explica la frase "puedes hacerlo mejor" muy presente en los boletines escolares. Esos juicios despreciativos sobre el niño, la condena y el rechazo que comportan aumentan su sufrimiento y su fracaso.

Lo que plantea el psicoanálisis es que el fracaso escolar es un síntoma como cualquier otro, en cuya base encontramos la inhibición intelectual, la detención de las operaciones del pensamiento, una suerte de bloqueo que no depende del querer consciente. El sujeto anoréxico nos dice "yo quisiera comer, pero no puedo"; el niño con fracaso escolar nos dice "yo quisiera aprender, pero no puedo", lo mismo que el neurótico obsesivo dice de sus rituales "es más fuerte que yo". Ahí tenemos la división del sujeto. Sería necesario entonces que los padres y los maestros comprendieran eso.

El sujeto puede prohibirse el acceso al saber cuando encuentra un punto de peligro, un elemento que él debe ignorar. La inhibición se fija sobre este punto y contamina todo el sistema; por invasión progresiva, el mecanismo inhibidor provoca una suspensión de todo el trabajo intelectual.

Para finalizar podemos mencionar algunos puntos en los que es posible encontrar el punto de fijación de la prohibición de saber:

•     La interdicción de saber se origina a veces en una prohibición de saber sobre los orígenes, por ejemplo niños a los cuales se les esconde la adopción o una paternidad dudosa.

•   Ciertos secretos de familia, de los que está prohibido hablar inhiben la curiosidad intelectual.

•   Ciertas situaciones traumáticas vividas por un niño, que cierran el acceso a la simbolización que requiere el aprendizaje.

•   Observamos también graves problemas en el desarrollo intelectual en el caso de los niños cuyos padres padecen de perturbaciones mentales. Los daños, en este caso, pueden ser considerables, hasta el punto de hacer pensar que el niño "heredó" la enfermedad mental de su padre o su madre. Aquí la locura puede pasar por la norma. El sin-sentido se hace ley y no permite al niño orientarse en las operaciones lógicas.

Ayudar a un niño es lo contrario a imponerle sanciones o soportarlo. Ayudarlo es propiciar frente a este malestar en el orden escolar un espacio, para que él pueda tener la posibilidad de hablar de su problema, y decirle a sus padres que la mala conducta escolar del niño algo quiere expresar, y que sería necesario consultar por ello, es apostar al deseo y a la subjetividad de un niño, aliviándolo del peso de ser el objeto de los gritos, retos y sanciones de los demás.

 

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